Bajo juramento, dice Pablo, “lean mis epístolas”


1 Tesalonicenses 5: 25-28
25 Hermanos, orad por nosotros. 26 Saludad a todos los hermanos con ósculo santo. 27 Os conjuro por el Señor, que esta carta se lea a todos los santos hermanos. 28 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. Amén”.
Ya el apóstol ha de llegar al final de su epístola y ruega algunas cosas importantes, primero, que oren por él (v. 25). Como hemos visto a través de sus escritos, el apóstol afirma continuamente que él intercede por los demás y además también pide las oraciones por sí mismo y por sus compañeros “orad por nosotros”. Incluye a Timoteo, a Silvano (Silas) y a todos aquellos siervos del Señor que ellos conocen que hacen la obra y que necesitan ser fortalecidos contra los ataques del maligno.


Dios podría ayudar a sus siervos sin que nadie orara por ellos, los puede bendecir sin que alguien le manifieste ese deseo (conforme los bendice aun cuando algunos envidiosos y contenciosos no lo quisieran); sin embargo las oraciones de intercesión por los pastores forman una parte importante de las bendiciones que ellos nos traen. La oración de intercesión por un ministro nos identifica con su obra, nos hace amarla, nos hace sentirnos parte de ella para apoyarla, cooperar con lo que se pueda para su avance. El Señor desea que sintamos la obra que hace el ministro como nuestra también, que no formemos parte de la iglesia y seamos como unos ajenos, sino que estemos involucrados en ella, en todo. El primer paso para la consagración a la obra de Dios y para amarla es empezar orando por ella y por los que la dirigen.

En segundo lugar cuando se ora por los ministros que hacen la obra obtenemos ganancias. Dios, enseña el Nuevo Testamento, se ha propuesto premiar los propios dones y las gracias que él nos otorga. La intercesión nuestra le sirve, hablando como hombre, como un motivo para bendecir y premiarnos a nosotros también por haberlo demandado. ¿No dijo el Señor que el que diera un vaso de agua fría a un profeta, recompensa de profeta recibirá? (Mt. 10: 41) ¿Qué recompensa podrá ser mayor que la que se reciba por haber ayudado a vencer al enemigo número uno de Dios y extirpar del mundo el pecado y la rebelión? ¿Qué recompensa puede ser mayor que la de conocer que hay muchas almas santificadas disfrutando de la vida eterna y que nosotros ayudamos pidiendo la misericordia que las trajo allí?

Seguidamente les pide a que se expresen el cariño, “saludad a todos los hermanos con ósculo santo” (v. 26). Él no está allí para que le besen sus mejillas, pero pide que entre ellos mismos lo hagan, quizás después del culto o al encontrarse. Pablo es un líder que promueve el amor entre los que dirige, hace que ellos se amen más. No todos los líderes son de esta naturaleza, los hay que chismean tanto por separado que acaban por distanciar a aquellos que le prestan colaboración y luego tienen la desvergüenza de quejarse de falta de unión. Por otra parte nos enseña que;  ¿qué parte tiene en la iglesia la indiferencia y la prisa por marcharse que no da tiempo para decir  “¡hola!”. ¿Sigues mejor?  Ninguna, por supuesto. Ya hemos dicho que nuestra meta es volvernos una familia cariñosa y llena de amor fraternal. Amén.

Casi por último les pide que nadie se quede sin leer su epístola, “os conjuro por el Señor que esta carta se lea a todos los santos hermanos” (v. 27). Por extensión pudiéramos decir, que sea leído el Nuevo Testamento, que no se quede ninguno sin que oiga o haga una copia de la epístola. Eso no hay que hacerlo hoy, no hay que esperar que nos lean la Biblia o tener que copiar nosotros una prestada. Nadie tiene excusa para no poseer una ni para olvidarse de ella y no leerla. En especial deben mostrar interés aquellos que tienen dificultades doctrinales, sea con la segunda venida de Cristo, con la resurrección de los muertos, con el juicio final o con la elección eterna. El estudio del Nuevo Testamento, en especial las epístolas, es necesario para salir de cualquier error. El Señor dijo, “erráis ignorando el poder de Dios y las escrituras” (Mt. 22:29).

Por otra parte nos queda por preguntar, ¿por qué tiene que conjurar? ¿Por qué les pide que le prometan leerla bajo juramento? Quizás porque algunos pensarían que era demasiado profunda para que todos pudieran entenderla, que mejor sería si quedaba confinada a unos pocos para que enseñaran a otros después con sus personales interpretaciones. No, él quiere que la epístola sea leída por cada uno, no por los profesores tan solo, ni por los maestros y doctores nada más. Su teología no es para un seminario sino para la iglesia.

Pudiera ser también que una vez recibida e informados los diáconos y los ancianos de su contenido se descuidaran y no la hicieran llegar al resto de la iglesia. Cualquiera que fuera la razón alegada, él les pide que bajo juramento se comprometan a que eso no ocurra y su epístola con todo su contenido sea examinada y disfrutada por todos los santos hermanos. Y ese es nuestro deseo también, que tanto lo que él nos legó como lo que escribieron  otros santos varones que hablaron por inspiración de Dios, circule entre nosotros abundantemente y se hallen las páginas del Nuevo Testamento al alcance de todos en particular y  luego entonces, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos...nosotros. Amén (v.28).

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