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sábado, 4 de octubre de 2025

Filipemses Mis Notas

 Carta a los filipenses

 

Invitación

Cuando comiences a leer esta epístola y su exposición tendrás la convicción que el Espíritu nos invita a un festín, y que nos espera una mesa llena de corderos engordados, palominos, hojuelas amasadas con miel, tortas de harina, panes de la proposición y otros muchos manjares. Salta el corazón de puro entusiasmo pensando en lo que podríamos recibir.

Es tanto el río de la Revelación, tan ricas sus aguas, que no puedo conformarme con unas gotas de aquí y otras de allá, dejando correr todo el resto del precioso líquido, siendo yo mismo un peregrino tan sediento que como el siervo, brama por las corrientes de las aguas. Es delicioso comenzar por la fuente del Espíritu e ir bebiendo en todo su recorrido por la vieja Filipos hasta su desembocadura en Dios. 

 

“Es generalmente conocido que Filipos fue una ciudad de Macedonia, situada en las fronteras de Trace en los valles precisamente donde Pompeyo fue vencido por César y Bruto y Casio después por Antonio y Octavio. Así las guerras civiles romanas hicieron famoso este lugar por estos dos acontecimientos. Cuando Pablo fue llamado a predicar en Macedonia fundó una iglesia en aquel lugar (Hch. 16:12). Y no solamente esta iglesia creció en la fe sino que con el paso del tiempo, como la carta misma lo demuestra, aquellos hermanos crecieron en número y progresaron en virtudes.

  “La ocasión para que Pablo les escribiera a los filipenses es fue esta. Ellos habían enviado por medio de Epafrodito, su pastor una serie de cosas de extraordinario valor que le ayudarían mucho en su prisión. No cabe duda de que Epafrodito el estado general de la iglesia y aquellos aspectos en los cuales ellos podrían ser amonestados. Parece no obstante que los falsos apóstoles que rondaban por todos lados podrían ser una amenaza para la sana doctrina; pero este no fue el caso pues habían permanecido firmes en la verdad del evangelio. Sin embargo, posiblemente por la sugerencia de Epafrodito él inserta algunos consejos para fortalecerlos y animarlos. Les promete enviarles a Timoteo y excusa a Epafrodito por no poder ir. En el tercer capítulo ataca los falsos apóstoles y el alarde de ellos en relación con la doctrina de la circuncisión. Contra tales invenciones el les coloca a Cristo solamente para abatir la arrogancia de ellos les dice que la meta de ellos para lograr la perfección debe ser luchar para que toda la vida consista en comunión con Cristo que es la cabeza de la iglesia, en su muerte y resurrección, y esto mismo se a saber por medio de su ejemplo (Comentario de Calvino, pag. 225)

 

Notas

Flp. 1:1

   “...los santos en Cristo Jesús que están en FILIPOS, incluyendo a los obispos y diáconos” ¿Cómo es que dicen algunos que la iglesia no necesita pastores y diáconos, y que ella puede ser dirigida por laicos? ¿O que con los diáconos es suficiente? ¿O que el pastor puede hacerlo todo? No, ambos son necesarios para cuidar el rebaño; los santos miran a sus pastores y diáconos como las ovejas la vara y el cayado y se alientan; así los santos en las iglesias. Bendice Señor estas uniones espirituales (Hch.6:1-6).

Flp. 1:3, 4

   “..orando siempre con gozo en cada una de mis oraciones por todos vosotros” ¡Qué importante es que el ministro entienda el valor de sus oraciones y las use continuamente para atraer misericordia sobre la iglesia! Esas oraciones alegres por los filipenses.

 

Los hermanos y hermanas con muchos defectos

Flp. 1:6

   “...estando convencido precisamente de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús” Oh Señor, ¿pudiera yo estar seguro de la perfección de la salvación de hermanos en cuyas vidas uno ve que tú no pareces tener la preeminencia? ¿Qué obra podrá estar haciendo tu Santo Espíritu si no se ve que mejoren? ¿No parecen estar escuchando el evangelio de balde? ¿No resbalan sobre sus almas las más ardientes exhortaciones? Tal vez esté fuera de mi vista lo que tú haces en ellos, que yo, como hombre sólo miro lo de afuera pero tú miras el corazón, o que sólo observo sus debilidades o que para mí sus vidas siguen estancadas en el recuerdo de sus pasados pecados. Tal vez haya hermanos cuya relación contigo sea mucho mejor que lo que suponemos o vemos o aparentan.

Nota esa palabra paulina: persuasión (convencido, seguro), y sus deseos de amar, que parecen fundirse en una misma cosa (vv. 7-11) y cómo ora por ellos. Oh alma mía, te niegas a reconocer que tus hermanos cambian y son transformados de gloria en gloria como por un espejo a la semejanza del Señor, que ellos se arrepienten en sus oraciones y se humillan ante Dios, que él tiene de ellos misericordia. No crees en el perfeccionamiento de la salvación de ellos, ¿por qué? ¿No será porque tú no lo deseas? ¿O porque tienes celo y envidia y necesitas que no se perfeccionen para seguir despreciándolos y no tener que perdonarlos? Dios trabaja en ellos como en ti.

 

Nuestra experiencia de bendición a otros

Flp. 1:12-14 

  “Y quiero que sepáis, hermanos, que las circunstancias en que me he visto han redundado en el mayor progreso del evangelio”. Todas las experiencias que Dios nos hace vivir son para el progreso del evangelio, pero no todas lo hacen progresar igual. Nuestra vida puede ser tocada directamente por medio de un sermón, etc., pero indirectamente por medio de otros porque Dios no mira la gloria de nuestras personas ni la satisfacción que sacamos de lo que hacemos, sino el beneficio de que somos; ¿por qué te entristeces alma mía que no has sido útil como deseabas? ¿No será que tu tristeza y frustración yacen cuando consideras la obra de otros, y eso tiene como fondo la envidia y no el celo por la gloria de Dios y el progreso del evangelio examina tu utilidad? Si Dios en su misericordia quiere y santifica nuestras experiencias, buenas o malas, alguna gente saldrá ganando con ellas. Tal vez Dios quiera que seamos de bendición a ciertas personas que no alcanzaríamos si no viviéramos ciertas cosas; hablar experimentalmente la gracia de Dios es un tesoro inescrutable. Generalmente cuando el diablo interviene en nuestros asuntos o el pecado también, y derramamos muchas lágrimas, y todo no parece tener un sentido positivo ni cooperar para nada para el bien de los otros y el propio, Dios cuya profundidad de sabiduría alabó san Pablo, sabe cómo poner toda las cosas juntas, enderezar nuestros pasos y todavía tocarnos para bendición de otros.

Flp. 1:19

   “..resultará en mi liberación mediante vuestras oraciones y la suministración del Espíritu de Jesucristo   “ No mediante la oración sola sino con el Espíritu Santo; ellos oran y Dios envía el Espíritu de Cristo y mueve los corazones de los romanos, los conduce a decisiones y Pablo es liberado. Amado Señor, yo sé que la oración no es omnipotente sino tú, he orado por algunas cosas y aún falta que tú envíes tu Espíritu. En todas las cosas, ordinarias o extraordinarias, fáciles o difíciles, pidamos la   “suministración del Espíritu Santo”, amén.

Flp. 1:20

   “..conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado” (Anhelo o ardiente expectación) Fíjate que sus deseos y esperanza son una misma cosa; en ese mismo sentido querer y creer suelen ser lo mismo y se pasa del deseo a la fe. Cuando Dios va a dar fe nos hace desearlo primero. Pablo no habló con el coraje de un bravucón sino como hombre que tiene esperanza. Señor aumenta mi esperanza hasta que pueda hablar así.

 

Para qué buscas confirmación en las experiencias de moribundos

Flp. 1:23

   “..pues de ambos lados me siento apremiado, teniendo el deseo de partir y estar con Cristo, pues eso es mucho mejor”.  Oh alma trémula ante la perspectiva de tu disolución, que no puedes hallarte segura de la existencia del alma, ¿hasta cuándo tendrás que oír sobre el tema? ¿Por qué retrocedes como herida por un dardo cuando te ofrecen el argumento de un hereje? ¿Qué estocada es esa que te hacen con textos de la vieja revelación? (Ecl. 3:18-22).  He aquí Pablo que es más que Salomón, afirma que su muerte es una partida (viaje), y que cuando uno muere, ya se halla junto al Señor. ¿Para qué quieres más? Esa es la esperanza de San Pablo, si es que Cristo no viene antes y su cuerpo resulta transformado. ¿Tiene el Espíritu que decirte lo mismo varias veces porque con una vez no basta para que creas? 

¿Qué puede importarte lo que significa la palabra   “vida  “ en hebreo,   “alma” en griego,   “espíritu  “ en hebreo,   “sheol”   “hades  “ si aquí mismo ante tus ojos Pablo afirma que si se muere va junto al Señor y es muchísimo mejor que vivir? ¿Juzgarás esta esperanza apostólica por las palabras de un desilusionado sabio de la antigüedad? ¿No podrás por este solo versículo apropiarte de la fe y dejar tus temblores? No necesitas más revelación sobre el asunto. ¿Para qué buscas confirmación en las experiencias de moribundos o en éxtasis de algunos hermanos que afirman haber ido en espíritu al cielo?

Flp. 1:27-30 

   “..de ninguna manera amedrentados por vuestros adversarios...”. Si tu deseo es preservarte como cristiano, cuidar tu vida espiritual, eso está bien, pero el Espíritu te pide que además de cuidar tu salvación la compartas y te vuelvas un combatiente. Es esa misión de la iglesia. No pide permiso a nadie para hablar a otro de Cristo; evangeliza como un desafío.

Flp. 2:1

   “..si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión   “ A Efesios se le llama   “Carta de la Unidad Cristiana” pero ¿qué me dices de este capítulo? La iglesia que viva así lo hará como el Espíritu quiere. ¿No podrás tomar algo de Cristo para ti hoy? Dios ¡cuánto hay en Cristo! En el habita corporalmente tu plenitud, ¿no toma la iglesia su vida de la Suya? ¿No le diste el poder de tener vida en sí mismo? Danos un poco de Cristo. ¿Qué necesitas hoy corazón? ¿Consuelo? ¿Comunión con tus hermanos? ¿Amar a alguien entrañablemente? Alza tu petición a Cristo.

 

No buscando cada uno sus propios intereses

Flp. 2:3, 4

   “..Nada hagáis por egoísmo (contienda) o por vanagloria..”. La palabra aquí egoísmo es aproximada al contexto, pero la que usó Pablo es   “eriteia” que significa primeramente debate, discusión, también pleito (1Ti. 6:4; Tito 3:9) y da origen a otro significado que es división. O sea, el debate, el pleito, las discusiones, producen separación entre los hermanos, y en el fondo de eso el estimarse los unos superiores a los otros. 

Entonces una traducción aproximada de sentido sería, por usar un lenguaje moderno, autoestima, o la que seguidamente usó Pablo, vanagloria, que trata de darle explicación al anterior que tal vez no consideró totalmente exacta de acuerdo a su pensamiento. En ese caso tenemos un pensamiento paulino totalmente opuesto a la psicología moderna que promueve constantemente desde chicos en las escuelas hasta la muerte, la megalomanía, o manía de grandeza. El apóstol Pablo enseñó, y combatió por adelantado en lugar nuestro, la formación escolar de hacerle creer a cada persona que es superior a los demás, y mejor. Usa este versículo para recortar las brasas de tu orgullo. Al menos en una cosa tu prójimo es mejor que tú. 

¿Cómo podrás sentir esto y formarte con la exagerada autoestima humana que hoy la psicología inculca?    “..no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás” Y esto completa el pensamiento. Debe ser poderosa la capacidad de la iglesia, y los pastores tienen que insistir en eso, en la formación cristiana de los miembros, insistir en el amor al prójimo que no procede ni atraviesa desde Dios a través del yo individual. 

El amor al prójimo tiene como base la negación del amor propio, y la valoración de las necesidades y la proyección hacia fuera del yo, es un impulso necesario promovido por el evangelio y la enseñanza de la Escritura. Es imprescindible que la iglesia actué rápido y enérgica en relación con la formación de sus miembros. Basta ya de predicar sermones vacíos, psicologizados, que no cambian el carácter y confirman a los creyentes que viven inmersos en una sociedad que continuamente los bombardea con esta forma filosófica de pensamiento centrada en el ego. Disciplina tu mente para que no gire en torno a tus propios problemas sino que pienses también en los que tienen otros.

 

La ruptura de la vanagloria y del egoísmo

Flp. 2:5-9

   “..Haya, pues, en vosotros esta actitud (sentir) que hubo también en Cristo Jesús”. Aquí se refiere a lo anteriormente dicho, el entregarse por los demás, el renunciar al ego propio por el yo de otra persona; la ruptura de la vanagloria y del egoísmo, de las peleas y de la autoestima exagerada, en la cual no yace el equilibrio de la personalidad, el cual está afuera y no dentro del individuo. Se halla en el prójimo y en Dios; siguiendo el ejemplo de nuestro Señor que siendo tan grande, mucho más grande que todos nosotros juntos, que todos los ángeles juntos y teniendo más gloria que todos ellos, renunció a su posición y jerarquía, y se hizo hombre y se humilló entre nosotros, tomando sobre sí mismo una cruz para morir por los pecados de los hombres. Es el ejemplo que nos dio Jesús, y es el ejemplo para la iglesia, no la creación de un individuo moderno centralizado en su propio yo, en sus supuestas virtudes y en sus intereses propios. Es tener la mentalidad de Cristo en relación con lo que uno es y con lo que son los otros, como vivió Jesús, y romper una vez por siempre, con la vanagloria y el egoísmo.  

 

Flp. 2: 8

   “..se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Oh Dios Santo, danos tu gracia para que yo seamos obedientes hasta la muerte como lo fue Jesús, que ninguna cosa nos saque de la senda donde tu Espíritu Santo puso nuestros pies.

 

Flp. 2:9-11

“y toda lengua confiese que Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. Oh Dios, tú has exaltado al tu Hijo y lo has hecho Señor del mundo, tú nuestro Dios, gobiernas el mundo por su mano, toda potestad le diste en el cielo y en la tierra, le diste autoridad para perdonar pecados; si, él es Dios sobre todas las cosas (Ro. 9:5). Pablo cree en su señorío y divinidad por cuanto comienza con   “en forma de Dios”, tomando “forma de hombre, semejante a los hombres”. Es Dios y es hombre. En Jesús tenemos un gran ejemplo para humillarnos, servirnos y no creernos mejores que los otros.

Flp. 2:13

  “Dios es el que produce el querer como el hacer por su buena voluntad”. ¿Lo crees? Está queriendo decirles que Dios quiere, que Dios está dispuesto, que Dios tiene buena voluntad, que es su voluntad la salvación de ellos y especialmente está interesado en que ellos trabajen en la salvación. En nuestro corazón y en el de otros es él quien actúa y produce lo que quiere. El significado de estas palabras, dentro de la vida cristiana, es casi infinito. Estas palabras son unos pilares de la salvación por la sola gracia y de ese esquema bendito llamado paulinismo y cristianismo.

 

Unos ganan almas y otros las edifican

Flp. 2:16

   “..sosteniendo firmemente la palabra de vida, a fin de que yo tenga motivo para gloriarme en el día de Cristo, ya que no habré corrido en vano ni habré trabajado en vano”. Amado ministro, tú que gimes por tu ministerio, que no has podido ganar todas aquellas almas que hubieras querido, que juzgas  severamente tu ministerio y te sientes inútil y poco bendecido; ¿no sabes que hay recompensa para los que edifican las almas que otros han ganado? Si lees 1 Co 3:8, verás que el apóstol dice,  “y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor”. Si te fijas en el contexto de las palabras que se escriben a los filipenses verás que espera no haber trabajado en vano con ellos si siguen fieles en la vida cristiana, si no descuidan la salvación. La vida cristiana de los hermanos, quienquiera que haya sido el que los ganó, si tú participas en ella y continúas la salvación que otro comenzó, recibirás alabanza del Señor. Dios pone a unos como a Apolos para que sean “de gran provecho a los que por la gracia habían creído” (Hch.18:27,28) y a otros para que planten, “no sobre fundamento ajeno” y ganen almas (Ro.15:20). ¿No hizo el mismo Señor a unos pastores, a otros maestros, a otros evangelistas? Si Dios te ha llamado para que edifiques muchas vidas, para que continúes el trabajo que su Espíritu comenzó por medio de otro hermano, no te lamentes ni lo tengas de poca importancia. Si Dios te llamó para esa clase de servicio y te glorías en el número de conversiones y no en el trabajo interno del Espíritu, siempre te sentirás mal. Tanta gratitud debe sentir un alma por el que la ha salvado como por el que la ha edificado en la salvación y le ha ayudado a tener una vida cristiana hermosa y fiel. Ante los ojos de Dios no vale más uno que otro, no es mejor ministro uno que el otro, todos  “son una misma cosa”, siervos del Señor Jesucristo. Oh, mi Dios, perdónanos cuando miramos con envidia los dones de otros y sentimos celos por aquellos que son más bendecidos que nosotros en ganar almas, permite Señor que yo no piense que mi trabajo y mi ministerio sean inferiores al de ellos porque a mí se me ha dado la labor de perfeccionar a los santos, a los que he ganado con tu palabra y a los que otros han ganado, cuando trabajo como pastor y cuando hago obra de evangelista. ¿De qué podrán gloriarse aquellos que han ganado almas muy preciosas si ellas no continúan en el camino de la fidelidad, o si son poquísimos frutos? ¿De qué podrán gloriarse si no hubo quien las atendiera para que llegaran al cielo y se quedaron por el camino y la obra que hicieron se deshizo, si se volvieron al lugar desde donde fueron sacadas?

 

Escasean a veces los buenos ministros 

Flp. 2:20, 21

  “Pues a nadie más tengo del mismo sentir mío y que esté sinceramente interesado en vuestro bienestar”. Mejor sería la traducción que “a nadie tengo del mismo pensamiento” “con la misma siquis” “con espíritu similar”. La mayor parte de la gente no ama a su prójimo, son oportunistas, los tratan por conveniencia y por lo que tienen, no por verdadero amor de amigo, hermano, por lo que son (Judas 1:16). Cuando llegue el día que no te necesitan te olvidan completamente y hasta te difaman porque odian (1Jn. 3:11-18). Y desdichadamente, no te alarmes hermano, dentro del ministerio evangélico sobran esta clase de personas; no te desalientes y si encuentras alguno, algún precioso ministro que lo ha dejado todo para predicar el evangelio, acude a sus enseñanzas y no te cambies de sitio por nada del mundo porque escasean a veces los buenos ministros.

Flp. 2:27, 28

   “.. pero Dios tuvo misericordia de él, para que yo no tuviera tristeza sobre tristeza”.  La vocación para el ministerio cristiano es difícil, envuelta en muchas tristezas, por mucho gusto y contentamiento que tenga en el Señor, por mucho que aprenda (4:12), siempre tendrá tristezas, conflictos, temores, frustraciones, desalientos; exhortando a los demás a que tengan gozo (2:29;3:1; 4:4), él y sigue triste. Y a esto se le debe añadir escasez, peligros, deshonra, poca estima, poco dinero, impopularidad y preocupación. Para ser ministro del evangelio hay que estar loco por Cristo (2 Co. 5:1311:16, 23).

Flp. 3:2

  “Cuidaos de los perros, cuidaos de los malos obreros, cuidaos de la falsa circuncisión”. Los perros, los mutiladores del cuerpo; así llama a los judaizantes, ¿está enojado san Pablo? ¿Le llamaría así a los actuales mormones, Testigos de Jehová? ¿Es el lenguaje de quien ama las almas? Quizás sólo los apóstoles, los profetas y los reformadores hablaron así.

 

El cristianismo no es un calendario ni dietas

Flp. 3: 3

   “..que adoramos en el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús...”. Señor yo también me glorío en Cristo Jesús. Gloriarse en él y en la carne es como de la noche al día. El gozo y orgullo de mi salvación está en lo que él hizo y lo que él es (Efe. 2: 8, 9). Bien claro que lo dice, que su vida cristiana es espiritual, sin comidas, leyes (aunque está bajo la ley de Cristo (1 Co. 9: 21), ceremonias, y días festivos. El cristianismo está centrado en una Persona, no en un calendario ni en dietas. No es   servir   en espíritu sino   adorar o dar culto; y por cierto no se refiere al   culto del domingo sino a la vida cristiana que ha de ser una continua adoración. Oh alma mía, adora a Dios en todo, con lo que comes, bebes, en tus alegrías y tristezas (1 Co. 10: 31; Col. 3: 17). Señor haz de mi vida un culto cada minuto, que trabaje, ore, camine, duerma, esté solo o acompañado, soltero o casado, estudie, un total culto a ti.

 

Irreprochable quizás pero no cristiano

Flp. 3: 6

   “..en cuanto a la justicia de la ley, ser hallado irreprensible...”. O ser hallado irreprochable. Eso es lo que quería ser Pablo antes de ser cristiano, cuando era enemigo de todos ellos. Ese error se repite a través de todas las edades hasta hoy. ¿No sabes que puedes ser tenido como una persona irreprensible y sin tacha y sin embargo no ser cristiano, no tener la salvación, estar destituido de toda esperanza de perdón y aceptación por Dios? Sé precavido con esto ahora que estás del lado acá de la eternidad. Aunque tu vida sea aplaudida por todos no eres salvo si no eres aprobado por Dios en Cristo. Hay veces que no son las cosas malas por las que perdemos la vida eterna sino por las buenas, las que nos hacen sentirnos orgullosos, complacidos, las que nos convierten en buenos padres, buenos hijos, notables ciudadanos, personas de bien, filántropos. Y no sólo las buenas sino por las religiosas, no las paganas, sino las mismas que ha instituido Dios, cuando las contamos como méritos y las usamos para hacernos personas dignas, por las obras, no por el Espíritu y la fe, no por la sangre de Cristo. Yo no quiero exclusivamente ser tenido como una buena persona sino como cristiano. ¿Y las gracias de Dios también no suelen atrasar nuestra salvación? Como he dicho, si el fin de ellas es hacernos virtuosos para nosotros mismos, para crear una imagen religiosa con la cual encandilar los ojos del prójimo. Sobre muy buenas personas,  lee esto (Lc.  7:5; Hch. 10: 2), y no olvides al joven rico que se entrevistó con Jesús, y dio media vuelta y se marchó lamentando no poder ser cristiano como se le pedía (Mr.10:17-23).

Flp. 3: 10

   “..y conocerle a Él, el poder de su resurrección...”.  Permíteme Señor sentir más y más el poder de tu resurrección, que mi vida se transforme de gloria en gloria.

 

Sale del pasado y deja de ser propiedad de él 

Flp. 3:11-14

   “pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, continuó hacia el supremo llamamiento para el cual fui asido por Cristo”. La parte fundamental de la meta, sobre la cual se puede edificar un futuro, es el olvido de aquellas cosas que interrumpieron la meta; y pienso, mis queridos hermanos, que la mejor forma de olvidar es con perdón y con promesas. Ese es un olvido sano que permite sacarle frutos al pasado. Sin ese sentido de perdón no puedes ir feliz hacia el futuro. Para ir bien hacia la meta hay que arreglar las cosas (1) con Dios (2) contigo mismo (3) con los demás. Oh, siempre, en primer lugar poner en orden tu vida con relación a Dios, alumbrarla con su luz, buscar su sonrisa de aprobación y el auxilio de su gracia. Después, tu reposo espiritual; aceptar el perdón por los errores para que puedas tener paz; aquí corre la gracia para que disfrutes el perdón y te regocijes en ser perdonado e ir convirtiéndote, con la bendición de Dios, en una persona nueva, y esto puedes estar seguro, es lo más importante, ser una persona nueva y sobre todo mejor. Y ¿cómo? Con las promesas de Dios, ellas son, con la bendición del Espíritu Santo, las que renuevan tu vida, las que te permiten respirar, sonreír y luchar por el futuro y la meta que tienes. Oh, crear cosas nuevas que sustituyan el pasado, que se vuelvan un nuevo pasado, no traer al presente lo que pertenece a un enojoso pasado.

Cuando estés saliendo del pasado y dejes de ser propiedad de él, sé otra persona espiritualmente diferente y mejor; más llena del amor de Dios y más similar a tu Salvador, nuestro Señor Jesucristo. Oh sí; que lo que vayas buscando sea el amor de Dios, sea en definitiva a Dios mismo, y a Cristo en quien él ha vertido su todo. Limpia tu vida de cosas feas y llénalas con un profundo amor hacia Dios y una inmensa gratitud hacia Jesucristo en cuya sangre eres purificado; y en una bendita y gozosa comunión con el Espíritu Santo, amén. 

 

Casi me regocijo por seguir siendo pecador

Flp. 3:12

  “No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús”. Hay dos verbos o mejor dicho un solo verbo repetido dos meses en el texto: (alcanzar) asir, o atrapar, agarrar. En las palabras de Pablo la primera vez significa esperanza y la segunda vez implica seguridad. Dime si sientes como yo una fuerza interna que te empuja adelante, cada día mis sentimientos están un poco más allá, ningún punto donde arribo es definitivo, estoy en él temporalmente para refrescarme un poco y tomar aliento y de nuevo siento un viento que me empuja hacia delante. A veces no sé si a pesar del tiempo que ha pasado que sigo Cristo, si he ido muy lejos o he dado vueltas en círculos. Tal vez sea así, como un vaso gira en el torno bajo la mano del alfarero. Puede que la meta sea una proyección que gira y gira hasta que la imagen de Cristo quede completa en mí. Ser justificado por la fe no es la perfecta vida cristiana. Ahí empieza una carrera. Hagámonos esta pregunta, ¿nos gustaría ser perfectos en este mundo?, no digo allá en el otro donde los espíritus de los justos alcanzan la perfección o cuando venga lo perfecto y se acabe aquello que es en parte, me refiero ahora mismo. Si fuéramos perfectos no tendríamos que luchar contra ninguna corrupción interna, dejaríamos de gemir por él, nunca nos asaltaría ninguna tentación, pasaríamos junto a ella completamente indiferentes y viviríamos como extraños en este mundo, como si no estuviéramos en el cuerpo. Sin dudas que confesar, sin nada de qué arrepentirnos. Si fuera perfecto se acabarían mis experiencias con la gracia, se acabarían mis beneficios constantes de la muerte de Cristo; y ¿cómo leería su palabra que no fue escrita para personas inmaculadas ni para ángeles? ¿No perdería la compañía del Espíritu porque no lo necesitaría? Casi que me regocijo porque aún sigo siendo pecador y que no sea perfecto; experimentando la salvación me glorío en problemas, enfermedades, asaltos diabólicos, debilidades, caídas, heridas, vergüenzas, porque así siento y percibo la dimensión y la proporción de la misericordia y los favores de su gracia. 

Flp. 3:13

   “..olvidando lo que queda atrás...”. No crean que he llegado ya a donde quería, todavía estoy lejos, me falta un poco, alcanzar la presencia de Cristo, mi   “supremo llamamiento”, pero estoy resuelto a olvidar lo que he dejado atrás... ¿Qué? ¿Las pedradas que me dieron, los latigazos injustos, las apostasías de iglesias, las traiciones, las ingratitudes, los abandonos, los robos? Esas cosas ya las ha olvidado, lo que quiere olvidar son sus éxitos, la satisfacción propia...

Flp. 3:14

   “..hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús...   “ Puede Dios hacerte varios llamamientos, a servir, predicar, al obispado, pero todos esos no son el   supremo, el más importante es a la salvación, a que seas como Cristo (Lc.  10: 17-20). ¿No sabes que sólo así podrás ser llamado hijo de Dios? (1 Jn. 3: 3, 9, 10),  hermano de Cristo (Ro. 8: 29, 30). ¿No nos enseña eso la Escritura que ha dejado fuera a los que echan demonios? Judas era apóstol, Demas era un misionero, Nicolás un diácono, Diótrefes un líder poderoso; pero ninguno aseguró su supremo llamamiento (2 Pe. 1: 10).

Flp. 3:15, 16

   “..tengamos esta misma actitud”. La palabra que actitud es el resultado de una forma de pensar; de sentir también, pero de pensar primero. Lo mismo ocurre aquí dos veces que en 2:5 una vez; no es   “sentimiento” sino pensar,   “si otra cosa pensáis” Cada vez que un cristiano abre su Biblia necesita una revelación de Dios, la ayuda del Espíritu Santo. O en cualquiera otra cosa Dios tiene que revelarnos lo correcto.

Flp. 4:2, 3

   “..Ruego a Evodia y a Síntique, que vivan en armonía en el Señor   “ Por carnalidad o por influencia diabólica, en el círculo apostólico había desunión. No es admirable que hoy la iglesia sufra con las discrepancias de sus líderes. Ayudaron a otros, pero ellas mismas necesitaban la cooperación de otros hermanos para limar sus diferencias.

 

Si no tienes motivo para sonreír 

Flp. 4:4

  “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez lo diré: ¡Regocijaos!”.  ¿No tienes motivo aparte de Cristo para sonreír, cantar y estar alegre? Hállalos en él. Hállalo en la promesa de su presencia, porque ha dicho   “yo estoy con vosotros todos los días”; entonces hay motivos para desterrar la melancolía por causa de la soledad y el abandono. Hállalo en la especialidad de su amor porque si te hace sufrir que nadie te ama o que muy pocas personas lo hacen, de él se ha dicho que amó los suyos hasta el fin (Jn. 13:1) y que nada nos separará de su amor (Ro. 8:35). Hállalo en él como un hombro de reposo (Mt. 11:28). Hállalo en las innumerables oportunidades que da (Jn. 21:16).

 

Ningún afán tiene justificación

Flp. 4: 6

  “Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios.  Así he orado:   “Señor, la inquietud suele ser mi frecuente compañera. Oro, pero parece que oro con poca fe porque sigo afanoso; alcanzo una paz temporal y de nuevo pierdo el sosiego. ¿Estaré orando contra lo que es tu propósito incambiable? ¿No alcanzo fe y conformidad porque oro contra tu voluntad?  Debo conformarme con la medida de bendición que me des. No quiero traspasar los límites de tu propósito conmigo e ir sin resultado más allá de los dones que me has dado. No es mi caso que si soy nariz y veo a otro ser ojo quiero serlo también.  No es por comparación mi inconformidad con mi fe, con mi siega, sino con mi vocación. Espero más de mí mismo… y de ti. Ayúdame a estar contento con un talento como está otro con tres. Oh alma mía, ¿qué has adelantado en tus inquietudes?, ¿te han traído lo que querías? No. Hubieras hecho mejor si reposas en fe. 

Nota que Pablo pide que se ore sin afán y que en oración se escrute la vida cristiana y se encuentre en ella misericordias de Dios y se exprese gratitud por haberlas recibido; desde el momento que hacemos eso la tintura de la oración cambia de color, y en vez de orar pesimistamente y con agonías y tristezas, se comienza a orar con gratitud, y tal disposición de ánimo está más cerca de la fe que expresiones continuas de lamentos, desesperaciones e incredulidad. Nuestra mala disposición de ánimo suele estorbar la fe. Por nada, dice Pablo, por lo tanto, ningún afán tiene justificación. Señor Jesús, llámame a tu reposo.

 

Paz, si la percepción de las cosas es adecuada

Flp. 4:7

  “Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús”. O vuestras mentes. Es significativo que la palabra   mente en griego que es “noéma” también significa   percepción y   disposición, y está hablando de la mente, lo que conocemos como el mundo del intelecto. Es importante, dice el Espíritu, que no hagamos  “la voluntad de los pensamientos” (Efe. 2: 3), como literalmente quiere decir, de los   “profundos pensamientos”, o de los ejercicios de la mente, cuando se le da vuelta dentro de ella sin parar a alguna cosa, y por implicación se refiere a  las facultades de imaginarse cosas, desearlas, temerlas, padecerlas, sufrirlas o disfrutarlas de antemano. Nosotros mismos, en ciertas situaciones, somos incapaces de controlar los pensamientos y nos llevan a pensar o imaginar cosas y situaciones que nos sumen en pánico. Necesitamos que Jesús se meta en nuestras cavilaciones y nos proteja dentro de una burbuja de fe. Que no nos deje solos, pensando. 

La paz mental se mantiene si la percepción, como ya he dicho que significa, de las cosas es adecuada, y que depende de cómo se toman y se miran. Dios le dijo a Moisés, refiriéndose a aquella cosa de la que huía,   “tómala por la cola” (Éxodo 4:4). La vida nos hace felices o nos amarga, depende de la fe que tengamos, que sepamos hacer con lo peor como hizo Moisés cuando huía de la serpiente, según Dios se lo aconsejó, tomar las cosas por la cola, no por el sitio donde más convenga. Por la cola o por el medio del animal, parece desacertado el consejo porque son los sitios de más peligro ya que ella puede doblarse y morderlo, pero eso no sucedió porque la serpiente se volvió un palo que él podía mover a su gusto y sin peligro. 

Su circunstancia fue modificada porque la tomó como Dios le dijo no como su experiencia le hubiera aconsejado. Las circunstancias hay que tomarlas, uno se dice, por donde menos daño hagan, es obvio, eso nos dice todo el mundo, pero mejor que ello es tomarla por donde la Biblia nos dice, con fe, y no sólo no nos hará daño, sino que podremos manejarla mejor y servirnos de ella mientras que en el otro caso no. Entonces en las manos de Moisés aquella cosa fea dejaría de contorsionarse y sería útil a su ministerio redentor, que de otro modo le podría hacer daño.

 Es la fe en Dios la que nos abre los ojos para que tengamos un cambio de percepción y mejor aún de disposición del entorno y la circunstancia, de un modo que no sea perjudicial para el corazón, y la mente repose tranquila en la sapientísima providencia del Señor, misericordioso y sabio que puede hacer que aun el   “rey de los espantos” (Job 18:14) no nos haga temblar, y al final no tengamos que lamentar nada. 

 

Si sufres una idea fija y no puedes sacarla de la cabeza

Flp. 4: 8

  “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad”. No dice que pensemos en lo falso, lo deshonesto, lo injusto, lo impuro. Uno naturalmente tiene esos pensamientos, pero los que aquí menciona son positivos, y no son pensamientos peregrinos que vienen a la mente sin permiso nuestro, la molestan y se van. Lo que Pablo menciona se refiere a la reflexión, a la meditación con la cual forjamos nuestra conducta y hacemos nuestros planes. Uno tiene lastimosamente que acostumbrarse a sentir la invasión de muchos malos pensamientos, ideas falsas, malas sospechas, codicias, que como las aves de rapiña, devoran el sacrificio que hizo Abraham, y con un palo las ahuyentaba. La reflexión y meditación sana les pone un muro de contención que no los deja entrar a la mente. Si alguien padece de una idea fija que no puede sacarse de la cabeza, que no se declare vencido. Hay cosas buenas en qué pensar.

 

Flp. 4:9

  “Lo que también habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practicad, y el Dios de paz estará con vosotros”. Verdadera clemencia, indulgencias, sean conocidas por todos, no vuestro rigor y disciplina. ¿Estás cerca Señor? Míranos, haznos flexibles y comprensivos. Ayúdanos a vivir y aprueba nuestras acciones. Yo no quiero aprender de Pablo sólo su teología, su celo doctrinal, también deseo imitarle como maestro en su amor y entendimiento del ser humano. Deseo ser inclinado a la reconciliación, tener un ministerio de reconciliación de los hombres con Dios y entre ellos mismos, y yo con ellos. Entonces el Dios de paz estará conmigo. 

 

Pablo aprendió a ajustarse

Flp. 4:11

  “He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación”. La palabra griega traducida contentamiento significa primero satisfacción, conformidad y por supuesto contentamiento como un resultado. Lo que Pablo aprendió fue ajustarse mental y económicamente a la situación, a sentirse conforme con lo que tenía y a mirar la providencia divina como la proveedora de sus necesidades. No suspiraba por lo que no tenía o por lo que había perdido, sino que daba gracias por lo que le quedaba; y para él cualquier cosa que pasara por su experiencia humana, era motivo de conformidad tanto un sí de Dios como un no porque nada le doblegaba o le disminuía su contentamiento. Sabía que todo era bueno, aun lo malo, porque obraría para su bien, según lo estaba disponiendo aquella Inteligencia que era superior a la suya. 

 

El salario pastoral es agradable a Dios

Flp. 4: 18

  “Pero lo he recibido todo y tengo abundancia; estoy bien abastecido, habiendo recibido de Epafrodito lo que habéis enviado: fragante aroma, sacrificio aceptable, agradable a Dios” ¿Sabes una cosa? En el Nuevo Testamento parece ser que el privilegio de sostener financieramente la obra del Señor estaba principalmente en manos de los pobres. Es cierto que la iglesia era mayormente pobre. Pedro mismo dijo (como generalmente los ministros dicen):   “No tengo ni oro ni plata”. En el ministerio de Jesús, un puñado de mujeres eran las que principalmente proveían para el sostén suyo y de los otros (Lc.  8: 2, 3).  Como la iglesia no tenía mucho dinero, entonces había poco que darle a los ministros suyos. Cuando los ancianos de la iglesia son sostenidos por una congregación pobre pudieran sufrir con sentimientos de indignidad, pensando que lo que ellos hacen no vale tanto como el sacrificio que los hermanos hacen para pagarles sus salarios. Es un sentimiento muy humano, nacido de la compasión, pero no es el que el Espíritu Santo quiere que tengan.

Jesucristo siempre dijo que   “el obrero es digno de su salario” (1 Ti. 5:18). Si es   “digno”, digno es. Las cosas del Espíritu son cosas de fe y el sostenimiento económico de la obra del Señor es una experiencia de fe que la iglesia tiene. Los hermanos pobres tienen que ejercitar la fe y separar una porción para invertirla en el ministerio de la palabra; Dios permite que sean ellos principalmente los que tomen esa responsabilidad para enseñarlos a vivir por fe. Cada vez que separamos algo para el sostén de la iglesia, haciéndonos falta ese dinero, y quedándonos con una parte que apenas  “ajusta” ejercitamos nuestra fe, como hizo la viuda pobre que dio al profeta Elías todo su sustento (1Re.17:9-16). Pablo indicó que eran pobres y que de su   “profunda pobreza” habían dado (2 Co. 8: 1-5). Si él les dice que   “Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”, (v. 19) indica que ellos darían y se quedarían faltándole, que no daban de lo que les sobraba. Pero también les promete que Dios premiará esa fe y lo que se da para la obra él se lo reintegrará totalmente. No, no se empobrecerá nadie por contribuir a la iglesia de Dios, no será más pobre por lo que de. El que no es generoso puede que su avaricia le preserve de su escasez, pero el que no es generoso no es un hombre o una mujer de fe y no podrá experimentar la delicia de la gloria de Dios en el hecho de dar y recibir. Son los pobres los que frecuentemente sostienen la obra del Señor, los que ejercitan la fe y los que reciben de vuelta, del tesoro de Cristo Jesús, la porción de sus contribuciones. Y que conste que no estoy hablando de darle dinero a cualquiera que lo pida. 

 

 

Una introducción al primer capítulo 

 

Hay diferentes asuntos en este primer capítulo y el más sobresaliente es el aprisionamiento del apóstol y el impacto que eso produce en otros hermanos, que, en vez de tener espíritu de cobardía, lo tienen de poder y se animan a predicar, aunque les suceda lo mismo (vv.14; 28-30). Confía que la obra de salvación comenzada por Dios en ellos continuará (v. 6). Un segundo aspecto es que el apóstol tiene definido su ministerio dado por Dios en cuanto a la defensa y confirmación doctrinal del evangelio (vv.7,16). Predicaba, formaba una iglesia doctrinalmente y después tenía que estar ayudándolos con visitas, mensajeros, oración y correspondencia a que no los desviaran de la doctrina que les había enseñado y por medio de la cual habían sido salvados. Para ello los hermanos tenían que crecer   “más y más en conocimiento y discernimiento” (vv.9,10). Este tiempo es peor que aquellos porque en aquel entonces en Filipos aunque algunos predicadores eran unos ambiciosos (v.17), solían predicar a Cristo (v.18) mientras que hoy algunos lo que predican es otro evangelio, adaptado a sus intereses personales. En tiempos de Pablo en Filipos, parece que dejaban intacto el evangelio y la gente podía ser salva a pesar del comportamiento de los predicadores. En otros sitios no sucedía lo mismo sino que medraban, o sea comerciaban y hacían negocio  con la palabra de Dios, por ejemplo en Corinto (2 Co. 2:17). Y dentro de todo les hace una profunda súplica, que reflejen en sus vidas las doctrinas que han creído (v. 27)

 

Recibámonos como hermanos

            

Flp. 1:1-5

  “1 Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos: 2 Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.  3 Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, 4 siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros, 5por vuestra comunión en el evangelio, desde el primer día hasta ahora”. 

 

Autor y consignatario

 

Es Pablo su autor y Timoteo acuerda suscribir la epístola. Es una gran bendición para el cristianismo que haya ministros que escriban y otros que se identifiquen frente a sus iglesias con aquella buena literatura enviada del cielo. El apóstol siempre encabeza sus epístolas poniendo su propio nombre y algunas veces los de sus compañeros como Timoteo, Silvano, etc.; porque ellos también se identifican con él y su escritura. 

La epístola no es para uso particular de los   “obispos y diáconos” (v.1), sino para esos y para todos. Las epístolas del Nuevo Testamento no fueron dirigidas como documentos de referencia, exclusivos para una élite privilegiada; sino para todos los santos aunque en especial para los que Dios ha hecho sobresalientes, mayormente los que trabajan en predicar y enseñar ( 1Ti. 5:17). Sobre eso no vamos a insistir; sólo por conexión con lo que sigue recordemos que   “santos en Cristo Jesús  “ (v.1) son específicamente los hermanos que han sido apartados del mundo, que ya no están viviendo en pecado, que no sirven al diablo ni sacrifican a los demonios (1Co.10: 20); que son herederos del reino de los cielos. Y esos santos están cuidados, gracias a Dios, por dos únicos y suficientes cargos eclesiásticos.   “obispos y diáconos”.

 

Un agradecido autor

 

Gratitud. De las experiencias más amargas que puedan sobrevenir al alma de un ministro la de llegar a tener como enemigo a uno que mete la mano conmigo en el plato, uno que se le debe, es la mayor. Supongo que para un santo descubrir doblez y malos motivos en aquel que lo engendró en Cristo tiene que ser una experiencia desconsoladora difícil de asimilar; pero si así pasa con los hermanos, siguiendo la exposición, un ministro agradecido al Señor por los hijos que le ha dado, es una de las estampas más finas en el arte y la literatura religiosa. 

Gratitud paterno - pastoral. ¿Hay alguna forma más cordial y amorosa que ésta para comenzar su epístola, diciendo que los agradece a Dios? (v.3),   “doy gracias a Dios siempre...”, son sus hijos espirituales, engendrados con muchos sufrimientos y persecuciones. Su epístola no empieza con amargos reproches, defendiéndose, acusándolos de ingratitud, porque si los hubiera pastoreado quejándose, esto no es provechoso (He. 13:17), todo lo contrario, con el corazón repleto de afectos por ellos. Es el pastor y el hermano el que escribe. ¿Vivimos nuestra vida cristiana de modo que el que nos engendró en Cristo no tenga de que lamentarse? ¿Agradece él haber sido el instrumento de nuestra conversión? ¿O lamenta, no sólo habernos bautizado sino habernos conocido? Cuando él se acuerda de nosotros, nuestra imagen en su memoria, nuestra voz en sus oídos ¿le hacen gemir de dolor o se le refleja en  los ojos el gozo?  ¿Quisiera recordarnos u olvidarnos? Tal vez en este mundo de ingratos no debas esperar que muchos agradezcan a Dios tu vida, pero al menos por lealtad al Eterno, procura agradar al que te trajo a los pies de Cristo porque él puede testificar así, no tengo mayor gozo que este, el oír que mis hijos andan en la verdad (3 Jn.4).

3. Gratitud de hermano. Por otra parte, para promover el amor por la gratitud, analicemos el resto del versículo en relación a la comprensión espiritual de nuestros hermanos en la fe. Hay cosas, como barreras difíciles de cruzar, que bloquean la corriente de agradecimiento espiritual de un hermano por otro: La envidia, indiferencia, egoísmo o una morbosa visión desarrollada para ver los defectos ajenos. 

Si esas barricadas se cruzan por la comprensión, no siendo sabios en nuestra propia opinión, estaremos en mejores condiciones de salud espiritual y de disfrute de las reuniones congregacionales. Mientras no podamos rogar agradecidamente y   “con gozo  “ (v.4), nuestra alma no está totalmente restaurada. Y ¿cómo rogar con gratitud por aquellos que no nos han hecho ni bien ni mal, o nos han agraviado? ¿De dónde sacaremos ese espíritu superior? 

(1) Para mejorar este ministerio habrá que hacer lo que Pablo, pensar en la comunión que tienen con el evangelio (v. 5),    “por vuestra comunión en el evangelio desde el primer día”. Esta expresión puede tener dos significados y ambos son bellos. 

(a) Primero que la comunión se refiere a la participación que todos tienen con el evangelio y a la comunión que tienen entre ellos mismos. Si piensas en que tal y tal hermano tiene comunión con el evangelio, o sea que Dios lo ha recibido (Ro. 14: 3, 15: 7) que es partícipe del Espíritu Santo, que tiene el mismo Señor, bautismo y Dios, la misma esperanza, ¿no le amarás? Piensa que podría ser inconverso, vivir en pecado y blasfemando el nombre del Señor. ¿No es motivo de gozo saber que se halla en el Señor y que su comunión es verdaderamente con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Jn. 1: 3)?

(b) Lo mismo es que si piensas en la comunión que ha tenido con la iglesia. Podrás decirle a un hermano, una cosa te falta, pero, ¿no es fiel a las reuniones, no le ves siempre puntual, llueva, nieve, con salud o sin ella, feliz o sollozando? Si sabemos que tiene comunión con nosotros por mucho tiempo ¿no nos movería eso a no olvidarlo? ¿No comparte con nosotros los mismos sermones, los mismos estudios, los mismos sacrificios? ¿No coopera con el sostén económico de la obra dando incluso de su profunda pobreza y sobre su alma apostólica se agolpa cada día la preocupación por la iglesia, y se sienta a bendecir en la mesa de la comunión o en el partimiento del pan y las oraciones? Y todo eso mirado bajo esta luz, que   “desde el primer día hasta ahora”, o sea con una fidelidad ininterrumpida. Cuando recuerdas todo eso, no puedes dejar de orar, gozarte ante Dios y amarlo. Recibámonos como hermanos en Cristo.

 

Amor por los fieles

Flp. 1:6-8

  “6 estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo; 7 como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia.  8 Porque Dios me es testigo de cómo os amo a todos vosotros con el entrañable amor de Jesucristo”. 

 

Intercesión por los fieles.

1. Orando por los activos, los consagrados. Las oraciones propias y las ajenas están incluidas en los medios de gracia que Dios ha predestinado para darnos y sostenernos en la salvación. La perseverancia de los santos no es dejada toda al ministerio educativo y de exhortación. Las plegarias corren un papel superimportante. Primero que todo, cuando el apóstol dice que se halla rogando con gozo (v. 4), no está simplemente ofreciendo acciones de gracias por ellos sino también intercediendo para que la comunión que han tenido entre ellos y con el evangelio prosiga. Digo que eso es importante porque no confía en la gracia recibida, no en el maná consumido. La vida cristiana no es algo automático, ninguno de los dones por sí mismo se agranda y se fortalece. Ni dones ni talentos, ni alguna otra cosa contiene vida en sí misma, todas las cosas en él subsisten (Col.1:17).

La intercesión del apóstol revela que nadie puede decir,   “ya soy salvo, estoy ahora en buena relación espiritual con el Señor y con su iglesia, por lo tanto, con lo que tengo me puedo mover hacia delante sin problema de ningún tipo   “ Tenemos que acordarnos que el pámpano no tiene vida en sí mismo sino que la toma de la vid y sólo al Hijo se le ha dado tener vida en sí mismo. Hay que orar para que el Señor preserve nuestras bendiciones, o lo que hemos recibido se agota. Pablo ruega por ellos, por bien que estén, para que haga sus pies como de cierva y los preserve en sus alturas.

Oramos por los hermanos que están fríos, los que no andan bien espiritualmente, y no olvidemos a los que van marchando maravillosamente para que nada malo les pase y no pierdan el paso que ahora llevan. La oración de intercesión por los demás es necesaria para la perseverancia en   “la comunión en el evangelio” (v.5).

 

¿Por qué orar por los sanos?

Los líderes. 

Pienso que los apóstatas, los enfermos espirituales tienen que ser exhortados y disciplinados; también se le puede ofrecer la plata de la oración, pero el oro de las intercesiones como iglesia tiene que ser dedicado a sus mejores hijos, para que Dios los preserve y los use. Hace poco dije que Pablo oraba por aquellos que andaban bien espiritualmente, los que no presentaban ningún tipo de enfriamiento ni se ausentaban de las reuniones. En el texto vemos eso con más claridad cuando dice   “y esto pido en oración” (v. 8). 

Suele esa práctica tener algún contraste con un hábito que persiste en nuestras reuniones de oración donde los fríos, los que tienen problemas espirituales, los que se alejan de la iglesia, ocupan un sitio de privilegio en las intercesiones de la congregación. No digo que no se ore por los tales, pero que se ore en segunda clase, en el tiempo sobrante. Tengo mis razones.

(1) Primero, aquellos que están bien en el servicio y sus almas sanas, son los que están en el frente de combate de la iglesia, su vanguardia, los que se hallan en la línea de más peligro espiritual. La victoria o derrota de la iglesia depende de ellos y no de los que van atrasados y detrás de todo el mundo. Los que más necesitan gracia son ellos, los que más precisan de fortaleza, de fe, de paciencia, de santidad, de ánimo. Los más acosados por los enemigos espirituales son los que van delante. 

La iglesia debe cuidar espiritualmente primero a sus líderes, los que la presiden en el Señor, sus ancianos, diáconos, maestros, evangelistas. Para las huestes espirituales de maldad los más odiosos son ellos, los sanos, no los que ya han herido y van desangrándose detrás. No es falta de piedad de quien esto escribe, meditad. Por muy doloroso que nos sea continuar la marcha, los que han caído abatidos por el pecado o incluso los que se han pasado al lado del enemigo no deben ocupar la primera importancia en la iglesia. Se les puede enviar ayuda para exhortarlos, animarlos, pero los cultos de oración no deben consagrarse exclusivamente a esos recuerdos.

(2) Segunda razón: Estos son el tesoro actual de la  iglesia. El testimonio positivo de la gracia, los otros ya han sido o están siendo despojados, no son lo que en otro tiempo fueron y desafiando todas las exhortaciones y menospreciando todas las enseñanzas han venido a caer en la posición de desventaja espiritual que ahora tienen. Y lo triste es que ellos no aprecian tanto el privilegio que se les concede de que se preocupen insistentemente por sus almas.

(3) Última razón: La continua mención de los apóstatas o casi apóstatas, trae un mal espíritu a la congregación. Si en todas las reuniones se ocupa la mayor parte del tiempo pidiendo por los que van en retirada  ¿no equivale a recordarles continuamente a los hermanos que están siendo derrotados? Si siempre colocamos los enfermos espirituales ante nuestros ojos ¿no terminaremos por deprimirnos? ¿No quita el aliento eso y nos hace ver y sentir que el triunfo es más difícil y aún queda distante? Esa fue la razón por la que el caudillo Gedeón antes de emprender la batalla dijo “quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase” (Jue.7: 3). Fíjate que dijo   “madrugue y devuélvase”; váyanse siendo aún oscuro para que los demás no los vean, para que no les quiten el espíritu a los valientes, váyanse temprano los que tienen miedo; los que tiemblan pueden contagiar a los valientes y el pánico cundir la tropa. Otro caso parecido a este fue el de los doce espías que regresaron del recorrido de Canaán. El informe que trajeron fue tan miedoso, pesimista y desgarrador, que pecaron y no pudieron recibir el premio. Y con sabiduría obró con el cuerpo muerto de Amasa, y lo quitó de donde lo vieran y además lo tapó con una manta (2 Sa. 20: 12).

 

Perseverancia de los fieles

Lo que ocurrirá a la obra de la salvación. Será perfeccionada. A veces, aunque hemos rogado mucho por alguien que se ha ido de nosotros, no regresa; Alejandro el metalúrgico ha causado muchos males a la iglesia y aún sigue en su taller martillando blasfemias. De todos modos, las apostasías no niegan la perseverancia en la gracia una vez en ella, más bien son las excepciones de la regla. 

Seguidamente el apóstol menciona la confianza que tiene que la obra de la salvación no se detendrá, o para utilizar sus mismas palabras  “la perfeccionará” (v.6). ¿De dónde le nace tal seguridad? ¿De qué ellos están bien? ¡Oh no! Hemos sido testigos de soles que se han apagado después de habernos gozado mucho con sus luces; hemos olido el perfume de vida de bellas flores que luego fueron maldecidas y echadas al horno y su gloria pasó como la flor del campo. La seguridad de Pablo reposa sobre la certeza que Dios comenzó la salvación,“estando persuadido de esto, que el que comenzó la buena obra” (v.6). Si Dios comienza la obra de la salvación, ella será continuada. No hay ningún nuevo nacimiento que se quede por la mitad, o una adopción a medias, o que el Espíritu de Cristo entre una parte en alguien y otra no, o que alguno sea medio condenado y medio justificado, en parte inocente y en parte culpable. Fe, arrepentimiento, todo será perfecto y lo que es en parte se acabará (1Co. 13:10).

¿Qué pasa entonces con los que retroceden? Pues a estos el Padre no les comenzó nada. La promesa de continuación de la salvación es para lo que Dios   “comenzó   “ Si el hombre es quien comienza la salvación, Dios no tiene por qué continuarla, no se halla comprometido en ella, no ha sido su trabajo; si esta obra es de los hombres se desvanecerá, pero si es de Dios no se puede destruir (Hch. 5: 38, 39). Y es tan grande esa verdad que no nos atrevemos a empezar nada nosotros mismos ni siquiera decirles a los pecadores que ellos pueden arrepentirse o creer porque tienen en sí mismos poderes natos para lograrlo. Los que usan medios humanos para evangelizar a la gente, harán hijos de ellos, de esos medios, no del Espíritu.

 

El estado actual de esa obra

No es de perfección; cualquiera podrá decir que no hago lo que quiero (Ro. 7: 15-20). Se le llama   “buena obra”, y que   “la perfeccionará” (v.6), porque es una obra de Dios para salvación, una obra de gracia y de misericordia. Sin embargo, para consuelo, no para excusas, la obra de la salvación cuando empieza es imperfecta, no que ya sea perfecta (3:12). La regeneración está efectuada porque el Espíritu ha entrado, el llamamiento es cierto, pero no obstante no toda la vida queda de inmediato subyugada al Espíritu. La fe en Dios tiene el origen y sello divino, pero es poca, pequeña como en tres medidas de harina, hasta el momento en que se diga que todo fue leudado (Mt.13:33). Por muchos años seremos hombres de poca fe. El arrepentimiento no es tan hondo como quisiéramos ni el amor tan apasionado como el Señor se merece. La salvación es real pero está incompleta. Hay que hacer firme vuestra elección y vocación (2 Pe. 1:10). El perdón ya es verídico pero quedan pecados por ser perdonados. Ninguno de nosotros ha alcanzado ya la perfección a la cual se halla destinado. Dios continuará trabajando en nosotros hasta el último día, el de la gloriosa resurrección cuando llevemos la imagen del celestial.

 

Amor por los fieles

Fíjate en la pasión con que ama a su iglesia. En muchos textos salidos de su pluma uno se percata que se halla enamorado de la iglesia. Dos cosas por lo menos identifican su amor. 

(a) El vivo recuerdo de ellos. La ama no para sí mismo sino para presentársela a Cristo. La ama como una nodriza a sus propios hijos y como un esposo a su novia. ¿Qué quiere decir? ¿Que porque él lo desea, porque los ama ellos serán fieles y perfectos? (v.7),   “como me es justo sentir esto de todos vosotros por cuanto os tengo en el corazón”. No. Su señalamiento apunta al hecho que les ama mucho, de que por dondequiera que él va los lleva a ellos en su pensamiento y en su pecho; la imagen de aquellos hermanos le acompaña cual una foto espiritual en su memoria. Como les ama tanto eso es lo que les desea, que el Señor los haga perfectos y la salvación no falte. Por eso nuestra versión dice,“sentir” cuando la palabra es   “froneín” cuyo significado es pensar. Ese es su anhelo. ¿No te parece un enamoramiento, no es un romance ministerial?

No hay ningún rincón de su ministerio donde el recuerdo de ellos no lo acompañe, comenzando por   “el corazón, mis prisiones, en la defensa y confirmación del evangelio” (v. 7). ¡Si el Señor nos ayudara a amar la iglesia como aquel hombre amó a las suyas! En su celda, en sus azotes, en sus llantos, en medio de los centelleantes combates de sus sermones, en su célica oratoria, en su inigualable apologética epistolar. Oremos por los ministros de hoy para que podamos amar a nuestras iglesias como aquellos de otrora amaron con pasión a sus congregaciones.

(b) Los añora. Lee el Cantar de los cantares y verás el mismo amor. Dice que,   “Dios es testigo de como os amo con el entrañable amor de Jesucristo” (v.8). Pero la palabra “ágape”, amor, no aparece en el original sino “epipozoo”, que es más o menos que añorar o anhelar con pasión profunda. Uno extraña o añora aquello que ama y tiene distante. La idea es de amor, claro. ¿Amaremos, los ministros, a nuestras iglesias con un amor tan profundo como el de Jesús? Para aquel hombre la iglesia era algo más que un lugar de trabajo, un sitio donde recibía sostén económico. Pablo no tenía esposa, no tiene hijos, no tiene ya ni familia siquiera, sólo le queda su vocación y a ella ama hasta las entrañas, no las suyas, sino mucho más allá de ellas, las de Jesucristo. Este no es un apóstol asalariado ni alguien que con razón diga de los que agrupa, sino que como soy astuto os prendí por engaño (2 Co.12:16).

 

Listos para recibir a Jesús 

 

Flp. 1:9-11

  “9 Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aún más y más en ciencia y en todo conocimiento, 10 para que aprobéis lo mejor, a fin de que seáis sinceros e irreprensibles para el día de Cristo,  11 llenos de frutos de justicia que son por medio de Jesucristo, para gloria y alabanza de Dios”. 

 

Camino hacia un amor perfecto.

Lo que esencialmente el apóstol pide es la perfección del amor. El amor se perfecciona con conocimientos, en madurez para que por el uso de los sentidos se pueda discernir entre lo bueno y lo malo; “que vuestro amor abunde en ciencia y conocimiento” (v. 9). Por amor podríamos entender: ¿El amor a Dios? ¿El servicio y el testimonio cristiano? ¿No es amor la vida cristiana misma? Por tanto, añádele conocimiento a tu cristianismo. Como no quiero arribar a aplicaciones sin explicar lo que el apóstol escribe, exploremos sus palabras para conocer realmente lo que quiso decir.

2. Chequeo de palabras. Si fundamentamos eso es mejor detenernos un poco sobre las palabras que Pablo utiliza. Otra traducción tal vez mejor es, “que abunde en conocimiento y   “percepción”. La palabra que se usa es aisthései, que es  similar a la que hallamos en Lc. 9: 45,   “mas ellos no entendían esta palabra pues estaba velada para que no la aísthoontai (percibiesen), entendiesen . No podían entender el evangelio, no lo percibían, no se les revelaba. La palabra tiene que ver con una capacidad intelectual para darse cuenta de algo. 

Una parienta de esta la hallamos en He.5:14 y que para nosotros es discernimiento, pero que para otros es facultades. De todos modos lo que el apóstol nos quiere transmitir es que el amor que anhela para ellos no es un sentimiento ciego e ignorante, sino uno que prospere en el conocimiento de algunas cosas y sobre todo en una capacidad de juicio adecuada  para percibir la posición correcta frente a las innumerables contingencias de la vida. 

Tenemos que detenernos en dos palabras más,  “aprobéis”, dokimazein y diaféronta,   “lo mejor, para que aprobéis lo mejor” (v.10). La primera es la misma que se usa para conocer los metales, hallada también en 1 Jn. 4:1  “probad los espíritus”. Es someter a prueba algo con el propósito de detectar, estar seguro, hallar la veracidad. No es una aprobación teórica, sino de aquellas cosas   “más importantes”, diaféronta, como el doctor Lacueva plantea, aunque él mismo señala aparte el significado literal, “las cosas diferentes”. Por lo que el apóstol se halla orando es para que los amados hermanos sean capaces a través de la mejor información, llegar a decidir siempre entre las cosas diferentes que la vida plantea, lo espiritual y mejor. Así pues, tendrán un amor completo y perfecto.

 

Sinceros y sin manchas

En relación con el Retorno. Pero no ora por ese progreso intelectual para que sean únicamente sabios en sus decisiones personales comportándose con prudencia, sino para que al venir Cristo los halle   “llenos de frutos de justicia para gloria y alabanza de Dios” (v. 11). Está bien que nos recuerde que tenemos que vivir no con pocos frutos sino con mucho (Jn.15: 8), porque así es como, dijo el Señor, es glorificado mi Padre. Al venir Cristo no queremos ser hallados cargados con el peso del pecado que nos asedia, ni con los cuidados de esta vida, sino con fruto de labios que confiesan su Nombre (He.13:15). Los frutos por los cuales el apóstol ora para que aparezca en el árbol de la vida de aquellos hermanos, los llama   “frutos de justicia” (v. 11), los que corresponden a la fe y la salvación; los frutos que demuestran la gracia de Dios. 

 

Un importante fruto

Hay muchas cosas que tienen que adornar la vida del creyente que se está preparando para recibir al Señor en las nubes, pero aquí se dan dos, o quizás una; aquellas que se ven como si Jesús las mirara desde el aire, pureza. La sinceridad y la pureza suelen a veces ser una misma cosa y se acompañan en todo el recorrido. Nadie puede hallar a la pureza sin que le acompañe sinceridad ni viceversa. La falta de santidad y sinceridad es alarmante en este siglo. 

Esas dos palabras resumen una conducta lista para recibir al Señor; eilikrineís que traducen   “sinceros” y apróscopoi,   “irreprensible” que no se le halla tropiezo alguno. También la traducción de pureza, o   “probado a la luz del sol” para eilikrineís (sinceros), es buena. Ser sincero es vivir sin impurezas, como a la luz del día. Indudablemente que en lo que piensa Pablo es un amor sabio que por fatales y pecaminosas decisiones no los ponga en un estado espiritual inadecuado para encontrar al Señor. Siempre la doctrina del Segundo Advenimiento permea la moral y la vida espiritual de la iglesia apostólica. Resumiendo, que aquellos queridos hermanos continúen perfeccionándose en toda sabiduría para que al final estén listos para ser hallados por Jesucristo; sinceros y sin manchas para la gloria de Dios.

 

El progreso del evangelio      

 

Flp. 1:12-14    

“12 Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido, han redundado más bien para el progreso del evangelio,  13 de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio, y a todos los demás. 14 Y la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor”. 

 

¿Qué frena la Gran Comisión?

 

Veamos algunas reflexiones sobre las cosas que sí y no, evitan el progreso del evangelio. ¿Cuáles   “cosas”?; el apóstol dice que   “quiero que sepáis que las cosas que me han sucedido   “ Cuando investigas lo que hacía débil al apóstol y sin embargo se gloriaba en esas debilidades, no hay ninguna que nombre como pecado suyo, sino más bien son adversidades (2 Co.12: 9). En general esas “cosas” fueron las persecuciones. Habla de los problemas y sinsabores, de cárcel, azotes, soledad; de sus cadenas y desvelos.

Si fuéramos a analizar por qué la obra de Cristo se detiene en alguna congregación, llegaríamos a la misma conclusión, el pecado es lo que la frena y nada más; caídas y sensualismo, avaricia, divisiones, pleitos, egoísmo. Aunque Dios puede hacer que un mal testimonio, una mala acción, redunde para el bien de su reino, ese no es su camino. Gracias al Señor las cosas que le ocurrieron al apóstol nada tuvieron que ver con la pérdida de su testimonio cristiano. 

No, el pecado no vino al mundo para progreso del evangelio, la carne estorba. Si una obra es santa en un lugar no hay posibilidad que se quede estancada o se reduzca, porque ella crece con la bendición del Señor. Pudiera ser que él determinara no dar mucho progreso a un trabajo por alguna razón especial sin que sea por pecado, pero lo que sí sabemos es que a los pecadores no oye, quiero decir, no envía su Espíritu donde hay iniquidades. 

¿Qué retrae a los hermanos de la congregación?  ¿No nos lo han contado los antiguos (Sal. 44: 1), que se reunían en cuevas e hicieron debajo de Roma sus catacumbas? Lo que despuebla la iglesia es el pecado; no sienten ganas de reunirse y partir el pan con alegría y sencillez de corazón; y menos aún de evangelizar a otros porque frena el cumplimiento de la Gran Comisión. No son las cárceles bárbaras sino nuestras faltas.

 

Testimonio personal y evangelización

 

Evangelizar a los pecadores es hacerlo con la palabra y con los hechos. El ¿testimonio? Personal no es referir entre hermanos a las experiencias espirituales, sino vivir diariamente lo que se ha aprendido. Si el evangelio está en el mundo estancado es porque gran parte de la iglesia honra al Señor de labios (Mr. 7: 6). Las adversidades sociales, los regímenes malvados no obstaculizan tanto la tarea de ganar almas como el estado espiritual de los mismos cristianos. ¡Dios tenga misericordia de los hermanos de Europa del Este que obtuvieron su libertad política! No obstante, sería erróneo afirmar que esas tragedias son siempre socialmente necesarias para que el evangelio progrese. El evangelio progresa a pesar de ellas, no porque se halle necesariamente conectado con las mismas. Pablo en libertad pondría en más movimiento el evangelio que encadenado.

1. Ahora, el evangelio progresa cuando progresa el testimonio de la iglesia. El progreso que el apóstol menciona está interconectado con su testimonio personal. Habla de las cosas que   “me han ocurrido” (v. 12). O sea, las que tienen que ver con él, como diría    “mis prisiones” (v. 13). Eso que a él le pasa no es exclusivo, otros muchos padecían de forma similar sin obtener ningún adelanto para el reino de los cielos. En aquella cárcel el evangelio progresaba por el testimonio que él estaba dando. Su fe y constancia en predicar, su interés en cumplir el ministerio atado a una cadena, entre aquellos que Dios le había puesto al alcance. Su visión no era cambiar las condiciones que lo retenían sino a las personas que tenían que ver con él en su condición. El progreso del evangelio en una iglesia está asociado a la vida cristiana de sus miembros. Aunque Pablo no habla aquí del progreso espiritual del evangelio en él, dentro de él nosotros lo deducimos. El progreso que él menciona aquí es en evangelismo.

Famoso por lo que hace. Literalmente se puede afirmar que tuvo éxito como evangelista en aquella celda. Pablo estaba en una cárcel romana. Por pretorio entendemos el palacio del César (4:22). Con eso quiere decir que los guardas romanos, los sirvientes, todos los que por allí llegaban llegaron a conocer de un preso llamado Pablo que por causa de un tal Cristo estaba en proceso de ser condenado. Posiblemente no había  más presos por “motivos de conciencia” que él; pero se convirtió en un preso famoso. Escribía cartas encadenado, predicaba, oraba. Se propuso no pasar desapercibido como cristiano en la cárcel, y lo logró.

Cuando él dice “de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en todo el pretorio y a todos los demás” (v. 13), no está haciendo alarde de su causa sino de la extensión de la bendición divina de la cual se percata; “y a todos los demás” quizás se refiera a gente fuera de la cárcel, a la familia de los del pretorio o a otros ciudadanos de Roma. El evangelismo prosperó con él porque prosperaba su persona y lo que hacía entre rejas, con celo, lo que asombraba a todos.

 

Cursos y visitación

Pero no sólo prosperó el trabajo que él directamente por su influencia lograba, sino que otros sintieron ganas de imitarlo y se atrevieron a compartir el mensaje con sus prójimos, “la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor con mis prisiones, se atreven mucho más a hablar la palabra sin temor” (v.14). Pablo no les dio un curso de evangelismo. Aquellos hermanos estaban listos para evangelizar a otros, pero sentían miedo y lo vencieron con el poderoso ejemplo que él les trajo. Más que sentarnos en un aula con un libro abierto para dar un curso de como evangelizar al mundo lo que hay que hacer es salir con el grupo, (el que enseña) y con el ejemplo instruirlos. Lo que he visto, sin hacer mención del pecado de un hermano, lo que más lo frena en el evangelismo es el miedo a enfrentarse a un inconverso. El único modo de vencer ese temor es saliendo a la calle con el tembloroso.

 

La mayoría de la iglesia envuelta

¿Quiénes serían esos  “hermanos”?, “la mayoría de los hermanos, cobrando ánimo en el Señor” (v.14) ¿Los ancianos, los diáconos? ¿O la iglesia en general? Pienso que la iglesia en su mayoría. Para que el evangelio prospere la mayor parte de la iglesia tiene que hallarse envuelta. ¿Cómo va a prosperar el evangelismo si sólo el pastor y dos o tres lo hacen? Somos muy pocos los miembros de la iglesia que tratamos de tener un testimonio evangelístico. Muchos son ejemplares en otros sentidos, como obreros, profesionales o estudiantes; pero no como evangelistas frente al mundo. No porque no estén bien en relaciones con el Señor, son hermosas sus vidas cristianas, más lo que los detiene es miedo, sienten horror a las consecuencias de tratar de salvar a otros; tal vez es que prefieren se les admire por sus vidas a que se les desprecie por sus mensajes. 

¿No ha sido siempre el miedo un obstáculo para evangelizar, el temor a la represalia o la vergüenza pública? Si vamos a tener un buen grupo de la iglesia evangelizando, en caso de que ya estén espiritualmente listos, lo único que hace falta es demostrarles que no hay que temer a nada. Por eso pienso que el mejor entrenamiento de evangelismo, luego que se ha recibido una sólida educación doctrinal en la iglesia, es el invitar a los temerosos a que nos acompañen, al menos como espectadores, en alguna incursión misionera por el área. 

 

Predicaciones y Predicadores

Flp. 1:15-18

“15 Algunos, a la verdad, predican a Cristo por envidia y contienda; pero otros de buena voluntad.  16 Los unos anuncian a Cristo por contención, no sinceramente, pensando añadir aflicción a mis prisiones; 17 pero los otros por amor, sabiendo que estoy puesto para la defensa del evangelio. 18 ¿Qué, pues? Que, no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad, Cristo es anunciado; y en esto me gozo, y me gozaré aún”. 

 

Un involuntario recuerdo 

En la obra del Señor, como en cualquier otro oficio, hay de todo. El apóstol sabía eso. El hecho de haber mencionado la pléyade de evangelistas que se le unieron tras haber cobrado ánimo con sus cadenas, le recordó la existencia en Roma y en otras partes, de predicadores mal motivados. Así es la mente de uno, cosa que no acabamos de comprender por qué nos pasa, que hallándonos en un éxtasis espiritual de pronto uno de nuestros pensamientos gira y se torna a lo terrenal, o sintiéndonos llenos de felicidad sin quererlo nos encontramos pensando en cosas desagradables y deprimentes.

 

Un mal que ya no es sorpresa

¿Qué nos revela la existencia de esos predicadores mal motivados? ¿No es, que el mismo cristianismo desde su origen estuvo lleno de doctrinas y personajes indeseables? ¿Y que la iglesia naciente no estuvo libre por completo de esta infección? No hay ningún lugar en esta tierra donde se predique a Jesucristo, que no exista en materia de religión, de todo. Predicadores honestos, verdaderos heraldos, pero también simplemente anunciadores, hombres que no sienten ninguna pasión por lo que enseñan; y cuyo objetivo es predicarse a ellos mismos o convertir la piedad en ganancia deshonesta. Eso no es motivo para que los juzgues a todos por igual o que no te deleites en escuchar alguno. Porque deplores el comportamiento de Alejandro y detestes las doctrinas de Himeneo y Filteto, ¿no irás a escuchar a Pablo?

Estaban mezclados los que ocupaban el púlpito por envidia (v.15), con los que lo hacían por buena voluntad. Es muy difícil hoy en día, alejados por dos milenios de estos acontecimientos, que incluso en aquella sociedad fueron irrelevantes, saber a ciencia cierta en qué consistían las malas motivaciones de esos predicadores. Pero como el apóstol menciona los defectos que les veía, por ahí podemos hacer nuestras conjeturas. 

 

Cristo en diferentes bocas

Lo que hace el apóstol es algo muy difícil, conocer las motivaciones que un predicador pueda tener para anunciar el evangelio; y con seguridad afirmar que es un envidioso, que lo hace insinceramente para contender y hacerlo sufrir. No dice quiénes son, no los identifica por sus nombres, pero los denuncia. Algunas veces pensamos que es un pecado juzgar las motivaciones que otros tienen para ser ministros o para aspirar a puestos definidos en la obra del Señor; y realmente que es muy fácil pecar por error cuando hacemos eso. Pero, aunque sólo el Señor conoce el corazón de los hombres completamente, hay casos que se nos hacen tan evidentes los propósitos que algunos persiguen que bien seríamos ciegos o tontos si no nos damos cuenta. Porque sea difícil juzgar el corazón de ellos, si las señales no muestran otra cosa, ¿no vamos a denunciarlos y oponernos a sus ambiciones? No se trata de que enseñen herejías, ni que acepten ministerios por dinero, sino que, aun predicando la verdad, si merecen por sus malos motivos un gran reproche, no hay que escatimárselo.

Pablo menciona una motivación, la envidia, predican a Cristo “por envidia” (v.15). ¿Por qué? Porque oyeron a otros referir las cosas de Pablo. En todas las profesiones existe ese pecado. Para que una persona envidie a otra tiene que ser que oiga de sus éxitos, de la excelencia de su trabajo, de su vida, de su dones, etc.,  “he visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obras despierta la envidia del hombre contra su prójimo” (Ecl. 4: 4). ¿No va con razón el Predicador (Eclesiastés)? ¿Envidia de quién y por qué? Aquellos señores envidiaban a Pablo, su recién extendida fama en Roma, su historial misionero, su sabiduría, lo envidiaban como teólogo, como maestro, como evangelista, como escritor. Se revolvían en envidia cuando oían a los hermanos hablar con amor y admiración de su testimonio. 

Pablo llegó a conocer los comentarios negativos, acerca suyo, de su persona y de su trabajo o probablemente al saber que lo imitaban al tiempo que lo menospreciaban. Así se explicaría el por qué los llama predicadores envidiosos. ¿No es eso una de las cosas más tristes que los hermanos puedan aprender con sus ojos que los ministros se envidian unos a otros, por sus iglesias, por sus dones? ¿No podrá uno oír referir las bendiciones que está teniendo en su trabajo sin sentir molestias en el espíritu y deseos de que se calle? ¡Dios nos perdone ese pecado ante las iglesias!

La otra motivación que tenían era rivalidad o contención (eris), “y por contención” (v.15). Por competencia, como se hace con un deporte, asociada a la envidia. Siempre van juntas. El ejemplo de un gran predicador debe inspirar a otros para que hagan lo mismo y con semejante excelencia; pero estos se animaban a predicar y se esforzaban en hacerlo quizás, pero más que para ver el reino de Dios agrandarse para que sus personas crecieran juntamente con sus éxitos. Pensaban dejar atrás en celebridad al preso Pablo cuya fama les mortificaba un poco. No es que buscaran con sus planes y sermones la gloria divina y la salvación de las almas, no era que anhelaran ser escuchados por una concurrencia mayor porque así la gracia se extendería, no que desearan bautizar a más personas porque sería el sello de aprobación del Espíritu, sino porque todo eso redundaría en la fama y el prestigio de ellos para dejar rezagado a San Pablo.

 

Un sorpresivo contraste

Pero aquellos predicadores mal motivados cometían un error de juicio pensando que Pablo se afligiría al oír de los éxitos que ellos estaban cosechando, “pensando añadir aflicción a mis prisiones” (v.16). Se equivocaban. Juzgaban al apóstol como si él fuera uno de ellos, que al conocer que otro triunfa se muere de rabia y envidia. Pablo no era de esos porque él no predicaba con la motivación que ellos tenían, al oír en su pobre cárcel que ellos dispersaban el evangelio y estaban teniendo cuantiosos triunfos con la palabra, él en vez de ponerse celoso lo que hacía era regocijarse. Aquí están sus palabras   “¿qué pues? Que no obstante, de todas maneras, o por pretexto o por verdad; Cristo es anunciado y en esto me gozo, y me gozaré aún” (v.18). Si un ministro cualquiera sólo es capaz de gozarse con el triunfo de su iglesia y no con el de todas, tiene una visión muy pobre de la obra de Cristo y debiera analizar su motivación para ser predicador, porque quien se goce sólo con las almas que se salvan en su congregación, posiblemente no ame la salvación de las almas. Además, debe cuestionar también su punto de vista sobre los que es el triunfo, por no entiende que cuando alguien triunfa no es el predicador sino la palabra y los méritos son para ella y no para él. Es ella que corre y es glorificada (2 Te. 3:1). 

No todos son así porque el apóstol también habla de los que predican a Cristo   “de buena voluntad” (v.15),  “por amor” (v.17). No tienen las motivaciones envenenadas. Hay ministerios muy bellos, llenos del amor a Dios y a todos los otros consiervos, sean quienes sean, con tal que hablen de Cristo. 

La predicación de Cristo es nuestro mayor gozo, que el mundo sepa de él; y si algunos lo anuncian, aunque no lo hagan sinceramente sino por envidia o por celo y competencia, nosotros separaremos el disgusto que nos producen sus personas del mensaje que anuncian y glorificaremos al Señor; y aun pediremos que honre cualquier predicación con independencia del instrumento y sus defectos.

 

Magnificación de Cristo

Flp. 1:19-20

  “Porque sé que, por vuestra oración y la suministración del Espíritu de Jesucristo, esto resultará en mi salvación, conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado, antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte”.

 

La salvación del ministro

Cuando concluí mi exposición a los Tesalonicenses hablé de la importancia de interceder por los ministros del evangelio y los misioneros en ultramar, para que el Señor prospere el trabajo que hacen. Aquí se pide la oración de la iglesia por los ministros, pero no para que su trabajo avance de modo especial sino para su propia salvación.

 

Importancia de la salvación

La palabra que utiliza Pablo y que traducen   “liberación”   “esto resultará en mi liberación” (v.19), es  “soterían” que significa literalmente salvación. En ese sentido hago los primeros comentarios. ¿Qué piensas que es más importante, la obra en que trabaja un ministro o su salvación? ¿Y qué debe ser más precioso para él, las bendiciones sobre su trabajo, las que recibe para otros o para sí mismo? Indiscutible es que la salvación vale y es más importante que todo. Tener el nombre escrito en el libro de la vida es más precioso que los demonios se nos sujeten (Lc.  10: 20).

El apóstol es salvo, ¿en qué sentido la oración de los filipenses “resultará” o ayudará (apobésetai, de apobainó, que significa, procedencia, regreso, resultar), y contribuirá en su salvación?

No obstante, cuando afirma que por la oración y por el Espíritu resultará en su  liberación.

(v. 19), creo que está queriendo hablar de victoria. Pienso que en sentido general cuando menciona los efectos de las intercesiones sobre su salvación tiene que ver con la magnificación de Cristo “será magnificado Cristo en mi cuerpo” (v. 20), de modo que “en nada seré avergonzado”. Es su triunfo. Se refiere al testimonio ante el mundo que él espera dar y que desea que el Cristo que ha predicado, por el cual ha adquirido su esperanza de la vida eterna, sea honrado en las situaciones cómodas o terribles que la providencia le prepare. Magnificar a Cristo es su anhelo y aspiración. Es un antiguo verbo que significa (megalunó)   “hacer grande”. Como Cristo es empequeñecido constantemente por nuestros pecados o incredulidades, él quiere magnificarlo, que se oiga de él por su vida o por su muerte, que se hable de él, que su suerte conduzca a otros no a deshonrarle sino a amarle como virtuoso. 

En ese sentido es que he tomado la palabra salvación y como las oraciones de intercesión por él le ayudarían a recibir gracia para conquistar un testimonio bien elevado con su conducta, de modo que además fuese si se le exigiese como necesario el martirio, su último y mejor sermón.

Orar por la vida del ministro; para que testifique y de ninguna cosa haga caso y acabe su carrera con gozo (Hch. 20: 24). Pero el apóstol no dice que Cristo será avergonzado, dado el caso si él no reporta un testimonio firme, sino que quien será avergonzado será él. De ese modo él piensa de dos maneras, en la magnificencia de Cristo vivo o muerto, y en su misma salvación. Realmente que nuestra salvación no se halla completa hasta que no nos llegue la muerte y el estado en que se encuentre será una indicación de la seguridad de la esperanza. No se puede imaginar que alguien, aunque haya vivido como cristiano, si muere con pésimo testimonio blasfemando a Jesús, podrá lo anterior servirle para algo. Es una vergüenza el que habiendo sido heraldo para otros, tenga que ser eliminado (1 Co .9: 27). Las iglesias deben orar por la salvación de sus ministros porque nada quiere tanto el león rugiente para devorar como ella; daría cualquier cosa si postrado me adorares; sea al comienzo o en cualquier punto de su ministerio. Lo peor para la obra de su Señor no es que pierda la vida testificando sino que lo niegue. Ora con intensidad para que la vida de tu pastor sea un motivo de magnificencia a Jesús.

 

En la muerte como en la vida

No sólo intercesiones, Cristo a su lado (2 Ti. 4: 17). Pablo no atribuye todo el éxito de su salvación a las plegarias de otros, sino a otra cosa que es aún más importante, el Espíritu de Jesucristo, “y la suministración del Espíritu de Jesucristo” (v. 19). Quizás me digas, ¿él no tenía el Espíritu de Cristo? Claro que sí. Pero a lo que aquí él se refiere es al auxilio especial por parte del Señor en los momentos de duros conflictos espirituales. El enemigo es demasiado vil, sumamente engañoso, dolorosamente ponzoñoso, sutilmente astuto. Pablo no piensa ganar la batalla por sí mismo, sabe que no puede. Confía que, llegado el momento de testificar, su salvación estará segura y no resultará en una negación de su profesión ni en la humillación del nombre de Cristo. Cristo es quien único puede magnificar su propio nombre en nuestra vida o muerte. En otras palabras, a lo que se refiere es a que será asistido de una gracia especial en esos momentos. Realmente el Señor, si nos pidiera la vida para su gloria, nos daría la gracia oportuna para con denuedo ofrecerla.

Una forma de leer el texto introduciría la frase   “que en nada seré avergonzado” sino que   “con todo denuedo” como siempre, y se hace más comprensible porque nos hace pensar el mucho valor que tendría que poseer para no ser avergonzado y magnificar a Jesús en su cuerpo. Implora a Dios, que, por su Espíritu, sostenga a tu ministro para que acabe como empezó, o mejor

 

Vida y uso de un ministro

Flp. 1:21-26

  “21 Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. 22 Mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra, no sé entonces qué escoger. 23 Porque de ambas cosas estoy puesto en estrecho, teniendo deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor; 24pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros. 25 Y confiado en esto, sé que quedaré, que aún permaneceré con todos vosotros, para vuestro provecho y gozo de la fe, 26 para que abunde vuestra gloria de mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros”. 

 

Cuando se muere un ministro

Esa última cláusula es la que nos conduce directamente a las palabras casi desafiantes del v.21,   “porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”, donde está resuelto al riesgo de su vida. No es bravuconería, es fe. El por qué para él la muerte es ganancia, en caso que llegara a ella, y llegó después, anhelando con valentía glorificar a Cristo, nos queda reservada su explicación para esta exposición. Tener un buen ministro es una gran bendición y cuando el Señor se lo lleva sentimos su pérdida.

 

Cómo un ministro mira su muerte

Las palabras de v.21 son una gran afirmación. Las de v. 20 son una gran resolución, o por vida o por muerte Cristo, en cualquier manera será magnificado. Pero las del v.21 son la explicación de la razón que ya sea en un sentido o en otro la honra del nombre de Cristo no será apocada   “porque para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. ¿Podremos llegar hasta ahí? No se trata aquí de afirmar que no tiene miedo morir porque el v. 20 ha afirmado que su denuedo o valor, le viene por la oración y por la presencia especial del Espíritu en esos momentos. Pablo no está afirmado, “porque si me matan o me quedo vivo no me importa, no tengo ningún miedo morirme, pueden ejecutarme si lo desean”. No es eso lo que pretende decirnos. Posiblemente la fe, que indudablemente tiene en lo que enseña, le haría mirar sin espanto su sepultura; pero ese miedo a no morir procede más bien de una gracia especial otorgada por el Espíritu Santo, que a una consecuencia desprendida de sus creencias. ¿No emana de eso un buen consejo, el de no sumergirnos en la desesperación pidiendo el aumento de una fe que ocurrirá en su momento oportuno?

La clave del por qué Cristo será glorificado en su posible muerte como lo ha sido en su entera vida es que para él morir es una ganancia. Hasta el diablo sabe eso, que por su vida cualquier hombre daría por conservarla lo que tenga. Eso fue lo que Satanás dijo al Señor en relación con Job,   “piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida” (Job 2: 4). ¿Qué pasaría con el hombre que sepa y esté seguro que la vida no es lo que más vale? Si uno tiene cosas más importantes que su propia vida no las arrojaría a los pies de nadie por conservarlas y se las llevaría consigo a su sepulcro. Cuando Job vivió en tierra de Uz aún no había venido Cristo ni había sacado a la luz la inmortalidad por el evangelio (2 Ti. 1:10). Pablo es de esa especie de hombres para quienes la vida no es lo que más valor tiene, para él la muerte no es lo que más le robe sino lo que más le da.

¿Hay un alma inmortal? 

Con la muerte uno pierde este sol, un nombre sobre la tierra, su trabajo, su querida familia y sobre todo su cuerpo.  ¿Y qué pasa si no se muere totalmente? ¿Qué pasaría si ya la muerte no fuera una discontinuidad total sino un viaje, un partir? Si llegado ese momento, dice el apóstol, su vida fuera amenazada en su testimonio cristiano, no renunciaría a seguir profesándolo porque suponiendo que lo martirizaran, nada perdería que valiera más que lo que iba a ganar, la presencia de Cristo porque dice “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (v. 23). Eso es lo que Pablo piensa sobre su muerte, no una derrota, no una ruina, sino una ganancia incomparable. Sus ejecutores lo que harían sería desatar su alma del cuerpo. La palabra que usa para partir es “analúsai”, que es lo mismo que desatar alguna cosa. ¿Quién dejaría por miedo la fe si conoce que los que le maten sólo podrán hacerlo cambiar de un estado de existencia a otro mejor, de uno terrenal a otro celestial? 

El texto dice “estar con Cristo” tiene significado. Cristo se halla en el cielo, a la diestra de Dios. ¿Cómo Pablo, muriendo, iría a su lado si su cuerpo va a algún hueco en la tierra? La única explicación es que no moriría totalmente, sino que su alma, iría pronto a su lado. ¿Cómo podrán explicar este texto, sin aberración exegética, los saduceos que no creen que haya espíritu? El verbo que usa el apóstol es estar que indica esencia y existencia. Si la muerte lo aniquila todo ¿qué estaría con Cristo? Los que dudan sobre la existencia del alma lo hacen en parte porque caen en mil lucubraciones y especulaciones que no entienden: No la pueden palpar, no la ven, no la gustan ni tampoco le pueden suponer una conciencia independiente del cerebro, en quien según ellos, residen únicamente las facultades espirituales y mentales. Yo no sé la relación que Dios dispuso entre el alma y el cerebro, sólo sé que si a alguien se le atrofia ese órgano continúa viviendo pero pierde su conciencia, por lo menos fuera de sí mismo. También sé que las almas de los hombres llevan en sí conciencia y cuando abandonan el cuerpo no la pierden ni dejan acá su identidad. Son como los ángeles o como Dios mismo que siendo espíritu no necesita de órganos físicos para existir. Estas cosas no son terrenales sino celestiales y ya rehúso continuar hablando de ellas. 

 

Provecho y gozo de tener un ministro

¿Por qué quiere vivir? El estar con Cristo para él es muchísimo mejor, lo preferiría a seguir viviendo y si le permitieran escoger, si no hubiera iglesia ninguna, si no tuviera responsabilidad frente a ellas, no lo pensaría dos veces para ausentarse de este mundo. Pero ahora nos da la razón que como ministro tiene para vivir: El ocuparse incansablemente al servicio de las iglesias, y dice   “mas si el vivir en la carne resulta para mí en beneficio de la obra no sé entonces qué escoger, pero quedar en la carne es más necesario por causa de vosotros” (vv. 22, 24). Esto es una confianza suya, no un principio que está estableciendo, que mientras uno sea útil a la obra continuará vivo. Hay hermanos que cuando murieron eran muy útiles a la obra y la partida de ellos dejó un gran vacío e incluso, la obra que llevaban a cabo al tiempo de haberse ido se desorganizó y hasta dejó de existir en su primitiva pureza. La permanencia nuestra en este mundo no está condicionada a que seamos usados por Dios. Pero es una confianza que podemos tener. Casi siempre las personas que ven la muerte próxima la rehúsan alegando que aún hacen falta, que sus casas lo necesitan, sus hijos, etc. Pablo no está alegando eso como una excusa, siempre los que nos tienen nos necesitan y cuando nos vayamos nos echarán de menos. Dios sabe todo y ayudará a aquellos que se quedan sin nosotros cuando él decida trasladarnos a su presencia. 

Tener con sabiduría un ministro del Evangelio

No obstante, hay algo que las iglesias deben aprender de sus ministros, que mientras los tengan con ellas deben aprovecharlos, gozarse en la fe y abundar en gloria y alabanzas a Dios por ellos. Pablo dice que se quedaría “para vuestro provecho y gozo de la fe, para que abunde vuestra gloria en mí en Cristo Jesús por mi presencia otra vez entre vosotros” (vv. 25, 26). Pablo sabía que volvería a ellos, que no sería decapitado en aquella ocasión y que ellos al recibirlo de nuevo aprovecharían su ministerio. ¿Aprovechas el ministerio del pastor que tienes? ¿Sabes que no lo tendrás siempre, y que te puede ser quitado? ¿Y sabes cómo se siente un ministro cuando se da cuenta que su iglesia no aprecia su ministerio ni lo aprovecha? ¿Sabes lo que piensa cuando se percata que lo tienen en poco y que casi está perdiendo su tiempo?

Continúo ahora con la siguiente pregunta, ¿te gozas con él en la fe? ¿Disfrutas de la comunión con él, de su alegría, de sus consejos? ¿Puedes gozarte con él en fe? Y, por último, ¿abunda vuestra gloria de él en Cristo Jesús por tenerlo? ¿Ignoras que Dios sabe cuándo no le agradecen ni le glorifican por el ministro que él les ha enviado? ¿Sabes que eso es tener en poco sus misericordias y sus preciosos dones?



 

 

Una comunidad celestial y activa

Flp. 1:27-30

  “27 Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio, 28 y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios. 29 Porque a vosotros os es concedido a causa de Cristo, no sólo que creáis en él, sino también que padezcáis por él, 30 teniendo el mismo conflicto que habéis visto en mí, y ahora oís que hay en mí” 

 

Vidas que respaldan

Cuáles deben ser algunas de las cualidades de aquellos que dicen que son de la fe de Jesús (Ro. 3: 26); y que anhelan una patria mejor que la que la que han dejado. Los predicadores de esa fe necesitan que sus convertidos sean monumentos sin objeciones de la gracia que dispensan.

1. Respaldo a las predicaciones. Desde su comienzo en el v.27, Pablo muestra su deseo que el testimonio de ellos dentro del mundo sea brillante,  “para que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo”. Y en esto nunca insistiremos demasiado por dos razones: La gloria de Dios y el avance del evangelio. Quizás sea mejor ponerlos invertidos porque si el evangelio no progresa entre los hombres no habrá gloria para Dios, ello depende de que en nosotros tenga éxito. No obstante, la gloria de Dios es el principal motivo para desear el progreso del evangelio.

La predicación de los ministros tiene que hallarse respaldada por la vida de aquellos que lo profesan, si así no ocurre los hombres acogerán con desdén y reserva lo que les decimos y suponiendo que les agrade nuestra predicación no desearán juntarse con la iglesia, ni crecer dentro de ella en gracia, porque se sienten molestos por el resultado insatisfactorio que tienen los sermones.

Ese testimonio tiene que ser celestial. La palabra que tradujeron   “comportéis” es politeúesthe, significa “ciudadano” o “ciudadanizar”, o algo así; es como queriendo decir que vivan dignamente como ciudadanos del reino celestial. Cristo vino del cielo, el evangelio nos fue revelado por el Espíritu venido del cielo, nuestro llamamiento fue oído desde el cielo, nuestro bautismo es del cielo y no de los hombres, nuestra ciudadanía está allá y no en este mundo (v. 20); así debemos entonces comportarnos. Una vida terrenal no ayuda a nada, no trae gloria a Dios, perjudica el evangelio y los esfuerzos ministeriales por salvar a otros.

 

La comunidad celestial

 

Ahora algunas actitudes de la comunidad cristiana celestial. “Firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe, y en nada intimidados” (aterrorizados) (vv. 27, 28). Las dosprimeras actitudes se parecen, aunque tienen alguna distinción. Estar firmes entre ellos mismos con un solo espíritu, de combate, de lucha, de ánimo. Puede que todo eso, y además en un Espíritu Santo, en una doctrina, o en un solo evangelio. Es un llamamiento a no moverse desde donde Dios los ha puesto, mantenerse dentro de los confines y límites del evangelio que los había salvado. En eso hay que buscar unidad, si hay más de un espíritu, hablando y oyéndose en la iglesia difícilmente pueden permanecer firmes. 

“Firmes” es una palabra importante en el Nuevo Testamento sobre todo para Pablo. Mira la frecuencia con que la usa, “así que hermanos amados míos, estad firmes”, “estad firmes en la fe” (1 Co. 15:5816: 13);  “estad…firmes en la libertad” (Ga. 5: 1); y habiendo acabado todos “estar firmes” (Efe. 6: 13), etc. Si uno no puede extender su territorio al menos debe estar firme para defender lo que ya posee. Eso es estar firme en un espíritu, unidos alrededor de un solo evangelio y una misma doctrina. Esa es una actitud celestial. Es cierto que ni ganar ni perder es desconsolador, peor es perder sin ganar.

La segunda actitud celestial es luchar juntos “combatiendo unánimes” (v. 27), codo con codo, uno al lado de otro, apoyándonos, animándonos, listos para ayudarnos y prestarnos el auxilio que fuere menester para derrotar al enemigo de nuestras almas. Necesitamos desarrollar ese espíritu colectivo, fraternal, cooperativo. No podemos combatir separadamente, vivir egoístamente nuestra vida espiritual y mirar solo por nuestros propios intereses. Nuestra iglesia debe estar unida no solo en doctrina, en espíritu, sino también en nuestros combates, apoyando los grupos que formamos para hacer incursiones misioneras en la vecindad y más lejos, diríjalo quien lo dirija. 

 

Evangelismo de una comunidad celestial 

Aunque sus palabras son aplicables a todos los santos, tienen su mejor uso enfático en los líderes. Cada líder debe sentir que le apoyamos y respaldamos sus esfuerzos, especialmente, pienso que Pablo se refiere, a los evangelistas. Cuando dice   “por la fe del evangelio y en nada horrorizados por los que se oponen” (v. 28). A veces veo que nos unimos para muchas cosas, para comer juntos, para recrearnos juntos, para partir el pan, unidos, para orar, pero no son muchos los que se unen para salir a predicar y visitar juntos. Sin embargo, el evangelismo es importante y deduzco que en Filipos toda la iglesia participaba por cuanto esta exhortación la incluye a ella misma. ¿Cómo es posible que crezca nuestra congregación, que ganemos al mundo y disminuyamos la influencia de las falsas sectas si no nos agrupamos para predicar? Cuando se sale en grupo se animan los timoratos y se enardecen unos a otros.

Pablo aconseja a los evangelistas: que no se dejen intimidar por las amenazas de los que se oponen. Siempre hay oposición. Cuando una iglesia se mueve evangelizadora el diablo también se le enfrenta, surgen gentes por aquí y por allá tratando de apagar ese celo. Unas veces dentro del mismo campo que visitamos y otras nos atacan en el interior de la misma congregación creándonos problemas internos para detener nuestro avance y empuje.

No solamente les da un consejo sino que les anima mucho más a padecer en el combate, alegando que, si se sufre por predicar el evangelio y aún por vivirlo, eso es una buena señal de haber sido salvo porque es un privilegio que Dios concede a algunos que tengan coraje para padecer por su Nombre. Los sufrimientos que por la fe del evangelio el cristiano soporta, son los que miden su salvación, no los que padece por “entremeterse en lo ajeno, por homicida o ladrón” (1Pe. 4: 16), o cualquier otro tipo de problema.

Es interesante que el apóstol mezcla tanto el trabajo del evangelio con la propia salvación. No dice que uno se gane la confianza de ser salvo padeciendo como misionero, ni que los frutos del trabajo evangelístico puedan ser tenidos como méritos para ser salvo, pero sí enseña que la vida cristiana es una vida evangelística. El tipo de cristiano en el cual él está pensando, el que vive en aquellos días, es un cristiano que comparte la fe de su salvación con otros. No imagina un cristiano mudo y que haya que rogarle que les hable a otros de su fe. ¿Qué mal estaremos pasando que ya no somos así? ¿Qué le habrá ocurrido a nuestra salvación? Hoy creemos en Cristo, nos bautizamos en su nombre, nos reunimos en su nombre, cantamos a Él, leemos su palabra, pero apenas compartimos con el mundo nuestra fe. Nuestro testimonio cristiano no incluye necesariamente la salvación de los perdidos. Y dentro de esa tibieza hay preciosas excepciones. 

¿Será que como a Marta, una cosa nos falta y la tiene una hermana? Tal vez la importante cocina pueda cerrarse por un tiempo e ir a escuchar a Jesús. ¿Realmente fuimos bautizados en el Espíritu cuando creímos? ¿Qué tipo de perdición sentimos, que clase de salvación se operó en nosotros? En aquellas iglesias no se conocían los estudios para evangelizar. Era algo natural y nato que les venía conjuntamente con el Espíritu Santo en la regeneración. Me temo que nuestro corriente modo de convertirnos es demasiado pasivo e inactivo. Necesitamos una doble porción del Espíritu, que nos sea dado sin medida.

Estas cualidades celestiales el apóstol espera que se mantengan en ellos presente o ausente,   “ya sea que vaya a veros o esté ausente, oiga”. Entonces, ¿evangelizamos sólo si el ministrnos acompaña? ¿Nos comportamos celestialmente si él está presente? ¿Está Jesús presente en medio nuestro, se halle o no algún ministro del evangelio? ¿Temeremos más a los ojos de Pedro y Jacobo que a los de nuestro Señor? ¡Nunca tal sea ese nuestro temor de Dios!

 

La unidad cristiana

Flp. 2:1-4

  “1 Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, 2 completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. 3 Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; 4 no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros”.

 

Llamado a la unidad cristiana 

 

¿Será, que en aquella iglesia generosa, combatiente había más problemas de los que uno a primera vista percibe? ¿Cómo podrá el pastor llamarle su “gozo y corona mía”? (4: 1). Por el momento veamos que el apóstol le hace un llamamiento a la unidad, “si hay…” (v. 1). Cuatro veces lo repite.   “Si hay esto, si hay esto otro, si hay aquello, si hay lo demás”. No es un sí afirmativo sino un si condicional. Y ¿dónde?  ¿En la persona de Cristo? No, en él existe todo eso. ¿En la persona del Espíritu? No, en él hay comunión, afecto entrañable y no alguna sino mucha misericordia. Es a ellos a quienes se les hace el llamamiento. A los que dicen que están en Cristo. Afirmaban que eran de la fe de Jesús, profesaban su precioso Nombre y habían sido bautizados en su muerte y resurrección. ¿Qué pues? 

Condiciones para tenerlas en cuenta. La primera es la conversión a Cristo. ¿Cómo podrá llamar a la unidad cristiana a personas que no están en Cristo? Imposible. Se dirige no a falsos hermanos, sino a personas que él supone que han tenido relación con la gracia salvadora. Lo que Pablo quiere que ellos sientan en el v. 2 está dependiente de los condicionales “si” del versículo anterior. Es como si les quisiera decir, “si en medio de vuestros sufrimientos han sentido algún consuelo en Cristo, si él los ha compadecido con ternura enjugando con amor vuestro llanto, si algún afecto profundo él os ha mostrado, si alguna misericordia ha tenido con vosotros, por favor, llenadme el pecho de santo gozo estando unidos”. Y como dije anteriormente, son cosas que ya han recibido. 

Pablo está hablando a hermanos que han tenido su experiencia espiritual cristiana con el Señor, que conocen la manifestación de sus piedades, saben las caricias del roce de su amor, entienden el lenguaje misericordioso del perdón; a ellos él llama para que estén unidos, no a los facciosos, los divisionistas, los que insisten en sus propios criterios y sentimientos, aunque partan la iglesia en mil pedazos.

Segunda condición son los sentimientos del pastor. Pablo dice, “completad mi gozo” (v.2). ¿Hay alguna forma más humana para pedirlo? Ya no por razón de la obra de Cristo, ni por Aquel que murió por ellos, sino  por vuestra humana debilidad, por vuestro propio pastor. Con ello lo harán a él feliz y no romperán definitivamente sus sentimientos si llega a saber que  la obra que tantas lágrimas le costó y en la cual se gloría ha sido reducida a fracciones. ¿No nos damos cuenta el daño que le hacemos al pastor cuando nos ve provocar divisiones,  cuando nos oye aferrarnos a nuestros propios pensamientos? ¿Queremos matarle por dentro la alegría oprimiéndole su corazón? Si por desdicha se te metiera en la cabeza formar grupos en la iglesia, por favor, medita en el daño que harás al ministro y como ahuyentarás el sueño de sus ojos e inclinarás un poco más sus hombros a la sepultura.

Y grande es su gozo cuando ve las opiniones reconciliadas, “sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa” (v. 2). Es la forma de pensar la que primero hay que unir. La palabra que Pablo utiliza es   “fronéte” que más bien es pensar. Nuestros criterios, nuestros puntos de vistas son los que tienen que unirse primero, teniendo siempre el mismo amor. Las opiniones se pueden reconciliar si los reconciliados con Dios por medio de Cristo tiene el mismo sentir que hubo en Cristo Jesús, y son tan humildes como él y se despojan de lo que tengan que despojarse, o sea, sin aferrarse a una posición se despojan y vacían de la gloria que tengan.  Esos son los requisitos y la razón para la unidad. Un comportamiento arrogante y pagado de sí mismo es funesto para relacionarse con los otros, que se sentirán despreciados. Para lograr la unidad hay que acceder a dejar el orgullo y la arrogancia. Un hermano petulante, que mire a los otros como inferiores por sus dones o posesiones, no cabe en el grupo. Es un elemento discordante y estará más cómodo en otra sociedad, pero no en la iglesia.

Cuando pensamos en el v.3 ¿será una recomendación producto de hallarse ya unidos? Las cosas que aquí pide,   “nada hagáis por contienda o por vanagloria antes bien con humildad”, están bastante alejadas del versículo primero, parecen como si para llegar a ellas hubiera que pasar por todo lo anterior, haber tenido una profunda experiencia cristiana, amar al pastor y considerar el daño que se le haría si se divide su iglesia, etc. 

La humildad es una gran virtud que algunas veces tarda bastante en aparecer en nuestro carácter, hasta que llegamos a entendernos y juzgarnos correctamente a nosotros mismos, lo que somos por naturaleza, en la gracia, y lo que es el Dios de toda misericordia. Es una capacitación espiritual de los años de madurez, de la experiencia con el pecado de nuestro propio corazón y de la conciencia de nuestras limitaciones. Pablo asocia la falta de humildad no a los hermanos añejos en la fe, sino a los recién convertidos, o como él los llama, “neófitos” (1 Ti. 3: 6), que significa recién plantado.

Dice el apóstol, “estimando cada uno a los demás como superiores” v.3). ¿Cómo podrá hacer uno eso sin fingir? Pablo sabe que casi es imposible evitar las comparaciones; a partir de ello, les pide que cuando se comparen no se declaren más excelentes. Me parece que específicamente está pensando en los que están en eminencia, los miembros más excelentes, los que sirven a Dios con dones mejores. Son ellos generalmente los más susceptibles de ser altivos; ahí en el campo de la eficiencia espiritual es donde deben considerarse los unos a los otros más útiles y de más bendición. Que nadie piense que lo que él hace es lo más importante. Y en sentido personal pasa lo mismo cuando se mira con amor. La rivalidad y la envidia son faltas de amor. Nota que en el v.2 se escribe la palabra amor frente a la palabra “unánimes” Si hay amor hay unanimidad, un mismo sentir. Si cuando consideras la obra de otro, notas que te da envidia y te inclinas a establecer rivalidad, o “contención”, arrodíllate y ora por tu falta de amor. La rivalidad o contención no es más que una batalla para destruir la obra y el prestigio de algún otro que se mira no como hermano sino como un adversario.

Según Pablo hay que tener cuidado con las acciones impropias. Dice,   “nada hagáis”. No basta con sentirse humilde ni tener un concepto humilde frente a Dios, sino también hace falta cuidar de hacer cosas, decir cosas, asumir actitudes arrogantes, provocativas, que estimulen las contiendas o den la impresión de vanagloria. Al contrario, debemos considerarnos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras (He. 10: 24). Una lengua atropelladora; coléricas salidas verbales, frases humillantes, etc. son cosas que hay que suprimir. 

La palabra que traducimos   “contienda” es rivalidad que aparece cuando los hermanos empiezan a ejercer sus dones e influencia dentro de la iglesia y se desarrollan sus liderazgos; entonces suele aparecer casi inmediatamente la competencia y el espíritu de mirar sus ministerios como rivales y no como colaboradores. Las acciones de esos líderes son importantes, y que no lleven ninguna una mala motivación y estén más dirigidas a desafiar al otro, a competir con él que a servir al prójimo.

Si no leíste la palabra amor en el v.3 la puedes leer en el v.4, y no escrita sino en acción. El amor es algo dinámico que se escribe con los hechos. Se dice,   “no mirando por lo suyo propio sino por lo de los otros”.  La acción de tomar cuidado y hacerse responsable de las necesidades de los demás es una señal de amor. Fíjate que en vez de andar con una vara midiéndote con los otros, es mejor que andes con una toalla y con un lebrillo lavándoles los pies. Promover la generosidad es poner en acción al amor. Un buen método para parar un poco la crítica fraternal y los ataques de rivalidad que golpean contra la unidad del grupo es proponer y promover alguna campaña de generosidad substituyendo en nuestros corazones las comparaciones por el servicio.  

Es bueno cooperar con la meta de otros. Cada hermano tiene su logro y su afán; también su necesidad. El apóstol dice,   “no poniendo la mira” Eso se hace poco, más bien cada cual busca lo suyo propio, se preocupa solamente en su plan. Lo anterior, en cualquier ámbito, es obrar en contra del yo propio, es una acción opuesta al individualismo y personalismo. Si lo que engendra la contención y rivalidad es la falta de amor, hay que obrar en contra de ello, atacando la envidia en el mismo sitio naciente, cooperando con el supuesto rival. Presumo que, aunque en la mente del apóstol estuvo la idea de cubrir las necesidades de los pobres, “lo suyo propio y   lo de los demás” se refiere a la esfera de influencia, a los logros, a las metas que tenemos y otros también. Más que un plato de comida, un poco de dinero, es una generosidad muy superior, la del juicio personal, la de la ayuda, la de la opinión. La gran lección que dio Cristo, al despojarse a sí mismo estando   “en forma de Dios” (v. 7) es más bien humillación. Es bueno que mires las necesidades de los otros y notes lo que les falta, pero mejor aún es preguntarte lo que ese hermano o hermana quiere alcanzar en su vida, cuál es su meta, su supremo llamamiento, en qué esfera está sirviendo y lejos de obstaculizarlo, ayudarlo, cooperar con él o ella para que adelante, progrese y se sienta realizado y feliz. Me parece que esa interpretación se ajusta más al contexto.

 

La humillación y descenso del Hijo 

Flp. 2:5-8

  “5 Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,  6 el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, 7 sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;  8 y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”.  

 

Mire el ejemplo del humilde Hijo de Dios. El Salvador es el más grande ejemplo de falta de arrogancia. Él y su ministerio estuvieron limpios de “contiendas y vanaglorias”, nada hizo por contención, sino todo con humildad. Su ministerio fue aglutinante y dejaba espacio para que otros cooperaran con él. El autor del cristianismo fue un gran líder, desprovisto de envidia y sin trazas de miedo a la rivalidad de otros afirmó que cosas mayores haréis. Si notas el pasaje en su totalidad, el servicio se halla presente, aunque no es eso lo que el autor de estas sagradas líneas quiere enfatizar. El vino   “para servir” y tomó forma de siervo (v.7); lo que se subraya es su falta de orgullo y de arrogancia, ya que estando en tal elevada posición, “en forma de Dios”, no  “estimó el ser igual a Dios”.

Mucho más ajustada a la palabra del texto que revela los sentimientos y el propósito del apóstol Pablo en relación con él despojamiento del Hijo de Dios, sería la palabra   “rapiña”, o   “hurtar”; y eso no lo dice en relación con su esencia divina sino más bien con el carácter perfecto de él, que estando en la forma de la sustancia divina y lleno de su gloria, prescindió de ella, y el apóstol introduce la palabra robar pensando más en la aplicación de tal divino despojamiento que en ese acto en sí. Quiero decir que me parece que eso de rapiña de robar se refiere a nosotros que con muy poca humildad y mucha incapacidad para despojarnos del rango que tenemos, no escatimamos si fuera necesario, hurtar el prestigio y el nombre de otros, y si es posible la posición que tiene arrebatársela. Por eso es que la traducción exacta es necesaria y donde se falla mucho la interpretación es que se continúa pensando en la acción de Jesús en relación con la deidad eterna y no con las mezquinas acciones que realizamos nosotros los humanos, y a veces los que nos llamamos cristianos.

El apóstol pudo haber tomado ejemplos de humildad de la vida terrenal de Jesús, cuando lavó los pies de los discípulos y cuando como siervo servía a las multitudes, o también la actitud humilde y reservada que asumió durante la traición de uno de sus discípulos y el enjuiciamiento por las autoridades romanas. No usó esos ejemplos sino más bien otro, el más grande e importante de todos, y que para su propósito convenía mejor, aquel que ocupaba el Hijo del Hombre junto a la deidad, o mejor dicho en la deidad, es decir el rango al cual renunció. La actitud de él y la que con frecuencia nosotros mostramos hacen un fuerte contraste.

Él no ambicionaba ninguna jerarquía y a la que era suya renuncio; en cambio sus amados hermanos más pequeños, nosotros, sí rabiamos si se nos pone en un escalafón inferior al que ocupa otro, y si podemos, sin santidad, murmuramos y protestamos y escondidas y con al testimonio decimos cosas que mermen y roben el honor y la reputación de aquel a quien se le ha dado mayor gloria. Somos ambiciosos por naturaleza y sin hacer mucho pensamos que pudiéramos ser “el mayor en el reino de los cielos” y muy apuraditos andamos deprisa para ocupar “los primeros asientos”, los de mayor dignidad y poca humillación.

Mirando un poco más dentro del texto cuando el apóstol escribe “en forma de Dios” la palabra que utiliza es   “morfé” no para mencionar alguna silueta, no para hacer imagen, sino para hablar de su posición, porque lo que viene luego, despojar, tiene que ver con ello, algo que se quitó de encima, un lugar que abandonó. El abandono o vaciamiento de “la forma de Dios” no equivale a una extinción, no quiere decir que dejó de ser lo que era antes de haber abandonado ese lugar o esa forma. Lo que trata de ilustrar el apóstol Pablo debe regir la interpretación de toda esa frase, y es la exaltación de la actitud de abandonar su gloria que tuvo el Hijo de Dios en contraste con el robo de identidad y de gloria a que estamos dispuestos si no poseemos sus mismos sentimientos. La “forma de Dios” es su realeza, su majestad, su gloria. Un príncipe que deje, renuncie, abandone su palacio, no deja de ser príncipe, lo que está es “vaciándose” de su gloria como príncipe, humillándose para convertirse en un plebeyo. Eso fue lo que pasó con el Hijo de Dios, siendo Dios no dejó de ser Dios, pero dejó esa forma para tomar la forma de los humanos plebeyos. Cuando los hombres lo veían decían: “es hombre” y no entendían muchas de sus afirmaciones y exclamaban “tú siendo hombre te haces Dios” (Jn.5:18). Lo que dejó fue “la forma”, el lugar, la posición junto al Padre, “al lado tuyo, aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuera (Jn.17:5). Ahí empezó su descenso.

La versión del Nuevo Mundo, usada por los Testigos de Jehová, si bien no se atrevió a traducir “un dios” como seguro tuvieron ganas de hacer, y además correctamente tradujeron   “existía” en lugar de   “estando” lo cual es más correcto, interpretaron el texto traduciéndolo   “quien, aunque existía en forma de Dios, no dio consideración a una usurpación, a saber, que debía ser igual a Dios,  ¿cómo podrán admitir que “existía en forma de Dios” y no era Dios? (Jn.1:1). ¿Cómo podrá existir como Dios y estar en ese sitio como “usurpación? ¿De dónde sacaron las palabras que debía ser igual a Dios porque en el griego no están? Es una deshonra que hacen a la Biblia y al Señor. 

No dice que él tuviera la majestad, el honor, la posición de “un dios” sino del mismo Dios. Podemos preguntarnos pues ¿con quién era semejante? El texto no dice que él fuera similar o semejante a Dios sino a los hombres (v.7). En su  “morfé” (forma) externa era un hombre, tenía figura y alma de hombre, pero, aunque era completamente un hombre no era únicamente hombre. Su porte externo era humano, se perfilaba hombre, similar a ellos, pero por dentro, nunca dejó de ser Dios, aunque abandonó su forma. Jamás, como dicen los arrianos, Jesús era semejante a Dios. Él era igual a Dios. Nuestro texto dice que existía como Dios. Recordemos que de quién está hablando aquí el apóstol es de Jesús, del hombre carpintero llamado Jesús de Nazaret y explicándoles a los hermanos, su preexistencia, cosa que está cubierta por su pobreza y humanidad, para que fuésemos ricos. Ese es el sentir que él quiere que ellos tengan, que no se aferren a ser más de lo que son y ni aún a permanecer en lo que ya son como hijos de Dios, si se trata de humillarse para servir y velar por los intereses de los otros.

La palabra siervo o esclavo es clave en el pasaje porque resume la intención apostólica de promoverlos al servicio ajeno. Cristo, siendo tan magnífico se hizo un esclavo de los hombres y vino   “no para ser servido sino para servir y dar su vida en rescate por muchos”. Como ya dije al principio, ese ha sido el costo de humillación de nuestra salvación, que lo condujo desde la gloria eterna junto al Padre hasta la cruz, donde expió nuestros pecados. ¿Estaríamos nosotros dispuestos también a tener un amor como éste, exponiendo nuestras vidas por nuestros hermanos? Todo el texto está confeccionado para hacernos pensar en la humillación, para impregnarnos del sentir que hubo también en Cristo Jesús (v.5) y estar dispuestos a la renuncia y el despojamiento de nuestros méritos y glorias. Y esta grandiosa porción de renuncia y despojamiento la produjo la generosidad y desprendimiento de lo suyo que mostraron los filipenses al enviar tan copiosa ofrenda a este escritor encarcelado.

El Señorío de Jesucristo ahora y después

 

Flp. 2:9-11

  “9 Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, 10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; 11 y toda lengua confiese  que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”.

 

El apóstol dibuja una línea descendente en la trayectoria del Hijo de Dios desde su forma de Dios hasta las partes más bajas de la tierra. Pero ahí no se quedó, la muerte no pudo retenerlo con sus tenazas y el Padre que lo envió al mundo lo exaltó. Cuando el apóstol habla del ascenso de Jesús, y es de Jesús de quién está hablando, escribe emocionado como en un éxtasis espiritual. Es por eso que emplea la palabra superexaltó o hiperexaltó. (Lo exaltó hasta lo sumo, sobre todo lo exaltó). No quedó nada que no lo pusiera debajo de él (v. 9). ¿Por qué no dice que lo subió a la posición que antes poseía, que lo llevó de nuevo a la “forma de Dios”, que recuperó su lugar original al que no quiso aferrarse, que se vistió de todo aquello que se había primero despojado? ¡No! Porque a quien exaltó Dios fue al hombre Jesús. El Hijo lleva, en la persona de Jesucristo, nuestra humanidad, la que había sufrido la cruz y visto la muerte. Sin declararlo de una forma sistemática y dentro de un formato de epístola, su escritura sugiere que en la cristología Paulina existen las dos naturalezas, la humana y la divina.

Sin embargo, Pablo no desarrolla esas sutilezas porque su propósito es decirnos que quien había llegado tan bajo ante los ojos de los hombres, ahora se halla sobre todo, y muestra delante de los ojos muy abiertos de los filipenses el camino que lleva a la gloria a través de la humillación y la recompensa de la humildad, que ahora ha sido colocado tan alto, por debajo de nadie, y que en todos tiene el señorío en el cielo y en la tierra.

Aunque quizás la intención del apóstol al principio fue decir a los filipenses que tras la humillación del cristiano le viene la exaltación, al final lo deja en suspenso ocupándose únicamente de la exaltación de Jesucristo. Por eso digo que me parece que el apóstol estuvo en un éxtasis de emoción y habiendo comenzado por la preexistencia de Jesús antes que el mundo fuera, antes que Abraham fuera, continúa con él en su glorificación dejando a un lado ya el aspecto contextual y práctico para esmerarse con su señorío universal y la obligación que tienen los hombres todos de confesarle como el Señor del mundo, tenido en tal alta estima del Padre, por cuanto ocupa una regencia tan elevada y su evangelio es   “palabra fiel y digna de ser recibida por todos que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” (1Ti. 1:15; 4:9). Por eso escribe emocionado sobre la ida de Jesús a sentarse en “los lugares celestiales” y “la majestad en las alturas” (He. 1:3). Como dice el autor de Hebreos en 2:8,   “aunque no veamos que reine sobre todo, si lo está y llegará el día que lo contemplaremos con nuestros ojos para darle gloria a Dios”.

Cuando dice que toda lengua confiese que Jesús es Señor para gloria de Dios, incluye a todos, los sque vivieron en otra época y murieron, los que viven ahora y los que vendrán y morirán después, ya sea que se encuentren debajo de la tierra o sobre la tierra, sean ser humano su espíritus angelicales, todo ser creado por Dios tiene como Señor a Jesús el Cristo. La lengua del rey Agripa

le confesara como tal, la del vulgar Festo, también los Herodes, y el César. Alejandro el calderero y Demas, y aún la del indiferente Galión. Se hallen vivos o muertos, sacados de la tierra serán y postrados en tierra tendrán que lamentarse diciendo ¡verdaderamente él era el Señor! ¡Qué espectáculo para todos oír a aquel profesor universitario ateo y arrogante confesarlo, al científico infatuado, al literato irrespetuoso, al marinero grosero y prosaico, a todos los presidentes vanidosos, a los militares soberbios, a todos los reyes de la tierra humillarse y confesar como si se oyera de sus lenguas en el cielo entero, ¡era el Señor! ¡Quién podrá imaginar oír eso de la lengua de Voltaire, de Marx, de Engel, de Lenin, de los comunistas que cantan “La Internacional” donde dice que sin Dios y sin Cristo!

Toda esa confesión tendrá lugar ya fuera de tiempo, cuando Cristo venga “matará al Anticristo” con el espíritu de su boca (2Te. 2:8), cuando deje su exaltación para retornar por su iglesia y juzgar a los vivos y a los muertos (2 Ti. 4:1). Pero ya será tarde para todos los que ahora no le han reconocido como Señor y viven aún en delitos y pecados, sirviendo a sus estómagos o a sus voraces apetitos libidinosos. ¡Oh qué día más terrible para todos los que no amaron su señorío y dijeron de él “rompamos sus cuerdas”! (Sal. 2:3).

 

El cuidado de la salvación

Flp. 2:12,13

  “12 Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor, 13 porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

 

Las doctrinas, especialmente la Segunda Venida de Cristo, el Juicio final, etc., siempre que se revelan en la Escritura es con el propósito de hacer algún impacto sobre el estilo de vida cristiana de la iglesia. Ninguna fue dada para que fuese conocida sólo como un evento histórico sin sentido práctico, quiero decir moral y espiritual. La doctrina del señorío de Cristo tiene como objetivo santificarnos, pulir nuestra calidad cristiana, hacernos   “luminares en el mundo” (v.15).

Trabajar, ¿por qué? Cuando el apóstol habla, lo hace a creyentes, a salvados, a pecadores que ya han sido justificados; ello hay que tenerlo presente para interpretar las palabras suyas del v.12,   “Ocupaos en vuestra salvación” o “trabajad”, katergazesthe, que es una forma enfática de ergazomai, obrar, hacer, efectuar, trabajar. Sería erróneo pensar que el apóstol está ordenando a los hermanos filipenses que ellos mismos hagan su propia salvación, su propia elección, su propia fe, su propio arrepentimiento, su propia regeneración, su propia justificación. Sería increíble que alguien pensara así, a no ser que no supiera nada de la teología del Nuevo Testamento.

A quién habla. Ya he dicho que está hablando no a personas que no tienen la salvación sino a los que ya la han adquirido. El habla de que ellos habían obedecido siempre (v.12). Si una persona ha obedecido siempre el evangelio, es porque es salvada, de eso no caben dudas. A mi juicio lo que el apóstol quiere es que ellos no se frenen en su crecimiento espiritual, que continúen madurando en la fe, en el conocimiento y en el modo de vivir.  El temor de Pablo, si alguno revela su preocupación, es que ellos tengan en cuenta el comportamiento cristiano, que se comporten ahora que lo tienen lejos, como siempre lo habían hecho; no pudiendo él atenderlos directamente y cuidar con esmero que prosigan, creciendo en gracia y siendo un faro luminoso para Filipos.

El hecho de que él nos describe la preocupación con la que deben cuidar sus almas es prueba de ello, con temor y temblor (v.12). Si alguna preocupación nos es ordenada por el evangelio es por nuestra salvación, pues siendo tantos los peligros que existen en este mundo para que nos deslicemos (He. 2:1), o de manchar nuestra reputación para siempre siendo arrojados al piso por un príncipe obscuro tan formidable; no es para menos que temblar de pies a cabeza.

Lo que Pablo pide es que trabajen sobre el crecimiento espiritual, sobre la santificación, no sobre la justificación, no para que se salven ellos por ellos mismos. Lo envuelto aquí es el avance espiritual, la consagración, no otra cosa. Y como ya dije en 1:27, trabajar en nuestro crecimiento, estemos solos o con un ministro al lado atendiéndonos, bajo la supervisión de sus ojos o distantes de ellos. Incluso, el empeño que debemos mostrar en crecer espiritualmente debe ser mayor cuando tenemos la desdicha circunstancial de no tener un pastor que vele a nuestro lado, como dice  “mucho más ahora en mi ausencia”.

Creo que un elemento que falta en nuestro crecimiento espiritual es ese, temor y temblor, vivimos la vida cristiana sin miedo a caernos y por supuesto por nuestra confianza carnal nos caemos; decimos, aunque otros te negaren, yo no te negaré. Somos un pueblo tan pacífico que no alzamos murallas alrededor de nuestro vivir y habitamos expuestos al peligro inminente. No es, pienso, que hayamos desarrollado exageradamente una confianza a partir de la seguridad de la salvación, o de la perseverancia de los santos, más bien veo que se trata de dureza de corazón. Vivimos como si ningún peligro nos acechara. ¿No será porque nunca hemos tenido alguna experiencia de salvación? ¿Porque no se nos mostró la ira venidera? ¿Y sólo hemos oído del amor del Señor y no de la ira del Cordero?  No se evade el peligro que se desconoce, ¿será posible que el Espíritu regenere a alguien sin mostrarle el pozo sin fondo, el abismo de la condenación? ¿Sin percibir la ira divina sobre nuestros pecados? Hay un desconocimiento de los peligros espirituales, una ignorancia pasmosa, que nos deja insensibles, que es muy sospechosa. ¿Sabemos, hemos visto alguna vez, adónde hubiéramos bajado sin Jesucristo? ¿O  es que nos hemos olvidado un poco del hueco de la cantera desde donde hemos sido cortados?

Ahora pensemos en la acción humana y la gracia divina, porque Dios es el que produce en vosotros (v.13). Aunque el propósito del apóstol no es definir la participación humana o divina en la salvación, sino consolar a sus hermanos que su Dios los continuará ayudando; las palabras fueron escritas y son útiles si se consideran como colaboradoras de un sistema de verdad. 

 

Aclarando expresiones teológicas

Los que no entienden bien la acción de la gracia de Dios y su soberanía se hallan perplejos cuando hacemos algunas afirmaciones doctrinales sobre la salvación. Por ejemplo, en la regeneración el hombre no participa, está pasivo, (muerto en sus delitos y pecados), pero en la conversión, esto es, en el arrepentimiento, está activo. Digo que ellos se sienten muy confundidos porque al acentuar nosotros la soberanía divina sobre la salvación les damos la impresión, o al menos ellos quieren tomarla, de que el hombre es como un autómata o un robot. Ese no es el caso. Nadie puede disputar que, si la regeneración es una resurrección espiritual, una nueva creación (Ga.6:15, 2Co.4:6), que es un acto milagroso por parte de Dios sobre el alma humana.

El poder efectivo de la resurrección (Efe.1:19). Aunque nunca la criatura tiene algún mérito en su salvación, cuando se comienza a salvar, y durante todo el proceso de la salvación (que es el que aquí estamos tratando) o santificación, ella recibe energía divina. Cuando Pablo dice que Dios es el que produce, la palabra que usa es energón, de la cual derivamos la latina energía. Energón, se halla en participio presente activo. Eso indica que no es una energía que Dios concede y se la deja al hombre para que la utilice a su discreción, sino que la otorga, la sigue otorgando y va obrando él mismo, dentro de nosotros, con nosotros, lo que se propone. Es la misma palabra usada para “producir”, como para “hacer”.

Pienso que el apóstol se los dice quizás para mitigar un poco el miedo y el temblor que les produciría una posible caída. O para que no se enorgullecieran porque les había dicho que trabajaran sobre la salvación, o porque quiere alentarlos sabiendo que ya el Señor se halla realizándolo no se quedarán solos. 

Llevemos sus palabras a cualquier punto, lo mismo hacia atrás que hacia delante, Dios da la energía para querer y para hacer. Desde el primer deseo de salvación, desde el primer querer romper con el pecado, hasta que definitivamente se separa de él, es Dios el que lo hace, da la energía, la fuerza, la vida para desearlo como para hacerlo. Nosotros lo deseamos, nosotros actuamos, pero no nosotros, Dios con nosotros, Emanuel.

No hay razón para hablar de paradojas, de contradicciones, Pablo no ve en ello ninguna contradicción, la cosa es un hecho y la enuncia. Cuando pone a Dios sobre todo, en primer lugar y obrando dentro de nosotros no lo hace para clasificarse dentro de una estructura teológica sino para ayudarnos, para bendecirnos, para fortalecer nuestra esperanza, para desarrollar nuestra fe. Fíjate que él no dice meramente  voluntad,  sino   “buena voluntad”, porque es eso precisamente lo que quiere destacar, la bondad del Señor, que continuará trabajando en nosotros, que la perfeccionará (1:6), hasta el día de Jesucristo. Pablo está ausente, pero Dios no. Pablo no puede energizarlos, Dios sí puede. Pablo no podrá motivarlos a la santificación, el Señor lo hará. Dejemos esta exposición hasta aquí y en la próxima veremos que estas exhortaciones van encaminadas para vivir sin manchas.

 

Faroles para todos

Flp. 2:14-18

“Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”. 

 

Ya sea en la iglesia o en cualquier parte debemos comportarnos bien, especialmente en el mundo. Ser un gran ejemplo para los creyentes es ventajoso para la iglesia porque la inspira a ella. Eso lo ordena Pablo en otro sitio, sé  ejemplo de los creyentes (1Ti.4:12). Pero en esta sección Pablo enfatiza el hecho que el creyente debe ser ejemplo en el mundo.

La lengua

Si queremos tener buen testimonio que respalde nuestro esfuerzo para salvar a los impíos, el uso de la lengua tiene que ser prudente. El primer testimonio que debemos dar en el mundo, como comunidad cristiana, por este texto, es abandonar las murmuraciones y pleitos, como dice  “sin murmuraciones y contiendas” (v.14). La palabra murmurar es goggusmón, e indica un sonido onomatopéyico, sacado de murmullar o murmurar, hablar bajo y entre dientes, refunfuñar. Puede referirse a una actitud de protesta, de inconformidad con todo lo que se tiene que hacer, no hacer nada con buen humor, contentos, con ánimo presto, sino al contrario, protestando y maldiciendo. O puede también referirse a andar murmurando de los otros, hablando bajo, solapado, entre muelas, y que al fin acaba sabiéndose y la contienda se desata, el pleito, el enojo y la discusión, que es lo que quiere decir la palabra dialogismón; diálogos o argumentaciones. En el hogar o en la asamblea de la iglesia eso es detestable, y cuando el mundo se entera, se regocija y se vuelve más incrédulo. Esas cosas hay que abandonarlas.

Por otra parte, el apóstol nos pide que nos comportemos como hijos de Dios “sin manchas” (v.15). Sin ser salpicados por los pecados que el mundo chapotea y salpica a nuestro derredor. Un hijo del Rey no debe tener su vida manchada con los mismos pecados que el mundo. Eso quiere el diablo, pero Dios no. Es importante para el testimonio, que las manchas del mundo no sean halladas en la iglesia y si aparecieran hay que lavarlas rápido en la sangre de Cristo y en el silencio. El mundo debe mirar a la iglesia y ver que ella no es igual, que los que la componen son y viven diferente y se preguntan atónitos qué le ha pasado al hijo de Cis (1Sa.10:11).

Hay dos palabras que preceden al llamamiento de ser hijos de Dios y vestidos como hijos de luz, “irreprensibles y sencillos” (v.15), quiere decir literalmente “sin culpas y sin mezclas” El Señor tenga piedad de nosotros cuando somos culpables de cometer las mismas cosas que los del mundo. El mundo no creo que se halle con la boca abierta mirándonos emocionado, nada de eso, al contrario, anda buscando como contagiarnos y hacer desaparecer nuestra integridad, pero si arroja falsas acusaciones sobre nuestro testimonio, que sean eso, falsas, que digan   “toda clase de mal contra vosotros, mintiendo”, pero que sigamos   “sin culpas”, o como diría el apóstol en otro sitio   “en nada tengo mala conciencia” (1Cor.4:4).

La palabra que se traduce,   “sencillos  “ es   “akéraios” derivada de otras dos, a y kerannumi, o mezclar. Que no tiene mezclas, mezclas con el mundo, que en la vida del cristiano o de la iglesia no hay mezcla de mundo y de Cristo, de sombras y de luz, de bien y de mal. Pablo aboga por una completa separación en comportamiento entre el mundo y la iglesia. Cuando habla del pueblo del Señor, habla de él en medio del mundo, de una generación mala y perversa. 

No sólo teniendo el mundo tan cerca ella puede contaminarse, ensuciarse, sino viviendo en el mundo, dentro de ella, codo con codo, día por día, semana por semana.

Para el apóstol aquí la vida de cada cristiano es una lámpara, un faro, una luminaria, una linterna, un farol; entre sus hermanos y para un mundo opaco. Y te preguntas, ¿y para qué? Para que los otros hermanos puedan ser guiados en sus pasos a través de este mundo por nuestra luz. Para los que han de ser salvos, cuando se les hable de Cristo puedan hallar suficiente luz para creer; y para que el nombre del Señor, de todas maneras, sea glorificado.

Es algo interesante el tiempo en que Pablo coloca la palabra   “resplandecéis”, la escribe en voz pasiva, modo indicativo, tercera persona plural, pero lo mismo puede ser presente que imperativo. Me parece que el imperativo cuadra mejor con su contexto, más que reconocer el innegable hecho de que ellos están resplandeciendo con sus vidas, lo que hace es pedirle que lo sigan haciendo, que lo hagan más, que no se apaguen de ninguna forma.   “Resplandeced como luminares en el mundo”. Lee todo el versículo y el siguiente y verás que el sentido imperativo, exhortativo y mandatorio es mucho mejor para lo que él quiere decirnos.

El dibujo que él hace de esa generación no es nada halagüeño para ella, la concibe totalmente depravada y descompuesta, “maligna y perversa” (v.15). Otra traducción sería “tortuosa, inclinada, jorobada, desviada, habiendo sido pervertida y depravada” ¿Y de qué vale resplandecer así en medio de gentes que no entienden nada de lo que hacemos? ¿Para qué ser santos si ellos son unos inmorales, para qué ser justos si son unos rufianes, para que ser leales si son traidores, para qué ser veraces si mienten en cada palabra que dicen? Porque la gloria divina está en juego, amado, y porque ellos tienen que ser salvos. Para que los malignos sean buenos por medio de Cristo,  para que los depravados sean sanados,  para que los infieles se vuelvan leales, para darle a un mundo sin esperanza moral ni espiritual, un ejemplo de salvación, una solución espiritual antes de su definitivo juicio.

 

El servicio de la fe

 

Flp. 2:16-18

  “Asidos de la palabra de vida, para que en el día de Cristo yo pueda gloriarme de que no he corrido en vano, ni en vano he trabajado. Y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe, me gozo y regocijo con todos vosotros. Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo”. 

 

En relación con el ministro

 

Estrechamente conectada con la exposición anterior se halla ésta. Con algún fin en relación consigo mismo escribe, ¿no? Aquí aprenderemos que el trabajo del ministro y de cualquiera que desee servir a la iglesia de Jesucristo, es un sacrificio a Dios sobre el altar de la fe.

El trabajo del pastor. Supuestamente el siervo más entregado al servicio de la fe es el ministro. En estos versículos la escatología se halla muy presente (doctrina de las cosas futuras), pero Pablo habla de ella en relación con su propio ministerio. Pide a aquellos hermanos que sean fieles, santos en extremo, si cabe la expresión, no sólo por la gloria del Señor, ni por el buen nombre de cristiano, ni por la salvación de un mundo al cual se le da el testimonio, sino por él mismo, por su propia carrera. Si ellos sienten algún afecto por él, lo apela, que consideren lo mucho que ha trabajado procurando salvarlos y santificarlos para aquel día. ¿No piensas, cuando das testimonio de santo, en el pastor que Dios usó para traerte al conocimiento de la verdad? ¿No piensas como ha   “corrido y trabajado”, v.16 por ti? 

Pablo cuando predicaba esperaba resultados de su trabajo que perduraran hasta la eternidad, que pudieran ser presentados como señales de su labor cuando se acercase a responder por la encomienda que había recibido. Si pues hay algún egoísmo en sus palabras no puede ser más espiritual, no dice que quiere que sean fieles para que le recompensen de sus bienes, ni para recibir el aplauso de sus compañeros, ni por su propio prestigio. Para él la salvación de los demás, en relación con su ministerio, tenía una perspectiva futurista. De eso aprendemos que no podía conformarse con nada menos que con la salvación, ni con nada menos que con un testimonio brillante como la luz. Ni la asistencia ni el bautismo eran su meta. Lo que persigue era que son conversiones, que vivan en santidad. Su ministerio con aquellos hermanos no termina con el bautismo de ellos, sino en la eternidad, “hasta el día de Cristo” (v.16).

Es una pena grandísima para un ministro que acabó su carrera llegar presentarse a recibir su premio el día del juicio y encontrar que los muchos años que invirtió de su vida resultaron inútiles,   “vacíos” como sugiere la palabra   “en vano” (v.16).  Es la misma usada anteriormente para hablar de la   “kénosis  “; hallar que los que suponía que se habían   “convertido” y   “testificado” de conversión, no lo estaban y los que sí fueron engendrados de nuevo cayeron en pecado y mancharon sus almas. La labor del ministro no acaba sino hasta que los que cuida se mueran sus convertidos. ¿No hay estímulo aquí para no olvidar a los hermanos que hemos dejado en otras iglesias?

Consejo para ser fieles. Para que él los pueda presentar a ellos como un triunfo de su ministerio les ruega agarrarse de algo,   “la palabra de vida” (v.16). Unos traducen   “sosteniendo en alto” otros,   “asidos firmemente” y dicen que las palabras tienen un énfasis misionero, alzando la predicación bien por arriba del mundo como una lámpara para que alumbre y salve. Pienso, aunque la idea es bonita, que el apóstol lo que desea y lo que le servirá para presentar por su ministerio el día del juicio, no son las almas que ellos ganen, sino las vidas de pureza que hayan tenido. Asidos a la palabra de vida, dice él, porque ella es la que contiene la esperanza cristiana si se es fiel a Dios y se vive inmaculadamente. Lo que quiere es que no se deseche ninguno de los mandamientos que él les dio por pequeños que fueran, sino que agarrados firmemente los retengan para continuar en fidelidad.

 

La intensidad del ministerio

Lo que a continuación dice casi que nos pasma, porque podemos por sus palabras medir la intensidad de su entrega al ministerio, “y aunque sea derramado en libación sobre el sacrificio y servicio de vuestra fe” (v.17).

Aunque le vaya la vida en ello, aunque gaste lo que tiene y él mismo se acabe sirviéndole (en la liturgia de la fe).  “Porque no estimo mi vida preciosa para mí mismo con tal que acabe mi carrera con gozo y el ministerio que recibí del Señor Jesús” (Hch.20:24). Entrega al servicio; eso es lo que necesita el ministerio cristiano, consagración. ¿Podrá uno avanzar si constantemente es empujado hacia atrás por la prudencia de quebrantar su salud, por no envejecer prematuramente, por otros compromisos, familiares y de intereses diversos? Que Pablo no tuviese ni padre, ni madre, ni esposa ni hijos a los cuales atender y para los cuales proveer, fue para él una bendición; y nos permite poder hablar y obrar en los términos de consagración que aquí escribe. No poseía nada que lo comprometiera a este mundo sino el servicio de la fe, no tenía nada ya que perder sino su propia vida, la cual también ofrece; si se le reclama, para acabar algo más importante que ella misma, su ministerio. Habla de sí mismo como de colocarse en holocausto al servicio cristiano.

Mira el ministerio como un altar en el cual, no animales, sino su vida y posesiones, son abrazadas por el fuego del Espíritu y convertidas en olor grato al Señor. ¿Será así nuestro ministerio? ¿Consideramos el pastoreado como un altar en el servicio de la iglesia? Pero él no habla de servirlos a ellos propiamente sino la fe. Es mucho más que ayudarlos en multitud de necesidades, es hacerlos crecer, auxiliarlos para que continúen siendo fieles. Hace diferencia en el servicio a la persona y a la fe salvadora.

Y lo otro que revela es su disposición, o su estado anímico. Aquí tenemos mucho que aprender. Las iglesias, cuando son protestonas, desobedientes, suelen amargar el ánimo del ministro que las atiende, pero él no quiere servirles así, “quejándose” (He.13:17), sino al contrario, “me gozo y regocijo con todos vosotros” (v.18). Está dispuesto a continuar sirviéndoles: aunque le arranquen la vida por ello. Claro, no los filipenses que no son para él ninguna carga ni algún trabajo, sino mucho gozo y alegría. Se siente muy dichoso en poder ser el pastor de ellos, se regocija celestialmente en eso y le pide a ellos que correspondan con la misma alegría, que estén tan contentos con él como él se halla con ellos.   “Y asimismo gozaos y regocijaos también vosotros conmigo” (v.18).

 

Búsqueda de un nuevo pastor

Flp. 2:19-24

  “Espero en el Señor enviaros pronto a Timoteo, para que yo también esté de buen ánimo al saber de vuestro estado; pues a ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros. Porque todos buscan lo suyo propio no lo que es de Cristo Jesús. Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio. Así que a éste espero enviaros, luego que vea cómo van mis asuntos y confío en el Señor que yo también iré pronto a vosotros”.

Hay veces que al comenzar los comentarios sobre un texto no se puede distinguir hasta posteriormente, cuál aspecto es el más importante para el autor. En este caso, ¿cuál será lo primordial, el envío de Timoteo a Filipos o la comparación que con él hace de otros compañeros? Quizás ambas cosas tengan el mismo por ciento. Lo cierto es que Timoteo representa el nudo de toda la cuestión y lo que Pablo dice de él, en un sentido o en otro, ocupa el meollo del pasaje.

 

Reemplazo

Indudable es que la intención del apóstol es garantizarles a los hermanos que se hallarán recibiendo un gran substituto suyo. Epafrodito regresará, pero Timoteo es el representante apostólico. ¿No es algo muy importante para una congregación que se queda sin un pastor, o le hace falta un brazo extra, las recomendaciones reales de otro gran siervo?   “pues a ninguno tengo del mismo ánimo, que tan sinceramente se interese por vosotros” (v.20). Esa fue la razón por la que emergió la comparación de su joven amigo con los otros colaboradores, con al menos los que tenía cerca suyo. Pablo no intenta rebajar a sus ayudantes ante la opinión de los filipenses para exaltar a Timoteo, sino hacerles ver a ellos que les está enviando el mejor entre los mejores.

Los otros no eran malos siervos, pero no de la calidad de Timoteo. Si Pablo ls conserva entre su círculo, íntimo no podrían ser malos, quizás no todo lo eficaces, tal vez algo indolentes o por lo menos exagerando la importancia propia en detrimento de la de la obra del Señor. Todos los genuinos siervos del Señor no poseen el mismo nivel espiritual ni son igualmente consagrados. La iglesia puede sentirse muy feliz de que su púlpito vacante será llenado por otro gran siervo de Dios, que tiene la recomendación y todos los halagos del anterior. Si los pastores que se marchan de un sitio pueden hacer algo por el relevo que les seguirá habrán de esforzarse de que el lugar de ellos sea ocupado con lo mejor de lo mejor y por otra parte las iglesias, en afán de conseguir un relevo no deben correr de prisa sin oración y paciencia en ello, porque puede que le den la bienvenida a un obrero de menor categoría. ¿Siempre la iglesia se merece el obrero que Dios les envía? Aquí esta situación no es discutida, pero el apóstol sí quiere para ellos la excelencia, jugo y nata del ministerio. Timoteo es eso.

Puede haber pastores muy buenos, pero para otros sitios, porque el que va a una congregación tiene que hallarse muy interesado en ella y sinceramente. Y que tan sinceramente se interese. Si Dios no despierta el interés de un ministro por cierta iglesia y de ella por él, allí no lo está enviando.

Un punto importante

La recomendación de Pablo para Timoteo tiene un punto principal. ¿Cuál es? ¿Lo encomia como maestro, predicador, organizador? Esas son cosas muy loables y se dan por sentado en un hijo espiritual del apóstol y en alguien en quien él confiaba tanto, pero no, lo que recomienda Pablo es el desinterés personal que el joven sentía para lo suyo propio. Eso será en resumen lo que ponga en movimiento efectivo el resto de las cualidades. En comparación con sus otros compañeros su interés máximo no eran sus propios negocios, ni ganar dinero, ni ocupar una posición. Estaba olvidado de sí mismo, su interés máximo era la iglesia. 

Sería una pregunta buena que la iglesia se haga cuando invita a su pastorearla a un siervo de Dios: ¿Qué interés persigue al venir? ¿Nosotros o lo nuestro? ¿El clima, sus amigos, su familia? Eso es importante conocerlo. Timoteo no era casado y podría moverse con facilidad, sin tener en cuenta ni la educación ni el trabajo de los hijos. Sin embargo, aunque así hubiera sido, como Pedro, se podrían haber hecho arreglos. Pero quizás no eso lo que pasa por la mente del apóstol, porque el acomodo de la familia misionera no puede ser juzgado como buscar lo suyo propio; sino más bien, que el joven ministro es altamente reputado por su entrega a la predicación sin aprovecharse de la piedad para ganancias propias. El interés por una iglesia puede que no sea sincero, en ese caso es mejor actuar como aquellos otros que no fueron enviados, no ir.

Por supuesto que eso dicho anteriormente no es una licencia para que la iglesia condene a su ministro a la privación y el abandono. La falta de egoísmo en su obrero no es algo de lo que ella deba aprovecharse, sino más bien una inspiración fuerte para recompensarlo abundantemente por su desinterés.

Anteriormente he dicho que no sólo el desinterés egocentrista es lo único que hay que conocer de un obrero que se acerca a una iglesia, hay otras cosas también, aunque Pablo exalta esa; pero cuando dice que Timoteo era como hijo para él, que había servido en el evangelio y habla de sus méritos, eso también son otros aspectos de una gran recomendación (v.22). Timoteo era como un duplicado del apóstol. El lo garantizaba. No era un cualquiera y ellos podían recibirlo con confianza. Cuando habla de   “los méritos de él” la palabra que usa es   “dokimén” y se refiere a una prueba que ha sido hecha sobre él. O sea, es un obrero aprobado que no tiene de que avergonzarse, aunque es joven ya tiene suficiente experiencia y entrenamiento como cumplir cabalmente su comisión. Que un ministro sea joven no quiere decir que sea un inepto o inútil.

 

La enfermedad de un pastor

Flp. 2:25-30

  “Pero creí necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano, colaborador y compañero de milicia, quien también es vuestro mensajero y servidor para mis necesidades; [26] porque él os añoraba a todos vosotros, y estaba angustiado porque habíais oído que se había enfermado. [27] Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no sólo de él, sino también de mí, para que yo no tuviera tristeza sobre tristeza. [28] Así que lo he enviado con mayor solicitud, para que al verlo de nuevo, os regocijéis y yo esté más tranquilo en cuanto a vosotros. [29] Recibidlo, pues, en el Señor con todo gozo, y tened en alta estima a los que son como él; [30] porque estuvo al borde de la muerte por la obra de Cristo, arriesgando su vida para completar lo que faltaba en vuestro servicio hacia mí”.

 

He advertido en la exposición anterior que Timoteo parece ser el mejor ministro de todos los que el apóstol dispone, o al menos el más apropiado para los filipenses, contrasta su negación personal con los compañeros egoístas interesados. Epafrodito también es un gran ejemplo de lo que un ministro puede desear tener como modelo.

 

Amigos

Un pastor visita a otro

Es una bendición divina la comunicación amistosa entre los ministros. Pablo recibe la visita de un compañero lejano, Epafrodito. Era lo que en realidad le hacía falta, alguien que le trajese noticias de la iglesia, pero que pudiera platicar con él a un nivel que le hiciera bien. 

Llama la atención que un siervo del Señor tan ocupado en atender su propia iglesia, Epafrodito, (que era posiblemente el pastor), la deje para emprender un larguísimo y peligroso viaje. El objetivo es llevar sustento a un compañero y ayudarle allá en su ministerio, Pablo, preso en Roma. 

¿Por qué no enviaron a otro hermano, menos espiritualmente ocupado? Pienso que fue porque su propósito no es sólo llevar dinero, comida o ropa, sino incorporarse con Pablo en el trabajo; y sobre todo servirle de compañía, a fin de fortalecerlo y animarlo. Eso, por supuesto, no podría hacerlo un hermano común del rebaño, sino alguien calificado espiritualmente para entender el ministerio y al anciano apóstol, ¿Que no sabe aún cuál será su suerte,   “y vea cómo van mis asuntos”, pudiendo morir o ser puesto en libertad, y desvelado por la obra. 

Epafrodito no sólo es compañero de milicia del apóstol, sino que es su amigo lo cual le permitirá escuchar confidencias que de otro modo se las ocultaría. Se pueden tener muchos compañeros, miles de colaboradores, pero amigos en el servicio del Señor se encuentran pocos; sin embargo, la amistad ministerial es necesaria. Jesús no les llamó amigos a sus discípulos hasta que no les comunicaba sus confidencias (Jn.15:15).

Si hay un orden de relación tristemente afectado en el ministerio es ése que menciono. Muchos leales siervos pasan gran tiempo casi completamente solitarios, enfrentándose a un común enemigo mortal en la soledad; rara vez hablan o son visitados por otros colegas. Esa soledad es “deteriorante” y los sume en la melancolía y la depresión; a veces emocionalmente acabados. Pueden decir que han sido llevados por el Espíritu al desierto para ser tentados por el diablo.  El daño que Satanás hace a una iglesia no es mínimo cuando distancia a dos siervos el uno del otro; tienen que sufrir en ostracismo y llorar en el desierto.

 

Elogios entre pastores

Elogios y reconocimientos de su amigo visitante. Son cosas raras oír a un pastor alabar a otro; lo que es más frecuente es escuchar quejas. Aunque el primer grupo apostólico no estuvo tan unido como ellos mismos hubieran querido, aunque se fraccionaron algunas parejas, siempre entre ellos hubo gran admiración de los unos por los otros. El amor ministerial fue una constante indestructible entre Pablo, Pedro, Bernabé, Juan Marcos, Timoteo y Tito, etc. Las cualidades que Pablo hace resaltar en su compañero Epafrodito son muchas. Comenzando por lo más simple, un  “mensajero”, (v.25). Fue la iglesia quien lo envió. Llevaba cosas que dar y cosas que contar, ropa, comida, dinero y un mensaje de la situación de los hermanos. Dejó el púlpito y salió para eso. No hay ninguna tarea que se haga en la iglesia que sea deshonrosa, ni indigna de hacer por el hermano de más nivel espiritual. 

“Ayudador” (v.25) Pablo necesitaba alguno así, que pudiera ayudarle no sólo en sus necesidades materiales sino en la escritura de sus epístolas, en la atención a las otras iglesias, en discutir con él la situación general de la obra. Nota como están unidos en sentimientos y en trabajos porque se mira la obra como una, como la mira el Espíritu, no en forma individual. Las iglesias formadas por cualquiera de los apóstoles recibían constante refuerzos y apoyo de otros compañeros. Las ayudas llegaban directamente a los misioneros y ellos mismos coordinaban el trabajo en el cual estaban involucrados. Cada uno deseaba que el cristianismo avanzara, quiero decir, el evangelio, que la palabra creciera. 

Pablo necesitaba que la iglesia se ocupara de él, ella también lo sabía; como no pueden ir en masa a atenderlo envían al pastor en nombre de la congregación y éste   “suple lo que faltaba en el servicio” (v.30). Pero pienso que ante todo se trataba de necesidades materiales del apóstol. Eso era un deber que no cumplieron algunas iglesias. 

Pienso que además Epafrodito, es un especial cristiano, y un gran amigo, porque Pablo le llama hermano, “mi hermano” (v.25). Me parece que usa el término para tenerlo como un hermano carnal, algo muy íntimo, nacido del mismo vientre que él, muy suyo, bien cercano y parte de su familia. Esa es una relación que corresponde a un cristianismo especial, a una forma muy suprema del amor de Dios.

Y de todos los elogios con que adorna el nombre de Epafrodito, se halla éste, “compañero de milicia”, porque como ya he dicho, ha ido a ayudarle a combatir por el evangelio. No sólo lo es sino que lo ha sido. Es un excelente combatiente, ya sea que trabajen juntos o separados, son dos hermanos unidos por los mismos ideales, amantes del mismo Señor y comprometidos con el mismo evangelio. 

 

El pastor y su salud

Era un pastor que gastaba lo que era y lo que tenía en el servicio de la iglesia. Si había ido a Roma, tan lejos de Filipos, no era para pasear ni para hacer turismo en la capital sino para unirse a Pablo, su hermano, su compañero, en algún combate espiritual, para poner sus talentos y esfuerzos juntos. Y en eso precisamente estaba cuando alguna epidemia lo asaltó y le quebrantó la salud, “pues a la verdad estuvo enfermo, a punto de morir” (v.27). De las cosas que uno tiene de valor, la salud es una. Pablo da testimonio que estuvo a punto de morir, por la obra de Cristo y en substitución de la iglesia, para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mi (v.30). Si la iglesia quiere conocer más a su pastor, debe mirar qué está gastando de lo que tiene y en qué lo gasta. ¿Gasta mi pastor su vida en la obra de Cristo?  ¿Está exponiendo a que su salud se quebrante por buscar que el evangelio adelante? Si así es, debe ayudarlo en todas las formas posibles incluyendo la oración, para que no se debiliten sus manos y para que no se les muera.

La Salud y la vida del pastor es algo que la iglesia aprecia mucho

Epafrodito sabía eso, que la iglesia le ama de hechos y que cuando oyeran que estaba grave se iban a entristecer sobremanera. Si grande es el amor de la iglesia por él también lo es el suyo por ellos, por cuanto supone el dolor que la noticia de su muerte produciría en los hermanos le llega casi a abrumar; tanto más que el miedo a morirse (v.26). Epafrodito conocía la delicada conciencia cristiana de la iglesia y supo que al ellos saber que él se había enfermado por ellos, substituyéndolos a ellos, experimentarían un cargo de conciencia enorme, se sentirían culpables, no porque realmente lo fueran, pero ellos se sentirían así. Él no quería que su amada iglesia sufriera cargos de conciencia por él. Hablando sobre los pastores el apóstol afirma que ellos son de la iglesia, todo es vuestro; no como se tiene un esclavo o un empleado para explotarlo en la producción de ganar gente para aumentar el pueblo y el tesoro. Eso no es tener un pastor por amor sino por conveniencia, como un negocio. Debe tenerlo como algo suyo, muy querido y amado, para que el Señor prolongue su vida y los servicios que de él recibe.

El pastor se enfermó en la obra, en substitución de la iglesia, pero felizmente apareció la misericordia de Dios en la salud suya. Pablo reconoce que el Señor le devolvió la salud, por misericordia hacia el enfermo mismo, hacia el apóstol que hubiera aumentado demasiado su ya honda tristeza, y de la iglesia de la cual Epafrodito era el pastor, los filipenses (v.27).

En ninguna parte leemos que Dios le devolvió su salud porque era un instrumento insubstituible en la obra y no podía ser reemplazado por algún otro, la única razón es porque la muerte del pastor ocasionaría una enorme tristeza a todos. Y Dios no quería que Pablo tuviera,   “tristeza sobre tristeza” (v.27), ni que la iglesia, tan amada por el Señor llorara por la pérdida física de su pastor.

Los filipenses, de morir Epafrodito, lo podían substituir por algún otro, quizás Epafras que estaba cerca, o alguno dentro de la misma iglesia que los tenía tan excelentes como él, porque Pablo exhorta a que lo continúen teniendo en mucha estima y a los que son como él (v.29). Pero Dios sabía que la iglesia no quería ningún otro. Quería a su Epafrodito y no otro útil reemplazo.

Hay algo además con referencia a la salud de los grandes cristianos que es necesario que mencione. Los mejores siervos del Señor, algunas veces enferman y mueren antes de envejecerse totalmente y no debemos pensar que el Señor está enojado con ellos por algún pecado que hayan cometido, o porque no estén desempeñando sus ministerios,  fielmente. Nada de eso se cumplió en Epafrodito. Sin embargo, se enfermó y parecía que iba a morir.

Esto sirve para advertirnos cuando vemos que los mejores hijos del Señor padecen enfermedades incurables o mueren tempranamente. El mundo tiene eso como una injusticia, pero para nosotros es simplemente un misterio de la providencia que se lo lleva consigo para coronarlo por su trabajo. El Señor no lo quiere ocupar en su obra acá abajo donde se hallan sus brazos eternos, sino que le adore y disfrute de su gloria junto a sí mismo.

En segundo lugar, el caso de Epafrodito, deja claro que el don de sanidad no era un don omnipotente, que podía manejar la voluntad de Dios a su antojo y que caía bajo el control total de aquel a quien fue conferido. Si así hubiera sido Pablo lo sana al momento. Es evidente que no quería que él muriera, pero también está claro que no pudo devolverle la salud y que si se recobró, no fue específicamente ni por su oración, ni porque él no quería que muriera, sino porque el Señor no quería entristecerlo más. La misericordia del Señor no actuó por algún don de Pablo, sino por el puro afecto de su voluntad. Y eso también nos da un aviso para que oremos por nuestros enfermos, con absoluta dependencia del Señor.

Y en último lugar aprendemos que la esperanza celestial no es una contradicción de fe a nuestra tristeza por los enfermos y por nuestros muertos. La fe de Pablo, la de Epafrodito y la de los filipenses no era una fe estoica. Pablo era un ministro incomparable y ya estaba triste antes de enfermarse su compañero y no se le quitó completamente la tristeza aún después que se puso bueno, (v. 28),   “para que yo esté con menos tristeza”. Le disminuyó, pero no se le pasó. Siguió triste por otras razones. ¿No tenían todos ellos la misma esperanza celestial y que estar con Cristo era muchísimo mejor? ¿Entonces por qué se entristecen? ¿Es una contradicción, una manifestación de que no se cree verdaderamente?

No mi hermano, nosotros amamos a los hermanos, amamos a los siervos del Señor y si cuando ellos se trasladan de provincia, de estado, de país, nos entristecemos y nos llenamos el corazón con mucha melancolía, ¿Cómo estaremos alegres si se mueren? ¿No sentiremos el corazón apretado y un enorme vacío dentro de él? Aunque sepamos que se hayan ido con el Señor, aunque estemos seguros que están mejor, no los tenemos con nosotros, los hemos perdido y eso nos llena de dolor. No oímos sus voces, no escuchamos sus cantos, no tenemos sus consejos, no oímos sus sermones, no vemos sus rostros, recordamos sus palabras, sus sonrisas, sus buenas obras. Es mucho lo que se nos va para sentirnos indiferentes. Nos consolamos, pero sufrimos. El Señor tenga misericordia de nuestros hermanos enfermos, por nuestro dolor y el Señor te consuele lector, con la voz cariñosa de sus promesas, si hace poco has perdido un rostro querido e insubstituible.

 

Doctrina y espiritualidad del cristianismo

Quizás el apóstol teme que la narración que ha hecho últimamente sobre la gravedad del hermano Epafrodito y su alusión a que sentiría “tristeza sobre tristeza” si llegaba a ocurrir su muerte, dejando entrever sus dolores, pudiera crear en el ánimo de los hermanos alguna pena más o menos permanente. O pudiera ser también que algunas de las condiciones de la iglesia que ya surgen en su mente y que luego ha de tratar le hacen expresarse por adelantado a lo que va a mencionar en 4:4; o tal vez procurando un buen estado de ánimo, para que recibiesen lo que a continuación les escribe. Así les dice “Gozaos en el Señor” (v.1). 

En todo el capítulo ataca, por arriba y por abajo, a los judaizantes que ponían en riesgo la verdad del evangelio haciendo que la congregación retrocediera a los ritos y ceremonias de la ley. En este texto comenzaremos a apreciar lo qué es el cristianismo, la naturaleza espiritual de sus enseñanzas, su relación con la salvación en Cristo Jesús y además, como se llenaban de furor aquellos primeros depositarios de este tesoro.

 

Las mismas doctrinas en el año uno y en el cien

Flp. 3:1-3

  “Por lo demás hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne   “ 

 

Si usted hubiera sido miembro de una iglesia apostólica a principio del siglo primero, hubiera oído a los predicadores decir lo mismo, y en el segundo siglo igual. El apóstol dijo   “a mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas y para vosotros es seguro”; parece a primera vista como una excusa por el cambio de tema, puesto que va a hablar sobre la adoración espiritual a Dios por medio de Cristo, en amplio contraste con lo que él llama fórmulas carnales. Pero sin adelantarnos a exposiciones futuras, un buen ministro del evangelio, perfectamente instruido en la palabra de verdad, no cambia su teología, pasado el tiempo. No busca un sensacionalismo atractivo para las multitudes ni nuevas verdades, sino que predica lo que aprendió de Cristo, lo que lo salvó a él y a otros. Con seguridad tú puedes comparar lo que el apóstol escribió al principio de sus cartas, por ejemplo, 1Tesalonicenses, con 1 y 2Timoteo y verás que ha aumentado de conocimientos, pero no ha variado su teología; y lo mismo que predica en un lugar lo anuncia en otro. El no enseñó más de lo que los cuatro evangelios dados por Jesús ya enseñan. 

Quizás algunos, pero no Pablo ni los que son como él, hallen aburrido, monótono, sin gusto alguno tener que enseñar año tras años las mismas verdades que aprendieron en sus comienzos. Él dice: a mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas (v:1). Los que tienen que cambiar su doctrina son los que nunca han aprendido la verdadera y sana. Tienen que aprender a leer y oír las mismas cosas y con deleite y satisfacción, es decir acompañados por el Maestro Espíritu Santo. 

Conforme el apóstol dice que no le molesta pudo haber dicho,   “encuentro una satisfacción infinita y me relamo de gusto el poder repetirles por escrito lo que ya he hecho verbalmente” Si un siervo de Dios encuentra desabrida su función de maestro porque siempre tiene que enseñar lo mismo, que revise si en verdad lo es. El maná se podía comer de muchas maneras y no por eso dejaba de ser maná. Y si les pareció a algunos   “liviano”, era problema del gusto carnal de ellos porque lo que se les ponía a la mesa era   “pan de ángeles” (Sal.78: 25). 

Por otra parte, si la iglesia se vigoriza o afloja en relación con la enseñanza, podemos ver que las viejas verdades del Nuevo Testamento, las que se hallan en los evangelios, en Pablo, en Agustín, en los reformadores, en los puritanos, son las que en realidad hacen que la iglesia sea un pueblo seguro. En el libro de Los Hechos muchas veces leemos que Pablo regresaba por las iglesias   “confirmando a los hermanos” (Hch.15:41), quiere decir repitiéndoles lo mismo que ellos habían oído de sus labios un tiempo atrás. Y por el monto numérico de aquellas congregaciones y lo rápidamente que crecían sabemos que les eran muy dulces oírlas repetidamente. No pedían a sus ministros que las sazonaran con algo nuevo porque al gusto natural, como frutos del Espíritu, les sabían maravillosamente. Es que también estaban llenos del Espíritu y éste hacía que ellos disfrutaran de lo que habían tomado de Cristo y se los había hecho saber. 

Pudiera ser que alguna novedad en el púlpito o en la adoración atraiga más gente, pero al final se dispersarán y el cristianismo tradicional sufrirá pérdida, porque lo único que hace sólida una congregación, que la asegura, es la teología y doctrinas antiguas, las mismas cosas, y por lo que sigue no puede ser otra cosa que las doctrinas de la salvación por la gracia, el evangelio y no algo más, por medio de la fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo. Las impetuosas iglesias paulinas eran las auténticas iglesias cristianas que transformaron su siglo con las mismas doctrinas que oyeron y enseñaron desde el año uno al cien. Yo sé   que hay quienes les molestan o les aburren enseñar siempre lo mismo. A mí no, porque no lo digo igual.

Antes de entrar en materia doctrinal hace referencia a los maestros de novedades, los que so pretexto de venerar a Moisés, amarraban al cristianismo a las ceremonias desplazando lejos a Jesucristo. Y entonces vea cuanto calor circula por sus venas, como su espíritu se vuelve fuego y arde diciendo guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo (v.2). Parece un lenguaje duro, cáustico. Algunas veces se ha criticado a los reformadores por hablar y escribir algunas cosas con tanta crudeza y condenar con epítetos violentos a sus adversarios. ¿No hace lo mismo el apóstol? ¿No impreca ácidamente a los destrozadores de la gracia? Les llama perros. ¿Es ese el lenguaje inspirado por el Espíritu Santo? ¿No es el mismo que utilizó el Salvador llamando a la sirofenicia perrillo? No es el calor excesivo de un temperamento colérico, no es el exabrupto de un hombre sin circunspección, es el celo vivo de un maestro, pastor y defensor de la verdad. 

Algunas veces no podemos usar demasiada delicadeza al usar el martillo de la palabra de Dios sobre la conciencia de los impíos, si no se les sacude duro no despiertan del sueño infernal en que están dormidos. Si no pudiéramos seguir al apóstol en expresiones como esa, si no pudiéramos imitar a Lutero y a Calvino en un lenguaje similar, por lo menos Dios nos ayude a reaccionar con tanto celo como ellos cuando enfrente de nuestros ojos se ataca el evangelio.

Las dos expresiones últimas parecen un sarcasmo, les llama “obreros” cuando no lo son y en vez de   “circuncidadores”, les dice  “mutiladores” Se ríe de ellos. Parece grosero o irreverente con la señal del pacto, la circuncisión. No son obreros, son destrozadores “dispersadores”, no hacen la obra del Señor los que invaden las iglesias y los campos sembrando doctrinas ajenas a la gracia, doctrinas de demonios y carne. ¿Sentimos nosotros tanta pasión por la verdad divina como ellos o nos deja Pablo avergonzados?

Para el apóstol las doctrinas cristianas, el cristianismo mismo es algo espiritual, no carnal, no físico, por eso lo contrasta con lo carnal de aquellos discípulos de Moisés. Nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios (v.3). Los malos obreros afirmaban que si no se guardaba la ley de Moisés y en especial la circuncisión nadie podría ser salvo. Pablo se les opone y le llama circuncisión sólo a la que es espiritual, la otra, la antigua, la mosaica, no es más que mutilación. En Ro.2:28-29 se dice algo idéntico. Les niega el derecho de estar en el pacto por la circuncisión y por ende de estar sirviendo al Señor. No son ellos los descendientes directos de Abraham sino los que se hallan en Cristo y por la fe sirven a Dios.

El cristianismo no es ceremonia, no es rito, no es algo carnal, no es haga esto y también aquello, sino cree solamente (Mr.5:36). Es cierto que ha habido un cambio. La circuncisión de Moisés es física, se hacía en la carne, pero gracias a Jesucristo ahora es de diferente índole, es en el alma, en el corazón, para echar afuera no piel sino el pecado. Por eso nos gloriamos en él y por medio suyo, estando en su gracia, es que en espíritu servimos a Dios. ¿Sirves a Dios en tu espíritu?

¿Es para ti la salvación, haga esto o aquello, córtese aquí, cúrese allí, guarde esto y lo otro, coma y no coma, beba y no beba? ¿O algo más espiritual tal como justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo? (Ro.14:3). Oh no, hermano, la salvación es espiritual; el que se une al Señor un espíritu es con él (1Co.6:17), y está relacionada sólo con la gracia de Dios y la fe en el Señor Jesucristo. Los que son cristianos son aquellos que de forma espiritual sirven a Dios y que no poseen otra confianza que  la obra que hizo Cristo Jesús.

 

La experiencia de Saulo

Flp. 3:4-6

  “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos, en cuanto a la ley, fariseo, en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible”.

 

¿La carne o el espíritu?

Espíritu contra la carne. Si estamos familiarizados con el pensamiento paulino de adoración conoceremos que lo más importante para él es la espiritualidad. Anteriormente se ha descrito como uno de los muchos que “en espíritu servimos a Dios” (v.3). Lo mismo dice en Ro.2:29, hablando de la circuncisión en la carne que no vale nada sino aquella que es espiritual, “y la circuncisión es la del corazón, en espíritu” Si el lector quiere adentrarse más en esto puede estudiar las epístolas de Los Gálatas y Romanos. Aquí en Filipenses ese énfasis es muy marcado. Como Jesús busca para Dios adoradores   “en espíritu y en verdad” Así es la verdadera adoración religiosa, la genuina práctica de las doctrinas apostólicas reveladas por nuestro Señor. Doctrinas espirituales para crear un hombre nuevo espiritual y que adore en un culto espiritual.  

Lo mismo que en otros textos espíritu aquí está antepuesto a carne, pero con la diferencia que carne en este contexto no se refiere a los deseos malsanos, a la concupiscencia, sino a todo lo que esté fuera de Cristo. Y esas cosas, que en nada contribuyen a la salvación, son motivos de gloria de aquellos judaizantes que se adhieren a ellas tratando de ganar recomendación ante los ojos de la iglesia para sus propósitos egoístas y para apartarlos de la senda correcta. 

 

La experiencia cuenta

El apóstol cuenta su experiencia. Es bueno oír la voz de la experiencia de otros; es muy útil cuando no se toma para substituir la exégesis de la palabra de Dios. Por un análisis del texto te darás cuenta que él énfasis del apóstol va más dirigido a golpear las ínfulas de ellos, que a las mismas desviaciones que propagan. Observa que aquí no, como en otros sitios, no intenta desvirtuar la circuncisión de la carne ni el guardar los días festivos o el ingerir alimentos levíticamente prohibidos; sino que más bien su deseo es deshacer el carácter de aquellos, desvirtuarlos, empequeñecerlos en comparación con su propia vida pasada. Ellos andan ahora por donde él anduvo y quieren presentarse como cristianos por la vía que él nunca pudo serlo. Es la voz de la experiencia pasada la que habla con autoridad apostólica. De esto aprendemos lo de siempre, que la salvación no tiene nada que ver con los méritos propios que posea una persona; es esencial para conseguirla que abdique de ellos, que los deponga de una vez y se aleje renunciando.

El fracaso de un hombre moralmente irreprensible. Nos dice:   “Aunque yo tengo de que confiar en la carne, si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne yo más”(v.4). No es que se esté gloriando de su vida pasada, sino que intenta desbaratar por completo el refugio de aquellos que torcían las doctrinas. “Yo más”, dice, para que viendo ellos un ejemplo tan conspicuo y fracasar en su propósito de salvación por ese camino se desalienten y no continúen; y por otro para que no piensen que él no había explorado esas sendas de salvación. Es como si les dijera “yo he buscado salvarme por medio de mis méritos y recomendaciones más que ustedes y sin embargo no lo he logrado”. Está sugiriendo la imposibilidad humana para salvarse, no porque el hombre en cuestión aquí se halle en las profundidades prácticas de una naturaleza caída, atrapado por vicios y malas maneras, sino el hombre moral y socialmente aceptado, hasta religiosamente intachable. Pero en cualquier área, arriba o abajo, queda claro que no tiene modo de conquistar la salvación. En la carne no hay vida eterna, los que para ella trabajan sólo heredarán corrupción y no inmortalidad (Ga.6:8). Desde el punto humano y social ni el peor ni el mejor de los hombres tiene poder innato para salvarse, a unos los traga la descomposición evidente y a los otros, la justicia propia. Pero el tema de la justicia propia lo dejamos pendiente para el próximo estudio. ¿Cuáles son esos privilegios que tuvo, en los cuales fue educado, que practicó y que no lo condujeron a la salvación? 

 

Insuficientes ventajas

La señal del pacto, la circuncisión (v.5),   “circuncidado al octavo día”; por muchos años pensó que siendo circuncidado ya eso le garantizaba haber entrado en el pacto de Abrahán, ser aceptado por Dios y poseer la vida eterna. Su circuncisión es superior a los de muchos judaizantes porque se efectuó estrictamente al octavo día de nacido mientras que muchos de ellos eran prosélitos adultos. Así que aun por el tiempo en el cual le fue practicada los aventajaba, poseía la circuncisión mejor. Pero se dio cuenta que esa vía se hallaba cerrada y en realidad no llegaría por ella a Dios porque la válida es la circuncisión espiritual.

Pasa lo mismo con el bautismo cristiano, algunos confían en que han sido bautizados en su niñez o más tarde, creen que el agua los ha regenerado, que han sido hechos cristianos desde entonces, le adjudican al rociamiento, a la aspersión o a la inmersión en el líquido, poderes de que carece. El bautismo que salva es el que tiene lugar en el alma, el bautismo del Espíritu Santo.

¿Te has preguntado, si la gran circuncisión con todas sus ventajas no salva y ella no está incluida en las cargas que se acordó en Jerusalén poner sobre las espaldas de los gentiles, crees que abstenerse de ahogado, de los sacrificado a los ídolos o guardar el día de reposo lo pueda? (Hch.15:28-29).

Su raza. Esto también lo cuenta como un tesoro, indisputablemente valioso pero pobre a favor de su salvación; con la misma sangre en sus venas que la de aquellos grandes que han recibido el pacto y la ley, Abrahán y Moisés. Puede contar entre sus ascendientes notabilísimos personajes, mírese con el ojo de Dios o del reino. Es “hebreo de hebreos” (v.5), no mezcla gentil, puro, sin una gota de mestizaje en sus ancestros. Miembro de la comunidad escogida de Israel a quien se le había confiado “la ley, los pactos, las promesas” y particularmente de una de sus tribus, Benjamín. Deja claro que su genealogía está clara y lista para ser presentada a cualquiera que necesite comprobaciones. ¿Y pudo ser salvo por todo eso, por su sangre pura? En ninguna manera. Aunque era descendiente israelita lo fue según la carne y por lo tanto no de Abrahán (Ro.9:4-7). La corrupción humana sí es hereditaria, el pecado es hereditario, pero no la vida eterna, los padres no pueden otorgar la salvación, sí la condenación.

No hay ninguna señal en la Escritura que diga que los patriarcas hayan sido salvos por la estirpe a que pertenecieron, al contrario, se dice, “tu padre fue amorreo y tu madre hetea” (Eze.16:3). Por la raza serían paganos, eran de sangre rebelde y furiosa, por nacimiento de la tierra de Canaán. Al principio Saulo no vio eso, pero sí más tarde. Les está diciendo a sus enemigos, que no hay salvación en el linaje humano, no todos los que descienden de Israel serán salvos. Los padres cristianos no engendran hijos cristianos, sino hijos en estado de condenación.

La ley

La ley fue un privilegio que tuvo desde su infancia porque en ella fue dulcemente educado. Que son israelitas, de los cuales son la adopción, la gloria, el pacto, la promulgación de la ley, el culto y las promesas, de quienes son los patriarcas (Ro.9:4-5). La ley les había sido confiada. Saulo la conocía y por ella ofrecía culto a Dios, pero sin embargo tampoco el cumplimiento de la ley lo condujo a la salvación. ¿Por qué razón? Porque lo mismo que sus enseñadores, procuró mediante las obras buenas que la ley les demandaba, establecer sus propios méritos y virtudes, tratando de hacer lo bueno, bien como fariseo o como perseguidor de la iglesia (v.6). Cualquiera que por el camino de las obras vaya hacia la vida eterna, no llegará al final;   “porque ignorando la justicia de Dios y procurando establecer la suya propia no se han sujetado a la justicia de Dios; porque el fin de la ley es Cristo para justicia a todo aquel que cree” (Ro.10:3-4).

El fin de la ley no es su práctica, no su obediencia; esas cosas son los frutos de la fe como fin. La justicia que viene por la ley es de fe, la práctica solamente es un medio para poner de manifiesto la imposibilidad de ser cumplida y entonces, descubierta la debilidad humana y el pecado, el pecador es justificado por la fe, (por gracia). (Ver la exposición sobre Efesios 2:8).

Por el cumplimiento estricto y celoso de la ley ganó la admiración de sus compañeros de partido que lo tuvieron como irreprensible, pero no la salvación. Si pues quieres ser salvo por las obras que lees en la Biblia que tienes que practicar, nunca lo serás, ellas te son exigidas en la ley como un medio para que te decepciones de poder cumplirlas. Cuando te conduzca como ayo a Cristo, podrás retornar a su práctica, pero no como medio para ganar la salvación sino como fruto de tu fe. Las obras evidencian la fe viva, pero no la substituyen. 

La experiencia paulina como la de cualquier religioso o moralista que haya existido, demuestra que la práctica y el esfuerzo de las buenas obras opera en detrimento de la salvación porque desarrolla la justicia humana y arroja lejos la humillación tan necesaria en el plan de gracia. Según te mejora moralmente y te convierte en un ciudadano honorable y de vida irreprensible puede hacer que crezca en tu corazón el orgullo y sentimientos de virtuosidad, de suficiencia propia y pienses que puedes cumplir las demandas prescritas. Quiero decir, que mientras te vuelves bueno a tus propios ojos y a los que te miran, tu perdición se hará más segura; serás de los que confían en sí mismos como justos y menosprecian a los otros (Lc. 18:9). Es muy fácil tener como cristiano a una persona que dice cumplir la ley y si la examinamos nos damos cuenta que es irreprensible, no hay nada que reprocharle, vive conforme a los mandamientos de la ley, pero por dentro, lo que Dios mira, esa persona no es cristiana por el infernal orgullo que brota de su justicia propia. Vive complacida de sí misma, satisfecha y con un sentido de superioridad partidista o farisaico enorme, mirando a los miembros de las otras sectas como inferiores e indignos.

En estos tiempos actuales eso también ocurre, con personas que nunca afirmarían ser salvas por su propia justicia ni por el cumplimiento de la ley sino por la fe en Cristo, por la gracia, por la justicia suya y sola; pero sin embargo enfatizan tanto el guardar este mandamiento y este otro y se glorían tanto en ello que uno sospecha que verbalmente se justifican por la fe pero que en el corazón confían más en su justicia propia que en la de Cristo. ¿Conoces algunos o eres de ellos? Dios quiera que el ejemplo de Saulo sea convincente para  que abandones de una vez tus méritos y virtudes y te arrojes sólo por la fe en los brazos divinos como un pecador como otro cualquiera que cree para ser perdonado. Amén.

 

Cristo, toda su religión

Flp. 3:7,8

  “Pero cuantas cosas eran para mi ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”.  

 

Quienquiera que haya oído a Pablo contar lo que él era y lo que tenía y sepa lo que ahora es y lo que tiene, se pondría las manos en la cabeza diciéndose a sí mismo: ¿Cómo, por qué? Ahora, en esos momentos, no años atrás, es un desconocido y lo reconoce, “como desconocidos, pero bien conocidos” (2Cor.6:10). Para el mundo ahora no significa nada, es como un muerto,   “el mundo me es crucificado a mí y yo al mundo” (Ga.6:14). Sigue siendo hijo de hebreos, de la tribu de Benjamín, circuncidado desde el octavo día, pero ya no ocupa una silla en el Sanedrín, ya no es aquel fariseo admirado y respetado que un día fue. Dinero, fama y fortuna lo ha perdido. El programa de su vida se cambió porque los valores de ella se tornaron, los que ocupaban una posición inferior de pronto ocuparon sitios elevados y las cosas que él tenía en sus cumbres, comprendió que no valían nada y más que hacerles bien lo dañaban irreparablemente. El cambio que en la vida de este hombre ocurrió se debió al descubrimiento que tuvo de su peor enemigo: Jesús de Nazaret. La piedra desechada por los edificadores vino a ser la principal piedra del ángulo de su vida.

 

Un anciano triunfante

Primero veamos a un apóstol triunfante. ¿Y cómo se siente el apóstol, así de pobre y además un preso? Triunfante. Fíjate que no he dicho feliz, ni jubiloso. En espíritu posiblemente lo fuera; (4:4), pero lo que él dice después de haber perdido tanto es que se siente triunfante, “aun estimo todas las cosas como pérdida” (v.8). Han pasado muchos años desde aquel día de su conversión al cristianismo. En otros lugares por su misma pluma conocemos que la cantidad de sufrimientos que ha tenido es increíble, está solo y necesitado, pero aun (v.8), estima que lo que ha perdido está bien perdido, no lo lamenta, no lo llora, no lo quiere recobrar. Si pudiera darle a su vida para atrás y colocarse de nuevo con lo que tenía anteriormente y ser lo que era, iría gozoso de nuevo al camino de Damasco y esperaría allí a su Señor.

 

Reflexionando sobre nuestra vocación

Si eres un ministro del evangelio, ¿anhelarías de nuevo tu obispado? ¿Caminarías otra vez la senda del ministerio? Yo pienso que con los ojos cerrados volvería a decidir por convertirme en un predicador del evangelio, lo que he perdido nunca es comparable con lo que he ganado. Ser un colaborador de Dios, tener una misión en la obra de Jesucristo y luchar por la implantación de su reino eterno vale para mí más que cualquier otra profesión temporal. 

Y en cuanto a la salvación, las cosas que has perdido por ser salvo. ¿Lamentas haberlas perdido? ¿Te placería gustar del mundo un poco habiéndote separado de él por muchos años? ¿Añoras los pecados que no cometiste y hubieras querido saborear la iniquidad? ¿Será cristiano aquel que llora los pecados que Dios le quitó delante y no pudo probar? Para ti el cristianismo es algo empañado y sin brillo, la muerte de la felicidad, melancólico y sin gusto. Revisa entonces su salvación. 

 

Regla de valores

Pablo como cristiano y como predicador no se siente frustrado, aunque haya perdido y sufrido mucho, sino al contrario, triunfante. En él ocurrió un sorpresivo cambio de precios. No lamenta lo perdido porque en aquellas cosas idas descubrió que eran pérdida más que ganancia. Y cambió su regla de valores para la vida, “pero cuantas cosas eran para mí ganancia las he estimado como pérdida” (v.7). Veamos eso por partes. Cuando no había conocido a Cristo ser hebreo, circuncidado en la niñez, irreprensible en cuanto a la justicia que es por la ley le fue de mucha ganancia. Ganaba honor, prestigio, trabajo, dinero. Puede decirse que desde su cuna hasta la adultez tenía una carrera realizada. Pero ahora de cristiano, comprueba que aquellas cosas que él consideraba una ganancia en realidad eran sus más grandes pérdidas. ¿Por qué? Porque todas atentan contra su salvación y le perjudican más que beneficiarle. Eso fue lo que Pablo descubrió. De nada le vale a un hombre ganar el mundo y perder el alma (Mr.8:36). Donde se puso su tesoro allí estuvo su corazón. Cuando un pecador conoce a Cristo sus valores varían, lo espiritual se aprecia más que lo material y la vida eterna más que la terrenal.

Si algo te estorba para conocer a Cristo, ese algo es una pérdida más que una ganancia. Y uno puede preguntar, ¿qué pérdida puede ser la infantil circuncisión, señal del pacto, el ser puro hebreo o de la tribu de Benjamín o en cuanto a la ley fariseo y con un comportamiento justo e irreprensible? 

 

El daño de una ley buena

La respuesta es el efecto que tuvo sobre su carácter. Esas cosas hicieron un gran Saulo, un prestigioso y honorable ciudadano de Israel, un hombre socialmente intachable con una moral perfecta y por supuesto él estaba consciente de que era así y se complacía en ser de ese modo. Eso es lo que él llamó,   “justicia que es por la ley” (v.6), que hizo que se creyera moralmente bueno, justo y sin nada de qué arrepentirse.

La ley había sido dada para que conociera el pecado (Ro. 7:7), de su corazón al oírla o leerla, pero eso no fue lo que ocurrió dentro suyo, sino que haciendo esto o aquello, obrando así y tocando y no tocando, gustando y no gustando, manejando y no manejando (Col.2:21). Se conformó con obrar de acuerdo a los mandamientos, gloriarse en vivir por ellos, moralizarse. En vez de humillarlo lo que hizo la ley fue tornarlo en arrogante. Y ahí tienes a un hombre a quien las cosas buenas y que le eran ganancia le estorbaban increíblemente su salvación, alejándolo de Dios más que acercarlo, propulsándolo hacia el infierno en vez de al cielo. Y del mismo modo ahora le ocurre a no pocos, quedan moralmente educados, se hacen por preceptos y proverbios gente decente, religiosa, respetable, pero arrogante hasta las raíces, pagada de sí misma, creyente en la superioridad propia por encima de los otros para quienes el llamamiento a arrepentimiento es un insulto, la prédica del juicio y el infierno un ultraje. Se creen dignos del cielo y piensan que por la bondad que han adquirido ya tienen francas las puertas del paraíso. ¡Y pensar que se pueden convertir en ese monumento insensible por medio de la misma ley de Dios! 

¿No tenía razón para pensar que aquella ganancia era más una pérdida que otra cosa, un daño y no un bien, su perdición y no su salvación? ¿No tenía razón para llamarle basura? (v.8). En nuestra versión así se traduce, pero otros la traducen estiércol o excremento. De todos modos, la idea es fuerte en un caso o en otro e indica la desvalorización que tuvo en la mente de Pablo todo aquello que en otro tiempo tan simpático le era y en lo cual tanto se gloriaba. Algo que pasó a no valer nada e incluso, algo sucio, maloliente. Lo que para el mundo es sublime delante de Dios es abominación 

 

El porqué del cambio

Ahora veamos lo que hizo que el apóstol variara su concepción de los valores, el conocimiento de Cristo Jesús; “por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo” (v. 8). Cuando Pablo conoció quién era Cristo comprobó que se hallaba equivocado, que iba por la senda incorrecta, que no estaba haciendo la voluntad de Dios sino lo contrario y que su perfección por la ley no era más que una equivocación. Se sintió completamente humillado y digno de muerte. En esos momentos se percató que el ser circuncidado nada le serviría para su salvación y lo mismo su linaje escogido y su conducta irreprochable. Aprendió que lo mismo que él todos sus mejores conciudadanos se hallaban equivocados y que se hallaban tan ciegos que no habían podido ver al Mesías y Señor. Comprendió ahí mismo que su salvación no podía de ningún modo provenir por las buenas obras que había venido haciendo, ni por su celo sin ciencia en ejecutarlas, Ro.10:2. Si hubiera habido alguno que se ganara la salvación por las obras ése hubiera sido él, se dio cuenta que habiendo buscado la salvación había errado por completo en encontrarla y que si no hubiera sido por la misericordia no la habría jamás hallado.

 

Salida de las sombras 

Supo que mejor que conocer todo aquello era conocer a Cristo y que fuera él el centro desde donde partieran todos los ritos, ceremonias y obligaciones impuestas por Moisés. Se convenció que el fin de la ley (Ro.10:4), era el Señor que magníficamente la había cumplido a su favor. Si todo lo que sabía anteriormente era importante y bueno, el conocimiento de la centralidad de la Persona y obra de Jesucristo era muy superior y él, creyendo que hacía bien, había sido hallado persiguiéndolo. Yendo por las sombras de lo que ha de venir (Col.2:17); era de los que sirven a los que es figura y sombra de las cosas celestiales (He.8:7); y no había llegado a dónde quería porque la ley teniendo la sombra de los bienes venideros, no la imagen misma de las cosas, nunca puede por los mismos sacrificios que se ofrecen continuamente cada año, hacer perfectos a los que se acercan (He.10:1). Ahora, conociendo la sustancia podía muy bien interpretar y comprender mejor las sombras y los matices de ella en lo cual había sido educado. Había leído a Moisés, pero con un velo en sus ojos (2 Co.3:14-16), y no había percibido el rostro glorioso de Cristo sobre el cual brillaba Dios. Ya no iría más del Antiguo Testamento a Cristo sino de Cristo al Antiguo Testamento, conforme a lo que aprendió de su Persona y obra interpretó completamente el antiguo oráculo santo.

¿Es Cristo para ti tan central como para él?  ¿Tan luminoso, que alumbre hacia atrás hasta la creación, la cual Dios mismo hizo por medio de él y para él? ¿Tan excelente que aventaje a todo los otros? El centro de la religión de Pablo no fue ya más la ley, ni las obras, ni las ceremonias, ni la conducta intachable o justicia propia sino Cristo y sólo él; por lo cual le amó tanto que gustoso reputó como pérdida o inmundicia el más distinguido de los obstáculos para ganarlo.

 

Hallados en cristo

Flp. 3:9,10

  “Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte”. 

 

Hallados en Cristo

La única justicia en que se complace Dios. En este texto, sus primeras palabras revelan ambas cosas cuando nos dice “y ser hallado en él” (3:9). Pablo se mueve viviendo y predicando a Cristo con el pensamiento que algún día llegará junto a su tribunal para responder por lo que haya hecho cuando estaba en la carne. No cansa apuntar la importancia que tuvo en todo su sistema, de teología y de vida, la expresión en Cristo para él estar en Cristo es encontrar un refugio contra la ira divina, hallar un lugar de salvación. También en otro lugar escribe, “vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col.3:1). No hay ningún sitio mejor para ser salvo que estar en Cristo, o lo que es lo mismo, en la fe, o justificados por él.

¿No teniendo mi propia justicia que es por la ley sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe? (v.9). En esta expresión esa es la idea fundamental, ser hallado en él es equivalente a ser encontrado, llegado el tiempo de ser juzgado, quizás en la misma resurrección, ser hallado justificado por su justicia. La doctrina de la justificación por la fe en Cristo es de vital importancia para la salvación. Otras son importantes, la elección, la regeneración. Pero no somos realmente salvos hasta que no creemos en Cristo y somos justificados. En el instante de la justificación es cuando llegamos a la salvación. Ser absuelto de todos los delitos y pecados es poseer por la fe la justicia que es de Dios (v.9).

¿Dónde serás hallado? ¿Dónde asientas tu perdón, en sus méritos o en los de Cristo? Quizás vives irreprensiblemente porque instruido por le ley apruebas lo mejor (Ro.2:18), irreprensible, y te glorías en tu religión. Recuerda que creemos con Pablo que Dios justifica al impío y al que es de la fe de Cristo.

 

Conocimiento y poder

El punto de cambio de Saulo. A fin de conocerle quiere decir, mirando en retrospectiva, que si no hubiera sido por la fe no le habría jamás conocido, todos aquellos privilegios constituían tremendos obstáculos para su salvación (el ser circuncidado, hebreo de hebreos, etc). Pablo no renunció a ellos sino cuando Cristo se le reveló en el camino a Damasco, comprendió que “el fin de la ley es Cristo”, a través de aquellas cosas no conoció a Cristo, más bien se lo impedían, se lo escondían, lo obscurecían. Vino a conocerle por revelación. Cristo se le mostró en el poder de su resurrección (v.10), cuando tuvo evidencias que estaba vivo, lo cual por el resto de sus días siempre afirmaba contra toda oposición (Hch.25:19).

Allí nació su fe, cuando se convenció en la aparición, que estaba dando coces contra el aguijón de un Jesús que no se hallaba muerto sino vivo. La certeza de la resurrección de Cristo es el punto de cambio de Pablo, su fe en él nace en ese momento, establece inmediatamente una profunda conexión entre él y Dios, entre sus doctrinas y su muerte. El ser testigo de su resurrección en los requisitos dados para elegir a un apóstol tiene más fuerza de lo que a uno pudiera parecerle (Hch.1:22). Esa evidencia es la evidencia de la salvación, la que la produce, el conocer que Cristo se halla vivo es lo que justifica a una persona. La diferencia entre un Jesús solamente histórico y uno revelado es precisamente esa, la resurrección.

Poderosa convicción

Pablo conoció no solamente que se hallaba vivo porque habló con él sino además el poder de su resurrección. No el que lo había alzado de entre los muertos, sino el que brotaba de esa convicción. Pudo como los otros acompañantes suyos haber oído la voz, haber visto la luz, pero no haberse convertido y todo hubiera pasado como una visión, un espectáculo anecdótico. Pero hubo una iluminación interna dentro de él que en los otros no la hubo y comprendió quién era Jesús, que fue lo que preguntó, “¿quién eres Señor?” (Hch.9:5). La resurrección trajo consigo un poder que le indujo a un conocimiento de quién era realmente el Jesús que había detestado y por ese conocimiento creyó y fue salvo.

Hay una palabra específica que es central para la salvación, “poder”. La fe no se halla puesta en la sabiduría ni en las palabras de los hombres sino en el poder de Dios, “ni mi palabra ni mi predicación fue con palabras persuasivas de humana sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres sino en el poder de Dios” (1Co.2:4-5). Y ese poder que nos convence no podemos nosotros mismos echárnoslo encima, sino que parte de la misericordia divina. Inclinamos hoy nuestras rodillas ante Dios para que vigorice nuestra fe con ese poder, que hallándonos como nos hallamos junto a la resurrección, extienda su poder sobre nosotros y nuestras vidas cambien totalmente.

 

Semejante a Cristo

Pablo tiene un deseo profundo.  Inmediatamente que obtuvo su justificación habiendo creído en Cristo, fue comisionado apóstol y comenzaron sus padecimientos. “Y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte” (v.10). Se ha visto que Pablo quiere ser como Cristo en todo, un imitador suyo, vivir la vida de Cristo, por la fe, en él; en su forma de ser, de pensar y de sufrir. Por las muchas veces que habla de esto parece que él quiere sufrir por Cristo, incluso si no muere en una cruz, al menos morir padeciendo como él padeció. 

Realmente la palabra clave es semejante y no muerte. Lo que él desea es parecerse a Cristo en cualquiera de sus épocas o maneras; es de los que siguen al Cordero por dondequiera que va (Apc.14:4). ¿No fue que para eso adquirió aquel conocimiento y sintió el poder de su resurrección?

Si nos preguntaran, ¿para qué Dios te ha revelado a Cristo? La respuesta sería para ser hecho conforme a la imagen suya, para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos (Ro.8:28). En Cristo brilla la gloria del Dios invisible. Dios se revela en él. Cuando somos convertidos a Cristo Dios revela su gloria en nuestra vida y es por ello que anhelamos más y más parecernos a él para que así alumbre ante los hombres su luz gloriosa.

 

Flp. 3:11-14

Una gran meta

  “Si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús”. “Yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: Olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”.

El inmenso don de la resurrección

¿Qué es un súper cristiano? ¿Habrá alguno que lo sea? Pablo no creía serlo, siempre se consideró el más pequeño de todos los santos. En estas palabras suyas lo hallamos nada satisfecho, no con su ministerio, sino consigo mismo, se sentía totalmente imperfecto en lo que había alcanzado. No pensaba que toda la perfección quedaba para el cielo.

No se puede pensar que cuando dice,   “si en alguna manera llegase a la resurrección” (v.11) estuviera dudando de la resurrección general o de la suya propia, ¿qué forma de escribir a la iglesia sería esa? Basta leer 1Co.15 para estar seguros. Ni que estuviera pensando que Cristo vendría antes de él morir porque el tema de la Segunda Venida no aparece por ningún lado. Él quiere ser semejante a Cristo en su muerte. Ya ha experimentado el poder de la resurrección. Es mucho lo que ha recibido, se siente colmado, pero aún le aguarda una mayor, su propia resurrección y es para él tan grandiosa y suprema, tan excelsa que habla en esos términos,   “si en alguna manera llegase”, como si dijera, “no es por mi propia justicia, no soy merecedor de ese privilegio, alzarme de los muertos como él”.

¿Qué importan los sufrimientos, la misma y peor muerte que se pueda padecer? ¿Qué terror podrá sacarnos aquella o la otra espantosa forma de morir si no es más que un pase para la gloria, y la resurrección lo arreglará todo? La humildad del apóstol al hablar de su resurrección indica lo grande que ese acontecimiento es para él, sin embargo, prosigue. No está perfecto, pero avanza, “estira su cuello” (eso indica el texto, como un corredor) tratando de mejorarse. ¿Hemos avanzado como debíamos, nunca nos hemos atrasado o parado?

Nuestra salvación no está completa hasta que no lleguemos allí. ¡Es tan grande eso hermano, resucitar y hacerlo con la semejanza del cuerpo de la gloria suya! Ya sin debilidad, sin corrupción, sin mortalidad, no con un cuerpo que sirva al pecado, no con un cuerpo de muerte (3:21). La resurrección lo cambiará todo y por eso la anhela, dejando atrás el cuerpo del pecado y la naturaleza heredada. 

¿De qué habla en el v.12? ¿Qué es lo que no haya alcanzado? No puede ser la resurrección, por razones obvias, se refiere a los sentimientos que acompañaron sus palabras anteriores, es decir, habló con humildad porque se sintió indigno, no capacitado, no preparado para la resurrección, ni en obra ni en espíritu. Se refiere, a la perfección cristiana. Sería interesante saber a qué cosas, particularmente, él se refiere no haber aun conquistado, que todavía se considera imperfecto como cristiano sobre la base de ellas. No lo reveló. No dijo si la imperfección era por motivo de deficiencia en fe, en amor, o en cualquiera otra gracia. Pienso que se refiere a su justicia propia. Recordemos que él ha dicho de mí mismo en nada me gloriaré (2 Co.12:5). 

¡Qué den un paso al frente los perfectos! Qué hablen ahora los que piensan y sienten que ya han alcanzado la perfección cristiana, que han logrado alcanzar lo que debían, que han llegado hasta donde Dios quería que llegaran, los que ya tienen en sus manos todo lo que se puede lograr como cristianos. Si somos honestos como el apóstol, no hay ninguno que ya haya conquistado su premio en esta vida. 

¿Quién puede pensar que su fe ha alcanzado la firmeza que debiera sin vacilar ni un solo momento? ¿Quién jamás siente un aire frío que brota de su naturaleza y le hiela todo el corazón con escepticismo? Busca a Pedro y pregúntale si su fe faltó o no para testificar. Abramos nuestras mentes, mostrémoslas al mundo y enseñemos que no están contaminadas con malos pensamientos, saquemos de nuestro pecho el corazón y gloriémonos sobre él porque no lo mancha ni un solo mal sentimiento. Pablo no ha llegado al final, se siente a mitad del camino o quizás un poco más atrás. Su consejo es que trabajemos en nuestra salvación con temor y temblor (2:12).

Tiene una resolución tomada, proseguir,  “sino que prosigo” (v.12). Pablo no está hablando de su ministerio, está refiriéndose a su salvación, específicamente a su vida cristiana. Intenta agarrar aquello que siempre le queda enfrente y alguna distancia; porque para eso fue agarrado primeramente por Cristo. Cristo no lo salvó para que se quedase como era en ese momento sino para que a partir de ese entonces continuara día por día un ininterrumpido mejoramiento espiritual, un progreso interno continuo. Eso no lo logró cuando fue justificado.

Hoy se le dice a los pecadores cuando se les invita a la fe, que Dios tiene un plan maravilloso con su vida? ¿Cómo podrán saberlo, quién podrá decírnoslo sin engaños? Y ¿a qué ellos llaman maravilloso? Para Pablo su plan fue sufrir mucho por causa de Cristo, padecer mucho por su nombre y así glorificarle. Para Pedro ese plan maravilloso fue morir con un tipo de muerte que le glorificara. Para Jacobo fue morir joven, para Juan ser desterrado a la isla de Patmos. No sé todo lo que quieren decir, pero sí sé, que cuando alguien es asido por Cristo, él lo coloca en un camino para que avance hacia la perfección, que no espera que se quede en ese punto, sino que se renueva de día en día. Y no es un plan, sino una meta, es la que debe perseguir todos los tiempos de su carrera. Es mejor hablar de una meta gloriosa, porque podrá ser que una gran enfermedad, una pobreza continua, muchos sufrimientos y decepciones sea el plan divino para alguien, pero al final su meta será conseguida. El plan que el Señor tenga con nosotros nos lo irá mostrando poco a poco y al final de nuestras vidas será solamente cuando lo comprendamos todo, no antes. El plan pertenece a la providencia y ella es secreta, nadie puede leer la providencia que Dios ejecuta por medio de sus ángeles. Son las órdenes que él da a sus ángeles. 

“Prosigo a la meta” (v.14). ¿Y cuál es? ¿Evangelizar toda Europa, Asia, ganar a muchos, subir al tercer cielo por segunda vez, escribir casi todo el Nuevo Testamento, ser un escritor célebre? No, su meta o llamamiento es ser como Cristo, tener su sentir, ser transformado como él. Y no sólo la suya sino la nuestra también, para ser hechos conforme a la imagen de su Hijo. Ningún otro llamamiento tiene para nosotros más fuerza que ese, ni siquiera el de predicar el evangelio. Nuestro anhelo de conformidad con Jesús es lo que consume nuestro pensamiento, lo que agita constantemente nuestro corazón. Sabemos que no se logra en esta tierra, pero ¿es eso una excusa válida? Fuimos asidos por Cristo, para que reflejáramos su gloria, que lleváramos su semejanza, para que irradiáramos su brillo; no lo hemos logrado aun, lo lamentamos, pero no nos detenemos. Estamos resueltos a proseguir, sentimos y vemos que hay miles de obstáculos internos y externos, los desafíos y tentaciones carnales y demoníacas son muchas, pero no abandonamos el propósito porque corresponde a nuestro llamamiento (v.14). Ser como Jesús es primero que servir a Jesús.  Lo que podemos hacer es casi insignificante comparado con lo que podemos ser. Este es el llamamiento supremo, hay otros, pero subrayo, este es el supremo.

 

Una decisión sabia es olvidar y proseguir

Su decisión personal: olvidar lo que ya ha logrado, lo que queda atrás. ¿Te vas a sentar a contar tus victorias, a anotar tus triunfos y soñar con ellos? ¿Vivirás de lo que fuiste y no de lo que pudieras ser? ¿Serás un cristiano con una mente siempre en tu pasado y sin futuro? Quizás Jehová no haya cumplido todos tus deseos y al mirar el fruto de tu aflicción no quedes satisfecho; pero  ¿no tienes delante nada para extenderte? ¿Acaso vives sin meta, a ti el Señor te asió. pero no te puso ningún propósito, ningún premio enfrente, eres tú el único que no tiene que igualársele?

Olvida definitivamente lo que has hecho, a no ser para dar gracias y para perfeccionar tu vida. ¿Qué es lo que fuiste en comparación con lo que habrías podido ser? Comúnmente pensamos en un Pablo activo, trabajando, moviéndose de un sitio a otro predicando la palabra. Imaginamos a un Pablo misionero, pastoral. ¿No vemos que tuvo que gastar mucho tiempo a solas consigo mismo? ¿No habrá gastado más tiempo en oración que el que gastó predicando? Vivir delante de Dios como cristianos, estar con él, gozarnos en su presencia, alabarle. Esas son cosas que pasamos por alto. Adelante, hacia el frente, esa es nuestra gloriosa vocación a la cual Dios a todos nos ha llamado, a ser como Jesús, ese es nuestro premio, nuestra mayor recompensa por nuestros agobios, suspiros y desesperaciones. No hay triunfo por encima de ser semejantes a él. Mira las piedras que te tiraron, los azotes que te dieron, los naufragios que padeciste, las apostasías que te hicieron desmayar, las necesidades que tuviste, el aguijón en la carne que te humilla, los padecimientos de los ojos, todo y más, como experiencias que te han ayudado a ser como el Señor. Fueron como cinceles que esculpieron su imagen en ti. Mira al frente y espera. Mezcla la fe que tienes en las promesas de Dios con la paciencia que te da el Espíritu Santo.

 

Unidos en la revelación de Dios

Flp. 3:15,16.

  “Así que todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentís, esto también os lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, sintamos una misma cosa”. 

Se hacen muchas cosas solo por sentimientos y sin pensarlas bien. Pero los sentimientos son importantes, y a veces, la experiencia y situaciones lo dictan, deseamos que el Señor intervenga en nuestros sentimientos, un modo de sentirnos bien y ser felices.

Pablo se esfuerza en que le imiten, se pone como un punto de referencia y de unidad en la salvación y perfección del cristiano. Que todos avancen como un solo pueblo, unidos a un celoso líder y detrás de un Gran Salvador.

 

Un llamado a los maduros. Los que han alcanzado madurez debieran buscar acuerdos y hacer declaraciones de unión. Cuando dice: esto mismo sintamos (pensemos) (v.15), se manifiesta que su intención es agrupar para unirlos, un llamado a coincidir. Su voz va primero para los pastores, diáconos, maestros…etc. Se supone que ellos son los más perfectos, los que han alcanzado madurez, los que “por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal” (He.5:14). Si los que son príncipes en Israel se unen, Jacob estará unido.; como se ve recurre a los perfectos o maduros no a los que son inmaduros, no a los que están más atrás, todos los que somos perfectos (v.15); los que son perfectos en justificación (la justificación en Cristo es perfecta, total), también aquellos que han crecido más que otros, a éstos llama, los líderes, para que se unan a él y no sean de los   “medran falsificando la palabra de Dios” (2 Co.2:17). La versión inglesa no traduce nosotros sino   “como muchos que son perfectos” (teleoi) que es un nominativo, plural y masculino. Estoy seguro que, las dos veces que dice perfecto (vv.12, 15) no tienen el mismo sentido, aunque use la misma palabra.

Es bueno traducir somos, nosotros, porque para lo que él quiere se ajusta bien, el ejemplo de otros y el suyo propio porque también se incluye. No que él de pasos que signifiquen cambios teológicos para lograr la unidad, al contrario. Lo que dice después…si otra cosa sentís os lo revelará Dios… más bien que cambiar lo que ya sabe indica la ampliación del conocimiento revelado, que lo que sientan proceda de Dios y no de ellos mismos o de otros. Recuerda que la revelación se está escribiendo en ese momento, esa es su historia. Hoy no hay que esperar nada más. Que le acompañen en su modo de pensar, más que sentir, se trata de sentimientos y de opiniones. Y ¿de qué pensar él habla? Incluye lo que anteriormente ha dicho, lo último y lo anterior; pero dentro del marco de la salvación. Nadie ya es perfecto como cristiano, aunque su justificación y redención sean perfectas. La obra de Cristo es ya perfecta, pero la obra del Espíritu Santo no lo es y por eso es que “prosigue” (estira el cuello como un corredor) porque no ha llegado a su meta. Es un mensaje que les envía a aquellos que tratan de perfeccionarse aparte de Cristo.

Es difícil poder agrupar en un mismo pensamiento a todos los cristianos, especialmente a sus dirigentes, si queremos trabajar en ese sentido por la unidad de la iglesia, definir un aspecto primario es importante, sobre qué fuente se va a pensar. El primer paso es admitir que lo que tenemos hoy en nuestras manos es la revelación de Dios. 

Debemos aceptar que es la Palabra de Dios y que ella nos revela su voluntad. Si no se acepta que es en su totalidad la palabra de Dios, sino que solamente la contiene, no hay posibilidad alguna de que podamos llegar a algún acuerdo que nos una.   “Lo revelará Dios” (v.15), un punto de acuerdo que son palabras claves en el pasaje. Muchos quieren ver los diferentes grupos religiosos dichosamente unidos. Ese deseo es bueno, pero para cumplirse tiene que ser logrando la unidad de pensamiento sobre la revelación. Un aspecto importante es que ella es suficiente como revelación del plan de salvación y no hablar sobre nada, no reconocer nada que no esté incluido en ella. 

Es igualmente importante notar lo que ya hemos aprendido en otros lugares por la misma pluma apostólica, que el plan de la salvación es estrictamente una revelación divina, por cuanto nos dice que si alguna otra cosa ellos pensarían   “esto también os lo revelará Dios” (v.15). Es algo que ninguno de los predicadores ha inventado ni producido de suyo, sino que lo ha recibido por especial revelación, sea que lo haya aprendido de algún apóstol o profeta. Nadie tiene derecho a hacerle supuestas mejoras, algunos cambios o supresiones. Está completo, perfecto en Cristo y enteramente opuesto a la carne. Eso lo dice para que no se atrevan a cambiar nada, a no intentar poner otro fundamento que el que se halla puesto y si en alguna otra cosa debían ser enseñados tendrían que esperar que eso también se la revelara Dios. Ninguna cosa que no fuera revelada por Dios como las que ya tenían debía mezclarse con ellas. Así esencialmente ocurrió, pero no con relación al plan de la salvación que ya era perfecto, sino en relación con situaciones temporales como ocurrió con Agabo y Pablo, con Elimas el mago y con la vida de alguno que entraba a la reunión. 

El apóstol no habla para que ellos alcen sus ojos esperando nuevas revelaciones sino para que confíen y crean las que ya poseen, las que les han sido reveladas. No los alienta en materia de revelación. Cuando Pablo en sus escritos pide a los hermanos que miren hacia el futuro no lo hace para que ellos esperen alguna nueva comunicación sino para que aguarden el cumplimiento de las que ya tienen. Por la tonalidad de sus palabras y por el conocimiento que tenemos de su pensamiento podemos afirmar que piensa que son suficientes y bastan para que una persona pueda ser salva y para practicar conforme a ellas una vida agradable a Dios. Quizás conocía algunos, como nosotros hoy, que tratan de investigar lo que no ha sido revelado, dónde estuvo el Señor a partir de los 12 años y hasta los 30 y cosas similares, sin embargo no hacen apenas caso de lo que ya se les ha dicho, estudian lo que no hace falta y abandonan lo que debieran escudriñar.

Por eso nos dice, “pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla, pensemos una misma cosa”. ¿Cómo nos vamos a unir en acuerdo con lo que no se nos ha revelado? ¿Quién podrá aspirar a una unión entre creyentes de cosas no reveladas? Lo que la Biblia no contiene es que no nos hace falta para nuestra salvación. De nuevo el apóstol tiene en su pensamiento su carrera como cristiano, como se acerca a su meta de salvación y para ello pide a los hermanos que lo imiten. Que corran junto con él en la misma dirección, sobre lo que se conoce, que no se paren ni cambien su rumbo. Sigan su ejemplo en ese sentido, olvidando lo que va dejando atrás, presionando hacia el premio, continuando obedientes a su llamamiento y queriendo ser semejantes a Cristo. No es hora para esperar algo nuevo para practicar ni de retardarse en la carrera.  

 

Contraste con un gran modelo 

Flp. 3:17-19

  “Hermanos, sed imitadores de mí y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros. Porque por ahí andan muchos de los cuales os dije muchas veces y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre y cuya gloria es su vergüenza, que sólo piensan en lo terrenal”.

Aquí nos hallamos un gran modelo, un monumento de lo que debe ser un maestro del evangelio; junto a él, sombras, tristes sombras de lo que no debe ser. Un hombre beneficioso; y personalidades dañinas que a toda costa la iglesia debe rehuir porque no son amigos de Cristo, mucho menos sus predicadores, no adoradores de Dios sino de sí mismos y de sus ambiciones.

 

Un modelo

Comienza el apóstol colocándose él mismo como ejemplo, “sed imitadores de mí” (v.17), no piensa tanto en la totalidad de su vida, sino más bien en lo que hace con su salvación: el progreso cristiano. Está marcadamente opuesto y enfrente de otros que persiguen el perfeccionamiento por medio de la justicia propia, aparte de Cristo; en la base a las invenciones de ellos y no a la revelación del Señor. Aquellos otros se van, se alejan de la meta que es ser semejante a Jesús, y a sabiendas o no se constituyen enemigos de la cruz de Cristo v.18. Lo que pide es que lo miren primero como cristiano; es sobre la salvación sobre lo que escribe, no sobre su liderazgo.

 

Gran aumento de enemigos

Por qué la cruz les es tropezadero. ¿Quiénes son ellos? Los que no quieren padecer persecución por motivo de la cruz y se circuncidan ellos y lo mismo a los que aceptan su sistema judío de salvación (Ga.6:12). Quieren agradar en la carne y convivir con el mundo sin ningún tipo de conflicto, sacándole provecho. ¿Verdad que no seremos así en nuestra profesión? Pablo les llama enemigos de la cruz de Cristo, porque ella como centro y médula representa la totalidad de sus enseñanzas y punto diametralmente opuesto a la dignidad humana. A mi entender se trata principalmente de los judaizantes, aquellos profesores que insistían en la salvación por obras de la ley y continuaban instruyendo un apego desmedido a las ceremonias mosaicas. 

 

Explosión numérica de cultos y proselitistas

¡Oh Señor cómo se han aumentado tus enemigos que no perdonan el rebaño!  ¿Pudieras hacer que estas exposiciones para consulta ayuden a frenarlos? ¡Cuánto son los extraños que devoran casas enteras en la misma cara de una iglesia no apologética! No son pocos los que enseñaban eso, andan activísimos de un lugar a otro, dispersando doctrinas contra la gracia y la misericordia de Dios para suplantarla por un sistema acomodado al buen hacer humano. Y muchos, porque el número era crecido, había aumentado gigantescamente pareciendo que iban a ahogar en su volumen las sanas doctrinas. ¿Es extraño que momentáneamente parezcan tener más éxito esas religiones que el cristianismo, y aun sectas de entre nosotros que solapadamente enseñan más o menos lo mismo? Queremos ser optimistas y tenemos fe en que las doctrinas de la salvación por la gracia un día se impongan (porque el Señor es muy misericordioso y compasivo (Sgo.5:11) y sea el credo mayoritario de todas las iglesias en todas las denominaciones.

 

Motivaciones de los enemigos

Si les abriéramos el cerebro ¿qué hallaríamos dentro? ¿Pasión por las almas, pensamientos dignos de alabanza, humillación ante Dios y anhelo de ser como Jesús? No, nada de cielo, tierra y sólo tierra. Si se pudieran dibujar sus pensamientos no hallaríamos ninguno que subiera arriba adonde se halla Cristo, sino todos hacia abajo. Para ellos hallarse en la religión es perseguir una meta por conveniencia y los seguidores que consiguen son explotados por sus intereses; y peor aún, convertidos en hipócritas. Pablo dice que solamente pensaban en sus vientres (v.19). Todo el interés de ellos es personal, no tanto por ser consecuentes con la ley de Moisés sino con individuales intereses, con objetivos propios; remuneración apreciada y sin ser molestados en ninguna manera.

Moral y vergüenza. Un factor importante para ellos es la vergüenza (v.19), no perder el prestigio que tienen ante los otros ciudadanos de la nación, no ser tenidos como la escoria del mundo, el desecho de todos (1Co.4:13); han decidido no tomar la cruz y temen ser expulsados de la sinagoga porque aman más la gloria de los hombres que la gloria de Dios (Jn.12:42-43). No, ellos no soportan la mala opinión pública, no están dispuestos a enfrentar el desprecio de la mayoría ni perder la posición de ciudadanos honorables. Temen el insulto, la bofetada, el esputo y la expulsión (Jn.9:34). Almas hay para quienes el honor y la vergüenza es un estorbo para ser salvos. Se horrorizan pensar en la desaprobación de que serán objeto, y consentirían convertirse si el mundo y el diablo le dieran permiso. No osarían vivir como un reto y un desafío.

¿Quiénes eran estos, hermanos, considerados por sus motivaciones? No adoraban a Jehová, no al Dios de Abrahán, Isaac, Jacob, Moisés, sino los vientres propios, los dividendos que podían sacar de la adoración religiosa, no les importaba sacrificar las doctrinas del evangelio enseñadas por Jesús, ni la salvación eterna de las almas con tal de permanecer donde se hallaban, no perder la posición que sostenían ni los réditos que devengaban. Huyamos de esos maestros a quienes no les importa nuestro bien eterno, que siempre quieren estar de acuerdo con la sociedad, con la tradición humana, con lo no revelado, para preservar la gloria de su vergüenza.

 

Severidad sobre los enemigos

El final de los enemigos del evangelio. ¿Adónde irán a parar esos profesores? A la perdición (v.19), ese será el final de ellos, la condenación de sus almas. No se muestra indulgente el apóstol al emitir un juicio tan severo, pero cierto, sobre los herejes. No habla de la muerte física, ni que haya que ejecutarlos civilmente por pensar y distribuir semejantes doctrinas, sino la eterna. (La palabra que usa el apóstol es destrucción, que no significa aniquilación, sino ruina total). Pero lo dice no tanto para que ellos salgan fuera del sistema sino para que la iglesia sepa y esté segura que los que los admiten como instructores y siguen las enseñanzas de ellos tendrán el mismo fin, la perdición. Primeramente, el apóstol ha indicado quienes son, las motivaciones que los consumen y el final que les aguarda.

Mía como siente un gran pastor. Llora por el daño que le hacen a la obra, llora por ellos, sabe quiénes son, dónde están, lo que dicen, estuvieron con él, salieron de ellos; pero no eran de ellos. Y además de todo añade el efecto que aquella situación produce en su interior: un conflicto tan enorme en su pecho que a duras penas puede reprimir las lágrimas en público, las cuales seguramente vierte en abundancia cuando se hallaba solo. Y aun ahora lo digo llorando (v.18) y mientras escribe, si lo hace con su propia mano, las lágrimas bajan de sus ojos a las mejillas, por su barba hasta el pergamino. El Nuevo Testamento se halla húmedo con el llanto apostólico. Allí donde se habla de la perdición de las almas y especialmente en los renglones y párrafos cuando la iglesia es atacada por enemigos internos. ¡Cuánto hace eso sufrir al siervo de Dios! ¡Cuánto debemos agradecer al Señor que levante siervos con espíritu semejante; ¡celoso como fuego, sensibles hasta el sollozo!

 

Flp. 3:20,21

Futuro estado de gloria

  “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo; el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder por el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas”.

 

Dos dedos en diferente posición

El contraste continúa. Y ahora sus palabras finales están llenas del futuro estado de gloria. Hacia dónde señala él y ellos. Estas palabras suyas corroboran nuestra interpretación anterior que se trata de personas que quieren evadir cualquier confrontación con el mundo. ¿Por qué tendría que hablar de la transformación del cuerpo y la gloriosa semejanza que con el Señor si no es porque aceptando el cargar la cruz de Cristo se aferra a peligros y muerte? Anteriormente vimos como perdió todo por causa de Cristo ¿qué importa sacrificar también la ciudadanía judía y que los hombres lo expulsen de la comunidad de Jacob? No es un apátrida, pero no puede ser expulsado de la compañía celestial. Todo lo dice para explicar su posición y por qué pide que se le imite; independiente a los riesgos y pérdidas que asumir la cruz de Cristo lleve. Ellos apuntan sus vientres y señalan con el índice la tierra, hacia sus casas, hijos, terrenos, gloria y honra de los hombres, prestigio, vergüenza, él alza sus ojos hacia el cielo y dice que su premio le viene por una vía más alta. Ellos enseñan papeles de ciudadanía terrenal, aprobación civil, ganancias, él, por lo contrario, señala hacia Sion.

 

Como se recompensará a los fieles

Está decidido a llegar al máximo de los sacrificios por el evangelio. En sus palabras anteriores ha dicho que corre hacia la meta de ser conforme a Cristo; ahora señala a lo que está dispuesto, si fuera reclamada su vida. Mira la resurrección como la suma mayor de todas las compensaciones y pérdidas. Si padece deshonor, pobreza, hambre, naufragio, peligro, preocupación por todas las iglesias, en la resurrección no perderá su recompensa.  Para él perder su ciudadanía romana o judía no era tanto porque poseía otra mejor, escrita en el cielo. Pablo está dispuesto a eso y añade con que su ciudadanía es celestial, su cuerpo será celestial, lo llama glorioso, conforme a la gloria de Cristo. Ha enseñado que se siembra en deshonra, resucitará en gloria, se siembra en debilidad, resucitará en poder. Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual (1Co.15:42-43). La resurrección gloriosa es clave para entender muchos de los riesgos que corrió, digamos, heroicamente, y por qué nosotros peligramos a toda hora…si los muertos no resucitan (1Co.15:30). Y una vez más, “no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera, más allá de nuestras fuerzas, de tal manera que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos sino en Dios que resucita a los muertos” (2 Co.1:8-9).

La doctrina que está detrás de tantos sacrificios y renuncias, la que ha convertido su ministerio en un trabajo espiritual, para el cielo: La resurrección. Hay en ella un aspecto de confianza y de victoria cuando el miedo a la deshonra o la muerte saltan sobre cada músculo del cuerpo. Sabe que más tarde o temprano tendrá que mirar a la cara a este postrer enemigo, la hallará fea, espantosa, pero pelearán ambos y aunque cayere derrotado; como por mano de Nerón la guadaña viene, se alzará victorioso desde el polvo, con un tabernáculo superior, con una morada celestial (2 Co.5:2). En fin, la muerte será ganancia, lo corruptible se vestirá de incorrupción, la muerte será absorbida por la vida.

La perspectiva de poseer un cuerpo semejante al de su Salvador lo hace exclamar, de ninguna cosa hago caso ni estimo mi vida preciosa para mí mismo (Hch.20:24); en sus íntimos deseos es lo que quiere, lo que anhela, lo que busca, una mejor resurrección, ser transformado;   “el cual transformará el cuerpo” (v.21), o “metamorfosis”. No piensa en los horrores que trae aparejada la descomposición y desaparición de la forma humana sino más bien en la reformación o transformación del cuerpo, en la adopción de una nueva figura, una nueva forma, semejante al cuerpo de la gloria suya (v.21). ¿Podrá uno llegado ese momento mirar más allá de la enfermedad, de un cáncer, de una lepra, de la vejez? ¿Podrá mirar lo invisible y meditar no en el ataúd, ni en los funerales, ni en los dolientes, ni en la sepultura sino con fe en el regreso a la vida? ¡El Señor nos conceda esa fe en aquel día! ¡Que estas palabras estén junto a nuestro corazón al partir!

Si le preguntaran, ¿No temes morir? Respondería que no, “no, porque ahora mi cuerpo envejecido y gastado sufrirá una transformación superior y se alzará desde el polvo nuevo, victorioso, glorioso, muy semejante al que él tuvo cuando lo vimos subir de entre los muertos y ascender al cielo”. Estaría contento con su último viaje, no a la Jerusalén terrenal sino a la celestial. Para el apóstol su cuerpo actual, animal, no es el fin, no es el que desea llevar eternamente puesto sobre su alma porque lo considera un cuerpo de humillación y también cuerpo de muerte (Ro.7:24). 

Sabe que no podría penetrar al reino glorioso y eterno de Jesucristo con ese cuerpo terrenal porque la carne y la sangre no lo heredarán, hay una ley de pecado incrustada gobernando sus miembros que desea que sea deshecha y no hay otro modo de que ocurra si no es por la muerte y la disolución en piel y huesos de su casa terrenal.

Pablo es un creyente seguro del poder de Cristo, conoce que puede y podrá sujetar a sí mismo todas las cosas (v.21), reunirlas junto a él como ya en otro sitio enseñó (Efe.1:10). El triunfo final suyo y el establecimiento de su reino es algo constante en las enseñanzas de su evangelio. Ha visto el poder sobrenatural que ha acompañado la predicación de la palabra y por ende no duda ni un minuto que se ejercerá ese mismo poder en su resurrección.

 

Triunfo y problemas

Flp. 4:1-4

  “Así que, hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados. Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor. Asimismo te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos, cuyos nombres están en el libro de la vida. Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo: ¡Regocijaos!”.

Sentimientos de triunfo. ¿Qué es un triunfo? ¿Qué es lo que considera Pablo como ministro haberle llevado al triunfo? Quizás piensas que un ministro ha triunfado porque ha llegado a ser pastor de una gran congregación, o porque se ha hecho famoso y todos lo conocen. Esos son éxitos, pero el triunfo es mucho más que un éxito. 

El triunfo, pienso, viene cuando lo que se ha logrado hace que nos sintamos satisfechos; cuando uno puede disfrutar lo que ha logrado. Por eso en Isa. 53 se presenta al Señor habiendo triunfado porque dice que mirando el fruto de su aflicción “quedo satisfecho”.

Nota que los ligamentos de amor que tiene con aquellos hermanos. Qué tierno es el apóstol para los hermanos de la iglesia, les llama “amados y añorados” (v.1). Sin adulaciones porque lo siente, pero conmovido por las cosas que acaban de ocurrir; el envío de la ayuda a su prisión y la presencia del hermano Epafrodito. Aquel gesto de ellos había enternecido su viejo corazón y en estas pocas palabras no quiere concluir su epístola sin manifestarles verbalmente lo que sabían por sus hechos, que los ama. Lo dice por dos veces, también al final,   “amados, amados“, como si les dijera sentado enfrente,   “los quiero, Dios sabe cuánto los quiere”. Invariablemente siempre el apóstol amaba así a sus iglesias, aunque no siempre lo correspondían del mismo modo. ¡Qué expresivo, qué poco reservado! Pero, ¿no es mejor ser así y que los otros se enteren de nuestros afectos por ellos? 

Los ama, los echa de menos, pero además les dice que ellos son su gozo. El amor por ellos corre apaciblemente, como junto a aguas de reposo, sin lágrimas ni suspiros. Sufre por su of trabajo, como ha dicho en 3:18, por su preocupación pastoral, pero no porque ellos mismos lo traten de modo que lo hagan llorar. Está contento y feliz con su congregación de filipenses.

El triunfo personal. 

Y hay más, los tiene como su corona. A ninguna otra iglesia le nombra de ese modo. ¿Qué quiere decir con eso? ¿Qué son sus méritos personales frente a Dios? No, no podríamos presumir que eso fuera. ¿Qué fuera un triunfo espiritual suyo? No, tampoco, él sabe que las almas de ellos se las dio el Señor. Pero es indudable que el símil de corona tiene que indicar algo, un triunfo. Quizás pensaba en otras congregaciones plantadas por él, pero se sentía internamente derrotado, ¿no era así, con tantos problemas en Corinto o el temor de apostasía de los gálatas y las herejías de Colosas? No, había ganado muchas almas en todas partes del mundo, había sido bendecido ministerialmente en otros lugares, pero en ningún sitio se siente personalmente triunfador. Muchos de los que han conocido a Cristo por medio suyo se han vuelto en su contra o aceptado una teología diferente a la que les enseñó. Fíjate que no los llama corona de mi ministerio, sino corona mía. Es algo suyo, de él como persona, que tiene que ver con el como se siente. En otras iglesias quizás podría hablar como ministerialmente bendecido, pero personalmente derrotado. Aquí las dos cosas, bendecido en sus trabajos y contento como persona. No tanto adjudico la expresión a llevar sobre sus sienes, aquél día, una iglesia como corona.

Por supuesto que tanto sus triunfos ministeriales como su gozo personal no pueden ser separados porque también les pide que estén firmes en el Señor (v.1), y eso indica que si algo malo espiritualmente les ocurre, su gozo no podría permanecer ni su aire de triunfo tampoco.

 

Problemas

No hay ninguna iglesia que no tenga problema; el más satisfecho de los pastores hallará su gozo de cuando en cuando nublado. Va el ministro amante a dar sus consejos, uno tras otro. Satanás que siempre busca arruinar todo aquello que sea el deleite del ministro, rondaba Filipos y dos hermanas le estaban dando lugar. Es conocida la desavenencia entre dos hermanas, Evodia y Síntique (v.2). La unidad fraternal es importante y empieza por ella. Ese es su primer consejo. Para que la iglesia siga bien tiene que estar unida especialmente entre los líderes de ella. Son incontables los ministerios arruinados de buenos líderes; con los cuales el diablo trabajó para eclipsarlos completamente. Ambas eran personas muy queridas en la iglesia. ¿Dos miembros cualesquiera? No. Eran dos prominentes hermanas, campeonas de Cristo, luchadoras por el evangelio, militantes activas en las lides del Señor; misioneras ayudadoras que por un buen tiempo formaron parte del gran equipo apostólico de expansión misionera universal. Por eso nos dice que   “combatieron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también y los demás colaboradores míos cuyos nombres están escritos en el libro de la vida” (v.3). 

El peligro inmenso

Una contienda entre ellas es bastante dañina. En eso trabajaba el diablo, oponiendo a los representantes de la iglesia. Si estas dos connotadas líderes persistían en mantener sus posiciones distintas, por las simpatías que ambas tendrían dentro de la iglesia, las posibilidades de que hubiera una división aumentarían, un bando simpatizaría con las opiniones, (porque dice que sean de un solo “pensar”, más que “sentir”) de Evodia y otro con las de Síntique. Ya entonces aquella desgracia iba rumbo a un sisma. Evodia hablando mal de Síntique y ésta de la otra, dos posiciones, dos grupos. ¿Cuál era la culpable, quién tenía la razón? Las dos tenían razón y las dos eran culpables, siempre pasa así cuando hay un enfrentamiento entre dos hermanas. 

La cuestión de la razón. Lo poco de razón que tiene una la hace persistir en su posición y el otro poco que tiene la otra no permite que mire las cosas distinto. Evodia mira solamente su punto de vista, en lo que ella tiene razón y Síntique hace lo mismo; pero ninguna de las dos mira más allá, en lo que no tienen razón, en lo que son culpables. Síntique no percibe el grado de culpabilidad que ella tiene en el asunto, ni Evodia tampoco. No podría por la poca información que tengo decir cuál era la razón de cada una, pero es mucho más fácil decir en qué no tenían razón. 

No tienen razón ninguna de las dos, cualquiera que fuera el asunto, en no pensarlo en el Señor. Pablo les dijo: “que sean de un mismo pensar en el Señor” (v.2). ¿Dónde está Cristo en aquellas dos cabezas? No adentro sino afuera, no piensan como deben. Y ¿cómo lo deben pensar?

Primero deben pensar que son cristianas. ¿Han olvidado eso? ¿O es que una de las dos no lo es, o ninguna? Puede ser, algunas veces hemos visto que ciertos líderes han sido inconversos. En el caso de Evodia y Síntique no es así porque Pablo dice que los nombres de ambas están en el rollo de la vida. Sabemos que son los inconversos y los carnales los que forman bando en la congregación, los que no hacen nada por la unidad. Aunque fueran salvas por desgracia la contienda que tienen es de gente no convertida.

No tienen razón para olvidar la historia que ambas tienen, “combatientes” con Pablo. Las dos han sido útiles; luchando codo con codo con el apóstol, con Clemente y con los otros, tienen sus medallas, usan sus condecoraciones, pueden alzar sus trofeos por Cristo. Aman las almas, aman el evangelio, la evangelización, sufrido privaciones, desprecios, peligros. ¿Cómo es que ninguna de las dos ahora se está comportando a la altura de lo que han sido? No se dice si realmente el problema es sobre ellas mismas o alguna opinión sobre la iglesia. Puede que las dos cosas. Lo que sí va a pasar es que mucho del lustre de las dos se perderá, y el pasado glorioso que ambas tienen quedará irracionalmente empañado. 

 

Motivo y lugar de nuestro regocijo

La alegría que dos hermanas extinguieron. Evodia y Síntique, miren particularmente los más asociados a ustedes dos ¿qué ven? ¿gozo?, ¡no! Lo que hay es tristeza, antes sí eran felices, pero ahora están entristecidos, vienen a los cultos, cantan, oran, pero están tristes, se han ido poniendo más y más melancólicos y ustedes tienen la culpa. Los problemas entre los hermanos quitan el gozo a la iglesia; el apóstol dice, “regocijaos en el Señor siempre. Otra vez os digo, regocijaos” (v.4). Y ¿cómo recuperarlo? Hay que volver al Señor, arrepentimiento, y entonces inmediatamente que volvamos al Señor el gozo brotará. 

Si fallara la reconciliación... ¿qué hacer? Este llamamiento no es para Evodia ni para Síntique sino para todos los otros hermanos, aunque se solucione o no la situación, tienen que regocijarse en el Señor, ¿siempre? Si tratan sus diferencias y se arreglan bien, si no pasa eso, pues gócense en el Señor, aun así. Deben independizarse de esa situación. Allá ellas dos si no se arreglan. La iglesia no debe sacrificar su alegría por nadie, por importante que ellos hayan sido. ¿Cómo dejarás que te quiten el gozo del Señor que él especialmente prometió dejarnos para que fuéramos felices? En el mundo tendríamos aflicción, nos advirtió, ¿con qué nos alegraremos si el motivo y el lugar para alegrarnos otros nos lo amargan? Los mundanos van a bailes y tienen sus medios pecaminosos para llenar de alegría sus corazones, pero nosotros no tenemos más que la comunión con el Señor y con los hermanos en la iglesia, y ¿quién nos alegrará si en ella también usamos una cara larga y un corazón acongojado?

Cualquiera que sea nuestra situación, si no podemos alegrarnos en nuestras circunstancias, porque la salud nos lo impide, las adversidades, el apóstol nos manda que lo hagamos en el Señor. Teniéndolo a él, su gracia, su salvación, tenemos mucho. Sus promesas nos alegran, nos inspiran, nos sostienen cuando los vientos del mundo nos sacuden enteramente.

 

Maranatha, y la providencia de Dios

 Flp. 4:5-7

  “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.

 

De aquí puede salir una exposición bonita. Es un tema aparte del anterior. Comienza diciendo vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres (v.5), que también pudiera traducirse vuestra amabilidad, razonabilidad, moderación, humildad, mansedumbre, de las cuales de acuerdo al contexto yo me quedaría con   “moderación” o   “razonabilidad”. La idea es que aquellos hermanos se comporten ante las gentes de forma espiritualmente razonable y moderada; es decir lo que tiene en vista es el testimonio cristiano probablemente en las tribulaciones y necesidades, especialmente en esos tiempos, presentido general como un estilo de vida templado y comedido. Viviendo ellos entre una gran nube de testigos, deben presentar al mundo una forma de vida que sobrepasa todo entendimiento (v.7); y genuinamente como un producto de la fe; puesto que tal ecuanimidad proviene de una fe puesta en oración y que encarga todos los cuidados de la vida a la providencia de Dios. Sobre este asunto Calvino hace un excelente comentario.   “Esta es la más bella declaración de la cual tenemos que aprender en primer lugar, que la ignorancia de la providencia de Dios es la causa de toda impaciencia, y la razón por la cual nos apresuramos tanto y por razones triviales nos metemos en confusión y a menudo también, nos desanimamos porque no pensamos que el Señor tiene cuidado de nosotros. Por otra parte, el único remedio para calmar nuestras mentes es reposar completamente sin reservas en la providencia de Dios, estando completamente seguros que jamás estaremos expuestos a una fortuna ciega o al capricho de los malvados, sino que nos encontramos bajo el gobierno y cuidado paternal de Dios. En fin, el hombre que cree que Dios está presente, siempre encuentra algo seguro sobre lo cual descansar.

Es decir, la confianza en la providencia de Dios es la esencia misma del pensamiento del apóstol para estos filipenses. Les ruega que estén tranquilos y no pierdan su compostura bien sea por las necesidades de la vida porque el Señor suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús o como ya he dicho, por vicisitudes circunstanciales que están fuera del control personal y que agitan el espíritu y los pensamientos y ahuyentan de golpe la tranquilidad mental y espiritual, con la cual es recomendable vivir y expresar al mundo la vida cristiana. No que las cosas nos den igual salgan como salgan, sino que más que una resignación y un hábito de quedarse con los brazos cruzados, es una compostura influida por una fe adquirida de las promesas de la providencia del Señor que está bien cerca de nuestras necesidades y en el ojo mismo de la tormenta que circunvala la vida. Son aquellas cosas humanamente ingobernables de las cuales se encarga Dios. 

No olvidemos eso, nuestro Señor no está distante de lo que nos pasa, su ojo no nos mira desde el infinito, su trono no se halla lejos de nuestro hogar. Si quiere leer un ejemplo bonito lo hallará en 2Ti.4:16-18. Jesús está cerca, ¿por qué angustiarse, por qué afanarse? Hay algo más. El apóstol dice que es posible y seguro obtener una tranquilidad que sobrepasa todo entendimiento (v. 7). Para mí sería más acertada la traducción si fuera que sobrepasa toda comprensión. ¿La comprensión de quién? La de todos los hombres (v. 5). Nota que no es precisamente la indispensable pureza la que los vecinos contemplarán en nuestra vida y quedarán asombrados sino la forma en que tomamos las cosas, nuestras respuestas a las necesidades, conflictos y obstáculos que presenta la vida. Se dirán ¿cómo es posible que estés tan tranquilo pasándote lo que te pasa? Y cuando a ellos las cosas se le tornen similares les habremos dejado una pauta ejemplar preciosa para, sin comprender tal vez completamente la situación, recurran a la providencia de Dios del mismo modo que ante los ojos de ellos lo hicimos. 

Es deber nuestro enseñar al mundo a vivir con la fe puesta en Dios. El corazón mismo de todas estas palabras es maranatha, o el Señor está cerca, y lo único que se nos pide es orar con fe, y en ese mismo punto, sin ir más lejos ni buscar nada más para protegernos del insomnio y el nerviosismo, esforzarnos por arrojar toda ansiosa inquietud en Ese que tenemos tan cerca. Ese es el pensamiento que debe perdurar en el día malo. Estas son palabras de oro porque las está pronunciando un hombre encarcelado; no es un párrafo escrito para la publicación de un libro. Las siente, las vive. La paz mental nos dice el apóstol preso, aquel que sabe lo que es hallarse confinado en un calabozo y no sabe cómo saldrá de él, vivo o muerto. No son palabras dichas por un teórico, sino por uno que en ese momento las está viviendo; las ha aprendido por su misma experiencia. Recomienda lo que ha puesto en práctica. Y si alguien quiere tomar esa palabra maranatha en relación con la segunda venida del Señor, no afecta para nada la explicación providencial que he sugerido. El   “día del Señor  “ siempre está cercano y de esa expectativa se extraen los más jugosos consuelos de la fe y nada como eso para sacar la vista fuera de un encerramiento, carcelario o circunstancial, y traer calma a un corazón que se bambolea y pierde su sosiego.

 

Pensamientos y acciones

Flp. 4:8,9

  “Por lo demás hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mi, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros”.

 

Aprendizaje sobre la vida mental

Aprendizaje por experiencia. Estos dos textos son hermosos. Tenemos mucho que aprender de lo que el Espíritu enseñó a su Apóstol. Estar en paz mental es algo que se aprende, no se salta hacia ella como desde un trampolín al agua y ya se entra en la calma. No. El apóstol, dentro de las lecciones que da la gracia la aprendió por una costosa experiencia. Sigue el apóstol encerrado como prisionero en una cárcel de Roma y escribe sobre lo que tiene que ver con las cavilaciones. 

¡Cuánto piensa un preso! Tiene tiempo, cuántas preocupaciones, cuántos presagios, incertidumbres, tantos miedos, tanta soledad y hasta quizás, ¿resentimientos hacia los ingratos? 

Pablo ha venido hablando de los afanes, y como ya dijimos no es un teórico en la materia, sino que de su rica experiencia escribe, compartiendo lo que ha aprendido en todo. ¿No leemos esa palabra luego en los vv.11,12?  ¿He aprendido, sé, sé? El no vivir con afanes también corresponde en gracia al aprendizaje de la vida. Las grandes cosas no se aprenden de hoy para mañana. No. Es un curso que se toma, avanzando un poco ahora, otro luego, un paso más. El dice,   “lo que aprendisteis, recibisteis, oísteis y visteis” (v.9); quiere decir que apliquen los mismos principios que él aplicó, que mediten y tomen las cosas como ellos vieron que él lo hacía. El ejemplo de otros es valioso sin sabemos aprovecharlo.  

Un consejo sabio; pon gran atención al cuidado de tu mente, para que evites los desgastes y los consecuentes males que por ello salen. En otro lugar alguien dijo, sobre toda cosa guardada guarda tu corazón porque de él mana la vida; y que se pudiera actualizar diciendo.   “sobre toda cosa guardada guarda tu mente porque de ella mana la vida”. Vivir sosegadamente para cualquier ejercicio espiritual es vital, sea un predicador, un escritor, un hermano cualquiera. Las energías mentales son imprescindibles para el crecimiento espiritual propio e incluso para la trasmisión con poder de la verdad. Si hay un campo que inmediatamente el diablo quisiera sembrar con la cizaña de malos, perversos o fantasmagóricos pensamientos, es el de la mente. Si arruina la mente lo arruina todo. La salud mental es importante para la salud espiritual, el pensamiento es el sitio procesador del maná celestial.

La vida mental es importante si quieres preservarte tranquilo, sin desveladoras y demoledoras inquietudes. Son nuestros pensamientos, hemos visto, los que tenemos que guardar en paz. ¿En qué pensar? Que Pablo sigue tratando el mismo tema bajo la misma perspectiva lo demuestra también esta expresión que el Dios de paz estará con vosotros (v.9). La idea de que nos conservemos tranquilos y sin agitaciones continúa en su mente. ¡Cómo se preocupa el Espíritu Santo para que vivamos tranquilos la vida que Dios nos da!

 

Domesticar los pensamientos

Quiero que observes que su criterio no es conducirnos tanto a pensar positivamente, lo cual es excelente, sino a pensar cristianamente, a pensar santamente. ¡Eso es! Si pasas la vista de modo general por todo lo que aconseja en estos dos versículos hallarás lo que digo, lo verdadero, lo honesto, lo justo, lo puro, lo amable. Hay que definir en qué vamos y en qué no debemos pensar. Quiere decirnos que los pensamientos no se pueden dejar sueltos a que ellos nos conduzcan por donde quieren, a capricho y antojo suyos. No, porque pueden llevarnos hacia la carne y los manipulará el diablo. La mente siempre tiene que estar concentrada. 

Eso hacen los inconversos, los que piensan solamente en la carne, cuyas meditaciones están determinadas por las inclinaciones naturales a las cuales se hallan predispuestos y por lo tanto pecaminosas. Es lo que se dice en Efe.2:2,3, “siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de la carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos y éramos por naturaleza hijos de ira”.

Si quieres andar en paz con Dios y disfrutar de su paz, tienes que someter tus pensamientos a la obediencia a Cristo, no puedes dejar que tu mente tome el curso que ella de por sí decida, restríngele sus movimientos y encáusala por donde has aprendido que tiene que tomar su senda. Dejar nuestros pensamientos al alzar sin buscarles un sujeto santo de meditación es dejárselos a la carne y a al príncipe de la potestad del aire. Hay un libro muy hermoso escrito por Thomas Watson, titulado, Heaven Taken by Storm que habla sobre esto; los pensamientos tienen que ser arrebatados hacia la senda correcta, en esto pensad (v.8). o como también se traduce, “esto considerad, en esto reflexionad, en esto meditad”. Domestiquemos nuestros pensamientos, démosle algo para concentrarse que sea notoriamente cristiano y santo.

 

No meros pensamientos sino acciones

De la meditación a los actos. Cuando el apóstol escribe, como entenderás, no se propone darnos meramente asuntos generales de meditación. No es tanto un ejercicio psíquico lo que nos propone sino reglas de comportamiento, para que las estudiemos y luego las practiquemos. 

El cristianismo no es un simple esquema mental. Los que más paz mental disfrutan son los que más practican aquella forma de vida que la consigue por sí misma. ¿Cómo puede vivir en paz el que es desobediente y se mete imprudentemente en problemas y falla en hacer lo que Dios alaba? El fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz (Sgo.2:19). Vive en paz el que hace todo lo que dependa de sí mismo para vivir en paz.

¿Qué quiere decir por lo verdadero? Pienso principalmente aquello que tiene que ver con la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación (Efe.1:13). Las palabras de la vida eterna, los versículos de la Biblia, las exposiciones de ella, deben ocupar el primer lugar cuando estamos solos. Si en otra cosa tenemos que pensar porque se trabaja concentrado en lo que se hace, la verdad del evangelio debe sazonar esos pensamientos. ¿No es mayor el tiempo que se gasta pensando en otras cosas que en lo que se está haciendo? 

También entiendo que se refiere a no pensar en ninguna mentira, ni ética ni doctrinal, ninguna falsedad, ninguna calumnia, ningún chisme, ninguna duda. En fin, considerad la verdad y vivid por ella.

¿Cuáles cosas que se correspondan con todo lo honesto o lo respetable? Es lo mismo que venerable, que tienen que ver con adoración. Las cosas más importantes, las que tienen que ver con el espíritu, con la adoración, las celestiales, las superiores. Es muy saludable que pensemos en las cosas que hemos oído no sea que nos deslicemos, no irnos del culto y no pensar más en ellas. Puede ser la primera conversación que tengamos cuando nos sentemos el día de reposo a la mesa. La práctica de la honestidad es algo maravilloso en un mundo donde hay tanta gente deshonesta y poco digna de respeto. 

¿Qué cosas tienen que ver con lo justo? ¿Hemos sido justos o demasiado justos? (Ecl.7:16 ¿Hemos discriminado a alguien en relación con otros, haciendo acepción de personas? ¿Obramos por justicia o por sentimientos e intereses?

Y ¿qué es lo puro? ¿Soy santo, mis motivaciones lo son? ¿Estoy apartado de lo inmundo, mis pensamientos son puros o me recreo en meditaciones lascivas? ¿Ando en la vanidad de la mente? ¿Me he envanecido en mis propios razonamientos? (Ro.1:21).

Y ¿qué es amable o amoroso? ¿He sido amable, amoroso, lo estoy siendo siempre y con todos, con los niños, con los jóvenes, con los viejos, con los fáciles y difíciles de tratar, con hombres y mujeres indistintamente?

¿Qué es, todo lo que es de buen nombre? O de “buena reputación” La reputación que uno tenga es importante, asociado a nuestro nombre está el de Jesucristo y con él es honrado o deshonrado, junto a él la obra se alza o cae. Cuida tu nombre, tu buena fama, como ungüento precioso, como la joya más preciosa de tu existencia.

¿Qué es si hay virtud alguna si es digno de alabanza? Cualquier cosa que sea virtuosa, que sea buena, que contribuya al bien del reino de Cristo, que promueva su extensión entre los hombres para su edificación y agrandamiento.  Promuévela y apóyala. Estemos siempre de parte de lo que está bien hecho, de lo que une, del amor, de la comprensión, de ayudar, de restaurar, de cooperar, de defender. Por lo contrario, alejémonos de aquello que no sea virtuoso y que no sea motivo de alabanza a Dios. Lo que veas que no puedes aplaudir y que no complacerá a los santos ni a Dios, huye de ello.

Como ves, el autor lo insiste en que se piense y se viva lo que les ha enseñado y ha puesto en práctica como delante de sus ojos, lo que aprendisteis y recibisteis... y visteis, esto haced.

 

Otoño

Flp. 4:10-13

  “En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os falta la oportunidad. No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia, en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.  

 

Torturas innecesarias

Este otro pasaje es completamente diferente del anterior, la epístola aquí se vuelve un poco más personal y el autor entra como en un diálogo con sus lectores hermanos. En este espacio es provechoso ver los tormentos sin causa de un ministro. Es interesante pensar por qué el apóstol usa esta palabra   “revivido” o  “reavivado”, una figura tomada del renacimiento de la vida en los árboles cuando pasa el invierno y llega la primavera; vuelven las hojas y las flores, es decir, todo retoña. Quizás sea un poco especulativo y presuma algo de lo que pudo haberle ocurrido. 

¿Por qué dice que ahora el cuidado, más bien el pensamiento de ellos se reaviva? La palabra que utiliza es pensamiento. Fue como si por un tiempo su amada iglesia, la corona de su ministerio, supuso, lo hubiera olvidado. No fue así, los hechos lo probaron, pero es que, estando preso, abandonado, ¿no era normal que tuviese esos desoladores pensamientos? Me parece que es como si se le escapara aquello que por un tiempo imaginó y oró, lo que le quitó el sueño, su paz. Ahora comprueba que sus sentimientos estaban equivocados. Él pensaba que no lo amaban, que se habían olvidado de su persona, pero luego, al llegar Epafrodito con aquellos obsequios, dinero, ropa, alimentos, supo que no era cierto, sólo su fantasía había obrado en contra suya imaginando irrealidades. Hay épocas en que los corazones de los más santos se híper sensibilizan y se atormentan con suposiciones y se estremecen por lo que no existe. Era cuestión de oportunidad, de problemas externos no internos. Ellos estaban dispuestos a ayudarlo, pero no habían podido hasta ese momento y él se había torturado sin razón.

La ofrenda llega a revelarle que la iglesia está pensando en él. Acepta este punto así porque no me atrevía a escribir, la equivocación, o el apóstol corrige su presunción. El apóstol inmediatamente corrige sus palabras y añade que no, que no ha habido otoño en el amor de ellos, que aún sigue vivo. Nuestra versión dice “vuestro cuidado de mí, de lo cual estabais solícitos”, pero lo que el autor realmente escribió fue  “en pro de mi pensar sobre lo que pensabais”. Significa lo mismo y nuestra versión va al hecho. Cierto que ellos pensaron en él porque le mostraron, enviando al pastor y el donativo, que lo estaban haciendo. ¿Cómo uno puede mostrar que piensa en algún hermano lejos si no le hace una carta ni le envía nada?

La iglesia es la que debe cuidar, pensando en su pastor, pensando en su condición y en sus necesidades. ¿Tendría el apóstol que escribirles una carta contándole todo lo que le hace falta para que ellos nombraran una comisión de estudio, vieran el presupuesto, ajustaran las finanzas y luego volvieran a reunirse para votar por la suma probable? ¿Hay que darle tantas vueltas a una visible ayuda pastoral? ¿Tiene el pastor que pedirlo porque ellos ni piensan ni lo ven? El apóstol vio que la falta no era en el pensamiento, sino que no habían tenido oportunidad de hacerle constancia que pensaban en él, quizás porque no hallaban a ninguno que pudiera dejar su hogar e ir tan lejos, etc. 

 

Nuevo concepto de abundancia

Un apóstol callado. 

Aclaró lo que se le escapó anteriormente y ahora regresa para aclarar lo que sirvió de aclaración.  “No lo digo porque tenga escasez” ¿No tenía él escasez? Sí la tenía. Y ¿por qué lo niega? No lo niega, lo que él escribió fue “no lo digo que según escasez”, lo que quería decir es que teniendo escasez no lo dijo, no hubiera hablado sobre el asunto si ellos no lo hubieran atendido, hubiera continuado pasando privaciones que haber pedido para él, como hizo para otros, algún donativo. Ese es un tema sobre el cual no platica un apóstol. No, prefería continuar en su pobreza que extender una mano para la limosna. Si otras iglesias leyeron esto tuvieron que sonrojarse y bajar sus rostros avergonzadas. Porque él no pidiera no quería decir que no le hiciera falta. Que lo vieran contento no quería decir que no tuviera preocupaciones financieras, que no estuviera sufriendo por la estrechez; estaba contento no porque no tuviera necesidades sino porque había aprendido a contentarme cualquier que sea mi situación.

¿No se engañan los hermanos descuidados que juzgan que al pastor no le hace falta nada porque está alegre y no lo pide? No era que todas las iglesias lo atendieran de maravilla porque en una carta a su discípulo amado le dice que le traiga su viejo capote desde Troas, porque no tiene para comprar otro y nadie se ocupa de conseguirle  uno.

Es un apóstol muy virtuoso y ha aprendido mucho de la gracia divina, Cristo lo ha fortalecido en todo y es capaz de resistir cualquier privación con su boca cerrada y sin protestar por su abandono; lo único que hace es sufrir callado la ingratitud.

Sorprendente satisfacción es su humildad. 

Parece que exagera un poco cuando dice que sé tener abundancia. ¿Cuándo leemos que él la tuvo? Recuerdo que trabaja para subsistir, que comparte lo que tiene, pero ¿abundancia?  ¿Cuándo y dónde? Es que. para Pablo, abundancia no es lo mismo que para muchos de nosotros, para él tener abundancia es tener para vivir y para compartir con otros. Tener más de un par de sandalias es abundancia, tener dos capas es abundancia, tener dinero para una semana es abundancia, tener comida para varios días es una fiesta. Es un hombre absolutamente privado de egoísmo y por eso habla de ese modo, uno cuyo tesoro no está en la tierra. No dudo hermanos que si hubiera tenido en abundancia como nosotros conocemos hoy, hubiera padecido por su abundancia. Lo hubieran envidiado o calumniado. Hubieran querido colocarse en su puesto para vivir como él vivía o lo habrían difamado diciendo que despojaba a las iglesias para su propio beneficio.

 

Inversiones celestiales

Flp. 4:14-16

“Sin embargo bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación. Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir sino vosotros solos, pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades”.

 

Como alivian su corazón

Explicaciones y más explicaciones. En esta porción el apóstol continúa tratando el espinoso asunto, para él un ministro honrado, de cómo quedaría su testimonio después de haber aceptado la ayuda que los filipenses le enviaron. Este asunto del dinero es algo que lo pone muy sensible y son innumerables las excusas que da para que el criterio que tienen de él no sea cambiado. Siempre se propuso predicar el evangelio gratuitamente (1Co.9:18), y condena constantemente a aquellos que abusan del derecho de ser sostenidos para provecho propio. 

Modo eficaz. Primero comienza por el efecto que produjo aquel donativo sobre su corazón y luego pasa al negocio mismo mostrando como la iglesia alivia sus cargas. De nuevo habla como si tuviera que excusarse, “sin embargo bien hicisteis” (v.14), porque quiere dejarles constancia de que no estaba ansioso de las dádivas de ellos para no ser confundido con aquellos falsos maestros que solo pensaban en lo terrenal y en sus propios vientres. Pero por otro lado tampoco quiere humillarlos hiriéndoles la generosidad con que lo han tratado. Eso estaría mal, que ellos se ofendieran hablándoles como un ingrato que no aprecia el amor que le muestran. No, no quiere eso, aprecia mucho lo que hacen por él, pero deja claro que no anda buscando los bienes ajenos.

Aquella ofrenda, dice él mismo, contribuye a aminorar un poco sus tribulaciones; y de ese modo es aliviado porque al compartir su angustia. Eso es lo que indica la palabra participar o más bien mostrar compañerismo o compartir. Los filipenses compartieron con él su aflicción y por lo tanto se sintió aliviado con aquel generoso envío. Sus aflicciones son tanto materiales como espirituales y la ofrenda misma tanto como la acción de ellos le alivian. Se sintió mejor, no les contó nada de lo que le hacía sufrir, pero le hicieron bien, no escuchándolo sino ayudándolo. Es muy raro que un pastor cuente sus penas a los hermanos de la iglesia, pero ellos pueden aliviarlo con acciones que le conforten.

 

Una excelente inversión

Cooperación financiera. Y para que ellos se den cuenta que no es un ingrato les hace saber que recuerda lo que han hecho por él en tiempos pasados,  “y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio” (v.15). Los ingratos olvidan los favores que se les hacen, sobre todo cuando cesan de recibirlos. Los agradecidos siempre los recuerdan, aunque no se les hagan más. Pero como veremos ninguna de esas ayudas que recibió las tomó como favores sino como ofrendas de apoyo a su glorioso ministerio y como una excelente inversión. Seguro que ellos las enviaban con ese sentido, para Pablo y para el pastor y misionero, porque lo amaban, mas él las consideraba como una identificación con su labor, como un sostenimiento de su llamamiento para la predicación del evangelio. 

2. Nota el tiempo apropiado para comenzar a comprometerse financieramente con la dispersión del evangelio. Directamente o no la ayuda a un ministro es una cooperación con su obra. Parafraseando a Juan, “el que le dice bienvenido a la persona de un ministro y lo cobija con sus bienes, participa de sus buenas obras” (2 Jn.11).

Es importante que notes lo excelente y excepcional que fueron apoyándolo en su ministerio. Observa cómo empezaron a usar sus bienes e invertirlos en la predicación del evangelio,   “al principio de la predicación   “ He dicho invertirlos y no gastarlos y menos hablaría como Judas de ¿desperdicio? porque el dinero que damos como ofrenda para la obra del ministerio, para costear la predicación, es un dinero que se invierte y se ganan intereses altísimos, tesoros en el cielo, ya que el Dueño de la obra ha prometido que, desde un vaso de agua fría hasta lo más, recibirá recompensa. Si eres cristiano debes invertir algo en la predicación del evangelio. 

Y ¿cuándo comenzaron a hacer esas inversiones?  Al principio de la conversión de ellos, en cuanto recibieron la gracia de Dios y participaron de sus riquezas espirituales, apoyaron el medio que los salvó a ellos. Es normal, es un fruto del Espíritu que así pase. Si se ha llenado del Espíritu Santo no hay que educarlo en esa generosidad, no tiene que recibir una larga promoción de mayordomía. Por gratitud hacia Dios y por amor para aquellos que queremos que tengan la misma experiencia de salvación que hemos recibido es que apoyamos con inversiones esta estupenda obra, costosa, de predicación del evangelio. 

3. Reflexión para las iglesias sin sostenimiento propio o no comprometidas con las misiones. ¿Agradecerán los de muchos años en la fe la salvación, cuando apenas invierten dinero en costear los apóstoles? No es algo excepcional que haya miembros de las iglesias cristianas que no respalden la predicación del evangelio cuando realmente hay iglesias enteras que apenas contribuyen y por años otras tienen que enviarles recursos. Desde los tiempos apostólicos parece que algo de eso pasaba porque los propios filipenses, según Pablo, constituían una excepción. ¿Ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir sino vosotros solos? (v.15). Eso no está bien. Es una prueba de escasez de bendición espiritual de Dios que hayan congregaciones que disfruten por años del ministerio pastoral y aún no alcancen a cubrir todos los gastos necesarios para disfrutar de la predicación del evangelio, o que apenas apoyen la obra misionera en otros sitios, como también los filipenses gustaron hacer.

 

Motivo para recoger y enviar ofrendas

Cuando se piensa ayudar una obra hay un sentimiento que mueve la mano, el amor hacia el trabajo de Dios y la necesidad que en ese punto exista, o que tal misionero tenga. La iglesia en Tesalónica no era una mala congregación y tenía muchas personas nobles e instruidas; y además poseían una fe que era ejemplo para el mundo entero (1Te.1:8). Tesalónica si se lo proponía podía cubrir bien los gastos de más de un apóstol o varios misioneros. Los filipenses no ignorarían ese hecho, pero aun así le envían su ofrenda allá (v.16), ¿Pues aún a Tesalónica...?. No dijeron: No, él está en Tesalónica, esa es una buena iglesia, les está sirviendo, ellos pueden mantenerlo? No. Si analizas eso te das cuenta que aman al apóstol y la obra que él hace. Sus aportes no dependen tanto de la necesidad que pretenden cubrir como del hecho de que ellos aman hacerlo, les gustaba cooperar con la predicación del evangelio, haya mucho dinero o no, haya iglesias mayores o no, reciban directamente o no el fruto del trabajo que financian.

La clase de respaldo económico que damos a la obra de Dios está más de acuerdo con el estado espiritual de nuestro corazón que con la falta que nuestro dinero haga aquí o allá. Los filipenses no podrían dar quizás como daban los de Tesalónica o de Roma, pero dan y eso es bueno, por ellos mismos y por los otros, porque encontraran una loable razón para ayudar: Amor.

 

Dios y nuestra cuenta bancaria

Flp. 4:17-23

  “No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén. Saludad a todos los santos en Cristo Jesús. Los hermanos que están conmigo os saludan. Todos los santos os saludan, y especialmente los de la casa de César. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén”.

 

Previniendo acusaciones

Concluimos nuestra exposición, alargando un poco el asunto del estudio anterior, pero añadiendo otras cosas. Dios conoce nuestro sistema de contabilidad, el debe y haber o entradas y salidas Conoce cuándo financiamos la predicación del evangelio y con qué cantidad. En este espacio el apóstol nos revela el pensamiento íntimo que tiene para usar una catarata de excusas. En cuanto se trata de dinero, ofrendas, que vayan dirigidas al pastor, éste tiene que tener mucho cuidado y no dejar de agotar todas las posibilidades para prevenir que su ministerio sea desacreditado en ese renglón. Aquí va otra aclaración, “pero no es que busque dádivas, sino que busco fruto” (v.17). Es como si el apóstol sintiera un secreto horror de que lo identificaran con los otros, aquellos que se aprovechaban de las iglesias en beneficio de sus propios vientres. Quizás alguno imagine que son excesivas las excusas porque él no envió ninguna petición para que le mandaran algo, ellos lo hicieron porque quisieron ser movidos por el amor ¿qué falta hacía justificarse tanto? Pablo tiene que saber eso, que si no lo ha pedido no tiene por qué preocuparse, entonces ¿por qué lo hace? Quizás para aleccionarlos indirectamente y que tuvieran la oportunidad de compararlo con aquellos otros que eran abiertos enemigos de la cruz de Cristo. O tal vez porque siempre existen hermanos que aunque no se opongan a alguna ayuda al ministro, en sus corazones no la aprueban y aprovechan cualquier oportunidad para descalificarlo. No solamente es prudente en no pedir sino también en recibir. Está previniendo acusaciones que redunden en la formación de prejuicios contra sus sermones.

 

Aumentando la cuenta bancaria

Dios siempre paga, da recompensas. Y una explicación muy hermosa que da del por qué ha recibido el donativo es por dos razones: Que piensa que al hacerlo serán recompensados, porque piensa que hay retribución para los inversionistas en el evangelio (v.17) Habla de frutos que abunden en vuestra cuenta. Recibiendo lo que ellos le enviaron, aceptándolo, consumiéndolo, utilizándolo, haría que el Señor de la obra en la cual aquello se consumiría, los bendijera por tal magnánimo hecho. Esa es una doctrina en promesa que hemos aprendido, que los que cooperan con la predicación del evangelio son bendecidos por Dios y aumentan su cuenta, no la disminuyen, ganan intereses con esas inversiones. ¿Has leído lo que el apóstol dice? Aplícalo para tu vida. Si ayudas la predicación del evangelio tu dinero no se perderá, sino que Dios lo recompensará haciendo que se te multiplique y tu cuenta no vaya para abajo sino para arriba. Pablo aquí está pensando en términos de entradas y salidas como vimos arriba, (dar y recibir) como se usa en contabilidad bancaria.

Independientemente de los frutos celestiales que cosechan los que cooperan con la predicación del evangelio, aquí en la tierra también son prosperados. El Señor conoce nuestra cuenta bancaria, él sabe cómo va nuestro libro de cheques, nuestras salidas y entradas, las deudas que poseemos, el dinero que ganamos, etc. El se encargará de que donde dice entradas se aumente la cuenta y haya más frutos.

Y no queda todo ahí, sino que consigue para ellos una promesa oportuna, como para asegurarles más lo que ya les ha dicho, que lo que se hayan quitado para apoyar el evangelio será devuelto por el Señor, rápidamente, que él mismo se ocupará de la pasajera escasez que eso produjo y que la suplirá conforme a sus riquezas en gloria y para su gloria. ¿Quiénes son los que padecen necesidad? ¿Los que sacan diezmos y ofrendas para financiar la predicación del evangelio? No. Dios, nos dice el apóstol, suplirá todo lo que os falte conforme a sus riquezas en gloria (v.19). 

 

Promesa para los diezmadores y todos los generosos. Pero hay otra razón por la cual aceptó aquella ofrenda, que Dios se complacía en que así lo hicieran. Porque eso es olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios (v.18). Si no lo hubieran hecho, ellos no hubieran tenido la oportunidad de ofrecer aquel sacrificio en el altar de su vida. Era necesario para la gloria divina que él aceptara el donativo, por temor a que alguno hallara motivo de escándalo en su conducta o que él fuera infamado, no debía detenerse en recibirlo porque entonces los filipenses no habrían podido ofrecer un sacrificio a Dios tan agradable. Era un sacrificio ¿acepto, agradable, olor suave? ¿No es suficiente eso? A él pues sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

 

Salutaciones finales

Eternos saludos, para todas las épocas. Termina como siempre, con sus saludos posiblemente escritos por él mismo. Un saludo general, abarcador, “a todos los santos” (v.21), para evitar si los nombrase uno por uno, excluir alguno. Siempre llama a los cristianos como santos, escogidos, hermanos, términos muchos más definidores de lo que es en esencia un salvado. Uno apartado por Dios del pecado, escogido en su misericordia desde antes de la fundación del mundo, un hermano, Hijo de Dios, que ha recibido el Espíritu de Adopción de su Hijo y por el cual clama Abba Padre. Todos nosotros, amados, somos eso, santos, y para nosotros también son sus saludos, los que en los postreros tiempos hemos recibido la gracia anunciada por él en Cristo Jesús, los que lo llamamos “amado hermano Pablo”, los que lo reconocemos como apóstol a los gentiles y estudiamos sus inspirados escritos. Siéntanse saludados por el apóstol los que viven en santidad para agradar a Dios.

Saludos para una gente especial. 

Especialmente, los de la casa de César, quiero decir, los que son innegablemente el milagro más conspicuo de la gracia salvadora, porque dentro de aquellas paredes del palacio de un criminal ya habitan hermanos santos, en la misma madriguera del asesino ha penetrado la misericordia divina. Esos hermanos, testificando de Cristo con tanto riesgo y valor son los que mantienen comunicación constante con el apóstol; y al conocer de la epístola les envían espirituales saludos y oración por sus almas. ¿No confiaremos también que su misericordia hoy penetre, aunque fuera entre los sirvientes de los senadores y presidentes? Elevemos nuestra oración por los hombres que la providencia ha colocado en eminencia y aún viven en impiedad gobernando sin Dios, Césares, porque quizás el Señor les haga llegar señales de su piedad trayendo la salvación a sus mismos subalternos. Amén.

 

 

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