Tito
Tit. 1: 2
“con la esperanza de vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde los tiempos eternos”. Mira quién prometió la vida eterna: Dios. El eterno (Ge. 21: 33). El que creó la vida y sabe cómo extenderla sin fin. El que es el único que no miente. Lo ha prometido por medio de la Escritura porque ella no miente. Si tuvieras fe en esas palabras no temerías padecer por Cristo, ni morir por él.
Tit. 1:3
“y manifestó a su debido tiempo su palabra por la predicación que me fue confiada”. A mí también Señor, tú me encomendaste la predicación, la he disfrutado Señor. Dios a su debido tiempo envía predicadores aquí y allá; él hace todas las cosas a su debido tiempo.
Tit. 1:4
“verdadero hijo en la común fe”. Aunque nuestra forma de pensar en relación con otros pastores sea diferente, estamos unidos “en la común fe”.
Una espiritualidad encerrada no es válida
Tit. 1: 5-15
“Por esta causa te dejé en Creta, para que pusieras en orden lo que queda, y designaras ancianos en cada ciudad como te mandé”. Mira como el Espíritu Santo cuida las iglesias y quiere que funcionen bien, que las cosas que no están haciéndose correctamente se arreglen. Específicamente le pide organización “pongas en orden”, que es una mejor traducción que corrigieses lo deficiente y lo básico es colocar pastores que cuiden de ellas. Lo que faltaba por hacer, el trabajo no terminado, las áreas sin líderes, ideas e iniciativas no puestas en acción. En la forma en que el apóstol habla parece que Tito es el obispo de toda la isla y que el evangelio ha cubierto todo ese territorio; lo cual significa que la misión de este hermano y sus pastores colaboradores tendrían a su cargo la experiencia de contribuir a una reforma social por medio de las enseñanzas y prácticas cristianas. Esa influencia espiritual benigna pudiera ser disminuida, tergiversada y obstaculizada por la enseñanza paralela de los cristianos judaicos. El apóstol le instruye a su discípulo que le diga a los demás pastores que una espiritualidad abstracta, encerrada dentro del local de reuniones, no es válida sino que la vida cristiana no es para vivirla solamente entre hermanos sino entre herejes, filosofías negativas, tergiversaciones de la doctrina, y enfrentada a la conducta y enseñanzas de religiosos corrompidos y en cuanto a la fe incrédulos, cuya corrupción llega desde la cabeza hasta los pies, y que él dice que les alcanza la conciencia la cual también es un pantano repleto de corrupción (v.15).
Tit. 1: 6
“que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía”. Oh Dios ayuda a mis hijos que no den motivos para que se les acusen de disolución y rebeldía, que reflejen la gloria del evangelio que oyen de mis labios. En el currículo de un pastor debía mirarse su familia: la mujer y los hijos y la educación que les había dado.
Tit. 1: 9
“reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza, para que sea capaz también de exhortar con sana doctrina y refutar a los que contradicen”. Sólo la ortodoxia es apologéticamente emocionante; no hay esperanza para convencer a nadie de que el cristianismo es verdad con argumentos fuera del sano cristianismo (v.11; 2 Co. 10:5).
El crecimiento de los herejes
Tit. 1: 11
“a quienes es preciso tapar la boca, porque están trastornando familias enteras, enseñando, por ganancias deshonestas, cosas que no deben”.
Cuando he estado abrumado y desmayado por la gran cantidad de herejes y el éxito que tienen en el trabajo proselitista de casa en casa, me aliento al pensar que ese fue un triste fenómeno de la edad apostólica y aunque muchos murieron infestados por los virus de esas herejías y las iglesias pudieron perder familias y dejaron de ganar a otras, la sana doctrina prevaleció y el cristianismo no desapareció. Hay que combatirlos firmemente, pero sabiendo que “no pasarán adelante”; y aunque nos parezca que ganan muchos prosélitos siempre serán una minoría y decrecerán hasta desaparecer. Esto permite meditar sobre crecimiento de las herejías.
Tit. 1:12
“como uno de vuestros profetas ha dicho”. Se refiere a Epiménide, un poeta de Júpiter, según se creía, que ese dios le inspiraba sus poemas, uno de los cuales contiene esa frase. Se cuenta que su padre lo envió al mediodía al campo donde sus ovejas y él soñoliento entró en una cueva y durmió allí por cincuenta y siete años. ¿Notas la cultura secular de Pablo? No sólo leía los pergaminos bíblicos sino otros libros, siendo cultísimo, por eso envió a recogerlos desde Troas en casa de Carpo.
Tit. 1:1-4
La vocación ministerial
“Pablo, siervo de Dios y apóstol de Jesucristo, conforme a la fe de los escogidos de Dios y el conocimiento de la verdad que es según la piedad en la esperanza de la vida eterna, la cual Dios, que no miente, prometió desde de antes del principio de los siglos, y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador, a Tito, verdadero hijo en la común fe, Gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo nuestro Salvador”.
Tito fue un brillante compañero del apóstol Pablo. También uno de sus muchos conversos pues le llama verdadero hijo en la común fe 1:4. Así que la pequeña epístola, como las de Timoteo va dirigida a un hijo espiritual suyo. ¡Es algo espiritualmente encantador escribir pastoralmente a quien se le habló primero para salvación! Si regocija mucho como dice Juan, “ver que mis hijos andan en la verdad”, mucho más profundo es el gozo cuando esos mismos hijos siguen las pisadas nuestras y se convierten como nosotros en batalladores de las lides de Dios y para colmo de privilegio en nuestros colaboradores. Saber que se tiene un hijo espiritual pastoreando o una iglesia lejana, o en ultramar en algún país distante ganando a los paganos, da alegría, pero tenerlo con uno mismo, dentro de nuestro propio campo misionero o bajo la supervisión obispal nuestra es mucho pedir. Tenerlo ayudándonos, participando en nuestras ilusiones, en nuestros esfuerzos, colaborando con nuestro plan de ganar al mundo, enseñando, orando, clamando a los perdidos como nosotros lo hacemos y en nuestra propia campaña espiritual.
Tito estaba lejos, en Creta, el apóstol en otro lado. Pero, ¿quién mejor que él que enseñaba lo que él enseñaba, instruía lo que él instruía, edificaba sobre el mismo fundamento que él había puesto? Se han puesto, mis amados, tan escasos los presbíteros expositivos, teológicamente apegados como nosotros a las doctrinas de la gracia, que no es pequeño el dolor de cabeza que nos causa hallar un substituto más o menos aceptable cada vez que tenemos que estar en otro lado. Cuando regresamos, los más jóvenes siempre ávidos por el pan de vida, son los más inconformes y hambrean gruñendo cerca donde se les oiga. Ellos mismos, para los propios programas de sus edades se exprimen las sienes para invitar satisfactoriamente a alguien que les conduzca una reunión.
Por eso digo, que es un privilegio tener un grupo de ayudantes que puedan subscribir a nuestro lado, con sus propios puños, las doctrinas que escribimos y abrir, con sus propios labios, las mismas enseñanzas que salen de los nuestros. Es mi oración, nada insincera, que el Señor alce algunos más para estas regiones y que mis pequeñas exposiciones, si él lo cree conveniente, ayuden a la preparación de esos obreros que esperanzados aguardamos que lleguen a la mies.
Tito era un verdadero sucesor apostólico, no porque un colegio de cardenales lo hubiera elegido como tal, sino porque era sucesor en su trabajo espiritual, sucesor como ganador de almas, sucesor de sus doctrinas. Dondequiera que hoy haya un ministro que fielmente ocupe su responsabilidad ante la iglesia y ante Dios y enseñe sin interés propio, la doctrina apostólica es un verdadero sucesor de Pablo. No porque se halle acomodado sobre una silla famosa, ni cómodamente aislado del mundo entero, sino porque es un responsable instructor y perseguidor de lo que enseña el Nuevo Testamento.
Pablo tuvo que irse de Creta sin poder concluir su trabajo, pero halló seguridad de que la obra continuaría dejándola en las manos de Tito “por esta causa te dejé en Creta” (1:5). El trabajo que halló el útil reemplazo fue duro y tuvo que comenzar por corregir lo deficiente, elegir los pastores que se encargarían de cuidar los rebaños, taparle la boca a los que trastornaban familias enteras (1:11) y evangelizar constantemente en medio de convertidos paganos de procedencia salvaje y brutal (1:12). Anhelo que mis exposiciones te ayuden en algo, para la enseñanza espiritual del pueblo del Señor y para el crecimiento personal de tu propia vida pastoral o cristiana.
Hermanos míos, me tomo el privilegio hoy de comenzar esta tarde de domingo con esta pequeña epístola pastoral de Pablo a Tito.
Aunque la misiva va dirigida a un pastor y por eso ella es clasificada como una epístola pastoral. Se ve que Pablo tenía en mente a toda la iglesia, para que ella también fuese leída por ellos y reconocieran la autoridad con que él investía a su compañero en el ministerio.
He elegido esta carta por dos razones, primero porque veo en este momento actual vuestra necesidad de conocer sobre el ministerio pastoral y segundo por la brevedad de ella en preferencia a sus compañeras 1 y 2 de Timoteo que expondremos después para completar el ciclo de comentarios sobre estas tres misivas hermanas.
Quiero primero que notes la esfera de su ministerio apostólico o lo que sería lo mismo, a quienes va dirigido su trabajo y alrededor de que cosas gira la fe de los escogidos de Dios (1:1). Eso nosotros lo sabemos, es un pensamiento teológico subyacente en todos nuestros esfuerzos misioneros, “que todo lo sufrimos por amor de los escogidos para que ellos obtengan la salvación” (2Ti.2:10)
La palabra kata que traducimos conforme, es mejor expresarla como con especial destino o para. Pero ¿quiénes son? ¿Dónde se hallan los escogidos? Están en el mundo, aún son hijos de ira, viven conforme a la potestad del aire, animados por el espíritu de desobediencia. En ese estado no los podemos identificar, pero allí están. Aún no vemos la elección de ellos, aún no les resplandece en sus corazones la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero el apóstol, aunque dirige su trabajo a todos, porque él tampoco aún los puede identificar, sabe que su ministerio es para los escogidos, para que ellos obtengan la fe.
¿Tienen fe los escogidos antes de oír la predicación de la verdad? ¿Tienen alguna fe implícita? ¿Creen en Dios por nacimiento, vienen a este mundo inclinados a creer? No. Pablo dirige su ministerio hacia ellos para que tengan fe. No son escogidos por Dios porque él prevea alguna fe, porque ellos nunca por sí mismos la tendrán. Son escogidos para que tengan fe. Dios los escoge, por su misericordia para que crean.
También vemos un asiento importante de su apostolado “el conocimiento de la verdad según la piedad” (1:1). Pablo lo que quiere decir es esto, dirijo mi ministerio para que lleguen al conocimiento de la verdad del evangelio en una plena vida cristiana. Yo tomo piedad como toda la vida religiosa. Estoy de acuerdo con los que piensan que Pablo habla de ese conocimiento para diferenciarlo del filosófico o del vano de los judaicos. Pablo habla de un conocimiento que transforma a la persona, que la coloca en un sistema de vida distinto que él reconoce como piadoso.
¿Y no es ese el destino de cualquier ministerio auténtico? ¿De qué vale gastar nuestras energías en la iglesia en otra cosa que no sea instruirla en el temor de Dios? ¿Qué provecho tiene explicar la Biblia con un propósito que no sea tornarnos más piadosos y temerosos de pecar?
Pablo hace reposar sus trabajos apostólicos sobre la teología de una esperanza celestial (1:2) “en la esperanza de la vida eterna”. No es cierto que la esperanza del evangelio consista en mejorar esta vida presente, ni prometerle al hombre longevidad o perpetuarse como es en este siglo. La esperanza en el Nuevo Testamento siempre nos levanta los ojos al cielo (He.6:18-20) “para que por dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.
Observe que en los dos versículos la esperanza esta arriba. La esperanza de la vida eterna no es una confortable vida terrenal sino una esperanza celestial. Lo que enseña la teología apostólica es que los hombres vivan como es digno del evangelio en este mundo y piensen en el otro por venir. Otra cosa interesante en ambos versículos citados arriba es que en ambos se subraya la veracidad de Dios “Dios que no miente prometió” (1:2) La fe de los escogidos de Dios tiene que sentirse muy segura en ese punto, porque si no es así se bambolea y cae toda la piedad. Y la piedad sin esa esperanza celestial no es más que una moral filosófica, o religiosa o una ideología para vivir.
Las demandas del evangelio de verdad son enormes. Cristo lo pide todo, la propia vida, el alma, hasta los más íntimos pensamientos.
La esperanza tiene que estar firme. Tenemos que estar seguros que hay otra vida, la eterna. ¿Y cómo tener esa seguridad? El carácter de Dios. Dios no miente o como dice en Hebreos, “es imposible que Dios mienta”. No podemos hallar apoyo seguro para nuestra esperanza aparte del carácter de quien la prometió. La vida eterna no se puede probar científicamente, matemáticamente, geológicamente. No se puede sacar apoyo de alguna ecuación en una computadora. Las computadoras no hablan de la vida eterna. No hemos muerto. No hemos subido al cielo. No ha llegado aún el fin del siglo.
Sólo nos queda el carácter de un Dios veraz. Debemos estudiar el carácter de Dios. Quien es él. Por qué no puede mentirnos. Nunca lo ha hecho. Sus promesas cumplidas lo demuestran.
Mientras busquemos comprobación para nuestra fe más allá del carácter perfecto de Dios estaremos temblorosos y confundidos. La plena certidumbre de la fe proviene sólo por esa fuente. No gastes energías buscando en otras partes. Es imposible que él mienta porque es contra su naturaleza.
De Sara se escribe sobre su fe que fue justificada “porque creyó que era fiel quien lo había prometido” (He.11:11). Vale la pena que te leas todo es texto, que endulza la boca, Y eso es lo importante para la esperanza, considerar quien lo ha prometido. Si estamos seguros que ha sido Dios no hay que dudar nada ni temer nada.
Considerad eso, hermanos, Dios ha sido millones de veces traicionado, pero él jamás ha traicionado a ninguno. Millones han sido infieles con él, pero él permanece siendo fiel porque no puede negarse a sí mismo (2Ti.2:13).
Si hay un punto donde el diablo nos ataca es éste. Por eso el Espíritu nos dice que “es imposible que mienta”. La esperanza está más allá de nuestros sentidos y es ahí donde se prueba la genuinidad de nuestra fe en el carácter de Dios. No hay otro lugar que sirva como base de la fe salvadora que el carácter de Dios.
El medio escogido por Dios para que Pablo desarrollara su apostolado es la predicación “manifestó su palabra por medio de la predicación” (1:3), Dios revela su palabra por medio de la proclamación. Pablo insiste en eso para que Tito lo recuerde. Esa es su principal función como ministro. Si quiere que los hombres se salven tiene que predicar.
¿Qué fue lo que recibió como un mandato? ¿La predicación o la comisión de predicar? Es lo mismo. Un mandato es una orden. Quizás el apóstol no está enfatizando la predicación como el medio de salvación de los pecadores, eso no estaba en duda, pero lo dice para que se supiera que él había sido mandado por Dios.
¿Puede cualquiera entrar al ministerio? ¿Cualquiera puede abrir la Biblia y proclamar? Todos los cristianos deben compartir su conocimiento de Cristo con los no salvos, pero tomar el oficio de ministro o maestro sobre los demás es dado sólo a Dios otorgarlo.
Cuando alguien se da cuenta que recibe ese mandato no debe tardar en obedecerlo ni ceder por frustraciones y decepciones a la tentación de abandonarlo. Nuestro pueblo debe estar seguro que nuestra vocación es del cielo y que operamos por órdenes divinas y no por voluntad propia, ni por ambición o por inclinación natural para el oficio. Eso es vital para que cuando hablemos estén seguros que oyen la voz de Dios de nuestros labios.
La primera necesidad de una iglesia
Tit. 1:5,6
“Por esta causa te dejé en Creta, para que corrigieses la deficiente, y establecieses ancianos en cada ciudad, así como yo te mandé, el que fuere irreprensible, marido de una sola mujer, y tenga hijos creyentes que no esté acusados de disolución ni de rebeldía”.
Hermanos ¿en qué congregación no hay cosas que manifiestamente pueden ser llamadas deficientes? ¿Dónde está la iglesia en que todo funciona de modo perfecto? Si la iglesia es joven, como estas en la isla de Creta, hay muchas cosas sin organizar, los mismos hermanos son muy nuevos en la fe y la propia inmadurez de ellos necesita corrección. ¿Y en nuestra propia iglesia, no hay cosas que son deficientes?
Veamos primeramente el significado de deficiente. La palabra lo que significa “leíponta” lo que faltaba por hacer. Pudiera ser cosas que estuvieran mal hechas, pero no es esa la idea. Pablo alude aquí a las cosas que él mismo en su tránsito por Creta, por el breve tiempo que estuvo allí no pudo realizar. Plantó las iglesias, ellas nacieron, les dio cierta forma, pero teniendo que continuar su viaje no pudo permanecer más tiempo para que las congregaciones diferentes que se formaban quedasen debidamente arregladas. Por eso envía a Tito. Tito sería el encargado de completar la obra.
Hay pastores que por una razón u otra no pueden hacer todo el trabajo que ellos quisieran. Dios los llama a otro lugar y su trabajo queda incompleto. Luego la iglesia llama a otro y viene y hace lo que aquel dejó sin hacer. Pero aun estando algún tiempo en la iglesia, procurando corregirlo todo, siempre hay cosas que están deficientes. Es muy difícil no hallar algún defecto en el trabajo del mejor de los pastores. No hablemos en él mismo sino en su ministerio.
La otra palabra que usa Pablo es “epidiortosei” que significa poner en orden o arreglarlas para que queden derechas. De las primeras cosas que hay que hacer en la iglesia es el orden. Las cosas que no están derechas hay que enderezarlas. Dios ama el orden y por eso hizo el mundo por orden cuando la tierra estaba desordenada. De las primeras cosas que tiene que hacer un ministro cuando llega a su iglesia es procurar organizar lo que esté sin organización. Dios no es Dios de confusión (1Cor.11:34; 14:33). Esa fue una de las cosas que Pablo miraba con deleite en la iglesia que estaba en Colosas. Mirando vuestro buen orden (2:5).
No tengo tiempo para entrar en mucha confirmación sobre este asunto, pero el que quiera puede leer en la construcción y disposición del tabernáculo, en el Antiguo Pacto, como el Señor lo dispuso todo en orden.
Tito al llegar a Creta debía poner derecho lo que aún no lo estaba.
Me parece descubrir la primera deficiencia que Tito debía corregir: El nombramiento de pastores, y establecieses ancianos. Cuando ya hay un grupo que son cristianos lo primero que hay que hacer es buscar un pastor para ellos, para que los atienda espiritualmente y si fuere posible que aumenten en número. Hay grupos que piensan diferente. Quieren tener un templo primero, reunir dinero. Siempre que se pueda, lo primero es que tenga un anciano o pastor. Las ovejas no deben estar sin pastor porque hay muchos lobos voraces. Mientras no haya un pastor hay cosas que no se harán, seguirán en desorden y sin hacer. Tito mismo no nombraría esos pastores, pero los recomendaría a la iglesia, ella los aceptaría y luego serían ordenados.
El siguiente versículo nos muestra cómo debe ser el pastor mismo, como debe ser como esposo y como debe ser como padre, irreprensible, no bígamo y que sus hijos se comporten bien. No es posible conseguir un pastor perfecto, por lo menos mirado por ojos humanos. He visto que hay hermanos que tienen como defecto en el pastor lo que es una gran virtud porque ellos no son así. Hay unas cuantas cosas en que Pablo piensa cuando pide que sea irreprensible, pero lo veremos más abajo. Ahora aquí lo circunscribo a su comportamiento como esposo. Aquella era una época en que muchos hombres tenían varias mujeres. Algunos se habían convertido a Cristo. Quizás aún tenían ambas familias. Sería cruel abandonarla. Pero eso no era el ideal, el ideal era la monogamia. Pablo dice que no sean pastores si no son monógamos. En este sentido ha habido mucho desorden. Hay iglesias que admiten pastores que han sido adúlteros. Aunque se hayan arrepentido sería difícil llamarlos irreprensibles.
En cuanto a los hijos. No deben vivir como disolutos y rebeldes. Si fueren convertidos a Cristo, mejor, pero si el padre no ha podido ganarlos, al menos que se porten bien. Que no sean viciosos, borrachos, jugadores, libertinos, mujeriegos. Antiguamente los hijos no se marchaban de casa como hoy. Vivían bajo el mismo techo. Si un hermano tenía hijos así, no debían nombrarlo como pastor. Es muy difícil pastorear una congregación con el mal ejemplo de los hijos impidiéndolo, deshaciendo nuestros sermones y, por otra parte, el pastor mismo sufriría mucho oyendo las críticas sobre sus hijos.
Desde ambos sentidos, era mejor que si los hijos eran rebeldes, irrespetuosos y viciosos, que el padre, aunque tuviese muchas cualidades cristianas, no se le nombrase para pastor.
Catálogo de defectos pastorales
Tit. 1:7,8
“Porque es necesario que el obispo sea irreprensible, como administrador de Dios, no soberbio, no iracundo, no dado al vino, no pendenciero, no codicioso de ganancias deshonestas”.
Quiero primero llamarle la atención a un hecho, que en otros lugares del N.T. también lo encontramos, en indistinto uso de las palabras anciano y obispo. Fíjate que en el (v.5) se dice “por esta causa te dejé en Creta para que establecieses ancianos” y en (v.7) “porque es necesario que el obispo”. ¿No le hace pensar nada eso? Lo que se desprende es que lo uno y lo otro era lo mismo. Un pastor y un obispo era un mismo cargo. Esa idea moderna de que los pastores son los que atienden, como sacerdotes, las iglesias, y que los obispos son los que están puestos sobre diócesis y por ende sobre varios sacerdotes, es extraña a la organización apostólica.
El obispo no ejercía autoridad jerárquica sobre sus compañeros. Se sabe que se elegía a un anciano para que en aspectos fraternales dirigiera las reuniones de los demás, a ese especialmente se le llamaba obispo o sobreveedor, pero eran uno mismo.
Quiero que no pasemos por alto este sinónimo administrador de Dios. Es el que está a cargo de la casa, su superintendente, el responsable por el horario, las comidas, el trabajo, la salud de la hacienda. Hay iglesias que eligen al pastor, sólo para que predique. Con muy malas ganas le conceden cierta autoridad y el resto lo quieren hacer ellas mismas, como grupo, independiente de él. En realidad, no se trata de que la iglesia misma desaloje al pastor de su función de administrador, sino los líderes competidores que ella tiene.
Ahora, como mirando en conjunto el texto, vea que el apóstol apunta las cualidades negativas primero, los defectos que un candidato no debía poseer para ocupar esa responsabilidad. Luego da las positivas. La razón es fácil. No se debía admitir a cualquiera, o como dice en otro sitio, “imponer con ligereza las manos a ninguno” (1Tim.5:22). Aunque Tito anduviese buscando entre la iglesia los mejores para presentarlos como pastores tenía que poseer un equilibrio entre su inclinación de admitir y rechazar.
Porque como estaba buscando un buen testimonio y sabiendo que la gente se fija primero en los defectos que en las virtudes de los demás, es por eso que empieza por aquellas cosas que más pronto los otros detectan.
A mí me parece que la recomendación de fijarse primero en los defectos es muy sabia. La iglesia tiene que pensar en lo que sería de ella si hombres con esas malas maneras la dirigieran y cuanto el mal que ocasionaría. Cuando ella va a elegir un pastor bien hace que antes de decidir por las virtudes que ve, que registre buscando sus defectos y los pese y si puede tolerarlos.
En este punto expondremos el catálogo de defectos que el pastor no debe poseer, que se agrada a sí mismo.
Un soberbio es alguien altivo, arrogante, que se cree superior a los demás. Eso es un gran defecto en el ministro encargado de apacentar la grey de Dios. Pero lo que Pablo dice es otra cosa. El pastor no debe ser un hedonista. Que no haga las cosas porque le agrada, sino para agradar a Dios. Que, aunque no le guste, si sabe que debe hacerlo que las haga. Que su dios no sea el vientre que no adore su figura. Que lo más importante no sea su propia imagen sino la gloria de Dios.
Iracundo. Que no esté pronto a explotarse como un intemperante.
Ni menos propenso a usar violencia. Pablo no está diciendo que es un defecto del pastor airarse. Lo que está diciendo es iracundo, que siempre está airado. Es válida la ira y destella el fulgor de la justicia gloriosa de Dios y la pasión por su honor cuando el ministro se enoja contra el pecado y se indigna soberbiamente cuando se hace tropezar a alguno de su redil.
Borracho, no dado al vino. Eso hoy nos parece increíble, parece un requisito demasiado obvio. Pero no siempre ha sido así. La historia de la iglesia está llena de ejemplos de pastores, sacerdotes y curas beodos. Esto no tiene nada que ver con la abstinencia de todo licor que hoy conocemos. Aquí no tengo tiempo para discutir el asunto, pero le recomiendo un librito sobre el tema. Se llama Wine in The Bible and The Church (C.I), Williamson. Presbyterian and Reformed Publishing Co.
Pendenciero. No golpeador. Eso es lo que significa la palabra, que quiere golpear, irse a los puños ; codicioso de ganancias deshonestas. Un defecto terrible que la iglesia debe mirar en el candidato a ser su pastor es si ama o no el dinero. Eso no es fácil conocerlo cuando el ministro es hasta ese momento un desconocido. Pero en aquel entonces, como no eran graduados de lejanos centros de estudios sino escogidos de dentro del rebaño, todo el mundo los conocía.
Esos candidatos tenían su forma de sustento. Tenían sus trabajos, tal vez sus negocios, sus familias que mantenían. La iglesia sabía cómo vivían. Pablo no trata de excluir del ministerio a hermanos que mantenían aún sus negocios. Ni siquiera a los ricos. No nos dice que los pastores debían ser unos indigentes o mendicantes. Nada se menciona de ese voto de pobreza y miseria.
Pablo excluye del ministerio a los que amaban los negocios sucios, los tramposos, los abusadores. No se podía colocar al frente de la iglesia a quienes amaban más de ella sus bolsillos que sus almas, eso sería entregársela como a un ladrón para el zaqueo.
Catálogo de virtudes pastorales
Tit. 1:8,9
“Hospedador, amante de lo bueno, sobrio, justo, santo, dueño de sí mismo, retenedor de la palabra fiel tal como ha sido enseñada, para que también pueda exhortar con sana enseñanza y convencer a los que contradicen”.
En nuestro estudio pasado fuimos aconsejados sobre los defectos en un pastor que la iglesia debe conocer antes de recibirlo para ver si puede funcionar sin problema con ello. Sin embargo, no sólo ella debe conocer sus defectos sino también sus virtudes. Es cierto que aquí no intenta el apóstol colocar todas las virtudes que pueden y deben adornar el carácter de un ministro de Dios; pero echándole una mirada rápida hay algunas virtudes que, aunque son importantes no aparecen, por ejemplo, extrañamos que no nos diga que sea un excelente predicador. Hay algo de eso en el (v.9), “retenedor de la palabra fiel como ha sido enseñada” pero no es lo mismo. No coloca la oratoria como un requisito pastoral. Pero sí la doctrina que enseñe. La ausencia de oratoria como requisito no indica su prohibición sino sólo de que hay otra cosa más importante. Si es elocuente, pues bien, pero lo primero es la doctrina. Si una congregación va a elegir un pastor en vez de invitarle a predicar y por un sermón o dos contratarlo, mejor sería que le escuchara enseñar por un tiempo en alguna clase o que le pidiera que le llenase un cuestionario de preguntas teológicas.
Un anciano que no crea en la inspiración de la Escritura, que rechace la divinidad de Cristo, debe rechazársele. La iglesia no sólo debe perpetuarse ella sino que también debe perpetuar el evangelio. Pienso que donde mejor debe estar preparado el anciano es en teología, que conozca perfectamente ;la palabra fiel ; o ;la sana enseñanza ; no solamente para la fundación y crecimiento adecuado de la iglesia sino para su defensa. En todos los siglos ha habido y habrá quienes se opongan al evangelio. La iglesia no puede volver sus espaldas e ignorarlos. No puede ir a buscar a los perdidos y dejar a un lado a los que propagan herejías. Eso no es posible porque los herejes atacan la iglesia. Pablo dice que ellos “contradicen” (hablar para atrás). No puede evitar que sus miembros oigan las falsas doctrinas y por ende debe procurar redargüirlos más que convencerlos reprenderlos.
Sobre esto volveremos con más en nuestro próximo estudio.
Hospedador. (Que ama a los extranjeros) En aquella época el hogar del pastor debía tener las puertas abiertas para que los hermanos peregrinos se hospedaran dentro de él. ¿No pudiéramos hacer algo por aquellos que se nombran ¿homeless? ¿No es eso también ser amante de lo bueno?
Sobrio. La palabra también significa sensato. Debe ser una persona sabia por cuanto su oficio de consejero y administrador lo requieren. Aunque aquí se refiere más bien a su propia persona, a sus gustos más que a su trabajo.
Justo y santo. ¿Es posible ambas cosas hallarlas juntas? Casi siempre la iglesia lo ama y lo desea por lo segundo. Santo. Quiere que su pastor sea un retrato de Cristo, que en su vida brillen todas sus glorias y perfecciones. Pero ser santo ¿es darle la razón a todo el mundo, procurar quedar bien con todos, no reprender a ninguno, comporten como se comporten? Santo no es inofensivo.
Pero ¿qué hay de que sea justo? Debiera amarlo también cuando imparte justicia, cuando disciplina; y aún más cuando ve que no hace acepción de personas, que no tiene favoritismos con nadie, cuando da a cada uno el lugar y lo que le toca. No está inclinado más a uno que a otro.
Es maravilloso para una iglesia poder confiar en las acciones, criterios y decisiones justas de su pastor santo.
Dueño de sí mismo (fortaleza sobre el yo, dominio, gobierno sobre uno mismo). No cabe duda que todas estas cosas sólo podían ser sabidas por una iglesia que elegía a su pastor desde su propio seno. La práctica actual de importación lo ha convertido en algo mucho más difícil. Al menos, si hay un presbiterio u organización que tenga que ver con el envío de un ministro a una iglesia, quizás pueda recomendarle ella a quien, juzgado por estos requisitos, que más apropiado sea para el cargo. Pudiera ser que un ministerio a prueba por algún tiempo resuelva en algo el problema, aunque si se decide luego que no continúe puede ocasionar fricción entre la membresía misma. O tal vez pedir recomendación a la iglesia que el candidato tenga, si la tiene. No recuerdo que esto se haga mucho.
El pastor, un guardián de la enseñanza
Tit. 1:10-14
“Porque hay aún muchos contumaces, habladores de vanidades y engañadores a los cuales es preciso tapar la boca; que trastornan casas enteras, enseñando por ganancia deshonesta lo que no conviene. Uno de ellos, su propio profeta, dijo que los cretenses, siempre mentirosos, malas bestias, glotones ociosos. Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente para que sean sanos en la fe no atendiendo a fábulas judaicas, ni a mandamientos de hombres que se apartan de la verdad”.
La abundancia de contumaces o rebeldes e insubordinados, es enorme. El estado del mundo entero es ese, de desobediencia total al evangelio, no quieren de ningún modo sujetarse a él. ¿Qué pues se podrá hacer? ¿Qué se podrá hacer cuando dentro de la misma iglesia hay hermanos, o al menos miembros, que no quieren obedecer al evangelio, pero tampoco dejar la comunidad de creyentes?
Si esta situación tiene remedio éste tiene que provenir por medio de los pastores, especialmente de su apego a las doctrinas bíblica, retenedor, significa sostener algo que pudo quedarse atrás, colgárselo. Es la misma palabra usada en (1Te.5:14), cuando dice que “sostengáis a los débiles”; la palabra dibuja bien como el ministro debe mantenerse apegado al evangelio que aprendió, el que lo salvó, el que recibió tiempo atrás, colgar su ministerio enteramente de él y con esa teología antigua hacer su labor de exhortar, defender y salvar pecadores.
El evangelio no se defiende con otra cosa sino con el evangelio.
Nuestra versión en español dice que tratemos de convencer a los que contradicen, pero en realidad esa no es la idea del apóstol, más que procurar convencerlos es exhortarlos y reprenderlos; y es precisamente eso lo que orienta en el (v.11) que es preciso taparles la boca. Es asombroso, pero verdad, es triste reconocerlo pero no se puede negar, que los que no obedecen al evangelio no son pocos sino “muchos” Ro.10:18). Y aunque nuestra salvación no es por nuestra obediencia sino por la de Aquel Varón, Jesucristo, el Nuevo Testamento bien enseña que la vida cristiana es la vida de obediencia al Evangelio. Los “contumaces” no tienen parte de la vida eterna y serán castigados (2 Te.1:8)
¿Quiénes son los principales adversarios del evangelio? Pablo los ha mencionado, los “insumisos”, desobedientes, los que no inclinan el cuello ante la palabra de Dios sino que irguiéndose en sus propios orgullos, le desobedecen. Ya eso lo hemos explicado más arriba. Pero continúa el apóstol describiéndolos.
“Habladores de vanidades”. La palabra lo que significa es los que hablan cosas vacías, puro aire, espuma, nada de valor o de peso. Todo lo que no tienda a la salvación de las almas y a su edificación, sino que se ocupe de razonamientos especulativos, en imaginaciones humanas, cae dentro de esa clasificación. Palabras vacías. Lo que no sea la verdad divina, expuesta y aplicada es discurso vacío. Pero aún las genealogías, con aparente más que real fundamento bíblico, también son vanidades sin provecho. Y por ese estilo hoy se oyen muchísimas de esas cosas especulativas que, utilizando algunos textos de la Sagrada Escritura, forman un edificio de arena dentro del cual se oyen platicando los pre-milenarios, los que hablan sobre el “juicio investigador”, los que suman y restan sobre las Setenta Semanas del profeta Daniel, la reencarnación de las almas, las estrellas, los horóscopos, etc. A esas cosas nosotros no debemos prestar atención sabiendo que los que las creen y propagan son engañadores de todo tipo, especialmente “los de la circuncisión”. No hay que exponer nuestros varoncitos al filo del cuchillo de ellos, ni hacerles caso cuando aparecen con la tabla levítica en sus manos prohibiéndonos las carnes inmundas del conejo o del cerdo o la taza de vino y maldiciendo el domingo porque ha usurpado en el calendario y en la adoración el lugar importante del día séptimo.
Ellos, aunque lo nieguen pertenecen a la circuncisión. No importa que hablen de salvación por gracia, lo que exigen a sus prosélitos para que puedan ser salvos es un plan por obras y no por misericordia.
Veamos la dimensión del daño que hacen los enemigos del evangelio, ;trastornan casas enteras ; La frase tiene una palabra terrible, ;trastornan ; y una dimensión terrible, dicha por dos plurales, casas enteras ; Da la idea de que ese tipo de gentes son altamente dañinas para el evangelio y cosechan mucho éxito en su destrucción, no destruyen a un simple miembro de la familia y no tocan a los otros, sino que acaban con toda la familia y cuando han aniquilado el puro y fiel evangelio en una, miran con codicia las otras familias de la iglesia que aún permanecen sanas y leales a la antigua enseñanza y tratan también de adquirir dominio en ellas, hasta que también las toman para sus doctrinas.
El éxito de las herejías primitivas fue asombroso, cualquier observador sólo medianamente informado hubiera vaticinado el ahogamiento del evangelio de Pablo, su extinción, midiendo la profecía por el avance y éxito de las ideas contrarias, máximo cuando el mundo y la misma iglesia parecían proclives a abrazarlas sin mucha dificultad. Pero no sucedió así, aquel éxito fue temporal, millones se perdieron en el laberinto de ellos, pero contrario a lo que parecía, la doctrina fiel, recobró su influencia y la perversión del evangelio decayó y murió, aunque haya tenido resurrecciones esporádicas de siglo en siglo.
Los pastores ambiciosos que también apetecían el éxito, a cambio de la pureza doctrinal, por hacerla más fácil de recibir por las masas, perecieron juntos con los engañadores y sucumbieron sin gloria.
¿No pasa así hoy, cuando muchos son tentados a adoptar métodos de evangelismo, cambios en la adoración y en las interpretaciones ortodoxas de ciertas doctrinas, porque se desesperan quedándose atrás de iglesias pastoreadas por habladores vacíos? Es evidente que un sentimiento de inferioridad los corroe por dentro y una codicia de triunfo fácil los arrastra con poder. Prefieren ganar casas enteras ; aunque con una predicación trastornada a perder casas enteras pero con un evangelio fiel.
El motivo que Pablo adjudica a ellos, no es sólo la ambición de tener una iglesia grande sino la ganancia que de ello se derivaría. La meta de aquellos engañadores al hacer obra de evangelismo, o proselitismo humano, era financiera, vivir mejor, ganar más. No buscaban la gloria de Dios, sino acomodarse de modo tal que no pasaran trabajo aunque eso no conviniera a la causa del Señor.
¿No hemos oído que famosas cruzadas evangelísticas se organizan con gentes de toda clase porque se necesita de algún modo costear la inversión planeada?
¿No se persiguen inmediatamente nombres y direcciones de futuros apoyadores del programa de evangelización? ¿No son gente inconversa muchos de los que cooperan porque hacen causa pareja en el evento con los que en realidad lo son? ¿No se eliminan fácilmente las líneas doctrinales de los diversos grupos, como en una computadora, para hacer una sola página artificialmente construida y se predica un evangelismo sin precisas aplicaciones soteriológicas, salvadoras? ¿Los hijos de tales estudios no pudieran pedir fácilmente el ingreso dentro de los docetas, los gnósticos, los judaizantes o cualquiera otro? Caben en cualquier lado.
¿Pueden ser esas estadísticas de resultados obtenidos, consecuente con la gloria de Dios cuando los que testimoniaron luego ingresaron en sectas heréticas? ¿O es que la doctrina no importa para la salvación? Si así es, ¿por qué Pablo peleaba enemistado con tantos?
La recomendación de Pablo no es pedirles que cooperen con la iglesia, para ganar al mundo sin mencionar la doctrina de la circuncisión, lo que dice es taparles la boca, ponerles una mordaza para que no hablen más.
¿Y de qué modo? Primero pienso que con argumentos. Las grandes doctrinas bien explicadas y lógicamente ordenadas son suficientes para reducir al silencio cualquier oposición al evangelio. Eso si el lugar de discusión es en la iglesia o en algún sitio donde la ocasión lo requiera. Nunca debemos rechazar la oportunidad de argumentar con los inconversos. Los errores doctrinales se combaten primeramente con argumentos doctrinales, con la sana ..
Pero si fuera de la iglesia no podemos impedir a los herejes que hablen, dentro de ella sí hay que prohibirlo. Como dice el apóstol para que mandes a algunos que no enseñen diferentes doctrinas (1Ti.1:3). Eso es una prohibición. No pueden hablar enfrente de la iglesia. No pueden enseñar, no se les deben nombrar como maestros, ni elegirlos como ancianos o predicadores.
Y si aún persisten en enfermar las familias de la iglesia con sus enseñanzas alegando que tienen derecho, debe excluírsele de la membresía.
Tit. 1:15,16
Los incansables fraudulentos
“Todas las cosas son puras para los puros, mas para los corrompidos e incrédulos nada le es puro; pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas. Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a toda buena obra”.
De todo eso que hemos dicho, cuando Pablo aconseja a Tito que los reprenda duramente para que sean sanos en la fe ¿se refiere a los hermanos de la iglesia o a la gente del mundo? ¿A quiénes tiene en mente cuando dice, siempre mentirosos, malas bestias?
No pueden ser los hermanos, sin embargo. quizás de algo de eso ellos no habían logrado separarse del todo y aún en cierta medida los había glotones, ociosos y que decían mentiras.
¿Y cómo se le puede reprender duramente? ¿Ofensivamente, hirientemente, enojadamente? Pienso que doctrinalmente y con valentía. Es una obligación profética del ministro del evangelio anunciar a la iglesia su pecado (Miq.3:8). No con fábulas, mitos o leyendas, sino con la sana doctrina.
Pero esa clase de predicadores por desgracia no abundaban, había muchos oradores, montones de ministerios, pero que adulteraban la palabra de verdad oscureciendo el mensaje glorioso con leyendas judías, con mandamientos de hombres martillados con materiales humanos. Y por supuesto, esas cosas ineficaces enseñaban aquellos profesores religiosos, no ateniéndose a los preceptos del Señor, porque ellos mismos vivían muy lejos de lo requerido.
Es tan terrible la descripción que hace de aquellos predicadores judaicos que a primera vista no sé si podré hallar en el texto alguna palabra de inspiración. ¿Estarán inexistentes hoy? ¿habrá alguno, pero no será la generalidad? Ellos predicaban a Dios, decían haber aprendido de él,v16 pero no era así. Estaban convencidos de conocerle y de enseñar lo que era correcto, pero estaban equivocados y fallaban en lo que fallan casi todos, en los hechos, los actos eran la antítesis de sus predicaciones, cualquiera podía enamorarse de sus sermones pero no de sus vidas. Ahí es donde los impostores se descubren, en sus hechos, que son una contradicción de lo que enseñan. Es por eso, hermanos, que debemos mirar con sospechas las palabras de un hombre que no viva bien.
Por sus hechos podemos descubrir su desgracia espiritual. Ahí está la palabra terrible, reprobados (v.16) en griego es sin justicia, sin rectitud, que no pasa la prueba, descalificado. Así él los tiene, que quedan descalificados por Dios en cuanto a toda buena obra. Es curioso observar que la doctrina de la reprobación eterna, aunque sea la contraparte de la elección, está estrechamente relacionada con las malas obras. Conforme las buenas obras confirman que una persona se halla en el estado de gracia, las malas revelan, pese a que confiese conocer a Dios, su estado de condenación.
Si una persona cualquiera, predicador o no, es rebelde e impuro, contagioso, hay que tenerlo como reprobado e inconverso. Metámonos eso en la cabeza, son los hechos, no las palabras los que evidencian nuestra salvación.
Pero las malas obras de ellos proceden de alguna parte, de su mente y su conciencia (v.15), “pues hasta su mente y su conciencia están corrompidas”. Las manos, los pies y el corazón trabajan en coordinación con la mente y la conciencia. Estos profesores judaicos rechazaban ciertos alimentos, decían tener el respaldo de la Ley, eran escrupulosos en eso de poner a un lado toda carne inmunda y tocar sólo los animales puros. Según ellos eran fieles cumplidores del Levítico.
No ignoraban que Cristo había dado por puro todos los alimentos (Mr.7:19) y que lo que Dios limpió no debía ser considerado como inmundo (Hch.10:15) pero sin embargo enseñaban lo opuesto, dejando de lado la gracia de Dios, la salvación por la fe, insistían en la iglesia que para poder ser salvo había que guardar la ley y reducían increíblemente el menú de los gentiles hermanos.
Eran jueces expertos en esta materia, sin embargo, aunque eran puros por fuera, aunque eran puros religiosamente, por dentro eran mucho más impuros que cualquiera pues tenían la mente y la conciencia contaminadas.
¿Y no es precisamente dentro de ellas donde tiene que ser depositada la semilla de la salvación? Si la mente y la conciencia no son tocadas, lavadas, purificadas y perdonadas, no hay regeneración. Este es el campo del nuevo nacimiento, el corazón mismo de ser salvo y si ahí no hay santidad no hay que buscarla en ninguna otra parte de la profesión.
Uno no puede, hermanos, leer la mente y la conciencia de los demás, pero la Escritura nos revela que todos los que insisten en detalles menores de la revelación, en aquellas cosas que Cristo llamó comino y mosquitoseguramente que es para abandonar lo más grande e importante.
El evangelismo que podían hacer aquellos judaicos, entre los cretenses malas bestias, glotones, mentirosos, sería prácticamente nulo. Lo que querían era cambiar el tener que reprender duramente por las ceremonias y cuestiones alimentarias. En vez de exigirles arrepentimiento y santidad lo que hacían es dejar que el glotón siguiera pecando, pero con alimentos aceptables a la ley y que el mentiroso continuara propagando chismes y difamaciones sin ser para nada perturbado; es decir, que las malas bestias seguirán siéndolo con tal de que fueran engañadas y se les dijera que podrían ser salvos si guardaban el sistema de purificación de la ley de Moisés.
Ahí está el problema gravísimo de las religiones humanas, de los predicadores falsos que enseñan a la gente a conocer a Dios, pero abandonando los puntos básicos de la salvación. Primeramente, abandonan el lenguaje exigente de la evangelización, ponen a un lado cualquier palabra que ellos consideren como dura, no exhortan, no reprenden, no redarguyen con paciencia y doctrina. No, no tocan para nada la vida ni el comportamiento de sus oyentes para que ellos no se ofendan y no les exigen cambio alguno.
Esas religiones son así, no llaman al arrepentimiento, la fe y la regeneración. Enseñan sus libros, reparten sus folletos, dispersan sus tratados, viajan a toda hora por todos lados, detienen a las gentes en las calles, les abren sus Biblias, les predican, los adoctrinan, los hacen judíos y ceremoniosos, pero les están enseñando una religión sin regeneración, sin convicción de pecados, sin arrepentimiento.
¿Qué podremos hacer ante esa situación? Sólo veo un camino, orar a Dios pidiendo que tenga misericordia de las multitudes y que envíe obreros a su mies que prediquen el evangelio puro. Hoy, salvo algunas pocas iglesias, la mayoría yace dormida en sus edificios cantando himnos e instruyendo a los que sacan fuerza para ir a sus reuniones, pero el mundo, en la calle, está abandonado, entregado al diablo y a sus incansables obreros fraudulentos.
Tit. 2:1, 2; 1. 9-13
“enseña lo que está de acuerdo con la sana doctrina”. Pablo usa mucho la palabra sano en el sentido de fiel, verdadero, etc. Esto ya lo hemos comentado, como el apóstol insiste en la pureza doctrinal del pastorado y la iglesia. Quiere decirle no instruyas a la iglesia con ninguna herejía o especulación; usa el evangelio como piedra de toque de toda teoría e interpretación.
Tit. 2:1-7
“los ancianos deben ser sobrios, dignos, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la perseverancia”. Exhorta a la iglesia por edades comenzando por los ancianos. Es pura ética sanos en la fe (v. 2), para formar caballeros cristianos. Cuídense los mayores porque cuando es derribado un gran árbol los retoños tiemblan. Y puede que su caída los aplaste.
Tit. 2: 3
“las ancianas deben ser reverentes en su conducta: no calumniadoras ni esclavas de mucho vino, que enseñen lo bueno”. Que por la ropa y el porte o conducta, deduzcan que tienen a Dios. Fíjate en esa hermosa expresión ¡maestras del bien!. ¡Qué título tan hermoso y de tanto honor! Es más hermoso que enseñen lo bueno. No como aquellas otras que aprenden por gusto (2 Ti. 3:7). Pasar a la nueva generación una tradición familiar de buena conducta.
Tit. 2: 5
“sujetas a sus maridos”. Para la mujer moderna todo estaría bien si se quita del texto sujeta a su marido, porque aquella quiere ser independiente y profesional, igual que el hombre. ¿Qué quieren? ¿No hay uno que dirige la familia, sino que siempre lo hacen los dos? Eso es utopía, uno de los dos siempre será el que prevalece, la mujer o el hombre. No es lo mismo que ambos estén de acuerdo, sin que haya un director, como un maestro, como un jefe, como un presidente.
Tit. 2: 7
“muéstrate en todo como ejemplo de buenas obras, con pureza de doctrina, con dignidad”. Tito es joven como Timoteo; por el hecho de que le escriba menos no quiere decir que fuera una persona mayor. Lo mismo que a los esclavos, que adorne la doctrina, pero con otros loables requisitos.
Tit. 2: 10
“no defraudando, sino mostrando toda buena fe, para que adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador en todo respecto”. Señor, que yo la adorne. Adornada para que sea bonita y atractiva a los hombres y la quieran. Sin ese adorno no es posible hoy el evangelismo. No hay esclavo a quien aplicarle esto, pero hay muchos empleados que roban a los dueños.
Tit. 2: 13, 14
“aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús”. Las dos cosas, Gran Dios, porque en él habita la Deidad, adorar a Dios humanado; no se dice para recalcar su deidad, sino que toda la deidad está depositada en él, Col. 2: 9. Une la deidad a su humanidad para la salvación del hombre. Esa traducción es buena, sin coma ni esta, de nuestro gran Dios y de nuestro salvador Jesucristo.
Tit. 2:1-5
“Pero tú habla lo que esté de acuerdo con la sana doctrina. Que los ancianos sean sobrios, serios, prudentes, sanos en la fe, en el amor, en la paciencia. Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a los mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada”.
Aquellos malos maestros podrán enseñar lo que deseen, insistir en sus ceremonias y en la polución de casi todo, pero Pablo tiene para Tito un consejo bueno, que predique la sana doctrina, la doctrina de la gracia en Jesucristo y lo bello de ello es que por un lado muestra que la doctrina no es algo abstracto solamente, no es nada especulativa, es práctica y moral y mucho más que los que enseñan mandamientos de hombres.
Parece extraño pero es así, cuando Pablo le dice, “pero tú habla lo que esté de acuerdo a la sana doctrina” lo hace en oposición a lo que enseñaban aquellos otros ministros con respecto a la ley y a los mandamientos humanos. Todo el texto es eminentemente práctico sin una sola porción de especulación. Es así hermanos, una religión construida por el hombre es peor para vivirla que la revelada por Dios y, al fin y al cabo, aunque ellos tengan muchos mandamientos, aunque hablen mucho de las cosas que son puras poco afectan la vida moral y espiritual.
Eso es lo que hacen, entretener al hombre por otras áreas y no llevarlo a los lugares donde más necesita aplicar las doctrinas para no pecar, en su moral y su conducta para con los demás. De esto se percató Pablo y lo menciona en Col.2:23 “pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”.
La aplicación de la doctrina la comienza por los ancianos que sean primeramente sobrios moderados, sabios como debe ser propio de hombres que ya han vivido muchos años y han aprendido a evitar los excesos propios de los años de inmadurez (1:8)
Serios. No precisamente amargados y con mal carácter de rostros siempre fruncidos donde jamás se alumbra alguna sonrisa. Pero con una estructura básica del carácter, aplomada, propio de hombres analíticos y pensantes.
Prudentes. Esto es como un resumen de lo anterior. Es bello hallar esa combinación en el carácter de aquellos que peinan canas, máximo cuando de sus decisiones prudentes depende la familia que han construido.
Sanos en la fe. De una fe saludable y con una conciencia semejante con el vigor espiritual de alguien que vive en la comunión del Salvador sin los males y enfermedades que por la edad hubiera podido haber contraído al haber vivido tanto en el mundo.
Sanos en el amor. Un anciano, si ha tenido una vida muy probada y con infinidad de experiencias difíciles, si no actúa en él la gracia divina, propio es a endurecerse y a hostigar con exigencias menores a los que son más jóvenes que él y que debiera permitirles vivir en paz. No pocos son responsables de la falta de amor que siembran en sus semejantes. Los golpes de los años le han matado las ternuras.
Sanos en la paciencia. Uno pudiera esperar que los años a todos nos ayuden a ser pacientes. Y seguro que ayudan. Pero no sólo los años porque la paciencia, como el resto de las virtudes anteriores es un producto del Espíritu Santo, un fruto suyo, el resultado no de una filosofía humana sino de vivir cada momento acogido a las promesas de Dios. En Ga.5:22 dice “mas el fruto del Espíritu es…paciencia”.
La aplicación de la doctrina continúa con las ancianas que sean reverentes en su porte. ¿Será posible que al Espíritu Santo le interese como nos vestimos, como nos presentamos en público? ¿Es importante para Dios la impresión que causamos a los demás? Si esto pide a las ancianas la respuesta es que sí. Una anciana debe dar una impresión de reverencia y no de risa. En todo debe mostrar su temor de Dios y que está viviendo sus años finales bajo el evangelio.
Veamos que con la predicación apostólica en Creta se convirtieron tanto jóvenes como ancianos y ancianas. Ninguna edad es más fácil para la salvación que otra. Es cierto que por los muchos pecados que acompañan al hombre a través de una vida larga, en su senectud su conciencia está más endurecida que antes, pero aun así, nada hay difícil para Dios que salva tanto a unos con una edad que a otros con otra.
No calumniadoras. Literalmente “no diabólicas”. Una lengua vieja llena de veneno es un mal terrible. Es una decepción enorme hallar en la iglesia que no sólo chismean las muchachas sino también los hombres y las ancianas de quienes uno esperaba que tuviesen más sesos. Una vieja chismosa es un peligro infernal para la iglesia.
No esclavas del vino. Creo que hay más alcohólicos que alcohólicas ¿no? Pero las hemos visto tomando tratamiento. Una anciana borracha, gastando lo suyo y lo que le dan sus hijos y nietos en tomar, es una insoportable estampa de miseria humana.
Maestras del bien. En vez de ser un mal ejemplo de chisme y murmuración, las ancianas debieran ser una valiosa ayuda para la iglesia; aunque no enseñen una clase bíblica pueden ayudar enormemente siendo verdaderas maestras del comportamiento, de ética.
Muchas diaconisas trabajaban en lo que a continuación se dice “enseñando a las mujeres jóvenes”. Hay ancianas que pierden su reverencia y son menospreciadas a pesar de su edad por el hábito satánico que tienen de calumniar a todos y matar su ocio con el filo de sus lenguas. Pero también las hay que no son ebrias con licor, pero aman el embriagarse en vanagloria y en vez de preferir destacarse en enseñar a las otras mujeres jóvenes en el arte del vivir evangélico lo que ansían es ocupar posiciones en la iglesia, de otra índole y no enseñan a nadie nada, sino muchos defectos.
Búsquenlas pretendiendo ser diaconisas como los diáconos o pastoras como los pastores. Maestras del amor matrimonial. Debieran enseñar a las recién casadas a comprender a sus esposos y ayudarlos y darle muchas lecciones prudentes y de pedagogía para que no se ahoguen con el recién constituido hogar y con los hijos aparecidos. Estas son cosas que muchas mujeres viejas no enseñan nunca, muy rara vez se les nota alguna amistad para las que son novatas y pasan miles de trabajos, sin libros, sin amistad y sin consejeras.
En vez de tener estudios esporádicos sobre la familia al menos bimensualmente las mujeres adultas debieran reunirse con las jóvenes de la iglesia para hablar, aconsejar, oírlas y orientarlas en los asuntos domésticos, concerniente al trato con sus esposos, la crianza de los hijos, la atención a los deberes domésticos, etc., de modo que la casa y los matrimonios de la iglesia se ayuden y complementen en abundancia.
En fin, así ayudarán mucho para que la palabra de Dios no sea blasfemada, porque cuando la gente impía oye del abandono de las mujeres jóvenes, de cómo desatienden a sus maridos, del mal ejemplo que dan con sus hijos y otras muchas cosas, se enfurecen contra el evangelio y lo culpan de ser el responsable de tanto desorden doméstico. Pero no es así y si las ancianas se ocupan, más que de calumniar y pretender posiciones masculinas del pueblo de Dios, en pasar su experiencia a las jóvenes y educarlas en el hogar y la familia, la palabra del Señor será honrada y el reino de Cristo adelantará sin estorbos. Tienen ellas en sus manos gran parte de la reputación que aquí goce el evangelio.
Adornos de las doctrinas
Tit. 2:6-10
“Exhorta asimismo a los jóvenes a que sean prudentes; presentándote tú en todo como ejemplo de buenas obras; en la enseñanza mostrando integridad, seriedad, palabra sana e irreprochable, de modo que el adversario se avergüence, y no tenga nada malo que decir de vosotros. Exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos, que agraden en todo, que no sean respondones, no defraudando, sino mostrándose fieles en todo, para que en todo adornen la doctrina de Dios nuestro Salvador”.
Nuestro texto en esta tarde continúa con las aplicaciones del evangelio y el modo en que debemos comportarnos para que la doctrina y Dios mismo no sean deshonrados. Primeramente, comienza el apóstol por los jóvenes y para ellos tiene un solo consejo y bastante general “que sean prudentes”. Pablo no se extiende como Juan en consejos a ellos. Puede porque ya con los que da a ambos ministros, los cuales eran jóvenes, los incluye a todos. En nuestro texto simplemente les dice que se porten con prudencia (v.6).
Hay muchísimas cosas que podríamos aconsejar a los jóvenes. Libros y programas enteros son dirigidos a ellos expresamente, sin embargo, con aconsejarles solamente que vivan sus vidas cristianas sería suficiente. Los jóvenes, como toda la iglesia, deben vivir cerca del Señor y de acuerdo al evangelio y ya eso es suficiente para cubrir todas sus necesidades.
He visto que donde se estudia la Escritura de un modo expositivo y la nutrición espiritual está bien balanceada ellos no presentan ningún tipo de problema por insatisfacción. Se desarrollan parejos con el resto de la membresía.
La conexión entre los vv.6,7, es estrecha; pienso que posiblemente porque Tito aún era un joven. El consejo de que en la enseñanza muestre seriedad, en parte justifica mi suposición.
Le pide que sea serio, es decir responsable, que concuerda bien con lo anterior que se presente mostrando integridad. El método, tanto como el plan de enseñanza de la iglesia deben concebirse como algo serio, estudiado. Y la instrucción misma no es cosa ligera para ser impartida con bufonadas y sin solemnidad, sobre todo aquellas doctrinas de la piedad que tienen que ver con la cruz y con la condenación de los impíos. Es asombroso que haya obispos que hagan reír a sus auditorios mientras hablan contra el pecado y describan las maldades de sus semejantes con dibujos pintorescos.
Y si el consejo del v.8 no anda cerca de esto, no voy muy descaminado “palabra sana e irreprochable”. Es cierto que estas dos cosas no pueden ser atribuidas al chiste y a la chacota en la enseñanza porque corresponden más bien al lenguaje ordinario que el ministro debe utilizar cuando está fuera del púlpito.
No debe uno asumir que Tito usase un lenguaje doméstico que no fuera el hablar digno del siervo de Dios, pero cuando el apóstol lo menciona es que probablemente era tan abundante la costumbre de jurar y maldecir, mentir y utilizar frases vergonzosas, que fácilmente un anciano podría dejarse arrastrar en un orden menos solemne, en el mercado, en la casa y en otros sitios a utilizar una fraseología callejera e indigna.
O también quizás, como yo he oído, a ministros que jamás contarían ni se reirían de cosas ante sus congregaciones que se toman la libertad de hacer entre sus propios consiervos, creyéndose supongo, con licencia para ser carnales cuando se hallan entre iguales. Si algún hermano de sus respectivos rebaños los oyera en esos momentos jamás les volverían a prestar atención a sus sermones.
Los labios del mensajero divino no deben ser en ningún caso manchados por frases indecentes, comunes en los hijos de este siglo, porque por la puerta que sale la verdad del cielo no se deben tirar afuera inmundicias de este siglo.
La razón que Pablo da son sus adversarios (v.8) Ninguna de las razones que yo he dado arriba las da el apóstol. Menciona una sola, sus enemigos. ¿No es increíble que el siervo de Dios tenga enemigos, aunque él no les haya dañado en lo más mínimo? La palabra que Pablo usa y que se traduce adversario literalmente significa “lado opuesto”. Esta definición de enemigo es muy exacta y bastante amplia y corresponde bien con lo que enseñó el Señor diciendo “el que no es conmigo contra mí es” (Mt.12:30) El que no está del lado de Cristo es un adversario, está en el lado opuesto.
Pero dejando la definición y volviendo a Tito. ¿Será posible que el adversario se avergüence porque nuestra palabra sea irreprochable? Hay enemigos del evangelio tan descompuestos que no tienen ninguna vergüenza y más que apenarse porque oigan del buen testimonio del siervo de Dios lo que hacen es encolerizarse. Me parece que Pablo lo dice en el sentido de que los avergüencen, de que los que los hayan oído difamar al pastor y comprobar ellos que han andado calumniándolo y difamándolo se los reprochen públicamente. Porque cuando haya algunos adversarios de los ministros acusándolos injustamente, debemos avergonzarlos ante los demás para anular sus calumnias y detener esa obra destructora inspirada por satanás. En fin, que lo que el apóstol quiere es que el ministro hable y viva de modo que a no ser mintiendo, no dé lugar a que digan algo malo suyo.
El tercer consejo que el Espíritu nos da concierne a los siervos (vv.9,10). Esto pudiera sonar como un consentimiento al esclavismo, como un reconocimiento tácito a la trata de esclavos, como si el apóstol fuera insensible y reconociera un sistema de ese tipo, “exhorta a los siervos a que se sujeten a sus amos”.
Pero el apóstol no está juzgando a la estructura social, simplemente da su consejo sobre algo que como un hecho existe. Dentro de ese mal social se hayan los esclavos y su objetivo no es abolir la esclavitud, no fomentar la rebelión contra ella, no alentar el surgimiento de alguna revolución, su objetivo es el comportamiento de ellos como esclavos, que adornen la doctrina y si siguiéramos leyendo sobre el v.11 nos daríamos cuenta que su interés no es un cambio social sino la salvación, tanto de los dueños de esclavos como de los esclavos mismos.
Siempre en las cartas paulinas vemos que el interés del apóstol pivotea sobre el prestigio del evangelio en el mundo, que es la motivación para el buen testimonio entre las multitudes, y sobre la salvación de todos los hombres.
No quiere, como ha ocurrido posteriormente, que se acuse al cristianismo de ser por eminencia una fuerza política que afecta más que conviene, los intereses de los hombres. Ni que por ende la salvación de alguien se viera perjudicada, también la de los esclavistas. Hoy aquel sistema social ha pasado, pero lo que se dijo para aquel entonces tiene vigencia en las relaciones de empleador y empleado, entre dueño y obrero.
¿No debemos todos adornar el evangelio? ¿No debiera nuestra vida ser un precioso adorno de Cristo, algo muy glorioso, una obra primorosa de la gracia santificante? El hombre natural es bruto y no percibe la belleza de las doctrinas y aunque ellas en sí mismas son extraordinariamente bellas, mucho más que un cielo estrellado, mucho más que un paisaje tranquilo, que un ave en vuelo, más que un jardín bien cultivado; aunque las doctrinas de la salvación excedan en hermosura a toda la creación, el hombre sin Cristo no las percibe. Por eso nuestras vidas, que tienen la mágica forma de esas doctrinas, porque por ellas hemos sido constituidos, deben ser las que las hagan bellas ante este mundo pecaminoso y feo.
¿Qué son nuestras vidas sino el producto de esas doctrinas de gracia que llamamos por sus nombres como la soberanía del Señor, la predestinación eterna, la redención, justificación, la regeneración en Cristo, el bautismo, la segunda venida, la resurrección eterna o la glorificación de los santos?
La salvación del mundo en las manos de la iglesia
Tit. 2:11-15
“Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo, sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras. Esto habla, y exhorta y reprende con toda autoridad. Nadie te menosprecie”.
De aquí en adelante el apóstol nos explica la razón por la que desea que los siervos particularmente y todos en general adornen la doctrina por razón de la salvación de los que aun no la poseen. Porque quizás el Señor, si nosotros embellecemos las doctrinas, haga por su misericordia que resulten atractivas para otros y también las abracen. Si pues, un amo nota que un cierto esclavo desde que oyó la fe cristiana se ha puesto más rebelde, menos obediente y su actitud y modales son desafiantes ¿permitiría que otros acudan a oír esos sermones subversivos? Y en cuanto a él mismo y su familia, ¿hallarían hermosura en algo que les destroza todo?
Hay una verdad muy grande implicada en todo esto, que el respaldo de la conducta cristiana a las doctrinas es necesario y a veces decisivo para la salvación de los incrédulos. Llanamente el apóstol está defendiendo a los que aún no se han convertido, procurando para ellos hacer expedito el camino de la salvación y que ningún obstáculo montañoso ni semejante pantano de mal comportamiento haga imposible que avancen para alcanzar la gracia ofrecida en el evangelio.
Indudablemente que muchos a veces olvidamos que Dios puede estar queriendo salvar a alguno y nosotros perjudicando su salvación. Ese alguno puede tratarse de un amo, un jefe, alguien a quien la providencia ha colocado en eminencia sobre nosotros. No son muchos los subalternos que se atreven a hablar del evangelio a los superiores. Probablemente porque ellos mismos evitan codearse demasiado para permitirlo y por arrogancia envanecidos por los bienes que poseen.
En tal caso, lo que pide el apóstol no es salir disparados como una flecha hacia el encuentro de ellos y pedirles audiencia unos minutos para que oigan nuestro sermón. Eso no se hace, las reglas sociales no lo permiten. ¿Pero qué regla prohíbe vivir una vida gloriosa en el desempeño de nuestros deberes de modo que pase a oídos de los que se benefician de nuestro trabajo y conecten nuestro ejemplo con la iglesia donde adoramos y con las doctrinas que sostenemos?
En épocas de Pablo el evangelio estaba llegando a la comunidad de esclavos, muchos de ellos sufrían malos tratos por parte de sus capataces o amos y tenían justos resentimientos contra ellos para no desearles ningún bien, menos aún el de ser salvos.
Por eso es que el apóstol les dice que la gracia del Señor se ha manifestado para salvación a todos los hombres, sin distinción social, ni nacional, ni sexual. De ningún tipo.
Esto es importante interpretarlo así. Pablo está hablando de clases de hombres, no de ellos individualmente ni por separado. Si intencionalmente no se quiere alargar el significado del texto, eso es lo que dice.
Argumentar con esto que la doctrina de la elección no es válida porque la salvación es para todo el mundo, persona por persona y no para la iglesia o sus escogidos, es decir lo que se desea más que interpretar el pasaje. Yo creo por su contexto que el autor aquí está hablando de clases sociales de hombres y no de individuos y es así como lo interpreto y como lo enseño.
Pero como el apóstol no quiere ahora exponer la doctrina de la predestinación ni tampoco el libre albedrío, sino conminar a todos, partiendo de los siervos, a vivir adecuadamente, yo no le dedico más espacio y sigo la intención del escritor, porque me parece que eso es lo que el Espíritu Santo desea.
Notemos ahora como se descifra la gracia. Hay una palabra que conecta la doctrina con la práctica, enseñándonos, que tiene que ver con la educación de los niños. El evangelio en sí mismo no es un código moral. La iglesia no es una casa de moralidad filosófica. Pero la doctrina tiene que tener una repercusión moral, el nuevo nacimiento lo implica, el arrepentimiento lo necesita. Por algo existe el término buenas obras y eso fue lo que el apóstol dijo de Jesús, que por su pueblo estaba “celoso de buenas obras” (v.15)
El rotundo cambio moral que exige el cristianismo tiene comenzar desde el mismo principio, aun en aquellos que son tenidos por niños en Cristo. Eso es lo que enseña la gracia. No es la gracia ley, pero la gracia enseña la ley. Los que están bajo la gracia no están sin ley, sino bajo la ley de Cristo.
Por eso mis amados, desde que alguno oye el evangelio tiene que comenzar a ser demandado por la gracia a realizar buenas obras. La gracia inculca el deseo ferviente de hacer obras buenas. Pablo no dice que el pueblo salvado por Cristo debe, tiene la opción de obrar bien, sino que la gracia misma le comunica un ferviente celo por obrar correctamente.
Los que desvinculan la fe de las buenas obras, alegando que la justificación es por la fe sola y no por obras, y que no debe exigirse nada más, malentienden lo que la gracia inculca, el celo por obrar bien. La gracia salvadora no es sólo un plan de salvación sino una fuerza activa que induce al pecador a transformar su vida y apetecer hacerlo. Siempre que hay fe salvadora existe en el individuo una fuerte inclinación hacia la santificación de la vida que corresponde exactamente con la muerte de Cristo.
Nuestro texto dice que el Señor se dio a sí mismo para redimirnos de toda iniquidad pero también para purificar un pueblo propio celoso de buenas obras (v.14). La Sentencia sobre Jesús y su objetivo al soportarla.
Cierto que la muerte del Señor es eminentemente legal, un hecho que se consuma frente a la justicia divina, pero no para perdonar jurídicamente a una persona y que siga viviendo como ella quiera. La santificación es tanto la voluntad de Dios como el objetivo de la redención.
¿No emplea el apóstol la palabra redimir de toda iniquidad? En este momento no emplea la palabra expiación, sino redimir, que tiene que ver con comprar y hacer libre. No está discutiendo el asunto de librarnos de la maldición de la ley como lo hace en Gálatas, sino de la iniquidad. ¿Podrá alguien tener fe, ser justificado, y no quedar libertado de sus pecados? No de la condenación del pecado, sino de la esclavitud del pecado, del poder del pecado sobre la vida. Si hay salvación el poder del pecado deja de reinar y la gracia queda entronada dentro del alma.
Voluntariamente, porque el creyente lo desea, pero porque la gracia también lo obra en él, renuncia a la impiedad y a los deseos mundanos. ¿Cómo tener por salvado a alguien que asiente cuando dice que tiene fe en Dios, pero no renuncia a nada? Hoy se habla mucho de añadir a Cristo a la vida, añadir la fe. Pero no se oye algo de renunciar y la salvación implica categóricamente que en la presentación correcta del plan bíblico de salvación por gracia se exijan renuncias.
El que vive en impiedad no es santo, es impío y se le destina a la condenación si se le enseña que es justificado por la sola fe sin que las obras cuenten para nada. Con estas palabras he procurado dar mi pequeño aporte en la controversia actual sobre el señorío en la salvación (The Lordship Salvation)
Está como de moda últimamente la doctrina de la Segunda Venida de Cristo. El Nuevo Testamento habla mucho de ella. Pero ¿qué si se presenta sin ninguna vinculación moral con el expectante? Ahí está en el v13. Pero ¿Quiénes deben esperar con esperanza su retorno? ¿los que obedecen a sus deseos mundanos, los que día por día disfrutan de las delicias del pecado? ¿Los que profesan un cristianismo de gracia no regeneradora? Los que alaban al Señor con los labios y casi tanto como para que se les tenga por tomar el nombre suyo en vano. Y no son distintos los únicos que deben alzar sus ojos en esperanza hacia el cielo, son los que tienen a Jesús como su Gran Dios y Salvador. Jesús es el Salvador, sí, porque es el Redentor o Libertador de Iniquidades, el que comunica por su gracia el poder para que nos alejemos del pecado. ¿Pero Salvador de los que viven esperándoles mientras se ceban en sus inmundicias?
Si es Salvador tiene que desatarnos la conexión con el pecado, tiene que hacer que renunciemos a la impiedad, a los deseos sensuales y darnos un ardoroso celo por obrar bien, haciéndonos nuevas criaturas, sobrias, justas y piadosas.
Entonces sí podemos hablar en un gran tono de la divinidad de Cristo que aquí se revela. No aconsejamos a ningún ortodoxo en teología, a un profesante trinitario, a que cifre sus esperanzas en un retorno que lo atrapará viviendo en pecado. No es suficiente, queridos, prescribirnos al Credo Niceno y aplaudir a Atanasio y condenar al hereje Arrio si no practicamos la divinidad de Cristo.
Nuestro texto está bien traducido, Jesucristo es nuestro Gran Dios y Salvador; y espera que las doctrinas que conciernen a su Nombre nuestras vidas las adornen.
El elemento final es pastoral, Tito es aconsejado a exhortar, reprender con toda autoridad y que nadie lo menosprecie (v.15). ¿Es eso la labor de un evangelista o de un pastor de ovejas? De los dos, pienso. Esto no haría, hoy en día, popular a ningún evangelista, pero lo haría un genuino evangelista.
Oh mis hermanos, no es presentar el pecado como algo inconveniente por el daño que nos produce, sino por lo mucho que eso ofende al Señor y por lo que deshonra al evangelio. Es este modo de describir y de concebir la gracia la que nos capacita bíblicamente para ser buenos pastores y ganadores de almas. Todo comenzó, si usted lo recuerda, cuando el apóstol Pablo piensa en la salvación de los dueños de esclavos y pide a los siervos que adornen la doctrina. Es la mundanalidad de las iglesias el obstáculo mayor para la salvación del mundo, porque no somos sobrios, ni justos, ni piadosos y porque no poco de la membresía que contamos no ha renunciado a los deseos mundanos.
El evangelismo es, primeramente, no el trabajo de un hombre en particular con dotes de oratoria sino la vida santa de la iglesia. Y los que predicamos el evangelio debemos decirle al mundo que para formar parte de esa comunidad de creyentes esas cosas se exigen. Exhortando siempre, reprendiendo si fuere necesario, como hombres y mujeres que están bajo la autoridad de Dios.
Aspectos prácticos de la doctrina
Tit. 3:1-5
“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestros Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó.
Un análisis de la salvación
No olvidemos que Tito es una epístola pastoral o sea escrita a un pastor, y aunque cierto es que mucho de lo que ella contiene no se dice para él sólo sino además para los hermanos, sigue siendo eminentemente una epístola para ministros. Pero es excelente que las iglesias conozcan lo que el Espíritu Santo aconseja a los siervos de Dios, para cuando le oigan proceder de un modo o de otro no se asusten ni critiquen, porque han aprendido que las palabras de Dios llevan a cabo.
Ahora el apóstol tiene mandamientos para los creyentes en sus relaciones civiles, el cristiano en relación con el sistema político establecido.
No hay ningún sistema de gobierno en el mundo, ningún partido político tampoco, al cual no le quepan objeciones. Para eso está la libertad de pensamiento y de expresión, para que pueda ser mejorado con las críticas de los gobernados. Digo esto, porque supongo que dentro de los hermanos en Creta tuvo que haberlos agriamente descontentos con el gobierno romano y con el sistema de esclavitud y eso pudo haber originado inquietudes civiles.
El evangelio emancipa todas las áreas de la mente y el conocimiento de los derechos que Dios otorga al hombre en su relación con los demás hombres como Creador de ellos y es algo que da una potencia espiritual inmensa. De ahí el consejo que se sujeten a los gobernantes y autoridades (v.1). Cuando Pablo habla de ese modo, el grueso de su pensamiento es un reclamo social, para que el hijo de Dios no sea un revoltoso y un anárquico, un indomable súbdito que transgrediendo constantemente las leyes de los hombres tenga problema con la justicia yendo a parar a los tribunales y a la cárcel, padeciendo no como cristiano sino como un rebelde.
Es lastimoso ver en prisión a un buen soldado de la fe, echado en el calabozo de más adentro, no por el testimonio de Jesucristo sino por un delito civil y obligado a vivir junto con los hijos de las tinieblas y ser desacreditado como ellos. Las veces que el apóstol Pablo fue a la prisión fue por su coraje misionero no por su conducta antisocial.
En todas las epístolas del N.T. la insistencia en hacer buenas obras es casi constante. En esto no debo casi insistir porque ya lo he tratado en otras exposiciones. Nuestras obras deben ser tenidas como excelentes por nuestros prójimos, si las juzgan sin prejuicios. Como hemos dicho, es necesario para la gloria de Dios y para respaldo del mensaje. El evangelio transforma el corazón y modifica la conducta. En las exposiciones de los versículos precedentes se podrá hallar más sobre esto.
Para tratar con más amplitud los versículos siguientes y seguir fiel a mi deseo de hacer exposiciones, podríamos titularlos, el grimoso cuadro de un escogido antes de su justificación. Rotundamente, el que ha sido salvado debe alejarse en obras de su vida anterior, donde fue hallado por la gracia. No es concebible que un hijo del día viva como un hijo de la noche. Una de esas obras nocturnas es la difamación (v.2), que a nadie difamen (blasfemen). Cualquiera que sea el motivo que alguno tenga para difamar, político, por envidia, por justificarse a sí mismo, comete un pecado muy grosero contra la misma imagen de la divinidad. Cuando vayamos a opinar, aunque sin ánimo de criticar, debemos estar seguros de decir la verdad y aun cuando esta la sepamos pudiéramos antes de hablar preguntarnos ¿es necesario decirla? ¿A quién protegimos con revelar lo que sabíamos? Si somos culpables por estropear la imagen de otro, Dios no nos alabará por ello. Si la reputación de un prójimo se ve dañada por nuestras opiniones sobre él, recibirá galardón por su sufrimiento y nosotros vergüenza.
Cuando en este tipo de pecados muchos son sorprendidos, he visto, que no presentan mucha vergüenza ni dan profundas señales de dolor y parecen más endurecidos que en otras cosas. La reputación es como nuestra casa, nuestra propiedad que por años hemos construido, cuidado del deterioro, fortalecido, adornado y embellecido. Dentro de ella nos sentimos seguros y cuando alguien se aparece afuera tratando de destruir nuestra vivienda, ¿qué menos podemos pedir que Dios les pague conforme a sus pretensiones inicuas? ¿Qué piedad merece el que arroja lodo e inmundicias contras los cristales de nuestro castillo? ¿Qué bienaventuranza tendrá el que deposita explosivos calumniosos en sus cimientos?
La pendencia “pendencieros” (v.2). La práctica de guerrear, de buscar pleitos y levantar hostilidades fácilmente. ¿No hay hermanos que dicen las cosas de modo que dan ganas de responderles mal? ¿No hay líderes que piden obediencia de modo que incita a la desobediencia? ¿No los hay que entran en querella por cualquier nimiedad?
Casi todos los que así actúan hallan su justificación en el comportamiento desesperante de los otros; pero si examinas el asunto verás que no tenían tanta razón ni era para tanto y con un poco de control propio, paciencia, amabilidad se habría podido manejar mejor el asunto. La mayor parte de nuestros disgustos no provienen por grandes insultos sino por asuntos menores.
La mayoría de nosotros tenemos un poco de pendencieros, algo de coléricos, una natural tendencia a reaccionar violentamente; y eso es prueba que la santificación de nuestro carácter ha sido sometida a prueba y no ha resistido, donde la fe que hemos alcanzado está aún incompleta.
En el v. 3, la cantidad de pecados que acompañaban a nuestra vida pasada es asombrosa, de ahí deduzco cómo nos salvamos.
(1) Cuando una persona se convierte a Cristo, descubre que tenía más pecados en su conciencia que lo que sabía y (2) Cuando uno se salva, como dice Pablo que ocurrió con ellos, la conciencia queda tan sensibilizada que lo abruman la multitud de sus pecados.
Lo que hemos aprendido en nuestra teología es absolutamente verídico por este versículo, nacemos sin ojos en el alma y según crecemos nuestra ceguera es mayor. Aunque alguno piense que el apóstol habla aquí de todos en general, pienso que se trata de todos en particular. Pudiéramos confesar que más o menos hemos sido todo eso.
Necesitábamos la luz de Dios para enterarnos de tanta maldad, de las profundidades que ha alcanzado en nuestras almas. Mientras no nos resplandezca esa revelación permaneceremos pensando que somos buenos, que nuestra justicia es perfecta y que apenas hay algo de lo que debamos arrepentirnos.
Fíjate en qué lugar aparece la palabra milagrosa salvar (v.5), no antes del reconocimiento de lo que eres. Debes descubrir, ayudado por Dios, en algún grado, tu perversidad antes que puedas ser salvo.
La conciencia, ella tiene que ser sensibilizada, el corazón ablandado, y esas cosas aparecer como faltas graves. Ese estado interno es necesario para que no sea una hipocresía el arrepentimiento y la fe. ¿Sin convicción de pecado, qué perdón podremos implorar?
Pero hurgando en la salvación, un hondo sentimiento de impotencia y desesperación aparece en nosotros; porque el pecado no es visto como algo ajeno sino propio, que socaba nuestra relación con Dios y que quisiéramos de todos modos arrancarnos. Falta hacer el análisis a los males mencionados que enferman nuestra conciencia, pero por hoy no tenemos más tiempo.
Enfermedades del alma
Como prometimos el domingo pasado, veamos en primer lugar, los males mencionados que enferman nuestras almas y que por la ley salen al conocimiento. Cuando digo enferman no hay que desesperarse porque el apóstol nos señala que éramos (v.3), lo cual implica que eso ha cesado, ya no hay más problema con esas cosas. Habla en pasado, de lo que fue en otro tiempo, antes de ser salvado. Esa palabra de esperanza encierra nuestra conversión y pueden pronunciarla los que han sido transformados por la potencia de Dios. Dice el apóstol que en otro tiempo y quiere decir que actualmente se halla sano. ¿No debemos anhelar tanto la sanidad del alma como la del cuerpo?
Todas esas enfermedades son malas y trabajo me cuesta decidir por cual empezar. Pensé hacerlo por la más importante, pero ¿cuál es? Supongo que la madre de todas ellas sen las concupiscencias que es un estado de corrupción perenne, la insondable fuente de todos los deleites diversos el origen de todos los impulsos pecaminosos, de los apetitos desordenados, de la violencia y hambre por lo ilícito, la causa de la vorágine interna que nos arrastra hacia donde no queremos, aquella cosa grosera que nos pide a grito lo que le gusta, nos identifica consigo misma y nos incita a satisfacerla. Su nombre es Deseos Caídos.
Esa concupiscencia es la madre de los deseos insaciables, de los deleites diversos. Es una enfermiza fuente de placer que pide gustos y recreaciones mundanas y carnales que dan muerte al espíritu. Es tan amplia que abarca casi cada región del mundo externo y no hay sitio donde ella no vea un modo de no corromperse.
Son esos placeres distintos (poikilos, diversos colores), la misma palabra que en otro lugar es multiforme. Hay un arcoíris de placeres, variadísimos, hechos para el gusto de todos. Las posibilidades a través de las puertas de los deseos, para entrar al infierno, son innumerables. Como pareja inseparable de ellos está la malicia. Pero esa palabra es sobremanera pecaminosa y yo renuncio a hundirme en su lodo, sólo diré que los hombres para satisfacer sus apetitos son capaces de hacer de todo y a quien sea.
La envidia es otro pecado abundante, existe en todos los niveles, dondequiera que haya un poco de prosperidad o excelencia de obra del prójimo (Ecl. 4:4), por habilidad natural o por la gracia de Dios, inmediatamente el pecado de la envidia muerde el corazón de alguien y aparece la enfermedad con síntomas que van desde la indiferencia, los celos, críticas, ataques al prestigio, luchas para suplantar, hasta la guerra declarada. El territorio dominado por la envida colinda con el aborrecimiento, transforma a la persona en un ser despreciable, lleno de odios.
¿Cree usted que no? Analice si siente envidia. Vea como hieren sus oídos las palabras de alabanzas que usted no quiere oír hacia otro, siente un dolor profundo, como si algo le clavaran en el pecho. Un susto, como si el éxito del otro lo perjudicara a usted y no quisiera oír más lo que oye. Le hacen sentir inferior, cual si lo que dicen fuera un menosprecio indirecto hacia su persona. No lo están comparando, pero usted se compara.
Si quien siente envidia es cristiano, al fin sofoca esos sentimientos, llega a darse cuenta como el Señor lo ha bendecido también y hasta puede pedir perdón por lo que ha sentido. Pero si se trata de un no regenerado, el odio brota; y cuando uno odia llega después a ser odiado. Caín mató a su hermano por ese motivo (1 Jn. 3:12; Jud. 1:11).
He expuesto la parte inferior del v.3, ahora comentaré la primera mitad, “insensatos, rebeldes y engañados”. La primera palabra lo que indica es ignorancia, falta de inteligencia, la rebeldía contra la ley divina procede de ella y el engaño es la deplorable consecuencia. Extraviados es eso, engañados, es lo que el original significa. Si la ignorancia o insensatez ocasiona todo eso, hostilidad hacia los santos mandamientos de Dios y el engaño del pecado, la medicina tiene que ser el conocimiento, la información de la ley, la documentación evangelística. Son informaciones las que el pecador perdido debe recibir para no ser rebelde ni tampoco engañado.
Ese conocimiento conduce a una liberación. La palabra que sigue es “esclavo”. Eso ya lo hemos dicho en otros lugares, Cristo es en el momento de la salvación un conocimiento, por amor del cual se deja todo. La concupiscencia, como pecado original, no desaparece ni aún después de la conversión, pero sí deja su dominio. El pecado ya no reina sobre vuestro cuerpo mortal ni se le obedece. Así podemos explicar la salvación sin ninguna dificultad, por sus efectos liberadores, por la gracia que ese conocimiento nos inculca.
Cómo entra en acción la cura de esos males, “por la bondad de Dios y por su amor” (v.4) Ese conocimiento que instruye al ignorante, amansa al rebelde y pone en el camino correcto al engañado entra en operación, no sólo porque el que anunció el evangelio lo haya querido ni menos por petición del que estuvo enfermo, sino porque Dios en su bondad, mostró su amor y lo salvó.
Hasta aquí sólo puedo decir que la transformación de nuestras vidas responde solamente a su puro beneplácito, que el perdón de nuestros pecados es el fruto de su bondad; y se la agradecemos profundamente, habiendo estado tan espantosamente perdidos. Pero el cómo lo hizo queda para la noche siguiente.
Lavado en la regeneración
Tit. 3:5-7
“Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino según su misericordia; por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, que él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Y esto, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”.
En el v.5 dice que él nos salvó y empieza negando como no nos salvamos, “no por obras de justicia”. El conocimiento del corazón y la salvación por obras. ¿Quién que conozca correctamente el corazón humano, como Pablo lo conocía, podría afirmar alguna pureza en sus obras de justicia? Como ya he dicho. Tras su conversión descubrió que dentro de su corazón había más pecados que los que él suponía y su conciencia fue grandemente sensibilizada para permitirle su arrepentimiento. Habiendo llegado hasta ahí es imposible que pudiera afirmar otra cosa que la que hace, que las obras de justicia no fueron tenidas en cuenta para su salvación.
La salvación por obras echa afuera el arrepentimiento, presupone una conciencia endurecida y denuncia falta de visión interior del corazón. Pablo no se halla en ese caso, siendo convertido, sabe que meramente ha sido la bondad y el amor divino lo que lo salvó. No porque él no hubiera también tratado de justificarse por sus propias obras, como lo confiesa en Flp.3:9, pero no lo logró. Se puede asegurar que quien piense y trate de salvarse por sus hechos, aunque sea en parte, no ha experimentado verdaderamente la convicción por sus pecados y el arrepentimiento.
Bien que lo escribe “nos salvó no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” y luego añade regocijándose en Dios, “por su misericordia” (v.5). El conocimiento de su propio corazón, bajo la luz de Dios, es esencial para admitir la salvación por gracia sola.
Después de la caída de Adán el hombre no pudo retener ninguna justicia original, intrínsecamente no quedó asociado a su alma nada bueno que mereciera alguna piedad. Sus corrupciones nunca merecen su amor porque son ofensas y delitos continuos.
En la segunda parte del v.5 Pablo nos habla en qué forma se efectuó esa salvación dentro del pecador. Comienza hablando por el efecto el lavamiento espiritual y luego señala la causa, la regeneración y renovación en el Espíritu Santo. Algunos toman el lavamiento como una referencia al símbolo del bautismo y aunque le niegue, como símbolo, algún poder, se hubiera ahorrado las aclaraciones si lo hubiera visto en su sentido más obvio, un lavamiento espiritual, porque como otro dice, ni siquiera se menciona aquí el agua. Como Pablo empieza por el efecto de la regeneración yo también lo hago y me parece suponer bien el por qué lo hace.
Hagámonos una pregunta lógica. ¿Es posible siquiera hablar de cristianismo o salvación sin considerar la santidad de vida? -No- Es la respuesta.
Pues si siendo como éramos, recordemos lo que testifica en 3:3, ¿de qué salvación se podrá hablar si todo eso no desaparece? O ¿puede alguno pretender ser salvo y continuar siendo rebelde, extraviado, esclavo de concupiscencias y de delitos diversos y odios? La salvación tiene que implicar inmediatamente una santificación de las costumbres, una desaparición de todo eso. El efecto inmediato de la salvación es la santidad de la vida; por eso Pablo empieza por el lavamiento. La persona tiene que ser lavada de todas esas suciedades. Ese lodo del mundo tiene que irse. En Creta el cambio exterior de vida era algo importante por causa de la gran cantidad de gente que se habían ganado la fama de “glotones ociosos, malas bestias”.
Hay una doctrina que está ligada a ese lavamiento, la regeneración, ella es la causa que explica la santificación. A veces erramos preocupándonos demasiado por algunos que no se santifican ni se ven limpios por la palabra que les hemos hablado, ni se consagran al Señor prefiriendo siempre el mundo. La causa de toda esa incompetencia espiritual es la ausencia de regeneración espiritual. No es consagración de lo que carece sino de la obra primaria del Espíritu en el corazón. Ahí nace el cristiano, ahí nace la salvación. Se le llama regeneración porque la palabra paliggnesías es nacer otra vez. El primer nacimiento se lo debemos a Dios, el segundo también. Dios deposita su esperma en el corazón y allí germina una vida nueva. La regeneración no es más que el resultado de la entrada del Espíritu en el alma, convirtiendo al pecador, desde ese momento, en su recipiente y vaso. El Espíritu se encarga a partir de entonces de realizar la salvación, perfeccionarla y concluirla.
Una obra maravillosamente operada por Dios en su amor, que como tiene que ver con la restauración de la imagen divina en el alma humana, Pablo llama renovación. La palabra también se usa en Ro.12:2 , la renovación de vuestro entendimiento. Su significado es “ana” regresar y otra vez; nuevo, como dice Vine's Expository Dictionary, no reciente pero diferente. Una renovación que, aunque es algo nuevo, lo que logra es crear una imagen nueva, la de Cristo y restaurar la antigua. Coloca al hombre en su mejor punto, el del principio, un punto de perfección. Es un regreso, una repetición. ¿Pudieras definir tu cristianismo en esa dirección, como algo nuevo que te pasó?
Demos un paso más para ver algo que es importante en la profesión de nuestra esperanza. La renovación es fácilmente identificable, porque el apóstol dice que recibió el Espíritu abundantemente por Jesucristo (v.6). La expresión no es precisamente una alabanza, sino más bien la conciencia satisfecha de haber recibido una renovación tan grande, que tantos pecados hubiesen sido lavados y que la imagen nueva fuese tan evidente. La abundancia de ese Espíritu, aunque hay quien lo conecta con la concesión de los dones, yo lo mantengo atado sólo al texto y éste de lo que viene hablando es de la renovación.
¡Oh si hermanos abundancia de salvación! o como dice específicamente el texto que fue derramado ricamente. ¿Recuerdas como aquellos discípulos de Éfeso a los cuales halló Pablo y les preguntó si habían recibido el Espíritu o no? No lo habían recibido. No eran cristianos. Amado, quizás tengas que preguntarte si has recibido el Espíritu o no. Si tu salvación no se nota, trata de saber si eres salvo. Es una fortuna lo que uno recibe con esa renovación, con la regeneración, con la recepción del Espíritu. Yo me alegro que sea ahí donde se diga. Hay quienes se sienten muy afortunados por los muchos dones y su excelencia y agradecen justamente al Espíritu que se los haya concedido. Otros le ensalzan porque los espíritus se les sujetan y miran al cielo con gratitud porque los ha convertido en eficaces instrumentos de su gracia; pero yo, mis amados, no me gozo tanto con eso como saberme y sentirme salvo. Pensar que el Señor tuvo misericordia de mí, que accedió a perdonarme, a blanquearme, quitar mi imagen diabólica y colocar en su lugar la de Cristo. Bendigo al Señor por esa fortuna y no me preocupa nada más. Si el Señor prescinde de mi uso no me agravia porque estoy satisfecho con que me haya hecho un receptáculo de su Espíritu y cambiado el giro de mi vida orientándola hacia la eternidad.
Difícil camino al perdón
Tit. 3:7,8
“Para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres”.
Decir salvos (v.5), es decir renovados en el Espíritu, pero también es decir justificados por su gracia (v.7). No hay que extrañarse de eso, porque habiendo dicho anteriormente que no somos salvos por obras de justicia ; parece que se siente obligado a dar una aclaración, aunque no haga falta porque Tito lo sabe bien. Para nosotros está bien que lo haya hecho y no pensemos sólo en una o dos doctrinas cuando se habla de salvación. Si ella es una riqueza del Espíritu y la gracia es multiforme, es que hay muchos aspectos doctrinales para tratar sobre la salvación. Pero la justificación por la gracia es como aquel viejo río llamado Pisón que rodeaba la tierra de Havila donde había un oro muy bueno acompañado de minas de bedelio y ónice.
La justificación por la gracia es uno de los brazos más importantes que recorre el río de la salvación, por donde pasan las aguas de sus letras acarician oro y piedras preciosas. La justificación en Pablo es el nervio de su mensaje evangelístico a los gentiles y aparece en sus epístolas una y otra vez. Acercarse a ella es enriquecerse y transitar por su camino es poder ir recogiendo una fortuna. Todo es joya, oro y agua cristalina.
Veamos el largo camino hacia la justificación. Ya había probado salvarse por la justicia propia que es por la ley y no había podido, por la manifestación del amor y bondad de Dios había descubierto su propio corazón con todas las honduras de su impiedad, aprendió que necesitaba ser justificado de sus pecados para obtener la salvación. No podía imaginar ser salvo sin que se le otorgase perdón. ¿Ves que simple es y cómo se confunde? Ser salvo es recibir perdón, esa es una bendición fundamental. Desde ahí, alguien que esté buscando la vida eterna no debe pasar hasta que lo halle. La justificación es el perdón, pero a él se llega después de un desarrollo de situaciones en el corazón. Pablo alcanzó la justificación, pero no sin que antes las condiciones en su mente y alma fueran creadas. La certeza de su corrupción fue vital (v.3), la revelación del amor y la bondad de Dios (v.4), también la desesperación de que no puede hacer algo para salvarse (v.5), porque llegó a la conclusión de que en sus obras no habría jamás ningún mérito que lo ayudase siquiera a que se le perdonara. A todo ese monto salvaje y necesario de descubrimientos llegó porque fue regenerado, entró el Espíritu en él renovándolo para que fuese consciente de ello. Hasta ahí estaba salvado, pero le faltaba algo más poner en orden su estado legal, y es cuando, ya con fe y arrepentido implora el perdón y lo recibe.
¿Te parece difícil la salvación? Lo es, mi hermano, lo es. Es difícil para cualquiera, imposible, pero se obtiene por gracia, porque Dios mira a uno con misericordia para reconciliarlo consigo mismo. Obtener el perdón divino es algo muy difícil, la criatura no puede hacer nada para obtenerlo y Dios tiene que hacer mucho. Cuando se le pide el perdón a Dios de nuestros pecados se le pide mucho. No puede él decir oh, sí, toma aquí lo tienes ya. Dios no puede mentirse a sí mismo, no puede perdonarnos si no crea en nosotros un sentimiento de aversión hacia el pecado, una desesperación de nosotros mismos. Y para ello, mis queridos, tiene que entrar en nosotros, humillarse en condescender, y hacernos su casa. ¿Sabes que somos la casa de Cristo?
¿Estás buscando el perdón? ¿Por qué fase vas? ¿Estás implorándolo sin sentirte culpable? ¿engañándote con que lo puedes obtener por obras de justicia? ¿Podrás estar seguro de ser salvo sin estar seguro si estás perdonado o no? Si llegas a la justificación llegas a la absolución, entonces puedes tener, y sólo entonces, la esperanza de la vida eterna.
Estas palabras (v.8), son especiales para Tito, son como un colofón sobre la salvación, van dirigidas al hombre, al ministro, el que está encargado de velar porque ello se lleve a cabo. Tanto para que los que son hermanos comprendan el tamaño tan enorme que ha tenido la salvación y alaben la bondad y el amor de Dios, pero también para los pobres pecadores perdidos porque ellos para ser salvos tienen que oír el mensaje, pero ¿cuál mensaje? ¿Un mensaje que hable de méritos humanos, de justicia inherente, que les halague sus vanidades? ¿O el que les descubra sus propios corazones y les muestre la piel de Adán?
En las palabras del apóstol veo que él le dice al ministro que le haga ver a los pecadores que no tienen esperanza en otra forma de salvación, le dice “palabra fiel es esta”. Eso es como un sello de seguridad y veracidad, es un aseguramiento de lo que dijo anteriormente, que ocurre cuando uno se salva y tiene que ocurrir para ser salvos. No lo hay, hermanos, dos caminos, dos verdades, dos vidas. Hay uno solo, hay una sola puerta. Un único modo de salvación. No se puede ser salvo escapando por muchas puertas, tomando muchos caminos. Sólo hay un camino de Sodoma a Zoar, tomar otro es exponerse a juicio. Hay una sola puerta, saltar por encima de la cerca es ser tenido como ladrón.
Cuando el apóstol dice que “insistas con firmeza” quiere decir, que las repitas una y otra vez, muchas veces, continuamente, con frecuencia, porque las cosas que tienen que ver con la salvación tienen que repetirse y con exactitud. De ningún modo yendo de un sitio a otro ni siendo obscuros. Por amor y por piedad.
Cuestiones necias
Tit. 3:9-11
“Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido y está condenado por su propio juicio”.
El apóstol le orienta también en la enseñanza, de lo que debe apartarse, tanto lo que no debe enseñar como lo que tiene que evitar verse envuelto. Esa es una de las cosas que veremos, pero también qué hacer con los que persisten en desarreglar y dividir la iglesia. Vamos al punto. Algunos no nacimos con espíritu apologético, sin embargo, como se nos ha pedido que enseñemos la verdad, a menudo tenemos que combatir el error y sin desearlo abandonamos nuestro pacifismo para estar envueltos en recias discusiones, que es una traducción de la palabra cuestiones. Sin embargo, aquí no se le alienta a discutir con aquellos judaizantes sino más bien evitar las discusiones con ellos. En este caso propiamente dicho, tratándose de genealogías y cuestiones de la ley, más bien lo que tenía que hacer era darle la espalda e irse.
O todavía mejor es tomar esa recomendación como no enseñar a la iglesia, no entretenerla en ese tipo de disputas y asuntos menores y sin provecho alguno. Me parece que esto cuadra mejor con el contexto.
Habiendo tantos puntos importantes que tratar ¿qué provecho podría traer a los simples hermanos, tan necesitados espiritualmente que su pastor los condujera por entre miles de nombres tratando de hallar parentescos y cabezas de familias? ¿Qué bendición y aprovechamiento del tiempo puede haber en fulano engendró a mengano y mengano engendró a zutano? Todas esas genealogías seguramente que en su tiempo fueron importantes por causa de la salvación que habría de venir, para preservar el sacerdocio, para identificar al Mesías, pero ya habiendo pasado todo eso, ¿qué valor tienen? ¿Qué valor espiritual pueden hoy prestarnos si ya Dios nos ha dejado sólo la del Cristo? Y ni la misma del Señor ¿no hay textos mejores para sermones y estudios que las dos genealogías? Aunque yo las he expuesto cuando comentamos Mateo.
La Biblia toda es importante pero hay algunas cosas que son más que las otras, las que más aprovechan son las que tienen que ver son la salvación. Oí en estos días a una hermana asombrada decirme que escuchó a un predicador en la radio que por tres domingos consecutivos ha estado hablando sobre el origen pagano del árbol de navidad.
Está bien que los hermanos conozcan esas cosas, ellos pueden leerlas por sí mismos, lo mismo que la Ley, pero como ella, fueron entregadas por Dios con otro propósito, revelar el pecado. Y esta inversión de lo más importante la siguen algunos hoy y hacen con la Biblia especiosos estudios sobre la malicia de la carne de cerdo, lo enervante que se considera una taza de café, la longitud de la ropa femenina, el cabello crecido, la transfusión de sangre y el sábado. ¿No es la fe, el arrepentimiento, el cielo, el infierno, el alma, el perdón, cosas más jugosas y edificadoras? Si no hubiera piedras preciosas se puede edificar la casa con lo que uno encuentre a su paso, pero si se tiene oro, plata y rubíes, no hay porqué usar la paja.
La Biblia debe ser leída toda, pero como el tiempo apremia, debemos insistir solamente en lo que aprovecha. Si algo no es útil puede ser pospuesto indefinidamente. Del mismo modo, si algún compañero nos convoca a las afuera de Éfeso para orar y despedir su ministerio en esa región ¿cómo agotarnos discutiendo sobre filosofías, sobre los estómagos de los vacunos, la mirada fija de los ángeles, su número de alas o sobre política exterior?
El apóstol no sólo orienta a Tito sobre lo que debe evitar personalmente y en la congregación, lo que no debe usar como material de enseñanza. ¿Cómo juzgaríamos algunas producciones literarias que nos envían para que las usemos en la instrucción de la congregación? Además, le da un consejo eclesiástico, para que sepa cómo manejar una situación enojosa que se presente con un divisionista, “al hombre que cause divisiones”. Supongamos primero que alguno, descontento con la política del pastor en no enseñar esto y esto otro se insubordine y quiera por sí mismo agrupar algunos para que le oigan lo que según él sí es importante. ¿Qué hacer? Está en orden la amonestación. El pastor mismo puede empezar, algún anciano, un diácono u otro hermano. Hay que hacerle ver su… ¿pecado? ¿Llamaríamos pecado a su actitud desobediente? No se trata de inmoralidad, ningún pecado de la carne se le adjudica, sin embargo, con respecto al divisionista (la palabra es hereje, un autócrata, que obedeciéndose a sí mismo se alza contra el gobierno de la iglesia).
Indudablemente que su posición divisionista, aunque no sea carnalmente inmoral tiene que ser tenida como pecado porque las mismas palabras que Pablo usa para este caso lo evidencian deséchalo, pervertido y condenado. Y expresamente él lo dice, “peca y está condenado”.
Cualquiera que intente de un modo o de otro contra la unidad de la iglesia peca, está pervertido o descarriado. La palabra es exestraptai que significa virar al revés, torcer, pervertir. El que divide la iglesia está torcido y busca torcer a los demás, está al revés y pretende poner las cosas al revés. A menudo son pequeñeces bíblicas, cosas con poca importancia, cuestiones necias como genealogías, y materias sin provecho a las que aferrándose algunos acaban dividiendo o intentando la división de la congregación.
Cuando se llegue a la disciplina, porque eso es lo que significa es deséchalo, no tenerlo como hermano, separarlo de la comunión de los santos. Cuando se llega a eso se habla de la condena de la iglesia. Es cierto que la iglesia hizo juicio, disciplinó. Pero esa persona que dividía el rebaño ya estaba condenada en su propia posición, en sus propios criterios, en su propia mentalidad. Eso es lo que significa la palabra e griego, condenado por el juicio de uno mismo, o como decimos y está condenado por su propio juicio. Fue él mismo quien se condenó, la iglesia lo que hizo fue procesar su sentencia y ponerlo aparte. Son momentos difíciles para la iglesia, para el pastor y para los amigos y familiares de aquellos que, torpemente, por cuestiones necias, ponen en peligro la unidad del cuerpo de Cristo y hay que desecharlos.
Obreros conocidos y desconocidos
Tit. 3:12-15
“Cuando envíe a ti a Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir a mí en Nicópolis, porque allí he determinado pasar el invierno. A Zenas intérprete de la ley, y a Apolos, encamínales con solicitud, de modo que nada les falte. Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto. Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén”.
No tengo mucho que decir de los versículos restantes, de aquellos que en nuestras versiones se llaman instrucciones personales, pero algo quizás podamos sacar de beneficio para nuestras almas. Leámoslos primero.
Leímos la epístola a los Filipenses y aprendimos que Pablo habla de aquellos cuyos nombres están en el libro de la vida. Sabemos que no son tres o cuatro nombres los cuales están escritos en la memoria de Dios sino millones y millones, conocidos antes de la fundación del mundo. La historia, ni la bíblica ni la secular han archivado en sus páginas todos los nombres de aquellos hijos y siervos del Señor que han luchado por el adelanto del reino de Jesucristo. Han laborado, han gemido, han padecido; pero que sin embargo no ha habido tiempo ni espacio en los escritos sagrados para reconocerlos a todos. Todo el pasaje de He. 11, a partir del v.32 va dedicado a esos brillantes y sacrificados hermanos y hermanas que han pasado anónimamente frente al mundo.
¿Quiénes fueron esos que por la fe…taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, sacaron fuerzas de debilidad, experimentaron vituperios, azotes, cárceles, erraron angustiados cubiertos por pieles de ovejas, escondidos en las cuevas y obscuras cavernas de la tierra?
No podemos dar sus nombres, la historia no los biografió, pero el Señor los conoce y él no es injusto para olvidar la obra de sus manos (He.6:10).
Digo esto porque si ustedes notan hay por lo menos dos nombres, “Artemas y Zenas” de quienes casi no sabemos nada. Sin embargo, eran dos misioneros, hombres en los cuales Pablo confía, siendo evidente que siente por ellos un gran cariño y aprecio por sus labores porque dice “encamínales con solicitud” (v.13). ¿Verdad es que, aunque estemos totalmente conscientes de la pequeñez de nuestra contribución a la causa de Cristo sabemos que no lo hacemos de balde? ¿No es cierto que lo hacemos para él y que el pensamiento que Dios lo aprecia es nuestro constante estímulo? ¿Has pensado eso, que al Señor le gusta lo que haces en su servicio? ¿Sentimos regocijo, cuando pensamos que el Señor elige los nombres de otros, cuyas obras han sido superiores a las nuestras, para que sean de inspiración en la historia eclesiástica?
Escojamos uno de esos nombres, Zenas. Sabemos más o menos ahora lo que estaba haciendo, cumpliendo una misión apostólica extendiendo el evangelio. Eso está bien, pero además era un misionero pobre por cuanto el apóstol pide que se le ayude con alojamiento y recursos para que continúe su gira misionera. A Zenas se le nombra como intérprete de la ley. Unos dicen que era un abogado del derecho romano y otros un pobre escriba. Aunque prefiero pensar que era lo segundo; si hubiese sido lo primero ¿no hizo una gran renuncia de profesión, quedándose sin salario para trabajar por Cristo? Y si era un docto en la ley de Moisés ¿no vemos que continuó siendo pobre porque en su ministerio no tomó el camino del error del lucro de Balaán?
Sin embargo, hay algunas cosas más con respecto a la obra, que leyendo estas orientaciones podemos deducir. Una de ellas es que la iglesia local debe tomar en serio la obra misionera. Cuando Pablo, refiriéndose a Tito le dice, que los encamine con solicitud de modo que nada les falte, aunque le pide que de lo suyo él personalmente coopere, le dice que la iglesia en Creta también, viéndolo a él como ejemplo, aprenderán a sostener a los necesitados, especialmente a los misioneros (v.14). No es sólo nuestro compromiso con la obra local, sino también con la extranjera.
Y, en segundo lugar, que la obra en cualquier sitio siempre debe tener al frente algún ministro. Pablo no le pide a Tito que deje a Creta hasta que llegue a ocupar su puesto un nuevo siervo, sea Tíquico o Artemas (v.12). No se trata de renunciar e irse sin hacer algo y dejar que otro llene el puesto vacante. Las iglesias sufren cuando pasan mucho tiempo sin poder hallar un obrero para que las dirija.
De perro y puerca lavada no tenemos ni un pelo
Tit. 3: 1-6
“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente por Jesucristo nuestro Salvador”.
Lo que queríamos, lo que somos y lo que podemos ser, todo eso por un cambio total operado por la renovación mediante el Espíritu Santo e impulsado por el grande amor de Dios. Oh Dios gracias porque ya no soy lo que fui, ni quiero volver a ser lo que fui, ni lo desobediente que aún puedo ser. Cada uno de nosotros es el resultado de la manifestación de la bondad de Dios (v. 4). Disfruta estas palabras “sino conforme a su misericordia, por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo”. Es una montaña de gracia lo que hay en ellas. ¡Dios mío, lavamiento, regeneración, renovación! ¡Cuánta mugre nos lavó! Brillamos como luminares en este mundo, siendo otros. Ya no somos como los animales (Judas 1: 10), ni nos pueden señalar como “malas bestias” porque de “perro y puerca lavada” no tenemos ni un cabello (2 Pe. 2: 22).
Tit. 3: 3
“esclavos de deleites y placeres diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles y odiándonos unos a otros. Si leemos todo eso, aproximémonos a cualquier pecador, sin medir su corrupción como si su transformación fuera obrada por nuestra piedad o poder. Oh Dios que mis ojos vean las maravillas de tu gracia, que no diga a los hombres que no puedes cambiarlos, que son y serán así porque no puedes hacer nada por ellos. Abundan las grandes regeneraciones para la gloria de Dios. Quitan a uno y ponen a otro. Y en todo lugar se repite lo mismo “yo antes era, pero ya no soy, fui aquel y ya no soy más” (1 Co. 6:9-11; Efe. 2: 3).
Tit. 3:5
“por medio del lavamiento de la regeneración y la renovación por el Espíritu Santo”. Lavamiento, regeneración renovación es lo mismo. Oh Dios como aquellos viejos pecados que me lavaste (2 Pe. 1: 9), continúa lavándome de los actuales.
Tit. 3: 6, 7
;…que El derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador ; Oh Dios ¿por qué nos das el Espíritu con medida? (Jn. 3: 34). ¿Por qué recibimos por gotas cuando necesitamos una lluvia fresca y renovadora? Los dones entre nosotros no son abundantes ni las renovaciones. No te reprocho tu proceder, cambia para con nosotros, danos más de ti mismo, derrámate sobre este rebaño tuyo; acompaña mi ministerio con tu influencia. Amén. La justificación y la renovación ocurren simultáneamente, brota la fe con la primera y ésta se obtiene con la segunda. No nos castiguen las autoridades por pecados que Dios nos absolvió.
Tit. 3:10, 11
“Al hombre que cause divisiones, después de la primera y segunda amonestación, deséchalo”. No gastes tu tiempo ilimitadamente con los que provocan divisiones, orienta a la iglesia que no se junte con él, no le permitas ninguna posición de influencia. No te preocupes por él. Quítatelo de tu cabeza.
Tit. 3: 13
“Encamina con diligencia a Zenas, intérprete de la ley, y a Apolos, para que nada les falte”. Estos dos tienen mucho fen común: el conocimiento y amor por la Ley, ambos estudiantes del Libro Sagrado. Sus labores entre el pueblo judío ha de haber sido espléndida, instruyendo y regando (Hch. 18: 24; 1 Co. 3: 6). No se dice si este intérprete era judío o romano, exactamente tampoco se puede asegurar que se trate de la ley de Moisés o de la ley civil, y que fuera abogado. Pero lo dejo, así como está, porque quizás como los antiguos escribas, eran intérpretes de la ley de Moisés y a la vez abogados.
Tit. 3:1-5
“Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra. Que a nadie difamen, que no sean pendencieros, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres. Porque nosotros también éramos en otro tiempo insensatos, rebeldes, extraviados, esclavos de concupiscencias y deleites diversos, viviendo en malicia y envidia, aborrecibles, y aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestros Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó”.
Un análisis de la salvación
No olvidemos que Tito es una epístola pastoral o sea escrita a un pastor, y aunque cierto es que mucho de lo que ella contiene no se dice para él sólo sino además para los hermanos, sigue siendo eminentemente una epístola para ministros. Pero es excelente que las iglesias conozcan lo que el Espíritu Santo aconseja a los siervos de Dios, para cuando le oigan proceder de un modo o de otro no se asusten ni critiquen, porque han aprendido que las palabras de Dios llevan a cabo.
Ahora el apóstol tiene mandamientos para los creyentes en sus relaciones civiles; el cristiano en relación con el sistema político establecido. No hay ningún sistema de gobierno en el mundo, ningún partido político tampoco, al cual no le quepan objeciones. Para eso está la libertad de pensamiento y de expresión, para que pueda ser mejorado con las críticas de los gobernados. Digo esto, porque supongo que dentro de los hermanos en Creta tuvo que haberlos agriamente descontentos con el gobierno romano y con el sistema de esclavitud y eso pudo haber originado inquietudes civiles.
El evangelio emancipa todas las áreas de la mente; el conocimiento de los derechos que Dios otorga al hombre en su relación con los demás hombres como Creador de ellos, es algo que da una potencia espiritual inmensa. De ahí el consejo que “se sujeten a los gobernantes y autoridades” (v.1). Cuando Pablo habla de ese modo, el grueso de su pensamiento es un reclamo social, para que el hijo de Dios no sea un revoltoso y un anárquico, un indomable súbdito que transgrediendo constantemente las leyes de los hombres tenga problema con la justicia yendo a parar a los tribunales y a la cárcel, padeciendo no como cristiano sino como un rebelde.
Es lastimoso ver en prisión a un buen soldado de la fe, echado en el calabozo de más adentro, no por el testimonio de Jesucristo sino por un delito civil, obligado a vivir junto con los hijos de las tinieblas y ser desacreditado como ellos. Las veces que el apóstol Pablo fue a la prisión fue por su coraje misionero no por su conducta antisocial.
En todas las epístolas del N.T. la insistencia en hacer buenas obras es casi constante; en esto no debo casi insistir porque ya lo he tratado en otras exposiciones. Nuestras obras deben ser tenidas como excelentes por nuestros prójimos, si las juzgan sin prejuicios. Como hemos dicho, es necesario para la gloria de Dios y para respaldo del mensaje. El evangelio transforma el corazón y modifica la conducta. En las exposiciones de los versículos precedentes se podrá hallar más sobre esto.
Para tratar con más amplitud los versículos siguientes y seguir fiel a mi deseo de hacer exposiciones, podríamos titularlos, el grimoso cuadro de un escogido antes de su justificación. Rotundamente, el que ha sido salvado debe alejarse en obras de su vida anterior, donde fue hallado por la gracia; no es concebible que un hijo del día viva como un hijo de la noche. Una de esas obras nocturnas es la difamación (v.2), que a nadie difamen (blasfemen). Cualquiera que sea el motivo que alguno tenga para difamar, político, por envidia, por justificarse a sí mismo, comete un pecado muy grosero contra la misma imagen de la divinidad. Cuando vayamos a opinar, aunque sin ánimo de criticar, debemos estar seguros de decir la verdad y aun cuando esta la sepamos pudiéramos antes de hablar preguntarnos ¿es necesario decirla? ¿A quién protegimos con revelar lo que sabíamos? Si somos culpables por estropear la imagen de otro, Dios no nos alabará por ello. Si la reputación de un prójimo se ve dañada por nuestras opiniones sobre él, recibirá galardón por su sufrimiento y nosotros vergüenza.
Cuando en este tipo de pecados muchos son sorprendidos, he visto, que no presentan mucha vergüenza ni dan profundas señales de dolor, parecen más endurecidos que en otras cosas.
La reputación es como nuestra casa, nuestra propiedad que por años hemos construido, cuidado del deterioro, fortalecido, adornado y embellecido. Dentro de ella nos sentimos seguros y cuando alguien se aparece afuera tratando de destruir nuestra vivienda ¿qué menos podemos pedir que Dios le pague conforme a sus pretensiones inicuas? ¿Qué piedad merece el que arroja lodo e inmundicias contras los cristales de nuestro castillo? ¿Qué bienaventuranza tendrá el que deposita explosivos calumniosos en sus cimientos?
La pendencia “pendencieros” (v.2). La práctica de guerrear, de buscar pleitos y levantar hostilidades fácilmente. ¿No hay hermanos que dicen las cosas de modo que dan ganas de responderles mal? ¿No hay líderes que piden obediencia de modo que incita a la desobediencia? ¿No los hay que entran en querella por cualquier nimiedad?
Casi todos los que así actúan hallan su justificación en el comportamiento desesperante de los otros; pero si examinas el asunto verás que no tenían tanta razón ni era para tanto; con un poco de control propio, paciencia y amabilidad (indulgencia) se habría podido manejar mejor el asunto. La mayor parte de nuestros disgustos no provienen por grandes insultos sino por asuntos menores.
La mayoría de nosotros tenemos un poco de pendencieros, algo de coléricos, una natural tendencia a reaccionar violentamente; y eso es prueba que la santificación de nuestro carácter ha sido sometida a prueba y no ha resistido, donde la fe que hemos alcanzado está aún incompleta.
En el v. 3, la cantidad de pecados que acompañaban a nuestra vida pasada es asombrosa, de ahí deduzco cómo nos salvamos.
(1) Cuando una persona se convierte a Cristo, descubre que tenía más pecados en su conciencia que lo que sabía. (2) Cuando uno se salva, como dice Pablo que ocurrió con ellos, la conciencia queda tan sensibilizada que lo abruman la multitud de sus pecados.
Lo que hemos aprendido en nuestra teología es absolutamente verídico por este versículo, nacemos sin ojos en el alma y según crecemos nuestra ceguera es mayor. Aunque alguno piense que el apóstol habla aquí de todos en general, pienso que se trata de todos en particular pudiéramos confesar que más o menos hemos sido todo eso.
Necesitábamos la luz de Dios para enterarnos de tanta maldad, de las profundidades que ha alcanzado en nuestras almas. Mientras no nos resplandezca esa revelación permaneceremos pensando que somos buenos, que nuestra justicia es perfecta y que apenas hay algo de lo que debamos arrepentirnos. Fíjate en qué lugar aparece la palabra milagrosa “salvó” (v.5), no antes del reconocimiento de lo que eres. Debes descubrir, ayudado por Dios, en algún grado, tu perversidad antes que puedas ser salvo.
La conciencia, ella tiene que ser sensibilizada, el corazón ablandado, y esas cosas aparecer como faltas graves. Ese estado interno es necesario para que no sea una hipocresía el arrepentimiento y la fe. ¿Sin convicción de pecado qué perdón podremos implorar?
Pero hurgando en la salvación, un hondo sentimiento de impotencia y desesperación aparece en nosotros, porque el pecado no es visto como algo ajeno sino propio, que socaba nuestra relación con Dios y que quisiéramos de todos modos arrancarnos. Falta hacer el análisis a los males mencionados que enferman nuestra conciencia, pero por hoy no tenemos más tiempo.
Enfermedades del alma
Como prometimos el domingo pasado, veamos en primer lugar, los males mencionados que enferman nuestras almas y que por la ley salen al conocimiento. Cuando digo enferman no hay que desesperarse porque el apóstol nos señala que “éramos” (v.3), lo cual implica que eso ha cesado, ya no hay más problema con esas cosas. Habla como en tiempo pasado, de lo que fue en otro tiempo, antes de ser salvado. Esa palabra de esperanza encierra nuestra conversión; pueden pronunciarla los que han sido transformados por la potencia de Dios. Dice el apóstol, “en otro tiempo”, quiere decir que actualmente se halla sano. ¿No debemos anhelar tanto la sanidad del alma como la del cuerpo?
Todas esas enfermedades son malas y trabajo me cuesta decidir por cual empezar. Pensé hacerlo por la más importante, pero ¿cuál es? Supongo que la madre de todas ellas sen “las concupiscencias” que es un estado de corrupción perenne, la insondable fuente de todos los deleites diversos. El origen de todos los impulsos pecaminosos, de los apetitos desordenados, de la violencia y hambre por lo ilícito, la causa de la vorágine interna que nos arrastra hacia donde no queremos, aquella cosa grosera que nos pide a grito lo que le gusta, nos identifica consigo misma y nos incita a satisfacerla. Su nombre es Deseos Caídos.
Esa concupiscencia es la madre de los deseos insaciables, de los deleites diversos. Es una enfermiza fuente de placer que pide gustos y recreaciones mundanas y carnales que dan muerte al espíritu. Es tan amplia que abarca casi cada región del mundo externo y no hay sitio donde ella no vea un modo de corromperse “hedónicamente” (hedonaís, deseos).
Son esos placeres distintos (poikilos, diversos colores), la misma palabra que en otro lugar es multiforme. Hay un arcoíris de placeres, variadísimos, hechos para el gusto de todos. Las posibilidades, a través de las puertas de los deseos, para entrar al infierno, son innumerables. Como pareja inseparable de ellos está la “malicia”. Pero esa palabra es sobremanera pecaminosa y yo renuncio a hundirme en su lodo, sólo diré que los hombres para satisfacer sus apetitos son capaces de hacer de todo y a quien sea.
La envidia es otro pecado abundante, existe en todos los niveles, dondequiera que haya un poco de prosperidad o excelencia de obra del prójimo (Ecl. 4:4), por habilidad natural o por la gracia de Dios, inmediatamente el pecado de la envidia muerde el corazón de alguien y aparece la enfermedad con síntomas que van desde la indiferencia, los celos, críticas, ataques al prestigio, luchas para suplantar hasta la guerra declarada. El territorio dominado por la envida colinda con el aborrecimiento, transforma a la persona en un ser despreciable, lleno de odios.
¿Cree usted que no? Analice si siente envidia. Vea como hieren sus oídos las palabras de alabanzas que usted no quiere oír hacia otro, siente un dolor profundo, como si algo le clavaran en el pecho. Un susto, como si el éxito del otro lo perjudicara a usted y no quisiera oír más lo que oye. Le hacen sentir inferior, cual si lo que dicen fuera un menosprecio indirecto hacia su persona. No lo están comparando pero usted se compara.
Si quien siente envidia es cristiano, al fin sofoca esos sentimientos, llega a darse cuenta como el Señor lo ha bendecido también y hasta puede pedir perdón por lo que ha sentido. Pero si se trata de un no regenerado, el odio brota; y cuando uno odia llega después a ser odiado.
He expuesto la parte inferior del v.3, ahora comentaré la primera mitad “insensatos”, rebeldes y engañados. La primera palabra lo que indica es ignorancia, falta de inteligencia, la rebeldía contra la ley divina procede de ella y el engaño es la deplorable consecuencia. Extraviados es eso, engañados, es lo que el original significa. Si la ignorancia o insensatez ocasiona todo eso, hostilidad hacia los santos mandamientos de Dios y el engaño del pecado, la medicina tiene que ser el conocimiento, la información de la ley, la documentación evangelística. Son informaciones las que el pecador perdido debe recibir para no ser rebelde ni tampoco engañado.
Ese conocimiento conduce a una liberación. La palabra que sigue es “esclavo”. Eso ya lo hemos dicho en otros lugares, Cristo es en el momento de la salvación un conocimiento, por amor del cual se deja todo. La concupiscencia, como pecado original, no desaparece ni aún después de la conversión, pero sí deja su dominio. El pecado ya no reina sobre vuestro cuerpo mortal ni se le obedece. Así podemos explicar la salvación sin ninguna dificultad, por sus efectos liberadores, por la gracia que ese conocimiento nos inculca.
Cómo entra en acción la cura de esos males, por la bondad de Dios y por su amor (v.4) Ese conocimiento que instruye al ignorante, amansa al rebelde y pone en el camino correcto al engañado, entra en operación, no sólo porque el que anunció el evangelio lo haya querido ni menos por petición del que estuvo enfermo, sino porque Dios en su bondad, mostró su amor y lo salvó.
Hasta aquí sólo puedo decir que la transformación de nuestras vidas responde solamente a su puro beneplácito, que el perdón de nuestros pecados es el fruto de su bondad; y se la agradecemos profundamente, habiendo estado tan espantosamente perdidos. Pero el cómo lo hizo queda para la noche siguiente.
Lavado en la regeneración
Tit. 3:5-7
“Él nos salvó, no por las obras de justicia que nosotros hubiésemos hecho, sino según su misericordia; por medio del lavamiento de la regeneración y de la renovación del Espíritu Santo, que él derramó sobre nosotros abundantemente por medio de Jesucristo nuestro Salvador. Y esto, para que, justificados por su gracia, seamos hechos herederos conforme a la esperanza de la vida eterna”.
En el v.5 dice que él nos salvó y empieza negando como no nos salvamos “no por obras de justicia”. El conocimiento del corazón y la salvación por obras. ¿Quién que conozca correctamente el corazón humano, como Pablo lo conocía, podría afirmar alguna pureza en sus obras de justicia? Como ya he dicho en nuestra nota anterior, tras su conversión descubrió que dentro de su corazón había más pecados que los que él suponía y su conciencia fue grandemente sensibilizada para permitirle su arrepentimiento. Habiendo llegado hasta ahí es imposible que pudiera afirmar otra cosa que la que hace, que las obras de justicia no fueron tenidas en cuenta para su salvación.
La salvación por obras echa afuera el arrepentimiento, presupone una conciencia endurecida y denuncia falta de visión interior del corazón. Pablo no se halla en ese caso, siendo convertido, sabe que meramente ha sido la bondad y el amor divino lo que lo salvó. No porque él no hubiera también tratado de justificarse por sus propias obras, como lo confiesa en Flp.3:9, pero no lo logró. Se puede asegurar que quien piense y trate de salvarse por sus hechos, aunque sea en parte, no ha experimentado verdaderamente la convicción por sus pecados y el arrepentimiento.
Bien que lo escribe “nos salvó no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho” y luego añade regocijándose en Dios, “por su misericordia” (v.5). El conocimiento de su propio corazón, bajo la luz de Dios, es esencial para admitir la salvación por gracia sola.
Después de la caída de Adán el hombre no pudo retener ninguna justicia original, intrínsecamente no quedó asociado a su alma nada bueno que mereciera alguna piedad. Sus corrupciones nunca merecen su amor porque son ofensas y delitos continuos.
En la segunda parte del v.5 Pablo nos habla en qué forma se efectuó esa salvación dentro del pecador. Comienza hablando por el efecto el lavamiento espiritual y luego señala la causa, la regeneración y renovación en el Espíritu Santo los reformadores toman el lavamiento como una referencia al símbolo del bautismo y aunque le niegue, como símbolo, algún poder, se hubieran ahorrado las aclaraciones si lo hubieran visto en su sentido más obvio, un lavamiento espiritual, porque como otros dicen, ni siquiera se menciona aquí el agua. Pablo empieza por el efecto de la regeneración yo también lo hago y me parece suponer bien el por qué lo hace.
Hagámonos una pregunta lógica ¿Es posible siquiera hablar de cristianismo o salvación sin considerar la santidad de vida? No. Es la respuesta.
Pues si siendo como éramos, recordemos lo que testifica en 3:3, ¿de qué salvación se podrá hablar si todo eso no desaparece? O ¿puede alguno pretender ser salvo y continuar siendo rebelde, extraviado, esclavo de concupiscencias y de delitos diversos y odios? La salvación tiene que implicar inmediatamente una santificación de las costumbres, una desaparición de todo eso. El efecto inmediato de la salvación es la santidad de la vida; por eso Pablo empieza por el lavamiento. La persona tiene que ser lavada de todas esas suciedades. Ese lodo del mundo tiene que irse. En Creta el cambio exterior de vida era algo importante por causa de la gran cantidad de gente que se habían ganado la fama de glotones ociosos, malas bestias.
Hay una doctrina que está ligada a ese lavamiento, la regeneración, ella es la causa que explica la santificación. A veces erramos preocupándonos demasiado por algunos que no se santifican ni se ven limpios por la palabra que les hemos hablado, ni se consagran al Señor prefiriendo siempre el mundo. La causa de toda esa incompetencia espiritual es la ausencia de regeneración espiritual. No es consagración de lo que carece sino de la obra primaria del Espíritu en el corazón. Ahí nace el cristiano, ahí nace la salvación. Se le llama regeneración; porque la palabra significa nacer otra vez. El primer nacimiento se lo debemos a Dios, el segundo también. Dios deposita su esperma en el corazón y allí germina una vida nueva. La regeneración no es más que el resultado de la entrada del Espíritu en el alma, convirtiendo al pecador, desde ese momento, en su recipiente y vaso. El Espíritu se encarga a partir de entonces de realizar la salvación, perfeccionarla y concluirla.
Una obra maravillosamente operada por Dios en su amor, que como tiene que ver con la restauración de la imagen divina en el alma humana, Pablo llama renovación. La palabra también se usa en Ro.12:2 , la renovación de vuestro entendimiento. Su significado es regresar y otra vez; nuevo, como dice Vine's Expository Dictionary, no reciente pero diferente. Una renovación que, aunque es algo nuevo, lo que logra es crear una imagen nueva, la de Cristo y restaurar la antigua. Coloca al hombre en su mejor punto, el del principio, un punto de perfección. Es un regreso, una repetición. ¿Pudieras definir tu cristianismo en esa dirección, como algo nuevo que te pasó?
Demos un paso más para ver algo que es importante en la profesión de nuestra esperanza. La renovación es fácilmente identificable, porque el apóstol dice que recibió el Espíritu abundantemente por Jesucristo (v.6). La expresión no es precisamente una alabanza, sino más bien la conciencia satisfecha de haber recibido una renovación tan grande, que tantos pecados hubiesen sido lavados y que la imagen nueva fuese tan evidente. La abundancia de ese Espíritu, aunque hay quien lo conecta con la concesión de los dones, yo lo mantengo atado sólo al texto y éste de lo que viene hablando es de la renovación.
¡Oh si hermanos! ¡Abundancia de salvación! o como dice específicamente el texto que fue derramado ricamente. ¿Recuerdas como aquellos discípulos de Éfeso a los cuales halló Pablo y les preguntó si habían recibido el Espíritu o no? No lo habían recibido. No eran cristianos. Amado, quizás tengas que preguntarte si has recibido el Espíritu o no. Si tu salvación no se nota, trata de saber si eres salvo. Es una fortuna lo que uno recibe con esa renovación, con la regeneración, con la recepción del Espíritu. Yo me alegro que sea ahí donde se diga. Hay quienes se sienten afortunados por los muchos dones y su excelencia y agradecen justamente al Espíritu que se los haya concedido. Otros le ensalzan porque los espíritus se les sujetan y miran al cielo con gratitud porque los ha convertido en eficaces instrumentos de su gracia; pero yo no me gozo tanto con eso como saberme y sentirme salvo. Pensar que el Señor tuvo misericordia de mí, que accedió a perdonarme, a blanquearme, quitar mi imagen diabólica y colocar en su lugar la de Cristo. Bendigo al Señor por esa fortuna y no me preocupa nada más. Si el Señor prescinde de mi uso no me agravia porque estoy satisfecho con que me haya hecho un receptáculo de su Espíritu y cambiado el giro de mi vida orientándola hacia la eternidad.
Difícil camino al perdón
Tit. 3:7,8
“Para que justificados por su gracia, viniésemos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida eterna. Palabra fiel es esta, y en estas cosas quiero que insistas con firmeza, para los que creen en Dios procuren ocuparse en buenas obras. Estas cosas son buenas y útiles a los hombres”.
Decir salvos (v.5), es decir renovados en el Espíritu, pero también es decir justificados por su gracia (v.7). No hay que extrañarse de eso, porque habiendo dicho anteriormente que no somos salvos por obras de justicia parece que se siente obligado a dar una aclaración, aunque no haga falta porque Tito lo sabe bien. Para nosotros está bien que lo haya hecho y no pensemos sólo en una o dos doctrinas cuando se habla de salvación. Si ella es una riqueza del Espíritu y la gracia es multiforme, hay muchos aspectos doctrinales para tratar sobre la salvación, pero la justificación por la gracia es como aquel viejo río llamado Pisón que rodeaba la tierra de Havila donde había un oro muy bueno acompañado de minas de bedelio y ónice.
La justificación por la gracia es uno de los brazos más importantes que recorre el río de la salvación, por donde pasan las aguas de sus letras acarician oro y piedras preciosas. La justificación en Pablo es el nervio de su mensaje evangelístico a los gentiles, aparece en sus epístolas una y otra vez, acercarse a ella es enriquecerse y transitar por su camino es poder ir recogiendo una fortuna. Todo es joya, oro y agua cristalina.
Veamos el largo camino hacia la justificación. Ya había probado salvarse por la justicia propia que es por la ley y no había podido, por la manifestación del amor y bondad de Dios había descubierto su propio corazón con todas las honduras de su impiedad, aprendió que necesitaba ser justificado de sus pecados para obtener la salvación. No podía imaginar ser salvo sin que se le otorgase perdón. ¿Ves que simple es y cómo se confunde? Ser salvo es recibir perdón, esa es una bendición fundamental; desde ahí, alguien que esté buscando la vida eterna no debe pasar hasta que lo halle. La justificación es el perdón, pero a él se llega después de un desarrollo de situaciones en el corazón. Pablo alcanzó la justificación, pero no sin que antes las condiciones en su mente y alma fueran creadas. La certeza de su corrupción fue vital (v.3), la revelación del amor y la bondad de Dios (v.4), también la desesperación de que no puede hacer algo para salvarse (v.5), porque llegó a la conclusión de que en sus obras no habría jamás ningún mérito que lo ayudase siquiera a que se le perdonara. A todo ese monto salvaje y necesario de descubrimientos llegó porque fue regenerado, entró el Espíritu en él renovándolo para que fuese consciente de ello. Hasta ahí estaba salvado, pero le faltaba algo más, poner en orden su estado legal, y es cuando, ya con fe y arrepentido implora el perdón y lo recibe.
¿Te parece difícil la salvación? Lo es. Es difícil para cualquiera, imposible, pero se obtiene por gracia, porque Dios mira a uno con misericordia para reconciliarlo consigo mismo. Obtener el perdón divino es algo muy difícil, la criatura no puede hacer nada para obtenerlo y Dios tiene que hacer mucho. Cuando se le pide el perdón a Dios de nuestros pecados se le pide mucho. No puede él decir, sí, toma aquí lo tienes. Dios no puede mentirse a sí mismo, no puede perdonarnos si no crea en nosotros un sentimiento de aversión hacia el pecado, una desesperación de nosotros mismos. Y para ello tiene que entrar en nosotros, humillarse en condescender hacernos sus casas. ¿Sabes que somos la casa de Cristo?
¿Estás buscando el perdón? ¿Por qué fase vas? ¿Estás implorándolo sin sentirte culpable? ¿engañándote con que lo puedes obtener por obras de justicia? ¿Podrás estar seguro de ser salvo sin estar seguro si estás perdonado o no? Si llegas a la justificación llegas a la absolución, entonces puedes tener, y sólo entonces, la esperanza de la vida eterna.
Estas palabras (v.8), son especiales para Tito, son como un colofón sobre la salvación, van dirigidas al hombre, al ministro, el que está encargado de velar porque ello se lleve a cabo. Tanto para que los que son hermanos comprendan el tamaño tan enorme que ha tenido la salvación y alaben la bondad y el amor de Dios, pero también para los pobres pecadores perdidos, porque ellos para ser salvos tienen que oír el mensaje, pero ¿cuál mensaje? ¿Un mensaje que hable de méritos humanos, de justicia inherente, que les halague sus vanidades? ¿O el que les descubra sus propios corazones y les muestre la piel de Adán?
En las palabras del apóstol veo que él le dice al ministro que le haga ver a los perdidos que no tienen esperanza en otra forma de salvación, le dice “palabra fiel es esta”. Eso es como un sello de seguridad y veracidad, es un aseguramiento de lo que dijo anteriormente, que ocurre cuando uno se salva y tiene que ocurrir para ser salvos. No lo hay, dos caminos, dos verdades, dos vidas. Hay uno solo, hay una sola puerta. Un único modo de salvación. No se puede ser salvo escapando por muchas puertas, tomando muchos caminos. Sólo hay un camino de Sodoma a Zoar, tomar otro es exponerse a juicio. Hay una sola puerta, saltar por encima de la cerca es ser tenido como ladrón.
Cuando el apóstol dice que “insistas con firmeza”, quiere decir, que las repitas una y otra vez, muchas veces, continuamente, con frecuencia, porque las cosas que tienen que ver con la salvación tienen que repetirse y con exactitud. De ningún modo yendo de un sitio a otro ni siendo obscuros. Sí, por amor y por piedad de los perdidos, no tienen otras alternativas. La solución para ser perdonados les es difícil, pero es la solución.
Cuestiones necias
Tit. 33:9-11
“Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho. Al hombre que cause divisiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido y está condenado por su propio juicio”
El apóstol le orienta también en la enseñanza, de lo que debe apartarse, tanto lo que no debe enseñar como lo que tiene que evitar verse envuelto. Esa es una de las cosas que veremos, pero también qué hacer con los que persisten en desarreglar y dividir la iglesia. Vamos al punto. Algunos no nacimos con espíritu apologético, sin embargo, como se nos ha pedido que enseñemos la verdad, a menudo tenemos que combatir el error y sin desearlo abandonamos nuestro pacifismo para estar envueltos en recias discusiones, que es una traducción de la palabra cuestiones. Sin embargo, aquí no se le alienta a discutir con aquellos judaizantes sino más bien evitar las discusiones con ellos. En este caso propiamente dicho, tratándose de genealogías y cuestiones de la ley más bien lo que tenía que hacer era darle las espaldas e irse.
O todavía mejor es tomar esa recomendación como no enseñar a la iglesia, no entretenerla en ese tipo de disputas y asuntos menores y sin provecho alguno. Me parece que esto cuadra mejor con el contexto.
Habiendo tantos puntos importantes que tratar, ¿qué provecho podría traer a los simples hermanos, tan necesitados espiritualmente que su pastor los condujera por entre miles de nombres tratando de hallar parentescos y cabezas de familias? ¿Qué bendición y aprovechamiento del tiempo puede haber en fulano engendró a mengano y mengano engendró a zutano? Todas esas genealogías seguramente que en su tiempo fueron importantes por causa de la salvación que habría de venir, para preservar el sacerdocio, para identificar al Mesías; pero ya habiendo pasado todo eso ¿qué valor tienen? ¿Qué valor espiritual pueden hoy prestarnos si ya Dios nos ha dejado sólo la del Cristo? Y ni la misma del Señor ¿no hay textos mejores para sermones y estudios que las dos genealogías? Aunque yo las he expuesto cuando comentamos Mateo
La Biblia toda es importante, pero hay algunas cosas que son más que las otras; las que más aprovechan son las que tienen que ver son la salvación. Oí en estos días a una hermana asombrada decirme que escuchó a un predicador en la radio que por tres domingos consecutivos ha estado hablando sobre el origen pagano del árbol de navidad.
Está bien que los hermanos conozcan esas cosas, ellos pueden leerlas por sí mismos, lo mismo que la Ley, pero como ella, fueron entregadas por Dios con otro propósito, revelar el pecado. Y esta inversión de lo más importante la siguen algunos hoy y hacen con la Biblia especiosos estudios sobre la malicia de la carne de cerdo, lo enervante que se considera una taza de café, la longitud de la ropa femenina, el cabello crecido, la transfusión de sangre y el sábado. ¿No es la fe, el arrepentimiento, el cielo, el infierno, el alma, el perdón, cosas más jugosas y edificadoras? Si no hubiera piedras preciosas se puede edificar la casa con lo que uno encuentre a su paso, pero si se tiene oro, plata y rubíes, no hay porqué usar la paja.
La Biblia debe ser leída toda, pero como el tiempo apremia, debemos insistir solamente en lo que aprovecha. Si algo no es útil, puede ser pospuesto indefinidamente. Del mismo modo, si algún compañero nos convoca a las afuera de Éfeso para orar y despedir su ministerio en esa región, ¿cómo agotarnos discutiendo sobre filosofías, sobre los estómagos de los vacunos, la mirada fija de los ángeles, su número de alas o sobre política exterior?
El apóstol no sólo orienta a Tito sobre lo que debe evitar personalmente y en la congregación, lo que no debe usar como material de enseñanza. ¿Cómo juzgaríamos algunas producciones literarias que nos envían para que las usemos en la instrucción de la congregación? Además, le da un consejo eclesiástico, para que sepa cómo manejar una situación enojosa que se presente con un divisionista, “al hombre que cause divisiones”. Supongamos primero que alguno, descontento con la política del pastor en no enseñar esto y esto otro se insubordine y quiera por sí mismo agrupar algunos para que le oigan lo que según él sí es importante. ¿Qué hacer? Está en orden la amonestación. El pastor mismo puede empezar, algún anciano, un diácono u otro hermano. Hay que hacerle ver su… ¿pecado? ¿Llamaríamos pecado a su actitud desobediente? No se trata de inmoralidad, ningún pecado de la carne se le adjudica, sin embargo, con respecto al divisionista (la palabra es hereje, un autócrata, que obedeciéndose a sí mismo se alza contra el gobierno de la iglesia).
Indudablemente que su posición divisionista, aunque no sea carnalmente inmoral tiene que ser tenida como pecado porque las mismas palabras que Pablo usa para este caso lo evidencian, deséchalo, pervertido y condenado. Y expresamente él lo dice, “peca y está condenado”.
Cualquiera que intente de un modo o de otro contra la unidad de la iglesia peca, está pervertido o descarriado. La palabra significa, virar al revés, torcer, pervertir. El que divide la iglesia está torcido y busca torcer a los demás, está al revés y pretende poner las cosas al revés. A menudo son, amados, pequeñeces bíblicas, cosas con poca importancia, cuestiones necias como genealogías, y materias sin provecho a las que aferrándose algunos acaban dividiendo o intentando la división de la congregación.
Cuando se llegue a la disciplina, porque eso es lo que significa ;deséchalo;, no tenerlo como hermano, separarlo de la comunión de los santos, cuando se llega a eso se habla de la condena de la iglesia. Es cierto que la iglesia hizo juicio, disciplinó. Pero esa persona que dividía el rebaño ya estaba condenada en su propia posición, en sus propios criterios, en su propia mentalidad. Eso es lo que significa la palabra, autokatákritos, condenado por el juicio de uno mismo, o como decimos “y está condenado por su propio juicio”. Fue él mismo quien se condenó, la iglesia lo que hizo fue procesar su sentencia y ponerlo aparte.
Son momentos muy difíciles para la iglesia, para el pastor y para los amigos y familiares de aquellos que, torpemente, por cuestiones necias, ponen en peligro la unidad del cuerpo de Cristo y hay que desecharlos.
Obreros conocidos y desconocidos
Tit. 3:12-15
“Cuando envíe a ti a Artemas o a Tíquico, apresúrate a venir a mí en Nicópolis, porque allí he determinado pasar el invierno. A Zenas intérprete de la ley, y a Apolos, encamínales con solicitud, de modo que nada les falte. Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto. Todos los que están conmigo te saludan. Saluda a los que nos aman en la fe. La gracia sea con todos vosotros. Amén”.
No tengo mucho que decir de los versículos restantes, de aquellos que en nuestras versiones se llaman nstrucciones personales; pero algo quizás podamos sacar de beneficio para nuestras almas. Leámoslos primero.
Hermanos, cuando leímos la epístola a los Filipenses aprendimos que Pablo habla de aquellos cuyos nombres están en el libro de la vida. Sabemos que no son tres o cuatro nombres los cuales están escritos en la memoria de Dios sino millones y millones, conocidos antes de la fundación del mundo. La historia, ni la bíblica ni la secular han archivado en sus páginas todos los nombres de aquellos hijos y siervos del Señor que han luchado por el adelanto del reino de Jesucristo. Han laborado, han gemido, han padecido pero que sin embargo no ha habido tiempo ni espacio en los escritos sagrados para reconocerlos a todos. Todo el pasaje de He. 11, a partir del v.32 va dedicado a esos brillantes y sacrificados hermanos y hermanas que han pasado anónimamente frente al mundo.
¿Quiénes fueron esos que por la fe…taparon bocas de leones, apagaron fuegos impetuosos, sacaron fuerzas de debilidad, experimentaron vituperios, azotes, cárceles, erraron angustiados cubiertos por pieles de ovejas, escondidos en las cuevas y obscuras cavernas de la tierra?
No podemos dar sus nombres, la historia no los biografió, pero el Señor los conoce y él no es injusto para olvidar la obra de sus manos (He.6:10).
Digo esto porque si ustedes notan hay por lo menos dos nombres, Artemas y Zenas de quienes casi no sabemos nada. Sin embargo, eran dos misioneros, hombres en los cuales Pablo confía, siendo evidente que siente por ellos un gran cariño y aprecio por sus labores porque dice “encamínales con solicitud” (v.13). ¿Verdad es que, aunque estemos totalmente conscientes de la pequeñez de nuestra contribución a la causa de Cristo sabemos que no lo hacemos de balde? ¿No es cierto que lo hacemos para él y que el pensamiento que Dios lo aprecia es nuestro constante estímulo? ¿Has pensado eso, que al Señor le gusta lo que haces en su servicio? ¿Sentimos regocijo cuando pensamos que el Señor elige los nombres de otros, cuyas obras han sido superiores a las nuestras, para que sean de inspiración en la historia eclesiástica?
Escojamos uno de esos nombres Zenas. Sabemos más o menos ahora lo que estaba haciendo, cumpliendo una misión apostólica extendiendo el evangelio. Eso está bien, pero además era un misionero pobre por cuanto el apóstol pide que se le ayude con alojamiento y recursos para que continúe su gira misionera. A Zenas se le nombra como intérprete de la ley. Unos dicen que era un abogado del derecho romano y otros un pobre escriba. Aunque prefiero pensar que era lo segundo; si hubiese sido lo primero, ¿no hizo una gran renuncia de profesión, quedándose sin salario para trabajar por Cristo? Y si era un docto en la ley de Moisés, ¿no vemos que continuó siendo pobre porque en su ministerio no tomó el camino del error del lucro de Balaán?
Sin embargo, hay algunas cosas más con respecto a la obra, que leyendo estas orientaciones podemos deducir. Una de ellas es que la iglesia local debe tomar en serio la obra misionera. Cuando Pablo, refiriéndose a Tito le dice, que los encamine con solicitud de modo que nada les falte, aunque le pide que de lo suyo él personalmente coopere, le dice que la iglesia en Creta también, viéndolo a él como ejemplo, aprenderán a sostener a los necesitados, especialmente a los misioneros (v.14). No es sólo, hermanos, nuestro compromiso con la obra local, sino también con la extranjera.
Y, en segundo lugar, que la obra en cualquier sitio siempre debe tener al frente algún ministro. Pablo no le pide a Tito que deje a Creta hasta que llegue a ocupar su puesto un nuevo siervo, sea Tíquico o Artemas (v.12). No se trata de renunciar e irse sin hacer algo y dejar que otro llene el puesto vacante. Las iglesias sufren cuando pasan mucho tiempo sin poder hallar un obrero para que las dirija.
No hay comentarios:
Publicar un comentario