Es cierto que el pastor debe renunciar, pero yo no lo mato


2 Sa. 1: 11-16
11 Entonces David, asiendo de sus vestidos, los rasgó; y lo mismo hicieron los hombres que estaban con él.  12 Y lloraron y lamentaron y ayunaron hasta la noche, por Saúl y por Jonatán su hijo, por el pueblo de Jehová y por la casa de Israel, porque habían caído a filo de espada. 13 Y David dijo a aquel joven que le había traído las nuevas: ¿De dónde eres tú? Y él respondió: Yo soy hijo de un extranjero, amalecita. 14 Y le dijo David: ¿Cómo no tuviste temor de extender tu mano para matar al ungido de Jehová? 15 Entonces llamó David a uno de sus hombres, y le dijo: Ve y mátalo. Y él lo hirió, y murió. 16 Y David le dijo: Tu sangre sea sobre tu cabeza, pues tu misma boca atestiguó contra ti, diciendo: Yo maté al ungido de Jehová”.


¿Hay algún otro como David en la Escritura que haya respetado tanto la unción sagrada y teniendo en sus manos su enemigo lo deje vivo por respeto a lo que hay de Dios en él? ¿No recuerda como sufrió  cuando le cortó el borde de su manto? (1 Sa. 24: 4,6). Es una joya excepcional dentro de aquellas luchas de poderes en la historia de Israel. Y todo ese respeto aunque Dios lo hubiera desechado (1 Sa. 15: 23). Los momentos más difíciles de un ministro son cuando algunos por hacerle bien a la iglesia lo atacan, le cortan la punta del manto y otras cosas más, porque escasean las bendiciones, porque con murmuración ha perdido parte de su reputación y autoridad, cuando los filisteos lo acosan y su ministerio se halla en su punto más bajo.

Quizás tendrán razón y motivo, pero lo que dudo es que Dios halle bien hecha la expulsión de un ministro que por sus limitaciones, no pecados, no satisface las expectativas de su congregación, cuando ella tampoco ayuda a lograrlas. Dudo que Dios quiera que se hiera al pastor para que se dispersen las ovejas. Jehová le pasará la cuenta a esos Simei que arrojaron maldiciones y piedras cuando su ungido huía llorando por la cuesta del Monte de los Olivos. Nunca tendrá Jehová por inocente a uno que asesine el ministerio de un siervo de Dios.

Es mejor acudir en su auxilio, animarlo, curarle sus heridas y dejarlo fortalecido para que se enmiende y aprenda de sus cicatrices de antaño. Y que el Espíritu y las doctrinas lo condenen y lo separen y no tener que ver con él. Es cierto que hay mucho abuso desde el púlpito pero mejor es investirnos de amor, de verdad, de mansedumbre que usar las armas de luz para combatirlo; y en una extrema decisión, irnos para otra iglesia, dejarlo solo "clamando en el desierto", antes que tener que ver con la caída y muerte de un pastor. Que sea su pecado quien lo saque de su ministerio no mi justicia. Es cierto que Saúl debía haber renunciado, pero David no lo mató porque respetaba la unción sagrada, y aunque era culpable de muchas de sus lágrimas le cantó una oda fúnebre, y lo lloró cuando se murió

Comentarios

  1. Da gusto leer estos articulos Pastor.

    Bendiciones!

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  2. Kquijada,es que la palabra de Dios da gusto estudiarla. Es rica y sazonada con sal. Bendiciones. Bendito sea Dios.

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