El capitalismo mundial sería otro
Colosenses 3:18-4:1
“18 Casadas, estad sujetas a
vuestros maridos, como conviene en el Señor. 19 Maridos, amad a
vuestras mujeres, y no seáis ásperos con ellas. 20 Hijos,
obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor. 21 Padres,
no exasperéis a vuestros hijos, para que no se desalienten. 22 Siervos,
obedeced en todo a vuestros amos terrenales, no sirviendo al ojo, como los que
quieren agradar a los hombres, sino con corazón sincero, temiendo a Dios. 23 Y
todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los
hombres; 24 sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de
la herencia, porque a Cristo el Señor servís. 25 Mas el que
hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de
personas”.
De la iglesia como un todo el apóstol ahora se dirige a
relaciones específicas; en primer término la relación familiar “marido,
mujer, hijos”, y en segundo la relación social o laboral, “siervos”.
Mira cómo la
familia está en el ojo divino. Para que la iglesia funcione bien (como fue
el tema anterior) es importante que la familia esté bien, específicamente en la
relación de marido y mujer,
“mujeres estad sujetas…maridos amad” (vv.18, 19); el matrimonio ocupa en importancia la posición número uno, antes que la relación como padres y
cualquiera otra. Si los esposos se llevan bien y son ante todo marido y mujer y
cuidan esa relación, la familia tiene grandes posibilidades para funcionar
bien.
Aquí no trata ningún aspecto de la vida sexual de la
pareja como lo hizo entre los corintios (1 Co. 7:3-5), sino de la organización de la familia. La mujer,
dice, no la esclava, esté “sujeta” a su marido, no como en una clase de servidumbre
sino de amorosa relación; déjese representar por el hombre y coopere con él; alguien tiene que
llevar el liderazgo de la familia, deje que su marido lo haga, sin que tenga
que renunciar a su voz y voto. Maridos, ella no es una cosa, un objeto, sino la
compañera, la ayudadora, el ser que más te quiere, la persona que más necesitas
y la que más amas, trátala bien y no seas áspero con ella para que endulces su
vida y haga feliz a todos. Y sé capaz de ser el líder y no tenga ella o un hijo
que suplantarte porque como dirigente del hogar sufres incompetencia.
La palabra “áspero” significa “amargar”. El marido no
debe amargarle la vida a la mujer como si no valiera nada; si la ama y “la
sustenta como a su propio cuerpo” (suponiendo que ella no aporte dinero), si la
tiene como a coheredera de la gracia de la vida (1Pe. 3:7) y la trata
como a frágil vaso, (como una fémina) la hará sentir feliz, y si la
mujer es feliz hace feliz a todos. “Happy wife, happy life”.Si la relación
entre marido y mujer funciona, la iglesia funciona.
Por otra parte, dentro de la familia es importante la
relación del matrimonio como padres, “hijos sed obedientes...padres no exasperéis” (vv.20, 21). El
apóstol se dirige a ellos, no les dice a los padres que los hijos tienen que obedecerlos
sino a los hijos que tienen que obedecer a los padres. Los padres lo que tienen
es que tratarlos bien, no porque se puedan enojar. La palabra “ira” no
existe en el texto original, al contrario, el mal trato de los padres los
“exasperan”, pero la idea es que se desaniman o se deprimen y se descorazonan,
para usar una palabra en boga. Los padres tienen que darles ganas de vivir a
los hijos, estimularlos para que tengan visiones (Hch. 2:17),
entusiasmarlos con la vida y sus carreras. Tratarlos como lo haría el Espíritu
Santo, es decir, en consecuencia con lo que se predica en la iglesia.
La misión de la iglesia en la formación de los hijos es proveerles
la Palabra de Dios, que es lo que hace Pablo, y deber de los padres
exponerlos a ella. Si ese tipo de relación funciona bien la iglesia también lo
hará y sobre todo porque eso es agradable al Señor (v. 20). La función de la
familia es importante ante los ojos de Dios. Por otra parte, la vida social ante los ojos divinos. Anteriormente
ha dicho que en la iglesia, en el reino de Dios, es decir ante los ojos de
Cristo no existe el esclavo ni el libre (3:11). La iglesia no está organizada
por dentro como lo están la sociedad y las naciones. Es un cuerpo con miembros
que desarrollan importantes y disímiles funciones. Pablo no intenta cambiar la organización
de la sociedad o la familia. El que es esclavo le dice que eso no le preocupe
mucho aunque si tiene forma de liberarse, mejor (1Co. 7:21, 22). Su intención
es mejorar al hombre y a la mujer dentro
de esa organización. Si mejora al hombre se mejora el ciudadano. La palabra
hombre es más importante que la palabra ciudadano.
El cristianismo cabe perfectamente dentro de cualquier
forma de gobierno y cuando la cristianiza la humaniza. Puede que sea más sabio,
antes de plantearse la necesidad de una nueva y mejor forma de gobierno, hacer
arreglos para mejorar la calidad humana y espiritual de los hombres y mujeres
que ocuparán los cargos políticos. Se puede ver el error de un gran sector de nuestra actual sociedad
en Estados Unidos, que le importa más la forma de gobierno, los derechos
humanos y civiles que la calidad moral del pueblo. La Carta Magna, la
Constitución, aunque fue inspirada por la Biblia, se usa para desplazar a Dios.
Con el pretexto de constituir una sociedad secular se ataca constantemente los
principios judeo-cristianos que le dieron origen. A la Corte Suprema le
interesa sólo el aspecto legal y no el moral. En tiempos del Nuevo Testamento
el gobierno era monárquico. Pablo no quiere implantar en su lugar una
democracia sino mejorar ante Dios la sociedad.
El principio detrás de todo esto no es sólo que los
siervos se porten bien o trabajen mejor, sino que den gloria a Dios con sus
trabajos, “temiendo al
Señor, hacedlo para el Señor” (v. 23). No para ayudar con sus consejos a los
esclavistas o para librar de acusaciones políticas al cristianismo, sino para
relacionar la vida laboral con la vida cristiana y que ambas se vuelvan una. Es
posible que Pablo no quisiera ser tenido como el caudillo de un nuevo partido
político, y esa no es su intención que consiste en involucrar a Cristo en todo
e introducirlo donde no existe.
Para algunos hoy, nacido bajo un sistema de libertad y
democracia, sería difícil entender por qué Pablo le pide a los esclavos que
sigan siendo esclavos y que sean buenos esclavos, esperando después de la
muerte recibir la liberación y una herencia espiritual. Sin embargo fue el
cristianismo precisamente quien desmanteló el sistema esclavista pregonando que
todos los hombres somos iguales y tenemos los mismos derechos. Este
mandamiento: “Amos, tratad con justicia y equidad a vuestros siervos, sabiendo
que vosotros también tenéis un Señor en el cielo” (4:1), fue revolucionario y
se oyó en el mundo por medio del evangelio, siglos antes que feneciera la trata
de esclavos.
¿Paradoja? Sin él, ni pensar que el dueño de un esclavo
lo trataría como a un hermano y que no era más ni menos que él en Cristo. La
madurez del cristianismo propició la liberación de los esclavos. Lo contrario
de hacerles sentir que siguieran siendo esclavos les insufló deseos de
libertad. Humanizando las estructuras éstas cambiaron. Pensando en nuestro
contexto, si los empresarios trataran con justicia a los obreros y con
humanidad, y ellos laboraran de modo excelente como para Cristo, el capitalismo mundial sería otro.
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