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domingo, 5 de octubre de 2025

Cartas Generales

 


Hebreos       

“El propósito de la carta. Esta magnífica carta a los Hebreos fue escrita a un grupo de cristianos del primer siglo que estaban en peligro de apostasía. Está muy claro para cualquier lector que ella revela que los cristianos judíos estaban pasándola mal. Muchos de ellos habían estado expuestos a la persecución, físicamente asaltados, sus hogares robados y algunos habían sido puestos en prisión por causa de la fe, y también otros habían sido ridiculizados en público debido a su confianza en Jesucristo (10:32-34). Muchos de esos judíos cristianos habían recibido la adversidad con gozo, pero otros se habían vuelto atrás de su afiliación a Cristo convirtiéndose en apóstatas. Sin ir muy lejos algunos se encontraban en peligro de comprometerse. La carta apela a todos los creyentes severamente probados a mantener firme el ancla de la fe y sujetos a la verdad para mantener su confianza en Cristo, y los alienta a continuar hacia la madurez y a una estabilidad cristiana (2:1; 3:6; 6:1).

“Desde muy temprano en la historia cristiana el autor de esta epístola ha sido desconocido. Animados con esta situación muchos lectores pudieran considerar que se trata de una obra escrita por el apóstol Pablo. No obstante, como el título no aparece ni siquiera en un solo manuscrito, y mientras pudiera ser que hubiera sido el apóstol Pablo, es muy difícil probarlo. Se ha argumentado que, por el estilo literario, los argumentos teológicos y la presentación del material todo indica la posibilidad de otro autor primitivo de la iglesia cristiana con una forma diferente. Calvino es uno que no encuentra razón para asegurar que se trate del apóstol Pablo (afirmando que podía tratarse de Clemente, de Apolos u otro).

“Si Pablo llegase a ser considerado como su posible escritor, entonces uno debe prestar atención a los argumentos desde Tertuliano y los Novacianos, quienes han creído que el autor fue Bernabé, aquel hombre bueno que se menciona en el libro de los Hechos (11:24). También algunos del tercer siglo de la era cristiana también han sugerido que fue Lucas su autor, y como ya he dicho también han considerado a Clemente de Roma. La epístola pudo haber sido escrita alrededor del año 96 d. C., o la mitad del segundo siglo. Posiblemente Apolos pudo haber sido un buen candidato para ser el autor. Martín Lutero estaba convencido que aquel hombre que era elocuente de Alejandría, bien versado en las Escrituras (Hechos 18:24) pudo haber escrito Hebreos” (The Bible Speaks Today).

 

Notas

He. 1:1

"Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas". ¿Puedes decir, que Dios te ha dirigido la palabra sólo un par de veces en toda la vida, o lo ha hecho muchas veces? ¿No has oído la voz de Jesucristo? Nota que el autor de Hebreos comienza presentando a Jesucristo como la revelación de Dios, o mejor dicho, alguien superior a los profetas porque es el "Hijo" (v.2). En todo el resto del capítulo y aun del libro, el tema de la superioridad de Cristo es preponderante. Ya lo veremos.

He. 1:2

"...en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas...". Hebreos comienza con Jesucristo y termina con él (13:20,21). Oh Dios, si yo pudiera conocer a Jesucristo como aquellos hermanos. Si Cristo es "heredero de todo", ¿cómo he de ser pobre? Somos coherederos (11:9; Ro.8:17).

 

Jesucristo, la última palabra para el mundo

He. 1: 2,3

1Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

2en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” ¿Sabes quién es el que murió por ti? El Logos de Dios, el Verbo, la Palabra hecha carne, su voz creadora y quien sustenta toda la creación (Col. 1: 15-17). Quien murió por mis pecados no fue un simple judío de oficio carpintero, sino el eterno Verbo de Dios la última palabra suya para el mundo. En Cristo todo era resplandor, no sólo su faz como Moisés, no sólo sus vestidos, sino su cuerpo perfecto, su voz y su personalidad.  Era la viva imagen de Dios, su misma estampa, su copia exacta, por decirlo estrictamente. Y nosotros, copias de él.

 

No es lo mismo decir Miguel que decir Jesús 

He. 1:4

"...siendo mucho mejor que los ángeles, por cuanto ha heredado un nombre más excelente que ellos". "Hecho" no quiere decir que Jesús fue "creado" porque de lo que habla es de rango, de posición de ubicación en los cielos, de esplendor y majestad, de su purificación, de su gloria, de su Nombre; la palabra está relacionada con una posición y no con una esencia. Estando por encima de todos los ángeles (o "en forma de Dios", diría Pablo) se puso por debajo de ellos por causa de su misión salvadora para luego volver a ascender y situarse junto a Dios. No es lo mismo decir: Gabriel, Miguel, o María, o Guadalupe, que decir ¡Jesucristo!; ellos son criaturas, venidos al mundo por cópula entre un hombre y una mujer, Jesus no, por medio de los ángeles Dios ejerce su providencia, pero Jesús es la providencia misma, él es el único mediador entre Dios y los hombres, ellos no, y a ninguno otro se debe orar, o rezar. Jesús es el único sumo sacerdote para siempre, ellos no, él es el Salvador, ellos no. Él es la imagen misma de la sustancia divina y sustenta todas las cosas con la palabra de poder (Col.1:15), ellos no. La diferencia es infinita. Mejore su cristianismo con estas verdades. Y feliz navidad.

 

Tránsito hacia la cruz

He. 1: 1-4

“Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas, en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo. Él es el resplandor de su gloria y la expresión exacta de su naturaleza, y sostiene todas las cosas por la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, siendo mucho mejor que los ángeles, por cuanto ha heredado un nombre más excelente que ellos”.

Estas palabras son demasiado hermosas para ocurrírseles al corazón de un hombre. Por un lado presenta una definición teológica de Jesús al cual llama Hijo de Dios, y por el otro es una definición experimental; llena de misterio y revelación, y de admiración hacia Jesús; que es el retrato de Dios, resplandeciente, todopoderoso, dueño del mundo y rey celestial; purificador de nuestros pecados, superior a los ángeles, y todo eso por su tránsito a la cruz.

He. 1:2, 4, 14

Nota la palabra "heredero". Las dos primeras veces se refiere a nuestro Señor dando por sentado que Dios le dio como herencia el mundo, pero en el v. 14 la palabra está en plural "herederos" seguido de la palabra salvación; o sea que somos herederos, conjuntamente con Cristo, de todo lo que él ganó. Y fue mucho lo que él ganó, muchísimo.

 

Los ángeles son defensores de pensamientos e ideas fijas

He. 1:5, 13, 14

"¿No son todos ellos espíritus ministradores, enviados para servir por causa de los que heredarán la salvación?". Compara a Cristo con los otros hijos de Dios, los ángeles a quienes rendían culto (Col. 2:18). Hebreos compara al Señor con Moisés (3:3), Abrahán (7: 1-4), al sacerdocio levítico (7:3, 4, 11, 15). Hebreos es el libro sobre la superioridad de Cristo y tratando de evitar la apostasía de la comunidad judía les dice: ¿Dejarán lo mejor por lo inferior?  Señor,  ¿a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna? La argumentación es suficiente para demoler el culto a los ángeles. Aún los ángeles son enviados para socorro de los herederos de la salvación. Yo sé que los ángeles existen no porque me hayan ayudado fortaleciéndome en el púlpito, sobre el monte o en el Mar de Galilea sino en mi huerto, cuando sudé sangre, cuando la copa que tengo que beber es amarga, o sea la voluntad de Dios. La inspiración de mis palabras me las da el Espíritu y ellos escuchan o “anhelan mirar” lo que digo. La revelación última es por el Hijo. Conozco a los ángeles, y bendigo a Dios por el ministerio encargado a ellos, para defenderme de la inyección de malos pensamientos, ideas fijas, y asedios del maligno, para curar mis heridas, es decir, en el terreno de combate. Agradezco a Dios y le doy gracias, y no oro a ellos, que sólo cumplen órdenes y misiones. El ministerio terrenal de los ángeles principalmente es de combate, participar en alguna forma de lucha del cristiano, fortaleciéndolo como a Jesús; la adoración a Jesucristo es tan antigua como su venida al mundo y nuestros hermanos lo comprendieron, y postrados lo adoraron. No adoramos en él a otro Dios sino al mismo.

 

La distancia entre los ángeles y Jesús es sideral 

He. 1:4-14

"Pero del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, es por los siglos de los siglos, y cetro de equidad es el cetro de tu reino". Estos textos de la Escritura, unos se refieren a hombres y otros a Dios; y hay que usar una fina discreción para explicar su uso por el autor de Hebreos y aplicarlos a Cristo. Sin que se escandalicen de mi observación, ¿no hubiera sido mejor no probar por la Escritura que el Hijo era superior a los ángeles que desentrañar desde ella ese sentido? ¿Por él mismo? Jesús es un misterio y aunque está indicado dentro de ella y los profetas se daban cuenta que hablaban de él, ninguno pudo verlo con claridad. Jesús es una nueva revelación e ir a sus señales e indicaciones para argumentar a su favor es tomar lo que es inferior en revelación para probar lo que es muy superior. Cuando uno lee argumentos neotestamentarios "escriturales" a favor de Jesús, siempre se queda con un sabor de insatisfacción y presiente que la Escritura es insuficiente para dibujar, describir o definir a Jesús. Jesús es más que la Escritura y él lo comprendió cuando dijo "mas yo os digo". A los profetas les "vino palabra de Jehová" pero Jesús es la Palabra de Jehová, hecha carne. El Verbo. Aunque sea válido usar las sombras y los tipos suyos en la Escritura para probar algo referente a él, son sólo sombras e innecesariamente usadas que bien se pudieran prescindir de ellas, si no somos judíos del siglo primero. Jesús es el más, "más que Salomón, más que el templo"; excede al judaísmo. Jesús se interpreta a sí mismo, él hace exégesis de sí mismo, es su propio exégeta; y el Paracleto, el Espíritu Santo, luego de la ascensión del Señor, es su mejor intérprete. Es demasiado grande para probar mucho o gran parte de él por medio de odres viejos y paños antiguos. Si quieres conocer a Jesús oye lo que él dice de sí mismo y lo que probó con sus obras. Conoce a Cristo más por la obra suya y por sus propios labios. Jesús es, definitivamente, superior a todo. Él es ese todo. La distancia entre los ángeles y el Hijo es sideral, en esencia y rango.

He. 1: 8-10

"Pero del Hijo dice: Tu trono, oh Dios". No cabe duda que palabras dichas de Dios son aplicadas a Jesucristo. No se escondían para decirlo, no lo susurraban en un rincón, era parte de la argumentación teológica de la iglesia, porque  lo que correspondía al Padre, también al Hijo. No hallaban ninguna contradicción en eso. Dios era Dios y Jesucristo su Hijo en quien habita la plenitud de la deidad.

 

Exposiciones 

 

Señor, bendice el estudio de esta epístola y permíteme terminarla en santidad y reverencia, henchida mi alma con las bendiciones tuyas, gozoso, y que sienta que la bendición también acompaña a los hermanos que la escuchen. Amén. Burtonsville, 9 de Mayo de 2000. Pembroke Pines, 29 noviembre 07. Terminada en P.P. 8 enero 09.

 

Introducción

 

Forma Literaria

 

"Aunque comúnmente se le llama epístola a los Hebreos, importantes características de lo que es una carta aquí se encuentran ausentes. Pero aunque no se puede asegurar que se trate de una carta existen al menos, indicaciones que fue el documento dirigido a un grupo especial de lectores, y no para un público cristiano en general. Los destinatarios debían ser ya maestros (5: 12). El autor piensa visitarlos (13: 19, 23). Tiene buena opinión de ellos (6: 9). Le pide oraciones (13: 18) y les da noticias de Timoteo un amigo mutuo (13: 23). El escritor recuerda "los días pasados" (10: 32) y les recuerda las persecuciones que sus amigos han sufrido (10: 32; 12: 4), la generosidad hacia otros creyentes (6: 10), y con el alto espíritu cristiano con que soportaron el despojo de sus bienes. Conoce la actitud de ellos hacia sus líderes (13: 17). En vista de todo eso se deduce que el autor sabe bien que se está dirigiendo a un grupo especial de cristianos y que no muchos calificarían para la posición de maestros.

Además, el autor conoce bien las necesidades del grupo al cual se dirige. Desea que ellos progresen hasta el nivel de maestros (5: 12), de modo que puedan evitar la apostasía (6: 4...). La carta en algún punto al menos parece un sermón de modo que habla de "la palabra de exhortación" (13: 22; Hch. 13: 15, "he escrito brevemente" al final de 13: 22).

 

Destinatarios

 

 “El título "a los Hebreos" es mencionado por Panteneo y por Tertuliano. Se encuentra en los manuscritos más antiguos. Algunos han objetado que este tratado es anónimo, pero, si se le quita el nombre a estos destinatarios ya no se encuentra ningún otro. No hay duda, que, la carta fue escrita a un grupo de judíos. El punto de vista tradicional es que se trataba de judíos cristianos, aunque algunos modernos han llegado pensar que eran gentiles. Pero la forma litúrgica judía con que la epístola atraviesa el A. T. hace que se rechace esa teoría, aunque existe (2:16), con que Jesucristo no socorrió a la descendencia de Abraham, o que Jesús es superior a Moisés (3:1), todo eso tiene que ver más con judíos que con gentiles. Aunque el estilo es de un griego elegante no hay base para pensar que no se trate de un judío que escribe a judíos. Según clemente de Roma en una carta dice que los destinatarios se encontraban en Roma por cuanto envía saludos de esos italianos que se hallaban fuera de la ciudad (13:24), lo cual es mejor pensar que simplemente un grupo de origen italiano.

 

El Autor

 

“La epístola ha sido citada por Clemente de Roma y también por Policarpo, y en Hermas, lo que hace pensar que es bien temprana en la historia cristiana. Clemente fue el primero que ha dicho que su autor era Pablo que la escribió en hebreo y su amigo Lucas la tradujo al griego. Pero no se presenta argumento sostenible para este punto de vista. El lenguaje y los pensamientos son diferentes a los de Pablo. El griego es pulido mientras que Pablo es vigoroso y rudo. Lo argumentos de Hebreos se mueven dentro de un sistema levítico que Pablo jamás cita. Ninguno de los escritores antiguos menciona su autor, que debe haber sido un cristiano de la segunda generación (2: 3). Tertuliano pensó que su autor fue Bernabé, pero esto no se puede sostener. Lutero sugirió que su autor fue Apolos, que era un hombre elocuente (Hch. 18:24). Apolo era de Alejandría donde se desarrolló el sistema simbólico de interpretación y él conocía bien la Escritura. Puede considerarse como un posible autor, pero no más" (The Expositor's Bible Commentary, Frank E. Gaebelein).

Supongo que es anónima porque sustancialmente es una defensa a la teología paulina ante los estrictos judaizantes. Los judíos en este tiempo fueron los que perseguían a la iglesia. Apocalipsis que tiene un contexto semejante, cuando no el mismo, su autor pudo haber usado el pseudónimo de Juan, y de cierto escondió su mensaje de juicio dentro de muchos símbolos, pero en Hebreos ningún autor endorsa su trabajo, lo cual hace pensar que el documento es de época bien temprana. Eso daría cierta fuerza a las opiniones que su autor pudo ser el consolador Bernabé que en esencia concordaba con el pensamiento del apóstol a los gentiles, pero sentía miedo a los representantes de Jacobo o Pedro, o el médico Lucas, que en cuanto al documento literario pudo haber sido él por lo bello de su griego; y en cuanto a su contenido, no sé si siendo griego pudo ser tan versado en el judaísmo y el despliegue de conocimientos sobre la liturgia levítica que despliega.

La epístola se piensa que fue escrita por los años 62-63 de nuestra era, y que tiene por objetivo establecer el sacerdocio único de Jesucristo. Cierto es; y sin imponerlo a los hermanos hebreos, exhortarlos para que no lo abandonen y se vuelvan a las ceremonias. Es un bien intencionado y colosal esfuerzo para atraer a los hermanos la fe que parece que entre ellos peligraba.

Sobre su autor. Unos afirman que es Pablo, otros Bernabé, Lucas, etc.  Aunque no se pueda asegurar el uno o el otro, su autoridad apostólica es evidente y su argumentación tiene esa categoría. Sus destinatarios hebreos parecen ser una comunidad hebrea determinada o los hebreos cristianos del mundo entero. No es importante averiguarlo; el contenido sí que es importante para saber cómo tratar las ceremonias y la Antigua Dispensación.

Oremos a Dios para que bendiga nuestras exposiciones por el Nombre de Aquel a los pies de quien las aprendo y las dispongo. Amén.

(He. 13:19), “Y más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto”. “Esto es, oren por nosotros, que, estando capacitados para completar la obra que Dios nos ha encomendado hacer, seamos entonces capaces de visitarles. Es evidente, de esto, que la gente a quien escribió esta epístola, sabía perfectamente quién era el autor de ella; aunque no se encuentra ningún detalle, ninguna cosa en la epístola que dé a entender que el autor trataba de esconder su identidad, y como la epístola llegó a quedar anónima es imposible establecerlo con seguridad. Alguna vez he pensado que una parte del principio de ella pudo haberse perdido, y que de ese modo no solamente ella comienza sin un nombre, sino que lo hace abruptamente" (Clarke).

 

 

Notas

 

He. 1:1

"Dios, habiendo hablado hace mucho tiempo, en muchas ocasiones y de muchas maneras a los padres por los profetas". ¿Puedes decir, alma, que Dios te ha dirigido la palabra sólo un par de veces en toda la vida, o lo ha hecho muchas veces? ¿No has oído la voz de Jesucristo? Nota que el autor de Hebreos comienza presentando a Jesucristo como la revelación de Dios, o, mejor dicho, alguien superior a los profetas porque es el "Hijo" (v.2). En todo el resto del capítulo y aun del libro, el tema de la superioridad de Cristo es preponderante. Ya lo veremos.

He. 1:2

"...en estos últimos días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas...". Hebreos comienza con Jesucristo y termina con él (13:20,21). Oh, Dios, si yo pudiera conocer a Jesucristo como aquellos hermanos. Si Cristo es "heredero de todo", ¿cómo he de ser pobre? Somos coherederos (11:9; Ro.8:17).

 

Jesucristo, la última palabra para el mundo

He. 1: 2-4

2en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”.  Nadie sino un gran cristiano, culto y pulido escritor podría haber escrito esta hermosura. Estas palabras tienen el gusto y sabor del prólogo, de la pluma de Juan el apóstol. Un testigo ocular, que vio a Jesús. Lucas es un candidato para ser su autor, y por eso tiene cierto sabor paulino. Define al Verbo de Dios, sin usar esa palabra. La Palabra hecha carne, su voz creadora y quien sustenta toda la creación, similar a lo que dice el apóstol (Col. 1: 15-17). Quien murió por nuestros pecados, no fue un simple judío de oficio carpintero, sino el eterno Verbo de Dios la última palabra suya para el mundo. En Cristo todo era resplandor, no sólo su faz como Moisés, no sólo sus vestidos, sino su cuerpo perfecto, su voz y su personalidad.  Era la viva imagen de Dios, su misma estampa, su copia exacta, por decirlo estrictamente. Y nosotros, copias de él.

 

No es lo mismo decir Miguel que decir Jesús 

He. 1:4

"...siendo mucho mejor que los ángeles, por cuanto ha heredado un nombre más excelente que ellos". "Hecho" no quiere decir que Jesús fue "creado" porque de lo que habla es de rango, de posición de ubicación en los cielos, de esplendor y majestad, de su purificación, de su gloria, de su Nombre; la palabra está relacionada con una posición y no con una esencia. Estando por encima de todos los ángeles (o "en forma de Dios", diría Pablo) se puso por debajo de ellos por causa de su misión salvadora para luego volver a ascender y situarse junto a Dios. No es lo mismo decir: Gabriel, Miguel, o María, o Guadalupe, que decir ¡Jesucristo!; ellos son criaturas, venidos al mundo por cópula entre un hombre y una mujer, Jesus no, por medio de los ángeles Dios ejerce su providencia, pero Jesús es la providencia misma, él es el único mediador entre Dios y los hombres, ellos no, y a ninguno otro se debe orar, o rezar. Jesús es el único sumo sacerdote para siempre, ellos no, él es el Salvador, ellos no. Él es la imagen misma de la sustancia divina y sustenta todas las cosas con la palabra de poder (Col.1:15), ellos no. La diferencia es infinita. Mejore su cristianismo con estas verdades. Y feliz navidad.

 

Tránsito hacia la cruz

He. 1:1-4

1Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

2en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”. ¡Qué grandeza Señor!, Jesucristo es la misma voz con la cual se hicieron los cielos, la tierra y sus giros de rotación sobre un eje, imaginario, o mejor dicho sobre un Dedo no imaginario, y su lanzamiento dándole la vuelta a una estrella, llamada sol. Ella es el pensamiento de Dios, la imaginación de Dios, el amor y la sabiduría de Dios. Tres misterios, con una relación e individualidad sustancial entre ellos mismos. Mi pensamiento cae en un insondable abismo de dicha y admiración. ¡Qué bueno es haber nacido después de la encarnación del divino Jesucristo! Es el heredero del universo. Llama heredero porque es el “primogénito” de entre los muertos, el soberano (Col. 1:18; Apc. 1:5). Los ángeles tienen su resplandor, pero no igualan al de Jesucristo; ellos tienen su luz prestada, creada, pero Jesucristo la tiene de sí, aunque se despojó de ella cuando dejando “la forma de Dios” se hizo “semejante a los hombres” (Flp. 2:6), y es más excelente que todos ellos, por cuanto es “el primogénito de entre los muertos” (Col. 1:18) y por eso goza de la preeminencia. Se despojó de ella tomando forma de siervo. Estas palabras son demasiado hermosas para ocurrírseles al corazón de un hombre. Por un lado, presenta una definición teológica de Jesús al cual llama Hijo de Dios, y por el otro es una definición experimental; llena de misterio y revelación, y de admiración hacia Jesús; que es el retrato de Dios, resplandeciente, todopoderoso, dueño del mundo y rey celestial; purificador de nuestros pecados, superior a los ángeles, y todo eso por su tránsito a la cruz.

He. 1:2, 4, 14

2en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 4hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. 14 ¿No son todos espíritus ministradores? ¿enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación”.  Sí.  Si subiéramos por la escalera de Jacob hasta el último escalón, llegaríamos a la puerta del cielo, la puerta tiene forma de cruz y quien la abre tiene el costado traspasado y las manos con cicatrice de clavos. Un grupo de palabras que hacen, más fuerte, el latir del corazón, “ministradores, servicio, herederos, salvación”, en la cúspide.  Vivimos en los postreros días, que han de terminarse un día.  Nota la palabra "heredero". Las dos primeras veces se refiere a nuestro Señor dando por sentado que Dios le dio como herencia el mundo, pero en el v. 14 la palabra está en plural "herederos" seguido de la palabra salvación; o sea que somos herederos conjuntamente con Cristo de todo lo que él ganó. Nuestros nombres se hallan en su testamento, que es su memoria, y el libro de la vida (Apc. 20:12,15). Y fue mucho lo que él ganó, muchísimo.

 

Los ángeles son defensores de pensamientos e ideas fijas

He. 1:5,13,14

5Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás que ¿mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy?, y además “yo seré a ti Padre, y tú me serás a mí hijo” (paráfrasis).  13Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás, siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?  14¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”. Yendo hacia atrás en el texto, desde “herederos de la salvación”, los ángeles se hallan a favor nuestro y servicio, ninguno en contra (Jos. 5:13-15). Son, por mandato de arriba, siervos nuestros. Compara a Cristo con los otros hijos de Dios, con esos espíritus a quienes no se les debe hacer reverencia o  culto (Col. 2:18). Hebreos compara al Señor con Moisés (3:3), Abrahán (7: 1-4), al sacerdocio levítico (7:3, 4, 11, 15). Hebreos es el libro sobre la superioridad de Cristo y tratando de evitar la apostasía de la comunidad judía les dice: ¿Dejarán lo mejor por lo inferior?  Señor, ¿a quién iremos, tú tienes palabras de vida eterna? La argumentación es suficiente para demoler el culto a los ángeles. Aún los ángeles son enviados para socorro de los herederos de la salvación. Yo sé que los ángeles existen no porque me hayan ayudado fortaleciéndome en el púlpito, sobre el monte o en el Mar de Galilea sino en mi huerto, cuando sudé sangre, cuando la copa que tengo que beber es amarga, o sea la voluntad de Dios. La inspiración de mis palabras me las da el Espíritu y ellos escuchan o “anhelan mirar” lo que digo. La revelación última es por el Hijo. Conozco a los ángeles, y bendigo a Dios por el ministerio encargado a ellos, para defenderme de la inyección de malos pensamientos, ideas fijas, y asedios del maligno, para curar mis heridas, es decir, en el terreno de combate. Agradezco a Dios y le doy gracias, y no oro a ellos, que sólo cumplen órdenes y misiones. El ministerio terrenal de los ángeles principalmente es de combate, participar en alguna forma de lucha del cristiano, fortaleciéndolo como a Jesús; la adoración a Jesucristo es tan antigua como su venida al mundo y nuestros hermanos lo comprendieron, y postrados lo adoraron. No adoramos en él a otro Dios sino al mismo.

 

La distancia entre los ángeles y Jesus es sideral 

He. 1:4-14

4hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. 5Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? 6Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. 7Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. 8Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. 9Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. 10Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 11Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, 12Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán. 13Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 14¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”.

Estos textos de la Escritura, unos se refieren a hombres y otros a Dios; y hay que usar una fina discreción para explicar su uso por el autor de Hebreos y aplicarlos a Cristo. Sin que se escandalicen de mi observación, ¿no hubiera sido mejor no probar por la Escritura que el Hijo era superior a los ángeles que desentrañar desde ella ese sentido? ¿Por él mismo? Jesús es un misterio y aunque está indicado dentro de ella y los profetas se daban cuenta que hablaban de él, ninguno pudo verlo con claridad. Jesús es una nueva revelación e ir a sus señales e indicaciones para argumentar a su favor es tomar lo que es inferior en revelación para probar lo que es muy superior. Cuando uno lee argumentos neotestamentarios "escriturales" a favor de Jesús, siempre se queda con un sabor de insatisfacción y presiente que la Escritura es insuficiente para dibujar, describir o definir a Jesús. Jesús es más que la Escritura y él lo comprendió cuando dijo "mas yo os digo". A los profetas les "vino palabra de Jehová" pero Jesús es la Palabra de Jehová, hecha carne. El Verbo. Aunque sea válido usar las sombras y los tipos suyos en la Escritura para probar algo referente a él, son sólo sombras e innecesariamente usadas que bien se pudieran prescindir de ellas, si no somos judíos del siglo primero. Jesús es el más, "más que Salomón, más que el templo"; excede al judaísmo. Jesús se interpreta a sí mismo, él hace exégesis de sí mismo, es su propio exégeta; y el Paracleto, el Espíritu Santo, luego de la ascensión del Señor, es su mejor intérprete. Es demasiado grande para probar mucho o gran parte de él por medio de odres viejos y paños antiguos. Si quieres conocer a Jesús oye lo que él dice de sí mismo y lo que probó con sus obras. Conoce a Cristo más por la obra suya y por sus propios labios. Jesús es, definitivamente, superior a todo. Él, es ese todo. La distancia entre los ángeles y el Hijo es sideral, en esencia y rango.

 

He. 1: 8-10

8Mas del Hijo dice: Tu trono, oh, Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. 9Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. 10Y: Tú, oh, Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos”.  No cabe duda, que palabras dichas de Dios son aplicadas a Jesucristo. No se escondían para decirlo, no lo susurraban en un rincón, era parte de la argumentación teológica de la iglesia, porque lo que correspondía al Padre, también al Hijo. No hallaron ninguna contradicción en eso. Dios era Dios y Jesucristo su Hijo en quien habita “la plenitud de la deidad corporalmente” (Col. 2:9).

Aunque este tratado sea anónimo, o epístola si así se le quiere llamar, es una forma brillante que desde sus comienzos justifica la inserción de estas letras en el canon bíblico. Como se ha observado bien, esta introducción a los Hebreos es semejante al evangelio de Juan. La particularidad estriba en que dado los lectores hebreos y no gentiles el argumento inicial se refiere a los profetas, mencionando los padres de la nación judía. En la parte cimera de esta introducción se coloca al Hijo, no empleando la palabra Jesús ni Jesucristo, porque la deidad se halla al frente del propósito, y se le cataloga como la voz creadora del universo, que resultó ser encarnada para nuestra salvación. Es bellísimo lo que se dice de Jesús, que es la voz misma que construyó el universo con todos sus soles, estrellas, planetas, y principalmente la vida humana. Jesús, o sea, el divino Hijo, es el resplandor de la gloria de Dios. ¿Quién puede expresar una cosa tan bella si no alguien cuyo ministerio está impregnado por esa misma gloria? Jesús glorificado se halla en la cima del mundo a la diestra de la "Majestad" en las alturas. En cuanto a los ángeles, no necesariamente indica que los hebreos le adorasen, sino que sirve la mención nada más que como estatura y dignidad. Los hebreos, quiero decir los judíos, afirmaban rotundamente la comunicación con Dios a través de ángeles, y sus Escrituras se los había enseñado. Hace referencia al libro de los salmos, y de ahí extrae la comparación para demostrarles, o más bien para admirarlos, con la superioridad del Hijo, engendrado por el Padre en la eternidad y autor de la voz creadora del universo y todos sus mundos. Jesús, que ya he dicho que no lo menciona con ese nombre, y ahora en unos cuantos versículos tomados de la Escritura hebrea, introduce a sus lectores hebreos a sus mismas Escrituras, y afirma que es incomparable con una durabilidad perpetua; para cuando llegue el momento de la renovación universal y haya, cielos nuevos y tierra nueva, él no sufrirá cambio alguno en esa gigante renovación porque la trasciende. Si estos hebreos estuvieron fascinados por el ministerio angelical deben ser convencidos del ministerio de Jesús y su obra de salvación a favor de los herederos de su sacrificio, que será perdurable por la eternidad, aun cuando este universo como tal, envejezca y sea redimido de la maldición que ha traído la raza humana sobre él y sustituido, por cielos nuevos y tierra nueva, con hermanos y hermanas del Postrer Adán.

 

 

Exposición 1

 

La cristología ortodoxa del autor de Hebreos

 

He. 1:1-4   

1Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

2en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, 4hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos”.

 Esta introducción tiene parecido con el primer capítulo del evangelio de Juan y con el primero de Colosenses, presentando a un Jesucristo cósmico, o quizás con el discurso de Pablo a los filósofos griegos en Atenas, para luego sumergirse en la urdimbre de un formidable complejo de asociaciones de símbolos levíticos, como lo haría un experto escritor judío, un verdadero maestro de la ley convertido al cristianismo y ducho en el cumplimiento de todas esas espesas sombras. Es el libro que más habla sobre el judaísmo y el que menos de él contiene.

Observa que es la suprema revelación de Dios y que con él concluye la revelación, porque aún los profetas apostólicos no hablaron más que lo que los evangelios dijeron. Por tanto, los evangelios están por encima de sueños, visiones, éxtasis y declaraciones angelicales y revelaciones comunes del Antiguo Pacto. Y por ende no hay que esperar que nos vuelva hablar del mismo modo que ya lo hizo y se consumó en Jesús. Con Cristo todo quedó dicho y punto. Lo que Pablo hizo fue interpretar a Cristo, no más de lo que ya él había dicho y lo que escribió Juan en Apocalipsis no debe interpretarse como yendo más allá de Mateo 24 y Marcos 13. Son inadmisibles las revelaciones de la señora Helen White o el libro Mormón del señor Smith, o cualquiera otra forma de revelación. Jesús es la cumbre de la revelación, la última para estos postreros días. No son nuevas revelaciones las que hacen falta sino estudiar y creer lo que Jesucristo dijo.

Comienza con Jesucristo y seguirá con él por todo el libro mostrando su superioridad sobre los profetas, la Ley y Moisés, como líder y supremo Hijo de Dios. Para él todo converge en Jesucristo. Todos los arreglos doctrinales que quiere que sus hermanos hagan y todas las exhortaciones que les da comienzan y terminan en Jesucristo. Nuestra cultura bíblica sería más fuerte si mejoramos nuestra cristología. En nuestros comentarios del A.T. debiera estar siempre él. Su palabra es la última palabra.   

Son palabras que reflejan una instrucción paulina sin ser Pablo el autor, “heredero de la creación” “imagen de Dios” (Ro. 8: 17), primogénito de toda la creación (Col. 1: 15, 16) y que todo el universo como Hijo de Dios y unigénito es de su posesión. Hay mucha correspondencia entre este primer capítulo, el primero de Colosenses y el primero del evangelio de Juan.  Unos pocos versículos que reverberan la cristología del NT, lo que del Señor se creía en el primer siglo que “todo fue creado por medio de él y para él”. Podemos leer los papeles y pensamientos de aquellos hermanos. Estas palabras parecen fabricadas con la misma esencia de las de Juan (1:1-5). Revelan algo muy diferente y enormemente superior a un Jesús como judío humilde y carpintero. 

Es asombroso, pero real, que en el año 63 ya la cristología que conocemos, dentro de los concilios ecuménicos posteriores, estuviese completamente formada; como para enseñarnos que esas reuniones no inventaron la ortodoxia doctrinal que hoy forma parte de nuestros credos. El autor de Hebreos, sea Pablo, Bernabé o Lucas expresa las mismas ideas acerca de Jesucristo que leemos en la correspondencia paulina. Él es la imagen y gloria de Dios (2 Co. 4:4-6). Sobre la majestuosa posición de Jesús en el cielo ver a Pablo en 1 Co. 15: 27, 28.

 

Estamos, en presencia de un pasaje que revela el conocimiento que tiene el autor sobre Jesucristo, en línea directa con toda la cristología ortodoxa del NT.  Pero hay un detalle más, purificó el pecado por medio de sí mismo, no por ningún otro medio; y ya aquí comienza a mencionar lo que luego, va ampliar, que Jesucristo se hizo a sí mismo sacerdote y ofrenda para la limpieza del pecado, o sea, el sustituto de todo el andamiaje ceremonial del AT. Purificación, una palabra importante que muestra que el autor cristiano de esta epístola es un profundo judío cristiano. Y queda otra cosa por señalar, su autor cree en la ascensión de Jesús al cielo y que se halla a la diestra de Dios. Es una figura de relevancia universal; se halla en la cumbre del mundo, a él están sujetas todas las potestades y todo poder le es dado en el cielo y en la tierra. Aunque quizás lo dice por el asunto de las persecuciones que los hermanos están experimentando y por el elevado oficio que como sumo sacerdote él desempeña para todos. Otra manera de encajar en la mente de ellos la superioridad de la obra de la cruz sobre las antiguas purificaciones con abluciones y sangres de animales. Bendito sea el Espíritu Santo y el autor de Hebreos que nos dejó en su introducción plasmadas estas preciosísimas declaraciones de fe.


Exposición 2

 

La Superioridad de Jesús

He. 1:4-14   

4hecho tanto superior a los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos. 5Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, Yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a él Padre, Y él me será a mí hijo? 6Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Adórenle todos los ángeles de Dios. 7Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego. 8Mas del Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Cetro de equidad es el cetro de tu reino. 9Has amado la justicia, y aborrecido la maldad, Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que a tus compañeros. 10Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, Y los cielos son obra de tus manos. 11Ellos perecerán, mas tú permaneces; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura, 12Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Pero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán. 13Pues, ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Siéntate a mi diestra, Hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies? 14¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”’.

 

Toda esta introducción, por su contenido, se ve que es completamente anti gnóstica por cuanto Jesús es comparado con los ángeles; ya que aquellos desarrollaron una amplia angelología; y para demostrarlo el autor acude a diversos textos de las Escrituras con los cuales desmiente las pretensiones de ellos. Nota en 1:5, 13, 14 que compara a Cristo con los otros hijos de Dios, los ángeles a quienes rendían culto (Col. 2:18). Como eran judíos gnósticos, Hebreos procede a continuar con comparaciones. Compara al Señor con Moisés, (3.3), Abraham (7: 1-4), al sacerdocio levítico (7:3, 4, 11,15). Es el libro sobre la superioridad de Cristo y tratando de evitar la apostasía de la comunidad judía les dice: ¿Dejarán lo mejor por lo inferior?  Señor, ¿eres tú el que había de venir o esperamos a otro? Eres tú. La argumentación es suficiente para demoler el culto a los ángeles y la supersticiosa reverencia que los judíos tenían hacia esas criaturas por medio de las cuales Dios les había dado su ley; o los gentiles que se entremetían en lo que no habían visto.

Número uno, se le llama Hijo mientras que a los ángeles no, y si pudieran ser llamados hijos porque son criaturas suyas (Job 2: 1), jamás le llama particularmente hijo a alguno ni lo sería por engendramiento; del Hijo sí se afirma que es engendrado, y en esto otros escritores afirman lo mismo, es la teología apostólica (Jn. 1: 14; 1 Jn. 4: 9); no extraída de la Escritura sino del testimonio mismo del Padre, pero corroborada por ella, en figura, como por ejemplo, David (Sal. 2: 7) y Salomón (2 Sa. 7:14). No te parezca débil la demostración exegética porque eso siempre pasa cuando se va desde la sustancia a la sombra, o a los tipos y figuras, porque los autores del NT actuaron así en bien de sus conciudadanos que creían la Escritura e insistían en establecer esa conexión por razón de Israel y la historia de Dios con ese pueblo.

Es superior a ellos porque se les insta a que lo adoren; cuya cita escritural sería el salmo 97: 7 (dioses, que son ángeles) o en la Septuaginta (Dt. 32: 43). Se les manda que se postren ante él, lo cual es muy correcto como dice el apóstol Pablo que él es “la cabeza de todo principado y potestad” (Col. 2:10) y Pedro dice que a “él están sujetos ángeles y potestades” (1 Pe. 3: 22). Está muy bien que ellos lo adoren porque él es su creador (Col. 1: 16). Y esto es muy obvio que se diga cuando usando la cita del Sal. 45: 6, 7 se declara su divinidad (vv. 8,9). Si los ángeles son llamados a adorar al Hijo, porque él es una sustancia con el Padre, tiene que ser muy superior a ellos.

Otra señal de superioridad es su soberanía, pues a ninguno de los ángeles se le ha dicho que tendrá a todos sus enemigos bajos sus pies (v. 13); y por último, no ya en relación con él sino con los santos, pues ellos son los ministros de la providencia divina para ellos (v. 14).

Una opinión. Estos textos de la Escritura, unos se refieren a hombres y otros a Dios; y hay que usar una fina sutileza para explicar su uso por el autor de Hebreos y aplicarlos a Cristo. La salida es que tanto David como Salomón son tipos. Sin que se escandalicen de mi observación, ni critique a un varón inspirado por Dios, porque yo no lo soy, personalmente hubiera obrado un poco diferente, ¿no hubiera sido mejor no probar por la Escritura que el Hijo era superior a los ángeles que desentrañar desde ella ese sentido? ¿Por él mismo? Jesús es un misterio y aunque está indicado dentro de ella y los profetas se daban cuenta que hablaban de él, ninguno pudo verlo con claridad. Jesús es una nueva revelación e ir a sus señales e indicaciones para argumentar a su favor es tomar lo que es inferior en revelación para probar lo que es muy superior. Cuando uno lee argumentos neo-testamentarios, escriturales, a favor de Jesús, siempre se queda con un sabor de insatisfacción y presiente que la Escritura es insuficiente para dibujar, describir o definir a Jesús. Jesús es más que la Escritura y él lo comprendió cuando dijo “mas yo os digo”. A los profetas les “vino palabra de Jehová” pero Jesús es la Palabra de Jehová, hecha carne. El Verbo. Aunque sea válido usar las sombras y los tipos suyos en la Escritura para probar algo referente a él, son sólo sombras e innecesariamente usadas que bien se pudieran prescindir de ellas. Jesús es el más, “más que Salomón, más que Jonás, que el templo”; excede al judaísmo. Jesús se interpreta a sí mismo, él hace exégesis de sí mismo, es su propio exégeta y el Paracleto, el Espíritu Santo, luego de la ascensión del Señor, es su mejor intérprete. Es demasiado grande para probar mucho o gran parte de él por medio de odres viejos y paños antiguos. Si quieres conocer a Jesús oye lo que él dice de sí mismo y lo que probó con sus obras. Conoce a Cristo más por la obra suya y por sus propios labios. Jesús es, definitivamente, superior a todo. Lean los judíos lo que es Jesús, lo que ocurrió con él, el testimonio que dio de sí mismo, las obras que hizo, lo que el Padre testificó sobre él, y baste con eso. Jesús vivió y murió “conforme a la Escritura” pero es más que ella, en realidad ya él mismo es la Escritura, él es toda la Biblia, Él es el todo.


Notas

He. 2:1

"Por tanto, debemos prestar mucha mayor atención a lo que hemos oído, no sea que nos desviemos". No exactamente "diligencia" sino con "más abundancia" "con más fervor"; no sea que "nos quedemos al garete, sin timón, a la deriva, como un bote arrastrado por la corriente y sin un áncora que lo sostenga en un punto fijo". Lo único que asegura la vida es la palabra de Dios. Fíjate que la fidelidad depende del grado de consagración o de la calidad de ella, "fervorosamente" dedicado. Los que no se sostienen en el Señor se quedan a la deriva y no llegan a ningún lado.

 

La Escritura ya está confirmada, no hay que hacerlo otra vez

He. 2:3

"...La cual, después que fue anunciada primeramente por medio del Señor, nos fue confirmada por los que oyeron". Este versículo parece desvirtuar la opinión que Hebreos haya sido escrito por un apóstol. No obstante, nota que los milagros principalmente fueron designados para la confirmación del mensaje de salvación. Ya por el tiempo en que Hebreos se escribe parece que formaban parte de la historia pues dice que "fue confirmada por los que oyeron", hablando en tiempo pasado; no fue algo que continuó ininterrumpidamente de siglo en siglo. De igual modo los derramamientos del Espíritu Santo o distribución  de los dones sobrenaturales (lenguas y profecías). Aunque el apóstol Pablo el argumento que usa para esa dispensación es la edificación de la  iglesia; la distribución de ellos es para la confirmación de la  salvación. Las señales no eran un fin en sí mismas aunque trajeran algún beneficio a los creyentes. Hoy en día, veintiún siglos después, la salvación ha sido confirmada y esos dones extraordinarios no son distribuidos por Dios. Si el Señor quiere sanar a alguien lo hace pero nadie tiene ese don suyo y puede usarlo a voluntad propia. En la epístola de Santiago, también un cristianismo tardío, hallamos que la sanidad de los enfermos no se sitúa en las manos de un hermano dotado sino en "la oración de fe" (Sgo.5:14,15). En la época en que Santiago escribe su carta se nota que el procedimiento de sanidad había variado. La salvación está confirmada, créela, continúa en ella, no la abandones. El Espíritu Santo nos fue dado para "testimonio" de Cristo (Jn.15:26). Oh, iglesia, predica a Cristo.

 

Una pregunta que nadie puede contestar

He. 2:1-4

1Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”. Si tienes en poco una salvación tan grande, no escaparás; más bien es tan, por quién la concede, Dios y sobre todo por quién la efectúa, el Hijo de Dios. Si miras el primer capítulo verás que comienza con Cristo a quien define y elogia como el "heredero de todo"; pero su intención más bien es decir que es la palabra de Dios, "por quién (no "que", porque la Palabra es personal) asimismo hizo el universo" (1:1,2), quien hizo purificación de nuestros pecados (¡bendito sea Dios, que nos pudo purificar de lo que nosotros no podemos!), que es "el resplandor de su gloria y la imagen misma de su sustancia" (1:3), "superior a los ángeles" (1:4,6) y llega hasta llamarle "Dios" (1:8) y lo identifica como "el mundo venidero" (2:5), porque de quien viene hablando es del Señor.  El tema de Hebreos es el mismo de Juan, que "la palabra se hizo carne", que Cristo es la última palabra de Dios, su máxima revelación; y ahora, yendo a nuestro texto principal, una salvación tan grande y un evangelio tan grande es lo mismo; por eso es que no dice una condenación tan grande sino una salvación tan grande, porque como la salvación se efectúa sólo por medio del evangelio que es la palabra de Dios, ambos son una misma cosa, salvación y evangelio. No solamente quiere el Espíritu que escapemos un de una "condenación" grande sino que no desechemos una salvación tan grande, no sólo que no vayamos al infierno, que evitemos el infierno, que reflexionemos en el castigo y sus horrores, en el gusano que no muere y en el fuego que no se apaga sino en Dios, en su amor al enviar a su Hijo, en su majestad; para llevarnos al cielo no porque huimos del pecado sino porque queremos el bien, no porque no nos guste satanás sino porque deseamos a Jesús.  Y continúo con el tema, el autor afirma que si Cristo es "superior a los ángeles" y lo que Dios habló por medio de ellos recibió justo cumplimiento, por ejemplo, el exterminio de Sodoma y de Gomorra, lo que ha dicho por medio de su Hijo tendrá más cumplimiento. Esa pregunta nadie la puede contestar, si alguno puede escapar de una condenación tan grande.

He. 2:1-4 (otra exposición).         

Si tienes en poco una "salvación tan grande" (como Cristo) no escaparás. Pon atención a cada palabra que oigas, recuerda todo lo que puedas, medita en ella, ora. Si la retribución sobre los sodomitas fue grande, mayor será la de aquellos que rechazan a Cristo (Mt.10:14, 15). Debes tener en cuenta que la Palabra de Dios es inviolable, "el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán es". Por ella fueron hechos los cielos y la tierra. La palabra predicada es la misma que la escrita, la palabra aplicada, en un contexto y con intención de salvación (Judas 6). Uno deduce que "salvación" y "evangelio" es lo mismo, es la razón por la que no dice "una condenación" tan grande, sino una "salvación". Una palabra de mucha esperanza: La condenación es grande pero la salvación es más, la luz excede a las tinieblas, la gracia aventaja y vence al pecado, el Espíritu a la letra de la ley, la elección es muy grande, el amor de Dios, Cristo que Moisés (3:6), el arrepentimiento concedido, el milagro de la fe mayor que la natural o intelectual incredulidad, el nuevo nacimiento que cualquier religión, la perseverancia a pesar de tantos enemigos externos e internos que nos sujetan, nos bloquean y socavan nuestra vida espiritual. ¡Oh, qué revelación tan grande, no menosprecies una muerte tan grande, una resurrección tan grande, un Espíritu tan bueno, una esperanza tan extraordinariamente maravillosa por medio de aquel que subiendo a lo alto llevó cautiva la cautividad! Amén.

He. 2:5

"Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando". El mundo venidero del cual ha venido hablando, si lees despacio lo que ha escrito, ves que ha venido hablando de Cristo, de la esperanza cristiana, de la salvación. El mundo venidero es Cristo. El reino de los cielos es Cristo. El paraíso es Cristo. El mundo venidero es Dios manifestado en carne. El autor se opone al culto y reverencia a los ángeles. Hoy el mundo ha dado una vuelta atrás y oímos lo mismo, la gente "entremetiéndose en lo que no ha visto", "vanamente hinchada por su mente carnal" (Col., 2:18).

 

Andantes puntitos de gloria

He. 2:5-8

5Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; 6pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, O el hijo del hombre, para que le visites? 7Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos; 8Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas”.

Originalmente este salmo habla del hombre en sentido general pero el autor de Hebreos lo aplica a Cristo. No es impropiamente citado sino deliberadamente porque Cristo es el perfecto Adán, el primer hombre de un nuevo mundo. Aunque en realidad el paralelo lo hace con un contraste. No teme decir que Jesús "fue hecho menor que los ángeles". “un poquito menor que los ángeles” (NET). (no creado, "hecho" habla de "posición" no de origen) cuando ha afirmado que es superior a ellos. Aunque la superioridad de la cual habló es dignidad.  Hebreos no prueba la superioridad del Señor a través de su divinidad, no. Sin embargo, la cree, mira 1:1-3, su superioridad en este pasaje; es ganada por su estado de exaltación, porque Dios "lo exaltó hasta lo sumo" (1:3, 4; Flp. 2:9). Jesús es situado dentro del culto judío, como un hombre perfecto y salvador perfecto. Es un sumo sacerdote humano. La "gloria y honra" la obtiene por medio de sus padecimientos y muerte (v.9). Y desde entonces y para siempre será coronado por sus santos, recreados a su imagen por el evangelio y por su mismo Espíritu Santo, para honor perpetuo. La creación misma participará de la obra de la cruz, hecha por su Dueño, Jesús, y cada hombre redimido por el costo pagado, la disfrutará bajo cielos nuevos y tierra nueva, como andantes puntitos de gloria.

He. 2:9

"Pero vemos a aquel que fue hecho un poco inferior a los ángeles, es decir, a Jesús, coronado de gloria y honor...". Compáralo con 1:6, ¡oh Aquel que los cielos no pueden contener fue hecho un hombre pequeño! (Col. 1:15, 16); y ¿por qué lo hizo?, para poder cumplir nuestra condena, la muerte (vv. 14-17). Si se hubiera hecho un ángel no hubiera podido morir como un hombre; un ángel puede ser aniquilado, pero no morir en expiación por el pecador, porque "sin derramamiento de sangre no se hace remisión" y ellos no han participado de sangre y carne. El mediador tenía que ser un hombre perfecto. Mira, hermano, su majestad tan reducida (v. 10).

He. 2:10

"...llevando (conduciendo sería una mejor traducción, me parece más conveniente, da la idea de tomados de la mano, como en fila india) muchos hijos (él el hermano mayor, precursor, el que sabe por dónde vamos, por donde quiere, y nos da descansos, respiro, para que nos sequemos el sudor del alma, para llegar) a la gloria, hiciera perfecto por medio de los padecimientos al autor de la salvación de ellos...". Oh, Señor, yo soy uno de ellos, yo quiero ir allá para ver tu gloria y para estar eternamente contigo. "Perfeccionase por aflicciones". Golpes que se le dan al alma. Y producen suspiros, lágrimas y arrugas. Estas palabras primero tienen que tomarse como un consuelo, dichas a hermanos que cuya apostasía tiene un fondo de persecuciones, y se pretende que miren las aflicciones no como una desgracia sino como un medio de perfeccionamiento. Un sinónimo de experiencia es malos ratos. Ninguno de ellos pensaría que Jesús era un hombre imperfecto moral o espiritualmente, porque de eso el autor de Hebreos se encarga de decir que es un sacerdote perfecto, sino que se le nombraba como un ejemplo para que ellos lo siguieran. Quiere decir que fue capacitado para ser el "autor" de la salvación de "ustedes"; ¿la habrán de tener en poco? Él logró ser el Salvador por medio de muchos sufrimientos.

He. 2:11,12

11Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, 12diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, En medio de la congregación te alabaré.”. Aquel que sabe lo que hay en el hombre no se avergüenza de llamarnos hermanos suyos. Si nuestros hermanos supieran de nosotros lo que él sabe no nos llamarían hermanos. Pero él nos santifica para que seamos llamados hermanos, que tengamos su semejanza en nosotros (Ro.8: 29). Señor, que no dé motivo para que tú te avergüences de mí. Yo no me avergonzaré de ti nunca, mi Señor. Amén.

 

Nuestro paso por el imperio de la muerte

He. 2:14, 15

14Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre”. Compara la razón por la que adoraban estos hermanos en el AT con la que adoramos nosotros; ellos adoraban a Dios por miedo al castigo y nosotros porque le amamos y nos gozamos en la esperanza de la vida eterna. La razón de ellos era la muerte, la de nosotros la vida. Cristo, al morir y resucitar nos quitó el miedo a la muerte; aunque esto se halle en dependencia de la seguridad de la fe de la esperanza que se posea. Señor cuando pienso que para ir a ti tengo que pasar por el imperio del diablo, tiemblo. ¿Temo ir allá? ¿Qué pensamientos me podrían sustentar cuando mis pasos se dirijan a ese lugar? Si tú pasaste por ese imperio, y lo atravesaste de una frontera a otra, desde la frontera del sepulcro a la frontera de la gloria y te introdujiste en ella, ¿he de temer adónde tú fuiste y pasar por donde tú pasaste? Tú fuiste cargando una maldición, yo con la bendición, nunca mi muerte podrá ser tan horrorosa como la tuya (5:7). 

Ya la muerte no es un imperio diabólico porque Cristo cumplió la ley y destruyó su autoridad (Col. 2: 13-15; 1 Co. 15: 54-57, no sólo imperio sino poder y fuerza). Oh, Señor que no miremos la muerte como un desenlace biológico sino como un acontecimiento de índole espiritual, que nuestras doctrinas nos animen y nos quiten su horror. El imperio de la muerte toma sus fuerzas del pecado, ¿y ya no venció Cristo el pecado? Lo que eran sombras ahora es luz, donde había lloro ahora cantan los ángeles y los santos, donde reinaba silencio ahora se oye la voz de Cristo. Sostenme en mi paso por ese imperio hasta llegar a ti, Señor. Denme la bienvenida, hermanos santos. ¡Qué hermoso es tener hermanos allí, santos, que nos esperen en las moradas eternas! (Lc. 16:9).

He. 2:16

"Porque ciertamente no ayuda a los ángeles, sino que ayuda a la descendencia de Abraham". Este versículo vuelve levemente al tema de los ángeles, aunque no para compararlos con Jesús sino para negar que puedan aprovecharse de la obra de redención. Mira el alto privilegio que tenemos. Los demonios no tienen participación de esta redención; los ángeles sí, en el sentido que ellos son sellados por la sangre de Cristo para que no abandonen su "dignidad" (Efe.1:13; Jud.1:6) “que no conservaron su señorío original” (LBLA) “que no guardaron su estado original” (BTX). Que no guardaron su “preeminencia” (Nuevo Testamento Interlineal). Nosotros necesitamos ser sellados (Efe. 4:30), como ellos y ellos como nosotros o tendríamos la misma fatalidad, por eso el que está en la gracia, siempre en la gracia, así emerge la doctrina de la perseverancia de los santos. El pecado rebaja la persona, la hace esclava, toma señorío de su personalidad, y la hace indigna.

 

Que levante la mano el primer cristiano que pidió socorro y cayó en tentación 

He. 2:17, 18

17Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. 18Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”.

 El autor de Hebreos sabe bien a quienes les está escribiendo, a hebreos, y desde un principio comienza acercarlos tiernamente a Jesús. Hebreos, contrario a como pudiera hacer pensar algunos versículos que hablan resueltamente de condenación para los apóstatas, intenta poner a Jesús asequible a todos, manso, misericordioso y tierno, pronto para ser hallado y muy dispuesto para socorrer a los que son tentados, para que no digan que por no prestarles auxilio es que han abandonado la fe.

Aquí el autor no habla de que Jesús haya estado luchando contra tentaciones sensuales, no, sino con la tentación de apostasía, cuando hizo "la buena profesión ante Pilato" (1 Ti. 6:13). Jesús no tenía una naturaleza caída en pecado como nosotros ni un cuerpo de muerte con una ley de pecado en sus miembros; era santo y perfecto, como un Postrer Adán. A los que son carnalmente tentados él los socorre con su Espíritu y con su Palabra. 

Y por todo esto y más afirmo, que levante la mano y que venga y testifique el primer santo que cayó en tentación, aunque pidió socorro y no fue auxiliado. El que no quería pecar no pecó y el que clamó se escapó. ¿Eres tentado?, pide socorro. ¿Tienes miedo y te inclinas al mal? Si él experimentó la tentación y no cedió a ella, sabe cómo y demostró que puede. Y además está dispuesto a ayudar. En tu tentación siempre que necesitas socorro, hay algunas que exceden tus fuerzas. Sonríe, Cristo te ama y no permitirá que peques contra Dios. Escaparás “sin olor a quemado”, a humo (Da. 5:27). Amén.

 

Exposiciones

Capítulo 2

 

Exposición 3

 

La salvación, la Palabra y su confirmación

 

He. 2:1-4

1Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos. 2Porque si la palabra dicha por medio de los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución, 3¿cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron, 4testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad”.

 

Observa primeramente un detalle sobre la autoría de Hebreos. Las palabras del v. 3. “nos fue confirmada por los que oyeron” parecen indicar cierta relación apostólica. Ahora quiero por este texto enfatizar el valor de la predicación, porque hay quienes no “prestan atención” a lo que se predica, y generalmente no es falta de quién predica ni del tema que trata sino del oyente porque está en el culto, pero no dentro del culto y en el mensaje. Los que no atienden bien a la predicación apostólica corren un constante peligro espiritual de deslizamiento. Por tanto, la calidad de la atención que se le preste al sermón y a la lectura de la Escritura es importante para la conservación de la fidelidad cristiana. También la palabra “prestar atención” pudiera referirse a “hacerle más caso” “darle más importancia” a lo que se oye.

El deslizamiento espiritual puede comenzar en la forma en que se escucha la predicación, por eso nuestro Señor dijo: “mirad cómo oís” (Lc. 8:18), atendiendo a la calidad de atención que se le preste en el momento de oírla y después de haber sido escuchada; el autor de Hebreos piensa que debe oírse “fervorosamente” “muy ardientemente”, que aquí se traduce como “mucha mayor” atención. Por eso les dice que “con más diligencia”, no exactamente “diligencia” sino con “más abundancia”, no una vez a la semana, con “más fervor”; no sea que “nos quedemos al garete, sin timón, a la deriva, como un bote arrastrado por la corriente y sin un áncora que lo sostenga en un punto fijo”, que es lo que quiere decir “deslicemos” o “desviemos”.   Los que no se sostienen en el Señor se quedan a la deriva y no llegan a ningún lado. La palabra de Dios son las cuerdas que nos amarran a Cristo. Sin esas cuerdas el alma navega sin rumbo y finalmente se precipita en algún punto o se encalla dondequiera. La palabra también suele traducirse como un vaso rajado que se le va el líquido o roto, se le escapa lo que tiene dentro (BTX).

La palabra “atendamos” contiene la idea de que con más fervor “creamos, estudiemos, reflexionemos” en la palabra que hemos oído, como hacen los rumiantes y que tienen la pezuña hendida, o separada (Lev. 11), digo, con lo que han comido, por el desastroso fin que se puede tener si se descuida. Los que no viven fervorosamente el cristianismo siempre están dentro de la posibilidad de deslizarse, y salirse afuera. Ponle fervor espiritual a tu fe si no quieres escurrirte de tu iglesia.

Por otra parte, los ejemplos de justicia divina de los cuales está cargado el A T., debieran servirnos para cuidar con temor y temblor una salvación mucho más grande; “porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme…retribución…” (v.2), traída por el Hijo y confirmada con muchas señales por los apóstoles. Este es el lenguaje y pensamiento de Pedro y Judas, (Jud.1:7), para que aprendiendo de la historia de la justicia de Dios nos aprovechemos de la historia de su gracia. Por supuesto que la salvación es mucho más grande en el NT que en el AT, porque en aquél está en cuerpo, Cristo. Lo único que asegura la vida es la palabra de Dios.

Y por último, porque hoy es breve mi exposición, nota que los milagros principalmente fueron designados para la confirmación del mensaje de salvación. Y con estos comentarios quizás me quede sin la presencia de algún atento carismático. Ya por el tiempo en que Hebreos se escribe parece que las señales formaban parte de la historia y habían comenzado a mermar y no se hallaban por dondequiera, pues dice que “fue confirmada por los que oyeron”, hablando en tiempo pasado; no fue algo que continuó ininterrumpidamente de siglo en siglo. 

Los derramamientos del Espíritu Santo o “distribución” de los dones sobrenaturales (lenguas y profecías) fueron “señales y prodigios” para confirmación de la verdad del evangelio. Aunque el apóstol Pablo el argumento que usa para esa dispensación es “la edificación de la iglesia”, la distribución de esos poderes fue, para la confirmación de la salvación. Las señales no eran un fin en sí mismas, aunque trajeran algún beneficio a los creyentes. 

Hoy en día, veintiún siglos después, la salvación ha sido confirmada y esos dones no son distribuidos por Dios, al menos con la prodigalidad que actualmente se pretende. Si el Señor quiere sanar a alguien lo hace, pero nadie tiene ese don suyo para usarlo a voluntad propia. En la epístola de Santiago, donde se presenta un cristianismo tardío, hallamos que la sanidad de los enfermos no se sitúa en las manos de un hermano dotado sino en “la oración de fe” (Sgo.5:14,15). En la época en que Santiago escribe su carta se nota que el procedimiento de sanación había variado puesto que se envía por los pastores no para que vinieran y pusieran sus manos sobre los enfermos y los levantaran sino para que oraran por ellos.  La salvación ya quedó confirmada, créela, continúa en ella, no la abandones. El Espíritu Santo nos fue dado para “dar testimonio” de Cristo (Jn.15:26). Oh, iglesia, predica a Cristo.

 

 

Jesús coronado de gloria (parte I)

 

Exposición 4

 

He. 2:5-9 

5Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, acerca del cual estamos hablando; 6pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él?, ¿o, el hijo del hombre, para que le visites? 7Le hiciste un poco menor que los ángeles, Le coronaste de gloria y de honra, Y le pusiste sobre las obras de tus manos; 8Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a él; pero todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. 9Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos”.

 

Observa que dice que viene hablando del mundo venidero (v.5), cuando lo que uno lee es que ha venido hablando de Cristo porque el mundo venidero, el reino venidero y el paraíso es Cristo. Estar en Cristo es estar en el paraíso (Lc. 23:43). La salvación es Cristo. El cielo es Cristo. En segundo lugar, hallamos a Jesús presentado como hombre, un segundo Adán, y en esa condición humana inferior a los ángeles, aunque “heredó más excelente nombre que ellos” (1:4), y “se le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que se postren delante de él los que están en los cielos y en la tierra” (Flp. 2:10), no está afirmando que como “Hijo de Dios” sea inferior porque es Dios mismo, “del Hijo dice tu trono oh, Dios” (1:8), sino como un ser humano. El oficio de Cristo como mediador, ofrenda y sacerdote requería que fuera hombre. 

Por otra parte, nota que el mundo está en proceso de conquista y que “todavía” no ha sido conquistado por Jesús, pero lo será pese a sus retrocesos y derrotas. Todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas, pero llegará el día en que eso ocurra. Y esa victoria ya vemos que comenzó en la cruz cuando “despojó a las potestades superiores y clavó el acta de los decretos que nos era opuesta” (Col. 2:14, 15). Y esa fue la razón de su humanidad, substituirnos en nuestra condenación gustando la muerte por nosotros. Estas últimas palabras exigen una elaboración más amplia. Ocupémonos de todo el capítulo.

 

Exposición 6

No retrocedan (parte II)

 

He. 2:10-18  

 “10Porque convenía a aquel (Dios) por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten (no es la gravedad ni las leyes naturales sino la voluntad del Creador), que, habiendo de llevar muchos hijos (yo soy uno) a la gloria (mi muerte no es un término sino vía), perfeccionase por aflicciones (es afirmación es más devocional que doctrinal) al autor de la salvación de ellos. 11Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos (está hablando de Jesucristo), 12diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré. 13Y otra vez: Yo confiaré en él. Y de nuevo: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio. 14Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, 15y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre. 16Porque ciertamente no socorrió a los ángeles, sino que socorrió a la descendencia de Abraham. 17Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo. 18Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados”.

 

El autor afirma que Jesús es poderoso para socorrer a los que son tentados (v.18), y que sean fieles hasta la muerte y reciban la corona de la vida. Observa estas tres palabras sobre el autor y ayudador de la salvación: misericordioso, fiel, poderoso que se aplican al Señor y en las cuales deben pensar cuando sean tentados como él lo fue y son ellas las que garantizan que nos socorra (v. 18). 

El texto menciona que la muerte aún existe, pero debilitada por cuando el poder de ella fue destruido en la cruz y después en la resurrección. El tema de toda la porción es el sufrimiento que ellos podrían padecer incluyendo la muerte, a la cual habría sólo que temer si a quien ella se le acerca está viviendo en el poder del diablo y va a morir en sus pecados, por cuanto el poder del pecado es la ley y ella la cumplió Jesús en la cruz. LBLA es mejor que la Reina-Valera que traduce imperio en lugar de poder (1 Co. 15:56).  Los que mueran sin los beneficios de la cruz sí deben odiarla y temerla, pero no aquellos para los cuales Jesús anuló el poder del diablo (v. 14), o lo destruyó. No tienen que temerla porque es sino un paso hacia donde se encuentra el precursor (6:20), adonde van y ya se encuentran muchos hijos en gloria (v.10), y es un privilegio que no tienen los ángeles caídos sino los mortales, aquellos que son santificados y por quienes él ha hecho expiación (v.17). Esa esperanza es útil para disipar los temores a ser ejecutado en el testimonio por Jesús. Teniendo en cuenta que el autor quiere ayudarlos a convertirse en mártires si fuera necesario, ese es el sentido que le doy y sirve de centro a todas las palabras que el texto contiene. 

Si tuvieran que padecer (ser tentados), sufrir, deben pensar que el sufrimiento es un medio de perfección como lo fue para el autor de la salvación (v.10); eso les ayuda a dar la bienvenida al dolor. No que Jesús fuera imperfecto y por medio de los sufrimientos tuviera que arreglar algo en sí mismo, sino que, por medio de su agonía, pagando poco a poco nuestra pena, alcanzó a pagar el precio completo, la deuda de nuestra redención, alcanzando el título completo de Salvador. No tomes ligeramente las palabras “sido perfeccionado”. Calvino la traduce “habiendo sido consumado”. El autor no tiene ni remotamente la intención de afirmar que Jesús fuera imperfecto, sino que por los sufrimientos consumó su obra; como él los ve, le hicieron bien, le permitieron llevar a cabo su labor de expiación como sumo sacerdote. 

El autor de Hebreos quiere preparar a los hermanos para que estén dispuestos a sufrir el martirio por medio de Cristo. Los versículos 11-13 esencialmente lo que contienen es ese jugo, hacerles ver que son hijos de Dios, aunque sufran, que Jesús no se avergüenza de llamarse hermano de ellos y que confíen en él hasta el final. La esperanza de la resurrección está implícita en las palabras del v.15 para que no tengan ningún miedo morir por Cristo porque ya son liberados por Jesús quien quitó a la muerte sus espantos.  No es la idea del autor enseñar que el martirio expía el pecado. La muerte de Jesús sí fue vicaria y sustitutiva, pero la de los héroes de la fe no. 

El capítulo concluye con unas palabras de ánimo dirigidas para fortalecer a los que se habían debilitado en la fe, y piensen que no se hallarán solos en el testimonio y que si se debilitaran serán socorridos por el Señor que pasó por una situación similar (v.18). Hebreos no desea sólo proponer doctrina sino salvar de la apostasía a sus compañeros porque sabe que se están volviendo a las ceremonias, no porque tuvieran entre ellos malos maestros que los desorientaran sino por la presión judía sobre la comunidad cristiana para que abdicaran de Jesús. Si él no se avergüenza de llamarnos hermanos ¿cómo, por miedo, nos avergonzaremos de él en este distante siglo?


Notas


He. 3:1-19

1Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. 3Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; 6pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. 7Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, 8No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, 9Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años. 10A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos. 11Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo. 12Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, 15entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. 16¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? 19Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”.

 

Dios nos llama desde el cielo por medio de la predicación del evangelio en el Espíritu Santo. Contiene una exhortación, basada en una porción de la Escritura, para que sean fieles y "retengan" hasta el final la fe que habían ya profesado. Nota que sólo en este capítulo se menciona dos veces la palabra "retener", firmemente (3:6,14) y además en alguna forma en otras partes (4:14; 10:23; 12:28, dif. Versión). Ese es el propósito del autor de Hebreos, ayudarlos a estar firmes en Jesús, por eso comienza y termina con él. Es indispensable que como escribe para hebreos trate el asunto de Moisés, y así lo ha hecho y lo seguirá haciendo, convenciéndolos para que se den cuenta de la superioridad de Jesús sobre aquel. La palabra "profesión" también es importante en el propósito del libro y se repite varias veces (3:1; 4:14; 10:23). Es importante para el autor que los hermanos profesen a Cristo públicamente. Y lo sigue siendo, como dechados cristianos en el hogar, doméstico, y en la calle y labores.

He. 3:1

"...hermanos santos, participantes del llamamiento celestial...". Qué bonitas estas dos palabras unidas en un abrazo, "hermanos" "santos". Señor, concédenos las dos cosas. Amén. ¿Para qué quieres más apóstoles y sacerdotes que Jesús, no es el suficiente? Mira que al discipulado se le llama profesión por qué el cristianismo, la salvación jamás puede ser solamente un asunto de familia, privado, siempre apunta a la sociedad (Lc. 8: 47; Ro. 10:10). Es mejor la traducción de confesión o profesión que de nuestra fe. ¿A qué llamamiento se refiere, celestial? Al arrepentimiento y la fe que son dones del cielo, de Dios. ¡Qué sean muchos los participantes del pan y del vino!

He. 3:3

"Porque Él ha sido considerado digno de más gloria que Moisés, así como el constructor de la casa tiene más honra que la casa". Los hermanos adventistas, desde lejos de ellos, parecen dar más honra a Moisés que a Cristo, a la ley que al evangelio.

He. 3:1-5

1Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. 3Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir”. Se compara a Moisés con Jesús; Moisés fue fiel y Jesús también, pero el Señor es más grande que Moisés porque es Hijo y Moisés siervo. El concepto de "hijo" para Hebreos es "sustancial" (1:3) no meramente hijo porque tiene el Espíritu porque Moisés también lo tenía. El Hijo en Hebreos implica divinidad, de la misma naturaleza que el Padre que lo engendró.

He. 3:6

"...pero Cristo fue fiel como Hijo sobre la casa de Dios, cuya casa somos nosotros...". Pablo también gusta presentar la iglesia como una casa donde habita Dios (1 Ti. 3:15). Tu iglesia es tu casa, Señor, no nuestros templos. Reside para siempre en ella. Ayúdanos a retener lo que hemos recibido, a guardar nuestro precioso tesoro de aquel ladrón que sólo viene para "hurtar, matar y destruir". Ayúdanos a confiar en Jesús y gloriarnos en la esperanza de vida eterna que en él sustentamos. Oh, mira, hermano, que el autor no quiere que perdamos la esperanza. El llamamiento de Cristo es a esa esperanza; la razón para que seamos cristianos. La esperanza de vida eterna es una palabra importantísima en Hebreos (6:11; 6:18, 19; 7:19; 10:23). Señor ayúdanos a vivir con esa esperanza, que no la perdamos de vista nunca. Reconócenos siempre como santos y fieles.

He. 3:7

"Por lo cual, como dice el Espíritu Santo...". Lo dice por el Espíritu Santo, por boca de un hombre cada día debes oír la voz de Dios, cuando la oigas atiéndela porque no sabes si la volverás a oír. El Espíritu Santo nos hace oír, perennemente, es voz.

 

En caso, que no te torture la conciencia ve a Dios

He. 3:7, 13,15

.7Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, 13antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 15entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación”.

"Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oís hoy su voz". El "hoy" de la salvación lleva ya 2000 años. El señor no retarda su promesa como algunos la tienen por tardanza, pero sí retarda su juicio. El Señor nos llama diariamente a la salvación: no es un asunto que se deja para mañana. No dejes pasar la ocasión. Mira cuánta importancia le da a recibir y aceptar el mensaje el mismo día en el cual Dios lo envía, "hoy", no dejarlo para mañana. No pospongas una decisión tan importante. El autor sabe que está tratando con corazones que se han endurecido o están endureciéndose (vv. 8, 13, 15) y que cada día que se rechace la voz del Espíritu (v. 6) por medio de la Escritura, más capacidad se tendrá para hacerle resistencia al Señor y con más facilidad se podrá pecar y rechazar el evangelio. Oh, Señor, ¿uno endurece su corazón o el engaño del pecado lo endurece? (v.13). El pecado te engaña y luego hace que lo justifiques para que no sientas ningún remordimiento. Empiezas a justificar el pecado para perseverar en él: no lo hallas grande, culpas a otro o decides posponer el arrepentimiento. Llora sobre la dureza de tu corazón. Hermano, cuando sabes que has pecado y aun así sientes gozo y paz. Si no te tortura la conciencia ve a Dios y pídele que te ablande el corazón. El pecado anestesia el espíritu.  El presente, no el mañana, es el día de la decisión. 

He. 3: 8

"...no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación (rebelión)...". Cada pecado es una provocación a Dios.

He. 3:12

"Tened cuidado, hermanos, no sea que en alguno de vosotros haya un corazón malo de incredulidad, para apartarse del Dios vivo". Es la incredulidad la que nos hace retroceder, la que nos aparta de Dios, las circunstancias, la gente dan el motivo, pero es efectivo porque hay incredulidad. Pero no es un pecado irremediable porque con exhortación se cura (v.13); quiere decir que uno no puede permanecer en la fe sin el ministerio de exhortación de los hermanos (Ro. 12: 8). (Esto puede ser una las razones por la cual exhorta a los hermanos a que no dejen de reunirse (10:25). Mantener encendida la llama de la fe y que el diablo y la carne no la apague. Estamos falto de juicio si pensamos que nuestra salvación no necesita ayuda de nadie, y que podemos llegar al cielo sin consejos ajenos (13: 22; Hch. 8:30, 31).

He. 3:13

"Antes exhortaos los unos a los otros cada día". Cada uno ministre con la palabra a su hermano; cada día, porque cada día estamos en peligro de pecar. ¿De qué conversas con tus hermanos, sólo de cosas laborales, familiares o triviales? ¿No podrás tener con ellos alguna plática espiritual sobre la fe, la esperanza, sobre la obra de Cristo? No confíen al púlpito toda la bendición para hacer crecer y preservar la iglesia; cada uno coopere con lo que sabe; y acérquenlos a los sermones. Recibid la amonestación los unos de los otros.

He. 3:14

"Porque somos hechos partícipes de Cristo, si es que retenemos el principio de nuestra seguridad firme hasta el fin". Para recibir la vida eterna tienes que acabar la vida cristiana; morir inconcluso es perderlo todo.

He. 3:16

"Habiendo oído" es una clara indicación a los hebreos que habían oído y se "deslizaban".

He. 3:17

"¿Y con quiénes se disgustó por cuarenta años?". Es bastante tiempo, toda la vida de una persona. ¿Cuántos años ha estado Dios disgustado contigo porque no te arrepientes?

He. 3:12, 18,19

 

12Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 18¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? 19Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”. Observa que la incredulidad es la que hace que uno se aparte de Dios. Compara los versículos. La incredulidad da como resultado la desobediencia. La apostasía es una mala relación con con Dios y su Palabra. Es mejor decir que alguien no entra al cielo por su incredulidad que por el tamaño de sus pecados. Ese pecado es el único que cierra totalmente la puerta del cielo: es la raíz de cualquiera otro. Es cierto 1 Co. 6: 9-11, pero si crees en el Señor Jesús, tus pecados desaparecen. Es una falta de fe el origen de nuestra desobediencia (v. 18), y la que nos destinaría al infierno. Cultiva tu fe y cultivarás una vida santa, aliméntate de las palabras de Dios por su Espíritu y crecerás para salvación (4:1, 2).

 

Exposición 5

 

Confesión cristiana

 

He. 3:1-11

 

““1Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; 2el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios. 3Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; 6pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza. 7Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, 8No endurezcáis vuestros corazones, Como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, 9Donde me tentaron vuestros padres; me probaron, Y vieron mis obras cuarenta años. 10A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, Y dije: Siempre andan vagando en su corazón, Y no han conocido mis caminos. 11Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo

 

Nota esa unión salvadora e indisoluble, e inseparables, “hermanos-santos” (v.1), donde la santidad es el vínculo que une la iglesia y el pecado rompe, y aunque esta frase “participantes del llamamiento celestial”, puede verse desde varios ángulos me parece que el autor la escribe sintiendo que es un privilegio, ser llamado por Dios, y para que miren el cielo o como diría Pablo, “las cosas de arriba, no las de la tierra” y dejen las formas religiosas de la verdad para buscarla y amarla a ella misma. La religión no es el fin sino el cielo. 

Y seguidamente les menciona la mejor profesión de cristiano fiel en el mundo, Jesús, al cual describe como “apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión”, que fue fiel hasta la muerte y dio una buena profesión delante de Poncio Pilato (Mt. 27:11; Lc.15:21 Ti. 6: 13), y que además su carrera fue tan exitosa que traspasó los cielos a donde todos queremos llegar (4: 14), y donde él arribó primero como precursor (1 Ti. 6:19,20), esperando allí a “muchos hijos en la gloria” (2: 10). No veo claro por qué le llama apóstol, supongo porque fue enviado por Dios, pero como lo une a sumo sacerdote en lo cual se extiende ampliamente después, debe ser para que lleven en sus mentes que él es toda la unión y misión espiritual de Dios, toda la religión, el cristianismo y el judaísmo, un apóstol muerto, un sacerdote muerto profesando lo que era y lo que hacía a favor de su Casa.

Y continúa comparando a Jesús con Moisés; usted recordará que lo hace con la intención que sus hermanos hebreos que han abandonado a Jesús por la ley o están a punto de hacerlo, regresen de ella a la gracia. No porque derogue a Moisés, sino que lo pone en un plano inferior. Fíjate que Jesús continúa edificando la iglesia y el autor lo compara a una construcción, por lo cual dice: “como el constructor de la casa tiene más honra que la casa” (v.3), y a Jesús como Constructor de una iglesia sólida, por cuanto él también dijo edificaré mi iglesia y la iglesia que él edifica “las puertas del hades no prevalecen contra ella” (Mt. 16:18) y jamás se desplomará, y además será bella, el orgullo y gloria del Señor. Y en específico la clase de construcción es lo que atrae la mirada y el asombro de quienes la contemplan y el confort y la confianza de quienes la habitan. Sin embargo, el creador es mucho mayor que su creación. Si la construcción es hecha por Jesús, la vida cristiana debe ser sólida y bella, bonita; si llegamos bien hasta el fin o sea “si retenemos firme hasta el fin nuestra confianza y la gloria de nuestra esperanza” (v.6), y ese es su propósito manifiesto, que “retengan” y “profesen” (“confiesen”, omologías, gr.) hasta el fin la fe en Cristo. Fíjate en el v. 6 donde dice que permaneceremos como “casa de Cristo” hasta el fin. La persistencia en el testimonio cristiano de ellos la quiere no para mantener la membrecía de la iglesia sino para recibir “la esperanza”, esto es, la vida eterna por medio de Jesucristo. La esperanza mira hacia el final. Lo mismo que en el libro de Apocalipsis, es una condición indispensable ser “fiel hasta la muerte” para heredar la vida eterna, o “confesar con los labios que Jesús es el Señor”.  La esperanza de vida eterna es una palabra importantísima en Hebreos (6: 11; 6: 18, 19; 7: 19; 10:  23). Los llama, a ser perseverantes y fieles. La advertencia que no entrarán en la vida eterna es fuerte, “no entrarán en mi reposo” (v.11), es bien comprensible para esos judíos convertidos a la fe porque saben que por no creer cayeron todos en el desierto (3:17). 

Y una cualidad del constructor es su fidelidad, y aunque está hablando de construcción lo que tiene en mente el autor es la fidelidad en la vida cristiana. Jesús fue fiel en su testimonio y espera que ellos lo sean como él.  Y si la gloria de Moisés fue grande la de Jesús es mayor, muchísimo mayor, porque la obra en la cruz es mayor que cualquiera que haya hecho Moisés, el cristianismo es mayor que el judaísmo, un cristiano es una obra mejor hecha que un judío, y el “mas yo os digo” de Jesús neotestamentario que la ley mosaica, y el Nuevo Pacto nunca envejece mientras que el Antiguo ya envejeció. 

Estos hermanos están en peligro de apostasía y según el mal ejemplo de Israel les hace algunas advertencias, que la incredulidad a la palabra de Dios endurece puesto que pide que “no endurezcáis vuestros corazones” (v.8), y ella llega a matar el corazón y por supuesto a la persona (1 Sa. 25: 37), y por otra parte la incredulidad es un desafío a Dios, una “provocación” (irritación) (vv.8, 15), como dice, “no endurezcáis vuestros corazones como en la provocación en el desierto”, y ese endurecimiento puede ser causado por seguir el mal ejemplo de seres muy queridos, en este caso los padres o ancestros, y Dios les dice quiénes son,  “donde vuestros padres me tentaron” (v. 9). ¿Por qué ser ante Dios iguales que ellos, rebeldes e incrédulos, si se descubre que la larga vida que vivieron, fue una prolongada confrontación con el Señor por “cuarenta años”? ¡Verdad que la paciencia de Dios es larga y puede soportar toda la vida de un incrédulo! Por mucho que queramos a nuestra familia no podemos seguirla en el camino de confrontación con el Señor. A Dios no hay que provocarlo sino amarlo. ¿Amén? 

Siguiendo con esto aprendemos que la incredulidad tiene mayor popularidad  que la fe y hay mayor número de gentes que tienen argumentos y experiencias para justificar que sean agnósticos o ateos, que cristianos para convencerlos; casi toda la sociedad puesto que dice “por lo cual me disgusté con aquella generación” (v.10), aunque por fuera no lo parezcan, pero sí son incrédulos en el corazón donde Dios los mira, “siempre se desvían en su corazón”, dentro del cual vagan porque no conocen la palabra de Dios, como dice que “no han conocido mis caminos”, aunque él les ha hablado “muchas veces de y muchas maneras”.  

El autor le da importancia al testimonio público o profesión. Nota que sólo en este capítulo se menciona dos veces la palabra “retener” (vv.6, 14) y además en alguna forma en otras partes (4: 14; 10: 23; 12.28, dif. Versión). Es importante en el propósito del libro y se repite varias veces (3:1; 4: 14; 10: 23). 

Y concluyendo observa en (vv.7, 13, 15) cuánta importancia le da a recibir y aceptar el mensaje el mismo día en el cual Dios lo envía, “hoy” y no dejarlo para mañana. No pospongas una decisión tan importante. El autor sabe que está tratando con corazones que se han endurecido o están endureciéndose (vv. 8, 13, 15) y que cada día que se rechace la voz del Espíritu (v. 6) por medio de la Escritura, más capacidad se tendrá para hacerle resistencia al Señor y con más facilidad se podrá pecar y rechazar el evangelio. El pecado te engaña y luego hace que lo justifiques para que no sientas ningún remordimiento. Empiezas a justificar el pecado para perseverar en él, culpas a otro o decides posponer el arrepentimiento. Llora, sobre la dureza de tu corazón, hermano, cuando sabes que has pecado y aun así sientes gozo y paz. Cuida tu fe, tu profesión e inspírate en el ejemplo de fidelidad de tu único apóstol: Jesús. El presente, no el mañana, es el día de la decisión. 

 

Exposición 6

 

Miles de lecciones y ninguna aprovechada

 

He. 3:12-19  

12Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; 13antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 14Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, 15entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación. 16¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? 17¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? 18¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? 19Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad”. 

 

Aquí hallarás el relativo valor del ejemplo en cuestiones espirituales. Puedes ver que básicamente la apostasía de ellos es por incredulidad (v.12); cualesquiera pueden ser las excusas que los pecadores aleguen, ellos renuncian a Cristo porque les falta la fe, lo que lo aparta del Señor y de sus hermanos en la fe. La raíz de todos los pecados es la incredulidad; y además que la incredulidad empedernece, “endurecido” (v.13), el corazón también lo vuelve “malo” en relación con Dios. Ninguno que tenga un buen corazón y con buena fe dejará al Señor. El volverle la espalda a Cristo es un acto malo.

También puedes percibir que la exhortación fraternal es espiritualmente beneficiosa y preventiva para la apostasía pues dice “exhortaos los unos a los otros” (v. 13); no dejemos a un único hombre esta importante tarea de recuperación y confirmación de la fe de la iglesia, puede servir de mucho bien que alguien venga y le aclare a otro alguna cuestión, que lo saque de alguna duda y que lo anime espiritualmente atrayéndolo de nuevo a la fidelidad. No cejemos de batallar por aquellos que hemos conocido, y más cuando notamos que dan pequeñas muestras de deseos de volver al Señor o que no han decidido completar aún la decisión para apartarse de Dios. Enfriamientos, cambios de hábitos cristianos, descomunión con la iglesia, etc., son señales que se anda mal, pero que aún el mal es remediable.  No todos los hermanos están igualmente consolidados en la fe. Puedes ayudar a algunos a restablecerse. Uno de los puntos básicos que puedes mencionarle para evitar que se complete su apostasía de Dios, es que en el fondo no se está alejando del Señor por razones doctrinales sino por pecado (v.13); y que el pecado es “engañoso”, cuyo resultado será muy triste y desconsolador. Hazle ver esta verdad y pídele que razone, que el punto de discrepancia con la iglesia no es sus enseñanzas sino un estado espiritual malo, deficiente.  

Otro aspecto mencionable para recuperarlo son los privilegios que se comparten con Cristo son infinitamente superiores a los deleites del pecado, “somos hechos partícipes de Cristo” (v.14), y aquellos son efímeros y muy amargos, y traen mucha vergüenza. No pierdas de vista las bendiciones del reino que se te ofrecieron cuando creíste. 

Y exhórtale a regresar al primer amor del principio (Apc. 2:4), “si es que retenemos el principio de nuestra seguridad” (v.14); pues uno cambia mucho desde que se convirtió a Cristo y generalmente no es para ser mejor; el mejor punto de referencia para mejorar son los primeros días de nuestra fe, aquellos primeros años cuando soñábamos con el evangelio y estábamos, como la dama de Cantares, enfermos de amor. Dile, a tus amigos que sueñen de nuevo con aquellos brillantes días, para renovar y reconquistar aquel calor y aquel entusiasmo. ¿Quién ha dicho que no se puede volver a ser la clase de buen cristiano que un día fue? Esto le insuflará esperanza. Transformad las experiencias negativas en lecciones positivas. 

Y de nuevo el autor les subraya, que se deshagan de los malos ejemplos del pasado, “como en la provocación” (v.15). Observa que muchos de los que provocan al Señor son personas informadas de sus caminos con buenos guías, “fueron todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés” (v.16), no son ignorantes. Sin embargo, no tienen ni una gota de gracia en todos los conocimientos que poseen. Y han presenciado y tenido grandes experiencias de la grandeza de Dios y recibido enormes y excepcionales beneficios (v.16) bajo la dirección de un buen líder. Y todo ese arsenal de buenas cosas para nada sirvió, se endurecieron y se dispusieron a continuar siendo los mismos, sin cambiar.  Toda la vida de ellos Dios estuvo disgustado con lo que hacían y ellos le resistieron todos los años que vivieron. Medita en el v.17, “aquellos que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto”, y dime si con esos millones de ejemplos tendidos en el desierto no era suficiente para que reflexionaran y se volvieran al Señor. Pero la cantidad de gente que se pierde y que recibe malas consecuencias por sus pecados no forman ni una sola buena lección para que se decidan a usar los que no quieren creer. Asistimos a los funerales de los impíos y continuamos haciendo los pecados que los llevaron a morir. ¡Oh corazón endurecido por nuestra incredulidad que no te aprovechas de tantas beneficiosas lecciones que contemplan los ojos!

           

Notas

Se pierden algo muy grande

He. 4:1-8; 3:18, 19

1Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. 4Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. 5Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo. 6Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones. 8Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día”. El autor de Hebreos se esfuerza muchísimo para que sus lectores entiendan por medio de dos viejos ejemplos de la Escritura que se quedarán sin alcanzar lo prometido, el reposo del pueblo de Dios, si son incrédulos a las palabras de Dios (3:14,19; 4:3,7). La palabra de Dios que aquí menciona no sale de los labios de gracia de Jesús sino de Moisés, una palabra dura, severa y cortante que cumple sin perdón su juicio contra los que la tienen en poco (4:11-13). El autor quiere salvar de la apostasía a sus hermanos hebreos. Y en segundo lugar les señala la vida eterna como un reposo. El creer la promesa es como entrar a ese reposo; confiar en ella es haberla alcanzado.  No explica largamente su pensamiento porque sabe que sus hermanos conocen la historia. Usa dos ejemplos antiguos, el sábado de la creación, que parece tenerlo también como un tipo de la vida eterna, reposada, y la entrada a la tierra prometida, que fue un reposo del andar en el desierto, una promesa pero que literalmente tampoco fue un reposo. Se pierden algo grande, dice, no puedo explicarles con detalles cuánto, pero están en el camino de morir sin alcanzar lo que se les había prometido, mejor es que crean la palabra de Dios, no sea que les ocurra lo mismo que a aquellos cuyos cuerpos cayeron en el desierto.

He. 4:1

"Por tanto, temamos, no sea que, permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado". Temamos porque podemos ser uno de esos que no la alcanzaron; alguno "parezca", da la impresión de que ya no lo alcanzarían.

He. 4:2

"...pero la palabra que ellos oyeron (la predicación) no les aprovechó por no ir acompañada por la fe en los que oyeron". Señor, permite que cada vez que lea y oiga tu Palabra la pueda oír con fe; "mezclada con fe" y también por no ir "combinada, asimilada" (gr.).  La oyeron, la aprendieron, pero no la creyeron y no pudieron combinarla con la fe. La fe es como la sal de los antiguos sacrificios, ningún sacrificio era acepto si no iba mezclado con sal (Lev.  2:11-13).

He. 4:5

"...y otra vez en este pasaje: no entrarán en mi reposo". Si comparas con el v. 2 verás que el origen de la desobediencia es la falta de fe.

 

La espada de Dios y su estocada

He. 4:8-13

". 8Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. 9Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. 11Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta".

Quedaría más bonito y adecuado si se traduce dividir o cortar el alma, o herirla, o penetrarla, porque ella es usada por Dios para ganar una pelea con una estocada. Su ataque principal es la zona de la incredulidad.  La incredulidad disminuye la importancia de la palabra de Dios y no le da crédito y piensa que es palabra de hombres. No imagines eso, aquella palabra de la ley se cumplió y la que ahora es de gracia se volverá de juicio. El autor de Hebreos habla por su experiencia y la de los escogidos, el efecto que ella le produce cuando la oyen para que lo tengan en cuenta los que la escuchan con indiferencia. ¡Qué importante es para los apóstoles y los infieles, que la iglesia continúe teniendo experiencia con la palabra de Dios! Y le hable al mundo del efecto con ella. Este es el mensaje del Espíritu por medio de una iglesia viva dirigida a los indiferentes y a los que abandonan la congregación.

 

La palabra de Dios nos despoja de cualquier antifaz 

He. 4:11-13

11Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia. 12Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. El autor está usando la Escritura como lo hace un predicador que tiene un propósito determinado con sus oyentes, inducirlos a que aprovechen la oportunidad, por eso enfatiza el "hoy". No les habla como si ya no hubiera esperanza para ellos; está ansioso porque ellos "perseveren" en la fe (palabra bien agitada e importante en Hebreos). En el pasaje puedes notar la severidad de la Palabra de Dios (v.12) bajo el símil de una espada de dos filos, penetrante ("energes", gr., energía, operante; la primera parte del v.12); no es algo como escrito sino activa. La Escritura es un testimonio de aquel Verbo o Palabra, vivo y energético. Y la segunda parte del v.12 y el v.13 se le identifica con Dios mismo por su omnisciencia, por la extraordinaria capacidad que tiene ella para juzgarnos interiormente y descubrir nuestros más íntimos pensamientos y pesar las más ingenuas o perversas intenciones del corazón. Cuando oímos la palabra estamos oyendo a Dios mismo y somos juzgados por él desde el momento en que la escuchamos. Ella nos enfrenta a nosotros mismos y nos despoja de cualquier taparrabos, delantal o antifaz y subterfugio que utilicemos para cubrir nuestra vergüenza (Ge. 3:7). El Señor nos descubre por su palabra aquellos genéticos pecados por los cuales tenemos que dar cuenta, para que nos apartemos de ellos y remitirlos antes que todas las cosas vengan a juicio. Oh, Señor, júzganos así, estate activo cuando oímos la predicación y cuando leemos la Escritura. Amén.

 

ácticamente todo el mundo; las oraciones más débiles. ¿No necesitas socorro? Pues, ¿qué mejor para animarte a buscarlo que definiéndote quién está en su trono, Jesús, el amigo de los peAcerquémonos al trono de la gracia

He. 4:14-16

"14Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”.

Oh, Señor, cuán grande es tu disposición para ayudarnos; tú sabías que por nuestras debilidades somos propensos a negarte y afirmar ante los hombres como Pedro: "No lo conozco", pero aquí nos alientas a buscar tu auxilio puesto que eres ¡poderoso! para ¡socorrer! a los que son tentados (2:18). Te refieres primero a tu carácter que puedes compadecerte de nuestras debilidades porque fuiste tentado en todo según nuestra semejanza y luego a tu trono de salvación, que aquí lo nombras como "trono de gracia", que la gracia está entronada, para que los pecadores primero, los que han perdido ya su integridad, los que habiendo sido por un tiempo fieles han caído en desobediencia y luego, por ende, si se recibe a los peores que son los reincidentes, recibes a todos los demás, porque tu trono es de gracia, de misericordia. ¿Por qué, hermano mío, no te aprovechas ahora de estos dos versículos? Si su trono es de gracia, a él puede llegar prcadores, el sumo sacerdote de ellos, el siempre comprensible, el mismo que dijo que si alguno iba a él no le echaba fuera. El que murió, sí, el que murió. Y resucitó por ellos. Ya hemos visto lo importante que es para el autor que sus hermanos mantengan la "profesión" de Cristo. Y para nosotros, por supuesto. No necesitamos un cura usurpador de esa posición.

No somos entregados a un sumo sacerdote cruel o incomprensible que se decepciona con las flaquezas nuestras, que se frustra y nos abandona a los caprichos y tentaciones de nuestro corazón. Si estás perdiendo tu "profesión" cristiana, pide misericordia para que seas fiel, adquiere socorro. Jesús pasó por donde tú estás pasando; aunque hayas dado motivos para que te rechace, acércate "confiadamente" al trono de la gracia. ¿Qué necesitas? Gracia para volver a él. Cuando Moisés dice que no, Jesús dice que sí. Oh, Señor, ayúdanos, ¿no habrá ayuda para nuestro ejército? ¿Continuaremos trabajando en vano?

 

He. 4:14

"Teniendo, pues, un gran sumo sacerdote que trascendió los cielos, Jesús, el Hijo de Dios, retengamos nuestra fe". Ahora pasa al tema importante para los hebreos, el del sacerdocio, y en ese mismo sitio coloca a Jesús, que traspasó "el velo" para ir a la presencia de Dios, pero no un velo terrenal sino el cielo mismo. Vuelve a la superioridad de Jesús.

 

Capítulo 4

 

Exposición 7

           

 

No quiero que Cristo me halle ocioso y remolón

 

He. 4:1-11  

1Temamos, pues, no sea que, permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. 2Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. 3Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo: Por tanto, juré en mi ira, No entrarán en mi reposo; aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo. 4Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día. 5Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo. 6Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia, 7otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo: Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones. 8Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día. 9Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. 10Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas. 11Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia”.

 

Observa que algunos parecían que no eran convertidos, “alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado” (v.1), no haber alcanzado el reposo, esto es, la salvación. Normalmente la vida cristiana debe ser un reposo, un sábado. El autor maneja los dos sábados, el actual, el ahora, hoy, y por eso se incluye dentro de los que ya han creído y “entramos en ese reposo” (v.3), es más enfática la idea de un sábado celestial y eterno. Pero ¿cómo aquí la vida cristiana podrá ser descrita como un reposo si toda ella es trabajo, lucha, agonía? Es cierto, aquí nunca estamos reposando, ni aun Jesús reposó sino hasta que dijo “consumado es”; es que ese reposo no se refiere a estar inactivos sino a “estar en Cristo” y estar bien con Dios. No obstante, como el estado de reposo puede semejarse a “sentados en los lugares celestiales” (Efe. 2:6); es entonces un estado de gracia donde no se teme los truenos de la ley, la conciencia está quieta y el corazón se halla tranquilo en medio de las diversas pruebas, y la vida cristiana se vive completamente “en la fe del Hijo de Dios”. Si algo nos quita la paz y nos llenamos de incrédulas preocupaciones, parafraseando a Pablo, “de la gracia hemos caído”, o sea perdimos el privilegio de ese estado de reposo y salvación. En el caso de los hebreos, tal vez para ellos la mejor palabra que define ese reposo además de paz pudiera ser permanencia, si a pesar de todo “tienen fe para preservación del alma”, y los pensamientos. 

Observa que escuchar un sermón sin creerlo produce enojo en el corazón de Dios (v. 3); como dice, “juré en mi ira, no entrarán en mi reposo; si escuchas la palabra de Dios y no la crees, si te insta al arrepentimiento y no lo haces, a Dios no le gusta porque equivale a un gran menosprecio a su misericordia ofrecida, a la belleza de ella misma y un desaprovechamiento del privilegio de la oportunidad la cual no se le concede a todo el mundo, pues muchísimas personas mueren sin siquiera oírla en alguna ocasión. Perderse por no oír la Palabra es una cosa y condenarse por rechazarla es otra. Hay más remordimientos en una que en la otra. Es mejor entrar en el infierno por ignorancia de la palabra que por rechazarla. Los que lo hacen son condenados bajo juramento divino.

Fíjate que siempre la fe y la palabra de Dios se acompañan en la salvación (v. 2); (mezclada, combinada o asimilada con fe, gr.). La fe es como la sal en los antiguos sacrificios, no podía ofrecerse ninguno a Dios sin ella (Lev. 2: 13). Sin fe es imposible agradar a Dios. La carencia de una de las dos imposibilita la adquisición de alguna esperanza y la entrada al reposo celestial. Se les predicó inútilmente la palabra de Dios y se gastó mucho tiempo de balde enseñándolos. Pero uno no sabe, no se sabe los que serán fieles hasta el final.

Mira que la vida eterna viene siendo anunciada desde la creación del mundo por medio de la institución del día de reposo o sábado, “porque así ha dicho en cierto lugar acerca del séptimo día” (vv. 3, 4). La observación del sábado era una señal de apetecer entrar a aquel reposo celestial. El sábado es un tipo de la salvación. El guardar el sábado era una manifestación de la aspiración para entrar por la fe en aquel reposo que él simbolizaba. No eran las obras guardadas el día séptimo sino la fe ejercitada en su observación. El que guardaba el sábado entraba donde se hallaba Dios, “él mismo ha reposado de sus obras, como Dios reposó de las suyas” (v. 10), porque lo hacía para Dios. En sentido estricto el sábado reflejaba a nuestro Señor Jesucristo (v. 6), “puesto que todavía falta que algunos entren en él”; pues no se diría que aún falta que algunos entren; el sábado semanal siendo “sombra de las cosas celestiales” (8: 5) y Cristo “el cuerpo” (Col. 2: 16,17), y al llegar él, queda sustituido por Jesucristo que es la oportunidad vigente de reposo celestial para todos los que reposen con él en Dios. Procura permanecer en Cristo y continuar en él hasta acompañarle junto a Dios. Si comparas el v. 6 con el v. 11 te darás cuenta que, la palabra incredulidad es sustituida por desobediencia; la falta de fe conduce a la desobediencia, y la obediencia es una manifestación de la fe. La obediencia no es el medio de la salvación, pero sí su consecuencia y su fruto; y eso es lo que el autor de Hebreos quiere, que sean obedientes, fieles y que tengan fe. Amén. A veces me dicen que descanse porque trabajo día y noche sin reposo, y lo hago porque tengo fuerzas, me gusta mi vocación y pienso que bastante tiempo estará mi cuerpo en el sepulcro, hasta que Cristo retorne y no quiero que me halle ocioso y remolón.


Exposición 8

 

El poder de la palabra de Dios

He. 12,13

12Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”. 

 

Fíjate primero que la palabra de Dios vivifica porque Cristo es Espíritu vivificante (1 Co. 15: 45) y con su Espíritu “vivificará nuestros cuerpos mortales” (Ro. 8: 11). Los cuerpos donde mora el Espíritu de  Cristo están más vivos que donde more el pecado. Dice que es “viva y eficaz” o viva y activa, operativa y poderosa, como significa la palabra en griego. Por otra parte nota que la palabra de Dios es un arma, una “espada de dos filos”, que lo mismo sirve para defenderse de todo aquel que demande razón de la esperanza que hay en vosotros, como para llevar cautivo todo pensamiento que se levanta contra el conocimiento de Dios, a la obediencia de Cristo, pues como soldado el cristiano en vano no la lleva; y además sirve tanto para la paz como para la guerra. Que es un arma para rechazar al enemigo y protegerse uno lo indican las palabras “penetra, alma y espíritu”, y son mencionados después “los tuétanos y las coyunturas”. Penetra todo el ser humano, o como dice Pablo, “espíritu, alma y cuerpo”. Bajo la dirección de Dios esa Palabra llega inmediatamente a la psiquis (alma), sigue por toda ella combatiendo y dando muerte a todo lo que sea enemigo de Dios aun dentro de los “pensamientos y las intenciones del corazón”. 

La conversión a Cristo es un combate que incluye esta espada de dos filos y la oración (Col. 2: 1,2), entre el Espíritu y la carne (Ga. 5: 17), y el hombre fuerte tiene que ser atado por el Señor. Estas palabras son para hacer temblar a los que están a punto de retroceder y para da ánimo a los que enseñan y que estén seguro que como la espada de Goliat, no hay otra como ella para tocar  todas las regiones de la personalidad para la salvación, y perseguir en su interior el pecado escondido dentro de los tuétanos y las coyunturas para que se doble toda rodilla ante Dios y confiesen que Jesucristo es el Señor.  

En el contexto donde están situados estos versículos, la intención del autor y las palabras mismas lo que quieren mostrar es juicio sobre aquellos que desobedecen esa palabra y que se constituye completamente mortal para los que pelean contra ella. Observa su capacidad para juzgar al hombre; ella explora lo más personal de él y lo penetra hasta las regiones más íntimas y privadas, “el alma”, el “espíritu”, el corazón, y todo lo que hay dentro de esa vida interior lo analiza, lo reprueba o lo aplaude. La palabra de Dios es única en este sentido porque va dirigida por el ojo del Señor al sitio apropiado y con el poder divino suyo. Es Dios mismo quien la envía con su fuerza penetrante. El ser humano ante ella se encuentra como ante el tribunal de Dios y es acusado porque ella acusa a judíos y gentiles porque todos están bajo pecado (Ro. 3: 9); y eso es lo que se siente cuando Dios la está enviando. La persona se siente por todos juzgada y se siente mal, se arrepiente, confiesa que Dios se halla entre aquellos que le hablan y le adora (1 Co. 15: 24,25). En otras palabras: toca la conciencia y la limpia de obras muertas (He. 9: 13,14). Es la campeona en quitar las culpas por medio de la fe.

Ninguna otra palabra tiene tanto poder de penetración mental y espiritual como la Biblia predicada bajo la influencia del Espíritu Santo; y por ende, ningún otro mensaje tiene el poder para matar al hombre y darle vida. La Biblia es el libro donde truena el Rey de gloria. 

Por supuesto que el análisis y crítica de esas cosas privadas es lo que motiva su humillación para la conversión o el espanto para su juicio y reprobación. La realidad que ella manifiesta ahora es la realidad eterna. No te pongas furioso con el sermón ni huyas, déjate juzgar porque ese juicio ahora, el sentir tristeza según Dios que no es para muerte sino para salvación (2 Co. 7: 10).  

 

Y mi última observación es que la segunda parte del v. 12 y el v. 13 se identifica la Palabra de Dios con Dios mismo por su omnisciencia, por la extraordinaria capacidad que tiene ella para juzgarnos interiormente y descubrir nuestros más íntimos pensamientos y pesar las más ingenuas o perversas intenciones del corazón. No creas que alguien ha dado informes de tu vida al predicador. La palabra predicada es divina y tiene la virtud de hacer a la persona sentirse descubierta y desnuda como si el que la está diciendo supiera sus secretos. Nos enfrenta a nosotros mismos y nos despoja de cualquier antifaz, disculpa o subterfugio que utilicemos para cubrir nuestra vergüenza, con el propósito de anticipadamente prepararnos antes que vayamos a juicio porque las palabras de Jesús juzgarán al mundo ( Jn. 12: 48). Y en la hora de culto cuando oímos la predicación, pensemos que estamos siendo mirados por los mismos ojos de Dios, porque donde se hallen dos o tres reunidos en su nombre allí está él.  Amén.

 

Exposición 9 

 

Jesús en la conversión de aquellos hebreos

 

He. 4:14-16  

14Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión. 15Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. 16Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. 

 

Aquellos judíos estaban sufriendo de los de su nación (1 Te. 2: 14) por haberse convertido en cristianos. Y un miedo grande de ellos era quedarse sin nadie que los representara ante Dios, pues eran “expulsados” de la sinagoga (Jn. 9: 34; 1 Te. 2: 15). El autor los calma. Observa que no hay que temer a ninguna gran pérdida religiosa ni temer la excomunión de una organización si se tiene a Jesús como “sumo y gran sacerdote”(v.14), porque vale más lo que se obtiene con Jesús que lo que se pierde por él.  Si la conversión a Cristo conlleva un cambio de religión y una pérdida de privilegios y seguridades en el grupo, nunca ellas serán mayores que las que se obtiene en la nueva fe del “Hijo de Dios”. Sabemos que la conversión de estos judíos al cristianismo conllevaba pérdidas, 10: 34  (“todo” dice Pablo, Flp. 3:8; “todo” dice Pedro, Mt. 19: 27) y momentos difíciles. 

El tamaño del cambio y la permanencia en la nueva fe dependería del monto del conocimiento que tuvieran de Jesús, hasta llegar a estimarlo todo como basura. La renuncia a ese orden dado por Moisés fue muy difícil y dolorosa para los judíos que aceptaron la fe en Cristo. Pedro mismo en un principio dijo no Señor (Hch. 10:14). Jesús es introducido como sumo sacerdote dentro del orden levítico siendo de la tribu de Judá porque como más tarde dirá lo es “según el orden de Melquisedec” (más adelante lo explicaré). 

Cuando los apóstoles les invitaban a aceptar el cristianismo los invitaban a destruir todo el fundamento ceremonial religioso de la vieja religión judaica. El cristianismo sería una total sustitución del judaísmo. Y eso lo harían si se les presentaba claramente a Jesucristo como crucificado delante de los ojos, y cuyo sacerdocio oficia en el “trono” no de la ley sino de “la gracia” (v.16). El autor de Hebreos más adelante discute  la superioridad de Jesús como sumo sacerdote sobre los otros del pasado orden aarónico. 

Por lo tanto, no quedaban desprovistos de un Mediador entre ellos y Dios, sino que Jesús ocupaba ese lugar. En la mente de aquellos hermanos tentados su fidelidad dependía que sustituyeran todo el antiguo orden por Jesús, sin dejar ni una cosa que no fuera sustituida por él. Es decir, Jesús debía ser “el todo en todos”. Esos hombres y mujeres habían sido evangelizados con Jesús y la conversión de ellos consistió en negar ese sistema de adoración, no por erróneo sino por incompleto y ser capaces ante sus hermanos de demostrar que, como diría Pablo, todo esto proviene de Dios (2 Co. 5:18), sin ninguna duda de quién era Jesús, el Hijo de Dios, enviado por Dios, haberlo visto morir, resucitar y “atravesar los cielos” (v.14). Aquellos hombres tan celosos por la ley de Moisés no se convertirían a Cristo sino con pruebas indubitables, y aún así sus compañeros los acusaban de apostatar de Moisés (Hch. 21: 21). 

En segundo lugar, la doctrina de la gracia forma parte implícita en el cambio religioso de ellos puesto que el autor de Hebreos les pide que se dirijan en oración al “trono de la gracia” cosa que ellos no hubieran hecho si no supieran de qué se trataba. Es decir, que la sustancia de lo que se les habló a estos judíos convertidos del judaísmo fue la teología de la gracia suficiente por medio de la fe en Jesús, y se les informó acerca de su Persona y el valor de su cruz dentro de los sacrificios judaicos, su posterior resurrección y ascensión traspasando  los cielos. 

El autor de este tratado a los judíos es uno de los predicadores responsables de la conversión de  ellos y que se propuso no saber otra cosa que a Cristo y a éste crucificado, tropezadero para esa nación pero el mensaje de salvación al fin y al cabo. Este autor tiene en su pluma la sustancia de la teología de la escuela de la gracia del apóstol Pablo aunque es un ministro a los judíos, y si se interpreta correctamente el capítulo sexto, no tienen mucha diferencia (¿por qué no Bernabé?). Según él, la gracia está entronada y fue llevada al trono por el sumo sacerdote Jesús que en vez de traspasar “el velo” de lino del santuario, atravesó el velo de su carne (10: 19-23)  y llegó hasta donde está Dios, o lugar santísimo, por el camino que es él mismo (9: 5). Eso nos descubre un poco el contenido en doctrina de gracia que tenían los mensajes de aquellos primeros misioneros a los judíos, y que la separación con el ministerio de gracia a los gentiles con Pablo no era tan grande como se podía pensar; y si lo era dentro del liderazgo de Jacobo no lo era tanto dentro del pensamiento de Pedro y Bernabé, y los hermanos lo temían, claro, por el apoyo que tenía de las autoridades de Jerusalén.

Fíjate que deja en manos de la gracia la perseverancia de ese cambio religioso para que acudan a ella en momentos de crisis, confiados en que hallarán “compasión” y “ayuda oportuna”. Si al cambiar de religión les resultaba difícil podrían pedir socorro a Dios a través de ese sumo sacerdote, Jesús, y desde cuyo trono  llegado el momento de quedarse o volver atrás les ayudaría a resistir la “tentación” porque aunque era más sublime que los cielos seguía sensibilizado hacia las debilidades y flaquezas de aquellos por los cuales intercede y puede “compadecerse” con los que “son tentados” (v.15), sentir lástima por ellos y socorrerlos oportunamente (v.16), si se acercan a Dios en su nombre. La palabra “osadamente” es apropiada si se relaciona esa osadía con los opositores judíos, pero menos que “confiadamente”, que implica sobreponerse a la incredulidad, a la timidez propia de los primeros judíos que decidieron acercarse a Dios sin la mediación de un sumo sacerdote terrenal.  

 

Notas

Cómo es el que está sentado en el trono de gracia

He. 5:1-4

"1Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; 2para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; 3y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. 4Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón". ¿Sabes ministro que estas palabras fueron escritas también para ti y para mí? (1) El ministro del Nuevo Pacto mucho más debe estar constituido a favor de los hombres no en contra ellos. Sus labios deben exhortar, reprochar, reprender a sus hermanos pero no criticarlos, pero sobre todo orar por ellos, interceder para que Dios perdone los pecados, por la faltas que les ve y las que no sabe, porque el perdón es el principio de todas las bendiciones que ellos recibirán (v. 1). (2) El v. 2 no habla de su oficio sino de su carácter para que no se canse de entender una y otra vez, un pues él también debe cosas (Lc. 11:4); cómo ellos también los comete (v. 3); y la base de esta actitud es su honestidad consigo mismo y con Dios (3) y debes recordar que tu oficio es una honra que has tomado de Dios (v. 4).

Considérate a ti mismo en tu oficio; si eres ministro, maestro, consejero, acuérdate que eres un ser humano y que por ser un ser humano es que has sido llamado por Dios para ejercer ese ministerio; si fueras un ángel no podrías haber sido llamado porque Dios cuenta que para ser un mejor ministro sientas y aceptes tu debilidad humana, "tentado en todo según la semejanza de ellos, pero sin pecados”; para que puedas testificar por experiencia sobre la verdad de la Escritura, que afirmes con autoridad que “él es poderoso para socorrer a los que son tentados”, que "la sangre de Cristo nos limpia de todo pecado”; etc.  Acepta tu humanidad, o sea, que eres débil, que el trono de la gracia está abierto las 24 horas al día y los 365 días del año, de día y de noche. Que la fidelidad del Señor es a toda prueba. Así experimentarás la dulzura de la consolación por la Escritura, cuyos textos no se abrirían nunca si no fuera necesario que vertieran su contenido sobre ti, su significado sería un misterio para ti si tú no vivieras la situación de debilidad que experimentas. Oh Señor, cuán débil soy y “pecante” como mi pecado, cuán proclive soy al mal. Señor, permíteme depender de ti para mi fortaleza y dignidad sacerdotal. Amén.

Nota su carácter; es comprensible y cómo se percata, por la luz de Dios de cuán débil es, exhorta, reprende con amor, pero no critica porque no está en contra de los hombres sino a favor de ellos, intercede por sus faltas, no las toma como una ofensa personal a él sino como una dolorosa necesidad. Oh Señor Jesús, gracias porque todo esto se refiere a ti, para explicarnos quién y cómo es el que está sentado en el trono de la gracia. Tú estás a favor nuestro. Amén. 

He. 5: 2, 3

"...y puede obrar con benignidad para con los ignorantes y extraviados, puesto que él mismo está sujeto a flaquezas...". "Ignorantes y extraviados", los no convertidos a Cristo y los apóstatas. Principalmente estos dos. Si eres honesto contigo mismo serás condescendiente con los demás y los llevarás a ellos ante Dios con el mismo espíritu que vas tú.

 

La excepcional piedad de Jesús 

He. 5:7-10

"7Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. 8Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; 10y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec". Este texto debe interpretarse de acuerdo a la intención pastoral de su autor, que es animar a sus lectores a ser fieles en la persecución e incluso ofrecerse a la muerte por la obediencia al evangelio; a presentar una profesión "cristiana". Cristo muestra aquí su profesión "cristiana", es un ejemplo para ellos, presentándose a Dios para hacer su voluntad, aunque viniera la muerte.  El espíritu de Hebreos es llamar a los hermanos a la fidelidad a la palabra de Dios, el sometimiento reverente (temor piadoso, gr. La palabra también significa "buena alabanza". La mejor alabanza a Dios es por temor reverente someterse a los sufrimientos que conlleven hacer su voluntad, deseos y propósito). 

Entrando en detalles. El secreto del éxito del Salvador, el eje central desde donde partió toda la fuerza que lo condujo a ser el arquitecto de "eterna salvación" y sumo sacerdote para siempre. ¿Cuál? Su piedad. En el terrible momento de tentación su piedad fue la que respondió, su genuina vida piadosa que accedió someterse por entero a la voluntad de Dios. Y ¿qué es esa piedad? El significado más alejado es la traducción del texto, "temor reverente", es más bien, "su sujeción reverente" o "alabanza con temor". Estas son definiciones más exactas. 

La piedad es algo que tiene que ver con la vida, con la posición que se asume ante la ley de Dios en cualquier situación, que culmina con someterse a ella y con la alabanza de Dios. Su piedad fue probada muchas veces por la tentación, pero no accedió al pecado (2:18). Jesús vivió cada una de las experiencias que podamos tener y así se convirtió en el total ejemplo de nuestra salvación, por eso se nos pide que lo miremos y actuemos como él lo hizo (12:2,3). Jesús cuando tuvo el sufrimiento enfrente no dio un paso atrás, actuó como un hombre piadoso, como ungido por el Espíritu Santo, determinado a renunciar al último pedacito de su yo para hacer lo que Dios deseaba; así el hombre Jesús, el sumo sacerdote hombre, el mediador hombre, conquistó con su vida, eterna salvación para los que le obedecen. Oh amado, revisa tu concepto de piedad y de vida cristiana, de lo que es la salvación. 

Aprender la obediencia y ser "perfeccionado" son palabras que más bien se sacan del ejemplo de Jesús no de su naturaleza perfecta por naturaleza; en beneficio de la vida de fidelidad de aquellos débiles hermanos hebreos. La idea es que fue un sacrificio y un sacerdote perfectos y tiene que ver con su función, con la obra que llevó a cabo y pudo piadosamente decir "consumado es".

 

Ha caído en desuso la teología

He. 5:11

"Acerca de esto tenemos mucho que decir, y es difícil de explicar, puesto que os habéis hecho tardos para oír". Sí, hermano, hay muchas cosas preciosas y profundas sobre las cuales casi no se escribe y menos se predican, las cuales no son los "rudimentos" de la doctrina de Cristo (6:1); y son pocos los libros que las publican porque las iglesias generalmente están estancadas y no progresan en conocimientos. Los cristianos se convierten a Cristo pero no escudriñan la Escritura ni los buenos y escasos libros. ¿Alguien es culpable de eso? Algunos veces, no son los pastores, otras sí (13:7); pero otras veces la responsable es la propia iglesia (no todas; y quizá por culpa de sus enseñadores) que ha escogido esa clase de cristianismo desinteresado en el conocimiento espiritual y preocupada por los bienes de este mundo. El autor dice que tiene muchas cosas que decir pero que son difíciles de entender, o más bien de explicar de forma sencilla, y la principal responsabilidad recae sobre la congregación hebrea que no acababa de comprender completamente el rol central de Jesucristo dentro de las ceremonias judías. También por otra parte el asunto de Melquisedec llevaría mucha investigación histórica quizás no disponible en cualquier librería, porque no es fácil escribir sobre la relación que Abram previamente tenía con él. No obstante, supongo que se refiere a lo que recientemente acababa de escribir sobre el perfeccionamiento de Jesús como sumo sacerdote, su obediencia, y ambas cosas en relación con su vida inmaculada y excepcional.

Aunque es difícil hacer un diagnóstico satisfactorio en estos tiempos modernos, la clase de salvación que se está recibiendo, tiene si no mucho, algo que ver con la escandalosa ignorancia. El evangelio más y más se toma para ayudar a la vida terrenal, la familia, el trabajo, la salud, etc., por consiguiente, Cristo no es el alfa, ni la omega, ni el principio ni el fin, sino un medio para conseguir lo que se quiere; la iglesia y el Espíritu Santo se tienen para esas funciones pragmáticas y se ministran en ese lugar para cubrir las necesidades del pueblo. Así cae en desuso la teología, el interés por el significado de los textos bíblicos y el poco enjundioso pragmatismo espiritual ocupa el lugar del conocimiento y de la esperanza celestial. De este modo la iglesia queda expuesta y abierta a cualquier clase de apostasía.

 

El objetivo de la más sólida doctrina

He. 5:11-14

11Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. 12Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 13Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal”.

Entonces, ¿qué pasó con lo que aprendieron? ¿Los han confundido tanto que hay que repasarles y volver a instruirles en lo que parecía que comprendían bien? ¿Les destruyeron toda la fe que tenían en ellas? Ahora necesitan volver aprender lo mismo y además curarles de todas las sospechas que shebreosobre esas doctrinas les inyectaron.  Les envenenaron el evangelio de Cristo. Había que (usando una palabra de computadora) reinstalarles el programa del Espíritu Santo en sus corazones, porque aquellos archivos estaban corrompidos. O como diría Pablo, "hasta que Cristo sea formado en vosotros" (Ga. 4:19); ya que lo ocurrido es como si no lo hubieran tenido nunca. 

Para recuperar un apóstata este es el camino,  la re-instrucción, desde los elementos básicos en los cuales perdió la fe. Hay alguna esperanza si logramos que acepte de nuevo ser instruido y que en el proceso exprese sus dudas y confusiones. Ahora, por el tiempo perdido en apostasías, debiendo estar en conocimientos por las nubes andaban por la tierra. El apartamiento de Cristo es una lamentable pérdida de tiempo, que pesará toda la vida. 

Y además observa que el fin de la más sólida doctrina cristiana es aprender a hacer diferencia entre el bien y el mal, aceptar uno y apartarse del otro (v. 14), "discernimiento del bien y del mal" "separar lo precioso de lo vil" (Jer.15:9); traducir esos conocimientos en un estilo de vida santa y un credo sano y ortodoxo. No es infantil inocencia sino ignorancia la de ellos; conocer la diferencia entre lo bueno y lo malo (conceptual o práctico) tiene un origen teológico y escritural. El abandono del estudio de la Escritura explica el abandono moral, la alarmante carnalidad y mundanalidad de un pueblo que pudiera ser santo por la palabra de Dios. Trabajemos en el estudio de la Escritura para que los que son de Dios conozcan su palabra y vivan gloriosamente en este mundo, pensando siempre esto que no se puede vivir bien a pesar de conocer mal.

 

Capítulo 5

 

Exposición 10 

 

El ministerio de recuperación

 

He. 5:1-6   

1Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados; 2para que se muestre paciente con los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad; 3y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por sí mismo como también por el pueblo. 4Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado por Dios, como lo fue Aarón. 5Así tampoco Cristo se glorificó a sí mismo haciéndose sumo sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, Yo te he engendrado hoy. 6Como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec”.

 

Según este ejemplo he tomado una determinación: no estar en contra de las debilidades de los hombres sino “a favor” de ellos, como dijo Samuel, no pecaría contra Dios cesando de rogar por su pueblo, y menos criticarlos por las faltas que comenten. Si veo algún hermano cometer pecados, como dijo Juan, pediré por él a Dios y no iré a contarlo a nadie. No estaré a favor de los pecados de los hombres ni participaré en pecados ajenos ni encubriré avaricia o fornicación, pero me compadeceré de los que son vencidos por el mal. Ese espíritu es el que quiero transmitirles. 

 Esta porción es simple y fácil donde se trata de la recomendación de Jesús como sumo sacerdote, y yo lo voy a tomar como ejemplo para la iglesia el ministerio de recuperación que tiene Jesús y que ella se ocupe de  hacer regresar a los que por cuestiones de doctrina ha perdido. Para decir algo nuevo podría pedirles que enfoquemos la atención en el ministerio que podría tener la iglesia con aquellos que la abandonan porque son ignorantes y están confundidos a los cuales hay que animar a que no se desentiendan de los privilegios que tienen con el cristianismo sobre el judaísmo. La superioridad del primero sobre el segundo, lo sabemos, es Jesús. Si esos miembros bautizados se han extraviado y vuelto a las ceremonias, lo han hecho por “ignorantes”, no porque se hayan ido al mundo. Y si son ignorantes lo que necesitan para restaurarlos es una mejor información sobre sus creencias. Y aquí están. Por este camino va mi exposición.        

Nota que, y lo repito de modo inverso, Jesús no está en contra de los pecadores sino “a favor de los hombres” (v.1). Y esto ellos lo sabían, pero de lo que no estaban seguros, quizás, es que estuviera a favor de ellos “siempre” (v.6), “viviendo siempre para interceder por ellos” (7: 25), especialmente con aquellos que se estuvieran retractando “para perdición” a los cuales califica como “ignorantes y extraviados” (v.2). Presumo que esto es dicho también con un propósito de misericordia por parte de la iglesia, para que ella recoja, si puede, a esos pobres descarriados y no los olvide, considerándose a sí misma puesto que ella “está rodeada de debilidad” (v.2), que es una mejor traducción que “sujeto a flaquezas”. 

El autor de Hebreos insiste muchísimo en la humanidad de Jesús y sobre todo cuando se trata de socorrer a los que son tentados (2:18). Sin embargo es impropio tratar de excavar sobre su naturaleza humana con las palabras “rodeado de debilidad”  para adivinar o imaginar el tipo de debilidades que rodearon la vida del Señor. La Escritura aquí no tiene en mente semejante cosa sino demostrar con aquellos la compasión suya, como hemos visto, su simpatía para nosotros. 

Lo que sí posiblemente insinúa es la misión compasiva que tienen que tener los pastores del NT para recoger o hacer volver al redil a los descaminados. La Gran Comisión es importante, la expansión de la iglesia, pero también la confirmación en la fe de sus miembros. 

La virtud necesaria para ser solícita en eso es comprensión, entender por qué tal y cual miembro ha vuelto a las ceremonias y para llegar a ese entendimiento debe primero entender sus debilidades. ¿Fueron débiles en la fe? ¿Los convencieron fácilmente para que nos dejaran? Pues ellos necesitan ayuda y no dejárselos a esos opresores. Consideren al Señor en el cielo como sumo sacerdote, abierto a recibir y prestar socorro a los que quizás temporalmente han renunciado a los beneficios que tiene su cruz. 

Según Hebreos, y se apoya en la Escritura para decirlo, Jesús no ha usurpado el sumo sacerdocio de aquellos descendientes de Aarón sino que Dios mismo cuando lo introdujo en el mundo le asignó esa función y continúa ocupándola en el cielo, eternamente, como otra clase de sacerdocio, independiente de la tribu de Leví por cuanto él pertenecía a la de Judá. No tienen que tener miedo quedarse sin un intercesor para los pecados de ellos porque Jesús no ofreció sacrificio “por sí mismo” (v.3) puesto que su sangre era pura, sin pecado concebido, sino por todos nosotros, los que aún permanecemos y los que no han podido.

Aquellos sumos sacerdotes terrenales aunque ya no los usen porque han quedado desplazados, siguen siendo dentro de la ley buenos ejemplos para todos los creyentes en atención a su vida espiritual y la de sus hermanos. Somos tan débiles como los que han flaqueado, excepto que por un milagro de la gracia hemos sido preservados sin apostasías. Por lo tanto, nosotros sí debemos ocuparnos de nuestros propios pecados y ofrecer por ellos rogativas y pedir perdones y fuerzas para continuar siendo fieles, y aprender a entender nuestras “flaquezas” y estar conscientes que estamos como encerrados en un “círculo” y que a menos que el Señor se compadezca de nosotros y nos fortalezca y defienda, caeríamos fácilmente en las manos de Satanás. 

 

Exposición 11 

 

Jesús, aceptando la voluntad de Dios

 

He. 5:7-10  

7Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente. 8Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; 9y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen; 10y fue declarado por Dios sumo sacerdote según el orden de Melquisedec”.

Creo que el propósito del autor aquí no es presentar una cristología donde se aprenda de la esencia divino-humana de Jesús sino él como ejemplo al enfrentar el modo de su muerte; y ello evidencia la clase de estímulo que le da a los débiles en fe, las últimas consecuencias. En el texto, la ilustración de Jesucristo, para la aplicación, tiene implícito la idea de la aceptación del martirio si fuera necesario, si fuera inevitable, como una copa que Dios da para beber (Mt.20:22, 23). Quiere decir que fue oído por Dios que le podía librar de la muerte, pero no lo libró y no pasó de él su copa (Lc.22:42, 43). Y no fue librado no porque no tuviera fe, ni porque no tuviera intensidad su oración (Lc.22:44), porque pidió con lágrimas el ser excluido de ella, sino porque esa era la voluntad del Padre (v.7). Fuera de su gusto o no, no la deseara o sí la deseara. El mensaje que está transmitiendo es: Si es la voluntad de Dios que llevéis con Cristo la cruz, acéptala, porque él dijo que quien no está dispuesto a tomarla no podrá ser su discípulo (Mt.10:38). 

Tal parece que el ejemplo no es apropiado para estimular a ser fieles a personas que están semi- extraviadas y sufren persecución. Pero así habla el Espíritu Santo a los que llama, que sean fieles y no teman perder sus vidas por causa de Cristo, hermanos que están conscientes que poseen una salvación tan grande (2:3). Eso suena raro en este moderno mundo hedonista donde se prefiere y se oye lo contrario, y se estimula a la gente con las ventajas de ser cristiano y no se les avisa del costo, de lo que se pudieran perder, ofreciendo un Cristo que se recibe por conveniencia.

Tampoco fue librado de la muerte, aunque su vida era una continua alabanza a Dios. La palabra que usa el autor para decir que por causa de ella Jesús fue oído es piedad (eulabeías) o alabanza, o temor reverente. Esa afirmación tiene dos propósitos, el primero, en línea con la idea de la posibilidad del martirio de algún hermano hebreo, lo cual quiere decirles que la vida de ellos pudiera tener las mismas consecuencias, a pesar de ser personas muy piadosas. La piedad, una vida temerosa de Dios, no son razones por parte de Dios para excluirnos del sufrimiento; a menudo los más piadosos son los que más sufren, a los que más Dios les pide, aunque vivan en continua alabanza para Dios. 

Se le envió un ángel para que le fortaleciera pero no para que lo defendiera, un ministro para que lo pusiera en el estado de ánimo que las circunstancias le exigían. El pedía un cambio de rumbo en su vida y Dios le dijo que continuara por el camino que llevaba. Es lo mismo que dijo Pablo con respecto a su aguijón en la carne y el mensajero de Satanás que le abofeteaba. Dios no se lo quitó pero le dio gracia. A Jesús Dios le contestó pero sin embargo le negó lo que le pedía y eso también forma parte del testimonio cristiano y no lo disminuye sino que lo convierte en real y creíble porque es una experiencia común. No hablemos sólo de oraciones que Dios nos ha respondido, dándonos sino también quitándonos, incluyamos en nuestro testimonio aquellas respuestas que son sí y las que vienen acompañadas con un absoluto no.

Y en segundo lugar nos enseña que nuestras oraciones deben ser acompañadas por una vida de mucha piedad o, que sea una entrega diaria de alabanza a Dios a pesar de las circunstancias adversas. Jesús no perdió piedad porque le ordenaron continuar en la senda de la cruz porque estaba preparado para la obediencia, su vida era una vida de fe y de completa aceptación de la voluntad divina. Oh Señor, perdónanos cuando no queremos aceptar tu voluntad y protestamos para no seguir el camino que tú nos has destinado. La  piedad se muestra por una santa resignación a los decretos de Dios. Un necesario reposo en esa aceptación y en esa resignación.

Por otra parte, aunque no recibió lo que pidió, recibió otra cosa diferente a lo que pidió que estaba más involucrada en la salvación que un cambio: su perfección espiritual, “por lo mucho que padeció aprendió la obediencia”. En la mente del autor están los hermanos que enfrentan similares situaciones, y eso es más aplicativo a ellos que a él. En estos términos, hablando como hombre, la resignación a su situación, la aceptación por fe de su caso, “lo hizo mejor cristiano” (el que lee entienda). La obediencia es el precioso resultado de nuestra fe. Pensamos que la respuesta de Dios consiste en adiciones pero bien puede ser en substracciones, no en cosas que nos da sino cosas que quite, no en sí sino en no. Ese es el aspecto más importante de nuestras oraciones, no en tener lo que queremos sino en ser mejor de lo que somos. Dios nos está respondiendo cada día cuando sufrimos, si bendice nuestros sufrimientos y perfeccionan nuestra vida espiritual. 

Nota que Jesús fue perfeccionado por medio del aprendizaje en la escuela del dolor. ¿Sabemos sufrir? ¿Nos gusta esa clase de lección? Queremos ser perfeccionados en la esperanza y en la fe, en la paciencia, pero sin una gota de sufrimiento, en gozo y con una vida feliz, donde la fe y la esperanza están en casi desuso. El perfeccionamiento de la piedad es un medio relacionado directamente con el propósito que Dios tiene con nuestras vidas; en el caso de Jesús, para que obrara la “eterna salvación” de los escogidos (v. 9), y llegase a ser la clase de pastor que fue perennemente, “sumo sacerdote según el orden de Melquisedec”; compasivo, para dar salud a todos los que por él se allegan a Dios.

Y para concluir, una palabra doctrinal. ¿En qué sentido Jesús fue perfeccionado? ¿Entonces, era imperfecto? En ningún modo, era perfecto. Es más una invitación a imitar su ejemplo que la descripción de un proceso espiritual del Señor. Es una forma humana normal de hablar del desarrollo de Jesús como mediador de un nuevo pacto. (Lc.2:40,52). Pero por sus sufrimientos fue convirtiéndose paulatinamente en el Salvador, cumpliendo la ley y entregándose para nuestra redención; fue alcanzando en sí mismo todo lo que nos convenía y aquello por lo cual tenía que responder por nosotros ante el Padre. En ese sentido se hizo sumo sacerdote, sorbiendo en su copa toda la responsabilidad de nuestras caídas, adjudicándose nuestras faltas, muriendo poco a poco en nuestro lugar. No que estuviera corrigiendo sus defectos sino apropiándose de los nuestros, tomando posesión poco a poco del oficio pastoral. Amén.


Exposición 12 (para el 13 marzo 08)

 

Madurando con teología práctica

He. 5:11-6:3

11Acerca de esto tenemos mucho que decir, y difícil de explicar, por cuanto os habéis hecho tardos para oír. 12Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido. 13Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; 14pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal. 1Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. 3Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite”.

 

Cuando escribe, en el fondo del pensamiento del autor de Hebreos se encuentra la apostasía hacia las ceremonias de la ley de muchos de sus conciudadanos. La inmadurez doctrinal y teológica es el factor más lamentable que permite la misma, inclusive antes que las presiones sociales de los judaizantes. El tono que el escritor usa, más que como un amargo reproche que revele desencanto de su corazón pastoral, son palabras de condescendencia, diciéndoles que se va a adaptar a las limitaciones de ellos, por cuanto no han aprendido tanto como se esperaba ni de acuerdo al tiempo que pasó, “debiendo ser ya maestros...tanto tiempo”.  Una paráfrasis de su intención sería: “Hay doctrinas profundas que pudiera mencionarles ahora mismo, pero me siento limitado por el pobre aprovechamiento de ustedes, quisiera confirmarles con mejores pensamientos en esta salvación tan grande”. 

Observa el ideal de un maestro es el progreso teológico de la congregación, si es que los hermanos muestran interés y no son lentos en el aprendizaje, como fue este caso que fueron “tardos para oír”, o lo que es lo mismo que aprender. No por una deficiencia auditiva sino por negligencia en lo que se les enseñaba, porque quizás no tomaban notas escritas o no reflexionaban en lo escuchado, o no escudriñaban la Escritura cada día para ver si estas cosas eran así. Aunque yo quiera defender el tono con que dijo el autor estas palabras siempre sale a la superficie la decepción que como maestro bíblico siente, que está impedido de escudriñar con ellos las cosas más difíciles, “aun lo profundo de Dios”, porque no aprendieron bien las más fáciles. Y supongo que en algún momento sintió haber “corrido en vano” parte del tiempo que había empleado en instruirlos. 

El ideal de un pastor o de un maestro bíblico es la reproducción, no solamente que su clase aumente en número de alumnos, sino que los que enseña queden preparados como maestros, convertirlos en tales, “debiendo ser ya maestros después de tanto tiempo”, si bien no para que cada uno comience una nueva clase, al menos para que pueda enseñar a otros en las materias que aprende y por ese medio se expanda la iglesia; aunque aquí no se refiere a una clase sino a toda la congregación. 

Sin embargo para que un hermano pueda enseñar a otros necesita cumplir con un requisito, alcanzar madurez teológica, que es algo más que emocional o mental, aunque estén incluidas. Y puedes estar seguro que no es tanto un asunto de personalidad sino de carácter, de inteligencia y conocimientos. Esa es la madurez a la que el autor se refiere cuando les dice que ellos no pueden ser maestros porque como los niños sólo pueden beber “leche” y no “alimento sólido”, y un maestro tiene que ser capaz de saber y creer las cosas difíciles de explicar como son la Santa Trinidad, la providencia divina, la elección eterna, la condenación de los injustos, etc. Y esas cosas difíciles de entender y de explicar son las que hay que saber bien y explicar bien tanto para no creer herejías destructoras como para evangelizar a un mundo escéptico, postmodernista y racionalista.  Como pueden ver, la trascendencia y permanencia de la iglesia tiene que ver mucho con las clases bíblicas, la capacitación de todos sus miembros, y el monto de teología que allí haya. Así que un maestro tiene que ser un varón perfecto que va a la perfección (madurez) y que ha dejado las cosas de niño y no es un niño fluctuante por todo viento de doctrina porque las suyas las conoce bien.

Ahora bien, lo que lo convierte en un gran maestro para la iglesia y el mundo es la elaboración teológica que hace con los conocimientos adquiridos, no sólo la adquisición líquida de la doctrina sino la incorporación de ella a su vida de fe y con la cual crece en experiencia cristiana, que es lo que da a entender la palabra “inexperto”, o que “no está acostumbrado a la palabra de justicia”, que es una traducción menos convincente. La aplicación de la teología a su vida lo hace madurar en fe, verificar la utilidad de la palabra de Dios, y le da autoridad, no como los escribas, para aconsejar, exhortar, animar y consolar y  lo hace un personaje más beneficioso que cualquier psicólogo experto en consejería personal y familiar. 

El maestro debe ser un experto en trinchar la palabra de justicia. Y como bellamente dice el autor, “por la práctica” de esas doctrinas los alumnos y el propio maestro adquieren la capacidad para establecer una línea divisoria entre “el bien y el mal”, porque la misma Palabra se lo enseña y hace que “instruido por ella apruebe lo mejor” (Ro. 2:18). Actualmente en este mundo postmodernista, moralmente relativista, es desesperadamente necesaria la enseñanza doctrinal en la iglesia porque si sucumbe moralmente lo hará definitivamente. No puede perseverar una iglesia moralmente deficiente. El concepto de lo bueno y lo malo no son dejados a la elección personal sino a lo que la Palabra de Dios diga, y eso se sabe cuándo la iglesia sobre su contexto histórico hace teología práctica. Es imprescindible la “práctica” o “el uso” de “los oráculos de Dios”, la enseñanza de ella de modo práctico y la insistencia del maestro en que sea aplicada a la vida cotidiana para que sus discípulos resplandezcan como luminares dentro de esta generación, como la de otrora, maligna y perversa

Si lees más abajo, donde se hace un pequeño catálogo de doctrinas básicas para un curso de catecúmenos, te das cuenta que Cristo es el fundamento de esa teología elemental que comienza con la fe y el arrepentimiento y que gracias a él y por sus méritos un pecador puede recibir el bautismo, que si es hebreo sustituye todos los  bautismos o abluciones de la ley, y si es gentil es lo mismo, un bautismo para arrepentimiento de “obras muertas”, bien sean las obras de la ley para la vida eterna o las obras pecaminosas de los gentiles. 

Y que gracias a él se puede aspirar a una mejor esperanza (7.19), “la resurrección de entre los muertos” y pasar sin problema, mediante la justificación por la fe, por el “juicio eterno”. La única “imposición de manos” que aún quedaba en pie de todas las que se practicaban dentro del culto levítico, es la de recibir el Espíritu Santo como una aprobación del Nombre de Jesús y que la verdad apostólica viene de los judíos; y posteriormente se utilizó para la consagración a Dios de sus ministros ordenados.  

Esas doctrinas son elementos de salvación, con ellas evangelizaba la iglesia al mundo, y lo espantaba como Pablo a Félix (Hch. 24: 25), y formaba a los nuevos creyentes porque eran parte de los temas con los cuales esa comunidad apostólica procuraba ganar a judíos y gentiles, e iba formando su pequeño manual y catecismo doctrinalmente práctico.


Notas

He. 6:1-3

1Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. 3Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite”.

La perfección está relacionada con el conocimiento; el Señor nos perfecciona por medio de ellos. Quizás se refiere a madurez emocional y madurez teológica o doctrinal. Si quiere volverlos a la fe tiene que hablarles de las doctrinas de esa fe. Señor, quiero ir adelante, a la perfección. Ninguna de esas doctrinas va a tratarlas porque no hay problema con ellas y no son las que han causado la apostasía; las creen, pero han dejado a Cristo por las ceremonias de la ley. Es la doctrina de Cristo la que va a desarrollar ampliamente.  Un curso doctrinal de principiantes debe incluirlas. 

Es como si les dijera, “no voy a predicarles lo que ya saben; ustedes no necesitan más explicaciones, ya las saben, sólo tienen que creerlas, pero además no son doctrinas sino a Cristo a quien necesitan”. No les añade nada, sino que les escribe sobre Cristo; no es en el sistema teológico en el cual quiere que perseveren sino en Cristo, sobre la salvación y sobre el mundo venidero (2:5); a pesar de todo eso se apartaban de Cristo.

He. 6:3-8

3Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. 4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. 7Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”. Como si quisiera decir: "no voy a gastar mi tiempo con los que no tienen remedio; estoy hablando para aquellos que aún tienen arreglo y propiamente para los que no han llegado a tan completa apostasía, para los que son tentados pero no han abandonado al Señor". Él explica por qué; y según su corazón pastoral parece haber perdido toda esperanza con ellos, por lo menos no quiere dedicarles trabajo literario a los mismos. Los desterró de su espíritu. Los autores del NT son pastores, hacen teología, pero pastoral y no pocas veces llenos de fervor escriben como puramente lo hacen los pastores, enardecidos sin el cuidado y esmero frío que necesitan las declaraciones doctrinales. Fíjate si es así que en el v. 9 vuelve a los que les interesa. “Pero en cuanto a vosotros...”.

 

He andado entre herejías y sensualidades

He. 6:4-6

4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio”. Señor, todo eso ha ocurrido en mí, he sido "iluminado", se me abrió ante mis ojos el maravilloso mundo de tu palabra de fe y vi tu revelación con sus muchos colores y bellísima, y vi la vida, la vida cristiana, y te encontré a ti que te me habías perdido. Hasta el día de hoy disfruto de esa iluminación y cuánto me regocijo en ella. He gustado del "don celestial y hecho partícipe del Espíritu Santo"; tú enviaste tu Espíritu a mi corazón, llegó a él y lo he tenido siempre; me ha hecho el ser más feliz del mundo porque me regocijé en ti, en la fe, el sentido el "gozo y paz en el creer" (Ro. 15:13). 

Me ha dado algunos dones, pero el principal es él mismo que me indica su presencia. He "gustado la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero" que la acompaña, obrando milagros en mi vida interior. Nunca he hecho ninguna señal, como no la hizo Juan el bautista (Jn. 10:41), pero todo lo que he creído de Cristo es verdad. Tu palabra es mi delicia y en ella me regocijo todo el día. No ha llegado a mí sólo en palabra sino también en poder (1 Co. 4:20). Estas cosas han sostenido mi vida cristiana y si otros a pesar de ellas han recaído, hasta ahora yo no, y si el bondadoso suministro de ellas no cesa, no pienso que "caeré jamás" (2 Pe. 1:10). He andado entre herejías y sensualidades pero el Señor me ha preservado. 

Yo no podría medir el efecto que esas cosas producían en ellos, pero en mí la Palabra ha obrado "eficazmente" en creerla y amarla; por tu gracia, Señor. Oh, Señor, cuántos privilegios he tenido. Mi perseverancia ha estado en tu voluntad, "sí Padre, porque así te agradó". Amén. No me asombra tanto que sea imposible que se recuperen, lo que me parece imposible es que, a pesar de tener estas cosas, hayan recaído, a no ser que les haya faltado la gracia perseverante.

He. 6:1-8

1Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, de la fe en Dios, 2de la doctrina de bautismos, de la imposición de manos, de la resurrección de los muertos y del juicio eterno. 3Y esto haremos, si Dios en verdad lo permite. 4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. 7Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es el ser quemada”.

Este texto no fue escrito para rescatar a los apóstatas sino para prevenir a los fieles; no dice: "si has dejado al Señor vuelve a él, tienes esperanza", sino, "no lo dejes porque perderás toda posibilidad de salvación". La apostasía es una ofensa tan grande a Dios que no hay ni un rayo de esperanza salvadora para los que por un tiempo nada más dejan la gracia. ¡Cuidado! (10:26-29; 12:16,17). Amado Señor, ¿destituyes completamente de esperanza al que peca? ¿Cómo puede ser si tú nos has enseñado a perdonar a los que nos ofenden muchas veces? No, aquí tiene que referirse a una clase de apostasía no retornable, la que deja al S.J.C. como medio de salvación para poner su esperanza en las obras y ceremonias de la ley; es principalmente una apostasía teológica o doctrinal más que carnal. De la otra, la que ocurre por debilidad carnal, la Escritura nos da ejemplos de hermanos que han retornado y se han "vuelto" al Señor, como David, Pedro, de la otra, quizás Judas Iscariote. 

He. 6:7,8

"Porque la tierra que bebe la lluvia que con frecuencia cae sobre ella y produce vegetación útil a aquellos a causa de los cuales es cultivada, recibe bendición de Dios". Esto tiene que decirse en relación a los muchos sermones y estudios de la palabra de Dios que recibieron y que no les sirvieron para nada (los que cayeron); ya no podrán volver a oírlos porque tuvieron que aprovecharlos en los tiempos en que los estaban recibiendo y no lo hicieron. "El día de salvación".  El fruto que dieron en vez de ser bueno fue malo, espinos, por lo tanto, no pueden esperar alguna bendición de Dios sino la maldición; bebieron por gusto el agua de vida, no les hizo ningún bien, por lo tanto, serán quemados en el fuego. El aprovechamiento no estuvo parejo con los privilegios que se les concedieron.  Por eso el autor piensa que no vale la pena volver a instruirlos en lo que ya aprendieron (v. 1).

 

De qué están llenos los sermones de los apóstoles 

He. 6:9

"Pero en cuanto a vosotros, amados, aunque hablemos de esta manera, estamos persuadidos de las cosas que son mejores y que pertenecen a la salvación".  El escritor parece querer dejar el desdichado asunto de la apostasía, y cambia el tema para no hablar más de los que perdieron la esperanza sino de los que la tienen, sin desarrollar con más detalles teológicos la caída de estos profesantes. Otra traducción, sería que acompañan a la salvación o que contienen salvación. Las cosas mejores, son "las más útiles" o las más importantes, el meollo y el corazón mismo de la obra de Cristo, las verdades que tienen que ver con la justificación, la absolución, la redención, la santificación de los pecadores (1Co.1:30); las que contestan a las preguntas: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?" (Mt.19:16); "¿Qué pues haremos?” (Hch. 2:37) “¿Qué haré para ser salvo?” (Hch.16:30). Esas son las cosas en las cuales todos los que han adquirido sabiduría espiritual procuran estar persuadidos y creer, sobre las cuales apoyan sus almas, por las que lo dejan todo, lo sufren todo, lo soportan todo y sobre las cuales hablan y enseñan a los hermanos y a los incrédulos. Las cosas que pertenecen a la salvación tienen que ser aquellas que están estrechamente asociadas a la obra de Cristo y a su persona. Así en ese orden. Primeramente, su muerte por los pecados del pueblo y segundo, su resurrección. Las cosas que pertenecen, "en las cuales hay salvación, o, acompañan a la salvación"; son aquellas con las cuales sostenemos una íntima y espiritual relación, las que no son meras definiciones sobre Dios, del cielo, de los ángeles o del infierno, sino que afectan nuestra condición y sirven, son útiles para dejar el estado de condenación en el cual hemos nacido y vivido. Examina los sermones de los apóstoles y verás que están llenos de Cristo de un punto a otro, pero de su obra. 

He. 6: 9-12

9Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. 10Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. 11Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas”.

Nota que habla como si el servicio cristiano fuera imprescindible para la salvación, como si Dios no "pudiera" dejar de dar la esperanza a los que se hallan activos en ayudar a los hermanos necesitados de la congregación. No tanto, pero nos hace pensar que la comunidad cristiana para él es una organización de ayuda fraternal y que Dios espera que el amor hacia su Nombre y la salvación se muestren en esa forma, ayudando a los necesitados. Que muera en la iglesia sirviendo a los demás. La palabra "perezoso" (v. 12), tiene esa fuerza, aplicada al amor al prójimo. Sin embargo, hermano, añade, que aquellos que debían ellos imitar, no habían heredado las promesas por medio del activo servicio congregacional sino por medio "de la fe y la paciencia" (v. 12). Oh, Dios, concédenos una iglesia así, creyente en tu palabra, paciente en las tribulaciones y dedicada al servicio al prójimo. Amén.

He. 6:9-12 (otra nota).

La apostasía considerada en los versículos anteriores se hacía sentir profundamente dentro de la comunidad debilitando la beneficencia hacia los santos pobres; es por eso que menciona el servicio de amor. El v. 11 suena como si las buenas obras fueran parte de la vida eterna, como si ejecutándolas hasta el final se pudiera estar seguro de recibir la vida eterna. No toma el camino de la argumentación que uno espera cuando cita el ejemplo de Abraham, pero no para hablar de la justicia por la fe sino de las bendiciones terrenales que se les prometió por su acto de fe. Parece pensar que las bendiciones materiales son confirmación de la vida eterna; por eso dice que en esas cosas "hay salvación" o (v. 9 gr.).  Nos asegura que la promesa está firme por parte de Dios y que nos apresuremos a obtenerla (vv. 9-12).

 

El ancla del alma

He. 6:9-20

9Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. 10Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. 11Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas. 13Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. 15Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. 16Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. 17Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. Detrás de todo el capítulo seis reverbera la esperanza cristiana; y en esta porción aún más, donde hay dos palabras importantes (claves) para heredar las promesas, la fe y la paciencia, y la palabra de Dios hecha por medio de un poderoso juramento. Para la paciencia lee los vv. 12, 15; y para la esperanza (vv. 11,18). Quiere decirles: "Abraham creyó y fue paciente y como se aseguró del juramento que acompañaba a la promesa, alcanzó la esperanza que se le había dado". Danos esas dos cosas Señor, fe y paciencia para esperar en tu palabra.

La porción está intensamente dirigida a darles seguridad en la adquisición de la vida eterna a la cual se le llama "promesa" porque es una promesa, y "esperanza", es algo que se está esperando al final de la ruta que lleva la fe. El autor, como ya hemos visto, comienza con ejemplos de aquellos que ya han alcanzado la esperanza porque llegaron hasta el final (v. 11); lo que es muy importante, acabar en la fe y en la búsqueda. ¿Cuáles cosas les dice para que se "agarren" (ancla del alma) de la esperanza? (v. 19) 1. El juramento de Dios 2. La veracidad de Dios 3. La presencia de Jesús en el cielo. ¡!

He. 6:13

"...no pudiendo jurar por uno mayor, juró por sí mismo...". Señor, porque no hay nadie mayor que tú, que eres "Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos".

He. 6:17

"Dios deseando mostrar más plenamente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su (consejo, propósito), interpuso un juramento". La palabra griega significa esas dos cosas que he puesto entre paréntesis, y hay una tercera, la inmutabilidad de su voluntad. Cualquiera de las tres es importante pero esta última, el conocer que la voluntad de Dios no tiene ni siquiera una pequeña sombra de variación, es extraordinariamente bendita.

He. 6:18

"...a fin de que, por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta..." (Tito 1: 2). Esas dos cosas inmutables son las promesas de Dios y su juramento. Cuando uno está sufriendo mucho y teme no poder resistir, que piense que es imposible que Dios mienta y no depositará el cumplimiento de su palabra en el veleidoso libre albedrío ni en las circunstancias que rodeen a su pobre y tentado hijo e hija. Aquello que queríamos alcanzar lo alcanzaremos porque "poderoso es él para socorrer a los que son tentados". Sus promesas son "inmutables" (v.17).

 

Jesús nunca nos pierde de vista 

He. 6:18-20

18para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”. Pablo diría que Cristo es "nuestra esperanza de gloria" (Col.1:27) pero el autor de Hebreos dice que él se dirige adonde se halla nuestra esperanza. Es el "precursor", porque para este hermano Cristo es un sacerdote celestial y oficia en el cielo por nosotros (8:1,2). Fue delante, allá vamos nosotros hacia detrás del velo, a la diestra "de la Majestad en las alturas" (2:10;5:9). Señor Jesús yo quiero que tú seas mi único sacerdote para siempre porque te ofreciste por mí. Padre, confío en tu palabra, sé que no mientes, es imposible que lo hagas por tu propia naturaleza santa, porque has dado tu palabra, que se corresponde con tu carácter santo y porque has dado señales indubitables de querer salvarnos, principalmente entregando por nuestros pecados a tu Hijo amado. Muchos son los deseos que tiene el autor, para que sus hermanos sigan a Jesús hasta allí y que tengan paciencia en las tribulaciones. Esa expresión "por nosotros", indica que la razón por la cual entró a ese lugar, al cielo, éramos nosotros. Jesús nunca perdió de vista que estaba salvándonos. Y no lo hará jamás.

 

Exposiciones

 

Capítulo 6

 

Exposición 13

 

Apostasía teológica

He. 6:4-8

 “4Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo, 5y asimismo gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, 6y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio. 7Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; 8pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es, el ser quemada”.

 

 

Sobre este texto podemos meditar en por qué los que parecían ser cristianos dejan de serlo. Algunos escritores lo han usado para negar la perseverancia de los santos. Pero si lo interpretas teniendo en cuenta la intención que tuvo el autor, que fue prevenir la apostasía de los fieles, no lo usarías para afirmar que quien es cristiano una vez puede dejar de serlo. Al contrario, quiero que observes qué lejos puede llegar alguien en la experiencia cristiana, qué abundante y genuina puede ser, y sin embargo no llegar a ser una nueva criatura formada a la imagen de Cristo. Lo que estremece más bien es qué fácil alguien puede confundirse y pensar que es cristiano, o uno tomar a otros que no lo son, por tales.

Es muy difícil, a juzgar por fuera, saber si alguien es cristiano o no. Ambos tienen, en apariencia, la misma experiencia de conversión, son “iluminados, gustaron del don celestial, son partícipes del Espíritu Santo, de los poderes del siglo venidero”, que culmina en una renovación por medio del arrepentimiento. El cambio de vida en ambos es igual. La experiencia de conversión de los que siguen fieles y de los que recaen parece ser similar, aunque no idéntica. Caen, son muchos los que empiezan, ilusionan la iglesia con ellos y luego la abandonan. No cabe duda que, han sido renovados y por eso son bautizados y admitidos en la congregación.

Nota que Dios ha usado gracia con los que no continúan siendo fieles. Mejoran muchísimo, parecen otros. Los que recaen no pueden quejarse que Dios no haya invertido gracia en ellos, que no haya intentado salvarlos, porque por voluntad propia se precipitaron afuera de la gracia cayendo de ella, retrocedieron porque lo desearon, no teniendo motivos para abandonar al Señor Jesucristo. Sin razón pecaron, sin motivos se alejaron de lo que les había sido hecho una bendición. Aunque habían experimentado las cosas más hermosas del mundo, tenido los privilegios más exclusivos, sido elevados tan alto, lo menospreciaron todo y lo abandonaron.  La razón no hay que buscarla en Dios que los haya abandonado sino en la perversidad e ingratitud del alma humana, no porque él los haya hecho así, sino por el humano perverso y muerto libre albedrío que por esa loca decisión demuestra su defunción.  

Los que no recaen son aquellos que entregan el cadáver de su libre albedrío a la palabra de Dios, se abandonan a Dios y crucifican el yo, para que viva Cristo en ellos. Lo que hace la diferencia entre un fiel y un infiel es eso, la entrega de su yo a Cristo. El que maneja por sí mismo los asuntos de su vida cristiana, decide por sí mismo, es sabio en su propia mente y no en la de Dios, llegará el día en el cual mercadee con su fe. Hay quienes tienen esa experiencia de “conversión” sin que nunca se entreguen de corazón al Señor, se renuevan, pero no se rinden. Rendición espiritual es la palabra. Si no hay rendición, algún día el yo erguido, deshará esa renovación, y quien afirmó haber creído en Cristo, arrepentido de sus pecados, sentido los poderes del siglo venidero, que se deleitaba saboreando la palabra de Dios y participaba de las bendiciones del Espíritu Santo, recaerá y desmentirá todo aquello que un día afirmó rotundamente haber experimentado. 

Nuestra gran meta espiritual es poder decir como Pablo, “ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”, para ninguna cosa mala hacer. No me asombra tanto que sea imposible que se recuperen, lo que me parece imposible es que a pesar de tener estas cosas hayan recaído. Aquellos que han recaído son hierba mala, que no atienden agradecidos a la fresca lluvia que les baja del cielo, han oído por gusto la palabra, y han deshecho la obra del Espíritu en sus vidas. 

Son maldecidos y el fin de ellos será el horno.  Esto tiene que decirse en relación a los muchos sermones y estudios de la palabra de Dios que recibieron y que no les sirvieron para nada (los que cayeron); ya no podrán volver a oírlos porque tuvieron que aprovecharlos en los tiempos en que los estaban recibiendo y no lo hicieron.  El fruto que dieron en vez de ser bueno fue malo, espinos, por lo tanto, no pueden esperar alguna bendición de Dios sino la maldición; bebieron por gusto el agua de vida, no les hizo ningún bien, por lo tanto, serán quemados en el fuego. El aprovechamiento no estuvo parejo con los privilegios que se les concedieron.  Por eso el autor piensa que no vale la pena volver a instruirlos en lo que ya aprendieron (v. 1). No recibieron nunca el espíritu de regeneración.

Pienso que el autor se está refiriendo a una clase específica de apostasía. Este texto no fue escrito para rescatar a los apóstatas sino para prevenirlos; no dice “si has dejado al Señor vuelve a él, tienes esperanza”, sino, “no lo dejes porque perderás toda posibilidad de salvación”.  La apostasía es una ofensa tan grande a Dios que no hay ni un rayo de esperanza salvadora para los que por un tiempo nada más dejan la gracia. ¡Cuidado! (10: 26-29; 12: 16, 17). Aquí tiene que referirse a una clase de apostasía no retornable, la que deja al S.J.C. como medio de salvación para poner su esperanza en las obras y ceremonias de la ley; es principalmente una apostasía teológica más que carnal. De la otra, la que ocurre por debilidad carnal, la Escritura nos da ejemplos de hermanos que han retornado y se han “vuelto” al Señor, como David y Pedro. Nos mueva al Señor, nuestra gratitud, y nos conceda firmeza. Amén. Aquellos primeros son los que Pablo menciona a los Gálatas, que han caído de la gracia, quiere decir del sistema de salvación por la fe y no por obras. Es una apostasía teológica, difícil pero muy difícil deshacer. Hay teólogos inconversos.


Exposición 14

 

Las cosas mejores de la vida pertenecen a la salvación

 

He. 6:9-12

9Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores, y que pertenecen a la salvación, aunque hablamos así. 10Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado hacia su nombre, habiendo servido a los santos y sirviéndoles aún. 11Pero deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma solicitud hasta el fin, para plena certeza de la esperanza, 12a fin de que no os hagáis perezosos, sino imitadores de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas

 

 

Aquí habla para los que han seguido fieles, o más bien, de aquellas cosas que ellos practican y “acompañan” a la salvación, como se pudiera traducir, “que tienen salvación” (BTX), pero las cosas que acompañan a la salvación son buenas, la adornan, dan testimonio de ella, pero no son las mejores, las mejores tienen salvación, o como dice otra versión “conducen” a la salvación como la fe, el arrepentimiento, las doctrinas de la salvación todas; las otras doctrinas son buenas pero aquellas las mejores. Y es en la iglesia donde se hallan las cosas mejores del mundo y una de ellas es el servicio cristiano porque les dice que ellos han continuado sirviendo a los santos.  A su juicio donde todos tienen la oportunidad no de hablar en lenguas, profetizar o hacer milagros sino de servir, que es el don que está más cerca del amor a Cristo. El autor de Hebreos pone un gran énfasis en que los que han continuado siendo fieles y reuniéndose dentro de la comunidad cristiana continúen haciéndolo, donde todos tienen oportunidad para servir al prójimo. Esto dice porque, como ya hemos dicho, algunos estaban renunciando al cristianismo. 

Este, para mí, es el pensamiento central; pero indudablemente que la apostasía afecta la economía de la iglesia porque la ida de muchos judíos había afectado la atención a los pobres, como siempre pasa cuando emigran de la iglesia, la economía baja porque se llevan con ellos los dones, los diezmos y las ofrendas, y el presupuesto, incluyendo el ministerio de compasión, se resiente. No obstante, no tiene que cundir el pánico porque la providencia de Dios no falla y la prosperidad que se llevaron los que se fueron él la envía a los que se quedan, sobre los cuales redobla sus bendiciones para que sean capaces de suplir lo que momentáneamente ha faltado, y aun superarlo. Tampoco es para llorar porque si han dejado de creer en Cristo como decían hacerlo, no hay porqué sufrir, por la ausencia de los mismos, y lo más seguro es que, el lugar que aquellos dejaron vacío lo ocupe Dios con otros que traerá de alguna parte. El déficit presupuestario afecta sensiblemente al autor de Hebreos y es por eso, que pide tiernamente que continúen atendiendo a los pobres porque Dios se agrada cuando lo hacen y suplirá todo lo que les falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Nota, que los que perseveran en el servicio al prójimo, por mandato del Señor y no por pura 

inclinación o filantropía, perseveran en la esperanza de la vida eterna; y si la fe es acompañada por una dedicación como esa, hay certeza de recibir la esperanza.

Hasta aquí el aspecto eclesiástico y práctico del texto, ahora consideremos teológicamente las palabras del autor. Los que han traducido el texto como diciendo que la benevolencia acompaña o conduce a la salvación, han hecho bien para evitar confusión teológica con el asunto. Esa es la idea del autor, aunque no exactamente sus palabras que en apariencia parecen decir que en las obras hay salvación. Esto a veces ocurre aun en el mismo Pablo, cuando quiere enfatizar espiritualmente un aspecto de la vida cristiana suele traspasar los límites de la frontera doctrinal.  No es que tengamos que negar lo que dice un autor con lo que afirma rotundamente otro, como Pablo, (no por obras para que nadie se gloríe, Efe. 2: 8,9); por las obras de la ley nadie será justificado (Ro. 3: 20), como si tuviéramos necesidad de usar a uno para contradecir al otro, porque el autor de los Hebreos dice que la promesa se hereda por la fe y no por el servicio cristiano (6:12). Lo que sí afirma es que no hay vida cristiana si no hay servicio cristiano, la salvación se manifiesta por una entrega a los demás. 

El servicio al prójimo acompaña a la salvación de los que la poseen y empiedra el camino para que otros la tengan. No se sirve al prójimo con vista, a que nos de su alma, no se le compra con buenas obras, pero cuando uno que no es cristiano recibe las obras de amor de Cristo por medio de la iglesia, es posible que quiera ser como ellos y pertenecer a la comunidad que graciosamente lo auxilió. El autor propone dos medios para la fidelidad cristiana, la actividad espiritual y la inspiración en el ejemplo de sacrificio y paciencia de grandes vidas, a fin de que no os hagáis perezosos sino imitadores de aquellos (v.12). Si te mantienes activo específicamente en el servicio al prójimo y meditas en las inspiradoras vidas de los que siguieren fieles hasta el final o de aquellos que están viviendo fielmente, no caerás jamás. 

Y para concluir la exposición retorno por donde pude haber empezado, que las mejores cosas son las que se relacionan a la salvación, estamos persuadidos de cosas mejores que pertenecen a la salvación. Los que abandonan la doctrina de Cristo no escogen las mejores cosas sino las peores; lo que más valor tiene en este mundo es lo que se relaciona con la salvación en Cristo, tales como la perseverancia en la fe y en la comunidad cristiana, en la esperanza celestial, en el arrepentimiento, el bautismo y el perdón de los pecados. Permanece dentro de la comunidad que profesa a Cristo, ocúpate principalmente en ayudar a tus hermanos en sus necesidades e inspírate en la vida de aquellos que soportaron aflicciones y esperaron con paciencia el cumplimiento de las promesas de Dios en sus vidas, y las obtuvieron.

 

Exposición 15

 

La paciencia del creyente y el juramento de Dios

 

He. 6:13-20

13Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, 14diciendo: De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. 15Y habiendo esperado con paciencia, alcanzó la promesa. 16Porque los hombres ciertamente juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el juramento para confirmación. 17Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento; 18para que, por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. 19La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, 20donde Jesús entró por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec”.

 

   Observa esa declaración, que no hay nadie más grande que Dios. Concretamente el autor quiere que sus hermanos perseveren, que sean fieles como lo fue el padre de todos ellos, Abraham, quien recibió la promesa cuando podía tener descendencia, pero no vio su cumplimiento sino cuando ya él y su esposa no podían tenerla. La gracia, o la virtud suya que se exalta es la paciencia, Abraham sabía esperar, quizás Sara no, pero él sí, y ella se cumplió en forma de un milagro o de una resurrección de su cuerpo. Este es el contenido del texto, el énfasis recae sobre esos dos aspectos para heredar la promesa de la vida eterna, que sean pacientes y ¡tremenda palabra! esperen en Dios. Abraham es usado aquí, padre de todos los judíos, como un ejemplo para que sus hijos lo imiten, que tengan paciencia y esperen con fe el cumplimiento de palabras juradas por Dios; (la vida eterna cae dentro de la categoría de palabras con juramento) lo primero requiere un esfuerzo en la gracia de la vida cristiana, un deseo de creer y un mantenimiento de fe en el tiempo, en las palabras dichas por Dios, o sea, perseverancia. La fe se muestra en vivir la vida en la fe, haciendo lo cotidiano; lo que cada día hay que hacer, dependiendo de Dios, y dejando que pasen las semanas, los meses y los años, permitiendo que el tiempo para recibir la promesa, para disfrutarla, se pase, como si ya no valiera la pena recibirla, como si fuera demasiado tarde, hasta que Dios quien es sabio, la traiga a cumplimiento. Y el Señor interpuso juramento, dice, para mostrar la inmutabilidad de su consejo, quiere decir, para ayudarlo a creer. Aunque el tiempo pasare y las cosas de la vida cambiaran, él no cambiaría. Lo importante para Dios no sólo es darnos aquello sino escribir una historia de fe en nuestra vida. Eso fue lo que estaba haciendo con Abraham; y él sabiéndolo o no, cooperó con ello, esperando a Dios, viviendo sin recibir lo que se le había prometido, pero esperándolo aún, mientras viviera.

Dios, no sólo lo había prometido, sino que lo había jurado por sí mismo, en quien radican todas las razones para cumplir las promesas, el poder para hacerlo, la bondad para otorgarlas, la misericordia, la fidelidad, la memoria para recordarlas y la sabiduría para entregarlas en el tiempo correcto y en el momento oportuno (Ge. 22: 16,17). Y como ya se ha visto, esto fue dicho también no para recibir bendiciones materiales sino para que tengamos seguridad en la esperanza de la vida futura, la salvación, la cual vale tanto y merece que se padezca y se espere por ella.

Las dos cosas inmutables en las cuales es imposible que Dios mienta pueden ser la palabra suya dicha sin juramento y la dicha con juramento, porque ambas son dichas por Dios y él no engaña a nadie. ¿Cómo va él a mentirnos? Es imposible que mienta porque por la santidad de su naturaleza no podrá jamás hacerlo, no puede negarse a sí mismo, y por la fidelidad de su carácter tampoco puede hacerlo, porque él no puede ser otro que él mismo. Como la luz siempre es luz y el fuego es fuego, así siempre Dios es veraz y fiel.

El autor piensa que, en momentos de muchos sufrimientos por causa de la fe, tengamos un fortísimo consuelo, pensando en todo lo que nos ha prometido, asiéndonos de la vida eterna, que es la esperanza puesta delante de nosotros y nos sirve como un ancla al barco en medio de un mar turbulento, para que no se estrelle contra los arrecifes y porque todo aquel que pierda su vida por causa de él y del evangelio la ganará. El consuelo y la seguridad se hace mayor cuando esa ancla y esperanza, que es Cristo, no sólo ya está segura en el cielo, sino que es nuestro precursor, entrando delante nuestro al mismo lugar que hemos de entrar. Nuestro acceso a tan elevada y santa posición es porque él ha entrado allí como nuestro sumo sacerdote.

Esta última porción introduce el sacerdocio celestial de Jesús.

 

¡Oh qué grande es Cristo!

He. 7:1-28

1Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, 2a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; 3sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. 4Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aun Abraham el patriarca dio diezmos del botín. 5Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. 6Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. 7Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. 8Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. 9Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; 10porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro. 11Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. 14Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. 15Y esto es aun más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, 16no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. 17Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. 18Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19(pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. 20Y esto no fue hecho sin juramento; 21porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. 22Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. 23Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos. 26Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”.

Notas

Si lees todo el capítulo sientes casi deseos de ponerte las manos en la cabeza y exclamar: ¡bendito sea Dios, por el Señor Jesucristo! ¡Qué inmenso, qué completo, qué oportuno!  Amado, ahí tienes al Señor Jesús en relación con todo el sistema ceremonial judío, esta vez no "cumpliéndolo" como se suele decir, sino substituyéndolo, que es un argumento mucho más fuerte que decir que meramente cumplió todas aquellas sombras, formas y figuras que lo antecedieron. Es cierto que Jesús dijo que no había venido para abrogar la ley y los profetas sino para cumplirlos, pero en la mente de la iglesia cuando todo hubo pasado, el cumplimiento era equivalente a una abrogación de todo el sistema sacerdotal. Muy claro dice que el mandamiento es "abrogado" o derogado (v. 18), y más adelante hablando del antiguo y viejo pacto afirma que se "ha dado por viejo al primero, y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer" (8:13). No se esconde ni se calla siquiera un poco para decir que con Cristo hay un mejor y nuevo pacto y se ha introducido una mejor esperanza por la cual acercarse a Dios (v.19). 

Para el autor, Cristo ha desmantelado completamente el sistema sacrificial judaico y todo eso por ser quién es y por lo que ha hecho. Sí, es una substitución, no una usurpación sino la introducción de "una mejor esperanza", no como un enemigo del antiguo sacerdocio y la ley mosaica sino como algo o alguien mucho mejor, venido desde afuera. Jesucristo, según el autor, pertenece a la misma orden del sacerdote Melquisedec de quien habla (Ge.14:17-20) y por razones similares pero muy superiores es mayor que los sacerdotes constituidos por la ley de Moisés. Melquisedec, indudablemente superior a Abraham, fue hecho sumo sacerdote por su propia persona, sin tener en cuenta su procedencia genealógica, simplemente porque Dios lo constituyó superior, le dio esa superioridad y el patriarca se la reconoció de inmediato dándole los diezmos de su victoria.

El autor dice eso para probar que la persona de Cristo es genealógicamente foránea al sacerdocio y a la ley del antiguo pacto porque no era de la tribu de Leví. Exegéticamente su argumentación debe parecer muy débil a un judío ortodoxo, ya que puede alegar que Melquisedec perteneció  a una clase de sacerdocio provisional hasta que fuera instalado el sacerdocio levítico, pero se desvanece la objeción por la distinción que hace el Espíritu Santo a esa clase de sacerdocio y que el autor llama "la palabra del juramento posterior a la ley" (v. 28) y sobre todo, hermanos por la resurrección de Cristo, que no es mencionada por palabra pero se halla presente en el fondo y la esencia misma de toda la exégesis y argumentación. 

Hay un hecho indisputable del cual parte el autor, Cristo se levantó de la muerte y ahora reina como sumo sacerdote "según el poder de una vida indestructible" (v.16). Ante semejante situación, ya el sacerdocio y la ley del antiguo pacto ceden su lugar; Cristo, por la obra que hizo en la cruz, ofreciéndose a sí mismo como ofrenda, siendo su mismo sacerdote ante Dios y después de resucitar e instaurado en el cielo, ocupa perennemente ese lugar, no dejando espacio para otro sacerdocio humano, para la reinstauración de la ley mosaica u otra clase de sacerdocio. No puede uno seguir adelante en la meditación de todo lo que el autor está diciendo sin adorarlo, reverenciarlo, sin amarlo. Centraliza en El todo el sistema sacrificial judaico. ¡Oh qué grande es Cristo!

He. 7:1

"...el cual se encontró con Abraham cuando éste regresaba de la matanza de los reyes, y lo bendijo". Señor, sal a mi encuentro así, y bendíceme.

He. 7:2

"...le entregó el diezmo de todos los despojos...". Nota que dar los diezmos es anterior a la ley y Abraham lo practicaba. Dar para Dios una parte de las bendiciones y el éxito obtenido. Oh, J.C. rey de justicia y rey de paz. La justicia que me comunicas es real, la justicia de un sacerdote rey, el Hijo de David. Oh, Señor, así sólo llegamos a ser, por esa justicia real, reyes y sacerdotes para ti (Apc. 1:6). Amén. Y tras obtener esa justicia hermosa, costosa, entonces somos reconciliados contigo y llegamos a tener paz.

He. 7:3

"...sin padre, sin madre, sin genealogía, no teniendo principio de días ni fin de vida...". Es una figura de Cristo, que no ve muerte y permanece sacerdote para siempre (vv. 23,24).

He. 7:4

"Considerad, pues, la grandeza de este hombre". Como incluye el nominativo masculino se puede entender "hombre"; y así queda enfático el asunto y más bonito. Siempre es de inspiración considerar la grandeza de Jesús como hombre. Esa grandeza de un hombre ungido con el Espíritu Santo: su humildad, su nobleza, su independencia mental, su valor, su vida de oración, su amor a Dios y celo por su obra, su silencio y sus discursos. Y como sus discípulos reflejaban su gloria. Siempre considerado Jesús en cualquier situación y lugar es una gran respuesta y el camino de una acertada solución.

He. 7:6

"...recibió el diezmo de Abraham y bendijo al que tenía las promesas...". ¿Toma Jesús los diezmos? La iglesia de Jesús es quien los toma, para financiar la predicación del evangelio.

He. 7:1-10

"Y, por decirlo así, por medio de Abraham aun Leví, que recibía diezmos, pagaba diezmos...". El propósito de esta porción no es promover los diezmos sino demostrar que el sacerdocio, que se sostenía con el sistema de diezmos, pagó tributo a uno que es mayor que Abraham.

He. 7:11-19

11Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. 14Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. 15Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, 16no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. 17Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. 18Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19(pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.

Jesucristo es quien le da significado a la Escritura. Los discípulos, habiendo contemplado la gloria de su vida, muerte y resurrección, entendieron la Escritura, y por eso el autor de Hebreos mira en Melquisedec un tipo del Señor. La Escritura pronosticaba el cambio de sacerdocio y de ley, pero quien fuerza el cambio es Jesucristo, y la iglesia vio esta verdad tan luminosa como el sol.  David, posterior a la ley y de la tribu de Judá, es un tipo de sacerdote y rey, rey de Salem, tipo de Cristo.

He. 7:14

"Porque es evidente que nuestro Señor descendió de Judá, una tribu de la cual Moisés no dijo nada". Mirándolos bien, nuestros nombres no aparecen escritos por Moisés, a no ser que nuestros padres hayan usado la Biblia para nombrarnos. Pero fueron ellos y no el Espíritu Santo. Pero cuando la Escritura habla de pecadores, ahí se incluyen nuestros nombres, que están escritos en el corazón de Dios, y en el efod de nuestro sumo sacerdote. Cada una de esas piedras preciosas que están en su pectoral lleva nuestro nombre. Así que, sin ambigüedad, no aparecemos en la lista de sacerdotes, pero sí en la de los que siguen al Precursor. El Espíritu si no habló de nosotros, pero siempre está hablándonos a nosotros, y toda la Biblia fue escrita con el dedo de Dios, con el soplo del Espíritu para nosotros.

He. 7:16

"Sino según el poder de una vida indestructible". Si la vida de Cristo es indestructible los planes de Jesucristo son indestructibles, los propósitos de Cristo son indestructibles y el cristianismo es indestructible: contra él no podrán el secularismo ni el posmodernismo.

 

No busques a nadie más ni nada más 

He. 7:23-25

23Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”.

Es mejor que la traducción de “salvar para siempre” si se traduce “completamente”, que, de acuerdo al sentido del contexto encaja mejor y da la idea de plenitud más que de tiempo. El autor de Hebreos enfatiza la "perfección" o suficiencia de Jesús, se esfuerza en demostrar que es "perfecto" y puede perfeccionar a los que por él se allegan a Dios (5:9; 7:19; 7:28; 9:9; 10:1; 10:14; 11:40). Somos hechos perfectos ante Dios no porque seamos realmente perfectos sino considerados perfectos, vestidos del Señor Jesucristo.  La idea en Pablo, hablo de él, no del autor de Hebreos, no es que seamos hechos perfectos sino "justificados", que es lo mismo, y no se esfuerza en demostrar para los gentiles que Cristo es perfecto, sino que es suficiente, que también es lo mismo, pero con otra palabra. Oh, no busques a nadie más ni nada más. No son tus ofrendas las que te salvarán, sino él como ofrenda (10:10,14,18); no es tu sentido de perfección lo que te recomienda a Dios sino tu imperfección, para que lo busques y lo halles; pon en tu cabeza eso, Cristo es suficiente, no hacen falta ofrendas, sacrificios repetidos ni otra persona. Es nuestro “único mediador entre Dios y los hombres” (1Ti. 2:5,6). 

Si entendieras esto completamente estarías en paz y satisfecho sin buscar algo más para acercarte o ser recibido por Dios. El no necesita tu ayuda ni la de otra persona, se basta para ocupar su lugar completamente a favor de los hombres. Jesús basta; ni una gota de sangre sino la suya, un torrente limpio, ningún suspiro, sino los suyos, ninguna lágrima sino la suya, ningún sudor sino el suyo, ninguna obra sino la suya; él es "el todo" (Col. 3:11. Oh, acude a Dios por medio de Jesús que es más que lo que puedas hacer, más que cualquier religión, hazlo tu sacerdote hasta la muerte.  Es suficiente poderoso para salvar, perpetua y suficientemente, no a los buenos, justos y completos sino a los pecadores. 

¿Qué tienes que llevar a él? Ninguna ofrenda, ningún sacrificio sino tu pecado, todos, no dejes ninguno, envuélvelos en una bolsa de fe y carga con él para verterlo en su presencia, y él al oírlos se encarga de ellos, los confiesa al Padre y pide misericordia y perdón para ti y lo obtiene sobre la base de su propio sacrificio y tú puedes volver a tu lugar en paz y reconciliado sin ningún pecado sobre tu conciencia, hecha ya limpia. 

 

No tengo que llevar nada santo cuando me acerque a Cristo

He. 7:26-28

26Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”.

La primera virtud que menciona es la santidad, y las otras no son sino definiciones de ella. Entiéndase que eso de apartado de los pecadores quiere decir apartado de los pecados de los pecadores, porque él era amigo de ellos y comía con ellos, los saludaba, los bendecía, los perdonaba, y les daba la esperanza de resurrección, porque por ellos murió. ¿Nos convenía? ¿Así de simple? Es asombroso que el Espíritu le llame "conveniencia" a nuestra necesidad cuando él es más de lo que hubiéramos podido aspirar, ha excedido a nuestras expectativas. Un sumo sacerdote realmente santo, dedicado a su oficio y que ya ha ofrecido el sacrificio por mis pecados; cuando yo llegue a él no tengo que llevar nada santo sino mis pecados, mis súplicas, mi fe y él se encarga de la aplicación de su propio sacrificio, el que ya hizo, hacerlo efectivo y dirigirlo hacia mí, incluir mi nombre, y ya lo está, en los beneficiarios de su obra en la cruz. A él y no a ningún otro confío la salvación de mi alma y encomiendo mi reconciliación con Dios. "Ahora bien, el punto principal de lo que se ha dicho es éste: tenemos tal sumo sacerdote, el cual se ha sentado a la diestra del trono de la Majestad en los cielos". El punto principal es Cristo que ministra en el cielo como sumo sacerdote.

 

El sacerdocio de Jesús es superior  

 

Exposición 16

 

            Melquisedec, Moisés, el sábado, los diezmos y Jesús 

He. 7:1-10

1Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que salió a recibir a Abraham que volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, 2a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de paz; 3sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre. 4Considerad, pues, cuán grande era éste, a quien aún Abraham el patriarca dio diezmos del botín. 5Ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos, aunque éstos también hayan salido de los lomos de Abraham. 6Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas. 7Y sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor. 8Y aquí ciertamente reciben los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive. 9Y por decirlo así, en Abraham pagó el diezmo también Leví, que recibe los diezmos; 10porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro”. 

 

Miremos primero la fuerza que cambia la ley del Antiguo Testamento. El autor está firmemente convencido que la ley fue cambiada porque tenía que ser cambiada y había sido anunciado por el Espíritu el cambio. Melquisedec es para él una figura interesante y simbólica, su vida y sacerdocio prefiguran el sacerdocio de Jesucristo.

Su argumento es el siguiente: Melquisedec no pertenece a Leví, no es ni siquiera descendiente de Abraham, pero es mucho mayor que él porque toma de él los diezmos y lo bendice; y Abraham lo reconoce como superior. Si el padre de la nación judía era inferior a aquel gran sumo sacerdote, Leví, que es la tribu encargada por Dios de administrar el sacerdocio, también es inferior, aunque por un buen tiempo estuviera oficiando. 

Sin embargo, ¿es fuerte el argumento, porque se habla de Melquisedec en el Sal.110: 4, se toma ese texto para cambiar un orden sacerdotal respaldado por el prestigio de Moisés y la historia de Israel? ¿Dónde se dice ahí, en ese mismo salmo, que el sacerdocio levítico sería substituido por el de Melquisedec? No se dice. Es una sutil profecía sobre el Mesías. ¿Realmente era una profecía la que hizo David? Por la sola exégesis del texto sería muy difícil cambiar tanto, tan bien dicho, educado y practicado por siglos. Caemos en lo mismo, el autor de Hebreos como otros autores del Nuevo Testamento, se aproximan a la Escritura desde la historia de Cristo, la cual conociendo les indican los textos que sirven para apoyarla y que la pronosticaban. 

Lo que hizo el cambio de sacerdocio no fue la profecía davídica sino la vida de Cristo; ninguno se dio cuenta de ella hasta que vieron vivir, morir y resucitar a Jesús de Nazaret. No fueron las palabras del Señor las que cambiaron la ley sino la vida del Señor, su persona, a la cual el Espíritu Santo condujo a la iglesia para que entendiera la Escritura a la luz de la vida de él. Junto a la ley Dios les estaba dando emblemas y tipos de algo muy superior que vendría, y ellos no lo vieron plenamente hasta que se les manifestó. La ley y el Antiguo Testamento es sólo una preparación para recibir a Jesús, el mismo Israel existió para que él viniera, “por él y para él”. Lo eterno, el “reino inconmovible”, el “sacerdocio inmutable” pertenece a Jesucristo; “lo perfecto” es el evangelio no el sacerdocio ni la ley. Los cristianos, la iglesia, estaban propulsando cambios, “destruyendo historia”, para implantar algo nuevo y mejor, para el tributo de lo cual todo lo anterior fue una sirvienta.

Los judíos veneraban la Escritura, y el autor por medio de ella, les demuestra que debían leer a Cristo en los tipos del Antiguo Testamento, como es el caso de Melquisedec, aquel sacerdote y rey, “de Salem” (¿Jeru-Salem?), de cuya aparición y existencia se narra en Ge.14:17-20, de quien no se conoce su genealogía ni la fecha de su nacimiento, “hecho semejante al Hijo de Dios” (7:1-3). Era un semita. Pero sin duda, Abraham lo reconoció como auténtico sacerdote, legítimo servidor del mismo Dios que él, “el Altísimo”, de quien tal vez oyó la bendición de su triunfo en la guerra, y a quien reconoció como un indisputable superior. Este sacerdote tiene unas características que alegorizan la persona de Cristo: no es de la tribu de Leví (es antes de Leví), Jesús tampoco; su sacerdocio no concluye, tampoco el de Cristo, su padre, madre y nacimiento son como si no hubieran tenido lugar, así Cristo, que es eterno, no tiene “principio ni fin de días”. 

El autor de Hebreos acomoda el pasaje a la persona de Cristo y aunque algunos detalles están un poco distanciados, sabiendo él la doctrina de Cristo, conociendo que sus “salidas son desde los días de la eternidad”, que es el Hijo de Dios, sin principio ni fin, que su madre y padre (putativo, José) no son importantes para asegurarles el sacerdocio, que su familia judaica no contaba porque era “la palabra hecha carne”, el encarnado Hijo de Dios, les asegura a sus hermanos judíos, lectores de la Escritura, que consideren a la luz de la historia de Jesús, aquella tímida luz de la revelación escrita por Moisés.

La cuestión de los diezmos que aquí se menciona, es secundaria; solamente diría, quizás con provecho, que el uso del sistema de diezmos para sustentar la religión es más antiguo que la ley mosaica; y, por otra parte, no depende de las necesidades de la religión, no es para mantenerla sino porque agrada a Dios y tampoco depende su obediencia de la abundancia del diezmador o de la riqueza de la religión. Melquisedec no representaba una religión sino una verdad, existía como testimonio de la verdad en una época de total oscurantismo; quizá era él solo o muy pocos más, en medio de una ciudad idólatra. No se le daba el diezmo porque el grupito lo necesitara sino porque Dios lo mandaba, por aquella tribu que más tarde aparecería y por algo más, para que cooperemos con la verdad y mostremos nuestro aprecio a lo espiritual y la importancia que tienen las cosas celestiales (3Jn.1:8), que por medio de los diezmos son sostenidas. Moisés no practicó el diezmo porque lo haya recibido como una revelación con la Ley sino porque ya lo conocía por sus ancestros. El diezmo, como el sábado, es tan antiguo como la creación del mundo y antes que por la ley se santificara el uno y el otro, ya Dios los había santificado y había ordenado a sus hijos que diezmaran y guardaran el día de reposo; el primero para mostrar interés en lo espiritual, para que su pueblo se comprometiera con la financiación de la verdad y el segundo para que descansando un día meditara en su ley y en aquel reposo celestial que el sábado figuraba. Cuando diezmamos, diezmamos para Cristo y cuando reposamos pensamos en él, nuestro descanso eterno. Amén.


Exposición 17

 

Hacemos en el Evangelio, un nuevo Testamento con Dios

He. 7:11-25  

11Si, pues, la perfección fuera por el sacerdocio levítico (porque bajo él recibió el pueblo la ley), ¿qué necesidad habría aún de que se levantase otro sacerdote, según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón? 12Porque cambiado el sacerdocio, necesario es que haya también cambio de ley; 13y aquel de quien se dice esto, es de otra tribu, de la cual nadie sirvió al altar. 14Porque manifiesto es que nuestro Señor vino de la tribu de Judá, de la cual nada habló Moisés tocante al sacerdocio. 15Y esto es aún más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote distinto, 16no constituido conforme a la ley del mandamiento acerca de la descendencia, sino según el poder de una vida indestructible. 17Pues se da testimonio de él: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. 18Queda, pues, abrogado el mandamiento anterior a causa de su debilidad e ineficacia 19(pues nada perfeccionó la ley), y de la introducción de una mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios. 20Y esto no fue hecho sin juramento; 21porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, Según el orden de Melquisedec. 22Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor pacto. 23Y los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que por la muerte no podían continuar; 24mas éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable; 25por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”. 

 

Estos estudios no son para saber “lo que me dice Dios a mí”, para recibir algo, sino para conocer lo que dice Dios para todos, para estudiar la Biblia que todos estamos obligados a conocer. El autor continúa tratando el asunto más delicado, el del cambio de ley ceremonial y lo que eso tenía que ver con la adoración y la asistencia al templo, ante lo cual los judíos más ortodoxos ponían el grito en el cielo. Lo insiste, hay un cambio de ley porque hay cambio de sacerdote, y el nuevo, según el orden de Melquisedec, es superior porque oficia en el cielo y tiene una vida indestructible. En su argumento  sigue la fuerza del pensamiento de Jesús, que desde sus días terrenales hizo pensar a sus oyentes que era superior a los patriarcas y a Moisés, no lo dijo claramente pero su oferta de salvación eterna, su evangelio inmejorable y su vida superior en origen y obras hacía pensar a sus oyentes que él se tenía, y efectivamente era, superior a todos. “¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob?” (Jn.4:12) “¿Eres tú acaso mayor que nuestro padre Abraham quien murió, o los profetas quienes también murieron? ¿Quién pretendes ser?” (Jn.8:53)

Desde los versículos anteriores se nota que el autor tiene lleno su pensamiento de la resurrección de Cristo, desde que habló de “una mejor esperanza” (7:19) “la esperanza puesta delante de nosotros” (6:18, 20) y de Jesús como el “precursor”, la resurrección del Señor llena todos sus pensamientos y es una de las cosas que más influye para asegurar que aquel que es eterno puede tener un sacerdocio mucho mejor que el de los sacerdotes levíticos, que son interrumpidos en sus funciones por la muerte. Para él, Cristo tiene y es la vida abundante y puede salvar “completamente” o “suficientemente” al que por él se acerca a Dios (v.25).  Esa es la parte práctica del texto. Escojamos el sacerdote por la esperanza que deseemos.

Observa que su oficio no es un mero rito ceremonial sino un trabajo salvador, porque dice que puede “salvar” (v.25), porque “con un solo sacrificio hizo perfectos para siempre a los santificados (10:14).  No es que por medio suyo Dios perdone un pecado u otro sino todos, para que entre ricamente al cielo.  Para él Jesús es perfecto (5:8), y si es perfecto, su sacerdocio también lo es y la esperanza que crea también es perfecta. El no dice que los creyentes en Jesús son perfectos sino él, pero afirma que tampoco la ley perfeccionó a nadie, no porque en su letra no fuera perfecta sino porque por la maldad del corazón humano nunca pudo obtener lo que ella pretendía (7:11,18); no porque los que se hallaban bajo la ley no obtuvieran la vida eterna sino porque su revelación no era perfecta, su disfrute no era perfecto y el hombre que creaba distaba mucho de sentirse y ser realmente perfecto, lo cual se consigue sólo creyendo en Jesús, y que no cuenta tampoco para la justificación sino que la fe que se cuenta es aquella que se coloca en la perfección de Jesús. De ese modo el sumo sacerdote es un legítimo representante en el cielo y él, representa al “Israel de Dios”. Dios nos mira en él y nos halla perfectos. Es una perfección imputada. Los hebreos no podrían entender eso a menos que conocieran mejor a Jesús y sus propios corazones. 

El sacerdocio es cambiado, no porque se haya profetizado sino por “el poder de una vida indestructible”, porque Cristo ha resucitado (v.16). El autor parece muy seguro que el juramento es lo que le da razón al cambio. Por dos veces en un corto espacio cita la Escritura (vv.17, 20); tiene la seguridad que el Espíritu habla aquí de Jesús. Pero ¿era Jesús ese sacerdote? ¿Cómo lo sabría? La resurrección, más que una deducción bíblica. Ahora la ley es Jesús, el Pacto no es sobre tablas de piedra sino sobre Cristo, no en el monte Sinaí sino en el Gólgota, el sacerdocio no es en el tabernáculo sino en el cielo, y la vida eterna no es una prolongación de la terrenal sino otra vida, sacada de la muerte que es sorbida en victoria. Hay cambio de ley porque la vida y muerte de Cristo la cambió y él se encarga de todo el cumplimiento del nuevo pacto. Hacemos en el Evangelio, un nuevo Testamento con Dios. Amén.

 

Exposición 18

 

El sumo intercesor 

 

He. 7:26-28 

26Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos; 27que no tiene necesidad cada día, como aquellos sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo. 28Porque la ley constituye sumos sacerdotes a débiles hombres; pero la palabra del juramento, posterior a la ley, al Hijo, hecho perfecto para siempre”.

 

El sacerdocio de Jesús es superior primero en relación con su persona por cuanto es “santo, inocente, inmaculado, apartado de los pecadores” (v.26). Nota que el requisito primario de todo ministro es su santificación. Las otras cualidades que pueda tener tienen que tener a ésta como base. La santidad es lo primero de uno que está a favor de los hombres y vive para interceder por ellos. Vale la pena detenernos unos minutos para examinar cada una de sus virtudes con que se le recomienda. Observa que difícilmente puede ser hallado otro hombre que posea esas características, por lo menos en grado de perfección y en continuidad. Jesús siempre fue así. Ni una sola vez en su vida dejó de ser santo; y eso lo logró por su naturaleza y por sus ejercicios espirituales, por su origen celestial pero también porque dedicaba muchas horas a orar y estar en comunión con Dios. y su vida espiritual, pienso, era fuerte porque no se retiró de en medio de los pecadores pues los recibía y con ellos comía, incluso era tocado por ellos y oprimido. Esa es la meta de todos sus discípulos: Vivir en el mundo sin ser del mundo.   En segundo, el lugar donde oficia como sumo sacerdote: “Más allá de los cielos”, es decir, en el trono de Dios (v.26), más allá de los cielos, o “más exaltado que los cielos”. Pablo dice cómo. Dejando detrás de él su estado de humillación (Flp. 2: 5-11); y por ende ya no es tocado más por la muerte puesto que la suya consistió en ofrenda y sacrificio por el pecado de los hombres. En ese estado de inmortalidad no necesita relevo y en la resurrección certificó Dios que la aceptaba como ofrenda y expiación por los pecados. 

En segundo lugar lo ventajoso que para nosotros es el cambio de Jesús como sumo sacerdote celestial. En primer lugar piensa en la desgracia que tendríamos actualmente si no hubiera ocurrido la crucifixión, muerte y resurrección y ascensión de Jesús. Ya todo aquello se terminó hace muchos siglos. No tendríamos a ningún mediador entre Dios y los hombres. Dios sería algo inalcanzable. Sin templo, sin sacerdotes y sin sacrificios. Pero Dios previó que todo eso habría de desaparecer y lo hizo desaparecer. Ahora en la confianza que podemos tener en esa clase de sumo sacerdote que no necesitó ofrecer por sus propios pecados primero para luego ofrecer por los ajenos. Porque aquellos tenían que confesarlos so pena que se les olvidara alguno o que no los confesara todos, o que no los confesara bien. Uno tendría que decirle “por favor acuérdate primero de tus pecados y después de los míos”; y en eso había repetición, pero con Jesús no pasa eso, ya la mediación está hecha para todo aquel que por él se allega a Dios. No hay motivo de preocupación con eso. Y no hay defecto en la ofrenda mientras que en aquellos sacrificios el sumo sacerdote podía estar ofreciendo, sin darse cuenta, una ofrenda que en alguna parte tenía defecto, o no era suficiente como para reclamar la reconciliación y el perdón. Pero no es el caso de Jesús. Su ofrenda es perfecta y suficiente.

Y por último, en tercer lugar, el texto contiene un requisito para todos los que interceden por otros a Dios, que ofrezcan primero por sus propios pecados y después por aquellos por los cuales intercedan. No olvides la confesión antes que comenzar tus peticiones. Que tu intercesión no halle ningún obstáculo en ti. Que Dios no diga “no puedo concederte lo que me pides para otro porque no has pedido para ti mismo primero, pídeme primero por ti y luego te oiré lo que quieres para los demás, quita primero la viga de tu ojo”. Y en segundo lugar expresa el Señor mucha condescendencia con los que interceden por los otros por cuanto sabiendo de antemano que son débiles hombres les permite ministrar y rogar por los pecadores. Y Dios lo hace a propósito para que aquellos que intercedan por los otros sepan cómo hacerlo y con el espíritu apropiado por cuanto están rodeados de debilidad, y aquello que piden para otros lo piden como si fuera para ellos mismos. Las debilidades de esos ministros no es un obstáculo sino más bien, algo dejado a propósito para que seamos buenos intercesores, si ellas son confesadas y perdonadas, y en eso el pueblo tiene que mostrar la misma condescendencia con sus ministros intercesores. No son perfectos.

 

Notas

He. 8:1-6

1Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. 3Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. 4Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 5los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. 6Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”.

Sería una locura imaginar que ahora en el cielo, hay un tabernáculo con tres divisiones, y en el lugar santísimo una vez al año Jesucristo entra con una taza llena de su propia sangre y la vierte en alguna arca de oro espiritual ante la gloria de Dios para hacer reconciliación por nuestros pecados. Dios le dio a Moisés un modelo en visión para que por él hiciera el tabernáculo terrenal; una tienda en la cual cada detalle tenía un significado espiritual y decía algo sobre la persona de Jesucristo y su obra en la tierra; era "figura de las cosas celestiales". Cuando el sumo sacerdote entraba al tabernáculo estaba penetrando dentro de las sombras del evangelio. La idea del autor es que una vez que Cristo ascendió a la diestra del Padre su obra quedó consumada y allá arriba está disponible para todo pecador.

He. 8:4

"Así que si El estuviera sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley". Nota que "aún" se ofrecían sacrificios; quiere decir que Hebreos fue escrito antes del año setenta cuando el templo fue destruido y el sacerdocio esparcido.

He. 8:5

"Los cuales sirven a lo que es (figura, copia)", y sería está mejor la traducción de "modelo", de las cosas celestiales. Ese es el feliz descubrimiento que uno hace en cuanto al uso del Antiguo Testamento que no hay otro libro mejor para ilustrar el Nuevo, y por supuesto sermones, estudios y escritos. Las ilustraciones bíblicas siempre son los mejores.

He. 8:6

"...por cuanto es también el mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas". El evangelio tiene mejores promesas, mejor mediador, mejor sumo sacerdote, mejor templo, mejor ofrenda y un mejor pacto. Y la esperanza es más segura; tiene la evidencia histórica de la resurrección y ascensión de Jesús

 

La perseverancia sin caídas definitivas

 

He. 8:10-12

10Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; 11Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. 12Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades”.

Un pacto de gracia, que no demanda nada del pecador que entra en él, por la amarga experiencia que se tuvo con el otro pacto, el viejo, el de obras, que no pudieron mantener y el Señor tuvo que desentenderse de ellos (v. 9). El pacto de gracia es mejor porque es en realidad un pacto basado en la ayuda de Dios, no en las demandas de un código, se suministra el Espíritu Santo para que grabe la ley en la mente y en el corazón, para que permanentemente la tenga dentro, que piense en ella, que sienta con ella, para que se parezca a Cristo y tenga este mismo sentir que hubo también en Cristo Jesús, para que sea "renacido" por ella (1 Pe. 1:23). La palabra es muy apreciada por los que entran en el pacto y es una señal de haber entrado en él; y una señal de que se tiene el Espíritu en el corazón. Pero hay más, es un mejor pacto porque el Espíritu transforma la mente y el corazón del pecador, cosa que no hace la enseñanza de la ley de Moisés; hace de él una "nueva criatura" que pueda sostener el pacto. La base de la "perseverancia de los santos" es esa transformación, no el hecho en sí sino la capacitación por ese medio de la persona, de modo que sea apropiada, espiritual, que crea las cosas del Espíritu, las ame y las desee profundamente, aspirando a lo celestial. Si tú no eres transformado por el Espíritu jamás entrarás en el pacto de la gracia, no serás evangélico o cristiano. Busca esa misericordia.

He. 8:10

"Pondré mis leyes en la mente de ellos, y las escribiré sobre sus corazones". No apeles sólo al corazón de tus alumnos, maestro, sino también a la mente para que mediten y reflexionen en las verdades de Dios. Los sermones que no tienen sus raíces en la mente, que no provocan la meditación por medio de la cual se enciende el fuego, están destinados a marchitarse y morir pronto. No sólo sentimientos, sino también intelecto y no sólo mente sino corazón, para conocer lo que amamos y amar lo que conocemos (1 Co. 2:16; 14:15).

He. 8:11

"Y ninguno de ellos enseñará a su conciudadano ni ninguno a su hermano, diciendo: "Conoce al Señor", porque todos me conocerán, desde el menor hasta el mayor de ellos". No que no hagan falta los maestros y profetas sino que el Espíritu será el verdadero maestro. La obra de evangelización está a su cargo, y mira su amplitud; sus alumnos estarán aprendiendo continuamente y más del Espíritu Santo que de la instrumentación humana, en la soledad, con la Biblia abierta aplicándola a la conciencia personal. Ni un solo inconverso quedará en la comarca. Señor, bendice a tu pueblo y aquellos que procuran hacerlo entender para la salvación. Oh, qué lindo, los niños, los jóvenes y los ancianos creerán al Señor, día por día el Espíritu estará escribiendo sus leyes en sus corazones que formará parte del mundo intelectual y social de ellos y ningún otro conocimiento podrá expulsarlos. Algo parecido en Joel  2:28. Estas cosas casi que se han cumplido en el evangelio, en etapas determinadas, mas no con los judíos hasta el día de hoy. Salvo unos pocos de ellos.

He. 8:1-13

"Un nuevo pacto, hizo anticuado al primero; y lo que se hace anticuado y envejece, está próximo a desaparecer". Hay que estar bien alumbrado por el Espíritu, entender bien a Cristo y su armonía con la Escritura, para tomar este texto y aplicarlo a él; comprender bien la gracia, ser iluminado por la revelación de Dios, para salir del marco histórico de esta profecía y ver en ella un anuncio del sistema de la salvación por la gracia divina, la conversión a Cristo, la transformación por medio de la Palabra de Dios y la purificación de todos sus pecados ("Nunca más me acordaré de sus pecados" (v. 12). Sí, tienes que conocer por revelación toda la magnitud de la Persona y obra de Cristo para poder, por medio de una visión espiritual de aceptación de ella, para hallar no sólo su concordancia con la Escritura sino su poder para ampliarla y cambiarla, como Cristo lo hizo.

 

Exposición 19

 

El pacto de gracia

He. 8:1-13 

1Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos, 2ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo que levantó el Señor, y no el hombre. 3Porque todo sumo sacerdote está constituido para presentar ofrendas y sacrificios; por lo cual es necesario que también éste tenga algo que ofrecer. 4Así que, si estuviese sobre la tierra, ni siquiera sería sacerdote, habiendo aún sacerdotes que presentan las ofrendas según la ley; 5los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. 6Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. 7Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. 8Porque reprendiéndolos dice: He aquí vienen días, dice el Señor, En que estableceré con la casa de Israel y la casa de Judá un nuevo pacto; 9No como el pacto que hice con sus padres El día que los tomé de la mano para sacarlos de la tierra de Egipto; Porque ellos no permanecieron en mi pacto, Y yo me desentendí de ellos, dice el Señor. 10Por lo cual, este es el pacto que haré con la casa de Israel Después de aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en la mente de ellos, Y sobre su corazón las escribiré; Y seré a ellos por Dios, Y ellos me serán a mí por pueblo; 11Y ninguno enseñará a su prójimo, Ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce al Señor; Porque todos me conocerán, Desde el menor hasta el mayor de ellos. 12Porque seré propicio a sus injusticias, Y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades. 13Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer”.

 

Tanta importancia tiene el nuevo sacerdocio, el nuevo pacto de gracia en el texto, como la creación de un nuevo pueblo. La exposición gira alrededor de ellas. Primero, el pacto de gracia promete la creación de un nuevo Israel porque “está fundado sobre mejores promesas” (promesas superiores). Y ¿cuáles? Prácticamente es una sola promesa, la de cambiar la mentalidad del pueblo por medio de su palabra, como dice “pondré mis leyes en la mente de ellos…”, y lo que sigue es la garantía de ese cambio, un tratamiento perpetuo de misericordia en relación con el perdón de los pecados. Y por último veremos que el cambio de sacerdocio es lo que sirve de fundamento a ese nuevo pacto cuando Jesús es exaltado hasta el trono de Dios y desde allí ministra para su pueblo; a ese sitio le llama “verdadero tabernáculo”, por supuesto que en sentido figurado. 

Ese cambio para un nuevo Israel apunta hacia ese viejo pueblo. Aunque ha venido cumpliéndose entre los que no son judíos todavía falta que éstos sean cambiados. No le ha llegado la hora a Israel para convertirse de ese modo tan completo y extraordinario donde tanto adultos como jóvenes conocerán al Señor. Eso debe tener lugar, según Pablo, cuando todo Israel sea salvo y ellos digan que Jesús es bendito (Ro. 11: 25-27). Pero lo que sucederá a Israel es lo mismo que sucede a los gentiles, será confrontado con la Palabra de Dios, será una sola conversión por medio del Espíritu Santo y la Palabra en un proceso de predicación, estudio y enseñanza de ella, donde, tomado en el orden que se da, primero ella se inserta en la mente y pasa el proceso del intelecto y después toca las emociones y los sentimientos, que también es rigurosamente el camino que recorre la conversión según la teología de Pablo, pues él dice “cantaré con el espíritu pero cantará con el entendimiento, oraré con el espíritu y con el entendimiento (1Co. 14: 15); y en otros muchos sitios de sus epístolas donde la fe contiene el elemento cognoscitivo. Es precisamente ese ingrediente intelectual de la fe, teológico, doctrinal, el que disminuye la posibilidad de una conversión espuria y las manifestaciones extraordinarias de fanatismo. Sirve de ancla al alma en sus tribulaciones y el que es sacudido por las dudas y que con la ayuda de Dios no sucumbe ante ellas. 

Y la creación de ese nuevo Israel necesita la intervención divina para responder a la enseñanza de la Palabra de Dios y una inevitable confrontación entre ambas. El pueblo en el AT en sentido general, excluyendo el tiempo de Esdras y Nehemías, no tenía tanto interés en el estudio de la Ley, y esa hambre que luego se suscitaría sería de origen divino (Am. 8: 11); y eso suele suscitarse individualmente y como un movimiento social de las masas hacia las iglesias. No se puede ganar para Cristo a toda la sociedad sin esa cooperación extraordinaria del cielo, no se puede transformar la cultura sin la ayuda de Dios. Y como en antaño, la instrucción bíblica es pivotar. Por lo cual el pueblo del Señor debe estar, principalmente los ministros, “nutridos con la palabra de fe” (1 Ti. 4: 6), para quienes se promete un éxito completo de ella, pues no solamente va delante de ellos corriendo y siendo glorificada sino que no hacen falta tantos empeñados en la evangelización, o porque levanta un montón de ellos, pero lo cierto es que cuando algunos arriben a un sitio ya allí no hay ni un solo inconverso, por lo cual dice “nadie enseñará a su prójimo” porque ya estará convertido por algún otro o porque el Espíritu mismo hizo que buscara esa Palabra. 

Lo que garantiza ese nuevo pacto es el sacerdocio de Jesús en el cielo, y por cuanto es perpetuo su sacerdocio, perpetua es la salvación, otorgando misericordia continua y perenne perdón y sanidad. No tiene que alarmarse de que se desentienda de usted, que deje de preocuparse, porque no habrá apostasías que rompan el pacto dado, que la Palabra en la mente y el corazón no se borrarán y ella prevendrá que rompamos el pacto con Dios. Fíjate que el método de conversión es imprescindible para que la iglesia no se desvanezca y constituye la médula de la doctrina de la perseverancia de los santos por cuanto dice “jamás me acordaré de sus pecados”. La salvación obtenida por la Palabra no se pierde nunca. Lo que escribe el Espíritu en la mente y el corazón son las doctrinas de la Biblia. Un método de evangelismo que no necesita de arreglos en la adoración pública porque es suficiente por sí mismo para lograr con eficacia los éxitos en la salvación. No hay iglesia sin palabra de Dios y aquella debe su existencia a ésta. Ese es el ministerio del Espíritu y no de la carne o de las ceremonias. Es un ministerio sacerdotal serio el de Jesús en el cielo a favor de los que serán herederos de la salvación, sin ningún tipo de sombras o ceremonias religiosas.


Notas

He. 9:7

"...la cual ofrece por sí mismo y por los pecados del pueblo cometidos en ignorancia...". Esto son los pecados de "ignorancia", pero ¿qué de los pecados que se hacen a sabiendas para complacerse?  ¿Los que uno sabe que son malos pero se cometen para complacerse a sí mismo? Oh Misericordia.

 

Compara a Cristo con tus pecados

He. 9:9, 10

"...lo cual es un símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto en su conciencia al que practica ese culto...". Los judíos tenían que pasar por alto muchos escrúpulos, convencerse que eran perdonados, no llevar muy profundo el autoanálisis y vivir con un poco de remordimiento. La sangre de Cristo santifica la conciencia más exigente. Ojalá el Espíritu te ayude a creerlo. ¿No te deja la culpa servir a Dios? Tú dices, "no puedo, con lo que he hecho sería un hipócrita si canto, si leo la Biblia, si hablo de Jesús"; la culpa te postra y te paraliza, no puedes servir a Dios por causa de los recuerdos de tus caídas, prefieres estar aparte sin atreverte a iniciar de nuevo la vida cristiana. ¿Hasta cuándo te mirarás a ti mismo y no a Cristo? ¿A tu pecado? Compara a Cristo con tus pecados y piensa no en las leyes divinas que quebrantaste sino en la misericordia que te perdona. Amén (Lee 9:14).

 

Una herencia que la da el Padre y la comparte el Hijo

He. 9:15

"...los que han sido llamados reciban la promesa de la herencia eterna". Bendito sea Dios que nuestra salvación es una herencia. La Biblia es muy luminosa en ese concepto, asegurándonos que no se trabaja para ganar la salvación, no es un salario que se nos paga (Ro 4:4,5). Si la vida eterna es una herencia la recibimos porque somos hijos de Dios y hermanos de Cristo, a quien se le dio toda y la comparte. Oh qué privilegio ese, el haber recibido el Espíritu de adopción (Ro 8:14-17) y ser llamados hermanos de Jesucristo (2:10,11). No es por nuestra ininterrumpida fidelidad que somos herederos; nuestro comportamiento no hace que la merezcamos ni que la perdamos (léase con cuidado esto), nuestra calidad de cristianismo no cuenta para recibir la herencia porque ella está garantizada por el amor de Dios que quiso dárnosla y por la muerte de Cristo, el testador (Ro 11:29). Eso implica que legalmente la recibimos por ser hijos; e hijo o hija se es siempre y nadie puede alterar ese estado. Por muy lejos que te sientas del Señor, indigno, caído, debilitado, la herencia siempre será tuya. Nadie puede desheredarte y nadie puede tomar lo que te corresponde. Tu herencia no se reparte, se comparte, eres coheredero de Cristo y de muchos hermanos, pero hacia ellos no puede ser transferido lo que te corresponde a ti. Grande es Dios que me hace pensar en mi salvación de ese modo, sobre todo cuando me siento tan débil y tan indigno de tener un tesoro así, allá “donde ladrones no minan ni hurtan”.

He. 9:22

"Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón". Se esfuerza por demostrar la superioridad especial de la sangre de Cristo; para el autor ella está en el corazón mismo del NT y de la vida eterna, si no hay sangre, no hay perdón. Desde que comenzó su tratado, ha venido demostrando la superioridad de Cristo, sobre los ángeles, sobre Moisés, es mejor sacerdote, su pacto es mejor, su cuerpo es una mejor ofrenda, su persona más sublime que los cielos y su sangre habla mejor que la de Abel (12:22-24). Nota en el conjunto donde se halla la sangre de Cristo, ella "nos limpia de pecado" y sin ella no hay remisión. 

He. 9: 27, 28

27Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. No hay segunda oportunidad de salvación después de la muerte. Esta es una de las pocas veces que se menciona la segunda venida de Cristo no en relación con los que se pieden sino con los que se salvan. Ya ves, la salvación se mira en relación tanto por la vida eterna como por la condenación y la ira de la cual se escapa. ¿Quiénes van a escapar? Sólo aquellos que "creen" que eso pasará y se preparan para ello. Jesús no ha venido, para que sean muchos los que le esperen y disfruten la vida eterna; no se tarda para que se llene el infierno sino el cielo. Debiéramos hablar más del juicio que espera a todos los hombres una vez que cierren sus ojos para siempre.

 

Capítulo 9

 

Exposición 20

           

La Obra de Cristo y la Conciencia Cristiana

 

He. 9:1-14   

1Ahora bien, aun el primer pacto tenía ordenanzas de culto y un santuario terrenal. 2Porque el tabernáculo estaba dispuesto así: en la primera parte, llamada el Lugar Santo, estaban el candelabro, la mesa y los panes de la proposición. 3Tras el segundo velo estaba la parte del tabernáculo llamada el Lugar Santísimo,4el cual tenía un incensario de oro y el arca del pacto cubierta de oro por todas partes, en la que estaba una urna de oro que contenía el maná, la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto; 5y sobre ella los querubines de gloria que cubrían el propiciatorio; de las cuales cosas no se puede ahora hablar en detalle. 6Y así dispuestas estas cosas, en la primera parte del tabernáculo entran los sacerdotes continuamente para cumplir los oficios del culto; 7pero en la segunda parte, sólo el sumo sacerdote una vez al año, no sin sangre, la cual ofrece por sí mismo y por los pecados de ignorancia del pueblo; 8dando el Espíritu Santo a entender con esto que aún no se había manifestado el camino al Lugar Santísimo, entre tanto que la primera parte del tabernáculo estuviese en pie. 9Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia, al que practica ese culto, 10ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el tiempo de reformar las cosas. 11Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, 12y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. 13Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, 14¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”.

 

De un pasaje tan largo preciso es que entresaque lo más importante; sobre el inmobiliario del tabernáculo no hace falta que insista pues eso sería una tarea sobre el libro del Éxodo, y lo dejo para otra oportunidad. La textura de la porción escogida es de culto, y presenta dos formas de adoración, una judeo-mosaica, y otra cristiana. Alrededor de las mismas están los adoradores, unos adentrándose en las sombras y otros en la luz. 

Pero el aspecto más importante está en la conciencia con la cual cada uno adora. La conciencia es importante en la adoración, lo cual Jesús concentró en sus dos palabras “espíritu y verdad”. La palabra aparece dos veces en esta porción (vv. 9, 14); en el primero se mira que tiene que haber una perfección de conciencia y la forma de culto, y en el segundo una conciencia libre, limpia, y capacitada para hacer obras nuevas. En el pasaje no se trata de la insinceridad de ninguno de los adoradores, ambos son sinceros, tanto los que se aproximaban al tabernáculo de Moisés como los que se acercaban a Dios a través de Jesucristo; no se trata de cargo de conciencia sino de eficacia cúltica; en unos es incapaz la religión para darle al adorador lo que ella demanda, en otros el estar en Cristo, por medio de la fe, les da fuerza para vivir lo que se le pide.

Cristo, el autor de una nueva forma de culto. Importante es el hecho que se presente a Cristo como entrando en un perfecto tabernáculo (v.11) siendo él el sumo sacerdote; así que, inmediatamente seguimos al autor de Hebreos en su comparación entre el antiguo tabernáculo hecho de sombras y el real, el celestial, al cual Cristo entró cuando murió en la cruz como sumo sacerdote y como ofrenda, al mismo tiempo. La ascensión de Cristo al cielo permea todo el texto y da fuerza al argumento. El cielo es el lugar de donde bajaron las copias que hallamos en el tabernáculo y en el sistema levítico de adoración.

El argumento del autor del libro consiste en afirmar que el ritual del Antiguo Testamento era imperfecto y que tenía que ser “reformado” (v.10); y su imperfección consistía principalmente en su limitada eficacia espiritual puesto que no podía “hacer perfecto en cuanto a la conciencia” (v.9) a ninguno de los adoradores. La imperfección no se encontraba en la forma, ni en el significado, sino en el alcance que tenía dentro de la experiencia humana, dejando insatisfecho al creyente. Se precisaba una forma de culto que alcanzara los más lejanos ámbitos de la conciencia; el hombre era incapaz de aprehender con profundidad la gracia y el beneficio que su culto le ofrecía. Por causa del hombre, por su impotencia espiritual inherente, la forma del culto tenía que ser “enderezada” (gr.). No serviría un nuevo cambio de formas, porque el defecto no estaba en las sombras sino en el pecador, en el fondo del alma al cual no llegaban los rayos de aquella forma de adoración. Con Cristo empieza otra forma de culto no simbólica sino espiritual centrada principalmente en su obra en la cruz y en el corazón humano. 

La ineficacia de la forma de adoración antigua no estribaría tanto en que dejase al pecador con una conciencia de culpa, de lo cual no hay evidencia en el Antiguo Testamento, sino que no lo potenciaba espiritualmente para obrar distinto y tenía que volver arrepentido para pedir perdón por las mismas faltas ya perdonadas. Supongo que ésta sea la razón por la cual el autor dice que aquella vieja forma de culto estaba enfocada en santificar la carne, no la conciencia (vv.10, 14); afectaba la conducta humana, pero obraba como mandamiento-obediencia; en cambio en el nuevo sistema de adoración a través de Cristo la fórmula sería fe-obediencia. Así de ese modo nace el cristianismo como un poder espiritual para obrar lo recto y no como una religión donde se le obliga al hombre a cumplir requisitos, y se le pone en frente “comidas y bebidas, de diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne” (v.10). Quizás estaría de más decir que es un retroceso insistir dentro del cristianismo creado por Cristo, en comidas, bebidas y días especiales.

Dado que el sistema de adoración del Antiguo Testamento era cierto, Cristo no lo cancela como falso, sino que lo cumple como sombra suya. Ya sabemos que el antiguo tabernáculo y su orden de culto fue sustituido por Cristo y su expiación, y que él precisamente con su sangre y en persona se ofreció a Dios que habita en el lugar santísimo, en el cielo, dando por satisfecha la justicia divina;  y además, suministrando el Espíritu Santo para la adoración, mediante el cual se ofreció a Dios como ofrenda perpetua por nuestros pecados, borrando con su sangre redentora las viejas y pecaminosas obras, obras de muerto (v.14), haciendo posible la vida cristiana. 

Y una interpretación maravillosa, que el autor afirma que proviene del Espíritu Santo, es el libre acceso de todos los adoradores al lugar santísimo por medio de Cristo, quien abrió la puerta y el camino a Dios rompiendo el velo de separación que era su carne (vv.7, 8; Mt. 27:51; Mr. 13:38; Lc. 23:45); haciendo posible que cada adorador, por medio de una conciencia nueva, pueda acercarse sin la interferencia de mediadores humanos, al Dios vivo.


Exposición 21

 

Cristo quitó de en medio el pecado

“”.

 

He. 9:15-28   

15Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la herencia eterna. 16Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador. 17Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive. 18De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre. 19Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo, 20diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado. 21Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio. 22Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión. 23Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos. 24Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios; 25y no para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el Lugar Santísimo cada año con sangre ajena. 26De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. 27Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, 28así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. 

 

Cristo quitó completamente de en medio el pecado. Ese puede ser un asunto importante, del propósito de la muerte de Cristo, alrededor del cual se enrollen los demás. Una y otra vez el autor de Hebreos afirma que Cristo es suficiente y que lo que él hizo sustituye completamente el sistema ceremonial mosaico. Para que se quite de en medio el pecado tiene que haber sangre, la vertida en los sacrificios levíticos y mucho más aún sobre la sangre Cristo. 

El autor argumenta que la muerte de Cristo era necesaria para que los “llamados”, como escribe, obtuvieran la “herencia eterna” (v.15), porque de lo contrario mientras él viviera toda la herencia celestial era suya y no podía ser compartida con sus coherederos (Ro. 8: 17), los cuales, nosotros, que por medio de la fe en él somos enriquecidos. El autor introduce una palabra importante “testamento”; que es lo mismo que “pacto”; Cristo es el “testador” lo mismo que el que hace el pacto en su sangre. El autor tiene las dos ideas en su mente, porque para él nosotros somos herederos que recibimos una fortuna con su muerte, y también hizo un nuevo pacto en su sangre, más purificadora y suficiente que la sangre de los animales. La muerte de Cristo fue algo necesario e indispensable; tenía que derramar su sangre para que las conciencias fuesen limpiadas (v.14), para que las transgresiones fuesen redimidas (v.15), porque sin sangre no se hace remisión (v.22). Nota el énfasis en el v.18 que se asegura que para que haya pacto, testamento, tiene que haber sangre por medio. 

El término “remisión” de las transgresiones es explicado con dos palabras que ocupan toda la amplitud del texto, “purificación” (vv. 22, 23) que es una palabra ritual usada en el antiguo pacto, y que viene en el nuevo a ser sustituida por “santificación” (v. 14), y que está incluida en el acto de “quitar de en medio el pecado” (v. 26). Esta expresión en el íntimo lenguaje de Hebreos, significa un perdón ritual dentro de los sacrificios de los animales, pero se hace humanamente sustancial con la muerte de Cristo. El término significa “perdón” y se acerca bastante a la doctrina de la justificación por la fe desarrollada por Pablo.

Hablando de esto, observa que el autor de Hebreos, hace acreedores de todas las riquezas que conlleva la muerte de Cristo a los “llamados” (v. 15) lo cual es un punto de concordancia y tiene la influencia de la teología paulina sobre la salvación, donde Cristo muere “por los que llamó, por los que justificó, por los que glorificó”. El testador muere por los llamados y hace un pacto con los llamados y ellos reciben la herencia cuyo requisito fundamental es que los pecados sean “quitados de en medio” (v. 26), y lo fueron porque Cristo como “víctima” y testador llevó sobre su cuerpo en el madero el pecado de todos ellos (v. 28). 

El capítulo termina recalcando la eficacia perenne del sacrificio de Cristo hecho “una sola vez” (9:12, 26; 10.2, etc.). El autor de Hebreos habla un lenguaje absoluto en relación con la muerte de Cristo, que es suficiente y excluye la necesidad de ayuda de cualquier tipo, y de la suficiencia suya como sumo sacerdote que hace innecesaria la cooperación de otro. Los hermanos hebreos a los cuales él dirige su epístola saben bien lo que él les está diciendo, que todo el culto sagrado mosaico quedaba sustituido por Cristo y su sacrificio en la cruz, y que la muerte del sumo sacerdote era necesaria para la purificación del “pecado y la inmundicia”. Lee como el hermano autor de Hebreos deroga un poco el culto del viejo pacto llamándole a todas esas cosas, los objetos sagrados, “figuras de las cosas celestiales” en comparación con las cosas celestiales mismas, que son los hechos, palabras, y la muerte de Cristo y sus beneficios (vv.23-26). El pecado fue quitado definitivamente de en medio, Cristo lo recogió todo sobre sí mismo y vertió su sangre para purificarnos ante Dios y que seamos “santos, amados, fieles”. Y oficia por nosotros allá arriba hasta que regrese a encontrarse con los que “plenamente” le esperan, con ansias.

 

Notas

He. 10: 1

1Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan”. Fíjate, que al evangelio se le llama "bienes venideros" (o futuros); la iglesia, la gracia, la predicación, la oración, la alabanza; el perdón, la resurrección; la glorificación; a Cristo. En realidad, son bienes presentes y futuros. Observa la palabra "ellos" lo cual indica una separación ceremonial y doctrinal de las prácticas judías vigentes. El templo, que es una copia digamos, del tabernáculo, aún se encuentra en pie y el pueblo camina hacia allí para ofrecer sus sacrificios. El problema principal de todas esas ordenanzas consistía en la conciencia humana, que, para los adoradores sinceros, no para los hipócritas, siempre ellos quedaban con residuos de culpa y les parecía imposible que esa clase de ritual fuera suficiente para quitar permanentemente la culpa (v. 2).

He. 10: 1, 14

1Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen, misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 14porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”. Oh, amados, si supiéramos lo que Dios nos ha concedido no buscaríamos añadir nada al evangelio, nada que no fuera a Cristo; el autor de Hebreos usa varias veces la palabra "perfecto" (12 veces; 2: 10; 5:9; 7: 19, etc.), lo hace principalmente para probar que la gracia es mejor que la ley y Cristo superior a Moisés. Si tienes a Cristo lo tienes todo a plenitud y estás "completo" en El. Perfecto quiere decir que ya el que está interesado en el perdón de sus pecados no necesita más, porque el sacrificio es grande como para servir de remisión a cualquier falta. Y esa paz de conciencia de cierta manera, tiene que tener conexión con su fe y entendimiento sólido.

He. 10: 2, 3

2De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 3Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados”. Esa perfección se siente en la conciencia y tiene otro nombre: Perdón. No podemos vivir comidos por la culpa, insatisfechos de que nuestra vida no agrade a Dios. Yo le creo y le amo. Cuando uno es perdonado olvida su pecado; o al menos debiera olvidarlo.

He. 10: 10

"Por esta voluntad hemos sido santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo una vez para siempre”.  Como los sacerdotes romanos tienen la osadía de sacrificar a Cristo en la misa, si El "se ofreció una sola vez", ¿qué pues? En esa religión hay muchas mentiras tortuosas.

 

Amor abierto a todos los aires del mundo

He. 10: 14

12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios” “Los que están siendo santificados” (BTX). Está bien claro que nadie tiene que preocuparse por hacer sacrificios y promesas para apaciguar a un Dios que ya no está airado, porque en la cruz de Cristo, se consumió todo ese enojo contra el pecado, y en ella los pecadores son justificados por medio de la fe. El v. 10 es extraordinario y recuerda un amor que no tiene límites que Alguien ofrezca, no su dinero sino su cuerpo, fuera del altar judío, abierto a todos los campos y aires del mundo, para alcanzarlos con la eficacia de su agonía en aquel lugar, si los testigos hablan y escriben sobre ese acontecimiento y se esfuerzan en llevar tal conocimiento a los ignorantes y alejados. Allí se hizo realidad eso de “quita lo primero para establecerlo segundo” (v. 9); incluyendo en esa afirmación el fin de una dispensación ritualista, y tomadas las palabras de forma personal, es una exigencia de la conversión, quitar lo primero, lo pecaminoso y natural, y reemplazarlo por lo segundo, lo espiritual, lo que tiene que ver con las doctrinas cristianas que hablan de la importancia y belleza de la confección de la salvación por nuestro Amado Redentor. Por nuestra fe en él la justicia divina queda satisfecha y Dios da un paso hacia adelante donde estamos nosotros, quita lo primero, la ley, la cumple, se aleja de ella, y coloca lo segundo, el evangelio. Bendita ofrenda que tiene tanta eficacia.

He. 10:11

11Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados”. Se refiere exactamente que nunca pueden quitarlo de la conciencia, porque esos sacrificios, simbólicamente, como eran tipos del sacrificio de Jesús, así eran considerados en ese momento por aquel sacrificio de nuestros Señor que habría de tener lugar siglos después, era aceptado por la justicia divina y es que ofrenda con la esperanza de perdón lo obtenía. Como he insinuado, lo recibía en esperanza por lo que habría de venir después. Es decir, la "sombra", de una paga era aceptada como si fuera una moneda constante y sonante, que habría de pagarse posteriormente. La justicia nuestra es la de Jesús, que viene como un regalo, y la transacción hecha con la justicia divina, fue pagada completamente de modo tal que no tenemos deudas ante el justo tribunal del trono de Dios.

He. 10: 17

17añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones”. El que tenga dudas aún de que sus pecados hayan sido perdonados, grábese ésta promesa en su memoria: "nunca más"; anda, enfrenta tus pecados a Cristo y verás su suficiencia.

 

No adquieras la mala costumbre de no ir a tu iglesia

He. 10: 19-25

19Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, 20por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, 21y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, 22acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. 23Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. 24Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Las palabras son tensas o más bien intensas como si el autor se pusiera de rodillas y les implorara que la conciencia de culpa no los separara de la reunión de la iglesia, que tuvieran confianza, y les pide de corazón, que no den un paso atrás, y pierdan aquellas cosas, aquel tesoro de salvación que ha costado tanto. El autor tiene ahora en su mente a los que ya sufren desgano y decaimiento, que han sido debilitados, y exhorta a los otros a que no pierdan la esperanza. Si tienes en cuenta que Hebreos trata de rescatar a los hermanos apóstatas, o en vías de serlo, el ausentismo a las reuniones era una señal de eso. La bandera de la profesión de la esperanza (cristianismo) estaba siendo arriada, porque el culto público a Dios por medio de Cristo es una forma de esa profesión. Pide a los que son fieles, a los que mantienen sin fluctuar el testimonio, que estimulen a los otros para que no dejen de reunirse ni de participar en las obras de amor de la iglesia. Les exhorta para que hagan uso del sacerdocio que han recibido por medio de Cristo, a no caminar otro camino, hacerlo sin mala conciencia, con fe. Hermano, tú eres tu propio sacerdote por medio de Cristo, no te hacen falta las ayudas de un viejo orden mosaico si tienes a Cristo. Acerquémonos a las reuniones y a Cristo que es el cielo mismo (4:16). 

Hasta Cristo algunos me pueden llevar y yo proseguir en su camino, lavado mi cuerpo no sólo con agua pura sino con la sangre de Jesucristo. Mi cuerpo es en primer lugar mi templo donde mi espíritu adora a Dios por medio de Cristo. Lo que el agua no puede lavar, mi conciencia, la limpia con perdones y más perdones, la sangre de Cristo, castigado suficiente por lo que yo hubiera merecido. Tengo las puertas del paraíso abiertas y ningún ángel con flamígera espada para impedirme el acceso, al contrario, llevo varios de ellos que gustosos me custodian. Cristo es la puerta del paraíso y el camino donde se llega a ella. No dejaré Camino por vereda. Seguiré de espalda al mundo, trabajando casi sin tomar respiro, y caminando hacia mi eterno reposo, no mi tumba sino después de ella. 

Esta palabra de Hebreos es oportuna para cierta clase de hermanos y hermanas que tienen poco apetito por la Palabra de Dios y han perdido el gusto por las reuniones de la iglesia y desarrollado la mala costumbre de dormir la mañana del domingo, desayunar tarde, mirar shows televisivos, chismear un poco en Facebook y que van y vienen a las cultos de la iglesia, al estilo del cuervo del arca de Noé, yendo y volviendo hasta que no regresan más.

He. 10: 26-31

26Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. 28El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 29¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 30Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”.

Después de oír el silbo apacible de palabras tan tiernas, ahora se oye la voz del trueno amenazando a los que “voluntariamente” abandonan todo refuerzo que Cristo hizo para salvarlos, volviendo al uso de la sangre de los animales para perdón de pecados y utilizando la mediación de un sacerdote. Esta forma de hablar es para aquellos que han sido convencidos de la superioridad del sacrificio de Cristo por los sacrificios levíticos. Oh, qué ofensa tan grande se le hace a Cristo al despreciar sus sufrimientos, su sudor y suspiros, la cruz de su sacrificio.

He. 10: 32

32Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos” “una gran lucha de padecimientos” (BTX). Oh, corazón mío, si has sido iluminado y has hallado el camino, si has entendido la verdad; con tantos y tan profundos conocimientos, ¿volverás a las tinieblas? He sido alumbrado poco a poco. Y vivo debajo de esa luz meridiana. Yo los recuerdo, Señor, y no olvido la purificación de mis antiguos pecados, que fui fiel, que perdí muchas cosas, y a punto el honor cristiano. 

 

 

Exposición 22

He. 10:1-10

El desplazamiento de las obras

 

1Porque la ley, teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede, por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan. 2De otra manera cesarían de ofrecerse, pues los que tributan este culto, limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de pecado. 3Pero en estos sacrificios cada año se hace memoria de los pecados; 4porque la sangre de los toros y de los machos cabríos no puede quitar los pecados. 5Por lo cual, entrando en el mundo dice: Sacrificio y ofrenda no quisiste; Mas me preparaste cuerpo. 6Holocaustos y expiaciones por el pecado no te agradaron. 7Entonces dije: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro está escrito de mí. 8Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda y holocaustos y expiaciones por el pecado no quisiste, ni te agradaron (las cuales cosas se ofrecen según la ley), 9y diciendo luego: He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. 10En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre”.

 

Las cosas que están por venir son buenas porque el autor dice “bienes”. No debemos esperar nada malo desde ahora hasta que Cristo venga (v. 1); no miremos los acontecimientos finales como desgracias sino como una esperanza que se nos acerca. En la teología del autor de Hebreos la palabra “imagen” indica realidad. La “imagen”, no es una foto de alguien, no es un reflejo de la realidad sino la realidad misma; “la imagen de la sustancia” (1:3) es igual que la sustancia misma no una reflexión de ella.

La ley de los sacrificios, como pacto de obras, nunca puede hacer perfecto al pecador desde una base correcta, porque aunque le perfeccione su conducta, el oferente se marcha del culto con conciencia de pecados (vv. 1-4); y precisamente la repetición del acto de arrepentimiento denuncia la falta de paz de conciencia, que permanece siempre con culpa aunque se lleve la religión hasta extremos. La religión por obras absorbe al adorador, lo engulle con exigencias y no le da lo que necesita; como un pulpo con sus ventosas succiona la vida religiosa del hombre. La limpieza de conciencia siempre es un sueño inalcanzable, y como está situada dentro de la carne, está sumergida siempre dentro de una constante polución. Todo aquel culto levítico dentro del tabernáculo pedía a gritos que viniera Cristo. Está claramente dicho, “nunca puede” (v. 1).

La gloriosa entrega de Jesucristo hecha una vez para siempre (vv. 4-10). Muy claro está, y bien se sabe, que estas palabras proféticas se refieren a Jesucristo, y que él mismo se las aplicó un día dentro de la sinagoga. La gran vida de Jesucristo y su gran muerte es lo único necesario para hacer perfecto en cuanto a la conciencia al pecador. El “vino para hacer su voluntad” (v. 7); la gran vida que un pecador ansiaba tener para agradar Dios y que nunca pudo alcanzar, se la regala Jesucristo, la vida suya, y para los pecados cometidos su sacrificio hecho perfecto. Sin discusión alguna, en la voluntad de Cristo no en la nuestra, somos santificados hasta la conciencia (v. 10); dejando entender con esto que toda la obra de santificación la perfecciona él. No busquemos nuestra salvación en nuestra propia voluntad, en nuestros perennes esfuerzos, sino en la voluntad Suya.

Observa que las buenas obras, los sacrificios y penitencias, no agrandaron a Dios (v. 8); Cristo viene para quitar de en medio, no sólo el pecado, sino esa forma de adoración por obras “quita lo primero, para establecer esto último” (v. 9). Por dos veces se dice que los sacrificios y las obras no le agrandaron  (vv. 6, 8); desanimando a todo aquel que quiera acercarse Dios mediante las ceremonias y las obras personales. Es la obediencia de Cristo, sólo Su obediencia por la cual somos salvos.

Y concluyendo, la cesación de todo sacrificio levítico, quedando sólo la muerte de Jesucristo, indica que ésta es sólo el camino, la verdad, y la vida; y como no es un sacrificio que se da sino que se recibe, entonces por la palabra de fe de ese sacrificio es que venimos a ser salvos. La soledad de ese sacrificio y la abolición de cualquiera otra forma de culto por obras, y quita de nuestras manos el elemento erróneamente utilizado para la paz de conciencia, las buenas obras. Una vez que un pecador cese de obrar no tiene otro recurso que atenerse a la misericordia de Dios, diciéndole que gratuitamente perdone sus pecados. 

Así que, mediante el tipo de sacrificio, las palabras de promesas, y la suministración de Espíritu Santo, se llega a la paz de conciencia; la forma del culto queda descartada, las buenas obras desechadas, para establecer solamente la fe en la palabra del sacrificio. Para ser perfectamente salvos, un cristiano perfecto, hay que serlo desde la conciencia que es la forma más profunda, donde está la misma imagen de Dios para salvación (arrepentimiento) (la fe, pienso, se halla en la razón), y desde donde debemos adorarlo.

 

Exposición 23

 

Un Camino Nuevo

He. 10: 11-22

“Todo sacerdote se ha presentado, día tras día, para servir en el culto y ofrecer muchas veces los mismos sacrificios que nunca pueden quitar los pecados. Pero éste, habiendo ofrecido un solo sacrificio por los pecados, se sentó para siempre a la diestra de Dios, esperando de allí en adelante hasta que sus enemigos sean puestos como estrado de sus pies. Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los santificados. También el Espíritu Santo nos da testimonio, porque después de haber dicho: “Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días”, dice el Señor; “pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las inscribiré”, y él añade: “Nunca más me acordaré de los pecados e iniquidades de ellos”. Pues donde hay perdón de pecados, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo plena confianza para entrar al lugar santísimo por la sangre de Jesús, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo (es decir, su cuerpo), y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura”.

 

El que escribe estas palabras es un total maestro bien empapado en el conocimiento espiritual del funcionamiento judío de la redención. Debieran hacer saltar de gozo y complacencia a todos los judíos honestos del mundo. Los cristianos no tienen necesidad de hacer sacrificios y ofrendas por sus pecados porque Cristo lo hizo por ellos, declarándolos en ese sentido “perfectos para siempre”, que son santificados y capacitados para la fidelidad (v. 14); no que hayan alcanzado la perfección sublime en todas sus virtudes, sino perfección en el sentido que no tienen que ofrecer y repetir sacrificios y obras por sus pecados, en una palabra: son considerados perfectos, como si no tuvieran pecado, gracias a la perfección de la vida y sacrificio y sustitución, que los reemplaza, Jesucristo, el Salvador.  Observa el énfasis absoluto que usa el autor “nunca pueden quitar los pecados” (v. 11); “nunca”, quiere decir que jamás los que utilizan el sistema de sacrificios, penitencias, buenas obras, podrán alcanzar la limpieza de sus pecados, que siempre permanecerán adheridos a sus conciencias; sientan que han quedado limpios o no; ante los ojos de Dios no son perfectos, lo que han hecho siempre es insuficiente, y por ese camino jamás llegan a la redención absoluta (v. 18), siendo perennes deudores porque se le cuenta el salario como deuda (Ro. 4: 4). La paga completa por el pecado, consumada, la liberación, la hizo Jesucristo. No estaría de más, quizás, decir respaldado por este texto, que el sacerdocio católico que repite el sacrificio de Cristo en la misa, es una ceremonia no autorizada e inconsecuente con el sacrificio del Señor hecho una sola vez, “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (v. 14).

A partir de la muerte de Jesucristo el culto a Dios es diferente; ya está implicado que el sacerdocio levítico quedó sustituido por el único sacerdocio, el de Jesucristo, pero, además, se hizo bajo la forma de un nuevo pacto, que incluye la palabra de Dios puesta por el Espíritu Santo en la mente del adorador, esto es, dando como resultado la regeneración (v. 16). Gran diferencia entre un adorador en el Antiguo Testamento y la iglesia cristiana es que, en ésta, los que adoran son nuevas criaturas, creadas según Dios por medio del Espíritu Santo y la palabra. Esto quiere decir, que no adoran a través de las obras sino por medio de la fe en la Palabra. Leyendo un poco más adelante el autor afirma que Dios dice “nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones” y “escribiré en sus mentes largos textos bíblicos” (v.17). Son verdaderos adoradores porque el arrepentimiento, con gracia, es perfecto, la fe, como don divino, es perfecta. Así pues, una diferencia básica estriba tanto en la forma de adoración como en el adorador mismo, que está capacitado para adorar a Dios por medio de Jesucristo. Si se amplía esta esta verdad y se siguen todas sus consecuencias, nadie podría adorar a Dios, y que sus pecados fuesen perdonados, sino a través de Jesucristo, porque la adoración no es equivalente a una pleitesía rendida a Dios, es más un acto de recibir que de ofrecer, de tomar de Dios y disfrutarlo, para lo cual se hace necesario una capacitación espiritual apropiada, porque el fin de la adoración es ser semejante a él.  Dios no nos necesita en la adoración, nosotros lo recibimos cuando adoramos; la adoración es un acto de transformación, una metamorfosis; y sin ese nuevo nacimiento del Espíritu ella no es posible. Jesucristo es quien posibilita esa adoración, es el punto de encuentro entre Dios y el adorador. Jesucristo es “el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne” (v. 20); es un precursor que se ofrece a sí mismo para todas las demandas de la ley establecida, y entrega todo lo que es suyo a los adoradores para que éstos se acerquen a Dios. La Persona de Jesucristo y su obra de redención es ese camino nuevo y vivo. Si quieres llegar a Dios él es el único camino. Observa que dice que tienes libertad para “entrar al Lugar Santísimo” (v. 19). Si la puerta está abierta, el velo cortado desde arriba abajo, y la invitación hecha, ¿qué esperas?; no te hace falta que ningún hombre interceda por ti; Cristo te da el derecho para entrar libremente a Dios si lo haces por medio suyo, por medio de su sangre, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió, es decir, su muerte.

¿Qué necesitas? He aquí, un pequeño paquete de salvación “un corazón sincero, plena certidumbre de fe, un corazón purificado de mala conciencia, y lavado el cuerpo con agua pura” (v. 22). Primero que todo, sustituye eso de “lavado el cuerpo con agua pura”, porque es una extracción judía, táchalo porque es un residuo judaico pegado al cristianismo, y más bien tómalo como un cuerpo santificado de las inmundicias de la carne, que es como si fuese lavado por el agua fresca de la palabra de Dios. Así pues, empezamos abriendo el paquete de salvación por el final. Acércate a Dios con un cuerpo santo. Esto es purificación externa; pero hay también en el texto la causa interna de la purificación del cuerpo, “purificados los corazones de mala conciencia”. Vigila tu conciencia, como dice Juan Calvino, obrar en contra de la conciencia es algo muy peligroso; si tu conciencia está limpia de obras muertas, tu cuerpo también estará todo limpio, sujeto por la palabra de Dios y la virtud del Espíritu Santo. No obres nunca, por favor, en contra de tu conciencia. Si ella ha sido lavada por la sangre de Jesucristo preséntala limpia por medio de la Palabra. Si el alma es pura el cuerpo también lo es.

Y en último lugar, ¿en qué forma andar hacia Dios? “con un corazón sincero y en plena certidumbre de fe”. Háblale la verdad a Dios, viértete en él, dile todo lo que has hecho, todo lo que sientes, todo lo que temes y todo lo que te avergüenza. Ábrele la puerta de tus labios a tu conciencia y tu corazón. Cuando la conciencia y el corazón han confesado todos los pecados, el alma es purificada y la mala conciencia es convertida en buena conciencia. Desde ese momento en adelante vives en la presencia de Dios. Y, además, mientras te confiesas a Dios, hazlo “en plena seguridad de fe”. No menciones tus buenas obras ni insistas constantemente en la confesión de las malas, añade a tu confesión fe; fe, sólo fe que la sangre de Jesucristo que es suficiente para lavarte de pecados y permitirte acceso libre a Dios. Jesucristo es ese camino nuevo, con dos milenios.




Exposición 24

 

Exhortación a la fidelidad

He. 10: 23-31

23Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. 24Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; 25no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. 26Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, 27sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. 28El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. 29¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? 30Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. 31¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!”.

 

Aunque contiene diferentes partes el texto, el propósito suyo es alertar al creyente judío contra la apostasía. Esto comienza muy suave en el v. 23 cuando casi como un ruego dice “mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza”. El tono se va haciendo más severo y las palabras escondidas son más fuertes llegando hasta la amenaza. 

En primer lugar, pide la atención espiritual recíproca en la congregación, “considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras” (v. 24); está pidiendo a cada hermano y hermana no sólo que se ocupe de su propia salvación, sino que también mire por la vida cristiana de los demás; no poniendo el ojo sobre la vida ajena para criticarla sino para decir algo que la estimule, que la provoque al amor, y a vivir santamente ante Dios. No dejando que nadie desanime a los demás. 

El segundo lugar observa, la importancia que tiene el culto público, porque dice “no dejando de congregarnos” (v. 25); la reunión en masa de la iglesia era imprescindible para la fidelidad a Cristo; donde se recibía la palabra de Dios, el mensaje pastoral, se adoraba a Dios en conjunto, oraban los unos por los otros, se compartían las fortalezas y debilidades los unos con los demás, se lloraba y se reiría juntos, y Dios se manifestaba a todos a la vez. 

La ausencia a las reuniones de la iglesia puede ser el inicio de la infidelidad espiritual a Dios, o una señal de ella. El “estímulo al amor y a las buenas obras” recibe una buena motivación en la reunión como iglesia. El autor parece indicar la disminución en el número de asistentes a los cultos, “como algunos tienen por costumbre”; las reuniones se estaban viendo seriamente afectadas, y se notaba que muchos hermanos que antes asistían a los cultos ya estaban ignorándolos, haciendo que los demás se sintieran desalentados y desearan hacer lo mismo, quedarse en casa. O por miedo esconderse.

Eso lo califica como una “mala” costumbre. Nota la palabra que usa el autor, “costumbre”. ¿Por qué no usó la palabra infidelidad? ¿Por qué no dijo que ellos se quedaban en casa porque eran infieles? Porque era un ministro comprensivo, que amaba su rebaño judío, y sabía bien que algunas veces el quedarse en casa se debe a la “costumbre” y no precisamente a la apostasía. No obstante, aunque entiende esos casos, los tiene como ejemplos negativos. Si entras un poco dentro del v. 25 y lees “exhortándonos”, tienes que entenderlo como refiriéndose al culto público, es decir a la predicación exhortativa; en épocas de apostasía es de gran valor la predicación exhortativa y desafiante, enarbolar la fe y los principios evangélicos.

Observa, que el dejar a Jesucristo como sumo sacerdote es un pecado voluntario (v. 26), “porque si pecáremos voluntariamente”; cambiar el oficio sublime y completo de Jesucristo por el sacrificio de obras, es un pecado grave, lo que el apóstol Pablo llama “caer de la gracia” (Ga. 5: 4). El cambio doctrinal de la salvación por gracia por medio de la fe a la salvación por sacrificios y obras es un pecado mortal; el autor de Hebreos asegura que la persona que hace estos cambios se convierte en un adversario de Dios (v. 27). No es un pecado, hermanos, asociado a la corrupción de la naturaleza humana, sino un pecado teológico y de orden intelectual, bien pensado y ejecutado. La decisión que en este orden se hace, se hace para toda la vida, y extendida como una final apostasía; el autor afirma que ya nada más se puede hacer “ya no queda más sacrificio por los pecados” (v. 26).

Desde el v. 27 en adelante las palabras del autor están al rojo vivo, advirtiendo que el que deja a Jesucristo como sumo sacerdote de su alma, su única expectación será el juicio de Dios que lo ha de devorar como el fuego que quema la hierba que produce espinos (He. 6: 8). Compara “el furor de fuego que ha de devorar” y “hierba para ser quemada” “nuestro Dios es fuego consumidor” (12: 29); para el autor de Hebreos Dios sigue siendo “llamas eternas” (Isa. 33: 14).

Evidentemente el autor quiere impedir la apostasía y usa frases candentes, ígneas retribuciones para todo aquel que reniegue del sacrificio de Cristo; no de una doctrina o de otra sino del centro mismo del cristianismo, Cristo, específicamente su muerte en la cruz. La iglesia primitiva evangelizaba al mundo predicando la persona de Cristo, su sacrificio (1 Co. 1:23; Ga. 3:1); aplicaba a Cristo a todas las situaciones y circunstancias, a todas las filosofías y enfermedades del mundo y la apostasía significaba negarlo a él. El autor usa un lenguaje como ofendido, como si escribiese con enojo más que si fuera una ofensa personal hecha a él, dice: “merecerá el que pisotearle al Hijo de Dios” “tiene, por inmunda la sangre del pacto” “hiciere afrenta al Espíritu de gracia” (v. 29). Abandonar el sacrificio de Cristo es todo eso: pisotear al Hijo de Dios, tener su preciosa sangre como si fuese la de un animal inmundo y afrentar al Espíritu de gracia que tan graciosamente lo ofrece en la predicación. El mensaje es compacto y la acción electrificadora; continúa vertiendo chispas y los amenaza con la venganza divina, con el terrible pago que dará Dios, concluyendo con: “horrenda cosa es caer en las manos del Dios vivo”. Despreciar a Cristo es una terrible ofensa a Dios, por la bondad, misericordia, y amor que se desprecia. Si has sido “santificado” (v. 29), si has sido “iluminado” (He. 6:14; 10:32), piénsalo dos veces antes de negarlo. A Dios no le gustará para nada que lo hagas.


Exposición 25

           

 

La Apostasía y la Segunda Venida de Cristo

He. 10: 32-39

32Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos; 33por una parte, ciertamente, con vituperios y tribulaciones fuisteis hechos espectáculo; y por otra, llegasteis a ser compañeros de los que estaban en una situación semejante. 34Porque de los presos también os compadecisteis, y el despojo de vuestros bienes sufristeis con gozo, sabiendo que tenéis en vosotros una mejor y perdurable herencia en los cielos. 35No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; 36porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa. 37Porque aún un poquito, Y el que ha de venir vendrá, y no tardará. 38Mas el justo vivirá por fe; Y si retrocediere, no agradará a mi alma. 39Pero nosotros no somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”.

 

Tomando el texto como un conjunto parece que el autor se dirige al pueblo, a la masa, y la obra de gracia que menciona es aplicable en sentido general; no obstante, no nos exponemos a ningún riesgo si pensamos que está hablando de creyentes en particular, que tenían historia cristiana y habían dado un gran testimonio soportando muchas tribulaciones. El autor les pide a esos que recuerden los triunfos, o más bien, la calidad de héroes que habían mostrado ser, “traed a la memoria los tiempos pasados...”.

¿Por qué se apartaban de Cristo? Es casi intrigante el hecho que habiendo sido tanto, soportado y perdido tantas cosas fuesen a cejar en estas nuevas circunstancias; ¿sería porque habiendo llegado al límite de resistencia, y pensaban que tenían que resistir las mismas cosas y no podrían? Cuando uno empieza leyendo Hebreos pudiera pensar, y tal vez tenga razón, que estaban apostatando de Cristo debido al impacto “teológico” judío y a la presión familiar; pero si respondemos a esa interrogante por este texto, y esta cita, “porque aún un poquito, y el que ha de venir vendrá, y no tardará” (v. 37); vemos que está en perspectiva iluminadora la segunda venida de Cristo. En ese caso el inicio de la apostasía pudo ser “la tardanza” del regreso del Señor (2 Pe .3: 9); les desazonaba que Cristo hubiera hablado de su inminente retorno y no hubiera pasado. La duda teológica, pensar aunque con fríos pensamientos fugitivos, que se ha dado asentimiento a leyendas y equivocaciones, es peor que la más cruel persecución.

Conocemos por los escritos del Nuevo Testamento que la iglesia apostólica esperaba la segunda venida de Cristo en su propia generación, y que el hecho que eso no ocurriera sacudió a no pocos cristianos, que también criticados por los “burladores” (2 Pe. 3:3, 4), comenzaron a dejar la congregación y volverse, como en este caso, a las ceremonias judías. Y la iglesia cristiana judía se evaporaba. Parece como si el deseo de que Cristo regresara se convirtió en teología, y se tomaron precipitadamente las urgentes palabras del Señor de que él vendría “pronto” (Apc. 3: 11). La falta de respuesta a una oración, o el incumplimiento de alguna promesa para un caso específico, suele ser devastador para una fe medianamente informada. El no divino a una plegaria o a una porción de su Palabra. Han pasado muchos siglos y quizás no tenemos todos los datos históricos que quisiéramos tener con respecto al impacto que tuvo la dilatación de la segunda venida de Cristo, pero sin duda estremeció la fe de muchos. Dios es eterno y estas cosas en el tiempo no son ni una fracción de la eternidad, y tal vez han de pasar muchísimos siglos humanos y, si la tierra no explota en llamas, la longanimidad de la paciencia divina continuará dándonos plazos para llamar al mundo a componerse.

El testimonio cristiano y la deserción espiritual. ¿Es suficiente una loable experiencia cristiana para ser fiel a Cristo hasta el final? El autor de Hebreos parece que piensa que sí y apela a ella, recordándoles en primer lugar que la conversión a Cristo se debió a que fueron “iluminados” (v.32) en el entendimiento, les resplandeció “la luz de la gloria de Dios brillando en la faz de Jesucristo” y por causa de ese conocimiento estuvieron dispuestos a perder muchas cosas, “sostener gran combate de padecimientos, vituperios, tribulaciones y ser espectáculo al mundo” (vv. 32, 33). Cuando seamos tentados a regresar al pecado recordemos todo el tramo que ya hemos caminado, todo lo que hemos perdido por causa de él, pero hemos ganado mejores cosas, y que negándole no recuperaremos nada. 

Por otra parte, no solamente habían perdido, sino que habían vivido hermosamente la vida cristiana compadeciéndose de los presos y ayudándolos, sufriendo con gozo el despojo (vv. 33, 34); y aún más, todo lo habían sufrido porque creían que tendrían “una mejor y perdurable herencia en los cielos” (v. 34). Que es un delicioso consuelo. ¡Oh! Señor, si nos acordáramos de lo que hemos perdido y lo que esperamos. Sí, apelar al testimonio cristiano es bueno para impedir la deserción espiritual, pero aún aquellos que tienen puesta su esperanza celestial en Cristo pueden apartar sus ojos de él. 

Nota, a quienes específicamente se dirige el autor de Hebreos; a los que les faltaba un poquito para obtener la promesa (vv. 36, 37), los que estaban muy cerca de alcanzarla. Amados, pensemos que ahora “está más cerca nuestra salvación que cuando creímos”, la noche está avanzada y se acerca el día. Algunos ya estamos más fuera de este mundo que dentro de él. Venga Cristo o no venga en nuestro siglo, seguimos esperándolo, quizás nos hemos apresurado mucho e hicimos teología de nuestros deseos, queriendo que en nuestra impaciencia él regrese. Nos falta un poquito, sólo un poco, porque vendrá “en breve”. Estamos seguros que, Dios no quiere que regresemos a nuestros pecados, porque si retrocedemos no agradaremos su alma (v. 38); y en fin de cuentas, no queremos ser de los que “retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma” (v. 39). Amenes.


Notas

En el principio…creó el hombre a Dios. ¿Seguro?

 

He. 11:2, 3

2Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. 3Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”.

 

Hace muy poco un auto giró en una esquina junto a mí y leí detrás, este sarcasmo contra bíblico “en el principio…creó el hombre a Dios”, traté de verle la cara al conductor, pero no pude identificar al agnóstico si era hombre o mujer. Esta persona detesta la religión porque fue educado en el darwinismo o por alguna otra razón personal y se ha convertido en otro adversario de la Biblia, de la iglesia, de los colegios cristianos, de la educación religiosa, familiar o pública y política. Según ese señor la religión es una invención humana y el relato de Génesis es un mito. Es cierto que el hombre, o el diablo, crearon el paganismo, y nuestro YAVE, o Jehová, no es el autor del paganismo sino del monoteísmo. Se sabe que el primer hombre no creó a Dios, creó la religión, pero no al Invisible y Soberano Dios. La invisibilidad de un único e inteligente Dios no la inventó un judío nombrado Moisés ni un sacerdote llamado Melquisedec, el monoteísmo fue una revelación divina, no una selección religiosa. El hombre es un producto de la Palabra de Dios, que es su mano, lo que hace al hombre es una voz no una evolución porque el universo está hecho de modo demasiado perfecto e inteligente para ser el resultado de un big bang. Así como que de una explosión en una imprenta salga un diccionario. El cerebro humano, por ejemplo, con el que suele pensar el ateo, el agnóstico, el secular, tiene miles de conexiones eléctricas, ¿producto de la casualidad o de la Causalidad? Poniendo sus partes aparte, ¿se crearía esa computadora (ordenador)? No me haga reír caballero, dijo el necio en su corazón que no había Dios, usted escribe que el hombre creó a Dios porque no desea que lo haya porque se siente mejor siendo hedonista y narcisista, sus razones muy personales lo han convertido a la filosofía que vive, quizás no como una conclusión inteligente sino como producto de alguna frustración suya. 

¡Oh qué maravilloso momento cuando Dios se propuso crearlo todo!; y todo comenzó al aparecer y el universo físico tenía su origen, y Dios iba materializando sus pensamientos, sus deseos y haciendo su voluntad. El universo tiene un origen espiritual, se origina de un mundo más antiguo y real. Lo espiritual se vuelve materia. Ese proceso es incomprensible como un milagro hecho por el poder divino, “lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”; Dios es la primera y eterna causa, el mundo no fue hecho de materiales preexistentes, no elaboró y combinó un producto físico eterno sino que, no de la absoluta nada sino de su palabra hizo el mundo, no de sustancia divina porque la materia física es una invención suya, la produjo el Invisible Espíritu de Dios.

 

He. 11:5

"Por la fe Enoc fue trasladado al cielo para que no viera muerte; y no fue hallado porque Dios lo trasladó; porque antes de ser trasladado recibió testimonio de haber agradado a Dios" (Ge.5:21-24). ¿A dónde si no hubiera cielo? Sería transformado. "No fue hallado" y esto porque deben haberlo buscado como hicieron con Elías (2 Re. 2: 15-18). ¿Cómo puede uno hoy en día hallar comprobación de milagros que ocurrieron hace dos mil años, particularmente la ascensión de Jesucristo? No podemos salir a buscarlos a ellos, pero sí podemos salir a buscar evidencias de que ocurrieron, y para eso descansamos en fuentes históricas confiables. La ascensión del Señor como la de Enoc es confiable. Aunque yo no sea traspuesto quiero tener evidencias que he agradado Dios, que diga "este es mi Hijo amado en el cual tengo complacencia". Dios y Enoc iban caminando juntos y, no fue precisamente que se lo llevó porque se hizo tarde y no podía regresar a casa, sino porque Dios no paraba de hablarle y él de escucharle, y como Dios no cerraba su boca prefirió trasponer a Enoc y seguir hablando con él en el tercer cielo.

He. 11: 7

“...con temor preparó un arca para la salvación de su casa, por la cual condenó al mundo, y llegó a ser heredero de la justicia que es según la fe". Cuando una persona cree en Cristo y empieza a vivir santamente, los pecadores de alrededor se sienten ofendidos, la fe a ellos les cae como una injuria; no dicen “cree lo que tú quieras y vive como quieras” sino que procuran deshacer la fe y la obra de Dios. Así se condenan familias, amigos, vecinos, que pudiendo hacer lo mismo se rehúsan. Noé trabajaba en su salvación con cada tabla que clavaba. Nota como la fe y las obras van adjuntas al temor de Dios. El temor a Dios forma parte de la educación cristiana.

He. 11:8-10

8Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios”.

Aquí lo que está tratando de decirnos el Espíritu Santo es que somos extranjeros en este mundo y consolarnos por las pérdidas que sufrimos por causa de Cristo. Dijo Spurgeon que en este mundo no tenemos morada fija, vivimos en hoteles, para seguir viaje. Oh, Señor, “una herencia perdurable” en el cielo. Aquella ciudad no se envejece, no hay casas viejas, calles rotas, ni existe entre ciudadanos el crimen, la prostitución y el juego, el vicio. Es cierto que Cristo habló más del infierno que del cielo, pero los hermanos hablaron más del cielo entre ellos que del infierno. Las cosas que pertenecían a la salvación les eran mucho más llamativas que aquellas que pertenecían a la condenación. Tenían una esperanza celestial bien definida.

He. 11:11, 12

"También por la fe Sara misma recibió fuerza para concebir, aun pasada ya la edad propicia...". Fuerza que es un eufemismo, para evitar detalles o grosería, y fe para esperar, salir embarazada y para engendrar hijos, en uso para todo. Sabía que todo era un hecho.

He. 11:12

"Por lo cual también nació de uno (y éste casi muerto) una descendencia como las estrellas del cielo en número, e innumerable como la arena que está a la orilla del mar". A última hora en la vida de Abrahán fue cuando Dios lo multiplicó infinitamente. Quizás tendremos que esperar muchos años para que Dios cumpla su promesa. Lo hará en el punto de nuestra vida no que más lo deseemos, sino que más lo honre. Todos los cómo y cuando de nuestra vida pertenecen a Dios.

 

Nos espera Jesús a la puerta del cielo

He. 11:13

“Todos éstos murieron en fe, sin haber recibido las promesas, pero habiéndolas visto y “saludaron” confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”. 

¡Qué cerca estuvieron de Cristo aquellos hermanos! Muchos de ellos casi llegaron hasta el evangelio, como el profeta Isaías que nos da la impresión al leer el capítulo 53 de su libro que estuvo al pie mismo de la cruz, y vio cargar en él el pecado de todos nosotros y por su llaga curarnos. Miqueas, lo vio salir desde la eternidad y estuvo tan cerca que le dijo a Belén que no sería la más pequeña entre las familias de Judá; Jeremías también estuvo cerca de ese sitio, un poco después y oyó el lloro de las madres que no querían ser consoladas por la masacre de infantes ordenada por Heredes. Hageo lo tuvo tan cerca y se dio cuenta que era "el deseado de todas las gentes" porque lo buscaban y lo deseaban; Malaquías vio a Juan el bautista preparándole el camino y a Jesús que venía detrás. Y hasta mucho antes que todos estos Enoc vio cuando descendía del cielo con "sus decenas de millares", llegó a visionar su segunda venida. Estos son los que conocemos por la Escritura, pero todos y muchos otros que no escribieron como Abraham, Isaac, Jacob, el Espíritu nos revela que tenían una esperanza tan celestial, tan definida como la nuestra (vv. 8-10). 

¡Oh, cuánto hubieran dado ellos por poner un solo pie dentro del reino de los cielos que miraban y saludaban!, el maravilloso mundo de Jesús, la iglesia como su cuerpo, del Espíritu Santo, ángeles y santos. Confesaban a todos que eran extranjeros y peregrinos. Llegaron tan cerca como si "vieran al invisible", como si vieran a Dios, fueron saludados por los espíritus de los justos hechos perfectos, por los ángeles, por Jesús el mediador del Nuevo Pacto. Sí, los saludaron y ellos respondieron al saludo. Oh sí, a ti te esperan ángeles cantando y santos sonriéndote a la puerta del cielo, los espíritus de los justos y Jesús para decirte: "Bien buen siervo y fiel en lo poco has sido fiel, en lo mucho te pondré, entra en el gozo de tu Señor". Así el ladrón y Jesús entraron casi juntos al paraíso.

He. 11:17-19

17Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”.  ¿Abraham ofrecía a Isaac porque creía la resurrección o por obediencia al pedido de Dios? Era un hombre muy reservado y ya hace muchos siglos, pero si obedecía la petición de Dios, su obediencia le es contada como fe. Abraham dijo a su fe “si tengo que matar a Isaac lo haré, no sé cómo Dios va a cumplir su promesa con mi hijo muerto, pero de alguna manera si éste es el hijo de la promesa, de su cadáver saltarán las multitudes que Jehová me prometió”.

He. 11:22

"Por la fe José, al morir, mencionó el éxodo de los hijos de Israel, y dio instrucciones acerca de sus huesos". La fe no dice: "No me importa lo que hagan con mi cuerpo ni con mis huesos, si lo embalsaman o lo incineran, o lo entierran en cualquier parte, de todos modos, yo sé que resucitará". La fe coloca el cuerpo donde quiere resucitar y con quienes. Sus restos no fueron llevados a un mausoleo para recibir honras fúnebres ni tributos de hombres, sino sepultados donde estuvieran los hijos de su pueblo para volver a la vida con ellos.

He. 11:35

“Las mujeres recibieron a sus muertos mediante la resurrección”. Las mujeres amaban a sus esposos y los volvieron a recibir. Habían dicho un día, “hasta que la muerte nos separe”, y después de muertos los añoraban y deseaban volverse a casar en una segunda vida y con una segunda oportunidad. Por supuesto seremos “como los ángeles que no se casan ni se dan en casamiento” (Lc. 20:35).

 

 

Exposición 26

 

El primer mártir en su hogar

He. 11: 1-4.

1Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. 2Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos. 3Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía. 4Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella”. 

 

El propósito de este capítulo se define en las últimas palabras del anterior, aliento para los hermanos que están siendo obligados por la persecución a rechazar a Cristo y volver al judaísmo tradicional. Es un capítulo de “ejemplos de fe” que quiere que imitemos en los antiguos y alcancemos un buen testimonio como ellos lo alcanzaron (v. 2), “porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos”; alcanzar “convicción” de lo que no se ve, o “comprobación” de ello. La importancia que en aplicaciones tiene para nosotros es dentro de la familia, particularmente con aquellos miembros de ella que no son convertidos a Cristo; Abel era el cristiano y tuvo problema con un miembro de su familia, su hermano, pero, aunque pereció en sus manos “alcanzó buen testimonio”. Lo que odian en nosotros los malos hermanos, es nuestra semejanza con Cristo, a quien aborrecen.

Una palabra importante para los lectores es alcanzar la “certeza” o seguridad de las cosas invisibles. Fe en el mismo Dios que de lo invisible hizo lo visible. Esperamos por el evangelio lo que ahora es invisible, “la certeza de los que se espera, la convicción de los que no se ve” (v.1), debe estar relacionada con la esperanza de la vida eterna y la segunda venida de Cristo, o para usar la palabra del autor “acerca del mundo venidero” (2: 5). 

En esto amados, sobre la vida eterna, debemos estar seguros porque de tal firmeza depende la fidelidad a Cristo. No se puede resistir “tal contradicción de pecadores” si no se está seguro, que lo que se espera es verdad y que Dios es galardonador de los que confían en él. Una fe que aguarda una esperanza que cae dentro del círculo de las cosas que no se ven (v. 3); “lo que se ve fue hecho de lo que no se veía”; como lo que ahora se ve fue hecho de lo que no se veía, así también algún día de lo que no se ve será hecho lo que se espera; y un cuerpo nuevo glorificado como el cuerpo de Jesucristo será una realidad. 

Un mundo que ahora existe para nosotros sólo en promesas, en lo invisible, llegará a ser visible, porque el mismo Dios que tuvo poder para hacer de lo que no se veía lo que ahora vemos, hará de lo que no se ve aquello que queremos ver. Un nuevo mundo aparecerá de sus labios porque la palabra pronunciada en la creación, y fundación del mundo, es la misma palabra expresada en esperanza del evangelio (2 Ti. 1: 10). Estamos esperando “cielos nuevos, y tierra nueva”.

Abel alcanzó un buen testimonio ante familiares fieles e infieles. Una fe verdadera alcanza buen testimonio ante aquellos familiares con los cuales se tiene problema. Fue el primer mártir en su hogar. Nuestro autor se detuvo por un momento, y quiso empezar lo más antiguo posible en la historia de los hombres y mujeres de fe, y de cierto modo, "el primer mártir que muere por la verdad" fue Abel, quien después de haber sido odiado y perseguido por su hermano Caín, murió en sus manos (v. 4), asesinado dentro de su propia familia, por cuestiones cúlticas. Es un mártir dentro de la familia que cae por mantener la excelencia de la liturgia ortodoxa y ser aceptado por Dios; porque ofreció “un sacrificio más grande”, más abundante. La idea de “excelencia” está en el texto, de algo mejor, y que, por supuesto agradó Dios, “dando testimonio Dios de sus ofrendas”.  

En el relato del libro de Génesis se dice que "Jehová miró con agrado a Abel y su ofrenda" (Ge. 4: 4); Dios miró primero a Abel y después a su ofrenda, y vio que era justo como lo dijo también Jesús (Mt. 23: 35), que había sido hecho justo por medio de su fe, entonces aceptó su ofrenda como algo abundante, mejor y más excelente. ¿Y qué es lo que dice la fe de Abel, que este autor dice: “aún habla por ella”? (v. 4). 

Lo que dice es que hay que ser fiel a la verdad de Dios en el seno de la familia, manteniendo la tradición ortodoxa de su adoración y sus doctrinas; porque a veces “los enemigos el hombre serán los de su propia casa”; arriesgando por el apego a la verdad, el afecto familiar y aún la vida, soportando por la fe el odio y la envidia de los parientes (1 Jn. 3: 12). El que ama a padre o madre más que a Jesús no es digno de él (Mt. 10.: 37). 

Así pues, se nos exhorta a preservar el testimonio de fe entre parientes y ancestros. Es curioso, que el autor de Hebreos un poco más adelante diga que Abel nos habla también por su sangre, haciendo referencia a Ge. 4: 10, pero que la de Jesús habla mejor (He. 12: 24). Los peores enemigos, que pudiera tener nuestra fe, tal vez sean los de la casa; donde primero debiéramos defender la ortodoxia cúltica y la responsabilidad de la fe.



Exposición 27

 

El día que Enoc no regresó a su casa

He. 11: 5, 6

5Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios. 6Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”.

 

Qué lleva a uno al Cielo. El siguiente ejemplo es el de Enoc, que contrario al precedente, no murió, sino que fue “traspuesto”.  Aquí tienes una prueba que la fe es lo que lleva al cielo a los santos, tanto a los del Antiguo Testamento como a los del Nuevo Testamento; Enoc fue alzado hasta la presencia de Dios porque había caminado con él, lo cual Hebreos no menciona, pero nosotros lo sabemos por la historia bíblica (Ge. 5: 21-24). Los santos del Antiguo Testamento no se salvaron de modo diferente a nosotros, también ellos anduvieron por fe y ascendieron porque creyeron; no por sus actos buenos. 

El hecho que  “tuvo testimonio de haber agradado a Dios”, es muy posible que se refiera a que  caminó con Dios, que recibía de Dios evidencias que su vida le agradaba; y habiendo comprobado que la voluntad de Dios era agradable y perfecta, abundó en ello más y más. Su vida estaba llena de experiencias que demostraban que Dios oía sus oraciones, escuchaba sus intercesiones, bendecía sus palabras y sus hechos, y todo lo que hacía prosperaba; era como un árbol plantado junto a corrientes de agua; su experiencia espiritual le corroboraba, como ninguna otra, la existencia divina. 

Si caminaba con Dios significa que eran amigos, y buenos compañeros porque “no pueden andar dos juntos si no estuvieren de acuerdo”. Ambos siempre estaban de acuerdo, al menos, procuraba no dar un paso en desacuerdo con Dios. Vivía consciente de su amistad con Dios y se deleitaba grandemente en reconocimiento del Altísimo. Él le daba fuerzas en sus debilidades, lo suplía con abundancia de paciencia, gozo, paz y perdonaba todos sus pecados. Con él y con su familia Enoc sabía que él agradaba Dios; se sentían compañeros el uno del otro. 

Vayamos a un asunto más interesante. Enoc y la existencia de Dios. Este hombre no descubrió la existencia de Dios y luego creyó en él, sino que creyó en Dios y mediante su fe estuvo seguro de su existencia, “porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay”; no supo de la existencia de Dios antes de tener experiencia con él, oyó la tradición patriarcal y la creyó; la palabra de Dios que le venía por tradición a través de sus predecesores. La fe en esa palabra le trajo la convicción de la existencia de Dios; no estaba seguro de la existencia de Dios por evidencias sino por la palabra que había escuchado desde niño, en su juventud, y en su adultez. Parece que a los 65 años fue cuando tuvo esta experiencia con la palabra de Dios; una experiencia de fe, más allá que una conclusión intelectual. La fe le reveló la existencia de Dios, y la existencia de Dios fortaleció su fe.

Y por último observa, la transformación del cuerpo y el traslado al cielo.  Enoc fue trasladado vivo sin ver la muerte, su cuerpo fue transformado como si hubiese acabado de resucitar; no por él mismo sino por nosotros fue que tuvo esta experiencia, para darnos fe en que la vida continúa en el cielo, que ya hay cielo, porque a algún lugar y estado fue trasladado; que el “paraíso” que vio Pablo ya existe; y para ascender hacia él se necesita la transformación del cuerpo, para que se halle capacitado para entrar allá, un “cuerpo espiritual” como lo llamó Pablo; el cual sólo podrán tenerlo aquellos que ya (también el aquí y ahora) los que son nombrados como “espirituales”, los que someten el cuerpo al alma.  

Y además la transformación y traslado de Enoc nos enseña que contiene la esperanza de los hombres y mujeres que mueren en el Señor; cuando al fin el cuerpo abandone la tumba y transformado entre al paraíso porque se escribió que  “Dios no es Dios de muertos sino de vivos” y  Jesucristo dijo: “el que cree en mi aunque esté muerto vivirá”; y por supuesto, Enoc entró al cielo porque para su traslado se le dio un cuerpo como el de Jesucristo, porque nadie puede abandonar la tierra con intenciones de entrar a la gloria sino refleja la gloria de Dios.

En resumen: el que tiene fe agrada Dios, y es imposible que aquel que cree Dios no vaya al cielo. Tal vez tú y yo no seamos traspuestos, pero si caminamos con Dios en nuestro diario vivir, por medio de la fe, será imposible que nuestro cuerpo mortal no sea vestido de inmortalidad, para que llegue a ser semejante al cuerpo de la gloria de Jesucristo. Usando esa vieja frase, seremos traspuestos porque aún nuestra pequeña fe es más poderosa que nuestra segura muerte, si ella nos sorprende como a Enoc, dando pasos con Dios, quien tal vez le dijo, “ya es tarde para que regreses a tu casa, vamos a la mía”.

 

Exposición 28

 

Noé y Su Familia

He. 11: 7

7Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”. 

 

Observa en este texto que cuando Noé fue informado por Dios sobre acontecimientos futuros, los creyó. Los dones del Señor no existen independientes los unos de los otros; en la vida de Noé hay correspondencia entre su vida “piadosa” y la fe. La versión bíblica Reina Valera traduce “con temor”, aunque ciertamente el temor de lo que se avecinaba pudo estar presente dentro de su fe y de su piedad, la traducción más literal sería “con circunspección, con cuidado, seriamente y con reverencia”. Esa es una definición más completa de la actitud que tenía Noé cuando construía su arca; tomó las palabras de Dios con seriedad y con reverencia, pero sobre todo con fe, dando crédito a lo que Dios le revelaba; y fue esa fe la que hizo que contratara carpinteros, calafateadores, etc., y gastara su dinero en pagar la construcción, porque creía las cosas que todavía no se veían. Esa fue su actitud ante la revelación, del invisible futuro.

Nota que Noé creía para sí mismo primero y luego para los demás.  Noé pensó en sí mismo y en su familia; no recibió el mensaje primeramente para la humanidad, sino para la salvación suya y de su familia. No dijo: “esto se lo diré a todo el mundo” y salió a predicarle a cada uno para que todos se salvaran. Antes de ir a la calle y compartir el mensaje de salvación con los demás, se arrodilló orando por sí mismo y por su familia; cuando ella hubo creído comenzó la construcción del arca de salvación, pero ya él tenía la seguridad que su esposa y sus hijos cooperarían en la obra y entrarían al arca. Aquellos que prediquen el evangelio deben recordar que el mensaje Dios se los envía primero para sí mismos y luego “para los que te oyeren” (1Ti. 4: 16). El propósito de Dios como lo fue para Abrahán, es bendecirnos primero a nosotros, y luego a los que nos escuchan. Se pierde mucho tiempo en adelanto espiritual cuando uno es un simple transmisor y retiene poco de la palabra que predica, infundiendo fe sin creer. Lo más importante para un profeta no es predicar sino creer. 

Una vez que hemos dado crédito a lo que hemos escuchado, también es nuestro deber compartir el mensaje de salvación con la familia, antes que con el mundo. Noé logró que su familia le acompañara en la salvación; y aunque el mundo no subió a su barca, al menos los suyos sí.

Noé presentó el mensaje de salvación y señaló el lugar donde podían salvarse; él estaba sometido a las mismas situaciones que sus contemporáneos y tenían ellos las mismas oportunidades de salvación que él. 

Noé “por esa fe condenó al mundo”. El predicador los condena, cuando les revela los acontecimientos futuros que Dios le ha mostrado y ellos no los creen; así, el mensaje que hubiera sido de olor de vida para vida, se convierte en olor de muerte para muerte. Aquellas verdades de la fe que fueron dichas con el propósito de salvación se convierten en verdades de muerte y condenación. Como Noé creyó y habló, y como aquellos oyeron y no creyeron, se transfiere la condenación a su mensaje de fe. Pero, sobre todo, su fe condenó al mundo porque tuvieron posibilidades para creer como él creyó; y si él en las mismas circunstancias que ellos creyó y ellos no creyeron, la fe de él los condena, no tienen excusas. Noé mostró su fe al mundo en forma de un desafío; y “fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe”, que significa que fue hecho heredero de la salvación por medio de la fe, que flotó sobre las aguas de la justicia divina; y creyó retando al mundo entero a creer; invirtió su dinero en la salvación del mundo, su tiempo y su reputación de hombre cuerdo. Un gran testimonio de fe es lo que Dios quiere que demos; gente, decididamente, e indudablemente creyente en eventos escatológicos, que realmente esperan a Cristo y viven consagrados a esa idea. Si no tienes tiempo para predicarle a todo el mundo, por favor, acuérdate de tus familiares; para que en las moradas eternas aunque no te reciban otros, te reciban ellos.


Exposición 29

 

Nuestras decisiones de fe

He. 11:8-13

8Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. 9Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios. 11Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido. 12Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar. 13Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”.

 

Cuando nos hallamos en una situación que se necesita fe no sabemos todo lo que quisiéramos saber. Abraham salió “sin saber a dónde iba”; Dios no le dijo “yo te llevaré a tal lugar, búscalo en el mapa, estudia su geografía, economía y política, y dime si te gusta y te conviene más que este lugar donde ahora vives. Espero tu respuesta”. No, una fe que necesite tantas explicaciones no es fe; la fe se agarra sólo del llamamiento y la palabra de Dios; tiene que dar por sentado que el traslado será conveniente, que ganará y esa confianza desvanecerá todos los temores, poniendo en movimiento sus pies para dirigirse hacia lo desconocido.

Los hombres y mujeres que hacen decisiones de fe, las hacen solamente sobre la palabra y el llamamiento de Dios. El llamamiento de Dios es algo misterioso, una comunicación entre Dios y la persona, un deseo vivo y seguro que se siente que sirve de base a una resolución que se toma. La Escritura nos dice que Dios llamó a Abraham, pero no nos dice más; el llamamiento puede repetirse para confirmación (Ge. 12: 1). La esencia misma de la fe, que es la seguridad, es la voz de Dios. Si hubo o no teofanía no lo sabemos, pero sí que él estaba seguro de lo que estaba haciendo. Si uno adquiere seguridad viendo, conociendo las situaciones, esa seguridad no proviene de creer; cuando se trata del ejercicio de la fe para un trasladado, el proyecto constituye una aventura de fe. 

La fe siempre está relacionada con la palabra de Dios, da por seguro lo que sólo son posibilidades, elige para su confianza lo que es más seguro, cree que tendrán lugar las mejores opciones cuando Dios es el que elige y el que manda. La fe piensa que el cambio abrirá un futuro mejor. Si alguien le hubiera preguntado a Abraham a dónde iba su respuesta hubiera sido: “no sé, estoy siguiendo los impulsos de Dios en mi corazón, estoy seguro que tengo que irme de aquí, iré a alguna parte, mis pies me llevarán al sitio que Dios quiere y cuando me halle allí, oiré la voz de Dios para que me quede y el lugar me gustará”. Sus vecinos tendrían que abrir muy grande sus ojos, pensando que se había vuelto loco o riéndose de él. Las decisiones de fe parecen locura.

Por otra parte, las decisiones de fe hallan sus razones dentro de la palabra de Dios. Por ejemplo, Sara, tuvo que creer contra lo obvio, contra los años que había vivido y la biología de su cuerpo; quiere decir, contra muchas razones humanas, oponiéndoles la palabra de Dios, o más aún, la fidelidad de Dios. Si sentimos seguridad por lo que vemos y por lo que oímos, ya no es seguridad de fe basada en la palabra de Dios. Podemos hacer una decisión bien hecha basada en estudios previos, y las cosas salirnos bien, y dar gracias a Dios por ello, pero eso es distinto de cuando hacemos una decisión impulsados solamente por Dios y basándonos en su palabra. La fe de Sara era igual que la de Abraham, no se debilitó al considerar su cuerpo que estaba ya casi muerto (Ro. 4: 19).

La verdadera fe en Dios está preparada para no recibir lo que Dios ha prometido, en esta vida. Abraham caminó mucho para llegar hasta donde Dios le había llamado y vivió donde Dios quería que él viviera, sin embargo, residió como extranjero en la tierra prometida y no se edificó una casa fija, de madera o de piedra, o de mármol, sino que habitó en tiendas y fue nómada. Una de las grandes pruebas de la fe es cuando la promesa de Dios choca con la realidad y ella parece mucho más grande que su cumplimiento, o decididamente parece que no va a cumplirse durante la vida. Pero Dios nunca le dio la promesa Abraham para él sólo, sino también para sus hijos, coherederos de la misma promesa. 

La falta de cumplimiento de la promesa de Dios tiene que explicarse por la extensión de la promesa. Debemos estar preparados para no recibir sobre esta tierra lo que Dios nos ha prometido, sin embargo, podemos disfrutar contentos la promesa, aunque no tengamos el título de propiedad; bendiciones espirituales, como “poseyéndolo todo”.

Fe y tranquilidad es celestial. Como ya he dicho, Abraham no vivió frustrado porque no recibía el cumplimiento de su promesa, la disfrutaba de antemano, y vivía conforme con la porción que Dios le había concedido, no quejándose de sus tiendas ni de su vida como beduino. La fe enseña a estar contentos cualquiera que sea la situación, como dijo el apóstol Pablo. La verdadera fe no busca el éxito personal, no trata de sentirse realizada en esta vida, porque sus metas están más allá de esta tierra y busca una esperanza; el autor de Hebreos afirma que Abraham vivió sin inquietudes porque esperaba la inmortalidad y el establecimiento del reino de Dios, “porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos cuyo arquitecto y constructor es Dios”. Nuestros logros personales, y las metas que nos hemos hecho, pudieran convertirse en el fin de nuestra vida cristiana y no la esperanza celestial. La verdadera fe está únicamente relacionada a la esperanza (1 Co. 13:13). El nómada patriarca vivía con tranquilidad celestial, celestialmente tranquilo.


Exposición 30

 

La patria terrenal y la celestial

He. 11: 13-16

13Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; 15pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. 16Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad”.

 

La porción bíblica sirve para hacernos pacientes en el cumplimiento de las promesas de Dios, y continuar esperando a Cristo; pero más que todo contiene un llamado a no volver atrás, eligiendo por patriotismo o añoranzas nacional el pagar con la apostasía el reinserto a ella. Posiblemente muchos judíos habían perdido la ciudadanía y el país debido a su profesión cristiana; regresar a la patria significaba el abandono de Jesús y el ingreso a las ceremonias, ligadas éstas a la política nacional. Es terrible cuando en un país ser cristiano es un delito nacional. Ellos tenían la oportunidad y la opción para regresar, y algunos lo habrían hecho a cambio de la negación de la nueva fe.

La mención del incumplimiento de la promesa tiene como trasfondo la realidad de que es mayor lo que se va a recibir que lo que se va a perder, la excelencia de una nueva patria sobre aquella que, complicada en pecado y traición a Dios, habían abandonado. La intención del autor es asegurarles que lo que se espera del futuro es mucho mayor que lo que se está recibiendo en el presente. Volver atrás es perder cosas mayores que las que se ha dejado. 

Como ya hemos observado en exposición anterior, no recibieron el cumplimiento de la promesa porque era demasiado extensa y desbordaba los límites de las edades en que ellos vivieron; sin embargo, no se desesperaron ni perdieron la fe en Dios, porque no regresaron; se conformaron con saborearla y disfrutarla en la lejanía de la esperanza; para que oteándola de lejos y viéndola en sombras y figuras depositaran su fe en la palabra de Dios y por ella fueran salvos. 

Conformémonos con percibir en la distancia alguna promesa, las promesas eternas, como una visión nebulosa de un futuro brillante; lo eterno a veces  no se puede recibir en el tiempo sino sólo admirarlo y deleitarse en su contemplación; lo que se nos ha prometido a nosotros y se nos permite ver como en un espejo, oscuramente, se dispondrá en frente de las generaciones futuras en la misma forma, y así sucesivamente, hasta que alcancen la última generación del mundo y todos a una, los que nos precedieron y nosotros, y los que vendrán después, nos levantemos juntos en la resurrección gloriosa. 

Los hermanos judíos estaban impacientes por la venida del reino; el autor les da a entender que aquello que se ha prometido, aunque se mire lejos se puede creer y también disfrutar, si existe dentro de nuestra fe este elemento “paciencia” (10: 36). Tal vez algunos hermanos miraban la venida de Cristo distantísima sin embargo creían en ella; del mismo modo ahora nosotros miramos su segunda venida próxima y también lejana y con el presentimiento que no ocurrirá en nuestra generación, sin embargo, aunque hayan pasado ya veinte siglos que lo prometió, seguimos esperándola y la “saludamos” como si estuviese llegando. Nos regocijamos en ese lejano cumplimiento, sin anidar en nuestros pechos una sospecha de fraude ni sentirnos engañados. Todo lo que le falta a la palabra de Dios por cumplirse, lo creemos y lo saludamos, es decir lo recibimos, como que está en vía de cumplimiento. No somos tontos los del siglo veinte los que creemos las palabras que Dios dijo en el siglo primero. Dios nos ayude a no desmayarnos por la distancia en días que nos separa del cumplimiento de su promesa, y fortalezca nuestro creer.

Aquellos santos no querían tanto que las promesas vinieran a ellos como que ellos fueran hacia las promesas; ninguno se creía con un destino de estaca, y por eso se consideraban “extranjeros y peregrinos en esta tierra”; “esperaban y se apresuraban” (2 Pe. 3: 12) estando firmes y adelantando. Vivían el presente flotando en una atmósfera de futuro. Mostraban al mundo la felicidad de vivir sin raíces aquí porque caminaban hacia allá.  Me temo hermanos, que los cristianos de hoy estemos demasiado social, económica, y políticamente comprometidos, tanto que de la esperanza celestial casi apenas se habla; aquéllos eran felices porque no estaban aherrojados sobre esta tierra; el progreso no era para ellos una meta final; la ciencia y el arte eran medios.

Sin embargo, sería precipitado de nuestra parte juzgar livianamente el desprendimiento (desgarramiento moral) que les había producido el exilio; la nueva fe les había costado la patria, la tierra, el terruño, el barrio y los amigos, mundo de recuerdos y de aspiraciones cambiadas. Habían querido decir que Cristo valía más que la bandera, el olor de la flora, el crepitar de los ríos, el canto de las aves autóctonas, y la religión aprendida desde la niñez. El exilio era un dolor. 

En los vv.14-16 el autor parece tener presente su realidad contemporánea, pensando más en sus hermanos hebreos dispersos por todo el mundo que en el peregrinaje patriarcal; los cuales tenían que conformarse y adaptarse donde habían caído; exudando sus palabras el dolor de perder la patria y tener que vivir como náufragos inmiscuidos en los asuntos de otras naciones, aprendiendo en edades adultas lenguajes complicados y permitiendo que los hijos absorbieran una cultura ajena y fueran absorbidos por la patria de otros; superando el dolor del exilio y justificándolo con la esperanza de otra tierra más allá de la bruma del tiempo; sin por un momento  siquiera pensar en el arrepentimiento espiritual y político, aunque tuvieran tiempo para volver y pagar las condiciones que tienen que pagar los apóstatas que claudican ante los más fuertes. 

Tenían tiempo para retractarse de la fe por la cual lo habían perdido todo; tiempo y oportunidad, que ambas cosas desecharon sin retroceder. En ningún país donde fueron echados se sintieron como si hubieran hallado la patria definitiva, ninguno les satisfacía, porque no era el propio y ya juzgaban celestialmente las culturas.  Jerusalén la terrenal, no tenía otra opción sino el cielo, sustituirla por Jerusalén (12:22); “la de arriba” (Apc. 3: 12). 

Volver a donde nacimos,  abrazar a nuestros amigos y familiares, contemplar otra vez nuestro cielo, beber el agua con la que crecimos, oír los pájaros que acariciaron nuestros oídos en la infancia, sería bello pero quizá  imposible, a no ser que no nos pidan a cambio de la bienvenida el Cristo que aquí hemos conocido; mataremos nuestras añoranzas y fortaleceremos nuestras resignaciones yendo hacia delante, convirtiéndonos cada día más en cristianos, sirviendo a nuestra generación con ahínco, donde nos encontremos; sin volver los ojos al pecado que dejamos atrás. Estamos exilados en Cristo, en su iglesia, en sus doctrinas, en Espíritu en un país que tiene como asta una cruz y como bandera un Crucificado.

 

Exposición 31

           

Fe versus contradicción

He. 11:17-19

17Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito, 18habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia; 19pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir”.

 

Aquí se habla de la fe de Abrahán, una fe excepcional que fue puesta en Dios cuando éste le pidió que sacrificara a su único hijo sobre un altar; se le llama la prueba de la fe. Es preciso que se lea el relato en Ge. 22: 1-14. Poniendo a un lado la dolorosa situación en que se encontraba el padre, se percibe que es una fe purísima por encima de todo sentimiento humano y una completa obediencia a la palabra de Dios. Eso es lo que me parece que el autor de Hebreos quiere hacernos notar, que por ningún concepto el amor a la familia, a las bendiciones, deben ser una excusa para no obedecer a Dios. 

Sin embargo, el pasaje de Hebreos es un poco más abierto hacia el Nuevo Testamento, y deja entrever tres cosas importantes:

(1) La fe en Dios no sucumbe frente a las más severas realidades de la vida, porque las recibe dentro de la providencia divina. Abrahán se había encariñado con su hijo, estaba contento con esa bendición, era grande su amor para ella; y un día Dios se la pidió, pero Abrahán estaba preparado para dársela, porque sabía que sus bendiciones, aunque las disfrutara continuaban perteneciendo a Dios, por las cuales cada día le daba gracias. Dios sabía la cantidad de sentimientos que Abrahán tenía para su hijo y para él, pero Abraham no. La prueba hizo que el patriarca pusiera en claro cuánto amaba a su hijo y cuánto amaba a Dios. Tuvo la oportunidad de probar la palabra de Dios contra las realidades de una providencia dura, de una demanda difícil y un arrebatamiento cruel. Son las cosas de la vida que duelen, las que no se pueden entender, las que prueban verdaderamente la fe; cuando lo que Dios hace o permite da al traste con su palabra y parece como una negación de sí mismo, de su sabiduría y orden y obra como si se negara a sí mismo, como si desmintiera su existencia y le diera razón a la fortuna, al caos y a la impiedad. Dios a veces desmiente que él exista. Pero aún más importante que el desgarramiento que produjo la petición divina, es la crisis que pudo haber atravesado su fe. 

(2) La fe en la palabra de Dios se mantiene cuando emergen contradicciones en ella. Abrahán había recibido la promesa que en él serían benditas las familias de la tierra, y que su posteridad sería tan numerosa como las estrellas del cielo; había creído eso, y precisamente por eso había obtenido justificación (Ge. 15: 5 ,6). Ahora Dios le estaba pidiendo algo que era completamente opuesto a la fe de su salvación. Dios estaba obrando contrario a su esperanza como si le quitara los fundamentos mismos sobre los cuales había creído. En eso consiste la verdadera fe, cuando las acciones, o las palabras posteriores de Dios, parecen contradecir la experiencia de salvación; cuando una palabra posterior parece chocar irremediablemente con otra anterior y se presenta la revelación como un todo, en alguna porción contradictoria. Para nosotros el sacrificio de Isaac, juzgado por nuestra cultura cristiana, es algo terrible; para Abrahán tuvo que serlo también, aunque si nos transportamos a su contexto histórico, desde el punto de vista religioso y paternal la situación no era la misma. Muchos israelitas ofrecían sus hijos a sus dioses (Jer. 32: 35) no pidiéndolo Jehová. Dios le estaba pidiendo a Abrahán no más que lo que los dioses paganos pedían a sus adoradores. Abrahán no haría algo extraordinario desde ese punto de vista, cualquiera otro pagano podía decirle “yo también lo he hecho”; aunque lo más grande que uno puede ofrecerle a Dios es un hijo.

Teológicamente lo más difícil para Abrahán no era el sacrificio de su hijo sino la contradicción religiosa, que su Dios, su único y buen Dios, actuaba como un dios pagano y se contradecía en su palabra. Le pedía un sacrificio humano. He ahí el dilema espiritual del patriarca. Grande sería la pérdida de un hijo, motivo suficiente para poner en crisis la fe, pero mucho más terrible sería tener la experiencia que el Dios único, el único existente, es un dios de religiones, actúa como los dioses creados por los hombres y en nada se diferencia de ellos, haciendo pensar que la religión de la Biblia es una religión como otra cualquiera de los pueblos del mundo. 

Las contradicciones bíblicas, en última instancia aparentes, porque Dios las finge, son los mayores motivos de crisis de fe en los sinceros estudiantes de la Sagrada Escritura. En este mundo secularizado de hoy, esta es una de las causas más destructiva de la fe de muchos, cuando el Jehová del Antiguo Testamento, se equipara a los dioses de la antigüedad, de los fenicios, egipcios, babilónicos, griegos y romanos; y nuestro Señor Jesucristo es un hombre religioso, pero como otro cualquiera, sin ninguna singularidad personal, ni tampoco en sus enseñanzas; no añadiendo por ningún lado nada nuevo a las religiones de la India y otras partes del mundo. Dios no es igual a los otros dioses, aunque él obre como ellos.

(3) La fe en Dios triunfa en la contienda de la irracionalidad versus su poder. El autor de Hebreos afirma que Abrahán se internó dentro de la irracionalidad de la petición divina, obedeciéndole sin entenderle nada, porque estaba seguro, que Dios era poderoso, “pensando que Dios es poderoso para levantar aún de entre los muertos”. No le estaba enseñando que lo irracional fuera racional, sino que aceptara la irracionalidad de su palabra, que la calificara como irracional si quería, que seguramente lo era, pero le obedeciera. En este caso Dios no continuó actuando irracionalmente, porque desde su punto de vista no lo era, que interrumpió su petición; pero pudo haber continuado manteniéndola y el padre sacrificar al hijo. Abrahán no esperaba ninguna interrupción celestial en el momento preciso de sacrificar a Isaac, no buscaba una solución oportuna o racional, porque en ese caso su fe estaría más apegada a sus deseos y necesidades que a la palabra de Dios; pensó en lo peor y su vista siguió más allá hacia el punto en que todas las cosas serán compuestas, la resurrección de entre los muertos. Del lado de acá o del lado de allá de esta vida Abrahán estaba seguro, que Dios es poderoso y que “prende a los sabios en la astucia de ellos” (1 Co. 3: 19); la irracionalidad de la palabra de Dios es temporal y aparece sólo como un elemento condicional para poner a prueba la fe. Cometemos errores porque ignoramos “la Escritura y el poder de Dios” (Mt. 22: 29). Saquemos la visión de la fe de este mundo y llevémosla, no considerando una oportuna intervención divina, con positivismo, sino suponiendo que ocurra lo peor, para estar tranquilos, hasta aquel momento en que se compondrán todas las cosas, a lo cual Jesús llama “la regeneración” (Mt. 19: 28). No viviré siempre esperando un milagro de la providencia, sino el cumplimiento de las promesas divinas.


Exposición 32

 

Tres padres con fe

He. 11: 20-22

 

“Por la fe Isaac bendijo a Jacob y a Esaú respecto al porvenir. Por la fe Jacob, cuando moría, bendijo a cada uno de los hijos de José y adoró apoyado sobre la cabeza de su bastón. Por la fe José, llegando al fin de sus días, se acordó del éxodo de los hijos de Israel y dio mandamiento acerca de sus restos”.

 

Aquí hallamos, a tres patriarcas, Isaac, Jacob, y José. Los tres eran varones de fe que se les detecta a través de sus acciones, “muestran su fe por sus obras”.  El primer varón, Isaac, el padre y la bendición. Isaac mostró que era un varón de fe como transmisor de la bendición divina a sus hijos “por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú”. El relato histórico se encuentra en Ge. 27: 27-29; 39, 40. Los hombres y mujeres que transmiten la bendición de Dios son gente de fe; la bendición de Dios sólo puede ser transmitida mediante la fe; la fe solamente es el medio de la bendición divina, no hay bendición divina sin fe. 

Los padres son el medio que Dios tiene para bendecir a los hijos, generalmente a unos más que otros; Jacob recibió la bendición mayor, la más excelente y especial; en cambio Esaú recibió también una bendición paternal pero un poco más limitada sin la abundancia que tuvo su hermano. Los padres no podemos hacernos ilusiones con nuestros hijos, ojalá fuera así, que todos fueran bendecidos con la misma medida, mucho; pero por alguna disposición divina uno saca más provecho de nuestra vida que otro, logramos influir más en uno que en el otro. Sin embargo, podemos ser felices si nos conformamos. Si reflexionamos en nuestra carrera como padres y miramos nuestro papel como he dicho, “por alguna disposición divina”, según los deseos y los propósitos divinos; esto nos exime un tanto de amargos reproches y culpabilidad, dejando a la providencia de Dios el futuro de cada uno. 

Pero como la voluntad de Dios no podemos juzgarla ni somos capaces de entender su presciencia, bajamos nuestros ojos hasta lo que son en sus corazones y según nuestra forma de verlos, nos damos cuenta, que la bendición de Dios la recibe aquél que más la apetece, como Jacob, que está dispuesto a todo, incluso mentir, con tal de recibir en el futuro de su vida los tesoros de Dios. El que más bendición de Dios quiere más bendición de Dios recibe; el que menos bendición de Dios quiere es el que menos recibe (12: 23), y si el que menos quiere la bendición de Dios menosprecia la legalidad de ella, aunque la procure con lágrimas no la obtendrá. Eso quiere decir, que la mayor bendición paternal fluye hacia el que se convierta a Cristo. Esaú quiso a última hora la bendición de Dios y la procuró llorando, pero no la recibió porque había menospreciado y vendido su primogenitura. Las bendiciones divinas más grandes son aquellas que les corresponden a los primogénitos cuyos nombres están escritos en los cielos. Según sean nuestros hijos en sus corazones, así resultaremos de bendición para ellos. 

Además, los mejores padres son los que proporcionan a los hijos bendiciones para el futuro; a Jacob le importaba caminar hacia el futuro con la bendición de Dios, a Esaú no. No se trata solamente de proporcionarles cosas para el presente sino aquellas que tendrán que ver con un futuro próspero en este mundo y en el venidero: un buen ejemplo, muchas oraciones, una buena educación secular y espiritual, y sobre todo la fe en Dios. Acuérdate, padre, ser de bendición a tus hijos “respecto a cosas venideras”. Estoy hablando aquí de padres de fe.

Este versículo trata sobre un padre que llega en la fe a la hora de su muerte (v. 21), “por la fe Jacob al morir, bendijo a cada uno de los hijos...”.  El mejor padre sirve de bendición a sus hijos hasta su muerte, es fiel a Dios hasta su muerte y no desdice en los últimos años de su vida lo que creyó cuando era joven. Los hijos y nietos de Jacob pudieron ver en sus últimos días que seguía creyendo como antes, cuando era joven. 

Mira que en los últimos momentos de su vida adora a Dios. No se puso en pie y cantó algún salmo, sino que se inclinó sobre la cabecera de su cama apoyado en su bordón; una reverencia al Señor, tal vez una corta oración, suficiente para que sus hijos se dieran cuenta que se hallaba en la presencia de Dios; y todos luego recordarían aquel solemne momento cuando el padre, el abuelo, al borde de la sepultura adoraba a su Dios. 

Observa que adora Dios en su cama, en su lecho de enfermo; no pide que lo lleven a ningún altar, dentro de su habitación, en su propio cuarto, en las postrimerías de su vida, recoge su espíritu y ungido por Espíritu Santo se propone dar la última bendición a sus descendientes. Su corazón estaba tan lleno de gratitud al Señor, que se desborda y desea añadir a su familia a dos de sus nietos, los hijos de José, Efraín y Manasés. Son los últimos momentos de su vida y tiene muchos motivos para darle gracias al Señor, ha tenido una vida larga, una familia saludable, la providencia ha sido sabia y benigna con sus hijos, y encantado como se han desarrollado las cosas en su existencia, adora al Señor y bendice en su nombre a su familia. No es tiempo para recolectar en el corazón amarguras, ni para deshacerse en llanto porque pronto dejará este mundo, sino para dejar a sus hijos, no un testamento con la distribución de sus propiedades, porque él es más pobre que ellos, sino la bendita garantía de la continuidad religiosa entre ellos, para que después de su partida el Dios que había sido Dios suyo continuara siendo el Dios de ellos. El mejor legado que le dejaba a su familia era su religión.

Y un padre que muere creyendo en el destino prometido a su pueblo; José, “al morir dio mandamientos acerca de sus huesos”, porque creía que algún día su pueblo volvería a la tierra de promisión y no deseaba que sus restos se quedasen en tierra de esclavitud; no por añoranza o porque sintiese la soledad y el abandono, sino para que su osamenta reposara en el lugar escogido por Dios, dentro de su pueblo; pudiera ser también, el sitio donde siempre había querido regresar, el lugar de su niñez y de su juventud donde comenzaron los sueños de su futuro. Dio mandamiento acerca de sus huesos porque tenía fe que algún día su pueblo regresaría a su lugar de origen, muchos años después de su muerte, porque creía la palabra de Dios. Muramos entonces, creyendo que la iglesia continuará; asegurémonos que nuestros huesos reposen en terreno santo, junto a nuestros compañeros de esperanza, dentro de la iglesia del Señor. Que los que quedan a nuestro lado nos vean partir con la seguridad que si continuáramos viviendo seguiríamos esperando en la palabra de Dios, dentro del destino de la iglesia, dejándoles palabra de seguridad que cuando los siglos pasen se acuerden de nuestros huesos; y sobre todo oremos, “Señor, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino; ponles nervios, piel, que yo quiero levantarme a tu semejanza. Amén”.

 

 Exposición 33

 

Padres de fe y un hijo de fe

 

He. 11: 23-29

23Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey. 24Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón, 25escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado, 26teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón. 27Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. 28Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos. 29Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados”.

 

La fe que habitó en los padres de Moisés también habitó en él.  Uno esperaría que dijera que el niño Moisés fue escondido por amor y por principios religiosos, porque eran padres piadosos y no podían cooperar con el salvajismo del rey (v. 23) sino “porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey”; sin embargo el autor de Hebreos afirma que fueron movidos por la fe; y es interesante eso, si uno escarba dentro de una actuación por principios y por amor halla fe. La fe actuó en conjunto con esas dos cosas porque la piedad espiritual de ellos se extendía a todas sus acciones. 

El niño fue creado para seguir su destino. Si el niño no hubiera sido hermoso le habrían escondido igual, pero esa cualidad se la había dado Dios a través de un par de padres que tenían fe, para que se abriera camino en la dirección que él quería. El hecho que Moisés fuera un niño hermoso le hizo pensar a los padres que cualquier mujer que no tuviera hijos sería proclive a adoptarlo. Así ocurrió con la hija de faraón, que inmediatamente que lo vio decidió tomarlo. Aquella fue su carta de recomendación, que Dios se la había dado cuando lo creó. Moisés era, o parece, tartamudo, y por ese defecto para hablarle al pueblo tuvo que recibir la ayuda de su hermano Aarón. Virtudes y defectos provienen de Dios, y muestran para lo que estamos y no estamos capacitados, definirán nuestra vocación y aquello que Dios quiere que seamos.  Quizás pienses que fe verdadera hubiera sido si los padres se quedan con el hijo pese a las amenazas de muerte y no colocarlo en un arca de juncos. Es muy fácil juzgar a los demás cuando no nos hallamos en su lugar, si los padres decidieron entregar a su hijo en adopción, no fue por falta de amor hacia él, sino porque preferían que viviera bien, lejos, a que muriera.

Además, que un hombre de fe es un hombre agradecido. No pensemos por las palabras “rehusó llamarse hijo de la hija de faraón” (v. 24), que Moisés actuó como un ingrato; él tuvo que haber amado mucho esa mujer que lo prohijó, que lo recibió como si fuera su hijo y lo educó en toda sabiduría de los egipcios (Hch. 7:22); tuvo que haberla amado tanto como a su madre que lo educó en su infancia. 

Moisés renunció a tan altos privilegios, a la riqueza, la cumbre y la fama, porque se sentía llamado por Dios con una misión importante dentro de su pueblo (Hch. 7: 25); Moisés estaba en el palacio, pero no hacía más nada que pensar en el estado social, político y religioso de su pueblo. Aunque educado y viviendo en una cultura distinta, en una posición cómoda, se sentía identificado con su pueblo y formaba una unidad con él. Además de sentir el llamamiento de Dios hubo otro factor  importante que determinó su renuncia a los tesoros los egipcios, no podía vivir su fe y participar de los deleites del pecado; prefirió perderlo todo a continuar viviendo en un lugar propenso siempre a manchar su cuerpo, su espíritu y su conciencia. Los hombres y mujeres de fe no viven bien sino lejos del pecado.  Prefirió ir a la oposición y ocupar un puesto dentro del pueblo maltratado y discriminado, es decir, junto a Cristo, que seguir gozando de los privilegios gubernamentales en aparente neutralidad espiritual. 

El autor de Hebreos es sabio en el uso de la historia bíblica, no se limita a citarla sino que además se ve claro que está pensando en sus hermanos contemporáneos; la introducción del “vituperio de Cristo”, más que un hallazgo del Señor en las sombras de la ley es el descubrimiento de su aplicación a la iglesia de sus días. Les quiere decir a ellos: “hermanos, guardémonos sin mancha del mundo, prefiramos ser maltratados por causa de Cristo que participar de los deleites temporales del pecado, echemos nuestra suerte con la iglesia perseguida”. Ese es el mensaje que la decisión de Moisés tiene para nosotros.

La historia de Moisés, desde su conversión, y todo su trabajo fueron hechos y palabras de fe. Su huida de Egipto, que aparentemente fue por miedo, no fue tanto por el terror que le causaba el haber sido descubierto identificándose con el pueblo esclavo, sino porque aquel suceso sangriento era el clímax de su decisión, y trajo como consecuencia el rompimiento final con la ciudad de pecado; aparte de miedo que pudo haber sentido si era capturado por la policía del faraón, fue una huida de fe (v. 27); aunque estoy inclinado, con la interpretación que le da Juan Calvino, que Moisés se sostuvo como viendo al invisible no cuando huyó de Egipto sino cuando salió de Egipto y se internó en el desierto con el pueblo detrás. 

En retrospectiva, tuMoisés retornó a Egipto por fe, celebró la Pascua por fe, se presentó delante del faraón por fe y atravesó el Mar Rojo también por fe. Amados, aunque sintamos miedo, hagamos lo que Dios nos pide que hagamos y lo que consideramos que es nuestro deber hacer, lo que nos parece mejor hacer, lo que beneficia al pueblo de Dios, porque hacerlo todo con confianza en Dios es como mirar al invisible. No tuvo otro apoyo que lo sostuviera que Dios. ¿Por qué vamos a buscar otros? En estos tiempos cuando nadie lo ve y las cosas invisibles no son apreciadas, decidamos nosotros mirarlas. 


Exposición 34

 

Fe y Obediencia

He. 11:30, 31

30Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días. 31Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz”.

 

Continúan los ejemplos de fe, la caída de los muros de Jericó y la fe de Rahab; una aclaración teológica en beneficio de nuestra salvación; la fe introducida en todos los actos de la vida y todos los hechos de la vida sean hechos con fe. Esta es una meditación no para el escritorio del teólogo sino para la aplicación en la vida cristiana, cuya fe en Jesucristo debe ser el tinte de todos nuestros hechos. El pueblo, dirigido por Josué, le dio siete vueltas completas a la ciudad de Jericó y en la última cuando gritó los muros se desplomaron. Seguro que conoces la historia; ¿qué sirve más en ella, fe u obediencia, fe u obras? Depende de cómo mires la situación, desde un ángulo parece obras, desde otro, fe, desde un punto de vista es obediencia y desde otro, fe; lo cual nos enseña que la fe, la obediencia y las obras son inseparables. Esto es interesante para aclarar y suavizar la posición teológica con respecto a la salvación; nunca se debe afirmar que somos salvos por la fe y no mencionar para nada las obras. Una prueba de esto es la palabra que el autor utiliza para referirse a los habitantes de la ciudad de Jericó, “desobedientes”; que algunas versiones traducen “incrédulos”. Las dos ideas están en el texto, incredulidad y desobediencia, dos palabras también inseparables. Pero estrictamente el autor de Hebreos lo que quiso afirmar fue que aquellos que vivían en Jericó perecieron porque fueron desobedientes. Aunque viniera hablando acerca de la fe, coloca el peso de la muerte de ellos sobre la desobediencia a la palabra de Dios; parece extraño, pero así lo hace, porque cuando se habla mucho acerca de la fe, es necesario en alguna parte enfatizar las buenas obras, para aquellos que escuchan y son instruidos no piensen que creer es una afirmación intelectual, un asentimiento, desprendido de la vida cotidiana.

Es cierto que somos salvos por la fe “sin obras” (Ro. 3: 28; Sgo. 2:18-20); cuando la Biblia habla de fe no lo hace de modo abstracto sino dentro de la vida cristiana e incluye la práctica de esa fe. Tiene que venir acompañada con

 obras, porque no es tan sólo un conocimiento intelectual de Dios sino una manifestación, una decisión palpable; un acto de obediencia. La fe es un acto. El pueblo de Israel dio vueltas alrededor de la ciudad de Jericó y cada paso que dio fue un paso de fe; y con Rahab pasa lo mismo, su fe se muestra por sus obras al esconder a los espías y librarlos de la mano de la policía de Jericó. Es un error tratar de separar la fe salvadora de las evidencias prácticas que la muestran. 

Observa cuán hermosa es la gracia de Dios, que una prostituta como Rahab sea capaz de creer la palabra de Dios y hacer buenas obras; una pagana que escucha por referencia las noticias de las grandes obras del Dios Israel y las cree, estando segura de la suerte que acompañará al pueblo santo y la destrucción inevitable a que está condenada su ciudad. La salvación entra donde menos uno lo piensa; nadie hubiera imaginado que aquella mujer de la calle tenía un corazón preparado por el Espíritu para recibir la palabra cuando la escuchara. Y no solamente creyó ella, sino que compartió su fe con su familia, y aquellos cercanos a ella los tomó bajo su techo porque a su casa había llegado la salvación. La historia de Rahab es bonita, su conversación con los espías, el hilo de grana que, ató, a su ventana y hasta la mentira con la que hizo que los agentes se marcharan.


Exposición 35

 

Páginas de fe

He. 11: 32-40

“¿Qué más diré? Me faltaría el tiempo para contar de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, de Samuel y de los profetas. Por la fe éstos conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, sofocaron la violencia del fuego, escaparon del filo de la espada, sacaron fuerzas de la debilidad, se hicieron poderosos en batalla y pusieron en fuga los ejércitos de los extranjeros. Mujeres recibieron por resurrección a sus muertos. Unos fueron torturados, sin esperar ser rescatados, para obtener una resurrección mejor. Otros recibieron pruebas de burlas y de azotes, además de cadenas y cárcel. Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a espada. Anduvieron de un lado para otros cubiertos de pieles de ovejas y de cabras; pobres, angustiados, maltratados. El mundo no era digno de ellos. Andaban errantes por los desiertos, por las montañas, por las cuevas y por las cavernas de la tierra. Y todos éstos, aunque recibieron buen testimonio por la fe, no recibieron el cumplimiento de la promesa, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros; porque Dios había provisto algo mejor para nosotros”.

 

Con admiración leemos en la historia nuestro abolengo espiritual; raza de hombres y mujeres de fe. Continúan los ejemplos de fe sacados del Antiguo Testamento; teniendo en vista la aplicación cristiana de los mismos, la fe de ellos les hizo alcanzar buen testimonio a pesar de los muchos sufrimientos y de lo caro que tuvieron que pagar: con vituperios, desprecios, malos tratos, o una horrible muerte (v.39). Porque creyeron en Dios y estuvieron dispuestos a tanto; el buen testimonio se alcanza mediante la fe. Sin embargo, estos ejemplos no están dados para avergonzarnos sino para inspirarnos, para que, al considerar las desventajas espirituales de ellos, nos alienten a no rendir un testimonio cristiano menor. 

Tenían una esperanza menor que nosotros, y aunque no veían tan claro la vida eterna, estuvieron dispuestos, por la fe en Dios, a sacrificarlo todo por la verdad. Nada sabían de la venida del Hijo de Dios, su muerte y resurrección; no había todavía aprendido que Jesucristo era el “precursor” de su pueblo (6: 20). ¡Cuánto más nosotros que tenemos una mejor esperanza y una “mejor resurrección”! (v. 35); aunque les aventajamos a ellos en la percepción y apreciación de la promesa, se nos puede exigir un pago de testimonio similar; la fe los convirtió en héroes, mártires, y herederos de la vida eterna; y en efecto así ocurrió, la iglesia cristiana miró hacia sus mártires de otrora, puso su vista en la nitidez de la esperanza de la vida eterna en Cristo, y avanzó en masa hacia las bocas de los leones, hacia la espada, hacia los fuegos impetuosos, dispuesta a padecer lo mismo que sus hermanos de antaño habían padecido. Creó una historia de nuevos mártires en nada inferior a los judíos que murieron por Dios. Leyeron con fervor las páginas del libro sagrado y se sintieron parte unánime con aquellos que les habían precedido. La historia antigua los inspiró, sobre todo la historia religiosa de la revelación.  

Aunque Dios ha provisto una cosa mejor para nosotros: mejor pacto, promesa, sacrificio, etc., y les superamos espiritualmente y en conocimiento, y en esperanza, formamos un solo pueblo y somos salvos de la misma manera (v. 40). La idea del autor de Hebreos es bloquear la objeción de que fueron tiempos pasados diferentes a los actuales, o que Dios tenía un plan diferente para la salvación; les asegura que ellos no podrían ser perfeccionados separados de nosotros, ni nosotros de ellos, porque la fe tanto en ellos, como en  nosotros, es la misma. No se trata de que constituyan un mero ejemplo histórico de buena conducta y de fe en Dios, sino que formamos parte de una sola grey, con “un Señor, una fe, un bautismo”; cualquiera que sea el tiempo en que se viva, tenemos ejemplos en la historia de la fe suficientemente animadores para vivir entregados a la voluntad de Dios. La admiración del autor de Hebreos casi alcanza su clímax cuando dice que “de los cuales el mundo no era digno” (v. 38); no se merecía haber tenido en su seno aquella clase de hombres y mujeres. Estamos obligados por nuestra historia cristiana a portarnos bien; debemos tener la misma fe en condiciones semejantes y añadir a ello las ventajas espirituales que poseemos sobre nuestros predecesores; Jesucristo no espera menos de nosotros.

La fe se expande y conquista (v. 33) “conquistaron reinos”; establece la justicia “hicieron justicia”, crea gobiernos y personas justas; justicia social y humana. Las promesas se alcanzan por fe “alcanzaron promesas”, como las creyeron las alcanzaron; vivieron creyendo lo que habían leído hasta que llegaron a obtenerlo y fue una realidad en sus vidas. Lucharon contra bestias y les ganaron “taparon bocas de leones” como Daniel, no porque los amordazaran con sus manos sino porque los felinos los ignoraron como si no los vieran o no existieran, o hechos amigos. Luchar contra las bestias humanas y vencerlas con el secreto poder de la oración y de la influencia divina, y del evangelio, es una gran victoria de fe (1 Co. 15: 32).

Y cualquiera que sea la clase de fuego la fe los apaga (v. 34); como Sadrac, Mesac y Abed Nego, o los fuegos impetuosos de las iras y pasiones humanas. Pasaron por fuego y éste no los dañó. Ningún ímpetu triunfa sobre la fe.Y la fe no se arriesga imprudentemente, “evitaron filo de espadas”. La fe es el origen de la tranquilidad, del sosiego, fortalece el ánimo, el espíritu y la mente como no lo puede hacer la palabra humana ni las drogas farmacéuticas, “sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes”; saca de donde no hay; se cae y se pone en pie, y asombra con su recuperación. Deja a todos boquiabiertos, y sonríen cuando los ven incorporarse.

La fe cree que la muerte le devolverá lo que le arrebató “las mujeres recibieron sus muertos... no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección” (v. 35). No se puede aceptar “rescate” a cambio de una negación de la fe. Es mejor perder la vida que la esperanza. Trajo del otro mundo lo que se había ido. La fe en las derrotas escribe páginas de fe.

A esta porción le he llamado “derrotas” lo cual no está libre de objeción (vv. 36-38).

La fe puede ponerlos en una situación social difícil y triunfar sobre ella “experimentaron vituperios, azotes, cárceles” (v. 36); sufrían todo esto no por cuestiones de principios sino porque creían la verdad. Los verdaderos héroes de la fe a veces son colocados en una situación que da lástima (vv. 37, 38). Parece que están completamente derrotados sin embargo no es así, porque, aunque hayan sido aprisionados como Jeremías, aserrados como Isaías, yéndose de un lugar para otro empobrecido, ultrajado, disfrazado para no ser reconocido y huyendo hacia las cuevas para refugiarse del maltrato y la muerte, con todo son “más que vencedores por medio de aquel que los amó”. Las páginas escritas por las vidas de estos héroes y heroínas de la fe son nuestra fuente de inspiración, por las cuales tuvieron que pagar un alto precio; nos legaron páginas de fe. Con ellos formamos un pueblo; aunque son dignos de admiración no “fueron perfeccionados”, es decir, no alcanzaron la salvación separados de nosotros (12:23 “espíritus de justos hechos perfectos”) porque se nos proveyó algo bueno para que estuviéramos a la altura de ellos, nuestros antepasados.


Notas

He. 12:1

“…despojémonos también de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos envuelve, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante…”. “Con paciencia” es un equivalente a la fe (v. 2). No es carrera es “lucha”, porque correr y luchar es lo mismo, se avanza combatiendo el pecado propio. Esa nube de testigos es gente que nos están mirando vivir; espectadores de nuestro triunfo o derrota espiritual (Jer. 20: 10). En cuanto a la nube de testigos estoy de acuerdo con Calvino que no se refiere a que tenemos encima los ojos de los mártires mirándonos desde una nube de gloria, como dijo bellamente un querido predicador, sino más bien es una figura para decirnos los muchos testigos que existen.

 

Sale de la guerra un rato

He. 12:2

"...puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo puesto delante de El soportó la cruz...".  

 No mires ni a un lado ni a otro, y menos atrás, no seas de los que retroceden. Es mejor, si la providencia así lo establece, que te hundas andando hacia el futuro donde está Dios, que flotar porque retrocedes, al mundo, a la carne, o al abandono de tu santo llamamiento. Fija tu mirada en Cristo, recuerda que cuando Pedro miró al viento, sus pies comenzaron a hundirse en el agua. 

El "gozo" que hoy tendrías que mirar que Dios pone delante de ti sería tu vocación y la bendición divina sobre ella, mira tu vocación y sigue adelante, protégela con tu fidelidad. Tal vez la bendición no sea grande y por eso no puedes verla, tal vez esté escondida de tus ojos, tal vez no tiene el tamaño que prefieres, pero el hecho de que tu llamamiento se halle vivo, que recibas refuerzos espirituales, que Dios te hable particularmente, es suficiente para decapitar cualquier desaliento y frustración. El que te llamó una vez, lo hizo para toda la vida, y no tiene planes de cercenar de ti tu ministerio. Mira tu éxito primero, por tu gracia constante. Sale de la guerra un rato y entrevístate con tu Dios. 

Mira tus hijos y piensa en ellos, lo que valen y lo que serán un día y el valor que tiene la estima y admiración de ellos por ti; piensa en tu matrimonio; por el gozo al tener una vida de pareja fiel sufres el pecado y el oprobio; pon tu vista en tu progreso económico, los días en que ganarás mejor salario y como podrás tener gustos que ahora no puedes; pero asociado al pecado sólo hay oprobio, miseria y enfermedad. 

 Pon tus ojos en tu reputación; piensa en ella por el honor que ahora tienes y que seguirás disfrutando, la admiración de todos, continúa siendo fiel.  El "gozo", además de la salvación es el bien, el éxito, la fidelidad al Señor. Escoger el "gozo" que Dios pone enfrente de ti es escoger la vida (Dt. 30:19). Decide por aquello que ves que tiene futuro. No te de vergüenza menospreciar el oprobio. La pesada cruz de ahora, luego, brillará mejor. Aunque vayas despacio y puedas progresar una pulgada cada mes, o menos que eso, ya es adelanto, y si te detuvieras Dios enviará algo o alguien que te dé un empujoncito, así siempre ha sido. Si no puedes, por tu cansancio, permanecer en el campo de batalla, ve a refrescarte un poco en el cuartel.

He. 12: 3

“Considerad, pues, a aquel que soportó tal hostilidad de los pecadores contra sí mismo”. Saquen valor del ejemplo de Jesús, no tendremos opositores más agresivos que los que él tuvo. Señor tu ejemplo nos anima.

He. 12: 4

“Porque todavía, en vuestra lucha contra el pecado, no habéis resistido hasta el punto de derramar sangre”. Sería una vergüenza que sin haber amenaza de muerte, ni torturas, sin que corra la sangre, lo niegues. Mira, la salvación, a veces no es avanzar sino resistir.

He. 12: 10

“…pero Él nos disciplina para nuestro bien, para que participemos de su santidad”. ¿Y qué más quiere un cristiano si no es participar de la santidad de Dios?

He. 12: 11

“Al presente ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; sin embargo, a los que han sido ejercitados por medio de ella, les da después fruto apacible de justicia”. Tenemos que agradecer mucho a todos los contratiempos, disgustos, persecuciones, las enfermedades que hemos tenido, por el conocimiento de Dios que hemos adquirido, nuestra dependencia de él, etc. Hijo mío no nos lamentemos ni siquiera lloremos, alabemos a Dios por los frutos que recogemos de esto que hoy nos llena de tristeza. Es verdad que no tenemos motivos de gozo ahora, el gozo está en el futuro, puesto delante de nosotros (v. 2). Estamos siendo ejercitados y algún día, si pudiéramos escoger nuestro camino, escogeríamos este tramo que no pasamos.

He. 12: 12

“Por tanto, fortaleced las manos débiles y las rodillas que flaquean”.  Por lo cual ¡anímese!, que ya el dolor no nos paralice más, no nos detenga más. La traducción admite debilitadas o paralizadas; la idea es que se ha decaído la vida espiritual de esos hebreos. Una versión contiene “las manos debilitadas o paralizadas” lo cual indica que el énfasis es en la adoración, principalmente en la oración. Si las rodillas de nuestra oración son débiles, estamos paralizados en todo lo demás. Si uno no ora o no lo hace suficiente todo lo que tiene y es se debilita y empieza a paralizarse. La oración es el motor que da fuerza a todo lo otro. Es el canal del poder divino. Una vida sin oración está enferma, y si se mueve algo tiene que hacerlo con muletas o silla de ruedas; es lo que se conoce como hándicap, impedido o inválido. 

He. 12:15

"Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios...". Yo lo pudiera entender así: "Mirad bien no sea que alguno deje de alcanzar la salvación porque en su corazón brote alguna amargura contra la iglesia o contra Dios y se separe de ambos, culminando su experiencia religiosa en un triste fracaso y una confesa apostasía; pues habiendo caminado un buen tramo con el Señor y con su Iglesia, se aparte sin haber alcanzado el premio para el cual salió  unos años atrás y el cual se le había prometido que alcanzaría". 

He. 12: 12-17

“…y haced sendas derechas para vuestros pies, para que la pierna coja no se descoyunte, sino que se sane”. Aquí está hablando de la iglesia, que ella provea formas de verdaderas enseñanzas, cuidados, para que sus miembros aseguren la salvación; para que no sea fácil que alguno se extravíe del camino y sea llevado por todo viento doctrinas; y los que se enferman se salen y no se mueran. La iglesia necesita de pastores, maestros y diáconos muy sabios. Miro que, aunque estemos dentro sufrimos de las rodillas, paralizadas para la oración y para seguir al Cordero dondequiera que vaya.

He. 12: 16, 17

“Porque sabéis que aun después, cuando quiso heredar la bendición, fue rechazado, pues no halló ocasión para el arrepentimiento, aunque la buscó con lágrimas”. Es algo horrible arrepentirse de sus pecados y no hallar la bendición de Dios, se queda la persona lamentando lo que hizo, pesándole enormemente y sin poder hallar reposo y aceptación en Dios, tener que continuar viviendo sin esperanza. Es tanta la agonía que algunas acuden al suicidio como Judas (Mt. 27:3-5). Y en tiempos antiguos Saúl y faraón.

He. 12:18-29

Voces que nos hablan para nuestro bien, para nuestra salvación, y si no las oímos nos perderemos irremisiblemente.

La voz del padre (Pro. 1:8; 4:10; 23:19).

La voz de la madre (Pro. 21:18-20)

La voz de la conciencia, o la del corazón (Jn. 8:9; 1 Jn. 3:20)

Y la voz de Dios. La voz de Dios se oye por medio de la ley, de la cual su máximo representante es Moisés y la voy de Dios mediante el Evangelio, cuyo mejor representante es Jesús (He. 12:18-25). Hebreos nos enseña muy bien a oír la voz de Dios y no desecharla porque es desechar a Dios. Nos enseña a respetar la voz de Dios, que en su contexto significa el mensaje que hemos oído porque él es un fuego mucho más terrible que el que vieron en el monte (v. 29). Muchas veces es un silbo apacible y nos habla con misericordia, con ternura, pero si persistimos en abandonarlo o en continuar en el pecado su voz se vuelve como la de un trueno y nos ha de consumir, es un Dios consumidor (v. 29).

Este texto es un ultimátum que se le da a los que están a punto de retroceder. “Ustedes que han llegado tan cerca de obtener las cosas mejores, las celestiales, (Hebreos está escrito para que los judíos sepan que el evangelio contiene cosas mejores, celestiales, es el libro de lo mejor, mejor Mediador, mejor pacto, mejor sangre, mejor voz, mejor mundo), si las dejan, serán consumidos por Dios. Oigan la voz del cielo porque de allí sale, no pierdan lo que tienen tan cerca”. Señor, una sola cosa de esas que yo pierda, sería mi ruina, ¡cuánto más si no llego a donde están todas! 

He. 12: 29

“…porque nuestro Dios es fuego consumidor”. Esas palabras hay que entenderlas en el contexto del v. 18 y tienen el mismo asombro que pudiera tener estas “Dios, juez” (v. 23); porque un Dios así que use tanta gracia no debe ser desechado y abandonado; en vez de menospreciarlo debe ser servido “con gratitud” (v.28), y por tanta condescendencia adorarlo.

 

Exposición 36

 

Capítulo 12      

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Exposición 37

Porno y profanidad

He. 12:12-17  

 “12Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; 13y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. 14Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. 15Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados; 16no sea que haya algún fornicario, o profano, como Esaú, que por una sola comida vendió su primogenitura. 17Porque ya sabéis que aun después, deseando heredar la bendición, fue desechado, y no hubo oportunidad para el arrepentimiento, aunque la procuró con lágrimas”. 

 

No es fácil entrar a la mente del autor y coordinar sus pensamientos o encontrar el hilo que los una a todos, y eso es importante en una exégesis o para una exposición. Entonces propongo estas dos puntas para el hilo del que hablé: la santidad en la iglesia y la apostasía. Un pecado que debilita la iglesia, la familia y destruye a quien lo comete es la inmoralidad sexual o fornicación. Y ese asunto, sin que yo lo saque por los pelos, en el corazón de pasaje, ahí se encuentra. Estoy de acuerdo que es algo difícil verlo y eso es intencional porque es un asunto vergonzoso y se trata con verdad, pero con misericordia.  

Su propósito es que sigan marchando bien, esto es que fortalezcan “las manos débiles y las rodillas que flaquean” (vv.12,13); y lo que sigue, que hagan “sendas derechas para vuestros pies” (v.23) está precedido de eso primero o sea que fortalezcan la vida de oración porque los judíos así oraban, arrodillados y alzando las manos a Dios. A veces tenemos las rodillas paralizadas para la oración y para seguir a nuestro sabio Cordero por donde él escoja. Les está transmitiendo la idea que si se fortalecen espiritualmente en oración sus pasos se enderezarán. No que se sienten y estudien los caminos que deben escoger, no que reflexionando en el presente y futuro arreglen el porvenir sino humillándose ante Dios y llenando de fuerza el alma. El futuro lo tiene el presente en sus entrañas y nosotros tenemos acceso a él en el presente. El que ora compone sus caminos porque Dios se los arregla. Mira que “pierna coja no se descoyunte, sino que se sane” (v.13), porque cojeando, dando tropezones y bamboleándose tanto puede salirse del camino. La idea es que se ore para que no se ponga peor, sino que todos sigan marchando bien.

Uno hubiera escrito junto con “paz” la unidad, pero este autor escribe “santidad” porque su propósito no es la relación fraternal que entre unos y otros mantengan sino la santificación de los que no están caminando bien, no están andando en la verdad y como consecuencia pudieran “dejar de alcanzar la gracia de Dios”, o sea el regalo de la vida eterna que se halla en su presencia. En otras palabras, que “sin santidad nadie verá al Señor” (vv.14,15). Dando un pequeño salto, la santidad que tiene en mente tiene que ver con la sexualidad y la profanidad que son los dos pecados mencionados seguidamente, “que no haya ninguna persona inmoral ni profana como Esaú, que vendió su primogenitura por una comida” (v.16), pero esas dos cosas las explicaré en detalles más adelante. 

 La caída en pecado sexual y la profanidad en el carácter provocan o causan dificultades en la iglesia (v.15) que es una traducción que se ajusta mejor al texto que “os estorbe”, y si uno pone que causa “problemas” todavía sería mejor porque inmediatamente que alguien pierde su santidad comienza a causar problemas a los demás, se los causa a sí mismo, a su familia y a la iglesia. Y la causa de problemas que causa es que ejerce influencia sobre los demás y potencialmente esa “raíz de amargura”, esto es, pecando (Dt. 29:18) hace que “muchos sean contaminados” (vv.15,16). La raíz de amargura no se refiere a un estado de ánimo amargado. No es que un hermano tenga un carácter amargo. 

Y si alguien quiere seguir usando ese sentido entonces la raíz de amargura le amarga la vida a mucha gente que llorará por su culpa. Todos los pecados de la carne son muy fértiles y estos dos particularmente señalado son de esos. La idea del escritor es que el pecado no se propague en la congregación porque siempre se reproduce y es como una onda expansiva que alcanza a los otros y muchos pueden ser salpicados con su pecado, contagie y desparrame su desviación entre los demás. La palabra griega contaminados indica que muchos sean “salpicados” “manchados” “ensuciados” o enfermados, que el contagio del pecado se disperse en la congregación y los salpique y se enfermen. La fornicación, adulterio, concubinato, incesto y el estilo de vida profano, enferman, y siempre incitan a alguien a imitarlos. 

El menciona de antemano que la santidad es una necesidad en la congregación y que sin ella nadie puede alcanzar la gracia de ver a Dios, no estoy muy alejado del significado si afirmo que pudo tratarse de lo que él menciona, “fornicación” que básicamente es “porno”, o como dice otra versión “inmoralidad”, y alguno se vuelve un “profano”, o que “traspasa una puerta” que se hace “accesible”, que no le interesa la religión ni Dios. Esaú no fornicó en sentido estricto, aunque tuvo varias mujeres, pero era profano. Lo espiritual no era para él una prioridad. No practicó la “pornografía”, pero vendió su primogenitura por muy poca cosa, una simple comida; trajo “amargura” a su familia y él mismo derramó muchas “lágrimas” y no tuvo oportunidad para “el arrepentimiento”, aunque quiso la “bendición”. Eso tiene aplicaciones y advertencias importantes para los que quieren vivir en pureza y ver a Dios. Ningún pecado vale lo que por él se paga. Demasiado es una primogenitura por un plato de lentejas. Este hombre lloró por una bendición que jamás obtuvo. Y motivo tenía para llorar, como todo aquel que pierde una bendición de Dios. Una razón para llorar y lamentarse es no ser bendecido por Dios, tenga lo que se tenga.

 

Exposición 38

 

Moisés tiene quienes le prediquen

 

He. 12:18-24 

18Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, 19al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, 20porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; 21y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; 22sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, 23a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, 24a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel”.

Observa la forma terrible en que le ley de Dios fue dada a conocer. Eso es lo que resalta el autor y la intención que tuvo para ello. Establece la superioridad del evangelio sobre la ley de Moisés en la forma en que fue dada, con terrores, y la manera mansa y humilde que el evangelio nos llega por medio de la gracia de Jesucristo. 

Se intenta que los judíos convertidos a Cristo no echen de menos ni sientan nostalgias por aquel pacto que ha sido cambiado por otro mejor y mucho menos que deseen regresar a él. La comparación entre uno y otro no puede ser más fascinante y bella, magistralmente escrita por un hombre que conoce bien ambas cosas, que vivió conforme a la ley y ahora vive, comprende, disfruta, admira y recomienda el evangelio, dado por el mismo Dios que entregó en tiempos pasados la ley sobre un “monte” que temblaba, tronaba, lleno de “fuego ardiente” como si fuera un volcán en erupción, sin embargo cubierto por “tinieblas”, oscuro y “tormentoso” (v.18), con un instrumento de guerra, la “trompeta”, emitiendo no música sino leyes para espantarlos; “rugido”, o “sonido”; y una voz que desde la distancia no se podía entender sino ruido de palabras o sonido tan alto, autoritario y exigente  que infundía pánico; un monte tan  peligroso que si por casualidad una bestia se arrimaba a él sería “apedreada” (v.2). 

Y fue tan terrible esa revelación que el mismo mediador, Moisés, dijo “estoy aterrado y temblando” (v.21); aunque no hay ninguna explícita confesión tal en Éxodo sí se puede suponer por lo que sentía su pueblo (Dt. 9: 19; Ex. 19: 6). Tal manera de entregar la ley hacía entender a quien la oía y para quienes era, que, si se atrevían aun por descuido o por ignorancia como una bestia, profanar algunos de esos mandamientos, indefectiblemente serían condenados. No valdrían ningunas excusas. 

La ley fue dada para preservar al pueblo santo por miedo, para meterles miedo, para que vivieran con miedo a quebrantarla, y era tan perfecta que todos a una vez serían hallados culpables y con gritos pedirían como lo hicieron, un Mediador que se comprometiera ante Dios a ofrecer sacrificios y ofrendas por todas las violaciones que cometieran. 

Traía reglas morales superiores a las de otros pueblos, y los harían esclavos de esa revelación en la cual nunca tendrían descanso ni paz, sino culpa y terror. Y esa fue la ley que cumplió y satisfizo completamente Jesús, “nacido bajo la ley” y muerto civil y judicialmente en la cruz, “el mediador del nuevo pacto” con su “sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (v.24), esparcida sobre el monte Calvario donde estaba “reconciliando consigo mismo al mundo” (2 Co. 5:19).

Los que han conocido la gracia en Jesús pueden apreciar en la comparación que el contraste es tan enorme que solamente un ciego no aceptaría cambiar lo primero por lo segundo o ya habiendo aceptado el cambio “volverse atrás” y obligarse a sí mismo con todas aquellos decretos y mandamientos que son contrarios. A este nuevo pacto sí se pueden acercar sin temor, porque hasta son invitados hacerlo diciendo acercaos confiadamente al trono de la gracia. No obstante, aquí no se dirige a los que nunca se han acercado sino a los que ya lo han hecho para que sepan lo que Dios os ha concedido

De eso deben estar seguros los miembros de la iglesia en su forma militante, a la cual llama “monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén celestial (v. 22) y asamblea general e iglesia de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (v. 23). Y eso, tiene que tenerlo en cuenta todo cristiano, el privilegio de ser miembro de la iglesia de Cristo a la cual el Espíritu le llama monte Sion, ciudad de Dios, Jerusalén celestial, congregación de primogénitos inscriptos en los cielos. No se refiere a una congregación local sino a la iglesia universal, la compañía de los elegidos de Dios cuyos nombres no están escritos sobre el polvo de la tierra sino en la mismísima memoria de Dios. Una Jerusalén superior a la terrenal y que es imposible demoler porque sus fundamentos son las doctrinas de los doce apóstoles dadas por Cristo. Pertenecer a ese cuerpo tan especial cuya membresía es celestial es un gran privilegio. 

Y la iglesia militante cuenta con otro privilegio, el cuidado de “miríadas de ángeles” (v. 22) o “millares de ángeles” “innumerables ángeles”. No solamente uno o dos sino todos los ángeles del cielo, todos están en la tierra y al servicio de aquellos que serán herederos de la salvación (1:13,14), ángeles que anhelan mirar estas cosas que pasan en la iglesia, y están dispuestos para ejecutar la voluntad de Dios por medio de la providencia y luchar a favor de ellos porque están bajo las órdenes de Jesús cuya potestad le es dada en el cielo y en la tierra, contra principados y potestades, contra gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad que operan en las regiones celestes. Ningún creyente del viejo pacto, aunque fuera circuncidado y perteneciera según la carne a Israel, tuvo jamás ese espiritual privilegio concedido a los que han echado fuera el cuerpo pecaminoso y carnal por medio de la circuncisión hecha no de mano sino de Cristo (Col. 2:11). 

La iglesia militante también puede ser llamada iglesia de los justificados y se pueden acercar a “Dios juez de todos” (v. 23) sin temblor porque ¿quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. Y no porque cometa una injusticia justificando al impío sino porque el impío es hecho justo, no que por medio de la fe se le insufle justicia propia sino que es vestido del Señor Jesucristo, como se visten los escogidos de Dios. En el texto se habla de “los justos hechos ya perfectos” (v. 23) porque han cumplido toda la ley en Cristo y por cuanto él la cumplió con ese propósito transfiriendo su justicia a ellos y asumiendo las culpabilidades de ellos, éstos son declarados justos por el “juez de todos”. Si alguien se sale de esa gracia, si eso fuera posible, ya no queda sino una horrenda expectación de juicio que ha de devorar a los adversarios. No hay ni la más remota esperanza de salvación fuera de la obra, vida y muerte de Jesucristo.

Los que han sido hechos perfectos cuentan con el privilegio de la defensa de la sangre de Cristo rociada a su favor cuya elocuencia y argumento es superior a la de Abel que desde la tierra clamaba a Dios por venganza, pero la de Jesús por perdón (Ge. 4:10,11); y el Excelentísimo Juez de toda la tierra la escucha y concede el perdón que ella reclama por aquellos por quienes fue rociada. El espíritu de Abel al llegar al cielo se postró ante Jehová pidiendo que vengara su muerte, el espíritu de Jesús llegó ante el Padre como Mediador e Intercesor de todos aquellos que se acercaran al lugar santísimo confiando en su sangre de víctima, derramada sobre el monte Sion.

Y además de ese privilegio hay otro celestial y sublime, en la iglesia cristiana hay comunión entre dos mundos, éste y el futuro. Los cristianos vivos, cuyos espíritus son legalmente hechos perfectos se han acercado a sus hermanos hechos ya perfectos en el cielo. Esta interpretación la da Calvino, y Gill dice que cabe dentro de la primera. Los que, en la tierra, aparte de la justificación por medio de la fe no eran considerados perfectos, ahora en el cielo sí ya lo son en carácter, santidad y todo lo demás. Eso no quiere decir que los creyentes vivos puedan acercarse y hablar con sus familiares y amigos muertos. Los vivos están en el mismo camino que llevó a los otros tan altos, han entrado por la misma puerta que ellos y fueron justificados de la misma manera que ellos. Una madre que haya perdido a su hijo creyente, la esposa a su esposo, el hijo a su padre, un hermano a su pastor, no está tan lejos de él, sino a la distancia de un último suspiro.


Exposición 39

 

Jehová es el padre de nuestro Señor Jesucristo

 

He. 12:25-29  

25Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. 26La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido, diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. 27Y esta frase: Aún una vez, indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. 28Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia; 29porque nuestro Dios es fuego consumidor”.

 

Yo no predico a un Dios que no ama, pero, cuidado, “Dios es amor” no es el único texto que define el sublime carácter de Dios. En esta última porción el autor hace una advertencia, que el pacto de la gracia incluye juicio y castigo. “No crean que Jehová es diferente a mi Padre Celestial”, les quiere decir el autor, no piensen que el pacto de gracia lo permite todo y hasta pueden decir “hagamos males para que vengan bienes”. Esto parece ser lo que cree el post modernista, la iglesia emergente y otras lindezas de este siglo. No lo confiesan tajantemente, pero en sus prácticas y prédicas lo están enseñando, que Dios es todo amor y que Dios no castiga, sino que prueba y disciplina a sus hijos. Ignoran que la palabra disciplinar y castigar en esta carta significa lo mismo y que Jehová y el Dios de nuestro Señor Jesucristo es uno mismo porque su carácter es el mismo y sus atributos son los mismos. 

La misericordia de Jehová es la misma que la del Dios de los cristianos y la justicia de Jehová de los ejércitos es igual a la de nuestro Padre celestial. Fue Jehová quien engendró al Hijo, y por medio de él al Espíritu Santo. Es el mismo de la cristiana fórmula trinitaria. Un dios que es sólo amor y no levanta un dedo contra nadie ni nada es una efigie postmodernista, escultura de la filosofía actual y no de la revelación bíblica. Para creer eso tienen que esconder a Jehová y cancelar totalmente el AT. 

El juanino y lacónico texto “Dios es amor”, si fue inspirado por el Espíritu Santo, tiene el mismo espíritu divino de “el Señor al que ama castiga y azota a todo el que tiene por hijo” (12:6) que está inspirado en el salomónico texto de Pro. 3: 12; y si el autor de Apocalipsis es el mismo Juan que dijo que era amor, allí dice que Dios castiga (Apc. 3:19). 

El Dios que es nada más que amor y no castiga no es sacado de la Biblia sino del falso corazón humano. El que no conoce ni acepta el carácter justiciero de Jehová no podrá entender las desgracias, injusticias y crímenes que existen en este mundo. No tendrá fe ni respuesta a los que acusan a Dios de ser negligente, indiferente y malo al permitir el pecado. Los que hablan así no han aprendido la santidad de Dios y la pecaminosidad del pecado, lo mucho que él lo aborrece (odia); es decir no entienden la ley dada por Moisés. No podrán leer el AT con admiración a Dios al verlo ejecutando a miles por su maldad, incluyendo, niños y niñas, de los enemigos de Israel. Aquellas matanzas no se comprenden ni aceptan si no se puede ver primero la santidad de Dios y la santidad de Jehová no se mide por su misericordia y perdones sino por su justicia y castigos impuestos. 

Como tampoco se puede aceptar la creación del infierno y el castigo eterno si no se trae al NT la misma mente del AT. El hombre carnal que ama y se relaciona con el pecado le parece que el castigo divino es injusto y una exagerada barbaridad. Y no lo es si podemos en espíritu de fe medir a Dios. Si no hay fe y sumisión hay que andar dentro de la Biblia cambiándola, cambiando los hechos, tergiversando y acomodando sus textos para que digan lo que no dicen y no quieren ellos que ella hable como lo hace. O prefieren no leer esas porciones bélicas. Por eso he dicho que el Espíritu aquí en Hebreos nos advierte que el dios postmodernista y sin justicia no es un Padre justo sino un bondadoso abuelo ciego que sonriente es presentado a una sociedad profana que al verlo le echa sus brazos al cuello y con lágrimas en los ojos le ruega por su desaparecida bendición. 

La advertencia predice la desaparición de todas las formas de cultos y doctrinas inventadas por los que tienen un dios tierno que no es Jehová y descuidan una salvación tan grande (2:3) sin temer que “mucho menos escaparemos nosotros si nos apartamos de aquel que nos amonesta desde el cielo” (v.25) y ha prometido con voz profética que hará temblar “las cosas movibles” (v.27; Hageo 2:6,21-22) y en su lugar colocará “las cosas que son inconmovibles” (v.27). 

Concretamente se refiere al viejo pacto de obras que ha sido cambiado por el de gracia que es mejor, asentado sobre mejores promesas, pero también es una promesa o advertencia amplísima que todo lo escrito que sea movible, hablado, adorado, sea religión, pensamiento o filosofía, será reemplazado por cosas mejores que son inconmovibles edificadas profundamente en las entrañas de la Escritura en el verdadero carácter de Jesucristo que es el mismo ayer, hoy y por los siglos.

Permanecerá sólo aquella forma de culto que es aceptable, el que se ofrece a Dios “demostrando gratitud, con temor y reverencia” (v.28) porque siempre tiene en cuenta que “nuestro Dios es fuego consumidor” (vv.28,29). Y esas palabras son totalmente opuestas a las formas hoy comunes de divertidos cultos, de festivas celebraciones y ataques de risas y gozos donde se comen a Dios a besos por aceptarlos como son, apoyarlos y tener para ellos planes maravillosos en el dinero, en la salud y la familia. Esa forma divertida de culto no solemne es muy del gusto de la sociedad porque la pasa bien y generalmente no se deprime a nadie con arrepentimiento ni se reparte perdón sino gozo porque en el fondo quien representa a Jehová es el becerro de oro o un descomunal yo narcisista.  Con los mismos sentimientos que tuvo el pueblo cuando perdió de vista a Moisés y la Ley y lo dio por muerto e hizo un objeto de culto y una forma de adoración al gusto de ellos que se recuerda en la Biblia tanto en el NT (1 Co. 10:7) y en el AT (Ex. 32:6) y cuya adoración, servicio y culto era una fiesta. Pablo dice que el pueblo se levantó a jugar (1 Co. 10:7) y Moisés dice lo mismo, pero se traduce regocijarse y la palabra la define Strong como “una raíz primitiva que significa reírse, alegría o burla, y por implicación jugar y hacer deporte”, danzar alrededor de una imagen pagana, hecha de oro. Esos son los sentimientos que tiene el pueblo cuando sustituye la ley de Dios y a Dios por otro diferente al cual no le tiene miedo ni le honra, sino que le disfruta, se ríen juntos y se emocionan y aplauden como se haría en un estadio mirando un partido de béisbol o fútbol. Jesús nos enseñó a orar a Dios como Padre y como tal, aún él, oró y fue escuchado por “su temor reverente” (5:7) y nunca perdió de vista que su amado Padre que está en los cielos es el mismo Jehová que en la tierra hizo con su voz temblar el monte Sinaí.

 

Notas

He. 13:1- 4

1Permanezca el amor fraternal. 2No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. 3Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo. 4Honroso sea en todos, el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”. El texto es una cápsula de consejos oportunos para la dispersión, que hospeden a los que, dejando sus hogares, salieron, no en viajes misioneros, sino huyendo por sus vidas y los opresores encausaron y robaron, con la legitimidad de la rapiña, sus pertenencias. A esos expatriados de la dispersión (1 Pe. 1:1). Las puertas, de los que no hay sido alcanzado por las tiranías, deben abrirse y esconder a los que huyen, hasta que continúen sus viajes o reestablezcan sus casas. Hoy tenemos capellanes que atienden a los presos, tienen autorización de las cárceles, pero por aquel tiempo, la iglesia, enterada de encerramiento de algunos hermanos, debía atenderlos, porque las autoridades, generalmente, preferían que les enviaran suministros, que ellos no proveían. Como hicieron los filipenses con Pablo en las celdas romanas. Y en la ayuda incluir medicinas y ungüentos para sanar los golpes que hubieran recibido, en maltratos, porque las presiones no eran hoteles. En cuanto a otro asunto, el matrimonio cristiano, en su relación conyugal debe ser distinto, como dice Pablo (1 Te. 4:4 ,5); pero aquí habla de la infidelidad. La base ética de la santidad sexual es teológica: el juicio de Dios. No se mete el apóstol en la forma y gustos de las relaciones íntimas, con tal que no sean “contra naturaleza” (Ro. 1:26, 27; Jud. 1:7). No quiere el apóstol que los vicios de la sociedad invadan  la iglesia.

 

Menos tristes por la fe que por el dinero

He. 13:5

“Sea vuestro carácter sin avaricia, contentos con lo que tenéis, porque El mismo ha dicho: Nunca te dejaré ni te desampararé”. 

 No es que corte cualquier iniciativa económica, sino que se opone a la avaricia, hay quienes nunca están felices con lo que tienen. Tantas preocupaciones financieras que sufrimos porque nuestra fe es tan  ciega que no lee bien estas dos palabras y esos dos “no”; están en nuestra Biblia pero no en nuestros corazones, van en nuestro credo pero no las llevamos en el alma, cuando nuestra economía baja y tenemos que hacer ajustes financieros, se hacen sin fe, tristes y nerviosos como si toda la vida habríamos de permanecer en esa situación y procuramos por nuestra cuenta, con sacrificio, hasta de lo sagrado, balancear el presupuesto, no depender de Dios. Nos ponemos más tristes cuando tenemos menos dinero que cuando tenemos menos fe, menos celo, menos amor por la iglesia. Queremos hacer uso de la fe sólo para el perdón de nuestros pecados, pero no para vivir y glorificar a Dios en este mundo. Apréndelas corazón, “nunca te dejaré, nunca te desampararé”. Toma la pluma de la fe y escribe en el libro de tu memoria mil veces la palabra ¡nunca! ¡Nunca! ¿Qué líos entonces te traes corazón desconfiado?

 

Acordaos de vuestros pastores

He. 13:7, 8

7Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. 8Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. Me parece que el propósito es asegurarles la fidelidad de Jesucristo a través de las edades. Es el Cristo de los mártires. De los antiguos. El Cristo probado, que los ayudó a hablar la palabra de Dios, que la bendijo, que les mostró que podían confiar en ella, el Cristo de aquellas doctrinas antiguas, de aquel celo, de aquella devoción por Dios, por las iglesias, por los ministros, por las almas; en el presente, en pasado, en el futuro, en todo y mucho más Jesucristo fue probado en la vida de ellos y resultó ser eficaz. 

Probemos, usemos, al Cristo de los dos milenios pasados. Jesucristo no cambia, no se mueve, no tiene fases  como la luna que puso, un tiempo cuarto creciente y otro cuarto menguante; es fiel, los amigos desertan y se vuelven traidores. Si quieres estar firme y animado, luchar contra desaliento y el desencanto, contra el miedo y la depresión, mira aquello que nunca se mueve, la Persona de Jesucristo. Como Jesucristo estuvo con ellos estará contigo y conmigo. Quiere decir: el Cristo de los pastores es vuestro. 

Él será tan fiel conmigo como lo fue con aquellos líderes: Pablo, Lutero, Calvino, porque todos ellos tenían el mismo Cristo que yo. Pasó desde la época apostólica hasta la de los mártires, de los mártires a la edad media, y a la moderna, a la actual, y viene vestido de siglo en siglo igual, de triunfo y de buena voluntad a pelear por su iglesia y a sostener a sus valientes soldados que procuran ser fieles y hacen lo mejor.   

He.13: 9

“No os dejéis llevar por doctrinas diversas y extrañas…”. Cuando dice doctrinas extrañas no significa desconocidas sino ajenas. Porque “nunca le aprovecharon… “moralmente”, para mantener la “forma” del culto (de la verdad) para hacer decisiones sabias (Ro. 2:17, 18). Para la salvación por la fe no les aprovechó para nada y deben de nuevo retornar a las sendas antiguas y disolver la secta y situar la religión sobre “mejores promesas”. Continuamente los autores del N. T. nos exhortan a no cambiar la doctrina con la que hemos sido salvos. La retención del verdadero evangelio.

He. 13:10

“Nosotros tenemos un altar del cual no tienen derecho a comer los que sirven al tabernáculo”. ¿Qué altar? Cristo, la salvación por gracia, por medio de la fe. Los que se nutren con la ley no pueden alimentarse de la gracia; no tienen derecho a hacerlo porque no son hijos, y no están incluidos en el pacto que es el que les garantiza toda esa nutrición con maná caído del cielo.

He. 13:12-15

12Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. 13Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; 14porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. 15Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”, labios esterilizados con carbones encendidos en el altar de Dios, lo dice para animarlos a renunciar a lo que fuera, por causa de Cristo, llevar su vituperio (11: 23-26); es en esencia un llamamiento a confesar a Cristo. Dejar Jerusalén, si fuera necesario, o cualquiera otra amada población. En cuanto a los oprobios y calumnias, que sean eso mismo, falsedades, pecados inventados, que ellos cometen (Ro. 1:30), que no se cometieron, “como malhechores y mentirosos, malas bestias” (Tit. 1:12) cretenses y cretinos, como ellos, el currículo de los tales, feos, con monstruosidades, si se miraran en un espejo opaco (1 Co. 13:12).

He. 13:13

“Así pues, salgamos a El fuera del campamento, llevando su oprobio”. En épocas de persecución cuando muchos temían hacer “profesión” (vv. 14,15), aunque se pierda la vida, porque tenemos otra reservada en los cielos. El servicio cristiano también (v. 16). 

He. 13: 17

“Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos, porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta. Permitidles que lo hagan con alegría y no quejándose, porque eso no sería provechoso para vosotros”. La BTX afirma dos cosas en sus notas: que la palabra pastores no se halla en el texto, y segundo, que la mejor traducción no es obedecer sino darles la razón a los guías de la iglesia, dejarse persuadir por ellos, no siempre irles la contraria. Dentro de los muchos consejos que le da se halla éste, la obediencia a los guías de la iglesia no le aprovecha que ellos empiecen a quejarse y a predicar sermones amargos y reprochar la mala conducta a los hermanos. Qué tristeza les daría pensar que están enseñando y predicando por gusto, que frente a frente y más de espalda, los contradicen, les quitan la razón y riegan lo opuesto disminuyendo el trabajo de esos buenos obreros de Dios. Señor ¿y las almas que no quieren que las cuiden? Cada uno dará a Dios razón de sí; Señor si no los puedo ayudar que yo siempre ore por ellos. La alegría puede ir acompañada de preocupación, o sustituirla, de temor por ellos, pero no de quejas. 

He. 13: 18

“…confiamos en que tenemos una buena conciencia, deseando conducirnos honradamente en todo”. Una conciencia bien formada por la Escritura es de mucha ayuda para no hacer lo malo. Es muy peligroso actuar contra la conciencia, creo fue Lutero quien lo dijo. La conciencia es nuestro archivo, escrito por nuestra conducta, con pecados borrados, o ahogados que ya no flotan, a no ser sus apariciones en espejismos de la memoria, cuando no está muerta del todo. Hay páginas en ella, al menos una, ya en blanco, salpicada con sangre, y limpia por una cruz del Gólgota, que yo arrancaría de mi biografía.

He. 13: 20,21

20Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, 21os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”. Les está implorando a Dios que los ayude a ser fieles, que los equipe con sus dones para que haga por medio de ellos su voluntad. Padre obra por medio de sus dones.

He. 13: 23

“Sabed que nuestro hermano Timoteo ha sido puesto en libertad, con el cual, si viene pronto, os he de ver”.  El autor es alguien muy asociado a Pablo, y aunque es distinta la escritura quizás también un poco la teología, el asunto de esta clase de tratamiento con las formalidades de la ley, también comparte con Timoteo una similar relación y sufre prisiones como él. No tengo dudas, aunque no sé quién, es uno del grupo de misioneros santos. Es la razón por la cual con tantas coincidencias, y obviando las diferencias, se ha afirmado que está epístola, o mejor dicho tratado, fue escrito por Pablo. Se ve su similitud o influencia, que bien pudiera tratarse de un líder, alguien del grupo cercano al apóstol.

 

Capítulo 13

 

Exposición 40

 

El amor al prójimo en la fidelidad matrimonial, al dinero y otras cosas

 

He. 13:1-6 

 “1Permanezca el amor fraternal. 2No os olvidéis de la hospitalidad, porque por ella algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles. 3Acordaos de los presos, como si estuvierais presos juntamente con ellos; y de los maltratados, como que también vosotros mismos estáis en el cuerpo. 4Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios. 5Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré; 6de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”.

 

Cuando uno lee esas palabras se sorprende y piensa ¿qué conexión podrá tener esta porción con lo dicho anteriormente? Es un salto desde la doctrina hacia la práctica, y aquí se inicia esa hasta el final, y su inicio escogido es el amor fraternal haciéndome pensar que no necesariamente hablando sólo del amor de Dios se tendrá una congregación amorosa, sino que más bien lo que infunde amor entre hermanos es el temor de Dios. Sin eso último las más tiernas prédicas caerán en saco roto. 

Miremos de modo general hasta dónde el autor extiende la práctica del amor al prójimo. Primero que todo reclama del amor permanencia y por eso dice “permanezca el amor fraternal” (v.1), puesto que no debe ser intermitente sino algo continuo que no se deje frenar por nada y venza todo reproche, maltrato y poca correspondencia. Lo que nunca debemos, haya o no reciprocidad, es dejar de amar al prójimo, sino hacerlo hasta el final de nuestra vida. Y para eso hay que esforzarse en perdonar y olvidar. 

Pero aquí la primera muestra que debemos dar del amor no trata de perdonar ofensas y cosas parecidas sino de abrir las puertas de nuestra casa a los hermanos mostrando hospitalidad, y eso es lo que está pidiendo porque la palabra lleva el sentido de darle una mano a los que andan, por causa del evangelio, sin techo. Esa palabra en griego es “filadelphia” y en 2 Pe. 1:7 de traduce “afecto fraternal” o simplemente fraternidad que según la lista que enumera Pedro ocupa la última virtud para añadir al carácter cristiano y constituye la cumbre de la personalidad. 

La palabra “hospitalidad” (v.2) es filonexia que significa amor o bondad hacia los extranjeros o ajenos. Recibir en casa, darle una cama y un bocado a un familiar no exige mucha gracia porque eso es natural, pero hacer lo mismo con un hermano que ha llegado de otro país y temporalmente necesita auxilio, es distinto. Si no se puede meter en la casa porque no hay espacio, se le pudiera ayudar a encontrar otro sitio. Eso también es hospitalidad a la moderna.

Hay algo aquí muy bonito en lo cual podemos pensar, nadie conoce cuánta gracia de Dios tiene un hermano en su corazón y que está pasando necesidades en un mal momento, y llega hasta su puerta. Se puede engañar uno al mirarlo mal vestido, hambriento o enfermo y tenerlo en poco y declinarle una ayuda por lo que se ve, cuando en su corazón es uno de los elegidos de Dios. Ninguno de los comensales que pasaban por la puerta del hombre rico de la parábola hubiera imaginado que aquel pobre enfermo y sentado afuera era un ángel con más gloria que todos los que estaban dentro.  

Abram, sin saberlo, por lo menos antes que supiera la misión celestial de ellos en el destino de Sodoma, hospedó a tres ángeles. La experiencia es que uno no acaba nunca de conocer la clase de cristiano que es el otro y hay hermanos pasando penurias que son hechos “un poco menor que los ángeles”, y ver el rostro de ellos es como ver el de un ángel (2 Sa. 14:17), sobre todo si son pastores o mensajeros de Dios para alguna iglesia (Apc. 2:1). Ayudarlos económicamente, o con algún otro beneficio, es más que si se socorriera a un ángel sino al mismo Jesús (Ga. 4:14). El que ayuda a un profeta, dijo el Señor, recompensa de profeta tendrá y el que ayuda a un ángel de la iglesia recompensa de ángel recibirá por su ministerio.

Y si usted sigue la lista a quienes hay que mostrar amor debe incluir los presos” (v.3), que asumo que son hermanos detenidos, procesados y condenados por dar su testimonio. A ellos la iglesia no debe abandonarlos ni lo ha hecho hasta ahora (10:34) porque ella sabe que, si un hermano muy querido en la asamblea es tomado, incautadas sus propiedades, dejada su familia sin protección, y es olvidado ¿cómo dirá que alguna vez lo amaron? Jesús enseñó que ayudar a un hermano preso es como ayudarlo a él (“y en la cárcel y vinisteis a mí”, Mt. 25:36) y teniendo en mente esas cosas la iglesia utilizó en ese ministerio a los diáconos y diaconisas. Una carta hermano, un poco de dinero, alguna visita, ayudarlo con la compañía para que no se sienta abandonado y tome fuerzas (2 Ti. 4:16-17). La iglesia de Roma pudo haber tomado la principal responsabilidad en el pago del alquiler de la casa alquilada conde estaba preso el apóstol Pablo. ¡Bravo por ellos y viva ese recuerdo! Eso es amor mostrado no un día ni una semana sino ¡dos años!

Ahora otro asunto que lo voy a circunscribir dentro de su contexto en las persecuciones de la iglesia, la fidelidad matrimonial (v.4).  Aquellos hermanos presos dejaban a sus mujeres e hijos sin protección, y ¿no habría algún fariseo que por pretexto de hacerle una larga oración y ofrecerle un socorro buscara una relación íntima a cambio de sus favores? No pienso ya en las “mujercillas cargadas de pecados” que podían cargar con ellas sino hermanas santas que estos desalmados buscaban conquistar. 

La mujer de un hermano es algo muy sagrado porque si un pagano como Abimelc dijo a sus amigos que Abram era como un velo ante sus ojos que impedía a todos mirarla con codicia (Ge. 20:16) ¿tendrán los creyentes en Jesús menos firmeza moral que este idólatra? ¿Podrá la moral matrimonial de él ser mejor que la de esos que dicen saber de memoria el Sermón del Monte? Si el buen José huyó dejando su capa, pero no su reputación, en las manos de la desquiciada mujer de otro ¿no correrán igual los cristianos cuando oyen a un apóstol aconsejar “huid de la fornicación”? El matrimonio debe ser “honroso en todos” y el “lecho matrimonial sin mancilla” o “la cama” sin mancilla porque a los “inmorales y a los adúlteros los juzgará Dios” (v.4). Y de estos hechos de infidelidad matrimonial no se hacen chistes porque Dios, el juez de todos, se halla muy serio mirándolos. Una forma de mostrar amor al prójimo es no tocando su mujer (o marido).

 Y de la corta lista que se nos ha entregado para mostrar el amor al prójimo se halla este otro, el amor al dinero (v.5). Estas palabras en apariencia parecen dejarse mejor para cuando hayan cesado de ser expropiados los hermanos; pero no es así porque la cita del AT con la que refuerza su argumento es tomada en toda su amplitud y añade, sin tener que ver con el amor al dinero, “no temeré ¿qué podrá hacerme el hombre?” (v.6). Pudiera querer decir “no ambicionen las propiedades abandonadas o incautadas de vuestros hermanos, confórmense con lo que tienen” o que hubiera hermanos que en vez de estar “contentos con lo que tenéis” (v.5) se aprovechaban de la situación desventajosa de otros para quedarse con algo de lo suyo. Aunque es preferible defenderlos y pensar que lo que tenían era poco y podía acabárseles, o si el hombre enemigo le quitaba lo que tenía tendría más para socorrerse él mismo y a los suyos por cuanto les recuerda la promesa que ha dado el Señor, no te desampararé; es decir, no tengas miedo, que te quiten o se te acabe lo que tienes porque yo proveeré de mis riquezas en gloria y te asistiré de alguna manera providencial para que no te falte lo necesario. 

Y ¿no será más sabio tratar de tener un poco más de lo que uno necesita y no estar contento con vivir del “pan nuestro de cada día”?  Ese consejo ¿impide de plano el progreso económico? No es progreso económico lo que se condena sino “la avaricia” (v.5), el apetito desordenado de riquezas, ἀφιλάργυρος, amor al dinero (Lc. 16:14; 2 Te. 3:2; 1 Ti. 6:10), porque ese defecto del carácter es directamente proporcional a la falta de fe y al buen testimonio por causa del “vituperio de Cristo” (11:26). 

Sabe el autor que si estos hermanos, con ciertas comodidades, no corrigen el amor que tienen al dinero, y si las autoridades obvian el poder y la influencia que pudieran tener y los acusan de nazarenos y les amenazan con quitarles lo que tienen, entre el amor al dinero y el amor a Dios elegirán el primero. Aquellos no iban a estar dispuestos a pasar problemas financieros por causa de la religión. Y esta reflexión, me parece, hace sentido a lo que dice, y se enmarca dentro de su contexto.


Exposición 41

 

Pastores fieles que edifican la iglesia

 

He. 13:7-9

7Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. 8Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos. 9No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia, no con viandas, que nunca aprovecharon a los que se han ocupado de ellas”.

 

Mira la principal dedicación de los pastores bíblicos y el éxito que tuvieron con sus vidas (conducta) y ministerio. Por bíblicos quiero decir los que forman la historia profética y la apostólica que fueron sus guías, líderes o pastores a los cuales la iglesia debe imitar y obedecer (v.17). Pueden estar seguros, que, los profetas y apóstoles mostraban una total adhesión a la palabra de Dios eran preparados y oficiaban sólo con ella. El profeta Samuel tenía una escuela teológica donde ella lo permeaba todo, específicamente la alabanza (1 Sa. 19:20). 

Cantaban himnos con inspirada letra profética, o se colocaban los dichos de Jehová en versos que servían para la edificación de ellos mismos y para transmitir mensajes al pueblo. En notas musicales, por medio de la consejería divina, por conversaciones santas y predicaciones vigorosas, el mensaje de Dios llegaba a la nación. Siempre era la palabra de Dios. Precisamente el repertorio era un súbdito fiel de ella, nunca un complemento y menos un sustituto. La letra de aquellas alabanzas provenía del Espíritu, fuera por medio de la interpretación o exégesis de la ley judicial, moral o ceremonial y su pertinente aplicación a las circunstancias del pueblo. Esencialmente la adoración era bibliocéntrica. 

La consejería como la practicaron Moisés y sus jueces, o Débora, consistía en relacionar toda la vida del pueblo con algún texto de la Escritura y en nombre de Dios alumbrarles sus necesidades con la meridiana luz de la revelación. De ese modo ayudaban y formaban a la gente de su nación. El oficio de aquellos líderes de Israel y los líderes designados por el Señor para guiar y pastorear su iglesia cristiana giraba en torno a “la palabra de Dios” (v.7) principalmente eso, mayormente eso, casi nada más que eso. El oficio de ellos era predicar, predicar y predicar. Enseñar bien y continuamente la palabra de Dios, hacer que el pueblo oyera lo que Dios decía, transmitirles a ellos el mensaje de él.  

La razón principal de la adhesión de ellos a la palabra de Dios es que la tenían como inspirada por Dios y ninguna cosa mejor para desarrollar sus ministerios que ella, por cuanto afirman que “toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Ti. 3:15-17). ¿Hay otra razón mejor para rutilar alrededor de ella y otro medio mejor para hacer efectivo el trabajo de aquellos pastores? No. Por eso el autor les recuerda a sus lectores que no olviden el ministerio de aquellos hombres, que consideren “el resultado de su conducta”, y como terminaron, mártires o no, y que “imiten su fe”; que copien el ejemplo de sus vidas y la fe que tuvieron.

Es responsabilidad de los obispos o pastores; son los que tienen bajo su supervisión la integridad doctrinal y el testimonio de la iglesia. Los cristianos hacen bien en recordar y leer las biografías de esas vidas ejemplares para imitarlas y resistir la invasión de las herejías, viejas y modernizadas, muertas y resucitadas o modernas; y no permitir que la iglesia haga alianza herético-cultural y se deje “llevar por doctrinas diversas y extrañas” (v.9). Herejía significa desviación y las formas del judaísmo dentro del cristianismo es un retroceso, tanto una herejía como una apostasía. Y de igual manera ahora la invasión de doctrinas postmodernistas y emergentes y no descontando la preponderancia y el engrandecimiento del yo sicológico y central en la deformación hedonista de la personalidad cristiana.

Y lo mismo se puede decir de las desviaciones gnósticas, como aquellas antiguas que mezclaban el judaísmo con la filosofía griega y el cristianismo, especialmente en lo tocante a viandas o carnes y otros alimentos, y hacer de esas dietas religiosas normas de conducta y servicio a Dios, sabiendo como dice este autor que no fortalecen la vida cristiana y no aprovechan espiritualmente porque no han servido de mucho a los que anteriormente han practicado esa religión mixta, o dicho con sus palabras, “porque buena cosa es para el corazón el ser fortalecido con la gracia, no con alimentos, de los que no recibieron beneficio los que de ellos se ocupaban” (v.9). 

Indefectiblemente los cristianos que hacen esa mixtura decrecen espiritualmente y se exponen a muchos peligros de la carne porque el único medio que es efectivo contra los apetitos de ella es la gracia de Dios, como dice en Col. 2:23 “tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario,  en humildad y en duro trato del cuerpo;  pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne” puesto que “la circuncisión nada vale ni la incircuncisión sino una nueva creación”. Aún las dietas levíticas, establecidas por Dios, eran sombra de lo que ha de venir (Col 2:17); y la sombra pertenece a la ley dada por Moisés y no a la gracia que trajo Cristo. Con las ceremonias de la ley mosaica no está el Espíritu Santo y las caídas del practicante de ellas son inevitables. Y no es una exageración, esas sombras dentro del cuerpo de doctrinas cristianas son calificadas como sombras extrañas y deben ser extraídas rápidamente. La única sombra natural que tiene el cuerpo de Cristo es la sombra de la cruz.

Y para todas esas cosas “¿quién es suficiente?”, es suficiente con el ejemplo y colaboración de Jesucristo el cual es, “el mismo ayer y hoy y por los siglos” (v.8), como dice Calvino no habla de la esencia eterna de su divinidad sino de su inmovible carácter, inmovible compañía y fidelidad para acompañar aquellos pastores e iglesias hasta el fin de sus vidas. Como estuvo con los de ayer está con los de hoy que hacen guardia contra el ataque de la invasión gnóstica y del superhombre de Friedrich Wilhelm Nietzsche que ha moldeado la cultura occidental; y estará con los de mañana y es tan fiel hoy como lo fue entonces y lo será en el porvenir. 

Las culturas no lo toman desprevenido y como que no sabe qué hacer con sus discípulos dentro de ellas; las culturas no lo vencerán, ni aquellas de otrora, ni el postmodernismo, secularización y hedonismo de hoy, ni cualquiera otra cultura que se imponga en la sociedad; y la conducta de Jesucristo será la conducta de sus discípulos y ellos serán tan inmovibles como él si siguen el ejemplo de su conducta e imitan su fe. Entonces las puertas del hades no prevalecerán contra ella.


Exposición 42

 

Seguir a Cristo, sí cuesta mucho

He. 13:10-15 

10Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo. 11Porque los cuerpos de aquellos animales cuya sangre a causa del pecado es introducida en el santuario por el sumo sacerdote, son quemados fuera del campamento. 12Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta. 13Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su vituperio; 14porque no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir. 15Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre”.

 

Primeramente, amados hermanos tienen que considerar que no hay salvación fuera de la sangre de Jesús y todo aquel que la piense encontrar en los ritos de la ley se queda sin santificación porque ella se obtiene exclusivamente por medio de la sangre de Jesús y sin esa santidad nadie verá al Señor (12:14). Si usted está verdaderamente interesado en su salvación, la de su cuerpo y espíritu, debe igualmente estar interesado en su santificación y esa no se obtiene sino mediante la sangre de Cristo o lo que es lo mismo, obtiene su justificación y perdón por medio de ella. 

Y puede estar seguro, que hay un solo sitio donde puede hallarla, donde ella fue derramada, desde el cuerpo de Jesús, afuera de Jerusalén, en el monte Calvario, donde fue erigido sobre el madero el cuerpo del Señor como un holocausto u ofrenda del todo “quemada fuera del campamento” (v.11). Ese sacrificio allí es el máximo y sustituto de todos los otros (Lev. 16:27).

Ahora digo una palabra para que entiendas lo que Dios te ha concedido. Fíjate en la sincronía cristológica que tiene este pasaje con el resto de todo el NT; contiene toda la sabiduría que debes tener para explicar tu salvación porque en ella Cristo fue hecho eso mismo, sabiduría, justificación y redención (1Co. 1:30). No hay otro lugar donde puedas aprender más que allí. La cruz es el mayor libro de teología del mundo. Los autores inspirados en el NT usaban la cruz de Jesús con varios significados. Hablaron de ella (1) judicialmente como el lugar donde serías justificado y redimido de tus pecados, como un altar de expiación y donde se anula el acta de los decretos que nos era contraria y se despoja a las potestades enemigas (Col. 2:14-15). Usaban también la cruz como un sitio hostil al mundo, donde el mundo era crucificado para el creyente y el creyente para el mundo (Ga. 6:14) y tropezadero para los judíos e insensatez para los griegos, y que  por lo tanto se convierte en (2) un osado sitio de confesión donde se oyen “labios que confiesan su Nombre” (v.15), porque “con el corazón se cree para justicia y con la boca se confiesa para salvación” (Ro. 10:10), en correspondencia con lo que dijo el Señor, “todo el que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Pero cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos” (Mt. 10:32-33).

En segundo lugar, ten por seguro que la salvación te cuesta, no méritos para adquirirla sino méritos para enseñarla a los que demandan razón de la esperanza que hay en ti; esa salvación es costosa porque es una salvación “grande” (2:3) y no puede de ningún modo estar separada de la cruz de Jesús que aquí es equivalente a una confesión pública de fe. El autor anima a los creyentes a tener fe en Dios y no cambiar de doctrina cueste lo que cueste. Predicaban una fe costosa no barata. Ninguno de los apóstoles, le dijeron jamás a las iglesias, ni siquiera a los creyentes neófitos, que no habrían de padecer por causa de Cristo, al contrario, se lo predecían (1Te. 3:4), a todos se les advertía que podían padecer el “despojo de sus bienes” y que debían deshacerse de todo lo que tenían “con gozo”. 

Mira cómo el autor trabajó laboriosamente en la confección de alegorías con materiales del AT, lo conoces, para que no admitas dentro de tu congregación “doctrinas diversas y extrañas”.  Si regresas a las formas judías de adoración no tendrás derecho a participar de todos los privilegios, ni la capacidad ni la libertad que hay en la gracia de Dios por medio de Cristo (v.10; Lev. 6:25-26; Núm. 18:9,10); por lo tanto, sólo te queda un camino, acompañar a Jesús en su crucifixión y asumir como él lo asumió, el oprobio o “llevando su vituperio”, su rechazo, su juicio y muerte. Los que sirven al tabernáculo son los que sirven a Dios bajo la ley de Moisés, en las sombras y desechan la santificación por medio de su propia sangre (v.12) por la del altar levítico.

Sabes que el pueblo afuera no tiene derecho a comer de los sacrificios que ofrecen los sumos sacerdotes sobre el altar adentro. Y eso te lo convierte en una alegoría para enseñarte que del mismo modo que no comen de aquella comida tampoco tienen derecho a participar de la gracia si se te vuelves a ese sistema de culto a Dios que lo único que requiere es “sacrificio de alabanza” (v.15) que no es lo mismo que cantar salmos, himnos y canciones espirituales sino “labios que confiesen su nombre” en situaciones límites. 

Continúa testificando de Jesús, “llevando su vituperio” (v.13), acompáñale en su cruz, no tengas miedo a ser crucificado con él porque de todos modos si perdemos la vida por él “viviremos con él” que es lo que aquí llama ciudad por venir (v.14) o futura, si pierdes la Jerusalén terrenal te queda una mejor, la celestial y nueva con muros nuevos y no viejos ni de lamentos sino de gozo y si llegan a deshacer este cuerpo tenemos una segura mansión en el cielo (2 Co 5:1) porque de todos modos el cuerpo no es una casa permanente sino móvil, un tabernáculo, sagrado sí, donde habita el Espíritu Santo sí, pero armable y desarmable. Y ¿qué más da entonces que seas “crucificado juntamente con Cristo” y obtengas como un honor el martirio? Si no es para tanto en tu lugar por lo menos no te avergüences del evangelio que es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree.

 

Exposición 43

 

Qué desalienta a los pastores

 

He. 13:16,17

16Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios. 17Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso”.

 

El tema general tiene que ver con el trabajo pastoral, pero veremos un par de cosas antes para introducir el asunto. Cuando los pastores son llevados a iglesias que los hermanos se ayudan los unos a los otros, ellos permanecen allí mucho tiempo y crían sus hijos dentro de tal congregación. Es una hermosura de iglesia la que practica la “ayuda mutua” (v.16), que ya la expliqué en parte en la exposición anterior cuando se les pide que sean hospitalarios. Aunque esta última expresión añade algo más a lo anterior porque tiene dos significados, que son compañerismo y comunión, o como se ha traducido, ayuda (Ga. 6:6); con todo, el significado de ayuda mutua combina bien con hacer el bien y participar del compañerismo cristiano (10:25). 

Y para enlazarlo con lo que sigue yo diría que el Señor les pide que se ayuden como familia y que cada uno tome responsabilidad de las cargas de los otros cuando ellos no puedan sobrellevarlas porque eso es lo que se hace en una verdadera familia si los padres los han enseñado a comportarse como hermanos hasta que se mueran, estén cerca o alejados por el destino.

Y para lograr eso es necesario que los pastores desarrollen sentimientos familiares en sus iglesias, cuidándolas ellos como a sus propios hijos, hermanos, padres o madres. Sin mucho trabajo se ve que la intención del autor es que exista y madure la iglesia en torno a los pastores porque la iglesia es una familia, no sólo para recibir beneficios de ella sino para respetar al que la dirige, la representa, y es el cabeza de ella, el padre y pastor. 

La función pastoral es una función paternal o maternal, y para ilustrarlo con el ejemplo de aquel buen pastor que fue Moisés cito lo que Jehová le pidió cuando cuidaba a Israel, una iglesia de 3 millones de miembros, tan grande como ningún otro pastor la haya tenido. Su país era su iglesia. El Señor le pidió que con sentimientos maternales cargara a su iglesia sobre su pecho, peso que el buen líder consideró que era demasiado grande para su pequeño corazón, “y dijo Moisés a Jehová: ¿Por qué has hecho mal a tu siervo?  ¿Y por qué no he hallado gracia en tus ojos, que has puesto la carga de todo este pueblo sobre mí? ¿Concebí yo a todo este pueblo?  ¿Lo engendré yo, para que me digas, llévalo en tu seno, como lleva la que cría al que mama, a la tierra de la cual juraste a sus padres?” (Num. 11:11,12). 

Nota que por naturaleza y aun por llamamiento Moisés estaba de acuerdo con Dios en ser líder y guía de su iglesia, pero no que la tratara como si todos ellos fueran sus hijos, y pequeños. Le respondió a Dios que no, que él no los había parido ni engendrado, que no sentía por ellos el cariño de un padre o de una madre, que sus afectos estaban un poco más distantes que eso. Pero Dios le dijo que lo sabía pero que no debía ser, que debía cuidarlos con afectos más profundos, que su posición no era la de un cargo secular sino un lugar divino y que necesitaba esos sentimientos divinos para ejercer bien su misión.

Así más o menos quiso decirle a Dios, “me has dicho cuídalos con mucho cariño, no los trates por obligación, son difíciles de amar, pero son los que te he dado para que los ames. Sopórtalos, instrúyelos, son mis ovejas Moisés, y así es como quiero que las cuides, con todo el corazón” (Jn. 21:16). Una carga muy pesada para Séfora, Gersón, Merari, pero no para el siervo de Dios. Moisés dijo "yo no soy el padre de ellos, soy su líder, su pastor, pero ellos no son mis hijos". Dios le dijo "trátalos como hijos porque son mis hijos". Los miembros de la iglesia no son gente ajena para sus pastores sino la carne y sangre de ellos.

Por otra parte, la amplitud del cuidado pastoral identifica a los pastores genuinos. Esa es la clase amorosa y respetuosa de obediencia que debe tener la iglesia hacia sus pastores, cuando ellos se portan como una madre y “velan por sus almas” (v.17); lo que quiere decir que están atentos al estado y progreso de sus almas, que en griego la palabra es psuche e incluye el significado de alma, psiquis, aliento y vida. 

Esa pequeña palabra encierra todo el hemisferio del cuidado pastoral, la vida espiritual por supuesto, y junto a ella la vida síquica o el progreso mental y de conocimientos, y además el aliento de vida de sus hermanos y hermanas que incluye nutrición y curación si la necesitan. Toda la vida de sus hermanos es importante para los pastores y no solamente el espíritu sino su salud mental y física, si come o no, si tiene frío o no, si halla empleo o no, si se casa o se quiere descasar. La vida no es solo la asistencia a la iglesia. 

No pastoreamos almas descarnadas porque esas en el cielo están, sino almas aquí sobre la tierra que “tienen necesidad del mantenimiento de cada día”, almas que tienen estómago, piel y ojos, que sienten hambre y sed, frío, y almas que a veces lloran. Esta es la clase de pastores que da Dios a la iglesia, y sólo a esa clase ella debe estar sujeta, no a los que no les importan las ovejas y las trasquilan en beneficio propio, donde ellas viven para él y no él para ellas, ellas los sirven a ellos y ellos las engañan. La iglesia puede saber si sus pastores son realmente escogidos y graduados por Dios no por los diplomas que les haya certificado los hombres ni por la imposición de otros colaboradores sino por su corazón pastoral y por el énfasis de su escatología pastoral, concretamente el juicio de Dios, porque con “temor persuade a los hombres, pero a Dios le es manifiesto lo que son” (2 Co 5:11), ya que ante él “han de dar cuenta” (v.17).

Sin embargo, no pocas veces se nota desaliento en los pastores, si bien porque la palabra no crece y es glorificada o porque influyen muy poco las enseñanzas que se toman el trabajo de impartir a la iglesia. No todos los hermanos y hermanas son obedientes a los cuidados y consejos de sus pastores que sienten en su corazones el dolor de la indisciplina, falta de respeto y desobediencia de algunos, que echan en saco roto sus sermones y se olvidan de lo que les dicen, haciéndoles sentir que preparan sus estudios y predican sus sermones por gusto porque de todas maneras después de haberles entregado el alma en el púlpito ellos seguirán igual, a veces, habiéndoles estrechado la mano en la puerta y felicitado por sus mensajes. 

Y la única forma que tienen esos hermosos siervos de Dios es andar quejándose en sus sermones que se tornan amargos y regañones, cargados más de reproches que de gracia y más de frustración que de gozo cristiano, y eso no es provechoso para la congregación que acude el domingo a oír palabra de Dios y recibe peleas. El ideal de todos los auténticos ministros del evangelio no es tener el templo lleno de feligreses sino la obediencia de ellos al evangelio. Si ellos son felices solamente con verles las caras el domingo, disfrutar sus sonrisas de aprobación y recibir sus dineros, son infieles, porque la meta real de todo sermón es modificar con gracia y Espíritu Santo la conducta de sus queridos oyentes y presentar su amada congregación “como una virgen pura a Cristo” (2 Co. 11:2). 

Bien claro que el autor lo dijo, “obedeced a vuestros pastores” que es lo mismo que obedecer el evangelio que predican, queriéndoles decir que cuando se sienten a oírlos háganse el propósito cuando salgan de allí hacerles caso, porque ustedes asisten al culto cada domingo con intención mejorar un poco. De lo contrario desalientan a los pastores y es mejor que a ambos, a ellos y a vosotros se les note que están recíprocamente contentos.


Exposición 44

 

Convertidos por Dios

 

He. 13:18-21 

18Orad por nosotros; pues confiamos en que tenemos buena conciencia, deseando conducirnos bien en todo. 19Y más os ruego que lo hagáis así, para que yo os sea restituido más pronto. 20Y el Dios de paz que resucitó de los muertos a nuestro Señor Jesucristo, el gran pastor de las ovejas, por la sangre del pacto eterno, 21os haga aptos en toda obra buena para que hagáis su voluntad, haciendo él en vosotros lo que es agradable delante de él por Jesucristo; al cual sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén”.

 

Primero que todo algo sobre la conciencia del pastor como ella después de la Palabra de Dios es una buena brújula para guiarlo. Dice que su conciencia es buena, ya que es un requisito para que las “oraciones no tengan estorbo” (1 Pe. 3:7); y así lo es porque Dios no puede bendecir los propósitos y planes de un ministro que ante él no tiene una buena conciencia, o sea que anda mal y no “conduciéndose bien en todo” (v.18). Esa es una sencilla razón por la que muchas intercesiones no son efectivas y los que no ven cambio y bendición alguna les parecen inexplicable y lo achacan al diablo, a la falta de fe o a la voluntad de Dios, cuando pudiera ser lo opuesto, que Dios sí quiere responder lo que le han pedido y ello concuerda con su voluntad, pero en la conducta del ministro hay cosillas que impiden le de lo que han pedido a su favor. 

Y también una y otra vez nos hemos dado cuenta, que Dios bendice más pronto una vida que un sermón, una buena conciencia que muchas oraciones. Se enteren las iglesias o no se enteren de los pecados del ministro debieran orar por su perdón y después por las peticiones de su corazón. Creo que fue Calvino quien escribió que desechar la buena conciencia es peligroso. Hay que oírla hermanos, hay que oírla no sea que naufraguemos como aquellos dos en la antigüedad (1 Ti.1:19-20). Aunque no seamos salvos por ella es una brújula confiable (10:22; 1 Co. 4:4).

Las oraciones también pueden ser obstaculizadas por el príncipe del aire, Satanás. Así que si quiere “ser restituido pronto” que pida oraciones para que las dificultades que lo impiden se quiten o si está preso las puertas se abran (v.19). Aunque muchos autores piensan que por lo que dice sobre Timoteo y su deseo de ir juntos a ver a los hermanos (v.23) no es posible que él estuviera encarcelado. En este caso parece que sea el mismo de Pablo cuando dice a los tesalonicenses que una y otra vez quiso ir a ellos y el diablo personalmente interrumpía el viaje (1 Te 2:18). Debían orar para que Dios que veía al que ellos no, interviniera e hiciera huir al que complicaba las cosas.

Mira ante todo quién es el “gran pastor de las ovejas”, que es el mismo que hizo con Dios el pacto de gracia o “pacto eterno” puesto que comprometió su sangre desde antes de la fundación del mundo (1 Pe. 1:20). En los vv.7,17 se ha traducido “acordaos de vuestros pastores” y “obedeced a vuestros pastores” las dos palabras griegas que usa son ηéγέομαι, heégeomai, que quiere decir gobernador, líder; pero aquí lo mismo que en Jn. 10:11,14 la que se usa es ποιμήν, poimén que significa “un alimentador” o un pastor y en ese sentido Jesús es mega pastor que es la otra palabra que se traduce “gran” pastor; por lo tanto, hay dos diferencias sustanciales. 

Es cierto que uno puede referirse al pastor como un líder de la iglesia pero no es lo mismo, hay líderes que no son pastores como el que dirige la música, la visitación, etc., pero nuestro Señor es definido como un súper pastor por la alimentación que le da a los hermanos y nadie puede alimentar la iglesia como él; y esa regla para la grandeza se aplica a los que cuidan del rebaño del Señor y son llamados grandes no por los títulos que hayan ganado en sus estudios sino por el contenido de sus sermones y estudios. Un gran pastor puede ser hábil en áreas como la organización y otros ministerios, pero según la Escritura o sea según el Espíritu Santo es grande solamente si fortalece la salvación de los que le escuchan sirviéndoles una buena comida.  

Y el pasaje enseña a los pastores a considerar sin prejuicios teológicos cómo se convierte un pecador. Primero que todo hay que aclarar la traducción. “Algunos manuscritos (C P Ψ 6 629* 630 1505 pm latt syh) dicen ὑμῖν (humin, "en vosotros") aquí, pero ἡμῖν (hēmin) tiene un apoyo externo más fuerte (Ì46 א A Dvid K 0243 0285 33 81 104 326 365 629c 1175 1739 1881 pm syp co). Es muy probable que ἡμῖν (nosotros) hubiera sido cambiado por ὑμῖν, vosotros, que se usa al principio del versículo y viceversa” (NET). Y como eso parece tener sentido usaré primero obrando él en vosotros puesto que les desea que Dios los haga perfectos o aptos “en toda buena obra para hacer su voluntad” (v.21).

Observe en el v.20 quién y con qué se produce la conversión de un pecador de lo cual se da una síntesis en el v.21. Quien opera la conversión de un pecador es “el Dios de paz que hace la paz con el pecador mediante la sangre del pacto eterno puesta por su Hijo en la cruz, al cual resucitó de entre los muertos”. 

Y no menciona la resurrección por casualidad sino para que aprendamos que para lograr la conversión de un pecador hace falta “el poder de la resurrección”, el mismo poder que sacó a Jesús de Nazaret de su tumba, porque el pecador también está “muerto en delitos y pecados”, y necesita “los poderes del siglo venidero” (6:5), los del otro mundo, los divinos, y a su vez los ministros que tienen a su cargo “el ministerio de la reconciliación, sepan cuál es  la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos,  según la operación del poder de su fuerza” (Efe.1:19,20); que creemos por el poder de esa resurrección, que la fe hija legal del poder de Dios y no un mero optimismo carnal. 

Por ende pueden saber con seguridad que no habrá ningún convertido con sus sermones si no actúa esa poderosa fuerza celestial porque sus oyentes no conversos tienen por naturaleza una incapacitación tan grande que nadie en el cielo y la tierra puede lograr que haga las buenas obras que Dios “nos ha dado para que anduviésemos en ellas”. Por lo tanto, es Dios que mediante su Espíritu y su Palabra lo hace “apto en toda buena obra para hacer su voluntad” que de otro modo no la haría jamás sino la suya propia. 

Y no saquemos aquí nada de eso que llaman libre albedrío porque ningún pecador es tan libre como cuando es dominado totalmente por la gracia de Dios, cuando la verdad lo liberta, cuando Cristo lo hace libre, cuando es “esclavo de Cristo” y en hacer “la voluntad de Dios” encuentra su mayor libertad porque es espaciosa e infinita como el universo y nada es más “agradable” que todo lo que se hace “delante de él mediante Jesucristo” (v.21).  En eso consiste la salvación, en llegar a ser “participantes de la naturaleza divina”, formar parte de la gloria de Dios, disfrutar de su esencia y ser movidos internamente por sus deseos. La gracia no lo convierte en alguien independiente que después de ser capacitado para hacer buenas obras las haga solo, sino que Dios “obra lo que es agradable delante de él”. Las hace el hombre, pero no el hombre y es por eso que Pablo dice “yo, pero no yo sino la gracia de Dios conmigo” (1Co.15:10) y “ya no vivo yo sino vive Cristo en mí” (Ga. 2.20), o dicho en palabras netamente paulinas, es el que produce en vosotros el querer como el hacer por su buena voluntad.  Y esas palabras, están llenas de esa doctrina de la gracia que suelen llamar calvinismo, pero juzgue usted por sí mismo si esa operación divina la inventó Calvino o es enseñada por la Escritura y todos los apóstoles.

 

Exposición 45

 

Un modo culto de comunicación

 

He. 13:22-25   

22Os ruego, hermanos, que soportéis la palabra de exhortación, pues os he escrito brevemente. 23Sabed que está en libertad nuestro hermano Timoteo, con el cual, si viniere pronto, iré a veros. 24Saludad a todos vuestros pastores, y a todos los santos. Los de Italia os saludan. 25La gracia sea con todos vosotros. Amén”.

 

Voy a comentar estas palabras en relación con la exhortación filial, con el temor que alguno se crea alentado por mí a criticar a su hermano y diga que yo se lo enseñé con la Biblia en la mano. De eso nada. Yo “no tengo tal costumbre ni las iglesias de Dios”. Generalmente dejo que Dios haga su trabajo. Primero que todo me dirijo al exhortador y más tarde lo haré al exhortado. Cuando usted se dirija a un hermano tenga en cuenta que es su “hermano” (v.22) y no su enemigo, ambos son hijos de un mismo Dios, tienen la misma fe, el mismo Espíritu y el mismo bautismo. Por lo tanto, debe hacerlo con palabras escogidas, las más dulces y suaves posible, y sobre todo cuídese del tono con que le habla y la cara que le pone. 

Debo advertirle que la palabra de exhortación no tiene nada que ver con la crítica. La palabra que este autor usa aquí y que se ha traducido exhortación también la usó Pablo en 1Te. 5.11, “animaos unos a otros y edificaos unos a otros, así como lo hacéis”. Su exhortación debe ser traducida como ánimo y edificación. Pablo usa las dos palabras, exhortación o dar aliento y edificación. Si el hermano no queda animado y edificado con su conversación o con su carta, usted lo ha hecho mal. La palabra que usa aquí es la misma que usó en 3:13 y tiene que ver con abrirle los ojos al hermano para que el pecado no lo engañe, es como una palabra de aviso y de protección, una advertencia para que tome su cuidado y un pequeño impulso para que continúe fiel.

Aquí no dice “criticaos los unos a los otros”. No tiene que ver con las pequeñas motas que pudiera tener en su ojo, los comunes defectos del carácter. En este caso el autor los ha exhortado en relación con la doctrina para que en la enseñanza sean fieles al Señor. La exhortación no tiene la intención de un castigo o de vaciar un enojo. Si ese es el propósito cada palabra debe ser “con gracia sazonada con sal”; y esa es la que alza, levanta e inspira y recupera. 

Cuando exhorte a un hermano hágalo con brevedad en el contenido y en el tiempo. Hebreos dice “os he escrito brevemente” (v.22). El autor pudo decir mucho más de lo que escribió, pero para obtener su propósito limitó su extensión en contenido y longitud. Siempre es mejor dejar de haber dicho una palabra que haber dicho una de más. No diga todo lo que sabe sino menos. La exhortación deber ser corta, reducida al mínimo de modo que el hermano sea capaz de sobrellevarla porque si tiene demasiados argumentos, muchas cosas, queda aplastado y destruido, más que animado. Y tampoco no todos los días lo mismo. A personas inteligentes se les corrige una vez y después se continúa orando por ellas y se les soporta en amor, como dice “sobrellevad las cargas de los otros” (Ga. 6:2), cuyo sentido de allí cabe bien aquí.

Y si usted es exhortado de esta forma que he dicho, sopórtela, como se le ruega, “os ruego que soportéis” la exhortación (v.22), o que la sufra. A nadie le gusta que lo exhorten y esa clase de palabra hace sufrir como una buena medicina o una cirugía; y perfectamente Salomón le llama medicina (Pro. 3: 8; 4: 22).

Ya dije que la cita de la libertad de Timoteo, v.23, y el propósito de ir juntos donde estos hermanos, pudieran indicar que el apóstol (escritor) tiene más bien problemas para visitarlos que el impedimento de la cárcel. Sí está en Italia y hace llegar a ellos los saludos de la iglesia en Roma (supongo) a los judíos en Jerusalén (supongo) y a todos los “pastores y santos” (v.24). 

Y eso está bien que los pastores e iglesias más remotas, de ciudad a ciudad, de país a país, tengan alguna clase de comunicación, ya sea por cartas, mensajeros, y hoy en día hay muchísimos medios para exhortarnos, pasarnos la sana doctrina y cuidarnos recíprocamente para que ningún pastor piense que puede vivir en ostracismo dentro de su iglesia ignorando a otros que las cuatro esquinas del mundo sufren y se gozan en Cristo como ellos. Esto que el autor escribió brevemente parece más un tratado o un libro que una epístola. 

De todos modos, un buen medio de comunicación entre los pastores alejados por la distancia es la literatura cristiana y debiera haber medios para hacer barata esa clase de contacto y los más favorecidos en Italia pudieran enviar algunos buenos libros apostólicos a sus hermanos pobres en Israel. Sobre todo, si los que han adquirido bienes de este mundo son deudores espirituales de otros que no sabemos por qué se han quedado pobres. Tal vez no es culpa de ellos sino de los políticos del país al cual pertenecen. 

Y esa literatura buena, paulina y sabrosa debiera alcanzar a “todos los santos” (v.24) que si no tienen recursos para comprarla se la pudieran pasar en calidad de préstamos circulares como aconsejó el apóstol con la producción de su pluma, cuando ya todos los santos de una iglesia habían leído su documento. Quería que leyeran literatura cristiana, se la pasaran a los hermanos y hermanas de otra congregación, “cuando esta carta haya sido leída entre vosotros haced que también se lea en la iglesia de los laodicenses, y que la de Laodicea la leáis también vosotros” (Col. 4:16). Hoy por lo que se llama “derecho de autor”, copyright, no es lícito hacer copias a la mayoría de los libros, pero si los pastores a los cuales el apóstol le envía sus saludos son amantes de la lectura pudieran aconsejar a las iglesias que en vez de gastar tanto dinero en comidas fraternales compren libros y formen una biblioteca, y primero que eso, que transmitan ese amor por la lectura a sus santos. Y ¿con qué milagro un santo puede ser santo y fiel sin leer “libros y mayormente los pergaminos”? (2 Ti. 4:13). Ese buen hábito de lectura es un gran intercambio de cultura y una forma saludable de comunicación. Entonces, hermanos, en nombre de este autor y no teniendo yo más nada que decirles, me despido deseándoles que “la gracia sea con todos vosotros. Amén”. 

 

Notas a la epístola de Santiago

“Pero ¿quién es Santiago? ¿El que se llama ‘siervo de Dios y del Señor Jesucristo’? (1:1). Hay tres hombres que se llaman Santiago en el Nuevo Testamento: Santiago el hijo de Zebedeo, uno que pertenece al círculo más estrecho de los apóstoles; Santiago el hijo de Alfeo, probablemente puede ser identificado como Santiago el menor; y en tercer lugar Santiago el hijo de José y María el hermano del Señor. Usualmente se piensa que Santiago el hijo de Zebedeo murió como mártir en una fecha temprana (44 d. C.), y quien se cree ha sido el autor de esta carta. Aun así, no obstante, no se puede asegurar. Ninguna cosa dentro de la carta desmiente el hecho de que su autor sea Santiago el hijo de Zebedeo y ciertamente todos los otros argumentos que proponen una fecha posterior son dudosos. La única razón para excluir a ‘Santiago el Menor’ como autor es muy frágil porque dice que se conoce muy poco acerca de él. Pero es que lo mismo se puede decir de Judas que su nombre es lo único que se conoce sobre su carta. Pero una larga tradición cristiana atribuye a Santiago el hermano del Señor esta epístola. No fue hasta el siglo XVI que se puso en duda su autoría y desde entonces esa problemática ha continuado. Si no se puede decir otra cosa además que tenga fundamento entonces, sino solamente la calidad del griego que usa, para negar que el hermano del Señor sea el autor, más bien lo que podemos hacer es felicitarlo y darle las gracias. Examinando la epístola es posible darse cuenta que las iglesias en ese momento estaban bien establecidas. Por ejemplo, se estima que la fecha de confección de esta carta y de su ambiente oscila entre los años 70 y 130 d. C. El argumento aparentemente más sólido en contra de esta carta es la discrepancia de la doctrina de la justificación que presenta, con la doctrina de la justificación que presenta el apóstol Pablo. La fecha tradicional que se acepta para la muerte de Santiago en Jerusalén es el año 62 d. C.” (The Bible Speaks Today).

 

“Esta epístola suele ser llamada universal porque no fue escrita para una persona en particular, como las epístolas a Timoteo, Tito, Filemón, ni tampoco a una iglesia en particular, como a los Romanos, Corintios, etc., sino a los judíos en general, dondequiera que ellos estuvieran. El autor es llamado Santiago o Jacobo; sin embargo, hay dos nombres que se aplican a los apóstoles de Cristo; unos piensan que es el hijo de Zebedeo y hermano de Juan, según la versión siria, uno de los tres apóstoles que vieron la transfiguración de Jesús, Pedro, Jacobo y Juan. Sin embargo, el tiempo y la ocasión no parece favorecer al hijo de Zebedeo, pero el tiempo y la ocasión no lo favorecen puesto que fue martirizado por Herodes en el año 44 (Hch. 12:1); unos piensan que fue escrita por los años, 60, y otros por el 63; y está claro que aparece cuando ya el evangelio se ha extendido por el mundo de los gentiles y recibida por la dispersión judía; también que no pocos hipócritas fingían haberse convertido, falsos maestros ensenando lo opuesto; por eso mejor nombre para su autoría es el hermano del Señor que estuvo presente cuando el problema de la circuncisión en Jerusalén fue discutido (Hch. 15:1), y que Eusebio le llama Oblias y parece que fuera el obispo de Jerusalén y pudo haber sido el autor; algunos de aquella época la tenían como espuria  pero es que muchos de los conocidos escritores de la antigüedad la mencionan, entre ellos: Ireneo, Tertuliano y Origen, y la tenían como canónica. Las objeciones que se le hacían a su admisión es la aparente discrepancia con Pablo sobre la doctrina de la justificación, diciendo que la ley de Moisés es perfecta y una ley de libertad, que insiste demasiado en las obras, lo cual no es un énfasis propio de un autor inspirado por Dios” (John Gill).

 

Introducción                                  

 

Una lectura completa de esta epístola, por su quebradizo contenido, tan disímil, y sus abruptos cambios de asuntos, tal parece que su autor ha sido un oyente de Santiago, algún miembro de la iglesia de Jerusalén que recogió apuntes de las enseñanzas de su notable maestro, y después decidió hacer una transcripción completa pegando sus retazos en un solo documento. Por tal o más cual hermano teniendo acceso a los apuntes de Santiago los tomó como si el autor estuviese vivo y decidió por su pertinencia evitar que tan preciosas exhortaciones se perdieran, y fue entonces que la puso a disposición de la iglesia judía, que posiblemente ahora en la dispersión recordaban aquellos tiempos cuando se encontraban debajo de su púlpito, para que circularan.

Si hay una epístola que ha sido muy controversial ha sido esta. Primero por su tardanza en ser conocida y admitida dentro del canon del Nuevo Testamento. La primera referencia a ella como escrita por Santiago “el Justo” la tenemos de Orígenes, alrededor del año 253. La Iglesia Occidental no la aceptó sino hasta finales del siglo siguiente, el cuarto, en el Sínodo de Hipona en el 393 y en el Concilio de Cartago en 397, aunque Jerónimo y Agustín ya las habían aceptado antes. Convincentemente no se puede citar ningún escritor antiguo que haga referencia a ella hasta 125 años de que fuese completada.

Su autor dice que se llama “Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo” (v.1). Tradicionalmente la iglesia la ha adjudicado a Santiago el hermano del Señor. Santiago dice dirigirse “a las doce tribus que están en la dispersión” (v.1). Lo que hace evidente que sus destinatarios eran judíos y no gentiles. Su propósito no es instruirles en doctrina, no hay que afanarse por la doctrina, sino exhortarles a vivir rectamente la fe que ya habían aceptado. Su fin es eminentemente práctico y eso es necesario tenerlo en cuenta cuando vayamos a exponer el capítulo dos donde parece contradecir la doctrina paulina de la justificación por la fe y no por las obras, que hizo que Lutero la desechara calificándola como paja. Ya que se identifica como siervo del Señor Jesucristo hay que asumir que a los judíos que tiene en su mente al escribir, les habla pensando que son cristianos, sin embargo, este documento por su contenido y su lenguaje es más apropiado para judíos a secas, o sea sin el apellido de cristianos. El feroz lenguaje, en algunos pasajes que utiliza, es más propio de Moisés que de Jesús, y hace un contraste marcado con la suavidad de la gracia en el apóstol Pablo, incluyendo algunas enérgicas exhortaciones.

 

Notas

Voy a dividir este capítulo según me parecen sus asuntos, como tengo fijo la idea que son reminiscencias o recortes de las enseñanzas de Jacobo, o Santiago, o sea, sus recuerdos, suponiendo que fuera él mismo quien haya usado sus notas previas o que algún amanuense las haya tomado y él rubricado. La constitución del documento permite pensar en una confección.

Sgo. 1:1-4

1Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. 2Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.

Sgo. 1:1

“A las doce tribus que están en la dispersión: saludos”. Las doce tribus a quien dedica sus saludos como tales ya no existían, pero es como decir “a los hermanos judíos dondequiera que habiten, en el mundo entero”, que cuando esto llegue sus manos estén saludables, porque “la salud es lo primero”. Aunque dice que es “esclavo de Jesús el Mesías”, se nota la ausencia de la palabra “gracia”, en el sentido que tiene que ver con la salvación, por ejemplo “gracia y paz”. tan común en un ministerio como el de Pablo, dentro de los gentiles. Santiago la menciona dos veces en 4:6, como una ayuda para los humildes, un favor, no en relación con el perdón de los pecados y la justificación. Soy uno de los que se pregunta cuan efectivo pudo ser el apostolado de Santiago entre los judíos, predicando a Jesús como el Mesías, el cumplimiento de las profecías, sin mencionar ni una sola vez cruz y crucifixión.

 

Sgo. 1:2, 3

2Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia”. Esas palabras exudan un clima de persecución, rechazo o discriminación. Llama a los judíos afligidos por el rechazo de su propia comunidad judía, y por añadidura la sociedad grecorromana. Si reorganizo sus palabras, quedarían así “hermanos tengan fe en el Señor, sean pacientes que quienes sufren por él y la doctrina, no deben suspirar sino tomar la discriminación y el latigazo de la crítica y el ser tenidos como ciudadanos de segunda clase, téngalo todo como un honor y ocasión para recibir de Dios la aparición de virtudes, fe y paciencia, a la larga, tendréis una personalidad perfecta, cabal e impactante sobre la sociedad”. Eso es sufrir con dignidad y aptos para pagar el precio, dos y muchas veces. Hombres y mujeres, también jóvenes y niños, formados con las tablas de Moisés, la gloria del Sinaí, transfigurados, metamorfoseados, con la gloria de Jesús, con sus parábolas y sermones formando vidas trascendentes, “perfectos como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mt. 5:48).    

 

Sgo. 1:5-7

5Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. 8El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Esto es un recuerdo de alguna plática de Santiago, o lo escrito por su amanuense. Piensa en los judíos cristianos inconstantes que se quejaban del logro de sus oraciones, como si ellas no hubieran sido recibidas por el Señor. Es como si les dijera, “se quejan de la lentitud con que Dios responde las oraciones y que tampoco las responde, ustedes se alejan decepcionados que la situación no mejora, las oraciones no cambian las cosas, las promesas son más grandes que las respuestas” y Santiago les dice que con ese bamboleo de la fe y la impaciencia, y traumados por la decepción abandonan la profesión, prueba que con inconstancia no logran nada, y que actúan así con la vida cristiana como actúan en cualquiera otra cosa y camino. Es un problema de personalidad y falta de madurez cristiana. La paciencia es el ejercicio de la fe.

 

9El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; 10pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. 11Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas”. Supongo que quiera decir que de gracias a la gloria de Dios por la bendición de haber hecho pie en una situación de inestabilidad económica, a lo que Santiago llama exaltación, como cobrar un respiro en una situación económica precaria. Con razones o sin ellas, los ricos son envidiados o criticados por su prosperidad, porque buscan su propio beneficio y no el de aquellos, que emplea. Aunque las empresas capitalistas se aprovechan del buen trabajo de sus obreros, hay formas legales para que ellos les ofrezcan a sus obreros, beneficios. De todos modos, las palabras de ilustre Santiago, con su ilustración de las flores y eso de que “todas” sus empresas irán a la bancarrota, respira una incomodidad contra esos prósperos.

 

Nuestros hijos merecen que respetemos a su madre

Sgo. 1:12-15

12Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. 13Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. La tentación que tiene en mente el escritor es la relacionada con el sexo, de un lado o de otro, hombres tentados y mujeres, lo mismo. El premio, según él de no caer en brazos de alguna concupiscencia, es la corona de la vida, y eso suena como la eternidad, pero prefiero pensar que es el triunfo en su vida cristiana, el triunfo con su mujer y el triunfo de sus hijos que no tendrán un padre mujeriego. El éxito en el matrimonio y en la educación y el ejemplo con los hijos, es un triunfo loable. Lo que no se debe hacer, si se comete la locura de la traición, echarles la culpa a quien compartió su pecado, a las circunstancias o a Dios. El problema está en uno mismo, en, con la ayuda del Espíritu y la Palabra, evadir y decir, unas cuantas veces en la vida, un rotundo no, al diablo y a la codicia de los ojos y los sentidos. Para pecar de ese modo, el sexo se halla indómito. Y si fuera necesario, huir, cambiar de trabajo o pedir algún supervisor, al contarle la situación, que le ofrezca consejos y oraciones. Un buen amigo. En la fornicación y el adulterio no hay felicidad sino amargura para todo el mundo, y se desvanece la reputación. La obediencia a Dios, el respeto a la familia, a la iglesia, debieran ser frenos para tener los ojos tapados para la mujer de otro (Ge. 20:16). Nuestros hijos, por el orgullo que nos tienen como padre, merecen que ganemos la guerra contra nuestros malsanos instintos.

 

Es mejor soportar que ser soportado

Para llegar a este título organizo el pasaje y lo expongo como mejor pueda.

Sgo. 1:16-25

16Amados hermanos míos, no erréis. 17Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. 18El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas. 19Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas. 22Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos. 23Porque si alguno es oidor de la palabra, pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. 24Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. 25Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.

 

No resisto al deseo de comenzar por abajo, donde se dice que los buenos sermones bíblicos, la lectura de la Palabra de Dios, son un espejo, moderno, no como los espejos antiguos que uno se miraba, como dice Pablo, “oscuramente” (1 Co. 13:12). El Espíritu siempre acompaña, para arriba y para abajo, la Palabra, ese bendito libro, que acariciamos, que es obra de la Tercera Persona divina. Cuando oyes un buen sermón, puede que te veas retratado, o retratada. No vale la pena ir a oír lo que se dice desde un púlpito, si no se “abre” correctamente el texto escogido para el sermón (Lc. 24:32), que con oración y reflexión emerge un significado que el Espíritu Santo hace que brote desde el pasaje leído.  

Se va a oír un sermón para mejorar la vida cristiana, y para eso, antes que todo pase al olvido mientras nos marchamos, es bueno extenderlo un poco con personales y sabias aplicaciones. Eso de olvidadizo no es que se salga de la memoria, sino que no se aplique. Ahora voy arriba, mira que destello de ternura pastoral el severo Santiago expresa, “amados hermanos míos”, y tomo la expresión no solo refiriéndose a sus compatriotas sino a los de la iglesia judía, a los que han tenido la experiencia del nuevo nacimiento, o sea, los cristianos de su nacionalidad, renacidos por el poder de la palabra de verdad, el evangelio, hijos de un Dios que no tiene, cuarto menguante o cuarto creciente, fases como la luna, y que imitamos cuando, según su aplicación, en nuestro comportamiento explosivo y colérico que se enoja pronto, y no tiene en cuenta que es mejor soportar que ser soportado. Y, para terminar, participando del resumen, según Santiago, la vida religiosa consiste en dominar la lengua, no parecerse a la sociedad donde se testifica la fe en Jesucristo, que la congregación no sea un pedazo de mundo con etiqueta de iglesia cristiana, y donde se practica un humanismo social bien recibido por todos.

26Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. 27La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo.

 

 

 

Sgo. 1:5

5Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. No dice “conocimiento” porque entonces diría “estudie”. Si alguno quiere conocimientos que se aplique a los libros. Pero dice sabiduría. No obstante, la sabiduría también contiene conocimientos y aprendemos que mientras nos enseñan debemos orar para que lo que sepamos venga con gracia. La sabiduría exige un poco más de dolor del pensamiento, como estirándolo y sacudiendo los informes, y elevando a Dios peticiones de luces, para que la vista se aclare y se tome la decisión y posición, responsable, oportuna, y perenne. Se aprende en oración. El Espíritu Santo y la Escritura maniobrando dentro de una reflexión. Sí Señor, para que pueda vivir lo que aprendo; no sea yo grande en conocimiento y pequeño en fe y vida. Pides a Dios muchas cosas, pero ¿pides sabiduría para tu vida cristiana?

 

Señor sé complaciente con nuestras oraciones

Sgo. 1: 6

“Pero que pida con fe, sin dudar; porque el que duda es semejante a la ola del mar, impulsada por el viento y echada de una parte a otra”. Santiago habla a mi alma como un predicador de la ley de Moisés y no como un apóstol del evangelio; me doy cuenta, que estoy oyendo a un hombre distinto a Pablo, Pedro, Juan; hasta diferente a David y al mismo Moisés. Quizás hay menos evangelio en esta epístola que las de otros autores neotestamentarios; se debe quizás al mal uso que ve que estaban haciendo con la gracia de Dios, confesando y viviendo sin la ley, como si el cristianismo evangélico estuviera sin ley. Convertían en libertinaje la gracia de Dios como dice Judas, v .4, y se infiere en algunas expresiones de Pablo (Ro. 3: 8; 6:1). Bendice nuestras oraciones. Sé complaciente con nuestras oraciones, mi Señor. 

A veces, Señor, uno no “duda” pero no está “seguro” que vaya a recibir lo que está pidiendo. Me parece que no es lo mismo dudar que no estar seguro por falta de conocimientos y se ora así: "Señor si quieres puedes limpiarme". Sé que puedes, lo harías si lo deseas, pero ignoro si lo vas a hacer o no. Señor, la duda es despreciable y no merece recibir nada quien duda, pero ten compasión de aquellos que ignorando la sabiduría de tu providencia no están seguros de recibir lo que piden. En la duda uno, como la onda marina, va en flujo y reflujo de una parte a otra, de estar seguro y de no estarlo; pero la inseguridad por desconocimiento se sitúa en un punto, está confusa pero parada, no se mueve, la acompaña una especie de estática inmovilidad; está triste y mirando al cielo, temblando, ansioso e inseguro pero agradecido con Dios y esperando como un hijo que pide a su padre, pero no sabe si es el momento o el padre se agradará y se lo concederá. Oh, Señor, que mi fe tenga más sabiduría. Amén

Sgo. 1:6-8

6Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. 8El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”. Es “inestable” (BTX). La constancia en lo que se va haciendo es importante, sin aburrimiento ni pesares sino con deleite en su ocupación, sacando deleite de su vocación. Este debe ser el hombre que duda, que tiene dos almas; Señor, si mientras oro dudo, sana mis dudas o incertidumbres, son las primeras cosas en mi confesión, y después las necesidades, si hay alguna no cubierta. No quiero hacer peticiones sin comunión contigo. Debo estar quieto para conocerte (Sal. 46:10); que antes de pedir otra cosa sean ellas, si existen, las que me quites. Oh sí, es una bendición ser libre de dudas, aunque no se reciba nada más. Pero aquí no se refiere a su zigzagueo espiritual sino a su bamboleo en la vida, "en sus caminos", que actúa repugnantemente para con el Señor, se comporta como un incrédulo en una ocasión y como creyente en otra.

Sgo. 1:9-11

9El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; 10pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. 11Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas”. Todo esto, que parece discontinuo, dan ideas de retazos de las enseñanzas de Santiago (empresas, en gr. viajes, caminos, procedimientos). En sus "caminos" pecaminosos, no es sus "empresas"; aunque la idea de que el tiempo lo marchitará, al pobre también el tiempo lo erosiona y lo decae, se refiere más bien a que la maldad lo marchitará, lo entristecerá y lo decaerá, sobre todo interiormente.

 

No culpes a Dios quizás fuiste tú 

Sgo. 1:12-18

 

12Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. 13Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte. 16Amados hermanos míos, no erréis. 17Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación. 18El, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”.

 

No atribuyas a Dios tu infidelidad. No culpes a Dios por tus caídas porque él está presto para levantarte. ¿No te acuerdas que Dios es inmutable? El que te salvó no te entregará a la muerte, el que te prometió la corona de la vida, ¿permitirá que peques para que la pierdas? La salvación es un "don perfecto" y no quiere que te quepan dudas que no quiere que la pierdas. No es la voluntad de Dios que seamos atraídos por nuestras concupiscencias y sensualidades, sus deseos son que seamos santos y fieles siempre. 

Y ¿por qué los cristianos caen en pecado, por qué los consuman? Porque no solicitan la ayuda del Espíritu Santo ni gracia para obedecer, y entonces son "atraídos y seducidos" (en gr. engañados, atrapados). Oh, hermano, fe en la Palabra de Dios. Ya la has aprendido. Necesitas fe para creerla y entonces obedecerla. Si el temor al Señor no te falta no pecarás aunque entres en el proceso de la tentación, el último paso, la consumación del pecado, no lo darás y por lo tanto, no llegarás a la muerte. Di: "No, eso no lo haré porque lo he aprendido claramente de la Escritura que es pecado y no quiero convertirme en un desobediente. No puedo ofender a Dios de ese modo. No es necesario que llegue al pecado". Aquí se refiere a los que dejando al Espíritu Santo se entregan a la lascivia y a los deseos de la carne y renuncian a la vida de la fe.  Dios es inmutable. Mira la inmutabilidad de Dios en relación con la fidelidad final; su inmutabilidad tiene que ver con su naturaleza y con su carácter, sus hijos no perecerán. 

 

La salvación es perfecta porque Dios es perfecto 

Sgo. 1:16-18

"Toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto, desciende del Padre de las luces, con el cual no hay cambio ni sombra de variación". Algunos creyentes cuando estudian a Dios en teología suelen hacerlo de un modo muy frío porque lo hacen independiente de la salvación, sin aplicación a la vida cristiana. Las doctrinas de la Biblia así no han sido enseñadas; Dios se ha revelado al hombre, con el fin de salvarlo, no para que le conozca por conocerlo sino para cambiarle su condición. La teología, la enseñanza de doctrinas es algo maravilloso porque la Biblia es un libro práctico. Específicamente estoy pensando en la doctrina de la inmutabilidad divina. Dios no cambia. El texto dice que no cambia en relación a la perseverancia en la salvación. Si notas en el texto te darás cuenta de ello. Santiago parece muy disgustado con los que cometen pecado y le echan las culpas a Dios alegando que él los tentó, que les puso la tentación enfrente para que la cometieran o por lo menos que no la impidió. Así que es mi propósito enseñar la inmutabilidad de Dios en relación por la perseverancia de los santos en la gracia de Dios.

No atribuyas a Dios tu infidelidad. ¿Estás desesperado y avergonzado? No culpes a Dios por tus caídas porque él se halla presto para levantarte. ¿No te acuerdas que Dios es inmutable? El que te salvó, ¿te entregará a la muerte? El que te ha prometido la corona de la vida porque te ama, ¿lo hizo mintiendo? ¿Acaso no es “imposible que Dios mienta? (v. 12). La inmutabilidad de Dios lo hace perfecto en su trato con las criaturas, moralmente fiel (2 Ti. 2:13), y cualquier don que otorgue a sus criaturas es perfecto, bien hecho, acabado, completo, que significa: "que lo lleva a un fin, que no le falta nada, maduro". La salvación, recuérdalo, es un “don de Dios” (Efe. 2:8), no una hazaña humana, no un descomunal esfuerzo para ganarse el cielo. La perseverancia de los santos contempla la actividad humana, que incluye oír atentamente la Palabra, la oración, la exhortación, etc., pero no es una actividad humana que se origina en la naturaleza humana sino en el Espíritu de Dios (Flp. 1:12,13). Si la salvación no es perfecta Dios tampoco lo es. Nota que la palabra perfección tiene que ver mucho más con el fin de una cosa que su mismo origen. El origen de la salvación determina su fin porque lo que comienza con el Espíritu no acaba con la carne, pero cuando se trata de un cristiano que ha sucumbido a un pecado debe pensar en ambas cosas, en el origen de su salvación, que lo hizo nacer y que consumará su don.

Santiago no está hablando sobre un pecado cualquiera sino de los que dejando el Espíritu del Señor se entregan a los apetitos de la carne y renuncian a la vida de fe. Por eso miramos la inmutabilidad de Dios en relación con la fidelidad final, no continua. Aunque en nosotros no esté la salvación completa, en la mente de Dios sí lo está y pastoreará a sus ovejas de modo que no se pierda ninguna de ella. La inmutabilidad tiene que ver con su naturaleza y con su carácter; ni uno solo de aquellos que él redimió con un precio tan alto se perderá. Dios no cambia, no hay eclipses en él, ni siquiera una sombra de variación. Si él no cambia, no cambia ninguno de los atributos con los cuales se relaciona con nosotros para nuestra salvación. No cambia su verdad, jamás mentiría, no cambia su amor, aunque las cosas parezcan difíciles, él nos amará siempre, su plan de gracia, no por obras tampoco sufrirá alguna variación.

Sgo. 1:22-25

"Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace". Santiago enfatiza mucho la práctica de la vida cristiana, como si pensara en gentes que exageran la fe y la gracia, y al tanto negar las obras como medio de salvación, no viven como es digno del evangelio; o Santiago querría lo imposible, reconciliar la gracia y la ley. Y él es libertad (2:12). La gracia es la sustancia de la ley. Si obras como dice la Biblia, espera el éxito.

Sgo. 1:27

"La religión pura y sin mácula delante de nuestro Dios y Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones, y guardarse sin mancha del mundo" (Hch. 26:5; Col. 2:18, aquí la palabra religiones traducida adoración, culto). Religión es: (1) humanidad, identificarse con el sufrimiento del prójimo, ayudarlo a soportar sus cargas, aliviándolas con nuestra presencia allí con palabras amables y consoladoras y con hechos de amor; llenar el sentimiento de soledad que sufren, en fin, presentarnos como un ángel de Dios en sus vidas; y (2) procurar que nuestro testimonio no se manche, siendo santos para que no se salpique con ninguno de los lodos del mundo. Amén. 

 

Señor, lo mismo que hoy te pedí para Romanos te suplico para esta pequeña epístola de tu palabra, que me ayudes y comiences por mí el más necesitado de tus beneficiarios de tus bendiciones. Haz que tu pueblo se edifique con ella, si tú crees que mis comentarios, bajo tu guía, puedan servirle para algo. Amén.

27 Mayo 1992.

 

 

Exposición 1

La fe acosada por los cuatro costados

Sgo. 1:1-4

1Santiago, siervo de Dios y del Señor Jesucristo, a las doce tribus que están en la dispersión: Salud. 2Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, 3sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. 4Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna”. 

Parece cortante su saludo, en vez del saludo apostólico gracia y paz, se reduce a un Salud. Más bien, saludos (jaírein). Quizás no por ser seco, sino por ser breve, por entrar de lleno rápido en materia. ¿No solemos nosotros también ser poco afectuosos por andar de prisa?  ¿No nos guardamos hermosos sentimientos, que ayudarían a otros si se los expresamos, ayudándolos a vivir? Tal vez tampoco fuera por eso, sino que no deseando suplantar a los apóstoles, no ser tomado por alguno de ellos, conociendo sus escritos, prefiere no saludar como ellos. Él se había llamado siervo de Dios y del Señor Jesucristo y adapta su brevísimo saludo a eso. Si es cierto que era el hermano del Señor, pues obra en consecuencia, no poniéndolo como titular en su presentación. Puede que su salutación lo que refleje es la contención humilde de un gran cristiano, que le basta como presentación hallarse trabajando como un siervo para Dios y para su Hijo Jesucristo.

El hermano Santiago no hace ninguna referencia a alguna posición ganada o conferida por la iglesia, no pretende buscar autoridad para que su documento sea recibido, escribe como uno que ya posee eso y que, con el simple hecho de enunciar su nombre, es suficiente para que los dispersos sepan de quien se trata, aunque muchos llevasen uno igual. Nadie le discute la posición que tiene ni él teme tampoco que pueda ser tenido como un usurpador o un hombre sin autorización divina para hablarles como lo hace ni que otro expida un documento similar al suyo o bajo su propio nombre, como le sucedió a Pablo. Posiblemente hace eso porque el contenido de su epístola era bien conocido por todos, habiendo predicado ante todos, las mismas verdades que ya sabían.

Que no es un hermano con un corazón seco e incomprensivo se demuestra en que sus primeras palabras van dirigidas a asumir una actitud frente a los sufrimientos y dar una explicación de ellos. En realidad, Santiago no emplea la palabra sufrimiento, que sería el efecto de la prueba. Es esa la palabra que utiliza, “pruebas”. No tiene la idea de un examen que Dios haga para conocer ciertas cosas en nosotros. Las pruebas a que Dios somete a sus hijos no son para enterarse él de nada, porque todo lo conoce de antemano, sino más bien nosotros. Somos nosotros los que enojados o tristes nos enteramos, si juzgamos con imparcialidad nuestro comportamiento en las pruebas, los que comprobamos lo reducido que somos por dentro y lo pequeña que es nuestra fe.

Ninguna prueba es “causa de gozo sino de tristeza” (He.12:11), pero Santiago nos exhorta a lo contrario a tener por sumo gozo. ¿Cómo puede uno alegrarse con la dispersión, ser tirado en un país extranjero y obligado a hablar una lengua que no es la suya? ¿Cómo podrá uno acostumbrarse a otro clima, a otra cultura, al menosprecio de ser un ciudadano de segunda en parajes extraños, a ser rechazados como una peste por su religión, a conseguir los empleos peor remunerados, a la discriminación, a enfrentar la enfermedad sin recursos financieros, a la pobreza, al maltrato? No nos dice que contamos siempre con la compañía del Señor, con el consuelo del Espíritu Santo. Quizás eso lo hubiéramos esperado que lo dijese, pero no lo hace.

El, mira la prueba de frente a frente, como prueba misma, como adversidad, su intención no es consolarnos por medio de la fe sino explicarnos la prueba de ella. No es que él piense que Dios está ajeno o indiferente, pero lo que quiere enseñarnos es a mirar las cosas en su plano más bajo, del modo más natural posible, analizar el impacto que produce nuestra circunstancia sobre la base de nuestras creencias. Aunque Santiago da la idea de “testar”, como se hace con los metales para asegurar su legitimidad y por ende su valor intrínseco, no es su intención hacernos pensar que nos hallamos pasando un examen y que resultaremos premiados o graduados si lo sacamos bien. Lo que pienso es que su enfoque va dirigido a mostrarnos que las adversidades contribuyen a nuestro bien, especialmente el impacto que ellas producen sobre la fe. Fíjate que no dice que se descubrirá si es buena o imitación, sino que ello engendrará paciencia (v.3). Y la paciencia a su vez permitirá con el tiempo que el creyente se perfeccione.

La palabra cabales, es “holocléroi” que quiere decir por todas sus partes. La prueba de la fe va dirigida a perfeccionarnos, a madurarnos en los caminos del Señor “por todas partes”, por los cuatro costados, en nuestra persona, en la de la familia, en las finanzas, en la salud, y a convertirnos en maestros, incluso en aquellas áreas menos sospechadas, de modo que cualquier parte de la vida cristiana, si fuera luego chequeada se note que ha mejorado consistentemente. La fe es la que origina paciencia, una paciencia cristiana. La paciencia no origina fe que es un don de Dios por medio de su Espíritu y su Palabra. Hay una relación muy estrecha entre la fe y la paciencia, la fe probada origina paciencia, (y siempre las diversas adversidades van dirigidas primeramente contra la fe que es el tronco y la raíz de todas las otras virtudes como el amor, el gozo, etc.) pero la paciencia no es otra cosa que la fe en las promesas de Dios. Paciencia es fe sentada. Y el ejercicio continuo de la fe en lo que el Señor ha prometido contribuye al perfeccionamiento de la esperanza y de todo lo otro. En una palabra, es la fe, con cualquier otro nombre, la que si sacudida por una situación, no se cae, la que perfecciona la vida cristiana, en la superficie y en lo profundo, hasta que sea muy semejante a aquel varón perfecto, Cristo Jesús (1Pe.1:7). Esa es la razón por la que Santiago pide gozo y no pesadumbre por las adversidades, no es mirarlas de modo optimista y natural, sino confiados y asegurados en lo que el Señor ha prometido y lo que contribuye para nuestro perfeccionamiento espiritual, aunque haga brotar suspiros y lamentos, al fin no será malo.

 

 

Exposición 2

No dudes de Dios, ora, espera

Sgo. 1:5-8

5Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. 8El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos”.

 

No se puede comprender el significado de todas las adversidades (pruebas); pero todas tienen alguno, no hay acontecimiento que nos ocurra, aunque lo juzguemos desventajoso, que no tenga algún sentido providencialmente hablando. Lo que sí es cierto, es que cuando nos hallamos inmersos en la tribulación, casi no podemos mirar afuera de ella, es muy difícil mirar más allá de una cortina de dolor. Ninguna tribulación al presente parece causa de gozo sino de aflicción (He.12:11); y lo que el Señor hace en ese momento (ahora), no se puede comprender, sino que se entenderá después (Jn.13:7). No cabe duda, que, hay que esperar para poder entender las actuaciones de la providencia y eso implica paciencia y fe. Como no podemos, y ¡Dios nos libre!, acusar a Dios de despropósito alguno con nuestras vidas, tenemos que asegurar nuestra fe y esperar que pasen los acontecimientos y en cada momento hacer lo más sabio. Sobre eso es lo que nos trata el siguiente segmento.

Así que, además de tener paciencia para que acabe todo (Efe.6:13), otra cosa que podemos hacer al hallarnos en la prueba de la fe es orar por sabiduría para entender en alguna manera lo que nos está pasando. Quizás eso contribuye en algo a la fe, porque una de las cosas que más la debilitan es el desconocimiento de la situación y en qué va a parar todo. Lo desconocido produce una angustia indescriptible. Si llegamos, por la gracia de Dios, a entender lo que nos está pasando y podemos, entrando al santuario de Dios, comprender cual haya de ser el fin de todo, eso nos aliviará enormemente y agrandará nuestra confianza para soportar (Sal.73: 17). Quizás mis amados, como la prueba, va dirigida a sacudir nuestra fe, al entrar en ella, orar por sabiduría debiera ser de las primeras cosas que hagamos para no convertirnos en una masa de desalientos y masculladas palabras de protestas y reproches. Si alguno tiene falta de sabiduría, pídala a Dios.

Realmente que el tenor de todo ese versículo (v.5), parece escrito para que lo hagamos de veras. Hay dos palabras que lo indican, “abundantemente o generosamente”, liberalmente. Como si el Señor nos estuviera mostrando lo que tiene, que es mucho, inmensamente e invitándonos a su vez a acudir por nuestra porción. Si a uno lo que le falta es inteligencia para entender su situación y poder tener fe en él, ¿cómo la negará si se la pedimos con ese propósito? Hermanos, miremos las cosas siempre como Dios las miraría, bajo su punto de vista, de acuerdo y en relación con su plan para nosotros, y sobre todo, de acuerdo a su bondad y jamás conforme a alguna supuesta aspereza.

La otra palabra invitadora es sin “reproche”. Algunos hombres dan, pero al tiempo que lo hacen nos advierten que lo administremos bien y que no volvamos por más; sobre todo acumulan una enormidad de reproches en nuestros oídos si anteriormente no hemos sido sabios en administrar o entender. Pero así no pasa con Dios, aunque le hayamos fallado una decena de veces en entender su plan, aunque hayamos sido hijos faltos de fe, aunque hayamos sucumbido de impaciencia, si le pedimos esta vez sabiduría, nos daría mucha y sin un sólo reproche que nos humille. Oh. Señor, ayúdanos a entender por qué nos pasan las cosas, hacia donde ella nos conducen y que modo tenemos para dar un buen testimonio de fe. Amén.

Santiago nos ha conducido al medio para obtener la solución, la oración, pero ahora no se queda ahí, nos hace una advertencia apropiada, la presencia de la fe en la oración. Entonces, miremos la radiografía de un dudante: Pida con fe no dudando nada (v.6). No inmediatamente que la fe es probada desaparece, quizás uno empieza a dudar cuando la prueba se sostiene; cuando la iniquidad se mantiene sobre la heredad de los justos es cuando ellos extienden su mano hacia la iniquidad. En los primeros días de ser probados es cuando hay que pedir la sabiduría, no salirnos del problema, no que cambien las cosas, sino que nos ayude a comprenderlas. Pero en los primeros días es cuando hay que orar. Si esperamos mucho orando, pero no por sabiduría, orando sin entender la prueba, la fe puede aflojarse. Si la fe se agrieta todo se viene abajo. La generosidad de Dios, su buena disposición de otorgarnos sabiduría deben ser nuestros incentivos para no desmayar.

Santiago, en vez de dibujarnos una estampa del hombre que tiene fe y recibe de Dios lo que quiere lo que hace es hacernos una de autopsia de un hombre que duda. La duda es la muerte. Así es la Escritura, con mucha frecuencia hallamos en ella los detalles del mal antes que los del bien, el análisis de una enfermedad, como en este caso, y del virus que la ocasiona antes que de la salud. El bien es muy simple, el mal es el que es complicado. Lo que él nos dice es que el hombre cuando entra en dudas, no recibe respuesta a sus oraciones, aunque pida. Se puede orar, por supuesto, pero sin fe, y sólo Dios ve más allá de las palabras. No hay respuesta alguna para una oración vacilante, para una oración de incredulidad. Quizás antes de orar habría que chequear la fe, mirarnos dentro, pensar en nosotros mismos y ver si creemos lo que vamos a pedir y si nos hallamos situados sobre alguna gran roca de alguna de sus promesas. El hombre que duda no es un incrédulo, porque pasa de la fe a la duda, va de aquí para allá y de allá para acá, vive en constante flujo y reflujo, espuma fe y carnalidad a la vez. La duda pertenece también a los cristianos, pero no es ninguna virtud, es la deshonra de nuestro testimonio.

Cuando Santiago nos dice que “no piense el que tal haga que recibirá cosa alguna del Señor” (v.7), es para que estemos siempre vigilantes de la fe y prontos para orar por sabiduría para protegerla, porque sin ella ya no se puede ni siquiera orar o por lo menos no tendremos contestación. Desde la duda ya no se puede entender nada, no se comprende nada, eso no pasa desde la fe cuando la sabiduría y la inteligencia, abrazadas, llegan. La palabra que Santiago usa para decir duda es “diakrinó” que da la idea de un juicio dividido, o un juicio separado o hacer discriminación de algo. El que duda va de la verdad al error, de la luz a las tinieblas, de la fe a la incredulidad, se bambolea, ríe y llora, se alegra y suspira, flota y se hunde, vive y muere.

Hay personas que, por enfermedad temperamental quizás, son así. Pero cuando se trata de enfrentar a una situación problemática el cristiano no debe ser así, inmediatamente debe romper las tinieblas con una oración por sabiduría para fortalecer de inmediato su fe. Si uno no se cura de la duda y siempre anda balanceándose entre dos pensamientos, claudicando entre varios estados mentales, puede llegar a acabar profanando con su duda, su propia conducta (1Re.18:21).

El autor nos advierte que el hombre que duda, el que se balancea, el que vive en un flujo y reflujo emocional constante, no sólo tendrá la desdicha de no recibir algo del Señor, sino que, además siendo un cristiano inconstante, tomando hoy un camino y dejándolo a la vista de sus primeros contratiempos, empezando y no terminando nada, dejándolo todo sin acabar, inconcluso, sin firmeza. Y sin la confianza de nadie, porque no conozco alguno que ponga su confianza en una persona que no es constante, que empieza y no termina, que promete y no cumple, que se caracteriza por la irresponsabilidad, por la fe y la incredulidad, por andar en santificación y en carnalidad, en consagración y en des consagración, siendo este mes fervoroso y activo y el que viene frío e indiferente, hoy navegando pletórico, con las velas hinchadas por el viento del cielo y mañana apocado, varado y casi hundido en un poco de agua. No queremos ser así, doblados, de ánimo, de alma, de mente. ¿Le hablo a alguien en particular? ¿Puedo ayudar alguno a no dudar más, a romperle los resultados de su biografía espiritual, a hincharle sus velas, a llenarle el corazón de esperanza, a subirse a algún arrecife bíblico de modo que las situaciones se estrellen, con todo su oleaje, sobre un testimonio incólume? No dude de Dios, ore, espere, sea de Dios en todo momento. Amén. 

 

 

Exposición 3

La transitoriedad de la vida

 

Sgo. 1:9-11

9El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; 10pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. 11Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas.

 

Las pruebas dan como resultado la paciencia, eso ya lo hemos dicho más arriba pero otro efecto de la prueba es la humillación. La prueba nos abate, echa por tierra nuestro orgullo, nos pisotea, nos hace ver que somos polvo. ¿No te has sentido así, muy minúsculo cuando estás enfermo y tienes que someterte a investigaciones médicas? ¿No sientes como tu pudor es atropellado y lo diminuto que eres ante esas poderosas y frías máquinas que leen tu salud? Aquellas cosas que nos ayuden, aun violentamente, a aniquilar nuestro orgullo, espiritualmente por lo menos no son malas y el Señor las usa para darnos santificación. Cuando nos sentimos así rendidos nos damos cuenta cuan desmedido es el precio que Jesús pagó por nuestras almas y cuanto se lo agradecemos. ¿Qué enorme es su amor! Lo mismo hermanos, cuando vamos para arriba que cuando vamos para abajo, cuando somos humillados que restaurados, debemos dar gracias al Señor y gloriarnos.

Ese primer movimiento, hacia arriba, es fácil y corresponde a los pobres, el hermano que es de “humilde condición” (v. 9). ¿Querrá decir cuando recibe dinero, cuando mejora su situación económica y sale de su pobreza? No todos los pobres se vuelven ricos, en realidad muy pocos de ellos. Cierto es que uno adjudica alabanza y gloria al Señor cuando es promovida su situación social y las entradas financieras mejoran porque no tenemos nada que el Señor no nos lo haya dado. Pero esa no es la idea de Santiago.

En su exaltación, es cuando es alcanzado por la misericordia de Dios y elevado muy alto, convertido en hijo, en heredero y en príncipe como consta en muchas partes de los dos Testamentos. Pablo dijo, “así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también “heredero de Dios por medio de Cristo” (Ga. 4:7); “y él levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo” (Sal. 113: 7-8). La exaltación de que habla Santiago es su salvación. El pobre debe agradecer a Dios primero que se haya dignado en que se le predique el evangelio porque se dice como una gran misericordia “y a los pobres es anunciado el evangelio” (Mt. 11:5), y luego que lo haya colocado en posesión de una herencia espiritual y eterna como ojo jamás ha contemplado. El hermano de humilde condición, tiene mucho que agradecer al Señor por la fortuna que han colocado en sus manos, y por la distinción de príncipe heredero que ha tomado mediante la pobreza de Cristo, en su salvación, con la cual ha sido enriquecido (2 Co. 8:9). Pero Santiago no habla solamente de los de nivel bajo sino también de aquellos que tienen bienes de este mundo, los que amasan fortuna, los que pueden comprar lo que quieren e ir donde quieren, los que nunca les falta ni el vestido ni el bocado. Los ricos.

Si lo del anterior es una exaltación de gracia la del rico es una humillación por gracia, pero el que es rico en su humillación. No se refiere a que el rico se convierta en pobre, no tiene que gloriarse en perder su fortuna, en la quiebra de su negocio, en la pérdida de todo lo que poseía. Lo que se refiere es a la humillación espiritual del rico, cuando por la gracia de Dios su orgullo es rebajado, cuando la mano de Dios lo quebranta y le enseña lo vano de su arrogancia, lo fútil que son las pertenencias temporales, lo perjudicial que es para un hombre “ganar todo el mundo y perder su alma” (Mt. 16:26). El rico que se salva, que puede ser llamado hermano (1:9), debe gloriarse mucho en el Señor Jesucristo que le haya revelado tanta gracia bajándolo de su pedestal de orgullo, que le haya enseñado a no confiar en las riquezas (Mr. 10: 24), que con ellas no podrá comprar el paraíso, que de nada le sirven para la redención de su alma que es de gran precio, que ellas no lo hacen mejor delante de Dios. Jesús dijo que es muy difícil que un rico sea salvo, por lo tanto, aquellos hermanos que han sido y son ricos deben agradecer al Señor que haya vencido esa dificultad y hecho posible la vida eterna para ellos.

Santiago dice que en su humillación aprende la realidad de la transitoriedad de la vida, porque él pasará como la flor de la hierba (v. 10). En su mayoría los ricos, que ponen su confianza en las riquezas, se imaginan que vivirán mucho, o que no se morirán nunca, como se dice, “su íntimo pensamiento es que sus casas serán eternas, y sus habitaciones para generación y generación, dan sus nombres a sus tierras” (Sal. 49: 11). Ese es el íntimo pensamiento de algunos ricos, no se dan cuenta de ello, piensan que su dinero les alargará indefinidamente sus días. Pero eso no es cierto, el rico tiene que morir lo mismo que el hermano que es de humilde condición. Para sacar al rico de ese error mal fundamentado tiene que haber una revelación de la gracia divina y aprenda que su propia vida, como la de cualquier otro, es transitoria y que su juventud en flor, raíz y rama se secará un día y luego ¿qué pasará si no ha cuidado su alma, y que podrá sacar de este mundo y llevárselo con su espíritu al Hades?

Santiago dice particularmente en qué el rico debe fijar sus ojos para meditar en la transitoriedad de sus días: En el rostro. Ha comparado al rico (o a la rica) con una flor, bella, delicada, perfumada y le ha dicho que su hermosa apariencia se cae y se marchitará. La palabra que usa para apariencia es la misma que se traduce rostro (prosópou). Su bello rostro, su bella figura, su perfumado ropaje, pétalo por pétalo se irá muriendo y al fin una horrible fealdad se comerá completamente lo que en otro tiempo fue una delicia de la creación de Dios. Los ricos, ellos y sus mujeres, pueden mirarse en el espejo y pensar en el sepulcro. Todo se va a ir con los años, no sólo porque la vejez lo deteriora, lo gasta, lo arruga y lo afea todo sino porque más allá de la vejez, que es como ir recibiendo un avance de una fealdad superior, la de la muerte, sino porque al fin todo se acabará. Vendrán pues los días abrasadores y no quedará ni perfume, ni rostro ni elegancia, todo se habrá ido, todo se irá, todo se fue. Perder los negocios, perder el dinero no es comparable como perder la juventud, perder la belleza, perder el alma. Los que están bien enclavados en este mundo, haga la gracia de Dios que piensen que todo, lo más querido que poseen le llega su turno, deja su lugar y al fin mortalmente se cae.

 

 

Exposición

No acuses a Dios, siéntate tú en el banquillo de los acusados

Sgo. 1:12-15

12Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman. 13Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie; 14sino que cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. 15Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”.

 

La palabra tentación en el v. 12 está más relacionada con la prueba del v. 3 que con la del v. 13. Definitivamente que la prueba del v. 12 no es la misma que la del versículo siguiente. En esta tentación tiene relación con la carnalidad y la concupiscencia mientras que la otra no. Un hermano puede vencer una tentación sensual pero no por ello se le entrega de inmediato la corona de la vida o sea, su premio. Uno puede eludir una y caer en otra. Si se quiere relacionar la una con la otra habría que suponer que la corona de la vida no se refiere a la vida eterna, pero si nos atenemos al uso de esa expresión en otros lugares, como en Apc. 2:10 y quizás 2 Ti. 4:8 “corona de justicia”, tenemos que admitir que Santiago se refiere a la herencia celestial.

Como llegó a esa idea quizás fue sugerida por la palabra marchitará del v. 11 e inmediatamente pensó en la corona de los creyentes que no se marchita como el laurel. En ese caso, “la corona de la vida” sí es la herencia eterna, la vida inmarcesible en contraposición de la vida de los ricos que se les marchita y decae. Santiago, según juzgo, está hablando de una corona final, de una victoria total sobre todas las tentaciones y pruebas, incluyendo las que pasa a mencionar. Es como si diera un resumen primero, como si llegase a la meta y luego retornase para analizar algunas cuestiones que relativo a la tentación específica de la carne había oído. Dios lo quiera, hermanos, que soportemos todo, cualquiera que sea la clase de tentación que tengamos que afrontar por amor al Señor, con tal que al final nos diga un bendito “bien buen siervo y fiel entra en el gozo de tu Señor”.

Como he dicho, me parece que Santiago ha oído algunos errores e inmediatamente pasa a corregirlos; quiénes son ellos; y primeramente es importante detectar a qué grupo pertenecen. Sí es cierto que Dios prueba a su pueblo, que somete a examen a sus hijos como se dicen en Dt. 8: 2 “para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, para saber si habías de guardar o no sus mandamientos”, pero este tipo de hermanos habiendo oído o leído eso parece que adjudicaban a Dios la causa de sus caídas en pecado. Eso es horrible, no obstante, ¿qué podemos pensar de las palabras “no diga que es tentado de parte de Dios”? (v. 13). Ellos decían, “caí porque Dios me puso la prueba enfrente, queriendo conocer mi fidelidad ha arruinado mi testimonio”. Otros dirían, “Dios me tentó, yo caí, pero si él no me hubiera tentado yo no hubiera caído”. O quizás otros dirían, “he pecado porque ha sido la voluntad permisiva de Dios”. Santiago les dice que no, que ese no es el tipo de pruebas a que Dios somete a sus hijos, la causa no es Dios sino la concupiscencia (v. 14). Y Dios queda absuelto.

No se trata de culpar a Dios por habernos hecho de este modo o del otro, la causa primaria de nuestras tentaciones son los deseos o como lo llama Santiago, concupiscencias. Es la misma palabra que hallamos en 1 Jn. 2:16. Es nuestra carnalidad, la sensualidad de las pasiones. Es una inmensa injusticia y un desconocimiento lamentable del corazón decir que Dios es el origen de los impulsos pecaminosos, de las atracciones ilícitas, de las pasiones incontrolables que inundan el alma y la arrastran vencidas a los brazos del pecado. Dios no hizo la naturaleza carnal en el estado de locura que hoy tiene. Cualquier hombre que sea medianamente sincero no halla para sus tentaciones carnales excusas teológicas. Ni la predestinación siquiera sirve como un amparo para la conciencia que ha sido manchada por las caídas de la carne.

Amados, el foco del problema del pecado no se halla en Dios sino en el corazón humano. Cuando alguno es tentado no ponga su dedo sobre algún versículo de la palabra de Dios y justificarse con él, sino que se mire a sí mismo y apunte a su propia concupiscencia, ni siquiera se excuse con las insinuaciones, provocaciones o coqueteos externos del pecado, porque si la concupiscencia estuviese sujetada por entero como súbdita de la ley de Dios no se abalanzaría en loca transgresión. Las tentaciones resultan más o menos fuertes en dependencia del estado de gracia del corazón. Cuando alguien culpa a Dios de su tentación no tiene casi ni gracia para ver que ha sido él el único culpable y no el Señor. Dios no necesita nuestro pecado para revelar su justicia, eso, si vamos a ver por Romanos, corresponde sólo a los renegados. Dios no quiere glorificarse con nuestras caídas ni con nuestros castigos. Los pecados de los hijos de Dios lo deshonran mucho para pensar que él los empuja a ello.

La palabra que se usa para seducido es “deleazomenos” y se refiere a ser atrapado como un pez por su mordida, o agarrado en una trampa. La ¿atracción? o el ser arrastrado son impulsos que nacen no en Dios que es santo sino dentro del corazón mismo del hombre que peca. La fuerza carnal que lo precipita al deseo tiene en él mismo su origen. La seducción no es tanto externa como interna, donde tiene que volverse, si quiere parar su tentación es hacia sí mismo, aunque Santiago no dedica ninguna línea a decir cómo frenar esos impulsos y acabar con esa atracción. A esa gente él no está consolándolas, ni siquiera les dice cómo pudieron haber triunfado sobre esos deseos. Lo que hace es desgranarle el proceso de caída, pintarle el negro cuadro de la defunción de un testimonio y el suicidio de un alma. Lo único que hace es hacerles seguir con los ojos su dedo que va de un punto a otro hasta que les enseña la negrura de una tumba sin fondo, el mismo pozo del abismo.

El pecado brota o da a luz el pecado (v. 15) y el pecado siendo consumado da a luz la muerte. ¿A quién se le echa la culpa por el pecado? ¿A los otros? ¿A las situaciones? ¿Al compañero, a la compañera? ¿Al diablo? No, a la concupiscencia propia. A los deseos individuales. No dudamos que esas cosas contribuyan, el diablo siempre tiene su mano tenebrosa en algún alma que se rinde a sus pies, pero para ello tuvo que contar con los fuertes deseos propios de cada uno sin la ayuda de los cuales no hubiera podido maniobrar ni una pulgada para acercarlo al mal. Si hubiese un plan satánico para matar un alma primero tendría que reducirle la gracia en el corazón para que todas las pasiones pecaminosas de un ser arruinado salgan a la luz, se crezcan y dominen el pensamiento y las acciones.

No que no haya pecado en el proceso de la tentación, desde el primer arrastre, desde los comienzos de la seducción ya hay pecado, la tentación misma implica un debilitamiento interno, una claudicación del corazón antes que la voluntad que luego le sigue; pero por benevolencia quizás Santiago llama pecado ya al hecho consumado de la traición a Dios.

Tras el pecado no se escribe la palabra vida sino muerte. No hay felicidad, no hay dicha, no hay deleite, no hay paz, no hay riqueza, hay pobreza, amargura, zozobra, lágrimas y un sepulcro para condenación lleno de lloro y crujir de dientes.

 

 

Exposición 5

 

Tienes lo que tienes y eres lo eres por la voluntad de Dios       

 

Sgo. 1: 16-18

“Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces en el cual no hay mudanza ni sombra de variación. El, de su voluntad nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas”.  

 

Santiago quiere que no erremos, atribuyendo al Señor el origen de nuestras tentaciones, ni que le atribuyamos ser arrastrados y precipitados por el pecado a la muerte. No, es un error pensar de ese modo. Por otra parte, hace un contraste entre Dios y los resultados del pecado. Estos versículos se hallan en conexión con vv. 5-8 y sobre todo con los inmediatamente anteriores. Esas dos cosas parecen llevarlas en mente. En primer lugar, quiere que se piense que el Señor no actuaría de modo tan indigno, precipitando a sus hijos al deseo y la muerte. No, del Señor sus hijos sólo pueden esperar un tratamiento muy especial y favorable, dádiva (v.17) y regalo (don, gr. dórema), es decir, un tratamiento de gracia, más bien paternal. El pecado recibe su paga, pero “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús” (Ro. 6:23). Cuando sufrimos como consecuencia de nuestro pecado no debemos cometer el error (v.16), de adjudicarle nuestra desgracia a la providencia de Dios; no coger nuestros sufrimientos como si él lo hubiera dispuesto así, sino más bien que nos está pagando por el pecado. Pero Santiago no quiere eso, no quiere involucrar a Dios en alguna explicación sobre la paga del pecado, su deseo es otro, el hacerles pensar en tantas cosas buenas que recibimos del Señor; que pensemos en él, no malvadamente como atribuyéndole la responsabilidad de nuestro desvarío sino en que es bueno y nos da, dádivas y regalos. Y que además cada dádiva, califica de buena (v.17) y cada regalo de perfecto. A lo que Dios nos da no hay que hacerle objeción, es perfecto y sin reproche.

Como puedes ver, su intención es que pensemos en las muchas dádivas y dones que él nos ha dado y reconozcamos que cada una de esas cosas desciende de lo alto, de nuestro Padre celestial. ¿No hace eso que nuestro corazón se llene de gratitud hacia él? ¿Que caigamos postrados llenos de felicidad a sus pies? Muchas cosas podemos adquirir en esta vida, algunas con mucho esfuerzo, pero todas ellas descienden de lo alto, de la misma mano de Dios. ¿Reconocemos eso hermano? No olvidemos sus beneficios, como nos dice el salmista (Sal. 103: 1-2), y bendice con tu alma al Señor. No seas como aquellos paganos de los cuales habla Pablo en Romanos 1 y dice de ellos que “habiendo conocido a Dios no le adoraron ni le dieron gracias”. Nuestras bocas deben estar llenas de alabanzas al Señor por sus muchas bondades hacia nosotros, cuenta, si eres agradecido y puedes, los muchos regalos y dádivas que él te ha concedido y luego que los cuentes, póstrate o alábale con algún himno.

Nota que concepto saca él de Dios, le llama “padre de las luces” (v. 17). Quiere decir el que engendró, dio origen al firmamento, cualesquiera que sean y de donde broten esas luces, vienen, tuvieron origen en la voluntad creadora de Dios. No quiso llamarle Padre de nuestras almas, aunque pudo haberlo hecho, pero esa no era su intención para exaltar la paternidad divina sino su carácter inmutable. Dios no gira alrededor de nada, él es el centro de todo lo que rutila. Santiago quiere que sus hermanos piensen en los astros, cada uno por brillante que sea tiene su eclipse este año o el otro, principalmente el sol y la luna, y que más tarde que luego su luz nos deja y se opaca, dejamos por algún tiempo de recrearnos en su brillante compañía. Sea que cambian de posición o desaparecen. Pero con Dios no sucede eso, en él no hay eclipses, su luz no puede ser detenida por alguien en medio, siempre su favor, los cálidos rayos de su amor y protección llegarán hasta nosotros, aun cuando reposemos debajo de la tierra en nuestras futuras tumbas. Habrá amor de Dios y cuidado santo para los últimos granos de nuestro corporal polvo.

El autor quiere que aseguremos nuestra confianza en Dios, no habla de rigidez en su carácter sino de su inmutabilidad que no hay mudanza ni sombra de variación. ¿Qué otro cuerpo ni mayor ni menor, podrá introducirse entre un Dios tan inmensamente bueno y nosotros? La palabra griega, parallagé, o cambio de posición significa también “hacer las cosas alternando”. En Dios no hay alternación, siempre es como él es, su amor fijo nunca deja de ser, su fidelidad no está condicionada a nuestra lealtad porque él “no puede negarse a sí mismo” (2 Ti. 2: 13). Ese es el Dios con el cual podemos siempre contar, con un carácter y con acciones consecuentes con su naturaleza. Él creó el sol, la luna, todas las constelaciones, les dio eclipses, mudanzas, variaciones, todas ellas se modifican, pero él no está sujeto a esas leyes de cambio. Por lo tal, no esperemos jamás de él, algo que no sea bueno y perfecto, ni algún cambio o mutabilidad en lo que ha prometido. Somos criaturas, hijos del Inmutable y que no es estático.  

Luego, por encima de todo Santiago recuerda el mayor, el más grande de todos los regalos y dádivas que nos ha dado, la regeneración, nos hizo “renacer por la palabra de verdad” (v.18). ¿Hay algo mayor que ser engendrados por Dios y así llamados sus hijos? De todas las dádivas y regalos suyos, el admitirnos como sus hijos es el mayor. Santiago podía haber mencionado, porque lo sabía, la herencia y fortuna que aguarda a los cristianos, pero dice una mayor, el ser hijo. No hay nada más grande que eso. Ya no es recibir regalos de Dios, ayuda de Dios, o una fortuna de Dios, sino ser incluidos en su propia familia (Efe. 2: 19), gozar de su compañía, llamarle Padre (Ga. 4: 6) y esperar de él un trato de hijo. Eso es un privilegio, no hay otro mayor. No cambiamos ninguna de las cosas que él nos ha dado por esa relación familiar.

Si nos ha hecho sus hijos, ¿cómo podrá arrojarnos sin piedad a los deseos y concupiscencias de la carne? ¿Cómo podremos imaginar que se deleita viéndonos caer, vencidos por la tentación y condenados por su misma ley a la pena capital? ¡Oh no! Ningún padre quiere ver a sus hijos deshechos, ninguno quiere verlos morir por una ley que él mismo dictó, porque “la paga del pecado es muerte”.

Hace unos días hablábamos en la iglesia sobre el alto valor que tienen los cristianos para Dios, como ellos son la niña de sus ojos, como son su “especial tesoro” (Mal. 3:17) como son coherederos con Cristo. Pues aquí Santiago nos declara que somos primicias de sus criaturas (v.18). ¿Es importante el sol? ¿Es importante la luna y son importantes las estrellas? ¿Y el mar, y los monstruos marinos, y las aves, y los animales, y las flores del campo? Pues los santos más, porque son hijos de Dios y nada es más importante que los hijos suyos. Santiago nos llama primicias de sus criaturas. El sol fue creado antes que nosotros, todo el firmamento, todos los ángeles, pero ninguno de ellos es llamado “primicias de sus criaturas”. Los más importantes son los cristianos. Entonces, no hay que acusarle de nada; sino vivir con mucha alegría y gratitud por lo que tenemos y somos.

Y finalmente veamos una explicación de por qué somos sus hijos. ¿Por qué fuimos engendrados, por qué fuimos regenerados? ¿Porque lo solicitamos? ¿Nos hicimos cristianos porque lo quisimos? Aunque nuestra voluntad haya sido movida por él hacia él mismo, somos hijos suyos, fuimos engendrados por su palabra “y su voluntad” (v.18). Dentro de su carácter inmutable su voluntad. La razón de nuestra salvación se halla en él mismo, no en beneficios que halló en nosotros, no en méritos que haya descubierto en nosotros. No, él se lo propuso en sí mismo y de acuerdo al amor de su voluntad envió un mensajero que nos hablara del evangelio, apoyó esas palabras con su Santo Espíritu y quedamos desde entonces engendrados o renacidos suyos. O no envió a nadie, sino que por su providencia confeccionó nuestro encuentro con él según el placer del artista que es original y no sigue una copia de otro. Ahora somos nuevas criaturas, hechas por el poder de su palabra, transformados y conformados a la imagen de su Unigénito, Jesucristo.

 

Exposición 6

 

La recepción de sermones y el estilo de vida

Sgo. 1:19-21

19Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; 20porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. 21Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas”.

 

Completamente dependiente del v. 18 se encuentra el v. 19, el “por esto” los conecta a ambos. Su pensamiento es, que si somos engendrados como hijos de Dios y esto por medio de su palabra, que en los versículos siguientes no deja duda que está hablando de sermones y clases bíblicas, si así por su misericordia nos ha hecho el Señor, tenemos que obrar de acuerdo a eso.

Santiago comienza por la forma más simple como se edifica un hijo de Dios, el oír las enseñanzas del evangelio, “pronto para oír” (v. 19). ¿Qué querrá decir con eso? ¿Acaso evitar el estar entretenidos? ¿O el estar cortando siempre la alocución del que habla y hablar nosotros? ¿O el veloz para oír se refiere al  progreso del aprendizaje? Es difícil definirse por una sola de esas posibilidades y si las tomamos todas juntas nos ayudarían a corregir defectos al oír, porque hay quienes no pueden aprender mucho porque se distraen fácilmente y les cuesta mucho más trabajo que a Lidia de Tiatira, el estar atentos, como si les faltase que le abrieran el interés por la enseñanza. Otros no son tan sordos pero son muy impacientes para oír y les es muy difícil estar callados por largo tiempo absorbiendo alguna lección o sermón e interrumpen, cada vez que pueden, al que les habla, para darle cooperación, algunas veces provechosa pero otras ajena al material que se trata.

Si son malos hábitos en oír el evangelio lo que intenta corregir, hace bien y si lo que tiene en mente es lo mismo que He. 2: 1, una pasmosa tardanza en asimilar los conocimientos, está mucho mejor, ambas cosas son buenas recibirlas. El mismo Señor también aconsejó algo sobre lo que uno oye diciendo “mirad lo que oís” (Mr. 4: 24).

A mí me parece que Santiago se refiere a las dos anteriores, estimulando el uso de los oídos y disminuyendo el de la lengua. Generalmente en más o menos proporción todos estamos enfermos de ello, siempre nos hallamos listos para opinar y podemos arengar largamente pero no resistimos, sin dar señas de aburrimiento o sueño, una conferencia de media hora. No critico, como hace el autor, la calidad de los sermones o de las clases, si ello justifica o no el mal hábito, mejor nos criticamos a nosotros mismos porque de todos modos, sabemos que somos ligeros en expresar opiniones más que escuchar las de otros; y el consejo no nos hace daño.

Debiéramos ser como María y saborear callados sin interrumpir, los sermones de Jesús, echados a sus pies. Hay quienes aseguran que la prohibición paulina a las mujeres de hablar en la congregación y preguntar a sus esposos en casa obedece a la mala educación de ellas de interrumpir casi en todo momento la enseñanza. Todavía, gracias al Señor, no se le ha dado la aprobación a esa mala educación en los sermones pero si algo queremos saber en las clases se puede preguntar y hasta debatir. Si somos hijos de Dios, creados por su palabra, estemos siempre listos, ceñidos nuestros lomos, para correr allí donde ella se predica y oír gustosos los mensajes celestiales que nuestro Padre nos envía.

El otro andar con paso lento que nos aconseja se refiere a la cólera fraternal,  “lento para airarse”  (v. 19). Aquí también, los que son por temperamento coléricos deben refrenarse, primero cerrando la boca un poco más de lo que se desea y segundo sosegando con empuje las emociones para contestar o actuar con ira. También el consejo nos viene bien y no tomemos a mal a Santiago, nos encolerizamos con muchas cosas pequeñas, en algunos casos en desproporción a la ofensa recibida, y otras veces demasiado pronto o duradera. No es hermanos, que no tengamos ya derecho para contestar o para airarse, lo hay, pero en ello debemos ser comedidos. ¿Por qué nos airamos tan pronto? ¿Será porque vivimos sin paz y con nuestros nervios tensos? ¿Será porque nos falta el amor? ¿Será porque somos muy impacientes con los otros? ¿Será porque somos orgullosos y cualquier cosa la tomamos demasiado a pecho? Un área donde haríamos bien en ejercitar el dominio propio es esa, controlando las emociones que brotan cuando oímos una palabra provocativa o sufrimos alguna acción injusta. Aquí nos delata la falta de madurez, de equilibrio en la personalidad cristiana, la ausencia de mansedumbre y humildad.

Hay una razón que se nos da para movernos lentos en la ira, el daño que hacemos, porque “no obra la justicia de Dios” (v. 20). Algunas veces las acciones airadas parecen tener justificación, como Simeón y Leví, “Simeón y Leví son hermanos, armas de iniquidad sus armas, ‘en su consejo no entre mi alma’, ni mi espíritu se junte en su compañía, porque ‘en su furor mataron hombres’ y su temeridad desjarretaron toros” (Ge. 49: 5-6). Los actos airados suelen ser excesivos y no tener nada de justicia sino de venganza. La única ira que es correctora y educadora es la divina, la de los hombres no hace justicia al castigo que inflige. Jacob no estuvo de acuerdo con los hechos enfadados de sus dos hijos. Si actuamos bajo el efecto de una ira, rara vez seremos justos y haremos, seguro, más daño que bien. Es difícil airarse, lo cual es una concesión y no un mandamiento, y no pecar. Hay que reprimirse en hablar y actuar bajo el efecto del enojo y no hacerlo sino hasta que nuestro corazón deje de hervir y nuestras sienes se enfríen. Los que hemos sido creados por la palabra de Dios así debemos actuar, en lo concerniente a la lengua y al enojo, con pasos de tortuga.

El próximo aspecto no sé si llamarlo “actitud positiva” ante las enseñanzas o una inclinación adecuada para recibir la predicación “con mansedumbre” (v. 21). Más arriba nos preguntábamos que si no sería el orgullo el que nos conduce a enojarnos con tanta celeridad, pues es también la falta de humildad la que le pone obstáculos a la enseñanza del evangelio, la culpable de que numerosas clases no nos hagan ningún bien, la que nos hace salir de los cultos sin recibir mucho provecho porque mientras oímos mentalmente nos mostramos en desacuerdo con lo que se nos enseña o nos parece la predicación muy pobre en pensamientos y así tenemos el maná celestial como “pan liviano”. Preferimos sostener la sabiduría de nuestras propias opiniones y vivir la vida y comportarnos como hemos aprendido de la vida o que nos parece más adecuado. Esa es la desgracia del rechazo interno que a algunos les ocurre.

Por otra parte el autor llama a la enseñanza implantación de una semilla. Esa es la obra del maestro y del predicador, una siembra en el corazón. El crecimiento es de Dios, la siembra y el riego nos pertenece a nosotros (1 Co. 3:6). Esa palabra sembrada desde algún labio es la que “nos hizo renacer” (v. 18). Incansablemente en eso hemos de trabajar, como sembradores o plantadores del evangelio de la salvación. Sin embargo hay una observación pertinente, que Santiago no se halla refiriéndose a los próximos sermones, ni a las próximas clases sino a la implantada; ya ellos habían consumido una gran parte de aquellas verdades, las conocían, esa era la que tenían que “recibir” (v. 21), quiere decir, obedecer, creer. Me parece indudable que su intención no es acomodar una actitud a una futura recepción de la predicación sino a aquella que ya habían escuchado. No son los sermones futuros los que debían recibir sino los que ya habían pasado. Siempre aprovechamos menos lo que oímos que lo que debemos. ¿Te has dado cuenta la enorme cantidad de verdades que ha sido sembrada en ti? ¿Te das cuenta lo importante es que recibas o des crédito, o vivas, lo que ya te han predicado? Ya nuestros amigos maestros predicadores y evangelistas han hecho un trabajo en nuestras almas suficientemente digno como para que podamos ser salvos.

La recepción del evangelio tiene que ser algo práctico, no es algo que se dice “sí, recibo a Cristo”, sino que se hace, se vive, conlleva la idea de quitarse algo, por ejemplo la ropa  (Ro. 13:12, Col. 3:8), despojarse del pecado. La recepción tiene que trasmitirse a la vida. La salvación del alma no puede estar asociada en intimidad con una vida pecaminosa, llena de inmundicia y malicia en abundancia. Pero eso lo sabemos, en lo que quiero insistir un poco con esmero es en el hecho de esperanza de que la palabra implantada pueda hacer que cualquier pecador, por abundante que sea su malicia y nauseabunda su inmundicia, la abandone definitivamente. Aunque Santiago no  está, quizás, exaltando esa esperanza sino reclamando para los renacidos, ese estilo de vida como una obligación.

 

Exposición 7

Un gusto sonoro por el evangelio

Sgo. 1: 22-25

“Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos  a vosotros mismos. Porque si alguno es oidor de la palabra pero no hacedor de ella, éste es semejante al hombre que considera en un espejo su rostro natural. Porque él se considera a sí mismo, y se va, y luego olvida cómo era. Más el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace”.

 

La epístola es un documento cristiano de intención práctica y en Santiago nosotros observamos ese logro constantemente. Hacer es una palabra importantísima para él, persigue constantemente esa meta. Apenas ha terminado de hablar acerca de oír la palabra, cuando no puede detenerse en ese punto y añade “sed hacedores de la palabra” (v. 22). Es como si le espantara el pensamiento que ellos pretendieran que la salvación fuera algo teórico y que con ser un buen oyente de sermones ya con eso se cumplía lo que Dios demandaba. Él no es un predicador de ese tipo, no se conforma con tener un nutrido gentío el día de reposo, sino que aspira a algo más, que ellos vivan lo que él les predica. Sus sermones no son para atraer audiencia y entretenerla, sino para orientarla de como agradar a Dios más y más. Por eso dice sed hacedores de la palabra y no solamente oidores.

No es que no le guste que ellos sean atentos escuchadores de sus prédicas o las de otro, pide que le presten atención, pero como ya hemos visto, el pronto para oír es equivalente a pronto para hacer. ¿Se conforma usted sólo con ser un atento oidor? Ser un oidor es bueno, pero no sólo eso. Lo que se oye es para guardarlo en el corazón y para no pecar contra Dios (Sal. 119: 11) En mi corazón, dice, he guardado tus dichos para no pecar contra ti. El evangelio da testimonio de que el rey Herodes “oía de buena gana” a Juan pero no se separaba de su adulterio. Poseía exclusivamente un gusto sonoro por el evangelio. Le era como Ezequiel para Israel, “cantor de amores y que canta bien” pero no le hacían caso.

Santiago revela que alguno puede engañarse siendo oidor porque piensa que eso es lo más importante, que si asiste a las predicaciones y le ven en cada estudio o cada servicio de adoración, ya ha cumplido lo que agrada a Dios. Quizás eso le acontece porque su presencia indiscutiblemente regocija a los hermanos y al predicador y porque equivocadamente supone que porque no está ausente se halla bien espiritualmente; y puede que sea cierto pero puede que no.

El engaño también le puede ocurrir porque se regocija oyendo y piensa que si le gusta oír la palabra, si disfruta de ella tiene que ser cristiano. Ciertamente los santos se regocijan con las predicaciones, disfrutan la ley de Dios, pero un no converso también puede hallar cierta música en la enseñanza, porque se presenta de modo lógico, interesante. Santiago va más allá y no se conforma con eso, pide que para ser salvo hay que practicar lo que se aprende. En realidad podemos saber si somos cristianos no cuando estamos en el culto sino afuera del culto.

Una bendición que para todos los que oigan la palabra es el descubrimiento o revelación propia. Cuando oye con frecuencia la ley de Dios termina por conocerse más a sí mismo porque el Espíritu se lo revela. La palabra de Dios tiene poder para convencernos de quienes realmente somos, y dice el efecto que produce, que “se considera a sí mismo” (v. 24). Cuando fielmente la palabra es predicada en el Espíritu, ella se convierte en un espejo y el que la oye se ve a sí mismo como es, como si contemplase una foto propia. La diferencia de ella con otros espejos es que revela el rostro natural sin atender a maquillaje de cosméticos. Eso es muy desagradable para el pecador. Esa es su propiedad, la de escudriñar la mente y el corazón, de revelar los secretos del alma. Sin ese necesario conocimiento nadie puede ser salvo.

Conocerse a sí mismo no es el fin de la ley, aunque alguien pueda sentirse desnudo delante de aquel a quien tenemos que dar cuentas, tiene que acompañarla un profundo deseo de reformarse de acuerdo a lo que ha oído, limpiar su rostro, buscar que su imagen y semejanza se conforme a la de Jesucristo. Se ve como es porque a quien mira en el espejo es el rostro de Jesucristo a “cara descubierta”. Si la persona es olvidadiza y no retiene seriamente las impresiones de sí misma que recibió en la hora de la revelación, sino que saliendo a la calle olvida todo lo que de sí miró y todo lo que sintió y regresa a su modo preferido de vida, se está engañando.

En cambio, si cuando deja de oír la palabra, luego que se ha mirado como realmente es, saliendo la empieza a practicar será bienaventurado porque con ello dará sentido al culto mismo, seguirá el fin de la predicación que es la práctica cristiana y más que todo tendrá una evidencia de gracia en sí mismo de que ha sido regenerado y capacitado para un nuevo sistema de vida.

Por último el autor de esta epístola habla de la perfecta ley, la de la libertad. ¿A cuál se refiere? Si habla de la Ley dada por Moisés, no puede referirse a ella sola, sino con el Espíritu Santo, que hace uso de ella para lograr el fin de salvación. La Ley dada por Moisés, sin la gracia de Jesucristo, no es ley de libertad sino de esclavitud, aprisiona más que liberta. Cuando a la enseñanza de la ley y del evangelio el Espíritu la asiste, el alma se libera de su pecado. Contrario a como los anárquicos estiman, si hay ley puede haber libertad, donde no hay ninguna ley espiritual que gobierne es donde no hay libertad sino esclavitud en el pecado.

 

Exposición 8

Si tu profesión cristiana no se reduce a cero

Sgo. 1:26,27

“Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana. La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo”.  

 

En esta pequeña y última sección hallamos algunas aplicaciones de la vida religiosa, la primera que se menciona es “la lengua” (v. 26), si no la refrena. Aquí es solo mencionada, el tratamiento más amplio se queda para el capítulo 3. Note su forma de hablar general y reservada. Son como aspectos que ligeramente toca y que luego decide desarrollarlos ampliamente. Santiago parece dispuesto a desengañar intencionalmente a los cristianos profesos, los que se declaran seguidores de él, pero no andan como él anduvo. Sus palabras, no son ofensivas, pero trasmiten sospechas y desconfianzas en relación con la salvación de algunos de ellos, no es un pastor crédulo que admite como genuino el testimonio verbal desligado del modo de vida. Para él pesan más los hechos que las palabras.

Fíjese como escribe, “si alguno se cree religioso”, pudiera haberles dicho, “vosotros que sois religiosos...” tal y tal. No, dice, si alguno se lo cree, si alguien se piensa, si alguien se enorgullece, pero no hace esto ni aquello. Es bastante general en el modo de hablar pero conveniente, así no molesta a nadie y evita alusiones personales. No le queda más remedio que sentir grandes dudas de la salvación de los que no viven según la piedad. No toma como cierto el testimonio de los labios, porque ese se fabrica, sino el de los hechos que construyen.

Quizás tengamos que añadir algo como contrapeso de lo anterior para que no sea mucho el desbalance. Santiago no se muestra completamente inseguro de que algunos no sean salvos, realmente él no está pensando en la salvación como definición teológica en sí misma sino más bien aquel aspecto de ella que tiene que ver con la profesión religiosa. En ese sentido es que tomo la expresión “la religión del tal es vana” (v. 26). Si un hermano profesa la religión cristiana pero anda en chismes y detracciones, su influencia y su profesión en el mundo será vana y sin provecho. Un solo aspecto como éste, el andar con la lengua siempre suelta, puede convertir un testimonio en algo inútil y sin ningún provecho para la causa de Cristo. La gente no tendrá nunca respeto ni admiración ni querrá oír sermón alguno de alguien que es dado a soltar todo lo que oye y más de lo que oye, lo que su propio corazón inventa.

Hay una definición de religión que Santiago expresa que pienso que es bueno que la señale. La religión tiene que ser algo puro y santo, pura y sin mácula. El primer principio de definición de una secta religiosa, de una iglesia, de una vida, es el principio de santidad. Una religión que promueva la promiscuidad sexual, la poligamia, la embriaguez o cualquier otro pecado, no es religión cristiana, es satanismo. El primer fruto de la salvación es la santificación, los hijos de Dios tienen que serlo también. Así que por ampliación, frenar la lengua es una buena marca religiosa, pero los filósofos y la gente educada también lo hacen, por eso el autor añade el principio de pureza que tiene que estar viviente en una religión.

Los profanos hablan de la religión verdadera como si por alguna etiqueta religiosa pudiera eso señalarse. La religión verdadera es la que es santa en todo. Dios reconoce como religión verdadera sólo aquella que promueve la pureza y aparta a sus miembros de las “manchas del mundo” (v. 27).

Cuando dice lo de guardarse sin manchas del mundo no es equivalente a enjaularse en un edificio y no salir de dentro de él. Aunque se lleve una vida normal, codo con codo con todos en el mundo, los religiosos deben separarse en prácticas, en sus costumbres ser diferentes. Dentro de una religión verdadera no pueden encontrarse las prácticas de un mundo pecaminoso y malo. La iglesia y el mundo son dos cosas diferentes.

Cuando Santiago dice delante de Dios el Padre es como si dijera, “la única que él reconoce, porque es Dios el Padre el único que puede reconocer como válida y genuina una religión o una profesión religiosa”. Si una religión no es reconocida por la Biblia, si la Biblia no le da su beneplácito y visto bueno, no es verdadera, es falsa, espuria e inventada o bien por hombres o por demonios.

Religiones hay muchas en el mundo, pero la que reconoce Dios el Padre es sólo la que no es vana. Cualquier grupo, pueblo, persona, que tenga una religión basada en un libro o libros no bíblicos, no es verdadera, incluso ni aún aquellas que han añadido libros a la Biblia. Los únicos criterios válidos sobre religión son los que vierte Dios en Su Libro.

Además de la lengua y del principio de santificación en religión también Santiago menciona otro principio, el amor a los necesitados. Una religión verdadera aunque no es sólo una filantropía contiene mucho amor hacia el hombre, es una religión de compasión, significa mucho para los que sufren alrededor. Ninguna religión propiamente nombrada se desprende de los problemas que los hombres enfrentan y con los cuales luchan, no vive sólo para atender la visitación, pero visita, no atiende nada más que viudas y huérfanos pero los atiende en lo que pueda, no da nada más que pan a los pobres, pero les da pan y evangelio. Hay un profundo sentido de compasión en una religión verdadera; el amor hacia el hombre es una característica intrínseca suya. Un cristiano normal no es indiferente a las tribulaciones de los que están cerca de él.

No sería válido deducir que cualquier religión que ayude a la sociedad necesitada ya tiene el certificado de aprobación de Dios, Dios puede complacerse con lo que ellos hacen, pero su aprobación tiene otras exigencias que no es sólo filantropía, sino también doctrinas y otras cosas más. Pero de un modo general, el cristiano, si su profesión no se reduce a cero tiene que hallarse preocupado por practicar el amor al prójimo como orden del segundo más importante mandamiento.

 

Notas

Sgo. 2:1

"Hermanos míos, no tengáis vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo con una actitud de favoritismo". Mira como le llama "glorioso" al Señor Jesucristo. ¿En su estado de humillación? Sí, sin su resplandor pero glorioso: como predicador, maestro, evangelista, intercesor, sumo sacerdote; justificador, redentor, mediador.

 

Puedes usar ropa barata para ir a la iglesia

 

Sgo. 2:1-7

1Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. 2Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, 3y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; 4¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos? 5Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? 6Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? 7¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?”.

 

Ten en cuenta que la primera referencia a esta epístola se tiene por Orígenes, alrededor del año 253, y estas palabras, parecen tener en mente a congregaciones probablemente “cristianas” por largo tiempo establecidas y con historia en asuntos judiciales. La carta realmente no parece una carta sino una confección de lo que pudo haber sido la predicación de Santiago, y aunque es una aventura pensarlo, quizás fueron notas tomadas por uno de sus discípulos oyentes. La variedad de temas hace pensar eso y muestran un documento fracturado por asuntos. 

 

 Parece que hayan sido escritas un poco después del período paulino, cuando las iglesias solamente se llenaban con "lo pobre y lo necio del mundo" mientras que aún no había muchos nobles ni ricos como asistentes a las reuniones. O como se ve parece que los destinatarios son judíos y no iglesias gentiles. Indican las palabras un triunfo y que el evangelio estaba penetrando las capas más altas de la sociedad. Se nota como un sentimiento de inconformidad y de no aceptación por parte de los pobres hacia los nuevos visitantes; acentuado por la parcialidad de algunos pastores que estaban encantados por tener tan distinguidos oyentes en la reunión y no prestaban atención a los que venían vestidos con ropas corrientes. No es una condena al uso de anillos, corbatas y oler bien. La ropa no importa si se llega a la reunión vestido del Señor Jesucristo (Ro.13:14); y con todo que el domingo en la bella congregación de Jesucristo cada uno se vista con decoro (1Ti.2:9) no de modo provocativo, y no importa que la ropa sea barata si está limpia y no andrajosa, si viene como el gadareno, tranquilo, bañadito, peinado, “vestido y en su cabal juicio” (Mr.5:15), de modo que los que llegaron primero le digan, “ven siéntate a mi lado”. 

 

Sgo. 2:10

"Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un punto, se ha hecho culpable de todos". Concretamente ese "punto" del cual habla tiene que ser el amor al prójimo que se manifiesta en la discriminación. Parece que había hermanos que se gloriaban en que pecaban poco. Aquí Santiago les dice que la ley no puede ser violada ni con un solo pecado. Yo sé Señor, que la he violado en muchos puntos, pero también sé que no seré juzgado por ella porque por su medio ningún hombre se podrá justificar. Eso no lo dice Santiago sino Pablo (Ga. 3:11).

 

Algunos insisten en ser más discípulos de Santiago que de Pablo

Sgo. 2:12

“Así hablad y así proceded, como los que han de ser juzgados por la ley de la libertad”. Por dos veces Santiago se refiere a la ley de Moisés como un medio de libertad espiritual (1:25). Dos observaciones. (1) Habla como si estuviera al tanto de algunos que afirmaban que la libertad sólo se conseguiría por la gracia del Señor Jesucristo (le llama glorioso, pero no menciona la gracia), y quisiera defender la ley y recalcar que ella también es de libertad. Nosotros sabemos cuán libres se sentían los gentiles al oír a Pablo enfatizar la gracia y la salvación por la fe. (2) En estas comunidades de la "circuncisión" (Ga. 2:17), la amplitud del evangelio de Pablo era poco conocida y la ley era preponderante. Santiago se refiere en términos muy elogiosos hacia ella. Hoy día muchos siendo gentiles insisten vivir en iglesias gentiles como si fueran miembros de aquellas antiguas comunidades judías pastoreadas por Santiago y sus discípulos de Jerusalén, con mucho menos libertad que la que tenemos nosotros; pero tratan, como dice Pablo, "reducirnos a esclavitud" (Ga. 2:4,5) de la cual ellos no parecen darse cuenta. No tienen un Jesucristo tan amplio como nosotros y de tanto mencionar la ley de Moisés apenas mencionan la gracia del Salvador. Estas comunidades judías aunque muy bonitas y bien disciplinadas, tenían según Pablo, “otro evangelio” entre ellos. Quizás no al extremo de los gálatas pero sin un evangelio con mucha menos libertad espiritual y por supuesto, menos conocimiento de la obra de Jesucristo. Nota en el v.11 el énfasis enorme que tenía la ley en la conducta de la iglesia. Pablo usa la ley para apoyar la gracia y Santiago usa la ley para que se viva. La regla no parece ser el evangelio sino la ley de Moisés, porque la ley de libertad es el evangelio.

Sgo. 2:14-17

"Así también la fe por sí misma, si no tiene obras, está muerta". ¿De qué le sirve? De nada. Es un árbol sin fruto o “desarraigado”. Dice que tiene fe pero no tiene nada; la fe no se habla, se enseña. Muchos honran al Señor con sus labios pero no aman al prójimo. La fe de la cual habla Santiago, tiene amor. Está escandalizado por la falta de amor de algunos llamados cristianos. Ese énfasis en la atención a los pobres es fuertemente judío; practicado también por las iglesias de la gracia, pero su origen es judío y propio de las congregaciones de la circuncisión (1:27; Ga. 2:10). Una fe muerta es una mera profesión vacía de contenido; una profesión muerta, la cual no influye en nadie ni nadie la respeta, ni glorifica a Dios.

Sgo. 2:18

"Pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras". De que en la mente de Santiago hay polémica, es seguro, conoce las disputas entre las congregaciones gentiles que vivían en la gracia y las comunidades judías que enfatizaban la ley de Moisés. Y dentro de los judíos mismos se daba el caso con frecuencia. Pero es cierto, las buenas obras son la elocuencia de la fe.

 

Vivir sin teología conociendo la teología

Sgo. 2:19

"Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan". Los demonios no tienen fe sólo creen en la existencia de Dios. No es suficiente con afirmar la existencia de Dios y vivir como si no existiera.

Sgo. 2:18-26; 2 Cro. 20: 7

"¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre cuando ofreció a Isaac su hijo sobre el altar?". Santiago más bien lo que busca es un balance entre la fe y las obras. Usa los mismos ejemplos que Pablo pero en otro sentido; no para apoyar la justificación legal por medio de las obras que es el tema de Pablo. Aquí "justificar" es agradar a Dios por medio de las obras; ellas corrieron un papel fundamental. Santiago no entra en las profundidades teológicas sobre la justificación por medio de la fe como hace Pablo, para él el testimonio de ellos andaba mal y no debían usar el pretexto de la salvación por la sola fe para no obrar cosas buenas, vivir sin teología conociendo la teología. No hay contradicción entre los dos autores bíblicos (ver mi exposición) sino que para uno es determinante que se viva correctamente ante Dios y para el otro establecer el aspecto forense de la salvación y echar de lado cualquier obra meritoria.

 

Lleva tu fe más allá de la creencia en la existencia de Dios 

Sgo. 2:19

"Tú crees que Dios es uno. Haces bien; también los demonios creen, y tiemblan". Yo quiero ir más allá de saber que Dios existe, que hay un Dios en el cielo y en la tierra; quiero tener fe en mi relación con él, seguridad en mi trato con él; seguridad tomada de él mismo, no una mera seguridad sino una seguridad bendecida, que me haga capaz de entenderlo, admirarlo y amarlo; y cifrar mis propósitos y todas mis esperanzas en lo que ha dicho. En él está la luz de la vida, la vida misma, lo que hay en esta y más allá de esta. Que tenga yo los pies puestos primero en la realidad del misterio de Dios que, en la realidad de este mundo, más en lo que creo que en lo que veo, más en lo que espero que en lo que tengo, más en mi destino eterno que en mi realización temporal. Yo no quiero saber que Dios existe como lo sabe el diablo y que me sea como un ser ajeno imposible de contemplar, gustar y participar de lo que otros seres felices participan. Yo sé que mi lugar está en él y en mi relación con otros seres que como yo participan de la naturaleza divina y que nos une en comunión. Señor, que yo pueda identificar tus virtudes en la naturaleza y desde ahora disfrutar. Oh Señor, llévame más allá de la creencia en la existencia de Dios, hazte mío, soy tuyo, seamos uno en Cristo. Amén.

Sgo. 2:20-26

"Y de la misma manera, ¿no fue la ramera Rahab también justificada por las obras cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque así como el cuerpo sin el espíritu está muerto, así también la fe sin las obras está muerta". 

Esto es una interpretación diferente a la que le hace Pablo a los mismos textos (ver mi exposición sobre este texto), porque su propósito también es diferente.  Para Pablo la justificación es un término legal y para Santiago una forma de conducta que agrada a Dios. Santiago no está combatiendo a Pablo sino a los que habían “recibido en vano la gracia de Dios” (2 Co. 6: 1; Ga. 2: 21), y vivían como inconversos y no como cristianos. Las Escrituras le permiten a Santiago esa flexibilidad en la interpretación para sermonear provechosamente a su auditorio antinomiano.

 

 

 

 

 

 

Exposición 9

Si un andrajoso quiere entrar, búscale un asiento

Sgo. 2:1-4

“Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís; siéntate aquí bajo mi estrado, ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos y venís a ser jueces con malos pensamientos”.

 

Está bastante ajustado al contenido del texto el título que sobre nuestras Biblias han puesto, “Amonestación contra la  parcialidad” o diríamos, contra la injusticia en la iglesia y la discriminación. La realidad es que uno se asombra que en aquellas congregaciones primarias existiesen estas cosas ya que  a ellas las tenemos como superiores, y mejores atendidas. Es muy difícil culpar justamente a alguien en particular cuando una congregación no marcha como debiera.

Como no quisiera comenzar exponiendo lo negativo me esforzaré por extraer del texto lo positivo que primero hallo.

Note que la iglesia de Jesucristo es para todos, lo mismo es para ricos que para pobres, la puerta de entrada está abierta tanto para uno como para el otro. Dios, como dice Salomón, hizo tanto al uno como al otro y ambos necesitan oír el evangelio para ser salvos. Es una noticia muy fea esa que oímos por ahí que hay iglesias para ricos y ellos no dejan que se siente dentro a oír la predicación nadie excepto que pertenezca al mismo nivel. ¿No hubiera sido un honor poder recoger a los pobres del mundo en la misma asamblea de ellos y hacerles bien como a hermanos? ¿Por qué no acogerlos y no enviarlos de vuelta a otras congregaciones con hermanos menos prósperos económicamente?

Por lo que dice Santiago no se les prohibía la entrada a ninguno, viniera bien elegante o sucio. El pecado se mostraba después que se hallaban dentro. El sentimiento de no sentirse cómodo adorando en un sitio entre hermanos que no tengan la misma cantidad de comodidades, el mismo color de la piel o la misma nacionalidad, no es un sentimiento cristiano y proviene más bien de la sociedad y del yo personal de cada uno.

¿Cuál es el tipo de ropa usable en el culto? Si un pobre decide no asistir a una iglesia porque en ella sus miembros son gente acomodada y de rango y se visten para adorar a Dios con “ropa espléndida” y eso lo humilla de modo que no se siente bien entre ellos, ya eso es cosa suya. Es cierto que los apóstoles enseñaban a los hermanos, en especial a las mujeres a ser humildes en el porte, pero lo hacían para que no pecasen de ostentación y para que no vivieran para esas cosas externas, no porque se prohíba a la iglesia usar este vestido y aquel no, esta ropa y la otra tampoco. Si un hermano quería ir espléndidamente vestido a la iglesia, porque le gustaba y podía comprarla, no para exhibirla y ni para humillar a nadie ¿quién se lo habría de prohibir? Está fuera de mandamiento esa costumbre de algunos modernos de fijar un tipo de ropa para ir al culto o prohibir aquella otra porque a ellos les parece inapropiada. Si no se tiene un atuendo con ostentación, ni alguno que haga sonrojar el pudor y la decencia, si no hay pecado espiritual cuando se viste ¿qué ley se pudiera invocar contra ello? Estoy de acuerdo que la ropa debe ir de acuerdo al espíritu pero no como algunos que he oído decidir no volver a juntarse con esta congregación o aquella porque las mujeres han sido vistas usando esta prenda y aquella otra.

Si una hermana se viste de modo que pone en tentación los ojos de algún  santo (1 Ti, 2: 9), pues entonces que se cambie porque no debe venir al rebaño a coquetear, pero si su ropa es decente y encubridora no hay que prohibirle nada y los que insisten más en esas cosas concernientes al anillo, al abrigo, al pantalón, las uñas, el pelo y el maquillaje del rostro, generalmente suelen ser menos exigentes en el uso de la lengua, y revelan un carácter demasiado preocupado por lo de afuera más que por lo de adentro.

El argumento bíblico esgrimido por algunos lo toman de Deu .22: 5, “no vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer, porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. El propósito de esto era evitar la confusión sexual, la degradación moral, y quizás es una reminiscencia o tiene el preludio de la homosexualidad. O puede referirse a ropa usada por un varón, o una mujer. Recuerde que la ropa de ambos era parecida. La mujer siempre debe al ser mirada como una mujer, el hombre eso mismo, hombre. ¿Qué razón tiene un hombre para usar una prenda tradicionalmente utilizada por las féminas? ¿No se siente disminuido en su virilidad? Pablo dice que al hombre dejarse crecer el cabello le es deshonroso (1 Co .11:14), porque se confunde con una mujer y un genuino caballero no desea que eso le pase sin ofenderse. No es de cabellos propiamente el asunto sino la desaparición de la distinción entre ambos sexos.

No se trata sólo que haga eso o no lo haga, que use esta prenda o la otra, sino que la abominación es lo que Jehová ve por dentro, en el corazón de ese hombre o de esa mujer. ¿No se vestía el Señor como nosotros los hombres hispanos, sin la religión de ellos, no lo haríamos en este continente? Al pastor americano con el cual trabajo lo he visto con traje en el cementerio junto a un muerto pero no en el púlpito, y de los trescientos que le escuchan los domingos, pienso que habrá quizás uno trajeado, el resto viene a oírlo en camisas. ¿Y qué he hecho yo, hispano presumido? Lo mismo que ellos.

Pero eso no es lo principal para Santiago, ni que alguien vaya vestido elegantemente o como un pordiosero, sino la acogida que le den dentro del culto, principalmente la actitud de los hermanos, que prefieran a alguien por cómo se viste, por su posición económica, por su dinero. Esa discriminación no fue enseñada por nuestro Señor y los que practican esos malos pensamientos no pueden decir que no están reñidos con la fe que él nos enseñó y que están “vestidos de amor que es la unión perfecta” y “vestidos del Señor Jesucristo y no… para los deseos de la carne” (Col. 3: 14; Ro. 13: 14), porque las divisiones y estructuras sociales no deben persistir en el mismo seno del reino de los cielos. Si un andrajoso quiere entrar búscale un asiento cómodo.

 

Exposición 10

Compremos oro refinado en fuego

Sgo. 2:5-7

“Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre que fue invocado sobre vosotros?”.

 

En esta porción del texto Santiago no intenta apartarse para nada de su argumentación en contra de la parcialidad o discriminación en el seno de la iglesia. Ni tampoco lo hará en los versículos siguientes a estos. El mismo no toma partido a favor del pobre contra el rico, no se parcializa con ellos, es cierto que los defiende, pero no porque no tienen dinero sino porque son tratados injusta y pecaminosamente, porque no tienen derecho a humillar a quienes Dios ha exaltado, a rebajar a quienes él ha alzado.

Demuestra un carácter valiente cuando habla de ese modo. ¿Predicaría esas cosas? -Seguramente-.

Esto muestra el tratamiento para que el rico sea salvo o se pierda. El trato que se le dé a un hermano o visitante no debe determinarse por lo que aporte. ¿No haría que los ricos, al no ser halagados volviesen la espalda al culto y no asistieran y que las contribuciones disminuyeran  a casi cero? Aunque era bien  temprano en la historia de la iglesia la fórmula de recogida de ofrendas para los pobres y para los ministros, ellos no se atemorizan por eso, se ponen de parte de la verdad y la justicia aunque con ello peligren sus estómagos. Hubiera sido mejor pedir a los hermanos ricos que lleguen un poco más temprano a las reuniones y no tan tarde cuando ya todos los asientos se hallen ocupados por pobres hambrientos por la palabra de Dios. Por otra parte un trato así discriminatorio  era dañino, dañaría tanto a los pobres como a los ricos mismos, haciéndoles sentir a ellos que son mejores que los otros, halagándoles la vanidad, alentándolos al menosprecio y a que no miren a los pobres como a hermanos sino como a personas de una clase inferior, completamente sin amor. Y además se afectaría el buen concepto de iglesia que quiso darnos el Señor, como un cuerpo celestial y no una sociedad dividida por clases.

Si a un rico se le trata así, por su dinero y no por su alma como le convendría, si es un hombre honesto y que está preocupado por la vida eterna y no por recibir adulaciones, no tardará en irse decepcionado de que a los que predican lo espiritual se les empañe tan rápido el juicio con lo material.

Ese tipo de trato ha corrompido la Iglesia. ¿No han comprado así los malos ricos la conciencia de los malos clérigos? ¿No han sabido eso y le ha comprado el perdón, aquí en este mundo, en el funeral  o después de enterrados? Por amor al dinero de los ricos, ¿no ha hecho que la llamada Iglesia, venda las gracias que Cristo nos ordenó regalar volviéndola inmensamente rica terrenalmente y horriblemente pobre espiritualmente? No es el dinero lo que la iglesia más necesita sino la gracia de Jesucristo.

Santiago habla de los ricos en términos generales, pero si ha pensado al escribir en los que asisten a las reuniones cristianas, estos no son salvos porque ellos “afrentan, oprimen al pobre los arrastran a los tribunales y blasfeman el buen nombre de Cristo” (vv.6-7). Tendría alguno de ellos que ser de los que asistieran al culto porque si fueran santos, ¿no hubieran podido replicar: pero estos hermanos no son así, ellos se han arrepentido? Es lo que ya he dicho, ellos necesitaban gloriarse no en “la exaltación” (1: 10), sino en la humillación y los que le daban la bienvenida carnalmente le hacían daño a sus almas.

Quizás alguno piense que las palabras de Santiago alientan venganza; pero ese no es su propósito, sus preguntas lo que tienden es a recordarles a los hermanos quienes eran ellos y que no merecían carnalmente ninguna distinción que rebajara a los que ellos mismos humillaban. Eran enemigos abiertos del Señor Jesucristo afuera de la iglesia, ¿no debían reconciliarse con él dentro de ella? ¿Y hacerles ver que los pobres que ya se hallaban sentados eran seres humanos y hermanos, no hubiera sido un buen principio y que se percataran que en la salvación todos somos iguales y el dinero para ella no vale? Haremos bien si oramos mucho por los ricos para que no sean enceguecidos por su dinero y se humillen para buscar la salvación no confiando más en sus riquezas.

Quisiera hacer una observación aparte del contexto, considerad que bueno es el Nombre de Jesucristo invocado en nuestro bautismo o cuando nuestra alma se unió a él en santo matrimonio. Muchos lo blasfeman ¿no lo exaltaremos hoy más que nunca? ¿No pediremos al Espíritu que en nuestra iglesia sea invocado sobre muchos y que lleguen a amarle con el corazón?

Miremos hoy la riqueza de la iglesia. Pasemos nuestros ojos alrededor, veremos muchos pobres entre nosotros, sus ropas y sus rostros lo evidencian, que no tienen muchas posesiones en este mundo, pero oigámoslos cantar, orar, hablar del Señor y pronto nos percataremos que son “ricos en fe y herederos del reino que Dios ha prometido a los que le aman” (v.5). Esa es la gran riqueza de la iglesia, los dones del Espíritu que ella ha recibido por la fe. Muy rica es una congregación que tiene muchos dones, donde Dios por su Espíritu ha derramado copiosamente la gracia de Jesucristo, mucha fe, mucho amor, mucho perdón, mucho arrepentimiento, mucha esperanza, mucho celo, mucho valor. Y Dios, cuando comenzó salvando a los pobres por mediación de su Hijo, empezó enriqueciéndolos a ellos primero con todo eso. No comenzó entre los afortunados y trayendo a la congregación los adinerados para que la sostuviesen, sino a los pobres, los que no tenían muchos bienes que ofrecer, pero llenándolos de las primicias de la salvación y la vida eterna.

Yerran los que piensan en la iglesia primero en términos financieros y no en gente rica espiritualmente que atraiga sobre ella la bendición del Altísimo. Si los ricos también son enriquecidos con la riqueza de la fe, entonces todo va mucho mejor. Jesucristo, por amor se hizo pobre para enriquecernos (2 Co. 8: 9) y lo que quiere es que de él “compremos oro refinado en fuego” (Apc. 3:18).

 

 

Exposición 11

No es si amas a Dios sino a tu vecino

Sgo. 2: 8-11

“Si en verdad cumplís la ley real conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley”.

 

Como anteriormente dije, Santiago continúa expresando su pensamiento en relación con la discriminación en la iglesia; es algo que lo hiere en lo vivo. Pero ahora su argumentación es escritural, basa sus palabras en lo que Dios ha dicho. Pero para comenzar nota no la ironía de sus palabras, pero la sospecha con que acoge la profesión de fe de ellos diciendo, “si en verdad cumplís” (v.8).

Si tiene sospechas, grandes sospechas de que ellos cumplieran la ley del amor al prójimo, estaban bien justificadas (Lev. 19: 18). Lo que vio y  oyó  era lo contrario. ¿No verían ellos mismos la inconsecuencia de sus actos, afirmando amar al prójimo y discriminando a los pobres? ¿Estarían tan ciegos como para no darse cuenta de ello? A menudo eso pasa, hallamos a una persona que francamente está violando algún mandamiento y sin embargo ella piensa que no. ¿Cómo puede ocurrir eso? ¿Será hipocresía, o racionalización? Quizás el asunto se debe a que se justifica el pecado con alguna razón cristiana, noble. En el caso en cuestión ¿cuál podría ser? Tal vez: ¿Conviene a la iglesia la asistencia de los ricos? O ¿Nosotros no los discriminamos, les pedimos por favor que le cedan el asiento? O ¿No es para condenarnos tan fuerte por una cosa tan simple? Disminuyendo la gravedad del pecado y la ofensa.

Tenemos que orar siempre al Señor para que su Espíritu nos ayude a poseer suficiente luz para enfocar correctamente nuestros actos y una conciencia que se alarme inmediatamente con la sola intención de obrar incorrectamente. Lo perfecto es amar a todos igual, muchísimo, pero si uno siente más amor por una persona que por otra, que eso no lo conduzca a ser injusto con ella. El amor a las personas es un mandamiento, pero si hay que decidir entre una y otra el amor hacia ellas no debe hacer la distinción sino la justicia de Dios,  su palabra. No sólo entre un rico y un pobre, sino entre un hijo y un ajeno, si la razón y la justicia está de parte del extraño, a él debe dársela. El amor a lo correcto, a los mandamientos de Dios, a su palabra, tiene que situarse por encima de cualquier preferencia individual o amor personal. Dios ama lo justo, ama su ley y nosotros debemos hacer lo mismo. Por mucho que amemos a un pecador no podemos amarlo más que a la ley de Dios.

Así que no basta con el cumplimiento parcial de la ley de Dios. No es necesario argumentar aquí sobre la inutilidad de la ley para justificar a un pecador ante Dios, eso lo hemos visto en Romanos. Si una persona incumple la ley de Dios en un sólo punto no puede jamás ser justificado por medio de ella, no le sirve para justificación y eso es lo que pasaba con aquellos hermanos y con todo el mundo. Pero la ley no nos ha quedado para justificación sino para vivirla como regla moral. El problema de no pocos actualmente es esa confusión de propósito. Piden a todos que cumplan esto y aquello de la ley e insisten tanto en ello que parece que la salvación dependiera de esos reglamentos, pero no hacen la aclaración que no es para salvarse sino para vivir moralmente.

Hay una distinción en eso. Una cosa es la moral, que corresponde al modo de vida y tiene que ver con el juicio, y otra la fe, que es para la salvación. Lo que es indispensable para salvarse es la fe, no la moral aunque la moral es la evidencia de esa fe. El propósito de esas reglas divinas no es su cumplimiento sino la fe en ellas primero y como fruto su cumplimiento; y además aquí el autor no discute la salvación sino el vivir conforme a ella. Habla para cristianos, para gente redimida por Cristo y que aman el Antiguo Testamento y procuran cumplir su ley.

El asunto es que esas personas que se ufanan de cumplir los preceptos revelados los infringen con arrogancia. No porque vivan desordenadamente, inmoralmente digamos, eso no pasa, sino porque arrogantemente afirmaban que cumplían la ley divina, estando ciegos a un pecado, la discriminación o falta de amor al prójimo. Así siempre pasa con los que aman el legalismo, toman la ley divina en sus manos y en vez de ella humillarlos, que fue su propósito, lo que hacen es enorgullecerse de que la cumplen. Si lo hicieran en un noventa y nueve  por ciento como estos hermanos y sólo pecaran en un punto, ¿de qué se enorgullecerían si Santiago afirma que se vuelven culpable de “toda”? (v.10). Y si ya son culpables no hay nada de que vanagloriarse. Quien enseña a la gente a acercarse a la ley divina para cumplirla y no para verse como es, no para humillarse y buscar la gracia, yerra y crea fariseos pero no cristianos. Nuestro acercamiento hoy, como la de aquellos hermanos, al oír la predicación de la ley, es para mirarnos en ella como somos, en un espejo el “rostro natural” (1: 23). Sin maquillajes.

Una desgracia incipiente de aquellos hermanos era la jactancia de que cumplían la ley divina más que los otros y no era cierto. Si se toma la ley no para examinarse a uno mismo sino para cumplir los mandamientos, para obrar, más que orgullo lo que tiene que haber es confusión porque lo que viene es la condenación dado que ningún cumplimiento parcial de ella es aprobado por el Señor. Si alguien no comete adulterio pero mata, es “transgresor de toda” (v.11). Si uno no come gallinazo o cuervo o puerco cumple la ley pero si dice mentira o envidia la incumple toda. Si otro asiste a la sinagoga los sábados y menosprecia a los cristianos que se congregan los domingos y se califica mejor que ellos, incumple la ley y se condena. El propósito de la ley, como de todo el judaísmo mosaico, es espiritual y no legal.

Santiago aquí condena la ignorancia de aquellos hermanos que ufanos se pavoneaban de cumplir la ley, y deja establecido que un cumplimiento parcial, aunque fuere en noventa y nueve partes de la ley, si en un solo punto ella se viola, se transgrede totalmente. La mejor forma de detectar nuestro pecado en eso no es ir al cumplimiento de la ley en su primera tabla, es decir en los mandamientos que tienen que ver con nuestra relación con Dios, sino como hizo y recomendó el Señor en la segunda tabla de la ley, la que tiene que ver con los mandamientos dados para nuestra relación con el prójimo. Ahí es donde sale el pecado, donde se revela nuestra hipocresía. Nos pasamos de la noche a la mañana juzgando al prójimo, criticándolo por esto y por aquello, continuamente nuestra lengua es de fiscal acusador y sin embargo vamos al templo a leer la ley de Dios, a cantar himnos, a enseñar y a dar nuestro dinero.

 

 

Exposición 12

Dios siempre nos ha recibido, aunque hemos venido cabizbajos como pródigos

Sgo. 2: 12-13

“Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad. Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”.

 

Estos dos versículos restantes (12,13), son  impresionantes y salen de la pluma del autor con el deseo de hacer aplicación de lo que anteriormente ha enseñado, la absoluta prohibición de hacer discriminación entre una persona y otra para favorecer a la una y humillar a la otra. Hay dos cosas importantes, una es el juicio y la otra es la misericordia.

 

Para el propósito que Santiago quiere conseguir, que teman cometer injusticias, hace bien en comenzar por el juicio final al cual todos tenemos que comparecer para responder por nuestras acciones. Y yo quiero lo mismo por lo tanto comenzaré  por eso, afirmando que cada ser humano, incluyéndonos a nosotros habremos de comparecer frente a Dios para ser juzgados por nuestras obras. Pienso que la cosa más importante en ese momento es hallarse justificado, cualquiera otra cosa es menor. Para ese entonces nadie podrá ser justificado por la ley, sino por medio de la fe en nuestro Señor Jesucristo. Los que van allá cumpliendo la ley parcialmente serán condenados, el que confía en otra cosa que no sea en la obra de Jesús no hallará la vida eterna, no podrá pasar absuelto ni declarado inocente ante Dios.

El propósito de Santiago no es mencionar todos los pecados por los cuales los hombres podrían pasar a la condenación, sino sólo mencionar uno sólo, el de humillar al prójimo y maltratarlo en beneficio de algún otro. Son los actos de injusticias a los que él se refiere. ¿No tenemos que  tener cuidado con eso? A veces no somos justos con nuestros semejantes y hacemos sufrir a personas que son inocentes y las maltratamos aprovechando la posición de superioridad que tenemos sobre ellas. Los más pequeños en el reino de Dios son muy importantes para él y cualquiera que los haga caer traerá sobre sí mismo condenación. Son muchos los prejuicios y los dolores que los hombres llevan dentro y hacen que se hieran y ofendan como enemigos. Eso hace doler el corazón de Dios, pienso, cuando pasan entre hijos suyos a quienes ha dado por hermanos.

Cada uno de nosotros debe pensar que “será juzgado por la ley de la libertad”. No debiera Santiago tener que acudir al temor para espantar a los que menosprecian a los  socialmente insignificantes o a los que ?son de menor estima entre nosotros? porque si el amor llenara nuestros corazones por los otros no alzaríamos ni el brazo ni la lengua para hacerlos llorar.

Ya sabemos que tenemos que comparecer a juicio por todas esas cosas, pero ahora lo curioso es que Santiago llama a la ley del juicio ley de libertad. ¿Por qué lo hará? Pienso que se refiere a la ley de la gracia, no porque la ley que dio Moisés no se halle presente para reclamar sus derechos, sino para que nos acordemos que la ley de la gracia es la ley de nuestra salvación, que nos hallamos bajo ella, que fuimos libertados por ella y que principalmente se usó con nosotros misericordia. Los que tratan con injusticia a los demás  parecen olvidar cuanta misericordia ha usado el Señor en su salvación, como puso su ojo sobre ellos y no lo ha apartado nunca permitiéndles el arrepentimiento y la fe, que escaparan del lazo del diablo donde  se hallaban cautivos, que el poder del pecado perdiera su dominio sobre  ellos, que habitase el Espíritu de su Hijo en sus corazones y fueran salvos por misericordia. Dios nos ha recibido por misericordia, se acordó de nosotros por misericordia, no nos ha enjuiciado ni castigado como merecemos, se ha olvidado de nuestras faltas y transgresiones. ¿Hacemos bien ahora en actuar con tan poca misericordia con los otros, especialmente aquellos que no tienen nada en este mundo ni medios para defenderse?

El que ha experimentado el perdón y la liberación graciosa de la misericordia del Padre, la agradece tanto, confía tanto en ella y se siente tan feliz de haberla hallado que no puede menos que pedirla para otros y mostrarla también. Muchas veces somos culpables de los pecados que otras personas cometen y cuando los oímos cometerlos los enjuiciamos y los castigamos si podemos, sin recordar que nosotros también debiéramos serlo porque llevamos culpas en sus faltas. Quien no usa misericordia con los demás es que no la han usado con él tampoco ni la espere en el día del juicio.

Pensemos primero en esta verdad en relación con nosotros mismos, ¿no es cierto que en nuestra salvación “triunfa la misericordia sobre el juicio”? ¿Hemos olvidado aquellos tiempos cuando éramos débiles e impíos y sin embargo Cristo murió por nosotros? ¿Hemos olvidado cuando no éramos pueblo, cuando no éramos hijos de luz, cuando comíamos y bebíamos para los demonios, cuando estábamos bajo la ira de Dios y siguiendo la corriente de este mundo, cuando exponíamos nuestros miembros a la iniquidad y no a la justicia, cuando éramos esclavos de concupiscencias, de las miradas codiciosas y de los pensamientos malvados? Si la misericordia triunfó en nuestra justificación, no lo ha sido menos en nuestra santificación porque en muchos períodos de nuestras vidas hemos faltado a Dios gravemente sin embargo él no ha usado juicio contra nosotros. No ha dicho, “me defraudaste, no eres ya más mi hijo, vete”.  Dios siempre nos ha recibido aunque hemos venido cabizbajos como pródigos, envilecidos y malolientes. Por esas y otras muchas razones debiéramos ser bondadosos y benignos con el prójimo, amándolo, ayudándolo y usando con él tantas misericordias  y perdones como él lo necesite y entonces nuestro galardón, cuando lleguemos a juicio será que también se usará mucha misericordia con nosotros y de  nuestras muchísimas faltas la misericordia se destacará más elevada y triunfante que el juicio reclamador.

 

Exposición 13

 

Si no hay obras de amor la fe está sin alma

Sgo. 2: 14-17

“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe si no tiene obras está muerta en sí misma”.

 

Nuestro  hermano Santiago continúa profundizándose en el tema reciente sobre el amor al prójimo como una frecuente violación de la Ley. En esta porción el amor se describe con otra palabra, fe.  Las obras que Dios nos pide que ejecutemos en su Ley son obras de amor y si alguien manifiesta que vive apegado al decálogo, tiene que ejecutarlas. Si los diáconos que tienen que acomodar a las personas que van llegando prefieren los ricos a los pobres, se vuelven jueces sin amor y con cabezas llenas de malos pensamientos. Es la mera profesión verbal lo que el autor considera intolerable, si alguno se ufana de cumplir la ley y no ama al prójimo la incumple toda, si otro confiesa que tiene fe en nuestro “glorioso Señor Jesucristo” (2:1), pero hace acepción de personas, es injusto.

Para Santiago cualquier fe no salva, sino aquella que tiene amor, y Pablo añadiría, que conlleva esperanza. Una persona puede hallarse a sí misma engañada si afirma creer en Cristo pero su corazón está casi completamente cerrado para amar al prójimo, es decir, no le socorre pudiendo, en cosas materiales, o que “son necesarias para el cuerpo” (v.16). La religión carece de vida si no actúa humanitariamente. Hay quienes están prestos a socorrer espiritualmente a otro; puede que no escatimen alguna exhortación para reanimar al caído, o algún testimonio de fe que sea convincente, pero si llegado el momento se le pide socorro material, se ofuscan y declinan dejando pasar a otro la oportunidad de servir. Una religión así espiritual suena hueca y es hipocresía. ¿Cómo alguien puede probar que desea “la vida eterna” para otro si no le ayuda en sus necesidades de la vida terrenal?  Esa “espiritualización” de la vida cristiana es una adulteración de ella. Los fariseos fueron condenados por Jesús porque decían, es Corbán, mi ofrenda a Dios todo aquello con lo que pudiera ayudarte (Mr.7:10-11). No es mis amados que el alma sea de segunda importancia, es la primera, si uno fuera a elegir entre el vientre y la cruz, elegiríamos primero, por  supuesto, predicar el evangelio. El cristianismo no es sólo filantropía, pero el Nuevo Testamento nunca nos pone a decidir entre lo espiritual y lo material, entre la fe y las obras, no habla de una separación y aislamiento entre lo uno y lo otro.

No es que el cristiano tenga que hacerse cargo de toda las necesidades de los otros hermanos suyos, Santiago menciona necesidades básicas, las que tienen que ver con el abrigo y la comida, el “mantenimiento de cada día” (v.15), no obstante, suponiendo que el hermano esté empobrecido pero no por holgazanería, puesto que para el haragán se escribió: El que no trabaja, tampoco coma. Es diferente rehusar dar dinero a quien no administra bien el suyo o el auto a quien lo pide por vanidad para pasear. Pero otra cosa negar un plato de comida a quien sabemos que se irá a dormir con el estómago, o el de sus hijos, vacío. El interés por el alma tiene que ir parejo con el del cuerpo porque el hombre es una unidad, alma y cuerpo, ¿cómo amar el alma de alguien sin amar su cuerpo?

Lo que el Espíritu nos enseña es la inclinación loable que tiene que permear nuestra comunidad, la de socorrernos recíprocamente. Pensemos un poco más en eso. ¿Cómo llamaremos a los otros “hermano o hermana” (v.15), si no nos duelen las entrañas verlos desnudos o muriéndose de inanición? Los hermanos son hijos del mismo padre. Cuando uno considera a otro hermano o hermana es que lo acepta, como él mismo, engendrado por el mismo Espíritu, teniendo el mismo Espíritu de adopción y siendo hermano de Jesucristo. No debemos atrevernos a usar esa cariñosa designación fraternal con aquellos a quienes no amamos. Cuando alguien dice, “el hermano fulano nos guiará en oración”, saludamos a “la hermana fulana”, tiene que  portarse con él o ella como tal porque de otro modo se condena. Se tienen unas entrañas muy duras para saber que hay alguien que pasa frío mientras dormimos abrigados y con ropas de recambio, o que cenamos opíparamente cuando hay miembros de la misma iglesia que apenas tienen un pedazo de pan duro y un poco de agua. La fe no es genuina si no tiene un amor que comparte. No merece ser llamada fe, no lo es, si no se enternece con y auxilia al prójimo.

La salvación es por la fe, sólo por la fe, únicamente por la fe, sin las obras de amor, pero la fe que da la salvación nunca viene sola. Una fe teórica no es fe, una fe espiritual sin conexión con el cuerpo, es hipocresía. No poca gente por desgracia se declara cristiana, salvada sobre la base de su fe, y se engaña porque si ella se le examina en cuanto al amor al prójimo se descubre que nada tiene que ver con el glorioso Señor Jesucristo que dio todo lo que tenía por los demás, hasta su propia sangre. El alma de la fe es el amor, si no hay obras de amor la fe está sin alma, se halla muerta en sí misma.

 

 

Exposición 14

Aceptar la existencia de Dios no es una prueba de fe

Sgo. 2: 18,19

“Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno, bien haces. También los demonios creen y tiemblan”.

 

Es una realidad que no quisiéramos que existiera, la de hermanos nuestros que no lo son porque no están hechos conforme a la imagen de Jesucristo; profesan fe en él pero no andan como él anduvo, no se les pueden identificar como salvados por los frutos del Espíritu porque no los poseen, aseguran haber creído en Dios pero no tienen obras.

Pudiera ser tenido por un caso hipotético el que menciona, pero lo más obvio es que se trate de creyentes existentes a los cuales bien se conoce, y muestra las objeciones de miembros no convertidos, “pero alguno dirá: Tú tienes fe y yo tengo obras” (v.18). Aunque ha sido bien claro en lo que ha dicho anteriormente, todavía supone que haya algunos que objeten sus palabras, porque siempre hay gentes que están en desacuerdo con lo que aquellos santos varones inspirados por el Espíritu Santo escribieron. No se convencen fácilmente o no quieren convencerse con lo que Dios dice. Aunque el Espíritu razone con ellos hallan un subterfugio para oponerse. Y lo asombroso es que eso no sólo ocurre entre los gentiles que no conocen a Dios sino entre el pueblo cristiano. En especial, como aquí, entre aquellos que no quieren mejorar sus obras, que no desean asociar la fe con el amor.

No hermanos, la separación entre la fe y la práctica no es válida, quien recibe la fe en Jesucristo recibe con ella las obras de amor que Dios nos ha dado para que anduviésemos en ellas (Efe.2:10). Quizás esto no consista en una exageración de la doctrina paulina de la justificación por la fe sola, sino una característica innata del corazón de abandonar la práctica cristiana o puede que aquella preciosa doctrina paulina hubiese servido como excusa a algunos para dejar de mostrar amor a sus semejantes. Aunque dudo ese sea el caso.

¿Quiénes pueden ayudar a salvar a los que no son convertidos pero se lo creen? Sus hermanos, los que están practicando la fe. Hay un convencimiento tremendo en esas palabras, a tal punto que se atreven a desafiar al reto a los otros, “tú tienes fe y yo tengo obras, muéstrame tu fe por tus obras y yo te mostraré mi fe por mis obras” (v.18). No son los que profesan la fe sin atender al comportamiento los que retan, son los que viven la fe. Son los que obran como Jesús los únicos que pueden retar al mundo y a los falsos cristianos. Los únicos autorizados para hablar sobre la fe son los que la practican. Los que pueden tomar la ley de Dios en sus labios son los que la tienen también en el corazón, y eso indica que los hermanos que viven el cristianismo son celosos con otros, no se conforman con que haya ciertos que presuman serlo sin que sea verdad. Y eso está bien, si los que están viviendo conforme a la Escritura se callan y no le dicen nada a los que son teóricos o hipócritas  ¿adónde iremos a parar? ¿No se contagiará con esa enfermedad todo el cuerpo tanto los que están dentro como los que lo van haciendo? Nosotros estamos orando mucho por un derramamiento del Espíritu entre nosotros y para ello cada uno tiene que mejorar sus caminos (Jer. 7: 3; 26: 13). Los que están practicando actualmente las enseñanzas de Jesús, aunque no fueren muchos, deben oponerse y llamar al arrepentimiento y la rectificación a los que no lo están haciendo y decirles: “Hermano, veo que tú no haces esto, ni lo otro, ni aquello, muéstrame tu fe por tus obras”.

No se puede “mostrar” la fe sin las obras. Eso nadie lo puede hacer. La muestra de la fe no es verbal, porque en ese caso es invisible, y la fe invisible no se ve, por supuesto, y es inexistente. No es decir que se tiene fe sino materializarla con los hechos. Es imposible, pero hay hermanos que pretenden hacer lo imposible, mostrar la fe sin las obras. Es como concebir que haya un árbol sin fruto, agua sin pozo. La salvación sin las obras es un imposible. A lo sumo una falsificación. No más que pretensión.

En realidad estos hermanos, los encargados de sacudir a los estériles, de avivar la obra casi que se muestran orgullosos al decir, “yo te mostraré mi fe por mis obras”. Quizás eso no corresponda con la humildad cristiana, pero cuando se trata de hacer bien a la obra, de avivarla, si uno quiere apologizar para bien del reino de Dios no queda más remedio que “hablar como loco”. No hay más opción que “gloriarse un poquito”  (2 Co.11:16).  Pedirles a los otros que nos imiten como nosotros imitamos a Cristo, que se hagan como nosotros somos. Si se hace, como verdad, no para ser aplaudido sino para corregir, el ejemplo es bueno. Pues pasa que los que no están viviendo la fe  adoran juntos con los que tienen un buen testimonio, pero aquellos se creen iguales y algunas veces hasta mejores que los primeros.

Pero los sacudidores de estos  muertos usan otro argumento en el empeño, el teológico, “tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen y tiemblan” (v.19). Los que no tienen obras afirman la exclusividad de Dios, se glorían en él. Eso no es suficiente, los demonios también creen lo mismo, ningún ángel caído es politeísta o sea, no cree que haya más que un solo y omnipotente Dios y por supuesto, “tiembla” ante ese hecho. No basta para ser salvo.

Si no hay obras, no hay fe, no hay salvación. Y añade algo más, que los demonios “tiemblan”. No tanto por el reconocimiento de la unidad divina sino por la condenación a que ellos están sometidos sin poder remediarlo. En ese sentido la creencia o fe de los demonios estaba más avanzada que la de aquellos estériles porque si se ponían a temblar pensando en el infierno quiere decir que lo creían, que lo sabían sin negarlo.

Así llegamos al punto de pensar que aquellos hermanos habían oído la palabra de Dios y no temblaban frente a ella, supongo porque estaban engañándose a ellos mismos y no creyendo que bajarían a la reprobación. A esto se debe el esfuerzo que sus compañeros de fe despliegan para tratar de convencerlos que perecerán si no modifican su fe, porque quieren sacarlos del engaño en que se encuentran pensando que pueden vivir la salvación con una fe sin fruto. Supongo que esta forma de tratarlos les resultaría insultante, provocadora y posiblemente traería algún conflicto, pero cuando una congregación está avivada por el Espíritu Santo la salvación es lo más importante, lo  primero que se persigue, lo que más se busca y uno prefiere ofender al mundo entero pero quedar limpio de la sangre de un hermano querido.

En realidad eso no es fe, descubrir o aceptar la existencia de un Dios y de ninguno más; no es más que una evidencia lógica, que también los paganos de los cuales en Ro.1 se habla lo hicieron. Es una conclusión científica a la que cualquier hombre natural podría arribar si considera bien el universo. Convencerse que hay un Dios no es tener fe en él. Fe no es estar seguros de su existencia sino creer su palabra o como se dice en la Escritura  “creyó a Dios”. Para que haya fe tiene que haber Espíritu Santo y Palabra de Dios, y oración; y el diablo en los perennes incrédulos eso brilla por su ausencia. Ni siquiera es saber que lo que él dice de sí mismo es verdad y que no miente, fe es obrar en relación con lo que se ha escuchado de su boca.

Reconocer la existencia de una deidad, su eterno poder, la veracidad de su palabra, no es mucho más que lo que un hombre animal o diablo pudiera hacer. La diferencia está en que los demonios ni los hombres psíquicos jamás “le dieron gloria”, nunca vivieron conforme a lo que él había hablado. Aquellos hermanos que tenían fe con obras lo sabían y Santiago también. No obstante él no los compara a los paganos porque ellos rechazaron el descubrimiento del monoteísmo, sino al mismo diablo. Eso es fuerte, pero cierto, y con ello les está descubriendo que no piensa que sean convertidos y que la condenación la tendrán como segura.

 

Exposición 15

Santiago vs Pablo

Sgo. 2: 20-26

 

“¿Quieres saber hombre vano (o estéril) que la fe sin obras es muerta? ¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? ¿No ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras? Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe. Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras, cuando recibió a los mensajeros y los envió por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”.

 

Santiago continúa su lucha contra la fe sin obras y ahora apela a la Escritura, la fuente de autoridad tanto de los unos como de los otros. Los ejemplos que extrae son sacados de ella. Hoy nuestro énfasis es aclarar sus palabras en relación con las que dijo el apóstol Pablo, para que no tengamos problema con la doctrina, no hace falta que insista en el aspecto práctico porque ya eso lo hemos hecho con anterioridad y aquí se remiten solamente ejemplos para lo ya mencionado.

Santiago no usa aquí “justificación” con el mismo sentido que la usa Pablo, ni está dirigiéndose al mismo tipo de público. Pablo dice que “el justo por su fe vivirá sin las obras de la ley” (Ga. 3:11), y hablaba a aquellos judaizantes que insistían que para ser salvos había que guardar los ritos y las obras de la ley y con ella se vanagloriaban hasta el máximo. Santiago no habla a gente que obra sino a gente que no lo hace, que no quiere obrar.

El interés de Pablo es separar la fe de las obras y el de Santiago es unirlas. Para Pablo justificación es un acto legal, forense, para obtener el perdón, para Santiago es una aceptación ante Dios, una vida con frutos. Santiago piensa que la fe es algo práctico, que es un estilo de vida. Ni un punto menos. Lo de Pablo es alta teología, la del areópago, la de la universidad, la de los seminarios, la de la evangelización, la de Santiago es la teología del comercio, del hogar, de la calle, de la oficina, la del testimonio. Los malos cristianos que Judas conoció convertían en libertinaje la gracia de Dios y negaban a Dios y a Jesucristo con sus obras (Jud. 1: 4).  Pablo las desvincula doctrinalmente, Santiago las une en la vida. Las dos posiciones son válidas. Su punto de vista es que la fe “actúa juntamente con las obras, y la perfecciona” (v. 22).

La justificación, si hablara en sentido legal como Pablo no diría eso porque es un error, no se puede perfeccionar ni ayudar en algo. Como la justificación paulina es un acto jurídico, una declaración de inocencia y consiste en el apropiarse de la justicia perfecta de Cristo, y no es susceptible de mejoramiento. Las obras, como se ve aquí por el ojo de Jacobo, no son otra cosa que fe visible. El fruto de la fe. Una prolongación de la vida del alma. En ningún punto la fe deja de serlo y se vuelve obra, sino que cree y acaba viéndose en los hechos. La fe lo que hace es materializarse, reconocerse, testificar de su existencia. Una fe que no es perfecta en hechos es un cadáver maloliente. Los que creen y obran son los amigos de Dios. Además de esas dos observaciones hay otra.

Ahora veamos a Abraham en dos épocas. El caso que Santiago pone de Abrahán cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar (v. 21), se halla en Ge. 22: 1-14; 30 años después de la justificación que menciona Pablo en Ge.15: 6;  Ro.4: 3-4. Santiago une dos textos muy distantes el uno del otro y cuando dice que se “cumplió la Escritura que dice” (v. 23). No había ninguna profecía al respecto cuando ofrece a Isaac, lo que había era su declaración de fe, que se ratifica como genuina en la obra. La conexión que hace Santiago es válida, la fe de Abrahán hubiera sido vana si rechaza la petición de entregar a Dios su primogénito. Cuando él dice: “Se cumplió”, lo que quiere decir es: “No ven que yo tenía razón, la fe de nuestro padre no era vana sino auténtica y eso se hace manifiesto en su obra”. Ambos manejan los mismos textos, pero para probar fines diferentes. Aunque Pablo no hace uso de la petición sacrificial del niño.

Con respecto a la cita de Rahab la ramera (v. 25), pasa lo mismo. La mujer fue justificada por haber creído, por su fe, como se dice en He. 11: 31, pero su fe no fue muerta o estéril como otra versión dice, y protegió a los espías. El “espíritu” de la fe son las obras, son las que la hacen una confianza viva, una profesión activa. El alma de la fe son las obras. Si afirmamos que somos salvos por medio de nuestra fe como dice Pablo, bien haremos si la chequeamos por lo que dice Santiago, por las obras. Si ha nacido, ha crecido hasta obrar y se halla viva y testificante en la comunidad de los justificados.

Observa que llama amigo de Dios al patriarca cuando creyó. Todos aquellos que han sido justificados, reconciliados con Dios por medio de Cristo, también son llamados sus amigos. La fe torna en amigos a quienes un tiempo atrás eran encarnizados enemigos, adversarios y crueles perseguidores. Se hace la paz y reina la concordia entre el hombre y Dios, cuando se ponen de acuerdo por la fe, cuando el rebelde al fin cree.

 

Notas

Sgo.  3:1

"Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo". Estos son los que se creen perfectos y se atreven a juzgar los actos de los demás como si ellos fueran impecables maestros; siendo hipocresía. En este sentido los fariseos se llamaban maestros. No hay condenación mayor en el infierno que la que recibirán los hipócritas, en especial, aquellos que sirven de maestros a otros y se presentan como perfectos, individuos irreprensibles que exhortan a los demás a que no cometan las faltas que ellos mismos hacen (Ro. 2:17-21). Es sorprendente oír a una lengua hablar grandes cosas, las dulzuras del evangelio, e inmediatamente con amargura criticar a los demás.

 

No se murmura contra quien se sirve

 

Sgo.  3:2

"Porque todos tropezamos de muchas maneras. Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo".

 

La palabra significa eso, tropezar, ofenderse y caerse. El que domina la lengua pudiera dominar sus ojos, sus oídos, sus pies y sus manos; pero no la concupiscencia que es completamente indómita. Se domina un órgano y se arde en deseos por dentro. Ofendemos muchas veces, unas veces intencionalmente y otras sin intención. Este capítulo debiéramos leerlo todos los meses pues uno se va acostumbrando poco a poco a murmurar contra los hermanos; hoy hace un juicio negativo, mañana otro, ahora habla sin amor y mañana sonríe, en vez de enojarse, cuando otro hace lo mismo. Así la lengua se va soltando hasta convertirnos en pequeños o grandes criticones, chismosos y dañinos. La malsana costumbre se desarrolla. Uno se vuelve chismoso cuando su piedad decrece y deja de hacer buenas obras para los demás. Raramente quien da al necesitado, ropa y comida, se siente inclinado a desacreditarlo. No se murmura contra quien se sirve. A quien se sirve se ama. El servir a los hermanos pudiera resultar en la cura de una lengua enferma de chisme y murmuración (2:14-17). Quien no muestra su fe por sus obras irremisiblemente se va inclinando a la murmuración y a la chismografía.  Señor, perdónanos las murmuraciones que hemos hecho contra otros y ellos jamás se han enterado.

 

Ten el cielo en tu lengua no el infierno

Sgo. 3:6

"Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida". Es mejor la traducción la rueda, el circuito, el curso del "circuito" "génesis o principio", y por ende, la creación, el mundo entero. Mira la estrecha relación que hay entre el labio de un chismoso y el infierno. La traducción de la palabra infierno aquí proviene de gehenna o valle de Hinnon, un basurero expuesto a un fuego perenne a las afueras de Jerusalén. Es el concepto exacto que Jesús tenía sobre la condenación de los impíos. Siempre comparó la condenación al fuego. Una descripción del infierno propia del mundo judío de los evangelios, pero ausente en las cartas paulinas a los gentiles. Por ende, el infierno de fuego no es un concepto pagano ni griego ni romano, sobre la condenación en ultratumba, sino que pertenece a la revelación judía. Pero volviendo a lo de la lengua; es un fuego peor que el que se enciende en este mundo. El alma del chismoso vive en un infierno y eso es lo que trae a la vida de los demás; en el hogar y en la iglesia. Oh no, que no tenga yo el cielo en mis labios, bendición y no maldición, verdad y no mentira. Amén.

Sgo. 3:13

"¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Que muestre por su buena conducta sus obras en mansedumbre de sabiduría". No hacen falta tantos sabios y entendidos en la iglesia para que el mundo la respete por causa de ellos o para que coloquen con su sabiduría, la fe en una posición de intelectual consideración. El mundo no será salvo por esa sabiduría, no tendrán éxito tampoco entre la comunidad de intelectuales que acostumbra a mirar a los sabios cristianos como una rareza científica y un contrasentido cultural. Lo que sí necesita la iglesia son los sabios en la vida cristiana, que muestren al Señor Jesús en sus obras. La iglesia necesita, más bien, grandes vidas que grandes cerebros. Necesitamos más gracia para vivir que para aprender.

 

El aprendizaje está completo si termina adorando a Dios

Sgo. 3:13-18

13¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”.

Y ¿qué hacen los sabios en la iglesia que no detienen todos esos males? ¿Por qué no paran los celos, las discusiones, las perversidades, la chismografía, la parcialidad y las impurezas? ¿Qué sabiduría, qué reputación, qué prestigio era ese? Oh, Señor, tenemos que reconocer que a veces vivimos por debajo de lo que sabemos, ¿cómo es posible que alguien parezca tan iluminado y sabio, hecho así por tu Espíritu y no viva a Cristo? Oh no, han aprendido con el cerebro, pero no con el corazón; descubren la verdad, ven la verdad, pero no la adoran, no les inspira ni les comunican reverencia ni los conduce al trono de la gracia. Esa sabiduría que no hace nada para santificar la vida es conseguida por la vía natural y no por el Espíritu Santo, y es terrenal, engañosa, engreída y diabólica. Cuando te instruye Dios, te perfecciona la vida. El que ha aprendido de Dios y ha sido por él enseñado, aprende a ser santo. El proceso de aprendizaje no está completo si no termina en la adoración a Dios; si el alma no ha sido edificada, no siente deseos de orar, dar gracias y exaltar a Dios (Jn. 6:45).

 

 

Comienza no negando

 

Capítulo 3                                    

Exposición 16

No seas como el cuervo de la cañada

 

Sgo. 3:1-5

1Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos mayor condenación. 2Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo. 3He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo. 4Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 5Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!”.

Si usted cuenta los versículos que tiene este capítulo hallará que la mayor parte de ellos, 12 de 18, son dedicados al uso que le damos a la lengua. ¿No revela que el Espíritu sabe que eso nos hace falta? Si en algún tema tenemos que “soportar la palabra de exhortación” es en éste, varios estudios girarán en torno al asunto y espero que me oigan con paciencia y si sufrimos el mal que aquí se ataca, Dios haga que la aplicación de la medicina nos cure para siempre.

La actitud siempre crítica de muchos “hermanos míos” es asombrosa, se constituyen en plenos “maestros” de los demás queriendo enseñarlos en esto y en aquello, pero con una docencia agria, crítica y enjuiciadora. Santiago les nombra maestros cuando pudo haberles llamado jueces o fiscales. Quizás lo hizo irónicamente porque ellos se tendrían por tales, o por ser comprensivo y aparentemente entender los motivos ¿educativos? y ¿correctores? de los susodichos profesores de moral y buena conducta. Pudo también haberles llamado ¿ángeles? porque se creyeran perfectos o psicólogos ya que frecuentemente estaban opinando sobre el temperamento y el carácter de los otros. Lo asombroso es que todos ellos asumen esas funciones sin capacitación para hacerlo ni respaldados por algún llamamiento.

Esto que ellos hacían es distinto a la exhortación que tenemos que practicar los unos para con los otros. Si la exhortación se lleva demasiado lejos siempre involucrándose en ella y reprendiendo a todo el mundo por cualquier motivo, pequeño o grande, ya entonces la beneficiosa práctica se ha degenerado y lo que ha quedado no es un celoso hermano, un verdadero ayudador, sino un insoportable criticón. Y estos molestos obsérvalo-todo, que siempre están pendientes de las faltas de los hermanos olvidan algo importantísimo, que también ellos tienen faltas y que habrá un juicio final sobre todas. Si un hermano critica a otro y hace lo mismo, recibirá “mayor condenación” (v.1) porque haciéndose juez de otro lo es también de sí mismo. Por supuesto que si uno oye a un hermano continuamente usar su lengua de mal modo tiene que atajarlo para que aguante su labio y se trague su veneno, y esto, aunque uno mismo no pocas, sino “muchas veces” haya ofendido (v. 2).

No hay en toda la iglesia ni uno solo que siempre se haya guardado de esa epidemia de criticar a otros, Santiago mismo se incluye diciendo que “todos ofendemos muchas veces”. Aunque es un modo de decir las cosas en plural. Si no es en familia es entre amigos, o con otros hermanos, en el mismo templo o en el portal, personalmente o por teléfono y aún hay quien chismea por correspondencia. Aquí se revela, ricamente o miserablemente, nuestra imperfección. ¿Y por qué somos así? ¿Por qué hablamos cuando tuviéramos que callarnos? ¿Por qué no conversamos amigablemente, nos animamos, nos estimulamos, nos edificamos como el Señor manda y en su lugar “nos ofendemos?”.  Ay, ¡cuánto daño hacemos cuando ofendemos a otro! No podemos medir nuestro lenguaje, controlar nuestra emoción, ni siquiera escoger el momento y las palabras más a propósito para ayudar a quien lo necesita. ¡Ofender, ofender! Tan preciosa que es la palabra que sale con gracia del corazón, tan necesitados que estamos todos de ella y sin embargo la que brota es la que nos hiere, la que nos entristece, la que nos rebaja, la que nos difama, la que no quisiéramos oír porque nos deprime y nos quita el amor y las ganas de seguir viviendo.

No podemos vivir juntos, no logramos alcanzar la unidad por la que oramos porque nuestras peticiones hallan el estorbo en el mismo sitio por donde bendecimos al Señor, en la boca. Con la lengua apaleamos a los hermanos, los pateamos, no los atraemos, no los cautivamos con cariño y emoción, sino que los alejamos de nosotros, de los demás, de la iglesia y del mismo Señor que murió por sus pecados.

¡Y si lo hiciéramos una vez! Pero no, somos generosos en hacer daño. Algunas veces no notamos el mal que hicimos al hablar y el ofendido va y se repliega solo en un rincón a sangrar llorando lágrimas de angustias. Y de esas quejas no llegamos a tener noticias, pero Dios sí las tiene y nos pedirá cuentas algún día por los desvelos y los sollozos que a otros causamos. Los hay que nos lo dicen, nos enteramos, que hemos herido el alma de cierto hermano y en vez de ir y pedirle perdón nos justificamos y hallamos bien lo que le dijimos y por si fuera poco, a la misma persona o a otro le aplicamos igual tratamiento y así, endurecidos vamos destrozando el alma de los que son nacidos como nosotros, de Dios, rompiendo la iglesia y consumiéndonos recíprocamente como lo haría una furiosa jauría.

¿Quieres ser perfecto? Aprende a cerrar el pico porque “si alguno no ofende en palabras, éste es varón perfecto”. Eso no tiene que ver con las personas tenidas como calladas o de pocas palabras.  A menudo encontramos a algunos de esos silenciosos que entre dientes o con sus íntimos murmuran hasta por los codos y levantan diabólicas calumnias. Están en el grupo donde hablan otros y ellos no dicen nada, son todo oído, pero luego son toda lengua. Ser poco fraternal, huidizo con los otros, puede que no sea por timidez sino por arrogancia y suspicacia. Al que Santiago se refiere no es al que no habla mucho sino al que ofende. El que es perfecto no es el que no utiliza su lengua en pláticas fraternales sino al que le da mal uso. El que siente ganas de responder del mismo modo que se le trató pero, se contiene, si le gritan no responde con gritos, si le insultan habla pacíficamente, y sufre el agravio.

Muchísimas han sido las razones que se han dado para justificar o al menos explicar la costumbre de los “lengua suelta”. Que es cuestión de temperamento y eso no se puede contener. Pero esas son las ráfagas de cólera, una explosión debida a alguna humillación o contratiempo. Son las palabras que brotan y se escapan, sin atinar a contenerlas. Pero el uso de la chismografía venenosa es diferente, no tiene que ver con algún desahogo temperamental, no es la canalización verbal de alguna energía psíquica, sino una enfermedad del carácter que busca por aquí y por allá elementos para tener una conversación detractora, como los cuervos de la cañada, que localizan los ojos y los sacan con sus picos a la pobre víctima, luego las entrañas y todo, hasta que estos miserables se llenan el buche de su botín (Pro.30:17). ¿No es cierto que para hacer eso no hay que poseer especialmente ningún tipo clasificado de temperamento?

 

Exposición 17

Tenemos que ponernos la palabra de Dios entre los dientes

Sgo. 3:4-8

4Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. 5Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! 6Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno. 7Porque toda naturaleza de bestias, y de aves, y de serpientes, y de seres del mar, se doma y ha sido domada por la naturaleza humana; 8pero ningún hombre puede domar la lengua, que es un mal que no puede ser refrenado, llena de veneno mortal

Santiago es muy benevolente al echarle toda la culpa de las ofensas, las críticas, los chismes y las difamaciones a la lengua como órgano físico. La presenta como un pequeño monstruo que tiene contacto con el mismo infierno. Digo que ha sido benevolente porque en realidad todo eso lo hace la lengua porque el corazón se lo pide. El mal está en el espíritu, en el alma nuestra, y el infierno no se halla detrás de los dientes sino en nuestro mismo ser humano. Aunque es difícil dominar la lengua, hay que hacer algo, y entonces el buen hermano aconseja, como si fuéramos bestias, serpientes o barcos, usar un freno o un timón.

Hay algo que más arriba he dejado pendiente y que puede ser enlazado con estos versículos. El uso del freno en la boca. Dice que los caballos se domestican con un freno y por impetuoso que sea el animal el que lo monta puede llevarlo por la senda que desee tirando de su boca para un lado o el otro, aunque la idea primaria no es un cambio de rumbo sino refrenar. Lo de "dirigir por donde quiere" aparece posteriormente. Cambiar una conversación pasando de un tema para otro es bueno, es un arte excelente, dirigir la plática a los preciosos asuntos de la salvación y la edificación cristiana, es maravilloso y debemos aprender a hacerlo. Pero antes que eso, antes de saber usar sabiamente una conversación para provecho hay que aprender la lección de dominar la lengua, sujetarla, refrenarla. Si no se usa para bendecir no se debe usar porque dice, "bendecid y no maldigáis".

Santiago no quiere decir que el que domina su lengua ya puede dominar cualquier pasión pecaminosa, su intención solamente es mostrarnos que podemos tener dominio sobre la lengua y que si lo queremos se puede coger una senda o la otra a voluntad propia, con tal de que dominemos la boca. Eso es lo que pretende decirnos en los vv.3,4, sin embargo, en el v. 7 y el v. 8 se dice lo contrario, que "toda naturaleza de bestias y de aves...se doma... pero ningún hombre puede domar la lengua". ¿En qué quedamos, se puede domar o no? Pues sí y no. Unos la doman, otros jamás. Un caballo puede ser domado, un asno, un camello y estos por la boca. Pero las aves no se doman con frenos, pero se domestican maravillosamente y lo mismo en el mar los delfines. Incluso las serpientes también se domestican y los leones. ¿Y cómo? No depende del grado de inteligencia, ¿qué cerebro tiene una cotorra o un canario? ¿Y un buey o un asno? Sin embargo, son domados. ¿Y cómo lograrlo? Obedeciendo. Tienen que aprender a obedecer la voluntad del hombre.

Los frenos son para que obedezcan y lo mismo los látigos. Pero lo que se pretende es que una bestia o el hombre obedezcan. Para frenarnos, la palabra de Dios, esa es la que tenemos que ponernos entre dientes. Y si no mordemos el freno de ella, si no hacemos caso y chismeamos, si ofendemos, entonces Dios usará su látigo y lo que no aprendimos fácilmente tendremos que aprenderlo por golpes. Y no debiera ser así, Santiago nos humilla comparándonos con bestias, con reptiles, con las naves marinas. Un asno no aprende un camino recto hablándole solamente, ni porque se le lea la Biblia en sus orejas. Con palabras cariñosas el camello no se domestica sino con la vara, el látigo, y otras bestias con espuelas. Hay hombres iguales, no le valen sermones, ni consejos ni que escuchen con oído grande, los mandamientos celestiales.

La lengüita: Pequeño timón, pequeño fuego. Cuando Santiago escribió pequeño timón se le quedó reinando en su mente el tamaño del timón y por unos cuantos versículos disertó sobre la dimensión de la lengua humana. A la gente chismosa se le dice que tiene la lengua grande. La lengua de todos, exceptuando la de las vacas o los caballos, es más o menos igual. Un enredador, un calumniador o una vieja chismosa tienen la misma dimensión de la lengua, con una lengüita pequeña uno no podría hablar correctamente y con una pulgada mayor no cabría dentro de la boca y se saldría constantemente fuera o nos ahogaría. Eso no importa.

Lo que interesa es la ofensa, una lengua detractora e hiriente lo debe al pecado del corazón, la boca habla lo que sale del corazón; si no hay maldad dentro ella no ofende. Si el corazón estuviera lleno de amor la lengua no haría ningún daño. El problema de la lengua es espiritual, hay que llevarlo hasta el alma y adjudicarlo a la falta de gracia. ¿Oyes una lengua que “se jacta de grandes cosas”? (v.5). No es la lengua es el corazón arrogante. Algunas veces se jacta de lo que no ha hecho y si lo hizo lo exagera, lo edita al narrarlo. La jactancia queda excluida por la ley de la fe. ¿Y por qué se jacta? Por la falta de gracia (Ro.3: 27) “¿Dónde está pues vuestra jactancia? Queda excluida. ¿Por cuál ley? ¿Por la de las obras? No, sino por la ley de la fe” (1 Co. 5: 6). “No es buena vuestra jactancia” (4:16), “pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala”.

Ahí están los dos pecados que estamos más propensos a cometer. Uno, ofender, otro, alabarnos a nosotros mismos, enorgullecernos sobre los otros y aún sobre la misma palabra de Dios. Una lengua para rebajar al prójimo y para enaltecernos a nosotros mismos. ¿No es esa la razón de la calumnia y la crítica? Para compararnos y quedar como jueces, como maestros, es decir, mejores que aquellos a los cuales rebajamos. Nos jactamos de grandes cosas, Y ¿habrá necesidad de jactarse cuando se han hecho grandes cosas? No, siempre que hay jactancia no hay tales grandes cosas, pero lo hacemos porque es más fácil alardear que hacer, y que nos alaben los demás. Una lengua detractora para servirse en el culto propio.

Le llama también " "un pequeño fuego” (v. 5) capaz de incendiar "un grande bosque", arrasar con una bien cultivada reputación, reducir a cenizas una familia, destruir en brasas a una iglesia entera. Sin embargo, no todas las lenguas son así, pero a las que Santiago se refiere no son a las que calientan con fuego celestial el alma, no son las que nos animan y nos dan ganas de vivir, son las que hacen daño, las que tienen en la punta la flama del mismo infierno, y ella misma “es inflamada por el mismo infierno” (v. 6). No son cristianos los que eso hacen sino bestias, dragones. Las proporciones del daño que la lengua hace son inmensas, porque “inflama la rueda de la creación” (v. 6). Se refiere a la vida entera que se compara a una rueda o una carrera. Algunas palabras, unos comentarios, ciertas opiniones pueden meter el infierno mismo en el corazón, arruinar por completo la paz espiritual, hacer a uno pasar noches de insomnios, incendiar los celos, despertar la envidia, hacer nacer el odio, atizar rencores, deprimir profundamente. ¿Sabes que por tu lengua puedes convertir en un infierno el paraíso de una persona? Dios nos guarde de hacer tan grande daño. Y con ella, si ungida con la gracia de Jesucristo está, quien nunca habló mal de nadie a sus espaldas, si ungida se halla, bajará fuego del cielo haciendo que uno se sienta cerca de Dios.

 

Exposición 18

La lengua encendida por el fuego del infierno o el fuego de Dios

Sgo. 3: 9-12

9Con ella bendecimos al Dios y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. 10De una misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así. 11¿Acaso alguna fuente echa por una misma abertura agua dulce y amarga? 12Hermanos míos, ¿puede acaso la higuera producir aceitunas, o la vid higos? Así también ninguna fuente puede dar agua salada y dulce”.

Hay algo que no habíamos leído, que la lengua tiene altas propiedades contaminantes y venenosas, puesto que dice que "contamina todo el cuerpo... y está llena de veneno mortal" (vv. 6,8). No son tragos que tomamos, sino que lo peor es que ese veneno como sabemos sale del corazón y se aloja en la boca. Quizás a algunos les parezcan las comparaciones muy ofensivas; primero los llama dragones porque vomitan fuego, ahora los compara a ¡serpientes! Es un lenguaje sumamente cáustico totalmente hecho de piedra mosaica. Según él, son las víboras las que tienen llena la boca de veneno mortal, se prenden al talón de un hombre, quiero decir en la vida de otro, y le meten en la sangre el líquido mortífero.

Y no es exageración pues hay cosas que uno oye que hacen subir la presión arterial. La palabra que debía sanar se ha convertido en la misma muerte. Una palabra bien dicha como conviene es como una medicina. Como un vaso de agua fría en una situación árida y caliente, cuando las sienes parece que estallan de tanto rumiar amarguras. Pero es horrible cuando se escucha una palabra cargada, que quisiéramos evitar porque trae más veneno dentro de nuestros pensamientos. El mundo hiere mucho, la vida humana es difícil, como nos dijo el Señor en el jardín de Edén, y tenemos más necesidad de suaves medicinas que antisépticos, o de antibióticos, más de palabras suaves y blandas que sanen y no de aquellos que exacerben las grietas y heridas que ocultamos por pudor u hombría, y los demás no se dan cuenta porque las tapamos con nuestra ropa o con una sonrisa.

En esta porción hallamos los dos usos que se le dan a la lengua, uno bueno y otro malo. Se puede usar para dos cosas, construir o destruir, para bendición o maldición, para vida o para muerte. Hay algo que sale a la luz observando la Escritura, que, si utilizamos la lengua en una mala forma, aunque pretendamos utilizarla también en buena, no será apenas de algún beneficio y lo que es peor, Dios no recibirá ninguna alabanza ni adoración que de ella salga.

Ahí está planteada la doble realidad, "con ella bendecimos al Dios y Padre y con ella maldecimos a los hombres que están hechos a la semejanza de Dios" (v. 9). Eso es verdad, esa hipocresía suele hallarse dispersa y es encontrada donde uno no quisiera hallarla, dentro de aquellos que nos hacen escuchar la dulzura del evangelio o nos enseñan suaves y melodiosos himnos y canciones espirituales, entre muy amados músicos, maestros y predicadores. Y es feo, en grado sumo, hallar esa duplicidad en aquellos medios de gracia que están divinamente designados para que nos sean de bendición, las alabanzas y las oraciones. Cualquiera que no los conozca bien los oye bendecir a Dios y se edificará y pensará que está en la presencia de un gran santo y de una hermana fiel. Bendecirá el nombre de ese hermano o esa hermana.

Tal vez uno no es necesario escuchar propiamente una colérica maldición arrojada a la distancia y de modo anónimo sobre otra persona, pero oye cosas que tienen que ver con su nombre, con su reputación, con su familia, con su trabajo, y con su ministerio en la obra del Señor, que desvirtúan todo el esfuerzo que esa tal persona está haciendo para glorificar el nombre de Dios. En ese sentido se maldice a esos hombres, y mujeres escogidas por Dios para administrar la gracia de la salvación. Todos los hombres son hechos a imagen y semejanza de Dios, Dios es el creador de todos, y aun aquellos que tienen la imagen de Dios deformada por el pecado, que no han nacido de "simiente incorruptible", continúan siendo criaturas que tienen algún parecido con su Creador. El argumento de Santiago es ese, que todos pertenecemos por creación a Dios y por respeto a esa imagen es que debemos cohibirnos en desacreditar a tal persona por la semejanza con la Deidad que tiene. No que sean dioses, sino criaturas hechas por Dios. Y ¿cuánto más aquellos dentro de los cuales el Espíritu Santo está trabajando para restaurar la antigua imagen deformada, y para formar a Cristo en ellos? Tenemos que ser muy cuidadosos en lo que opinamos y comentamos con respecto a aquellas personas que Dios ha puesto para bendición nuestra, porque nosotros mismos entonces estamos interrumpiendo el flujo de gracia divina hacia nuestras almas, y los dañados con esas palabras en primer lugar somos nosotros que vertimos tales opiniones cuando debiéramos habérnoslas callado.

Si esas opiniones exageradas, o injustas, llegan a oídos de personas que no pertenecen a la familia de Dios, harán más difícil a los evangelistas poderles convencer de la veracidad del evangelio, del amor de Dios, y trabajo costará que cambien su forma de pensar de la congregación desde donde han escuchado y se han enterado, por bocas de indiscretos, de cosas que nunca debieron haber sabido y que perjudican su conversión.

Se disminuye el concepto de lo que es un culto de alabanza a Dios cuando los que son invitados a participar encuentran haciendo gala de un cristianismo soberbio aquellos que ellos conocen bien que son mucho menos de los que allí, entre salmos y glorias a Dios, encuentran. Decididamente, esa bendición no prospera si somos en nosotros mismos no uno, sino más que uno, quizás dos o tres. A los demás adoradores se puede engañar con la espiritualidad de las palabras, pero no a Dios que lo sabe todo. El hombre se ha olvidado de donde viene, pero Dios no de donde salió.

La relación de una lengua con la otra. Las mismas ofensas echan a perder las bendiciones celestiales. Imaginamos que lo que uno dijo hace cinco minutos, una hora, un día, una semana, hace un mes no tiene que ver con lo que nos hallamos diciendo ahora. Una persona que hoy domingo venga y bendiga a Dios y se muestre espiritual puede pensar que su sacrificio ha sido aceptado por Dios, pero no es así. El pasado siempre se mezcla con el presente. Si no ha habido arrepentimiento lo amargo y lo salado se mezclan con lo dulce. No está bien hablar dos idiomas diferentes, bilingües en ese sentido, uno terrenal y otro celestial, uno de cristiano y otro de pagano.

Suponiendo que una fuente pueda echar a la vez los dos tipos de agua, que posea dos manantiales uno junto al otro ¿quién bebería de ella? Eso es muy difícil que ocurra, o es salada o es buena. Si un manantial de agua potable tiene uno contaminado a su lado, no tiene posibilidad de que la filtración también lo envenene. Tampoco la higuera puede producir aceitunas. Excepto hermanos, que arreglemos nuestra lengua y tal vicio desaparezca, ninguna bendición nuestra, pudiendo ser de mucha, será apreciada, ni por Dios ni por los que nos oyen en ese lenguaje alto. Si alguno habla, hable conforme a la palabra de Dios.

 

Exposición 19

Una iglesia que ni los pastores ni los miembros quieren

Sgo. 3:13-18

13¿Quién es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en sabia mansedumbre. 14Pero si tenéis celos amargos y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; 15porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”.

Las personas que Santiago tiene en su mente se creían “maestros y se jactaban de grandes cosas” (vv.1,5). Ahora revela más, que la opinión de ellos sobre sí mismos, estaba más crecida de lo que uno podría haber supuesto, aunque se tenían por “sabios y entendidos” (v.13). De eso se jactaban. No había tal cosa porque la conducta lo negaba. Particularmente los desmentían el alboroto y problemas que ocasionaban en la iglesia. Santiago, hablando en lugar de aquel grupo que obraba y tenía fe con obras, que mencionó en 2:18, les reta a que le enseñen la sabiduría y entendimiento de que blasonan, que lo “muestren por la buena conducta”.

Si somos sabios tenemos que mostrarlo en la conducta, en especial con una conducta de mansa sabiduría. Muchas son las virtudes que adornan el carácter de una persona sabia; y no es el caso del resultado la conducta de aquellos "entendidos", que se creían miembros de lujo en la congregación. Una buena cosa sería haberles preguntado qué habían "entendido" esos sabios, del evangelio; especialmente de aquellas doctrinas y formas de ser de Jesús y sus apóstoles. Por lo visto no habían entendido nada de nada, porque el comportamiento cristiano tiende a la paz y la concordia y ellos, los sabios, estaban provocando disturbios, que dejaba claro que ese no era el Espíritu que Cristo les había dejado al partir, siendo él "manso y humilde de corazón".

El resultado del comportamiento había sido los "celos amargos y contención" (v.14). Quizás esperaríamos que nos dijera, “envidia y contención”; aunque las dos cosas casi siempre hacen su entrada en el corazón como compañeras. Donde usted halle celos fíjese bien que la envidia no está muy lejos.  La persona que siente celos sufre mucho, ellos la queman con la fuerte llaman del infierno, tenga motivos para sentirlos o no los tenga. En el capítulo 8:6 de Cantares dice que son brasas de fuego, que meten la vida de una persona en el mismo sepulcro, la enlutan día y noche, y la hacen vivir en zozobras constantes.

No se dice cómo algunos hacían sentirse los otros, aunque se supone que la conducta tendía a eso; y lo es cuando se muestran los dones y éxitos con arrogancia y con el propósito expreso de hacer comparaciones y recibir aplausos.  Merece un buen regaño que debiendo ser discreto, y comprendiendo el débil carácter de un hermano que se halla en su misma posición, le cuente sus logros, estupendos planes, a sabiendas que con eso no edifica ni inspira, sino que lo lastima. ¿Por qué se gloría de aquello que ha recibido de Dios? Merece que se lo quiten.  Y si se tratara no de exhibicionismo de dones sino de figuras y atracciones, el reproche divino es superior porque adrede y por vanidad está haciendo sentir celos a una persona que se asusta porque tiene miedo, que le quiten lo que es suyo. Nuestra conducta no puede ser irresponsable en ese sentido y niega que haya entendido algo del evangelio el que da a paladear a otro tan amargo trago.

Un resultado inmediato de los celos es la "contención" o como indica la palabra, rivalidad o partidismo. Comienza el pleito, la guerra, las malas respuestas, el enojo, la oposición. ¿Quiénes eran los responsables de todo ese infeliz caos? Aquellos jactanciosos "sabios y entendidos" a los cuales Santiago les pide que cesen de mentir porque no se ajusta la conducta de ellos a la verdad.

Esto que sigue es donde el pastor, con dolor de parto, da a luz sus sermones (Ga. 4: 19). En una iglesia donde ya hayan nacido esas dos cosas, empezando primero por la lengua, luego los celos, después los partidos, las rivalidades, se desata la confusión y el caos; empiezan los tumultos, las divisiones y "toda obra perversa" (v.16). Los pecados se comunican unos con otros y los problemas surgen uno detrás de otro. El malestar que provocan unos cuantos se va extendiendo paso a paso y la vida espiritual de la congregación declina, la unidad se rompe y a la larga el rebaño se dispersa. El chisme, la calumnia, las ofensas verbales, los celos, las contenciones, todo eso hay que pararlo para que en paz y unidad los santos puedan edificarse con el evangelio que oyen.

Nuestro deseo es sembrar el fruto de justicia en paz, "para aquellos que hacen la paz" (v.18). Una conducta desordenada, en sentido general, hace inefectivo cualquier sermón que hubiera podido en esa ocasión hacer adelantar algo el reino de los cielos. Las semillas preciosas que el amado sembrador siembre no pueden prosperar con un ambiente tan triste; y los efectos negativos que llegan al honesto predicador, como ser humano y que ama a la congregación, no podrá evitar el cansancio, el desaliento y no cesará de pedirle a Dios otro pueblo. Un fiel predicador enviado por Jesús a cierto lugar, deseará con todo su corazón, poder hacer su trabajo en paz, y sembrar las benditas semillas del evangelio en un terreno ávido de cultivo.

Este no es el mejor ambiente para sentirse a gusto predicando el evangelio. El ministro y los maestros quieren que haya paz; un clima de concordia y fraternidad, de amor los unos por los otros; que la iglesia esté quieta, para sembrar sus verdades en completa paz. Es difícil preparar un sermón que sea ungido por el Espíritu Santo si el pobre pastor moja sus papeles con lágrimas mientras escribe, con grandes letras, preguntándose a sí mismo qué valor tiene todo lo que está haciendo, y cómo habrán de tomar sus palabras y exhortaciones cuando cada uno quiere oír lo que le guste y aquellas cosas que lo afirme en su determinada posición. Y ¿cómo podrá uno predicar sermones felices, si está procurando con mucho esfuerzo digerir raíces de amarguras? Con todo, Santiago alienta a los que trabajan cuando les dice que no paren de hacerlo, y si no pueden resolver todas las cosas con sus consejos y actitudes, y los que quieren ser facciosos y contenciosos continúan desoyendo sus ruegos, entonces podrían consagrarse al grupo de los que aman la paz y quieren que se siembre en sus corazones la paz, y dar frutos de justicia; los que no quieren, y los pastores tampoco, una iglesia así. Y ya Dios sabrá qué hacer con el resto.

 

Exposición 20

Dos clases de inteligencias

Sgo. 3:15-17

15porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica. 16Porque donde hay celos y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa. 17Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. 18Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz”.

 

Después de ver todo el cuadro, tanto en la iglesia como en los sinsabores que debe pasar su Ministro-sembrador y aquellos que hacen la paz frente a los sembradores de discordias, cuando se la quitan aquellos jactanciosos, pasamos como lo hace el autor, a analizar la “sabiduría” y “entendimiento” de ellos.

Notemos que hay una inteligencia que es mejor no tener. Comienza no negando que no sean sabios; sí les concede que lo sean, pero sabios de la peor especie, inteligencias que la iglesia no necesita porque la llama "terrenal, animal, diabólica" (v.15). Ese es el peor calificativo que pudo haberle dado, hubiera sido preferible para ellos no presumir o poseer sabiduría alguna, no ser ni maestro, ni jactarse de algo, ni mostrar fácil entendimiento y comprensión para las cosas que tener de todo y sin embargo que sea terrenal, natural y dominada por el diablo. ¡Qué daño puede hacer una gran inteligencia en la iglesia que se halle dominada por el diablo! Hay demasiadas soluciones naturales, parece algunas veces carnales dirigiendo la iglesia, que por eso no es de extrañar que se encamine hacia el mundo, la carne y a los brazos del diablo. ¿Estaremos dirigiendo la iglesia con sabiduría celestial? ¿De qué inteligencia puede complacerse una persona si con su comportamiento promueve los celos, la guerra y toda obra perversa? Somos muy dados, hermanos a admirar el pensamiento, rápidamente nos cautiva una gran inteligencia, nos arrodillamos adulando un cerebro luminoso, sin embargo ¿qué pleitesía, elogio, alabanza merece si por su conducta abate la unidad de la iglesia y promueve luchas? La inteligencia, si vale para algo tiene que ser para la unidad de la congregación no para separarla; el que es verdaderamente sabio trabaja para unir a los hermanos, para enseñarlos a amarse no para causarles celos, para que adoren en paz, para que la siembra constante de la simiente del evangelio halle un ambiente apropiado, tranquilo y sin discordias, para que prospere para la gloria de Dios. Si alguien es sabio y entendido, que vigile sus acciones, las consecuencias de ellas y que trabaje por la paz de todos porque una mente chismosa, jactanciosa, que cree problemas, caos y despierte celos y envidias no la necesitamos. ¿No decimos un amén grande? Nosotros medimos la utilidad de una mente por el bien que se beneficia la congregación con tenerla, por la vida cristiana que desarrolla.

Santiago provee definiciones de una inteligencia espiritual. Si lo de arriba es el propósito de un hombre sabio y entendido, abajo ella se define como santa o como dice Santiago "primeramente pura" (v. 17). Si un grupo de hermanos con sabiduría natural pueden convertir la iglesia en un caos o una casa del diablo, otro grupo con sabiduría celestial la pueden convertir en un paraíso, en un cielo para todos, para ellos mismos y para los demás. Primeramente, libre de toda contaminación de egoísmo, jactancia y cualquier otra impureza. Si la sabiduría que decimos haber aprendido no conduce a los otros y a nosotros mismos un poco más cerca del cielo, no proviene de allí. Hay a veces en la iglesia mucha gente inteligente, dotada, capaz, pero que no son santas. Por donde empieza la sabiduría, por la pureza, por ahí también comienza la vida cristiana. Es el fruto del Espíritu Santo más confiable de que hemos sido convertidos por Dios.

Además, la inteligencia espiritual es "pacífica y amable", busca la paz entre los hermanos, que la iglesia camine tranquila, que no haya contienda, que los hermanos se busquen para ayudarse y no para discutir y es sobre todo bondadosa en el trato, gentil, atenta, cortés. Por ejemplo: Saluda a todos, cede el asiento a los otros, da las gracias por algún servicio, sostiene una puerta para que otro pase, coopera, atiende, se da gusto en prestar atenciones a los otros. ¿Así somos nosotros? ¿Nos dibuja el Espíritu con estas definiciones? No hay que dar malos tratos, gritar, responder mal. Eso no hace falta entre nosotros.

Está "llena de misericordia y de buenos frutos". Sabe lo que es la misericordia divina sobre sí misma y también la pide y la ejercita con otros; le cuesta mucho trabajo pasar un juicio condenatorio contra otro porque siempre halla alguna razón para excusar y perdonar y por supuesto, cuando la misericordia triunfa sobre el juicio, los frutos son sabrosos, llenos de amor, perdón, gratitud, restauración, olvido; visitando los huérfanos, las viudas, vistiendo al desnudo y alimentando al hambriento. La misericordia es el alma de nuestra humanidad y servicio. Vale la pena que procuremos conducirnos por ese camino porque de una conducta así, de arriba, celestial, es la que Dios quiere y la obra agradece. Así son las inteligencias guiadas por el Espíritu.

Los dos últimos frutos de una inteligencia espiritual son imparcialidad y sinceridad. Santiago dice: "sin parcialidad ni hipocresía". Otros traducen “adiácritos” como dudoso. Lo que no es muy atinado es la traducción nuestra “incertidumbre”, quizás pensando en que no duda. Pienso que parcialidad es lo que mejor se ajusta al texto, sin parcialidad entre un hermano y otro, sin hacer distinciones entre ricos y pobres, entre cultos e incultos, entre varón y mujer. Una inteligencia dada por Dios, de arriba, no discrimina a nadie ni finge tampoco. El que desarrolla el arte de mostrarse como no es, por perfecto que le quede su teatro, su inteligencia es natural, no espiritual, no del Espíritu. Ser completamente sinceros e imparciales con nuestros hermanos es algo que siempre debemos comprometernos ante Dios a mantener como norma de nuestra conducta.

 

 

Notas

 Sgo. 4:1-10

Sgo. 4

1¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 2Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 3Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. 4¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? 6Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.7Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 8Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.

Santiago no está dirigiéndose a un pequeño grupo de personas en alguna iglesia sino a las doce tribus (1:1), a Israel; y sus palabras contemplan tanto al judío genuinamente convertido a Cristo como al impostor, y por eso existen entre ellos guerras, homicidios, furias y sobre todo un mundanal materialismo que lucha, combate, y no le importa emplear cualquier método para satisfacer las pasiones  y las envidias, pero sin oración, sin Dios y sin Cristo (vv. 13-16); en la práctica muchos eran ateos o inconversos.

Sgo. 4:1

"¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre vosotros? ¿No vienen de vuestras pasiones que combaten en vuestros miembros?". Nos peleamos por cosas, Señor, codiciamos lo que es de otro y si pudiéramos, sin cargos de conciencia, lo tomaríamos; ardemos de envidia y no matamos porque tenemos miedo a ser condenados por la justicia humana, pero odiamos. 

 

A veces todo lo hacemos, Señor, sin oración 

Sgo. 4:2

"Codiciáis y no tenéis, por eso cometéis homicidio. Sois envidiosos y no podéis obtener, por eso combatís y hacéis guerra. No tenéis, porque no pedís"; no podéis alcanzar. En vez de guerra se pudiera traducir lucha, batallas, pleitos. Al fin y al cabo, eso también es guerra. No alcanzamos nuestros proyectos, luchamos por ellos, pero no llegamos. Nos pasamos la vida tratando de llegar y no llegamos, la cumbre es muy alta y nuestras aspiraciones están por encima de nuestras posibilidades; “y todo, Señor, lo hacemos sin oración; "no pedís", porque pensamos que por nosotros mismos podemos llegar tan lejos como queramos, que somos capaces y que no nos hace falta Dios, con nosotros mismos nos bastamos”. No tienes lo que quieres porque no oras, oras poco o tus oraciones tienen demasiados defectos en sus motivaciones.

Y si al fin alcanzamos la meta, ella es humo y cuestionamos si valió la pena haber luchado tanto por aquello; y ya la vida está horriblemente empleada y corta, pronto a desvanecernos como la niebla (4:14). Y algunos se atreven a usar la religión como un medio más para alcanzar sus deleites (v.3); un instrumento para realizar sus codiciosos sueños; piensan traer a Dios a su lado, pero Dios no viene, se quedan con las ganas y la profesión que hacen no les vale para nada porque el Señor no coopera con sus ambiciones terrenales. Oh, Señor, yo quiero alcanzar, ¿qué? A ti, y “fuera de ti nada deseo en la tierra” (Sal. 73:25); el premio que quiero es el del “supremo llamamiento”, el ser como tú; vale más para mí, mi Dios, no lo tuyo sino tú. Amén.

Sgo. 4:2, 5

2Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís, 5¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”.

¿Pedir? ¿Cómo le dirás a personas que han asesinado, envidiosos, codiciosos, que oren? ¿Pueden pedir a Dios y obtener lo que buscan, siendo tan pecadores? El rechazo que hace Dios a una oración no es tanto por la monstruosa vida pasada como por el uso que se dará a las bendiciones que él otorgue; es que cualquiera clase de persona puede orar y pedir, la peor puede orar. No midamos la misericordia de Dios; las respuestas a las oraciones son misericordias y no retribución a la justicia propia; la única forma de romper la amistad con el mundo es mediante la oración; ésa es la razón por la cual Santiago dice que se ore; y hay otra más: el anhelo de salvación del Espíritu Santo.

Sgo. 4:4

“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios”. Amigo. El Espíritu no quiere que yo tenga amistad con nadie que me pueda hacer amigo del mundo. Nuestros amigos deben ser personas espirituales que nos alejen del pecado y no que nos acerquen a él. El Espíritu Santo no puede desear que vayamos y tengamos una relación íntima con un adúltero, fornicario, borracho, avaro, maldiciente, ni con nadie que llamándose hermano nos pueda convertir en adúltero, borracho, etc. (1 Co. 5: 9-11). Aquellos cristianos judíos estaban totalmente inmersos en el mundo; primero quizás entraron en negocios y luego, cediendo poco a poco, fueron tomando de sus placeres hasta adulterar espiritualmente y traicionar a aquel con quien por la fe estaban casadas sus almas. Quizás obtuvieron éxito, pero realmente tenían más motivos para llorar que para festejar (v. 9).

Sgo. 4:5

¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente?”. Yo tengo pruebas, Señor, que tu Espíritu me anhela celosamente, que me quiere para sí y no permite que el mundo me robe y la carne me consuma tu vida en mí. Oh Espíritu, de rodillas te adoro y te bendigo, Altísimo. La Escritura no dice nada en vano ¿eh?, escudríñala despacio y verás que toda ella es muy provechosa. Oh, mi Dios, no puedo explicarme porqué tienes misericordia conmigo, pero estoy encantado con ello. Saber que dispongo de ella me hace tan feliz. La tenue resistencia del Espíritu es suficiente para no perdernos dentro del mundo, su gracia es más grande que las tentaciones (v.6).

 

Resiste al diablo no a Dios

Sgo. 4:6, 7

“Pero El da mayor gracia. Por eso dice: Dios resiste a los soberbios, pero da gracia a los humildes. Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros”. Dame gracia Señor para someterme a ti. ¿En qué? Señor, cuando mi voluntad y la tuya, mis deseos y los tuyos entren en conflicto, por favor, dame tu gracia para obedecer y vénceme tú. Si he dicho "no Señor", triunfa sobre mí, que gustoso no acceda a la carne y a los engaños del mundo sino a ti, que no abrace lo que no debo ni rechace lo que debiera abrazar. Hay veces que estamos más dispuestos a servir a satanás que al Espíritu. De la fornicación hay que huir (1 Co. 6: 18); de la idolatría (1 Co. 10: 14), pero del diablo no hay que huir sino enfrentarlo y combatirlo con las armas espirituales que nos provee el Espíritu (Efe. 6: 10-20). ¡Benditas sean esas armas con las cuales defendemos nuestra salvación con temor y temblor! Da unos pasos firmes hacia Dios y verás los buenos resultados (v.8), con una intención de aproximación a él le basta para moverse hacia ti, “acercaos a Dios y él se acercará a vosotros”. Oh, Dios, mi alma desea estar unida a ti para siempre. Yo quiero resistir al diablo, pero no a ti. Si te he resistido algunas veces, como hacemos los cristianos, obrando al revés, perdóname.

Sgo. 4:8

8Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones”. Señor, yo esperaba que tu Espíritu hiciera solo la obra en mi corazón, que no me encomendaras a mí la tarea tan grande de trabajar en mi salvación; pero creo, Señor, que con tu influencia podré hacerlo, lo que me sería difícil, imposible por mí mismo, con ella podré gustoso y feliz hacerlo. Limpiar mis manos, oh, Dios, que han tocado lo inmundo (2 Co. 6:7), mis labios que han besado otros dioses (1 Re. 19:18), mis pies que han transitado en tinieblas y mi corazón que ha “sentido lo terrenal” (Flp. 3:19), que permiten estas traducciones: que “ejercitan la mente” “se entretienen o nutren” “cuyos sentimientos y opiniones son terrenales” “están dispuestos para lo terrenal” “que el único interés que tienen es por lo terrenal”, y por ende enemigos de Cristo y su evangelio, y por supuesto, de la iglesia.

Sgo. 4:9

“Afligíos, lamentad y llorad; que vuestra risa se torne en llanto y vuestro gozo en tristeza”. Llorad por vuestro estado espiritual, por vuestra falta de santidad y por tener a Dios lejos. ¿No recuerdas como lloraba María Magdalena por la ausencia del Señor? Oh, Dios, que no exista la distancia entre tú y yo, elimina el espacio, que no exista más, que seamos uno, yo en ti y tú en mí. No tienen motivos para estar alegres los que tienen el alma muerta.  Clausurad vuestras fiestas y declarad ayuno y luto (Jon. 3:4-9). Cuando hay que arrepentirse de un pecado es mejor la lágrima que una sonrisa.

Sgo. 4:11, 12

11Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. 12Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”. No son por tus criterios que un hermano o hermana cae o se levanta sino por la Biblia; y si juzgas los pecados y los defectos de los demás por la Biblia, serás muy misericordioso, le concederás oportunidad para levantarse, tiempo para perfeccionarse y sobre todo orarías por él o ella. No te pongas de parte de la justicia de Dios cuando veas defectos y pecados en otros, ponte al lado de su misericordia y sus perdones, ponte a favor y al lado de quien ha pecado, considerándote a ti mismo no sea que hagas igual y también como un sacerdote que está a favor de los hombres no en contra (He. 5:1). A Dios no le agrada que te pongas de parte suya y en contra de los hombres, con el pretexto de defenderlo a él o a su ley.

Un ejemplo elocuente sobre este tema, “44Y Jehová habló a Moisés, diciendo: 45Apartaos de en medio de esta congregación, y los consumiré en un momento. Y ellos se postraron sobre sus rostros. 46Y dijo Moisés a Aarón: Toma el incensario, y pon en él fuego del altar, y sobre él pon incienso, y ve pronto a la congregación, y haz expiación por ellos, porque el furor ha salido de la presencia de Jehová; la mortandad ha comenzado. 47Entonces tomó Aarón el incensario, como Moisés dijo, y corrió en medio de la congregación; y he aquí que la mortandad había comenzado en el pueblo; y él puso incienso, e hizo expiación por el pueblo, 48y se puso entre los muertos y los vivos; y cesó la mortandad” (Num. 16:45-47).

 

Traficar y negociar está bien, si no es lo único 

Sgo. 4:13-17

13¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; 14cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. 15En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; 17y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

 No es la utilización comercial de la vida lo que condena; traficar y negociar está bien, me parece que lo que desaprueba es (1) excluir a Dios de todo ello, llenar la vida de esos asuntos y con esos afanes, hacer de eso el fin, buscar el dinero sin detenerse a pensar en las materias espirituales. Concretamente, sin pensar en la muerte y lo que detrás de ella viene. Y (2) me asombra lo poco que pide de ellos para Dios, que sólo lo mencionen, que cuenten con él. Eso es lo que hacen los mundanos, los que no sirven a Dios sino a sus ambiciones. No es eso nada más, sino que eso sea una verdadera expresión de piedad, de temor de Dios, que revele en la profesión, mínimamente, que se es creyente, que se teme a Dios, que no se vive una vida completamente secularizada, que hay religión allí, una vida cristiana, un hogar cristiano y un día de reposo que se guarda para meditar en la palabra de Dios y para reunirse con una comunidad espiritual de gente distinta. Amén.

Sgo. 4:14

“Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo y luego desaparece”. Los lectores ricos de Santiago pudieron pensar que su argumento lo que hace es darles la razón, y dirían, “la vida hay que aprovecharla porque es corta, hay que ganar y gastar todo lo que uno pueda, comer y beber porque “mañana moriremos”, es una sola y no se repite, hay que llenarla de lo que a uno le guste, sin prejuicios religiosos y sin límites”. La brevedad de la vida no sería un argumento convincente si no hubiera un juicio después de la muerte.

 

Capítulo 4

 

Exposición 21

No importa quién me lo da, el caso es que me lo de

Sgo. 4:1-3

1¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 2Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. 3Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”.

 

¿Queremos que haya paz en la familia, la sociedad, la nación, en el mundo y que todos nos llevemos como buenos hermanos y vecinos, que cooperemos y nos respetemos recíprocamente? ¿Será que debemos repartir de nuevo todo lo que se tiene entre todos para que cada uno quede conforme? Antes de hacer eso, si se hace, tiene que llegar la salvación a nuestra casa como a la de Zaqueo para luego entregar la mitad de los bienes adquiridos a los pobres. El arreglo del mundo antes que económico es espiritual, tenemos que arreglarnos por dentro y someternos a una obediencia que hasta el momento no hemos tenido.

Siempre estamos inconformes, siempre nos parece poco lo que tenemos y mucho lo que otros poseen, más que cubrir satisfacciones pasionales lo que hay que hacer es someter los deseos a un control sensato, no llamarnos a gobernarnos a nosotros mismos por nosotros mismos ni por la luz de la razón propia sino por Jesucristo, por una aceptación de su dominio y gobernación.

Pregunta Santiago, “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros?” (v. 1). Es una pena que esas palabras sean realidad dentro de una iglesia. ¡Es una iglesia hermanos! No es un campo de batalla; será un ejército, pero no enfrentado contra sí mismo. No puede hallarse dividida en sí misma porque será contra sí misma (Mt. 12: 25). ¿Viviremos en vez de adorando, matándonos, acuchillándonos, tratándonos a bayonetazos, en un cuerpo a cuerpo? ¿Pertenecemos a dos naciones distintas, luchamos con dos cristos diferentes, por reinos diferentes? No hermanos, no debe haber guerra en la iglesia, no podemos permitir el enfrentamiento fratricida y el derramamiento de sangre en nuestra propia nación.

Tampoco “los pleitos” o luchas (v. 1). ¿Acaso es la iglesia un tribunal? Aunque aquí no se trata como entre los corintios de litigios legales sino de disputas vulgares, de yo te digo y tú me dices, te ofendo y me ofendes, te grito y me gritas. Es lo bajo y natural lo que aquí sale a relucir. ¿Es eso el fruto de justicia, la siembra de la paz, el comportarse sabiamente y con entendimiento? Seguro que no.

¿De dónde proviene todo eso? Quizás alguno diga que “el diablo se ha metido entre nosotros”. Y pudiera ser porque él promueve esas guerras, luchas y discordias; pero si se trata del diablo quien promueve las guerras, las luchas y el mal trato recíproco, ¿por qué es que lo hace? ¿Cómo puede hacerlo? Santiago no dice que los conflictos provengan de satanás sino de nuestras pasiones, es decir, del corazón de ellos, de sus placeres; si el diablo ha entrado en medio de ellos es porque le han dado lugar con su naturaleza pecaminosa puesta a disposición de él. Si hubieran sido más santos y espirituales esas cosas no habrían ocurrido, si no se le hubiera cedido algún lugar dentro de ellos. Solemos oír hermanos, que hay quienes le echan primeramente la culpa a Satanás de lo que entre ellos ocurre. El diablo no puede usarnos unos contra otros si no estamos a disposición suya, si no le ofrecemos una oportunidad para servirle. Si en vez de ser guiados por el Espíritu del Señor nos guiamos por nuestros placeres, cuando buscamos agradarnos a nosotros mismos y no al hermano, cuando cada uno busca lo suyo propio y no lo que es de Cristo Jesús, entonces surgen todas esas cosas.

La guerra y los pleitos los llevaban dentro, “en vuestros miembros”, no afuera, instintivamente, naturalmente provocaban aquellas situaciones. Es decir, que si se iba a buscar la fuente de todo aquel desorden habría que registrar dentro de ellos mismos, en lo interior de cada uno, en los placeres carnales que perseguían satisfacer, no en una parte tan solo de ellos sino en su totalidad porque así dice en plural, vuestros miembros. Tanto en la iglesia, en la familia, como en la propia nación, ¿qué es si no los placeres carnales asentados en el corazón de cada uno es lo que hace que se agreda a otro, que se abalance contra la posesión y el derecho ajeno? La solución es la rendición del cuerpo entero, miembro por miembro, del yo completo, a Jesucristo y su colocación incondicional al Espíritu suyo (Ro. 6:19).

Dada la explicación del porqué de las guerras entre ellos, las analiza, escudriña la situación y la va llevando a donde uno menos lo esperaba. Es un análisis espiritual y a la conclusión que llega es que ¡no están orando bien!, “pedís y no recibís porque pedís mal” (v. 3). ¿Qué habríamos recetado nosotros para una congregación metida en pleitos intestinos continuos? ¿Mejoramiento de los sermones? Quizás con eso se lograría algo, pero el problema deplorable en que se hallaban sumergidos no era debido a la mala calidad de la predicación que oían, no era un problema didáctico y de instrucciones. ¿Qué más se les podría decir referente a la codicia que ya no hubieran escuchado desde los días en que se hallaban bajo la ley? ¡No codiciarás, no matarás! ¿No sabían eso desde la infancia? ¿Apelar más a las emociones, decirlo de otra manera? Esa no era la solución. No, no hacía falta codiciar cuando el Señor podría darles lo que ellos pidieran. 

No hacía falta envidiar como mejor sería traducir, aunque se halle al margen la nota en los manuscritos griegos, que matar. Si se oraba por alguna cosa que se necesitara no habría lugar para la envidia ni los celos. La otra traducción sería: Codiciáis, envidiáis y tenéis celos.  Y ¿envidia, celos, codicias entre los hermanos? ¡Rodilla en tierra, hay que implorar el favor de Dios! ¿Se halla usted combatiendo algún hermano, luchando contra él, queriendo destronarle de algún sitio, quitarle algo, usurparle alguna cosa? Esas no son cosas del Espíritu Santo. Lo que tiene que hacer es remitir su necesidad al Señor y limpiar su corazón de todo eso.

Unos no oraban y Santiago lo dice, “no tenéis lo que deseáis porque no pedís” (v. 2). Ese era un grupo, el más impetuoso que pensaba que por ellos mismos lo podían lograr todo y apenas oraban o no oraban nada. Y el otro sí oraba, si pedía, pero erróneamente, pidiendo cosas que a Dios no agradaban y con propósitos que él no aprobaba, pedís mal para gastar en vuestros deleites. Pudiera ser que no fueran dos grupos, sino uno mismo que después de haber orado por sus propias pasiones y no recibido lo que querían, dejaron de orar. Así hay muchísimas oraciones sin contestación porque se han hecho para gastar en nuestros deleites y no para cubrir nuestra necesidad, para nuestro provecho espiritual o para la gloria de Dios. Si el Señor les hubiera dado lo que le pedían, lo que habría logrado es que habrían pecado más con aquello que el favor de Dios les otorgó.

¿No fue él muy bondadoso denegando aquellas peticiones carnales?  ¿No hubiera matado sus almas haciéndolas más merecedoras del infierno, menos excusable ante la condenación, más apegada a sus propios pecados y con más deshonra para él? Quizás usted sea uno de esos que se han decepcionado de Dios porque no le dio esto o aquello sin pensar que lo que pedía era movido por la codicia, la envidia, los celos, o para invertir en deseos carnales. En vez de hallarse enojado con él lo que tiene que hacer es arrodillarse y darle gracias por lo que no le dio porque por lo que usted oró en esencia fue por una maldición.

¿No tiene él, derecho a decirnos que no? Comprendamos o no la negación, sea razonable o no según nuestro criterio, los pensamientos de Dios siempre son más altos que los nuestros y que nos niegue alguna importante petición no quiere decir que no nos ama o que no nos oye. No se trata de acusar a nadie, ni a nosotros por carencia de fe, ni a él por no dar respuesta. Es mejor dejar el caso en sus manos y esperar alguna explicación, quizás en la eternidad. Queremos esto y aquello como sea, para bien o para mal, con pecado o sin él, de cualquier mano, de la divina o de la del mismo diablo, y decimos, “no importa quién me lo da, el caso es que me lo de”.

 

Exposición 22

Un pedazo de mundo con etiqueta de iglesia

Sgo. 4:4-6.

 

4¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. 5¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? 6Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes”.

 

¿Os parece ese lenguaje, "oh almas adúlteras" (v. 4; Isa. 54:5; Eze. 16; 23)), demasiado cáustico para ser dirigido a una iglesia cristiana? Solamente un pastor de judíos cristianos, moldeado por la ley de Moisés y aún apegado a ella en mucho, pudo escribir esta epístola que respira tanto o más del monte Sinaí que del monte Calvario. Habla como solía hablar un profeta de Jehová, lleno de ardiente celo por la nación judía. Por muy suave que se pronuncien esas palabras, aunque la alocución esté adornada por una sonrisa en el rostro, no hay modo de cambiarles el potente efecto que ellas tienen que producir. Son ofensivas, despectivas, reprochadoras. Y más aún cuando son escritas, eso queda, tal como están, sin algún alivio de la inflexión de la voz. Eso me ha hecho pensar si este pétreo Santiago tiene en su mente a cristianos judíos o judíos sin ese apellido; porque del modo que los trata no parece que sean gente transformada por la gracia de Jesucristo.

¿Quién ahora hablaría así a una congregación cristiana? ¿Sería apropiado ese lenguaje tan severo? ¿No mataríamos con ellas todo el afecto que nos tengan? Es cierto que este apóstol está molesto con la introducción de la iglesia en el mundo; y él es quien bien conoce lo que quiere decir con esas palabras; y es quizás esa la íntima razón, porque acumula en su informe tanta contaminación de ellos que no es sino con sermones abrasivos, los cuales existen en su concisa carta, que piensa que no hay otra forma de sacarlos desde donde han caído.

Tal vez hoy no sentimos esa furia santa al oír lo compatible que se han hechos los dogmas de la iglesia con las opiniones de la sociedad; y en sentido general algunas veces ni con al alcance del ojo de un ave podríamos identificar la línea divisoria entre la iglesia y el mundo. Santiago está persuadido que la iglesia cristiana judía en la práctica es poco diferente a la nación de Israel, y dondequiera que haya sido esparcida, ha absorbido costumbres que ella misma dejó cuando aceptó a Jesús como el mesías. No existe en toda la diáspora una vida cristiana común, y eso significa que la ética y las doctrinas han sido cambiadas y el resultado ha sido que la iglesia se ha convertido un pedazo de mundo con etiqueta de iglesia, y a esa relación fue bastante exacto y condescendiente en llamar la amistad. Hemos presenciado como los que antiguamente eran sólidas rocas de sal han ido perdiendo su sabor y no tienen ninguna influencia ni en sus casas ni en sus trabajos para detener la putrefacción que les rodea y peor aún es que ellos mismos han comenzado a participar en alguna medida de los vicios mundanos de los cuales debían haberse separado, protestando.

 El razonamiento que sigue es como si les dijera: Eh,  ¿adónde ustedes van? ¡Esto es la iglesia y no el mundo!, ¿no sabéis que la amistad con el mundo es enemistad contra Dios? (v. 4). Ellos sí lo sabían, si eran cristianos tenían que haberlo oído desde el mismo comienzo de la salvación, porque de lo contrario ¿con qué evangelio se arrepintieron? ¿O es que no se les exigió arrepentimiento para que se convirtieran a Dios? ¿No los habrían enseñado a huir de la ira venidera? Supongo que sí, pero lo real es que muchos si no todos, estaban marchando hacia atrás y borrando la línea de demarcación espiritual que tiene que existir entre esos dos mundos, la carne y el Espíritu, entre los dos reinos siempre antagónicos, el de las tinieblas y el de luz, el de Cristo y el del diablo.

No hay forma de militar en esos dos bandos a la vez, o en uno o en otro, o en la iglesia o en el mundo, a favor de Dios o en su contra. No puede haber un cristiano que sea neutral, o se combate el pecado o se apoya. Si observas más de la mitad del versículo está escrita para asegurar que inmediatamente que haya amistad con el mundo, la práctica de sus obras, habrá enemistad contra Dios. Santiago no solamente hace la pregunta que ya de por sí lleva la contestación, sino que da por sí mismo la respuesta comenzando con un desafiante cualquiera. 

Hay dos cosas que podemos suponer que al decir “cualquiera” es para dejar sin refugio a los más eminentes y connotados, los líderes religiosos (pues ellos llevaban gran parte de la responsabilidad de tal estado de mundano porque participaban, se hacían los ciegos ante esa realidad y apoyaban con un silencio cómplice. ¿Será por eso, que Santiago grita tan alto?); y a los que eran de menor estima. Es asombroso suponer que un conocido religioso, un ministro del rebaño del Señor sea enemigo de Dios. Eso no podrán creerlo los hermanos, pero su toga no lo hace más santo, quiero decir su cargo. Quizás porque algunos insistían en tener amistad con Dios, aunque vivieran como vivieran, como se tiene amistad con un ser humano que tolera todo tipo de faltas y no se mete en ellas. 

 

No hace falta tratar de localizar en la Escritura a cual texto se refiere Santiago He hallado que hay más de uno que podría ser el referido sin embargo ninguno es exactamente el citado; se refiere a cualquiera, a la enseñanza general de la Escritura que es de naturaleza obvia a favor de que Dios nos anhela, nos codicia con fuerza para sí mismo porque es celoso con su propiedad, ¿o pensáis que la Escritura dice en vano...? (v. 5). Es difícil la tarea de exponer un versículo que por tener una escritura complicada la traducción haya quedado coja. ¿A qué Espíritu se refiere, al Espíritu Santo o al de Dios que nos anhela celosamente? En esa forma que tenemos nuestra versión Reina-Valera, “nos anhela celosamente” casi que no hay que discutir que se trata del Espíritu Santo, pero el problema está cuando se traduce palabra por palabra, que sería así, “¿hacia la envidia tiende el espíritu que ha hecho morar en nosotros?”.

(1) Dios no colocó dentro de nosotros ningún espíritu de envidia. Además, el argumento de Santiago no serviría para nada si se tratara del alma humana, para eso no tenía que citar la Escritura, (2) Se trata del Espíritu Santo, anhelando celosamente, con la fuerza de una envidia, porque estando en amistad con el mundo lo que se hace es provocar como a celos, a envidia al Espíritu  (1 Co. 10:22. El sentido exacto sería que el Espíritu nos ama, nos reclama con fuerza para sí, totalmente, sin compartirnos en nada con el mundo. Es una cosa impropia que siendo llamados templos del Espíritu Santo, se caiga en mundanalidad y se le de uso a los miembros para servicios injustos. Precisamente ese ha sido el motivo por el cual Dios ha enviado su Santo Espíritu a nuestro cuerpo, para separarnos para sí, como santos, sacados del mundo y ayudarnos con las pasiones que combaten en nuestros miembros.  Cuando nos convertimos a Cristo establecimos con el Señor una relación de matrimonio espiritual, con un juramento y una entrega total a Él como Esposo, y a partir de ese entonces una amistad con el mundo es el equivalente a un adulterio y una innoble provocación al fiel Esposo de nuestra alma, a quien prometimos serle fiel para siempre.

 

Exposición 23

Sermones para avivamiento 

Sgo. 4:6-10

6Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.7Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 8Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”.

¿Quién puede evitar que el mundo se meta en la iglesia? Quizás ninguno de nosotros, pero Santiago que vivió esa tragedia en su comunidad de creyentes nos dice como se echa afuera. El vio apagarse el fuego del Espíritu en sus hermanos, oyó como la alegría espiritual se transformó en regocijo carnal y que sus antes antiguos hermanos que eran santos se alegraban en los mismos sitios y con las mismas cosas que los perversos del mundo. Las almas que no abandonaron definitivamente la comunión se entregaron a dos tipos de vidas y las manos que estaban dedicadas a lo santo empezaron a tocar lo inmundo. Sus sermones de pronto cambiaron y los que acostumbraban oír, que se les llamaran hermanos míos, empezaron a escuchar un evangelio exigente para santificación; el pastor no se daba tregua a sí mismo hasta que no viera su congregación retornando a la santidad, completamente regresada al Señor y avivada por el Espíritu Santo.

 

Si fuera a dividir la porción, la primera sección comprendería desde el v.6 hasta la primera parte del v.8 donde dice: "Acercaos a Dios y él se acercará a vosotros". Luego viene la segunda porción, no dirigida a los creyentes solamente como la anterior, sino a los impíos al menos a personas que manifiestamente se hallan viviendo en desacuerdo con Dios. Su manera de hablar es como si la vida de ellos fuera como la de los inconversos, y como si Santiago estuviera buscando un avivamiento de su comunidad cristiana. Lo hace con dolor y fuego pastoral, que le produce el panorama mundano de su congregación. Se ha dado cuenta de la ausencia del Espíritu en sus reuniones y sabe que eso tiene que ver con el estilo de vida que ellos habían adoptado. (Recuerde la exposición anterior). 

El Espíritu se había apagado en las reuniones y eso hace suponer que antes se había apagado en sus casas. Los mensajes que avivan a los cristianos son los mismos que convierten a los impíos y da similares frutos. Si la iglesia ha caído en un pesado letargo espiritual y está contaminada por la mundanalidad, cuando sus miembros son en apariencia virtuosos, y sin embargo tienen en las manos la mugre de este mundo, no hay otra forma de hablar que sea imitadora de la apostólica, que no sea reprenderlos duramente y que sean sanos en la fe (Tit. 1:12-13). Para eso el ministro tiene que hallar sus fuerzas en la verdad de Dios, y sentir un profundo y melancólico deseo de enmendar los. No se engañaba Santiago que su comunidad de creyentes se había vuelto mundana, lo que significaba en sentido espiritual un coqueteo con el mundo, y eso es también adulterio con el alma.  Un reavivamiento con el Espíritu está en orden, y toda aquella basura tiene que ser quemada con su fuego, y toda mugre lavada en el torrente de su sangre, y todo ardor producido como el fuego que caiga del cielo. Si el Espíritu Santo nos codicia démosle gracias a Dios por eso. 

¡Hermanos míos! ¡Pecadores!

 

Santiago comienza dirigiéndose a ellos llamándoles pecadores (v. 8). Varias veces ha usado las palabras "hermanos míos" (1:2,1:19, 2:1, 2:14, etc.), pero ahora no, les llama simplemente pecadores. Dirigiéndose a ellos como criaturas caídas en pecados, quizás con dinero, pero pecadores, distinguidos, pero pecadores, vestidos de ropas espléndidas, cultivados en la ciencia, negociantes, pero pecadores que necesitan un mensaje de salvación y de santificación. Con esas dos palabras coloca a todos al mismo nivel ante Dios, incluyendo toda la grande o pequeña congregación en esa clasificación. Y en ella estamos todos cuando no disponemos de la gracia de Dios. En su mente no parece estar reflexionando en doctrinas y teologías generales de la salvación al estilo paulino, algo así como “por cuanto todos hemos pecados y estamos destituidos de la gloria de Dios” sino que de modo ardientemente legal y ético les señala las transgresiones en relación con la ley divina. Traduciendo un poco lo dicho en el sentido de lo que quiso decir quedaría así, "ustedes están viviendo en pecado, son transgresores y la inmoralidad espiritual en que vive lo está demostrando". 

Su lenguaje, aunque me cueste trabajo la ácida repetición, es como si les estuviera diciendo, ustedes son unos pecadores de manos sucias, y por lo tanto los exhorto a que se las limpien, las manos. Como ya nos hemos dado cuenta en Santiago es un poco difícil encontrar algo de teología porque todo está abrumadoramente hecho compacto dentro de una sólida ética legal y mosaica, envuelto con algunas cintas, por cierto, estrechas, de lenguaje evangélico. Para él no es tan importante demostrarles que son pecadores por la naturaleza que han heredado de Adán y que nada hacen para detener el empuje interno del pecado original, que se traduce en mal comportamiento. Son pecadores porque las acciones ejecutadas lo evidencian. Por ende, extrayendo una tímida aplicación, si quieres reconocer que eres pecador, mira tus manos, piensa si ellas han tocado lo inmundo, si han herido en la mejilla a alguien, si han robado, sin han derramado sangre inocente, si han abofeteado. Estos son los hechos, hechos que Santiago enfoca. No les habla de pecados mentales, ni de purificación de motivaciones sino de las manos, de hechos constatados.

No quiere que mueran en sus pecados sino que se santifiquen, limpiad las manos…purificad vuestros corazones (v. 8). No les pide lo que tienen, ni que se vayan de la comunidad. En vez de apartarlos y no dirigirles la palabra, ni dejar de saludarlos, más bien lo que hace es hablarles y llamarlos a la santificación. En particular a los que tienen “doble alma”, doble vida, un alma para el mundo y una para el Espíritu, los amigos del mundo. En silencio no se permite estar, callado no puede seguir, su corazón de pastor estalla viéndolos vivir y oyéndolos. Tiene que hablarles, halagarlos no puede, no es posible adularlos, tiene que predicarles porque ellos continúan viniendo a oír sus sermones o lo reconocen como su pastor en la dispersión; pues entonces les predica y lo hace fuerte, llamándolos a la santificación. 

No se ofenda si oye sermones duros que le llaman a la santificación, ¿no es eso lo que agrada al Señor y lo que más conviene a la casa de Jehová? El sistema de llamar a la santificación pública por medio del sermón dominical suele ser una forma más indulgente que haciéndolo personalmente, condescendiente y todavía más que citar a una reunión extraordinaria para separar del seno de la membresía a todos los amantes de la carne. No pidas a tu predicador nada más que sermones estimulantes o dulces y consoladores, déjalo para que si habla por el Espíritu desempeñe su oficio con imparcialidad y celo. Y si quiere hoy hablar, apóstol de Jesucristo y mañana como profeta de Jehová, concédele ambos rangos. Los sermones que nos exigen santificación son los que más nos acercan al Espíritu y los que presagian un avivamiento que vendrá cuando logren ser eficaces.

Parece que, en el área de las diversiones de ellos, de sus entretenimientos, de sus regocijos, era donde más pecaban. No parece que la amistad de ellos con el mundo se trate de injusticias sociales (en este texto), aunque existieran, él llama amistad con el mundo específicamente a la contaminación que el gozo cristiano había sufrido, y se reían y se gozaban, pero no en el Espíritu sino en la carne y con el mundo. Por eso les dice, afligíos y lamentad, llorad, vuestra risa se convierta en tristeza. Es por ahí que la iglesia empieza a contaminarse rápido, cuando sus hijos comienzan a divertirse con los no conversos y con las mismas alegrías que ellos. Santiago no podía soportar oír y verlos en aquellas fiestas, no resistían sus oídos las carcajadas mundanas que escuchaba. Risas vulgares que le ofendían el espíritu. Mas que ir a esas fiestas lo que tenían que hacer era llorar, lamentarse en arrepentimiento. Y eso es lo que les dice, humillaos delante del Señor y él os exaltará (v. 10). Si quieres saber si estás agradando al Señor, si andas en el Espíritu, examina con qué se goza tu corazón, lo que te hace reír. Si el pecado te hace sonreír y te gusta los chistes carnales, necesitas más de Cristo y de sus gustos, con los cuales debieras cambiar los tuyos.

Si diciendo esto, en esta época cuando sólo se busca ser felices, hablar de sollozos y llantos por arrepentimiento sonaría en algunas congregaciones fuera de lugar sin embargo, si es que viven en los placeres del mundo, aquello sería lo más conveniente y lo que está en orden para un rey avivamiento espiritual y colocar las cosas a la altura de la voluntad, la gracia y de la aprobación de Dios. El ese debiera parecerse menos y menos al mundo del espíritu de alegría dentro de ella a ser marcado contraste con el chisporroteo de las espinas debajo de la hoya de alegría en la cual cuecen la felicidad y la dicha de sus festividades. 

 

Exposición 24

Obstáculos para el avivamiento 

Sgo. 4:6-10

“6 Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. 7 Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. 8 Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. 9 Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. 10 Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”. 

 

Los que están empeñados en buscar un avivamiento por parte del Señor en sus vidas o iglesias tienen que saber que existen obstáculos. Esta exposición es continuación de la anterior y pretendo reflexionar sobre lo que en aquella congregación frenaba el avivamiento. Habían obstáculos, quizás no sean todos los que en una iglesia cualquiera frenan las manifestaciones del Espíritu pero donde se desea que Dios prospere la obra casi siempre ellos existen y hay que combatirlos. El primero es el endurecedor orgullo. 

Un obstáculo perenne que el Espíritu tiene que combatir para bendecirnos es el orgullo. Santiago tiene que decirnos que Dios resiste a los soberbios y da gracia a los humildes. Les amenaza con enfrentar a Dios si no se humillan, someteos a Dios. No querían reconocer que tenían un trato amigable con el mundo, no reconocían la guerra intestina en la congregación, el ardor de los celos, las evidentes envidias, y para que tuvieran tristeza sobre tristeza, las oraciones no eran atendidas. Sin embargo ningún argumento tenía fuerza para que lo admitieran. La respuesta unánime de todas las congregaciones era que no, nosotros los judíos cristianos no somos así, nos has retratado con rasgos distintos, eso que dice no se corresponde a la realidad. Sin embargo eran así. Estaban endurecidos por el orgullo y se negaban a admitir la revelación que de sus corazones se les hacía. Esa es la común verdad, los que están endurecidos por el orgullo ni siquiera robándoles por el celo de Dios, acceden a cambiar de idea, y no reconocen cada llamamiento ni en los sermones más ardorosos. Si algo dentro de la carne es difícil destruir es el orgullo y la satisfacción propia, el envanecimiento con uno mismo. La arrogancia resiste muchos golpes y cuando parece que está destruida, como el ave Fénix, se incorpora desde sus cenizas. Esta gente en sentido general no reconocían que Dios llama por medio de sermones. Dios nos haga sencillos y mansos como Jesús, y nos vuelva como niños para recibir la leche espiritual no adulterada, la apostólica.

Mucho orgullo, poca gracia, mucha gracia, grande humildad. Los hinchados no tienen gracia. El da más gracia, o como dice el apóstol "una mayor", que la que nos ha concedido, superior a todas las anteriores, si es que nos humillamos. Tenemos que reconocerlo, que necesitamos una gracia mayor, una vida superior a la que hemos aceptado en conformidad. Si nos engañamos y fingimos una situación espiritual que no poseemos, y habrá hipocresía pero no gracia, no vida. La vida pletórica espiritual va junto con la humillación, y de acuerdo a la medida de la gracia recibida.

El enemigo número uno y el mayor obstáculo. La otra fortaleza que hay que combatir para que el Espíritu nos llene es el diablo, resistid al diablo y huirá de vosotros. La mundanalidad no entra sola a nuestro corazón, atrae en bandeja de plata nuestro archienemigo el diablo. ¿Qué otra cosa tiene él para ofrecerle a la carne si no un poco del mundo, algún deleite temporal? Lo que quiere decir Santiago es que nos neguemos a consentir en sus sugerencias, a oír sus calumnias, a aceptar sus ofrecimientos, porque nunca nada ofrece sino a cambio de algo mejor. Si hay resistencia al diablo, hay oportunidad de destruirlo. Diciéndole que no, no, no porque estamos sometidos a la palabra de Dios, en oración y si fuera posible tomar algunos amigos íntimos y contarles sus insinuaciones para que nos protejan y nos ayuden a hacerlo huir o  huir nosotros. El siempre hará todo lo posible por promover aquellas cosas que detengan la influencia del Espíritu entre nosotros, atizará las pasiones carnales, el odio, la envidia, los celos, la mundanalidad.

Esos son obstáculos que hay que vencer, con los cuales el Espíritu se topa para exaltarnos. ¿No quisiéramos que nuestra iglesia estuviera hoy y mañana en un plano de influencia y bendición superior al que ahora tiene? Oremos y trabajemos todos por ese avivamiento.

Santiago les hace un llamamiento general. Tanto en el v.6 como en el v.10 se pide lo mismo, humillación, porque se le opone el orgullo, el diablo y por último parece que en realidad algunos, además de él, deseaban que la comunidad fuera avivada; estaban inconformes con el estado deplorable de la congregación porque dice que os exaltará y no tendría sentido de que dijera eso a menos que algunos al menos se hallaran suspirando por una renovación y una exaltación espiritual.

De la risa al llanto y del llanto al gozo. La iglesia no es un lugar para estar triste, aún en medio de la meditación solemne de la palabra nuestros rostros se alumbran de gozo y reverencia, cuando no hay llanto por el arrepentimiento hay un gozo celestial que en ninguna esquina del reino de satanás se podría hallar. El fruto del Espíritu es gozo y varias veces Pablo exhorta a los filipenses a que se regocijen en el Señor.

Sin embargo no era risa lo que Santiago quería escuchar sino gemidos espirituales, corazones contritos pidiéndoles al Señor perdón. ¿Ves que el gozo cristiano, empieza a faltar en las reuniones cristianas?  No hay que inventar reuniones sociales que nos acerquen, no hay que promover la fraternidad, lo que hay que hacer es caer de rodillas e implorar perdón. ¿Guerras, envidias, celos, falta de contestación a la oración? Más reuniones de oración, más humillación. ¿Cómo andaremos altivos si estamos pecando?  Si nos humillamos ante el Señor él nos exaltará, si no lo hacemos nuestra influencia irá mermando más y más hasta que nuestro precioso candelabro se apague por completo y un día dejemos de existir.

 

Exposición 25

¿Quién eres tú?

Sgo. 4:11,12

11Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez. 12Uno solo es el dador de la ley, que puede salvar y perder; pero tú, ¿quién eres para que juzgues a otro?”.

 

De veras que la epístola está preparada para corregir nuestros errores y uno tras uno son mencionados, como si fuera por nuestro cuerpo enfermo de una llaga a otra curándola. Son sermones para una iglesia enferma. Ahora de nuevo predica sobre la lengua, a la cual dedicó un espacio extenso en el capítulo tres pero con una nueva y más grave declaración.

Que la ley se halla involucrada y por ende el lugar de Dios, cuando se habla contra un hermano. La palabra murmurar no es la misma que en otro sitio se usa para hablar en tono bajo sino “hablar contra” la traducción sería: “No habléis los unos contra los otros?  No se trata de juzgar con justo juicio o que se nos prohíba tener un criterio sobre los demás en un intento por conocerlos, ayudarlos, para tratarlos y amarlos. ¿Cómo uno podrá no cometer errores en el trato con el hermano si no dedica tiempo a conocerlo? Pero aquí no se prohíbe eso, lo que se menciona es el juicio de condenación.  Supongamos que realmente un hermano sea descubierto en una falta grave, que merezca ser condenado (Ga. 2:11), ¿qué hacer? Exhortarlo espiritualmente (Ga. 6:1), considerando su debilidad, ayudarlo para que se arrepienta y reciba perdón, restaurarlo cuando lo haya hecho, pero nunca hablar contra él sino a favor suyo.

Se habla contra el hermano cuando no se le habla a él sino a otros de él; y ¿qué se logra? Destruirle todo lo bueno que le queda, ayudarlo a convertirse en un montón de escombros, aniquilarlo, deshacerlo definitivamente. Supongamos que de un hermano o hermana te hayas enterado que ha cometido cierto pecado y vas y lo dices a otros hermanos suyos, ¿qué habrás hecho? Propagar la victoria de satanás sobre un miembro del cuerpo de Cristo, llevar la mala noticia del diablo por todos lados y anunciar su triunfo, ¿no serás así un embajador del demonio? Y los que lo oigan de tus labios, ¿serán edificados con tu nueva? No, ellos se desanimarán y se sentirán retrocedidos; lo que harás es traerles a la mesa un poco de carne humana para que en vez de comentar las cosas bellas de la gracia pasen días enteros comiéndose el nombre de otro. No se trata de esconder el pecado de otros, sino de ayudarlos a reponerse, hablar pero a favor de ellos no en su contra.

Tienen que enfrentar un problema los que sienten placer en juzgar a otros;  que entran en conflicto con la ley. Santiago identifica a la víctima de la murmuración con la propia ley divina diciendo,  murmura de la ley y juzga la ley. Eso puede ser comprendido de dos modos: Uno, porque se suplanta la ley en su función. El compromiso de un hermano, la decisión que hizo al convertirse en cristiano no fue para guardar nuestros criterios, nuestras propias leyes, sino la de Dios; se convirtió por la ley hacia su Legislador. Si juzgas a un hermano lo estás juzgando como si él hubiera incumplido la ley tuya y no la de Dios. Y eso es cierto en muchos jueces que uno los ve muy ofendidos cuando se enteran del pecado de otros, como si el transgresor los hubiera ofendido a ellos y no a Dios, toman el pecado ajeno como si fuera un asunto personal. (David decía, “contra ti, contra ti solo he pecado y hecho lo malo ante tus ojos). Tal vez supo que andaban hablando mal de él. Estos otros se sienten más heridos que Dios. No actúan con la paciencia, con el amor de Dios ni conforme a su perdón y misericordia.

En ese sentido se vuelven malos jueces porque ellos usan la ley para perder mientras que Dios la usa para salvar. ¿No los hemos oído, que usan la Escritura, citan sus textos, para destruir al infractor, no para salvarlo, lo único que piensan es hacer justicia sobre él, condenarlo? Sería mejor que dejaran a Dios usar su propia ley y se alejaran ellos. Santiago con su pregunta lo comprende bien diciendo, y ¿tú quién eres?, como si los desestimara por completo, pinchándoles con la pregunta sus bambollas. ¿No has sido también un transgresor de esa ley?  ¿Por qué condenas a otro con la misma ley que no has querido que te apliquen a ti? La otra explicación es que ese hermano puede haber estado cumpliendo la ley, haciéndola, porque a veces oímos a quienes hablan mal de los actos ajenos que ellos consideran pecaminosos sin entender que están obrando conforme, no en contra de la ley, y condenarlos a ellos es equivalente a insultar la ley y su Legislador. Eso pasa con más frecuencia que lo anterior, no que la víctima de los dientes fraternales haya ocasionado un escándalo sino que sus actuaciones o no se entienden o no se comparten. Lo que debieras preguntarte es, ¿en qué aspecto de la ley se apoya para obrar así? ¿Lo que hace es tendiente al honor de Dios? Si condenas a alguien que ante los ojos divinos es inocente y está actuando correctamente, ¿dónde te meterás tú, juez? Mucho cuidado con aquello que a tu juicio o según la tradición de los hombres viole la ley divina y no según el mandamiento de Dios.

 

Exposición 26

 

El presente y el futuro 

Sgo. 4:13-17

13¡Vamos ahora! los que decís: Hoy y mañana iremos a tal ciudad, y estaremos allá un año, y traficaremos, y ganaremos; 14cuando no sabéis lo que será mañana. Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece. 15En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello. 16Pero ahora os jactáis en vuestras soberbias. Toda jactancia semejante es mala; 17y al que sabe hacer lo bueno, y no lo hace, le es pecado”.

Quizás alguno quisiera aprovechar estos versículos para hablar del aprovechamiento del tiempo, pero yo no haré eso. Me limitaré a su exposición tratando de sacar en limpio lo que el Espíritu quiso comunicarnos y dejo para otros conducir el tema, por donde le halle más aplicación. Para mí Santiago tiene en mente una serie de personas completamente equivocadas, materializadas hasta el cuello, que si eran "hermanos míos amados" se comportaban como impostores y gentiles, porque vivían con una arrogancia tal en sus vidas que es más que lamentable. Quizás oraban en casa, leían su palabra en familia, pero en lo tocante a sus negocios lo sacaban completamente.

No es el propósito del autor meterles pensamientos fúnebres en la cabeza, pero la arrogancia de ellos, como si fueran eternos, lo deja perplejo y se enardece.

 

Parece retador el autor cuando dice, ¡vamos ahora! como si les dijera: “Consideren mi argumento sobre la brevedad de la vida”. Está emocionado con lo que ha descubierto. ¿No es algo emocionante, no decepcionante, haber descubierto lo pasajera que es la existencia humana? Notemos la verdad de los sabios. Sí, es un descubrimiento que trae aparejado mucha sabiduría. Cuando uno ha aprendido tal cosa, cuenta sus días, los aprovecha más y sobre todo vive con mucho agradecimiento y dependencia hacia Dios que como lo hacía anteriormente.  Santiago, con otra imagen diferente a otros autores bíblicos, presenta la misma verdad, la vida es corta y nadie puede hallarse razonablemente seguro para contar con un futuro largo y sin interrupción. Es neblina que aparece por un poco de tiempo y luego se desvanece. ¿Es que hay creyentes que olvidan eso, aquellos que aparentemente confían en Dios? No quiere hablarles eso por hacerlo sino por las consecuencias que puede tener olvidarlo. Si se trata de creyentes en Cristo, ¿no dejarían de prepararse para su encuentro con el Señor? ¿No vivirían demasiado apegados a los planes, proyectos, búsquedas de este mundo? Su propósito evidente es protestar contra la materialización de la vida espiritual.

Pero más aún, su ardor espiritual parece motivarse por la equivocación de aquellos hermanos que se imaginaban que podían contar con el presente y con el futuro como algo completamente seguro e incambiable. Tenían la idea que el porvenir podrían maniobrarlo a su gusto. El mañana es lo que no soporta que toquen con tanta arrogancia. ¿No es ahí donde fallan muchos? No piensan en el mañana, por lo menos espiritualmente; evidentemente cortan a Dios del mañana. Ni siquiera dicen, si el Señor quiere (v .15). ¿Cómo puede usted vivir así sin prepararse para la eternidad, disponer de su vida como si fuera su propiedad y llegar a la culminación por voluntad humana? ¿No piensa que ella es un don divino, y que puede enfermarse o morir súbitamente cuando no espera? El mañana es de Dios. La longitud de nuestra vida la ignoramos y así él lo ha querido para que siempre en el presente y en el futuro metamos a nuestro Dios.

Esa disposición de contar con el futuro como algo seguro lo califica de una actitud soberbia y jactanciosa (v. 16). Y no es buena sino mala porque todo hombre, particularmente los cristianos, deben con agradecimiento y expectación colocar a Dios en su futuro. Además es una actitud equivocada, engañosa, porque ignorar la muerte no salva a nadie de ella y no hacer ningún plan espiritual para el futuro también es un error.

Ese es otro aspecto, Santiago no condena que hagamos planes terrenales, que digamos hoy y mañana iremos, traficaremos, ganaremos. La gente que mira constructivamente a su futuro es buena, la que quiere mejorar, la que es optimista. No quiere que diga: “No voy a ir a ningún lado, aquí me quedo porque sé que en cualquier momento me muero. Ni trafico, ni gano, ni hago planes terrenales de ningún especie, estoy esperando en oración mi muerte y que me desvanezca de un momento a otro. No hermanos. El Señor quiere que seamos positivos, optimistas, que hagamos planes para el futuro, pero lo que además desea es que no suprimamos a Dios de ellos y que negociemos y trafiquemos en una actitud espiritual agradable a él. ¡Vivamos! ¡Hagamos esto o aquello! ¡En el nombre de Dios!

Tampoco pienso que el autor lo que único que desea es que verbalmente se le rinda un tributo a Dios. No, con ello lo que implica es que en el traficar y el mercadeo, Dios esté presente, porque tampoco agrada al Señor que en el negocio haya iniquidad, en ese caso, mejor es no mencionar a Dios durante ninguna transacción. Los que mercadean deben presentarse como hombres de Dios y obrar con sus compañeros como tales. Si así no se hace, sabiéndolo, es pecado (v. 17).

 

    

    

Notas

Parece como si lo hubiera escrito alguien que recordara los sermones de Santiago o él recordándolos y tomando aspectos importantes de los mismos. Son muchos aspectos importantes en el trabajo pastoral que formaron parte de las predicaciones locales: los ricos, la venida del Señor, los juramentos, etc.

Sgo. 5: 1-6

1¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. 2Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 3Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. 4He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 5Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. 6Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia”.

 

Las oraciones no se han quedado flotando en el aire

Sgo. 5:4

“Y el clamor de los segadores ha llegado a los oídos del Señor de los ejércitos”. Es el nombre “Señor de los ejércitos” es del A. T. y equivalente a "Jehová de los ejércitos". Por esta y otras expresiones de Santiago conocemos que es un ministro a los de la circuncisión y una poderosa columna judía dentro de la iglesia en Jerusalén. Esa frase no la usa ningún otro autor del N. T., ni siquiera Marcos o Mateo. La praxis cristiana en Santiago está enraizada en el cumplimiento de la ley de Moisés y exuda algún descontento con los practicantes de la gracia sin las obras de la ley, especialmente aquellos que la toman con libertinaje (Judas 1:4); una gracia fácil, débil, vana (1 Co. 15:10). Y he aquí por qué su forma de hablar no parece darle la diestra en señal de compañerismo al apóstol Pablo (Ga. 2:9). Si sabes que tus oraciones han "entrado en los oídos del Señor", que no se han quedado afuera o flotando en el aire, si han subido a su presencia, ten la seguridad que si te ha escuchado tienes las peticiones que le hayas hecho (1Jn. 5:15). Procura el dominio de tu ansiedad e impaciencia y espera que te conteste.  Si te atreviste a estar en su presencia y hablarle, ahora ten fe en lo que has hecho y espera. Saber que te oye pero estar en "ansiosa inquietud" es saber sin fe y denuncia falta de comprensión en el carácter de Dios.

Sgo. 5:13-17

13¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas. 14¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados. 16Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses”.

Esta porción puede ser obligada un poquito al uso de la oración en los sufrimientos, originados por enfermedades y por el trato. I. Enfermedades. Lo primero es caer de rodillas ante Dios porque las enfermedades son avisos  que somos mortales, y un reconocimiento tácito que Dios es el dador de la vida.  Ejercitar la fe en la oración. El texto promete una recuperación completa mediante la oración y no menciona ninguna visita al médico ni tomar medicina. La medicina es una de las formas de obrar Dios. Todo conocimiento dado al hombre proviene de él. II. Sufrimientos por el trato. Las ofensas son inevitables, y la oración ayuda a la sanidad mental del yo y la memoria.

Sgo. 5:13

No dice si está "afligido" diviértase, tome algunos tragos y olvídese de sus preocupaciones y no haga tanto caso a sus problemas. No está recomendando el entretenimiento sino la oración. Si la tristeza tiene un buen uso es para orar. Cualquiera que sea la tristeza que Dios permita o envíe, lo hace para que oremos. Si los problemas persisten, al menos nos consuela y nos fortalece para llevarlos. Si alguien está alegre, de gracias al Señor y alábele, para que cualquiera que sean nuestros sentimientos siempre vayamos a Dios; y alegres o melancólicos sea el Señor bendito. Amén.

 

Úntele aceite a los enfermos, si se dejan 

Sgo. 5:14, 15

14¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”., eso es un residuo del judaísmo en la vida apostólica, una práctica simbólica judía que se quedó pegada por mucho tiempo a la iglesia espiritual, bajo la gracia, que no tenía porqué usar; ya que poseía aquello para lo cual el aceite fue un símbolo: El Espíritu Santo. ¡Qué confianza tenían en la oración de los pastores!; no dice ya "sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán" (Mr. 16:18), sino que oren por ellos, es la oración y no la imposición de manos, que se convirtió en una "doctrina" al pasar el tiempo, pero que el Señor ni los apóstoles enseñaron (He. 6:2). ¿Por qué hacer doctrina de cosas nimias sobre las cuales no hay casi nada que opinar? La oración de fe ¿de quiénes? ¿De los enfermos? ¿Si ellos no tenían fe "para ser sanados" no se sanaban? (Hch. 14:9, 10). Sí se sanaban, porque la sanidad de ellos dependía de "la oración de fe" de los ancianos. ¡Qué bendición, sanarse del cuerpo y levantarse siendo cristiano o un mejor santo, con todos los pecados perdonados! Después de una gran enfermedad es una buena oportunidad para comenzar una vida nueva, para no continuar pecando contra Dios. Algunos se levantan de la cama después de haber estado enfermos pero sin sus pecados perdonados. Pero si alguno quiere ser contencioso sobre ese asunto del aceite, yo no tengo tal costumbre, y por mi parte que siga untando a los enfermos, si se dejan (1 Co. 11:16).

Sgo. 5:16

“Por tanto, confesaos vuestros pecados unos a otros, y orad unos por otros para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede lograr mucho”. Si no hay confesión de falta al hermano, no hay sanidad. No se puede orar juntos si no hay reconocimiento de pecados primero. Llama a tu hermano, pídele perdón y luego ora con él. Esto no es recomendación para sacar del corazón los pecados privados y ensenárselos a los ávidos por esos descubrimientos.

Sgo. 5:17

“Elías era un hombre de pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviera, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses”. Era un hombre con “sentimientos” como los nuestros, “un ser humano como nosotros” (Hch. 14:15). Oye a los otros no porque sean mejores ni porque oren “fervientemente” (un hebraísmo que lo que significa es que oraba con oración, o sea, una vez tras otra, que era asiduo a la oración, no era un hombre de una oración y ya cuando pedía agua, y nosotros la gracia de Dios, la intervención divina en nuestros asuntos, Elías insiste en oración, y porque ora con fe y quiere una respuesta.  Santiago no escribió “fervientemente” sino que “oró y oró”, señalando el número de veces que lo hizo hasta que poco a poco consiguió respuesta del Señor.

 

Qué hacer con los que han cometido multitud de pecados

Sgo. 5:19, 20

19Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver,20sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”. 

¡Ay, Dios santo! Permíteme "hacer volver" alguno de los que se han extraviado "de la verdad". Como yo quiero andar en la verdad, así quiero que ellos también anden (3 Jn. 1:4). Los que un día anduvieron en ella y hoy son llamados "apóstatas" y los otros que nunca han andado en ella, pero también están extraviados. No podemos olvidar ni los unos ni los otros. Aquí la palabra verdad no se refiere sólo a la doctrina o enseñanza sino a la práctica del evangelio; y el extravío no es tanto por haber aceptado una herejía como por estar viviendo opuestamente a los designios de Dios.  

Y éstos son a los que la iglesia ha perdido. Señor, algunos quisiera que volvieran a nosotros, pero otros no, a menos que fueran transformados y fueran otras criaturas; han cometido "multitud de pecados" contra sus propios hermanos y contra el siervo del Señor. Siento mucho dolor por lo que han hecho.  No, aquí no puede referirse a los que han dañado a tu obra, los que han tratado de despedazarla, los que han infamado a los hermanos; estos "han pecado de muerte", han hecho firme su perdición; y yo no digo a nadie que pida por ellos ni que haga esfuerzo alguno para hacerlos volver al seno de la madre iglesia.  Pero sí quiero que se vuelvan a Dios los que han pecado poco o mucho y les siguen una historia con multitud de errores y pecados. Santiago se refiere de forma individual a cada miembro, es decir que la evangelización es de cada uno y sea esa la principal razón para volverlos a Dios y la iglesia, no tener uno más entre nosotros sino uno más en la multitud de salvados, de los que practican el evangelio. Amén.

 

Capítulo 5

 

Exposición 27

 

¿Qué vida hay que envidiar? 

Sgo. 5:1-6

 ““1¡Vamos ahora, ricos! Llorad y aullad por las miserias que os vendrán. 2Vuestras riquezas están podridas, y vuestras ropas están comidas de polilla. 3Vuestro oro y plata están enmohecidos; y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado tesoros para los días postreros. 4He aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros; y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos. 5Habéis vivido en deleites sobre la tierra, y sido disolutos; habéis engordado vuestros corazones como en día de matanza. 6Habéis condenado y dado muerte al justo, y él no os hace resistencia”.  

 

En el sermón anterior para corregir aquellos hombres de negocios, los condujo más profundo, a tratar con los algunos que no sólo amputaban a Dios de su vocabulario mercantil, sino que manifiestamente eran literalmente abusadores y explotadores de sus empleados.

 

No contra ellos, contra lo que hacen

 

Es la segunda vez que Jacobo dedica un gran espacio a sacudir la avaricia de la gente rica. La otra ocasión fue en 2:1-7. Es un predicador valeroso al hablar contra el pecado de los ricos. En casi todas las sociedades “no es políticamente correcto”. En el sermón anterior para corregir aquellos hombres de negocios, los condujo más profundo, a tratar con los algunos que no sólo amputaban a Dios de su vocabulario mercantil, sino que manifiestamente eran literalmente abusadores y explotadores de sus empleados.       

Estos son los que tienen el poder porque el dinero se los da,  y predicar contra ellos  ¿no sería ahuyentarlos de  las iglesias? ¿No es dañar la obra porque cuando se marchan se llevan sus ofrendas y limosnas y dejan sin soporte financiero la congregación? No, pero habría que especificar que Jacobo no habla contra los ricos sino contra el pecado de los ricos, si es que aprovecha esa excusa. No se opone a que digan traficaremos y ganaremos (4:13), sino a que no cuenten con el Señor para nada y abusen para adquirir sus fortunas. Lo que Santiago condena no es el dinero de ellos sino el modo en que lo ganan y como lo gastan. Quizás  tendría que predicar en congregaciones judías con hermanos cristianos ricos, oyendo quejas contra ellos. 

 

Me parece entender las razones que tiene este buen pastor. (1) Tiene un concepto correcto de la iglesia. La iglesia para él no es una agencia de banco, para guardar dinero; los miembros de ella no son clientes que depositan su dinero para ahorrarlo. Tampoco es un negocio terrenal donde el dinero es lo principal y hay que atraer hacia ella los que más lo posean para que sean sus inversionistas. Para Santiago la iglesia es una comunidad espiritual y se mueve sobre las ruedas de la providencia y no sobre el dinero. Lo que mueve la iglesia hacia el futuro no es su finanza sino el poder del Señor, la presencia del Espíritu Santo en un ministerio genuino, respaldado por un testimonio auténtico.  

(2) En segundo lugar, cuando habla de ese modo, condenando el pecado de los ricos, muestra que ama a los ricos, porque por hacerles bien a sus almas se expone a perderlos. Pero ¿quién ama más a los ricos, los que los adulan y no les reprochan sus pecados dejándolos morir en la condenación o los que les hablan del juicio de Dios para que se salven sus almas? Cuando la gente miraba más amor en los ojos de Jesús era cuando les decía que repartieran el dinero. Algunos ministros por desgracia, han perdido el concepto de eternidad y no miran sus ministerios desde una perspectiva eterna, y son condescendientes en exceso con la avaricia y los abusos de los adinerados, y se olvidan  tenerse como quienes han de dar cuentas por ellas. La iglesia es una organización para salvar el mundo pensando en el venidero. Si te das cuenta que tu ministro se hace el de la vista gorda con tus faltas, y sabes que conoce tus contribuciones y lo que ellas son para su sostén, huye de allí y llévate lo que tienes contigo. Debes estar en la iglesia donde se preocupen de tu futuro eterno y no de tus aportaciones.

Ahora bien, en la forma en que Jacobo habla no podemos encontrar un llamamiento específico al arrepentimiento. Si analizas los seis versículos no hallarás alguna exhortación como ésta, “arrepentíos y convertíos y serán borrados vuestros pecados”. Eso merece una explicación porque sólo dice, llorad y aullad por las miserias que os vendrán (5:1) ¿Es que no desea que se arrepientan y sólo busca condenarlos? Sí desea salvarlos, por dos razones, primero porque les escribe, y que haya una parte en la Escritura que se nos aplique es una señal de que el Espíritu Santo ha pensado en nuestra salvación. Y no les habla de arrepentimiento sino de juicio porque no les revela un pecado nuevo. Eran pecadores conscientes que lo que estaban haciendo estaba mal, lo habían oído de los pastores muchas veces, leído en los evangelios, y la propia consciencia les testificaba. Sin embargo persistían abusando de los pobres y enriqueciéndose a costa del sudor de ellos. Sabían que era pecado pero no deseaban dejarlo. Si a una persona se le ha llamado muchas veces y de muchos modos a que abandone su pecado y no lo hace, ¿seguiremos usando palabras amables para conmoverla? Si no ha querido oír el evangelio tiene que oír los truenos de la Ley. 

 

Quizás entre nosotros no se halle ningún rico, pero gente con menos dinero puede compartir pecados similares que aquellos, por ejemplo, avaricia, envidia y la vanidad. ¿Por qué es que les dice que vuestras riquezas están podridas y vuestras ropas están comidas de polilla (v. 2). Por cantidad, y la calidad suprema  de las ropas que se habían comprado de modo y que se les llenaba de polvo y polilla colgada  y almacenada en baúles. ¿No es eso avaricia? Ellos podrían decir, “sí, pero es mi dinero y lo gasto en lo que quiero”. Sí, es tu dinero, pero la forma en que lo gastas es pecaminosa. El uso del dinero revela si somos salvos o no. ¿No compramos en exceso por envidia y cosas, a veces sin necesitar, por vanidad? ¿No son la envidia y la vanidad, pecados? ¿No es un pecado tener tantos zapatos, tantos trajes, tantos autos sin usar entre tanto que otros andan descalzos, desnudos o con ropas remendadas, o a pie? ¿No es un pecado contra la obra de Dios gastar el dinero en vanidades mientras que apenas tenemos para costear algún ministerio cristiano?

¿No es pecado guardar excesivamente oro y plata en el banco, sin ningún uso benéfico mientras que otros no tienen ni para la comida diaria? Vuestro oro y plata están enmohecidos y su moho testificará contra vosotros, y devorará del todo vuestras carnes como fuego (v. 3). Podrían alegar “¿por qué regalar nuestro dinero?, no tienen nada por vagos o porque lo tiran todo”. Es cierto que muchos no tienen nada porque son haraganes, no les gusta el trabajo o porque lo malgastan. Se tienen merecido la pobreza que los persigue. Mas no es el caso que plantea el escritor bíblico. Santiago afirma que aquellos pobres sí trabajaban porque han cosechado vuestras tierras (v. 4), no eran vagos; y no son los que han malgastado el dinero, sino los ricos, no tenían dinero para comer y menos para tirarlo. ¿No son culpables de este pecado los muchos ricos que hay en América Latina que acumulan sus tesoros en las cajas de los bancos y no los invierten, no crean nuevos empleos y reducen  la sociedad a la miseria?

 

Tener dinero, ser rico no es pecado en sí mismo, pero sí la forma en que se gana. En el v. 4 dice que habían hecho la fortuna porque no les pagaban a los obreros, he aquí, clama el jornal de los obreros que han cosechado vuestras tierras, el cual por engaño no les ha sido pagado por vosotros. No dice que les había puesto un salario bajo, abusivo y de explotación, sino que lo habían engañado no pagándoles nada. Cualquiera de esos niveles de explotación es pecaminoso. Un jornalero debe tener un salario justo. No se trata de pagarle según su necesidad, sino según lo que trabaje. ¿No vivimos hoy esas injusticias laborales aquí por parte de patronos, con sus trabajadores indocumentados? Se les paga menos del salario mínimo y no se le ofrece ningún tipo de seguros en caso de accidentes, y ellos o el gobierno tienen que pagar las medicinas y los gastos en hospitales. 

Traficar y ganar (4: 13) no es malo, lo que es malo es traficar y ganar pecaminosamente. Santiago dice que el dinero testificará contra vosotros. El Señor Jesucristo nos ha enseñado que él conoce cuanto dinero tenemos en el bolsillo, cuanto en el banco, en qué lo gastamos y como lo adquirimos. ¿Olvidamos que Dios es omnisciente? Nuestro texto nos declara que el Señor oye los lamentos de los que han sido explotados, y los clamores de los que habían segado han entrado en los oídos del Señor de los ejércitos (v. 4). El Señor permanece al tanto del ritmo económico de la sociedad y conoce cuanto se le paga a cada uno y cuanto se le roba, y cuando los obreros lloran sus injusticias y oran, sus suspiros y oraciones llegan a su divina. Oh hombre rico, ¿no te estremece pensar que haya alguien que le esté contando tus pecados a Dios?

¿Para qué quieres dinero sino para vivir en deleites sobre la tierra y ser disoluto (v. 5). Los que hacen dinero, en su mayoría lo que buscan es eso, disfrutar de esta vida y aprovechar para cometer todos los pecados que les vengan en gana, nunca piensan en los deleites que no son de la tierra, los que pertenecen al cielo, los espirituales, los de la fe, los de la obediencia a Dios. ¿Envidiaremos la suerte, el dinero y la vida que se dan esos cuyas almas están preparadas para el día de la matanza? El día del juicio final será un día de una gran matanza, se oirá la sentencia de Dios diciendo, “maldito, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” “nunca os conocí, apartaos de mí, hacedores de maldad”. Oh cuán grande son las miserias que os vendrán (v. 1). ¿Acaso vale todo el oro del mundo que la eternidad, más valioso que el oro refinado en fuego de la justicia y la adopción por medio de Jesucristo? El perdón de nuestros pecados vale más que los tesoros de  los egipcios o que todo el oro que lleven desde Ofir las naves de Salomón. 

 

Exposición 28

Sgo. 5:7-11

Enfoque sobre el sufrimiento 

 

 “7Por tanto, hermanos, tened paciencia hasta la venida del Señor. Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. 8Tened también vosotros paciencia, y afirmad vuestros corazones; porque la venida del Señor se acerca. 9Hermanos, no os quejéis unos contra otros, para que no seáis condenados; he aquí, el juez está delante de la puerta. 10Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. 11He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo”. 

 

Estas palabras son más de consuelo que de exhortación y están también saturadas de esperanza.

 

La palabra clave en el texto es paciencia, que se repite cinco veces. ¿No sufren los cristianos? ¿Cuando uno se convierte a Cristo, se le quitan todos los sufrimientos? Es evidente que no, porque los sufrimientos se corresponden con los propósitos del Señor. Tres ejemplos, pone Santiago, uno de ellos es Job (v. 11); ¿habéis oído de la paciencia de Job y habéis visto el fin del Señor? En estos días estoy leyendo su libro. Fueron muchos sus padecimientos, perdió a todos sus hijos, aparentemente naufragó su matrimonio, lo dejaron sus amigos y sirvientes, perdió sus riquezas y se enfermó con sarna. 

Pero hay algo que es evidente desde el mismo principio en su libro: sus sufrimientos no ocurren al azar, el diablo interviene, Dios también, pero no le caen del aire. El mismo Job así los interpreta; escuchemos sus palabras, en todo esto no pecó Job ni atribuyó a Dios despropósito alguno (Job 1: 22). El comprendió que no estaba siendo azotado por las fuerzas de un destino ciego, ni que sus pérdidas fueran sin sentido alguno y no condujeran a ningún lado.

Por eso podemos tener paciencia, porque la Biblia nos enseña que siempre hay algún propósito por parte del Señor en lo que nos pasa. ¡Si en cada ocasión recordáramos esta verdad! Pienso que para Job su propósito era mostrarnos a nosotros que nadie es justificado por las obras, ni el mejor de todos los mortales. Por muy perfecto que él fuera, no por eso se justificó ante Dios y además demostró que los justos también sufren. Su vida es una gran filosofía sobre los sufrimientos de los justos. Dios se hace responsable de nuestros sufrimientos y los  lleva a alguna parte.

Adjunto a todo esto podemos asegurar que los sufrimientos son regulados por leyes. N o puede el labrador esperar que la lluvia tardía venga temprano. No puede apresurar el proceso normal de siembra, crecimiento y maduración.  ¿Qué puede hacer? Aguardar con paciencia (v. 7). Donde hay un propósito hay una serie de circunstancias y acontecimientos perfectamente gobernados. Dios no es un Dios de confusión sino de orden y de leyes. Este mundo está lleno de leyes, fue hecho con leyes. Dios hizo esas leyes. La Biblia también es un libro lleno de leyes porque es un libro hecho por Dios. 

Por ejemplo, empieza a llover, ¿Escampará cuando a usted le guste, o tiene que esperar que las nubes pasen? ¿Cesa de tronar cuando la atmósfera se descargue o cuando lo queramos? ¿Nace la semilla al compás de nuestra impaciencia o se toma su tiempo? ¿Empolla la clueca sus huevos por tres semanas o los abandona a los catorce días? ¿Habrá polluelos que piquen el cascarón a los trece días? Eso no es motivo de desesperación sino de mucha seguridad y con paciencia podemos esperar que llegue el último día. Esto podría probarlo con muchos textos y de todos algunos. Jesús dijo, “subid vosotros a la fiesta, yo no subo todavía, porque mi tiempo aún no se ha cumplido (Jn.7: 8), y “pero ninguno le echó mano porque aún no había llegado su hora (Jn. 7: 30); y “sabiendo Jesús que su hora había llegado (Jn. 13: 1). El salmista dijo en oración, “en tus manos están mis tiempos”.   Todo es regulado por Dios a su compás, que para el que sufre suele ser desesperante.  

 

Y como es así, entonces podemos asegurar que los sufrimientos algún día tendrán un fin, habéis visto el fin del Señor (v. 11); el fin o el propósito que le da el Señor o que al fin llega la hora y se acaba, las nubes se tardan en pasar pero pasan, los relámpagos y truenos nos estremecen pero al fin la tormenta se va, la semilla se demora en brotar pero brota. Existe un fin y ese fin, como somos cristianos, es del Señor. Cuando se sufre por los pecados cometidos y no son perdonados el mundo destruye, pero cuando se padece con Jesús, él consuela. El Señor es muy misericordioso y compasivo (v. 11). En la vida de Job oímos al Señor hablar al comienzo de sus sufrimientos. Durante el desarrollo del libro no dice una palabra, sólo escucha y mira. Y es al final cuando habla y bendice. Cuando sufrimos nos parece que el Señor está ausente. Job clamaba mucho, incluso en los mismos discursos a sus amigos se detenía y oraba. Nada pasaba. Dios no respondía. Sólo al fin justificó a Job y lo bendijo. En eso es lo que quiere Santiago que sus hermanos piensen para consuelo.

Sin embargo los sufrimientos de ellos no eran los mismos de Job, padecían por injusticias sociales. No es que todas las injusticias haya que soportarlas estoicamente. Se sufre cuando no podemos hacer nada para dejar de sufrir y en tal caso, esperar en el Señor, esperar su segunda venida (v. 8). Pero si usted no está en el Señor no puede esperar su segunda venida porque la venganza lo alcanzará. Jacobo está hablando para los cristianos, para consuelo y esperanza de ellos. Santiago no está proponiendo un método para acabar con las injusticias sociales. 

Para concluir puedo observar los efectos del sufrimiento sobre nuestros hermanos, amigos y familiares. Santiago está consciente que cuando hay sufrimientos los ánimos se alteran y la impotencia que la situación impone nos hace desahogarnos injustamente en otros. Cuando uno sufre tiene que cuidar sus relaciones con los hermanos y no quejarse contra ellos diciendo, “no me ayudaron, tuve que sufrir solo, nadie me echó una mano, no vinieron en mi auxilio. Aman  mientras se está bien, pero cuando estuve enfermo no me visitaron, cuando perdí a mi familiar cada uno volvió a su trabajo y se olvidaron de mí, la iglesia ha hecho poco por mí en mi adversidad, etc.”.

No os quejéis de la iglesia por dos cosas, seréis condenados. O mejor dicho para que no seáis juzgados (krithéte). A menudo los que sufren se quejan lastimeramente de los otros y alegan que no se han comportado como cristianos con ellos. Quizás sea cierto, pero la queja tampoco lo es. Pablo cuando fue dejado sólo no se quejó de eso, su actitud fue diferente y dijo, “no les sea tomado en cuenta” (2 Ti. 4: 16) porque, añade, “el Señor estuvo a mi lado” (v. 17). Además, cuando nos quejamos ¿somos justos? ¿Has socorrido a otros cuando ellos han sufrido? ¿Somos culpables de eso?

Y no os quejéis dice Santiago,  porque Cristo te oye. El está junto a la puerta o “las puertas”. De quien te quejas no lo oye, pero el Señor sí. No importa que las puertas se hallen cerradas, Cristo está ahí. Y él es juez. Uno puede engañar con quejas a otros e indisponerlos contra la iglesia, ¿pero, quién podrá engañar al Juez?

 

Exposición 29

Orar y cantar

Sgo. 5:12,13

12Pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación. 13¿Está alguno entre vosotros afligido? Haga oración. ¿Está alguno alegre? Cante alabanzas”.

Veamos un punto donde debemos reponer nuestro testimonio. Gran parte de los cristianos han dejado de ser veraces, están llenos de dobleces y segundas intenciones. Estas palabras, con respecto a los juramentos, prefiero explicarlas en su propio contexto y darles la ampliación que ellas tienen, pero sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni por ningún otro juramento; sino que vuestro sí sea sí, y vuestro no sea no, para que no caigáis en condenación (v. 12). Es indudable que las ha aprendido de las enseñanzas de Jesús como se puede leer en Mt. 5:34-37 donde se condena la práctica viciosa de jurar por todo, casi sin razón alguna. No me quiero detener en detalles sobre eso porque ya lo hemos expuesto en el evangelio. Aquí adquiere importancia por los malos tratos a que los hermanos están siendo sometidos, haciéndolos propensos a juramentos al afirmar o negar alguna acusación. Posiblemente no se refiere a que hicieran alguna negativa a hacer algún voto judicial, sino más bien a la vida corriente.  El propósito es desterrar eso del testimonio, de modo que se distingan del resto. 

El cristiano debe ser separado definitivamente de esa práctica pecaminosa de modo que su palabra tenga el mismo peso que un juramento. Si dice que sí, que sea sí, si dice que no, que sea no. Muchos juraban mentirosamente sin temor a Dios, profanaban el nombre del Señor y lo tomaban en vano. El juramento al principio era como un documento firmado, algo a lo que uno se comprometía y prometía y que lo ayudaba a  ser fiel. Después eso se corrompió y juraban pero mentían al hacerlo. Desde entonces el mundo se ha dado cuenta que todos los cristianos no son iguales, y que algunos dicen una cosa por otra. Si esa observación en sentido general es correcta, la iglesia debe hacer lo posible con enseñanzas, para que a sus miembros les regrese la confianza y credibilidad. A veces casi  no se puede dar crédito a lo que están hablando y nos queda siempre la incertidumbre si están diciendo la verdad, si la dicen completa, si tienen otros motivos detrás de ella o están mintiendo. Aquí, en este punto ellos deben reponer, por la gloria de Dios y la evangelización, el testimonio ante el mundo.

 

Veamos ahora un punto de palpitante actualidad. La oración en la vida del cristiano. En esto me parece que muchos lo han sacado de lugar. Quizás parezca una inocencia del predicador que nos aconseje orar cuando nos hallamos tristes y nos pida que cantemos cuando nos sentimos alegres, ¿está alguno entre vosotros afligido? Haga oración (v. 13). Hay quien está triste pero no ora, en cambio se queja. Como cristianos maduros nunca debemos entristecer a los demás, sino que es mejor que oremos. La oración es mejor que quejarse. Es mejor porque hay tristezas que sólo Dios puede quitarlas. Por ejemplo, si uno se halla triste por su pecado, ¿quién pude quitarnos ese pesar sino el que nos da el perdón? Si hemos fracasado en algún sentido ¿quién podrá consolarnos en nuestra derrota? Si hemos perdido algo valioso, ¿quién podrá reponerlo o al menos compensarnos por lo que nos falta?

Además es mejor orar que quejarse porque cuando oramos ejercitamos nuestra fe en cambio el quejarnos lo que hace es descubrir nuestra incredulidad. Al orar demostramos que somos hombres y mujeres de fe, que hemos aceptado nuestra tristeza y que pedimos al Señor que nos ayude a sobrellevarla con alivios.

Otros no se quejan cuando se hallan tristes pero no oran sino que procuran divertirse o al menos usan entretenimientos para quitarse el pesar. Quizás eso tenga algún pasajero resultado, sin consolación, pero es mejor orar que buscar olvidarse uno de una situación, divirtiéndose porque no se aprende la lección de Dios. Cuando somos afligidos tenemos que detenernos y considerar lo que el Señor nos ha querido enseñar. Quizás quiere purificarnos y si nos divertimos lo que hacemos es apagar el fuego que está limpiándonos de escorias.

Y por otra parte al divertirse algunos podrán pecar y buscar en su alivio placeres pecaminosos. Lo que el Espíritu nos recomienda es orar, no ir a una fiesta, no es hacer un banquete, ni ir a una discoteca. La aflicción es la llamada de Dios a la oración, cuando estamos tristes es que nos llama a orar. Uno sabe por experiencia lo cómodo que es como el apóstol Juan, usar como almohada el hombro de Jesús.

 

Santiago también pregunta ¿está alguno alegre? Cante alabanzas (v. 13). Cuando estamos tristes no nos pide que cantemos. ¿Cómo nos va a obligar a semejante hipocresía? Es cierto que a veces cuando uno está triste y canta se anima un poco, más eso es una opción y no un mandamiento; quizás un recurso psicológico sin promesa bíblica y sin orden divina. Aunque hay quienes, por la gran fe que poseen, como Pablo, pueden cantar atrapados en un cepo los pies. El Señor no quiere que hagamos de payasos o teatros. No nos pide que substituyamos la oración por la alabanza, en todo caso si es posible valga la combinación. 

Nuestro texto también nos enseña una descripción real de lo que es un cristiano. El cristiano no es alguien que siempre anda melancólico. No es un tipo que siempre está contento y cantando alabanzas. Un cristiano sumido en perenne melancolía es un cristiano enfermo, una pobre copia de lo que debiera ser, alguien que no conoce las consolaciones en Cristo ni sabe lo que es regocijarse en él siempre. Aunque no sea temperamentalmente alegre tendrá alguna chispa del gozo de las promesas del Señor; y la palabra de Dios cuando se oye en sazón, alegra el corazón. Son bellas las sonrisas del cristiano que por temperamento es serio.

Los creyentes cantan alabanzas, pero no siempre están cantando alabanzas porque entienden que cantar no es la única forma de alabar al Señor. Vivir conforme al evangelio es la mejor alabanza, glorificando el nombre del Señor es el mejor modo de alabarlo, guardando sus mandamientos, sea que se llore o que se sonría. La obediencia es la mejor de las alabanzas porque vale más que los sacrificios y que todo lo otro. Hay veces que obedecer es difícil y cuesta lágrimas. El Señor no nos salvó para que fuéramos felices sino para que fuéramos fieles. 

Pero hay algo más, note que las alabanzas están asociadas al canto. No dice que se digan alabanzas, sino que se canten. Hay una costumbre dispersa de proferir a cada minuto en la conversación normal o en la predicación, expresiones de alabanzas que en la Biblia están asociadas al canto o a la oración. Por ejemplo, ¡Amén! ¿Dónde la halla usted? En los salmos, en la oración y quizás al final de algún clímax literario de alguno de los apóstoles. Pero no halla usted que Pablo esté hablando con Agripa, o Felipe con el eunuco, o Pedro pidiéndole la comida a Simón el curtidor y a cada diez palabras diga un amén, un aleluya o algún hosanna. Todavía sería aceptable si es al final de su sermón. Lea el libro de Job, las lamentaciones de Jeremías y verá que no hay ninguna. La verdadera espiritualidad está en la conducta santa, no en los labios, sino en la vida. 

Por otra parte  el cristiano debe cantar alabanzas. El texto griego lo que dice es que se canten salmos. Esto no se dice para los cultos sino para la vida personal de cada uno. En los cultos se pueden cantar, salmos, himnos y cánticos espirituales. El cristiano real no canta sólo en los cultos, canta en el camino, en el trabajo, en su auto y por supuesto también en el templo. Cantar alabanzas es cantar para alabar al Señor, no porque el canto del cristiano sea sólo una consecuencia de su alegría sino porque es una expresión de gratitud a Dios. Sabe que se halla alegre por la bendición del Señor y por eso le alaba. Quiere decir que cuando canta, adora. La esencia y orientación de la alabanza es la adoración y no el gusto musical de la congregación, del director, o de los ajenos que visitan. Este principio de adoración, que debe regular nuestras alabanzas personales y públicas será el que evitará que se llene de mundo nuestra música o que hagamos del culto, con el mismo corte, sonido e intención, que en los escenarios de inconversos. 

 

 

 

Exposición 30

Enfermedad de los cristianos 

Sgo. 5:14,15

4¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. 15Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados”. 

 

Creo que ya hemos dicho que al pecador convertirse en cristiano no recibe un certificado que lo excluirá de todos los sinsabores. Conforme se entristece, dice Santiago, también se enferma. Los cristianos algunas veces nos enfermamos. Los que creemos en Cristo como nuestro salvador tenemos que guardar cama, nos da fiebre, y hay que ir al médico.

Cuando nos enfermamos recibimos de parte de Dios un aviso, que nuestras casas no son eternas (Sal. 49: 11), para que pensemos en la eternidad, que somos un soplo, que no tenemos aquí morada fija y que nuestra mejor definición de cristianismo es la de peregrinación. No diga cuando está enfermo que Dios no lo ama. Las enfermedades son los eternos mensajes de Dios. Cuando nos enfermamos Dios nos trata de decir algo, alguna lección se propone. Recordándonos que la salud es una bendición de Dios, que tenemos que aprovecharla en su servicio al máximo mientras la disfrutemos. 

Cuando nos enfermamos nos sentimos humillados, tenemos que deshacernos de nuestras obligaciones y pasarlas a manos de otros, comenzamos a dejar de depender de nosotros mismos y hacerlo del amor y la gracia de familiares o doctores. Es necesario ir al médico y si vienen las investigaciones y operaciones nos sentimos como si fuéramos conejos, y pequeñísimos cuando somos inspeccionados con esos tremendos aparatos modernos. Sin distinción de sexo, si no es por obligación médica expondríamos desnudos nuestros cuerpos a la vista de cualquiera. Entendemos a hermanos enfermos que prefieren no recibir visitas, excepto los allegados, porque no quieren ser vistos en ese estado de humillación. Pudiera resultar que esa enfermedad del cuerpo sea profiláctica para el carácter, si es que uno conserva de modo perenne las lecciones aprendidas con fiebres y dolores de cabeza. Entre esas se encuentra un despertamiento por el interés y solidaridad con los enfermos, sobre todo con aquellos que están sufriendo lo que sufrimos. Pablo dijo, o mejor dicho preguntó "¿quién enferma y yo no enfermo? (2 Co.11: 29), porque junto a la cama del enfermo se encontraba él, que también sabía lo que era estar enfermo.

Cuando nos enfermamos Dios nos mide la temperatura en la boca y en el corazón, le pone un termómetro a nuestra fe. Generalmente cuando uno se enferma y lo someten a sospechosas investigaciones su fe es probada; no puede evitar pensar que podría ser grave la enfermedad y terminar muriéndose. Su propia imaginación le trae los pensamientos más trágicos y la poca fe no le basta para caminar ni siquiera flotar sobre esa situación, y lo hunde como a Pedro en las aguas de un mar de miedo y preocupación. Cuando la enfermedad pasa, el lúgubre cristiano, con tanta alegría como vergüenza se pregunta ¿dónde se encuentra la fe mía en la inmortalidad del alma o la resurrección del cuerpo? 

El texto enseña el recurso espiritual que podemos usar al hallarnos enfermos: La oración, llame a los ancianos de la iglesia y oren por él (v. 14). Eso no excluye a la familia y los amigos, y todos aquellos que quieran que se sane; ni tampoco al médico. Se pide que vengan los pastores para que oren por él, no quiere decir que sean los únicos que pueden hacerlo, sino más bien para que tanto el enfermo como sus seres queridos sean unidos más al ministerio pastoral de su iglesia. Es un buen momento para que vengan y orar juntos, leer una porción de la Escritura y platicar en breve sobre cosas espirituales. Supe de un hermano muy enfermo que antes de morir le pidió a su pastor que se acostara con él a su lado. Conocí a un gran doctor en teología y filosofía, pastor de una iglesia grande, que le pidió a uno de sus antiguos compañeros en el ministerio que cuando llegara la hora de partir estuviera cerca para que lo sostuviera en su cruce hacia la inmortalidad. Es cosa buena hacerle conocer al siervo de Dios que se está enfermo y que se le agradecería una visita. 

Cabe aquí la oportunidad para reflexionar un tanto sobre lo que se conoce como don de sanidad. Espero que usted lea este comentario con buena voluntad que es con la que yo lo escribo. Note que dice en plural "los ancianos", no uno en particular que sea famoso por tener su don de sanidad. Todavía es la época apostólica, sin embargo ya en las iglesias en vez de confiar la sanidad de los enfermos a alguien que diga poseer don para curarlos, el énfasis recae en los ancianos y la oración de fe. Ellos no irían y le dirían al hermano, "levántate y sé sano". Lo que dice es que  cuando llegaran a la casa se arrodillarían e implorarían la sanidad, y la oración de fe lo recuperaría. El don de sanidad fue uno de los dones extraordinarios que el Señor concedió a su iglesia para darle autoridad ante el mundo al evangelio apostólico. No fue un don omnipotente sino que siempre estuvo sometido a la voluntad del Señor. 

Hay ejemplos en el Nuevo Testamento que dan a entender que ese don sobrenatural y beneficioso para la salud de la iglesia, en tiempos que la medicina estaba atrasada, no fue concedido a nadie como un curalotodo. Se quedó Trófimo enfermo en Mileto sin que Pablo pudiera sanarlo y eso que él estaba lleno de los carismas de Dios (2 Ti. 4: 20), y había subido hasta el tercer cielo. Pablo mismo reconoció que fue el propósito de Dios no curarle aquella enfermedad con la que se vio obligado a quedarse en la provincia de Galacia. Todos los dones que Dios nos concede están sujetos a sus planes y propósitos, y no son instrumentos que se nos entregan para hacer con ellos lo que queramos. Pudiera ser que Dios en su amor quisiera otorgar en este siglo dones de sanidades a ciertos y capacitados hermanos y hermanas. Él es soberano. No obstante, me gustaría que esos privilegiados extendieran sus servicios fuera de sus iglesias y de campañas evangelísticas y llegaran hasta los hospitales, especialmente a los de niños con cánceres, que están suplicándoles a la vida no morir. 

Y añadiendo una cosilla más, en medio de la época apostólica y de dones milagrosos, Pablo reconocía el valor de un médico, de medicinas y remedios. El apóstol recetó una medicina a su compañero Timoteo que estaba enfermo del estómago, supongo que con alguna úlcera u otro problema gástrico, le recomendó un remedio, el vino para aliviarle sus dolores, acidez y mala digestión (Ti. 5:23). Supongo que el doctor Lucas acompañaba al apóstol no solamente para que escribiera libros sino recetas. 

Con respecto a esos de ungir con aceite a los enfermos, se ha levantado con los siglos una gran superstición hasta llegar a formar parte de lo que en una antigua denominación se llama “extremaunción”, aplicada a los moribundos y que dicen ellos, que tiene poder para limpiar de pecados, y la tienen como uno de sus siete sacramentos. Algunos enfermos por los cuales oramos los pastores y las iglesias, se han muerto y otros se han curado. No hay contradicción entre la experiencia y la promesa porque Jesús nos enseñó con su ejemplo que hay que añadir "mas no sea hecha mi voluntad sino la tuya" y "hágase tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo". Se les pide a los ancianos que visiten al enfermo y oren por él. Hasta ahí llega lo que los pastores pueden hacer. Y después, esperar y ver en longitud de tiempo, la decisión divina. La promesa es que la oración de fe salvará al enfermo y llegará hasta el perdón de sus pecados. Una motivación para no tardar en hacer la visita pastoral pudiera ser que en el enfermo ocurra un tránsito de su vida pecaminosa hacia otra santa.

 

 

Exposición 31

No dejes tus pecados a la vista 

Sgo. 5: 16-18

16Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. 17Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese, y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. 18Y otra vez oró, y el cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto”. 

 

Calvino y Robertson tienen una interpretación casi cautivadora de esta expresión, confesaos vuestras ofensas unos a otros y orar unos por otros para que seáis sanados (v. 16), él dice que se trata de cualquier pecado que uno cometa, puede ir adonde se halla un hermano, decírselo y pedirle que ore a Dios para que él le perdone. Si se mantiene la conexión de esta porción con la de arriba, por medio de un pues (oun) que nuestra versión no contiene, sería válida la interpretación; por lo menos muy posible. 

Sin embargo, hay otra interpretación y la tomaré no atreviéndome a recomendar esta por lo siguiente. (1) Aunque es bueno tener una conciencia tan delicada que tras haber pecado nos sintamos llenos de horror y temamos ser reprobados y busquemos a algún compañero que nos ayude pidiendo para nosotros misericordias, aún así, es un riesgo, porque, ¿quién nos garantiza que después de haber intercedido vaya y descubra nuestro secreto a otro? 

(2) La confesión de pecados a ajenos tiene un efecto debilitador, porque entristece al hermano, puede defraudarlo, echar por tierra la admiración que nos tenía y ya no servirle más de inspiración y peor aún, darle una justificación para cuando peque diga, “fulano también lo ha hecho” o sembrarle la idea para que cometa el mismo pecado. 

(3) Se puede convertir en una práctica colectiva, con una proyección humana más que divina que haga que la confesión misma a un hombre nos alivie tanto que luego no se lo confesemos a Dios y nos suministre un remedio que tranquilice sin perdón nuestra conciencia. Solamente la confesión a Dios trae el perdón, no la de nadie más. 

La confesión de pecado tiene un lado peligroso, porque cuando uno cuenta su pecado lo revive en la imaginación, lo trae a su memoria y si no se está en la misma presencia divina, la evocación de tal recuerdo y los sentimientos que ello desencadenan se transforman como en una repetición del hecho. Esa es la razón por la cual sentimos miedo de hablarle aun a Dios de los pecados que ya una vez le confesamos, porque tememos que Satanás se aproveche de ello y haga que blasfememos su nombre. Nuestros pecados debemos confesarlos a Dios solamente.

Prefiero entonces tomarlo como la autorización a confesar los pecados contra quien los hemos cometido. Nuestra versión suaviza o dirige la traducción en ese sentido y nos da ofensas, pero la palabra que Santiago usa es pecados. Cuando nosotros hemos ofendido a alguien tenemos que pensar que hemos pecado, o sea que conjuntamente con la ofensa también ofendemos a Dios. No podemos tener una doble perspectiva del pecado, que ofendamos al hermano por un lado pero que nada hemos hecho a Dios. No son dos cosas independientes.

El propósito de la confesión es la reconciliación, con Dios y con el hermano. Con Dios porque necesitamos el perdón del hermano, o al menos pedírselo, y porque cuando uno confiesa su pecado a un hermano muestra dos cosas que Dios acepta, humillación y arrepentimiento que son dos gracias importantes para que él nos perdone. Si uno peca contra un hermano, pero le pide perdón a Dios pero rehúsa pedírselo al prójimo, posiblemente ni aún Dios le perdone porque ha confesado su pecado al Señor pero sin gracia puesto que si la tuviera iría a reconciliarse humillado con aquel contra quién faltó.

La confesión en este sentido es útil para salvar la comunión de los hermanos en la iglesia y preservar la sencilla fraternidad. Si eso no pasa, se van formando bloques fraternales aislados  que amenazan  la unidad del cuerpo de Cristo. Por lo que dice el autor de la epístola la confesión es necesaria para poder sanar. Mientras no hables con el hermano al que has ofendido o que tú lo hayas hecho, no te sanarás. El silencio no sana esas heridas, quizás el tiempo. El posponerlo no cura esa enfermedad. Sin embargo si se hace, la reconciliación será más firme y más tierna la unión de lo que fue antes. Tendremos una iglesia con una fraternidad enferma y herida mientras no recibamos gracia para humillarnos y arrepentirnos en confesión. Jesús dijo que si cuando trajéramos una ofrenda a Dios nos acordamos que algún hermano tiene algo en contra nuestra, antes de depositarla en el altar divino, vayamos y arreglemos las cosas con nuestro prójimo.

También es necesaria para poder orar. Fíjate que la oración aparece después de la confesión. No se puede orar juntos mientras haya pecados por el medio, mientras las heridas no sean curadas, mientras la enfermedad del amor no se cure. Luego podremos orar, porque no podrán orar dos si no estuvieren de acuerdo. Ninguna práctica espiritual es posible sin la confesión mediando. Ni cantar, ni participar de la cena, ni evangelizar. Dios no acepta nada de eso, aunque lo hiciéramos obligados, porque no lleva gracia. El mismo Dios nos cura, nos sana, después de la confesión de nuestros pecados.

Como he dicho, Santiago apunta muchas veces hacia la oración como una gran cosa. Dijo que cuando se está enfermo se ore. Luego, tras la confesión se ore para sanidad. La confesión misma, por su propia naturaleza no es suficiente para sanar una relación enferma. La oración hace falta, no como un broche de oro a una conversación de reconciliación, sino porque hace que Dios obre. Esa es la explicación de la oración eficaz del justo puede mucho (v.16) o “mucha fuerza tiene una petición de un justo hecha eficaz” (Lit. griego). No es la fuerza de la propaganda, la fuerza de la iglesia, ni la fuerza de su dinero, ni de la personalidad o influencia de sus miembros. Es la fuerza de la oración la que todo lo puede. Esa es la fuerza que hizo que Elías cerrara el cielo y lo abriera. Fue la fuerza que trajo la sequía y la lluvia. La fuerza que obra milagros. Sin embargo es la fuerza de los reconciliados. Separados no somos fuertes, no podemos hacer nada. 

Santiago nos da el ejemplo de Elías y la lluvia. ¿Por qué escoge ese?  Quizás, hermanos escogió ese ejemplo  para añadir que era similar a nosotros; eso por un lado, y por el otro para mostrarnos las características o calidad de su oración, y la intensidad o fervor con que la hizo. En cuanto a la composición de su naturaleza adámica, el escritor confiesa que el profeta era un hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras (v.17). Honradamente, a mí me parece que esa traducción lo descalifica sin razón. Una traducción mejor es que Elías era un hombre “semejante en sentimientos” a nosotros. Es la misma palabra que se usa en Heh.14:15. No se dice nada de que Elías estuviese dominado por pasiones carnales. Así no hubiera podido orar ni menos ascender al cielo. Elías era un hombre, no un ángel, un hombre pecador, un hombre salvo, un hombre de oración, con los mismos sentimientos que nosotros, con una naturaleza humana semejante a la nuestra, con nuestras mismas limitaciones, no un superhombre, no un supersanto, ni un dios.

Santiago dice que fue oído, pero no por algún mérito especial que él tuviera. La palabra "ferviente" también está fuera de lugar en el texto. Santiago lo que dice es "con oración oró"; y eso podemos repetirlo para nuestro provecho "con oración oró" "con oración oró" "yo voy a ser lo mismo, con oración oraré, con oración oraré"; y eso mismo tenemos que hacer, imitarle en la frecuencia de nuestras oraciones.. Más bien lo que enfatiza no es alguna cualidad interna de la oración, ni calor, ni nada, sino su insistencia en orar. Oró sin desmayar. La sucesión de oraciones. 

El Espíritu no nos pide que pulamos nuestra oración, no hay que dar cursos sobre oración; eso es casi una profanación de lo sagrado, lo que hay que hacer es orar más, aumentar nuestro número de oraciones y el Señor hará maravillas.  Y si se quisiera aprender a orar lo que hay que hacer es aprender mucho de la Escritura, y mezclar su lectura y meditación, y estudio, con oraciones. La experiencia enseña que sin la Palabra de Dios es imposible orar, es ella la que nos trae al corazón al Espíritu Santo, nuestro ayudante e intercesor. Elías era un hombre similar a nosotros y si tenía alguna ventaja, consistía en que sus períodos de oraciones eran más largos.

 

Exposición 32

La iglesia y los extraviados

 

Sgo. 5:19,20  

 

19Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad, y alguno le hace volver, 20sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino, salvará de muerte un alma, y cubrirá multitud de pecados”. Es lo último que les escribe pensando esta vez en la doctrina y su práctica. Vamos a ver en breve dos cosas importantes. 

La iglesia es una institución formada por la verdad de Dios y cualquiera que se extravía de la verdad se separa de la iglesia, y la iglesia definida así es “el cuerpo de Cristo” formado por su predicación doctrinalmente correcta como dice Pablo en Gálatas 4:19. No es sólo un apartamiento de conducta, que le sigue, sino un apartamiento primero de un credo cierto. Uno vive lo que cree, y si cree un error, vive equivocado.  

La salvación consiste en gran medida en poder hacer una confesión doctrinal (Ro. 10:9-15). Localizo este texto porque contiene las dos cosas sobre las que estoy hablando, la doctrina en la iglesia y la evangelización. A esa institución se van añadiendo nuevos miembros y separado de ella no hay salvación, y por eso es que “el Señor añade a la iglesia los que han de ser salvos”; los añade a una institución formada por credos y confesiones doctrinales que “guardan todas las cosas que ha enseñado”. Cada miembro de la iglesia si es salvo tiene una vida cristiana formada doctrinalmente y adornada por su conducta, y debe conocer la verdad y los errores de su época. El gozo de los pastores apostólicos era encontrarse por ahí algún hermano que habían ganado y hallarlo andando en la verdad (3Jn. 1:3, 4). O como dice Pablo, no han caído de la gracia (Ga. 5:4).

En segundo lugar la función evangelizadora de la iglesia consiste en enseñar al mundo la mentira que creen y practican por cuanto dice el error de su camino. Fíjese que se puede ver claro que la permanencia en la verdad del evangelio es fundamental para la salvación del alma, por cuanto dice salvará de muerte un alma (v.20). 

 

Así se explica el ministerio de evangelización de la iglesia apostólica, y de recuperación de apóstatas,  como una operación llevada a cabo con doctrinas, lo mismo con los judíos que con los griegos, de confrontación doctrinal con la palabra de Dios sin importar la impopularidad entre ellos y que unos digan “es locura” y los otros “es un tropiezo”, pues pasando como locos o tropezando evangelizaban, contendiendo ardientemente por la fe una vez dada a los santos (Jud. 1:3).  Fe es el cuerpo dedoctrinas. Contra “doctrinas de demonios”, contra Satanás que es “padre de mentiras”. Así cumplían la Gran Comisión, “enseñándoles que guarden todo lo que os he mandado”. 

Esa es la razón por la cual Santiago le pide a la iglesia que se encargue de reparar doctrinalmente el daño que le hayan hecho a otro porque ella está puesta para salvar doctrinalmente el mundo; y emplea propiamente la palabra salvar y muerte; son las doctrinas de la fe las que salvan al mundo; el cuerpo de doctrinas de la iglesia es el corazón mismo de ella, y la iglesia se expande dentro del mundo como iglesia cuando se expande doctrinalmente. De ese modo la iglesia presenta la imagen o retrato de Cristo ante los ojos del mundo; o como dice Pablo “ante cuyos ojos Cristo fue presentado claramente como crucificado” (Ga. 3:1). Observa  la correspondencia que hay entre el modo de vida y el apego a la verdad, y cubrirá multitud de pecados (v.20) porque “las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Co. 15:33). Usted vive la fe que cree, se relaciona con Dios de acuerdo a lo que cree. Calvino dice que darle de comer y beber a los pobres es una tarea noble pero mucho más preciosa es traerlo de regreso a la verdad y salvar su alma de la condenación.

Y para concluir, es una misión muy honorable de la cual no hay que avergonzarse, ni ser tímidos, ni ser indolentes por cuanto es de vida o muerte, y que es el corazón mismo del porqué Dios envió su Hijo al mundo, y del porqué de la doctrina de la encarnación, la justificación, el nuevo nacimiento, el arrepentimiento, la resurrección y del juicio final: Salvar de muerte un alma.

 

    

1 Pedro

“Seguramente esta es una epístola pastoral. El apóstol les habla a las iglesias del Asia Menor para animarlas dentro de la tormenta de persecución desatada contra ellas. Esa tormenta ruge hoy en India donde las turbas hindús destruyen los edificios cristianos que a costa de mucho sacrificio han sido edificados en los barrios pobres de Bombay; también en muchas tierras comunistas donde confesar a Cristo trae la pérdida de privilegios educacionales y oportunidades de trabajos y algunas veces resulta en prisión. En gran parte del mundo occidental estas cosas parecen extrañas, quizás por no estar atentos a las señales de los tiempos.

“El Ponto, Capadocia, Bitinia, Asia, son las provincias donde se hallaban los cristianos y a quienes el apóstol se dirige. La región incluye toda el Asia Menor desde las montañas Taurus recorriendo todo el sur de la costa. La mayor parte de la moderna Turquía debe ser incluida, aunque el término pudiera ser que signifique más bien regiones que provincias oficiales. La iglesia primitiva, o mejor dicho Eusebio el historiador de la iglesia sugiere que Pedro mismo pudo haber tomado parte en la evangelización de esas áreas nombradas. Obviamente el apóstol Pedro tenía algunas razones para dirigirse a los cristianos en aquellas provincias. No incluye Lidia y Panfilia o Cilicia. El Ponto y Bitinia, en la costa del Mar Negro son nombrados separadamente, aunque pueden ser incluidos dentro de una provincia romana. Se ha sugerido que el apóstol comenzó en el Ponto y siguió a Bitinia. Existía una sustancial población judía en el Asia menor. Judíos desde Capadocia, el Ponto, estuvieron presentes en Jerusalén en el día de Pentecostés y escucharon el sermón de Pedro, regresando a esos lugares podría haber sido los que plantaron el evangelio.

“La más temprana referencia encontrada en 2 Pedro 3:1. Clemente de Roma, antes del final del primer siglo cita esto también se menciona esta epístola en otros autores primitivos tales como Ireneo en el segundo siglo y atribuye específicamente esta cita bíblica al apóstol. Claramente la expresión de 5:13, refiriéndose a la antigua Babilonia es una manera de identificar a Roma. El hecho de que Pedro mencione a marco y no a Pablo parece improbable que este estuviera en Roma durante ese tiempo. No obstante, tampoco el apóstol Pablo menciona a Pedro en sus cartas, aun cuando se refiere a los “de la circuncisión” quien permanecen como fieles compañeros. Según la tradición el apóstol Pedro estuvo en Roma solamente al final de su vida. Probablemente este apóstol escribió desde Roma después que Pablo se había marchado, liberado de su prisión en el año 62 d. C. tampoco parece probable que la persecución contra los cristianos bajo Nerón hubiera comenzado, el apóstol Pedro hubiera hecho alguna mención referente a este asunto y no lo hace (2:13-17). La fecha de la carta se sitúa en el año 63 d. C. después de la partida del apóstol Pablo antes de la persecución de Nerón, como una fecha altamente probable” (The Bible Speaks Today, Introducción of 1Peter).

 

Notas

1 Pe. 1:1

1Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia”.

Esta carta deben leerla con especial atención los emigrantes; el Espíritu Santo se las dirige, a los cuales llama "expatriados de la dispersión” 

1 Pe. 1:2

2elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”. ¿Por qué el apóstol, a diferencia de Pablo, menciona la presciencia de Dios, o pre-conocimiento? La palabra usada en griego es prognosis, o conocer de antemano. Esta palabra también es usada por Pedro en su sermón (Hch.2:23). Pablo habla de la predestinación, aunque es más o menos lo mismo.  Quizás para que no pensemos que nuestra salvación es improvisada, sino que hemos estado por la eternidad en la mente de Dios, y preservemos la fe y la santidad en tiempos adversos. El propósito de tal elección es doble: la obediencia y la santidad o "ser rociados" con la sangre de Jesucristo (esto es una expresión sacerdotal). Es decir, en lenguaje de Pablo, "llamados a ser santos" (Ro.1:7).

1 Pe. 1: 3

3Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos”. Nuestra esperanza es viva porque Cristo está vivo; la salvación plena es nuestra resurrección. La palabra viva, Jesús, en varias formas es de gusto del apóstol usarla (1: 23; 2: 4, 5).

 

Compremos las experiencias de otros

1 Pe. 1:7

7para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual, aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo”. Cuando tu experiencia cristiana es sometida a prueba, tienes la oportunidad de mirar dentro de tu corazón y hallar la fe que existe o descartarla. Amado, nuestra fe es más dependiente de otros que lo que uno supone. Necesitamos de lo que otros digan para animarnos, las palabras de ellos nos hacen falta para cobrar aliento, aunque ya las sepamos, necesitamos oírlas para reponer lo que hemos perdido, consumido o nos han robado; la fe suele ser, a veces, tan extremadamente débil y tímida que una pequeña ofensa, una blasfemia, una confesión de incredulidad, la sacude y estremece toda. La voz de otros hermanos y siervos de Dios nos ayudan a recuperarla. Lo mismo pasa con los que escriben, no basta con que seamos autodidactas ni con lo que el Espíritu nos enseñe en la soledad; los pensamientos de otros fortalecen nuestra mente y sentimos hambre de ellos; debemos comprar sus libros y leerlos, comprar sus experiencias, pagar por sus bendiciones. Eso es lo maravilloso, podemos conocerlos, aunque hayan vivido con siglos de diferencia al nuestro, sentarnos a sus pies y deleitarnos de su sabiduría. Sentimos ganas de bendecir a Dios por ellos. ¡Qué delicioso es entrar dentro de sus almas! ¡Qué favor nos hacen con tan poco precio! Por muy apreciados que sean los autores profanos como Sócrates, Aristóteles, necesitamos a Ireneo, Atanasio, Agustín, Lutero, etc., a nuestros pensadores creyentes, que nos hablen, nos fortalezcan y defiendan los temas de la fe que los otros no tratan, menosprecian o desacreditan. 

 

Dios no se revela para que sepamos que existe

1 Pe. 1: 8

8a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”. Oh, Señor ¡cuántas cosas preciosas creemos sin haberlas visto!, y llamamos sin haberlas visto pero lo principal eres tú, por eso somos bienaventurados porque creemos sin ver, y las esperamos porque lo que uno ve ¿a qué esperarlo? (Ro. 8: 24). Las creemos y llamamos por la Palabra porque aceptamos el testimonio de los que vieron y oyeron (Jn. 3: 11; 1 Jn. 1: 2; 1 Jn. 4: 14; Mt. 10: 18). Creemos y le amamos por la providencia, porque con ella se manifiesta su bondad, en ella se revela su amor, su fidelidad, sabiduría, fortalece la esperanza; si me piden pruebas de la existencia de las cosas que no se ven, las mejores son las que salen de una relación de fe, son ellas las que les dan validez y seguridad a las otras más externas. Recuerda que Dios se revela no para que sepamos que existe sino para que creamos en él, para hacernos darnos fe y creyendo seamos salvos. Oh, Señor que instemos a otros por nuestra fe a que crean y por nuestro amor a que te amen.

1 Pe. 1:12

12A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”. Las cosas que anhelan mirar los ángeles son las que son predicadas por el Espíritu Santo. Oh, Señor que yo predique con tu Espíritu Santo. Los ángeles son fieles oyentes de todo el que predique la palabra inspirada por Dios.

1 Pe. 1:13

13Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. Hay muchos ministros que ciñen los lomos de su sentimiento, de su entusiasmo, pero no de su entendimiento.

1 Pe. 1: 15

15sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir”. El hombre más santo del mundo sería el hombre más libre, más feliz, el mejor padre, el mejor ciudadano, el hombre perfecto (Mt. 5: 48). Es un hombre de paz, el pecado no combate en sus miembros. No es sólo el hombre sabio e inteligente y que más la humanidad necesita, el que más conozca la creación sino el que más se parezca al Creador.

1 Pe. 1: 17

17Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”. Pedro llama a la vida “el tiempo de peregrinación”; oh Dios, que no sea el temor a la muerte el que me acompañe (He: 2: 15) sino a pecar.

1 Pe. 1: 22

22Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”.  ¿Sabes que no puedes obedecer a la verdad sino por el Espíritu? Es cristianamente correcto para los que esperan la resurrección del cuerpo, habla de la del alma. La palabra Espíritu no aparece en los mejores manuscritos. El texto completo tiene una difícil traducción. La idea es que el comienzo del amor al prójimo y la fe en la verdad, o a la inversa, el énfasis recae en el experimento de la vida cristiana y la purificación de las costumbres, la mejora del testimonio y la obediencia a lo aprendido. Lo que sigue lo confirma, los sermones escuchados.

1 Pe. 1: 23-25

23siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.24Porque: Toda carne es como hierba, Y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; 25Mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada”. La palabra griega euaggelizō (evangelio), se traduce anunciada o predicada. Todo esto es una alabanza a la palabra de Dios, a los sermones predicados que los pusieron en el camino cristiano. ¡Oh el Espíritu y la Palabra! Yo soy nacido de la simiente incorruptible, hijo de la Palabra, nací bajo un púlpito, tal vez lejos de él, pero no de la Palabra.

 

1 Pedro 

Exposiciones

La carrera cristiana y ministerial del apóstol Pedro es una obra arquitectónica de la gracia de Dios. Desde un anónimo pescador en el mar de Galilea, hecho apóstol con su hermano Andrés. El Señor Jesús le llamó “piedra”, y refiriéndose a su nombre declaró que sobre su reciente declaración de que era el Hijo de Dios, edificará su iglesia. Pedro siempre fue muy amado por la iglesia apostólica, y que según el apóstol Pablo era considerado una columna. Es un personaje que merecería una hermosa biografía. Y digo hermosa pero podría decir que sería el relato de una vida humana y de aliento para los que como él están siendo cincelados con el martillo de su historia y aflicción, a la imagen de Jesucristo. Pedro siempre perteneció al excepcional grupo de los apóstoles. Estuvo presente en el Monte de la Transfiguración, y fue junto con el apóstol Juan, uno de los más cercanos al Señor durante su juicio y crucifixión.

La iglesia siempre lo consideró una columna, no dándole tantísima importancia a sus tres negaciones como los predicadores del Nuevo Testamento acentúan. Si nuestro libro sagrado, los evangelios, recogen sus negaciones, también el papel y la tinta están húmedos por sus lágrimas de arrepentimiento. El aceptar la crítica y la exhortación fue algo que constituía parte de la fibra íntima de este apóstol. Y en la ciudad de Antioquía lo probó cuando delante de todos fue reprendido. Cuando Pablo lo reprendió por su conducta en relación con las comidas y los gentiles, siendo judío, no hay ningún récord de que se haya enemistado con el apóstol de los gentiles. Este mismo menciona que Pedro tenía la costumbre de ser acompañado con su mujer en sus viajes misioneros y su querido sobrino Marcos, quien nos dejó el primer evangelio escrito que lleva su nombre.

Jesús le dijo a Pedro que pastoreara sus ovejas y eso hizo este apóstol hasta el final de sus días, y de quien la tradición afirma que fue muerto en lo que él llamó “Babilonia”, es decir, Roma. Aunque Pedro fue milagrosamente liberado de la muerte cuando se hallaba en la cárcel, porque un ángel vino de noche y lo despertó y lo sacó afuera, al fin selló con su sangre su testimonio, de lo que había visto y oído acerca de Jesús de Nazaret. Este querido apóstol, nunca fue Papa, siempre fue apóstol y jamás infalible, aunque como he mencionado muy querido por la iglesia. Quizás estas epístolas fueron escritas alrededor del año 62 d. C.

Su sermón el día de Pentecostés recibió una gran bendición y muchísimos de diferentes nacionalidades que habían acudido a las fiestas en Jerusalén, regresaron a sus casas en distintas partes del mundo conocido, llevando las doctrinas que Pedro les predicó, la esperanza que les mencionó, y el bautismo cristiano. A esos expatriados, y si no los mismos, otros, el apóstol escribe. Y de él también, el biógrafo de Pablo, Lucas, dedica la primera parte de su libro conocido como Hechos de los Apóstoles, a este querido y viejo ministro del evangelio enviado por Jesús a los judíos, es decir los de la circuncisión.

 

Capítulo 1 

 

Exposición 1

Pedro y Santiago hablan un lenguaje reformado

1 Pe. 1:1,2

1Pedro, apóstol de Jesucristo, a los expatriados de la dispersión en el Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia,

2elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas”. 

 

Primero, nota que Pedro se dirige a los emigrantes (expatriados, emigrantes, en gr. parepidémois) que han tenido, por una razón u otra que dejar sus países (1:1). No caben dudas, como se ve en otras muchas partes (Hch.8:4 “pero los que eran esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio”). Dios siempre tiene algún propósito para provocar exilios y emigraciones, pero nunca los abandona.

En segundo lugar, se ve como el Señor les envía literatura cristiana, la de mejor calidad, especialmente la Sagrada Escritura, como esta epístola. La dispersión y distribución de literatura espiritual ocupa un lugar importante en los planes de Dios para cuidar a su pueblo esparcido por todo el mundo. Su palabra llega así, como mensajes impresos donde no existen iglesias formadas y menos pastores que las atiendan.

El apóstol llama a aquellos exiliados, elegidos. El mundo los ha llamado cristianos, nazarenos, herejes, pero el Espíritu los ha llamado elegidos y santos (Efe.1:1).  Esta es una doctrina gloriosa que debemos entender para disfrutarla. Somos salvados por elección divina, porque Dios en su misericordia decretó nuestra fe antes de crear el mundo, “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos” (Efe.1:4-6). De modo que, si nuestra salvación es antes de la fundación del mundo, es más segura que toda la creación. El decreto de elección es antes de la de Creación.

El texto escrito dice, “elegidos según la presciencia de Dios”. Presciencia es “prognosin” que significa tener un “pre-conocimiento” de algo. Dios nos conoció de antemano. No nuestras futuras buenas obras para por ellas elegirnos, no, nos conoció a nosotros. La obediencia es el resultado de la elección no su causa, bien dice el texto para obedecer no porque obedecemos. En nuestro texto el apóstol señala dos características que distinguen a los elegidos, la santificación y la obediencia, “para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo”.

Cualquier persona que diga que cree en la elección eterna, pero vive impíamente está ciego por el demonio que le hace creer que es salvo estando perdido. Los elegidos a la vida eterna desean ser santos y anhelan día por día conformarse a la imagen del Hijo de Dios en quien saben, que han sido predestinados y elegidos. Sufren ellos no porque no puedan satisfacer sus deseos carnales sino porque no pueden sacar el pecado definitivamente de sus corazones.

El amor es el primer fruto del Espíritu que se menciona que brota en el corazón cristiano, luego la bondad, la mansedumbre, etc. Ese es el fruto de la vida cristiana pero la raíz misma es la santidad, “porque si las primicias son santas también lo es la masa restante y si la raíz es santa también lo son las ramas” (Ro.11:16). Hay incrédulos que aman a sus prójimos, no aman a Dios, pero sí a sus vecinos. Hallamos generosidad en almas muy corrompidas por el pecado. La señal distintiva de un elegido es su santidad. Si no vive en santificación no ha sido escogido. La misma palabra, elegidos significa una separación del pecado por lo cual dice Jesús, “si fuerais del mundo el mundo amaría lo suyo, pero porque no sois del mundo, antes que yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece” (Jn.15:19). Nuestro Señor lo enseñó, que el elegido en él se aparta del mundo.

Pero además de ser elegidos en santificación del Espíritu, Pedro menciona el propósito práctico, para obedecer. ¿Obedecer qué? Las leyes de Dios. El escogido siempre es respetuoso de las leyes del reino. Somos salvos por la gracia, justificado por la fe y no por las obras, no somos elegidos por nuestras obras porque la elección se produjo antes que el mundo fuera y según el propósito del Señor, pero la elección mira hacia la obediencia. Si no vemos obediencia para santificación la elección no existe. No es la obediencia de asistir el domingo a la iglesia, de leer la Biblia, de dar el diezmo, es la obediencia que nos separa del pecado. 

Lo que dice sobre el rociamiento por la sangre de Cristo muestra la coordinación que hay entre la elección de Dios, Cristo y su obra en la cruz. Sabemos que no hay elección fuera de Cristo, tampoco hay santificación y obediencia sin él. El término mismo lo que señala es nuestro perdón, la remisión de nuestros pecados. Dios los elige en Cristo y luego los lleva hacia la cruz para concederle todo allí, con gracia y paz. Cuando alguien se refiere a la predestinación y elección en la Biblia, inmediatamente menciona al apóstol Pablo, pero él no la inventó, ni Lutero, ni Calvino, sin embargo, otros apóstoles como Pedro y Santiago (Sgo. 2:5), si bien sus énfasis tienen otros tonos, en esencia es igual. Y no se asuste con esta expresión, Pedro y Santiago escriben y hablan con lenguaje estigmatizado hoy, reformado. ¿Cree que eso paraliza la evangelización? Dígamelo que he pasado más de medio siglo predicandoles a todos, llamándolos al arrepentimiento, y suplicando a Dios la gracia previa para que lo hagan. Spurgeon era de teología calvinista, un gran evangelista, y una vez dijo que él le predicaba a todo el mundo porque si los elegidos tuvieran una marca en la espalda, él le levantaría la camisa para ver si la tenía y a estos solamente les predicaba. Nos podemos llevar bien, con un énfasis teológico distinto, que si nos amamos nos respetamos, y la obra del Señor necesita que nos amemos mucho.


Exposición 2

Descansen seguros que la salvación no se pierde

1 Pe. 1: 3-5

3Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, 4para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, 5que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero”. 

Aquellos escogidos estaban viviendo días de sobresaltos y peligros y el apóstol como buen pastor entiende eso y en esta porción, como vemos, les pide que alcen los ojos al cielo y piensen en lo que Dios les ha concedido (vv.3-5),  “bendito el Dios…”. Sus primeras palabras son para alabar al Señor por sus beneficios. Pero el apóstol no consuela a los elegidos con meras palabras devocionales sacadas con muy buena intención de su propio corazón. Las vidas de aquellos hermanos peligran y lo que ellos necesitan no son meras palabras piadosas ni siquiera un lenguaje comprensivo, sino doctrina sólida que como roca puedan ellos reposar a la expectativa de lo que Dios estime que les pase. El mejor libro devocional para nutrir nuestras almas no son las palabras bonitas de autores piadosos que escriben en lenguaje bello sus propias experiencias o anécdotas interesantes, sino la exposición teológica de la Sagrada Escritura.

El apóstol hace referencia primero a la base de la esperanza de los elegidos: La resurrección de Cristo. Basta leer toda la epístola para darnos cuenta, que, aquellos escogidos aparte del dolor cultural que sentían al vivir en una patria ajena, sufrían infinidad de molestias por motivo de sus conciencias cristianas (2:20-21, 4:15-17). Las vidas de ellos casi que se les tornaban cargas por las torturas, pero no se percibe en la pluma apostólica señal de claudicación, sino que el énfasis que pone es justificar para sus hermanos ante Dios todos aquellos atropellos, darle una respuesta teológica al sufrimiento, a la persecución, a la discriminación, a la violencia. 

Pero Pedro no explica aquello por el pecado humano, no por la lucha espiritual con los principados y potestades del aire. Es más simple, pone ante sus ojos el galardón que recibirán. Sus palabras significan esto: “Cristo ha resucitado y nos podemos acoger a esa esperanza, que, aunque nuestros padecimientos acaban en la muerte, el perder esta vida no debe ser la mayor preocupación porque hay otra, en esperanza en Cristo, mucho mejor”.

Y esa vida es superior porque, es incorruptible. No como el oro (1:18), donde no existirá el desgaste ni la erosión del hombre exterior, ni terminará en hedor y putrefacción, porque Cristo, de quien depende esa herencia, ya está fuera de todo eso, que son los efectos de la muerte que él venció. 

Además, está incontaminada. Como la misma persona de Cristo (v.19) porque totalmente en ella se centra. Está segura en el cielo. Por otra parte, es inmarcesible. Que significa que no se marchita. Si aquí el maltrato y el abuso marchitan con pliegues de dolor la piel y consumen la carne y emblanquecen el cabello, la vida eterna no es flor de la hierba.

Si nos preguntaran, ¿cómo sabes tú que tendrás todo eso que sostiene tu esperanza si no lo has visto ni en ti ni en algún otro? La respuesta es, porque la palabra de Dios así es. Si leemos 1:23-25 vemos que la misma naturaleza incorruptible e inmarcesible aplicada a la resurrección se le atribuye a la palabra de Dios. Nosotros somos hijos de esa palabra, engendrados por medio de ella. Dios ha hecho nuestra esperanza como ella es. Ella es, arras de nuestra herencia. Toda nuestra esperanza descansa en la Biblia. 

Si algún otro nos dijera ¿y cómo sabes tú que resistirás las penas hasta el final para recibir esa esperanza de gloria? ¿Cómo podrás estar seguro que no te separes de esa esperanza y la pierdas?

La respuesta a la pregunta anterior es la perseverancia de los elegidos que son guardados por el poder de Dios mediante la fe. Dios, que nos ha elegido hace tanto tiempo, se ha comprometido a guardarnos, para que la salvación plena que culminará cuando Cristo venga y nuestra resurrección, nos sea dada plenamente. Si alguien piensa que los cristianos pueden perder lo que se les está reservado en el cielo, junto al trono de Dios, no es, el que esto escribe. Creo que los elegidos recibirán su vida eterna, no morirán en pecado ni en apostasía porque Dios les dará fe perseverante para que queden asegurados conforme a su propósito y llamamiento.

Si la fe fallara, entonces ellos perderían la vida eterna, pero la fe no fallará porque Jesús, como lo hizo con Pedro, intercede por ellos como sumo sacerdote y como su autor y consumador. Aunque la salvación se pone en futuro, no es que ahora no se tenga, sino porque no está terminada hasta que se efectúe la resurrección. No está completa ni aún para los espíritus de los justos hechos perfectos que existen de modo descarnado, hasta que retornen a vestirse de nuevo de un templo glorioso como el de Jesús. La expresión del apóstol para ser manifestada en el tiempo postrero acalla un sinnúmero de murmuraciones de incrédulos y especulaciones de soñadores, que ya quieren desde ahora darnos todos los detalles de la vida celestial y nuestra posesión en herencia en este mundo. Inventan muchísimo sobre el paraíso y la composición del cuerpo tras la glorificación.

Nosotros no tenemos ningún detalle de eso, sólo una esperanza muy grande con un fundamento muy sólido. ¿Para quienes es toda esa esperanza gloriosa? Pedro nos dice que para los que han renacido espiritualmente, “nos hizo renacer para una esperanza viva”. Esta es la doctrina del nuevo nacimiento enseñada por Jesús a Nicodemo en Juan 3:3. También la llama el Nuevo Testamento regeneración o nueva creación. Consiste en la acción del Espíritu Santo sobre la mente y el corazón por medio de la palabra de Dios. De este modo le queda al pecador implantada la vida de Dios en su alma. Pedro nos dice que sólo aquellos que son renacidos son los que participarán de esa herencia. Y tanto la esperanza viva como la regeneración, son fruto del poder que Dios despliega sobre el alma por la resurrección de Cristo. Es el mismo poder que levantó a Jesús el que cambia a un pecador empedernido en una criatura sensible. Es el poder de su resurrección (Flp.3:10). 


Exposición 3

Amaban a Jesús por el dibujo que les hacían 

1 Pe. 1: 6-8

            6En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, 7para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, 8a quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo, aunque ahora no lo veáis, os alegráis con gozo inefable y glorioso”.

Este texto es un reconocimiento al valor de la fe de los escogidos de Dios cuando ellos se hallen en diversas tribulaciones. Aquellos hermanos sabían que no apostatarán porque serían guardados con poder mediante la fe, estaban seguros que algún día alcanzarán la salvación plena y en ello se regocijaban, “en lo cual vosotros os alegráis”. Sin embargo serían sacudidos, estremecidos y, usando la palabra aplicada a Pedro, zarandeados, “si es necesario tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe”. Serían conducidos hacia el sufrimiento, a la tristeza, al llanto, al dolor, no “a la casa del banquete” sino “a la casa del luto”. ¿Y por qué Dios prueba nuestra fe? ¿No sabe él su dimensión, su pureza o su solidez? ¿La razón de la prueba de nuestra fe somos nosotros mismos, para poner ante nuestros propios ojos su tamaño y profundidad.

En muchas partes se dice en la Escritura que Dios nos prueba, por ejemplo, Ex.16:4; 20:20, Dt. 8:2, Jue. 2:22. Con frecuencia, sin darnos cuenta, nuestra fe se va mezclando con impurezas carnales y llega a ser más seguridad propia, basada en uno mismo o en las circunstancias, que en la propia palabra del Señor. Cuando eso pasa, la fe tiene que ser sometida a prueba para que abandone sus aleaciones. Cuando entramos a esos momentos de prueba o sufrimientos, sabemos que Dios está arrancándole a nuestra fe la escoria, como al oro, y que no puede tener otro objetivo que el de mejorarnos para su gloria. Por eso dice que ella será hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. Aunque la fe nos capacita enormemente para enfrentar esta vida, no es ella su único objetivo, sino más bien prepararnos para el momento de la inmortalidad. Y eso debemos tenerlo presente que es la fe la que será objeto de alabanza por parte del Señor, porque ninguna otra cosa él aprecia tanto como que demos crédito a lo que nos dice. La Biblia concede fundamento para la esperanza de reunirnos espiritualmente con Cristo tras nuestra muerte, pero su mayor asiento no reposa en la habitación del alma descarnada en el paraíso sino en la resurrección, cuando el cuerpo sea ocupado de nuevo por el espíritu y que por una perfecta adaptación el uno para el otro después de su separación, puedan disfrutar de la inmortalidad de la gloria de Dios sin necesidad de combatir el pecado en los miembros. 

 Pedro reconoce que aunque Jesucristo está ausente de la vista no lo está de la realidad, y que por sermones y testimonios, han llegado a amarlo, como si ellos mismos lo hubieran visto, “en quien amáis sin haberle visto, en quien creyendo os alegráis” (v.8). Creían a los que lo habían visto, les  oían con emoción hablar de él, de su mansedumbre, de su ternura, de su amor por los pecadores, de sus lágrimas, de su muerte en la cruz, de su victoria sobre la tumba. Oían aquella iglesia hablar  de lo que el Señor les había revelado a sus apóstoles y profetas, de su carácter, su pensamiento, sus obras y por aquellas pláticas ungidas crecían en fe y le amaban sin haberle visto.  Los otros vivían de modo que mostraban el amor de Cristo y los demás imitaban ese amor, el de los que lo habían visto. Ya no le veían porque él había dicho “y no me veréis más”,  pero aquellos apóstoles y predicadores les dibujaban a Jesús con sus sermones (Ga. 3:1). Jesús era el tema constante en sus charlas privadas y públicas.

 Aunque ellos habían sido humillados sin límites podían alegrarse en Cristo por medio de la fe en él. No renegaban contra Dios por lo que les pasaba sino que encomendaban sus almas a él (4:19), ni cuestionaban la profesión cristiana como demasiado costosa para perseverar en ella. Como ya he dicho, la fe no era para aquellos hermanos, un medio de capacitación para vivir la vida perecedera sino una esperanza de resurrección y vida eterna. No habían acogido la fe como un modo de preservarse de calamidades sino más bien el origen de muchos de sus padecimientos. Dios había prometido guardarlos con su poder mediante la fe (v.5), pero en la gracia, en la constancia del evangelio de salvación, no de sufrir molestias, injusticias y ciertas bofetadas (2:19, 20). Sabían, que por la naturaleza misma de la esperanza celestial, por la transformación que la fe operó en ellos y por la hostilidad carnal del mundo, la salvación los metería en problemas, y por eso se escribió esta epístola (4:15-16).


Exposición 4

Escudriñen la Escritura, busquen en ella a Cristo

1 Pe. 1: 9-12

9obteniendo el fin de vuestra fe, que es la salvación de vuestras almas. 10Los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, 11escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos. 12A éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las cosas que ahora os son anunciadas por los que os han predicado el evangelio por el Espíritu Santo enviado del cielo; cosas en las cuales anhelan mirar los ángeles”.  

El apóstol tiene en mente a sus conciudadanos judíos exilados, dispersos por gran parte del mundo, no disueltos en una sociedad capitalista secular sino que todavía  profesando la religión judía de sus ancestros, creyentes en los profetas pero ignorantes del evangelio. Pedro tiene un gran amor hacia su nación y un hermoso entendimiento de las Escrituras, y entiende que ellas son escritas por el Espíritu de Cristo, y ese argumento es todopoderoso en la expresión del evangelio y justifica sin duda las exégesis que hacía Jesús del Libro Santo, porque ellas fueron su confección durante el tiempo antes de la encarnación, y de eso da testimonio la historia de Jesús desde su misma infancia cuando a los  doce años tenía el conocimiento bíblico de un adulto (Lc.2:46). Eso es impresionante e implica reverencia cuando se tiene un NT en la mano, y uno puede decir, “esto lo escribió Jesús”. Así que no hay que romperse la cabeza para la interpretación de los textos de los profetas y la ley, y los salmos, si con las enseñanzas de Jesús se estudian. Los discípulos que caminaban hacia Emaús recibieron de Dios esa lección (Lc.24:13-32). Jesús mismo leyó la Escritura en público y le dijo a los oyentes, que el cumplimiento de aquellas líneas en ese momento se estaban cumpliendo, y añadió, “en mí” (Lc.4:16-21). Y se quedaron boquiabiertos y con los ojos saltones. Jesús da un paso más y les dijo que los profetas judíos tenían su Espíritu cuando hablaban al pueblo. Y eso los dejó atónitos, y pensaron que deliraba porque conocían a José y a María y sus hermanos.  De una forma indirecta, pero explícita, se enseña la preexistencia del Espíritu de Cristo ministrando a su nación por medio de sus “santos profetas”. Por ende cuando leemos acerca de Enoc, Noé, Abraham, Isaías, Jeremías, etc., estamos leyendo una especie de proto-evangelio, sombras del evangelio, destellos del evangelio, y ninguna cosa que sea discrepante con el evangelio que es la luz plena. El mensaje de todos esos profetas, que predicaban la palabra de Dios, fue un mensaje de arrepentimiento y de fe, y aunque algunos de ellos sólo insinuaron los sufrimientos del Mesías, todos lo esperaban. 

Moisés mencionó al Mesías hablando acerca de “la simiente de la mujer” que heriría la cabeza de Satanás, lo vio como un ángel en llamas, y entendió plenamente, por reflexión e indagación la salvación mientras dibujaba, tejía, y bordaba el tabernáculo de reunión. Si no él, otros. Miqueas supo dónde habría de nacer el Cristo, Isaías supo que se llamaría Enmanuel, que significa Dios con nosotros, y además escribió todo un capítulo, con su pueblo y con su Mesías en mente, donde se mira claramente la pasión de Jesús, sufrimientos y muerte. Todos esos profetas, patriarcas, reyes santos, jueces, eran estudiosos activos de la Escritura e indagaban, por aquí y por allá, renglón por renglón (Isa.28:10), el significado de la intención del Espíritu de Cristo, encontrando “un poquito aquí y un poquito allá” (Isa.28:10,13). 

Es importante comprender que la Escritura no está hecha de trozos independientes juntados por los escribas, sino que toda ella conforma un mensaje completo de salvación con Dios en su trono, nosotros en el fondo y Jesús su mediador. Para Pedro el Espíritu Santo y el Espíritu de Cristo es lo mismo, confirmando las palabras escritas por Juan y dichas, por eso es que él se marcharía pero que enviaría a su Espíritu. Es decir el Espíritu de Cristo jamás ha estado ausente del mundo ni ha dejado de trabajar un solo minuto en la revelación, la formación y salvación de su pueblo y el envío de mensajeros con su Espíritu al mundo entero para predicar en su nombre el perdón de pecados. 

En cuanto a eso de que los ángeles anhelan mirar estas cosas, han dicho que es una expresión tomada de los ángeles que se hallaban sobre la tapa del propiciatorio, sobre el arca, en el tabernáculo. Pero aquí no es simplemente una mención ornamental sino que se menciona con ese espíritu escritural para recalcar lo importante del tema de los sufrimientos de Cristo en la Escritura, y lo que en realidad quiere decir es que desean oír hablar más y más a los profetas y apóstoles sobre esos misterios del Espíritu Santo, la inspiración de las Escrituras, y la gloria de Cristo en su confección. Pedro quiere decirles, parecido al apóstol Pablo, “crean a los profetas, yo sé que creen, crean que Jesús es el Cristo el Salvador del mundo” (Hch.26:27). Escudriñen la Escritura porque en ella se encuentra la vida eterna y en ella se da testimonio de mí (Jn.5:39). Oh hermanos, qué hermoso es saber que los apóstoles y nosotros creemos que nuestro Salvador, el Autor de la Escritura, es eterno. Si Pedro lo creía y los hermanos judíos cristianos en la diáspora, también, y yo también.

 

Exposición 5

Sobriedad y balance en la vida cristiana 

1 Pe. 1:13,14

“Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra  ignorancia”.

 

Me parece que lo central en estas palabras es la preparación espiritual y santa, quiero decir ética de los creyentes para recibir el regreso de Cristo. Las palabras “ceñid los lomos de vuestro entendimiento” no son más que una alerta para lo que sigue a continuación, que viva con sobriedad, cuya palabra está impregnada de un balance y moderación en la conducta, y por lo que sigue la insistencia es la obediencia como hijos de Dios, demostrada en la restricción de los ofrecimientos y las cosas que se ven en este mundo pecaminoso. Al final de esta porción la mención de la palabra ignorancia está contrapuesta al entendimiento que mencionó al principio. Es bien simple todo en lo que quiere decir es esto: ustedes son hijos de Dios, son hijos de luz, Dios es Santo y ustedes también deben demostrar la santidad de Dios en sus vidas y que por ella se vea claro el entendimiento que tienen las cosas y que están preparándose, o ya lo están, para esperar la venida de su Hijo Jesucristo en gloria a la tierra. No vivan más ya del modo antiguo sino del actual, del que han aprendido de nosotros, con los pies puestos en la tierra, limpios de los barros de este mundo, haciendo buenas obras y con los ojos puestos en esa esperanza celestial. La palabra que utiliza, conforméis, se puede traducir “amoldarse” “schematizo” de la cual nosotros conocemos “esquema” y “eco”. Lo que está queriendo decirnos que no adoptemos el esquema de un mundo lujurioso y perdido y que ni por asomo nuestras vidas sean un eco de lo que él es. El cristiano debe ser un eco de gloria.

 

Exposición 6

Con una sola cita bíblica es suficiente

1 Pe. 1:15,16

“Sino como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito esta: Sed santos porque yo soy santo”.

 

Aquí se me da la oportunidad de explicarles de modo doctrinal la santificación del creyente, que no consiste en una esforzada separación externa sin que medie, como motivación, otras acciones de la gracia de Dios. No se puede negar que la influencia vivificadora del Espíritu Santo y su presencia misma en el cristiano es la fuente de su santificación. Siendo así el Espíritu nos “conduce a toda verdad”, nos “recuerda lo que él nos ha dicho” para que seamos santos en relación con la obediencia a sus mandamientos. La santificación no es un estado interno de beatífica paz, sino más bien una victoria que el creyente gana tras un arduo y continuado combate, quedando a veces, coronado pero herida su memoria, y cansado.

Según nuestro texto la razón que hace posible nuestra santificación es la adopción. Conocemos que Pedro se halla hablándoles a hijos de Dios, a hijos obedientes, a hijos que poseen el Espíritu del Unigénito. Cuando se habla de santificación, como proceso interno de separación del mundo, como triunfo sobre el pecado, hay que referirse a los hijos de Dios. La Confesión de 1689 define la adopción así, “con aquellos que son justificados, Dios se compromete, en su Unigénito Hijo Jesucristo y por éste a hacerlos participantes de la gracia de la adopción, por la cual son recibidos en el número y gozan de las libertades y privilegios de los hijos de Dios, tienen su nombre escrito en ellos, reciben el Espíritu de adopción…” (Efe.1:5; Ga.4:4-5,6; Jn.1:12; “La Confesión de Fe de Londres de 1689”). 

Sobre ese fundamento Pedro les apela al ejemplo paternal. Pero tampoco dice “son hijos, vivan como vuestro Padre” sino que introduce una nueva razón doctrinal juntamente con la adopción, el llamamiento eficaz, “como aquel que os llamó es santo”. Eso es ir al origen mismo de la salvación, la regeneración. La santificación empieza allí mismo, en la implantación del principio de vida divina en el alma del creyente.

¿Quiere ser santo? Tiene que nacer de nuevo. Dios tiene que en su infinita misericordia llamarle, atraerlo hacia él. El apóstol les recuerda eso, que han sido llamados, término que por un lado se acerca a la elección eterna, “porque muchos son llamados más pocos escogidos”  (Mt.20:16), y por el otro al propósito suyo, porque ese es su plan antes de que el mundo se fundara, “estos es a los que conforme a su propósito son llamados y a los que predestinó a estos también llamó y a los que llamó a estos también justificó” (Ro.8:28,30).

Si Dios nos ha llamado a salvación, como él debemos vivir. Oh hermanos, empecemos por eso, implorándole al Señor esa gracia, la de que nos reciba por hijos, la de que nos admita dentro de su familia y nos haga coherederos con Cristo. 

Siendo hijos, ¿no hemos de reflejar nuestro linaje?; “linaje de Dios” le llama Pablo. ¿No debemos honrar el nombre de nuestro Padre con nuestro estilo de vida puro? La santificación es parte del propósito de Dios para nosotros concebido en la eternidad. No es nuestra justificación, no es nuestra adopción, no es la regeneración, pero está relacionada con todo eso.

En segundo lugar el apóstol señala la autoridad sobre la cual hace el llamamiento a la santificación, la Escritura, “porque escrito está”. Esa cita está tomada de Lev.11:45,46, “porque yo soy Jehová que os hago subir de la tierra de Egipto para ser vuestro Dios: Seréis, pues santos, porque yo soy santo”.

Pedro pudo haber apelado a la preciosa vida de Jesús como ejemplo para santidad, aunque ciertamente lo usa en otras aplicaciones (2:21,22), aquí demanda nuestra santificación de acuerdo a la autoridad de la revelación escrita. Bástenos que se nos diga “la Escritura dice” para que por respeto a su autoridad desistamos de cualquier deseo de pecar. Si nos dan una sola razón con ella en la mano para que seamos santos, no debemos pedir más ni necesitar otras, ni un sermón, ni diez. Con una sola razón escritural que Dios nos dé para dirigirnos en un sentido debe sernos suficiente.

La dureza de nuestros corazones es tal que el martillo de la palabra de Jehová tiene que golpearlos casi seguidamente.

Nos vemos obligados a observar que se trata de la revelación escrita. La palabra de Dios era la Escritura. La Escritura era el Antiguo Testamento. La iglesia cristiana siempre ha seguido haciendo uso de la Ley, los Salmos y los Profetas. Aunque las iglesias del tiempo apostólico eran iglesias cristianas, el Antiguo Testamento y el “más yo os digo” de Jesús, eran sus únicas fuentes de autoridad. El Nuevo Testamento surge no tanto para abrogar el viejo, y con todo lo que diga He.8:13, que el nuevo tiene mejores promesas, sino para complementarlo; y hoy, interpretado de acuerdo a lo que el Señor dijo, hizo y fue, debe ocupar un puesto privilegiado en la enseñanza de la iglesia. 

Pablo escribiendo a su discípulo dice, “y que dese la niñez has sabido las Sagradas Escrituras (o Santas) las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús”  (2Ti.3:15). No se trata de  vivir agradando a Dios porque se tuvo un sueño o por alguna impresionante visión, sino porque la palabra del Señor lo pide. La Escritura es la única fuente de autoridad que puede ser llamada palabra de Dios.

 

Exposición 7

Dios no es un anciano bueno que no tiene nada que reprochar 

1 Pe. 1:17

“Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación”. 

 

Ya sabemos que el apóstol ha estado hablando sobre la santidad del pueblo de Dios y como se debe imitar su conducta. En este versículo apela a la profesión que hacían de ser hijos de Dios, diciendo “y si invocáis por padre”, porque sabían, como dijo el Señor, y es una suposición mía, de muchos que invocaban públicamente y se gloriaban de ese título pero vivían como hijos del diablo (Jn.8:39,42,44), deshonrando el Nombre y descalificándolo ante las multitudes. Tal vez muy pocos de ellos eran tan insinceros como aquellos fariseos, pero con todo, el apóstol quiere reforzar la santidad de ellos recordándoles que han recibido el Espíritu de adopción. No está mal, hermanos y hermanas, que con frecuencia se nos llame a la santificación espiritual porque ninguna otra gracia estamos tan prestos a perder.

Los llamados hijos de Dios deben reconocer su carácter imparcial, “que sin acepción de personas juzga”. Dios es nuestro Padre, pero también es nuestro Juez, somos hijos del Juez del mundo. No podemos imaginar que porque somos hijos suyos no nos aplicará sus leyes. Dios no hace acepción de personas. Nuestra relación con Dios, en comunión, además de familiar es legal. Aunque somos sus hijos por regeneración, dado que hace habitar en nosotros el Espíritu de su Hijo, también somos sus hijos en un sentido forense y somos admitidos en su familia con un recibimiento legal.

Siempre, desde el principio el cristiano tiene una relación legal con Dios su Padre. Nuestra salvación es un cambio de “status” legal de condenación a uno de absolución o gracia, de culpabilidad a inocencia, de impiedad a justificación. Aún la maravillosa obra de la regeneración obrada por el Espíritu Santo, es dependiente de esa relación forense. 

Los hijos de Dios están en este mundo bajo el juicio moral de Dios. Esto quizás parezca extraño a los que sólo piensan en una relación filiar con Dios, de bondad sin límites y casi injusta, de tolerancia sin fronteras, de un amor sin ley. No bajo el juicio airado de Dios porque ya no somos “hijos de ira como los demás”, ni yacemos en la condenación, sino que siendo justificados gratuitamente por medio de Cristo, somos hijos amados suyos. Siendo aceptados en él no podemos ser aborrecidos. Pero su juicio moral es una expresión infinita de su amor porque lo que persigue es hacernos semejantes a él.

Ahora notemos la conclusión práctica de tener un Padre Juez. “conducíos en temor”. Esta revelación de Dios como juez es beneficiosa para nuestro temor de él. Si el cristiano jamás piensa que se hace un juicio moral sobre su vida no tendrá nunca nada que temer. Pensará que si es hijo Dios le aguantará todo sin reproches exigentes. Si a algo hay que acusar del pasmoso crecimiento de desobediencia de los creyentes a la Ley de Dios, se debe achacar el problema a la ausencia de temor hacia Dios. No soy quien tiene que juzgar la teología de otros, pero si algo me parece mal es la insistencia en la enseñanza del amor de Dios a expensas de su lado justo. Para muchos cristianos un Dios Justo, severo, que castiga y condena en el infierno, es un concepto equivocado de Dios. Muchos están acostumbrados a oír de un Dios agradable, de un Anciano bueno que no tiene nada que reprochar a nadie.

Las cosas cambiarían si se introdujera más y más en nuestras congregaciones la revelación de que Dios es Juez y Padre y que enjuicia nuestras vidas, aprobándolas o no. Hay que continuar hablando del inmenso tamaño del amor de Dios pero también del descomunal volumen de nuestro pecado, de cuanto él lo aborrece, de lo infinita que es la miseria de los condenados y de lo perfecta y absoluta que es la condenación eterna. ¿No es cierto que poco se oye eso hoy? Dios ponga su temor en nosotros hoy y todos los días de nuestra peregrinación, y nos ayude como se dice en otro sitio a ir “perfeccionando la santidad en el temor del Señor” (2Co.7:1; Je.32:39,40).

 

Exposición 8

Es un préstamo lo que tenemos con el cuerpo y con el alma

1 Pe. 1:18,19

“Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación”.

           

Pedro no dice las cosas por decirlas sino que si pide algo da las razones. Terminando de decir que andemos en el temor del Señor todo el tiempo que él quiera mantenernos vivos, añade lo que he leído. Eso es algo que jamás olvidaremos, que fuimos rescatados. La idea del apóstol es que no olviden cuánto ha costado la salvación de ellos y que constituyó una liberación espiritual y por ende no deben jamás volver a vivir como lo habían hecho hasta ese momento. Si uno ha sido rescatado, si ha sido puesto en libertad por un precio tan alto como es la sangre preciosa de Cristo, ¿cómo retornar a las antiguas y pecaminosas prácticas que se tenían? Mientras más algo cueste más debemos apreciarlo. Nuestra forma de vida ha valido mucho para mancharla con pecados. Si Cristo pagó el precio de nuestra libertad del pecado, ¿seremos tan malos de volver, voluntariamente, a someternos a tan espantoso tirano? ¿Regresaremos a exponer ávidos nuestras manos a la iniquidad? Es importante hermanos, que recordemos en nuestra peregrinación cuando nos esforzamos por ser santos, el valor que tuvo nuestra libertad y la verdad que nos hizo libres.

Hay una razón de mucho peso para no volver a practicar lo que se hacía antes de conocer a Cristo, que aquella vida era vana. Eso no hay que probárnoslo porque nosotros lo hemos hecho, lo hemos constatado. La palabra usada por Pedro es “mataías”, vana. Algo que no tiene valor alguno. No dice, corrompida, depravada, viciosa e inmoral vida. No, porque eran judíos que habían sido educados en la religión y no paganos que vivieron todas sus vidas el común desenfreno. Pero sus vidas eran “vanas”, sin valor o provecho  para Dios. ¿No servían a Dios conforme a la tradición de sus padres? ¿No eran celosos por la ley? ¿No ayunaban, diezmaban y se ajustaban a los más estrictos ritos familiares? ¿Por qué eran sus vidas vanas entonces?

La respuesta la hallamos en otro lugar que dice, “porque buscaban establecer sus propias justicias y no la de Dios” (Ro.9:30-10:3). Para la vida eterna aquellas vidas eran vanas, porque por solemnes que sean las vidas si no se basan en la justicia de Cristo todo es inútil y sin provecho. Creyendo ser libres, como muchas veces manifestaron, eran esclavos. Por eso se dice que tenían que ser rescatados o redimidos, “elutrózete” libertados, comprados por un precio. ¿Resultaría ofensivo el juicio del apóstol? No, cuando uno es convertido a Cristo no se ofende porque le mencionen donde ha estado, desde donde ha venido. Sin embargo, aunque hubiesen vivido dentro de la más rígida secta de los fariseos, se conformaban a deseos de ignorancia (v.14), desagradables al Señor, como es propio de los que quieren la salvación por las obras juntamente con la fe.

Indudable es que la intención del apóstol es hacerles reflexionar sobre el monto de la salvación, por eso compara la sangre de Cristo con el oro y la plata y la halla a ella mil veces superior y valiosa. Le adjudica un valor eterno, no es corruptible, siempre su precio será constante ante la justicia del Padre para rescatar las vidas de todos los suyos. Con eso en mente es que prosigue, llamándolos a vivir conforme al temor de Dios, “porque habéis sido comprados por precio; glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios” (1Co.6:20).

Esa es la razón para vivir como Dios manda, que no somos nuestros propios dueños, sino que por un alto precio a su justicia Cristo nos compró, con sus obras y con su muerte y por ende, habiendo pasado a ser suyo, la gloria de su persona debe resplandecer en todo nuestro ser, en lo más externo de él y aun en lo más  profundo, afuera y adentro, en nuestro cuerpo y también en nuestra mente, sentimientos y voluntad.

Si leyéramos lo que Pablo dice en sus palabras anteriores quedaríamos asombrados, el cual tenéis de Dios y que no sois vuestros (1Co.6:19). Es un préstamo lo que tenemos con el cuerpo y con el alma, un generoso préstamo hecho por Dios, que nos rescató de la muerte eterna,  para que disfrutemos su compañía y vivamos para su honor. Pero no tengo que decir mucho sobre estos dos simples versículos porque me extenderé más sobre el tema en nuestro próximo estudio. Amén


Exposición 9

El judaísmo sin Trinidad no ha ganado el mundo

1 Pe. 1:20,21

“Ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”.

 

Inmediatamente que el apóstol enseña a sus hermanos el corazón mismo de la redención, que es la muerte de Cristo, pasa a indicarnos el tiempo en que Jesucristo fue designado o escogido para expiar la culpa de su pueblo y redimirlo de la esclavitud. Escribe que ya destinado desde antes de la fundación del mundo. El apóstol les dice eso para que pudieran alejarse pronto de aquella otrora vana manera de vivir y responder sabiamente a los que les objetaran las nuevas costumbres separadas de ceremonias y ritos legales. Aquí tendrían un buen fundamento para acallar toda objeción a su nueva profesión, porque si Cristo murió como un sacrificio puro y anterior a todos los otros, anterior incluso a la creación del mundo; no hay nada malo ir directamente al más antiguo de los cuales los sacrificios actuales de la ley eran sólo copias que lo anunciaban para el tiempo.

Es algo maravilloso pensar que el plan de nuestra salvación es anterior al de la creación del mundo y que este fue creado como un medio para cumplimentar el propósito de Dios de rescatarnos y que fuésemos depositarios de su gloria. Si no hubiera habido un plan de salvación no habría habido jamás creación del mundo, porque todo fue creado por él, para él y para su gloria (Col.1:16).

La preservación del evangelio, de la historia de Cristo, la supervivencia de la iglesia es más importante para Dios que cualquier preocupación humana sobre el medio ambiente, la capa de ozono o el mar. Si alguien quisiera apartarnos del temor de Dios podríamos responderle de esta manera: “Cristo murió por mis pecados antes de crearlo todo. Que yo viva para él es más importante que el mundo siga existiendo”. 

También el texto nos indica un privilegio, que tenían aquellos hermanos, que se les manifestara Cristo en aquella época. Sus predecesores sólo podían palpar en la obscuridad de aquellas sombras la silueta del Hijo de Dios, pero sin poder aprehenderla plenamente, en cambio, aquellos dispersados, como nosotros, tenemos el privilegio de que por la historia evangélica se nos presente él mismo a cara descubierta. Podemos agradecer al Señor el momento que escogió para nuestro nacimiento físico y espiritual, siendo nosotros anónimos gentiles nunca habríamos tenido alguna conexión con aquellas sombras judías, ni aun habiendo vivido dos mil años atrás.

Nuestra condenación hubiera sido segura si Dios en su amor no hubiera predestinado la aparición nuestra en este mundo, en los postreros tiempos y que nos hubiese revelado a su Hijo por la gracia. Quizás la principal razón para que haya habido un gran adelanto de la ciencia moderna sea el alcance de los oídos de los escogidos que por miles de medios visuales, sonoros y escritos son alcanzados diariamente mientras se completa la iglesia. El móvil de toda nuestra salvación es el amor de Dios, “por amor a vosotros”, dice él. La aparición oportuna de Jesucristo en el cumplimiento del tiempo, su muerte en la cruz cuando hubo llegado su hora, su revelación al mundo, todo es producto de su amor.

Podemos descubrir que el texto cómo se puede realmente creer en Dios, mediante Jesucristo, “y mediante el cual creéis en Dios” (v.21). Esa misma importancia de tener a Cristo para acercarnos a Dios la subraya Pablo en su epístola a los Efesios 2:12,13. Una y otra vez el Espíritu nos hace ver en los evangelios que nadie puede acercarse al Padre sino por él, que ninguno podrá realmente conocer a Dios sin su Hijo. El privilegio de ser salvo es el mayor que alguien puede tener en el mundo.

Si aquellos hermanos eran sinceros sabrían que el apóstol estaba diciendo la verdad. ¿Qué concepto tendríamos de Dios si alguno? Cuando la fe cristiana llegó a aquellos gentiles romanos, griegos, o bárbaros, vivían en la más grosera idolatría. El monoteísmo actual de los gentiles es un don del cristianismo.

En dos mil años de existencia la iglesia ha demostrado que su cristianismo trinitario no destroza el monoteísmo mosaico, sino que ha hecho que Dios sea esencialmente manifestado en el mundo y que de otro modo hubiera permanecido incognoscible, en regiones tan obscuras espiritualmente en el planeta como la nuestra, donde estábamos. El judaísmo sin trinidad no ha ganado al mundo. Lo cierto es que el hombre, como dice Calvino, le es imposible pensar en las profundidades del ser divino, sin Jesucristo.

Y nosotros agradecemos haber heredado toda la riqueza que Israel hasta el momento ha desechado, a Jesucristo y  sus apóstoles. Pedro comenzó con Cristo, muriendo en la eternidad, revelado por amor en el tiempo, pero lo regresa a donde estaba primero, junto a la gloria del Padre, no sin antes ver muerte, pero no corrupción y ahí mismo señala el centro de la fe y la esperanza en Dios, la resurrección de Cristo (v.21). Me parece que la intención del apóstol es hacer énfasis en la unión entre el Padre y el Hijo, o como él mejor lo dice, entre Dios y Cristo. El Nuevo testamento en otros sitios habla de la fe en Cristo (Efe.1:5; Col.1:4,2:5; 2Ti..3:15;Sgo.2:1), pero aquí se nos dice, “para que vuestra fe y esperanza sean en Dios”. No hay ninguna contradicción y concuerda perfectamente desde los mismos reclamos que Jesús hizo hacia sí mismo para conocer al Padre o para llegar a él como lo que dicen otros escritores. Cristo es el autor de la fe, su consumador, es lógico que para poder creer en Dios, mediante él, hay que confiar en lo que revela. Lo mismo se puede decir de la esperanza (Col.1:27). Pero de un modo o de otro siempre ambos están unidos. El evangelio no es un apéndice extraño al judaísmo, no es otro Dios el que Cristo revela. Es el mismo del Antiguo Testamento no conocido hasta ese momento en la Persona eterna de Jesús.

El Nuevo Testamento es enfático en eso, no es una negación de la revelación   veterotestamentaria, sino un avance y complemento de ella. Pero quizás el elemento más sorprendente en el naciente cristianismo, el evento más pasmoso para el judaísmo fue la afirmación de que Dios había resucitado a Cristo; las implicaciones que ese hecho encerraba eran casi infinitas, era un testimonio inmenso a su veracidad, un sello a todas sus obras y discursos. La resurrección es la señal de la conmutación de nuestra condena y el hecho más sobresaliente de nuestra esperanza. Tener fe sólo en sus señales lo convertiría en un milagrero, tener fe sólo en aquel varón que echaba demonios con su palabra lo haría un exorcista, confiar en la certeza de su doctrina nada más lo haría para nosotros en un conspicuo reformador o tal vez un profeta, pero tener fe que Dios lo alzó de la tumba y lo subió a su diestra colocándolo sobre todo principado y potestad como medianero del linaje humano es la garantía más firme de la admisión de su muerte substituta y de la seguridad de la vida eterna.

Para un hombre de poca fe no hay cosa que le abrume más que su cada vez más cercana desaparición de esta tierra, pero tampoco hay una doctrina que nos traiga más alegría y esperanza de regresar a la vida como el levantamiento de Jesucristo. Esa fe, esa esperanza, hacen germinar el concepto de fe en Dios a toda su amplitud soteriológica. Esta doctrina es el nervio central de la seguridad de la vida eterna.

 

Exposición 10

El campo de acción de prueba de la santificación es la iglesia 

1 Pe. 1:22

“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”.

 

El tema de la santificación del creyente sigue corriendo a través de todos estos versículos. La religión cristiana no es un sistema doctrinal de pensamientos abstractos, antes bien, está enraizada en la práctica individual y en los medios que se utilizan para vivirla.  La pureza cristiana es un estado en acción, “obediencia a la verdad”. La santidad cristiana no es un recogimiento espiritual aislado del mundo, no es sólo un esfuerzo mental interno ni una huida emocional de los pecados. Algunas veces esas cosas suelen ser imposibles porque la malicia de nuestros engañosos corazones nos acompaña como fúnebre viajero a todos los rincones de la tierra. No es posible abandonar definitivamente nuestra concupiscencia. El hombre viejo, como la legendaria ave fénix, se alza de las cenizas adámicas después que pensamos haberle dado muerte. Pero sin embargo, la santidad es posible porque la gracia actúa y se constituye en obediencia a la verdad.

Si el cristiano sólo se concentra en su combate interno, batallando únicamente con sus malos pensamientos, con los sentimientos malsanos, refrenándose ¿cuándo obedecerá? ¿Dónde se quedarán las buenas obras  que Dios nos ha dado para que las practiquemos? La vida devocional no debe concluir con reflexiones santas porque entonces no daremos frutos y seremos parecidos a los pobres monjes sin frutos. Fe en la verdad del evangelio es un equivalente a la obediencia que se le otorga. Cuando un santo ejecuta un acto de fe en obediencia a la Escritura, aunque lo haya hecho obligándose en contra de sus propios gustos y deseos, habrá ganado un grado de purificación y fortaleza contra aquellas fuerzas que lo detenían. La santificación no es un estado de éxtasis sino de victoria.

Cada vez que un hermano se esfuerza en la gracia para vencer un sentimiento inmundo se vigoriza y se hace más seguro su posterior éxito. No es que lo logre por sí mismo sino que recibe gracia para obedecer. Eso es importante recordarlo porque aquel que está desvirtuado de Cristo, nada podrá hacer (Jn.15:5), y jamás podrá sujetarse a la ley de Dios (Ro.8:7). La fortaleza espiritual para obedecer manifiesta quienes tienen y quienes no tienen la gracia para perseverar. Los que son salvos y los que no.

Aunque la manifestación de la santificación es la obediencia su causa es el Espíritu Santo, “por la obediencia a la verdad mediante el Espíritu”. Ya lo hemos dicho, la religión cristiana es para los que no son nacidos del Espíritu (1Jn.3:1,2). La santificación no comienza en ningún punto posterior al nuevo nacimiento, sino con él mismo y eso es la primera operación del Espíritu en el alma humana. No en la obediencia, es antes, no en el ejercicio de dones, ni en la predicación. El hombre renacido por el Espíritu es el único capacitado para obedecer, para santificarse por la obediencia a la verdad. No antes de creerla, cuando la oye la cree y la vive. Es capacitado espiritualmente por la sencilla fe para obrar. El regenerado oye la verdad, la ama y siente en su corazón unos deseos infinitos de ponerla en práctica. Y si la raíz es santa, las ramas también. El autor de la santificación no es el esfuerzo humano, es la obra misteriosa del Espíritu que a través de la fe anima la conciencia  y la voluntad del creyente.

Luego el apóstol declara el sentido horizontal de la santificación “para el amor fraternal no fingido”. El campo de acción de prueba de la santificación es la iglesia. Quizás alguno piense que el Espíritu hace toda esa obra para testimonio al mundo, y lo es; pero antes de salir a mostrar nuestro lustre en el mundo es para vivir como iglesia. El mundo es un espectador de lo que pasa dentro de la iglesia y como ella misma, identifica a los discípulos originales por el amor que se profesa (Jn.13:34,35).

En dos o tres palabras Pedro define la clase de amor genuino, no fingido y añade la fuente de donde sale, las entrañas. Cuando se tiene una fe que no es fingida (2Ti.1:5), no se puede tampoco tener un amor fingido. A amor fingido, fe fingida. El resultado natural de la fe salvadora es un cariño profundo y sin hipocresías por los demás miembros de la iglesia de Dios. Son los hipócritas en la fe los que son hipócritas en el amor fraternal. El amor del mundo es instintivo, carnal, natural e impuro algunas veces. El amor del Espíritu es franco, hondo, sincero y puro, “de corazón puro”, entre todas las edades y en ambos sexos, sin segundas intenciones. Así lo manda el Señor (1Ti.5:2).

¿Puedes amar de ese modo? ¿Con profundidad y limpieza? Ese es el amor que imparte el Espíritu en la iglesia a los hijos de Dios. 

 

Exposición 11

Anota los nombres de los que vienen a los cultos, si quieres

1 Pe. 1:23-25

“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque toda carne es como hierba, y toda la gloria del hombre como flor de la hierba. La hierba se seca, y la flor se cae; mas la palabra del Señor permanece para siempre. Y esta es la palabra que por el evangelio os ha sido anunciada”.

 

El amor de que ha hablado Pedro, no fingido y sobre todo de corazón puro, procede obviamente de un corazón transformado por el Espíritu. Eso es lo que investiga el apóstol en sus palabras siguientes.

Ahora ha llegado a un punto de suprema importancia para aquellos a quienes ha pedido que sean santos, la regeneración espiritual. Es lógico que les pida eso porque ningún hombre o mujer sin nacer de nuevo, que es lo mismo que la regeneración, puede vivir correctamente la vida cristiana.

Este llamado descubre que en cualquier santo su santificación no es instantánea; no la puede asumir de un solo golpe como la justificación. La santificación comienza en la regeneración pero dura, como la conversión, nuestra vida entera. ¿Quieres ser santo como los demás? Tienes que nacer de nuevo primero; la imitación cristiana tiene valor pero después de haber sido regenerado por el poder del Espíritu de Cristo, no antes.

Observa que la actividad del Espíritu en el salvado no está limitada a la regeneración. No cesa cuando esta se efectúa ni deja de ocuparse por los años restantes. El nuevo nacimiento es la mayor de las obras de gracia que Dios nos confiere por su Espíritu, pero no la única, sino la primera. El apóstol ha colocado la regeneración después de la obediencia a la verdad (1:22), no porque así nos ocurra cuando llegamos a ser cristianos. Nadie se va regenerando por su obediencia, la regeneración no es nunca una meta propia. El “siendo renacidos” va primero que la obediencia. El ajustarse a las leyes de Cristo tiene que ver con la santificación, no con el nuevo nacimiento.

Pero, mis hermanos, hay algo más que el apóstol nos enseña, que la acción de santificación del Espíritu Santo no es independiente de la palabra del Señor, “siendo renacidos por la palabra de Dios” (v.23). Sin desvalorar la obra del Espíritu, porque él es quien de modo inmediato nos regenera, porque personalmente entra en nosotros para que creamos lo que oímos, si observas el texto en cuestión, el énfasis recae más sobre la palabra que sobre el Espíritu. No que la predicación, sin la unción del Espíritu pueda resucitar a alguien, pero lo dice para corregir quizás un error ya difundido, que jamás ninguna persona puede ser regenerada o santificada sin que haya por medio la predicación de la palabra de Dios, o algún otro medio por el cual ella se comunique. A Dios agradó salvar a los creyentes  por “la locura de la predicación” y no sin ella. ¿No lo demuestra el mismo hecho que en la Escritura el término llamamiento se intercambie por el de nuevo nacimiento?

No es costumbre entre nosotros pedirte que te arrepientas sin saber por qué hacerlo y cómo hacerlo. No te pedimos que hagas “con nosotros” una oración nuestra, sino que tú mismo, desde tu conciencia “invoques el Nombre del Señor”, haciendo tu propia oración. Nuestro evangelismo es sustancialmente didáctico, por ello te ruego que atiendas a nuestras palabras, porque son ellas las que debes recibir como palabra de Dios, son ellas las que debes creer para ser salvo, son ellas las que el Espíritu hace que atiendas.

Los que son renacidos por la palabra de Dios son hijos suyos, la aman, la estudian, la escudriñan., la desean para vivir, viven por ella, la quieren pura y sin adulteraciones (2:2). Muchas de las llamadas apostasías del día de hoy no son más que un descubrimiento de que los que abandonan la iglesia lo hacen porque nunca fueron atados o añadidos a ellas por medio de la predicación, sino por otras causas. Por eso no han permanecido. Nuestro texto enseña que tanto  la causa como el efecto son irreversibles, “vive y permanece para siempre”. Lo que se dice de la palabra también se aplica a la regeneración, su eternidad. Aunque el hecho de saber dónde viven aquellos que han visitado nuestros cultos y parece que tienen cierto interés espiritual es útil porque nos permite atenderlos directa y personalmente desde un principio, no hay que exagerar su valor. El miedo de algunos, de que si en los cultos o las reuniones no se toman nombres y direcciones para luego trabajar con ellos, toda la obra de avivamiento o evangelización perecerá, es infundado, no tiene fundamento doctrinal. Eso es teología arminiana y es falso. El que ha renacido por la palabra, no volverá atrás jamás. Una planta que el Padre celestial siembre nunca será desarraigada, jamás será maldecida, nunca irá a quemarse en el horno de la justicia divina. Tampoco quiero decir que hay que olvidarlo como si la simiente no precisara del cultivo. Pero en cambio, todo el que él no planta, aunque lo riegue Pablo o Apolos, no crecerá espiritualmente, porque Dios no da crecimiento a lo que no se siembra con su semilla. Dios no está comprometido a dar perseverancia a los que se han unido a la iglesia no mediante su palabra, sino por otros intereses (He.6:7,8; 1Co.3:6,7). 

 

Notas

1 Pe. 2:2

"..No adulterada" en griego es "sin engaño" "sin dolo"; al sonido de estas palabras no debiera serte igual ir a cualquier iglesia y escuchar a quien sea predicar. El Espíritu nos exhorta a localizar los centros de predicación bíblica donde la palabra no se mezcle con la tradición de los hombres, con las opiniones de la sociedad, donde no se le añada ningún ingrediente extra y se le disminuya la calidad; pero la idea del apóstol es peor que eso, es que se escuchen enseñanzas que corrompan las buenas costumbres. Apetece la palabra de Dios de mejor calidad porque todavía la salvación es una meta en lo que respecta a toda la obra del Espíritu Santo (v. 3).

1 Pe. 2:3

"...si es que habéis probado la benignidad del Señor". “Has experimentado que Dios es bueno, lo has gustado”.  Mucho la he gustado Señor y más quisiera gustarla; pero no estoy seguro de que sea así con otros.

1 Pe. 2:4

"Y viniendo a El como a una piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa delante de Dios". El Espíritu a veces invita a acercarnos a Cristo porque todos los días no estamos a la misma distancia de él.

1 Pe. 2: 4-8

"...también vosotros, como piedras vivas...". El uso del símil de la piedra no es tan sólo para indicar la solidez individual que cada cristiano debe tener sino la de la iglesia; cuando la vida cristiana de la congregación o una parte de ella está bien edificada y permanece, pero si es más muchos son blandos y viven sin consistencia espiritual la congregación se cae a pesar de que haya algunos pocos que sean sólidos. Este texto habla de la equivocación tan grande que tuvieron los judíos con Cristo, y aún persisten en la misma equivocación. No comentas el terrible error de desechar o abandonar a Cristo. El error más grande que un hombre puede cometer es cuando tiene a Cristo enfrente para creer y vivir y no lo toma; puede que en toda su vida no vuelva a estar en semejante posición.

1 Pe. 2:6

"...pongo en Sion una piedra escogida, una preciosa piedra angular...". El centro de la iglesia es Cristo. Que no será avergonzado quiere decir que pasará bien por el juicio de Dios. la piedra de esquina donde recae el peso del edificio. Haciendo una identificación, con su Palabra, sobre ella recae la fortaleza de la construcción de la iglesia.

1 Pe. 2:7

"...Este precioso valor es, pues, para vosotros los que creéis...". Es una mejor traducción decir que el que es precioso es Jesús. Si le disminuyes la importancia a Cristo en la iglesia ésta se hace pequeña y si lo quitas ella se cae; "precioso", de sumo valor (v. 6). Y "destinados"; Pedro habla como si el destino de ellos estuviera echado y no tuviera esperanza que se volvieran atrás para rectificar su error. La respuesta de la Escritura para explicar el porqué del rechazo del evangelio es rápida. Jesús dice "porque no son de mis ovejas". El apóstol Pablo todavía más amplio y categórico; dice "los elegidos sí lo han alcanzado". Así sólo pueden hablar los que creen en la pura gracia y que la salvación pertenece "al que está sentado en el trono y al Cordero".

 

1 Pe. 2: 8

"...pues ellos tropiezan porque son desobedientes a la palabra, y para ello estaban también destinados". "Destinados" “señalado, puestos”; como ya he mencionado arriba ahora lo repito, habla como si ya el destino de ellos estuviera echado y no tuvieran  esperanza los que se volvieron atrás. ¿Con qué propósitos lo dice? Para bien de los ministros que predican la Palabra y que no se acusen a sí mismos ni se desalienten por el rechazo de los hombres. Nuestra observación del millonario concepto de lo que es el éxito, los números, en otros siervos, daña a los que no pueden obtener parecidos resultados. Uno tiene que ir a la teología para no considerarse un fracasado. La iglesia debe volver la espalda, y eso suena duro, a los que persisten en rechazar a Cristo, en contra de  los casi nada, que por medio siglo han estado huyendo de la verdad y por medio de un gran aprieto claman a Dios y dicen sí a todo lo que les ofrecen. Yo no veo en la Escritura que el Espíritu nos obligue a forzar a los hombres a creer en Cristo, cuando por un tiempo han dado muestras de que son destinados a no creer. Así sólo pueden hablar los que saben que la salvación pertenece a Dios. 

1 Pe. 2: 9, 10

"...a fin de que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable". “Virtudes”, se puede traducir hombría. La hombría de Jesucristo, la hombría de Dios. En 1:3, 5, tiene una connotación moral. La palabra también significa alabanzas, glorias. Nuestra vida espiritual ha de reflejar las virtudes y las alabanzas de nuestro Señor Jesucristo. Al conocimiento del verdadero cristianismo, se le llama "luz admirable" que la luz a los ojos más ciegos y el corazón más muerto. Sobre las "virtudes", ver 2 Pe 1: 3, 5; Flp 4: 8, y siempre tiene que ver con humanidad, valor humano, y excelencia moral. La esencia de la predicación es dar a conocer a Dios. Esa es la principal y más grande necesidad que un pecador tiene, la de adquirir el conocimiento de Cristo. Las otras están subordinadas en la escala.

1 Pe. 2: 10

"...pues vosotros en otro tiempo no erais pueblo, pero ahora sois el pueblo de Dios; no habíais recibido misericordia, pero ahora habéis recibido misericordia". Se puede traducir también alcanzado y obtenido misericordia. Puede que en esta vida nunca alcance la meta que se propuso, pero si alcanza misericordia no tiene que sentirse mal; el hecho de poseer un conocimiento tan admirable, el de Dios, y pertenecer a un pueblo tan excelente, compensa y excede a todas las reales expectaciones.

1 Pe. 2: 11

"Amados, os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de las pasiones carnales que combaten contra el alma". Esa idea de qué modo no es nuestro hogar fijo predomina mucho en el N. T. (1:1; He 11: 13), motivada por la esperanza y por la persecución. No es un simple o acalorado debate craneal entre los pensamientos carnales y los espirituales, entre la tendencia para hacer mal y el deseo de hacer el bien; es una pelea a muerte.

1 Pe. 2: 12

"Mantened entre los gentiles una conducta irreprochable, a fin de que en aquello que os calumnian como malhechores, ellos, por razón de vuestras buenas obras, al considerarlas, glorifiquen a Dios en el día de la visitación". No es que glorifiquen a Dios en el día de la visitación con una espontánea alabanza sino con una amarga confesión de culpabilidad (como Acán) en el día del juicio. Trata que tu fe sea de las que condena al mundo (Jos 7: 19, 20; He 11: 7). La palabra inspección proviene de la griega episkopeō, el que da origen a la que conocemos como episcopal y obispo, que es un sobreveedor o un inspector. El día en que Cristo venga y se inspeccione las vidas de todos.

1 Pe. 2: 13-17

"Someteos, por causa del Señor, a toda institución humana, ya sea al rey, como autoridad...". Se ve que el cristianismo en su origen no tuvo el propósito político de derrocar malos gobiernos; sin embargo no creaba criaturas apolíticas. El interés de Dios primario es el hombre. Cambia al hombre y cambiará al ciudadano. Los cambios más duraderos en la sociedad son aquellos que incluyen a Dios primariamente en el cambio.

1 Pe. 2:19-25

"Porque esto halla gracia, si por causa de la conciencia ante Dios, alguno sobrelleva penalidades sufriendo injustamente". La mayor preocupación de la iglesia en este período de su historia no era evadir la persecución, ni trabajar para que cesara sino no pecar, sufrir inocentemente y que las calamidades que soportara no fueran un castigo de Dios. La gran meta de cada hombre y mujer que se había bautizado en Cristo era "morir al pecado". El mayor deseo de ellos no era salvar sus vidas sino no ser condenados con el mundo (1 Co. 11: 32). Todas las injusticias que a través de los siglos ha sufrido la iglesia cristiana no ha tenido la aprobación de Dios sino su desaprobación, y que sufra inmaculadamente.

 

Capítulo 2

Cosas que no son propias de los hijos de la Biblia

1 Pe. 2:1-3

“Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor”. 

 

Habiendo el apóstol dejado asentado que la regeneración o nuevo nacimiento está estrechamente relacionada a la palabra de Dios, inmediatamente pasa a decir cómo vivir de acuerdo a ella. Los que han nacido por la palabra de Dios no pueden en ninguna manera vivir en inconsecuencia con ella. Si se ha dicho renacidos y luego se habla de niños recién nacidos, tiene que implicar de todos modos el comienzo de una vida nueva, un cambio espiritual radical en las costumbres. El ministro puede, en base a eso, llamarlos a deshacerse de todas aquellas cosas que están en conflicto con la palabra que los engendró y que pertenecían a una vida pre-cristiana, “malicia, engaño, hipocresías, envidias y todas las detracciones” (v.1) El nuevo nacimiento mantiene su credibilidad por la vida que se viva después de haber creído en la palabra de Dios. La santificación de la vida es la que evidencia la operación misteriosa e invisible del Espíritu y, pienso, quiere decir que la voluntad ha sido capacitada por la gracia, por la presencia interna y personal del Espíritu para cumplir con esas demandas.

Si Pedro los llama diciendo que “desechando toda malicia”, presupone en ellos ya una capacitación espiritual, mental, emotiva, volitiva para obrar, para poder renunciar a esas cosas. La voluntad ha quedado regenerada. Ha sido creado un nuevo corazón y aparece dentro de nosotros “un hombre interior”, en el cual su “amado Pablo” diría que puede gloriarse. La fuerza de la voluntad tiene su origen inmediato en la regeneración y no en las presiones eclesiásticas. La iglesia no tiene el poder de hacer vivir la vida cristiana a los no conversos que la frecuentan.

Piensa, oh cristiano, que si Dios te demanda algo es que te ha dado el poder para hacerlo. Procura estar cerca de él. Seguidamente a la demanda el apóstol enlista lo que demanda, separación de malicia, engaño, hipocresías, envidias, etc. Casi todos estos pecados, hermanos, están relacionados con nuestra proyección hacia el prójimo. Es ahí donde hay que chequear con frecuencia nuestro cristianismo, en relación con los demás. ¿Dañamos con malicia a nuestros hermanos, por placer o por provecho propio? ¿Los tratamos con hipocresía, con palabras y amor fingido, con ósculos traicioneros por conveniencia? ¿Hacemos engaños y trampas a los que adoran a Dios con nosotros, quitándole lo que les pertenece o vendiéndoles fraudes, no pagando sus generosos préstamos, desorientándolos y dándoles pistas falsas? ¿Tenemos envidia de la prosperidad, que por la bendición de Dios ha ido teniendo? ¿Les atacamos injustamente y sin razón por celos? La envidia es un sentimiento nocivo que imposibilita al que la sufre, de dar gloria a Dios por su obra en otros y además incapacita para recibir algo, porque Dios no ayuda a los envidiosos.

De todas esas cosas debemos alejarnos, esas cosas deben morir y voluntad y fuerzas tenemos para que no aparezca en nuestras relaciones en y afuera de la congregación. No son propias de los regenerados y de los hijos de la Biblia.

Luego se les indica una opción mejor que andar engañando, envidiando e “hipocritando”, estudiar y meditar en la palabra de Dios, “desead como niños recién nacidos la leche espiritual” (2:2) Es mucho mejor eso, amados. Andad detractando a los demás, padeciendo envidias o engañando es más dañino que dedicar tiempo a la nutrición espiritual. Si notas que sentimientos de envidias aparecen en tu corazón o mentiras, o actitudes hipócritas, es tiempo para que tomes tu Biblia y comiences a nutrirte más de ella. Eso, es falta de santificación (Jn.15:3). La regeneración es una obra celestial y esas cosas no son celestiales. Y en sentido negativo, aquellos que practican esas cosas revelan poco contacto con la palabra de Dios.

Pero, ¿cuál palabra de Dios? ¿Cuál leche espiritual? Tiene que referirse a la predicación y a la enseñanza del evangelio. Dice, “leche espiritual no adulterada” La palabra que usa es “ádolon” “pura” o “sin engaño”, la que no esté mezclada con el error, doctrinalmente pura, bíblicamente sana. En lenguaje paulino diríamos que la que no está unida a genealogías interminables, a fábulas de viejas, a legalismos ambulantes. Según Jesús la que no sea las interpretaciones de rabíes o tradiciones de ancianos. Para nosotros hoy es todo lo que se separe de lo que conocemos como “ortodoxia” o la correcta adoración de Dios mediante la perfecta interpretación de su palabra.

Es interesante notar que Pedro para llamar “espiritual” a la leche, la palabra que usa no es “neumatikós”, conforme a la que utiliza Pablo para referirse al “hombre espiritual” (y él mismo un poco más adelante en 2:5), al que tiene el Espíritu. Pedro habla de un espiritual con la palabra “logikón” “razonable, lógico”. Es la misma de Ro.12:1 en relación con un “culto racional” a Dios. Sé que lo que el apóstol quiere decir, pero me parece que también podemos inferir algo a favor de una mayor lógica bíblica, una clase de nutrición entrañablemente unida a la argumentación con la Escritura, a un sistema de enseñanza razonable, sistemático y profundo. Abunda hoy por desgracia un tipo de instrucción superficial, que no puede quizás en todo sus puntos ser llamada engañosa, pero es tan superficial y supersticiosa que casi que lo es. Y este tipo de alimento, falto de estudio y tomado a la mano de aquí y de allá en el texto sagrado está engendrando una clase de cristiano, si es que llegan a ser cristianos después de todo, de una clase de vida y pensamiento inferiores.

Si eres maestro de la escuela dominical, recuerda que el alimento bueno es “puro”, leche sin agua. Si estudias la Biblia sólo para ti, trata de extraer de ella su contenido lógico y razonable. Si cupiera aquí un consejo te diría, reúnete para nutrir tu alma sólo allí donde se estudie continuamente la Escritura, donde se busque afanosamente su correcta interpretación, donde lo más importante en los congregados sea adorar al Señor por el genuino significado que de ella se extraiga, donde la doctrina de la justificación por la fe no se abandone por las obras, donde no se rechace la divinidad de Jesucristo ni los estados futuros de condenación o salvación del alma en el infierno o en el cielo.

Ya hemos indicado anteriormente que la regeneración está relacionada con la palabra de Dios. Además nota que Pedro para decir “niños recién nacidos” usa una sola palabra, “bréphe” hallada en otros lugares como en Lc.1:41,44 refiriéndose a una “criatura” o bebé no nacido aún. Los bebés no nacidos aún no se amamantan de leche alguna hasta que salen del vientre. Puede que el apóstol no haya tenido en mente nada de esto, pero hallo una espléndida concordancia con todo lo que antes dijo, la función engendradora de vida de la palabra de Dios. No hay ningún parto espiritual con otra cosa que no sea la palabra del evangelio, pura y sin engaños. No hay crecimiento espiritual, real, alguno sino por ese mismo tipo de evangelio. El sistema de enseñanza y predicación del evangelio es fundamental para el nacimiento de un cristiano o para su crecimiento normal. La cláusula “para que por ella crezcáis para salvación”. (El texto bizantino carece de la expresión “para salvación” entretanto las palabras se encuentran en otros manuscritos más antiguos y de mejor testimonio. No solamente la lectura más extensa es superior externamente pero como teológicamente es muy objetable es fácil ver por qué algunos escribas prefirieron omitirla”) (NET).

 

Si la clase de alimentación que un hermano ha tenido en el transcurso de su historia espiritual es tan importante, ¿no debiéramos hacer algunas preguntas al respecto cuando alguien venido de otros ministerios pide ingreso a nuestra iglesia? Estos comentarios los termino con una observación prudente que hace este apóstol a sus hermanos en la fe. He dicho prudencia para no decir suspicacia, para no declarar que su palabra arroja incertidumbre sobre la salvación, de algunos al menos. Dice, “si es que habéis gustado la benignidad del Señor”. Lo que quiere decir es “si es que sois salvos, si es que él os ha revelado su bondad en vuestro perdón, si es que habéis gustado su gracia”. ¿Es posible que después de haberlos llamado a la santificación, habiendo afirmado que son renacidos de simiente incorruptible, muestre tal suspicacia? ¿Lo dirá por ironía? Por lo que sea, hermanos, la salvación de otros es algo que nunca al cien por cien podemos garantizar, en eso hemos solido llevarnos grandes y espantosas sorpresas.

 

           

Exposición 13

Pedro habla de vidas cristianas sólidas

1 Pe. 2:4,5

 “Acercándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, mas para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo”.

 

De la metáfora de la leche el apóstol pasa a la de las piedras. ¿Podrá haber alguna concordancia entre la una y la otra? ¿Estará pensando en una vigorización firmemente espiritual de modo que el creyente, en su alma y profesión se convierta en rocas? Quizás uno esperara que explotando más su símil continuara, como Pablo, hablando del crecimiento en estatura hasta la perfección de Aquel Varón. Pero no lo hace, Pedro torna su idea y la concentra en la firmeza más que en el desarrollo del crecimiento espiritual. Quiere hablar de vidas cristianas sólidas.

El cambio de símil nos ha permitido aseverar que la intención apropiada del apóstol ahora es llamarnos la atención sobre la consistencia espiritual del creyente. La misma palabra vivas tiende a hacernos pensar en eso. Si una roca no es bien sólida no sirve para la edificación, no soporta el peso de nada, no vale para la construcción. La iglesia es un edificio, el edificio de Dios (1Co.3:9). Y para la construcción de la iglesia, las piedras vivas son las únicas usables.

Hay muchos edificios de Dios por el mundo y me temo que no pocos de ellos más temprano que tarde, el viento de este siglo y los ríos de este mundo den con ímpetu sobre ellos y los derrumben por la falta de solidez de sus miembros. Sus congregaciones son demasiado débiles, no están bien nutridas, han hecho del cristianismo un centro para la obtención de gozo, de paz mental y de otras cosas, pero habiendo sustituido la meditación profunda en la palabra de Dios por la alabanza sentimental, se han quedado sin raíces y no perdurarán. Serán barridos por el príncipe de la potestad del aire. Si raspamos un poco sobre la superficie de muchas vidas en esos edificios, notaremos la cal y el material movedizo, llegando un poco más hondo, hacia el corazón, no hallaremos la indispensable regeneración y por ende es explicable el porqué del tan poco gusto por la palabra de Dios. ¡No puede un edificio ver cursar el paso de la historia sin desplomarse si no está firmemente edificado sobre la roca de la revelación!

No hay ninguna confrontación entre una vida lógica y una espiritual. Si Pedro pasa de la nutrición cristiana a la fortaleza espiritual es que ambas cosas van juntas. ¿Se puede ser un cristiano de roca y a la vez una casa espiritual? Se puede no, se tiene. Eso es precisamente lo que el apóstol enseña que hay que ser. No estamos de acuerdo con los que nos censuran nuestra forma de razonar sobre la Palabra de Dios y la experiencia nos ha enseñado que jamás nuestras vidas espirituales han sido tan sólidas como ahora. Nunca nuestros sentimientos espirituales han sido tan profundos y nuestra vida interna tan beneficiada como ahora. Sin razonar sobre la Escritura no existe una verdadera construcción espiritual segura. Las vidas espirituales que el apóstol concibe son contundentes, hechas con fibras y rocas. Y usan la lógica de la fe, de la Biblia.

Hay quienes parecen pensar que sacrificios espirituales son únicamente salmos cantados, gritos pelados y aplausos rítmicos. ¿Y un corazón contrito y humillado no es mucho mejor que eso? ¿Y superior un espíritu quebrantado? (Sal.51:17) ¿Y cómo se llegará a eso sin el melancólico arrepentimiento? ¿Y cómo sin la influencia del Espíritu? ¿No debían ser los antiguos sacrificios ofrendas perfectas? En el pensamiento del apóstol no se halla el coro del templo ni los instrumentos inventados por David sino los reales sacrificios de animales engordados. La grasa, la espaldilla mecida para el sacerdote, los intestinos lavados y la cola. Sangre y expiación. Esos eran los sacrificios de salvación, de expiación, de reconciliación. El olor suave y el humo agradable. El templo de la vida espiritual debe ser gigante y firme.

A nuestro Señor se le llama también una piedra viva pero ya eso lo dejaremos para nuestro próximo estudio. Como voy a exaltar su Nombre en la próxima exposición quiero comenzar desde ahora finalizando con el uso de su sacerdocio. El apóstol nos dice “para ofrecer sacrificios espirituales por medio de Jesucristo” ¿Sabes que no hay privilegio mayor que ese? ¿Has oído hablar de la doctrina del sacerdocio universal del creyente? Seguro, naturalmente. Es el privilegio que poseemos de podernos acercar a Dios directamente, nosotros mismos, sin la intervención de ningún sacerdote terrenal, porque Cristo nos ha hecho “reyes y sacerdotes” (Apc.1:6) Como el antiguo sumo sacerdote era el único que podía acercarse a Dios, con la sangre ajena de algún cordero, ahora nosotros, con la sangre de Cristo a nuestro favor también podemos acercarnos hasta su misma presencia, valiéndonos de su sacrificio. Usamos, por su gracia, su sacrificio, su mediación y nosotros podemos ir confiadamente al Padre. ¿Hay algún privilegio mayor que ese? No que ofreciendo nuestros propios sacrificios vayamos a Dios para salvación, lo que quiere indicarnos el apóstol es que nuestra vida espiritual es aceptada ante Dios por medio de Cristo. Por su mediación, por su gracia somos recibidos en su gloria. ¿Ofreces un corazón contrito, un espíritu quebrantado? ¿Un arrepentimiento profundo? ¿Una fe candente y sencilla? ¿Un himno de corazón, una buena obra para su gloria? Cada cristiano es una casa, una capilla de sólidas piedras, donde adora al Señor en el interior de su corazón.

 

Exposición 14  

 

Jesús no tenía ambiciones eclesiásticas 

1 Pe. 2:6-8

“Por lo cual también contiene la Escritura: He aquí pongo en Sion la principal piedra del ángulo, escogida, preciosa; y el que creyere en él no será avergonzado. Para vosotros pues los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, La piedra que los edificadores desecharon, ha venido a ser la cabeza del ángulo; Y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados”.

 

El punto focal en la religión cristiana lo es Jesús. Si lees el Nuevo Testamento verás eso, tanto en los Evangelios, en las epístolas y en la primera historia eclesiástica, Hechos de los Apóstoles. Jesús es la piedra principal en la catedral del cristianismo. ¿Qué importancia tiene Jesús para nosotros? ¿Dónde lo colocamos? ¿Sabemos bien quién es él para valorarlo como se merece o lo menospreciamos? Ahora no se dispone el apóstol a hablar sobre la indudable belleza de nuestra casa espiritual; (nuestra vida cristiana, la salvación), sólo le dedica un versículo, el 5 y no todo; porque guarda su pensamiento para la piedra principal, la persona de Jesucristo.

¿No es eso instructivo para discernir lo más importante de lo secundario? Pues veo que en vez de exaltar las perfecciones de la iglesia y el útil desarrollo de la eclesiología más urgente en esos tiempos es la cristología, la soteriología, todo aquello que es indispensable para la salvación.  La iglesia es importante, su gobierno, su desarrollo; pero la importancia focal de ella no es ella misma sino Jesús, “la principal piedra del ángulo” (v.6) Procuraremos mayormente entonces siempre dedicar más tiempo a Jesucristo como asunto preferente de nuestro estudio. Y hoy veremos la importancia sin límites que tiene nuestro Señor.

En el sistema de salvación cristiana hay que empezar por el punto adecuado. Algunos empiezan por su natalicio y siempre tienen presente al “niño Jesús”, otros por el “sanador”, pero sin embargo Pedro nos aconseja el punto más importante por donde hay que acercarse al Señor para ser salvo: la doctrina de la cruz. En eso insiste Pablo cuando dice, “me propuse no saber otra cosa que a Jesucristo y este crucificado”. No una cruz de madera, no un crucifijo. Para Pedro como para todos los demás apóstoles Jesucristo resucitó y fue glorificado y exaltado hasta la diestra del Padre. Es interesante observar que les  propone un acercamiento al Jesús desechado, coronado con espinas, burlado, escupido y crucificado, “piedra viva, desechada ciertamente por los hombres...la piedra que desecharon los edificadores” (vv.4,7). ¿Por qué? ¿Porque estando ellos en padecimientos obtendrían un seguro consuelo? Quizás, en un mundo hostil a la iglesia es confortante pensar que no nos tratarán mejor que a nuestro Maestro. 

Pero Pedro afirma que Cristo no murió como otro cualquiera, su muerte no es social, política. Pedro está más interesado en animarlos tomando a Cristo donde el mundo lo dejó y explicar escritural y proféticamente su rechazo, y como la sabia providencia desarrolló los acontecimientos para colocar al desechado en una posición de importancia jamás alcanzada por otro. Quizás uno esperaría que Pedro hablara del Cristo en la gloria, de cómo el Padre lo subió hasta su diestra. Ese Cristo tiene una importancia enorme en nuestras vidas porque lo estamos esperando, sin embargo Pedro no está pensando ahora en nuestra glorificación  sino en la salvación, a qué Cristo nos hemos acercado, el Cristo conectado con la Escritura, eso no quiere decir que sea una producción religiosa, ni de los apóstoles ni de los cristianos. Los edificadores no lo hicieron, “desechada ciertamente por los hombres”, no es un producto del pueblo judío, de su cultura, de la mente de ellos o el resultado de sus ambiciones religiosas. Jesús no tenía ambiciones religiosas. Su único enfoque era penetrar dentro del sistema sacrificial judío, dentro de la ley mosaica para cumplirla. Sus ojos siempre estuvieron clavados en su cruz. Sus palabras eternamente escritas indican como Dios los desecha a ellos, a los constructores de la religión (edificadores), de la Iglesia (escribas y fariseos) y su preferencia por Jesucristo. Por dondequiera que mires verás que la muerte de Cristo siempre es “conforme a la Escritura” y “según la ley de Dios”, más que de acuerdo al derecho romano. Si ellos pueden extraer consuelo de eso, él se los suministra. 

 

Exposición 14 (segunda parte)

1 Pe. 2:6-8

Los apóstoles jamás inventarían a Jesús 

La posición única e insustituible de Jesús en la religión cristiana no se la ha dado la iglesia, ni sus constructores ni menos sus enemigos (vv.4,7), “desechada ciertamente por los hombres mas para Dios escogida y preciosa. La piedra que los edificadores desecharon ha venido a ser la cabeza del ángulo”. Ni Cristo ni la historia de la salvación por la gracia es un invento de la Iglesia; o de un grupo asombrado por sus milagros. La Iglesia no fue la que hizo a Jesucristo, no produjo su Persona. Por parte de sus adversarios, los contemporáneos maestros religiosos, lo desecharon hasta la muerte y por parte de sus seguidores mismos, ya hemos sabido que eran tan débiles, insuficientes e incultos que jamás hubieran podido crear una persona como la del Señor. La iglesia cristiana no nace con Cristo, ella con él. Lo que hoy conocemos de él no es lo que la Iglesia opinó, ni lo que el mundo de aquel entonces oyó decir, sino lo que él revelaba de sí mismo. Algunas veces, muchas, mas bien ella se tardaba en creerlo y admitirlo. El Nuevo Testamento no son las  opiniones de aquellos hermanos sobre su persona, no esculpieron a Jesús con el cincel de sus sentimientos ni lo veían como querían verlo. ¿Es él la cabeza del ángulo de tu vida? ¿O la construyes sin él? Si Jesús no edificare la casa en vano trabajan los que la edifican. 2. Una prueba de su valor inmenso y celestial, es que los edificadores de la Iglesia lo desecharon (v.7), “la piedra que los edificadores desecharon”. Según ellos Jesús no era una pieza apropiada para la continuación de un viejo programa religioso, según la forma de ver de sus contemporáneos él era inadecuado, contraproducente y opuesto a la perspectiva espiritual. Su cruz prueba que no fue una confección de su época. Jesús edifica su Iglesia sobre la Escritura no sobre interpretaciones o gustos humanos. El apóstol Pablo que vino después se cuidó mucho de que las congregaciones no pusieran “otro fundamento que el que está puesto”, y filosofías no sacaran dicho fundamento de su lugar.  Si observas las palabras del apóstol verás que tres textos de la Escritura son citados para probar su conexión con ella. El rechazo de Jesús es una prueba de su comisión divina; en ese mismo lugar de desprecio humano es donde Dios lo declara su escogido, la piedra angular de su iglesia, joya preciosa de valor insuperable.

El apóstol les cita la Escritura para que conozcan la importancia sin límites que tendrá la fe en Cristo en el momento de la vida eterna. Cuando el apóstol dice “el que creyere en él no será avergonzado” (v.6), pienso que se refiere al momento final cuando tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios. Es una expresión que recoge los acontecimientos del juicio final. El juicio por los pecados es una exposición de las vergüenzas humanas. Los pecados de los hombres avergüenzan. ¡Qué delicioso es pensar en él en esos momentos, cuando no tenemos que temer pasar un mal rato por nuestros pecados! Eso quiere decir que no usará ningún reproche que nos avergüence, y sobre todo que no se expondrá a la vista de nadie nuestra desnudez espiritual porque ella está asociada a la vergüenza. 

No seremos desnudados. Estaremos vestidos como escogidos de Dios, “vestidos del Señor Jesucristo por medio de la fe”, “el que creyere”. Sólo la fe, es suficiente para adquirir la encubridora justicia de Jesucristo. No necesitas más para ser cubierto tu pecado. Quien vaya a la sala del juicio esperando oír nuestras vergüenzas está equivocado, allí no se verá nada que desacredite a nuestra salvación, el lino fino de sus obras nos cubrirá por completo y la ropa de nuestra justificación será perfecta. Cam, el hijo de Noé no podrá reírse de vernos desnudos. Cuando se salva un alma de la muerte, dice Santiago, se “cubre multitud de pecados”.

¡Qué vergüenza sufrirán aquellos que no estén vestidos por Jesús! ¡Ser expuestos todo por dentro, sentimientos, pensamientos y hechos a la luz del día y a ojos del mundo entero! ¿Has pensado en eso? ¿Y no harás nada para ser cubierto por la justicia del Señor?

Entonces llegamos al texto donde se muestra que Jesús es todo nuestro honor, palabra que se ha traducido “precioso”. Nuestro honor será él, ser cubiertos por él, usar la ropa de su vida intachable, cubrirnos con sus acciones justas. El valor de Jesús se vuelve sin límites para los que creen en él porque Pedro les dice que “es precioso” (de mucho valor; v.7). ¿Hay algo que tenga más valor que nuestra salvación? No digo que tenga algún valor para los que no creen. De esos también el apóstol habla, pero yo no me ocupo hoy de los que los disminuyen. Él es nuestra completa fortuna, nuestra suerte, nuestra perla de gran precio, nuestro tesoro en vaso de barro, nuestra herencia. Con él somos ricos, hemos sido “enriquecidos con su pobreza”, como dice Pablo, somos redimidos por su sangre preciosa, creemos su evangelio precioso, somos propagadores de su precioso mensaje. ¡Qué afortunados somos con Jesús! ¡Qué pobres son los que no lo tienen! Vivimos mejor con él que si estuviéramos en la casa de César, un día con él en sus atrios es mejor que mil fuera de ellos. 

   

Exposición 15

La reprobación, un secreto inexplicable

1 Pe. 2:8

“Y: Piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados”.

 

Hace muy pocos días hablamos sobre la elección eterna de los escogidos, también sobre la doctrina de la reprobación cuando explicábamos el propósito que tenían para algunos las parábolas de Jesús en Mt.13:11-13 (puede consultar mi exposición sobre ese texto). Aunque hoy no hubiéramos escogido el asunto, la frecuencia del tema en la Escritura y la obediencia nuestra a ella nos impone examinarlo de nuevo.

Específicamente la reprobación aquí se aplica a los maestros religiosos, a los pretenciosos constructores de la iglesia judía. Existe la idea en algunos de que porque alguien milite por muchos años en una religión, porque haya cursado estudios y posea cierta reputación prominente, tiene que estar correcta en sus principios espirituales. No necesariamente. Aquí se revela que los escribas y fariseos gozaban de un prestigio estupendo, sin embargo, estaban equivocados y arrastraban con ellos a muchos en contra de Jesús. Más aún, no alcanzaron la salvación y Dios destruyó en ellos sus propias almas. (2Pe.2:1-2)

Notemos el lugar específico de tropiezo de aquellos reprobados: La palabra. Pretendían construir la Iglesia con la  Palabra y sin embargo rechazaban a Cristo, decían aferrarse a la Escritura, a la Ley de Moisés, a las tradiciones de los ancianos y a ojos de ellos los escritos sagrados se le oponían. No pudieron ver que él era la piedra angular de toda ella y que todo el sistema de escritura, fe y salvación apuntaba hacia él. Les estaba escondido, como tras un velo, la preciosa imagen suya. Querían construir el templo de Dios, con la Escritura, pero sin Jesús.

Pedro nos dice que “tropiezan en la palabra”, debiendo ser salvos por ella se condenaban con ella. ¿No es algo horrible que alguno se condene con una Biblia que a diario maneja con sus manos? ¿No ocurre lo mismo y nuestros ojos ven? Sí, y les pasa porque:

(1) Como aquellos constructores, con la “tradición de los ancianos”, igualan y sujetan el significado de la Escritura, a las interpretaciones de otros libros humanos; escritos por hombres y mujeres ambiciosos.

(2) Hasta corrompen los mismos textos traduciéndolos para sus conveniencias haciéndolos coincidir con sus predisposiciones y manuales de teología humana.

(3) Insertan en la propia Biblia notas y comentarios de partidos propios confundiendo para el ignorante el significado real de sus textos, extraviando a la perdición al lector incauto que las cree.

(4) Cuando Dios les pone en el camino de ellos algún buen intérprete de sus misterios, se le oponen y luego huyen de su luz para seguir ensombreciendo el mundo con sus errores.

Sin embargo la mayoría de los que tropiezan en la palabra lo hacen porque dan con sus pies contra ella, quiero decir lo que Pedro, que “son desobedientes”. Aquellos constructores rechazaban, según ellos, la cristología de Jesús, pero sin embargo su mayor rechazo era de orden práctico. Aunque ellos aparentemente defendían el monoteísmo de Jehová, y por ello acusaban al Señor (Mt.26:63-68), la verdadera razón no era el fervor religioso sino la envidia (Mt.27:17,18). El éxito del Señor los colmaba de envidia y las acusaciones que él les hacía los exasperaban.

Los edificadores, en el fondo, hallaban insoportable a Jesús, no por discordancia con la Escritura, sino porque heridos en sus conciencias con sus palabras querían seguir siendo desobedientes, tener la Escritura, enseñar la Escritura, defender la Escritura pero sin obedecer la Escritura, pensando que la religión es sólo forma y no fondo, que si se mantienen las formas de los mandamientos, si se preservan sus ceremonias, si se guarda escrupulosamente la teología, Dios se daría por satisfecho (Hech.23:6-9; Jesús y los fariseos creían lo mismo). Hacían de la religión un asunto para la sinagoga, para el templo, para las festividades y los sábados. Ignoraban por completo el mensaje profético de la Escritura que es confrontación moral con ella. ¿No es ese el pecado de muchos reprobados, que como aquellos falsos maestros, saben pero desobedecen?

Pedro primero nos dice las cosas que vemos que le dan razón a la reprobación, pero no se queda ahí, sino que pasa a ocuparse de ella misma añadiendo que fueron destinados a eso, a tropezar con la Escritura, a ser despedazados por ella, a desobedecerla, “porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes a los cual fueron también destinados. Hay una forma muy humana de interpretar los acontecimientos del hombre y de la historia y consiste en afirmar que el hombre obra impíamente, movido por envidias y ambiciones, comete hechos atroces y que Dios está ajeno. No pueden sostener que exista un programa preparado para las acciones inicuas de las gentes, piensan sólo en un orden de acontecimientos buenos, pero no en una pre-ordenación de impiedades. Creen que comprometerían a Dios con los pecados de los hombres si él los hubiera decretado de antemano y temen hacerle responsable. Así pues dejan que el hombre haga su propia historia, sin la providencia y luego se la presente a Dios para que la incluya.

Ignoran que el pecado libremente cometido por los hombres no está en conflicto con los decretos de Dios porque las profecías de los reprobados, como sobre estos edificadores, que nos revelan de antemano los hechos engañosos y malvados de ellos, es una negación de misericordia y no una colaboración divina con los pecados ni un impulso activo por parte divina para que obren el mal. El decreto de reprobación trata sólo de la negación de la misericordia, por la secreta voluntad de Dios, porque él por alguna razón suficiente para sí mismo, no tomó placer en ellos. Y por lo que vemos tenía toda la razón.

La interpretación apostólica de la muerte del Señor por los edificadores, comprueba esa verdad, porque habiéndole rechazado, aunque la culpabilidad recae enteramente sobre ellos, desechándolo libremente, nunca la separaron de la pre-ordenación (Hch.4:27-28). La reprobación es un designio oculto del Señor que él sólo sabe. No tropieces, como aquellos constructores, con el mensaje de la palabra, no te endurezcas contra ella si oyeres hoy su voz, como lo  hizo Faraón y fue quebrantado, ni dejes, como aquel profano llamado Esaú, de alcanzar la bendición.

 

Exposición 16

Cada escogido es un sacerdote y un rey

1 Pe. 2:9

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios,  para anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable”.

 

Terminando Pedro de hablar sobre el fatal destino de reprobación de los desobedientes a la Escritura; retorna satisfecho, su atención a la iglesia, y es como si sacase su mirada desde los abismos de la condenación para levantarla a los altos picos, hacia las celestes posiciones que han alcanzado con Dios los elegidos.

Siempre que se hable de nuestra salvación, ¿Por qué otro lugar podríamos comenzar? Si lo que se quiere es levantar al hombre, puede empezarse hablando sobre el “libre albedrío”, sobre la “fe intrínseca” y otros mitos que adjudican a la criatura caída en pecado; pero si lo que se desea es lo que Pedro quiere es que se hable de las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable, entonces hay que empezar en el mismo punto que Pedro, con la elección para salvación.

Ese es el primer peldaño. Pedro clasifica a la iglesia como un linaje selecto, no porque haya entre todos uno mejor que otro digno de ser nombrado por Dios como su pueblo, sino que la misma palabra lo revela, es escogido y ya eso desvirtúa cualquier mérito propio. Antes no era un pueblo así, pero ahora sí lo es; ¿y por qué? porque los ha llamado. Si no los hubiera llamado afuera, ellos hubieran seguido en la misma obscuridad, ignorancia y paganismo que los demás pueblos. Pero Dios en su gracia los eligió y luego los llamó (Ro.8:30), regenerándolos para la salvación y formándoles dentro la imagen de su Hijo.

¿Éramos mejores que los demás? -No- ¿Menos caídos en pecados que otros? -No- Nada de eso. Si seguimos leyendo adelante leeremos un “para” que indica que aconteció de ese modo porque Dios tenía un propósito con nosotros o un plan. Nos escogió porque nos había seleccionado para algo. 

No pertenecemos a un solo pueblo porque Juan testifica que venimos de “todas las tribus y lenguas de la tierra” (Apc.5:9,10). Es por gracia, porque siempre que aparece en el Nuevo Testamento la palabra “escogido” junto a ella viene la otra “gracia” (Ro.11:5). ¿No es eso un motivo bello para estar agradecidos? ¿Siendo nosotros gentes obscuras, proviniendo de un pueblo obscuro, asentado, como dice el profeta, en tinieblas, hayamos visto tan grande luz?

Pero lo que testifica que la iglesia es un pueblo escogido es su santidad, porque él le llama nación santa y también sacerdocio real, porque tienen vidas santas como las de aquellos consagrados sacerdotes del antiguo pacto, pero además dedicadas al Rey; y pienso que también porque reinan sobre la tierra sobre sus conflictos, tentaciones e inmundicias, pasando por ella sin contaminaciones (Apc.1:6) Si alguien no es santo no pertenece a su reino de luz, no ha llegado al reino de los cielos. Sin santidad, como se dice en la epístola a los Hebreos, nadie verá al Señor.

Fíjate que se le llama sacerdocio a toda la iglesia, no a un grupo de eruditos o privilegiados seleccionados por algún colegio para desempeñar una función sacerdotal ante Dios en lugar de los demás. Pedro no dice “algunos” sino vosotros, nación y eso indica todo el pueblo escogido. Toda la iglesia tiene acceso directo a Dios, a su mismo trono de gracia (He.4:16), para encontrar socorro para sus tentaciones y misericordia para sus pecados. Debe ese acceso, lo ha recibido como un honor por parte de Dios que ganó su Hijo Jesucristo y no debe renunciar a él o trasladárselo a un grupo especial. Todos podemos tomar ese camino vivo, abierto para nosotros por Jesucristo (He.10:19-22).

¿Menospreciarás ese privilegio y don que Dios te da para acudir, por medio de otro al Señor? No importan como ellos razonen, la Escritura autoriza a toda la iglesia a hacer uso de su sacerdocio. Hazlo.

Y por ende, como diciéndolo de paso, los sacrificios que la iglesia usa son espirituales, nunca materiales como en el Antiguo Pacto. Ya eso lo hemos leído en 2:5 y lo comentamos cuando dijimos que cada cristiano es un templo, una capilla de Dios. El sacrificio del Nuevo Pacto nunca puede ser un animal, porque ya Cristo es “nuestra pascua” y fue sacrificada (1Co.5:7), ni tampoco pan porque el sacrificio es espiritual. Un sacrificio al estilo del Antiguo Testamento pero dentro del Nuevo, es una cosa fuera de lugar, una apostasía o regreso a las sombras del  Varón de Dolores, una discriminación para los demás miembros de la iglesia y como un robo de la posición de privilegio ganada por el Señor, para él mismo como sacerdote único. Mejor fuera, mis queridos, que hiciéramos uso constante de nuestro sacerdocio para acercarnos a Dios y enseñemos a los ignorantes a huir de los suplantadores con sotanas que han quitado el lugar al Señor a los ojos de sus admiradores.

           

Exposición17

La motivación misionera de la iglesia

1 Pe. 2:9,10

“Para anunciar las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no  erais pueblo, pero  que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia”.

 

Es cierto que la iglesia, llamada por Dios, ofrece privada y públicamente sacrificios espirituales a él. Pero según el apóstol el propósito del Señor es más amplio. Revelarlo al mundo. Según Pedro la iglesia existe para que el mundo se entere de quien es Dios, para revelarlo entre los paganos, informando a todos quién es él y que pide de los hombres. Nuestro primer pensamiento irá entonces a los anunciadores por excelencia, los ministros del evangelio. Aunque la iglesia es un templo donde se ofrecen sacrificios espirituales, sus sacerdotes no tienen una función contemplativa, meditabunda y haragana. El conocimiento que el Espíritu Santo da todos a los elegidos, particularmente a ellos, y la luz con que los alumbra es para que la manifiesten a las gentes. Todo lo que Dios nos enseña y que de su boca aprendemos no es para exclusivo consumo propio, sino para compartir.

Pero generalizando, la motivación misionera de la iglesia para el mundo es Dios. No es el mundo la motivación principal para evangelizarlo, sino el derecho que Dios tiene de ser conocido en el mundo, el deber y la obligación que el mundo, por ser suyo, tiene contraída con él. La iglesia tiene que sentir eso, ser insoportable para ello que el mundo ruede sin mirar a Dios, no debe resistir el cuadro que los rebeldes le muestran, tiene como Lot, que afligir cada día su alma al ver los hechos inicuos de ellos. No tiene derecho el mundo para desobedecer a Dios, no tiene derecho para desafiar sus leyes y  poner las suyas propias, no tiene derecho a serle ingrato y no amarle, no tiene derecho a respirar dentro de él, tocarlo, ni siquiera mirarlo sin alzar sus ojos con agradecimiento.

La belleza más grande que tienen los pecadores no es la creación sino las virtudes de su Creador y a esas deben rendirle homenajes. Es cierto que cuando la iglesia medita en la cantidad enorme de los que son condenados, se abruma y llora, máximo cuando muchos de ellos son sus parientes según la carne y amigos; pero con todo, la desgracia de esos no es el principal motivo para evangelizarlos. La motivación de los misioneros es Dios mismo, que es desconocido en su propio mundo. El conocimiento de esas virtudes es el natural móvil impulsor de la iglesia, se llena tanto de Dios que no puede evitar salir corriendo y decirlo a cuantos se encuentre en su marcha. Los misioneros de Dios no tienen sus mentes vacías y corazones secos, han visto la gloria de Dios y sin proponérselo la traen en sus rostros y en sus almas cuando descienden del monte de la comunión. Son los prometeos del Nuevo Testamento que bajan de la Montaña del Sermón, con sus antorchas ardiendo al viento. Y se introducen en un mundo obscuro.

Creo que el texto me permite hacer un llamado urgente a la humildad cristiana. La iglesia no debe anunciarse a ella misma ni hacer propaganda a sus perfecciones, a sus logros, a sus programas, a su crecimiento. No porque esté cerrada a servir como un modelo a las demás ni porque niegue inspiración a las que necesiten aliento; sino porque ella tiene como deber anunciar las virtudes de otro, no las suyas propias, dar gloria a otro y no a su propio nombre (Sal.115:1). No debe predicarse a sí misma sino a Jesucristo (2Co.4:5). 

El Nuevo Pacto nos cuenta muchas cosas hermosas de aquellas iglesias pero es rara en la que no hallamos también el “pero tengo algunas cosas contra ti” (Apc.2:14). Junto con las cosas buenas recibidas se les mezclan los reproches del Señor o las debilidades de la carne. Si algo alumbra en ellas es la luz de Dios que les resplandeció. Hemos perdido bastante la humildad cristiana y fácilmente escuchamos autoalabanzas, ministeriales y eclesiásticas y la reputación de uno y otra se vende al mercado de modo que bastante gente aceptan la oferta y se unen a las congregaciones fascinados por la propaganda y se decepcionan un tiempo después cuando descubren que no es perfecta.

Me parece que mi llamado está de acuerdo con las mismas intenciones con que Pedro escribe porque continúa diciéndoles, “no erais pueblo y no habíais alcanzado misericordia” (v.10) Quiere ahuyentarles cualquier nota de orgullo y vanagloria recordándoles lo que habían sido. ¿Tendrá eso que ver con su misión evangelizadora para el mundo, para anunciar las virtudes de Dios? Les recuerda el hueco de la cantera desde donde fueron sacados (Isa.51:1). Para el escritor sagrado es importante enfatizar el otro tiempo, porque lo repite dos veces, “en otro tiempo estabais endurecidos, obstinados en vuestros corazones, vendidos a vuestras pasiones, expuestos a cada momento a morir en condenación. Pero ya todo cambió”. Es algo que tiene que tener en cuenta la iglesia que evangeliza, que aunque vaya a revelar los atributos de Dios al mundo, primero debe mirarse a sí misma y pensar en la gracia que ha recibido, hacer un examen de su estado espiritual y particularmente de su salvación. Bien para animarse o para revisarse porque sería irónico pedir misericordia para ajenos y uno no tenerla. 

He leído mucho, mis hermanos, en Los Hechos como aquellas primeras iglesias evangelizaban, cuanto era el éxito que las acompañaban, muchos eran convertidos y la implantación de nuevas congregaciones, aunque estaban erizadas de peligros, no aparecían con mucha dificultad ni les tomaba años establecer una nueva congregación. Pero es que se hallaban llenas de la salvación. Los hermanos estaban llenos de la salvación. Estaban totalmente convencidos de la misericordia de Dios en ellos y esperaban, al hablar, que el Señor también con otros la tuviera.

Debiéramos en estos días de tanta confusión, pasar revista a nuestra salvación y notar si hemos sido alumbrados por su luz, si hemos sido llamados afuera del mundo a su luz admirable, si somos un punto donde ha tocado el dedo de su misericordia.

           

Exposición 18

Planes de visitación y la visitación de Dios

1 Pe. 2:11,12 

 

“Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación; al considerar vuestras buenas obras”.

 

Hay una manera de obtener la “buena manera de vivir”, absteniéndose de los deseos carnales. No vale la pena hacer la diferencia entre los deseos carnales internos y los externos pues son una misma cosa, sólo que por dentro nuestras almas peligran por la concupiscencia de la carne de donde ellos se aferran y reciben sostén. Son esos deseos los que se hallan por todas partes del mundo, haciendo insinuaciones al cristiano, invitándolo a pecar. A esa corrupción es la que el apóstol invita a los hermanos a abstenerse, a que renuncien a participar del pecado que hay en el mundo. Quiere que esa compulsión externa, esa fuerza y desorden de afuera sea rechazado.

¿Y cómo? Abstinencia. He leído a alguien que dice que la palabra “apéjesthai” significa también “poner distancia (Edmund Clowney, The Message of 1Peter. The Bible Speaks Today, Inter-Varsity Press.)” Si eso es totalmente correcto, el consejo es estupendo y viene a traducirse como separación. En realidad es sencillo, difícil pero conveniente, el mejor modo de vencer un ofrecimiento pecaminoso es evitando la oportunidad por medio de la distancia (1Co.6:18)

Una idea similar a esta se halla también en Pablo (1Co.9:25), “el que lucha de todo se abstiene”. Un luchador para ser coronado como campeón debe “abstenerse” ejercitando su dominio propio. Son las cosas que en sí mismas son pecaminosas, no las que los mandamientos humanos dietéticamente han inventado como si ellas batallaran contra el alma (1Ti.4:3). ¿Qué batalla puede representar, en el pacto de gracia, una taza de té? El modo de combatirlo es con un simple pero firme ¡no! 

Hay también una razón para abstenerse: somos peregrinos, no en Capadocia, Galacia, el Ponto, sino en el mundo. Que sean los del mundo, los que se quedarán con el mundo, los que aman el mundo los que disfruten esos deseos, pero no los que están en el mundo sólo viajando. Para el cristiano en el mundo sólo tiene una tienda de campaña que arma y desarma, pero sin residencia fija. A donde se dirige no le es permitido entrar manchado con el mundo, no se permiten ni arrugas ni vicios semejantes, tiene que arribar allá con la misma imagen gloriosa de Jesucristo.

Los deseos carnales no sólo pervierten la buena manera de vivir del cristiano sino que lo condenan a este mundo, le roban su perspectiva escatológica, lo detienen en su peregrinaje al cielo. No hay que ver con lástima aquellos santos que han renunciado a los deseos mundanos, que se han hecho amigos de Dios y han sufrido el odio de este siglo maligno y perverso, sino con admiración, porque han convertido sus vidas en un viaje constante para ausentarse de aquí llegando a envejecer y morir, más ligados a  una esperanza celestial que a esta tierra.

Por lo cual hay un móvil poderoso para que decididamente nos abstengamos de las costumbres de los paganos e incrédulos, la gloria de Dios “glorifiquen a Dios”. Para que Dios sea glorificado por boca de aquellos que anteriormente murmuraban contra nosotros y nos descalificaban con sus injurias. Aunque nunca les veamos cambiar de opinión, aunque nos ausentemos o muramos cubiertos por la infamia de malhechores. La reputación nuestra, en última instancia no es lo principal, sino su gloria. No nuestra venganza sino su gloria. Con honra o sin ella, con fama o difamados (2Co.6:8). Lo importante realmente es vivir agradando a Dios y dejar el resultado de ella completamente en sus manos.

Esto nos enseña que nadie que desee vivir “piadosamente en Cristo Jesús”, será preservado de la difamación (2:12). La única excepción a esta regla, dijo el Señor, la hacen los falsos profetas. Lo único que Cristo en su sermón nos pidió fue que cuando las dijeran tuvieran que mentir. Dios puede ser glorificado con nuestra calumnia, con nuestra deshonra pero no con nuestro pecado.

No obstante hay un tibio rayo de esperanza de como nuestra reputación dañada pueda ser sanada, cuando se conviertan, “en el día de la visitación”. Aquí se refiere, como dice Calvino, cuando Dios en su compasión visite a esos escarnecedores y se conviertan en sus sillas. La tendencia de los mejores santos, cuando son calumniados es a sufrir, llorar, sin embargo, tanto el Señor como Esteban lo que hicieron fue orar por la conversión y el perdón de los asesinos. “No les sea tomado en cuenta” (2Ti.4:16). En realidad Dios es más glorificado si ellos se convierten que si él los destruye. Lo que al Señor le agrada no es que le pidamos venganza sino misericordia y perdón. ¿Qué honra más su poder, ver a un calumniador confesando su pecado y pidiendo perdón o muerto? Pensad en el carcelero en Filipos curando las heridas de Pablo o en Saúl profetizando con un corazón mudado. ¿Cómo quedamos mejor justificados?

Entonces, la clave de conversión de los murmuradores no sólo es el buen testimonio nuestro sino la visita de Dios con su Espíritu. La conciencia puede estar tan endurecida que la muerte de un mártir no la estremezca. El buen testimonio no es un substituto de la predicación ni del Espíritu Santo. Es su acompañante. Nuestras buenas obras sólo son vistas por los impíos cuando Dios les abre los ojos. Entretanto que son no conversos o ciegos los mejores ejemplos no los impresionan y nada que digamos o hagamos les hará algún impacto. El testimonio cristiano no es omnipotente. Nuestras vidas siempre son útiles a Dios tengan que ver o no con la salvación de alguno. La vida ejemplar sí importa pero lo que salva a un pecador es la visita de Dios, que el Señor, con misericordia se mueva hacia él.

Si mirando nuestras vidas justas nos calumnian y no se convierten, ¿qué esperanza habrá para los calumniadores si hallan en nosotros pecados? Lo que es determinante en nuestro evangelismo es la visita de Dios, no son los planes de visitación ni aún el fuego de nuestra luz. ¡Cuándo llegará el día Señor que aquellos que han pervertido nuestro testimonio se conviertan a ti y seas glorificado en tu gracia!

 

Exposición 19 

Tenemos un deber con el aparato estatal

1 Pe. 2:13,14

“Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien”.

 

Dentro de las corrupciones carnales que se mencionan y que dan motivos para difamar al cristianismo se halla la anarquía que algunos por una razón u otra  alegan para no cumplir con las leyes de su país y actúan como si no hubiese un gobierno civil. Tanto Pedro como Pablo escriben a las iglesias sobre el gobierno y la obligación de los cristianos de sujetarse a él. Tanto el uno como el otro tienen que afirmar que los gobiernos son establecidos por Dios (Ro.13:1-7), y de esto nos permite deducir que existían criterios opuestos. Tenían que haber hermanos que aprovechando la libertad del evangelio y el espíritu de igualdad y emancipación que este comunica menospreciaban la obligación de sus compromisos con el aparato estatal. Si como he dicho, ambos apóstoles subrayan que el gobierno provine del Señor; tendrían que existir hermanos que alegaban lo contrario quizás pensando que teniendo un Señor soberano, con leyes perfectas, ¿qué razón habría para tener que acatar legislaciones menores y a veces injustas?

Es gozoso presumir que la doctrina de la Soberanía divina sobre todo lo creado era algo que permeaba totalmente el pensamiento de la iglesia del primer siglo. El Nuevo Testamento pide sujeción de los civiles para los militares, de los reinados para el rey, de los esclavos para los amos, de los hijos para los padres, de las esposas para los esposos (Col.3:18-4:1). La revelación habla de una organización humanamente jerárquica con diferentes obligaciones terrenales pero con los mismos derechos e igualdad ante Dios. Aquellos hermanos, sabemos por la historia, tenían razones para no sentirse felices con las autoridades, muchos de ellos sufrían malos tratos y eran abusados (2:19; sufre molestias padeciendo injustamente), por motivos de conciencia cristiana. Sin embargo, si la adoración al emperador era algo que no podían cumplir, había otras leyes justas que no tenían razón para violar.

Pedro discretamente les señala cómo  mirar al gobierno. La palabra que se traduce “toda institución humana” es “ktisei” que significa “crear o hallar”. Con ello aunque les pide que les obedezcan también les está revelando que son “criaturas” y no dioses; no hay que adorarlos, no someterse a ellas como si fueran Dios, pero al mismo tiempo no hay por qué descartar el gobierno que ellas representan. Se dice “toda criatura” ampliándose el reclamo a cualquier criatura que el Señor haya puesto sobre nosotros, padres, maestros, magistrados, pastores.

Surge una pregunta. ¿Y qué pasa con los tiranos? En primer lugar ese no es el asunto que el apóstol trata, él está pensando sólo en aquellos gobiernos que están “para castigo de los malhechores y alabar a los que hacen el bien”, no en los que matan y reprimen injustamente a su pueblo; o al menos piensa sólo en aquellos aspectos positivos en que el gobierno debe intervenir. Aunque todos los gobiernos provienen de Dios no por eso él los aprueba a todos, los hay perversos como el Faraón egipcio que Dios levanta para hacer notorio su poder y endurecidos como Senaquerib a quien tiene que castigar duramente, o instrumento de su justicia como Nabucodonosor para corregir el pecado de su pueblo. Todos los gobiernos cumplen algún aspecto de la voluntad de Dios aunque sean déspotas y villanos.

Veo además que la declaración del apóstol de que ellos están para “castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen el bien” una pauta que les da para que la sigan. ¿No es una buena forma de oponerse a un gobierno injusto? Procurar por canales pacíficos cambiar las leyes, tratando de influir con la fe sobre los hombres en eminencia para que las leyes también cambien. Hace falta más influencia evangélica real sobre los poderes legislativos y ejecutivos. Una calamidad es que la mayoría de los hombres que deciden los destinos del mundo están espiritualmente ciegos, adoran a satanás, y sus políticas y decretos apenas los conciben en Dios. Si los hombres que gobiernan no cambian sus corazones las estructuras que ellos forman seguirán defectuosas. 

Los cristianos podemos hacer mucho por el gobierno, orando y evangelizando, porque si se convierten y se salvan, difícilmente dictarán leyes que no sean de provecho (1Ti.2:1-4). Cuando se aumente nuestra salud espiritual y el número de salvados que intervengan en el gobierno, harán que cada vez existan menos y menos los déspotas y abusadores. Casi que hoy no cuentan con nosotros para nada, exceptuando para que les demos el voto, porque somos pocos o estamos social y espiritualmente debilitados. Los gobiernos malos, influidos por “el príncipe de este mundo”, deben ser combatidos espiritualmente y pedirles que se sometan a la soberanía, no de un grupo eclesiástico ni a algún jerarca de la iglesia, sino a las leyes del reino de los cielos.


Exposición 20

Tápales la boca

1 Pe. 2:15-17

 “Porque estas es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos; como libres, pero no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo, sino como siervos de Dios. Honrad a todos. Amad a los hermanos. Temed a Dios. Honrad al rey”.

 

Estas palabras tienen relación con las anteriores, es decir que el “haciendo el bien” se refiere en primer orden a los que como cristianos viven socialmente y legalmente en obediencia a las leyes de la nación. Realmente que es una pena que un cristiano se vea envuelto en un conflicto judicial por violación de la ley. Cada uno de nosotros debemos esforzarnos en ser cumplidores del orden establecido. Hay muchas leyes menores que no envían a nadie a la cárcel pero que su cumplimiento refleja el brillo de la gloria divina en nuestras vidas. Por ejemplo, perdonadme si enuncio algunas y os parecen muy pueriles para gastarles tiempo: No tirar basura en la calle, guardar nuestro puesto en la línea que se forma en el banco o para pagar en los supermercados y en ruta cuando manejamos para casa a la hora de más tráfico sin usar pícaramente el “shoulder” para burlar los del frente, pagar justamente los impuestos anuales sin mentir en su declaración o en la mención de deducibles; ser justos en los precios de venta y compra o de pago de salarios. Y otras muchas otras reglas urbanas de cortesías.

Entiendo que aquí Pedro habla de las leyes mayores, pero aquellas pequeñas no deben ser olvidadas como si no existieran, porque si en la violación de las mismas un cristiano no va a la cárcel, desencanta mucho ver que las infringe. Dios se hace más glorioso en los detalles, en las cosas pequeñas como el lirio, el gorrión y el cabello, porque al fin y al cabo los incrédulos, por obligación también se sujetan a las leyes más grandes.

El apóstol nos da una razón para cumplir las leyes: la reputación de la iglesia en el mundo, “hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos”. Somos salvos no porque cumplamos las leyes de nuestra nación, sino por la misericordia de Dios, pero por desgracia el mundo halla excusa para no creer en las doctrinas de la gracia cuando todo nuestro testimonio no es excelente. Pedro no dice que tengamos un buen testimonio para salvar a estos criticadores insensatos sino para taparles sus bocas, no para quitarles sus ignorancias, sino para amordazarles sus lenguas. Así silenciados dejan que los oídos de otros estén atentos a lo que se les predica. La ignorancia e insensatez de aquellos quizás nadie jamás se las quite pero al menos, vivamos para que estén callados.

En otro punto Pedro condena a un tipo de falsos cristianos que apoyados en la gracia de Dios hacen lo malo, “no como los que tienen la libertad como pretexto para hacer lo malo”. Más que “apoyarse” lo que hacen es “cubrirse” para hacer lo malo que es lo que significa la palabra “epikálumma” que es la misma usada por Pablo en Ro.4:7, “y cuyos pecados son cubiertos”. Realmente que hay que hallarse muy confundidos para alegar que como Cristo nos libertó del pecado o de la ley, estamos “sin ley” y por ende no bajo ninguna, ni incluso las civiles (1Co.9:21). El que encubre sus malos propósitos y actos debajo del capote del cristianismo es un blasfemo, porque se ha introducido en la iglesia como un hermano para enmascarar sus  iniquidades. El manto de la religión es muy apropiado para que muchos encubran sus pecados, sus codicias de dinero, sus fornicaciones, sus desviaciones sexuales, sus complejos y megalomanías.

Una y otra vez hemos enseñado que somos esclavos de las leyes de Dios y que esa es nuestra libertad del pecado. El v.17, “honrad a todos, amad a los hermanos, temed a Dios, honrad al rey”, es como un resumen de lo anteriormente enseñado. “Honrad a todos” equivale como respetar a todos, incluyendo a los más jóvenes, o ser siervos de todos. “Amad a los hermanos” o más bien “la fraternidad” (¿Se refiere a la participación en programas sociales, o en no escapar del culto sin saludar a ninguno?). “Temed a Dios”. El temor y la reverencia al Señor está inmediatamente después de la fraternidad como si se nos recordase que no debe dar lugar a pecar (Como suele ocurrir en programas culturales o recreativos), y va antes de “Honrad al rey”, para que pensemos que por razón del Señor y de su voluntad es que nace esa honra. Amén.

 

Exposición 21

Elevado precio que se paga por fidelidad al evangelio 

1 Pe. 2:18-20

“Criados (La palabra original no es “doúlos” (esclavo) sino “oikétai”, criados, que incluye a todos los que se hallan en la casa trabajando. Por ese motivo la aplicación que hemos hecho al principio, para todos los que trabajan, empleados, etc. es lícita), estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar. Porque esto merece aprobación, si alguno a causa de la conciencia delante de Dios, sufre molestias padeciendo injustamente. Pues ¿qué gloria es, si pecando sois abofeteados, y lo soportáis? Mas si haciendo lo bueno sufrís, y lo soportáis, esto ciertamente es aprobado delante de Dios”.

 

Hoy veremos cómo los siervos de Dios son maltratados; quizás hallen instrucción y consuelo hermanos que por su testimonio cristianos hayan sido discriminados, marginados, orillados y lejos de ser promovidos en sus trabajos, a otros menos dignos se les han concedido los ascensos. Hay una causa única por la que un hermano debe sufrir maltratos, “a causa de la conciencia”. Estos no sufrían por otras causas, no por falta de producción en el trabajo, por carencia de calidad la labor, ni por incumplimiento, ni por deshonestidad, inmoralidad, rebeldía hacia los amos y jefes. No sufrían por nada de eso, el motivo único que tenían para padecer era la conciencia cristiana.

Fijaos, hermanos, no se trataba aún de una persecución organizada por el emperador, parece que era un asunto del orden personal de cada amo. ¿Cómo es que los cristianos podrían sufrir malos tratos en sus trabajos a causa de la conciencia? ¿Cómo concebir eso cuando supuestamente alguien se convierte en cristiano y mejora en todo? La razón no puede entonces ser social sino teológica; porque el diablo odia al evangelio y a los que lo aman; y con razón o sin ella siempre promueve revueltas y explosiones de odio contra el pueblo santo.

Desde el punto de vista legal Pedro califica los malos tratos de injustos, “si alguno padeciendo injustamente”. Por ende, aquel grosero comportamiento de los “déspotas” (gr. amo) era diabólicamente inspirado. No siempre las “razones” que los que han estado en eminencia han tenido para perseguir la iglesia han sido políticas o sociales. Las persecuciones han sido irracionales explicables sólo por instigaciones de una mente diabólica. No es que la iglesia sea una amenaza para la sociedad homogénea que pretenden los tiranos, no buscan la aniquilación de ella por esa única causa, ni por los hermosos frutos de la vida de ella que los tales cosechan, sino porque la naturaleza misma del evangelio de Jesús les es abominable.

¿Cómo podrían aquellos hermanos soportar el dolor de ser maltratados injustamente? Pienso que la roca principal sobre la cual se sostenían era la conciencia. Nuestra versión dice “a causa de la conciencia delante de Dios”, pero una traducción más literal sería “la conciencia de Dios”. Aquellos hermanos después de habérseles revelado Jesucristo, habían sido instruidos en sus mandamientos y ellos habían formado la conciencia, la ley revelada escrita en sus corazones. Era la conciencia una ayuda segura para ser fieles, para no retroceder, para no abdicar, para no pecar. Nuestra fe, mis hermanos, ha formado con la ley divina nuestra conciencia y cuando esta es ignorada aquella también se hunde (1Ti.1:19). Importante es recordar que el dueño de nuestra conciencia es Dios, porque es su ley en nosotros, por medio de la cual él nos dirige y nos conduce victoriosos cuando somos maltratados (1Jn.3:19-22).

Pero no sólo es la conciencia el consuelo de los siervos de Dios sino además el hecho innegable de haber hallado gracia a sus ojos. La traducción “y esto merece aprobación” parece injusta y desorienta a uno en el contexto porque, ¿de quién merece aprobación, de Dios o de los hombres? Dios no aprueba una injusticia ni los hombres justos tampoco. La palabra que se usa es “járis” (gracia) y de mérito no dice nada. El cristiano que vive según la ley de Dios no merece que lo traten así. Pero como Pedro procura animarles les dice que las vidas de ellos han hallado gracia ante los ojos del Señor y que por lo tanto no piensen que él los ha dejado a testificar por su Nombre sin apresurarse a socorrerlos.

¿Y qué más desearíamos sino que cuando somos maltratados no nos falte la gracia? ¿Y qué más podemos desear sino que nuestras vidas sean deseables a él? Estemos siempre seguros de que Dios desaprueba lo que nos hacen y seguros de que aprueba  como vivimos. En el v.20 se repite lo mismo. Lo que halla gracia ante los ojos de Dios no es que suframos injustamente sino que no padezcamos como resultado de nuestros pecados; para los maltratos por motivo de conciencia, él tiene abundante recompensa.

El apóstol bien ha indicado anteriormente que las molestias que ellos sufrían por la conciencia cristiana eran agradables a Dios ya que no procedían de obras de pecado sino por el elevado precio que pagaban por la fidelidad al evangelio. No dice que tal contradicción de pecadores fuera un accidente circunstancial sino el expreso propósito que tal cosa ocurriera; y para consolación les da el ejemplo de Cristo.

 

Exposición 22

Los cristianos haciendo demandas en los tribunales

1 Pe. 2:21-25

“Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas; el cual no hizo pecado ni se halló engaño en su boca; quien cuando le maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía no amenazaba, sino encomendaba la causa al que juzga justamente; quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas”.

 

Esto es una genuina explicación de lo que es ser cristiano en este mundo hostil. Este compuesto de desprecio, menosprecio, pérdidas e injusticias y padecimientos, debe ser el ingrediente que lleve cualquier invitación para ser o profesar el cristianismo. Quizás haga que los pecadores se vuelvan atrás horrorizados por el testimonio tan grande exigido; pero los que han oído nuestro sermón, nuestra clase, y han sido convictos de pecados por la influencia del Espíritu Santo siempre estarán dispuestos a tomar su cruz.

Pablo les hace la misma advertencia a sus convertidos, “porque también estando con vosotros os predecíamos que íbamos a padecer persecuciones como ha acontecido y sabéis” (1Te.3:4). ¿Entiendes tú que “para esto fuisteis llamado, para que sigáis sus pisadas”? En el griego se leería, “para que sigáis de cerca sus huellas”

Todo este texto halla su substancia en Isa.53, y es puramente doctrinal, sin embargo su aplicación específica es de sufrimientos y ejemplo. En ese sentido práctico es que yo lo expondré. Jesús mismo presentó su cruz no sólo como un sitio de salvación sino como ejemplo de cristianismo. “¿Podéis beber del vaso que yo he de beber y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?” (Mt.20:22).

Pedro presenta para aquellos hermanos que sufren el ejemplo de Cristo, “dándonos ejemplo” (v.21) que en primer lugar, escribe el apóstol, sufrió inocentemente, “el cual no hizo pecado ni se halló engaño en su boca” (v.22). Siendo completamente inocente padeció, no por sus propios pecados, sino por los ajenos. Solamente la envidia de los fariseos y su odio satánico en contra de él explica por qué lo humillaron tanto. ¿Por qué nos quejamos entonces, si como cristianos, sin causa nos aborrecen? (Jn.15:25). Es mejor sufrir inocentemente y no pagando las consecuencias de nuestros pecados. ¿Qué gloria tendríamos entonces?

Luego podemos ver en el ejemplo de Jesús su respuesta moral a los insultos y maldiciones, “quien cuando le maldecían no respondía con maldición, cuando padecía no amenazaba, sino encomendaba su causa al que juzga justamente” (1Te.4:15-18). Cuando fue arrastrado a un proceso judicial injusto no se comportó de forma diferente a como antes se había portado y enseñado, siendo un ejemplo sublime ante los tribunales de Herodes y Poncio Pilato. En esa hora crítica de su vida, en silencio oró, cosa que no le oímos hacer pero sí de encomendar su vida en las manos de su Padre.

La intención de Pedro es la misma que la de Pablo, combatir en la iglesia el sentimiento vengativo y animarles para que en los sufrimientos, especialmente los que injustamente se tienen por motivos del evangelio, persistan en buen testimonio. La respuesta moral del Señor fue impoluta. ¿Podremos mis amados hacer nosotros lo mismo, o preferimos pleitear, acusar y castigar a nuestros injustos ofensores? ¿Escogeremos el camino de aborrecerlos y desearles toda suerte de males? Mejor, pienso, es que hagamos lo que nuestro Maestro hijo, que “encomendaba la causa” al que juzga justamente. Ya hay bastante maldición en el mundo para nosotros llenarlo más, hay bastante venganza, bastante ira, bastante odio. Esto, en el plano personal y como norma moral cristiana a seguir.

No obstante, eso no implica, dado que el caso lo requiera, usemos los canales legales para defendernos de las injusticias, no de nuestros hermanos en la fe, sino de los poderosos que de otro modo salvajemente nos destrozarían como ocurría en la antigüedad y consta escrito en Sgo.2:6, “pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales?”. Por lo que enseñó  el Maestro, “para que se haga justicia” (Lc.18:3), no para despojar a los inocentes, no haciéndonos víctimas para enriquecernos. ¡Qué pena, que en esta obscura hora de amor al dinero, oigamos de siervos de Dios y discípulos del Maestro, que demandan ante las cortes de justicia, para que se les compensen financieramente ofensas morales! ¿Fue ese el ejemplo que nos dio Cristo, cuando lo maldecían y padecía? Ese principio, hermanos, de “sufrir ser afrentados” no pertenece al mundo, no es de esta sociedad, es de Cristo.

La conclusión del argumento del apóstol, para consolarles y estimularles con el ejemplo de Cristo es ningún otro ha hecho tanto a nuestro favor. El que más bien puede hacer por nosotros es el que lo hace en relación con nuestros pecados. El problema mayor del ser humano es su pecado, su enfermedad más grande, su pobreza mayor, su yugo más duro, su miseria más profunda. Pedro no apela al ejemplo de Cristo diciéndoles, “el que os sanó de lepra, el que os hizo caminar y quien os dio hijos, dinero, reputación”. No, aquellos cristianos eran tales porque en ningún otro habían hallado salvación y porque nadie más tenía “palabras de vida eterna”. ¿Quién ha podido justificarnos sino él? ¿Quién pagó nuestra pena con sentencia eterna? ¿A quién debemos nuestra absolución, nuestra declaración de ¡justos! ¡Inocentes! ¡Perdonados!? No mis amados, a nadie debemos más. El bien que recibimos por su muerte es eterno. El mayor bien que podemos tener es nuestra salvación.

Por lo tanto, si a nadie debemos tanto es con un fin práctico, que “estemos muertos al pecado” y que “vivamos a la justicia”. El ejemplo de Cristo es un estilo de vida. Cristo no nos pide que lo imitemos para que seamos salvos, porque la salvación no la obtenemos por imitar su ejemplo, él la ganó muriendo en la cruz, pero si somos salvos, si tenemos la dicha de agradecerle ese favor, entonces no podemos vivir de acuerdo con el pecado. Cuando uno decide vivir como él, es porque ya ha encontrado en él la solución al problema de cómo justificarse ante Dios por el pecado. Vivir en pecado es vivir “injustamente”, en condenación, en impiedad. Lo peor que nos puede pasar no es ser agraviados, atropellados o arrastrados a los tribunales y perder la causa sino pecar. Seguir el ejemplo de Cristo es morir al pecado y vivir para la justicia o sea para el evangelio, para esta forma de doctrina (Ro.6:17-19). Para la palabra “herida” Pedro usa “molops”,  una rara palabra que significa la herida hecha por azotes o latigazos. Por sus latigazos, por sus muchísimos padecimientos es que somos sanados. Si nuestra herida mortal fue sanada por la suya, ¿Os parece mal que padezcáis por él?).

Sólo hermanos, los que desconocen los sacrificios de Cristo por los cuales somos sanos, son los que ponen reparos y objeciones a padecer por la conciencia cristiana. No hay ningún temor en presentar a los recién convertidos, los peligros, insultos y amenazas que padecerán del mundo, por miedo a que se vayan, porque si realmente han comprendido la salvación y han sentido el peso de la condenación de sus pecados sobre sus conciencias, no dejarán sólo al que les consiguió una salvación tan grande, antes creo, estarían mil veces dispuestos a morir también por gratitud a él.

Siempre, cuando suframos, debemos acordarnos de nuestra conversión. La palabra que usa Pedro es “epestráphete” retornar o convertirse, “habéis vuelto (convertisteis) al Pastor y obispo” (v.25). Ya lo habíamos dicho, nada vale más que nuestra salvación, de la cual la conversión es una parte. ¿Cómo no hacer lo que fuere por ese gran Pastor, por este gran Obispo? Solamente un alma que ame mucho a Jesús puede llamarlo con títulos tan grandiosos. Cualquier cosa es compensada al saber que nos hallamos bajo su pastoreo y obispado, para siempre, por la eternidad.

Es nuestra oración hoy, “Señor, concédeme la gracia necesaria para ver siempre los beneficios tuyos de que he sido amoroso objeto y que esté dispuesto a sufrir cualquier humillación que como oveja de tu pastoreo y fiel obispado dispongas. Bendíceme para profesar mi fe como tu Hijo, dando un ejemplo digno de tu nombre. Amén.

 

Notas

No sitúes a tu mujer debajo de tus zapatos

1 Pe. 3:1-5

"Asimismo vosotras, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, de modo que, si algunos de ellos son desobedientes a la palabra, puedan ser ganados sin palabra alguna por la conducta de sus mujeres". Mira como el apóstol indica a las hermanas el modo de "ganar" a sus maridos; el énfasis recae sobre el estilo de vida, en vez del físico y la belleza corporal. El énfasis está dirigido a situar a la mujer no bajo del zapato del varón sino erguirla por la palabra de Dios. No una sirvienta ni una esclava. Ahora bien, sería hoy imposible que una mujer llamara a su marido "señor" como a Cristo. Lo que está revelado es el principio de autoridad, sin machismo sino divinamente viril. El hombre como hombre debe ser juzgado así, por la forma fina en que trata a su mujer y ella no por su sensualidad sino por su personalidad. Una mujer que tiene sentido en la vida. En el aspecto doméstico lo mismo que en la política y el orden social, el apóstol se cuida de atacar directamente la estructura y la organización vigente, pero con el evangelio la ennoblece y la cristianiza de modo tal que prácticamente la absorbe y la convierte en otra cosa muchísimo mejor con una forma nueva de matrimonio y de gobierno. Dale un buen testimonio a tu esposo; un esposo feliz con su mujer no tiene reparos para aceptar la fe de ella, y la mira como toda una Eva, carne de su carne, vida de su vida, futuro de su futuro, destino de su destino, y anhela vivir con ella, morir a su lado y ser sepultado en la misma tumba.  En el matrimonio cristiano la pareja se complementa sin que constantemente uno de los dos esté recordándole al otro sujeción o autoridad. Ni feminismo ni machismo sino cristianismo. El hombre se comporta como varón y la mujer como mujer y en todo son una carne con un solo par de ojos y no cuatro, con un solo par de pies y no cuatro, caminando en la misma dirección, con un solo corazón y no dos sino sintiendo una misma cosa. La mujer no es un paño para secarse las manos, ni un trapito de cocina, ni el hombre un cínico dictador sino un amante esposo y un estupendo padre.

1 Pe. 3:12

"Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones". Se sobrentiende que quien está siendo injustamente tratado estará intentando resolver su situación primeramente con oraciones y paciencia, dejando en las manos del Señor la situación y el cambio. Y aprovechando la oportunidad cuando éste sea provisto.

1 Pe. 3:13

"Y ¿quién os podrá hacer daño si demostráis tener celo por lo bueno?". No, nadie puede hacernos daños, a menos que sea un déspota cruel; y si hace daño será temporalmente. El mayor daño no es el que nos hagan sino los sentimientos dentro de nosotros que esa mala acción genera.

 

1 Pe. 3: 14-17

"...sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones...". La idea es que sean santos los que sean arrastrados a los tribunales y no sean pecadores y zelostes anarquistas. Es mejor sufrir por los principios que por los pecados. Lo primero endulza los sufrimientos, para lo otro no hay consuelo sino remordimientos y vergüenza. La única explicación para algunos sufrimientos es ésta: la voluntad de Dios así lo quiere. El mundo no puede hallar explicación a las injusticias que sufren los cristianos porque ignoran el bien espiritual que esas tribulaciones les traen. 

1 Pe. 3: 15

"...sino santificad a Cristo como Señor en vuestros corazones, estando siempre preparados para presentar defensa ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros, pero hacedlo con mansedumbre y reverencia".  Oh sí, cuando recibas daño de otros, adora a Dios y  así estarás preparado para hacer una defensa espiritual a tu causa.

 

1 Pe. 3: 18

"Porque también Cristo murió por los pecados una sola vez, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, muerto en la carne pero vivificado en el espíritu". Quizás un significado sea que los sufrimientos no lo mataron espiritualmente, no le dañaron su vida espiritual, puede que lo hayan vivificado en el sentido de perfeccionar su humanidad, aunque me atrevo decir que ya era perfecta desde un comienzo sino que sólo lo llenó con sufrimientos adecuados para la redención (He. 5: 8, 9). Pero otro significado si se procede a seguir con el contexto, si fuera posible la traducción ésta, "pero vivificado por el Espíritu", sería una referencia a la resurrección y en ese caso ya haría imposible que en cuerpo bajara al infierno o a cualquier parte de la región de los muertos; de ese modo la palabra Espíritu no se refiere a la predicación de él después de haber resucitado de los muertos sino a la predicación a través del Espíritu, mediante Noé en los días del diluvio, cuyas personas ahora están bajo arresto infernal. 

1 Pe. 3:19

"...en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados...". Los que mueran sin haber creído a Cristo por el evangelio que les ha sido predicado, su espíritu es encarcelado hasta el día del juicio final; lo mismo que los ángeles que han pecado (Jud.1:6; 2 Pe.2:4); no hay transmigraciones de almas, ni reencarnaciones, ni nada se puede hacer aquí en la tierra por las almas de los difuntos. Dicho de paso, con tímida seguridad, rehuyendo toda clase de especulación y de superstición, Cristo predicó a los espíritus encarcelados por medio del Espíritu y Noé, en los días del diluvio, y todos aquellos incrédulos ahogados permanecen encarcelados sin remedio hasta ser juzgados por Dios. 

1 Pe. 3: 21

"Y correspondiendo a esto, el bautismo ahora os salva (no quitando la suciedad de la carne, sino como una petición a Dios de una buena conciencia) mediante la resurrección de Jesucristo". No hay duda que el bautismo en aquellos días tenía una importancia enorme no porque tuviera poderes salvíficos, sino porque se tomó como un símbolo de fe en Cristo como Señor y Salvador (Ro 10: 9, 10); era más una confesión pública que un acto emblemático de doctrina asociado a un credo. Sobre todo era un osado acto de fe. La llamada regeneración bautismal cuando el niño al cual se le aplica agua, se le declara cristiano, es un invento. El apóstol Pedro mismo, o pudiera identificarlo mejor con San Pedro, dice que los pecados no se quitan con el bautismo. En todo caso, tiene que ser administrado a un adulto porque ningún pequeño ora a Dios o aspira a tener una buena conciencia cristiana para resucitar con él del polvo de la tierra, simbólicamente toma esa resurrección al emerger del agua. 

1 Pe. 3: 22

"...quien está a la diestra de Dios, habiendo subido al cielo después de que le habían sido sometidos ángeles, autoridades y potestades...". Esta es una forma muy bonita de decir que Jesús es el Señor. Amén Señor, amén. Nuestro Señor está encumbrado y se le ha dado un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se sobre toda rodilla de los que están en los cielos y de los que están en la tierra (Flp. 2: 9-11). 

 

Exposición 23 

Mujeres cristianas con maridos difíciles 

1 Pe. 3:1-7

“Asimismo vosotros, mujeres, estad sujetas a vuestros maridos, para que también los que no creen a la  palabra, sean ganados sin palabra por la conducta de sus esposas, considerando vuestra conducta casta y respetuosa. Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentoso de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios. Porque así también se ataviaban en otro tiempo aquellas santas mujeres que esperaban en Dios, estando sujetas a sus maridos; como Sara obedecía a Abraham, llamándole señor; de la cual vosotros habéis venido a ser hijas, si hacéis el bien, sin temer ninguna amenaza. Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a coherederas de la gracia de la vida, para vuestras oraciones no tengan estorbo”.

 

Todo lo anterior parece una desviación de la doctrina del sujetarse a los superiores que trató estrictamente hasta el v.18 y lo reinicia en el 3:1, sin embargo el asunto de los sufrimientos como cristianos va a continuar repetidamente después.

Hoy nos ocupamos de esta porción. Nuestras Biblias lo titulan “Deberes Conyugales” aunque mayormente son consejos a las hermanas, a todas en general y en especial a los matrimonios mixtos, es decir aquellas que están casadas con esposos no convertidos al cristianismo. Fueron matrimonios que se formaron antes de que uno de los dos viniera a la salvación y  por lo que parece el marido se resistía a la fe. Esta verdad debe desilusionar a aquellas doncellas que prueban a Dios casándose en yugo desigual. Tienen que pensar que obran contrario a lo que la Biblia indica y que de casarse con un joven no convertido él se resistirá a la conversión. Además no podrán ser espiritualmente felices con un hombre de distinta naturaleza espiritual, ya que ¿cómo podrán sentirse tranquilas al verlos a ellos en condenación o sentirse felices mirándolos vivir sin la Ley ni el evangelio? ¿No chocará ese modo de vida sobre sus sensibles corazones y les decepcionará? ¿Y quién garantiza que ellos les permitan ejercer libremente el culto cristiano sin interferir; y recibir con gusto en sus hogares a los hermanos en la fe? ¿Por qué cree que Pedro les recomienda a ellas que ganen a sus esposas sin palabra? (1) Porque les han hablado tanto y no han obtenido avances (2) Porque ya ellos no quieren más escucharles. Expliquemonos.

Es contrario a la enseñanza de la Escritura pretender que alguien pueda salvarse sin oír el evangelio ni estudiarlo. Si Pedro dice que “sean ganados sin palabras” es porque ya lo habían oído suficientemente y lo único que faltaba era insistir en el ejemplo de ellas y en el mejoramiento de sus testimonios. Lo habían oído y lo habían rechazado. Si un esposo se encoleriza porque le hablen de Cristo, nada puede hacer su mujer y lo mejor es no hablarle más del tema. Lo que jamás debe hacer es renunciar a que su amado no converso se convierta a Cristo.

Hay algunas cosas que todas las esposas deben tener en cuenta, estén casadas con cristianos o no. Que deben ser castas y respetuosas (3:2). Casta es santa, pura, y respetuosa es “con temor”. La mundanalidad de algunas hermanas, propias de ellas mismas o aprendidas de las vidas de sus maridos no conversos imposibilitan la salvación de ellos. La palabra que el apóstol usa es “epopteuó” que significa “observar” y es la misma de 2:12, “teniendo cerca de los ojos” o “considerando” para glorificar a Dios. Los maridos deben no sólo oír hablar a sus compañeras sobre el cristianismo sino “observar” que son santas si es que han de creer “sin palabras” o edificarse en la fe. No que ellas tampoco, deban tratar a sus esposos como sintiendo pánico, pero no como si fuera un cualquiera y hacer caso omiso de lo que él dice. Algunas veces las hermanas casadas con no conversos preguntan, ¿hasta qué situación debo obedecer a mi marido? La respuesta es: Menos hasta el pecado, excepto en aquello que la separe de la fe,  no puede seguirlo al precio de la infidelidad a Cristo.

Lo otro que tienen que tener en cuenta es la humildad en espíritu y porte “vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno...en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible”. Por las palabras que siguen a estas (v.5), “estando sujetas a sus maridos”, después de la ilustración, nos damos cuenta que aquellas antiguas hermanas podrían haber estado exasperando a sus maridos gastando más de lo que debían del presupuesto doméstico para adornarse el pelo, el cuello, la nariz, las orejas y las manos. No que el evangelio hubiera sido el responsable de eso, sino que proviniendo ellas de un mundo vanidoso donde la ostentación en la ropa y los adornos son cosas muy apreciadas habían ingresado a la fe con esas mismas ideas y pensamientos, los cuales debían cambiar; no hacia el abandono y desaliño y hasta la falta de higiene; porque para ser sencillas y humildes no hay que andar con ropas sucias y destilando mugre, sino hacia la moderación.

El consejo apostólico no hay que tomarlo como una prohibición a peinarse cada mañana y tarde el precioso cabello o a no poder utilizar ropas elegantes y adornos de metales preciosos como oro y plata. El espíritu de estas palabras es más bien el no convertir esas cosas exteriores en la meta de las hermanas casadas, entre tanto que abandonen otras superiores que pertenecen al espíritu y al carácter, como lo son la humildad y la mansedumbre. Supuestamente ellas deban tener hijas a las cuales no deben educar en poner los ojos sólo en lo vistosas que puedan parecer sino en el corazón. Son las mamás con el ejemplo y las palabras las que deben instruir a sus hijas en las virtudes del corazón.

Ahora pasemos a los consejos que da para los maridos, “sin temer ninguna amenaza, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil y como a...” (vv.6,7). Ya al final del v.6 se dice “sin temer ninguna amenaza” cuando el apóstol empieza a dirigirse a los esposos cristianos, pero con un defecto muy deplorable no correspondiente a un santo varón de Dios: la bárbara inclinación masculina de maltratar a su mujer, amenazándola con el puño, con los ojos, con gritos y castigos corporales. No sólo está prohibido que los esposos golpeen a sus mujeres (¡y viceversa!) sino ni aún maltratarlas con un lenguaje brusco y ofrecerles palizas.

A ellos les recuerda lo que no deben olvidar.

Que deben tratarlas delicada y sabiamente. Una traducción literal sería, “viviendo con la femenina como vaso más débil”, en lo que hay quien ha querido ver en eso una referencia a la relación masculina de orden sexual (Edmund Cloney, The Bible Speak Today) . No hay que recurrir a una explicación casi sensacional para  explicar el texto, cabe mejor pensar que se trata de la falta de caballerosidad y deshumanización de algunos maridos que atropellan física y moralmente a sus compañeras. La palabra “sabiamente” es la opuesta a maridos brutos. ¿No es ella más débil y no se puede defender con sus puños? ¿Cómo deshonrar el vaso donde bebes a tu gusto? (“vivid” es “convivir en una misma casa”, “sunoikoúntes”).

En cuanto a lo que dice que ellas son “coherederas de la gracia” es para que no olviden el gran valor que tienen sus esposas ante Dios  y para que no las traten como si nada valiesen, también reciben la misma herencia porque no es menos la mujer en Cristo que el varón. Ellas pertenecen al mismo reino y esperan la misma fortuna por Jesús ganada. Lo que les quiere decir es más o menos así, “no olvides que es tu hermana, tu esposa hermana, tu hermana en la fe, es hija de Dios, no la trates como si ella no tuviera vínculo espiritual contigo y con Cristo porque va a compartir la misma herencia del tesoro eterno”.

Y por último la recompensa que los esposos cristianos recibirán por maltratar a sus compañeras. No dice el apóstol que el Señor castigará a esos energúmenos maleducados y abusadores, sino algo más simple, sino que ni siquiera sus oraciones serán escuchadas, “para que vuestras oraciones no tengan estorbos” ¿Quién es nuestra principal pareja de oración, no es ella? ¿No necesita la familia mucho de la oración del esposo? ¿Acaso no es un imposible tener una familia bonita sin orar? Pues si el varón no es respondido en sus oraciones, tal vez busque y tal vez halle del por qué Dios tiene oídos sordos para él en el maltrato que propina a su frágil compañera.

 

Exposición 24

El Señor tiene tijeras y se sabe para qué 

1 Pe. 3:8-12 

“Finalmente sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables; no devolviendo mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición. Porque: El que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua de mal, y sus labios no hablen engaño. Apártese del mal, haga el bien, busque la paz y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, Y sus oídos atentos a su oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal”. 

 

El propósito de este texto parece ser que la comunidad de creyentes se porte adecuadamente y no tenga que sufrir de los de afuera como castigo por el modo en que se traten entre ellos mismos.

¿Has pensado eso hermano, que algunos conflictos con gentes ajenas a la iglesia y abusos que sufres puede ser la vara de Dios, afuera, por lo que pasa contigo y tu congregación? Puede ser un aviso de Dios, al azotar a sus hijos con varas de impíos para que vuelvan sus ojos a la iglesia y arreglen sus problemas allí.

El apóstol nos habla de la convivencia en la iglesia (vv.8, 9), “sed todos de un mismo sentir” o de un solo modo de pensar. Aunque en la iglesia cada hermano tiene la libertad para pensar en muchas cosas como él quiera, esto puede conducir al libertinaje, la herejía, la división y la posterior muerte de la iglesia por contiendas. Es preferible mostrarnos razonables y ponernos de acuerdo y no que uno tire para un lado y el otro para el opuesto. El ideal en este aspecto de la convivencia es que haya homogeneidad alrededor de Cristo.

“Compasivos” (gr.simpatéticos); origen de nuestra palabra simpatía. Para convivir bien no se puede tener las entrañas negras siendo insensibles para los dolores y dificultades de otros. Simpatía para los que sufren bajo la providencia alguna tragedia, para los que tienen necesidades, para los debilitados por los años, para los niños, para los enfermos, para los que han pecado por debilidad; en fin, tener un corazón responsable lleno de piedad y lástima.

“Amor fraternal”. El amor aparece como uno más en el grupo pero es en realidad el que lo penetra todo. No todo el amor es igual. Hay amor para el esposo, para la esposa, para el hijo, para el nieto, para el amigo. Pero el amor fraternal, esto es, el de hermanos, es el que une con vínculo fuerte a todos.

“Misericordiosos”, tiene la misma idea de compasivos o “amigables” (en gr. “humilde de mente”), y contenida en “un mismo sentir”. Se repite dos veces el llamado a la humildad en relación con nuestros hermanos porque el que se piensa exceder en dotes a los otros, su orgullo lo aparta de los demás, y los trata irresponsablemente tendiendo a la provocación de discordias y contiendas.

“No devolviendo a otros mal por mal, ni maldición por maldición.” Es un llamado a no usar con los demás los mismos malos métodos que usen con  nosotros. Pudiera haber en la congregación hermanos que juren, ofendan, calumnien y chismeen, pero la actitud de los que sufren este látigo tiene que ser diferente del que lo esgrime. La maldición acallada no con otra maldición sino con una bendición, si no verbalmente, con un posible silencio como hizo Jesús y con acciones bondadosas opuestas. Esta fue la enseñanza genuina del Salvador y sus apóstoles (Ro. 12:20-21).

Al final les declara algo para exhortarles a vivir llenos de gracia y armonía; “sabiendo que fuisteis llamados para que heredaseis bendición” (v.9). Quizás hubiera dicho: “Fuisteis llamados para que repartieses bendición”, pero el apóstol usa otra expresión mucho mejor, como si dijera: “No importa que os maldigan, no importa que blasfemen vuestro nombre, Dios os bendecirá siempre porque su llamamiento eso conlleva” (Num. 23:23).

La última sección de este texto (3:10-12), es una cita tomada del Sal.34 como una confirmación autorizada de los consejos antes emitidos. Observe el énfasis que se hace en el mal uso de la lengua (v.10). ¿No es eso una maldición, tener una iglesia con miembros enredadores e inventores de chismes? Mucho peor serán los días del chismoso, terriblemente malos, que los que tienen que sufrir el azote de sus labios.

Como nadie puede tener una iglesia suficientemente limpia de esa calamidad la cita les provee sanos consejos para paliar como remedio la enfermedad: (1) Apartarse de ellas (2) Hablar el bien no adquiriendo el mismo hábito y contagio (3) Buscar la concordia, eludiendo la guerra verbal (4) Orar al Señor por esa situación y dejar que él use sus espléndidas tijeras de venganza contra esos difamadores cortándoles sus lenguas. Debieran los maldicientes y chismosos palidecer ante este impresionante texto.

 

Exposición 25

Bienaventurados los defensores de la fe

1 Pe. 3:13-15

“¿Y quién es aquel que os podrá hacer daño, si vosotros seguís el bien? Mas también si alguna cosa padecéis por causa de la justicia, bienaventurado sois. Por tanto, no os amedrentéis por temor de ellos, ni os conturbéis, sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros”.

 

En esta sección comienza el apóstol diciendo: “¿quién os podrá hacer daño?”.  Parece increíble que haga esa pregunta sabiendo él cuántos hermanos están sufriendo por ser cristianos. Pero el apóstol no quiere negar el hecho ni que ellos le den una lista de torturados, despedazados y muertos. Su intención es decirles: “No debiera nadie hacerles daño si vosotros seguís el bien; pero aunque sufráis por ese camino es el correcto” 

No debieran los cristianos sufrir daño por motivo de su conciencia, pero dado que la instigación satánica es muy grande en el mundo eso ocurre con frecuencia y millones han sido maltratados y molestados más allá de sus fuerzas por ese sólo y único motivo. Pedro no es ignorante de esos malos tratos y por lo tanto prosigue a decirles cómo deben recibirlos.

Ya en otras ocasiones nos hemos referido a que Pedro enseña que el sufrimiento del cristiano con el mundo sólo debe provenir por motivos de su fe y no de mala conducta pero ahora, por sinécdoque, le llama a la fe “justicia” (v. 14). Y para que contraste con las injusticias de las que están siendo víctimas y también, pienso, para animarles a perseverar en los pasos de una causa justa. 

El término aquí empleado, justicia, no tiene que ver con la doctrina de la justificación por la fe, sino más bien encierra una designación social de lo que es el evangelio para la comunidad, un principio noble y bueno que debiera ser el camino seguido por cada ciudadano y no la razón para proclamar leyes en su contra y hacerlo objeto de hostigamientos.

Los sufrimientos por motivos de conciencia, repitiendo lo mismo que Jesús, deben dárseles la recepción como una bienaventuranza (v.14), “bienaventurado sois” (Mt. 5:10-13). Jesús, lo mismo que Pedro, identifica “justicia” con su causa y con su persona. Pedro no llega tanto como él diciéndoles que se gocen con ello, se queda en la bienaventuranza, por causa de la recompensa celestial. De todos modos no es muy necesario hacerlo porque lo más importante no es sentirse felices en medio de las persecuciones sino recordar el hecho de que somos bienaventurados al ser maltratados de esos modos, y eso es realmente lo que endulza nuestras amarguras.

Es digno de notar que la enseñanza del apóstol es la pura esencia de lo que aprendió del Señor. La palabra clave en este versículo es “bienaventurado”. En el resto del v.14 no opta por dejarlos elegir entre el temor a Dios y a los hombres, sino que les exhorta a que no les teman nada. El miedo se pierde cuando se cree que lo que se pierde al padecer no es ni remotamente comparable con lo que se va a ganar si se es fiel.

Él les pone delante una meta a la cual quiere que se acerquen a través del dolor: que el Señor sea glorificado, “sino santificad al Señor en vuestros corazones”. Eso equivale a glorificarlo, que pase lo que nos pase su Nombre quede puesto en un lugar alto y honroso entre los hombres. Fue lo mismo que el Señor le dijo a Pedro cuando lo enseñó a orar, “santificado sea tu nombre” (Mt.6:9). Esa debe ser nuestra aspiración y meta, que ya sea que vivamos en cómoda paz o seamos atribulados, al vernos los hombres vivir conforme a las promesas de la Biblia el nombre Suyo sea glorificado (Lc.23:47).

Pero hay algo también sobresaliente en esto y es el lugar donde el apóstol quiere que ellos le glorifiquen, en el corazón. “en vuestros corazones”. Siendo así no se trata pues de llevar un testimonio que no avergüence sino más bien, mantener el estado del corazón tan libre de odios y rencores para los que los ultrajan que dentro de ellos mismos el Señor vea honrada su gloria. No debiéramos archivar odios y rencores en nuestras almas para aquellos que nos ultrajan.

Una disposición de valor para testificar es lo que él quiere que ellos posean cuando les escribe que deben siempre “estar preparados para presentar defensa, con mansedumbre y reverencia, ante todo el que os demande razón de la esperanza que  hay en vosotros” (v.15). En vez de portarse como cobardes conejos y suplicarles que les permitan ostentar la esperanza cristiana, lo que tienen es que llenarse de coraje y “defender” (hacer apología) dicha esperanza. Los enemigos de la fe no vendrían a pedirles información ni hurgando para enterarse de lo que ellos creían, eso lo sabían bien, los arrastrarían a los tribunales para juzgarlos por ella, considerando esos celestiales principios como delitos e infracciones ideológicas. No es tolerancia lo que ellos deben pedir, sino asumir defensa, librando la fe de calumnias y al mismo tiempo colocándola en una posición más allá de prestigiosa consideración. Cada creyente debe ser un consumado apologista de su fe, estar siempre preparándose espiritual y mentalmente para poder combatir a los que son sus adversarios, para que no sea tomado desprevenido y llevado cautivo a la esclavitud de los pensamientos de ellos.

Sin embargo, aunque toda apología conlleva una saludable dosis de emoción humana no debe ser ésta tanto que el debate se torne grosero o vulgar y menos aún, si se trata de autoridades civiles, las cuales merecen siempre un honor. Por eso Pedro añade, “mansedumbre y temor”. La palabra usada es “fobós”, miedo. La idea es de respeto. Si en una defensa del evangelio la discusión se relaja y los debatientes se empiezan a faltar el respeto, es mejor acabarla pronto. El error, sustentado por quien sea, puede ser desmelenado todo, sin que se hiera y ataque a la persona misma. Excepto que se trate de un consumado hipócrita.

 

Exposición 26

Los sufrimientos por ser cristiano y la muerte

1 Pe. 3:16-18

“Teniendo buena conciencia, para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, sean avergonzados los que calumnian vuestra buena conducta en Cristo. Porque mejor es que padezcáis haciendo el bien, si la voluntad de Dios así lo quiere, que haciendo el mal. Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu”. 

 

Cuando los cristianos comienzan a sufrir, el primer pensamiento es el que todos tienen, filosófico. ¿Por qué tengo que sufrir todo esto? ¿Por qué me ocurre esto a mí? No merezco que tal y tal me pase. Y tales interrogantes podrían conducir, si no hallan contestaciones, a comportamientos incorrectos.

No consta que aquellos hermanos se quejaran de ese modo, pero la posibilidad estaba en existencia. La respuesta de Pedro es categórica, si uno no puede hallar una razón de mal comportamiento y justificar las calamidades con castigos por el pecado, sencillamente hay que aceptar la situación como la voluntad de Dios que así lo quiere, “si la voluntad de Dios así lo quiere” (v.17). 

Según la razón humana el maltrato de los inocentes es injusto, y lo es; pero, ¿por qué Dios lo permite? No apoya él esas injusticias contra su pueblo ni contra nadie. Él es capaz de detenerlas, no ha entregado al mundo al deseo de los impíos, ellos no se han adueñado de la historia que él dirige.

Sin embargo, sin ser simplistas, esos crímenes pasan porque la voluntad de Dios así lo quiere. El Antiguo Testamento es una prueba de que él abomina la injusticia social porque ella es violación de sus mandamientos.  Y lo que es válido para las injusticias sociales lo es también para otros tipos de sufrimientos, los de los niños, los de los justos. Quizás no podamos hallar explicaciones que nos alivien, sino porque Dios así lo dispuso.

Pedro no esconde una preocupación que tiene que cambien su conducta, que aplastados por el sufrimiento sean arrastrados afuera de un comportamiento netamente cristiano y por ello se desfigure la imagen que del cristiano que el mundo debe recibir. Pero ni siquiera eso, porque la intención de Pedro no es ofrecer un retrato de la iglesia al mundo que lo conmueva, al contrario, lo que quiere es que se comporten dignamente para que los enemigos “sean avergonzados” (v.16), para que si les queda a ellos alguna gota de rubor, arrebole sus mejillas. No dice cuándo ni por quién, es posible que se halle pensando en el día del juicio final; y quizás se refiera más que a un reproche moral, a la misma perdición, “y ahora, hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados” (1Jn.2:28). Cambiar la conducta pues sería apostatar. En todo está impresa la idea de que si los impíos se pierden, no hallen en nosotros ninguna justificación para no haber abrazado la salvación.

Una cosa importante en este texto no es que Pedro hable de un buen “testimonio”, por lo que se interesa es por la conciencia (v.16). El testimonio se halla más afuera, ya llegado al comportamiento. Pero es que los hechos de uno pueden ser tergiversados, y el cristiano sufrir un deterioro de su imagen por malentendidos, sospechas injustas y comentarios calumniosos. Esas cosas a veces, no se pueden impedir y no queda más que soportarlas. Pero tenemos un refugio para alivio, la conciencia. Lo que nos debe importar de veras es ella y es al fin lo que a Dios importa. Si la conciencia es mala, aunque el comportamiento sea tenido como bueno, es abominación. Si la conciencia es buena, la fe la acompaña y no importa que la imagen cristiana llegue a ser confundida con la de un malhechor. Una traducción más literal sería, “para que en lo que estáis siendo calumniados sean avergonzados los que os están calumniando”. La idea de “malhechor” está contenida en el griego pero no la palabra. El énfasis se halla puesto sobre lo que se dice que es mentira y la conciencia que está limpia de esos comentarios.

Siempre el cristiano debe huir de conocer que está siendo castigado o disciplinado por sus faltas. Es mucho mejor padecer como inocentes. Seguidamente el apóstol les habla de lo peor que les puede acontecer, la muerte. La traducción en nuestra versión Reina Valera es débil porque no dice el apóstol, “padeció” sino “murió” (apéthanen). No es el hilo del sufrimiento lo que sigue sino su final, el clímax en que pueden desembocar, el martirio. Pedro les está poniendo enfrente la hoguera, los leones, la tumba. ¿Es eso manera de hablar a piadosos sufrientes? ¿No hubiera sido más “pastoral” o apostólico decirles que el Señor los libraría de aquellos peligros? No. Como no es más amoroso tampoco, sino cobarde, no decirle a un enfermo mortal que sus días están contados y debe prepararse para el día de su sepultura. ¿Es inhumano? ¿Es desamor? Esto puede ser una mentira, un engaño a un hermano que agradecería, quizás, depende de su fe, que se le contaran toda la verdad.

Las palabras que el apóstol les escribe no son terribles porque les añade la cita de la esperanza, la resurrección. Cuando él dice que Cristo murió pero fue “vivificado en espíritu” (v.18). Eso es la resurrección. No se refiere a otra cosa sino a que fue alzado de entre los muertos. Cuando le vamos a hablar de la muerte a un santo moribundo hay que también mencionarle la resurrección y el punto central de su esperanza, la resurrección gloriosa de Cristo. Al apóstol decir “murió una sola vez” no está diciendo una perogrullada, o sea una simpleza. Lo que quiere es enfatizar la resurrección del Señor y que ya no puede morir más porque habiendo probado la muerte ahora es Señor de ella y posee el poder de una vida indestructible.

Dentro de eso, anterior a la resurrección, para darle paso luego dice: “para guiarnos a Dios”. Los hombres pueden guiarnos al patíbulo, a la hoguera, al circo, pero de todos modos seremos guiados a Dios porque ya hemos encontrado el camino que es el propio Cristo. ¿Ya veis como se puede platicar sobre la muerte de alguien pero con muchas esperanzas? Siempre que volvamos todos nuestros ojos a la obra de Cristo y leamos su lenguaje. Sobre la expresión “vivificado en espíritu”, nos detendremos más en nuestro próximo estudio.

 

Exposición 27 

Noé los invitó y le dijeron que no, Jesús los llamó y le dijeron que no

1 Pe. 3:18-20

“Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu; en el cual también fue y predicó a los espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé, mientras se preparaba el arca, en la cual pocas personas, es decir, ocho, fueron salvadas por agua”.

 

Nos toca ahora esa porción, pero para poder hacerlo son importantes dos cosas que veremos enseguida:

(1) Que recordemos lo que ya dijimos sobre el v18, “vivificado en espíritu” que no se refiere al alma de Jesús, él nunca pudo estar más vivo que lo que siempre estuvo, sino que se refiere al Espíritu Santo que lo alzó de los muertos. La palabra es, pneúmati, que está en caso dativo por lo que es mejor traducirla “a, para un espíritu”. Pero el Espíritu de Cristo es el mismo Espíritu Santo. Lo que está queriéndonos decir es que entró en acción, en su muerte, el Espíritu y lo devolvió a la vida. Eso es vivificar. 

(2) Que el propósito del apóstol es consolar por medio de la doctrina a aquellos hermanos. Estas dos cosas son fundamentales tenerlas en cuenta cuando interpretamos un texto tan delicado como este. ¿Fue el alma de Jesús, tras haber expirado en la cruz, fue al infierno a donde se hallaban los pre-diluvianos? El texto que hallamos en Pedro no dice que su espíritu, abandonando el cuerpo muerto fue a esos parajes. Cuando dice que fue “vivificado en Espíritu” no se refiere a su alma, sino al Espíritu Santo. No dice que fue “en su espíritu” sino “en el espíritu” (el caso que está es dativo y no genitivo). Es cierto que Cristo le predicó a los pre-diluvianos, que le predicó en Espíritu, pero lo que no dice es que lo hiciera durante el tiempo de su muerte. “Fue”, es un aoristo primero pasivo. No un imperfecto cuya acción continúa en el presente. La idea es que por medio de su Espíritu, antes de su encarnación, el predicó a aquella gente.

No se trata de que el alma de Jesús descendiera al infierno. Sobre esto mismo ya el apóstol ha hablado en 1:10,11,“los profetas que profetizaron de la gracia destinada a vosotros, inquirieron y diligentemente indagaron acerca de esta salvación, escudriñando qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos, el cual anunciaba de antemano los sufrimientos de Cristo, y las glorias que vendrían tras ellos”. A lo que se refiere es a que el Señor, en estado de pre-encarnación, por medio de Noé profetizó a los contemporáneos suyos, los que oyeron de sus labios la predicación. A  lo que se refiere el apóstol en el capítulo tres es a eso mismo del capítulo uno.

En el momento que Pedro escribe ya aquellas personas, las del diluvio, llevaban siglos muertas y sus espíritus, dice él, se hallaban en prisión. ¿Cómo pueden mantener sus actuales opiniones contra esta declaración del apóstol, aquellos que no creen que Dios ha de condenar a nadie, ni aunque sean incrédulos, los que no creen en el infierno y los que no creen que el hombre tenga algún espíritu inmortal que sobreviva a la muerte? Bien claro que Pedro enseña que miles de años después de haberse ahogado aquellos diluvianos sus espíritus existían y se hallaban en prisión. Les llama “espíritus” porque realmente están sufriendo la condenación afuera del cuerpo. Que se hallan en “prisión” como si se hallaran dentro del cuerpo, no es posible interpretarlo porque traería una alegoría que el texto inmensamente histórico y liso no permite. ¿Sabes que los incrédulos desobedientes cuando mueren ya se encuentran en condenación?

Nuestro texto hace referencia al juicio del diluvio y a la predicación de Noé. Lo que el apóstol quiere decirles es lo siguiente, “aunque sufráis muchas cosas, tened paciencia como la tuvo Noé, seguid creyendo y predicando hasta que el juicio arrastre a vuestros contemporáneos como arrastró a aquellos otros, manténgase como pregoneros de justicia” Note que el apóstol sólo hace referencia a los condenados en tiempos de Noé, no menciona a ningunos otros. No porque no hubiera nadie más en el infierno, sino para señalar que a esos precisamente se les dio la oportunidad de oír el mensaje de salvación por medio del Espíritu de Cristo y como los desoyeron fueron condenados. ¿No tiene usted la misma oportunidad hoy, de hoy por diversas bocas lo que el Espíritu de Cristo le advierte? ¿Se arriesgará a que con su muerte comience una condenación espiritual que no tendrá jamás fin? El alma de Cristo no fue al infierno cuando murió, fue al cielo. Donde estaban los condenados no había nada que hacer. Ya estaban condenados y nadie podría sacarlos con perdón desde allí.

Pero hay otra enseñanza espiritual también urgentemente provechosa, la paciencia de Dios con los desobedientes y la exigua cantidad de los que oyen sus advertencias, “cuando una vez esperaba la paciencia de Dios”. Noé fue un hombre de mucha paciencia, Dios también tiene paciencia. Durante ciento veinte años estuvo predicando a aquellos incrédulos y soportando sus burlas y vidas libertinas, concluyó su arca de salvación en medio de indiferencia y burlas, invitó a los carpinteros y los que calafatearon, a que subieran a ella, se puso junto a la puerta y los exhortaba  a entrar y a todos los que pasaban. Pero ninguno quiso, seguían riendo, comiendo, bebiendo, casándose y dándose en casamiento y no hicieron caso de sus advertencias espirituales. Les parecía ridículo hacer caso a los sermones espirituales de aquel anciano. Al fin el tiempo se acabó, cabizbajo entró él primero y siete más de su familia. En total ocho. Había más espacio dentro pero nadie quiso ocuparlo. Había muchos rincones que podrían ser ocupados, pero estaban solitarios y vacíos. Sólo se oían los balidos y mugidos de los animales. El arca estaba desierta de almas humanas.

¿No tiene Dios también mucha paciencia con los incrédulos hoy? Son pocos, hermanos, son pocos los que nos oyen, son pocos los que se deciden a ocupar un sitio en la iglesia, siempre tenemos sillas vacías. Los teatros y los cines y los estadios deportivos a veces no tienen cupo para más pero las iglesias pocas veces cuentan con un auditorio completo. Pasará al final lo mismo. El juicio llegará y muchos más de los que se salvan se perderán, ¿será usted uno, pero de cuál?

 

Exposición 28

El bautismo no salva pero testifica de salvación 

1 Pe. 3:21-22

El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva (no quitando las inmundicias de la carne, sino como la aspiración de una buena conciencia hacia Dios) por la resurrección de Jesucristo, quien habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a él están sujetos ángeles, autoridades y potestades”. 

 

Como ya he dicho, la idea de un juicio sobre los malvados y desobedientes a la palabra, está impresa en la mente del apóstol cuando escribe, porque desea que sus hermanos sepan que los que ahora los maltratan y no obedecen al evangelio serán castigados.

1. Nota como el recuerdo del diluvio como juicio de Dios conduce a Pedro a compararlo con el bautismo (v. 21) diciendo, "que corresponde a esto", y es la traducción de la palabra "anti tipo", o sea que el bautismo cristiano es un anti tipo del diluvio y éste una figura del bautismo. Esa idea del bautismo como un juicio por el que atraviesa el cristiano también la expresa Pablo en 1 Co. 10:1,2. El pueblo de Israel pasó el mar como un diluvio siendo bautizado, pero sin que el juicio le hiciera algún mal. El ejército del faraón pereció en el bautismo, Israel no; los contemporáneos de Noé sufrieron el juicio de Dios, Noé  también estuvo en el juicio pero no pereció porque se hallaba en el arca, un lugar preparado por la fe para él, para que no muriera (He.11:7).

Del mismo modo, quiere decirles Pedro, los que los maltratan y niegan  su predicación en el Espíritu perecerán en el juicio. El asociar el bautismo al juicio no es extraño en la Escritura, a otro bautismo, el del Espíritu Santo. También está asociada a la idea de un juicio sobre los malvados, el "bautismo de fuego" (Mt.3:11). Así también caerá el juicio de Dios sobre los desobedientes de la Palabra y arrasará como un diluvio con sus almas hasta la perdición; si es que rehúsan el bautismo del Espíritu Santo para convertirse, tendrán que ser bautizados como las generaciones de Moisés y de Noé, en juicio.

2. ¿Y por qué Moisés ni Noé perecieron en aquel bautismo? Moisés no fue ahogado porque "la nube" o sea Dios lo hizo pasar por las aguas sin que lo ahogaran. Noé, sobre el también cayó el juicio y las aguas mojaron su arca y la hicieron flotar pero se salvó porque se hallaba dentro de ella por la fe. De igual forma nosotros por nuestro bautismo simbolizamos haber pasado ese juicio sin que nos haga daño. Al bautizarnos es como si entraramos al arca, simbolizamos pasar por un juicio sin sufrir el castigo. El bautismo es un símbolo del juicio que cayó sobre Jesucristo (Ro.6:3,4). Cristo murió por nosotros. Somos "bautizados en su muerte", el diluvio del juicio lo arrasó a él, él pereció. Al bautizarnos reconocemos nuestra culpabilidad y la justicia de Dios y damos fe de estar en él. Es un acto completamente de fe pública, un testimonio de que hemos creído y de que el juicio de Dios por nuestros pecados ha pasado ya sobre nosotros en la muerte de Jesús.

3. Cuando un cristiano se bautiza por fe, se coloca en una posición legal de salvación ante el juicio de Dios (v. 21). Eso lo entiendo por la palabra que el apóstol usa y que en nuestras Biblias se traduce "aspiración". El correcto significado es "demanda o una apelación". Como si Dios le pusiera una demanda legal, de muerte. O visto desde el punto de vista de quien se bautiza, es como si aspirara, o apelara a Dios en Cristo por su absolución. No podemos olvidar que nuestro mismo Señor colocó el bautismo como conveniencia de justicia (Mt. 3:15). Pedro dice que el bautismo es una apelación legal verdadera, una demanda que salva, no que quite el pecado del alma, pero trata lo que comprende a la muerte de Cristo, a su bautismo, y es como si fuera el nuestro. No enseña que para ser salvo haya que ser bautizado o que el bautismo regenere a un pecador para la salvación.

¿Y por qué hablará así? Será para que nadie lo menosprecie, quiero decir el bautismo, y suponga equivocadamente que no hace falta sumergirse en las aguas, porque si es un anti tipo del diluvio, de la muerte de Cristo, eso significa que es importante pasar por él. El bautismo es el testimonio legal de ya tener una buena conciencia ante Dios; no porque el agua sola como un acto tomado sin fe pueda servir a alguien para que se consuele en su conciencia y no sea perturbado por sus faltas. En lo absoluto, la limpieza de la conciencia corresponde primeramente a la muerte de Cristo, que fue su bautismo de juicio (He.9:13,14), y al Espíritu Santo (1Co. 6: 11). Por el bautismo la conciencia del cristiano queda tranquila sabiéndose reconciliada con Dios y completamente perdonada. 

Ahora bien, conforme el bautismo consiste en inmersión y emersión, así cuando se habla de la muerte de Cristo se habla también de resurrección. La resurrección de nuestro Señor es la cumbre de nuestra justificación, es el fin del juicio de Dios sobre nuestros pecados, la declaración de nuestra absolución. (Compara, Ro. 4:25 con 5:9). Por eso dice Pedro, "el bautismo que es anti tipo del diluvio ahora nos salva por la resurrección de Jesucristo".

4. La idea de juicio y justificación concluye en el v. 21, y el v. 22 viene a ser dicho como para una esperanza y seguridad de la Iglesia, que nuestro Señor ahora comparte el dominio del mundo con el Padre y tanto arriba en el cielo donde se hallan los ángeles, autoridades y potestades, todo está sujeto a él lo mismo como sobre la tierra. Por tanto, no hay que desmayar por el hecho de que se salven pocos ni porque los incrédulos parezcan enseñorearse sobre la iglesia. Si las autoridades y poderes están bajo su control siento más excelsa la eminencia de ellos, ¡cuánto más no será Señor sobre los mortales príncipe de este siglo! Significa ángeles santos o poderes malvados. El propósito es decirnos que es soberano y que no hay que inquietarse por la ira humana contra la iglesia ni tampoco por la satánica.

 

Notas

4:2

"...para vivir el tiempo que le queda en la carne, no ya para las pasiones humanas, sino para la voluntad de Dios". Todos los apóstoles creían en la supervivencia del alma; si no puedes estar seguro de ello por medio de lo que dijeron, no tienes otro medio para ser convencido y quitarte tus dudas; demostrar la existencia del alma por medio de razonamiento filosófico es bastante difícil y por la ciencia imposible. Es una verdad revelada por Dios. Pedro escribe como quien menciona una doctrina que es parte del aceptado credo de la iglesia.

4:3

"Porque el tiempo ya pasado os es suficiente para haber hecho lo que agrada a los gentiles, habiendo andado en sensualidad, lujurias, borracheras, orgías, embriagueces y abominables idolatrías...". Los que hemos conocido al Señor Jesucristo siendo mayores podemos decir al diablo y al mundo que se conformen con los pecados que cometimos cuando estábamos con ellos. No hay más. ¿Cómo voy a aumentar aquella cantidad de pecados si he sido destinado para otra vida, si tengo mejores ejemplos, promesas, bendiciones, esperanza y otro y mejor amor. Ahora mi nuevo afán no es complacer a mis antiguos amigos sino hacer sonreír al Señor.

4: 4

"Y en todo esto, se sorprenden de que no corráis con ellos en el mismo desenfreno de disolución, y os ultrajan". Les parece cosa extraña que no nos volvamos locos con las cosas que a ellos se vuelven locos, ni nos precipitamos en la destrucción en que se hunden; a mí es a quien me parece asombroso que me inviten a vivir la vida que ellos viven. ¿Están locos? Si tuviera más fuerzas en mis piernas más rápido huiría de la clase de vida que ellos viven, y no entienden el horror que me da pensar que pudiera retroceder a vivir en la destrucción de donde salí un día.

4: 6

"...con este fin fue predicado el evangelio aun a los muertos...". Oh iglesia, predica tu evangelio a los muertos, a los que tienen nombre de que viven (Efe. 2: 1).

 

Si eres un ex pecador estas palabras son para ti

4:1-13

“Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed pues, sobrios, y velad en oración”. Velar en oración es estar atento al cuidado del alma, puesto los ojos en su esperado su retorno, y con ello "el fin de todas las cosas", que en este contexto significa el fin de la insistencia del mundo y de todas las estrategias para arrastrar de nuevo al cristiano al seno y lugar dentro del cual había salido (v.4). A esto se opone el Espíritu Santo.

Lo más posible sobre este texto es que se refiera al fin de todas las cosas, y que se acerca es la segunda venida de Cristo; aunque con menos posibilidad pudiera referirse al fin de la ciudad, al fin del templo y del judaísmo, un fin que aconteció un poco después que esta carta fue escrita cuando el general romano Tito, hijo del emperador Vespasiano, rodeó la ciudad y la redujo a escombros. Los judíos siempre asociaron la destrucción del templo con el fin del mundo y en esta época apostólica se esperaba la venida del Señor en cualquier momento. También otro significado un poco distanciado es que el fin de todas las cosas corresponde al fin de la vida de cada uno de ellos, pero es menos probable porque la expresión “todas las cosas” es demasiado amplia para reducirse individualmente. 

El propósito del apóstol no es amenazar a los creyentes con la segunda venida del Señor sino lo contrario, animarlos con ella para que tengan en cuenta que pudiera ser que "antes que terminen de recorrer todas las ciudades de Israel" el Señor venga. El contexto del pasaje de lo que trata es de infundirles ánimo a los creyentes que están sufriendo en la carne (v. 1), y el v. 5 es otro énfasis pero esta vez dirigido como una amenaza a aquellos que quieren arrastrarlos hacia su conducta pecaminosa y si se niegan los ultrajan y los amenazan (v. 4). La insistencia en la santidad de cada creyente es palpable en todo el contexto, y la expresión "para no vivir el tiempo que resta en la carne conforme a las concupiscencia de los hombres, sino conforme a la voluntad de Dios" (v. 2), lo demuestra. Todos estos hermanos, o posiblemente la mayoría era de origen gentil, y se habían convertido después de haber pasado ¡mucho tiempo! viviendo en el pecado (v. 3); y los otros se asombran, y "les parece cosa extraña" que hayan abandonado la compañía pecaminosa con las cuales habían pasado tanto tiempo juntos (v. 4), y como no lo han podido lograr por la gracia perseverante que sostiene a los fieles, han decidido difamarlos o ultrajarlos. Entonces, pues, "el fin de todas las cosas" que se acerca es una esperanza cristiana que se les comunica con respecto a la venida en juicio del Señor que ha de terminar con todas estas injusticias y abusos, y con todos los peligros que corre la vida cristiana entre impíos; porque es difícil para aquellos que en tiempos pasados estaban "muertos en delitos y pecados", pero que ahora por medio de la predicación han resucitado (v. 6), tener que continuar viviendo en la carne, pero si Dios así lo dispone antes que venga Jesús o ellos vayan a su encuentro, deben continuar con la resolución de haber "cesado de pecar" (v. 1), cuya palabra también significa "desistir del pecado" y "restringir el pecado". Ante todas esas perspectivas, el apóstol lo que desea es que todos esos ex pecadores, aunque no perfectos, “desistan del pecado” “lo restrinjan” en movimientos y apetitos.

4: 8

"Sobre todo, sed fervientes en vuestro amor los unos por los otros, pues el amor cubre multitud de pecados". Tal vez no sea tanto tener amor para disculpar las faltas y soportar a los otros como para que se arrepientan; porque con lágrimas en los ojos se les enseña y se les amonesta (Hch. 20: 31). El amor no se engaña, disculpa. Perdona. Encubre pero no es cómplice.

5: 1

"Por tanto, a los ancianos entre vosotros, exhorto yo, anciano como ellos y testigo de los padecimientos de Cristo, y también participante de la gloria que ha de ser revelada". ¡Qué bueno es hablar con esa seguridad! (Similar a 2 Ti. 4: 8). Mira, el apóstol habla, no como un Papa sino como un consiervo, "ruega", no manda. La palabra exhortar sería mejor haberla traducido rogar o implorar.

5:2

"...pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo..." "Voluntariamente", por amor, por vocación, con sumo placer; deseoso siempre hacer un buen trabajo. "Ganancia"; desde tiempo casi inmemorial los pastores eran atendidos financieramente por la iglesia (1 Co. 9: 11). Un pastor laborioso es digno de doble honor. De doble salario, según dice el apóstol. Pero el móvil del dinero jamás puede ser el motivo por el cual ingrese al obispado.

5: 3

"...tampoco como teniendo señorío sobre los que os han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño...". "Señorío", no tomes esto para negar toda autoridad al pastor porque a los anti-pastorales y facciosos les agrada quitarles la autoridad  a sus pastores para asumirla ellos (v. 5). La autoridad plena en amor brota del buen ejemplo.

5: 4

"Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, recibiréis la corona inmarcesible de gloria". Señor yo espero de ti sólo esto, "bien buen siervo y fiel": (1) que hice bien mi trabajo, con el Espíritu Santo lo que debía, y con amor. (2) "buen siervo"; ¡oh Bendito, a nada más pudiera aspirar que oír de tus labios que me llames "buen siervo", porque me parece no haberlo sido! (3) "Fiel"; es el triunfo de tu gracia; un inmerecido elogio y una exageración de mi conducta cristiana. ¿Para qué quiero más gloria si tendré una que no se me marchitará? Esperando escuchar de boca del Señor estas palabras se esfuma el miedo a la muerte, y hasta por momentos se apetece para alcanzar escucharlas.

5: 6

 "Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios..."; "la poderosa"; la organización de la iglesia, pero también la aceptación de las circunstancias hasta que estas cambien. Puede vivir uno lleno de ansiedad por muchos años, no por el cuerpo sino por el alma, la propia y la de otros. ¿Está bien eso Señor? ¿Cuál es la diferencia entre el celo y la ansiedad? Uno puede estar tan ansioso porque una situación cambie que se debilite su fe. El Señor lo tiene arreglado todo y cuando "el tiempo se ha cumplido", cuando "llegue el hora" él nos exaltará, entonces le daremos gracias y humillados alabaremos su sabiduría. El Señor sólo quiere que tengamos fe. Esperemos su tiempo. La falta de fe nos hace daño y hace más difícil soportar los días de humillación.

5: 8

"...Vuestro adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar". Cuando pienso en el diablo con relación a mi testimonio cristiano y como ministro, no pienso que me lo quiere dañar sino "comérselo y devorarlo", se alimenta de almas, de testimonios. "El diablo" aquí si no es el emperador o el gobierno, trabajan juntos. 

 

El diablo siempre busca una rendija

5:9

"Pero resistidle firmes en la fe, sabiendo que las mismas experiencias de sufrimiento se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo". Uno viene a este mundo con una porción amarga que tragar, que otro no puede beber ni tampoco puede rehusar. ¿Has leído eso, resistid en la fe? No esperes que el diablo se marche por su propia voluntad, que se aleje de ti por algún acto de compasión, que viéndote destruido tenga misericordia. No, él no tiene misericordia con nadie, no conoce eso; ese sentimiento no existe dentro de él. Lo único que se puede esperar es que mordida tras mordida te devore por entero. Si empieza por un ojo quiere los dos, un miembro y después el otro, hasta toda la mente y el corazón; hasta acabarte.

¿Cuál es el consejo? "Resistid". Eso trae esperanza porque si uno no se entrega puede vencerlo. Esa actitud es importante, luchar, no entregarte. El no se aleja mientras vea alguna posibilidad, algún hueco, alguna imprudencia en el camino. Son innumerables las formas como intenta una y otra vez acercarse al alma; explora toda la armadura, por detrás, por enfrente, sus costuras, buscando ansiosamente alguna rendija, algún pequeño orificio para agrandarlo y romper. Hasta los sentimientos nobles, los más puros él busca cómo corromperlos; si puede nos tortura de día y de noche agrandando nuestra convicción de pecados, haciendo que aunque hayamos implorado y recibido el perdón la conciencia siga acusándonos y no disfrutemos de la paz que nos viene por la sangre de Jesús.

5: 10

"Y después de que hayáis sufrido un poco de tiempo, el Dios de toda gracia, que os llamó a su gloria eterna en Cristo, El mismo os perfeccionará, afirmará, fortalecerá y establecerá". Todos nuestros hermanos siempre pensaban en el sufrimiento como perfeccionador y conveniente para la salvación; destructivos sólo para lo que es dañino, y oculta las virtudes cristianas (He. 5:9).

5: 12

"Por conducto de Silvano, nuestro fiel hermano (porque así lo considero)..." La expresión entre paréntesis "porque así lo considero", lo mismo puede manifestar una aseveración que expresar alguna duda; "lo tengo, supongo"; en ese caso el testimonio de nadie es 100% creíble, ni uno puede estar 100% seguro de la salvación de los otros. Cada uno cuide su salvación con temor y temblor; y el Espíritu Santo le dará testimonio s a u espíritu de que es o no hijo de Dios. De todos modos Pablo invita a los creyentes en Corinto que se prueben si están en la fe (2 Co. 13:5). Todos tratan que la iglesia sea fiel, que no se muevan de donde estén.

5: 13

"La que está en Babilonia, elegida juntamente con vosotros, os saluda, y también mi hijo Marcos". "Babilonia", el apóstol también está en la dispersión. Muy lejos. Si es que no es Roma. Y puede que sí.

5: 14

"Saludaos unos a otros con un beso de amor...". El énfasis es el amor; todos los apóstoles lo hacen, saludarse con ósculo santo. Ahora con un apretón de mano y un fuerte abrazo entre varones.

 




2 Pedro

“Autoridad y Canon. Entre los libros del Nuevo Testamento ninguno ha sido más disputada su canonicidad y autoridad que 2 Pedro. No hay una referencia segura de ello en los escritos primitivos sino hasta Origen (185- 254 d. C.) quien fue el que atribuyó la carta a Pedro. Esta duda persistió hasta el siglo cuarto. Ello no obstante puede reflejarse en Clemente de Roma, la epístola de Bernabé y en escritos acerca de Pedro no canónicos, aunque es sólo una posibilidad. El Evangelio de Verdad y el Apócrifon de Juan probablemente cita o alude a 2 Pedro, y eso implicaría la aceptación de esta epístola en el siglo segundo. Sin embargo aunque el apoyo a 2 Pedro completamente no está ausente en estos siglos, es menos seguro que el que se le da a otros escritos del Nuevo Testamento. No obstante fue admitida en el canon, y a pesar del amplio cuestionamiento que ha tenido ella permanece todavía bajo la autoridad de Pedro, y por supuesto habla con la autoridad de la Escritura. Se han expuesto alrededor de once argumentos en contra de la autoridad de Pedro como escritor: que no se puede establecer entre esta carta y su época una línea ininterrumpida en la tradición, que el estilo es completamente diferente a la 1 Pedro, que el nombre de Pedro también fue usado en conexión con la literatura gnóstica, que el conocimiento de esta epístola fue geográficamente limitado, que la autoridad de esta carta se obstaculiza por su dependencia de la epístola de Judas, que el lenguaje retórico y helenístico es difícil que pertenezca a un pescador galileo, también el problema de la Segunda Venida de Cristo pertenece al segundo siglo, que la mención a la colección de cartas paulinas halladas en el capítulo 3:15.16, pertenece al segundo siglo, que esta epístola no fue mencionada por los escritores cristianos del segundo siglo, que ella suena algo así como un catolicismo temprano más bien que perteneciendo a la primera generación del cristianismo. Sin embargo, aunque el estilo difiere de 1 Pedro puede ser explicado de la manera siguiente, en relación con los amanuenses (1 Pedro 5:12). Si 1 Pedro fue escrita por este apóstol con la ayuda de un amanuense llamado Silvano, 2 Pedro pudo también haber sido escrita por un amanuense o por varios de ellos. Sin embargo, el estilo en relación con el argumento es difícil de evaluar. Según Bruce la libertad con que actuaban los escribas puede explicar la diferencia incluyendo dentro del cuerpo de cartas paulinas. El trabajo de los amanuenses puede ser incluido dentro de la inspiración del Espíritu y ellos aparecer como coautores. Por ejemplo, Timoteo está asociado al nombre de Pablo y en la salutación de 1, 2 Tesalonicenses, Filipenses, Colosenses y Filemón. El estilo alcanza a diferir dentro de las Epístolas Pastorales y esto ha sido reconocido. En 2 Timoteo 4. 11, Pablo dice ‘sólo Lucas está conmigo’. Quizás Lucas sirvió como un amanuense de Pablo. Así los amanuenses de Pablo pudieran hacer diferencia entre sus cartas” (Expositor’s Bible Commentary).

 

2 Pe. 1:1

"Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que han recibido una fe como la nuestra, mediante la justicia de nuestro Dios y Salvador, Jesucristo". Cómo se regocija que otros alcancen la fe. Una forma muy teológica de empezar. ¿Por la justicia? ¿Cómo no dijo por el amor de Dios o de Jesucristo? Ahí se halla en toda su espesura, comprimida como en un dedal, la inmensa doctrina de la justificación por la fe. ¡Qué lindo es ser salvo por la justicia de Dios en Cristo! No me espanta, oh Dios, tu justicia porque es la admiración de mi salvación.

2 Pe. 1: 3

"Pues su divino poder nos ha concedido todo cuanto concierne a la vida y a la piedad, mediante el verdadero conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia". ¿Quién tiene dicho que la vida y la piedad se riñen entre sí? La vida sin la religión cristiana no es la vida. La vida sin Cristo no es vida porque Cristo es la Vida. Dos textos ( Jn. 10: 10; 14: 6). Y la gloria y excelencia son las cosas reveladas en su Palabra acerca de él, las cuales al oírlas es como si las hubiéramos visto; y a ese encanto y atractivo el apóstol dice que es un llamamiento.

 

Llamados para ser envueltos en la gloria divina

2 Pe. 1: 4

"...por medio de las cuales nos ha concedido sus preciosas y maravillosas promesas, a fin de que por ellas lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia".  Participar, disfrutar de la deidad. Esto es un llamamiento a la santidad. La fe en las promesas de Dios, nos atraen hacia él. Las promesas de Dios son maravillosas y proceden de un llamamiento glorioso y excelente. Se ha comentado que la frase "participantes de la naturaleza divina" es helénica y pertenece a los estoicos; similar a Hch. 17: 29, “Siendo, pues, linaje de Dios”. Pero no con el sentido de aquí. Somos llamados para ser envueltos en la gloria divina. Y la naturaleza divina es la Palabra que cuando participamos de ella compartimos con Dios. El hombre que tiene la Palabra de Dios en su mente tiene a Dios en ella, porque “la Palabra era con Dios y la Palabra era Dios”. No podemos aspirar a tener más de Dios en nosotros que las aspiraciones que tenemos de recibir su Palabra. Dios hace sentir su presencia con ella y donde ella falta él está ausente. Dios existe desde la eternidad como Palabra, Razón  y pensamientos. Es la mente universal. Y por medio de su Palabra como nos dice el versículo anterior, nos transmite con poder “la vida y la piedad”.

2 Pe. 1: 5-8

"Por esta razón también, obrando con toda diligencia, añadid a vuestra fe, virtud, y a la virtud, conocimiento...". Un llamamiento al crecimiento cristiano. Parece que algunos se habían detenido en su perfección cristiana. No poseas una fe solitaria. Asciende, añade, progresa, crece. El que añada a su fe todas esas cosas que aquí menciona el apóstol, será un excelente miembro de la iglesia de Cristo.

 

Pecados purgados y olvidados

2 Pe. 1: 9

"Porque el que carece de estas virtudes es ciego o corto de vista, habiendo olvidado la purificación de sus pecados pasados". O pecados antiguos, viejos. La idea no es que está espiritualmente en tinieblas sino que ha perdido de vista el propósito de su vida cristiana, se ha quedado sin la visión de ella. Te doy gracias, bendito Señor, por permitirme olvidar, ¡qué bendición es olvidar lo que queda atrás y extenderme a lo que está delante! (Flp.3:13). ¿Cómo podré ir hacia adelante, avanzar hacia el futuro con un pasado estancándome, amarrándome a él? Oh Dios, no puedo dar un paso, ni siquiera avanzar un día sin olvidar aquellas cosas malas, desagradables, que han ocurrido o he hecho ocurrir en tiempos anteriores. ¡Qué bueno es olvidar los pecados! El infierno consiste en recordar, en oír eternamente la voz acusadora y los reproches de la conciencia. Si ella no está limpia. Pero la misericordia es aún mayor cuando podemos olvidar los pecados antiguos, los que el tiempo no se llevó, los que están incrustados en nuestra historia, los que nos hacen a nosotros mismos. Son aquellos que pertenecen a nuestro precristianismo, cuando andábamos sin Dios, sin esperanza, sin Cristo, sin pacto, sin promesa. Son los mayores pecados, los que cometimos cuando no teníamos ningún privilegio ni Dios había hecho algún pacto con nosotros. Pero por lo que Pedro ensalza al Señor es aun mayor la purificación de esos pecados o “pecados purgados o lavados” “pecados expiados”, cuando fuimos librados de ellos, quitadas esas manchas de la conciencia, transformados en personas nuevas. Si fueron lavados, la mancha ya no existe, si fueron purgados con los sufrimientos de Cristo y expiados por él ¿por qué recordarlos? (Consolarse con He. 9:14).

2 Pe. 1: 10

“Así que, hermanos, sed tanto más diligentes para hacer firme vuestro llamado y elección de parte de Dios; porque mientras hagáis estas cosas nunca tropezaréis”. Mira qué central es el llamamiento y la elección en la vida apostólica; se mira y se piensa en la vida cristiana como una acción de Dios; se siente como un privilegio y gratitud. Si uno abandona su crecimiento espiritual puede caer en una apostasía; las virtudes cristianas no sólo se preservan, sino que se desarrollan. Una por una; tómala y mejórala. Si el llamamiento de Dios es irrevocable ¿cómo es que tenemos que hacerlo firme? Lo que quiere el apóstol es que hagamos evidente el llamamiento y la elección divina; ni implica que la decisión hecha por Dios en la eternidad tenga que ser ratificada por la voluntad humana y garantizada por ella; ni que este llamamiento se vuelva nulo y nada con cualquier tropezón. Apréndase a leer la Biblia.

2 Pe. 1: 11

"...pues de esta manera os será concedida ampliamente la entrada al reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo". No amplia entrada sino ricamente, abundantemente; entrará al cielo como rico, no empobrecido, porque las virtudes de Dios en nosotros son nuestra bien guardada fortuna.

2 Pe. 1: 12

"Por tanto, siempre estaré listo para recordaros estas cosas, aunque vosotros ya las sabéis y habéis sido confirmados en la verdad que está presente en vosotros". Aparentemente quizás no les haga falta pero "por si acaso". ¿Qué no? ¿Con todas las apostasías que menciona en el capítulo siguiente? El que quiere estar firmemente que no caiga (1 Co. 10:12). Quizás en mis últimos años no pueda ganar a nuevos convertidos; entonces me dedicaré a edificar a los que son de otros, y de ayuda a mejores pastores (vv. 12-15).

 

No te tires a morir sin que te llegue la hora

2 Pe. 1: 13-15

“Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación; sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas”. 

"Y considero justo, mientras esté en este cuerpo, estimularos recordándoos estas cosas...".  Nota en la forma cristiana llena de esperanza con que el apóstol escribe sobre su muerte llamándola “partida”, y que se produce cuando se sale del cuerpo. Una referencia de la seguridad que tiene un alma que no se desintegra con la muerte y que ella es un viaje hacia Dios. El apóstol Pablo también usa esa terminología cuando refiere que tuvo una experiencia de exaltación espiritual, y menciona que le quedaba la incertidumbre si eso ocurrió dentro del cuerpo o fuera de él (2 Co. 12:2). A los hermanos y hermanos en la fe que mueren si hay que esconderles que se están muriendo, indica el terror que les produce el diagnóstico, que la fe en el otro mundo no fue bien cultivada. El pragmatismo en los sermones, el énfasis en ayudar a vivir en este mundo, dar aliento, usar las promesas como ayuda psicológica, son algunas de las causas que buenos cristianos, mal nutridos en el espíritu bíblico, teman morir y no puedan decir como Pablo que en ese caso con la muerte ganaría y que si cuando ella ocurriera, y ocurrió, no perdería nada y estaría muchísimo mejor  allá arriba que acá abajo (Flp. 1:21-23). 

Son valiosos los hermanos que despiertan a los otros, aunque es mejor traducir  la palabra como que es mejor "estimularlos con recordatorios";  o despertarlos con recuerdos; un estímulo es mejor que un reproche. Generalmente no es edificante la llamada “crítica constructiva”; es mejor el estímulo. Lo que el apóstol Pablo recomienda, de reprender con dureza a algunos (Tito 1:12,13), a los malos cristianos cretenses, puede que no se aplique a hermanos que se han ido durmiendo en la fe. Como he dicho, un poquito de estímulo que les recuerde sus épocas de oro, sus brillantes triunfos, pudiera ser más efectivo que una amenaza de juicio divino o una actitud despectiva y los viejos, repletas sus memorias con historias, son los mejores equipados para estimular de ese modo a los que están un poco decaídos. Ahí está el caso de Pedro, que no sale de un rincón para ayudar porque nunca ha estado allí sino que antes de irse con Dios decide echar a andar algo que se quede de servicio en su lugar en este mundo.  ¿Qué recuerdos?  El apóstol está ya viejo (como el que esto escribe), el tiempo de su partida está cercano pero todavía tiene algo que hacer por su Señor, aún sirve a la iglesia según su fortaleza. Y tomó la pluma y papel y tinta y nació para todas las épocas, esta pequeña carta. Muy bien hecho cuando se sabe que el tamaño de su futuro es corto. Pedro no se jubiló nunca. Las enfermedades y limitaciones por los años pudieron limitar su servicio pero su vocación no desapareció.  Algo por la iglesia del Señor pudieran hacer los que ministros, pastores, diáconos, envejecientes, menos tirarse en una esquina y dejar que los más jóvenes lo hagan todo. ¿Y la experiencia acumulada, qué? ¿La dejará que se enmohezca? Si no es un trabajo grande el que pueda hacer, al menos despertar alguno no será muy difícil para que sea alumbrado y alumbre de nuevo (Efe. 5:14). 

Ya sabes, si Dios todavía no ha enviado a sus ángeles a buscarte, no te sientes a esperarlos y que en vez de decirte, “bien buen siervo y fiel, entra en el gozo de tu Señor” te digan, “vamos ocioso”.

 

No he sido tomado preso por mitos sino por historias muy ciertas

2 Pe. 1: 16-21

"Porque cuando os dimos a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo, no seguimos fábulas ingeniosamente inventadas, sino que fuimos testigos oculares de su majestad". Yo sé, Señor, que no estoy siguiendo fábulas artificiosas, hábilmente tejidas por impostores, por hombres engañadores enviados por el diablo para torcer la verdad revelada; aquellos hombres que tú usaste eran estimados por la iglesia como sus columnas, santos y fieles en Cristo Jesús, sus vidas y escritos circulaban entre los hermanos como la mismísima palabra divina. Satanás no ha tenido que ver en lo que hoy conocemos como la Biblia, en su confección. Su trabajo se halla afuera de ella, en las herejías que intentan desacreditarla, en malos y hombres ignorantes que la toman ligeramente. La obra del diablo se halla en la escritura de otros libros tenidos como divinamente hechos, como dados por Dios para sustituir en el corazón de los fieles a la Escritura, en ese sentido es un engañador y un “suplantador”. Yo no he sido tomado preso por mitos sino por historias muy ciertas. Si la Biblia fuera un compendio de mentiras, yo lo sabría. 

La inspiración de la Biblia está relacionada al contenido de su mensaje, como opuesta a los mitos humanos (v. 21), no primeramente al espíritu y poder que transmita (lo cual es una virtud del Espíritu Santo y no de la letra), sino a la fiabilidad de las historias que cuenta, es la garantía de la verdad, la que coloca un asiento seguro para la fe de modo que no se hunda con el paso del tiempo, con los vientos de falsas doctrinas, con la anegación de mentiras que den con ímpetu contra ella. Es la esencia de nuestra determinación de lo que es bien o mal, que en mucho es lo natural, lo que se conforma literariamente con la confección misma del universo, porque ambas, la Biblia y el mundo, fueron hechos por la misma palabra divina. La verdad inspirada es la garantía para la verdadera adoración porque sólo inspira genuinamente la verdad eterna y edifica el alma para la salvación; en espíritu y en verdad. La inspiración divina nos da las armas para defender los pensamientos, los sentimientos y la devoción personal en la salvación

No hay cosa más triste que dedicar la vida entera, sacrificarla, como dice Pablo, negar por su causa las cosas más valiosas, padre, madre, hijos, y que todo sea una hábilmente tejida mentira. Eso ocurre cuando se creen los mitos, las leyendas, las tradiciones humanas, no lo que han enseñado los santos hombres de Dios. Ella nos provee el material eficaz para, como una espada del Espíritu, defendernos contra los ataques cuerpo a cuerpo del demonio y sus ejércitos de hombres escépticos y para vencerlos, y llevar cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo. Oh Dios, que cuando dude vaya a tu Libro, lo estudie y por él me asegure de nuevo de aquellas cosas que razonablemente les di un día asentimiento; sea ella la cura de mi enfermedad, que lo entienda todo, como el salmista, cuando acuda a ti, su autor, y me enseñes de nuevo, porque tú eres mi Rabí, mi Maestro, y lo que he aprendido no lo he aprendido de hombres. Sáname siempre mi Señor, cada página de tu Libro sea como una hoja del Árbol de la Vida, que son para sanidad de las naciones, y mía. Amén. 

 

Capítulo 1

(2/26/1990)

Esta epístola aunque conocida por Orígenes en el siglo III, no es mencionada en otras colecciones más antiguas, y por autores antes de él como Tertuliano, Cipriano o Clemente de Alejandría. Fue aceptada dentro del canon en el año 360 y en el concilio de Laodicea. Aunque su estilo es completamente diferente de la primera epístola, se explica según se supone, porque su autor ya anciano usó algún discípulo suyo para escribirla. La fecha se sitúa por los años 68 ó 69.

Su propósito no es de consolación como la primera carta, ésta es como un tratado de justicia divina porque el autor evidentemente enardecido con las enseñanzas falsas de algunos maestros escribe condenándolos a ellos mismos y a los que han sido arrastrados por errores doctrinales (2:20-22), y los que se burlaban impíamente de la segunda venida del Señor y vivían en corrupción (capítulo 3). 

No sólo el estilo es diferente a la primera sino que hay detalles que alzan honradas sospechas que el autor pudo haber sido otro y que usó el nombre de Pedro, y por eso hace mención de esa epístola, “amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles” (3:1,2). 

Ninguno de los otros escritores apóstoles, Juan, Santiago, Pablo, sintiéndose apóstoles, habló en esos términos, usando para su epístola el contenido y la autoridad de los profetas pos-apostólicos y refiriéndose a los restantes once apóstoles como “vuestros apóstoles” como si su apostolado necesitara el respaldo de sus colegas, y haciendo referencia a una línea de continuidad entre el Señor ellos. Otra cosa. Cuando Mateo, que es apóstol, se refiere al monte de la transfiguración no le llama santo sino monte. Hay una veneración rara que ningún otro apóstol se la dio como tampoco al monte de los olivos ni al lugar donde predicó un larguísimo sermón. Eso de llamarle santo es una forma que hace pensar en una tradición histórica que él conoce y menciona con reverencia. El monte Sinaí fue santo mientras Jehová hablaba con Moisés, no porque lo hubiera pisado Moisés o el Señor. De todos modos, como algunos salmos atribuidos a David y se tienen como tal, y no pierden su posición canónica por eso, pasa lo mismo con esta epístola, todo lo que afirma concuerda con lo que dice la primera, no contradice ningún punto del resto de las epístolas, y lo que añade a ellas no es herejía. Se puede usar y tenerla como apostólica. 

Concluyo en relación con 3:15-21,  con unas palabras de Calvino, que como siempre son honestas, “y sin embargo cuando examino todas las cosas estrechamente, me parece más probable que esta epístola haya sido escrita por otra persona de acuerdo a las enseñanzas de Pedro, porque Pedro mismo nunca hubiera hablado así. Pero es suficiente para mí que tengamos un testigo de su doctrina y su buena voluntad y que haya escrito nada que no estuviera de acuerdo con lo que Pedro mismo dijo”.

 

Hoy, 7 Junio 2012.

Julio 2013

Exposición 1

La fe piedra angular de la justificación 

(Te ruego Señor en ello es especialmente a mí en esta exposición, acuérdate de mí débil fe y fortaléceme).

2 Pe. 1:1,2

“Simón Pedro, siervo y apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: Gracia y paz os sean multiplicadas, en el conocimiento de Dios y de nuestro Señor Jesús”. 

La epístola va dirigida, como los otros documentos del Nuevo Testamento, a la iglesia, a la comunidad de creyentes en general, a los que han sido salvados (v. 1). Pero Pedro no usa términos eclesiológicos ni fraternales ("a la iglesia" "a los hermanos"; etc.) sino teológicos, porque su epístola es un esfuerzo teológico para poner las cosas en orden. Habla de la justicia divina y del medio de justificación, la fe. Pienso que también hoy al ver cómo andan las cosas dentro del cristianismo, todo el que pueda debe hacer un esfuerzo teológico en su sermones, clases o escritos, para ayudar a que de nuevo la luz de la verdad brille en nuestras iglesias.

¿Cuál es ese aspecto teológico por el que comienza el apóstol, y por el cual llama a los salvados? La justificación. Es específicamente por la fe de lo que aquí trata. Como ya he dicho, pero no dirige su epístola a una comunidad particular de creyentes sino a todos, su dedicatoria es teológica; la iglesia es de cierto modo el resultado de un conocimiento teológico. No me parece que pueda ser duradera una obra misionera que no aparece y se expande con vigorosas fuerzas teológicas internas. Muchos prefieren que la iglesia crezca como hija de la fraternidad y el gozo cristiano y la tónica del ambiente es siempre de ese modo.

Pero vamos a lo que quiero decir, que no se puede hablar propiamente de cristianos, iglesia y de salvación sin hablar de justificación por la fe en Jesucristo. Esta declaración de absolución e inocencia es básica para que alguien adecuadamente se tenga como salvado. El estatus legal de un transgresor (lo cual es todo pecador) tiene que ser cambiado por medio de su fe en Cristo. Todo el esfuerzo más importante que ponga un maestro o un predicador tiene que dirigirse a que los que le oyen adquieran esa "preciosa fe". Por ahí hay que empezar. Todas las otras doctrinas que en forma de palabras lleguen a sus oídos como "la necesidad de la regeneración" "el arrepentimiento para perdón de los pecados", etc., tienen que ser primeramente "creídas" para que el que oye este de ánimo en hacerlo.

La justificación por la fe es la piedra del ángulo del sistema doctrinal cristiano y por supuesto que es la más atacada por el diablo y lo que más se presta a abusos. La religión cristiana es eminentemente soteriológica. Su fin principal es hacer al hombre salvo. El nombre de su creador, Jesús, así lo plantea; por eso me asombra que haya "cristianos" que se tengan como tal sobre la base de la comunión con los demás creyentes, al uso de algún objeto religioso, por ejemplo la cruz, o por el servicio al prójimo.

Con egoísmo pensando, no hay para mí nada que me interese tanto como tener la fe que me justifique. Veo a muchos que buscan del cristianismo salud, prosperidad, etc. y en verdad eso me extraña muchísimo porque ¿para qué quiero yo todo eso si no puedo agradar a Dios porque no tengo fe? Y me pregunto ¿cómo podrán sentirse felices con esas cosas que Dios les da, si se las da, si sienten en sus íntimos corazones la incredulidad? Para mí no hay cosa que me de tanta melancolía espiritual como mi falta de fe.

Pedro llama a su fe "preciosa" y creo que no exagera; ese era su tesoro, la joya madre de todas sus gemas, el centro mismo de sus riquezas. Si algo pido a Dios constantemente es eso, mi fe, sin ella todo me es ajeno, no puedo disfrutar de nada, gozarme con nada, ni siquiera de la más pequeña promesa puedo apropiarme. Fíjese de donde brota la justificación: La justicia de nuestro Dios y Salvador Jesucristo. ¿Cómo se alcanza la fe? Se alcanza por la justicia de Dios en Cristo. Aquí no habla de los medios que se ponen a nuestro alcance, como su palabra para que se tenga fe, lo que Pedro menciona es el fundamento legal establecido para que permita la entrega de la fe y de la justificación. Se pone así, para que cada salvado sepa que no ha sido absuelto por sus propias obras de justicia sino por la de Dios en Cristo; fue la justicia de Dios la que hizo todos los arreglos con el Hijo, sin intervenir para nada el pecador, para absorberlo. Es la justicia de Dios la que hace todos los arreglos, empujada por su amor para perdonarlo. A toda esa justificación llegamos por el conocimiento íntimo del evangelio de Jesucristo y de nuestras almas; pero eso lo dejamos para el próximo estudio.

 

Exposición 2 

La vida y la piedad que recibimos

2 Pe. 1:3

"Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia".

Hay una palabra de la cual depende toda la vida del alma y la piedad del cristiano, "conocimiento" de Dios; un conocimiento que sabemos que ya es revelado porque nos ha sido dado. Entre su divino poder y la vida y la piedad está el conocimiento. Es cierto que el Espíritu Santo actúa directamente sobre el alma de modo inmediato para regenerarla y que es más la acción de la Persona misma que de un conocimiento acerca de su Persona, pero no hay nada que haga nacer o prosperar la vida de Dios en nuestras almas sin conocimiento. Pedro dice que mediante "el conocimiento de Dios" nos ha sido dado "todo".

Sin embargo somos tristes testigos de que se puede adquirir conocimientos sin alcanzar gracia y que se aprenda sin que exista vida espiritual o piedad cristiana. ¿No hemos visto eso? ¿Y por qué pasa eso? Porque es un conocimiento adquirido por esfuerzo humano, por aplicación al estudio, por la luz natural o como resultado de cualquiera de las áreas que abarca la gracia común. El conocimiento que enriquece la vida y la piedad del alma lo acompaña el poder divino (v. 13), que se halla presente cuando se enseña o se aprende acerca de Dios. Que hace sentir en el alma lo que se aprende, con el corazón y da una clara percepción de la presencia del Espíritu Santo. Y el ministro particularmente conoce por experiencia eso, cuando ora, lee su Biblia o la predica. No cabe duda que el poder de Dios no se está manifestando sobre un oyente aburrido o entretenido; las dos señales de que Dios bendice es que está atento y conmovido. Entonces se puede llorar de emoción, de alegría, de convicción, de arrepentimiento. ¿Cómo puede haber conversión al cristianismo sin un solo estremecimiento?

El conocimiento que transmite vida y piedad es también emotivo. El resultado es que la vida y la piedad espiritual  están intelectual y emocionalmente balanceadas. No existe un conocimiento genuino sin que sea emotivo, ni emoción válida y sin profundos conocimientos. Pedro podía haber dicho, "que nos ha sido dado por su poder" pero no escribe eso y añade como redundando "divino" porque es indudable que hay otros poderes que son espurios a la vida y la piedad que no participan ni de la una y de la otra, como los poderes psíquicos de espiritistas o brujos.

Hay muchos tipos de conocimiento pero me voy a referir sólo a los que falsamente se pueden usar sobre la vida y la piedad en la enseñanza del cristianismo: (1) el filosófico (1 Co. 2: 4,5) que es completamente humano e intelectual sin demostración del Espíritu y poder que hacen la cabeza grande y pequeño el corazón. (2) el psicológico: es el que estudia la mente y usa sus mecanismos para producir efectos similares a los operados por el Espíritu Santo. Ese tipo de enseñanza no pasa de ser una manipulación mental, puede convertir al adorador en vez de en un dulce adorador en una psicosis individual o colectiva y relaja la consagración en una neurosis y la fe en un delirio. El individuo se siente más preso que libre cada día porque enajena el entendimiento. Pero el poder divino es transformador, comunica vida e incrementa la piedad, sus hijos son hijos del poder de Dios y no de la psicología.

El texto, por lo menos a mí, me permite chequear algunas cosas importantes en nuestros cultos de adoración. (1) es de suma importancia que se sienta el poder divino en cada culto; porque sin esa fuerza celestial los conocimientos no quedan realmente transmitidos y no pasan más allá  que de una información teológica. ¿Qué hacer, hermanos, sino orar todos por esa misericordia? (2) el poder divino se transmite en los llamados, aquellos que Dios llama de modo eficaz con el poder de su palabra; son ellos los que sienten, los que el Señor hace que permanezcan atentos a cada palabra, y conmovidos. Son esos los que se percatan de la presencia divina y los que en verdad adoran. La palabra "piedad" en griego quiere decir que "adora bien". Los demás no participan de la adoración, son meros espectadores u oyentes aburridos, realmente que el culto es un privilegio de los elegidos.

En un culto genuino se produce una revelación de su gloria y excelencia. La vida y la piedad no pueden comenzar en el alma sin que Dios se agrade revelar su gloria y la excelencia de sus atributos. Los intelectuales atenienses pueden adorar a un "Dios no conocido" pero de nada les sirvió eso hasta que Pablo se los reveló por el evangelio.

Todas las doctrinas que tienen que ver con nuestra salvación se nos revelan y comprendemos lo bueno y sabio de su plan para salvarnos; entendemos agradecidos la necesidad de la elección porque de otro modo no seríamos salvos. Lo manso y misericordioso que ha sido Jesucristo al aceptar que fuésemos elegidos en él, lo generoso que fue al dejarse despojar de su justicia y aceptar nuestros pecados, su amor sin precedente al asumir el castigo de nuestras culpas, su bondad al abrirnos las puertas del perdón, nuestro privilegio al crearnos semejantes a él, al darnos un mundo tan bello que hemos arruinado con nuestros pecados, y no se cansa aún crea otro mundo mejor para que estemos siempre a su lado, y en su comunión, pero eso es para el siguiente estudio.

 

Exposición 3

Una idea maniquea y mormona

2 Pe. 1:4

"…por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”.

Habiendo el apóstol dicho que aquellos que son llamados se les revela su gloria y excelencia, después nos enseña el objetivo para el cual los llama, les da la vida y la piedad por su divino conocimiento: "para que sean participantes de la naturaleza divina". ¿Qué no quiere decir con eso? No quiere decir que vivos o muertos nuestras almas se van fundiendo en la divinidad y participando de ella sustancialmente, convirtiéndonos poco a poco en parte constituyente del ser divino, y un mismo cuerpo con él, y tan Dios como él porque nos absorbió en sí mismo. La estirpe divina del hombre es su imagen y semejanza con Dios, y no va más allá, “su frase, como theion en Hch.17:29, pertenece más bien al helenismo que a la Biblia (Bigg). Es una frase estoica pero no con significado estoico. Pedro se está refiriendo al nuevo nacimiento como en 1Pe.1:23. La misma frase ocurre en una inscripción en una frase posiblemente bajo la influencia del mitraismo (Vocabulario, Moulton y Millingan)”.

Este disparate lo han soñado los filósofos y muchos religiosos que no conforme con ser criaturas de Dios, les apasiona la ambición diabólica de ser "como Dios". Nosotros aquí en la tierra o en el cielo siempre seguiremos siendo seres humanos, con almas humanas, y afirmar como algunos lo hacen que estamos en este mundo en un proceso de divinización, es mentir (Ge. 3:5). La palabra que Pedro emplea para "participantes" es (koinonia) y lo que significa, como todo el contexto lo indica es comunión. La idea del apóstol es que los creyentes tengan comunión con Dios y siempre. Las palabras "naturaleza divina" es para indicarnos lo cerca que ya estamos de la esencia de Dios y porque habiendo hablado de su "gloria y excelencia" es lo más normal que así hable, porque ambas cosas de la sustancia de Dios, ellas brotan. Lo que sería lo mismo que su Verbo, o Palabra, de la cual y con la cual lo hizo todo.

Es un pecado muy viejo que está enraizado en el alma del hombre; el querer ser un dios o como Dios. ¿Puede Dios soportar este pecado sin enojarse? ¿Qué hacen los que enseñan eso sino diseminar las doctrinas de Satanás? ¿Y qué sentencia les espera si no ser desaprobados por Dios y echados fuera del paraíso? Eso es una idea maniquea y mormona.

¿Para qué ha dado tan "grandes promesas"? (v. 4). Si se responde "para que tengan comunión con Dios" la respuesta es correcta; pero también para que escapen de la corrupción que hay en el mundo. Las dos cosas van juntas. No se puede tener comunión con Dios en ningún sentido si se tiene comunión con el mundo; si se participa de esa corrupción. Si el llamamiento de Dios no nos saca de la corrupción que hay en el mundo y nos aleja del pecado no ha habido tal llamamiento. La comunión con el pecado tiene que acabarse y no participar más de la corrupción. Muchos textos hay que podría llamar para corroborar esto, pero escojo sólo uno (2 Co. 6:14-7:1). Las hijas y los hijos de Dios no pueden tener comunión con el pecado. En el griego literalmente se escribe "tras haber huido". Ya nos hemos referido a que eso ocurre por la vida y la piedad que por medio de la regeneración Dios coloca en nuestros corazones. Mas el apóstol Pedro no se contenta con decir que el cristiano debe escapar de la corrupción que hay en el mundo, sino que explica el origen de tal corrupción: los deseos humanos, que aquí se traducen concupiscencia. La palabra es (epitumia) y se halla también en 1 Juan 2: 18. Podría el versículo quedar así "habiendo huido de la inmoralidad que hay en el mundo a causa los deseos que la originan".

¿Y es importante para el cristiano saber el origen del decaimiento moral del mundo? Sí, para que no decaiga moralmente él  mismo; y además para que conozca que los deseos son motivos de mucha de su corrupción, y ellos "batallan contra el alma" (2: 11). Dios nos guarde de tan terribles fuerzas. Y que se proteja. ¿Cómo? Recordando el valor y el tamaño de las promesas de Dios (v. 4), que son valiosas y muy grandes. Dios sabe el apego que sentimos hacia este mundo y lo difícil que es renunciar a sus valores, por lo que para ayudarnos nos habla en promesas de cosas mejores, más duraderas, eternas, más valiosas para que creyendo lo que él promete no nos debe pesar cualquier renuncia, ni ser despojados de cualquier cosa. Hemos leído de los grandes hijos de Dios haciendo exactamente eso, por ejemplo Moisés (He. 11: 24-26); y un poco antes también se menciona a todos nosotros (He. 10:34-36).

Así pues, hermanos, no temamos renunciar a la corrupción de este mundo porque se nos han prometido cosas de más valor y mucho más grandes. Mide este mundo por el venidero y verás cuán pequeño se vuelve. Además pienso que solamente escapar de la condenación es mucho mejor que ser el propietario del mundo (Mr. 8:36) aunque no recibiésemos ningún premio, la salvación es la mayor de todas las ganancias. ¿Qué vale más para un condenado que su absolución? ¿Qué vale más para un transgresor que su justificación? ¿Qué vale más para un muerto eterno que recibir la vida de Dios en su alma? ¡El perdón, el perdón es la mayor de las promesas, la primera!

No considero nada más importante que escapar de la suerte irreversible de los demonios, no ser contado con ellos ni ser estimado por Dios como uno de ellos, ni que se cierre la puerta a mis espaldas en la compañía de ellos. Yo quiero tener derecho al árbol de la vida, quiero vivir entre santos y ángeles y que se me permita beber del arroyo de la vida que son las palabras de Jesús.

 

Exposición 4

Dando unos pasos hacia la naturaleza divina

2 Pe. 1:5-7

“vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. 

 

Para Pedro la salvación es algo que se adquiere, y que tiene que desarrollarse, esto es, que después de ser regenerado, justificado y absuelto de toda culpa es necesario crecer espiritualmente, lo que tendría que llamarse santificación; esa es la razón por la cual les dice "poniendo toda diligencia por esto mismo añadid" (v. 5). Hay muchos oyentes que apenas han progresado espiritualmente en los últimos años a pesar que tienen hábitos cristianos, oran, leen la Biblia y asisten a los servicios, pero él consecuente desarrollo espiritual es algo más que esas cosas, que se pueden practicar sin que se alcance la gracia divina por medio de ellas, y es necesario saberlo para que estemos atentos y procuremos personalmente adelantar sin la ayuda de otros y pensando que los medios de gracia pueden a veces no traernos gracia

Me parece que el apóstol Pedro debe saberlo porque usa la palabra "diligencia", dando por entendido que hay hermanos de esa clase que después de su salvación se hacen negligentes y prácticamente no van mucho más allá de lo que obtuvieron cuando fueron redimidos. La expresión "por esto mismo" es como si les dijera "por esto mismo que habéis huido de la corrupción que hay en el mundo". Separarse del pecado inmediatamente es algo, pero hay que ir más allá de la inmoralidad y poseer otras muchas gracias cristianas.

¿Cuáles son esas cosas? Usando dos palabras gráficas, cimiento y raíz, que son las dos cosas de toda vida religiosa, es decir cristiana. Ese cimiento es la fe. El apóstol supone que ellos ya la tienen. Y eso es una equivalencia a ser regenerados, ser tenidos como hijos de Dios y justificados por medio de la justicia de Jesucristo. Entonces ¿para qué vale añadir la moral, los conocimientos y el amor fraternal si uno no es salvo? Antes desarrollar una vida religiosa eso es lo primero que tenemos que preguntarnos, si estoy en la fe, si he huido de la corrupción que hay en el mundo, si tengo comunión con la "naturaleza divina", si confío realmente en todo lo que Jesús ha hecho y dicho de modo que eso haga un resumen de toda mi vida, si la fe me ha cambiado de un modo radical de lo que yo era a lo que soy.

La palabra "virtud" está relacionada con la fe, la "energía o poder moral". La fe no es un código moral pero lleva implicaciones morales, y para saber si hay posibilidad de ella hay que registrar dentro de la moral que se profesa. Eso indicaría que no se alcanza una moral perfecta inmediatamente que se ha recibido el nuevo nacimiento, sino que con el conocimiento y la experiencia se va añadiendo excelencia moral a la vida cristiana. La moral de un cristiano tiene que ser mejor y exceder como dijo el Señor Jesús, a la de los escribas y fariseos. Los maestros de la escuela dominical deben ayudar en ese aspecto, para que los elegidos conozcan las doctrinas por las cuales han sido salvos.

En cuanto al "conocimiento"; tal vez tengan que pasar muchísimos años para acumular una cantidad considerable de conocimientos bíblicos y teológicos, que pueda formar parte de la experiencia cristiana con esas doctrinas, en el estudio de la Sagrada Escritura y los ejercicios espirituales, especialmente la fe y el cántico de himnos con hermosas letras. Si se le puede situar un orden a este asunto, la apreciación de la vida moral debe preceder, o instantánea, a la búsqueda de conocimientos. Los conocimientos deben ser éticos además de teológicos. La experiencia enseña que no necesariamente porque se adquiera conocimiento se fortalece la fe, a no ser que se reciban con la unción y la misericordia del Espíritu Santo. Nadie puede adquirir conocimientos como por ósmosis, comprando libros sin leerlos, a menos que se dedique a escudriñar, a hurgar dentro de la Biblia, para que descubra el mensaje algunas veces en ciertos pasajes, crípticos, y que hay que registrar dentro de las letras para descubrirlo y en esa tarea se necesita la guía del Espíritu Santo. 

El hallazgo del “kerigma” es de vital importancia para que la Biblia sirva de provecho y sea algo más que memorización y familiaridad con sus historias. La aplicación personal de ese contenido o mensaje es fundamental dentro de una buena dieta y la nutrición. Sin tal cosa el lector recoge muy poco de lo que haya sobre la superficie porque adrede el tesoro divino de la verdad revelada está escondido bajo tierra y hay que cavar, y cavar, hasta hallarlo; pocas veces uno tropieza caminando sobre la superficie, con un cofre lleno de joyas celestiales.

En cuanto al "dominio propio", literalmente lo que Pedro escribió fue sobre el "gobierno del yo". Eso es lo que significa la traducción dominio propio. Tomo esta palabra en relación con la anterior y posterior, dominarse bien en asuntos morales, y la posterior dominarse bien en relación con la paciencia. En cualquier momento, lugar y circunstancia, la fe tiene que ser fortalecida desarrollando la "egocracia” (una palabra que he inventado), para soportar insultos, calumnias, pérdidas, y sobre eso especialmente a los que son débiles en la fe.

También se añade "paciencia", esta es una forma de dominio propio por un lado y una expresión de la fe por el otro. Nuestra impaciencia descubre las grietas de nuestra fe. Y la fe se fortalece si nos ejercitamos por medio de las promesas divinas, en esperar, una palabra que es fácil decirla y difícil vivirla.

Y la última, "piedad" o "eusebia", la cual significa adorar bien. Dado que no sé con exactitud en qué sentido Pedro la utiliza yo la tomo de la forma más simple, por su propio significado y como es que puede contribuir al fortalecimiento de la fe; y eso que ya he mencionado si queremos avanzar en la piedad pues necesario es que adoremos bien. Adorar bien en primer lugar personalmente en segundo lugar colectivamente. Si la adoración individual no es correcta la fe no crece y lo mismo pasa cuando se adora en una forma colectiva, o sea en la iglesia. Preciso es que comencemos enseñándonos a nosotros mismos, en la soledad y cerrada la puerta de nuestra habitación, adorar a Dios con nuestras confesiones honestas, con acciones de gracia, siempre haciendo memoria de las misericordias recibidas durante el día. Adorar bien no es solamente orar para pedir sino para procurar un acercamiento a Dios, para dar algunos pasos hacia la "naturaleza divina". La intercesión por otros debe formar parte de esa adoración tanto por los cercanos como aquellos que hace mucho tiempo no vemos. Adoremos a Dios con todo el conocimiento y con todas las fuerzas del alma que poseamos.

En cuanto a la adoración colectiva, está dispuesto por Dios que se constituya en un medio de gracia para la fe. Cuando escuchamos a otros hacer una hermosa exposición de la palabra de Dios, nuestro entendimiento se alumbra en nuestro corazón arde como el de Cleofas, es el momento cuando el Espíritu Santo (por medio del sermón) nos hace sentir a Dios. Del mismo modo las alabanzas y las oraciones. Siempre "en Espíritu y verdad". Esa es la clase de adoración y de adoradores que Dios busca, y que no los defrauda al edificar su fe.

"Afecto fraternal y amor" (v. 7). Amor a los hermanos y a todos en general. La fe no se dirige solamente hacia Dios sino también hacia el prójimo, exactamente, el amor, afectos hacia la iglesia y hacia los de la calle. Si no se fortalecen esas dos direcciones el testimonio tristemente se debilita. Tenemos que procurar pues que la fraternidad aumente, ampliar el número de hermanos con los cuales tenemos relación, orar con ellos, llamarlos por teléfono, saludarlos si es posible con ósculo santo y hasta donde la confianza y la discreción permita, conocerlos bien para mejorar el buen trato y facilitar sin murmuración la ayuda mutua.

 

Exposición 5

No haya miopes entre nosotros ni quienes olviden lo impuros que eran

2 Pe. 1:8,9

“Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados”. 

 

Para el apóstol la vida cristiana como él la llama tiene "conocimiento del Señor Jesucristo". No consiste simplemente en ser perdonado o sea fe y más nada, si hay fe eso implica que habrá un crecimiento en gracia o como ya he dicho no es suficiente que nos separemos de la inmoralidad que hay en el mundo sino que también crezcamos en gracias cristianas.

Se puede observar que lo que Pedro apetece no es simplemente que esas cosas existan en nosotros sino que además "abunden" (v. 8), y esa fue la misma enseñanza de nuestro Señor Jesucristo (Jn. 15: 5), el cual deseaba que toda nuestra vida como nuestro ministerio fueran verdaderamente ricos en bendiciones, con mucho vigor moral, mucho conocimiento, mucha paciencia, y mucho amor. No basta con que el cristiano diga "tengo alguna paciencia, algún amor y algún dominio propio", porque Cristo vino para que nuestra vida fuera realmente abundante (Jn. 10:10).

Pedro da una razón para tener una vida abundante o mejor y es la consecuencia de esa vida. Que es imposible ser un cristiano indolente y estéril (v. 8), "no ociosos ni sin frutos". Generalmente tratamos de combatir la indolencia y la falta de frutos cristianos negativamente, señalando lo que el cristiano no tiene, su falta de oración, su desinterés en el conocimiento de Cristo, su alejamiento de las reuniones, su escasa generosidad, su lengua crítica, etc., pero si eso no es incorrecto, es mucho mejor y más completo el auxilio que les prestamos si hacemos que halle las causas de su ocio y esterilidad, que no es otra cosa que limitado crecimiento espiritual. Pero garantiza que si la vida espiritual prospera el ocio y la falta de frutos desaparecen. No es completamente sabio estar siempre combatiendo en los demás los efectos de su de consagración y dedicación al Señor. La falta de práctica de una vida cristiana activa hay que buscarla siempre en la relación con el Señor. Es imposible que sea inactivo y sin frutos un cristiano que día por día se ocupa de su progreso espiritual.

¿A qué llama Pedro un cristiano sin visión? (v. 9). Generalmente se le llama a una persona que tiene "visión" a la que mira hacia el futuro porque hace planes y los ejecuta mirando más allá de su presente. Pero ¿por qué no hacemos planes con nuestra propia vida espiritual? Pedro dice que el que sólo ha conseguido el perdón de sus pecados y olvida lo impuro que era, y no tiene una vida cristiana hermosa es "miope", que es lo que escribe "vista corta", eso es lo que significa en el idioma original. No ve mucho más allá de sus párpados, y una iglesia que esté formada por hermanos miopes, ella también será miope. Nadie mira hacia el futuro y lo peor es cuando el pastor y sus ayudantes son los ciegos.

La Iglesia en ese caso no hace planes para conquistar la sociedad, no se invierten recursos en programas masivos de evangelización, no se planea nunca algún crecimiento. Hermanos, no puede ninguna iglesia tener un presente seguro sin un futuro planeado. El estado de cosas en la directiva de la iglesia debe cambiar y dejar de ser ociosos, estériles y miope, y el camino que se debe tomar para remediar esa situación está ya indicado, el mejoramiento de la vida espiritual de todos. Una Iglesia misionera y en constante crecimiento es una iglesia que crece espiritualmente continuamente. Es por eso que no se puede alcanzar a ser una iglesia activa y llena de frutos si no es por el avivamiento personal de sus miembros primero.

El cristiano que no pasa de su perdón sufre una gran equivocación. O sea que no fue perdonado para ser ocioso, estéril y sin visión (v. 9), ha olvidado que fue purificado con ese objetivo. Es extraño pensar que Dios salva a alguien para no hacer ningún uso de él. Hay otros que insistentemente claman a Dios que los use pero él parece no oírlos porque quieren ser utilizados sin mejorarse a sí mismos primero. Dios le dijo a Abram, “te bendeciré y serás de bendición”. Para ser de bendición a los demás tenemos que ser bendecidos primero. Ya hemos visto que se padece de falta de visión porque se carece de vida espiritual, y que se es ocioso y sin fruto por la misma razón. Eso es lo que debiéramos entender los que somos guías de la iglesia, los pastores y maestros, si nos ocupáramos más de crecer nosotros espiritualmente, nuestras clases, e iglesias crecerían. Empeñarse en hacer crecer una clase o una iglesia, independiente de la vida privada de comunión con el Señor es inútil, y es mejor no lograr ningún éxito donde no haya contribuido Dios. Los líderes y la iglesia que estén en constante adelanto espiritual, será imposible que no sean catalogados como trabajadores y fructíferos. Fuimos perdonados para tener algún significado para Dios. Amén.

 

Oración: Señor, tú no me perdonaste para que fuera una higuera estéril, sólo llena de hojas. Yo quiero ser como David, un olivo verde en tu casa. Tenme en cuenta en relación de mi comunión contigo. Oh Dios, cuánto vacío a veces siento, que frágil es mi fe, que pocos son mis momentos de real vigor. Acércate a mi alma, oh Sol de justicia para que crezcan las semillas de tu gracia que has depositado en mí. Si grande es mi anhelo de que la iglesia prospere mayor es, tú lo sabes, el que tengo por mi propia fe (1/22/1991).

 

Exposición 6

La elección, no se consigue, se experimenta

2 Pe. 1:10,11.    

“Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. 

 Mi primer deseo, hermanos, es que observen que la elección eterna fue una doctrina básica de la iglesia primitiva (v. 10), aunque su comprensión plena fuese difícil; por el consejo mismo hacerla firme me parece ver como si algunos sacaran algún comportamiento equivocado de ella, y el deseo del apóstol que la vivan plenamente y sin contradicción, o con una temeraria confianza.  Como si ellos se dijeran “ya la elección es hecha por Dios, por lo tanto, es firme y nada puede pasarme”. Y entonces se abandonaran espiritualmente y no procuraran con diligencia crecer. No hay evidencias que los judíos en la dispersión, como en Tesalónica, se aprovecharon de la doctrina de la elección para vivir incorrectamente, pero el mal comportamiento de ellos se parece un poco a lo que hoy conocemos como híper-calvinismo. 

“Si Dios nos ha elegido no hay que preocuparse por los paganos, ni esforzarnos mucho más allá de la fe, lo importante es tener fe y ya la tenemos”. Un concepto equivocado de la elección puede resultar en un cristianismo mediocre, peligrosamente mediocre. La elección es opuesta a la indolencia, a la pereza y a la esterilidad. La doctrina de la elección correctamente entendida también se opone a la vida pasiva. Correctamente vista promueve de modo maravilloso la vida espiritual y lejos de perturbar la agencia humana la estimula. Se disfruta mucho la salvación sabiendo que por gracia implica, además, ser una excepción. Dios, siendo nosotros pecadores, nos ha tratado con especialidades, como si fuéramos eminentes (emi). Comprendo que es una doctrina que muchos confunden.  ¿Quieres no equivocar el propósito de la elección? Comprende que el propósito al ser revelada fue darle la gloria de Dios y no anular la responsabilidad humana. ¿Quieres no dudar de ella? Procura engrandecer tu fe. Sin embargo, aunque sea mal comprendida y aplicada a veces, debe ser enseñada y nunca silenciada, de modo que sigamos así los pasos de los maestros apostólicos del siglo primero.

Un hecho que parece haber tenido lugar en aquellas iglesias, fue que la vida espiritual de algunos hermanos pudo haberse arruinado por un mal entendimiento de la doctrina de la elección. El apóstol dice “no caeréis jamás”. Por eso asumo que tristes acontecimientos por motivo a esto ya habían pasado, o estaban en peligro de pasar, “caer en pecado”. Si la vida espiritual no progresa, el pecado está cercano. Y debemos mirar con horror a los que toman la doctrina de la elección para ser indolentes, y no se dan cuenta que el pecado se les aproxima.  Aunque esto acontezca, y algunos difamen con su mal testimonio este sistema doctrinal llamado calvinista, llamándose así mismo ellos y viviendo mal, la doctrina no debe ser escondida de nuestros labios ni avergonzarnos de haberla enseñado. ¿No hicieron lo mismo los de la iglesia de Santiago con la justificación por la fe? ¿No la corrompieron? Pues, aunque eso les pase a algunos, nosotros debemos seguir enseñándola.

Los elegidos pueden caer en pecado, pero no anular su vocación y elección. Le está escribiendo a elegidos y sabe y está mirando quizás la posibilidad de que algunos caigan en pecado, aunque este versículo indica que eso es posible sin embargo el v. 11 también indica que entonces no entrarán de modo victorioso al reino de nuestro Señor Jesucristo, pero entrarán, supongo, así como por fuego, frustrados, sin poder recibir casi reconocimiento por el ejercicio de la gracia en sus vidas. Y dirán “allí llegó fulano pero apenas recibirá recompensas porque vivió casi sin frutos y de modo ocioso”.

Pero ¿morirán los elegidos en pecados? No, eso no pasará nunca. Para poder entrar al reino de Jesucristo tienen que morir en la gracia, morir reconciliados, morir no negando la fe, morir orando al Señor. La apostasía de los elegidos no dura hasta el final de sus días. Pedro da un consejo adecuado para que los elegidos acaben sus vidas con victoria, “que procuren hacer firme la vocación y la elección”. ¿Qué quiere decir?  ¿Que el llamamiento eficaz, que resucita al pecador, y que lo regenera, lo convierte y le da fe, que es débil y que hay que fortalecerlo? Un llamamiento débil no convertiría al alma ni la sacaría de sus pecados, además un llamamiento débil presume un Dios débil. Luego, es imposible explicar que se trata de que el llamamiento de Dios no sea firme sin la colaboración del hombre; ya que cuando comenzó, en la regeneración, que quizás es de las partes más difíciles de nuestra salvación, el hombre fue totalmente pasivo. Por ende, lo que se trata es de decir que hagan firme la vida espiritual, y seguro el testimonio cristiano para que estén libres de caídas

Y para concluir este aspecto en los que no son aún cristianos y oyen sobre la elección y aprendan que si Dios no los elige no podrán ser salvos. Existen dos actitudes que se pueden tomar enfrente de la predicación de la doctrina de la elección, de pecaminosa negligencia y que diga para sí,”si Dios me ha elegido desde la eternidad no tengo que preocuparme por la fe ni por el arrepentimiento, porque cuando él lo quiera me lo dará y si hasta este momento no lo he sentido es que él no quiere”. Ese razonamiento más que ser una deducción lógica lo que sirve es para evadir una obligación que tiene todo ser humano, la obligación de creer y de arrepentirse de sus pecados. Tú estás obligado a clamar con dolor por tus pecados, estás obligado a sentirlo repulsivo, estás obligado a creer la palabra de Dios completamente, por tanto, es más práctico, y no es teológico, filosofar sobre un misterio que no se ha revelado si es elegido uno, por lo cual tratando de investigar ese asunto a priori lo que haces es conducirte de modo inverso al que debieras. En vez de hallar primero la seguridad de que si eres elegido para después arrepentirte y tener fe lo que tienes que hacer es arrepentirte y tener fe y cuando ya sientas esas dos cosas, sabrás que tienes la elección. 

Nadie puede estar seguro de la salvación si no la tiene. La otra actitud que se puede tener ante la predicación de la doctrina de la elección es de desesperación. Se da el caso que algún elegido esté buscando por un tiempo o por mucho tiempo su salvación y aún no la tiene, no alcanza la fe y no puede hacer nada con su incredulidad y dureza de corazón, y ha andado buscando el arrepentimiento y su necio corazón se niega arrepentirse y a tener fe, entonces cae en un estado de inquietud constante y desánimo y se dice, “Dios no me da el arrepentimiento aunque yo se lo he pedido, no puedo tener fe aunque he clamado por ella”. Los elegidos cuando comienzan a sentir hambre y sed de justicia ya no se les quita nunca hasta que son saciados; no se quedarán quietos hasta que hayan hallado la fe, y el arrepentimiento de sus delitos. 


Exposición 7

Despierta con doctrinas la memoria de la iglesia y verás lo que pasará 

2 Pe. 1:12-15

Por esto, yo no dejaré de recordaros siempre estas cosas, aunque vosotros las sepáis, y estéis confirmados en la verdad presente. Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación;  sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo, como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado. También yo procuraré con diligencia que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas”. 

 

El apóstol Pedro habiendo estado hablando sobre la elección particular, es algo importante que ya mencioné en el estudio pasado (1) que la elección eterna y la forma de usar para provecho espiritual esa doctrina forma parte del catecismo de la iglesia primitiva (v. 12); y es por eso mismo que la enseñamos cada vez que encontramos un texto que la presente porque deseamos tener una iglesia parecida a las apostólicas, independiente del gusto de los hombres de este siglo XXI. (2) Pedro dice que dentro de sus deberes pastorales se encuentra recordarle a la iglesia las doctrinas que fortalecen su fe. No dice que haga falta enseñar alguna cosa nueva, comunicarle alguna novedad porque para él todo lo que ellos necesitaban saber ya lo sabían, ya estaba revelado, ya Cristo lo había dicho en los evangelios. Y sabemos hermanos, que es así, que lo que enseñan las epístolas, el libro de los Hechos y el Apocalipsis es muy poco más de lo que ya Jesús había enseñado. La revelación ya con los evangelios estaba completa y el resto es una exposición de esa revelación y su aplicación doctrinal a la vida de la iglesia, en sus problemas internos y en sus persecuciones.

¿Qué me dicen de eso, los que toman el Apocalipsis como si fuera mucho más allá de Mateo 24? ¿Y qué me dicen de eso los que hablan de otras revelaciones que Dios las ha dado fuera del Nuevo Testamento? No hay tal cosa hermanos, y es nuestro deber sólo enseñar, relatar lo que Jesús dijo, interpretarlo, exponerlo y aplicarlo a nuestras vidas. El sólo recuerdo de esas cosas es mucho más saludable para la fe que las 1000 ilusiones que algunos cuentan como revelaciones de Dios.

El apóstol habla no para los que no son iniciados en esas doctrinas o porque las olviden, sino aunque las crean con todo el corazón, porque dice "confirmados en la verdad presente" (v. 12). No hace falta una nueva revelación para que nuestra fe crezca, no hay necesidad de una nueva comunicación celestial a los que han aprendido y saben el Nuevo Testamento; los que dependen de nuevas cosas son los que no están confirmados en la verdad presente, y su apetito por  ellas no es más que una señal de incredulidad. Les anima al "recordarles". Si necesitan ver un ángel es que no creen la revelación de la existencia de ellos, si quieren ver el infierno es que no creen en él y si quieren ver a Dios es que son ateos.

(3) Pedro considera un deber suyo animarles con amonestaciones doctrinales (v. 13), máximo cuando se halla ya cerca de su muerte (v. 14). Es un ministro de Dios pero aunque le quede poco tiempo vivo, está dispuesto a continuar en su puesto de servicio hasta que le llega la hora. Si hubiera sido otro tal vez aprovecharía esos día para visitar a sus hijos, abrazar a sus nietos, dar algún viaje o realizar un antiguo sueño que no había podido cumplir hasta ese momento, o como harían otros, entregarse a ejercicios espirituales o escribir sus memorias. Todas estas cosas podrían haber sido buenas y útiles, pero él escoge seguir cumpliendo su deber pastoral. Piensa que no es hora para retirarse y descansar, sino para "animarles con recordatorios" (gr.). Despertarlos espiritualmente para que sean fieles.

De todo eso deduzco que no tiene preocupación con su muerte porque sigue el curso que traía sin modificarlo ni interrumpirlo. No podemos leer ningún renglón que contenga algún lamento, ni que haga  reproche contra el Señor por su defunción. Es que para Pedro su muerte es un traslado (dejar el tabernáculo, gr.). Su Señor le pedirá que deje el cuerpo y vaya con él, y por ese motivo no siente espanto alguno. Morir para Pedro no es una desgracia ni siquiera una frustración, parece algo espiritualmente normal, lógico, necesario, como una etapa de su existencia que se cerraría. En sus palabras no existe el miedo de la no existencia del ser, a la desintegración del yo personal, a la aniquilación de la conciencia, para él la muerte es un traslado, un cambio de lugar, un cambio de modo de vivir.

En su teología se ve que el verdadero Pedro es espiritual y que su cuerpo es sólo un tabernáculo donde él habita, una casa con la que viaja encima y que pronto ha de dejar. Negar la existencia del alma leyendo sus palabras, si las consideramos inspiradas por Dios, es imposible, ni siquiera admisible el sueño del alma o que se quede reposando en algún sitio, o que se desintegre con el cuerpo. Sin la doctrina de la inmortalidad del alma la fe no puede ser perfecta, y el cristiano puede permanecer tembloroso ante la muerte esperando su aniquilación. La preservación íntegra de nuestro yo central, la supervivencia de la conciencia, está íntimamente relacionada a la inmortalidad del alma.

Mi fe no es como la de aquellos que piensan que serán destruidos totalmente por la muerte, y que serán víctimas totales de ella hasta la mañana de la resurrección. ¿Qué es más seguro para la fe, la experiencia de Pedro o las doctrinas del Señor? Observemos que parco al hablar es el apóstol cuando menciona su muerte; no explica por qué fue avisado de ello, no describe la visión que tuvo, dice lo que dice más bien como una excusa para justificar su recordatorio doctrinal, para repasarles las enseñanzas de Jesús.

Por ejemplo, pero no pasa a probar que tiene un alma inmortal a partir del anuncio que recibe, ya él cree eso que Jesús se la había enseñado, en ese momento no se entera que su cuerpo es un tabernáculo, lo sabía. No son las experiencias espirituales de ningún hombre las que nos sirven como base a la fe, son las doctrinas de Jesús. Sus experiencias, aunque Dios nos hable por medio de ellas, no añaden nada nuevo a sus verdades, ni las toman los unos de los otros para creer. La base de nuestra fe no son las experiencias de los santos sino lo que el Señor enseñó.

Pero como pastor, sabía lo que despertaba la iglesia no era que él les relatara sus visiones y éxtasis sino que les recordará las grandes doctrinas sobre el gran mensaje que ellos conocían. Así se despiertan los cristianos, así se despiertan las iglesias, enseñándoles en las doctrinas de Jesús y luego recordándoselas. Se duermen las iglesias porque se olvidan de los mensajes del Nuevo Testamento, y no se les despierta con experiencias fabulosas de ultratumba sino con las mismas doctrinas que le dieron origen. Una Iglesia "despierta" no es la que más bulla hace al adorar, no la que más rica en experiencias personales sea sino la que más doctrinas bíblicas conozca, y se avive el recuerdo de ellas, porque son las doctrinas de Jesús el resorte único del despertar del cristianismo.


Exposición 8

Sáquese eso de la cabeza, la Biblia no es un libro de mitos (I)

2 Pe. 1:16-21

Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;  entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. 

 

A primera vista nos parece como si el apóstol tratara de justificar su apostolado o sus enseñanzas afirmando su autenticidad apostólica; y puede que haya algo de eso en su intención, aunque el caso de él, es diferente al de Pablo, que se le ponía en tela de juicio su apostolado. Es indudable que si sus ovejas recuerdan su apostolado, su comisión por Cristo, su relación íntima con el Señor, estarán mucho más dispuestos a recibir sus doctrinas como venidas del cielo y más dóciles también a dejarse educar doctrinalmente y exhortar pastoralmente. Es esa la ventaja cuando un buen pastor es tenido por su iglesia como un varón enviado por Dios.

¿Por dónde empieza el apóstol? Asegurándonos que el legado que nos han trasmitido los profetas y apóstoles es la auténtica Palabra de Dios, “porque no os hemos dado a conocer el poder... porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana sino que los santos hombres de Dios hablaron…”. Esa es la primera cosa que un hombre sincero que está buscando la verdad quisiera conocer, si lo que está leyendo, si aquello a lo cual va a dar su asentimiento y confiar su vida entera en este mundo y más allá de él, es la pura verdad de Dios o son las ilusiones, tradiciones y experiencias religiosas de hombres de la antigüedad. ¿Es la Biblia la auténtica palabra de Dios? ¿Son los profetas los reales mensajeros de Dios? ¿Son los evangelios las palabras exactas que Aquél Jesús pronunció o la interpretación de la iglesia a su mensaje ya perdido? Quiera Dios que mis palabras hoy ayuden a confirmar la fe de aquellos que ya han creído en la Biblia y contribuya a aceptarla a los que todavía no lo han hecho.

Pedro afirma que la historia de la vida de Cristo no es una fábula artificiosa “porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de…” (v.16). La palabra original griega que se traduce “artificiosa” es la que conocemos como “mito”. ¿Es la vida de Cristo un mito hábilmente tejido? ¿Son los cuatro evangelios una colección inocente de mitos populares? ¿Existen solamente unos gramos de verdad en ellos y el resto falacias de incultos y asombrados? ¿Estaremos nosotros, dos mil años después, confiando nuestras vidas y las almas de nuestros familiares a leyendas?

Las evidencias internas de esos cuatro evangelios nos permiten comprobar que la vida de Cristo y sus hechos que leemos en ellos son absolutamente verdaderos, porque los cuatro tienen las características de narraciones históricas y no de fábulas sin fundamento. Se dan fechas, se nombran personajes históricos, se mencionan los nombre de los lugares donde han tenido lugar los sucesos que cuentan, sus autores, y sus escritores se declaran haber sido fieles investigadores de todo lo que cuentan o testigos oculares que se limitan a narrar lo que han visto con sus ojos natural y sencillamente sin exagerar en tributo a la fascinación religiosa ni para hacer coincidir la narración con los parámetros admisibles de la razón humana (Lc. 1:1-4; 2: 2-4).

Cuando Pedro nos dice que el evangelio que predicaba ya entre las iglesias no eran fábulas artificiosas se puede deducir que sí existían fábulas artificiosas en relación con la vida de Jesús, pero que ya la iglesia estaba informada de cuales lo eran y cuales no lo eran y los apóstoles mismos ya certificaban lo que era cierto y lo que era espurio, de modo que desde el principio mismo del origen de la iglesia ésta supo cuál era la verdad revelada por Dios y cuales los ingenuos cuentos y mitos que empezaban a tejerse en la fantasía popular. Estos documentos que cuentan las verdades auténticas son los que nosotros hemos recibido y el resto, verídicos o falsos, la iglesia temprana, en la mañana de su historia los puso a un lado como innecesarios para creer en Cristo como el Hijo de Dios. ¿Quisieras creer estas cosa que como dijo Lucas, entre nosotros han sido certísimas?

Tanto el evangelio como la Ley y los Profetas han sido inspirados por el Espíritu Santo, “porque los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo” (v. 21). Aquí se mencionan tanto la Ley como los evangelios y lo que se dice de uno también se aplica al otro. Lo que afirmamos es que el asiento literario de nuestra fe no sólo no es un mito sino que además son palabras inspiradas por Dios; quiere decir que lo que se dice es estrictamente cierto, lo que se dijo es rigurosamente verdadero aunque se cuente con otras palabras, con más palabras o con menos palabras, aunque haya habido cambio en algunas palabras, adiciones de algunas frases e incluso equivocaciones de alguna palabra al copiarla algún escribano, la Biblia sigue siendo la Palabra de Dios e inspirada por él, su mensaje sigue intacto, la verdad no está corrompida, los hechos no se hallan falsificados, el camino sigue siendo el mismo para la gloria y para reconciliar al hombre con Dios.

Para Pedro inspiración divina es primeramente lo contrario a fábulas artificiosas. La iglesia desde hace mucho reconoce como inspirados solamente sesenta y seis libros. Y es interesante no sólo de que hable como inspiración de Dios esos escritos, porque ya todos los profetas habían muerto, el récord, sino que también menciona sus predicaciones o profecías. No cabe duda que desea que el mensaje del evangelio de nuestro Señor Jesucristo sea recibido como tan inspirado por Dios como el de los Antiguos profetas. Aceptar el Antiguo Testamento y rechazar el Nuevo no es justo, ambos son inspirados por Dios.

El apóstol  opone inspiración de Dios al origen humano de la profecía, “entendiendo que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada porque nunca fue traída por voluntad humana” (vv.20-21). El apóstol piensa que la profecía es de origen divino y que nació no en el corazón del hombre, ninguno de los profetas o de los evangelistas predicaron otra cosa que no fuese la verdad inspirada por Dios. El origen de la Biblia está en la mente de Dios. Ninguna profecía fue traída por la voluntad de algún hombre. Le llama “interpretación” porque ningún sueño, visión, o mensaje les salió a ellos de sus propias mentes sino que Dios les revelaba y les interpretaba su mensaje. Es una gran concesión entonces a nuestra fe saber que el mensaje de la Biblia y ella misma es de Dios. Los hombres han sido instrumentos en confeccionar la Biblia, pero lo que ellos han hecho sólo es reunir esos documentos, comprobar su autenticidad y tratar de que se preserven para la posteridad. La iglesia tuvo necesidad de la Biblia y Dios se la dio. Y nosotros podemos confiar enteramente en lo que ella dice, sin dudas, ni atender a sus calumniadores, porque su mensaje inspirado ha bajado del mismo cielo.

 

Exposición 9

 

Suficiencia y confianza en el Nuevo Testamento (II)

2 Pe. 1: 17-21

Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. 

 

Ya vimos que tanto el Nuevo Testamento como el Antiguo sus documentos son confiables y que por ser inspirados por Dios podemos hallar en ellos la salvación, pero ahora se hace necesario que insista en algunos aspectos (1) Que la profecía a la que Pedro se refiere que debemos estar atentos como inspirada por Dios, actualmente es la canónica, hállese en el Antiguo o en el Nuevo Testamento. El don de profecía concedido por Dios a la iglesia apostólica ya cesó o mejor dicho, es el actual ministerio de predicación de la Palabra. (2) Que la palabra “profética más segura” (v.19), no se compara con el evangelismo sino con las leyendas y los mitos que de toda suerte han corrido en referencia a Nuestro Señor. (3) Que ambos, A. T.y N.T. como palabra inspirada por Dios y no por voluntad de hombre, deben ser nuestra antorcha hasta que muramos y entremos en el amanecer de la eternidad. Pedro mismo estaba próximo a su muerte cuando escribe esto. (4) Aunque tenemos “también” la palabra profética, la Persona y obra de Jesucristo es el testimonio más seguro de nuestra Salvación (vv.17, 18) ,“fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo Amado en el cual tengo complacencia”, porque Dios mismo, en el evento a que Pedro se refiere, dijo: “A él oíd”, y de todo lo que Pedro vio allí, Moisés y a Elías, y lo que oyó, lo que más impresión le produjo fue oír a Dios llamarle su Hijo Amado. Más de 30 años después.

Que la profecía que hoy tenemos como inspirada por Dios es la que ha quedado en el canon. Sin contender, vemos que la profecía a que Pedro se refiere y desea que sus hermanos vuelvan los ojos y le presten atención es  la que se halla en la Escritura (v. 20), “entendiendo esto que ninguna profecía de la Escritura”. En tiempo de Pedro estaba activo el don de profecía y los profetas eran los fieles colaboradores de los apóstoles y sus ayudantes más próximos, “edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas” (Efe. 2:20; 4:11). Pedro no se refiere a ellos aquí, porque la misión de estos consistía en interpretar y aplicar las enseñanzas de los apóstoles (1 Co.14:24, 25). Pedro es un apóstol y no necesita de ellos para autentificar el mensaje de Jesús.

Podemos decir entonces que el mensaje de todos aquellos profetas colaboradores de los apóstoles es el mismo que tenemos concentrado y seguro en todo el N.T., y al que se refiere Pedro es el de los profetas del A.T., y de un modo o de otro podemos afirmar que la profecía inspirada por Dios es la que tenemos escrita en ambos Testamentos y que ahora puede ser lícitamente llamado “profeta” el que interpreta y aplica el mensaje del Señor, el que en nombre de Dios con la autoridad de la Escritura en sus labios, y su autoridad es dependiente de la fidelidad y apego que muestra hacia ella.  No el que adivina el futuro o el pasado de alguien. Hoy los “profetas” son los que revelan el corazón de los que los escuchan y predicen el futuro de las almas sobre la base de las doctrinas reveladas en las Escrituras. Si Dios concedió el don de profecía a su iglesia cuando solamente eran 12 los apóstoles y no existía el N.T. para un mundo ampliamente necesitado, si actualmente el N.T. ya recoge todo lo necesario para la salvación y no necesita su autoridad ser autentificada por revelaciones extras, si es suficiente para la edificación de la iglesia, ¿qué necesidad habría de una asistencia extra?

Aceptar que Dios levante profetas como aquellos, ¿no es retroceder hasta el punto inicial de la historia? Ya la iglesia está edificada sobre la doctrina de los apóstoles y profetas, ¿para qué necesitamos más material de edificación? ¿Harán faltas enseñanzas nuevas? La iglesia no tiene necesidad de ellos y admitirlos es equivalente a subestimar el N.T. ¿Y no abriría la puerta de la iglesia a hombres y mujeres arrogantes de todas las clases para que nos pidan que tengamos como palabras de Dios sus propias visiones, sueños, discursos, o invenciones? ¿No es eso compartir la confianza y el respeto que tenemos al N.T. con hombres y mujeres actuales? ¿Quién asegura que el diablo no les haya hablado? Los profetas auténticos hoy son los leales expositores de la Biblia.

 

Exposición 10 (III)

Jesús no se puso un título que no le venía bien

2 Pe. 1: 17-21

Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo. Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo”. 

 

           

Que su “palabra profética mucho más segura” (v.19), no en relación con el evangelio sino con los mitos y leyendas de toda suerte que ha habido acerca de Jesucristo. El período apostólico era rico en “fábulas” confeccionadas por los mismos judíos y también por los gentiles que representaban un peligro romántico de convertirse en palabra de Dios (1 Ti.1: 4),  “ni presten atención a fábulas y genealogías interminables que acarrean disputas…” (4:7),  “desecha las fábulas profanas y de viejas” (2 Ti. 4: 4), “y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas” (Tit. 1:14),  “no atendiendo a fábulas judaicas ni mandamientos de hombres que se apartan de la verdad”. Fíjese que todas esas advertencias se hallan en las epístolas pastorales indicando que son los pastores los que tienen el deber de alertar al rebaño en estas cuestiones peligrosas. 

¿Por qué todos esos consejos? Porque la aceptación de mitos religiosos lo que hace es apartar al creyente de la verdad y hace que sus oídos se fascinen más por ellos que por la simple historia de Cristo. Con todo esto el apóstol nos llama a recibir el evangelio sin ningún tipo de reserva mental garantizándonos que ellos con sinceridad trabajaron preocupadamente para que las generaciones posteriores no fueran engañadas.

Un testigo ocular. Aunque la palabra profética es mucho más segura que cualquier fábula o mandamiento de hombres, Pedro nos dice que tenemos a Jesucristo del cual el Padre ha dado testimonio, “pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi hijo amado en el cual tengo complacencia”. Cristo mismo muchas veces se refirió a la profecía como hablando de él (Lc. 24: 25-27). Los incrédulos judíos se negaban a admitirlo y afirmaban que él no podía ser el Mesías, que era un engañador. ¿Lo era? ¿Se apropió Jesús de un título, el Cristo, que no le correspondía? Si él era el Mesías, el Cristo, no sólo debía afirmarlo sino probarlo. Jesús de Nazaret lo hizo, no solamente por una exégesis del texto sagrado, sino por las obras que hacía. Sin embargo el apóstol Pedro no copia para sus lectores todo lo que Jesús dijo e hizo, no reproduce el evangelio de Marcos, que lo aprendió de sus predicaciones, acude a un recuerdo del cual él fue un testigo ocular, la transfiguración. No menciona la aparición de Moisés ni de Elías, ni que su rostro y ropas brillaron con luz esplendente, sólo nos da una prueba que no era un farsante, lo que oyó con sus propios oídos, “le fue enviada una voz desde la magnífica gloria...”. Lo nombraba como su “Hijo amado”. ¿No era eso una fábula artificiosa? No, porque es el testimonio de un testigo ocular, de un sencillo apóstol sin ambiciones personales. Lo que él cuenta no lo sabe por segunda mano. Es el testimonio de un hombre sincero, de un ministro sincero. Lo que escribe no lo dice para convencer al mundo sino para confirmar la iglesia en sus doctrinas, su intención pone a un lado cualquier sospecha de que se halle mintiéndonos. No intenta probar que estuvo allí, ni trae a colación los nombres de sus dos otros acompañantes, Jacobo y Juan. Solamente dice: “Estábamos”.

Si no recibes lo que vieron y oyeron aquellos hombres acerca de Jesucristo, los que estuvieron presentes, ¿cómo podrá el mensaje de salvación llegar hasta ti? ¿Si tus ojos no han podido ver lo que Dios quiso que otros vieran para ti, cómo podrás creer y ser salvo si no lo aceptas ni aunque venga de hombres sinceros? ¿Serás ingrato e incrédulo rechazando lo que por anticipado para ti se escribió y proveyó? A Jesús el título de Mesías le caía perfectamente, como a ningún otro jamás.


 

Notas 

Estás convertido, pero mira si eres regenerado 

2 Pe. 2:1

"Pero se levantaron falsos profetas entre el pueblo, así como habrá también falsos maestros entre vosotros, los cuales encubiertamente introducirán herejías destructoras, negando incluso al Señor que los compró...". 

Esto se parece a Hch. 20: 29, 30; 1 Te. 4: 1, etc. "que los rescató,  compró", es una forma pastoral de hablar cuando se menciona algo en sentido general, sin exigencia o más bien con condescendencia teológica.  Aquí el propósito del autor no es ampliar su reflexión si después de haber sido comprados vuelven a la esclavitud, de lo cual parece que piensa que sí (2:20-22), sino la aparición de nuevas herejías y el tremendo éxito que tendrán. Una forma de expresar la apostasía de una forma poco paulina.

Sin embargo, por el v.2 “muchos seguirán sus disoluciones” “sus sensualidades” “sus perniciosos caminos” “su condenación”, deducimos que en su nuevo culto aparecía la inmoralidad, de las cuales temporalmente habían sido rescatados o “lavados” como la puerca y el perro mencionados en el v.22. 

La palabra “comprado” es la misma para los salvos como para los apóstatas. La palabra “conversión” o “arrepentimiento” es la misma para ambos. Recuerde las experiencias religiosas de  Esaú, Judas, y por supuesto al apóstol Pedro. La diferencia está en que unos se convierten con regeneración y otros sin regeneración. 

Hay que ver en qué sentido “compró” o “rescató” se usa aquí. La traducción de “comprados” es correcta pero no se refiere a la salvación sino a la compra de la libertad de un esclavo pero sin la gracia regeneradora, lo cual se ve que no hay un cambio de naturaleza sino una limpieza de piel, en el caso de la puerca y de vientre en el perro que regresa a su vómito.  Uno sigue con alma puerca y el otro siendo perro, “mal obrero y mutilador del cuerpo” y no entra al reino de Dios (Flp.3:2). Esos eran malos obreros.

Estos mediante la gracia temporal recibieron ese beneficio, el rescate de sus vicios, pero después de un tiempo “recayeron” como dice el autor de Hebreos (6:6). Los hijos de Dios también son lavados por el Espíritu pero sus conversiones no son cosméticas, afecta no sólo la piel y el vientre sino los riñones y el corazón (1Co.6:11). La compra que paga Cristo por los suyos es su sangre y de éstos no se menciona la sangre del pacto sino el poder del Espíritu por medio de la Palabra, o como he dicho, la gracia temporal, “de la gracia habéis caído”, para usar una expresión muy de Pablo. Tomar la frase “negarán al Señor que los rescató” como un argumento a favor del libre albedrío y que la salvación puede perderse, es meter dentro del pensamiento de Pedro lo que no estuvo allí.  

Los apóstatas, como Balaán el falso profeta o Judas Iscariote,  no pueden decir que Dios no les haya hecho un gran favor, porque dándoles a gustar los poderes del siglo venidero y la compañía de Jesús y los privilegios del discipulado, no se han considerado “dignos de la vida eterna”, y le han negado con un beso y con un montón de plata. Salieron de Sodoma como la mujer de Lot, y huían de la Ciudad de Destrucción (Bunyan),  pero como dejaban el corazón en sus calles no pudieron proseguir. No estuvieron lejos del reino de Dios, y como dijo Bunyan, regresaron desde la misma puerta del cielo. Y finalmente, eso de negar al Señor no es decir "yo no le conozco" sino presentar a un Jesús diferente, un evangelio diferente (Ga.1: 7-8), con disoluciones y sensualidades, como le pasó a Himeneo, Fileto y Alejandro (1Ti.1:20; 2Ti.2:17), y también como dicen los antiguos le pasó a Nicolás y a sus seguidores los conocidos nicolaítas. Estás convertido pero mírate si eres una nueva criatura, si estás regenerado.

2 Pe. 2:4-9

"Porque si Dios no perdonó a los ángeles cuando pecaron, sino que los arrojó al infierno y los entregó a fosos de tinieblas, reservados para juicio...". Estas palabra son terribles "no perdonó" (vv. 4, 5); "condenó" (v. 6), "ser castigados" (v. 9); son suficientes para helarle a uno todo el cuerpo y para cuidar la salvación con temor y temblor. No perdonó a los ángeles que pecaron pero socorrió a los hombres (He. 2: 16). ¿Por qué tenían ellos, entonces, que acompañar al diablo a un infierno no preparado...? (Mt. 25: 41. ¿Por qué tienes que ir a un infierno de cuyo origen no tuviste que ver? No sigas creyendo que Dios es sólo amor, también se enciende su justicia. Busca la justificación de tus pecados en Jesús.

2 Pe. 2:9

"...el Señor, entonces, sabe rescatar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio". No pongas en dudas que Dios libre de tentación; él fortalece nuestra piedad para que por ella venzamos, al pecado y las tentaciones diabólicas: dándonos un corazón sensible que se asombre y sienta al pecado, lo sufra (vv. 7 ,8); "afligía" "abrumado"; cuando sales a la calle y tanto pecado ¿te afliges y te abrumas? Cuándo miras la televisión y oyes la lascivia y la codicia, y el triunfo de la homosexualidad rampante, ¿te afliges y te abrumas? ¿O disfrutas el show?; Pedro dice "tentación" cuando debiera decir "condenación" "juicio" porque la una lleva a la otra y fue tentado hasta lo último y para que no esperemos una liberación milagrosa. En tiempo de tentación el Señor fortalece nuestro hombre interior por su Espíritu.

2 Pe. 2:10

"...especialmente a los que andan tras la carne en sus deseos corrompidos y desprecian la autoridad...". Andan en la carne y por eso desprecian el señorío, no desean que Jesucristo los gobierne. Jesús dijo “no todo el que me dice Señor entrará en el reino de los cielos”. Los cristianos llamamos a Jesús Señor y vivimos por su señorío. La palabra mejor traducida que señorío es gobierno. Esa gente desprecia y blasfema las autoridades civiles y no se siente restringida por ninguna ley, porque vive al margen de ella. Son delincuentes y por añadidura blasfemos.

2 Pe. 2:13

"Cuentan por deleite andar en placeres disolutos durante el día; son manchas e inmundicias, deleitándose en sus engaños mientras banquetean con vosotros". Es una situación grave de la iglesia porque no está el mundo afuera sino dentro de ella, en sus comidas. Gracias a Dios las cosas han cambiado. ¿Seguro? ¿No hay sensuales en la iglesia? Observe esta clase de personas aún durante el día, que debieran estar laborando, andan pervirtiéndose. Y acaparan la atención de los hermanos en sus comidas fraternales contando ellos sus villanías.

 

Pregúntenle a Eva

2 Pe. 2: 14

"Tienen los ojos llenos de adulterio y nunca cesan de pecar; seducen a las almas inestables; tienen un corazón ejercitado en la avaricia; son hijos de maldición". Tal vez sería mejor decir que tienen el corazón habituado o entrenado en la avaricia, que cuadra mejor con la palabra usada. Y en cuanto a inconstante también se refiere, en otra aproximada traducción a la persona presumida y vacilante. Así son dibujados algunos llamados cristianos del período de aquellas iglesias. Y la primera plegaria podría ser “no sea yo una alma inconstante, dejando una doctrina por otra, inconstante en el trabajo, en el entusiasmo; que siempre me halle en un glorioso proceso de transformación” (2 Co. 3: 18). Esos perversos dentro de la iglesia seducen a hermanos débiles y los arrastran con ellos a sus perversiones y los enseñan a pecar, los inducen al sensualismo. Vienen a la iglesia a corromperla y "un poco de levadura leuda toda la masa" (1Co.5:6; Ga.5:9). Saquen a esos perversos de entre vosotros. Jesús dijo que el adulterio sale del corazón (Mt.4:19), pero la puerta de entrada de su estímulo es la del ojo, por eso dijo “la lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mt. 6:22). Razón por la cual sólo es necesario pasar la mirada para que se pongan en acción las tentaciones que se anidan dentro de las glándulas caídas del sexo. Si se dominan los ojos se refrena el cuerpo, y pregúnteselo a nuestra madre Eva como empezó su desgracia cuando puso sus ojos donde no había futuro y además estaba prohibido. Un árbol que era bueno no para alcanzar sabiduría sino para volverse más necio. Estos individuos en las iglesias de Pedro tenían los ojos llenos de algo que no era amor limpio del que se llenaban los de Jesús (Mr.10:21).

2 Pe. 2: 15, 16

"...pero fue reprendido por su trasgresión, pues una muda bestia de carga, hablando con voz humana, reprimió la locura del profeta". Fue un ángel quien le apareció a Balaam, fue él quien le habló con la voz de hombre. Los que se interponen en nuestro camino, que nos evitan pecar son ángeles de Dios, los que cuidan nuestra fidelidad a ti Señor. Gracias por esos ángeles que con voz de hombre reprenden nuestra locura (Apc. 2: 1).

2 Pe. 2: 17

"Estos son manantiales sin agua...". Vidas secas. Nubes vacías. Transeúntes. Con ellos no se forma ninguna iglesia sólida. Hoy están aquí y mañana están allá. Siempre están como el cuervo de Noé, sobre el ala, yendo y viniendo. Ni beben ni dan de beber. Señor lléname, sea yo una fuente de vida eterna de donde beba tu pueblo sediento.

 

Atrás ni para coger impulso

2 Pe. 2:17-22

"Les ha sucedido a ellos según el proverbio verdadero: El perro vuelve a su propio vómito, y: La puerca lavada, vuelve a revolcarse en el cieno". La iglesia sufrió mucho con las apostasías de sus miembros, nunca pudo retener en su seno a todos los que alcanzaba con su testimonio de Cristo; tanto los ministros como los laicos pasaban por la amarga experiencia de contemplar la ida de familiares y amigos que podían haber tomado el bautismo y las clases de discipulado. Era una amarga experiencia que no se le deseaba a nadie. En muchas partes de la Escritura se leen exhortaciones para que sus miembros sean fieles en doctrinas y en vida. Ese dolor nunca se le ha pasado porque en todas las edades sigue sufriendo la pérdida de miembros, unos que se pasan para sectas cuyos orígenes datan de tiempos antiguos y ya condenadas sus enseñanzas en concilios y sínodos santos; otros se marchan al mundo de donde salieron y vuelven a disfrutar aquellos pecados de los cuales antes se habían separado, algunas veces con mucha avidez, como si el apetito se les hubiera estimulado con el tiempo de abstinencia.  No se les quitó el hambre de pecar. 

No es el testimonio de “conversión” lo más seguro para dar testimonio de fe. Los hombres pueden cambiar su conducta por otras razones que no sean la gloria de Dios sino por intereses propios. Debe haber un cambio espiritual y no simplemente de conducta. La puerca puede ser lavada pero continúa siendo cerdo. Limpia. Pero cerdo. Salen de la iglesia. En unas ocasiones los responsables son los falsos maestros, porque los errores siempre tienen quienes los prediquen en todos los siglos, que hacen cosecha y "mercadería" de las almas de ellos; otros son sacados del camino recto por sus propias concupiscencias que les ahogan la palabra que había sido implantada. Y los otros salen de la mano con el mismo diablo. Nunca debemos ilusionarnos mucho con los profesantes y que su deserción nos abata demasiado. Jamás todos los que empiezan terminan y los que no acaban son más que los que continúan siendo fieles en Cristo Jesús. Oh Señor, ayúdame a conformarme cuando he exhortado y predicado en vano y a resignarme a reconocer que sólo había una fe temporal donde me ilusionaba con una gran obra de gracia. Es algo más que lavado, es una metamorfosis (Ro.12:2), es una participación de “la naturaleza divina” (1:4), es una confesión que equivale a un vómito, que se hacen oración y a Dios no únicamente a oídos humanos, un sostenimiento en la gracia para no dar paso atrás que no agrada a Dios (He.10:38), ni siquiera una mirada que puede convertir toda la personalidad en una estatua de sal (Ge.10:26; Lc.17:32)

 

Es mejor en todo sentido menos uno haber conocido a Cristo

2 Pe. 2:21

"Pues hubiera sido mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia, que habiéndolo conocido, apartarse del santo mandamiento que les fue dado". ¿Cómo puede ser mejor no haber conocido a Cristo, el Salvador, que conocerlo y negarlo? Hay aspectos en los cuales no es mejor haber conocido al Señor y negarlo después. Es mejor que cualquier cosa en este mundo el haber contemplado su rostro (Ex.34:29, 35; 1Jn.1:1) aunque fuera por una sola hora, por unas semanas, por unos pocos y breves años. Haber conocido a Cristo, aunque luego se le niegue, es una experiencia inolvidable, un verdadero momento histórico en la vida de una persona; y se queda dentro de la vida de ella como un tesoro, como una delicia, asociada a los mejores tiempos de ella. Es mejor que cualquier cosa en el mundo haber oído su voz y gustado su palabra; esas son las cosas que ojo no vio ni oído oyó ni han subido a corazón de hombre. Dentro del aburrimiento que pueda tener un apóstata, le queda el recuerdo de aquellos momentos de inspiración, aliento, de henchimiento espiritual, de calor para el alma, de elevación celestial que le produjo la palabra divina, "hasta el cielo eres elevada" (Mt.11:23); ninguna de las otras cosas por las cuales se cambia la palabra tiene el futuro que tiene un mensaje de la palabra de Dios. 

No, en cierto sentido no es mejor no haber oído la palabra que haberla oído. Por esa palabra se ha experimentado la verdadera vida, ella llena todos los requerimientos y las necesidades que una persona tenga, le da un sentido de satisfacción completo. Aunque una persona muera al menos le queda la dicha de que por un tiempo vivió; dio un viaje al país de las maravillas, es mejor eso que nunca haber estado allí. ¡Oh cuántas cosas se pierden los que nunca han oído la palabra y los que la han negado! Es mejor haber experimentado por un tiempo la comunión del Espíritu Santo, aunque tal vez no como dice la Escritura (He.6:6-8), y que un amargo y sublime recuerdo, que no haberla sentido jamás. ¿Sabes lo que es "comunión"?, es un equivalente a haber dejado la soledad del egoísmo, egocentrismo, es la satisfacción de sentirse completo, prolongado; es delicioso ser participante y también copartícipe de la gracia. Pero la comunión primaria del Espíritu es con la Deidad, el Espíritu es quien nos atrae al centro de la deidad, junto al Padre y al Hijo. ¿No has leído como por el Espíritu tenemos "entrada" a Dios? Es mejor haber disfrutado por un tiempo la bienaventuranza de haber tenido comunión con las Tres Personas que nunca haberla tenido. Y tener comunión del Espíritu con los hermanos. Gente cuyas vidas tienen significado, o si lo quieres, un significado distinto, la maravillosa construcción de la fe, de la esperanza, héroes y heroínas que han combatido el pecado, gente donde se halla fácilmente la auto negación y el amor. Es mejor haber tenido por un tiempo al menos una familia sobrenaturalmente engendrada que no haberla tenido nunca. Es mejor haber sentido “los poderes del siglo venidero” que no haberlos sentido nunca, el poder de la resurrección de Cristo; poder para triunfar sobre el presente, el pasado y el porvenir, para vencer las potestades del aire y para no ser lo que no se quiere ser, poder para convertirnos en nuevas criaturas, para injertarnos en Cristo. Es mejor haber experimentado por un tiempo eso que no haberlo sentido jamás. Es mejor haber tenido una limpieza temporal, que haber seguido sucio toda la vida, haber sido decente, pudoroso, honesto, que haber continuado siendo lascivo, hipócrita, teniendo los ojos llenos de adulterio, avaro, idólatra. Es mejor haber tenido el olor del conocimiento de Cristo, su perfume, que no haber sido rociado por él jamás. Oh amado, lo que no es mejor es haberlo tenido y perderlo, que es lo que afirma el apóstol, en ese único sentido es que es mejor no haber conocido el evangelio, ni bautizado, ni haberse apartado del camino del error y de las malas compañías. 


Capítulo 2        

 

Exposición 11

Notas en el margen, dentro de la Biblia

2 Pe. 2: 1

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina”.

Pedro les hace una advertencia importante: que por el hecho de que haya habido profetas enviados por Dios en otros tiempos eso no quiere decir que todos los que ha habido han sido enviados por él o que habrá más. Hubo falsos profetas, es cierto, que decían haber sido enviados por Jehová y no lo eran, cuyos mensajes se distinguían porque acomodaban sus palabras a los gustos del pueblo y a los intereses de ellos. Le prometían a la gente el acompañamiento y la ayuda divina sin exigirles arrepentimiento o reconciliación con él. La iglesia cristiana, como el pueblo de Israel, no ha sido exceptuada de hallarse minada por esos falsos profetas y maestros.

Primero quiero que noten como llegarán las falsas enseñanzas a la iglesia. Por medio de sus maestros “falsos maestros”. Introducirán herejías, porque ellos mismos se hallarán dentro y se les habrá confiado la educación doctrinal de la congregación a la cual pertenecen y alegarán  ayudar. Desde afuera de la iglesia un falso profeta no puede hacer nada, o poco, pero sí mucho daño si comulga con la membresía. Si no es miembro de la iglesia se podrá bloquear, no se le permitirá enseñar, no se le dejará usar el púlpito ni el pupitre. La clave está, si queremos preservar la iglesia de la desviación doctrinal es ser muy escrupulosos en la selección de los maestros y mantener fuera de la membresía a todo el que no se afilie a la fe ortodoxa de la iglesia. Observa que Pedro dice que negarán al Señor que los rescató. Quiere decir que eran miembros a plena comunión y los consideraban redimidos. 

Además los falsos maestros y profesores no introducirán sus herejías inicialmente. Al principio no se descubrirán tales y como son, no querrán apenas, captados por la desviación, suplantar el verdadero evangelio. Eso se conoce en el texto por dos palabras: “Introducirán” y “herejías”. “Herejía”  es una palabra griega que significa “poner al lado o junto a”. Significa también secta (Hch. 5:17 y Tit. 3:10).  Quiere decir que los falsos maestros y profetas lo que hacen no es cancelar la vieja revelación sino que ponen al lado, junto a ella lo que ellos afirman es cierto también. No dicen que lo que Isaías, Jeremías, Pablo, Juan dijeron sea erróneo, pero ponen sus escritos, revelaciones, visiones, o interpretaciones, y enseñanzas junto a la de aquellos, de modo que ya la iglesia tendrá una Biblia ampliada que no estará completa sin lo que esos maestros les hayan colocado al lado. Los hermanos cuando van a leer sus Biblias también deben leer lo que aquellos maestros han introducido, le hayan puesto al lado para que también lo lean. Así pues lo que han puesto al lado de la Biblia es como un complemento de ella y aunque no lo afirmen abiertamente viene a significar para la mente de la iglesia algo con la misma inspiración que los otros escritos canónicos. O con una autoridad respetable. Ese es el peligro que se corre cuando con buena intención se le ponen notas al margen a las ediciones de la Biblia, y que el creyente llega a pensar que son  infalibles como ella, y es el caso de la Biblia anotada de Scoffield y su posición escatológica premilenaria, que no es estrictamente reformada. Y ya hay otras muchas. Algunas ortodoxas y comedidas como la Biblia de las Américas y Biblias reformadas en inglés. Pero otras van  transportando teologías particulares de sus editores y publicadores. Y eso lo digo a pesar que conozco las buenas intenciones de algunos editores, y hasta del bien que pudieran hacer a hermanos y hermanas que no poseen libros y comentarios explicativos. A lo que he dicho anteriormente se le ha llamado interpolaciones

Las notas si las tuvieran debieran limitarse referencias bíblicas, a la geografía, filología, historia, vida cristiana. Las Biblia con el diccionario hebreo y griego de Strong, que uno puede ver el griego o el hebreo es buena porque se puede saber exactamente lo que el escritor dijo y las posibles traducciones, y compararlas con la que se está leyendo. Las hay en inglés y en español. Hay NT interlineal. Es bueno escudriñar la Biblia y no sólo leerla, pero cuidado con las anotaciones. 

¿Cuál es uno de los orígenes de tantas “sectas”? Pues el haber puesto al lado de la doctrina otras cosas para complementarla, que llegan a corromperla. ¿Con qué propósito los maestros falsos introdujeron aquellas enseñanzas? Recuerde que el primer significado de la palabra es “elegir”. Aquellas enseñanzas añadidas a la Biblia central, en el fondo lo que pretendían era  que la iglesia eligiera entre ellos y el Nuevo Testamento. No puede haber opciones entre la Biblia y otros libros. Esa opción de escoger, o de tener otros documentos paralelos y competitivos con ella no debe existir entre nosotros. No puede haber opción entre la verdad y el error al menos en nuestros círculos teológicos. La enseñanza de la Biblia no puede repartirse entre los mitos y la palabra de Dios, tales como leyendas de santos, sin comprobación histórica. 

¿Se puede ser salvos con herejías? Si la iglesia tolera la enseñanza paralela de otros documentos junto a la  Biblia, la destrucción de ella es segura. Pedro le llama a esas herejías por su apellido: “Destructoras”. La destrucción de la iglesia y la de todos los que abracen esas herejías no se detendrá. Hay hermanos que son tan tolerantes que por pagar tributo al amor fraternal prácticamente no sienten celo doctrinal y consideran una falta de caridad no consentir que se introduzcan herejías en la iglesia. Y como ya hemos llegado al postmodernismo que cada quien piensa que tiene su verdad y respeta la de los otros, decimos que eso es intolerable desde el NT. Pablo dice que eso es admitir otro evangelio y caer de la gracia. Lo dice en Gálatas. 

Pedro le llama “herejías destructoras”. Por este texto nos parece que sí, las enseñanzas de hombres, junto a la Biblia provocan una destrucción, no la del mundo sino de la iglesia. Es la misma palabra que usa en el capítulo siguiente: “En casi todas sus epístolas hablando en ellas de estas cosas, entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras para su propia perdición” (3:16).

Es cierto que si uno cree en Cristo será salvo, pero ahora pregunto, ¿qué Cristo? ¿El del mahometano que no es Dios, o el que es sólo hombre como el de los marxistas, o el que es un dios como los seguidores modernos de Arrio y Russell? Uno no se salva aceptando un credo pero el credo define en lo que uno ha creído. Doctrinas equivocadas, el error que se pone junto a la Biblia, no puede producir la salvación, eso sería como recoger higos en los abrojos y trigo en la cizaña. La salvación está asociada al Espíritu y a la verdad, no a la mentira. Uno puede pasar muy cerca de la “puerta estrecha” y no entrar. Y retornando, si usa una Biblia anotada, o comentarios de ella, consulte con su pastor cuáles son los mejores.

 

Exposición 12

A las sectas las lleva el éxito en sus brazos

2 Pe. 2: 2, 3

Y muchos seguirán sus disoluciones, por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado, y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas. Sobre los tales ya de largo tiempo la condenación no se tarda, y su perdición no se duerme”. 

 

Pedro predice el gran éxito que tendrán las herejías (v. 2), porque dice que "muchos" seguirán sus disoluciones. Hermanos, quizás en todos los tiempos ha habido herejías que se han propagado rápidamente; pero ¿quién negará el éxito de esas doctrinas condenadas por la iglesia y que hoy están triunfando? Y no sólo entre los que no habían creído sino sino entre los mismos que suponíamos rescatados por la sangre de Cristo. Prácticamente nos será casi imposible evitar que algunos de nosotros, que suponíamos rescatados no nos deje yéndose en pos de herejías destructoras. Los que ven el éxito de una denominación sólo en relación con el número de conversos que logra, tendrán que admitir también que a esas sectas las lleva el éxito en sus brazos.

Ya hemos visto en otros lugares que muchos no llegaron a permanecer para siempre en las doctrinas declaradas correctas por la iglesia, aunque ellos hubieran sido instruidos. En segundo lugar, la doctrina es determinante para la moral de la iglesia; el apóstol menciona "sus disoluciones". No dice Pedro que muchos seguirán "sus doctrinas" o "sus herejías" sino sus disoluciones, ruinas, perdición, vidas licenciosas,  y en este caso sus doctrinas conducirían más y más a la condenación. Es posible dentro de las motivaciones que conduce a una persona afuera de la ortodoxia cristiana se hallen sus pasiones y sensualidad, que buscando justificarse a sí mismo entre otras prioridades equivocadas siguen la que más le convenga para su propia satisfacción. En la antigüedad muchas religiones cuyos templos eran antros de prostitución y sus sacerdotisas adoraban a sus deidades con el sexo. Eso no se puede afirmar de todas las herejías actuales pero de un modo o de otro la doctrina afecta la moral y a mi juicio si se restableciera dentro del mundo llamado evangélico aquella teología enseñado por Agustín, Pablo y los reformadores, las consecuencias éticas serían muy beneficiosas.

Aunque en 1 Co. 15: 33 la mejor traducción sería "malas compañías", por el contexto esas malas compañías serían las de aquellos que negaban la doctrina de la resurrección que los conducía a malos hábitos en sus vidas y a decir "comamos y bebamos porque mañana moriremos" (1 Co. 15: 32). Por eso pienso, hermanos, que una reforma teológica, con la suprema bendición de Dios, sería de gran provecho para expulsar definitivamente la vida mundana de nuestras congregaciones. Pero hace falta mucho valor pastoral para llevarla a cabo.

Las herejías sensuales conducen a una pérdida de reputación del cristianismo, "por causa de los cuales el camino de la verdad será blasfemado" (v. 2). El problema que después que aceptan las herejías se siguen llamando cristianos y ya no lo son porque creen a otro evangelio y aun cuando sus vidas se vuelven inmorales siguen insistiendo en que son cristianos, y la historia y los libros cuando se escribe sobre ellos, los tienen como una forma de cristianismo. El mundo los conoce y como nada conocen de nuestra fe, los toman por cristianos y por supuesto maldicen las doctrinas cristianas. Estas sectas heréticas han perjudicado muchísimo nuestro evangelismo de modo que no pocos cuando nos oyen hablar nos cierran las puertas en las caras y no pocos oyendo cómo viven algunos seudocristianos se niegan a creer en Cristo. Quizás tenga el cristianismo que soportar esa ignominia hasta el fin de los tiempos.

Los herejes como los impostores cristianos pueden ser identificados por la codicia de dinero que se les nota (v. 3). Es bíblico que los que predican el evangelio vivan del evangelio porque así lo mandó Jesús, y que si se siembra lo espiritual se coseche lo material, pero estos falsos maestros aprovechándose de ese mandamiento convierten el evangelio y la religión en un mercado. La palabra griega "mercadería" da origen a la que conocemos como "emporio", una ciudad o un centro comercial. La religión de esas sectas o iglesias si las tienen, es un centro comercial, donde constantemente se demanda dinero para todo. Si ves a un evangelista y puedes comprobar que más que tu alma lo que le interesa es tu bolsillo, tenlo por un falso maestro.

Otra señal de los falsos maestros es la blandura de sus palabras, "palabras fingidas"; esa palabra en griego provienen de una que significa moldear o formar, por ejemplo: el barro. Es la misma de Ro. 9:20 donde procede lo que nosotros conocemos como "plasmar". A los falsos maestros si bien no les importa las doctrinas que atropellan, son muy cuidadosos en la forma de hablar, no escogiendo ninguna palabra que pueda herir alguna conciencia; entonces adaptan su lenguaje y pensamientos a los que los escuchan diciéndoles aquellas cosas que ellos quieren oír y que les agrada, con el fin de poder llegar a sus bolsillos, no a sus almas.

Si ves un maestro adulando en sus sermones ya puedes deducir que lo hace para sacar provecho (Jud. v.16). Y por eso no llama al arrepentimiento, ni exige santificación ni insiste en el aspecto judicial de la muerte de Cristo sino sólo en su filantropía por el mundo. Es lo mismo que hacían los falsos profetas de la antigüedad, les hablaban paz al pueblo, paz con Dios y éxito en sus empresas sin pedirles que se convirtieran. Dios tenga piedad de este mundo que es arrastrado más y más a la condenación por los malos ejemplos de los falsos cristianos y por motivo de eso, avive a su iglesia que es la única que puede cortar el paso a tantos errores.

Ese es un error que es frecuente entre los que no se arrepienten, cuando se les habla de la condenación y la perdición de sus almas, y aún de la misma muerte, piensan en ello como algo muy distante y que pudiera ser que nunca llegue o jamás les toque. Pero no sólo es que tú caminas hacia la perdición sino que también ella camina hacia ti; y el que se tarda eres tú porque ella viene de prisa, y el que se duerme eres tú y no el infierno.




Exposición 13

Los juicios de Dios. Ejemplos

2 Pe. 2:4-8

Porque si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio;  y si no perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos;  y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente”. 

 

Pedro escoge de dentro del Nuevo Testamento esos dos ejemplos, de espeluznante juicio divino: el diluvio y Sodoma . Y además deben contarse también junto a ellos la caída y condenación del diablo y sus ángeles. Todo para indicar dos cosas: que los que no se convierten serán enormemente castigados, por la justicia divina, y los escogidos recibirán misericordia.

Llama la atención que Pedro no les hace directamente un llamado al arrepentimiento, ni a los herejes ni a los que van detrás de sus disoluciones. Sus palabras primarias son "no hay perdón" (v. 4). Eso deben saberlo los que ahora persisten en pecar que "no habrá perdón", Dios no siempre perdona, y que es algo muy trágico no ser perdonado. Para ninguno de estos, tanto ángeles como hombres, que aquí menciona, para ninguno de ellos hubo perdón. No hubo arrepentimiento, no hubo perdón, por supuesto. Cuando el juicio final se acabe y se pregunte ¿y cuál fue la sentencia de fulano? Y se responda "no lo perdonaron" ¿y de mengano? La respuesta será "no lo perdonaron tampoco". ¿Y aquel que oyó mucho el evangelio? Se dirá lo mismo, "no lo perdonó". El texto es bien enfático, dice que Dios no perdonó a aquellas dos ciudades. Tampoco perdonó al mundo entero y lo anegó. Es una idea equivocada pensar que Dios siempre perdona, y que perdonará a todos. Dios perdona solamente aquellos que se arrepienten.

Pedro comienza diciendo que no hubo perdón para los ángeles que pecaron. Criaturas que eran muy dignas, muy cerca de Dios, que disfrutaban de gran sabiduría y poder, pero como pecaron entonces no fueron perdonadas. Independientemente de la dignidad que tenga alguien si peca recibirá el castigo del juicio de Dios. sean emperadores, reyes, senadores, presidentes, científicos. El caso de los ángeles es más desesperante que el de los hombres; porque ellos nunca tuvieron la opción del arrepentimiento. Después de los pecados cometidos inmediatamente los alcanzó el juicio.

Dios nunca ha tenido misericordia para ninguno de ellos, pero sin embargo en el caso de los hombres pecadores hay un privilegio, y no es tan desesperante porque ha habido y hay misericordia. La condenación de los que no alcancen el perdón tiene que ser para ellos mucho más lamentable. Hay un medio de justificación provisto por la muerte de Jesucristo, hay un estado de gracia, es decir hay un estado de salvación al alcance. Nunca la Escritura dice que los demonios lloran y crujen los dientes por arrepentimiento y culpa. En el infierno los demonios tienen que ofender mucho a los hombres diciéndoles: "imbéciles, ustedes tuvieron oportunidad y no la aprovecharon, les da el Espíritu Santo con su palabra en cambio no hay ni Biblia ni predicación para nosotros, si yo hubiera nacido hombre y no ángel lo hubiera hecho, para ustedes hubo un Salvador pero para nosotros no".

La situación actual de los demonios es sumamente difícil (v. 4). Están condenados aunque no confinados al infierno. La palabra infierno en griego es tártaro y en hebreo gehenna. Los demonios fueron arrojados al infierno, vieron su oscuridad y palparon sus tinieblas, y se dieron cuenta de la imposibilidad algún día de salir de ese sitio una vez que sus puertas se cierren. Sabemos por la Escritura que ellos no están confinados actualmente a esos calabozos, todo el Nuevo Testamento enseña que como quien dice flotan en el aire, que se retiran con odio a veces a lugares secos y se alojan en los cuerpos humanos, y por supuesto eso da a entender que no existen permanentemente dentro de esas jaulas de oscuridad, a no ser las tinieblas interiores dentro de las cuales existen. El infierno está abierto hasta el día del juicio. Los hombres sin arrepentimiento están entrando a él, el pecado y el diablo los conducen hasta allí, abierto solamente para entrar pero no para salir. Es falso que los muertos aparezcan. Allí entran y se quedan. Si hay demonios adentro que jamás salen eso yo no lo sé. Me figuro que las cadenas con las cuales están atados al infierno tienen que ver con el irrompible destino que ha caído sobre ellos. Estamos bien advertidos de eso, y si Dios nos ha declarado lo que les pasa a los demonios que no se arrepienten es para que temamos y nos mostremos en arrepentimiento y confesión de nuestros pecados. Debemos dar aviso a nuestros contemporáneos para que no vayan a ese lugar de tormento. Las misas por los difuntos son engaños.

El otro ejemplo de condenación, el segundo que ofrece el apóstol, fue el de los pre-diluvianos (v. 5), los cuales también fueron condenados y perecieron ahogados. Es interesante que Pedro se adapta a la incredulidad de aquellos herejes porque después de hablarles del castigo espiritual de los ángeles y del mismo infierno, dedica más tiempo a hablarles del juicio físico sobre los pecadores, los del tiempo del diluvio tanto como los habitantes de Sodoma. Siempre las herejías tienen raíces de incredulidad y no dudo que como aquello, me refiero a la condenación de los ángeles que pecaron, como aquello no era histórico porque ocurrió antes de la creación del hombre, bien podrían ellos negarlo calificándolo de mito o leyenda, y es por esa razón que Pedro les está mencionando juicios históricos para que si algo de fe les quedaba terminaran de pecar contra Dios. Si leemos la historia nos damos cuenta de eso, las diversas formas de castigo que Dios ha usado para castigar a una ciudad, nación o imperio. Lea con teología la historia, con los ojos bien abiertos, y lo comprobará. 

No porque el juicio sobre los diluvianos o los de Sodoma correspondiera solamente al orden terrenal, y concluyera con la extinción de la vida, sino para que ellos creyeran y evitaran el juicio futuro, les recuerda los del pasado. Mis hermanos, ni los castigos corporales ni las horripilantes muertes que los hombres padezcan conllevan todo el juicio por los pecados. Los peores enemigos de Dios aunque sean castigados en esta vida aún les espera un castigo superior al diluvio y al fuego físico con azufre: el oscuro infierno.

Sobre todo, es una pena cuando el juicio cae sobre ellos, y es que se les ha insistido en que crean el evangelio como ocurrió con estos diluvianos a los cuales intentó Noé por 120 años convencerlos para el arrepentimiento, y algo parecido ocurrió con la estancia de Lot en Sodoma, que lloraba por ellos y les hablaba y al final no recogió ningún fruto de sus predicaciones. Aunque los que hacen oídos sordos al evangelio mueran sin un juicio físico, no escaparán del juicio espiritual. Definitivamente la doctrina del juicio eterno, como se menciona, que el apóstol Pablo también predicaba, tiene que ser predicada para que los hombres dejen sus pecados, aunque el resultado sea negativo y ninguno la crea y mueran sin arrepentimiento, negando la existencia y condenación del diablo y los históricos juicios sobre Sodoma y Gomorra. Debemos seguir los pasos y la paciencia de Noé trabajando en nuestra salvación y en la de los nuestros, siendo predicadores "de justicia". Es gloria de nuestro evangelismo advertirlo aunque no nos hagan algún caso.

En nuestro próximo estudio empezaré por la sensibilidad espiritual de Lot, a la cual, sus lágrimas y tristezas fueron indiferentes aquellas personas. Qué importante es que los cristianos tengamos sensibilidad espiritual para el pecado y que nuestros ojos se ofendan al verlo, que nuestras mejillas se ruboricen, que nuestras lágrimas broten, sentir el pecado, no buscarlo, no reírlo, no aplaudirlo, una iglesia espiritual y sensiblemente separada del mal. Lot era la esperanza de salvación de los sodomitas y su luz no debió apagarse jamás.


Exposición 14

No es homofobia, es sensibilidad cristiana

2 Pe. 2:7,8

"y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos)”. 

 

Ya dejamos dicho en nuestro estudio anterior que para los ángeles que pecaron no hubo misericordia, ni la hay actualmente, ni la habrá tampoco. El juicio contra los demonios está cerrado y la sentencia dictada. Sin embargo ha querido Dios a través de los siglos enviar a los hombres más perverso algún testigo suyo que los reprenda por sus pecados y les hable de la salvación. Los pre- diluvianos tuvieron a Noé y los sodomitas a Lot.

La Escritura hace mención de que este testigo. Lot estaba especialmente cualificado para ayudarlos en la salvación, por su sensibilidad espiritual. No era un mal evangelista el que había venido a vivir entre ellos; es cierto que por un error suyo había llegado hasta allí y que ahora sufría las consecuencias de su decisión, pero ¿quién podrá dudar que aun así, fue del plan de Dios para que Sodoma recibiera la visita de un profeta?

Dios tiene una forma de obrar que por el juicio humano puede ser descartada como equivocada, y sin embargo hay alguna sabiduría escondida dentro de ese aparente error. Los vv. 7,8 nos presentan el impacto que hacía la vida de Sodoma sobre su alma. En una palabra: lo hacía llorar. Cuando Lot salía a la calle, lo que veían sus ojos y oían sus oídos golpeaban fuertemente su corazón, sus mejillas se ruborizaban y sus ojos se llenaban de lágrimas. No salía alguna vez a buscar agua al pozo o al mercado, o viniendo de su trabajo sin que no regresara llorando.

Si Dios va a salvar al mundo escogerá mensajeros que posean una gran sensibilidad espiritual hacia el pecado. El pecado no es cosa de juego y ellos no juegan con él. Los santos de Dios cuando ven el pecado cambian la mirada, cuando lo oyen se van, no encuentran placer en referirlos a otros, en fin, soportan a los sodomitas pero detestan lo que ellos hacen, y lo desaprueban en nombre de Dios, con todo el corazón. Lot nunca se hubiera reído viendo en un programa de televisión a un hombre vestido de mujer y a una mujer vestida como un varón. Lot jamás hubiera fijado su vista en escenas eróticas sino que hubiera corrido las imágenes con su control remoto o no miraría novela filmadas para un auditorio no semejante a él. Nunca habría hojeado una mala revista, no hubiera sonreído con ningún cuento sobre gente con el sexo invertido. Oh no, Lot no hubiera permitido que se le prostituyera su alma y su pensamiento.

Una sola cosa explicaría la sensibilidad espiritual de Lot, su asociación con el Espíritu Santo. Si así no hubiera sido se habría  también degenerado moralmente, o al menos se hubiera endurecido hasta la tolerancia o la indiferencia. Hubiera ido y venido por las calles diciéndose, "yo no digo estas cosas, yo no hago esas cosas, allá ellos, cada cual es responsable de lo que hace y cada uno es libre para ser lo que le convenga". Esa no es la actitud de un cristiano, sino una tolerancia mundana. Y por desgracia así ocurre en esta sociedad posmoderna cuando se le interroga a algunas personas de la calle sobre tal y más cual hecho pecaminoso. Lot no padecía esa clase de indiferencia ni endurecimiento en cuanto a los pecados de los demás, él sentía por el pecado lo mismo que sentían Dios.

Un gran problema de la iglesia hoy es ése, que no estamos bien asociados a la tercera Persona de la Trinidad y no podemos, a veces, salvar al mundo porque ella también está enferma con sus propios males, carece de sensibilidad espiritual hacia el pecado o no ha tenido una revelación personal de la monstruosidad del mal. ¿Cómo miraba aquel hombre la homosexualidad? ¿Acaso como un derecho de cada uno sobre su cuerpo? No, para Lot el pecado de las lesbianas era algo "nefando", en griego significa "sin ley". En su mente aquello era ilegal, injusto, era un crimen contra Dios, mucho más que un síntoma de degeneración de la sociedad de Sodoma. No podía conceder que ellos tuvieran libertad para hacerlo. No podemos esperar que el mundo pase un juicio correcto acerca de esa desviación sexual. Dios no le ha revelado lo que es el pecado. Dios tiene que revelarle a la iglesia también lo que es el pecado como a Lot para que ella llore por sus miembros y por los del mundo que le rodea. La iglesia necesita un profundo sentimiento de impotencia para combatir ese pecado. En esa sensibilidad y debilidad tendrá su fortaleza en Dios.

¿Por qué lloraba Lot? ¿No lloraba porque él no podía hacer nada, y había perdido el control sobre sus hijas, al menos de lo que es un matrimonio bajo Dios? ¿Y es eso de algún provecho? Sí, hermanos, porque entonces la iglesia misma recurrirá a Dios por auxilio. Lot se decía en oración, "no puedo hacer nada Señor, no puedo, no me oyen, no me hacen caso y se ríen de mí y de mi mensaje". El mundo necesita una iglesia que no esté enferma con sus propios males, y con ministros de honda espiritualidad, que con ojos y oídos no acepten el convenio social, y la definición moderna de libertad sexual.  No es solo moral cristiana, es celo por Dios y deseo de llamar pecado a lo que es pecado, y ese sentimiento y opinión no es homofobia.

 

Exposición 15

 

Juicio sobre carnales y anárquicos

2 Pe. 2:9,10

sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio; y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío. Atrevidos y contumaces, no temen decir mal de las potestades superiores”.

 

Tentación para la familia de Lot. No hay que pensar que porque dice "tentación" (v. 9), se trata de que aquel varón con tanta sensibilidad espiritual sintiera alguna atracción hacia ese tipo de pecado, porque si lloraba y se afligía viendo y oyendo aquello, nada de atractivo le resultaba a su corazón.

Si ese lugar para él no ofrecía alguna tentación ¿podría responder con seguridad por los suyos? Sus propias hijas estaban próximas a enlazarse en matrimonio con varones moralmente descompuestos, ellas mismas por lo que luego hicieron, no eran lo que podía esperarse al tener un padre como Lot. Su esposa tampoco parece haber alcanzado la vida espiritual de él. No se podría asegurar que la descomposición moral de la ciudad hubiera penetrado las puertas de Lot, porque Dios no lo habría preservado a él sólo y enjuiciado su familia, pero la vida espiritual de los suyos estaba reducida a una tolerancia peligrosa.

Sus hijas se salvaron de ser destruidas y eso por su padre. El Señor les previno que con los años ellas adoptaran la vida moral de la ciudad. Tuvo que ser muy difícil para Lot acceder a darles sus hijas por esposas aquellos hombres impíos. Eso es tomando la palabra "tentación" como tal pero para sus hijas; ahora aplicable al mismo Lot. Sabe el Señor librar de juicio y condenación a los justos. Los injustos son reservados. ¿Por qué Pedro no usará la palabra juicio o condenación? Quizás porque lo que desea es enfatizar que fue librado del lugar del pecado, de la ciudad de su dolor, o porque en realidad la condenación se halla cerca cuando la tentación acecha. El sitio de tu tentación es el potencial sitio de tu castigo.

Pedro no cita el Antiguo Testamento para seguir hablando de ellos, su propósito es hacer aplicaciones teológicas y reverentes a los casos de su época. Si deseamos una explicación y además un remedio para los males del mundo moderno la Biblia las tiene. ¿Quiénes eran esos casos? ¿Quiénes eran los que caerían bajo el juicio de Dios? (1) Los que siguen la carne (v. 10). Quiero decir que van detrás de los impulsos naturales del hombre caído, los que viven una vida animal aparte completamente del Espíritu de Dios, sin control alguno de Espíritu Santo sobre sus miembros.

La ira de Dios caerá definitivamente sobre el hombre no regenerado que vive ocupado para la carne (Ro. 8:4-9). Es el hombre que no piensa ni quiere pensar, ni ocuparse de la ley de Dios y tampoco puede vivir como el Señor quiere. Su vida está llena de "concupiscencia e inmundicia". (2) Esos que el apóstol menciona que serán juzgados son también anárquicos (v. 10), "que desprecian el señorío". He tomado esas palabras en el sentido más amplio porque no he podido estar seguro a que específicamente se refiere. Si siguiera a Judas vv. 8,9 admitiría que se refiere a la jerarquía angelical caída, a los poderes y potestades del aire, y que estos hombres en particular negaban, y que para mostrar su osadía y la incredulidad, blasfemaban lo que ellos suponían demonios. ¿Será eso lo que quiso decir Pedro con que "desprecian el señorío"? ¿Quiere decir que negaban la existencia del diablo, y para mostrar la firmeza de sus convicciones acompañaban la negación con blasfemias dirigidas a Lucifer y sus súbditos?

También hay hombres que se hacen pasar por religiosos que están dispuestos a admitir la existencia del mal pero de un modo impersonal, como una fuerza negativa, no como un ser angelical que se rebeló contra Dios. Aceptan el pecado pero como una cuestión de origen exclusivo del hombre. Estos son los teólogos que nos miran con piedad y se sonríen de nuestra supuesta ignorancia cuando nos oyen atribuir el mal al príncipe de las tinieblas. Sin embargo estos niegan al diablo porque explican el mal de sus propias mentes y no por la Escritura. ¿Qué dirán cuando sean echados al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles? Estos anárquicos son los que profesan con sus vidas lo contrario de lo que sus filosofías afirman, porque a la par que niegan al diablo, andan en concupiscencias e inmundicias (v. 10), gozan diariamente de los deleites del pecado (v. 13), tienen los ojos y el corazón lleno de adulterios (v. 14), tienen el corazón habituado a la codicia y son hijos de maldición (v. 14), etc. Niegan la existencia del diablo pero practican sus obras. Eso al diablo no le importa, y al contrario, agradece a los teólogos y filósofos escépticos que hagan eso. Para poder actuar libremente, para que no se le atribuyan ninguno de los males que aquejan al género humano, para que no se le combata con la palabra de Dios, ni se le solicite ayuda a Dios para refrenarlo.

El diablo puede actuar a sus anchas sobre los hombres si ellos niegan que él existe. No mirarán sus manos tenebrosas en cada tentación, formulándose otras explicaciones para curarse; que son psicológicas, que son causas sociales, que son problemas morales y producto de la carne enferma, y que son situaciones políticas. No hay remedio para el mundo si combate las fuerzas del mal con sus propias fuerzas. Nuestra victoria sobre el pecado está en ser suficientemente espirituales para describir las maquinaciones del diablo cada vez que se presenten y mirar sus emboscadas y trampas en nuestros desánimos, en nuestras debilidades, en nuestra deshonra y en nuestros tropiezos. Si a la iglesia y el mundo se les enseñara más acerca del diablo sin superstición, ambos estarían moralmente más saludables. Pero también ellos desprecian el señorío de Jesucristo viviendo una moral natural y relajada, no autorizada por la Escritura y con la influencia del Espíritu de Dios.

 

Exposición 16

 

La labor demoledora de los ministros de Satanás

2 Pe. 2: 11-17

mientras que los ángeles, que son mayores en fuerza y en potencia, no pronuncian juicio de maldición contra ellas delante del Señor. Pero éstos, hablando mal de cosas que no entienden, como animales irracionales, nacidos para presa y destrucción, perecerán en su propia perdición, recibiendo el galardón de su injusticia, ya que tienen por delicia el gozar de deleites cada día. Estos son inmundicias y manchas, quienes aun mientras comen con vosotros, se recrean en sus errores. Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta.  Estos son fuentes sin agua, y nubes empujadas por la tormenta; para los cuales la más densa oscuridad está reservada para siempre”. 

 

Hay una cosa que de nuestro estudio anterior me he quedado asombrado, que esas personas tuvieran acceso a la iglesia. Comen con la iglesia, en ágapes y hasta en la Santa Cena (v. 13), se asocian con sus miembros de modo que aquellos con vidas espirituales pobres, son seducidos y se pierden (v. 14); los que ya se habían reformado moralmente y habían sido instruidos por el evangelio, y que habían huido de ese tipo de conducta carnal (v. 18). Nuestro trabajo no nos sería tan difícil si solamente tuviéramos que combatir al diablo afuera de la iglesia, pero a veces está dentro de ella y tiene sus entrenados ministros, frecuentemente vestidos como ángeles de los, para hacer sus labores demoledoras.

Luchamos y batallamos para ganar algún alma para Cristo, vamos con nuestras armas de luz, que son las que siempre usa la milicia de Dios, al ataque del ejército enemigo, y arrebatamos de la condenación algunos; pero el diablo no parece quedarse quieto y se dice "no importa, deja que te los lleves para la iglesia, deja que los pongas en tu clase de doctrinas, deja que los bautices, que yo tengo mis ministros en la iglesia y voy a procurar destruirlos dentro de ella".

Y así pasa, se invitan a comer unos a otros (v. 13) y mientras comen devoran la sana doctrina por algún punto o maltratan y perjudican el testimonio de algún hermano por el otro. ¡Qué pena que nuestras mesas sean sitios para deshonrar a otros o para recrearse en errores! ¡Y esto después de haber invocado el nombre de Dios para dar gracias por la comida!

¿Qué calificativo merecen estos destructores de la piedad el apóstol les llama inmundicias y manchas; ¡huid de ellos! ¡No vayas a sus mesas de juicio, no te sientes en sus sillas de escarnecedores! (Jud.v.12). El apóstol les ha llamado "detractores de la piedad" no sólo porque sean "murmuradores y querellosos (Jud. v. 16), sino porque estando enlazados a la iglesia la destruyen con todas sus fuerzas.

El propósito del diablo no es tanto llevarlos a las mesas de sus ministros para atacar la imagen de otro, él pretende un mal mayor, corromperlos de nuevo moralmente, con los mismos vicios que habían dejado, pero estando dentro de la iglesia. Así que, a esos hermanos el apóstol les llama "manchas", y mientras más pronto la iglesia se lave de ellos, tanto mejor. Profundizando un poco más en estos personajes que son ministros de Satanás con acceso a la iglesia, y la iglesia está en contacto con ellos, porque ofrecen un liderazgo espurio. No todos los líderes de la iglesia son formados por el Espíritu Santo. También Satanás tiene seminarios y doctrinas.

Me asombra que estas personas pudieran representar un peligro real para la iglesia, viviendo inmoralmente (v. 14), "en adulterio"; teniendo apetitos por dinero (v. 15), y siendo rebeldes como Balaam a la palabra de Dios (vv. 15,16). ¿La iglesia no lo sabía? Pudiera ser que estuvieran descompuestos moralmente en privado y en público dieran una imagen de líderes celosos que mantienen la apariencia, la respetabilidad y el honor. Eso pasa.

Sin embargo a mí me parece que si la iglesia hubiera orado, el Señor habría traído a la luz sus pecados, o si ella hubiera sido espiritual, habría tenido alguna sospecha con cierto fundamento. Por ejemplo, viéndoles gozarse en sus errores (v. 13). En una conversación larga de sobremesa, un domingo en la tarde, se hablan muchas cosas. Las cosas que una persona disfruta suelen descubrir su corazón. La otra forma sería mirándole a los ojos (v. 14). Sigue la frecuencia de una mirada, observa el brillo de sus ojos y leerás lo que pasa por su corazón. Si habla sobre el dinero, informa que si tiene la costumbre de ser generoso con la iglesia o si toma como pretexto que no le alcanza lo que gana, fácil te darás cuenta que no es un ministro del Señor. Sin embargo hay que confesar con pena que rara vez hay unos cuantos en la iglesia con suficiente espiritualidad para observar esas cosas. Y aun cuando los hubiera ¿qué hacer? Nada mientras no se trate de hechos probados, salvo no caer bajo la influencia que mancha a esos falsos cristianos.

Además, estas personas ejercen como un hechizo mágico que anula la penetración espiritual de los hermanos, y ellos no ven o no puede notar nada peligroso en esos mensajeros del diablo, quiero decir algo sospechoso. Se puede leer que es un falso profeta porque habla de bendiciones de Dios (v. 15).

¿Quién podría desenmascarar a un falso profeta si se cubre la cara detrás de un lenguaje bendito y de muchos sermones como palabra de Dios? La gente no ve su amor por el dinero por los continuos expresiones de que no vendería como mercancía su mensaje (Num. 24: 13). Nadie verá que está loco (v. 16) cuando habla de modo tan ordenado y sensato. Pero si esas cosas contribuyen a que los falsos maestros dañen la iglesia, el centro del hechizo mágico que no los descubre se halla en que ellos se presentan como la iglesia los tiene, como una fuente de bendición, como una nube de gracia celestial (v. 17). Sin embargo no es así. Debes preguntarte, ¿eso que está diciendo está matando mi sed? ¿No serán sus enseñanzas y vida algo así como un espejismo? De esos oasis secos, de sus pozos vacíos, de sus vidas llenas de humo, descargadas de gracia de las cuales ningún bien hay que esperar. Se parte de esa ilusión de gracia. Otra cosa que hace que el hechizo sea más grande son las palabras infladas que habla y las promesas que de sí mismos dan (vv. 18,19). Dice el apóstol que sus palabras son "cosas infladas", puro viento. Si esto da la idea de una gran oratoria, de una pomposa y vacía verborrea, Judas aclara que el propósito es aprovecharse de sus oyentes por medio de adulación (Jud. v.6). Y otra vez la constante del dinero emerge en el texto. Es decir, a modo de conclusión lo que arrastra a la iglesia hacia la apostasía en relación con estos señores son sus pláticas y sermones con teología adulona.

 

Exposición 17

Reflexiones sobre la apostasía

2 Pe. 2:18-22

"Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error. Les prometen libertad, y son ellos mismos esclavos de corrupción. Porque el que es vencido por alguno es hecho esclavo del que lo venció. Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero. Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno".

 

En nuestro estudio anterior concluimos afirmando que los ministros de Satanás engañan algunos en la iglesia, los que están con nosotros pero no son de nosotros; los engañan con una verborrea vacía y adulona, conduciéndolos en retroceso a la apostasía. Se trata de una seducción del pecado. Les ofrecen de nuevo el pecado y los seducen a pecar (v. 18); y de eso aprendemos que el pecado nunca se vuelve inofensivo, y los mismos pecados que un hombre encuentra fuerzas para dejarlos un día, y de los cuales se había separado en su conversión, andando el tiempo si Satanás vuelve a ofrecérselos podría cometerlos.

No niego que el que ha estado viviendo en santidad les oponga resistencia, porque se dice "seducen", debido a que sabe que no debe cometerlo, prefiere no cometerlo, no quiere cometerlo, pero como pierde la gracia de Dios, cesa, no puede vencer la seducción y llega a cometerlos. El pecado nunca está inofensivo, siempre es algo peligroso y la aceptación por parte de un cristiano depende de dos cosas: cómo se le ofrezca el pecado y cuándo se le ofrezca. Pedro no habla en este pasaje de la caída en pecado de un hijo de luz sino de los apóstatas, aunque ¿hay alguna diferencia?

Cuando un cristiano cae en pecado su seducción no es diferente de la que pasa en la mente y corazón de los apóstatas, porque ambos tienen en común la misma naturaleza humana caída, los dos tuvieron insuficiencia de gracia para oponerse victoriosamente a la seducción, aunque debo aclarar que en el cristiano, que llamaríamos verdadero, existe una resistencia interna porque hay una obra de gracia hecha por el Espíritu Santo que en el otro no.

El que es sólo profesión externa y no conversión genuina, que no está regenerado, no está justificado, no es hijo de Dios y tampoco tiene el espíritu de adopción, y esas cosas ciertamente no existen en vano. Si la seducción no es exactamente igual es muy parecida y en ambos palpita la carnalidad y la sensualidad. Si somos fieles se lo debemos a Dios y si nos recuperamos después de una seducción suicida es por la obra de gracia del Señor. 

El pecado es altamente seductor (v. 19). El cristiano es libre, libre del pecado, sin embargo esa libertad espiritual es al mismo tiempo una cautividad de lo divino; se siente preso en esa libertad y sabe que tiene libertad para hacer lo bueno pero no para pecar, aunque estrictamente no es su regeneración lo que está presa sino su naturaleza pecaminosa que se siente incómoda, atada por los mandamientos de Dios y a veces le da furia esa condición de prisionera de esperanza y se quiere escapar.

En Ro. 6: 15-18 se enseña esa dualidad, la esclavitud del pecado para muerte o la esclavitud a la justicia para salvación. Sí sabemos que es una esclavitud que se asume de corazón y que es doctrinal. El diablo sabe eso. Y le dice "eres esclavo de Dios" "eres esclavo de esas doctrinas" "eres esclavo del bien, del evangelio" "eres santo pero eres esclavo, eres un esclavo santo" "deja esa esclavitud y practica el pecado".

El apóstol Pedro dice que "le prometen libertad", sin embargo lo que hacen es esclavizarse de la peor manera, se convierten en esclavos de la muerte y no de la vida. Así que esa libertad, por seductora que sea, es la peor esclavitud, la de las concupiscencias de la carne y disoluciones. Esclavos de una corrupción continua y fija y además progresiva, ¡quién puede desear estar condenado a descomponerse diariamente!

¿Por qué ocurre la apostasía? (vv. 21,22). Por la ausencia de la gracia regeneradora. La apostasía final existe sólo en el hombre natural, el que sigue siendo el mismo que era al nacer, total sensualidad sin el Espíritu de Dios (Jud. v. 19). No son templos del Espíritu Santo ni tampoco se ha efectuado en ellos alguna obra regeneradora, aunque hayamos observado algún cambio en sus conductas externas; el perro continúa con su única naturaleza y regresará a oler su vómito, la puerca por un tiempo lavada no olvidará su barro y romperá su temporalmente su sostenida higiene (v. 22). La apostasía se explica porque el pecador no ha sido regenerado y sus cambios no son más que superficiales y cosméticos.

No debemos extrañarnos cuando eso ocurre y vemos dolorosamente regresar al pecado a los que habíamos ayudado a salir de él, a los que "verdaderamente habían huido de los que viven en error" (v. 18), y que "ciertamente habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo" (v. 20). Según como Pedro nos presenta la apostasía de ellos tenemos que corregir el error de calificarlos cómo conscientes hipócritas, porque ellos "verdaderamente" habían huido del pecado y "ciertamente" habían escapado de las contaminaciones del mundo.

No necesariamente estaban fingiendo fe, aparentando santidad, ellos realmente habían recibido gracia pero temporal. Por alguna razón no conocida por nadie, el Espíritu Santo dejó de comunicar gracia sobre ellos y sucumbieron a las tentaciones y a los engaños de los falsos ministros. Eso no ocurre en los hijos de Dios a quienes siempre está salvándolos. Todo eso desde el punto de vista de Dios es posible, porque aun Dios si quisiera, y gracias a él no quiere, quitarle la gracia a sus elegidos, si quisiera y dejarlos en tinieblas, podría hacerlo. La perseverancia es una misericordia constante. Y el Señor emplea bastante trabajo, mucha Palabra, mucho Espíritu Santo, muchas oraciones, mucha providencia, y muchísimos ángeles, para no permitir que volvamos a la cantera desde donde fuimos tomados. Por eso tenemos que cuidar nuestra salvación como se nos aconseja, con temor y temblor. Con eso concluyo y paso por alto un análisis sobre el conocimiento que ellos tuvieron. Vamos al próximo capítulo.



 

2 Pe. 3: 1

"Amados, esta es ya la segunda carta que os escribo, en las cuales, como recordatorio, despierto en vosotros vuestro sincero entendimiento". También se puede traducir genuino entendimiento. O "limpio entendimiento". ¿Lo tienes limpio o sucio? Lee lo que dice Pablo de ciertas personas ( Tito 1: 15).

 

Cristo no ha venido porque no somos mejores cristianos

2 Pe. 3: 4-10

3 sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, 4 y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así, como desde el principio de la creación. 5 Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, 6 por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; 7 pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. 8 Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. 9 El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”. 

 El apóstol no discute las palabras dichas por Jesús en los evangelios y que tuvieron que ser repetidas en la evangelización de la iglesia y constituían uno de los principales temas doctrinales de predicación; habiendo llegado a los que tardaban en convertirse en cristianos, dentro y fuera de la iglesia y disculpaban su falta de arrepentimiento expresando incredulidad; más aún, riéndose de la predicación de la segunda venida de Cristo. Es interesante notar que el autor no procura mucho sacarlos de dudas; en ese caso hubiera explicado las palabras del Señor, pero no lo hace lo cual hubiera sido mejor para nosotros; simplemente les dijo: no ha venido porque con el evangelio no hemos alcanzado a todos, no todos nos han creído y no todos estamos preparados para su segunda venida de juicio.

Fíjate que no es tanto lo que impide la segunda venida del Señor el alcance mundial del evangelio, sino el estado espiritual de la iglesia; porque el "nosotros" implica a los creyentes, a los creyentes que se han separado del Camino. Más que un asunto de evangelización es un asunto de purificación de la iglesia. Parece equivocada la idea que cuando se halla predicado a toda criatura “entonces vendrá el fin” (Mt. 24:13, 14). Me siento cómodo tomando la palabra testimonio dicha por Jesús y acomodándola a la opinión de Pedro. No a la evangelización sin preocupación por la santidad eclesiástica. Si contesto a los burladores por qué hace dos mil años que todos los apóstoles esperaban en su generación el retorno del Jesús que habían visto volar al cielo, y no ha venido, les digo: Cristo no ha venido porque no somos mejores cristianos.  Entonces la batalla del diablo contra esa doctrina es conseguir siempre, en todos los siglos, una iglesia impura.Han usado la aritmética para contar.

2 Pe. 3:3, 4; 9,11

"...y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su venida? Porque desde que los padres durmieron, todo continúa tal como estaba desde el principio de la creación". ¿No te parece esto a lo que hoy dicen que el mundo no se va a acabar? El mundo, así como está, deformado y caótico, sí se acabará y culminará la historia humana con el segundo advenimiento de Cristo. Porque, como dice Pablo, la creación misma está sujeta a vanidad y gimiendo por una transformación. Lo que sí es cierto es que muchos impostores han profetizado, sin fundamento, la segunda venida de Cristo; todos se han equivocado porque han usado la aritmética para contar, con base en números figurados, las profecías. Erróneo, la segunda venida de Cristo es materia de juicio. Jesús no habló de que contaran los tiempos sino de que miraran (juzgaran) los tiempos (Mt. 16: 2,3). Cada generación ha de juzgar por sí misma si Cristo vendrá dentro de ella o no, y la mejor regla de medida, pienso, es la abominación, la multiplicación de la maldad. La venida de Dios, del día de Jehová, o de Jesús, es una venida de juicio. Cuando uno ve que la maldad se multiplica y parece alcanzar su colmo, y se tornan las cosas como en Sodoma y Gomorra, lesbianas y homosexuales casándose, como un regreso al paganismo del primer siglo, o como en los días de Noé, puede pensar con fundamento que Cristo ha de venir. Como los apóstoles presentan el día del Señor siempre dicen que no vendrá sin que antes venga, es decir, la apostasía, la venida del hombre de pecado (2 Te. 2:3-5), la relajación moral, etc. 

Vamos a sumergirnos en las razones que podían tener los burladores para reírse de la segunda venida de Cristo y descartarla. Luego emergeremos con aplicaciones pertinentes. Lea 3:11; no cabe duda que la iglesia apostólica esperaba a Cristo hace 2 mil años y que los que vivían no deseaban ni ellos ni sus hijos ser quemados vivos en el evento. Nota la demanda ética que implica la clase de juicio que traerá la segunda venida. Esa aproximación de juicio, su horror, daba fuerza en temor a la piedad. Lógicamente que la dilación traería aparejada la laxitud moral (como ya Jesús había previsto en sus parábolas) y no pocos habrían empezado a sospechar que aquello era un fraude. 

Desde entonces el principal evento escatológico del NT comenzó a perder efectividad y ponerse en tela de juicio. Algo tuvo que estar equivocado y no debió ser en la fuente original de la idea (Jesús) sino en sus fogosos seguidores, aun en los más conspicuos como Pedro y Pablo. A mí me parece que la iglesia asociaba la segunda venida al juicio y pensaba que esta venida, su cumplimiento, era final; pero no era final. Cristo vendría con sus ángeles, el juicio sobre Jerusalén, sobre la casa de Dios, los cristianos, pero no sería el juicio final, otros muchos juicios y venidas ocurrirían, y una de ellas podría ser la última. He ahí el problema que no entendieron los burladores y la iglesia todavía no podría explicarlo porque le quedaban algunos años por delante antes que las palabras de Jesús tuvieran su primer cumplimiento. En el año 70 con la destrucción del templo el evangelio se cumpliría por primera vez, Cristo vendría en juicio sobre la nación. Cristo vino, pero el mundo no se acabó. Y vendría luego en muchas ocasiones, en la primera y segunda guerra mundial y vendrá, quizás definitivamente cuando la maldad alcance su clímax. 

Vamos a las complejas palabras de Jesús (Mt. 10: 23; 16: 28); ¿quién las dijo, Jesús o la iglesia la puso en su boca? Las dijo el Señor y la iglesia las repitió. Jesús mismo creyó en su inminente regreso, de un modo y de otro, pero no dijo cuándo porque no lo sabía. Aun para él fue un solemne secreto, esas no fueron palabras que escuchó del Padre, no las trajo para revelarlas y nadie las sabe y precisamente a causa de ese desconocimiento se debe estar siempre esperándolo. La segunda venida de Jesús es un paréntesis abierto. Un día volverá por última vez, físicamente como lo predijo, y tendrá lugar la resurrección de justos e injustos y el juicio final. El mundo anda tan mal y está tan pervertido que justifica su regreso en cualquier momento. En Pablo el juicio escatológico toma un sentido distinto, el horror no proviene del fuego físico ni de la fundición de los elementos, sino por la desaprobación moral y teológica de las obras (2 Co. 5: 8,10; 2 Te. 1:6-9). Hay unidad de pensamiento en los autores del NT, pero el énfasis en la descripción varía. Si Jesús no sabía el día de su regreso el NT lo ignora, nadie lo sabe, la Biblia no lo dice, y los numeritos fijos en la historia son un atrevimiento de autores sensacionalistas. La aritmética en las profecías es bastante riesgosa. 

2 Pe. 3: 9

"El Señor no se tarda en cumplir su promesa, según algunos entienden la tardanza, sino que es paciente para con vosotros, no queriendo que nadie perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento". El que no se arrepiente de sus pecados todo lo que le ocurra al final le será para maldición aunque gane todo el mundo perderá su alma; lo que se le quite no se le devolverá, sus heridas se demorarán en sanarse, lamentará siempre sus experiencias negativas, cosechará en saco roto (Hag. 1: 6), pero el que se arrepiente Dios transformará sus males en bien, abonarán sus plantas, fertilizarán su vida, así puedes encontrar: (1) un hecho: la maldición persigue aún las bendiciones del que no se arrepiente (Mal. 2: 2) (2) Dios no quiere maldecir a nadie, "no quiere que ninguno perezca"; él arreglará todas las cosas para que funcionen para bien. Algunos manuscritos en vez de vosotros dicen, “no queriendo que ninguno de nosotros perezca”, pero la mayoría traduce vosotros. De todos modos, ellos o nosotros el Señor no quiere perdernos, y da igual.

 

Capítulo 3

Exposición 18

La plaga de los burlones está viva

2 Pe. 3:1-4

“Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles;  sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias,  y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación”. 

 

Desde un principio el apóstol Pedro expresa su deseo de armar a la iglesia con argumentos poderosos contra los burladores incrédulos de la segunda venida de Cristo. Ahí está siempre ese tipo de gente que se ríe de las doctrinas de la Biblia, especialmente las que tienen que ver con las cosas futuras (v. 3), son hombres de una misma raza maldecidas, como los que en estos días escuchamos que se burlan del grito de soledad de Cristo en la cruz.

Indudablemente los burladores son las serpientes más ardientes que tienen bajo la lengua de ellos el veneno más terrible para la fe. La palabra griega enfatiza el gesto como si hicieran alguna payasada o niñerías. Uno puede soportar cualquier azote, el látigo, la contradicción, la mentira, pero la burla es una tortura más terrible que todas; ella es esencialmente diabólica, es destructiva para la fe del principiante oír cómo hacen chacota y ridiculizan su esperanza celestial, como se mofan de la existencia del infierno, como le hacen caricatura al juicio final y también chanza de la resurrección de los muertos.

La burla le quita a la fe en Dios los elementos esenciales con los cuales ella está comprometida para la salvación (1) la burla le quita a la doctrina su solemnidad y la pone en una posición que inspire desprecio, porque así ¿quién podrá respetarla? (2), vuelve la verdad y mentira, la vuelve al revés, la descalifica ante el entendimiento y la reduce a la calificación de mito. Cuando el principiante deja de estar seguro que lo que cree es verdad, le desentierran todas las estacas de la fe de su tienda. (3) y sobre todo la lengua burlona apuñala el amor por la doctrina, y no hay dolor más grande que maltraten lo que amamos, y es como si nos hirieran con una daga por la quinta costilla.

Así que Pedro quiere que la iglesia esté preparada, especialmente los recién convertidos, para enfrentar a los burladores de las doctrinas cristianas. Ya nuestro Maestro no está físicamente presente, no pueden escupirlo en su rostro e injuriarlo pero todavía pueden seguir haciéndole daño burlándose de sus palabras (vv. 1,2). Defender sus doctrinas es defender sus palabras.

Fijémonos que ellos se burlaban específicamente de su segunda venida (v. 4). El que se burla de la segunda venida de Cristo se mofa de todo el Nuevo Testamento; porque esa doctrina se encuentra en los cuatro evangelios, y prometida y anunciada por el Señor mismo, y también en casi todas las epístolas de Pablo y en el Apocalipsis.

¿Que pretendían con esa burla? A mi juicio la sustancia de las intenciones de ellos sería como decirles (1) no esperen nada del cielo, hasta terrenal tu vida (2) renuncien a vivir con la expectativa de que sean juzgados sus actos, no hay juicio final (3) no hay castigo para los malos ni recompensa para los justos (4) no esperen la resurrección de sus cuerpos, consuman sus vidas en todo lo que les plazca porque ésta es la única vez que estarán sobre este planeta. Es decir, era una invitación a que se desenfrenaran como ellos dentro de sus propios vicios y concupiscencias (v. 3).

Esos burladores pienso que tienen un carácter ladino (v. 4). Eran más incrédulos que investigadores sinceros. Rechazaban la segunda venida (1) porque no creían en su ascensión y por ende tampoco en la resurrección. Tenían un parecido a los que se hallaban en Corinto, (2) él dijo que regresaría pero no lo hará. Por un análisis del argumento de ellos en el v. 4 se puede deducir que lo que deseaban era negar enfáticamente el juicio que acompañaba a la parusía. Podemos observar la palabra "permanecen" (v. 4). Y quieren decir "nada ha sido removido de su lugar, "no ha habido juicio ni resurrección". Sobre si era verdad o mentira eso lo veremos en el próximo estudio, ahora lo que quiero asegurar haber visto es que ellos no deseaban que tuviera lugar el juicio final del cual los predicadores ("vuestros apóstoles") de la parusía hablaban.

Tímidamente puedo señalar que estos que no deseaban oír sobre el juicio final, eran oyentes de esas doctrinas. ¿Cómo sabrían ellos de la promesa de su advenimiento? Tienen que haberla escuchado muchas veces para que se hubieran molestado al punto de ridiculizarla. Eran parte del cuerpo visible de la iglesia estos que no deseaban escuchar sermones de juicio, (1) porque deseaban vivir en pecado (v. 3), y no querían renunciar a sus vidas torcidas, (2) también querían quedarse en la iglesia y no irse de ella, pero aquellos predicadores y predicaciones les hacían la estancia muy incómoda y poco placentera, y la mejor forma era riéndose de ella. Por tanto están avisados de eso, hermanos, y recordemos que la aparición de esa plaga estaba predicha (vv. 2,3), y continuemos predicando esas doctrinas finales porque fueron predicadas por los santos profetas, por los apóstoles y por nuestro Señor personalmente.

Exposición 19

Ignorancia voluntaria, es lo mismo que incredulidad

2 Pe. 3:5-9

"Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua;  pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos.  Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.  El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

 

En nuestro estudio anterior vimos claramente que aquellos burladores negaba la doctrina del juicio final, porque ellos deseaban negarla. Eso puede llevarnos al v. 5 donde dice "voluntariamente". No es que nunca se les hubiera hablado sobre el juicio final, al contrario, la ignorancia de ellos era intencional, voluntaria, no porque consideraran que no habían sido enseñados por los profetas, los apóstoles y Jesús, sino porque querían que eso se ignorara en la congregación. ¿Es eso ignorancia?

Es difícil para un no convertido hacer vida longeva en una Iglesia donde se predique continuamente contra sus prácticas pecaminosas. Aquellas personas se sentían incómodas y enojadas con las enseñanzas sobre el juicio final. La ignorancia voluntaria no es ignorancia, es incredulidad y estrictamente hace su manifestación como un desprecio contra la palabra de Dios. ¿Podrían ellos ignorar lo que dice en el v. 5, que Dios hizo los cielos y la tierra? ¿Y que los hizo por medio de su palabra? ¿Y que por su palabra los destruyó? No, ellos no ignoraban eso, pero entonces ¿por qué decían que no ha habido juicio? Esas personas leían eso, sabían eso, pero el problema es que no tenían las palabras de Cristo la palabra de Dios (v. 7). Por eso el apóstol Pedro tiene que subrayarles que se trata de la misma palabra, ya sea la dicha por Jesús o la que habían dicho sus "apóstoles" (v. 2). Y añade que por esa misma palabra se mantiene en pie la promesa de su advenimiento y juicio.

Estos hombres queriendo burlarse de Jesús o no, burlándose del evangelio de los apóstoles se hacían incrédulos. Según Pedro, el Nuevo Testamento tiene la misma inspiración divina que el Antiguo Testamento y la misma autoridad como palabra de Dios. El Dios que habló a Noé y lo advirtió sobre el diluvio es el mismo que por boca de Jesús y de sus apóstoles nos ha hablado sobre su retorno y juicio final. Del mismo modo que se perdió la generación de Noé también se perderá esa casta de hombres impíos que menosprecian los anuncios de juicios escritos en el Nuevo Testamento (v. 7). Es indudable que quienquiera que no acepte el Nuevo Testamento como palabra infalible de Dios no podrá ser salvo y quien viva sin dar crédito a sus advertencias de juicio y siga sin prepararse, al llegar ese momento será tratado sin misericordia.

Pedro pasa a explicarles a los burladores el aparente retraso de la segunda venida de Cristo y su juicio sobre el mundo (vv. 8,9). De veras que ellos no merecían ninguna respuesta porque si "voluntariamente" pasaban por alto los juicios de Dios sobre los impíos del tiempo antiguo, y se reían de los juicios futuros, no valía la pena por causa de ellos tratar de sacarlos del error, sino dejarlos a la implacable ira de Dios. Sin embargo Pedro se siente pastor que ama a sus ovejas y se ve forzado a responderles por razón de los que los escuchan a los cuales ellos, careciendo de argumentos para defenderse, harían errar el buen camino (v. 8).

Es como si les dijera "han transcurrido menos de 40 años ¿y ya les parece mucho?". ¿Qué pensarían entonces si supieran que habrían de pasar mil, dos mil años? Eso tampoco sería mucho ni siquiera diez mil. Las promesas de Dios no se esperan por la paciencia del que espera sino del que promete. Ahí radica mucho del origen de nuestra impaciencia humana, que no miramos sus promesas con el ojo eterno. Ignoramos que sus promesas no se cumplen cuando nosotros las queremos sino cuando llegue el tiempo de su cumplimiento, y que Dios compromete su palabra con sus planes y con la voluntad suya y no con nuestra impaciencia.

Para Pedro no ha habido ninguna "tardanza" (v. 9) en el día del juicio sino que está ejercitando su presciencia para salvación. Si hubiera regresado ya, estos burladores sin estar preparados, habrían perecido. Eran ellos los que tenían que haberse puesto de rodillas y decir "no, no vengas todavía Señor Jesús". Sólo la iglesia es la que debe orar de ese modo (Apc. 22: 20). Han pasado dos días de Dios, es decir dos milenios, y entramos en el tercero, ¿estás ya preparado? ¿Estás listo para comparecer ante el tribunal de Cristo? El resto del v. 9, sobre no querer que ninguno perezca queda para nuestro próximo estudio.

 

Exposición 20

¿Salvación universal?

2 Pe. 3:9

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

 

¿Enseña Pedro, en este versículo una salvación universal? De ningún modo, nada es tan sospechosamente anticristiano como afirmar que Dios es amor, y que no puede condenar eternamente a los impíos, o que como desea la salvación de todos, todos lo serán. Cuando Pedro dice "no queriendo que ninguno perezca", ¿quiere decir que no hay reprobación, que Dios no ha pasado por alto algunos dejándolos en sus pecados? ¿Quiere decir que el hombre en sus manos está decidir salvarse o no? La respuesta a todas esas preguntas es un rotundo no. Cuando Pedro dice que "todos" procedan al arrepentimiento, según su contexto no se refiere a cada persona de la especie humana y a cada habitante del mundo porque entonces no hubiera dicho que es paciente "para con nosotros" sino que es paciente "para con el mundo".

En todo este texto Pedro habla de la salvación del pueblo del Señor, de su nación Santa, de su Iglesia. Es su iglesia la que el Señor no quiere que perezca, la iglesia que aún no ha sido salvada por la iglesia que vive en pecados, pero de un modo o de otro siempre el "nosotros" se refiere a la iglesia. No estoy usando filosofía dentro de la teología sobre este texto, ni hablo sobre la voluntad activa y la voluntad pasiva de Dios, ni hago diferencia entre sus deseos y sus decretos, simplemente "nosotros", no incluye a los reprobados sino a los escogidos.

Si alguno se aferra a esas palabras de Pedro desesperadamente para negar la doctrina de la elección puede separarse de ella, pero también aceptar el universalismo de la salvación, lo cual es completamente absurdo, porque el punto medio que ellos toman no existe. En este texto no se habla de la llamada libertad humana para escoger la salvación, ni se puede deducir de él que se le conceda a sí mismo la capacidad intrínseca para arrepentirse.

La salvación se mira no desde el hombre sino desde Dios, ni de que Dios esté lejos, esperando que el hombre por sí mismo se arrepienta, porque cuando habla de su paciencia en relación con nuestro perdón, eso siempre se hace (3:15; 1 Pe. 3:20). Así, hay que decidir entre la verdad y la herejía universalista. Todo este texto como ya dije, habla de cristianos, y de entre ellos muchísimos que están viviendo sin santidad, pero fundamentalmente cristianos (vv. 11; 13,17).

 

En el arca no cabían más 

 (Otra exposición)

2 Pe. 3:1-9   

“Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento,  para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles; sabiendo primero esto, que en los postreros días vendrán burladores, andando según sus propias concupiscencias, y diciendo: ¿Dónde está la promesa de su advenimiento? Porque desde el día en que los padres durmieron, todas las cosas permanecen así como desde el principio de la creación. Estos ignoran voluntariamente, que en el tiempo antiguo fueron hechos por la palabra de Dios los cielos, y también la tierra, que proviene del agua y por el agua subsiste, por lo cual el mundo de entonces pereció anegado en agua; pero los cielos y la tierra que existen ahora, están reservados por la misma palabra, guardados para el fuego en el día del juicio y de la perdición de los hombres impíos. Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día. El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento”.

 

Voy a explicar el v.9 pero en su contexto porque queda mejor y salen a relucir varias doctrinas de la gracia. Así conociendo la familia se puede hablar mejor de un miembro particular de ella ya que llevan la misma sangre.

En el susodicho v. 9  el apóstol dice que Dios no quiere que nadie perezca por el fuego anunciado; y eso lo dice por causa de los burlones que se reían de la segunda venida y del juicio, alegando que desde que el mundo es mundo está igual y no hay tal cosa que se vaya acabar. Según Pedro en su tiempo está pasando lo mismo que siglos atrás encontró Noé cuando preparaba el arca con la paciencia de Dios cuando sus contemporáneos se burlaban de él, de ella y del juicio que les anunciaba, hasta que llegó el diluvio y perecieron (1 Pe. 3:20; 2 Pe. 2:5). 

Dios estuvo 120 años ofreciéndoles la salvación a aquellos antediluvianos y hubiera querido que subieran al arca aunque sabía (presciencia) que no lo harían. Jehová deseaba que lo hicieran y ellos no lo hicieron. Y él les respetó el obstinado libre albedrío de ellos con que “celosamente” o “deseándolo” o “voluntariamente” no quisieran pasar adentro del barco. No se puede dudar de la sinceridad de Dios al ofrecerle la salvación mediante la predicación con un llamamiento general y con tanta anticipación si se arrepentían. Como dejando el arrepentimiento, la fe, la conversión en las manos de ellos. Pero eran incrédulos y siguieron viviendo como Dios detestaba. 

Cuando Pedro dice que Dios no quiere que ninguno de vosotros (como dicen los manuscritos más antiguos, siglos II, III), no nosotros (siglos IX, X) perezca se está refiriendo a ellos con los mismos antiguos sentimientos. ¿Era el deseo de Dios que aquella gente se ahogara? No. ¿Es el deseo que estos modernos burladores perezcan consumidos por el fuego? No. Es el mismo deseo que un juez tiene cuando condena a muerte a un reo. No lo hace porque le gusta sino porque tiene que hacerlo. El deseo de Dios es que “todos” procedan al arrepentimiento; pero ya de antemano había (según su presciencia) decidido elegir para salvación los menos con un llamamiento especial, conociendo que ninguno querría subir y ninguno querría huir. La elección por gracia es el único medio de salvación, sin ella no hay salvación, o perecen todos ahogados o perecen todos incinerados. La salvación tiene que llegar en forma de decreto de Dios  y no sólo como un deseo de él.  Así Dios decide de antemano llevar a cabo su propósito y a los que antes conoció también los predestinó, para que subieran al arca, para que creyeran la palabra dicha por los profetas, el Salvador y sus apóstoles. 

Noé y su familia suben al arca porque él “halló gracia ante los ojos del Señor” (Ge. 6:8). Se salva por gracia, es decir por la fe como un don de Dios. Noé “andaba con Dios” (Ge. 6: 9) y no como sus contemporáneos. Noé era el único “justo” y por eso entró al arca (Ge. 7:1); o sea, fue justificado por la fe y por medio de ella se salvó. Pasado el juicio y la destrucción del mundo “se acordó Dios de Noé y de los animales” y lo sacó de allí para comenzar un nuevo mundo (Ge. 8:1). Como si hubiera resucitado y Dios le dijera “hoy estarás conmigo en el paraíso”. 

En el arca no hubieran cabido muchos más además de Noé con su familia. Tenía una medida exacta dada al carpintero. Si cien o dos mil hubieran querido subir no cabrían en el arca. Ella estaba diseñada para que solo ocho personas se salvasen (1 Pe. 3:20); no tenía espacio libre “por si acaso”. Pero la presciencia de Dios, que actuó conjuntamente con la elección, contra el libre albedrío del hombre le dio al  arca la eficacia que necesitaba para que sirviera a su propósito. 

Del mismo modo, Cristo que es nuestra Arca de Salvación donde suben los hombres y mujeres elegidos en omnisciencia y predestinación, justificados por medio de la fe tiene la dimensión exacta, sin sobrarle nada, para ellos y para los animales de la creación que gimen por redención. En aquel entonces la iglesia tenía sólo ocho personas, luego 75 ó 76 judíos (Hch. 7:14), y tendrá “miríadas de miríadas” una “incontable multitud”. Por ellos murió Cristo y aunque su sangre vale para comprar a todos los antediluvianos y post-diluvianos, tiene la misma anchura de la elección, del llamamiento y del propósito de Dios. No más que eso. Su última gota llegó hasta los mismos bordes de la omnisciencia y de la predestinación. 

 

Exposición 21

El fin del mundo

2 Pe. 3:10-13

Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia”. 

 

Ahora me ocuparé del "día del Señor". Pero llega a tal punto que había querido, meter en las cabezas de aquellos hombres impíos que se reían de la promesa de Cristo, lo que le espera al mundo y la necesidad espiritual que todos tienen de prepararse para esos eventos catastróficos. El apóstol menciona que la venida del Señor será súbita "como ladrón en la noche". Larga ha sido la noche de este mundo pero al fin su apatía, somnolencia espiritual, será interrumpida por la venida de Jesús en las nubes. Y muchos que duermen en incredulidad y sensualidad serán sorprendidos y hallados sin arrepentimiento (v. 10).

Lo que será súbito es el cuándo no el cómo porque todos los juicios de Dios son advertidos y siempre se le indica a los pecadores el camino del arrepentimiento para escapar. El día del Señor traerá una catástrofe universal y tanto los cielos como la tierra recibirán su justicia. No habrá un solo rincón en el mundo donde los pecadores sin arrepentimiento puedan esconderse para escapar de la ira de Dios. Corran de un lugar a otro, vuelen desde un país a otro, ya sea que se escondan debajo de los montes o de las peñas, no habrá túneles que valgan, será imposible hallar un refugio seguro contra el enojo de Dios por el pecado.

Simultánea con la segunda venida habrá un grande estruendo (v. 10); eso tiene que interpretarse como una soberbia explosión en el cielo cuyo origen no se expresa con claridad si proviene del Señor directamente en su venida, o la que produce el mundo, que por algún medio los impíos han terminado por ocasionarla ellos mismos, en el último día de la historia humana, cuando Cristo retorne. No quisiera ser muy imaginativo en mi escatología ni excesivamente actualizar estos acontecimientos, pero las tres veces que se usa la palabra "deshechos" en los vv. 10-12, la palabra griega literalmente significa "desatados", como si la poderosa cohesión que mantiene a las moléculas y átomos unidos se interrumpiera y toda esa energía sea libertada, y aún como si la gravitación universal entre astros y planetas se deshiciera y trajera el derrumbe de toda la civilización y del universo entero.

Y esa explosión arrojará una fantástica cantidad de calor suficiente para incendiar el mundo entero. ¿Será radiación? El daño que la tierra sufrirá, dice el apóstol, tendrá un límite, porque aunque describe la magnitud de los acontecimientos de un modo que el mundo entero se vuelve como lava de un volcán, en otras partes sobre esta revelación en el Nuevo Testamento, se indica que nuestro planeta no será aniquilado (Ro. 8:20-22). Será como dijo el Señor una "regeneración", el nacimiento de un nuevo mundo (Mt. 19:28), como lavado o bautizado en fuego, purificado, renovado, de modo tal regenerado y cambiado que bien se puede decir que se trata de un cielo nuevo y una tierra nueva (v. 13).

Conclusión: mirado por cualquiera de los dos lados, por el del juicio o el de la esperanza de un mundo nuevo, el cristiano debe vivir de modo santo y piadoso para evitar tan grande justicia o para vivir una vida digna de un nuevo orden de cosas. Supongamos que no alcancemos vivos ese espantoso día y al llegar este nos encontremos ya muertos. ¿Escaparemos de su justicia? No, tampoco, porque el texto revela cuánto enojo produce en Dios el pecado, y los que no han procedido al arrepentimiento. El que muera sin ser tocado por su justicia, o aun pereciendo dentro de estas catástrofes, aún no ha padecido las justas miserias con que Dios castiga a los que no se han arrepentido. Lo que describe Pedro es solo una parte para darnos una idea de su juicio final.

 

Exposición 22

El tema de la salvación 

2 Pe. 3:14,15

Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito”.

 

El apóstol ahora aplica de nuevo su teología a los hermanos (v. 14), ¿cuál es la aplicación que le hacía a la segunda venida de Cristo? ¿Al fin del mundo? La aplicación que le hace es para atraerlos a una vida Santa, "sin mancha, irreprensible y en paz". Y si usted ve, si bien puede decirse que tengan una vida así para evitar el castigo, para escapar de esas catástrofes, es para recibirlo a él en esas condiciones, "ser hallados por él", porque para un cristiano genuino el castigo por el pecado no es lo peor sino haber ofendido a Dios. Cuando pecamos nuestro dolor más profundo no es perderlo todo si no perderlo a él.

Los cristianos deben estar siempre preparándose no para evitar el infierno, porque estando nuestra deuda ya saldada, eso nos posible, sino encontrarse con Jesús. Las tres palabras que dice Pedro son "sin manchas" "irreprensible" (sin censura) y "en paz" (de conciencia). Debe darnos horror tener que ser recibidos por Cristo con la tela de nuestra justificación manchada por los mismos pecados del mundo, salpicados por sus mismas inmundicias. ¿Quién se pone un traje sucio? ¿Quién va a una recepción importante con una corbata salpicada de comida? ¿Qué novia va a su boda con un traje arrugado, manchado o tiznado? Lo importante no es ser pobre o rico, educado o no; bárbaro o judío, sino ser santo. Esa es la teología buena, la que Pedro enseñaba y la que yo me esfuerzo en presentarles, porque es la que nos hace más santos.

El apóstol parece no poder desprender de su mente la crítica que han hecho, no a él sino a la doctrina de la segunda venida, y en el v. 15 repite lo que ya dijo en el v. 9 que el Señor es paciente, está procurando el arrepentimiento y la salvación de su pueblo. Y nosotros obramos igual, nos cesamos de llamar al mundo al arrepentimiento pero en especial a la iglesia. Con eso aprendemos que hay un solo tema y una sola intención que debe movernos al conversar con los liberales, los moderados y los herejes, sobre la salvación. Éste es el aspecto más importante de la teología, la salvación. Quizás haya algunos que no estén viviendo como cristianos y no lo sean, porque frecuentemente la desviación doctrinal va acompañada por una mala manera de vivir.

Muchos pierden su tiempo especulando sobre los misterios de Dios, algo así como quién es el 666, el día y el año del regreso de Cristo, pero no se preocupan si son salvos o no. ¿De qué vale conocer todas esas cosas si uno queda excluido de la compañía de Jesús? Mi recomendación es esa, que cuando tengamos que hablar con los que niegan el advenimiento de Cristo, la santa Trinidad, la resurrección y otras, empecemos hablándoles de la salvación y preguntándoles de su salvación, ¿te has arrepentido de tus pecados? ¿Crees que tienes algún mérito para la salvación? ¿Eres una nueva criatura? Debemos dar en nuestra evangelización la prioridad a las doctrinas de la salvación.

Ahora veremos un aspecto sobre la literatura Paulina, que según el criterio del apóstol Pedro como él lo expresa en v. 15, que Pablo en todas sus epístolas insiste constantemente en la salvación. Seguramente que Pedro se refiere a "muchas" cosas cuando dice "estas" cosas, pero si hay una verdad que es constante en todos los escritos de Pablo es la doctrina de la salvación. Y ¿para qué sino para que muchos sean salvos? Otras doctrina son importantes, pero esta, más. Pablo no iba a algún lugar para llenar de conocimientos a sus oyentes simplemente por el gusto, o para hacerlos teólogos siendo no conversos, sino para que fueran salvos. Desde hace mucho esa verdad es constantemente repetida aquí en nuestro púlpito. ¿Para qué quieres saber otras cosas si no es para ser salvo? ¿Para qué te glorías en la posesión de dones si lo más importante es que tu nombre esté  escrito en el cielo? La esencia misma de la Biblia es para salvar.

 

Exposición 23

 

Exégesis bíblica, apréndela  

 

2 Pe. 3:15-18

“Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito en casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición. Así que vosotros, oh amados, sabiéndolo de antemano, guardaos, no sea que arrastrados por el error de los inicuos, caigáis de vuestra firmeza. Antes bien, creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A él sea gloria ahora y hasta el día de la eternidad. Amén”.

 

Problema con la exégesis. Otros aspectos de la literatura paulina; hacen al hombre sabio para la salvación (v.15). Nota que hay doctrinas de Pablo que son difíciles de entender. Con eso el querido apóstol quiere decirnos que no todas las doctrinas de la Biblia, en especial aquellas que tratan sobre “las cosas futuras” (escatología), las de la salvación (soteriología), son fáciles de entender, “entre las cuales hay algunas difíciles de entender” (v.16). Hay algunas, como se ve, que son muy profundas y no se podrán entender en un minuto, leyéndolas por un momento o escuchándolas unas cuantas veces. Podemos volver sobre eso después.

Es necesario que se justifique un poco por qué el apóstol dice eso. Habiendo tanta bendición en la literatura paulina, tantas cosas que elevan el alma hasta el tercer cielo, que hacen sabio al sencillo; él tiene que afirmar que hay algunas que no se entienden fácilmente. No es que sea negativo ni sus palabras asomen alguna crítica a su compañero; sino para dar una explicación de por qué hay tantos errores doctrinales, “las cuales los indoctos tuercen”.

La gente se pregunta por qué hay tantas sectas cristianas. Los cristianos llamados “ortodoxos” o “conservadores” también se hacen la misma pregunta; los maestros bíblicos se asombran de que haya tantas teologías diferentes y aun herejías. ¿Dónde radica el problema si todos tienen el mismo Antiguo y Nuevo Testamento y las mismas epístolas paulinas? El origen de ese mal no se halla en la homilética de sermones, ni en la historia bíblica sino en la exégesis o reglas de interpretación del texto sagrado, que tiene que garantizar que se extraiga el verdadero significado de las palabras y la intención del autor.

El apóstol afirma que conoce algunos (nosotros demasiados) que “tuercen” la Escritura. No el pergamino, no el papiro. El significado de lo que ahí está escrito. La interpretan mal, dicen lo que Pablo no dijo ni lo que quiso decir sino lo que ellos quieren que él hubiera dicho. Nota que no renuncian a lo que Pablo dijo, dicen entender sus palabras, (la forma de la verdad) pero no las aceptan con el propósito ni el significado que él les dio. No llegan a su fondo.

Problemas que son del alma. Sobre esto se añade la incapacidad de ellos para adquirir el significado propio que el autor bíblico le dio a sus palabras. Pienso, tienen que tratar textos que no son “leche” sino “vianda” y en vez de permitir que otros más capacitados para entender “la mente de Cristo” (los que el Espíritu constituyó como “maestros”), se lanzan ellos mismos a la loca carrera de hacer sus propios análisis y llegan a sus individuales conclusiones. Eso no quiere decir que todas las cosas de Pablo sean difíciles, hay muchas, la mayoría están escritas para los pobres y los esclavos. Todos los cristianos deben leer por sí mismo los escritos de Pablo porque todos tienen la unción del Santo y ella enseña todas las cosas; pero además pedir ayuda a los maestros y pastores sobre aquellos aspectos más difíciles de entender. Observa que comoquiera que se diga, la iglesia apostólica se aplicaba al estudio de documentos escritos. Nacían herejías, pero partiendo de estudios y reflexiones, no de visiones o sueños.

Pedro no dice que el problema de ellos para hallar el correcto significado del texto se encuentre nada más que en la profundidad de pensamiento del apóstol amigo, sino en que los que derivan errores de aquellas verdades, aunque ninguna mentira procede de la verdad (1 Jn. 2:21), no están mental y espiritualmente capacitados para hacer exégesis bíblica y por ella enseñar a los demás. Dice que son “indoctos, inconstantes” (v.16). Si son “indoctos” es que aún no han estudiado suficiente como para estar capacitados. Debieran tomarse un poco más de tiempo antes de autonombrarse maestros (Sgo. 3:1), teniendo mayor condenación, porque son responsables de haber descarriado a otros. 

Por otra parte, son “inconstantes”, supongo que se refiera a que andan saltando de una doctrina para otra (“similares a aquellos niños fluctuantes, de los cuales Pablo toma nota en Efe. 4:14, que son llevados por todo viento de doctrina”). Forman una doctrina hoy y la deforman mañana, ajustan y desajustan a capricho su pensamiento teológico. Según ellos siempre están aprendiendo, pero nunca llegan al conocimiento de la verdad. Hay que cuidarse mucho de esos “maestros” que dan charlas, piden ayuda para ir dándolas; pero tienen un par de alas en sus credos y hoy se posan sobre una interpretación y mañana sobre otra convirtiéndose en la sensación del momento. Están acá y mañana alzan el vuelo para otra interpretación y es difícil seguirlos en sus vuelos; y mejor es no hacerlo. Siempre es bueno transitar por las sendas antiguas, la de Agustín, los reformadores y puritanos ingleses. Conseguir libros y oír predicadores que sean sus legítimos sucesores. Para nosotros es una delicia escribir y predicar esas cosas que a quien único molestan es a Satanás y para vosotros es seguro (Flp. 3:1). 

Pedro también revela la esencia misma del por qué no llegan jamás al significado del texto y la doctrina, son hijos de perdición, “para su propia perdición” (v.16). ¿No somos testigos de cuántos maestros, predicadores y “teólogos” no conversos han escrito y dictado conferencias? ¿No son llamados doctores de la ley sin saber lo que hablan ni lo que afirman? (ni creen, añado. La “inconstancia” doctrinal, las novedades, que continuamente sacan a la luz no es más que una expresión de incredulidad). Los cristianos normalmente, aun aquellos que necesitan mucha ayuda para entender porciones de la Escritura, no tardan en acomodar lo espiritual a lo espiritual, pero estos maestros aunque se acerquen a la luz esplendente del texto, cuando lo tienen cerca y ya ella les brilla “tuercen” en una dirección o en otra y se alejan definitivamente. En eso consiste la poca diferencia que algunas veces existe entre una verdad y un error. ¿No recuerdas que aquel Concilio cuando se discutió la divinidad de Cristo que una letra nada más marcó la ortodoxia y la herejía: “De la misma substancia” y “semejante”?

Entiende que la interpretación correcta de los textos para la salvación es básica para ser salvos. Pedro afirma que tras torcerla se pierden. Algunos piensan que no importa la doctrina. Sí importa. Esos afirman que todas las denominaciones evangélicas son buenas, que uno si está buscando a Dios, lo mismo da ir aquí que allá. Afirman que lo importante es “adorar” y no importa el lugar ni la doctrina. Esa forma amplia y condescendiente de pensar no es apostólica. No pensaban que uno puede adorar a Dios dondequiera que se nombre a Cristo (¿cuál?). Para Pedro, lo mismo que para Pablo (que ya hemos visto que se discutían muchas cosas de sus escritos a partir de los cuales habían nacido herejías), la enseñanza era algo muy serio que se relaciona con la salvación. Cítese por ejemplo la predestinación para la gloria de la gracia de Dios y la reprobación para la gloria de su justicia.

Los vv.17-18 contienen dos exhortaciones finales, a tener cuidado con esos exégetas de la Escritura, que llegan fácilmente a conclusiones equivocadas sobre ella. Jesús dijo, mirad lo que oís; lo que quiere decir que hay que ser vigilante en lo que uno aplica el oído o le llega sin permiso, porque en esta época es imposible taparse las orejas. Tú oirás por todos lados mentiras hábilmente tejidas por satanás para la perdición de tu alma; para que eso no pase, el mejor remedio es “crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”. Aumentar en ambas cosas de modo que a cada equivocación que escuches puedas oponer firmemente una potente verdad, tal que a Aquel que te salvó “sea la gloria” y la honra, cuando tengas “abundante entrada” por las puertas de “la eternidad” (v.18).

 

1 Juan, NOTAS, LA MEJOR

Mayormente el contenido de esta carta, si es que a pesar de la repetición de asuntos, se puede considerar de esa manera y no como un tratado contra la herejía de un tal Cerinto, que negaba que  Cristo pudiera haber tenido un cuerpo real, sino más bien que era una apariencia de materia, pero que en realidad era sólo espíritu. A estas ideas se les conoce como docetismo, o apariencia de la realidad sin ser ella. Estos docetas, como virtualmente eran paganos, imaginaban una serie de dioses intermedios o eslabones espirituales a los cuales les llamaban eones, y suponían que Jesús, sin cuerpo real, debía ser uno de esos seres. Estas ideas, sin estructura doctrinal fueron el caldo de cultivo de una mejor desarrollada creencia gnóstica. Tales creencias son calificadas por el autor como anticristianas, y quien las cree, como aquellos profesores, son llamados anticristos (2:18, 22; 4:3).

La epístola de la misma manera tiene que ver con el amor fraternal, y en el desarrollo de ese propósito el apóstol trata de erradicar el odio y los rencores que pudieran arrastrar estos aparentemente recién convertidos del judaísmo al cristianismo. Si éstos fueron, como parece, los destinatarios, se explica la sencillez de la misiva y la insistencia en los elementos doctrinales del cristianismo: la exclusividad de un solo Dios verdadero y no múltiples, como sugiere al menos el entorno pagano de estos convertidos (5:21). Además, que hay una sola persona que tiene la vida eterna, el Hijo de Dios, Jesucristo, a quien termina  identificándolo como el "verdadero Dios" (5: 20). Lo mismo que dice al principio, que "existía desde el principio", y a quien también llama "Verbo de vida". Esta expresión es muy juanina. Se encuentra también en el evangelio. Este discípulo lo mismo que los otros, palparon que Jesucristo era "la resurrección y la vida", y que fue dado por el Padre para que "todo aquel que en él cree no se pierda más tenga vida eterna". Con otras palabras Juan afirma como Pablo que en él, "habita la plenitud de la deidad" (Col. 2:9). La deidad de Jesucristo fue algo que ellos palparon, que tocaron, y que a partir de su persona interpretaron los posibles textos de la Escritura. No podían creer menos que eso, por ejemplo que se trataba de otro Dios, sino del único cuya Palabra eterna se había hecho sólida en el cuerpo de Jesús (1:1).

“Primera Juan es la primera y más larga epístola de las tres que llevan el nombre del apóstol Juan. Ya que la carta no identifica una iglesia específica, ni su localidad, o algún individuo a quien le haya sido enviada, su clasificación cae dentro de lo que se conoce como una epístola ‘general’. Aunque 1 Juan no muestra algunas de las características generales que corresponden a las cartas a tal tiempo, no tiene introducción, ni saludos ni concluye tampoco de ese modo. Sin embargo su tono íntimo y contenido indica que el término de epístola se le puede aplicar.

En cuanto a su autor y fecha la epístola tampoco identifica su autor; pero un testimonio fuerte y consistente de la iglesia primitiva la adjudica a él (Lc. 6: 13.14). El anonimato firmemente identifica a la iglesia como adjudicándola a Juan, y su contenido y la forma en que lo presenta aconsejando firmemente y pidiendo obediencia contra la autoridad solamente puede ser adjudicada esa forma de hablar a un apóstol mismo (1Jn. 4:6). Y que siendo tan conocido por sus lectores no había necesidad de que identificara su nombre.

Juan y Santiago, su hermano mayor (Hch.12:2), y fueron conocidos como los hijos de Zebedeo (Mt. 10:2-4), a quienes Jesús les da el nombre de ‘hijos del trueno’ (Mr.3:17). Juan fue uno de los más íntimos asociados de Jesús, junto con Pedro y Santiago (Mt,17:1; Mt. 26:37), siendo un testigo y participante del ministerio terrenal de Jesús (1:1-4). En adición a estas tres epístolas, Juan también fue el autor del cuarto evangelio en el cual se identifica a sí mismo como el ‘discípulo amado’, y quien se reclinada sobre el pecho de Jesús en la última cena (Jn.13:23). También Juan escribió el libro de apocalipsis (1:1). En cuanto a la fecha en que lo escribió cuesta trabajo fijar la aunque comúnmente se sitúa en la segunda parte del primer siglo. La tradición de la iglesia consistentemente identifica a Juan ya anciano dedicado a la escritura en la ciudad de Éfeso en el Asia Menor. El tono de la epístola apoya la evidencia y da la fuerte impresión de que el autor es una persona mayor, más que sus lectores, por ejemplo cuando dice ‘mis hijitos’ (2:1; 5:18,28). Por la similitud entre el evangelio y la carta posiblemente ella se escribió no mucho después. Por eso se fechan más o menos en el mismo tiempo, al principio del primer siglo. Juan siendo el más joven de los apóstoles, participó de todos los eventos en la historia de Jesús. Dijeron Justino Mártir, Ireneo, Clemente de Alejandría y Eusebio que él vivió en Asia y desarrolló  un gran programa de evangelismo y muchos querían oír aquel que había estado tan relacionado con Jesús” (E-Sword).

 

1 Jn. 1: 1

“Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y lo que han palpado nuestras manos, acerca del Verbo de vida”. Es decir: empecemos hablando no de teorías, ni fábulas artificiosas, sino de cosas que hemos tenido la experiencia. Creemos que el Hijo de Dios se hizo carne, hemos visto su gloria, como del Unigénito Hijo del Padre, lo hemos contemplado y lo hemos palpado resucitado.



Primera Epístola de Juan  

 

Introducción

 

¿Quisieras dar un viaje conmigo a la antigua Asia, particularmente a Efeso? Será una excursión preciosa, el viaje no es caro, solo el precio que la editorial ponga a este libro. Lo más difícil no es que desees ir sino que puedas hallar tiempo para ello, aunque no tienes que sacar días de tus vacaciones para hacerlo porque pudieras hacerlo mientras ella te dure y en los lugares de recreo o descanso que elijas, quizás al lado del mar, en el campo, o unos minutos cada tarde cuando quieras reposar un poco en la soledad sin echarte a dormir. 

Te advierto que hallaremos muchos “herejes”, gente desagradable como Cerinto, si fuera a ése a quien ves en alguna calle o balneario público, vete inmediatamente, porque la ira divina está sobre él y puedes ser aplastado por su mismo techo. En caso que sea Diótrefes quien te sale al encuentro, el megalómano, dile que iremos unos  discípulos de Juan  para terminar con su parloteo en la iglesia, que dictatorialmente dirige. Quizás Gayo y Demetrio se nos unan para formar un triple frente teológico y acabar con sus engaños. 

Excúsame esa palabra, ¿has oído lo que es un hereje? Uno que causa división, que se aparta de la enseñanza correcta de la Iglesia. Sé amable, sentémonos juntos en la escuela, la ¿tierna? (¿Hay mucho amor en ella?), ¿fascinante? (llena de experiencias apostólicas) del apóstol Juan. Preparémonos tú y yo, también vosotros si hay algunos más, para asistir a sus bondadosas lecciones. 

Es un anciano... por favor seamos condescendientes, no se trata de algún escolar porque fue rústico pescador, aunque a decir verdad por muchos años no se dedicó a ese comercio al cambiárselo Jesús  por uno superior, la pesca de hombres para el reino de los cielos. No hagan caso de sus repeticiones gramaticales o que se dirija a su audiencia como “hijitos míos”. Aunque su barba se haya puesto blanca como el algodón, los jóvenes y lampiños, que no han tenido los privilegios que él gozó, recostándose sobre el pecho de su Maestro, recibiendo a Su madre en casa, padecer en Patmos, isla en la cual dio testimonio allí a los desolados. El hijo del trueno.       Casi que estamos forzados a asistir a sus inspiradas conferencias, por el número crecido de peligros que se están levantando y para aprender de su pluma (que es como oírlo ahora sentado en nuestra escuela). El gnosticismo y docetismo de sus días, las influencias que tienen esas malas enseñanzas sobre las congregaciones, han estado rebajando a Cristo a niveles increíbles, comparándolo con la ficción de un “eón” o intermediario entre el cielo y la tierra. Arrebatan a muchos el  concepto de la encarnación y han negado que él hubiese venido en cuerpo humano. 

Esa odiosa manufactura forma anticristos y lo peor aún es que tales degenerados espirituales han sido nuestros antiguos colegas en las congregaciones, salieron de nosotros pero no eran de nosotros. Conocedores  de nuestro pensamiento han ido por el mundo, principalmente  a las iglesias que estaban ya establecidas, engañando a muchos y pidiéndoles a los incautos que al tocar la puerta les digan: ¡Bienvenidos! 

Era más o menos el año 85 cuando se dispuso hablar sobre los apuntes epistolares que hoy tenemos.  Sentémonos en silencio que Juan acaba de empezar, ya nos perdimos las oraciones y alabanzas… habla despacio, ¿verdad? No hables que no quiero perderme ninguna palabra, oigamos lo que dice.

 

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Exposición 1

 

Una nube triste ensombrece las pupilas más alegres

 

1 Jn. 1:1-4

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”. 

 

Tal vez así se expresó el discípulo amado: “Estos herejes, principalmente Cerinto, que creen que Jesús, a quien contemplé con gusto y palpé resucitado, fue un vaporoso fantasma incorpóreo. No, no lo fue, el cuerpo de la gloria suya no era el de un fantasma, porque un espíritu no tiene carne y huesos, cuerpo como él lo tuvo, ni podría comer como él lo hizo. Su humanidad, lo mismo que su origen divino, son axiomas (verdades irrefutables), los cimientos firmes de nuestras doctrinas”. Y parecido supongo que continuaría el longevo apóstol.

 

Axioma uno.

Primer Axioma: La Eternidad del Hijo. No cabe duda que para el apóstol, el Hijo es “de origen” eterno. “Era desde el principio”. “Era”, (en) y eso no puede significar otra cosa para él, como en el primer capítulo de su Evangelio, que eternidad. No dice “en la eternidad era el Verbo” sino “en el principio” y “lo que era desde el principio” porque el deseo de Juan en ambos escritos es explicar el origen de la vida y del universo, explicarnos cómo el mundo ha llegado a ser. Pero intenta todavía más, afirmar lo que para aquellos filósofos era imposible: La encarnación del Logos o Verbo. Cómo es que el Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros y nos trajo la Vida. Si crees eso, aceptas un axioma básico de la fe apostólica y puedes llamarte consecuentemente “cristiano”. Pero el amado apóstol no es maestro de una sola doctrina; y abriendo su boca menciona el segundo.

 

Axioma dos.

La revelación de Dios en su Hijo Jesucristo. Desde el primer versículo hasta el cuarto eso es lo que afirma. Pon atención al tono que tienen sus palabras. No lo dice de modo dogmático y conceptual sino para garantizar que el mensaje apostólico es esa revelación. Nota los plurales, (Si quieres aprender la verdad tienes que tener todo en cuenta y fijarte aun en los detalles) hemos oído, hemos visto, hemos contemplado, nuestros ojos, nuestras manos.

Es importante para la fe de la iglesia, convencerse que el mensaje que tiene de los apóstoles es el mensaje genuino de Jesucristo; que los apóstoles, en este caso el más joven, no lo confundió ni lo deformó, sino que lo trasmitió sin adulterarlo.  Ni “iluminación” ni “gnosis” nueva. Los verbos que utiliza están todos en pasado, ya sea en perfecto o en aoristo. No indica una ampliación de su mensaje que ya estaba completo y era perfecto.

 

Si te acercas un poco a sus labios oirás del anciano una palabra que indica que el interés principal de Juan es enseñar la soberana revelación de Dios en Jesucristo. Lo que oirás decir es: Verbo. Hubiera empleado otra palabra si no hubiera querido enfatizar su revelación, aunque no tiene el mismo significado para él que para los filósofos, porque el amado apóstol piensa en ella como un medio y fuente de la revelación, pero añade, “vida”, no un concepto abstracto y sin personalidad. Cuando habla de Verbo es carne y humanidad. Al decirlo mueve su cabeza de un lado a otro, ¡no! y piensa en los “docetas y gnósticos” que dejaban al Hijo de Dios vacío, sin honor ni nada. Juan afirma que el Verbo se hizo carne, pero aquí no repite eso, da su testimonio de que es cierto, afirmando que lo vio, lo contempló, lo tocó (v.1).

¿Puedes  dudar de un testigo que vio, contempló, tocó? ¿No merece todo tu asentimiento? ¿Qué otra prueba quieres si Juan lo tuvo entre sus manos? ¿No creerás lo que te dice aquél que abrazó los pies del Hijo de Dios y puso su mano en su costado herido? No menosprecies al que te habla.

El anciano está cansado, no tiene ya mucho tiempo por delante y nos parece que no quiere entrar en controversias, ha vivido casi un siglo entero y lo que desea es “testificarnos” para que creyendo tengamos, como él, vida eterna. Si tienes respeto para un testigo ocular de aquella Persona, que insistentemente afirma decir la verdad y no mentir, recibe ese axioma y sólo te falta el tercero.

 

Axioma tres.

Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Palabra se hizo carne, quiere decirnos que se volvió hombre o mejor dicho, se encarnó. Las dos cosas las dice el apóstol juntas, una carga a la otra, se piden permiso y caminan acompañándose. Expone sus pensamientos para instruirnos en el concepto de que Dios habló por boca de Cristo, que oírlo a él era como escuchar al Eterno. Pero hombre, no en apariencia humana, sino un hombre verdadero, con todos los atributos de un hijo de la raza, cansancio, hambre, regocijo y llanto, apto para llevar el pecado de muchos e interceder por los pecadores. Por ellos vino, hizo reconciliación, sacó a la luz la inmortalidad y la ofreció con sus labios a los que mueren; de los cuales muchos supieron que no tenían razón para ir a otros si estaban buscando la vida eterna. 

 

El centro de la encarnación.

Y ese es el propósito que parece identificarse al escribir su epístola, anunciar la vida eterna, hacerla pública por medio de la proclamación (evangelización) y que todos, en especial sus hermanos sean confirmados en que la razón de Cristo venir al mundo y la de enviarlos a ellos, los apóstoles, fue comunicar al mundo que ya la muerte había sido vencida y que podía ser absorbida por la vida, “y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó” (v.2).

¿Ves lo que estoy viendo? ¿No ves que ese es el propósito esencial de todo el cristianismo? ¿Para qué vino Cristo, para qué murió y resucitó? Para que tengas vida eterna. ¿Para qué estableció a doce que le fueran testigos para el mundo de su vida y obra? Para que los que los creyeran tuvieran la vida eterna. Cualquiera otra razón que tengas para andar con Cristo es secundaria, otra cosa que tomes de él, panes, peces, señales, no son más que como los sobrantes de sus bendiciones, las migajas que caen de la mesa llena. Podrías irte al infierno con un gran bocado, como Judas, si dejas de alcanzar esa gracia que es superior a todas. ¿De qué te valdría heredar doce cestas de un gran milagro o que en suerte te tocara su manto sin costura si no lo posees y rehúsas tener comunión con él y con su pueblo?

 

Relación con Dios y sus hijos.

Una luz opaca aparece en las cansadas pupilas del anciano y suspira. Su mente parece recordar a los hermanos que se hallan lejos y adónde llegará su epístola, y ¡quién sabe cuántos ya no se hallen congregándose con la iglesia y anden formando grupos apartes e incluso enseñando doctrinas opuestas! Salieron por la puerta de la iglesia y no han retornado. Ese es uno de los propósitos que tiene para escribirles por si quizás Dios tuviera de ellos misericordia y al oír sus ruegos retornaran a la comunión con los apóstoles y con la gran familia edificada sobre el fundamento de sus enseñanzas.

¿Alguien en este mundo puede hacer mejores invitaciones que éstas: Tener comunión con los apóstoles de Cristo y con los otros por ellos enseñados? El mundo podrá ofrecer cosas, pero no la vida, no la eternidad que el Padre tiene y que comparte a través de Jesucristo por medio de la predicación. Invita a la inmortalidad. Observa eso, que la vida eterna se recibe por comunión. El llamamiento del anciano es a tener comunión con ellos, a regresar a la fraternal identificación doctrinal con los que testifican haber visto la vida, haberla contemplado y palpado, porque ellos “verdaderamente” la tienen con Dios y con su Hijo. Ser salvo no es saber que hay un Dios en el cielo sino conversar con él, oírlo, adorarlo, servirlo. No es cumplir esta y aquella ceremonia, ni siquiera sus ordenanzas, es tener una relación espiritual con él como persona, no abstracta sino positiva y real, habiendo dejado el estado de condenación y comenzado a disfrutar de la gracia y la vida. No es algo de un momento sino de todo el día, no que afecta una parte de la vida sino todo el ser, espíritu, alma y cuerpo. 

Esa es la clase de comunión de la cual habla el apóstol, un compañerismo íntimo con Dios y con los hermanos, un amor primero hacia él y segundo hacia ellos, dos relaciones sinceras, perdurables entre los que creen y perseveran en la doctrina de los apóstoles. Y ése es el gozo “cumplido”. 

Si se sabe de algunos que se han ido a vivir sin misericordia, que rechazan aquellos axiomas necesarios para la salvación, o que se escucha que ponen miles de excusas para no compartir las mismas enseñanzas ni congregarse, se deduce que han dejado la luz de la verdad que caminan en mentiras, entonces una nube de tristeza ensombrece las pupilas más alegres.

 

Exposición 2

 

Los casi separados

 

1 Jn. 1:5-10

5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. 

 

Los ojos del apóstol, en el lugar de aquellos que enseñan lo mismo y son los legítimos sucesores, siguen buscando a los que se han extraviado, unas veces gozosos por unos pocos que regresan confesando sus pecados y otras melancólicos, por los que definitivamente pecan imperdonablemente. Ya la segunda conferencia concluyó, y yo, amable lector, te voy a informar con comentarios. 

Hay una palabra que en los comentarios anteriores pasé por alto, “también” (v. 3) y creo que es bueno que la comente y no se quede atrás, “también vosotros tengáis comunión”; evidentemente que se está refiriendo a algunos que no tienen “koinonían” o comunión con  los apóstoles y sin embargo se hallan entre los hermanos de las congregaciones. Juan manifiesta su deseo de poderlos atraer hacia él por razones que van más allá de simplemente aumentar el número o de regocijarse en compañía. 

El alejamiento de aquellos hermanos era demasiado sospechoso y clara indicación de alguna anormalidad espiritual, que como un presentimiento emerge de la tinta de su pluma. El énfasis de su enfoque no es la unidad de la iglesia ni el provecho laboral que la colaboración y plena integridad podrían traer para avanzar, sino que persigue alertarlos a ellos, los casi separados, de la posibilidad de no tener la vida eterna.  Afirma incluso, que si no tienen alguna comunión con ellos tampoco la tienen con Dios y con Jesucristo. La situación espiritual de aquellas personas en las cuales Juan está pensando es más delicada de lo que a primera vista se supondría. Siempre nos preocupamos por la salvación de los que abiertamente no pueden o no quieren tener comunión con nosotros.

En el texto el apóstol analiza quizás, o más bien, revela la razón por la que esos desconocidos no querían ningún trato con ellos y que hacía necesario hablarles sobre “la vida eterna” y tener que llegar al extremo de decirles que habían “visto, contemplado y tocado” al Hijo de Dios para que creyeran. 

La razón por la que no tenían comunión con los apóstoles: “Caminaban en tinieblas” (v.6). Por lo que dice en el v.6, es fácil deducir que aquellos “hermanos” caminaban en tinieblas. En ignorancia espiritual y sospechosamente en tiniebla moral. (Nota como dice: “Si decimos que no tenemos pecado...si alguno hubiere pecado”. No dice todo lo que sabe, pero les da a entender que está más informado de lo que escribe). Pero aun siendo así, las tinieblas que aquí se refiere, no son simplemente una falta de información, una carencia de conocimientos, conlleva una afirmación moral equivocada. Alegaban en el v.8 que no tenían pecado. “¡No tenemos pecado, no tenemos pecado!” andaban diciendo. ¿Les habrá amanecido? Eso revelaba que sus conciencias aún estaban sin alumbrar. Eran llamados “hermanos” pero no tenían convicción de pecado y por supuesto tenían una vida religiosa, (cristiana, siendo condescendientes), pero sin arrepentimiento.

La afirmación de ellos, por un lado, que no tenían pecado, y la de Juan por el otro, que estaban en tinieblas, nos permite con lástima suponer, que eran aún ajenos de la vida eterna. Eso suena fácil, como un lejano tambor indio, pero es preludio de una tragedia que va a tener lugar.

La razón por la que no llevaban comunión con los apóstoles no tenía que ver con el carácter, la administración eclesiástica, ni aun con supuestas diferencias doctrinales, sino porque no eran hijos de Dios. Si no se puede afirmar categóricamente, era una gran posibilidad. Juan es de la opinión de que todo aquel que no viene a la comunión con el evangelio, o con quien lo tiene, es porque anda en tinieblas (v.6). No se le podrá probar con facilidad, pero esa es la verdad. Huye de quien tiene el evangelio, como la noche huye de la luz, de los que no quieren que sus malas obras  sean reprendidas. “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Jn. 3:19-21). No tienen excusa, no vienen con nosotros porque les molesta nuestro Sol, y no corren hacia el perdón que buscamos, porque no se sienten molestos en la conciencia, ni quieren rociarla con la sangre esparcida.

Juan escribe: “Y la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado” (v.7). Estas palabras por contener tanta esperanza son frecuentemente citadas por todos los predicadores. La confesaban en sus discursos, hasta los herejes Himeneo, Alejandro y otros más. Son palabras fieles y verdaderas dignas de mucho crédito. No hay ningún tipo de pecado que no pueda ser perdonado por el sacrificio de Cristo sobre la cruz. 

 

Exposición 3

1 Jn. 1:5-10

5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. 

 

Unos habían pecado pero no lo reconocían, otros también lo hacían pero imaginaban que no lo hacían. El anciano predica y escribe, sin nombrar alguno, pero sabe que el pecado no confesado empuja hacia afuera al que lo cometió, porque teme ser descubierto y se avergüenza o porque se siente humillado y como si no hubiera ya esperanza para su indignidad. Si hacían esas dos cosas podrían beneficiarse del sacrificio de Jesucristo. 

La invitación del apóstol es bien general y la acomoda a la actitud de los que tenían problema con el pecado. No dice: “Tú y tú han pecado y tienen esperanza”, sino que invita a todos los que lo han hecho y ya han decidido no congregarse más o se sienten separados espiritualmente de sus hermanos los apóstoles.

Parece que no solo había algunos que negaban haber pecado, habiéndolo hecho, sino que además no pensaban que hubieran pecado en algo y por eso no se confesaban como tales, se decían a sí mismos: “No tenemos pecado” (v.8), bien porque no considerasen las desviaciones como pecado o porque imaginaban que como ya eran cristianos no pecaban más, profesaban una especie de perfeccionismo imaginario. Aunque una persona se haya convertido en un monstruo, la sangre de Cristo le puede dejar el alma más blanca que el ala de un ángel. ¿Eres tú hermano, uno de esos que han pecado y nadie lo sabe, pero cuya conciencia te aleja del grupo y de sus ministros? Lo que el apóstol enseñó sigue vigente y puedes ser un beneficiario del perdón por la sangre de Cristo.

Sin embargo hay restricciones que el texto plantea para regular el ofrecimiento. Quizás es mejor llamarlas “condiciones”. El perdón siempre es incondicional, pero cuando el Señor perdona a alguno en la sangre de Cristo es que ya está en Cristo, se ha operado en él la regeneración que definitivamente lo ha sacado afuera de la práctica del pecado. ¿Crees que Dios pueda perdonar a un incrédulo no penitente? ¿Puede declarar limpio al que no sale todavía de su charco? ¿Inocente al que disfruta sus transgresiones? Eso es invertir a Dios y ponerlo al revés, es satanismo que da a lo malo, lo del príncipe del aire, el visto bueno. 

                                                                             

 

Andar en luz.

“Si andamos en luz” (v.7). Es cierto que cuando vinimos a confiar en Cristo no estábamos en luz, nuestros pies iban por la senda del pecado, pero la sangre de Cristo está lista para perdonar a cualquier pecador que abandone esa senda. Es imposible que la sangre de Cristo perdone el pecado de alguien que persiste en cometerlo, que ávidamente se desespera por él. No se puede extraer ningún beneficio de la muerte de Cristo si no hay arrepentimiento. La sangre de Cristo limpia de todo pecado a los convertidos. Si no te sales del pecado no hay perdón. La sangre de Cristo limpia de todo pecado a los redimidos, a los cristianos, a los que andan en luz, los que han salido fuera de los abismos del pecado.

El perdón por la muerte de Cristo pertenece a aquella parte de nuestra salvación que llamamos “legal”, está enraizada a nuestra justificación. Pero para que nuestra justificación en la sangre de Cristo sea posible, el Espíritu Santo tiene que concedernos la gracia del arrepentimiento y de la fe. Es lo que hemos oído predicar a los apóstoles y profetas. Se te pone una esperanza muy lejana en tus oídos si no se te pide arrepentimiento. No hay perdón en la sangre de Cristo para pecadores que no quieren convertirse. Mientras persistas diciendo, “¡no tengo pecado, no tengo pecado!” no te puedes apropiar de tal inmenso favor, pero una vez que lo has hecho busca un pueblo santo, para que andes como El anduvo.

No estoy procurando limitar más de lo bíblico la redención en Cristo sino que procuro, confieso que con el temor que no me entiendas bien, lo importante que es apropiarse legalmente de las promesas, grandísimas, por cierto, hechas por el Espíritu para nosotros. Hay una segunda condición, obvia, para que todo el poder de la sangre de Cristo se aplique a tu perdón.

 

Miembro de su iglesia.

Viene derivada de lo ya dicho, si tenemos comunión con los hermanos. “Tenemos comunión unos con otros” (v.7). Ya cité al evangelista al decir que la razón principal que al mundo no le agrada congregarse en la iglesia es para no oír el sermón. El perdón obtenido es para los que tienen comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo (v.3). Los que no tienen comunión con Dios rehúsan tenerla con la iglesia de Jesucristo. 

Su sangre limpia de pecados a los miembros de su santa iglesia. No me refiero a la iglesia visible, a la local, sino a la iglesia como conjunto de los escogidos, los que sólo él conoce, los que ha comprado con la sangre de su Hijo desde antes de la fundación del mundo, a los que ha dado las arras de su Espíritu sellándolos eternamente.

Jesucristo amó su iglesia y murió por ella. ¿A quién se refiere Juan cuando dice “nos”? “Nos limpia”. Eso quiere decir “nosotros”. Jesucristo murió y pagó el precio de su iglesia. El perdón de su iglesia está garantizado. No hay perdón para nadie, que sin ser añadido a la iglesia por medio de la regeneración, arrepentimiento y fe, permanezca fuera del pueblo elegido. Pero yo no quiero, acompañante mío, cerrar esta parte y dejarte tendido en el suelo enfermo, como el amalecita hizo con su siervo, sino revivirte el espíritu con pan y agua; y ese chorro fresco saltará ahora.

 

El corolario.

La palabra comunión empleada por Juan implica mucho más que un simple congregarse juntos o un compañerismo. Es una comunión doctrinal. Tiene un horizonte mucho más espacioso, hondo y bello, que el que un inexperto atalaya pudiera divisar. El compañerismo congregacional desde un principio fue edificado sobre la plena identificación y perseverancia en las mismas enseñanzas. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). La ortodoxia y la práctica de ella iban juntas en el concepto de salvación.

Juan es cuidadoso al hablar de “la práctica de la verdad” “Y no practicamos” (v.6). Y eso es más que una virtud sincera. Si alguno está en la membresía de la iglesia local, pero no vive como nos enseñaron los apóstoles, no tiene comunión con la iglesia, no puede recibir el beneficio del perdón en la cruz.

Si el pecado los separa de los hermanos, es porque los ha separado del Padre y de su Hijo Jesucristo. Esa comunión con Dios es más que una expresión mística de devoción, el goce de un sermón. Es una relación espiritual de salvación, un compañerismo de fe, llegar a ser, como dice Pedro, “participante de la naturaleza divina”. El gozo de aquella comunidad y la dicha de reunirse en los cultos salían de esas cosas, creían lo mismo y vivían por y para lo mismo. 

¿Has estado  dando vueltas para hallar la felicidad, la paz, la fe, como el perro que quiere morderse su misma cola? Eso es girar en círculo y no acabar nunca. El hilo de la comunión los ataba juntos, indisolublemente, a las enseñanzas y a la vida de Jesucristo y observaban una regla para reincorporar a los que eran abatidos por el mal.

 

Restablecimiento de la comunión.

Los hermanos que hubieran pecado por haber abandonado la doctrina apostólica o porque hubieran cometido faltas, tenían la oportunidad de acogerse al perdón ganado para ellos por Cristo, vigente para la conversión y la apostasía, con otra condición no menos importante que las anteriores, la confesión. “Si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (v.9). El sabe que hay hermanos que no se congregan ni quieren la comunión con los apóstoles porque están en pecado, pero no piensa en excomulgarlos sino que los incita a la confesión. No les pide sino que se humillen y confiesen sus pecados a Dios. No es de los que enseguida quieren disciplinar y cortar la rama seca. Lo que desea en su corazón es que los hermanos que andan mal se arreglen, que el que se ha extraviado de la verdad vuelva al camino, que el que se ha enfriado de nuevo sea ferviente, por eso les hace la invitación más a propósito para ese fin, que se confiesen pecadores, que cesen de engañar a los otros diciendo que no han pecado, pero que tampoco pierdan la esperanza de poder alcanzar el perdón de Dios.   

Lo que se le pide al que ha pecado es que reconozca su falta. No basta con que comience a asistir a la iglesia. Tiene que establecer comunión con Dios. Tiene que confesar sus pecados a él. Hay que empezar por el foco del problema. Lo que pone a una persona fuera de las reuniones es el pecado. Tiene que arrepentirse. Lo que hay que orientarle es que confiese su pecado a Dios. La palabra confesamos es “homologómen” que significa, “decir lo mismo”, lo mismo que Dios dice, pensar y reconocer sobre sus hechos equivocados lo mismo que Dios. Eso pasa cuando la ley divina es aplicada al entendimiento. La confesión siempre está relacionada con el mensaje del evangelio porque es el resultado del arrepentimiento. A los que se han ido a la noche, podemos ir con linternas a buscarlos, con tal que ellos no quieran ya vivir más en la obscuridad. ¡Dios mío! ¿Y tú recibirás a los que hagamos volver? ¿Te olvidarás de sus faltas?

Sí, el Señor perdonará a los que traigamos de regreso porque él es “fiel y justo” (v.9). Nos ha enviado a buscarlos y cumplirá su palabra de recibir a los que les traigamos, es fiel. Además, él ha continuado siendo fiel aun cuando se han vuelto infieles porque él no se niega a sí mismo. Ellos han violado el pacto pero él lo mantiene y es Justo; si ha castigado a Cristo y lo ha puesto en propiciación por nuestros pecados, no podrá cometer la injusticia de castigar a alguien por quien él murió.


1 Jn. 1: 2

“(pues la vida fue manifestada, y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó)”. Se manifestó en "palabras de vida eterna" y en la resurrección. Vimos la inmortalidad y sabemos lo que es tener “vida en abundancia”; por dondequiera que lo tocamos salía vida.

 

La unión con Dios tiene dos direcciones, hacia allá y hacia acá 

1 Jn. 1: 3-7

“…lo que hemos visto y oído, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo”. No hay, no hallo mejor palabra para definir el estado de gracia que la palabra relación. La vida cristiana es el resultado de esa relación buena, con Dios y con la comunidad de creyentes. La unión con Dios, es bidireccional, se llama comunión, porque compartimos con él lo nuestro y él con nosotros lo suyo; él disfruta estando en lo nuestro y nosotros lo suyo, o mejor aún, toma posesión de lo nuestro para que sea verdaderamente suyo y nuestro. La comunidad cristiana tiene comunión con ella misma porque todos la tienen con Dios; si un miembro de ella pierde su comunión con el Padre y el Hijo, la pierde automáticamente con sus hermanos. Tratar de restablecer la comunión de un miembro apartado de la iglesia con ella misma, habiendo sido separado por votación democrática, o por el presbiterio primero, sin que esa persona restablezca su comunión con Dios que se reconcilie con él, es un esfuerzo imposible. Si el pámpano no está unido a la vid es echado afuera. Es extraño que alguien permanentemente esté en desacuerdo con sus hermanos, criticándolos, y su vida espiritual sea una con Dios. La evidencia exterior revela lo contrario.

1 Jn. 1:4

“Para que vuestro gozo sea completo”. Un gozo doctrinal. El gozo de la salvación,  o por las enseñanzas de la salvación.

1 Jn. 1:5-7

“Si decimos que tenemos comunión con El, pero andamos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad”. Cuando uno se sale de la luz y empieza a andar en tinieblas y luego quiere regresar a la luz, le cuesta mucho trabajo volver a ella; mientras ha estado en tinieblas le hacen algunos nudos, y le atan cadenas que le cuelgan y lo retienen. No se deja fácilmente el pecado que una vez se ha probado, se establece una relación de emociones con él que no es fácil cortar y no se quiere cortar. Se suspira por la luz pero tampoco se quieren dar pasos que dejen las tinieblas atrás; y así en ese limbo de indecisión se permanece por mucho tiempo mientras se hacen nuevos compromisos y costumbres con las tinieblas que hacen cada vez más difícil el regreso a la claridad, hasta que sea casi imposible salirse desde donde uno se ha metido y suceda alguna catástrofe final y se pierdan todas las riquezas que el alma tenía cuando comenzó a andar en tinieblas. Oh Dios, ten misericordia de mí, dame fuerzas para volver a la luz. Amén.

 

Los años revelan que la salvación por obras es un mito

1 Jn. 1:7; Juan 1:29

“…mas si andamos en la luz, como Él está en la luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús su Hijo nos limpia de todo pecado”. Señor, si este pecador se va a salvar, si has de dispensar para él la vida eterna, ha de recibirla por tu misericordia; no por obras. Ya he comprendido que no sólo para que no me gloríe sino porque ni remotamente las he hecho o las haré perfectas; y sé que, si las obras se utilizan para la salvación y no para vida cristiana, tienen que ser perfectas por dentro y por fuera, en la realización y en los motivos que la indujeron. Los años me han permitido ser el juez de mis propias obras y leyéndolas o recordándolas me he avergonzado por un lado y maravillado por el otro. Es un mito la salvación por obras. Sí, porque al recordar los sentimientos de cuando las hice, lo arrogante que me sentía, lo engreído que era al suponer que eran las mejores, que nadie las había hecho como yo y que ningún hombre había hablado como este hombre, ¡yo!, me da vergüenza y no quiero ni verlas ni acordarme de ellas. ¡Qué las quiten de mi vista como “trapos de inmundicia”! Si por aquel entonces mi imaginación y mi yo agrandado me cegaban no permitiéndome verme cómo era ni juzgar con precisión y justicia lo que hacía, ¿cómo podré imaginar que ahora lo sea? No, solamente la falta de gracia es la que puede inducir a un hombre a pensar que lo que hace es perfecto y que Dios no tiene objeciones a lo que le ofrece y está obligado a recibir la ofrenda o a bendecir lo que hace.  No Señor, para mi salvación no elijo las obras como un medio. Además, Señor, mi gozo en ellas no es completo, mi mayor alegría no está en lo que hago para salvarme sino al considerar que la salvación me la das tú, tú eres toda mi salvación; la dicha enorme que siento al pensar que tú eres su autor y consumador es incomparable con la que pudiera sentir al lograr ejecutar algo bien hecho. Pero, ¿de dónde sacaría alguna seguridad de perseverancia? Para confiar en mis obras para la salvación tendría que confiar en mí mismo, en mi carácter, en mis humores, posibilidades, fidelidad; y ¿quién tiene todo eso? No, yo no acepto la salvación por obra para mi alma, me siento más seguro si te la dejo toda a ti, si tú la manejas como te guste, si las hago un asunto encomendado completamente a tu misericordia porque de ese modo, ¡oh bendito Dios!, me puedo excusar! 

 

Se negaban a reconocerlo y hacían una brecha

1 Jn. 1:5-10

“Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros”. 

Estas palabras van dirigidas a mejorar el testimonio de la iglesia. El apóstol parece estar luchando espiritualmente con algunos hermanos que estaban viviendo incorrectamente y sin embargo negaban un hecho que parecía evidente a todos (v. 10). Lo que hacían no se conoce, pero Juan dice que son cosas de las tinieblas (v. 5) y que habían producido una brecha entre ellos y la comunidad cristiana (vv. 6,7). Habían perdido la comunión con los otros hijos de Dios. 

Juan les pide que hagan un esfuerzo en congregarse para que así puedan aprovecharse de los beneficios de la sangre de Cristo (v.7), los cuales son para la iglesia. En el NT no parece acentuarse mucho la diferencia entre iglesia visible o lo invisible, la ruptura espiritual con el grupo local parece tener un significado de excomunión mucho más profundo que un acuerdo de separar a un miembro y darle baja en una lista de papel.

Nota cómo parece que ellos insistían en afirmar su inocencia, que no habían hecho nada malo y era hasta injusto que les pidiesen arrepentimiento (v. 8); cuando en verdad habían obrado y estaban viviendo (andar en tinieblas, no practicar la verdad) en contra de las enseñanzas divinas (v.10). ¡Oh Dios qué ciegos nos ponemos cuando pecamos! Guárdanos de desoír los ruegos de tu Espíritu Santo por medio de tu iglesia. Gracias, Señor por tu sangre.

 



Primera Epístola de Juan  

 

Introducción

 

¿Quisieras dar un viaje conmigo a la antigua Asia, particularmente a Efeso? Será una excursión preciosa, el viaje no es caro, solo el precio que la editorial ponga a este libro. Lo más difícil no es que desees ir sino que puedas hallar tiempo para ello, aunque no tienes que sacar días de tus vacaciones para hacerlo porque pudieras hacerlo mientras ella te dure y en los lugares de recreo o descanso que elijas, quizás al lado del mar, en el campo, o unos minutos cada tarde cuando quieras reposar un poco en la soledad sin echarte a dormir. 

Te advierto que hallaremos muchos “herejes”, gente desagradable como Cerinto, si fuera a ése a quien ves en alguna calle o balneario público, vete inmediatamente, porque la ira divina está sobre él y puedes ser aplastado por su mismo techo. En caso que sea Diótrefes quien te sale al encuentro, el megalómano, dile que iremos unos  discípulos de Juan  para terminar con su parloteo en la iglesia, que dictatorialmente dirige. Quizás Gayo y Demetrio se nos unan para formar un triple frente teológico y acabar con sus engaños. 

Excúsame esa palabra, ¿has oído lo que es un hereje? Uno que causa división, que se aparta de la enseñanza correcta de la Iglesia. Sé amable, sentémonos juntos en la escuela, la ¿tierna? (¿Hay mucho amor en ella?), ¿fascinante? (llena de experiencias apostólicas) del apóstol Juan. Preparémonos tú y yo, también vosotros si hay algunos más, para asistir a sus bondadosas lecciones. 

Es un anciano... por favor seamos condescendientes, no se trata de algún escolar porque fue rústico pescador, aunque a decir verdad por muchos años no se dedicó a ese comercio al cambiárselo Jesús  por uno superior, la pesca de hombres para el reino de los cielos. No hagan caso de sus repeticiones gramaticales o que se dirija a su audiencia como “hijitos míos”. Aunque su barba se haya puesto blanca como el algodón, los jóvenes y lampiños, que no han tenido los privilegios que él gozó, recostándose sobre el pecho de su Maestro, recibiendo a Su madre en casa, padecer en Patmos, isla en la cual dio testimonio allí a los desolados. El hijo del trueno.       Casi que estamos forzados a asistir a sus inspiradas conferencias, por el número crecido de peligros que se están levantando y para aprender de su pluma (que es como oírlo ahora sentado en nuestra escuela). El gnosticismo y docetismo de sus días, las influencias que tienen esas malas enseñanzas sobre las congregaciones, han estado rebajando a Cristo a niveles increíbles, comparándolo con la ficción de un “eón” o intermediario entre el cielo y la tierra. Arrebatan a muchos el  concepto de la encarnación y han negado que él hubiese venido en cuerpo humano. 

Esa odiosa manufactura forma anticristos y lo peor aún es que tales degenerados espirituales han sido nuestros antiguos colegas en las congregaciones, salieron de nosotros pero no eran de nosotros. Conocedores  de nuestro pensamiento han ido por el mundo, principalmente  a las iglesias que estaban ya establecidas, engañando a muchos y pidiéndoles a los incautos que al tocar la puerta les digan: ¡Bienvenidos! 

Era más o menos el año 85 cuando se dispuso hablar sobre los apuntes epistolares que hoy tenemos.  Sentémonos en silencio que Juan acaba de empezar, ya nos perdimos las oraciones y alabanzas… habla despacio, ¿verdad? No hables que no quiero perderme ninguna palabra, oigamos lo que dice.

 

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Exposición 1

 

Una nube triste ensombrece las pupilas más alegres

 

1 Jn. 1:1-4

“Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. 4 Estas cosas os escribimos, para que vuestro gozo sea cumplido”. 

 

Tal vez así se expresó el discípulo amado: “Estos herejes, principalmente Cerinto, que creen que Jesús, a quien contemplé con gusto y palpé resucitado,  fue un vaporoso fantasma incorpóreo. No, no lo fue, el cuerpo de la gloria suya no era el de un fantasma, porque un espíritu no tiene carne y huesos, cuerpo como él lo tuvo, ni podría comer como él lo hizo. Su humanidad, lo mismo que su origen divino, son axiomas (verdades irrefutables), los cimientos firmes de nuestras doctrinas”. Y parecido supongo que continuaría el longevo apóstol.

 

Axioma uno.

Primer Axioma: La Eternidad del Hijo. No cabe duda que para el apóstol, el Hijo es “de origen” eterno. “Era desde el principio”. “Era”, (en) y eso no puede significar otra cosa para él, como en el primer capítulo de su Evangelio, que eternidad. No dice “en la eternidad era el Verbo” sino “en el principio” y “lo que era desde el principio” porque el deseo de Juan en ambos escritos es explicar el origen de la vida y del universo, explicarnos cómo el mundo ha llegado a ser. Pero intenta todavía más, afirmar lo que para aquellos filósofos era imposible: La encarnación del Logos o Verbo. Cómo es que el Verbo se hizo carne, habitó entre nosotros y nos trajo la Vida. Si crees eso, aceptas un axioma básico de la fe apostólica y puedes llamarte consecuentemente “cristiano”. Pero el amado apóstol no es maestro de una sola doctrina; y abriendo su boca menciona el segundo.

 

Axioma dos.

La revelación de Dios en su Hijo Jesucristo. Desde el primer versículo hasta el cuarto eso es lo que afirma. Pon atención al tono que tienen sus palabras. No lo dice de modo dogmático y conceptual sino para garantizar que el mensaje apostólico es esa revelación. Nota los plurales, (Si quieres aprender la verdad tienes que tener todo en cuenta y fijarte aun en los detalles) hemos oído, hemos visto, hemos contemplado, nuestros ojos, nuestras manos.

Es importante para la fe de la iglesia, convencerse que el mensaje que tiene de los apóstoles es el mensaje genuino de Jesucristo; que los apóstoles, en este caso el más joven, no lo confundió ni lo deformó, sino que lo trasmitió sin adulterarlo.  Ni “iluminación” ni “gnosis” nueva. Los verbos que utiliza están todos en pasado, ya sea en perfecto o en aoristo. No indica una ampliación de su mensaje que ya estaba completo y era perfecto.

 

Si te acercas un poco a sus labios oirás del anciano una palabra que indica que el interés principal de Juan es enseñar la soberana revelación de Dios en Jesucristo. Lo que oirás decir es: Verbo. Hubiera empleado otra palabra si no hubiera querido enfatizar su revelación, aunque no tiene el mismo significado para él que para los filósofos, porque el amado apóstol piensa en ella como un medio y fuente de la revelación, pero añade, “vida”, no un concepto abstracto y sin personalidad. Cuando habla de Verbo es carne y humanidad. Al decirlo mueve su cabeza de un lado a otro, ¡no! y piensa en los “docetas y gnósticos” que dejaban al Hijo de Dios vacío, sin honor ni nada. Juan afirma que el Verbo se hizo carne, pero aquí no repite eso, da su testimonio de que es cierto, afirmando que lo vio, lo contempló, lo tocó (v.1).

¿Puedes  dudar de un testigo que vio, contempló, tocó? ¿No merece todo tu asentimiento? ¿Qué otra prueba quieres si Juan lo tuvo entre sus manos? ¿No creerás lo que te dice aquél que abrazó los pies del Hijo de Dios y puso su mano en su costado herido? No menosprecies al que te habla.

El anciano está cansado, no tiene ya mucho tiempo por delante y nos parece que no quiere entrar en controversias, ha vivido casi un siglo entero y lo que desea es “testificarnos” para que creyendo tengamos, como él, vida eterna. Si tienes respeto para un testigo ocular de aquella Persona, que insistentemente afirma decir la verdad y no mentir, recibe ese axioma y sólo te falta el tercero.

 

Axioma tres.

Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Palabra se hizo carne, quiere decirnos que se volvió hombre o mejor dicho, se encarnó. Las dos cosas las dice el apóstol juntas, una carga a la otra, se piden permiso y caminan acompañándose. Expone sus pensamientos para instruirnos en el concepto de que Dios habló por boca de Cristo, que oírlo a él era como escuchar al Eterno. Pero hombre, no en apariencia humana, sino un hombre verdadero, con todos los atributos de un hijo de la raza, cansancio, hambre, regocijo y llanto, apto para llevar el pecado de muchos e interceder por los pecadores. Por ellos vino, hizo reconciliación, sacó a la luz la inmortalidad y la ofreció con sus labios a los que mueren; de los cuales muchos supieron que no tenían razón para ir a otros si estaban buscando la vida eterna. 

 

El centro de la encarnación.

Y ese es el propósito que parece identificarse al escribir su epístola, anunciar la vida eterna, hacerla pública por medio de la proclamación (evangelización) y que todos, en especial sus hermanos sean confirmados en que la razón de Cristo venir al mundo y la de enviarlos a ellos, los apóstoles, fue comunicar al mundo que ya la muerte había sido vencida y que podía ser absorbida por la vida, “y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre y se nos manifestó” (v.2).

¿Ves lo que estoy viendo? ¿No ves que ese es el propósito esencial de todo el cristianismo? ¿Para qué vino Cristo, para qué murió y resucitó? Para que tengas vida eterna. ¿Para qué estableció a doce que le fueran testigos para el mundo de su vida y obra? Para que los que los creyeran tuvieran la vida eterna. Cualquiera otra razón que tengas para andar con Cristo es secundaria, otra cosa que tomes de él, panes, peces, señales, no son más que como los sobrantes de sus bendiciones, las migajas que caen de la mesa llena. Podrías irte al infierno con un gran bocado, como Judas, si dejas de alcanzar esa gracia que es superior a todas. ¿De qué te valdría heredar doce cestas de un gran milagro o que en suerte te tocara su manto sin costura si no lo posees y rehúsas tener comunión con él y con su pueblo?

 

Relación con Dios y sus hijos.

Una luz opaca aparece en las cansadas pupilas del anciano y suspira. Su mente parece recordar a los hermanos que se hallan lejos y adónde llegará su epístola, y ¡quién sabe cuántos ya no se hallen congregándose con la iglesia y anden formando grupos apartes e incluso enseñando doctrinas opuestas! Salieron por la puerta de la iglesia y no han retornado. Ese es uno de los propósitos que tiene para escribirles por si quizás Dios tuviera de ellos misericordia y al oír sus ruegos retornaran a la comunión con los apóstoles y con la gran familia edificada sobre el fundamento de sus enseñanzas.

¿Alguien en este mundo puede hacer mejores invitaciones que éstas: Tener comunión con los apóstoles de Cristo y con los otros por ellos enseñados? El mundo podrá ofrecer cosas, pero no la vida, no la eternidad que el Padre tiene y que comparte a través de Jesucristo por medio de la predicación. Invita a la inmortalidad. Observa eso, que la vida eterna se recibe por comunión. El llamamiento del anciano es a tener comunión con ellos, a regresar a la fraternal identificación doctrinal con los que testifican haber visto la vida, haberla contemplado y palpado, porque ellos “verdaderamente” la tienen con Dios y con su Hijo. Ser salvo no es saber que hay un Dios en el cielo sino conversar con él, oírlo, adorarlo, servirlo. No es cumplir esta y aquella ceremonia, ni siquiera sus ordenanzas, es tener una relación espiritual con él como persona, no abstracta sino positiva y real, habiendo dejado el estado de condenación y comenzado a disfrutar de la gracia y la vida. No es algo de un momento sino de todo el día, no que afecta una parte de la vida sino todo el ser, espíritu, alma y cuerpo. 

Esa es la clase de comunión de la cual habla el apóstol, un compañerismo íntimo con Dios y con los hermanos, un amor primero hacia él y segundo hacia ellos, dos relaciones sinceras, perdurables entre los que creen y perseveran en la doctrina de los apóstoles. Y ése es el gozo “cumplido”. 

Si se sabe de algunos que se han ido a vivir sin misericordia, que rechazan aquellos axiomas necesarios para la salvación, o que se escucha que ponen miles de excusas para no compartir las mismas enseñanzas ni congregarse, se deduce que han dejado la luz de la verdad que caminan en mentiras, entonces una nube de tristeza ensombrece las pupilas más alegres.

 

Exposición 2

 

Los casi separados

 

1 Jn. 1:5-10

5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. 

 

Los ojos del apóstol, en el lugar de aquellos que enseñan lo mismo y son los legítimos sucesores, siguen buscando a los que se han extraviado, unas veces gozosos por unos pocos que regresan confesando sus pecados y otras melancólicos, por los que definitivamente pecan imperdonablemente. Ya la segunda conferencia concluyó, y yo, amable lector, te voy a informar con comentarios. 

Hay una palabra que en los comentarios anteriores pasé por alto, “también” (v. 3) y creo que es bueno que la comente y no se quede atrás, “también vosotros tengáis comunión”; evidentemente que se está refiriendo a algunos que no tienen “koinonían” o comunión con los apóstoles y sin embargo se hallan entre los hermanos de las congregaciones. Juan manifiesta su deseo de poderlos atraer hacia él por razones que van más allá de simplemente aumentar el número o de regocijarse en compañía. 

El alejamiento de aquellos hermanos era demasiado sospechoso y clara indicación de alguna anormalidad espiritual, que como un presentimiento emerge de la tinta de su pluma. El énfasis de su enfoque no es la unidad de la iglesia ni el provecho laboral que la colaboración y plena integridad podrían traer para avanzar, sino que persigue alertarlos a ellos, los casi separados, de la posibilidad de no tener la vida eterna.  Afirma incluso, que si no tienen alguna comunión con ellos tampoco la tienen con Dios y con Jesucristo. La situación espiritual de aquellas personas en las cuales Juan está pensando es más delicada de lo que a primera vista se supondría. Siempre nos preocupamos por la salvación de los que abiertamente no pueden o no quieren tener comunión con nosotros.

En el texto el apóstol analiza quizás, o más bien, revela la razón por la que esos desconocidos no querían ningún trato con ellos y que hacía necesario hablarles sobre “la vida eterna” y tener que llegar al extremo de decirles que habían “visto, contemplado y tocado” al Hijo de Dios para que creyeran. 

La razón por la que no tenían comunión con los apóstoles: “Caminaban en tinieblas” (v.6). Por lo que dice en el v.6, es fácil deducir que aquellos “hermanos” caminaban en tinieblas. En ignorancia espiritual y sospechosamente en tiniebla moral. (Nota como dice: “Si decimos que no tenemos pecado...si alguno hubiere pecado”. No dice todo lo que sabe pero les da a entender que está más informado de lo que escribe). Pero aun siendo así, las tinieblas que aquí se refiere, no son simplemente una falta de información, una carencia de conocimientos, conlleva una afirmación moral equivocada. Alegaban en el v.8 que no tenían pecado. “¡No tenemos pecado, no tenemos pecado!” andaban diciendo. ¿Les habrá amanecido? Eso revelaba que sus conciencias aún estaban sin alumbrar. Eran llamados “hermanos” pero no tenían convicción de pecado y por supuesto tenían una vida religiosa, (cristiana, siendo condescendientes), pero sin arrepentimiento.

La afirmación de ellos por un lado, que no tenían pecado, y la de Juan por el otro, que estaban en tinieblas, nos permite con lástima suponer, que eran aún ajenos de la vida eterna. Eso suena fácil, como un lejano tambor indio, pero es preludio de una tragedia que va a tener lugar.

La razón por la que no llevaban comunión con los apóstoles no tenía que ver con el carácter, la administración eclesiástica, ni aun con supuestas diferencias doctrinales, sino porque no eran hijos de Dios. Si no se puede afirmar categóricamente, era una gran posibilidad. Juan es de la opinión de que todo aquel que no viene a la comunión con el evangelio, o con quien lo tiene, es porque anda en tinieblas (v.6). No se le podrá probar con facilidad, pero esa es la verdad. Huye de quien tiene el evangelio, como la noche huye de la luz, de los que no quieren que sus malas obras  sean reprendidas. “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas. Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios” (Jn. 3:19-21). No tienen excusa, no vienen con nosotros porque les molesta nuestro Sol, y no corren hacia el perdón que buscamos, porque no se sienten molestos en la conciencia, ni quieren rociarla con la sangre esparcida.

Juan escribe: “Y la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado” (v.7). Estas palabras por contener tanta esperanza son frecuentemente citadas por todos los predicadores. La confesaban en sus discursos, hasta los herejes Himeneo, Alejandro y otros más. Son palabras fieles y verdaderas dignas de mucho crédito. No hay ningún tipo de pecado que no pueda ser perdonado por el sacrificio de Cristo sobre la cruz. 

 

Exposición 3

1 Jn. 1:5-10

5 Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos: Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él. 6 Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; 7 pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. 8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros”. 

Unos habían pecado, pero no lo reconocían, otros también lo hacían pero imaginaban que no lo hacían. El anciano predica y escribe, sin nombrar alguno, pero sabe que el pecado no confesado empuja hacia afuera al que lo cometió, porque teme ser descubierto y se avergüenza o porque se siente humillado y como si no hubiera ya esperanza para su indignidad. Si hacían esas dos cosas podrían beneficiarse del sacrificio de Jesucristo. 

La invitación del apóstol es bien general y la acomoda a la actitud de los que tenían problema con el pecado. No dice: “Tú y tú han pecado y tienen esperanza”, sino que invita a todos los que lo han hecho y ya han decidido no congregarse más o se sienten separados espiritualmente de sus hermanos los apóstoles.

Parece que no solo había algunos que negaban haber pecado, habiéndolo hecho, sino que además no pensaban que hubieran pecado en algo y por eso no se confesaban como tales, se decían a sí mismos: “No tenemos pecado” (v.8), bien porque no considerasen las desviaciones como pecado o porque imaginaban que como ya eran cristianos no pecaban más, profesaban una especie de perfeccionismo imaginario. Aunque una persona se haya convertido en un monstruo, la sangre de Cristo le puede dejar el alma más blanca que el ala de un ángel. ¿Eres tú hermano, uno de esos que han pecado y nadie lo sabe, pero cuya conciencia te aleja del grupo y de sus ministros? Lo que el apóstol enseñó sigue vigente y puedes ser un beneficiario del perdón por la sangre de Cristo.

Sin embargo hay restricciones que el texto plantea para regular el ofrecimiento. Quizás es mejor llamarlas “condiciones”. El perdón siempre es incondicional, pero cuando el Señor perdona a alguno en la sangre de Cristo es que ya está en Cristo, se ha operado en él la regeneración que definitivamente lo ha sacado afuera de la práctica del pecado. ¿Crees que Dios pueda perdonar a un incrédulo no penitente? ¿Puede declarar limpio al que no sale todavía de su charco? ¿Inocente al que disfruta sus transgresiones? Eso es invertir a Dios y ponerlo al revés, es satanismo que da a lo malo, lo del príncipe del aire, el visto bueno. 

                                                                             

Andar en luz

“Si andamos en luz” (v.7). Es cierto que cuando vinimos a confiar en Cristo no estábamos en luz, nuestros pies iban por la senda del pecado, pero la sangre de Cristo está lista para perdonar a cualquier pecador que abandone esa senda. Es imposible que la sangre de Cristo perdone el pecado de alguien que persiste en cometerlo, que ávidamente se desespera por él. No se puede extraer ningún beneficio de la muerte de Cristo si no hay arrepentimiento. La sangre de Cristo limpia de todo pecado a los convertidos. Si no te sales del pecado no hay perdón. La sangre de Cristo limpia de todo pecado a los redimidos, a los cristianos, a los que andan en luz, los que han salido fuera de los abismos del pecado.

El perdón por la muerte de Cristo pertenece a aquella parte de nuestra salvación que llamamos “legal”, está enraizada a nuestra justificación. Pero para que nuestra justificación en la sangre de Cristo sea posible, el Espíritu Santo tiene que concedernos la gracia del arrepentimiento y de la fe. Es lo que hemos oído predicar a los apóstoles y profetas. Se te pone una esperanza muy lejana en tus oídos si no se te pide arrepentimiento. No hay perdón en la sangre de Cristo para pecadores que no quieren convertirse. Mientras persistas diciendo, “¡no tengo pecado, no tengo pecado!” no te puedes apropiar de tal inmenso favor, pero una vez que lo has hecho busca un pueblo santo, para que andes como El anduvo.

No estoy procurando limitar más de lo bíblico la redención en Cristo sino que procuro, confieso que con el temor que no me entiendas bien, lo importante que es apropiarse legalmente de las promesas, grandísimas, por cierto, hechas por el Espíritu para nosotros. Hay una segunda condición, obvia, para que todo el poder de la sangre de Cristo se aplique a tu perdón.

 

Miembro de su iglesia

Viene derivada de lo ya dicho, si tenemos comunión con los hermanos. “Tenemos comunión unos con otros” (v.7). Ya cité al evangelista al decir que la razón principal que al mundo no le agrada congregarse en la iglesia es para no oír el sermón. El perdón obtenido es para los que tienen comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo (v.3). Los que no tienen comunión con Dios rehúsan tenerla con la iglesia de Jesucristo. 

Su sangre limpia de pecados a los miembros de su santa iglesia. No me refiero a la iglesia visible, a la local, sino a la iglesia como conjunto de los escogidos, los que sólo él conoce, los que ha comprado con la sangre de su Hijo desde antes de la fundación del mundo, a los que ha dado las arras de su Espíritu sellándolos eternamente.

Jesucristo amó su iglesia y murió por ella. ¿A quién se refiere Juan cuando dice “nos”? “Nos limpia”. Eso quiere decir “nosotros”. Jesucristo murió y pagó el precio de su iglesia. El perdón de su iglesia está garantizado. No hay perdón para nadie, que sin ser añadido a la iglesia por medio de la regeneración, arrepentimiento y fe, permanezca fuera del pueblo elegido. Pero yo no quiero, acompañante mío, cerrar esta parte y dejarte tendido en el suelo enfermo, como el amalecita hizo con su siervo, sino revivirte el espíritu con pan y agua; y ese chorro fresco saltará ahora.

 

El corolario

La palabra comunión empleada por Juan implica mucho más que un simple congregarse juntos o un compañerismo. Es una comunión doctrinal. Tiene un horizonte mucho más espacioso, hondo y bello, que el que un inexperto atalaya pudiera divisar. El compañerismo congregacional desde un principio fue edificado sobre la plena identificación y perseverancia en las mismas enseñanzas. “Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hch. 2:42). La ortodoxia y la práctica de ella iban juntas en el concepto de salvación.

Juan es cuidadoso al hablar de “la práctica de la verdad” “Y no practicamos” (v.6). Y eso es más que una virtud sincera. Si alguno está en la membresía de la iglesia local, pero no vive como nos enseñaron los apóstoles, no tiene comunión con la iglesia, no puede recibir el beneficio del perdón en la cruz.

Si el pecado los separa de los hermanos, es porque los ha separado del Padre y de su Hijo Jesucristo. Esa comunión con Dios es más que una expresión mística de devoción, el goce de un sermón. Es una relación espiritual de salvación, un compañerismo de fe, llegar a ser, como dice Pedro, “participante de la naturaleza divina”. El gozo de aquella comunidad y la dicha de reunirse en los cultos salían de esas cosas, creían lo mismo y vivían por y para lo mismo. 

¿Has estado dando vueltas para hallar la felicidad, la paz, la fe, como el perro que quiere morderse su misma cola? Eso es girar en círculo y no acabar nunca. El hilo de la comunión los ataba juntos, indisolublemente, a las enseñanzas y a la vida de Jesucristo y observaban una regla para reincorporar a los que eran abatidos por el mal.

 

Restablecimiento de la comunión

Los hermanos que hubieran pecado por haber abandonado la doctrina apostólica o porque hubieran cometido faltas, tenían la oportunidad de acogerse al perdón ganado para ellos por Cristo, vigente para la conversión y la apostasía, con otra condición no menos importante que las anteriores, la confesión. “Si confesamos nuestros pecados él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (v.9). Él sabe que hay hermanos que no se congregan ni quieren la comunión con los apóstoles porque están en pecado, pero no piensa en excomulgarlos sino que los incita a la confesión. No les pide, sino que se humillen y confiesen sus pecados a Dios. No es de los que enseguida quieren disciplinar y cortar la rama seca. Lo que desea en su corazón es que los hermanos que andan mal se arreglen, que el que se ha extraviado de la verdad vuelva al camino, que el que se ha enfriado de nuevo sea ferviente, por eso les hace la invitación más a propósito para ese fin, que se confiesen pecadores, que cesen de engañar a los otros diciendo que no han pecado, pero que tampoco pierdan la esperanza de poder alcanzar el perdón de Dios.   

Lo que se le pide al que ha pecado es que reconozca su falta. No basta con que comience a asistir a la iglesia. Tiene que establecer comunión con Dios. Tiene que confesar sus pecados a él. Hay que empezar por el foco del problema. Lo que pone a una persona fuera de las reuniones es el pecado. Tiene que arrepentirse. Lo que hay que orientarle es que confiese su pecado a Dios. La palabra confesamos es “homologómen” que significa, “decir lo mismo”, lo mismo que Dios dice, pensar y reconocer sobre sus hechos equivocados lo mismo que Dios. Eso pasa cuando la ley divina es aplicada al entendimiento. La confesión siempre está relacionada con el mensaje del evangelio porque es el resultado del arrepentimiento. A los que se han ido a la noche, podemos ir con linternas a buscarlos, con tal que ellos no quieran ya vivir más en la obscuridad. ¡Dios mío! ¿Y tú recibirás a los que hagamos volver? ¿Te olvidarás de sus faltas?

Sí, el Señor perdonará a los que traigamos de regreso porque él es “fiel y justo” (v.9). Nos ha enviado a buscarlos y cumplirá su palabra de recibir a los que les traigamos, es fiel. Además, él ha continuado siendo fiel aun cuando se han vuelto infieles porque él no se niega a sí mismo. Ellos han violado el pacto, pero él lo mantiene y es Justo; si ha castigado a Cristo y lo ha puesto en propiciación por nuestros pecados, no podrá cometer la injusticia de castigar a alguien por quien él murió.

 

1 Jn. 2:1

“Hijitos míos, os escribo estas cosas para que no pequéis. Y si alguno peca, Abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo”. "Abogado", ¡qué bonita es esa palabra!; no cobra honorarios, los paga él, su defensa más bien está basada en la sustitución de sus defendidos, encara él mismo todas las culpas abriéndose sus propias venas en lugar de las de ellos (v. 2; Col. 2:14).

 

Expiación limitada 

1 Jn. 2:2

" Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”.

Esta expresión "todo el mundo", está refiriéndose no a cada individuo en la humanidad, sino a la humanidad en general. Cristo en verdad pagó el pecado de todos aquellos que habrían de arrepentirse y creer. Existe en la Escritura un buen número de pasajes donde menciona que Cristo murió por el mundo (Jn. 1:29,3:16,6:51; 1 Ti.2: 6; He.2:9). Y ya que gran parte del mundo será eternamente condenado al infierno, eso quiere decir que Cristo no pagó el pecado de ellos con su muerte, porque no es posible que se pague por algo y no se reciba (Mt. 7:13,14); y que el libre albedrio sea más capaz en su obstinación que el eterno propósito de Dios.

“Los pasajes donde Cristo habla que ha muerto por todo el mundo deben entenderse refiriéndose a la humanidad en general (como en Tit. 2:11). El mundo significa la esfera, los seres hacia los cuales Dios busca la reconciliación y que ha provisto la propiciación. Dios ha mitigado temporalmente su ira contra los pecadores, permitiéndoles que disfruten la vida terrenal (1 Ti. 

10). En tal sentido, Cristo ha provisto un breve, o una temporal propiciación por todo el mundo. Pero él satisface completamente la ira de Dios solamente por aquellos elegidos para creer. La muerte de Cristo en sí misma tuvo un infinito valor porque es el Santo Dios. Así, su sacrificio fue suficiente para pagar la penalidad por todos los pecados de todos aquellos que Dios trae a la fe. Pero la satisfacción y expiación es solamente por aquellos que creen (Jn.10:11,15; 17:9,20; Hch. 20:28; Ro. 8:32,37; Efe. 5:25). El perdón por los pecados es ofrecido a todo el mundo, pero recibido solamente por aquellos que creen (1 Jn. 4:9,14, 5:24). No hay otra forma de ser reconciliado con Dios” (John MacArthur, comentarios).

 

1 Jn. 2:5,6

"Pero el que guarda su palabra, en él verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo". Cada autor bíblico a veces tiene su misteriosa y particular forma de expresar lo que ha aprendido del Espíritu Santo. Este es un caso donde se afirma que el amor de Dios se ha perfeccionado en los creyentes que viven en obediencia a Dios. Uno puede ver el amor de Dios en todas las criaturas del mundo, tanto los seres inferiores como los humanos, sean virtuosos o pecadores. No existe nadie dentro de este globo terráqueo que con razón pueda acusar a Dios que no le ha mostrado amor. Cierta clase de amor, siempre se halla en todos los seres vivos. Eso lo entendemos perfectamente por medio de la providencia. Dios hace salir el sol sobre justos e injustos, del mismo modo envía la lluvia sobre todos los tejados. No quiere decir que el amor de Dios es imperfecto, eso ni pensarlo, sino que lo que quiere transmitirnos es que la manifestación del amor de Dios en sus escogidos es perfecta en el sentido de que permanece para siempre y en el sentido de abundancia

 

1 Jn. 2: 7-10

“Amados, no os escribo un mandamiento nuevo, sino un mandamiento antiguo. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está aún en tinieblas”. Esto es una prueba que aunque en la iglesia apostólica había hermanos que no se llevaban bien con los otros. Algo se harían que llegaban a odiarse. Eso desalienta a cualquiera.

 

1 Jn. 2:13, 14

“…Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno”. Le escribe a la iglesia cristiana principalmente para decirle esto (vv.15-17). Si los jóvenes quieren meterse en el mundo tendrán que hacerlo sin el consentimiento y con toda la oposición de sus padres. Los padres han de evitar, hasta donde puedan hacerlo, que ellos se metan en el mundo, y contrario, ayudarlos para que triunfen sobre la concupiscencia de la carne y la vanagloria de la vida. Venciendo a la carne y al mundo; y para eso tienen que ser fuertes y la fortaleza se las da la Palabra. El resto de las notas pueden hallarse en mis exposiciones sobre esta carta.

 

Para que una verdad aparezca como mentira hay que jorobarla mucho

1 Jn. 2:21

"No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad". Esto es dicho en el contexto del anticristo y de la apostasía, especialmente en el campo literario llamado cristiano y en el púlpito. Se sabe de algunos que posiblemente estaban sus nombres en la mente del apóstol cuando escribe sobre la pluralidad de los anticristos, Cerinto, y todos los pre- gnósticos o docetas. Es decir cualquier conclusión a que se arribe a partir de deducciones de una herejía, el producto con tales raíces tiene que ser erróneo, que es lo que indica el apóstol por cuanto es imposible, por mucho arreglo que se le haga a la mentira, de forma cosmética o estructural, en esencia despejada por un fino escrutinio, se percibe la mentira. En esto tanto políticos como teólogos liberales y escépticos son profesionales, peritos, que pueden envolver en papel brillante y lo que parece tener un contenido lujoso, es una completa falsificación de la verdad. La mentira es fea y aunque se maquille y se pinte los ojos con antimonio, como Jezabel, sigue siendo mala y mentira. No valen los esfuerzos de oratoria para presentarla como la verdad práctica y solución a todos los problemas, es populismo y engaño, por lo menos como dice, están tratando (v. 26).

1 Jn. 2: 25

“Y esta es la promesa que El mismo nos hizo: la vida eterna”. Si no renunciamos a Jesucristo.

1 Jn. 2: 26

“Os he escrito estas cosas respecto a los que están tratando de engañaros”. Escribe poco, sin hacer un análisis de sus doctrinas, sólo afirmando dogmáticamente la verdad.

 

Ministerio didáctico de la iglesia supervisado por el Espíritu 

1 Jn. 2:27 

“…la unción que recibisteis de El permanece en vosotros, y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; pero, así como su unción os enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera y no mentira, y así como os ha enseñado, permanecéis en El…”. ¡Qué lindo y seguro es tener como maestro al Espíritu Santo! Eso no quiere decir que no nos hace falta el ministerio didáctico de la iglesia porque Dios constituyó a los maestros (1 Co. 12: 29; Efe. 4:11), para que aprendamos, y nos ilustren. Es la unción de Cristo que reposa sobre los maestros y predicadores de la palabra de Dios y tiene que ver más con el contenido de lo que se dice que la forma con que se dice. Ni por un solo día debemos dudar que la presencia de Cristo abandone a sus maestros. Vuelvo a repetirlo, es una arrogancia imaginar que uno puede entenderlo todo en la Sagrada Escritura sin consultar algún maestro o abrir algún libro. Es gratificante y consoladora, y alumbra, y calienta el corazón, leer y oír la Palabra de Dios ungida por el Espíritu Santo. ¡Haga Dios que siempre permanezca esa unción sobre nuestras vidas!

1 Jn. 2: 28

“Y ahora, hijos, permaneced en El, para que cuando se manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de El avergonzados en su venida”; "permaneced", es equivalente a asentimiento teológico (v. 22), y a una confesión pública de ese descubrimiento y seguridad intelectual (v. 23). No es sólo tener un credo correcto sino confesarlo, ni tampoco todo es hacer confesión sin una definición teológica correcta.

1 Jn. 2:29

"Si sabéis que él es justo, sabéis también que todo el que hace justicia es nacido de él". Quiere decir que vive una vida justa o como justificado por Dios mediante la fe en Cristo. Esencialmente el que es justo, aquí no es una expresión tanto doctrinal como práctica, y quiere decir que el que es justo es el que practica la justicia de Dios y el amor de Dios, que vive no en tinieblas sino en luz, no en la mentira sino en la verdad, no amando al mundo y los deseos del mundo, sino que permanece en el amor de Dios. Si queremos saber si una persona ha nacido de Dios solamente tenemos que ver si lo imita, porque todo hijo imita a su padre, los de Dios a Dios y los que hacen lo malo a su padre el diablo. 

 

Capítulo 2

 

Exposición 3

 

Nuestro abogado

 

1 Jn. 2:1-2

“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. 

 

El propósito de su libro.

En un renglón posterior de estas exposiciones hallarás que el pecado es una infracción de la ley divina, un delito, por el cual se reciben infinidad de acusaciones. La enseñanza de la Biblia cada semana, tiene un fin relacionado a eso, y la presencia de Cristo también.

Nota cuál es el fin de la literatura inspirada, “hijitos míos estas cosas os escribo para que no pequéis” (2:1). ¿Cuál? Llamo “literatura inspirada”, a toda la Escritura, porque lo que Juan dice de su epístola se aplica por extensión a todo el canon bíblico:(Los libros del A. T. y N.T.); “para que no pequéis”. Las epístolas de Juan se escribieron para que los hombres, especialmente los que han alcanzado la fe, cesen de pecar.

¿Para qué compramos una Biblia? -Para leerla- ¿Y para qué la leemos? -Para no pecar- ¿Y para que la estudiamos? -Para no pecar- ¿Y  para qué asistimos a la iglesia para aprenderla? -Para no pecar- ¿Por qué el Espíritu Santo nos dejó tan precioso Libro? -Para que no pequemos-.

Así que, el propósito de Dios es separarnos del pecado. La Biblia es el instrumento para lograrlo. Su fin es salvarnos y hacernos más santos. “Pero estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo... y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Jn. 20:31). Quiere decir, amado, los libros inspirados existen, han sido preservados por la providencia, han sido juntados en un solo volumen, encuadernados y distribuidos, para que no pequemos.

¿Y qué pasa si alguno peca? “Y si alguno hubiere pecado Abogado tenemos para con el Padre”. ¿Cómo debe manejar su pecado? Todos los cristianos pecamos. Es una negación del cristianismo el rechazo a la doctrina del pecado original o de la depravación de la naturaleza humana. Lamentable que eso pase. No nos gusta oír de vez en cuando que alguno de nuestra iglesia ha pecado. Ni tú. Ni yo.

¿Dónde concentra su defensa? Pero como ya he dicho, tú tienes dientes, yo también, Adán los tenía y con ellos mordió el fruto, no hay nadie a quien la ley no le haya quitado uno, no hay nadie que no haya tenido que cortarse una mano porque le era ocasión de caer, y manco va para el cielo, o tuerto, o cojo. Pero vamos. No quisiéramos pecar, Dios lo sabe, más aun, no quisiéramos existir en este cuerpo de muerte, con esa ley, furiosa, en nuestros miembros.

Pero hay un misterio que se debe aclarar para no caer en errores. El pecado en sí mismo no puede ser defendido. El que peca sólo puede ser condenado. ¿Cómo entonces Jesucristo, si es llamado por Juan justo, puede asumir nuestra defensa? El misterio es que su defensa se basa en él mismo, no en nosotros. No nos defiende declarándonos inocentes ni excusándonos por el pecado. No menciona ningún mérito en nosotros, no elogia nuestras virtudes. Al contrario, su lenguaje será, “sí, son todos culpables, no tienen razón para haberte ofendido Padre Amado”, pero en seguida añadirá, “pero yo te pido que los justifiques porque morí por ellos, expié el pecado de ellos, asumí tu ira en el lugar exacto en que ellos estaban”. Y la defensa se gana en base a eso. A lo que hizo en la cruz. Nadie puede ser defendido fuera de ese lugar. 

Puedes comprobar la importancia de esta expresión: “en Cristo”, simplemente leyendo el uso profuso que Pablo hace de ella en sus cartas. ¡Qué grande oportunidad hermano! ¡Tener a Jesucristo, el cumplidor de la ley como nuestro defensor! No quisiéramos hacer nada que la viole ni en una jota o una tilde; pero si ello pasara y por dureza de corazón la quebrantásemos en pedazos, él asume nuestra defensa.

Cuando les escribe que tenemos un Abogado les está hablando sobre eso. “Tenemos”, lo escribe en caso nominativo, tiempo presente activo. No está en pasado. Es como si dijera “teniendo un abogado”. No es algo que Cristo logró y que hay que pasarse al siglo primero para hallarlo. Cristo es el Abogado en todos los siglos, en todas las naciones del mundo, de los que han pecado y confían para perdón de sus pecados, en la obra que hizo en su cruz.

No es que Cristo se halle ahora en el cielo haciendo apologías por este pecado nuestro o por aquel otro. No, lo que quiere decir Juan es que lo que hizo sobre la cruz es efectivo siempre. Dios lo considera satisfactorio, mientras dure la raza humana, para todos los pecadores penitentes. Cualquier caso lo gana para siempre.

 

La limitación

Fíjate que hay una importante aclaración que hacerle a un mundo engañado, y a cristianos mal informados; sobre la relación paternal con Dios y las limitaciones en su oficio de abogado. Nuestro Señor no es el abogado de todo el mundo. Si solicitaran sus servicios sinceramente lo sería, pero no lo es. Nunca defiende, por ejemplo, a un hipócrita. Se ve claro que está hablando a los, “hijitos míos”, los que han recibido el Espíritu de regeneración y de adopción, los que fueron engendrados por la predicación. 

Si ellos necesitan ese abogado, ¿qué quedará para los que no? Cristo es el abogado de los hijos de Dios, no de los bastardos ni de los esclavos. Los hijos de Dios son los que pueden llamar a Dios “¡Padre mío y Dios mío! ¡Abba, Padre! Es abogado de aquellos que están incluidos en su cruz. Jamás el Señor asumirá la defensa de alguno que vive su propio estilo de vida, que ama el pecado y lo practica.

Jesús es abogado de los que “andan en luz”, no de los que caminan en tinieblas. De los que “confiesan” sus pecados. Es impropio decir que Jesucristo es abogado del mundo entero, porque eso incluiría los que andan en obscuridad y al mismo príncipe de las tinieblas. Juan escribe tenemos y eso coloca una definición que determina quienes son aquellos que pueden solicitar sus servicios intercesores. Puedes mirar a Jesucristo como tu defensor. Eso es lo que hace un Abogado. Lo que hace el “parácleton”, ir a nuestro lado confortándonos en relación con nuestros pecados.

La eficacia de la propiciación de Jesucristo. Juan dice, “él es la propiciación por nuestros pecados y no solamente por los nuestros sino también por los de todo el mundo”. Nuestros, ¿a quién indica? ¿A la iglesia? Sí, a los que ya son salvos. ¿Y los de todo el mundo? No puede significar que Cristo murió por los que no quieren nada con él, no puede ser que murió por los que deliberadamente le rechazan. Es imposible que sufra tan espantosa muerte por alguien y que luego se pierda, que reconcilie a alguno y quede enemigo, que pague su redención y no sea puesto finalmente en eterna libertad. La propiciación no es un hecho separado del resto de la salvación. La muerte de Cristo es parte de un plan, es un eslabón en una cadena. No puede ser separada de la regeneración, del arrepentimiento y de la fe. Si se toma la propiciación se toma todo lo otro. Dios no otorga una parte de la salvación y niega la otra. La propiciación es para los regenerados, para aquellos que tienen fe, para los que andan en luz, para los amados hijitos de Dios. En cualquier parte del mundo  donde haya una persona que sienta en su corazón la influencia del Espíritu de regeneración y humillada confiese sus pecados, inmediatamente todos los beneficios de lo que Cristo padeció se le adjudican no dejando afuera ninguno.

Propiciador.

Si hemos enfocado correctamente el asunto, nunca debes olvidar por qué no debes pecar. Es un delito, una infracción de la ley (3:4). El perdón que recibimos por parte del Padre es un perdón legal. La relación filiar es establecida en base a ese  perdón. Dios no dice, “Ah, ya, eres mi hijo, puedes hacer lo que quieras que yo te perdono porque te amo, porque te adopté”. No. Dios dice, “Has pecado, yo te perdono porque Cristo murió por tus pecados. Eres mi hijo, te amo y he arreglado la defensa de tus infracciones a mi ley”. Nunca olvidamos que nuestro amante Padre es también nuestro Juez.

Si amas a Jesucristo no debes hacer lo malo, no. Sufrió toda la ira divina por ti, se expuso al horror del infierno por tu condenación. ¿Has leído que él es tu “propiciación”?  “Propiciación por nuestros pecados” (v.2). La palabra propiciación es “hilaskomai”, o “hilasmos” (Es una transliteración del griego) cuyo significado es “desviación de la ira”. Es cierto que contiene firmemente la idea de una expiación o cancelación del pecado, pero también desviar la ira divina que sobre nosotros había. Jesucristo desvió la ira de Dios hacia él, los truenos de la ley, sus relámpagos, su fuego, él les llamó la atención para que cayesen sobre su persona y los otros, nosotros, quedáramos libres, protegidos, perdonados.

Exposición 4

 

Profesantes del cristianismo

1 Jn. 2:3-6.

“Y en esto sabemos que nosotros le conocemos, si guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” 

 

Cómo identificar a un mero profesante.

No puedes dudar que el apóstol está bien informado del mal testimonio de algunos llamados cristianos, que son lectores de sus cartas y de las de otros, sin embargo por la desobediencia que presentan a la ley escrita, no tiene duda de que no le conocen. Es eso lo que Juan quiere, que tenga una vida relacionada con la Escritura. No es fácil para él decirlo porque ellos afirmaban amar a Dios y a los hermanos, sin embargo el comportamiento era dudoso. Su énfasis es en la santidad de vida. No pide que amen más a Dios, sino que le obedezcan. El sentimiento en sí no es suficiente si se echan a la espalda sus palabras. Es el mismo reclamo de Santiago, no ser meros oidores olvidadizos sino hacedores de la Palabra, “y en esto sabemos que nosotros le conocemos” (v.3). Si Dios le revela su Hijo a alguien, juntamente con ese conocimiento recibe la gracia para vivir lo que ha aprendido. No se ha conocido verdaderamente si no se recibe esa fuerza o capacidad, para practicar lo aprendido. Con la práctica se muestra verdaderamente lo que se conoce y lo que se cree.  No quiere que dejen de mostrar el amor a los hermanos y a la humanidad, sino que no sean mundanos. Juan repite dos veces “guardar sus mandamientos”, como si lo subrayara con doble énfasis; y sus palabras en conjunto suenan similares a las del salmo 119:10-11, “con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos para no pecar contra ti”.

Cuando Juan dice que si alguno afirma “yo le conozco y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso y la verdad no está en él” (v.4), la ambivalencia o inconsecuencia de tal conducta. En estas palabras Juan está rechazando el testimonio verbal de aquellas personas, es libre y se siente seguro para hacerlo; y quiere orientar a la iglesia en ello, para que esté capacitada para admitir o rechazar en su seno a los falsos hermanos. Esta orientación además de constituir un llamado a la santidad de los que están en pecado, suministra a la iglesia el conocimiento como herramienta para mantener su disciplina. 

Es una denuncia que hace y no puede ser por gusto. ¿Qué provecho podrán sacar los que guardan los mandamientos si no es rechazar la confraternidad de los que viven en pecado, pero insisten en mantener la membresía? El testimonio verbal de una persona es insuficiente para justificar su pertenencia al grupo del pueblo santo. Y su consejo es necesario, porque nos conocemos a nosotros mismos y nuestra tendencia en amor a disculpar y admitir como sincera cualquier alegación vocal. Somos, a veces, excesivamente ingenuos. Por eso afirma, después que ha dicho que esa persona es mentirosa, que “la verdad no está en él”, o sea, no tiene el evangelio en sí mismo.

Un profesante real.

Es importante entenderlo de ese modo, porque así se puede explicar con más sentido que “en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado, por este sabemos que estamos en él” (v.5). No está proveyendo una excusa para los que se comportaban mal y pudieran contestar a sus hermanos: “Nuestro amor no es perfecto, pero algo tenemos”. El “verdaderamente” no deja espacio para otro, sino que niega la existencia de cualquier amor que no se vuelve práctico.

¿Qué quiere decir con la perfección del amor de Dios? “En este verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado”. El amor de Dios en sí mismo siempre es perfecto, ni crece ni decrece. No creo que sea siquiera que el amor hacia Dios, como sentimiento abstracto, se perfeccione al vivir correctamente. El término “amor de Dios”, puede ser mejor entendido como “la gracia de Dios”. No una fase más completa de esa gracia que llevamos en nosotros sino la dimensión o fin de esa gracia son las obras. La genuinidad de esa gracia la constatan las obras. Una gracia que no alcance a la práctica de los mandamientos es inexistente en sí misma, fantasmagórica, irreal. Creo tener razón en esa interpretación si recordamos que el apóstol está hablando de la salvación, a juzgar por el testimonio de alguien, no por la confesión labial. El apóstol piensa en aquellos que afirmaban estar amando al prójimo pero no eran fieles, en algún sentido, a los mandamientos del Señor. Las dos cosas, para Juan, van juntas. Se puede ser un consumado filántropo, pero infiel; en el mundo es aceptable, pero para la fe es inconsecuente. 

Juan habla de ese amor perfecto en otras ocasiones (4:12,16,18). Amar al hermano significa mucho, pero no es perfecto si no hay fidelidad a los mandamientos del Señor. Y no hay duda que el autor no se halla pensando por el momento en alguna fidelidad doctrinal, sino en el cumplimiento ético, la base de la conducta cristiana porque añade: “Debe andar como él anduvo”.

Permanecer es una palabra muy importante para Juan y la usa muchas veces para hablar de ser fiel a la verdad, a Dios, a Cristo, al amor. La vida del cristiano, como fue la de Jesús, debe ser una vida de amor, llena del amor hacia Dios, manifestada en la práctica de su palabra, llena de amor hacia los demás. Cristo anduvo (v.6) guardando sus mandamientos hasta las jotas y tildes y amando a los hombres en relación con ello. En relación con la Escritura, para que la Escritura se cumpliese. Era perfecto en su amor al prójimo (“anduvo haciendo bienes”), y en amor hacia la doctrina. Esa es la diferencia entre el amor que cualquier incrédulo puede sentir y practicar hacia la humanidad y el amor del cristiano; porque los sentimientos de éste nunca están separados del amor hacia Dios y de la obediencia a sus preceptos.


Exposición 5

Los que han sido exhortados

1 Jn. 2:7-11

“Hermanos no os escribo un mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que está en la luz y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su  hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos”. 

 

Profesante de la ley, pero no practicante

En esta porción el apóstol nos enseña principalmente a enfrentar a los hermanos que por no vivir como los mandamientos antiguos y nuevo enseñan, han tenido que ser exhortados o disciplinados. Esta aplicación es una posibilidad expositiva, de que se hayan puesto furiosos y atacado verbalmente a sus otros hermanos. Una señal de odio. Una prueba que ni siquiera guardaban lo que previamente habían sido instruidos.

Así, que “nuevo” no era tan nuevo sino mas bien ya antiguo, pero a lo que Juan llama mandamiento antiguo, que habéis tenido desde el principio (v.7), son las ordenanzas y preceptos dados por el Señor para que vivan por ellos, es decir, toda la revelación de la ley que ellos debían haber guardado en sus corazones. Es bueno, para recordar, que le echemos una mirada a los versículos anteriores. Toda esa explicación evangélica de la ley, todo el cumplimiento de ella en Cristo, esas cosas la habían oído ellos desde que nacieron. Si nuestra interpretación es correcta, una vez más tenemos la declaración que el evangelio cristiano es una continuidad de la ley, la interpretación correcta de la misma y su aplicación específica (Ro.10:4).      

No debemos ver un abismo entre el Antiguo y el Nuevo  Testamento. El Nuevo es la luz meridiana, el conocimiento completo, que ya brotaba en la antigua ley. El antiguo pacto tuvo una función preparatoria, limitada y es con la que lo entendemos hoy. La ley de Moisés y los profetas fueron útiles, hoy lo son, pero sus conocimientos están limitados e incompletos. Aunque hubo mucha luz en tiempos del Antiguo Pacto, ese período puede, por su insuficiencia ser llamado un período de tinieblas (2:8), “porque las tinieblas van pasando y la luz verdadera ya alumbra”, donde no era fácil mirar dentro de símbolos, alegorías y sombras de las cosas futuras, porque quedaba mucho por conocer y ser revelado. La época de Cristo, sobre la cual Juan escribe, es la época de la luz verdadera, cuando el Señor se revelaba plenamente por su Hijo Amado, dándonos a conocer totalmente su voluntad.

Juan habla a aquellos hermanos como cristianos que iban progresando en conocimientos, eso es lo que él quiere decir con que las tinieblas van pasando. La ignorancia a ustedes se les va acabando, les dice, la falta de luz sobre el entendimiento va pasando poco a poco, según progresen en ese conocimiento irán entendiéndolo todo más y más.

Los hermanos de hoy, que son como aquellos de la circuncisión, que predican la revelación del Antiguo Testamento sin consideraciones sobre el Nuevo, andan aún en tinieblas. Algunos se creen hacer la voluntad de Dios rehusando transfusiones de sangre o absteniéndose de alimentos levíticamente inmundos. No conocen que en los Evangelios y en Hechos de los apóstoles se enseña que todas las comidas están ya limpias y listas para ser ingeridas (Mr.7:19). Tanto las paganas como las judías.

Tropieza en la exhortación de amor

Nuestro Señor llamó al amor fraternal, “mandamiento nuevo” (Jn.13:34) y Juan, que es el mismo autor tanto del Evangelio como de esta epístola también le llama mandamiento nuevo. Nuevo porque el Señor así le llamó y él nombra las cosas como el Señor las nombra, un mandamiento que es nuevo, porque fue nuevo en los labios del Señor pero sin embargo ya para ese momento en ellos no era algo completamente nuevo como si jamás lo hubieran oído, porque desde el mismo principio de la vida cristiana habían escuchado a los apóstoles y pastores hablar del amor fraternal y no sólo hablar de amor sino practicarlo.

Nosotros damos gracias al Señor porque nuestros conocimientos sobre Cristo aumentan y podemos decir con gratitud que “la luz verdadera ya alumbra”. Nuestro próximo paso es observar la combinación que el apóstol hace entre los conocimientos (la luz) y el amor al prójimo. Juan combina en un párrafo, el mandamiento nuevo, que ya dijimos que es el amor al hermano, con la luz que se tiene o se dice tener y escribe, sin darle muchas vueltas al asunto, que quien afirme que se halla en la luz, que tiene conocimientos superiores, pero no practica el amor al hermano, miente, está aún en tinieblas y toda su ciencia no es más que teoría.

Supón que un hermano que está en luz, que sabe y ama, exhorte a otro que no está andando como Jesús anduvo. ¿No es posible que se moleste y hasta lo odie? Hay muchas razones por la cual un hermano puede odiar a otro, pero aquí me parece, que tiene que ver con el hecho de reprenderlo porque anda mal y por la disciplina que se le aplique por su mala conducta. Casi siempre cuando a los hipócritas se excomulgan acumulan odio y resentimiento contra aquellos que han tenido que ver en la decisión disciplinaria. Una decisión de disciplina no es un acuerdo sin amor sino una medida de amor corrector. Juan se dirige principalmente a los hermanos que están siendo objeto de ese desprecio. Les explica que sus antiguos compañeros se han desviado de la verdad o no han estado nunca en su luz.

En el amor fraternal es donde más los ciegos tropiezan. Tropiezan también en la palabra. El que está en luz no tiene ese problema porque “no hay en él tropiezo” (v.10). Eso es importante. Una persona ciega siempre tropieza y por eso anda con un bastón para evitar golpearse con los objetos que sus ojos muertos no perciben. El hermano o la hermana que tiene muy poco conocimiento, tiende a tropezar. Y el que en realidad no tiene el conocimiento de Cristo de algún modo o de otro tropieza, sea en la doctrina, sea con la luz, sea con un candelabro, sea con otros hermanos, sea en sus trabajos, sea contra el mundo. El mismo tropieza y se lastima, se cae en el hoyo y también suele hacer tropezar a otros (Mt.18:7-9).                           

La razón de todos los tropiezos

Otra forma de reconocer a la persona ignorante  y sin el amor de Cristo en su corazón, es la desorientación que padece en su ruta espiritual. Juan dice que como le falta la luz, “no sabe a dónde va” (v.11). Eso también es importante. No tiene una meta espiritual, no se le ve proseguir tras algún premio, o que sea movido por algún llamamiento. ¿A dónde va? A ningún lado. Ni él mismo lo sabe. ¿Qué verdad anda buscando? Ninguna. Hay una desorientación constante en estas personas, una gran falta de propósitos, no persiguen el amor, ni la santidad, ni la fe, ni la esperanza, ni el perdón. Están  en la iglesia, pero no tienen hambre de aquellas cosas que debieran apetecer. No investigan nada. Sólo se glorían en lo que ellos son. Miran a los hermanos y al evangelio, sólo en relación con  ellos mismos, con lo que  piensan, con lo que son. No alzan los ojos buscando la ciudad de Jerusalén.

Tienen ganas de moverse y se mueven, caminan, pero no adelantan; deambulan, zigzaguean, revolotean siempre en un mismo sitio, no se remontan como águila, no avanzan, nada dejan atrás. No es que éstos sean “una clase de cristianos”, no los son de ningún modo.

¿Cómo pedirles que se consagren? Uno los toma de la mano, los conduce por un espacio en el camino, luego los suelta después de aconsejarles y no tardan mucho en salirse de la senda. Definitivamente, no ven, y si algún rayo de luz les brotó alguna vez de sus pupilas, fue momentáneo y se apagó.

 

Exposición 6

Mensaje apostólico para jóvenes

1 Jn. 2:13-17

“Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es del principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. Os he escrito a vosotros jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros y habéis vencido al maligno”.

 

Una palabra acuñada por Pablo. Aprende esta palabra, “artimaña”. No se halla en este texto sino en (Efe.4:14), “las artimañas del error”. Dondequiera que aparezca una “artimaña”, hay que asociarlo al engaño y al error. No creo que Juan se enoje si tomo prestada de otro apóstol una sola palabra.

El mundo emplea artimañas, los hombres engañosos la practican, el diablo es el padre de todas las artimañas. Satán es el forjador y creador de todas las religiones humanas, de cada una de las herejías y desviaciones del cristianismo. Esa es la idea que presenta Pablo en Efesios. La de un mar embravecido, con olas gigantescas que el viento peligrosamente arroja sobre las embarcaciones incautas y sin timón. (Eso es lo que indica la palabra “kludonizomai” ser agitado violentamente por un oleaje).

Veamos primeramente la verdad que arropa la imagen. El texto que hallamos en 1 Juan no contiene la idea de un naufragio espiritual como en Efesios. Juan no habla de jóvenes que han naufragado en sus vidas cristianas sino de verdaderos nautas, de muchachos y muchachas que han combatido al diablo y han triunfado sobre él. La imagen de Juan tampoco es de boxeo. Es de guerra. Es una victoria militar.

El apóstol no presenta al joven navegando en su vida cristiana, como en un  barco turístico, ni siquiera como un deporte. No es una carrera de botes ni un juego de vólibol. Es una guerra. Dice, “habéis vencido al maligno”. No le tiran pelotas sino balas, no le amenazan con un remo sino con una lanza, y lo que le echan arriba son dardos de fuego; suficiente quemantes para reducirlo en cuerpo y alma, a cenizas. Cuando el diablo mata a un anciano arruina una vida, mata un pasado y acaba con una historia; cuando mata espiritualmente a un joven destruye una promesa, anula un futuro, deja un presente sin vida.

Por dos veces el apóstol les escribe lo mismo, que han vencido al diablo. Quiere que recuerden su conversión. Desea que sepan que son triunfadores. Eso veremos después por qué es importante que el joven lo recuerde.

 

Dónde el triunfo empieza

Si me has seguido en la exposición verás ahora el comienzo del triunfo. Los jóvenes que aquí menciona  y que Juan conocía eran jóvenes campeones, “han vencido”. He mencionado que es una referencia a la conversión a Cristo. Se trata de jóvenes que son santos. Ahí es donde un joven primeramente triunfa, cuando se entrega a Cristo. Cuando deja de servir al demonio y se pone bajo la bandera de Cristo. Cuando se rinde y  depone sus armas frente a él. De modo que la primera victoria, que es esa, es más que una lucha, es una rendición espiritual.  Si pudiera ponerlo de otra manera diría, huye del pecado que te ataca, vuélvete y ataca al pecado que asedia a otros. No se trata que luches contra Satanás primero; sino que te rindas a Jesús.

Cuando se habla de jóvenes victoriosos se habla de jóvenes de fe. Satanás no puede tener entre sus reclutas a uno que tiene fe, le pasa como a los filisteos con David, tiene miedo que se vuelva contra él. Cuando un joven cree lo que dice el evangelio, deserta al diablo. Ese es el comienzo del triunfo.

 

El secreto de su fuerza

¿Dónde tienes el secreto de tu fuerza? El Secreto de la fuerza de Sansón estaba en su cabello. El apóstol afirma que eran jóvenes fuertes (2:14). ¿Dónde está el secreto de la fuerza del joven cristiano? No se trata de una alabanza, ni de que los esté adulando. Está reconociendo el hecho de la victoria de ellos. Si no hubieran sido fuertes no hubieran podido triunfar a tan astuto enemigo.

Pero los jóvenes cristianos no son fuertes porque son jóvenes, al contrario, por naturaleza la edad de mayor debilidad espiritual es la juventud. Los ancianos cristianos son los maduros, son los que son fuertes, los que han peleado la buena batalla de la fe, los que han sido heridos muchas veces y han vencido al diablo miles.

Si sigues leyendo verás por qué estos jóvenes son fuertes. Juan lo dice, porque “la palabra de Dios permanece en vosotros” (v.14).  El secreto de la potencia de ellos está en la palabra de Dios que han aprendido. Con ella han sido fortalecidos desde la cabeza hasta los pies. Tienen las manos fuertes, con dedos de hierro. El pie es vigoroso, como de bronce bruñido, el pecho como la popa terrible de un barco de guerra, ojos de fuego, frente poderosa, llena de explosivos pensamientos. Un joven armado con la palabra de Dios es como una ciudad fortificada, inexpugnable, un tanque de guerra. Imbatible. Si un joven es un estudioso de la Escritura será fuerte. 

Cuanto más la conozca, más completo su arsenal, flecha, arco, lanza, bala y misil. Es su almacén principal. Pablo lo dice en Efe.6:17, “y tomad el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la palabra de Dios”. Sin aprendizaje de la Palabra estás desarmado, puedes con facilidad ser atropellado por el pecado, herido fácilmente por las tentaciones; y caerás muerto cuando enfrentes ataques sucesivos.

 

Las trampas más peligrosas.

¿De dónde provienen las principales artimañas que el diablo usa para triunfar sobre el joven cristiano? Hay artimañas. Los versículos del 15-17 no hubieran sido escritos si no hubiera algún peligro asechando. “No améis el mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama el mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”.

Repito la pregunta, ¿de dónde provienen las principales artimañas diabólicas que  debes enfrentar? Del mundo. El mundo es una jungla llena de trampas. En él han perecido muchos jóvenes fuertes. Hoy están colgados en algunos vicios. Otros murieron acuchillados por la fornicación. No pocos deliran fumando marihuana. Del mundo se puede gritar, lo que aquel joven gritó en el seminario profético de Eliseo, cuando comían calabazas silvestres: “¡muerte en la olla!”. El mundo es un campo minado, si no miras donde pones los pies, explotas en mil pedazos con toda tu consagración. He visto pedazos caer a mis pies. Seis veces se repite la palabra mundo. ¡El mundo, el mundo, el mundo! Juan casi que lo grita. Jóvenes, cuidado con el mundo. El mayor peligro no está en la doctrina sino en el mundo. Tu mayor enemigo está en lo que hay en el mundo, lo que se te pide que escojas.

El mundo tiene mucho para ofrecerte. Te está pidiendo que lo disfrutes. ¿Y qué dice Juan? ¡No, no, no! El mundo te dice: “Tómame en tus brazos, disfrútame, gasta tu vida conmigo, tú naciste en mi seno, yo sé que te gusta lo que te ofrezco, no seas tonto aprovéchame, llévame contigo a tu vida privada y pasemos un rato juntos. Tu alma y yo, en mis brazos”. Ese es el lenguaje de sirena que el mundo canta a tus oídos. Si no estás fortalecido contra el mundo aceptarás la oferta. Allí te espera el diablo y la muerte espiritual. Es lo que Juan Bunyan llamó, “Feria de la Vanidad”.

 

La feria de la vanidad

“Los deseos de la carne”. El mundo está lleno de peligros, pero exteriores. Tú tienes el problema por dentro. Los deseos carnales. Las pasiones carnales. La terrible concupiscencia. Lucifer lo sabe. Conoce tu sangre, tu herencia, y que te gustan los deseos carnales. Se trata por años con tu hombre viejo. 

Pienso que la principal fuente de pecados son los deseos sexuales. El sexo es bueno. Lo hizo Dios. Dios no quiere tu sexo para él. Pero quiere que glorifiques su nombre con tu sexo. Si eres hombre, quiere que te unas en sexo con una muchacha. Pero en matrimonio, no en fornicación, no en adulterio. ¿Y qué dice el mundo? ¡No, no, Dios no tiene razón! ¿Qué de malo hay en hacerlo antes del matrimonio? Si no lo haces antes es que no hay amor. Llaman a eso amor. El mundo no le llama fornicación. Dicen que es una palabra dogmática, religiosa, el mundo no quiere el dogma cristiano, quiere desvincularse de la religión. Pero es fornicación. Es pecado, es una trampa. Es una artimaña.

Otra trampa son los deseos de los ojos. Mucho pecado entra por ahí, por lo que vemos. Si analizas como el diablo tentó a Eva en el huerto verás eso. Le hizo que mirara. Que se fijara en el fruto prohibido. “Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos y árbol codiciable” (Ge. 3:6). El mundo tiene mucho que mirar. Le dice al joven: “Mírame, mírame. Si me miras mucho te gustaré, te voy a hipnotizar. Pon tu ojo en mis películas. Mira las más podridas que tengo. Nadie te ve, míralas. Mira cómo se peca, aprende a pecar, mírame. Mira mis revistas. Hojea alguna. Mira como tengo cosas que te gustan. Cómprame una y ponla en tu librero para cuando quieras”. 

El mundo dice ¡Mírame, mírame! ¿Y qué debes hacer, joven? No mirar. ¿Y si no puedes evitar mirar algunas cosas, porque todo lo que hay en el mundo está lleno de pecado? Mirar, como hizo Moisés, que levantó una serpiente venenosa, la clavó en un asta, y la alzó. Y todo el que la miraba se curaba. No moría envenenado. Mira el pecado pero clavado en la cruz. Mira el pecado que te enferma pero sobre el cuerpo de Cristo. El diablo te dice que mires, que contemples su maldad, lo que hizo llorar a Jesús.

Y juntamente con eso está la trampa de “la vanagloria de la vida”. ¿Qué dice el diablo? Mírala, óyela. Esta trampa parece inocente pero es igualmente peligrosa. La palabra original traducida “vanagloria” significa “orgullo, presunción, vana ostentación, vacía arrogancia. Tiene mucho que ver con la moda. En la juventud todo es nuevo. La naturaleza está nueva. El cuerpo es nuevo. Los ojos son jóvenes. La piel es joven. Se tiene la figura esbelta, aún se conserva el pelo. Nada ha declinado, todo hierve, en apogeo. Es una época de mucha belleza. Cuidado con vivir para la vana gloria de la belleza, vivir para comprar cosas que tengan que ver con lo bello. Gastar más de lo prudente en peinados, joyas, vestidos, paseos, recreaciones, carros, casas, fiestas. Las jóvenes deben parecer bellas, bien arregladas, pero sin la vana ostentación del mundo, así muchas caen en la trampa de vestirse, oler y hablar como las del mundo para atraer del mismo modo a los jóvenes, los cristianos y los del mundo. Ellas compiten con las del mundo y los enseñan a preferirlas de ese modo. ¿Por qué no atraerlos también con una hermosa vida espiritual? ¿Por qué no, además de lucir bella, ser santa y el joven ser fuerte, un excelente varón de Dios?

 

¿Cómo triunfar?

¿Cómo pasar por la Feria de la Vanidad y no comprar nada? ¿Cómo atravesar el mundo y no ser atrapado por las artimañas del diablo? ¿Cómo no ceder a las proposiciones e insinuaciones sensuales? ¿Cómo vencer una mirada hipnótica, la llama de una pasión fulminante, la vanidad de una moda cara, pasajera y descarada? Juan lo escribe, el joven que triunfa sobre las artimañas del maligno es el que hace la voluntad de Dios. No hay otro modo. Mirar la fruta, saber que es codiciosa, agradable a los ojos, pero no tocarla, ni probarla, y menos compartirla. El Señor mandó que no lo hiciéramos. No ceder a los deseos de la carne, no porque falten ganas ni porque no haya alguna oportunidad, porque esas sobran, sino porque Dios no quiere. Eso basta.

Pudieras orar: “Oh Dios, ayúdame a ser fuerte, guarda mi pie, para que no lo ponga en algún punto que se derrumbe. Yo no quiero terminar como otros. He estado muy cerca del árbol de la vida y no deseo morir con un bocado del fruto prohibido en mis labios. Ayúdame, por Jesús. Amén”



Exposición 7

El anticristo

1 Jn. 2:18,19

“Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo. Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros”.

 

La época final

La apostasía de jóvenes que se van al mundo en Tesalónica es grande, pero no única; no todos los que apostatan lo hacen por razones sensuales, encandilados por el mundo. Hay otros cuya razón es doctrinal, y en este texto tendremos tiempo de comprobarlo. Todos los apóstoles, incluyendo a Juan, por supuesto, marcan el último tiempo con una gran señal de apostasía.

“El último tiempo” (v.18), se extiende desde Cristo a nuestros días, y hasta el fin del mundo. Juan piensa que él está viviendo ese tiempo, que es parte de esa época final. Los hermanos de las iglesias pensaban y sentían lo mismo. El mundo primitivo, por expreso deseo de Jesús, vivió bajo la expectativa de su segunda venida, sin fechas fijadas. Es verdad que el Espíritu Santo impresionó sus mentes en ese sentido. Todos esperaban el fin del mundo pronto. Jesucristo mismo habló de modo que fácilmente pudieron deducir que vivían la última parte de la historia humana.

Pero había una señal importantísima para identificar el tiempo final, la apostasía (v.18). Tanto en Juan como en Pablo (2Te.2:3), la deserción marcaba esa era. El uno como el otro esperaba el retorno de Cristo. Pablo decía que no volvería hasta la plena manifestación del “hombre de pecado, el hijo de perdición”. Juan se refería más a la era final, que al evento del regreso en sí mismo. Y dice que ya esa época ha llegado y está llena de muchos anticristos. 

No veo que trate de señalarnos uno en particular, o que esperemos en especial a alguien, diabólicamente dotado, un “hombre de pecado”, sino más bien que comprueben sus lectores que esa era, la de los anticristos había llegado. Debían reconocerla, interpretarla y vivir de acuerdo a su arribo. 

 

Predicción de las apostasías

En estos primeros versículos no habla de la naturaleza de esa apostasía, la deja sin explicar para los siguientes. Pero hay otras cosas que él considera primero tratar.

(1) Que la iglesia no olvide que las apostasías están predichas. Ya habían “oído que el anticristo viene”. El Espíritu, por medio de sus profetas, les preparaba para la aparición de los que negarían la fe que antes habían profesado. Necesitaban saberlo de antemano, no para verificar la profecía, sino como preparación para cuando ocurriera. Debían estar espiritualmente alertados; porque las apostasías desalientan mucho a los fieles, y cuando alguien está deprimido piensa en el suicidio de su fe. Los que han creído deben conocer rápidamente esa verdad, que algunos de los que hoy andan a su lado quizás no lo hagan más, y quienes fueron sus compañeros, líderes, y se les llamaba “hermanos”, pueden pasado un tiempo (y circunstancias), salir y no volver.

El contorno de las iglesias de Juan estaba lleno de “anticristos”. Cerinto era uno, Marción era otro, Ebión, Arrio, etc. Si algunos no habían aun aparecido, sus ideas y gérmenes existían. A pesar de todo, si miras de cerca el v.18 te darás cuenta que el énfasis no está en la aparición de ese anticristo, sino en la segunda venida de Cristo, (marcada por ellos en el “último tiempo”).

No era un solo anticristo, sino muchos, más bien un tipo de gente, un reino dentro de la literatura “cristiana”, predicaciones y docencia.

(2) La segunda razón, me parece, que Juan tiene para recordarles los sermones que habían oído, sobre la apostasía y el anticristo, es explicar una excusa. El apóstol trata de dejar en limpio el testimonio de los apóstoles y de la iglesia misma. Hace una admisión, “salieron de nosotros”, pero se apresura en la misma línea a aclarar, “pero no eran de nosotros”. Posible, supongo, que no hubiera sólo asombro y espanto, o desaliento, por el abandono de aquellos algunos, sino que un secreto rumor de reproche circulaba entre los hermanos, echándole la culpa a alguien; a los ministros o a la iglesia misma. A los maestros; porque quizás ellos no los instruyeron bien, o no fueron condescendientes con las discrepancias descubiertas, que no debieron ser cerrados en doctrinas; porque esa posición intransigente habría de ocasionar aun otras apostasías.

Juan le sale al paso a esos que piensan que la iglesia tiene que ser fraternalmente tolerante, hasta la infidelidad, con una sencilla negación, “no eran de nosotros”. Nos acompañaron por un tiempo pero nunca nos pertenecieron. Fueron profesantes pero no reales.

 

Una amarga secuela

Esa es una de las peores secuelas de las deserciones, una conciencia de culpa, sentimientos de mutuo reproche. Los hermanos se empiezan a repartir responsabilidades, los unos y los otros, hallando culpables a fieles inocentes. El diablo maneja esto con bastante audacia, hace creer que los malos son los que se han quedado, y que los que se fueron tuvieron razones para hacerlo. Pero Juan no piensa así. Simplemente dice que no eran de nosotros.

Las apostasías tienen, al menos en este texto, un propósito, que se manifestase que no todos son de nosotros. ¡Cuánto quisiéramos que todos los que están con nosotros fueran de nosotros! Pero ese deseo casi nunca se realiza. No queremos perder, no queremos admitir que hemos perdido algunos. Nos parece imposible que tanto trabajo se haya hecho en vano. (De las cosas más difíciles que he aprendido en mi vida, se halla la admisión de que algo ya no es recuperable).

No que nuestro Señor quiera desarrollar la suspicacia entre nosotros, pero las apostasías le sirven en sus manos para corregir a los fieles en ese error, que todos los que están en la iglesia tienen que permanecer dentro de ella. Por eso les dice, “no son de nosotros”. Ni los imiten y no se desalienten. La iglesia ni sus apóstoles son culpables. Los culpables son ellos.

La doctrina de la perseverancia de los santos se explica aquí de un modo muy simple. Tanto los que se vuelven al pecado como los que giran hacia una ideología anticristiana, lo hacen porque nunca han sido de la iglesia. Si hubiesen sido de nosotros habrían permanecido con nosotros”.

No que uno puede ser cristiano hoy y dejar serlo. No. El que es de nosotros lo es siempre. El que mal testifica por su conducta o se cambia para una herejía no manifiesta la muerte de su cristianismo sino la ausencia escondida. Ni la iglesia ni los ministros son capaces de retener en la comunión a los que no son hijos de Dios. La iglesia local jamás podrá retener en su seno a sus miembros no conversos. Los ministros no podrán nunca gloriarse en el trabajo que han desarrollado con personas no convertidas.

 

Exposición 8

La unción

1 Jn. 2:20,27

“Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. Pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe; así como la unción misma os enseña todas las cosas; y es verdadera y no es mentira, según ella os ha enseñado, permaneced en él”.

 

Con la unción

Amado hermano, hermana, ¿estás muy familiarizado con la doctrina del Espíritu Santo? ¿Oyes a menudo sobre sus dones? Quizás sí, es muy probable; pero hoy quiero enseñarte que el Espíritu no ha sido enviado por Dios con ese solo fin, hay otro menos señalado, unido al de Consolador. El Espíritu como instructor, como Maestro. Cristo es nuestro Maestro. Su Espíritu, que Juan le llama Unción, porque nos ha cubierto también, es nuestro Rabí. Jesús nos prometió que “él os enseñará todas las cosas”. Por el mundo han salido muchos maestros, que eran de nosotros, pero que no han sido enseñados por Dios.

Si aquellos que abandonaron la iglesia lo hicieron porque no eran de nosotros, es decir, no eran convertidos, ¿por qué no lo eran? ¿Por  qué abandonaron las enseñanzas apostólicas y siguieron sus propias imaginaciones? Un elemento muy importante se introduce  para dar respuestas correctas a esas preguntas, y Juan lo menciona, llamándole “la unción”. Como de ella misma habla en dos versículos separados, aunque así fueron escritos, vamos a juntarlos.

La razón por la que aquellos miembros negaron la fe que en principio habían aceptado se debió principalmente a que carecían de  la unción del Santo. Juan dice, “pero vosotros tenéis la unción”. Como si dijera que ellos no, pero ustedes sí. Si la hubieran poseído, no habrían abandonado la fe original. Estarían aún dentro de la doctrina enseñada por los apóstoles.

Amados, por ahí anda la explicación del montón de denominaciones cristianas que en el mundo existen. No quizás que cada una de ellas no posean al Espíritu pero sí que no dependen completamente de la unción para interpretar la Biblia, porque si ella nos hace conocer todas las cosas, y ellos se equivocan tanto y en aspectos tan importantes de las enseñanzas de Jesús, tiene que ser que ávidos en sus propias mentes carnales fantasean sus propios sueños, y los dan como la exégesis adecuada del texto sagrado.

Juan lo  dice sin darle vueltas, “y conocéis todas las cosas, así como la unción misma os enseña todas las cosas”. Debemos ser muy temerosos al enseñar la Biblia, o cuando la estudiamos para provecho propio y de otros. Siempre debemos encomendarnos a Dios al hacerlo para no ser carnal e instruido por satanás vayamos a discipular al público que nos espera.

 

Con la unción, hacia atrás

La Unción y los maestros de la iglesia. No, la última lección para ser eficaz maestro es aprender de la unción, “pero esto os escribo sobre los que os engañan, pero la unción que vosotros recibisteis de él permanece en vosotros y no tenéis necesidad de que nadie os enseñe así como la unción misma os enseña todas las cosas  y es verdadera y no es mentira” (2:26-27). Esto es dicho para toda la iglesia, ¡cuánto más para los maestros! El maestro debe aprender del Espíritu Santo, ese es su principal maestro, a Él debe encomendarse no sólo para enseñar sino también, primero, para aprender. El Espíritu lo enseñará conduciéndolo a toda verdad (Jn.16:13). No hay ninguna indicación en el texto que diga que la unción los instruiría con nuevas revelaciones. Más bien tiende hacia el pasado, “según ella os ha enseñado, permaneced en él”, literalmente debiera traducirse con más énfasis, “como ella os enseñó”, es pasado completo. La intención del apóstol no es que ellos estén atentos a alguna nueva revelación del Espíritu, al contrario, que estén atentos a las viejas  para oponérseles a las de origen reciente. Las enseñanzas presentes de la iglesia se hacían sobre las viejas verdades ya trasmitidas por Cristo y que la Unción les recordaría o les enseñaría si aún no las habían terminado de aprender. 

No indica el apóstol que quiere barrer de un plumazo toda la labor didáctica de la iglesia y que se suspendan todos los magisterios, no, no es eso. Su deseo es que no se dejen enseñar por malos profesores que contradicen lo que ya han aprendido. Maestros que vienen con pretensiones espirituales a substituir al Espíritu Santo. No hay nada nuevo que recibir sino lo que ya está escrito y explicado desde hace milenios, nada nuevo en teología o cristología, lo antiguo, lo revelado por el Espíritu, contenido en la Biblia. Parece que está implicando que aquellos profesores invasores y mentirosos, les negaban a ellos que tuviesen la unción divina para aprender, pero que en cambio ellos la poseían y eran los únicos capacitados para que aprendiesen. Juan les asegura que esa reducida excepción es falsa. No hay tal cosa, ellos pueden aprender directamente de Dios porque los ungió. Eran aquellos maestros recién venidos, los que habían abandonado la enseñanza antigua de Cristo, los que se habían salido de la ortodoxia de la iglesia y se oponían a sus enseñanzas. Una señal de apostasía es enseñar revelaciones adicionales. Aún en tiempos de Juan lo que los hermanos tenían que aprender, ya les había sido revelado.

Es anticristo y mentiroso el que enseña más de lo que Cristo ha revelado. 

El propio Juan en su segunda epístola nos dice, “cualquiera que se extravía  y no persevera en la doctrina de Cristo no tiene a Dios, el que persevera en la doctrina de Cristo, ése sí tiene al Padre y al Hijo” (2Jn.9). La palabra “extraviarse” en el original es “proágon”, que quiere decir “propasarse o sobrepasar”. Uno que se extravía no es que regresa doctrinalmente, sino que va más allá de donde debe ir, que se propasa, sobrepasa lo que ya ha sido enseñado, añade, aumenta la revelación, inventa.

 

Exposición 9

 

Permanencia en la ortodoxia

1 Jn. 2: 21-25

“No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y esta es la promesa que él nos hizo, la vida eterna. Os he escrito esto sobre los que os engañan”. 

 

La teología antigua

En nuestro estudio pasado comentamos la Unción del Santo, esto es, del Espíritu. Notamos su importancia en el aprendizaje de la Escritura para no deslizarse en el abismo de los apóstatas.

En vista de ello deducimos que permanecer en Cristo, es una permanencia doctrinal; en la teología antigua. Juan dice, “según ella os ha enseñado, permaneced en él” (v.27). No es mero hablar su petición, es de vida o muerte. No es atarlo a la doctrina por capricho o por que tengan como un deber hacerlo, sino porque una desviación doctrinal es una muerte espiritual.

Lo que se dice en el v.27, que ya he citado más arriba, un complemento de la contundente afirmación del v.24, me ha dado valor para afirmar que no hay nada que sea nuevo en teología. Habrá mucho que aprender, pero ya está escrito, se conoce, es viejo. Juan no exhorta a la iglesia hacia delante para que halle  una nueva verdad. 

Habla como algo que poseen, “y porque ninguna mentira procede de la verdad” (v.21). Probablemente ellos insistían en mantener el antiguo vínculo con el evangelio, pero negando su esencia fundamental. En sus palabras, lo que quiere decirles es que la verdad ya la tienen y no han de salir a conseguirla. Habían sido instruidos en ella. Colocados en ella. Por tanto, quedarse, teológicamente donde se hallaban; “lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros” (v.24). Aquellos “hermanos” se engañaban y lo hacían con otros, al derivar sus creencias de la propia verdad revelada. Eran filosofías a partir de las enseñanzas cristianas; con una mera conexión remota. No parece que procedieran a rechazar la Escritura, antigua o nueva, sino a tergiversarla. Cualquiera que sea el razonamiento, el canal por el cual arriben a esas conclusiones (por ejemplo, que Jesús no vino en carne), es falso.

Si la intención del apóstol, la alcanzo a ver bien, no es ir en pos de nuevas revelaciones, sino regresar a lo que ya hemos oído desde el principio. Lo que necesita su iglesia no son nuevos mensajes “revelados” por el “Espíritu”, sino los que ya la unción les ha enseñado desde el principio. Una conducción más segura, por el Espíritu, para el hallazgo de toda verdad.

En ese punto del siglo, la profecía tendía  hacia atrás, hacia lo que Cristo dijo, más que hacia delante. Si algo nuevo aquellos profetas decían; algún vaticinio, nada añadía a lo que Jesús les había revelado. La apostasía de aquellos anticristos tenía ese tono novedoso de que he hablado, se marchaban de la iglesia porque no estaban conformes con lo que ella enseñaba. Lo que los apóstoles predicaban lo veían superficial, sin interés pertinente, aburrido. Permanecer en lo que la iglesia ha enseñado, sin adiciones, es permanecer en Dios y en su Hijo Jesucristo. La roca segura de salvación. La Biblia es el único refugio para guardarse de herejías.

La médula de la apostasía era ante todo una negación. Por lo menos tres veces se usa la palabra niega en los versículos 22 y 23, dos en el primero y una en el tercero. Me parece que eso es importante notarlo, porque equivale a pensar que los anticristos están permeados por el menosprecio y  profundo desdén hacia la enseñanza neotestamentaria. No es que ellos ignoren el mensaje que los apóstoles han dado, sino que no están de acuerdo con él. No desean aceptarlo. Sea porque menosprecian a los apóstoles, juzgándolos incapaces para transmitir lo que Cristo enseñó, o porque imaginan que lo que han aprendido afuera de Jesús es mejor. Una negación, con un origen interpretativo, de la enseñanza de Jesús.

 

Permanencia en la cristología

Aquellos hombres hallaron en la iglesia un círculo demasiado estrecho para poder moverse con toda la libertad intelectual. Una negación que concentraba su ataque específicamente en la Persona del Hijo. Me parece que la referencia al Padre es indirecta, el interés principal es la negación de Jesús como el Cristo. La violencia se vuelca contra la cristología; y así salió la primera herejía doctrinal. (v.22), “¿quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”.

Por un tiempo habían aceptado que Jesús había sido ungido por Dios y que era el Ungido pero luego cambiaron de forma de pensar y lo rechazaron. Por un tiempo creyeron el mensaje de los apóstoles, conocieron a Jesús como ellos lo predicaban, se bautizaron en su Nombre, pero no permanecieron en sus enseñanzas.

Pablo dice que nadie puede llamar a Jesús Señor, si no es por el Espíritu de Dios y estos no lo tenían. Al considerar esto de la unción y la búsqueda de la verdad, tuvo que tratarse de alguna herejía judeo-griega, una mezcla entre judaísmo y filosofía. Se deduce que ni antes ni después ellos se confesaban ateos militantes, lo que en realidad están negando es que Jesús sea la revelación del Padre. He ahí la cosa, he ahí el problema fundamental. Si niegan que Jesús ha revelado a Dios, aunque fuera en alguna parte tan sólo, se convierten en unos anticristos; y Juan niega que ellos conozcan al Padre.

Afirmaban poseer la verdad, pero no por medio de Jesús. Juan les dice que no, “que ninguna mentira procede de la verdad” (v.21). Si quitaban a Jesús de en medio, entre Dios y el hombre, si rechazaban lo que él enseñó, ya no había ninguna verdad que creer. Lo que es mucho más importante, no podrían permanecer en Dios rechazando a Jesús. Virtualmente se quedaban con nada. ¿Qué tienen los judíos hoy que afirman haberse quedado con Jehová y rechazan a Jesús? Nada. Ni siquiera  a Jehová. Absolutamente no hay forma de conocer a Dios sino por medio de Cristo ni de conocer a ninguno de los dos sino por la Unción suya.

Nuestro último pensamiento lo expongo en forma de pregunta para hallar en el texto la respuesta. ¿Qué importancia tiene aceptar que Jesús es la verdad revelada por el Padre? En los versículos 25-26 hallamos la respuesta, una importancia de vida eterna. Un rechazamiento de Jesús como el Ungido, como la revelación de Dios (y nota que la Unción está más relacionada con el conocimiento que con otra cosa), equivale a la condenación eterna. Cualquieras que sean los nombres que se le den a Dios en las otras religiones del mundo, si Cristo no es la revelación suya, la religión es un engaño y no hay salvación para los que la practican.

 

Exposición 10

Teoría y práctica

1 Jn. 2: 28-29

“Y ahora hijitos, permaneced en él, para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para en su venida no nos alejemos de él avergonzados. Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él”.

 

Dos direcciones de permanencia

No es muy difícil notar que permanecer para Juan es algo fundamental, es la palabra que resume sus más sensibles intenciones de que no abandonen la enseñanza apostólica. La repite seis veces (en gr. “ménete”), y significa “permanecer en una dirección”. Hacia la doctrina y hacia la vida.

Cuando se dice “estar en Cristo” o “permanecer en Cristo”, se refiere tanto a la doctrina como a la puesta en acción. Lo mismo una permanencia que la otra es de importancia vital. No un asunto trivial, sino de vida o muerte.

He oído a no pocos hablar de comunión con Dios, de seguir a Cristo, pero referirse  exclusivamente a una relación de oración, de confesión de su nombre, etc., y no que encierre alguna confesión teológica. De modo que la misma permanencia, o el mismo estar en Cristo, pudiera confesarse en cualquier denominación o religión. Y otros nada más afirman verbalmente las enseñanzas, sin practicarlas. Ambas cosas tienen que ir juntas, la declaración o defensa de la doctrina, y el adorno de ella. Las acciones como su fruto.

La permanencia práctica en Cristo es altamente tributaria de la enseñanza y ésta tiene como raíz la otra. Juan hablando de la unción que permanece en el cristiano dice, “según ella os ha enseñado, permaneced en él” (v.27). La comunión con Dios tiene una implicación moral que no puede ser negada, como se dice en 1: 6,7, sin embargo es sólo una cara de la moneda. También la comunión con Dios es dependiente del evangelio que se crea, de las doctrinas por las cuales se nos ha dado a conocer. Todo el texto que hemos venido tratando, desde 2:18 hasta el final del capítulo, habla de una salida, pero si lo examinamos notamos que es mucho más que un alejarse físicamente de la reunión de los santos. Inclusive eso se niega, porque en realidad la salida se refiere a la doctrina, la enseñanza apostólica. Ellos estaban regresando a la iglesia y reuniéndose dentro  como maestros, pero de otro evangelio.

Se es mucho más amable con el texto cuando se toma “permanecer en él” (v.28), como la permanencia en la vida cristiana. Juzga si mi argumentación anterior es válida. Me pregunto: ¿qué valor puede tener una vida evangélica sin raíces en la doctrina? Ya lo he dicho hermano, predicando sobre Romanos 8, que la doctrina no es un conjunto de principios o un credo separado de la vida cristiana al cual uno tiene que darle asentimiento para permanecer ortodoxo pero  sin preocuparse por sus aplicaciones espirituales. Juan mezcla en buen balance, su defensa doctrinal con el llamamiento a la fidelidad espiritual. Menciona la pronta venida de Jesús, quien se dice que es Justo, no porque emite juicios equitativos, sino porque vive justamente. Y podrá juzgar por su propia vida las nuestras.

 

Juzgados por la práctica.

Estos versículos son un llamamiento a que alcen sus ojos hacia la segunda venida, “para que cuando se manifieste, tengamos confianza, para que en su venida no nos alejemos de él avergonzados”. Ya se nota su cambio de rumbo, pronto va a dejar la vía teológica para tomar el camino práctico de la vida cristiana. Es como si en última instancia, dejase el intrincado problema de las desviaciones doctrinales en las manos de su Señor y que él lo desenrede cuando regrese. ¿No nos pasa lo mismo? Algunas veces es tan sofocante el panorama, que nos convencemos por cansancio, que no habrá nadie que pueda arreglar tantas divisiones. Se puede pedir más, el apóstol no solo siente que las herejías serán tratadas por el Señor en su venida, sino también, no sólo el credo, sino la práctica. Ese pensamiento, me parece, es mucho más fuerte, creo que es el que motiva el cambio de rumbo.

El centro del asunto está en el nuevo nacimiento. Algo muy importante para no alejarnos de Cristo avergonzados, es el nuevo nacimiento. “Nacidos de él” (v.29). No está enseñando que hay que nacer de nuevo para ver el reino. No es la necesidad de la regeneración lo que menciona porque eso ellos lo saben; ni siquiera pregunta si han sido enseñados en ese renglón teológico. No. Lo que trata es la prueba de la regeneración, si hacen obras de justicia o no. “El que hace justicia”. Ya no quiere discutir más con los herejes, tampoco con el entusiasmo por el conocimiento filosófico que los hermanos podrían tener. Los llama a la práctica, como si les preguntara: “¿Viven como cristianos? ¿Las nuevas creencias no están teniendo impacto negativo en la vida de algunos?”. Las malas doctrinas (conversaciones, dice Pablo), corrompen las buenas costumbres. Esa es una razón para combatirlas.

¿Será posible que un cristiano sea avergonzado al regreso de Cristo? Juan parece sugerir esta posibilidad. ¿O es que usa la imagen de un hijo que ha hecho mal y es reprochado por el padre? ¿Está usando una imagen familiar o revelando alguna posibilidad? Si fuera eso lo que quiere, implica que cuando el Señor venga no hallará algunos de su iglesia viviendo en santidad. Habrá hermanos que, aunque el Señor no los reprenda, al ver su gloria, se sentirán avergonzados por el estado en que han sido encontrados.

Con más aproximación, Juan está pensando en aquellos que diciendo que están en Cristo, sin estarlo, lleguen a ese momento. Serán avergonzados por parte del mismo Señor, que es lo que otra traducción indica. En ese momento comprobarán con vergüenza, que el credo sin la práctica ha sido poco provechoso. Debieron haber  “hecho justicia” (v.29). 

 

Predica evangelismo dentro de la misma iglesia, asumiendo la posibilidad de que tenga miembros no conversos. Eso concuerda muy bien con la regla del juicio, por las obras, cuando cada cual recibirá “conforme a lo que haya hecho”. ¿No crees que todo eso es importante en estos días tan oscuros? ¡Cuánto necesita la obra que todos practiquemos la fe! Hay un mensaje impreso para aquellos que no profesan declaradamente el evangelio; para los que admiten creer en él, pero no son bienaventurados. Les previene que oirán a Jesús hablarles: “No habéis hecho todo lo que os he dicho”. 

Las obras de justicia no son obras de salvación, pero son las que identifican a los salvados. El juicio puede ser conducido a cabo en base a las obras de los hombres, porque ellas son las que revelan el estado espiritual de la persona.

Si notamos la estructura del texto, Juan no dice, “el que es nacido de él hace justicia”, como si estuviera específicamente promoviendo las buenas obras; aunque por supuesto es también su intención. El orden en que escribe es, “el que hace justicia es nacido de él”, así el énfasis cae en la identificación del salvado, la regeneración. Pretende conseguir, que los hermanos puedan identificar lo que ha ocurrido en el alma de una persona, que ha sido engendrada por el Espíritu.

Según la eclesiología juanina, no llama a los miembros de la iglesia cristianos, ni aun santos, sino hijos de Dios. La relación filiar con Dios, por medio de Cristo, es fundamental. Y el hijo de Dios es alguien que practica la justicia evangélica.

 

Notas

1 Jn. 3: 1

“Por eso el mundo no nos conoce porque no le conoció a él”. No nos podemos engañar: al mundo no le gusta nuestra forma de pensar o de vivir; siempre que ha podido nos ha hecho lo mismo que hizo al Señor. La iglesia no puede presentar un estilo de vida que le convenza.

1 Jn. 3: 3

“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. A la iglesia que se le predica escatología no necesariamente se le está impulsando a que se olvide de su presente histórico. El amor fraternal, la generosidad cristiana, no es todo, la iglesia no debe bajar sus ojos del cielo. Nuestro futuro celestial influye poderosamente en nuestra pobreza ética.

1 Jn. 3: 1-3

“Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro”. Quizás la iglesia se preguntaba ¿cómo seremos en el reino? ¿Con qué  cuerpo resucitar hemos? (1 Co. 15:35). Hijos de Dios tiene una connotación eterna. Siempre conocemos poco sobre nuestro futuro estado, nuestra esperanza no está totalmente restaurada pero lo que sabemos de ella lleva el corazón mismo de nuestras ansias, ser como Cristo: de todas maneras él es toda nuestra esperanza (Col. 1: 27).

1 Jn. 3: 4

“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley”. Esto se dijo visas para corregir una suerte de antinomianismo con que habían acogido alguna de las doctrinas de la gracia (1 Co. 9: 21; Ro. 3: 8). Nadie debe tomar como excusa el amor de Dios, la misericordia en la cruz de Cristo, etc… (la predestinación) para pecar.

 

Cuando no vale haber visto a Cristo

1 Jn. 3: 6

“Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”. La absoluta expresión "no peca" tenía que tener como fondo la insistencia de algunos creyentes en asegurar que son cristianos, hijos de Dios, salvos por gracia, y vivían en pecado. Le fueron a consultar a Juan y él les dijo: "No peca", pero ya les había dicho que no "practican" el pecado (v. 4). Y la misma palabra se usa en vv. 7, 8,9, 10,18. Eso significa exactamente lo que ha enseñado, que el creyente camina en justicia y anda en luz. El tema de todos estos sermones compilados, si es que así se confeccionó esta epístola, es la práctica de las enseñanzas de Jesús a las cuales se les llama "mandamiento". Puede que entre aquellos despiadados del primer siglo se encontraran algunos que habían visto al Señor, o le conocían según la carne (2 Co. 5: 16). ¡Qué poco les sirvió!

 

Decir que uno es cristiano es fácil

1 Jn. 3: 8,9

“El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios”. Es costumbre, hábito, y por naturaleza el diablo es un antiguo pecador, y su experiencia y astucia es milenaria de modo tal que no es nada fácil, a no ser que se cuente con la ayuda y orientación de la Palabra de Dios y con el Espíritu Santo, hacerle frente. La palabra que el apóstol Juan usa más adelante y se ha traducido destruir, esencialmente significa primero "desatar", y fue usada también por Jesús (Mt. 16:19). Desatar pertenece más a la experiencia misionera, e incluso a la expiación, que la otra. La destrucción del pecado ha de ocurrir definitivamente con la muerte del cuerpo y no hasta entonces, el ínterin se caracteriza por una lucha contra él  en el proceso de la santificación. El apóstol llama simiente de Dios a la palabra de Dios que identifica la recepción de ella con el nuevo nacimiento, siendo sencillo, porque siempre lo ves en su epístola, no superficial pero sí sencillo. Su propósito es que el cristiano que anda en luz haga un contraste con los que caminan en tinieblas e injusticias, y que un hijo de Dios se diferencia de los otros que son del diablo, y tal distinción ocurre debido a la práctica o no práctica de los mandamientos divinos (v. 10). Decir que uno es cristiano, es fácil, lo difícil es probarlo. Que convenza a los otros.

 

Ama sin residuos adámicos 

1 Jn. 3:10-14

“En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios. Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros. No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas. Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece. Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte”.

 Los apóstoles enseñaban con insistencia el amor a los hermanos; la iglesia anunciaba esas virtudes (1 Pe. 2: 9), y debía vivir mostrándolas (4: 8); la clase de vida cristiana era importante. Ser llamado hijo de Dios, según él, es un privilegio enorme del amor divino (v. 1). El apóstol escoge solamente un aspecto del testimonio de un hijo de Dios para demostrar que ha nacido de "simiente incorruptible" (1 Pe. 1:23), el amor fraternal. No hace un catálogo de virtudes cristianas, solamente menciona esa (v. 14). Y lo entendemos porque sabemos de lo que viene hablando, pero hay personas que aman a los demás porque son así por naturaleza no porque hayan nacido de nuevo por la palabra de Dios, que permanece para siempre. Pudiera ser un amor grande, pero es distinto al amor del Espíritu, es a veces condicionado o centrado en la satisfacción sentida o en el honor ganado. Esas escorias adámicas en el amor cristiano, no existen, o no debieran.

 

P

1 Jn. 3:17,18

“Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él?  Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad”. Sin embargo, no hay que esperar que todos se conviertan en mártires sacrificando su vida por algún hermano o hermana, sino que más bien la práctica de ese amor puede demostrarse con la ayuda fraternal. El apóstol no procura emparejar la situación económica de los hermanos de la iglesia quitándole a los ricos para darles a los pobres, sino exhortando a los que tienen bienes de este mundo que se acuerden que hay otros que no los tienen, y que compartan el amor de Dios con ellos, socorriéndolos. No hay lugar para la tacañería ni la avaricia dentro del código cristiano de una iglesia que procura acordarse de los pobres (Sgo. 2:14-17).

1 Jn. 3:19-21

“Y en esto conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestros corazones delante de él; 

pues si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y él sabe todas las cosas. Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios”. Otra forma sencilla de testificar que se tiene la verdad de Dios, el testimonio de una conciencia saludable, tranquila, que no come con reproches a nadie. Juan le llama a la conciencia corazón, y afirma que la conciencia está segura delante de Dios cuando ejecuta buenas obras en especial proveyendo para los necesitados, si es que podemos seguir el contexto de estas palabras. La introducción de la frase "y él sabe todas las cosas", es para traer tranquilidad en caso de que la benevolencia ser ignorada o mal juzgada, aunque no pienso que fuera éste su pensamiento. Si uno puede ver a otro padecer necesidad y no sentir remordimientos, hay que poner en duda si tiene palabra de Dios y si es hijo de él.

 

A la hora de orar el comportamiento tiene mucho peso

1 Jn. 3:22

“Y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él”.  Otra afirmación dogmática es esta, que, si guardamos sus mandamientos y hacemos las cosas que son agradables delante de él, en especial amando a los hermanos y socorriéndolos, porque son cosas agradables delante de él, entonces nuestras oraciones serán escuchadas por el Señor, y contestadas afirmativamente. Otros escritores bíblicos especialmente el apóstol Pablo, diría que es respondida una oración no específicamente por la conducta cristiana sino por la fe que se tiene al elevarla. Es cierto que la manera de vivir tiene que ver con agradar a Dios y cuando no agrada a Dios también escucha nuestras oraciones. Juan escribe distinto, le llaman por su Apocalipsis, "el teólogo", pero aquí en esta misiva apostólica él no desarrolla su teología, sino que más bien procura la armonía eclesiástica, y que la iglesia se convierta en una familia donde sus miembros se preocupan los unos por los otros. Juan, por la insistencia de guardar los mandamientos, y la práctica de ellos, se acerca más a la teología de Santiago que a la de Pablo, porque la de éste la vida en la gracia y la fe sustituye con abundancia el cumplimiento de la ley. El Señor dijo, lo mismo que Pablo, o mejor dicho Pablo dijo lo mismo que Jesús, que el cumplimiento de la ley es el amor (Ro. 13:10; Mt. 22:39,40). Juan promueve la vida cristiana en relación con la oración. Y en efecto, el comportamiento tiene mucho peso para recibir contestaciones.

1 Jn. 3:23,24

“Y éste es su mandamiento: Que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos unos a otros como nos lo ha mandado. Y el que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en él. Y en esto sabemos que él permanece en nosotros, por el Espíritu que nos ha dado”. Esto casi que parece un resumen de lo anteriormente dicho, donde las palabras mandamiento, y permanecer han sido repetidamente dichas. Solamente se introduce una frase nueva, la presencia del Espíritu Santo; y así nos hace pensar en algo diferente y que elevemos el interés al cielo más que a la iglesia. Juan también es un testigo emocionado de la presencia del Espíritu en la iglesia y por esa razón es que utiliza la palabra unción del Santo (2:20), y asegura que el magisterio ortodoxo de la iglesia le corresponde a él (2:27), lo cual no es mentira y opera a través de los instructores escogidos por Dios. El apóstol Pablo dice que uno de los frutos del Espíritu es el amor, pero Juan menciona esta Tercera Persona de la Trinidad en relación con el aprendizaje del evangelio. Es precisamente esa función de orientar a la iglesia en la sana doctrina, que explica en los versículos siguientes.

 

Notas

Sabrán mucho, pero están equivocados

1 Jn. 4:1-6

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error”. 

Con cariño el apóstol advierte a sus hermanos que tengan cuidado de las falsas corrientes doctrinales que andan por el mundo, hombres que se llaman profetas y sin embargo no lo son, porque los profetas tenían que ser certificados por los apóstoles y el mensaje de ellos debía ser exactamente igual. En cambio, estos maestros y proselitistas, y escritores con ideas después conocidas como gnósticas, que, habían desprovisto a Jesús de su cuerpo material y lo definían en sus teologías como un espíritu incorpóreo. Esta doctrina era totalmente opuesta a la cruz y dejaba sin efecto todo el sacrificio de salvación que hizo nuestro Señor allí. O sea, era una enseñanza anticristiana y más que eso eran anticristos. Tales afirmaciones eran creídas, comentadas y escritas, y hechas populares también, entre la élite intelectual del mundo mas no en la iglesia. Eran ideas foráneas a las cuales los líderes y pensadores cristianos debían oponerse con argumentos sólidos extraídos de la Escritura y de todo lo que "habían visto y oído, y palpado, tocante al Verbo de vida" (1Jn.1:1). Pues bien, los que tenían la unción de Dios aceptarían las enseñanzas ortodoxas apostólicas, los otros, sin importar el número de seguidores ni quienes eran, estaban equivocados.

1 Jn. 4:7,8

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor”.Como quiera que tú voltees las páginas de la Biblia, siempre ellas te dirán que la mayor expresión del amor de Dios para el mundo es haber enviado a su Hijo Jesucristo al mundo para morir por nuestros pecados, porque ninguna bendición mayor puede tener el hombre que vivir eternamente en la semejanza del Hijo de Dios, en cuerpo, mente y espíritu. Sin exaltar un atributo divino sobre los otros, todos los gestos creativos de Dios reflejan la luz de la gloria de su amor.

1 Jn. 4:7-20 

Todo este texto está dedicado a evitar que se muera el amor fraternal (permanezca, v. 16). Para Pablo el mayor peligro que corría la iglesia era el evangelio, y gracias a su celo doctrinal, la verdad ha llegado con pureza a nosotros. Juan, quizás por este tiempo del primer siglo, para él lo más alarmante en la iglesia era la falta de amor que él había conocido al principio (3: 11). Aunque también le da importancia a la doctrina (4: 1-6; 2: 22-25).

1 Jn. 4:10-12

“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros”. 

Especialmente vv.12-21. El argumento es que Dios es invisible y que se hace visible en el amor fraternal. Dios juzgará a los que no son semejantes a él. 

 

           

Exposiciones

Capítulo 4

           

Cómo descubrir una mala doctrina

 

1 Jn. 4:1-3

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios; Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene y que ahora ya está en el mundo”.

 

Esta sección es diferente a la anterior y no hay conexión a no ser con el capítulo 2:18 y sgs. El asunto que trata, como en aquel entonces, es sumamente delicado y expresa la preocupación doctrinal del apóstol por la iglesia. Anteriormente les había aconsejado que utilizaran la unción para aprender pues no necesitaban de aquellos seudo profesores para alcanzar algún conocimiento superior en relación con Dios. Ahora aquel consejo es ampliado y prácticamente lo que dice es para resistirlos, para ponerles difícil la entrada de ellos a la iglesia; no que no atiendan sus enseñanzas, sino que utilicen un mecanismo para descubrirlos.

¿Cuál es ese mecanismo que la iglesia puede utilizar para detectar un falso maestro? Su doctrina. ¿De dónde sacamos eso? En los versículos 2,3 Juan dice que el que confiesa que Jesucristo ha venido en carne y el que no confiesa a Jesucristo. El hecho de que Jesús era un ser humano completo, nacido de mujer (Ga.4:4), que murió y resucitó (1 Co. 15:3,4) era algo apostólicamente aceptado, un hecho histórico. Las enseñanzas de los doce apóstoles era el medio para probar los falsos maestros. Lo que aquellos habían enseñado era la verdad, lo correcto, lo que se pareciera o no fuera así, no era el evangelio, era otro evangelio. En esta época en que Juan escribe ya existían muchos documentos que circulaban por las iglesias y que eran leídos para instrucción en sus cultos, tales como las epístolas de Pablo, los evangelios, Los Hechos, etc. Si los hermanos querían comprobar si una doctrina estaba correcta o era un invento diabólico lo que tenía que hacer era consultar ya esas primeras colecciones, o ir directamente a los apóstoles, a sus inmediatos discípulos o a los discípulos de sus discípulos.

Para nosotros hoy, el medio para saber la verdad y descubrir el error es el Nuevo Testamento. Cuando Juan les dice “probad los espíritus” les está diciendo que comparen lo que oyen con lo que ya han oído. Si hay alguna contradicción entre lo uno y lo otro, lo nuevo es espurio. “Probad” no es si gusta o no, si está bien explicado, si es cautivante, si es moderno, si es científico. “Probad” es someterlo al examen de la regla antigua. Y fijaos que el examen había que hacerlo con todos los espíritus, sin importar de donde viniera, quien fuera, donde hubiera nacido, estudiado, tuviera prestigio o no, fuera famoso o desconocido.

Pero surge una pregunta, ¿quién haría ese “test”? Cierto es que dice “amados” y por supuesto que se dirige a la iglesia. Pero ¿Pueden todos los miembros de la iglesia hacer esa prueba? Sabemos que no todos tienen el mismo conocimiento, hay hermanos débiles (1Co. 8:11). Eso presenta un problema. Generalmente son los obispos, los ancianos, los profetas, los diáconos, los evangelistas, los que están más capacitados. Por un lado. ellos deben ayudar a la iglesia “ensenándoles todas las cosas” y por otro también defender a los hermanos débiles para que no se pierdan. Eso es muy difícil porque siempre habrá quienes no aprendan los suficiente y acabarán por ser engañados y tropezar. Pienso que si a la iglesia se le enseña sistemáticamente la doctrina apostólica en su generalidad estará bien preparada para oponerse al error y probar los espíritus. El llamado “Concilio de Jerusalén” Heh.15:2,4,6 es una pauta para seguir. El asunto fue llevado primeramente a “los apóstoles” “a los ancianos” (los pastores) y “a la iglesia”

Es obvio que la instrucción doctrinal de la iglesia es de suprema importancia, ¿No hay nadie hoy con cargo de conciencia por haber abandonado eso cuando las congregaciones están cayendo bajo la influencia de modernos falsos profetas?  La doctrina que era “negada” era la humanidad de Jesús. Hay quien ha dicho que “la encarnación” Por supuesto que también porque si se niega que Cristo ha venido en carne, la encarnación es imposible. Si Cristo no fue “verdadero hombre” también se niega la redención por su sangre. Para poder entender todo eso y hacer las aplicaciones modernas hay que explicar a quienes probablemente él tenía en mente como anticristo.

Cerinto, un hereje alejandrino que vivió sobre el año 85, discípulo de Filón,  fue el primero en afirmar que “Cristo no había venido en carne” sino que era sólo “una apariencia” humana la que tenía, por eso su doctrina fue llamada “docetismo” o “apariencia” Negaba que Jesús hubiese sido un hombre de carne así rechazando la encarnación. Decían los “docetas” que el Hijo de Dios o el Cristo descendió sobre Jesús en su bautismo, lo capacitó para su obra, pero lo abandonó en la cruz. Esta incipiente herejía es la que combate Juan aquí en su epístola.

¿Y qué diremos de los que hoy afirman, que Jesús es un mito de la iglesia, que fue un hombre común, que no hubo nacimiento virginal, que no hay encarnación, que su muerte no es sacrificial ni expiatoria, que no es la revelación de Dios sino un hombre con una mente superior? ¿O los que dicen que no es Dios sino “un dios”? ¿O los que creen que fue “un profeta entre otros” pero no El Profeta y Mediador?

Juan no menciona el nombre de satanás en su escritura, pero es él mismo. No dice “probad los predicadores, ni probad sus sermones” aunque en realidad eso es lo que hay que hacer, pero dice “los espíritus” porque realmente es el diablo, siempre anticristo, el que se halla detrás de los docetas y de todas las perversiones del cristianismo apostólico que alegan que tal y tal espíritu les ha hablado.

 

La victoria, y la proliferación de ideas falsas

 

Juan había dicho que “el espíritu del anticristo ya está en el mundo (v.3). El mundo está totalmente lleno de fuerzas anticristianas, inspiradas de un modo o de otro por el príncipe de este mundo. La iglesia está en el mundo y esas influencias, como la historia es elocuente testigo, la invaden y a ella no le queda más remedio que definir sus doctrinas y oponerse a esos pensamientos que siempre amenazan su existencia. La Iglesia, particularmente sus obispos, ancianos, deben hallarse en guardia constante para responder adecuadamente a la amenaza de esas corrientes de pensamientos destructores que deforman la verdad revelada y pretenden cambiar la doctrina apostólica por algo más aceptable al pensamiento humano.

Uno se asombraría de que Juan, después de haber insistido en que los hermanos echen mano de la unción para aprender y que prueben los espíritus para desenmascarar a los seudo profetas, añada en el v4 que ya se ha vencido. “vosotros sois de Dios y los habéis vencido” El verbo, “vencido” es “nikaó” y está en perfecto activo indicativo (nenikésate)”. Pienso que se trata de una referencia a la salvación,porque “mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo” en evidente alusión al diablo, tiene que referirse al momento en que creímos el evangelio apostólico y nos desatamos de su lazo. La maquinaria sugerida de probarlo todo con la Escritura no está de más, es indispensable, pero ella es para el uso de la iglesia, de los salvados. Se nota que Juan está hablando como alguien que cree en la doctrina de “la perseverancia final de los santos” y que el que ha triunfado sobre el diablo en su conversión, creyendo, continuará en su triunfo hasta el final. No obstante, aunque creamos firmemente en la doctrina de la predestinación eterna o en su derivado, la perseverancia de los santos, los medios apropiados para protegernos de las asechanzas del maligno tenemos el deber de usarlos.

El diablo está en el mundo, lo llena por todas sus esquinas con espíritus anticristianos, pero el diablo es un enemigo derrotado; por desdicha Juan nos dice que hace una gran cosecha en el mundo y muchos se van tras sus ilusiones cambiando la verdad por la mentira. La afirmación es espantosa, el mundo los oye. El mundo los oye, oye a los anticristos, los cree y se amontona conforme a sus concupiscencias. Son poquísimos, un remanente tan solo, los que continúan firmes en la verdad. Las ideas del mundo siempre tienen audiencia, por lo menos afuera, porque dentro de la iglesia lo que hace es extinguirla. Es más fácil hallar quienes estén dispuestos a escuchar por una hora o más a uno que arengue según el mundo que a un profeta de Dios.

En el v.6 el apóstol nos alienta para que cansados de no ver nuestra obra crecer como quisiéramos nos alentemos, “el que conoce a Dios nos oye. El que no es de Dios no nos oye” Así de simple es. Así de confiados debemos estar, que el Señor se le revelará a los que son suyos y ellos al oir el evangelio lo entenderán y lo creerán y jamás seguirán tras las ilusiones en que se meten los que refugiados en racionalismo y se dicen defensores del cristianismo apostólico contra las ideas del demonio, lo que hacen es inventar nuevas trampas, que lo único que hacen, aunque el mundo las tenga como brillantes y profundas, es enmascarar la falta de fe que tienen. Se ven obligados a cambiar el significado de la Escritura porque son incrédulos y piensan que rebajándolo podrán ofrecer a Dios una confianza menor.

 

El gran amor de Dios     

El propósito del apóstol es incitarnos al amor, para ello nos dice lo que Dios es y lo que ha hecho. Que él es amor y que ha dado a Jesucristo, su Hijo, en propiciación por nuestros pecados.

 

1 Jn. 4: 7-11

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: No en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que él nos amó a nosotros y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros”. 

La insistencia de Juan en el amor fraternal es extraordinaria; por todos los medios trata que los hermanos se amen. Exhorta, ejemplifica, insta. La iglesia debe ser una comunidad de amor. El amor entre hermanos no puede de ningún modo estar ausente. Si alguien ama, es regenerado, es adoptado “es nacido de Dios”. No es la única señal de la regeneración ni de la adopción, pero es una.

Si hay algo en lo que nos gloriamos, es en ser hijos de Dios, porque ha puesto su Espíritu en nosotros, regenerándonos y adoptándonos como tales. Eso es un privilegio que no halla comparación. Quizás al principio si había dos doctrinas de las cuales los hermanos se enorgullecían eran esas dos. ¿Puede que, en algunas comunidades apenas nadie se hiciera estas preguntas “cuándo te convertiste a Cristo? o ¿cuándo te bautizaste? o ¿cuándo creíste?”. Todos vivían como en una nube de gloria, disfrutando el estado que poseían sin recordar bien las cosas que los habían conducido hasta allí. Pudo haber un problema, que algunos hermanos, ufanándose en ellas vivieran en desamor, sin mostrar cariños hacia los otros. Se pueden aceptar las doctrinas sin ser consecuentes con lo que ellas significan.

¿Y cómo puede uno amar a hermanos que no necesitan nuestro amor, no lo aprecian o no lo desean? ¿O a hermanos que evidentemente muestran que no nos tienen simpatías, que no pertenecemos a sus grupos y quisieran que estuviésemos lejos? ¿Cómo se puede amar a personas así? Hay hermanos que son fáciles de amar, pero otros no. Necesitamos conocerlos más, quizás, mirarlos en una perspectiva diferente, en lo que Dios ha hecho con ellos, en lo que tienen de parecido con el Señor, aunque sea poco, casi insignificante. Amar a un hermano santo, generoso, alegre, es fácil, pero a otro seco, huraño, regañón y quizás con dobleces y algunas hipocresías es otro asunto.

Ahora dediquemos un pequeño espacio a comentar la expresión “Dios es amor”. Ha sido dicha, como puedes ver en el contexto del amor fraternal. Juan está pensando que Dios es un Padre de Amor y por lo tanto aquellos que son sus hijos también tienen que serlo. El que ha nacido de Dios tiene que amar.

Hermanos, yo sé que la expresión juanina es muy consoladora y que mucha paz trae a nuestro corazón pensar en un Dios de amor, “porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito..”, y que “nos predestinó en amor”, y que “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por su Espíritu”. 

Tanto Juan como Pablo enfatizan el carácter divino como Amor. De eso no hay dudas. Pero la balanza donde se pesan los atributos del Señor se iría completamente a un lado si pusiéramos en ella sólo amor. Dios también es otras cosas. Dios es Santo, Dios es Luz, Dios es Justicia. Algunas veces este texto se ha alargado hasta el extremo, y han dicho que si Dios es amor, él no puede condenar a los pecadores al infierno y menos aún predestinarlos para salvación o condenación. Un análisis del texto en cuestión nos muestra que cuando Juan dice que Dios es amor no está hablando ni de la predestinación, ni del infierno, ni siquiera del amor divino en la salvación sino en la evidencia del nuevo nacimiento sobre el amor fraternal en todas sus variaciones.

Juan, a fin de conminarlos al amor fraternal les da un ejemplo de lo que el Padre ha hecho, que envió a su Hijo Unigénito al mundo para que vivamos por él, que nos amó primero y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados (vv.9-10). Con estas tres razones ejemplares dadas por Dios no hay validez para ningún tipo de excusas para no amar. Y es notable que lo que dice implica no un amor abstracto sino uno que entrega, que da algo valioso por otro. Quizás haya aún alguna reminiscencia de aquel amor práctico del cual ya habló y no de lengua, un amor que se manifiesta no sólo en la palabra sino también en los hechos.

Más, pensando bien en el despliegue de ese amor divino notamos que se dirige principalmente a la salvación. El envío de Jesucristo tiene como propósito principal la propiciación (v.10), “hilasmós”, o apartamiento de la ira divina. Es una alusión a la muerte sacrificial de Cristo, también hallada en (2:2). Cuando se habla del amor de Dios se menciona la cruz de Jesús. Su cuerpo y su sangre como sacrificio por los pecados. ¿Cómo hablar del amor de Dios sin tocar el tema de la grande ira que sufrió Jesús? La cruz es la prueba máxima del amor y de la ira divina, del perdón y del castigo, de la misericordia y de la justicia uniéndose mutuamente. Jesucristo no es un festivo regalo que el amor hace a la justicia, es la paga por nuestros pecados, la propiciación, la reconciliación. No podemos pensar en nuestra salvación, hermanos, en términos sólo de amor, sino de amor y castigo, en término de reconciliación, de ofrenda por el pecado, de paga de delitos y faltas. 

He dicho anteriormente que el término “Dios es amor” no es escrito referido a la predestinación, sino al amor filiar, pero si en el texto hubiera algo de ello no sería en contra de la predestinación sino a favor, porque luego dice “no en que nosotros hayamos amado a Dios sino en que él nos amó a nosotros (v. 10), nosotros le amamos a él porque él nos amó primero” (v. 19). Debemos, estamos en la obligación de amar a Dios sobre todas las cosas y con todas nuestras fuerzas y entendimiento. Este es el primer y gran mandamiento. Pero el amor a Dios y hacia el prójimo no es posible sin su amor primero, sin que él mismo nos lo haga sentir por la acción de la presencia del Espíritu en nuestras almas.

¡Cuánto nos quejamos, amados, de la imperfección de nuestro amor hacia el Señor! Hay veces que nos sentimos tan endurecidos y vacíos que no sabemos si verdaderamente hemos sentido alguno. Nuestra necedad es tan grande y la comprensión de nuestra salvación tan limitada que apenas podemos apreciar un poco del tamaño de su amor. ¡El amor de Dios es un océano y a veces nosotros estamos secos! Oh Dios, ¿hay falta más grande que la de conocer que tus ojos bondadosos perciben en nuestros corazones poco amor por ti? ¿Hay agravio mayor que te podamos haber hecho que siendo tú un Padre perfecto, en nosotros tus hijos notes poco amor? No quisiéramos Señor, ser como aquel rico y desamorado Simón el leproso, que pocos pecados se le habían perdonado y por eso poco amaba, sino como aquella mujer que echada a tus pies esparcía a su alrededor el perfume de tu amor.

 

La experiencia del amor de Dios

1 Jn. 4:12-16

En esta nueva sección, para nosotros, Juan continua con el tema del amor fraternal. Su tesis es que el que ama está en Dios y Dios habita en él.

“Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros. En esto conocemos que permanecemos en él, y él en nosotros, en que nos ha dado de su Espíritu. Y nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo. Todo aquel que confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios. Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios en él”.

La expresión, como bien corrige Calvino, “nadie ha visto jamás a Dios” (v.12) es diferente en significado a la hallada en Jn.1:18, en el evangelio se dice para afirmar que nadie puede conocer verdaderamente a Dios sino por revelación de Jesucristo, entretanto que en la epístola se dice con el sentido de demostrar la existencia de Dios en una persona por la práctica del amor filiar. En una ocasión Jesús, hablando sobre la venida del Espíritu Santo a nuestros cuerpos dijo que “el mundo no le ve ni le conoce, pero vosotros le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros” (Jn.14:17). Ni el mundo ni nadie puede ver a Dios porque es Espíritu; pero particularmente el mundo no puede creer en un Dios invisible si no se le enseña su existencia por medio de la práctica del amor dentro de la iglesia. No se nos pide que demos pruebas científicas de que Dios existe, lo que se nos pide es que demos pruebas, por medio del amor, de que existe entre nosotros. Quizás, mis amados, parte del ateísmo del mundo se deba a que está defraudado de las iglesias cristianas porque las oye hablar de Dios, enseñar los dogmas de la revelación, instruir a los néofitos en las doctrinas de Jesucristo, pero les falta, aún entre ellas mismas, entre los propios miembros bautizados en un mismo nombre, el amor de Jesucristo. Una cosa es mis queridos, tener las doctrinas de Cristo y otra el amor de Cristo.

El mundo sabe que hay un Dios lo que duda es que ese Dios esté entre nosotros, pone en entredicho que somos hijos de Dios por nuestra falta en amar.

El amor no es una condición para tener a Dios en nosotros, es una prueba de ya tenerlo. No es que nos preparemos solos auto enterneciendo nuestros corazones para luego llamar al Señor, con el corazón, como la carroza del rey Salomón, recamado de amor, a que venga a morar dentro. Lo que Juan quiere decir es que “si nos amamos unos a otros probamos que tenemos a Dios y su amor se ha perfeccionado en nosotros” (v12).

Dios es amor. Si Dios es amor, su amor tiene que ser perfecto, el amor divino en la esencia de su ser no puede hallarse en un proceso de mejoramiento, no puede ser ni más perfecto, pero tampoco menos, sencillamente ya es perfecto, como todos sus dones. Donde el amor de Dios no es perfecto no es en él sino en nosotros. Con nuestra salvación brota en alguna medida hacia él, hacia sus doctrinas; pero se puede amar las enseñanzas del evangelio y tratar con hipocresía a los hermanos. Nota que Juan ha dicho “se ha perfeccionado en nosotros”. No es posible hablar de perfección cristiana sin perfección del amor fraternal. Al amor le pasa lo mismo que a la fe salvadora, sin obras está muerta, es ridícula e impostura.

El apóstol Santiago vierte la misma idea, de que la fe no se halla completa hasta que no se muestra por las obras.“¿no ves que la fe actuó juntamente con las obras y que la fe se perfeccionó por las obras?”Sgo.2:22 No que seamos justificados por la fe y por las obras, pero en la justificación la fe que es admitida como absolución de todos los pecados es la que obra, la que tiene una proyección fraternal.

En Juan el término amor de Dios contiene la misma idea, si hay Dios hay amor y si hay amor divino tiene que haber amor fraternal. Aunque la señal por excelencia de la salvación no es el amor porque el amor es sólo “fruto del Espíritu” y no el mismo Espíritu; si hay Espíritu hay amor también. Este es un grupo de versículos con expresiones que parecen inocentemente escritas, sin embargo, tomadas por partes, todas las cláusulas forman como un apretado y compacto documento de confesión doctrinal que remata con la aseveración del amor de Dios.

(1) El sello de nuestra salvación: “nos ha dado de su Espíritu” (v.12). Para que haya salvación tiene que existir la presencia de Dios por su Espíritu en nosotros (2) la Divinidad de Cristo: “hemos visto y testificado que el Padre envió al Hijo, el Salvador del mundo. Todo el confiese que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él” (vv.14,15). Y la venida “en carne” está implícita porque dice que “hemos visto”, con ello también se está señalando la encarnación (3) la experiencia del amor de Dios “nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para nosotros” (v.16). Si pudiéramos encontrar una razón conclusiva del por qué nos amamos, del por qué nuestra adoración no es un culto opresivo,del por qué nuestro cristianismo es algo dulce y no el mero apego a un sistema teológico o la adopción de una filosofía, esta es la razón, hemos experimentado el amor de Dios. Hay una profundidad abismal en esas sencillas palabras, ser tocado por una sensación del amor divino, experimentar en sí mismo que todas esas doctrinas, que todos esos hechos corresponden al amor de Dios. ¡Ay mis hermanos! uno no puede por mucho esfuerzo humano que haga sentir, ni siquiera en parte, algo de eso. El amor hacia Dios y el amor de Dios es un milagro, algo que él mismo concede que se experimente. Un estado de comunión con él; una atracción suya hacia si mismo es la cámara donde ello se siente. Vagamos muy lejos de Dios y muchas cosas suyas nos son extrañas mientras él no nos dé el privilegio de poder testificar de ello y asegurar que se ha conocido y creído en ese amor. Es una comprensión muy profunda de los hechos históricos que envuelven la vida de Jesús, es una seguridad de en verdad haber alcanzado a Dios.¡Oh si pudiéramos más y más entender eso y siempre hallarnos de ese modo en su presencia!

 

           

Juicio final y amor perfecto

1 Jn. 4:16-19

“En esto se ha perfeccionado el amor de Dios en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio, pues como él es, así somos nosotros en este mundo. En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en amor. Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero”

En el v.17 encontramos la segunda vez que en unas pocas líneas dice que “el amor de Dios se ha perfeccionado en nosotros” pero con una ligera variación, no exactamente dirigido para amar al vecino, sino a nuestra propia salvación. Siempre que pienso en los dones y las gracias divinas primero pienso en relación con mi propia salvación; mi pésimo estado espiritual me agobia más y me es más importante que el de mis compañeros. Hay hermanos que están más preocupados por los dones del Señor para ministrar a los demás que para el uso en beneficio propio que ellos les pudieran traer. A mí me parece que eso es una equivocación de juicio y de valores. Uno, por amar mucho a otros podrá llegar a amar más la salvación de ellos que la propia y decir como Pablo que deseaba ser anatema, separado de Cristo por amor a sus parientes. Pero lo que enseña la Escritura según el propósito de Dios es que nos preocupemos de nuestra salvación ante todo y que lo que recibamos lo usemos en beneficio de nuestras almas antes que en las ajenas. Aunque hay dones que son específicamente dados por Dios para usarlos en la comunidad como el de servir, el de exhortar, etc. Aun, así y todo, pensemos que ese ministerio es para acercarnos al Señor.

En cuanto al don del amor, Juan dice que se ha perfeccionado en nosotros “para que tengamos confianza en el día del juicio” (v.17). El don del amor, lo mismo que el de la fe y la esperanza son dones para relacionarnos primeramente con Dios y segundo con el prójimo; son los grandes y primeros mandamientos. Por otra parte, veamos que la doctrina del Juicio Final no está reñida con la doctrina del amor al prójimo y de Dios. No pensamos en la salvación solamente o principalmente en una dirección social de servicio, sino también y primero que todo vertical, no solamente lo que es ella en el presente, regeneración, arrepentimiento, fe, gozo, paz, sino también en el futuro, resurrección y juicio. La doctrina del Juicio Final, que enseña que todos los hombres tendremos un día que comparecer ante el tribunal de Dios para dar cuentas de nuestros hechos, es revelada tanto para los santos como para los impíos. Es una doctrina universal. Los cristianos no podemos vivir el evangelio sin pensar en la muerte, la resurrección, la salvación, la condenación, la gloria y el infierno. Realidades tan enormes como esas tienden a ser escondidas cuando se predica sobre un Dios piadoso.

En el sistema de vida cristiano primitivo la doctrina del juicio final jugaba un papel importante, era algo sumamente vívido en aquellas congregaciones, al punto que la evocación imaginaria de aquel momento o alguna referencia en los sermones y enseñanzas hacían temblar la iglesia. Juan se ve en la necesidad de mitigar un poco aquel miedo al día del juicio final refiriéndose al amor divino. ¿Y qué otra cosa podrá, mis hermanos, hacer cesar nuestros temblores sino que sabemos que Dios nos ama y primero, antes que le amáramos, antes que cometiéramos todos los pecados que hoy nos asustan? ¿Obramos contra la inclinación apostólica cuando predicamos a la iglesia sobre el juicio eterno? ¿Es eso acaso no practicar ni entender la doctrina de un Dios amoroso? No, mis hermanos, ambas cosas van juntas. La iglesia nunca debe olvidar que ella también viaja hacia el día del juicio.

Volviendo al amor, no hay otro bálsamo mejor que ese para tranquilizar nuestras agitadas almas. Mientras veo que se acorta la distancia entre yo y mi Juez me doy más y más cuenta que mi salvación es por su puro amor. No veo otra forma de salvación que no sea por perdón, no tengo la más mínima esperanza de que mis obras me ayuden en la justificación, ni aún las llamadas “buenas obras” porque pienso haberlas hecho en medio de tantas impurezas que lejos de servirme de ellas para justificarme son más bien testigos de lo contrario. Por misericordia de Dios han sido aceptadas. No puedo pensar en un perdón ganado, eso suena imposible, confío solamente en un perdón gratuito, por medio de la muerte de Cristo en la cruz. Me doy cuenta, según se acrecienta ante mis ojos la evidencia mi debilidad, de que más y más necesito un Salvador, alguien que me ayude, que haga por mí, que se responsabilice completamente de mi bienestar eterno. Ninguna otra cosa puede mitigar el espanto que brota de la conciencia de nuestros pecados que la misericordia de Dios. Somos salvos por misericordia y lo grandioso de eso es que lo enseña la Biblia

Hay que tener cuidado, sin embargo, de trasmitir confianza para el día universal de juicio a quien no debiéramos. Juan añade, “pues como él es, así somos nosotros en este mundo”. El mundo ha de estar presente en el juicio y los que viven conforme al mundo y no al Espíritu serán condenados; pero lo que Juan nos dice es que no seremos condenados porque vivimos como vivió Cristo y que tenemos, por la regeneración, su propia imagen. El amor de Dios se ha perfeccionado en el apóstol, ha cesado de temer, porque ha comprendido ese amor y además sabe que espiritualmente está hecho a la imagen de él. Es una seguridad espiritual de fe, no carnal. Está listo para el juicio porque conoce que se parece a Jesús. ¿No hay contradicción entre eso y la conciencia de nuestras faltas? No, porque la confianza no se basa en lo que somos por la carne sino en lo que somos por la gracia. Por mucho que nos asuste nuestra debilidad, si la fe es genuina y como ella obra por el amor, nos acercamos al juicio de nuestras vidas cristianas, no satisfechos con nosotros mismos, pero seguros por su bondad.

Hagamos una especificación. ¿No hace mal el apóstol tratando de eliminar el miedo que la iglesia siente frente al pensamiento del día final? ¿No actúa imprudentemente intentado echar fuera el temor? (v.18). No pienso que él quiera que los hermanos vivan sin temor al juicio que es tan provechoso, lo que quiere quitar es el temor que se convierta en excusa para acercarse a Dios, que persista en ellos el mismo temor que sentíamos cuando no éramos reconciliados cuando conocíamos a Dios por su Ley y no por su gracia, cuando entendíamos que nos hallábamos destituidos de su gloria. Aquel era temor culpable, un temor sin amor, sin fe, sin Salvador. Ese es el temor que Juan quiere quitarles porque ya no tiene razón de ser, pero no conducirlos a una vida despreocupada, distorsionada, que no piense en juicio alguno ni le de miedo que la consideren por dentro y por fuera.

El temor de los que no tienen ni fe ni amor es temor con castigo, el juicio de Dios se manifiesta aun dentro de la misma conciencia y la revelación de su ley aterra espantosamente al que no ha hallado misericordia. El que sufre con el pensamiento del juicio es que está bajo castigo, no bajo absolución. O quizás, por falta de un pleno entendimiento del amor divino y de donde radica perfectamente la razón de nuestra absolución.

Los dos versículos restantes de este capítulo los expondremos con el capítulo siguiente.


Notas

1 Jn. 5:1,2

“Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró, ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios, y guardamos sus mandamientos”.

En la iglesia primitiva Dios y Cristo son dos cosas inseparables y estas afirmaciones tenían como propósito "la confesión" de Cristo (2:22, 23); y su aceptación (5: 10-12). Recuerda que Juan no viene hablando de los mandamientos en conflicto con la gracia sino a los llamados cristianos que pecaban y lo negaban, y no amaban a sus hermanos. Es inapropiado por estas palabras pensar que debemos guardar la ley para ser salvos. Aunque es cierto que no habla sobre la ley con la gracia del Apóstol de la gracia, Pablo.

1 Jn. 5:3

“Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos”. La fe en Cristo, y por el Espíritu, nos capacita para vivir como agrada a Dios, nos ajustamos a la ley no por la carne sino por el Espíritu y por medio de la fe ¡sin el espíritu es imposible! ¡Oh Espíritu!

1 Jn. 5:4,5

“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe. ¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?”. Me siento más inclinado a pensar que el mundo aquí se refiere a oposición a la confesión cristiana que a lo que dijo en 2: 15-17; y compárese con 4:17, 18. Es una tremenda victoria en las contiendas que ha obtenido la iglesia contra las equivocaciones doctrinales que infectan el mundo. Siempre inventan alguna discrepancia para desacreditar nuestros artículos de fe y cambiar la mente de los creyentes, y su conducta.

 

Fe, bautismo y martirio

1 Jn. 5:6-8

"Este es Jesucristo, que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. Porque tres son los que dan testimonio en el cielo: el Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra: el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan". 

Su derramamiento en la predicación o en la Escritura. ¿Qué te parece si pensamos que el testimonio del agua sea el bautismo en el cual se testifica y la sangre como la cruz, la que los cristianos llevan para morir por ella? Tendríamos el testimonio: la conversión (Espíritu), (agua) bautismo) (sangre) (martirio), concuerdan con el normal desenvolvimiento de la vida cristiana y concuerdan con la voluntad de Dios, como testigos de Cristo; cada uno habla de vida por separado. Voy a insertar una nota que puse en mis exposiciones sobre esta epístola.

“Es necesario aclarar, por amor a la verdad, que la parte final del versículo siete y la primera del ocho, la cual yo he colocado entre paréntesis, no se halla en ningún manuscrito griego antiguo, sino solamente en uno aparecido durante el tiempo de la Reforma del siglo XVI. Ninguno de los padres de la iglesia lo cita. Su único valor procede de algunos documentos latinos bien tardíos e incorporados en la Vulgata Latina alrededor del año 800”.

Para el propósito de Juan, como se ve por el contexto, como dice Albert Barnes en sus Notas, no hace falta la introducción de esa cláusula y además ella misma rompe el hilo seguido por el autor. “Por otra parte el uso de la  palabra “Verbo” en lugar de “Hijo” que corresponde mejor con el término “Padre” ya anteriormente usado por el escritor, hace difícil pensar que es original.

Además, si lo que desea el apóstol es presentar “testimonios” de que Jesús es el Mesías, para que aquellos que leen crean, ¿qué testimonio hace falta que se de en el cielo? Allá arriba no hace falta ninguno, sino acá abajo donde se hallan los incrédulos.

“No debe usarse el texto “y estos tres son uno” para combatir la herejía de la negación de la doctrina de la Trinidad, primero porque cuando dice que son uno no está hablando de unión “hipostática”, no de sustancia, no de esencia sino de “testimonio” o de “acuerdo” como más abajo dice para testificar. Suponiendo que el pasaje se quede ahí tampoco es conveniente, por su real exégesis, para apoyar nuestro punto de vista trinitario”.

1 Jn. 5:13

“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”. Para que sigan creyendo, y en posesión de la vida eterna, o sea la esperanza de la resurrección, y esto en él a pesar de la mucha oposición, brutal e intelectual, que se levanta en su contra. ¡Oh Señor que ninguno de nosotros se deje mover fácilmente de nuestro modo de pensar! (2 Te 2: 2; Efe. 4: 13-16).

 

Ni imagine que ha ofendido al Espíritu Santo

1 Jn. 5:14-17

“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho. Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”. 

La intención aquí sobre la oración es para hablar sobre la intercesión por los caídos, para que se ore por ellos. Es extraño que un apóstol tan lleno de amor sea dogmático sobre el pecado de muerte. En la mentalidad y circunstancias del primer siglo tiene que tratarse de sacrificar animales al emperador, blasfemar a Jesús (1 Co. 12:3), o una obstinada renuncia a la doctrina del evangelio (2:18, 19; 4:1-3); reducida su generalidad, tratando de verlo todo en términos más particulares, uno puede respirar aliviado, en especial aquellos que han pecado de otras formas y sus conciencias no los dejan olvidar, o juzgan la violencia de las pasiones por las cuales han sucumbido como pecados mortales. Este texto no está escrito para quitarles la esperanza de vida a los pobres hermanos heridos sino para llamar a la iglesia a interceder por ellos; por ende, no se asuste si con verdad en el corazón regresa buscando la piedad de Dios. Jesús dijo “toda blasfemia y pecado será perdonado a los hombres”; y en cuanto a la que se comete contra el Espíritu Santo, el que tiene un corazón dolido por su falta, ni imagine que la cometió. En el cristiano el Espíritu podría ser apagado o entristecido, pero dentro del corazón, ahí se queda. ¡Amén! A eso se refiere al final cuando dice “guardaos de los ídolos” o del culto a los ídolos y de los idólatras que salen del templo de los ídolos e incitan a los cristianos a practicar las mismas corrupciones (v. 21).

1 Jn. 5:18

“Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”. No peca, como en 3:6, quiere decir que no practica el pecado porque nadie deja de ser pecador, aunque haya sido santificado. Sin embargo, nota que la práctica del pecado y la astucia de satanás suelen ir juntas.

1 Jn. 5:19

“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno”. Satanás no es soberano pero tiene mucho poder, mundial. Dios es soberano y a Jesús le fue dado en el cielo y en la tierra. El mundo aquí no es el orbe sino los que viven una vida mundana. De esos el Maligno es su campeón.

 

Si conoce algún arriano, unitario o Testigo de Jehová 

1 Jn. 5:20

“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna”. Calvino dice, y es una autoridad en gramática griega, que comúnmente el artículo “este” se refiere a lo que precede, y en este caso a Jesucristo. El verdadero Dios es tanto el Padre, como algunos manuscritos antiguos contienen, y a su Hijo (Juan 1:7; 17:3). Los arrianos, y lo menciona Calvino, le hacen una lectura somera al versículo y afirman que la expresión "el verdadero Dios" es una repetición enfática de lo primero; y que la última parte "este es el verdadero Dios y la vida eterna" se refiere a ambos, a Dios el Padre como el verdadero y a quien tiene la vida eterna, Jesucristo, pero que eso del verdadero Dios se refiere al Padre y no a Jesucristo, o sea el artículo "este", no está referido al Hijo sino al Padre, que está colocado en la oración más lejos que el Hijo; queriendo decir que si se hubiera referido al Padre hubiera dicho en vez de "este", "aquel". Así lo leen también los arrianos modernos, los Testigos de Jehová, y otras sectas “unitarianas”, o unitarias. Y esa traducción está equivocada, porque los antiguos Padres de la iglesia, específicamente los griegos, afirmaban que "el verdadero Dios" correspondía, según la pluma del apóstol Juan, al Hijo Jesucristo. No todos los traductores, ni siquiera aquellos que conocen algo o mucho el idioma griego antiguo, pudieran traducir la Biblia; hay que ser un verdadero docto en el idioma de la revelación y estar ungido por el Autor de ella, el Espíritu Santo y tener “entendimiento”.

 

Exposiciones

Capítulo 5

Exposición 22 

 

Amando al invisible

1 Jn. 4:20-21;5:1-3

 

 “Si alguno dice: Yo amo a Dios y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios ame también a su hermano. Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios; y todo aquel que ama al que engendró ama también al que ha sido engendrado por él. En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios, cuando amamos a Dios y guardamos sus mandamientos. Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos y sus mandamientos no son gravosos”. 

 

Todos hemos estado ya informados lo importante que es para Juan la práctica del amor de Dios. En esta sección de hoy veremos que vuelve sobre algunas de las cosas que ya nos ha dicho y añade otras. Por razones de contenido es que hemos juntado en un solo grupo los últimos versículos del capítulo anterior con los primeros de este. Empecemos por aquellas cosas que ya hemos visto. Para Juan el amor a Dios tiene que estar coordinado con el amor al prójimo, si falla uno también le ocurre lo mismo al otro (v.21), “el que ama a Dios ame también a su hermano”.

En 2:22 afirmó que mentiroso es el que niega que Jesús es el Cristo. En 4:20 el mentiroso es el que ama a Dios de boca pero odia a su hermano, “si alguno dice: Yo amo a Dios y aborrece a su hermano es mentiroso” Y en 3:15 declara que el que “aborrece a su hermano es homicida”  Aquí el que lo afirma creyéndolo es nacido de Dios. “todo aquel que cree que Jesús es el Cristo es nacido de Dios” (v.1). Por tanto, creer eso es una evidencia del nuevo nacimiento o regeneración. Pero en 4:7 el amor es el que es una evidencia de la regeneración, “todo aquel que ama es nacido de Dios”. De esto nos hemos dado cuenta, que los mandamientos del Señor todos están interrelacionados, todos conducen a la misma verdad de la salvación. Sin embargo como notamos hay también algo más que se nos enseña sobre el amor a Dios y al prójimo.

Vamos a dedicar este primer tiempo no a profundizar mucho sobre el amor fraternal del cual ya continuamente hemos hablado, sino más aún, sobre el amor hacia la divinidad, el humanamente imposible amor hacia un Dios que no se ve y al cual no podemos acercarnos mediante el sentido de la vista. Veremos que aunque lo pudiéramos hacer eso tampoco nos haría nacer el amor hacia él, a menos que nos revelara,(lo cual implica un conocimiento que se adquiere de modo especial  por medio de la fe) su gloria. Vayamos a nuestro punto, comenzando por los dos amores, el que se ve y el invisible para luego separarnos y tratar sólo aquel que quisiéramos con el alma sentir con más profundidad.

Es mucho más fácil amar a un hermano que amar a Dios, por una razón bien simple, nuestros ojos. Si no ves, no amas, si ves poco, poco amas. Si nosotros vemos a un hermano con frecuencia, muy malos serán nuestros corazones si no llegan a amarle mucho. ¿Cómo puede uno ver a alguien dos o tres veces por semana, oírle cantar para el Señor, escuchar sus oraciones, disfrutar sus enseñanzas y no amarle? ¿Cómo ver su sonrisa, oír su voz, sentir su calor humano, deleitarnos con su compañía, escuchar de sus esfuerzos, de sus luchas, de sus tragedias y éxitos y no amarle?

Cuando Dios hizo al hombre lo hizo a su imagen, conforme a su semejanza, ¿cómo justificaremos nuestra misantropía y afirmar que amamos a su Creador?, “el que ama al que engendró ama también al que ha sido engendrado por él” (v.1). ¿Y qué si ese hombre o esa mujer ha sido recreada en Cristo y es la viva estampa de amor y mansedumbre de nuestro Salvador? Es cierto que alguien puede amar al hombre sin amar a Dios, eso frecuentemente ocurre entre los humanistas y filántropos sociales y les pasa cuando traspasan la gloria de Dios a la criatura. 

Al amar a un hermano podemos amarle por amor natural, pero a Dios no se le puede amar por ese modo porque no se le ve y no llega hasta nosotros su compañía por medio de nuestros sentidos, olfato, vista, tacto, etc. Los apóstoles partieron de una verdad con una premisa; a Dios se le ama pero no se le ve. Pero, ¿cómo? Tanto Juan como Pedro lo afirman. En el evangelista por tres veces ya le hemos contado la afirmación de que Dios es invisible, dos hasta el momento en estos capítulos  y una en su evangelio, “amar a Dios a quien no ha visto”. En cuanto a Pedro él dice, “a quien amáis sin haberle visto” (1Pe.1:8). No se halla en nuestro círculo natural como para extender la mano y tocarlo. 

Al Señor sólo se le puede amar por revelación cuando la vista, que para ese amor no cuenta, es substituida por el conocimiento. Conocer a Dios es como verlo, por eso Pablo nos dice que presentó a Cristo “claramente como crucificado” entre los gálatas (Ga.3:1), porque por medio de sus sermones lo describió de un modo tal que era como si ellos lo tuvieran delante de sus ojos. Ningún conocimiento natural puede producir amor hacia Dios, ni siquiera la percepción visual suya, a no ser que él revele su gloria. 

Pero hay un elemento importante que posibilita únicamente la revelación de ese conocimiento, haciendo a Dios asequible y permitiéndole el amor, es la fe. Ya “no andamos por vista sino por fe (2Co.5:7). Alrededor de cualquier doctrina que giremos, siempre hallamos lo mismo, la fe presente, la que hace posible lo imposible. Juan no está diciendo que podamos amar a un Dios invisible, por nosotros mismos, lo que está afirmando que si siendo más fácil amar lo que se ve, el hermano, ¿cómo se pretenderá amar lo que no se ha visto jamás? 

Así que la clave para amar a Dios, es por mediación de su Espíritu, poder conocerle más y más como si estuviéramos viviendo por revelación la misma experiencia que los apóstoles tuvieron que decían, “lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida, la vida se nos manifestó” (1:1,2).

Ellos no amaron a Jesús porque lo vieran, ni porque lo pudieran tocar, sino porque “se les manifestó” (phanerós, revelar, darse a conocer, manifestar). Lo mismo ocurrió en Caná durante aquellas bodas (Jn.2:11) “manifestó (reveló, phanerós) su gloria y sus discípulos creyeron en él”

Lo que he intentado es explicar, mis amados, como poder llegar amar a un Dios Invisible, demostrando que por medio de los ojos es imposible, que no hay modo natural de que eso pase, que tiene que haber una revelación especial de su gloria y que al recibir ese conocimiento, que es como si lo estuviéramos viendo, llegamos a creer en él y por supuesto, por medio de la fe amarle.

Hay un elemento importante en el amor hacia Dios y hacia el prójimo, la fe; fe que Dios nos concede para que creamos que Jesús es el Cristo, fe exclusiva de los nacidos de Dios. Donde se halle amor hacia Dios hay conocimiento y donde está él hay fe. La fe es un privilegio exclusivo de los hijos de Dios, de los que han sido regenerados por su Espíritu.

Así que, el amor es propio de los hijos de Dios, de los que creen, no de los incrédulos que nunca podrán sentir amor hacia él y sobre los cuales pesa el eterno anatema de la condenación apostólica, “el que no amare al Señor Jesucristo sea anatema” (1Co.16:22).

 

Doble aspectos de la gran victoria

Del amor fraterno el apóstol pasa a otro tema, el triunfo del cristiano sobre las fuerzas del mundo en base de que “guardemos sus mandamientos que no son gravosos”. La victoria en el pensamiento de Juan se halla en el hecho de vivir bajo las reglas de Jesucristo, esto es, conforme a la Ley de Dios. Es la victoria de la doctrina de la perseverancia de los santos, de la santificación por medio de la fe en él. Primero y antes que todo, vencer al mundo no es ganarlo para Cristo, no es colocarlo bajo la obediencia del Señor y hacerlo respetuoso de su soberanía, es mucho más personal, es un triunfo en nosotros mismos al no participar de sus prácticas pecaminosas, de cierto modo es un triunfo negativo cuando decidimos y lo logramos, no vivir como el mundo quiere, cuando respondemos a sus amagos y fascinaciones con un contundente ¡no!

Quizás no podamos, hermanos, destruir el imperio del mal y nuestros esfuerzos para paralizar el avance del pecado tenga un resultado tan insignificante que nosotros mismos quedemos asombrados de nuestra esterilidad y de lo poco que hemos logrado; pero si permanecemos obedientes viviendo en santidad, y no contemporizamos, habremos ganado y la victoria será nuestra. El mundo nos odia y quiere la muerte de nuestra consagración y alegre saltaría si logra que la tierra se beba la sangre de nuestra impoluta profesión (3:12-13).

En cuanto a que el apóstol dice que el que es nacido de Dios es el que vence al mundo ya lo hemos casi explicado, que es el que ha sido regenerado por su Espíritu porque de otra forma no podría alzarse en protesta contra un adversario tan poderoso y salir indemne.

En segundo lugar el apóstol nos dice el don especial por medio del cual vencemos al mundo, “la fe” (v.4), el que cree en su corazón que Jesús es el Hijo de Dios (v.5), “¿Quién es el que vence al mundo sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (v.5). Una expresión parecida se halla en 2:22, “¿quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo el que niega al Padre y al Hijo”. Vencer al mundo, es en su debido contexto, no participar de la masiva apostasía que surgió. Es además de conservarse santo, proseguir en él, continuar creyéndolo. Es cierto que el verbo, “vence” está en presente activo, lo cual indica un triunfo continuo y un batallar en victoria constante. Pero “vencer al mundo” no es ganarle una o dos escaramuzas, no es ganar una batalla y perder otra, porque, ¿dónde se halla el cristiano que no ha sido herido por el mal y que en algún conflicto no haya perdido alguno de sus miembros y mucha sangre? Vencer al mundo, a pesar de todo es continuar luchando, mantenerse aun en Cristo, proseguir confesándolo aunque el orbe entero se venga encima.

No contamos mis queridos, con ningún otro don mejor para luchar contra el conflicto del mal, para detener al maligno, que creer con todas las fuerzas las enseñanzas de Cristo, sobre la base escritural misma de que ha sido enviado por Dios, que es su hijo consubstancial y su máxima revelación. El vivir al modelo del mundo lo mismo que la negación de sus doctrinas es apostasía y falta de fe. Vencer al mundo también es no participar de su concepto disminuido de Jesús, no compartir sus filosofías que lo achican a él, es pensar de ese modo raro hoy y anacrónico ya, pero bíblico, que es Hijo coigual al Padre en substancia y gloria. Así hemos expuesto el doble aspecto de la palabra triunfo.

 

Exposición 23

Tres testimonios irrefutables

1 Jn. 5:6-12

“Este es Jesucristo que vino mediante agua y sangre; no mediante agua solamente, sino mediante agua y sangre. Y el Espíritu es el que da testimonio; porque el Espíritu es la verdad. porque tres son los que dan testimonio [en el cielo: El Padre, el Verbo y el Espíritu Santo; y estos tres son uno. Y tres son los que dan testimonio en la tierra]; el Espíritu, el agua y la sangre; y estos tres concuerdan. Si recibimos el testimonio de los hombres mayor es el testimonio de Dios; porque este es el testimonio con que Dios ha testificado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo, el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso porque no ha creído en el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo. Y este es el testimonio: Que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida”. 

 

En nuestro texto siguiente hay una palabra clave, testimonio, que se repite a todo lo largo desde el vv.6-12, en total nueve veces.

Juan hace mucho énfasis siempre, tanto en su evangelio como en sus epístolas, en el hecho de que él fue un testigo ocular de lo que se halla contándonos. Por ejemplo, Jn.19:34-35, “pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza, y al instante salió sangre y agua. Y el que lo vio da testimonio, y su testimonio es verdadero; y él sabe que dice la verdad, para que vosotros también creáis”. Recordemos que lo mismo hizo al empezar su epístola escribiendo, “lo que hemos visto con nuestros ojos…” (1:1).

No quiere que perdamos de vista un minuto que lo que estamos leyendo se trata de algo muy cierto, dicho por alguien completamente confiable y que lo que escribe no son meras especulaciones filosóficas (como la de los gnósticos que combate) sino realidades que han estado al alcance de sus sentidos. Al finalizar su evangelio hace lo mismo, “Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios y para que creyendo tengáis vida en su nombre. Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas; y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero” (Jn.20:31; 21:24).

Lo que Juan quiere que creamos se halla en vv.10-12, “el que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo, el que no cree a Dios, le ha hecho mentiroso porque no ha creído el testimonio que Dios ha dado acerca de su Hijo”. Cristo enseñó muchas cosas, esencialmente ¿cuál de ellas el apóstol tiene en su mente? Pienso que todas y más exactamente su persona. Juan no está tratando de que acepten una o dos doctrinas enseñadas por él que se hallen en disputa. En este párrafo lo que quiere es que lo acepten a él. Lo que quiere conseguir es confirmar a sus hermanos en el hecho de la veracidad de la persona de Jesús; porque por lo visto en el mundo circundante de la iglesia se le rechazaba teniéndosele como un impostor. Quizás se pueda probar que alguno que descrea cierta doctrina aun pueda preservar su salvación, pero el caso es muy distinto cuando lo que se hace es rechazar a Jesús; visto así no hay vida eterna, “el que tiene al Hijo tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida eterna” (v.12). Aquí quedamos enseñados que por noble que sea nuestro vecino, por servicial que se preste, por estricta que sea su moral y la de sus hijas, si es mahometano, judío, o ateo, no tiene la vida.

El apóstol va por pasos para conducir a sus hermanos lectores de la veracidad de la persona de Jesús. El primero que da es el testimonio de su bautismo, “vino mediante agua” (v.6). Yo sé que hay otras interpretaciones a estas palabras. Por ejemplo, Calvino piensa que tanto agua como sangre significa el testimonio de purificación dado por la Ley en sus ritos y de ese modo acentúa el testimonio santo del creyente. Desde Agustín en adelante muchos comentaristas han tomado estas palabras en relación a las que escribí anteriormente en Jn.19:34-35 y el agua y la sangre que brotaron del costado del Señor. Yo pienso con David Jackman, que se trata del testimonio dado por Dios al enviar su Espíritu en forma de paloma sobre el Señor en su bautismo. ¿Qué otra interpretación podrá tener “por agua” (gr.di', por medio, a través) que la de darle un énfasis especial al momento y tiempo de su bautismo? Esencialmente el ministerio de Jesús comienza allí, cuando es ungido con el poder de Dios para hacer bienes. Juan hace referencia a ello en su evangelio, “Juan dio testimonio diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma y permaneció sobre él. Yo no le conocía; pero el que me envió a bautizar con agua, aquél me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y que permanece sobre él, ése es el que bautiza con el Espíritu Santo. Y yo le vi y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios” (Jn.1:32-34). Se trata de nuevo de la afirmación de un testigo ocular, que asegura que en su bautismo oyó que Dios testificaba que era su Hijo Amado. También otro apóstol lo confirma (Mt.3:17).

Desde el bautismo Juan pasa a su muerte, “sangre” (v.6). Esa es la segunda evidencia que da para aceptar a Jesús como Hijo de Dios, su muerte y resurrección. Pudiéramos llamar a Pablo como testigo de eso también, “y fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Ro.1:4). Para Juan, un testigo de la muerte y resurrección de Jesús, el hecho de que Dios no haya permitido que su cuerpo viera corrupción sino que lo vivificó al tercer día, es suficiente como para creer que no se atribuía una relación filiar con la divinidad que no poseía. Si hubiera sido un engañador, como los fariseos pretendían, tal cosa no hubiera jamás pasado.

La tercera evidencia que da para aceptar a Jesús como Hijo de Dios es el Testimonio del Espíritu. Con esta tercera evidencia la Ley queda cumplimentada, porque ella exigía para creer un testimonio sólo dos testigos. Juan ofrece tres, para que no queden dudas y se le acepte, “y el Espíritu es el que da testimonio porque el Espíritu es la verdad” (v.6). Es cierto que el Espíritu dio testimonio cuando él fue bautizado y durante todo su ministerio echando afuera demonios y sanando dolencias en el pueblo, pero el testimonio del Espíritu a que él se refiere, me parece, es en la predicación de Cristo y en las vidas de sus discípulos.

Cuando Juan dice que “vino mediante agua y sangre”, el verbo está en aoristo participio, indicando un pasado acabado y sin continuación. Ya vino, punto. Pero al hablar del Espíritu no habla en pasado sino en presente, “da testimonio, porque el Espíritu es la verdad”; y más adelante hace lo mismo, “tres son los que dan testimonio en la tierra: El Espíritu”. ¿Cómo es que el Espíritu podía ser tomado como un testimonio a favor de Jesús? Pues por su presencia en la predicación de Jesús y en la vida de los cristianos. Eso podemos comprobarlo. Cuando uno analiza los acontecimientos que ocurrieron en casa de aquel Cornelio, narrados en Hch.10:38-48 vemos que la predicación del nombre de Jesús atrajo el derramamiento del Espíritu sobre la congregación. Y en Efe.1:13, Pablo nos dice que el sello de la salvación es el Espíritu Santo; y él mismo en Ro.8:9, hablando sobre la vida cristiana afirma que sin el Espíritu no hay cristianismo.

Para Juan es particularmente importante la presencia del Espíritu en la iglesia por lo cual llega hasta afirmar que su unción es suficiente para instruir a los hermanos, como ya vimos, 2:27, “y es verdadera y no es mentira”.

Y para completar su trío afirma que entre la manifestación del Espíritu, el bautismo y la muerte de Cristo hay acuerdo, “concuerdan” (v.8; en gr. “hacia lo uno están”). La idea que los tres testigos dicen lo mismo, están de acuerdo aunque se les examine por separado. Concuerdan en su testimonio de que Jesús es el Hijo de Dios. ¿Qué más necesitas para aceptar la verdad dada por el Espíritu, por la muerte de Cristo y por la predicación y los que se convierten en su nombre? No hacen falta más testigos. No hay que atraer otros testimonios como evidencia de su verdad. ¿Quisieras analizar el testimonio interno del Nuevo Testamento para creer? Si no crees estos testimonios, no hay más y no podrás obtener la vida eterna. Nosotros tenemos el testimonio en nosotros mismos, su Espíritu que nos ha sido dado en su Nombre. ¿Quieres creerlo?

 

Exposición 24

Orando conforme a su voluntad

1 Jn. 5:13-15

“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios. Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho”. 

 

Pudiera trasladar el v.13 para el conjunto de arriba y tenerlo como su epílogo y comentario final, pero de todos modos eso lo puedo hacer aquí. Observo que Juan nos ha escrito para nuestra satisfacción, “para que sepáis que tenéis vida eterna”, ya eso lo había dicho, lo había probado, pero lo enfatiza, para nuestra satisfacción y confirmación. No es ingenuo su propósito, ni tampoco para que recibamos solo deleite en el privilegio sino para que continuemos disfrutándolo hasta el fin. Que tenemos vida eterna en el Hijo es algo que enfatiza constantemente, lo mismo en su evangelio, porque ese es el propósito único por el cual nos debemos acercar a Jesús. ¡Es asombroso que a otros les importe otras cosas menos importantes que pudieran sacar de él! Yo no elegiría a Jesús porque me dé “sanidad”, ¿y por qué no elegir la medicina en su lugar, por qué no usar medios naturales sin esfuerzo para creer? No lo elegiría por “la moral”. Es cierto que su sistema ético es superior, pero no es algo propio para el hombre natural, es como un cinto de represión para el hombre no regenerado. No lo elegiría tampoco por “prebendas” por las cosas que pudiera sacar de mi relación con él, eso me parece indigno y ruin.

Yo lo elijo, porque él me elige, pero lo elijo porque tiene “palabras de vida eterna” (Jn.6:68). ¿De qué me vale ganar todo el mundo y perderme en el infierno? ¿Qué me podré llevar conmigo si nada podré sacar?. Menos que la vida eterna no quiero. Y si lo quiero la quiero con ella, pero no sin ella. No quiero ningún don divino sin esperanza, no quiero fe sin esperanza, no quiero nada sin la eternidad. Yo no quiero morir eternamente. Yo quiero la resurrección. Yo temo al infierno, me horroriza el destino del diablo y de los reprobados. Me da espanto acudir al juicio de Dios y no tener como mi Abogado a Jesucristo el Justo. Mi arrepentimiento y fe no son para sacarle ventajas a Jesús. Si él vino para darnos vida eterna eso es lo que yo quiero. No quiero nuevo nacimiento para tener energías morales para vivir impoluto en este mundo, no quiero una fe que no tenga esperanza, no quiero ni mi salud ni la propia vida si son obstáculos para mi resurrección. Quiero todo eso porque me conduce al Reino de los cielos y la salvación. ¿Eres tú igual, buscas a Jesús no por otra razón que por la vida perenne?

La repetición de la última parte del v.13, “y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios”, no la voy a tomar como una señal de que él bien conoce de que nuestra fe es imperfecta y que necesita progreso y perfección, sino como su deseo de que continuemos creyendo. Por otra parte Juan siempre es repetitivo para nuestro provecho e instrucción. ¿Continuaremos “venciendo al mundo por nuestra fe”? ¿Habrá quienes logren al fin, matarnos la fe en él? ¿Serán capaces las tijeras de doctrinas gnósticas de cortarnos definitivamente el hilo de nuestra esperanza? ¿Lograrán las mil y una herejías que transitan el polvo y las aulas de este mundo estrangularnos la fe que por años sostuvimos? ¿Para qué vivimos si nos decapitan la esperanza, para qué queremos existir si lo desconocido y umbroso es nuestro escéptico final? ¡Oh no, entonces “comamos y bebamos que mañana moriremos!”

¿En qué estará pensando cuando nos dice “si pedimos alguna cosa”? ¿Por qué habla de la oración?. Los vv14-15 o están fuera de contexto y existen por ellos mismos o en la mente de Juan hay una conexión que no se preocupó mucho en definir. Es evidente que lo que quiere es darnos fe en la oración, garantizarnos que al orar, conforme a su voluntad, tendremos las peticiones que le hayamos formulado. Esa “cosa” tiene que tratarse con la mantención de la fe y esperanza cristiana. Tiene que ser un medio para la consolidación de la fe. Por tanto, pensando en aquellos hermanos que de pronto son empujados en sus hogares o fuera de ellos, por alguna doctrina impura y gnóstica y sienten como se le desangran la fe de los pies a la cabeza. ¿Qué tiene que hacer? Pues de inmediato orar. Ponerse de rodillas y pedir fortalecimiento.

La experiencia de la oración prueba que estamos en la verdad, en su Hijo Jesucristo, porque a Nombre Suyo todas se hacen. Nuestra vida de oración, por las numerosas ocasiones en que Dios nos responde, manifiesta que no estamos creyendo disparates. Dios no respondería ninguna oración que la hagan en nombre de un impostor. Juan lo dice, quiere que lo creamos, “él nos oye”

Pero como la oración no es usada sólo para fortalecernos en la fe sino que ella conforma la totalidad de nuestra vida espiritual y continuamente estamos comunicándonos con Dios para que nos abastezca de los tesoros de su gracia, él se apresura a colocar una condición, no la fe, sino “su voluntad” (v.14), “que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad él nos oye”. La oración, vista así, tiene una amplitud de hijos. La paternidad de Dios es muy amplia. Somos hijos suyos, engendrados por su Espíritu y él quiere que le pidamos porque ¿Qué padre es aquel que no ama dar a sus hijos “buenas dádivas”? Tal vez la oración esté incluida en este pasaje como una expresión de felicidad por nuestra adopción. De todos modos, no se trata de que tengamos fe o no la tengamos, sino que lo que pidamos sea correcto, corresponda con el plan que Dios tiene para nuestra salvación. Decir, como oímos, que si uno tiene fe, ya tiene lo que pide es una presunción inconcebible. No es cierto, uno puede tener fe en Dios, pero la fe no obliga a Dios a corregir sus planes. La fe puede ser ignorante y no pedir “como conviene”. Es cierto que él responde la oración de fe, es cierto que sin fe es imposible agradarlo; pero la oración no es un arma omnipotente. La fe no es para manejar a Dios. Dios es soberano y la verdadera fe es la que se humilla y condesciende diciendo, “pasa de mí esta copa más no como yo quiero sino como tú quieres”. El éxito de la vida cristiana no es la oración respondida sino la voluntad del Señor. No hay nada que obligue a Dios a obrar en contra de como él se dispuso. Sobre su uso en la intercesión por los pecados de la iglesia lo veremos en nuestra próxima exposición; y que el Señor nos bendiga.

 

Exposición 25

Reglas para testigos oculares

1 Jn. 5:16,17

“Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte”. 

 

Desde el principio de la carta el apóstol da por sentado que los cristianos pecan y que quien niegue eso, miente. Es una verdad triste, pero es una reconocida verdad. Quisiéramos que eso no pasara, que todos fuéramos santos. Pero, como siempre pasa, hay una verdad en relación con el pecado que se comete, se sabe. Por eso Juan dice, “si alguno viere” (v.16). Es difícil pecar y que más tarde o temprano no llegue al conocimiento del público, aunque se haya cometido en un rincón. Lo que decimos en los aposentos se pregona desde las azoteas. Hay pecados que se tardan mucho en conocerse pero al fin salen a la luz. Así, que si esa regla tiene algún efecto de temor sobre nuestra santificación, apliquémosla a nosotros mismos cuando estamos inclinados a obrar o decir el mal. Sepamos que llegará a oídos  de muchas gentes, que se defraudarán al oírlo, que le haremos mucho daño, que perderemos la reputación y nuestras vidas serán cubiertas por la confusión y la vergüenza. Si el padre piensa pecar, sepa que sus hijos se enterarán. Si la esposa planea algo, no olvide que su compañero será informado de lo que ella hizo.

Pero lo que algunos no piensan, la obra del Señor. No podemos olvidar que tenemos “hermanos” que nos conocen y lo sabrán y los llenaremos de consternación con nuestra mala acción y que el pecado los separará de nosotros. Hay un dolor fuerte que se siente dentro del alma cuando oímos algo parecido, algo por dentro que se rompe en muchos pedazos, que nos aterra y queremos huir, perdiendo instintivamente la fraternidad con el hermano vencido por el mal.

También me parece hallar una regla de credibilidad en el texto. Dice, “si alguno viere”. Luego añade que debemos orar por el susodicho hermano porque ya conocemos que ha pecado. No podemos apresurarnos a declarar como pecaminoso a alguien sin suficiente evidencia que ha pecado. Muchas veces no vemos al hermano pecar sino que hemos llegado al conocimiento de eso, no por nuestros ojos sino porque alguien nos lo ha dicho. Hay que ser más bien reticente a esto, los ojos de los otros no son los nuestros, no podemos enseguida creer el pecado de otro sin estar seguros. ¿Quién nos garantiza que no es una difamación? El diablo puede alzar una calumnia contra un gran hermano para desacreditarlo y arruinar su testimonio en perjuicio de la obra de Cristo.

Podemos hallar otra regla más, una regla espiritual de amor. “Si alguno viere a su hermano cometer pecado… pedirá y Dios le dará vida”. ¿Qué tiene que hacer cuando viere a su hermano en pecado? ¿Chismosearlo a todo el mundo? ¿No dejar ni una casa de la iglesia donde no lo riegue? No, hermanos, incluso antes de ir a reprenderlo hay que orar primero. Nunca estamos bien preparados para exhortar a nadie sin antes haber orado mucho. En esta imprudencia caemos muchas veces. ¿No hemos pensado que si hemos visto a un hermano pecar es porque Dios lo ha puesto en nuestras manos, como se dice en el Antiguo Testamento, o mejor dicho lo ha puesto en nuestras rodillas. Quizás Dios quiere probar nuestra fe, quizás quiere que lo exhortemos, pero sobre todo lo que quiere es que oremos; pero jamás para que vayamos pregonando lo que él nos ha mostrado. Dios no participa de chismes. Si hacemos lo contrario no cumplimos sus designios. Eso   fue lo   que hizo Moisés con el pueblo cada vez que pecaba, remitirlo al Señor pidiendo su perdón, eso fue lo que hizo Natán y Gad cuando se enteraron de los pecados de su rey David. Eso es actuar como hermanos.

Dios quiere perdonarlo y nos hace participantes de esa gracia, como si quisiera que se nos atribuye el mérito de haberla concedido por nuestra intercesión. ¡Cómo nos ama a nosotros que nos quiere bendecir por pedirle un perdón para otro que ya él iba a otorgar! Eso promueve el amor, hermanos, porque cuando el que ha pecado sabe que ha sido visto, no ha sido deshonrado, y que Dios lo ha perdonado amará mucho a su hermano intercesor.

El texto también si tiene reglas, contiene una excepción, porque no hay reglas sin excepciones. Es que si el pecado es de muerte no hay que orar ya. “Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte...hay pecado de muerte por el cual yo no digo que se pida” (v.16). El único pecado que no tiene jamás perdón es “la blasfemia contra el Espíritu Santo” (Mt.12:31). Entonces es lo mismo que el “pecado de muerte”. Excepto cuando vemos que un hermano ha renunciado definitivamente a Cristo, cuando a pesar de que conoce la verdad la niega rotundamente y blasfema contra ella. Es a esta clase de apostasía a la que me parece que Juan se refiere. Ya no hay que orar más por ese “hermano”. La mención constante de los apóstatas en los servicios de oración atraen desánimo sobre la congregación y le acortan la marcha. Más sobre eso puede el lector hallarlo en mi exposición sobre el primer capítulo a los Filipenses. Sobre el pecado como injusticia (v.17), lo podemos tratar ampliamente después. Ya por hoy es suficiente con estas reglas espirituales para observar cuando Dios nos hace testigos oculares de las faltas ajenas.

 

Exposición 26

Pecadores no practicantes

1 Jn. 5:17,18

“Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte. Sabemos que todo aquel que es nacido de Dios, no practica el  pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca”. 

 

Amados, hoy encontramos en nuestro texto dos cosas importantes, la definición legal de pecado y el atracador de almas, el diablo y su relación con la práctica constante de la maldad. Juan parece hacernos la aclaración por si hemos quedado perplejos con su afirmación, que “toda injusticia es pecado, pero hay pecado no de muerte” (v.17). Es como si quisiera decirnos, “todo pecado es una acción ilegal contra Dios y nosotros cometemos muchas en el duro curso de nuestras vidas, pero no quiere decir que ya hemos cometido pecado mortal”. De ese modo nos suministra como un alivio a sus anteriores palabras pero a la vez no permite que nos engreiríamos porque deja establecido que el pecado siempre es “injusticia”. Quizás hermanos, nos vayamos un poco más allá de la pretensión del apóstol al definir el pecado como una injusticia, pero vale la pena algunos comentarios extras. No es simplemente “errar al blanco” (amartía), no es nada más que una falla moral, ni una debilidad del carácter o cierta enfermedad curable. El pecado es todo eso, pero además una injusticia, una violación contra las leyes divinas, un acto ilegal, un crimen punible.

En ese caso todos entramos en conflicto con las leyes divinas y por ende nos hallamos en un estado de juicio. Dios hace juicio sobre nuestras obras y paga con muerte nuestro pecado. La salvación así, correctamente mirada, es primero un arreglo con la justicia divina, un cambio legal de estado, el logro de una absolución o justificación. Somos salvos entonces cuando alcanzamos la justificación o conmutación de nuestros delitos. Esa “justificación” tiene lugar cuando creemos. Aparece la fe en nuestros corazones como el medio de nuestra justificación.

Con ese enfoque pensamos entonces que necesitamos un Abogado (2:1) para que atienda nuestro caso de completa injusticia: Cristo. Abogado que a su vez es también la ofrenda y la paga por las injusticias de los injustos. He ahí entonces, el plan legal de nuestra salvación. Damos gracias a Dios pues por Jesucristo.

En nuestro texto también hallamos algo más que define el pecado mortal, la práctica del pecado, “sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios no practica el pecado”. Aunque todos los creyentes pecan, eso es distinto a decir que el pecado en ellos es una práctica, cae en pecado pero no vive en él,no es su sistema de vida. El que rechaza toda admonición y renuentemente escoge vivir pecando (que es como el tiempo griego lo indica, presente lineal indicativo activo) no puede ser perdonado. Los nacidos de Dios flaquean y ceden a las tentaciones, se debilitan por las constantes insinuaciones satánicas y las debilidades de la carne, pero gimen bajo la carga de sus culpas y salen de nuevo a la luz. El pecado es parte de nuestra vida pero no nuestro estilo de vida. Pero jamás absolutamente cometen un pecado estrictamente voluntario ni lo disfrutan tras haberlo hecho porque su conciencia ya formada por el Espíritu y el evangelio los reprende constantemente. El que practica el pecado sin poder salir de él es que está bajo el dominio del demonio y no de Dios.

Fijaos que la práctica del pecado es una atadura satánica. Juan dice que el Maligno no le toca, pero la palabra que utiliza es mucho más que un toque superficial, no es una caricia es más bien atrapa. (haptetai) también usada por Juan en su evangelio (20:17) para decirle a María “no me atrapes”, no me sujetes, no me agarres. Cuando una persona se convierte queda desatada “del lazo del diablo en que están cautivos”. Si vemos que alguien aún continúa sometido a sus pecados sin tener fuerzas para renunciar a él, podemos deducir de eso que está “atrapado”, el maligno lo tiene bajo su tutela y la verdad no lo ha hecho libre, es “esclavo del pecado”.

Y por último veamos la explicación de nuestra fidelidad. ¿De dónde, de que somos fuertes? ¿De que no se nos ataca, no se nos hacen insinuaciones malvadas, no sentimos inclinación hacia el pecado, somos más fuertes que todos los diablos juntos? ¡Nada de eso! La razón por la que el maligno no nos puede “agarrar” no es que vayamos a más prisa que él en nuestra carrera y no pueda alcanzarnos sino que Cristo nos guarda y corta el camino de él hacia nosotros, interrumpe sus ataques y los frustra para que podamos escapar ilesos. Si Cristo suspendiera su vigilancia sobre nuestras almas enseguida sucumbiríamos a los ofrecimientos mortales de un adversario tan astuto.

 

Exposición 27

El verdadero Dios

1 Jn. 5:19-21

“Sabemos que somos de Dios y el mundo entero está bajo el maligno. Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido al mundo y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijitos, guardaos de los ídolos. Amén”. 

 

El verdadero Dios reina

Conocemos cuanto Juan gusta de deleitarnos con el pensamiento de que somos hijos de Dios por medio de Jesucristo, su Unigénito. Pero aunque somos hijos vivimos en un mundo dominado por influencias satánicas. Eso es lo que pretende decirnos el apóstol cuando escribe, “y el mundo entero está bajo el maligno” (v.19). Es digno de notar la amplitud de su dominio por que escribe “entero” (holos), todo, para que tengamos una idea de que no hay ningún rincón suyo donde vayamos que no haga sentir su influencia. Es cierto que en algunos sitios su poderío se nota con más fuerza, como si allí hubiera erigido su trono. Pero de todos modos, no hay ningún lugar por santo que sea, seminario, templo, monasterio o catedral, que no pueda él introducirse, organización humana donde no busque corromperla, ni orden que no pueda subvertir. 

No obstante hay una limitación, el diablo no es soberano. La palabra que Juan usa para significar en la versión nuestra “bajo”, es “keítai” la misma que usa Lucas en el evangelio según su nombre 2:12 refiriéndose al niño “recostado”, o “acostado en un pesebre”. La traducción sería que el mundo “yace” bajo el maligno. Hay un poder demoníaco moviéndose en el mundo, tanto caos, locura y malicia no tiene otra explicación. Todos nos damos cuenta que el mal tiene fuerza y que empuja y obliga a los hombres a obrar de cierto modo. La ceguera irracional contra el bien que ellos muestran lo prueba fehacientemente. El pecado tiene una potestad incontrolable sobre el pensamiento y la voluntad humana, que no permite dudar que es ayudado desde afuera por otra energía superior.

No obstante ni el pecado ni el diablo son omnipotentes, nuestros ojos contemplan la predicación del evangelio y la fuerza que el Espíritu Santo le comunica; como hace pedazos la esclavitud del mal. Las obras del diablo son deshechas, (“para eso apareció el Hijo de Dios para deshacer las obras del diablo” (3:8), donde ya hemos visto que deshacer significa “desatar”). Los hombres somos libertados por ese poder benigno; y si eso pasa ni el mal ni el maligno son omnipotentes. Por todas partes del orbe se oye y se siente el poder del evangelio y el diablo es atado y sus siervos desatados.

Nunca Dios ha entregado la soberanía del mundo al Destructor. El diablo no es el dueño del mundo ni el señor de su historia. Dios es su único soberano y ejerce continuamente su providencia dentro de él. Por muy mal que vayan las cosas acá abajo y nos parezca que el caos es incontrolable, Cristo llevará al fin su propósito.


Conociendo al verdadero Dios

Quiero que notes como el pecador se liberta del poder satánico. “Sabemos que el Hijo de Dios ha venido y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero” (v.20). El conocimiento de la verdad, es la clave para escapar de la tentación, para liberarse del hechizo del maligno, para romper el encanto y la atracción del pecado. 

El pecado es engaño. Cuando el primer pecado se cometió en este mundo se hizo por engaño (1 Ti.2:14), Eva fue engañada. Luego el pecado mismo, como hijo legítimo del diablo sigue prometiendo y no cumpliendo, engañando; por eso el apóstol nos dice que fue engañado y muerto por el pecado, “porque el pecado me engañó y me mató” (Ro.7:11). Cuando Dios le da a uno entendimiento para conocer la mentira del pecado, que sus promesas son falsas, su deleite limitado, su dulzura amarga, su disfrute doloroso y su vida muerte, entonces uno lo abandona. El Espíritu nos hace mirar el pecado como realmente es, no con encanto sino con horror.

Jesucristo dijo, “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn.8:32). Y Juan no tiene mayor gozo que ver que sus hijos “andan en la verdad” (3Jn.v.4), que es lo mismo que verlos andar fuera del pecado, en la salvación. La enseñanza y predicación del evangelio es lo que hace que un pecador entienda, conozca la mentira del Mentiroso y se liberte. Por eso el Maligno trata de evitarlo.

 

El verdadero Dios: El mismo Jesucristo

Aquí en nuestro texto Juan dice, “y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero”. Si Dios no nos diera entendimiento no podríamos conocerle. Es un conocimiento que se aparece en nuestras mentes por revelación de Dios, una iluminación y un brillo que brota de ver perfectamente la gloria de Cristo. El diablo es padre de mentiras y el pecado su hijo legítimo. Y se conoce el pecado cuando conocemos a Dios. En el texto tanto Dios como Jesucristo aparecen nombrados como verdadero. Conocer a uno es conocer al otro. Nadie conoce a uno e ignora al otro. El Padre revela al Hijo y el Hijo da a conocer al Padre, el que ha visto al Hijo no tiene que preguntar más donde se halla el Padre. Se está en la verdad cuando se está en Jesucristo. El Hijo es verdadero Dios. Mucho se ha discutido si éste (houtos), se refiere al Padre o a Jesucristo. Lo cierto es que lo mismo a uno que a otro, pero dicen algunos, entre ellos Calvino, que comúnmente se refiere, como relativo, al último nombrado y este es el Señor. Por supuesto, que en ese caso usaría “aquel” que es otra palabra. Sé que la intención de Juan no es probar la divinidad de Jesucristo, su deseo es solamente señalar que estando en uno es lo mismo que estar en el otro, que tanto uno como otro tiene vida eterna y para evitar acusarle de tautología, es gramaticalmente mejor referirlo a Jesucristo. No que haya querido decirnos, “tan divino es uno como el otro” sino “tan verdadero es uno como el otro”, porque tan verdadero es Dios uno como el otro. Sin embargo lo afirmó: El Hijo es verdadero Dios, no un verdadero Dios, sino Dios completo, tan divino y verdadero como su propio Padre.

Y por supuesto el efecto de ese conocimiento es vida eterna. En Dios se halla la vida eterna. Cuando uno alcanza ese conocimiento alcanza la vida eterna porque se aleja del pecado, obtiene la justificación. Concluye el apóstol aconsejando a los hermanos que se separen de todo ídolo, que nada son ni nada pueden darnos, porque teniendo una fuente tan llena en el Hijo, no hay que buscar otra cualquiera. La idolatría, por el pretexto que sea también es un engaño muerto.

 

Segunda de Juan 

La primera dama del mundo y su presidente

 2 Jn.1:1, 13

"El anciano a la “señora escogida y a sus hijos”, a quienes amo en verdad, y no sólo yo, sino también todos los que conocen la verdad". Algunos han dicho que “la señora” y  sus “hijos” de la cual aquí habla es una madre prominente de la iglesia (1:4-5); pero otros  creen que se refiere a una iglesia local, y que el anciano es el apóstol Juan que en vez de usar su título apostólico utiliza otro menor y eclesiástico, o que ya es un anciano, el último de los apóstoles, la última copia original del NT. De todos modos si se refiere a una hermana llamada Eclecta o Ciria, esa tal hermana es elegida para la salvación, elegida para criar hijos que anden en la verdad del evangelio apostólico y elegida para financiar el evangelio y no uno parecido. Lo que se aplica para una familia de la iglesia es para toda la iglesia. Pero pienso que se trata de una congregación cristiana y que por motivo de las persecuciones omite su nombre y el de ella. Es lógico ¿no? Si es así, la epístola puede ser fechada antes que Apocalipsis, o sea, antes del fin del primer siglo, donde se menciona por nombre. El Señor es quien añade a la iglesia sus escogidos. La Primera Dama del mundo es la iglesia y su Presidente es Jesucristo.

 

2 Jn.1:2

"...a causa de la verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre...". Se refiere al evangelio y toma una resolución: no haré cambios doctrinales. Deja la ortodoxia tranquila, ya ha sido suficientemente pensada y desechada todas las modificaciones. Debajo del Sol del N.T., no hay nada nuevo, quiero decir que no hay que cambiarlo por lo nuevo y de moda. Tu asunto, igleisa escogida, no es cambiar la verdad sino entenderla. Lo nuevos cambios aquí eran pre-gnósticos, doscetas y el aspecto de la ortodoxia que intentaban contaminar era la encarnación del Hijo de Dios, y también su humanidad, o la separación de su cuerpo de su espíritu, exaltando esto último con propósitos corporales libidinosos. Cambios pretendidos no tanto por amor a la verdad sino al mundo, no por cuestiones filosóficas sino por deseos de pecar.

2 Jn.1: 3

"Gracia, misericordia y paz serán con nosotros, de Dios Padre y de Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y amor"; todo lo que decía era cierto y amaba. El mundo lo sabe que esas tres cosas existen, tal vez han oído hablar de ellas, pero no creen que sean las únicas tres cosas indispensables para vivir: gracia, misericordia y paz. Algunos manuscritos dicen “nosotros”, como esta versión, pero es mejor RV o sea “vosotros” porque es la dedicatoria de una epístola. Y fíjese que expresa un saludo doctrinal, no sólo fraternal cuando le habla de amor sino doctrinal porque tiene en su mente la herejía que negaba que Cristo fuera Hijo de Dios y que a su vez fuera también Jesús, o sea con cuerpo de hombre.

 

2 Jn.1:4

“Mucho me alegré al encontrar algunos de tus hijos andando en la verdad, tal como hemos recibido mandamiento del Padre”. No se sabe dónde encontró a esos miembros de la iglesia, puede que en algún otro grupo, y  no hacer algo para cogérselo sino escribirle a la iglesia hermana y felicitarla en el Señor al hallar sus miembros lejos de ellos pero dando buen testimonio, practicando el evangelio y siendo ortodoxos en doctrina. O si los encontró en alguna otra parte, mejor todavía, no cantando y orando en una iglesia sino en algún mercado, en una plaza, junto a inconversos pero reconocibles de modo que Juan los identificó por su forma de hablar. Inició una conversación con ellos y enseguida se dio cuenta que eran creyentes. Eran distintos a los otros. Y señala la amplitud de la gracia en Jesucristo porque señala que creer el evangelio y vivirlo son otros dos mandamientos añadidos al mandamiento nuevo de amarse los unos de los otros y los otros diez de la ley de Moisés. O sea, vivir en la gracia con el rigor de la ley. Halló algunos miembros de la iglesia, conversó con ellos y quedó satisfecho de que vivían y confesaban el evangelio; y todo en una época de muchas herejías y corrupciones.

2 Jn.1: 5 ,6

“Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros”. Si quieren ir a los mandamientos, el onceno es el más importante. No el cuarto, o el sábado. Para conectar este asunto del amor fraternal con lo anterior y posterior, siendo un asunto que no permite dilación para cuando él los visite, entonces especulo que los hermanos que se encontró le hablaron sobre el tema y el apóstol entendió que aquella congregación ortodoxa donde cada uno practicaba el evangelio y lo confesaba no sólo tenía el peligro de contaminarse con las doctrinas pre-gnósticas o doscetas, sino que además del credo debían mostrarse afectos los unos a los otros. No se los dice como un reproche sino como un recuerdo, que no basta con que allí brillen las doctrinas sino que continúen teniéndose como una familia, la iglesia la madre y los miembros hijos de ella, y el Padre Dios, y que cada cual tenga al otro como un familiar. Esos hermanos que se encontró pudieron hacer esos comentarios. 

 

Planetoides

2 Jn.1: 7

“Pues muchos engañadores han salido al mundo que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Ese es el engañador y el anticristo”. Ese versículo parece tener más continuación con el v.3 que con el precedente. Así que lo del amor fue un paréntesis pero por el cuerpo de la carta el asunto principal era la herejía, sin embargo como dice “pues muchos engañadores…”, hace pensar que un hermano o hermana que no se sienta tratado con amor en una congregación es proclive a recibir falsas enseñanzas, no porque ellas lo hayan deslumbrado y diga “ahora sí hallé la verdad”, sino porque dice para sí, “ahora sí hallé amor en esta congregación”.  La palabra engañador da origen a la castellana planeta. Los griegos veían los planetas que se movían de sitio y pensaban que eran unos “planetoides” o engañadores. Y siguen saliendo, con otras ideas de Jesucristo, pero igualmente equivocadas. Le llama "anticristo" porque no es el Cristo que vino al mundo. Si usted lee los manuscritos gnósticos que nunca llegaron a formar parte del cánon del NT quedará asombrado con la enorme cantidad que existieron. 

2 Jn.1: 8

“Tened cuidado para que no perdáis lo que hemos logrado, sino que recibáis abundante recompensa”. La idea es que no se pierdan las cosas en las que se ha trabajado y se reciba menos o ninguna paga por la labor. Yo me quedo mejor con la traducción que dice que se cuiden mucho para que los misioneros, apóstoles, maestros que han orado y trabajado con ellos no pierdan la recompensa que Dios les dará.  Es preocupación de los pastores no sólo ganar nuevos pecadores sino instruirlos en doctrinas y prácticas, las que Jesús ha mandado, para que perseveren y no sean “salvos como por fuego”, habiendo perdido el tiempo y el trabajo hecho. Ya Juan no se halla en aquella iglesia pero le sigue interesando aquellos que por la gracia ganó. Ese mismo temor de perder su trabajo lo tienen todos los pastores (Ga. 4: 11). Pero si se usan las dos posibles variantes textuales, quedan dos enseñanzas muy bonitas, la que ya he mencionado y que si ellos cuidan sus vidas cristianas, especialmente el esfuerzo doctrinal que han hecho, Dios los premiará pero que si no lo hacen, perderán sus recompensas. Dios nos recompensa  para que cuidemos nuestra salvación y nuestro credo. Cuando se dice “perdáis” la palabra que utiliza quiere decir “destrucción”. Miren no se destruya todo lo que han hecho. Y la traducción más literal no es recompensa y menos “galardón” sino paga, es un salario que se establece. La iglesia debe cuidar lo que ha adelantado, las almas que ha ganado, las que ha edificado, la unión, el amor fraternal; etc.. Yo no quiero recibir menos de lo que pude.

2 Jn.1: 9

“Todo el que se desvía y no permanece en la enseñanza de Cristo no tiene a Dios; el que permanece en la enseñanza tiene tanto al Padre como al Hijo”. Algunos  de los más antiguos manuscritos dicen que cualquiera que “va al frente” como un líder o que se "propasa"; y eso en relación con el contenido del evangelio o sea que presume por estar más adelantado y por encima del mismo, pero también se refiere a alguien como Diótrefes que se pone delante de la iglesia, delante de los apóstoles y también se cree mejor que ellos (3 Jn. 1:9). No estamos para guiar a Cristo sino para ser guiados por él. El que rechaza la encarnación de Cristo, va más allá de la revelación. La palabra desviar literalmente lo que significa es “ir contrario o violar”. O sea, que esos pretendidos líderes más sabios que la Biblia en vez de llevar la iglesia hacia delante la llevan atrás, presumiendo ser progresistas la confrontan, en vez de modernizarla la destruyen, son opositores a ella. los que niegan las doctrinas fundamentales de la fe cristiana “no tienen a Dios” y por supuesto tampoco al Hijo. Que Cristo no vaya en un sentido y tú en el otro.

2 Jn.1:10, 11

“Si alguno viene a vosotros y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni lo saludéis…”. A los herejes, ni por cortesía se les debe dejar entrar a la iglesia, ni darle alojamiento. Porque el que le da cama y comida, financia sus errores. No debemos ser más corteses con los herejes (por ejemplo Testigos de Jehová) que Juan o el Espíritu Santo.

2 Jn.  1: 12

“tengo muchas cosas que escribiros, no quiero hacerlo con papel y tinta, sino que espero ir a vosotros y hablar cara a cara, para que vuestro gozo sea completo” "Hay muchos asuntos que quiero platicar con vosotros, pero personalmente". El apóstol tiene muchas cosas en su mente que quisiera escribirlas pero prefiere hablarlas, presumo que ha de ser no por falta de tiempo o papel y tinta que dice que tiene, sino porque tendría que responder preguntas y ciertos asuntos deben ir acompañados del afecto personal y la autoridad de un apóstol presente, y además en una reunión irían todos mientras que hacerle copias a la epístola para que cada uno reciba una es mucho el trabajo y cuesta. Sin embargo, si como Pablo, hubiera escrito más, hoy el NT tendria más de 27 documentos. Dios no eterniza ni hace trascendente un trabajo que no se haga. Las dos cosas son importantes, Juan, ve a verlos y escríbeles, envía  tu correo delante de ti.

2 Jn.1:13

“Te saludan los hijos de tu hermana escogida”. Otra iglesia hermana, en otro sitio (v. 1). Una concluyente prueba que Ciria o la “señora elegida”es una congregación. De nuevo le llama a la iglesia “escogida” o elegida. La doctrina de la elección aparece continuamente en el lenguaje común apostólico. Los hermanos se enviaban saludos unos a otros. Con besos.


   

                                  3 Juan

3 Jn. 1:1

“El anciano al amado Gayo, a quien yo amo en verdad”. “Amo a este hermano no sólo sinceramente sino en el evangelio, somos compañeros de milicia”. Los pastores tienen razones no comunes para amarse más.

3 Jn. 1:2

“Amado, ruego que seas prosperado en todo, así como prospera tu alma, y que tengas buena salud”. Quiere decirle con "tu alma", tu vida cristiana. Cada día Señor quiero que prospere mi alma, que te conozca más a ti y que confíe más; que te ame más que a los hermanos, que tenga una esperanza más segura. Señor, has tenido misericordia con mi cuerpo, tenla también con mi alma. Juan desea para su amigo dos cosas: una buena salud y prosperidad en su trabajo, es decir, bendiciones (Job 1: 10).

3 Jn. 1:3 ,4

“Pues me alegré mucho cuando algunos hermanos vinieron y dieron testimonio de tu verdad, esto es, de cómo andas en la verdad”. Juan se alegra que sus hijos espirituales anden en la doctrina. Es un gozo de por sí tener hijos espirituales, uno siente gozo al comparar lo que ahora son con lo que fueron al notar el cambio que la gracia ha hecho en sus vidas porque son “nuevas criaturas” gracias a la misericordia del Señor, y mucha es la paga que da el afecto personal que hay entre ellos y nosotros, sus padres espirituales. Juan dice “mucho me alegré” cuando ve que caminan en la verdad. Pero se enluta nuestro corazón cuando conocemos que uno de nuestros hijos amados ha sido captado por engañadores y se “extravía de la verdad” (Sgo 2:19, 20), y ha aceptado doctrinas inferiores, habiendo “caído de la gracia” (Ga 5:4): El Señor nos sostenga para andar en la verdad y para practicarla.

3 Jn. 1:5, 8

“Amado, estás obrando fielmente en lo que haces por los hermanos, y sobre todo cuando se trata de extraños…”. Este hermano poyaba financieramente la obra misionera; ayudar la obra local y los desconocidos. Si no podemos salir a otras partes del mundo a predicar, tenemos dos opciones para remediar la limitación: enviar en nuestro lugar nuestro dinero y nuestras oraciones (Ro. 15: 30); así cooperamos con la verdad y venimos a ser “colaboradores” de esos heraldos que asumen la responsabilidad de la “Gran Comisión” (1 Co. 3: 9). Los gentiles inconversos no deben cooperar con la obra misionera. Es una vergüenza cuando hay que recoger dinero del mundo para financiar una obra espiritual ordenada por Jesucristo.

 

Reflexiones sobre un megalómano de la era apostólica

3 Jn. 1:9-12

“Escribí algo a la iglesia, pero Diótrefes, a quien le gusta ser el primero entre ellos, no acepta

lo que decimos”. 

Este hombrecillo se creía el dueño de la ig lesia. Siempre hay alguien en la iglesia que se cree el dueño de ella y la maneja a su gusto como si la hubiera comprado con su propia sangre. Individuo que, por su servicio, antigüedad, con dones o con dinero, ha logrado encumbrarse, trepado por su astucia, y usa la congregación de sus miembros a su propio antojo, y le encanta su eminencia y se la disputa a cualquiera que aparezca con dones similares a los suyos o mucho mejores. Él no quiere que ningún dotado por la Deidad le gane la admiración en su dominio. Si es que no puede echarlo de las reuniones, porque lo considerarían abusivo, lo ignora en todo lo posible como si no existiera, hasta que el buen susodicho decida dejarle todo el campo libre de su presencia y se mude para otro grupo que se beneficie de sus dones. Jamás a este señorón se le ocurriría decir, para exaltar la gracia de Dios, que es el primero de todos los pecadores (1 Ti. 1:15), porque él no se considera de ese modo, por el prestigio de su aureola humana como un ángel caído del cielo, o heredero del prestigio glorioso de sus antepasados.

No te conviertas en un líder como él, no vendas tu pastorado por el salario que te den, ni lo apoyes en lo malo que hace. Quizás Demetrio fue expulsado por Diótrefes. Por este tiempo ya el apóstol es un anciano y ha desarrollado un largo ministerio y exitoso. Sin embargo, cuando debía ser más respetado en su vocación por su trabajo y su historia, es atacado en su carácter por este hombre, que mirándolo y envidiándolo, quiere dañar su reputación no sé de qué manera, sino inventando mentiras, palabras ociosas, que es lo que significa “parloteo”, para restar su influencia y mermar el éxito de sus labores, y si fuera posible volverle la congregación en contra y también a él, como ha logrado con otros, cerrarle las puertas, aun la iglesia apostólica crecía en forma de una comunidad, de una familia, y la expulsión de un miembro no era simplemente borrarlo de una lista sino prohibirle la entrada a las reuniones (2 Co. 2:7). 

A estos hermanos anónimos, este hombre los echaba y personalmente o por medio de sus cómplices, les enviaba recados que no los quería ver en la reunión, que no eran bienvenidos a escuchar la Palabra, a tomar el pan y el vino y participar del ágape fraternal. Ningún hermano ni familia que amaba verdaderamente la iglesia acogería esa decisión con indiferencia. La iglesia era una, y sería muy difícil trasladarse para otro grupo y ser recibido, cuando otra amada congregación daba a conocer la expulsión. La excomunión era dolorosa y nadie la acogía encogiéndose de hombros. Y Diótrefes, el megalómano, y su familia sonreirían aliviados de la presencia de alguien mejor tres veces que ellos.

 

3 Jn. 1:13, 14

“Tenía muchas cosas que escribirte, pero no quiero escribírtelas con pluma y tinta…”. Hay cosas que son mejores hablarlas que escribirlas y otras mejor escribirlas que decirlas. Hablarlas personalmente o por teléfono. Pero si lo hubiera hecho quizás hoy las tendríamos; hubiera sido mejor que las escribiera primero y luego hablara sobre ellas; así las tendría más clara en su mente y le daba oportunidad a otros para que fueran pensando en ellas. Todo el que siente que puede escribir debe hacerlo, aunque no sean muchos los que lo lean. De todos modos, el Espíritu no quiso. Así que no vengan algunos diciéndonos, después de 21 siglos, que Dios le reveló esto y lo otro. ¿O es que le faltó algo a la Biblia y después de tanto tiempo se dio cuenta? Si algunas cartas de Pablo se perdieron ¿eran menos importantes sus mensajes que los que ciertos modernos presumidos dicen haber oído del Señor? Si Dios no incitó a Juan para que escribiera lo que iba a platicar, es que ya lo que hoy tenemos es suficiente.

 

Notas

Judas

“El primer versículo identifica al autor de esta carta como "Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo (Santiago)". El nombre Jacobo fue muy popular entre los judíos en tiempo del NT por su conexión patriarcal. Del mismo modo el nombre Judas, es el cuarto nombre del hijo de Jacob, fundador de la tribu de Judá. El nombre alcanzó  brillo debido a que fue popularizado por Judas Macabeo, un héroe nacional judío que llevó a cabo una revuelta contra Antíoco Epifanes en el segundo siglo antes de Cristo. Pero la perfidia de Judas Iscariote ha conducido a la mayoría de las versiones a traducir en vez de Judas, Judá. 

“La conexión de Judas con Jacobo provee la mejor indicación para identificar al autor de la carta. Después del martirio de Jacobo el hijo de ser Zebedeo durante el periodo de Herodes Agripa (Hch. 12:2) el único Jacobo, Santiago, que es bien conocido en la iglesia primitiva ha sido identificado seguramente con él Jacobo de Jerusalén. El apóstol Pablo le llama "Jacobo, hermano del Señor" (Ga. 1:19) posteriormente fue conocido como "Jacobo el justo".

“En la epístola en el v. 1 es identificado como el hermano del líder de la iglesia de Jerusalén (Hch. 12:17; 15:13; 21: 21:18; 1 Co. 15:7; Ga. 1:19; 2:9, 12). Esto probablemente explica la humildad con la cual Judas introduce su carta, tomándose siervo, o esclavo de Jesucristo. La carta es tan corta y tiene tan pocos detalles que es difícil establecer la fecha en que fue escrita. El autor fue el hermano menor de Jesús, y el más probable tiempo de su escritura oscila entre el año 40 y 80 d. C. Si la carta fue usada por Pedro en 2 Pedro, entonces el escrito puede ser situado antes de la muerte de Pedro o alrededor del 65 d. C. No obstante el uso de Pedro de esta epístola de Judas no es seguro. La herejía y los falsos maestros que él condena pudieron haberse desarrollado un tiempo antes. 

“Por lo tanto, considerado todo esto la carta puede ser situada entre el 60 y 65 d.C. En cuanto a su canonicidad, si 2 Pedro utilizó Judas y si Pedro escribió 2 Pedro, entonces 2 Pedro es el más antiguo testimonio para Judas, y si su carácter apostólico o canonicidad es, en principio, colocado en los primeros tiempos. En los padres de la iglesia primitiva, un número de alusiones a Judas han sido identificadas. El llamado Canon Muratorio (200) establece que la epístola de Judas fue aceptada en la iglesia católica. Tertuliano, Clemente de Alejandría, y Origen conocían este libro" (Expositor’s Bible Commentary).

 

Jud. 1:1

"Judas, siervo de Jesucristo y hermano de Jacobo, a los llamados...". Tal vez sea mejor traducir “guardados para Jesucristo”. Se le ha llamado epístola universal. ¿Universal? La carta parece dirigida a judíos herejes y es una guerra de palabras, una protesta contra la corrupción doctrinal y práctica de la iglesia. Este Judas es un hombre sencillo que usa el nombre de otro, Jacobo, para que lo identifiquen pero tiene el corazón ardiendo. Sin embargo es humilde y no menciona que es hermano de Jesucristo. Cada uno, hombre o mujer desconocido, como yo, hagamos con humildad nuestro aporte al estado general del cristianismo; con la voz y con la pluma.

Jud. 1:3, 4

“Amados, por la gran solicitud que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos.  Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo. ". 

Cuando dice "nuestra común salvación" quiere decir la mía y la de otros; cada cristiano debe ser un apologista de las doctrinas de la salvación; no sufrir impasiblemente la corrupción de la verdad sino defenderlas ardientemente (Apc. 2: 2). Algunos no querían participar en esa clase de lucha (Ga. 1: 8, 9). Se fingieron ser ortodoxos y cuando estuvieron dentro atacaban la verdad (2 Co. 11: 26; Ga. 2: 4). La iglesia les hacía un examen teológico a los nuevos miembros y a sus maestros. Parece que la corrupción ética está precedida por la desviación doctrinal. Ver que "las malas conversaciones corrompen a las buenas costumbres", o sea, las malas doctrinas echan a perder la vida (1 Co. 15: 33; la palabra conversaciones en griego es homilía). No es que Judas "parezca" enseñar que hay hombres destinados a su condenación sino que lo están, cuyos nombres no están inscritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo (Apc. 13: 8; 17: 8; 1 Pe. 2: 8). La palabra que Judas usa y que se traduce "marcados" o "destinado" es pro-grafo,  o pre-escrito, anunciado. El destino de ellos estaba marcado o escrito. En Hechos 13: 48, en español aparece la palabra ordenados, que significa "arreglado, ordenado en sucesión, señalado"; pero no es ésta la que se utiliza aquí que es mucho más fuerte y habla de una determinación hecha de antemano incambiable porque "lo que he escrito, escrito está". Toman la gracia como excusa; es decir los que se infiltran encubiertamente para corromper, si pudieran, hasta el fundamento doctrinal apostólico de la Santa Iglesia, que no es necesariamente la organización actual.

Jud. 1:5

"Mas quiero recordaros, ya que una vez lo habéis sabido, que el Señor, habiendo salvado al pueblo sacándolo de Egipto, después destruyó a los que no creyeron”. En vez de aparecer la palabra Señor, escribe el nombre Jesús. Algunos eruditos están a favor y otros en contra. Si el ángel del Señor, o de Jehová, que guiaba al pueblo a través del desierto se identifica como una manifestación previa a la encarnación de Jesucristo, el Hijo de Dios, entonces es posible afirmar que Jesús en su estado de pre encarnación y en forma de un varón espiritual, fue quien condujo al pueblo por 40 años hasta la tierra prometida. 

 

Cuida tu dignidad

Jud. 1:6 

“Y a los ángeles que no conservaron su señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día”. La palabra dignidad no está en el original, pero sí implicada; la que se usa significa principio, origen, comienzo, e indica una posición, digna por supuesto. Tu dignidad es algo que tiene que importarte mucho; o como dice más bien el texto tu preeminencia, origen, tu primer lugar. Las dos palabras están relacionadas, pero la dignidad es más que el testimonio o la reputación, que ya es mucho, demasiado decir. El uso bíblico de la palabra tiene que ver con la obra de gracia. 

Eres digno por la posición que has ocupado como resultado de la gracia de Señor. Lo que hizo que el diablo perdiera su dignidad fue el pecado. No hay otra cosa. Cuando el diablo perdió su dignidad arrastró con él a millares de otros ángeles que lo admiraban y confiaban en él. Cuando un venerable hermano pierde su dignidad, en su caída se lleva con él a otros. Cuando un padre o una madre pierde su dignidad, sea una parte o casi toda, el daño no lo reciben sólo ellos sino los hijos también. Es una gloria que les quitan. Aun ellos ya no son mirados como antes. Ya no les ciñe las sienes la aureola patero-maternal. Quizás se les compadece pero eso ya es otra cosa. La dignidad es una posición correspondiente a un estado de salvación. Esa dignidad es la posición que ocupas en tu “propia morada” (habitación o casa), la cual si la pudieras abandonar perderías tu salvación.

Por eso debes guardar tu dignidad, que debes completamente al evangelio (Apc. 3:4). Mientras más digno seas, más celoso tienes que mostrarte por tu dignidad. Hay ejemplos en la Escritura para advertirnos solemnemente a ser guardián de tu dignidad: Los ángeles y Judas; lo que pasó a aquellos también le ocurrió a éste (Hch. 1:25). Si estrictamente dicho, perdieras tu dignidad, perderías tu misma salvación. Como la salvación no se pierde, el que pierde su dignidad tiene que resignarse a vivir sin la gloria de Dios que lo envolvía, y no tiene otro remedio que esconderse todo lo que pueda detrás de sus delantales de hojas de higuera. En fin, borrar su nombre todo y existir en el anonimato. 

Si los ángeles no fueron perdonados al dejar su dignidad, no lo serías tú tampoco (2 Pe.2:4). Jesucristo ha comenzado una buena obra en ti; guarda eso. Con tu salvación has empezado a vivir un estilo de vida cristiana correspondiente con esa dignidad; se trata de tu “primer amor” (Apc. 2:4). Guarda todas esas cosas con temor y temblor. En cuanto a las prisiones de oscuridad, la palabra no indica necesariamente estar detrás de rejas sino engrillado, encadenado; y eso se corresponde espiritualmente bien con el estado de los demonios e impíos, están presos en sus vicios, codicias y dentro de sus concupiscencias.

Jud. 1:7

“Como Sodoma y Gomorra y las ciudades vecinas, las cuales de la misma manera que aquéllos, habiendo fornicado e ido en pos de vicios contra naturaleza, fueron puestas por ejemplo, sufriendo el castigo del fuego eterno”. La traducción "fornicación", aunque recoge la idea del hecho ocurrido entre los israelitas en el desierto, no es exactamente lo que Judas expresó, porque él se refirió a la inmoralidad sexual que es un poco más amplio, y por el contexto y la mención de Sodoma y Gomorra, se deduce que está refiriéndose, a eso que escribió "carne extraña", a un cuerpo no del otro sexo sino el mismo, o sea a la homosexualidad. Parece que así queda más claro el sentido en relación con las palabras usadas y el hecho histórico (2 Pe. 2:6). En cuanto a las palabras "el fuego eterno", pudieran dejarse como cenizas, dando la idea de que fueron destruidos para siempre como algo que se quema. No obstante si se evalúa la expresión y relación con la palabra de Jesús que comparó el castigo de aquellos incrédulos con los de Sodoma y de Gomorra que habrían de tener un mejor juicio, se induce que pudiera referirse también a la condenación eterna, y no solamente a la extinción de los cuerpos de aquellos homosexuales (Mt. 10:15).

Jud. 1:8

“No obstante, de la misma manera también estos soñadores mancillan la carne, rechazan la autoridad y blasfeman de las potestades superiores”. En cuanto a eso que llama "soñadores" puede referirse a las vanas imaginaciones, o a los sueños corruptos según la carne de estos que se mancillan. Porque los carnales y estos sodomitas día y noche imaginan obscenidades inventan males que satisfaga los apetitos bajos de la naturaleza humana actual. Estos señores condenados moralmente por Judas además de eso, rechazan la autoridad y soberanía de Jesucristo que él mencionó, y no satisfechos con rechazar el aspecto ético del evangelio se disponen a mostrar su arrogancia y osadía blasfemando "las glorias", como sería una traducción literal, y que algunas versiones siguiendo el sentido del contexto traducen como potestades superiores, implicando ángeles y demonios, y por lo que sigue (vv. 9,10), parece referirse principalmente a los ángeles malos. Cosa que está prohibido por Dios maldecir al diablo y a sus demonios. Esto tiene que ser fingiéndose más santos que los demás y mostrando más celo contra los enemigos espirituales que ellos, más bien los sirven, que los condena. Casi siempre obran así, la teología formada y deformada por las fuerzas éticas que la preceden, y viceversa.

 

Tenemos un cuerpo animal, convertido en templo

 

Jud. 1:10

“Pero éstos blasfeman de cuantas cosas no conocen; y en las que por naturaleza conocen, se corrompen como animales irracionales”. 

 

No es la idea de Judas afirmar que los animales como los hombres sufren de corrupción moral y espiritual; no tienen ética pues no conocen el bien y el mal. Lo que quiere decir es que el hombre se corrompe como un ser irracional; o mejor, obra irracionalmente cuando se corrompe espiritualmente. Sólo la naturaleza humana puede corromperse moralmente. Aunque nosotros exaltamos la fe con la razón para conocer la verdad de Dios, pues es por revelación, ella no hace al hombre un ser irracional, al contrario, lo convierte en un ser más sabio y sobrio en el uso de los recursos que dentro de sí y afuera tiene a su disposición.

¿Con qué fin Dios creó al hombre, para que fuera su propio fin? ¿Lo creó para que se disfrutara a sí mismo? ¿Para que haga de sí mismo la fuente y disfrute de sus propios placeres? No, no somos hechos para devorarnos a nosotros mismos, para consumirnos en nuestras pasiones, para cocernos en nuestras mismas inclinaciones. Los instintos no son el fin para el cual el hombre fue creado. ¿Comer es el motivo de la existencia, el fin? ¿Viva la gula, entonces? ¿Son los placeres el fin de la existencia humana como enseñaban los antiguos epicúreos? No, el hombre tiene una misión en este mundo mayor que sus placeres orgánicos. Vivir sólo para complacer y agasajar la carne es darle a la existencia el mismo destino de los animales; y ni aun ellos. Lo único que tenemos en común con los seres inferiores es nuestro cuerpo (cuerpo animal, 1 Co. 15), pero para templo del Espíritu Santo, y llevamos dentro una razón en la cual descansa el sello privilegiado de nuestra existencia, la distinción que nos hizo la Deidad. 

El trabajo, el estudio, el amor al prójimo, a Dios, son metas mucho mayores que el simple uso del cuerpo para complacer a los instintos; es pensar y estar seguros de tener un destino mayor. ¿No es el cuerpo para el Señor y el Señor para el cuerpo? (1 Co. 6: 13). Ese es su fin último y el más bello uso, tener a Jesucristo dentro del cuerpo. No domine la gula ni eros, ni el diablo en nuestro cuerpo. 

 

Cuidado con esos escoyos

Jud. 1:12

“Estos son escollos ocultos en vuestros ágapes, cuando banquetean con vosotros sin temor, apacentándose a sí mismos; son nubes sin agua llevadas por los vientos, árboles de otoño sin fruto, dos veces muertos y desarraigados”.

 En la versión Reina-Valera se traduce “manchas” (usada en Efe. 5: 27; 2 Pe. 2: 13), que en griego es una palabra que se parece mucho a la que aquí se usa que significa “roca, arrecife, escollos”, que es una mejor traducción porque él ha hablado de que esos individuos “espuman su propia vergüenza”, que es una alusión al oleaje marino y “fieras ondas del mar”. Esas personas en las reuniones de la iglesia no deslucen a la iglesia por ser manchas, sino como “piedras de tropiezo y rocas que hacen caer”, son virtualmente un problema para el movimiento de la congregación. Judas habla sumamente fuerte sobre cierta clase de hombres que él conocía y dentro de las cosas que conocía menciona que ellos habían sido dos veces muertos, lo cual lo dice como énfasis mortal, para acentuar que se hallaban totalmente muertos, muertos más allá de toda posibilidad de que tuvieran algún residuo de vida en ellos, sin esperanzas de ningún tipo; pero también pudiera indicar que habían sido dos veces maldecidos porque la muerte es una maldición de parte de Dios, también para señalar la gravedad de sus pecados cometidos por los cuales habían sido doblemente maldecidos, doblemente castigados porque doblemente habían cometido los mismos pecados; sin embargo, amado, me aventuro sino por medio de ellos sí pensando en otros, a deducir que habían sido dos veces avivados, en dos ocasiones habían sentido la vida en ellos, habían abierto sus ojos, habían respirado un aire fresco, se habían unido a la compañía de los vivos, tomaban un nombre viviente, comían los alimentos de los vivos, pero habían vuelto a morir por segunda vez, y de nuevo alcanzados por la vida, repetido el mismo proceso de salvación y recaído. Y todo eso no tiene nada que ver con el sube y baja de la teoría de la caída de la gracia y la pérdida de la salvación, la cual, estos desdichados nunca tuvieron, porque una vez en la gracia siempre en la gracia. Simplemente “estaban con nosotros, pero no eran de nosotros” (1 Jn. 2:19), porque si hubieran sido de nosotros no se habrían portado tan mal. Y es mejor que esos escoyos no anden por el camino que nosotros vamos para no tener que tropezar con ellos y seguir andando, lamentando por un centenar de días, habernos cruzado con ellos.

 

Jud. 1: 13

"...son olas furiosas del mar, que arrojan como espuma su propia vergüenza; estrellas errantes para quienes la oscuridad de las tinieblas ha sido reservada para siempre". Judas como nuestro Señor menciona "las tinieblas de afuera" (Mt. 8: 12; 22: 13). No son las tinieblas donde va el "alma" sino la persona completa después del juicio. Miembros errantes. Cambian de posiciones. No son fijos ni estables, ni se puede confiar en ellos. Son engañadores. Lo de vergüenza puede ser que sea lo que Pablo dice en Flp. 3: 19. O gente sin vergüenza, con hechos vergonzosos.

Jud. 1: 14-17

"De éstos también profetizó Enoc, en la séptima generación desde Adán, diciendo: He aquí, el Señor vino con muchos millares de sus santos...". Aquí terminó su referencia a los falsos maestros; apoyó su argumento en una página de un libro no inspirado por Dios pero que dice la verdad. Murmuran y se burlan de las doctrinas (v. 18), sobre todo de la segunda venida de Cristo; una doctrina santa que es para edificación (v. 20); hablan arrogantemente (vv. 16, 8), y además adulan por dinero. Y por último los acusó de divisionistas (v. 19), que parten la iglesia y no les importa, con tal de salir ganando.

Jud. 1:19, 20

"Estos son los que causan divisiones; individuos mundanos que no tienen el Espíritu". Compara a unos que no tienen el Espíritu Santo y los otros que oran en el Espíritu; los carnales y mundanos, y los espirituales. El Espíritu Santo hace la diferencia. Orar en el Espíritu Santo es orar fervientemente, con fe, con ciencia, ardientemente, con unción. Si no tienen el Espíritu (no menciona los dones) no son de Dios.

 

La iglesia piensa poco en el fuego de los impíos 

Jud. 1:20-24

"...conservaos en el amor de Dios, esperando ansiosamente la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna...". Continúen orando y edificándose sobre las creencias que les han transmitido; no se salgan del amor por Dios ni dejen de esperar a Cristo para vida eterna. Ayuden a los que están doctrinalmente dañados (v. 22); pero que vuestra tarea no sea sólo curar sino salvar, esto es evangelizar (v. 23), sacar del fuego a esos “tizones” encendidos y que humean (Zac. 3: 2). Conservarse en el amor quiere decir: creyendo ese amor, sintiéndolo y compartiéndolo (v. 21). La salvación es una misericordia suya. A los que se han enfermado con la nueva herejía convencerlos con argumentos y exposiciones bíblicas. 

Uno se pregunta, ¿quedarán sanos? ¿Dejarán esas enseñanzas cicatrices en sus vidas? (v. 22). En el v. 23 pienso que se refiere a la labor evangelística de la iglesia. La iglesia suele pensar poco en el fuego de los impíos. Cuidado no nos contagiemos con los mismos males que deseamos curar. Ningún contacto con los pecados que algunos transmiten por todos lados, ojos y bocas, y  hasta desde sus ropas. Muéstrale al Señor que quieres ser santo deshaciéndote de aquellas cosas que provienen del pecado y que tienen intenciones pecaminosas (Mt. 5: 29). El verá con agrado que el pecado está afuera de tu corazón y que quieres destruirlo, (vv.1, 24). Las ropas de algunos ya huelen a humo.

 

La perseverancia de los santos

Jud. 1:24, 25

“Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída y para presentaros sin mancha en presencia de su gloria con gran alegría...”. Alaba al Señor por adelantado porque sabe que ellos serán fieles porque él los ayudará, amén (v. 1). Judas comienza mencionando la perseverancia de los santos y termina su epístola nombrándola nuevamente. Termina su epístola como redondeando la salvación: “Yo sé que ustedes serán fieles porque Dios los guardará “sin caída” y “sin mancha” porque quiere presentarlos delante de sí mismo “con gran alegría” por parte suya (Lc. 15:10). El corazón de Dios se alegrará vernos llegar a su presencia (es la salvación); y será esa llegada motivo de alegría angelical. Si ellos se alegran cuando un pecador se arrepiente, el gozo tiene que ser mayor cuando al fin llega, porque han estado esperándolo todo ese tiempo. Es decir, cuando nosotros y nuestros amigos entremos al cielo, y allí nos unamos a la bienvenida de otros. Recuerdo la mujer de Lot, en estatua convertida, para no mirar como ella, a lo que queda atrás, sino olvidarlo. Amén.



























































 







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