Prefiero estar equivocado con Jesús, si fuera el caso

Albert Mohler en su libro Ateísmo Confrontado, en las páginas 93-95 escribe como los ateos modernos leen la Biblia. Yo le suprimí las comillas y lo traduje todo como un texto continuado.

“Cuando Hitchens y Dawkins se quejan acerca de los actos de Dios en el Antiguo Testamento, Beattie simplemente insiste que esos fueron escritos, pero nunca para que fueran tomados en serio. Los libros del  Antiguo Testamento son documentos de inestimable valor histórico y literario ella insiste, pero su valor es completamente destruido por una nueva generación de lectores, de modo de que estos insisten en que deben ser leídos como revelación de Dios y no meramente como literatura.
“Esta señora está de acuerdo que el Antiguo Testamento incluye historias chocantes de destrucción y violencia, y además repudia el tono de odio contra las mujeres que contiene. Sugiere que estas historias no deben ser leídas como verdad histórica, y muchísimo menos como mandatos divinos, sino más bien como narrativas para extraer de ella la verdad que contengan, y haciendo eso no puede ocultar la llamada forma ‘descontruccionismo’.
“Similarmente Beattie, aseguran que essos nuevos ateos que en el Nuevo Testamento, no encontramos ni el militarismo ni la poesía del Antiguo Testamento con la excepción de la vivida retórica de Apocalipsis. Según se extiende su argumento, asegura a sus lectores que los más educados cristianos están conscientes de las contradicciones, dificultades y anacronismos culturales encontrados en el Nuevo Testamento".

Mi comentario:
¿A santo de qué dicen ellos que es ficción si cuando leemos tanto las historias del Antiguo Testamento como del Nuevo, perfectamente uno se da cuenta de la fuerte historicidad que esa narrativa contiene, suministrando miles de detalles, pequeños y grandes, y geográficos, y mencionando exactamente los personajes dentro de su época, para que no haya género de dudas. No se trata de volver a construir el texto de un modo que diga lo que no dice y complazca el gusto de los lectores. Esa no es la forma de leer estos documentos. Sólo que hay que tener en cuenta algunas cosas, en primer lugar la clase de Dios que aparece en esas páginas, sus atributos, en una palabra su enorme y colosal definición.

El Dios de la Biblia no es un dios pagano, no se palpa, no se mira, jamás fue creado, etc. He leído sobre la evolución y estoy seguro que hay que tener más fe para creer todos los milagros de una evolución ascendente, ciega e inteligente, que para creer en un Dios omnipotente y sabio. En alguna parte de ese libro alguien dijo que los culpables de esta nueva clase de ateos la tienen los teólogos liberales, hombres faltos de fe que imprudentemente, y adulonamente, lo que hacen es congraciarse con la ciencia a expensas de la exégesis bíblica. ¿Una serpiente que habla? Jesucristo dijo que esa "serpiente antigua" era el diablo, pero en Génesis no se menciona, así apenas en el resto del Antiguo Testamento, porque el fin es enterarnos de Dios y no de las sobrenaturales fuerzas del mal.

En cuanto a que el sol se paró en Gabaón y la luna en el valle de Ajalón, es inocente e históricamente escrito conforme lo vieron los espectadores, y el Dios que creó el sol y la luna y los puso a rutilar en el firmamento, los para cuando le dé la gana. Y si se me menciona que es imposible de que "un gran pez" se trague a una persona, respondo que eso depende del tamaño del pez y de Jonás. Si el profeta hubiera tenido de alto seis pies seis pulgadas, Dios hubiera creado un animal mucho más grande y especial solamente para tragárselo. Pero como tengo una bonita exposición, al menos para mi gusto y fe, la copio más abajo y le hago poco caso a esos doctores que escriben "sin entender de lo que hablan ni de lo que afirman" (1 Ti. 1: 7).

Jonás 1: 17
“Y Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches”. Cuando una mente secular lee esta historia piensa que es un mito, que no puede ser verdad, que es imposible que eso haya ocurrido en la historia de una persona, que quepa dentro del vientre de un pez, que no muera allí si es que se lo tragaron, y que lo vomite intacto. Es parecido a una serpiente o una asna que hablan, un hacha que flota, o un profeta que es levantado por un carro de fuego y llevado al cielo. Esas cosas los literatos las ponen dentro de la leyenda y del mito, pero son las realidades fantásticas de la salvación. Dios mismo, esa innegable realidad está allí, dentro de la irrealidad, en el cuento y lo que ellos llaman superstición. Ese es el mundo de la fe. El mundo del otro mundo. El bello mundo de la fantasía, la verdad y la felicidad.
Sin esos llamados mitos el mundo sería muy triste.

Las experiencias de Jonás tienen que ver con la muerte y resurrección de Jesucristo. Su historia es tan extraña como la de Sansón, Jefté, la ascensión del profeta Elías o los milagros operados por Eliseo. Jonás tenía las credenciales de un verdadero profeta de Israel (2 Re. 14: 25) a quien Dios llamó para darle una experiencia distinta, muy superior a su común trabajo dentro de su pueblo: la predicación a una ciudad gentil después de salir del vientre del pez, como resucitado, como un día haría Jesús y sus discípulos después de salir él del vientre de la tierra.

El profeta Jonás fue bautizado en el mar, en el nombre Cristo, y resucitado también en su nombre. Todo debe entenderse como una vindicación de Jehová como único Dios y una profecía dada por el Espíritu Santo y el triunfo sobre el paganismo mediante la “señal de Jonás” o la resurrección de Jesús, la obra maestra de la salvación  (Mt. 12: 38-41). El mismo tuvo conciencia como si hubiera muerto al decir que se hallaba en el “Seol” (2: 2) y que su vida fue preservada en “el pozo de corrupción” o “fosa” (2: 6). Así fue dibujando su resurrección. Y concluye diciendo que “la salvación pertenece a Jehová” (2:9); no sólo la suya sino la de todos nosotros. Fue una experiencia de salvación.

Son historias para los escogidos de Dios no para los incrédulos, reprobados y escépticos. No son mitos porque tienen raíces históricas y poseen “pruebas indubitables” (Hch. 1: 3); pero no para todo el mundo sino para los que Dios prepara para recibirlas. Jesús vivo no le tocó la puerta a Pilato, a Herodes ni a Caifás y Anás ni cenó con ellos. A los escogidos sólo les dijo: “Toquen aquí”. La resurrección de Jesús fue sólo para los suyos no para todo el mundo (Hch. 10: 41). Las historias más bonitas que pueden leerse en la Biblia, las “cosas que ojo no ha visto ni oído escuchado, que no han subido a corazón de hombre  son las que Dios ha preparado para los que le aman” (1 Co. 2: 9); para que “no se considere increíble entre nosotros que Dios resucita a los muertos (Hch. 26: 8).

Y aquel hombre chiquito, manchado todo el rostro y las manos por los jugos gástricos del pez, señales inequívocas de que había estado en su vientre, y sin mencionar su historia a nadie para que la creyera, miles de ninivitas en la playa se dieron cuenta de lo que había pasado, y creyeron su mensaje y se arrepintieron. Yo tengo un programa y por medio de un micrófono le hablo a la computadora y mi voz se convierte en letra. Pues Dios habló y su voz se convirtió en materia. Dijo Dios ¡sea la luz!, y la luz fue. Dijo Dios ¡produzca la tierra seres vivientes!, y se llenó de animales.

Pues si ellos creyeron a Jonás y a su historia, estaban creyendo en la resurrección de Jesús, los que de primera mano la constataron, si Jesús la creyó, los apóstoles la creyeron, prefiero estar equivocado con Jesús, si fuera el caso, que ponerme al lado de los que no saben leer la Biblia, y vienen con alarde intelectual a enseñarnos como hacerlo, desgraciadamente sin fe ni esperanza.

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