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Rozando las vidas de otros

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Luc.8:43-48   “Pero una mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años, y que había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto; y al instante se detuvo el flujo de su sangre. Entonces Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que con él estaban: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién es el que me ha tocado? Pero Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque yo he conocido que ha salido poder de mí. Entonces, cuando la mujer vio que no había quedado oculta, vino temblando, y postrándose a sus pies, le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo al instante había sido sanada. Y él le dijo: Hija, tu fe te ha salvado; ve en paz”. Aquella mujer tocó sólo “el borde” del manto de Jesús, como si lo rozara, como si abriera un pequeño hueco en su divina persona, un orificio donde se hallaban sus bendiciones, el depósito

Líderes dulces y amorosos

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                                                                                Jueces 9:5-15 “Y viniendo a la casa de su padre en Ofra, mató a sus hermanos los hijos de Jerobaal, setenta varones, sobre una misma piedra; pero quedó Jotam el hijo menor de Jerobaal, que se escondió. Entonces se juntaron todos los de Siquem con toda la casa de Milo, y fueron y eligieron a Abimelec por rey, cerca de la llanura del pilar que estaba en Siquem. Cuando se lo dijeron a Jotam, fue y se puso en la cumbre del monte de Gerizim, y alzando su voz clamó y les dijo: Oídme, varones de Siquem, y así os oiga Dios. Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los

IDILIO AMOROSO

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  Cant. 2:8-17 LA ESPOSA:             ¡Una voz! ¡Mi amado!             He aquí, él viene,             saltando por los montes,              brincando por los collados.             [9] Mi amado es semejante a una gacela o a un cervatillo.             He aquí, se detiene detrás de nuestro muro,             mirando por las ventanas,             atisbando por las celosías.                [10] Mi amado habló, y me dijo:             "Levántate, amada mía, hermosa mía,             y ven conmigo.             [11] "Pues mira, ha pasado el invierno,             ha cesado la lluvia y se ha ido.             [12] "Han aparecido las flores en la tierra;             ha llegado el tiempo de la poda,             y se oye la voz de la tórtola en nuestra tierra.             [13] "La higuera ha madurado sus higos,             y las vides en flor han esparcido su fragancia.              Levántate amada mía, hermosa mía,             y ven conm