Si alguien piensa que se salvó por su decisión, yo no
2 Tesalonicenses 2: 13, 14
“13 Pero nosotros debemos dar siempre
gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios
os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación
por el Espíritu y la fe en la verdad, 14 a lo cual os llamó
mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”.
Gracias
al Señor aunque la apostasía sea general y muchos sean los que se pierdan,
siempre habrá un remanente salvado por gracia, quiere decir, por elección.
Pablo se siente obligado a dar gracias al Señor por la elección de ellos,
“de que os haya escogido...para
salvación” (v. 13. Como ya hemos estudiado el tremendo poder que posee
el anticristo y su misterio de iniquidad siempre accionando, el poder engañoso
que es enviado a los que rechazan el evangelio; y por ende la imposibilidad
humana para poder salvarse, uno se siente constreñido con agradecimiento al
Señor de que haya decidido de antemano la salvación por elección.
¿De qué otro modo hubiéramos
podido ser salvos? El misterio de iniquidad siempre está en acción y ¿quién podrá mover su voluntad para
enfrentarlo con éxito? El que afirme lo contrario nada conoce del poder de una
tentación y de la concupiscencia hereditaria que la paraliza. ¿Quién pude
confiar en la frágil respuesta humana? Salir del pecado no es una cuestión de
decidirlo, se pueden hacer mil decisiones y no lograrlo nunca. Cuando un
pecador es salvado es literalmente arrastrado afuera de su pecado y mantenido
siempre a la distancia necesaria para que no pueda tocarlo. Si uno pusiera su
parte y el Señor la suya, ¿quién que se conozca bien puede asegurar sin mentir
que podrá mantener su compromiso y cumplir el contrato? Y ¿qué parte uno va a
poner si no tiene nada? No discuto ahora como es que la humanidad ha venido a
caer en semejante estado de servidumbre, parto del hecho de como la hallamos.
Como estamos no podemos salir.
Si no hubiera una elección
nadie se salvaría. No hay otro punto que el cielo a donde podamos volver
nuestros ojos para ser socorridos. ¿Cuál es la razón de esa elección? Su amor.
El los llama “hermanos amados por el
Señor (v.13). Pablo reconoce que la elección es un acto de amor
inmerecido para los escogidos; pero cuando habla de los que se pierden los
presenta como responsables y soberbios en su propia condenación. Ellos rechazan
el amor hacia la verdad para ser salvos, por lo tanto son culpables.
En cuanto a los escogidos no los alaba por haber
aceptado la verdad, por no haber creído las señales y prodigios del anticristo,
no menciona ni una palabra que la salvación de ellos se operó porque obraron de
modo diferente, porque hicieron una decisión sabia. Lo único que Pablo menciona
es la elección y le da gracias al Señor por ella. Pablo ve en la salvación un
acto del amor divino y la agradece. No dice que le da gracias al Señor porque
ellos fueron inteligentes, que escogieron la verdad y no la mentira, que
eligieron a Dios. No, da gracias a Dios porque los escogió.
Cualquiera que hable aquí de
poder innato en la criatura, de fe intrínseca, de capacidad para tomar por un
rumbo, está introduciendo elementos ajenos y que compartirían la acción de
gracias entre Dios y la criatura. ¿Cómo se hace efectiva esa elección? Se hace
efectiva a través de la predicación del evangelio, “a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio” (v.14). Si
no hay predicación del evangelio nadie puede salvarse, “¿cómo creerán si no hay
quien les predique?” (Ro. 10:14). El anuncio con poder del evangelio
opera el milagro de la fe (1 Co. 2:4), porque lo acompaña el Espíritu Santo.
Ese es el poder que he dicho que arrastra la voluntad del hombre, que hace que
venza sus apetitos, que prefiera la verdad a la mentira y no sea seducido por
el misterio de iniquidad. No son las palabras del evangelio solamente
sino el poder que le suministra el Espíritu, es el que frena al hombre y lo
separa del pecado.
A esa separación Pablo ha
llamado “santificación por el Espíritu”
(v.13). Separa por el temor a Dios, al pecador de su maldad, lo hace
enfrentarse al mal, rechazarlo y perseverar en hacer el bien. No se puede
pensar que el hombre por sí mismo se santifique, que por sí mismo se ponga a un
lado y se separe del mal. La santificación es una acción voluntaria del hombre
pero no solitaria. Es voluntaria porque el hombre desea la pureza,
quiere seguir al Señor, desea ser salvo y todo eso ha nacido en él por la
regeneración, o como Pablo le llama aquí, “llamamiento”, “os llamó”. Este llamamiento es su
nueva creación, el que le deposita el germen de vida en su alma, el que le
infunde el espanto por pecar y que lo pondrá sin duda en la gloria de nuestro Señor Jesucristo
(v.14). Pablo pone primero la santificación por el Espíritu que la fe en la
verdad porque es lo que uno primero ve, aunque realmente la fe es la que
origina esa santificación. El que dice que es "fiel" tiene que ser santo. En el epistolario apostólico las dos palabras caminan juntas.
Nos queda sólo una cosa por
darle explicación, el tiempo de la elección. No digo el tiempo en que
creímos o en que tuvimos fe en la verdad, sino el tiempo en que fuimos elegidos,
“desde el principio” (v.13). Hay manuscritos que
en vez de contener “aparjés” (desde el principio) contienen “aparjén”
(primicias); pero la primera es la mejor. Pablo nunca usa “primicias” relacionada
con la elección, pero sí “en el principio” o la idea de eternidad; y además los
tesalonicenses no fueron las primicias sino los filipenses.
No fuimos elegidos cuando
creímos, no cuando nos volvimos del pecado, no cuando nos arrepentimos, no
cuando oímos el evangelio de verdad sino mucho antes de hallarnos en el vientre
de nuestra madre, en la misma eternidad. Dios no empezó a amarnos cuando nos
vio santos y creyentes andando derechitos, nos amó cuando aún estábamos en
delitos y pecados y antes de eso también.
Si alguien ve en la doctrina
de la elección una doctrina injusta yo la miro como una verdad de amor, si
alguien insiste que fuimos elegidos por el pre-conocimiento que tuvo de que
creeríamos, yo no, porque conozco por experiencia el poder del misterio de
iniquidad y sé lo anulada que se halla la voluntad humana para decir que no al
pecado si no es primero cambiada sin consentimiento humano. Si alguno
piensa que la elección evade la responsabilidad de perdición del hombre yo no,
veo que los que rechazan el amor de la verdad para ser salvos lo hacen porque
quieren, aunque no puedan, como esclavos que son, hacer otra cosa.
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