Una iglesia perfilada por el Señor


1 Tesalonicenses 1: 6,7
“6 Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo, de tal manera que habéis sido ejemplo a todos los de Macedonia y de Acaya que han creído”.


Los grandes modelos en la obra, hermanos, suelen ser una bendición. Es magnífico hallar los evangelios estampados en gloria en los hechos y palabras de nuestros hermanos. ¿Es correcto imitar a otros? ¿Es la imitación algo servil? ¿Tiene peligros la imitación? ¿Hasta qué  punto hay que ser cautelosos? La imitación cristiana es algo recomendado por Pablo. Nos dice, “vinisteis a ser imitadores de nosotros”.  No es la única ocasión, en otros sitios también repite lo mismo (Co. 4:16; 11:1, “por tanto os ruego que me imitéis” “Sed imitadores de mí así como yo de Cristo”. Si es repetido tantas veces no puede ser algo malo tomar a otros como ejemplo, modelo o tipo de lo que uno quisiera ser en Cristo. Sin embargo hay cosas que no veo por qué haya que imitarlas, el vestuario, el peinado, los gustos, la forma de hablar, el carácter. Pablo aquí no se refiere a eso, está hablando de la vida cristiana.

Hay hermanos, como él, que han aprendido mucho del Señor, tienen vidas totalmente consagradas a su servicio, han probado y saben lo que le es agradable, por experiencia ya tienen mucha confianza en sus promesas, conocen lo que significa la paciencia, han sido varias veces consolados por Cristo en diversas tribulaciones, se dan fácilmente cuenta como llegan las tentaciones y son hábiles en evitarlas o vencerlas porque han escapado y sobrevivido a muchas, tienen un conocimiento práctico, teológico y emocionante de la Escritura, una constancia en el trabajo irreprochable, una santidad realmente celestial. Y en especial, como aquí parece indicar, en recibir la palabra del Señor y retenerla en medio de la aflicción.

Sin embargo hay un peligro que hay que evitar la confusión de defectos con virtudes. La chismografía puede ser vista como sinceridad, la parcialidad como si fuera celo. Para no caer en esos errores comunes entre los miembros de una sola familia, hay que tener un amplio conocimiento de la Escritura y estar expuestos primeramente a la influencia de la palabra de Dios antes que a las opiniones de aquellos que admiramos y deseamos igualar. Para corregir esa tendencia Pablo siempre añade  “de nosotros y del Señor” y  “sed imitadores de mí así como yo de Cristo”. Estrictamente no es a él a quien desea que imiten sino a Cristo. La palabra que Pablo utiliza para imitación es “mimetaí” de donde conocemos “mimetismo” y “mímica”.

Un segundo aspecto importante es el clima social en el cual ellos recibieron la palabra del Señor, la situación política en que fueron convertidos, “en medio de gran tribulación”. No hay que esperar que los tiempos sean buenos, que haya paz, que el cristianismo sea reconocido oficialmente, que se promulguen leyes a su favor, que se elija un rey o un presidente cristiano. La acción del Espíritu Santo no toma en cuenta esas cosas y si las iglesias paran de hacer evangelismo por la persecución, no están cumpliendo con el mandato del Maestro y si las conversiones se reducen drásticamente la culpa no es esencialmente del clima que entorna la obra de Dios sino de su dedicación espiritual. La prueba es que en lugares donde más fiera era la represión ideológica anticristiana más ha prosperado el reino, siempre que los ministros se hayan dedicado mucho a la oración y no hayan hecho juego político a las circunstancias.

El apóstol seguidamente nos presenta una iglesia modelo “de tal manera que habéis sido ejemplo a todos...”. La palabra usada es “típon” de donde conocemos “tipo”. La iglesia de los tesalonicenses era un tipo para las otras. Las congregaciones hermanas vecinas podían mirar hacia Tesalónica y hacer un croquis para ellas, alzar sus ojos y esculpir las propias mirando hacia allá.  Las iglesias no debieran envidiarse carnalmente sino imitarse, copiarse aquellas cosas buenas que han recibido del Señor. Pero algunas se ponen celosas como si no fueran miembros de la misma familia de Dios, se retuercen de dolor cuando oyen de los éxitos de otra y buscan la manera de desacreditar a sus líderes principales, minimizar sus logros, manchar su reputación y agrandar sus pecados.

La iglesia de Tesalónica no ejercía autoridad ni presión sobre sus hermanas de alrededor, sino influencia. Cuando oímos de como el Señor ha bendecido a una iglesia, debemos alabarle por eso y tratar de saber, como los filisteos con Sansón, donde está el secreto de su fuerza. En su calidad cristiana. Filipos, Colosas, Laodicea, Efeso, Galacia, todas eran iglesias bendecidas, Dios estaba con ellas, el Señor las había ayudado, pero en Tesalónica había ocurrido algo especial, el Señor había perfilado un modelo digno para las restantes.

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