¿Por qué te interesan tanto mis pecados y no mis problemas?
Ose. 11:4
"Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida".
“Con cuerdas humanas” o “cuerdas de humana bondad”.
El nombre “Adan” en la frase hebrea es tradicionalmente relacionado a “hombre” y se puede traducir literalmente o figuradamente (como metonimia o asociación de humana compasión): “cuerdas de un hombre” o “cuerdas de humana bondad” y “ataduras humanas” (NET). Es que Dios con figura humana, con bondad humana, con compasión humana, atrae a los hombres. La compasión que los hijos de Dios sienten por sus semejantes, esa compasión humana, es también compasión y amor divinos. Y dicha compasión abarca toda la vida de los pecadores y no solamente la salvación “del alma” descarnada. La salvación es un conjunto e incluye el espíritu y el cuerpo y las dos clases de necesidades. Ambas se enferman y necesitan ayuda.
¿Por qué quieres que visite tu iglesia si no visitas mi casa? ¿Por qué visitaré tu templo si no me visitaste en el hospital? ¿Por qué quieres que coma lo que llamas “pan de vida” si paso hambre y tú lo sabes? ¿Por qué te interesan tanto mis pecados y no mis problemas? ¿Qué me ha dado la iglesia por todo lo que yo le he dado? ¿Crees que se pueden ganar almas a puros latigazos? ¿Que los pecadores correrán detrás de los que los azotan? Nadie puede conducir a Dios a nadie si no le muestra un persistente amor. Inclusive, hasta la justicia divina pastorea al pecador con su atributo de amor. No me hables tanto del amor de Dios y muéstrame el tuyo. ¿No son uno mismo? Please, muéstrame tu bondad y seré un discípulo más ganado para Cristo.
Lo que Dios ordena lo concede
¿Por qué te interesan tanto mis pecados y no mis problemas?
Ose. 11:4
"Con cuerdas humanas los atraje, con cuerdas de amor; y fui para ellos como los que alzan el yugo de sobre su cerviz, y puse delante de ellos la comida".
“Con cuerdas humanas” o “cuerdas de humana bondad”.
El nombre “Adan” en la frase hebrea es tradicionalmente relacionado a “hombre” y se puede traducir literalmente o figuradamente (como metonimia o asociación de humana compasión): “cuerdas de un hombre” o “cuerdas de humana bondad” y “ataduras humanas” (NET). Es que Dios con figura humana, con bondad humana, con compasión humana, atrae a los hombres. La compasión que los hijos de Dios sienten por sus semejantes, esa compasión humana, es también compasión y amor divinos. Y dicha compasión abarca toda la vida de los pecadores y no solamente la salvación “del alma” descarnada. La salvación es un conjunto e incluye el espíritu y el cuerpo y las dos clases de necesidades. Ambas se enferman y necesitan ayuda.
¿Por qué quieres que visite tu iglesia si no visitas mi casa? ¿Por qué visitaré tu templo si no me visitaste en el hospital? ¿Por qué quieres que coma lo que llamas “pan de vida” si paso hambre y tú lo sabes? ¿Por qué te interesan tanto mis pecados y no mis problemas? ¿Qué me ha dado la iglesia por todo lo que yo le he dado? ¿Crees que se pueden ganar almas a puros latigazos? ¿Que los pecadores correrán detrás de los que los azotan? Nadie puede conducir a Dios a nadie si no le muestra un persistente amor. Inclusive, hasta la justicia divina pastorea al pecador con su atributo de amor. No me hables tanto del amor de Dios y muéstrame el tuyo. ¿No son uno mismo? Please, muéstrame tu bondad y seré un discípulo más ganado para Cristo.
Lo que Dios ordena lo concede
Lc. 6:6-11
“6 Aconteció también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha. 7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle. 8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. 9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? 10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús”.
Jesús estaba embelleciendo estos sábados con bendiciones y misericordias que transformaban los esquemas y tradiciones que les habían dado estos religiosos, y convirtiéndolos, por la negativa de ellos, en otro día cristiano, distinto, en un domingo. Y por no querer que les rompiera el formato tradicional, no luchó más con ellos y se llevó toda su gracia dejándolo vacío, y se la entregó al prójimo que tenía delante, el primer día de la semana.
Estos adversarios de Jesús desconociendo lo que significa misericordia y no ceremonia, habían esculpido una religión casi inhumana, tan apegada a las formas externas de la verdad divina que se convirtió más en una prisión que en un deleite. Ellos mismos eran el espejo de esa religión cargada de prohibiciones y sin sentimientos de piedad, desvinculada del amor a Dios y al prójimo, y por supuesto fastidiosa y poco atrayente, que fuera de su ética rigurosa y de mármol, no tenía más para bendecir con salvación a la humanidad.
Pudiera ser que no fuera casualidad que este hombre con su mano derecha paralizada estuviera aquel sábado en la reunión donde era conocido por todos que Jesús asistiría, y teniéndolo allí, con su complicidad o sin ella, como señuelo, esperaban que él transgrediera, según la opinión de ellos, el santísimo sábado judaico.
Por un lado estaban ellos que representaban a los defensores de un sábado religioso desvirtuado de sensibilidad humana y por el otro la figura de un Hombre Piadoso y sensible al dolor humano que dondequiera que entraba caía allí alguna bendición, y en este día le tocó a esa sinagoga y a este manco. Jesús leyendo las mentes de ellos supo que querían destruirlo si se atrevía a curar el enfermo en esa reunión; no obstante aunque les causaron enojo, no fue tanto como para que no lo aplacara su misericordia, y desafiando la trampa que le tendían se metió en ella pidiéndole al enfermo que levantara su mano seca y al instante sin que el enfermo cooperara con la palabra de Dios, la mano se levantó y pasó de muerte a vida, porque lo que Dios ordena lo concede, ya sea la salud, el arrepentimiento y la fe, para que toda la gloria de estar saludable y ser cristiano sea Suya. “Dais lo que mandáis y mandáis lo que queréis. Dadme lo que ordenáis y ordenad lo que queráis” (San Agustín, Las Confesiones, pags. 222,223. Editorial Juventud, Barcelona).
Ofendidos por un sermón
Lc. 4:16-31
“16Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19A predicar el año agradable del Señor. 20Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 22Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? 23El les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. 24Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. 28Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue. 31Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo”.
Quizás alguno pudiera pensar que después de un combate tan fiero contra Satanás, Jesús hubiera salido de la soledad agotado mentalmente y con más deseos de descansar que de visitar a Nazaret, donde no sería bien recibido sino tratado mal y sin contemplaciones. Y sucedió todo lo contrario, después de la victoria espiritual alcanzada contra las tentaciones satánicas estuvo lleno del Espíritu y pudo enfrentarse a personas adiestradas por el diablo en la incredulidad que le pedirían milagros, pero no sermones ásperos que les molestara la conciencia. Y eso fue precisamente lo que los exasperó, que les hiciera un retrato con pasajes de la Biblia, y que se vieran tan deformados e ingratos y no como querían aparentar. Y esa clase de predicación bíblicamente pictórica y sin beneficios milagrosos los exasperó, y además de no creer para nada lo que les decía quisieron cortarlo en pedazos empujándolo a una muerte violenta. Tal vez lo hubieran escuchado tranquilos mencionar a los profetas, sin que les aplicara a ellos la enseñanza.
Y decepcionante tuvo que ser para él entrar a la sinagoga de ellos donde tantísimas veces había asistido los sábados. Los principales estaban ofendidos por el halo de gloria que coronaba a aquel joven de sólo treinta años, y como no podían comprender cómo es que sabía más que ellos y se había hecho más popular, repletos de envidia y de odio le escucharon por un rato predicar después que con aparente cortesía le ofrecieran la Escritura, para oírle algún corto sermón y evaluar si era impostura su fama y mera pretensión. Es decir, se sentaron a escucharlo, pero ya predispuestos a encontrarles faltas a lo que dijera y a poderlo disminuir un poco. Ese es el tono que exudan las palabras que les dicen, que si es cierto y es un curalotodo, que lo demuestre entre ellos.
Jesús comprendió de inmediato que predicara lo que predicara no obtendría ningún fruto. Cuando se le da el libro y él se pone de pie y comienza su lectura, y sin notas escritas ni bosquejos previamente hechos, los asombra diciéndoles que el pasaje que acababa de leer en el profeta Isaías tenía su cumplimiento en ese momento, cosa que no podían negar puesto que la fama coincidía exactamente con las cosas que el profeta mencionaba, predicar el evangelio a los pobres, consolar con muchas palabras dulces a los quebrantados de corazón, liberar de vicios, malos hábitos, y prisiones satánicas a los que encarcelados y encadenados, profundamente oprimidos y desahuciados por los demonios habían vivido, y a los ciegos los había hecho videntes y no paraban de hablar de él, y les aumentaban la popularidad; en fin que aquel año para muchos era un año memorable y bendecido por el Señor, y agradecían al Señor que les hubiera levantado como profeta aquel nazareno.
El auditorio se miraba el uno al otro y no tenía más remedio de que asentir con la cabeza lo que no podían negar con los ojos y con los oídos, que no había habido nadie antes a quien pudieran referirse estas palabras como a él. Todavía estaba Jesús de pie hablando y mirándolos, comprendió que hiciera lo que hiciera, y dijera lo que dijera, estaban dispuestos a no creer en él. Y con muy pocas palabras quiso decirles esto: "Ustedes tienen mucho en común con la gente a las cuales les predicó el profeta Elías y el profeta Eliseo. Los dos únicos casos de bendición fueron a dos personas extranjeras, una mujer viuda de la región de Sidón, y un militar sirio. A todos los otros no les sirvió para nada la vida y predicaciones de estos dos grandes siervos de Jehová. ¿Díganme si ustedes los nazarenos no son como “copias al papel carbón” de aquellos? Me están pidiendo que haga los milagros que he hecho en Capernaum, y en realidad he querido hacerlos pero la incredulidad que tienen es asombrosa, y con tan mala disposición hacia mí que apenas pueden escucharme, de modo que lo siento, no puedo privilegiarlos con las bendiciones que he dado a otros porque no son iguales que ellos, y no me han dado la recepción de fe que ellos me dieron".
Al escucharlo decir esas cosas, ofendidos por ese sermón, se encendieron en ira y dándole empujones lo sacaron de la casa de oración, y discutiendo y despreciándolo lo llevaron hasta un barranco donde quisieron despeñarlo, y despedazar su gloria y ministerio. Y Jesús con su carácter perfecto permitió aquel atropello físico y verbal, hasta el punto en que ya el homicidio era inminente, entonces decidió ignorarlos y dejarlos plantados en la incredulidad, sin hacerles daño y como evaporándose en el aire sin dejar rastro para perseguirlo, como si no existiera ya más para ellos dejando un espacio vacío, y quedara fuera del alcance de sus manos, ojos y razón. Así como incorpóreo, pasó por delante de esta masa furibunda y ciega, y sin fe, sin que se dieran cuenta qué se había hecho, y se fue de esos contornos, llevándose con él todas las bendiciones que traía para darles.
Jesús no era un Sansón
Jn. 4-8
"Y cuando Él les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra".
Es mejor aceptar que Juan lo escribió para mostrar que se entregaba porque quería, que si hubiera querido resistir el arresto nadie lo habría atado, que "puso su vida" y nadie se la quitó (10:17,18). El cuadro no es el de un Jesús débil, víctima de las consecuencias. De pronto quedaron tan perturbados mentalmente que no recordaban lo que habían preguntado ni lo que les había respondido. Hay un manuscrito que añade ‘Jesús”, entonces quedaría “yo soy Jesús”; pero no es probable porque ellos retrocedieron como si quisieran huir ¿de un hombre sin armas? Y además cayeron a tierra fulminados por algo, no como algunos para satisfacer la incredulidad de lectores liberales han dicho que se detuvieron de pronto y los de atrás tropezaron y perdieron el equilibrio en la loma, más bien es que fue con alguna gloria como Saulo en el camino (Hch.9:3,4), y como la perturbación que tuvieron los apóstoles en el monte cuando Jesús se transfiguró delante de ellos (Mr. 9:5,6). No parece que se descoyuntaran porque haya dicho “yo soy” como si recordaran “el Yo Soy” que se le dijo a Moisés. Además, aunque había algunos judíos, la mayoría eran romanos. La reacción de los judíos hubiera sido de furia como ocurrió cuando Esteban les dijo que estaba mirando a Jesús en el cielo (Hch. 7:56,57). Supongo que tuvo que ver con lo que vieron, la gloria de Dios brillando en el rostro. Sin embargo, superaron ese impacto espiritual y le prendieron (v.12). Quizás te veas tentado a ver la omnipotencia de Jesús en este relato; pero Jesús no era un Sansón, su poder no era físico.
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Humberto Pérez
Lc. 6:6-11
“6 Aconteció también en otro día de reposo, que él entró en la sinagoga y enseñaba; y estaba allí un hombre que tenía seca la mano derecha. 7 Y le acechaban los escribas y los fariseos, para ver si en el día de reposo lo sanaría, a fin de hallar de qué acusarle. 8 Mas él conocía los pensamientos de ellos; y dijo al hombre que tenía la mano seca: Levántate, y ponte en medio. Y él, levantándose, se puso en pie. 9 Entonces Jesús les dijo: Os preguntaré una cosa: ¿Es lícito en día de reposo hacer bien, o hacer mal? ¿Salvar la vida, o quitarla? 10 Y mirándolos a todos alrededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada.11 Y ellos se llenaron de furor, y hablaban entre sí qué podrían hacer contra Jesús”.
Jesús estaba embelleciendo estos sábados con bendiciones y misericordias que transformaban los esquemas y tradiciones que les habían dado estos religiosos, y convirtiéndolos, por la negativa de ellos, en otro día cristiano, distinto, en un domingo. Y por no querer que les rompiera el formato tradicional, no luchó más con ellos y se llevó toda su gracia dejándolo vacío, y se la entregó al prójimo que tenía delante, el primer día de la semana.
Estos adversarios de Jesús desconociendo lo que significa misericordia y no ceremonia, habían esculpido una religión casi inhumana, tan apegada a las formas externas de la verdad divina que se convirtió más en una prisión que en un deleite. Ellos mismos eran el espejo de esa religión cargada de prohibiciones y sin sentimientos de piedad, desvinculada del amor a Dios y al prójimo, y por supuesto fastidiosa y poco atrayente, que fuera de su ética rigurosa y de mármol, no tenía más para bendecir con salvación a la humanidad.
Pudiera ser que no fuera casualidad que este hombre con su mano derecha paralizada estuviera aquel sábado en la reunión donde era conocido por todos que Jesús asistiría, y teniéndolo allí, con su complicidad o sin ella, como señuelo, esperaban que él transgrediera, según la opinión de ellos, el santísimo sábado judaico.
Por un lado estaban ellos que representaban a los defensores de un sábado religioso desvirtuado de sensibilidad humana y por el otro la figura de un Hombre Piadoso y sensible al dolor humano que dondequiera que entraba caía allí alguna bendición, y en este día le tocó a esa sinagoga y a este manco. Jesús leyendo las mentes de ellos supo que querían destruirlo si se atrevía a curar el enfermo en esa reunión; no obstante aunque les causaron enojo, no fue tanto como para que no lo aplacara su misericordia, y desafiando la trampa que le tendían se metió en ella pidiéndole al enfermo que levantara su mano seca y al instante sin que el enfermo cooperara con la palabra de Dios, la mano se levantó y pasó de muerte a vida, porque lo que Dios ordena lo concede, ya sea la salud, el arrepentimiento y la fe, para que toda la gloria de estar saludable y ser cristiano sea Suya. “Dais lo que mandáis y mandáis lo que queréis. Dadme lo que ordenáis y ordenad lo que queráis” (San Agustín, Las Confesiones, pags. 222,223. Editorial Juventud, Barcelona).
Ofendidos por un sermón
Lc. 4:16-31
“16Vino a Nazaret, donde se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga, conforme a su costumbre, y se levantó a leer. 17Y se le dio el libro del profeta Isaías; y habiendo abierto el libro, halló el lugar donde estaba escrito: 18El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; 19A predicar el año agradable del Señor. 20Y enrollando el libro, lo dio al ministro, y se sentó; y los ojos de todos en la sinagoga estaban fijos en él. 21Y comenzó a decirles: Hoy se ha cumplido esta Escritura delante de vosotros. 22Y todos daban buen testimonio de él, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José? 23El les dijo: Sin duda me diréis este refrán: Médico, cúrate a ti mismo; de tantas cosas que hemos oído que se han hecho en Capernaum, haz también aquí en tu tierra. 24Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. 25Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; 26pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón. 27Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio. 28Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; 29y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la ciudad de ellos, para despeñarle. 30Mas él pasó por en medio de ellos, y se fue. 31Descendió Jesús a Capernaum, ciudad de Galilea; y les enseñaba en los días de reposo”.
Quizás alguno pudiera pensar que después de un combate tan fiero contra Satanás, Jesús hubiera salido de la soledad agotado mentalmente y con más deseos de descansar que de visitar a Nazaret, donde no sería bien recibido sino tratado mal y sin contemplaciones. Y sucedió todo lo contrario, después de la victoria espiritual alcanzada contra las tentaciones satánicas estuvo lleno del Espíritu y pudo enfrentarse a personas adiestradas por el diablo en la incredulidad que le pedirían milagros, pero no sermones ásperos que les molestara la conciencia. Y eso fue precisamente lo que los exasperó, que les hiciera un retrato con pasajes de la Biblia, y que se vieran tan deformados e ingratos y no como querían aparentar. Y esa clase de predicación bíblicamente pictórica y sin beneficios milagrosos los exasperó, y además de no creer para nada lo que les decía quisieron cortarlo en pedazos empujándolo a una muerte violenta. Tal vez lo hubieran escuchado tranquilos mencionar a los profetas, sin que les aplicara a ellos la enseñanza.
Y decepcionante tuvo que ser para él entrar a la sinagoga de ellos donde tantísimas veces había asistido los sábados. Los principales estaban ofendidos por el halo de gloria que coronaba a aquel joven de sólo treinta años, y como no podían comprender cómo es que sabía más que ellos y se había hecho más popular, repletos de envidia y de odio le escucharon por un rato predicar después que con aparente cortesía le ofrecieran la Escritura, para oírle algún corto sermón y evaluar si era impostura su fama y mera pretensión. Es decir, se sentaron a escucharlo, pero ya predispuestos a encontrarles faltas a lo que dijera y a poderlo disminuir un poco. Ese es el tono que exudan las palabras que les dicen, que si es cierto y es un curalotodo, que lo demuestre entre ellos.
Jesús comprendió de inmediato que predicara lo que predicara no obtendría ningún fruto. Cuando se le da el libro y él se pone de pie y comienza su lectura, y sin notas escritas ni bosquejos previamente hechos, los asombra diciéndoles que el pasaje que acababa de leer en el profeta Isaías tenía su cumplimiento en ese momento, cosa que no podían negar puesto que la fama coincidía exactamente con las cosas que el profeta mencionaba, predicar el evangelio a los pobres, consolar con muchas palabras dulces a los quebrantados de corazón, liberar de vicios, malos hábitos, y prisiones satánicas a los que encarcelados y encadenados, profundamente oprimidos y desahuciados por los demonios habían vivido, y a los ciegos los había hecho videntes y no paraban de hablar de él, y les aumentaban la popularidad; en fin que aquel año para muchos era un año memorable y bendecido por el Señor, y agradecían al Señor que les hubiera levantado como profeta aquel nazareno.
El auditorio se miraba el uno al otro y no tenía más remedio de que asentir con la cabeza lo que no podían negar con los ojos y con los oídos, que no había habido nadie antes a quien pudieran referirse estas palabras como a él. Todavía estaba Jesús de pie hablando y mirándolos, comprendió que hiciera lo que hiciera, y dijera lo que dijera, estaban dispuestos a no creer en él. Y con muy pocas palabras quiso decirles esto: "Ustedes tienen mucho en común con la gente a las cuales les predicó el profeta Elías y el profeta Eliseo. Los dos únicos casos de bendición fueron a dos personas extranjeras, una mujer viuda de la región de Sidón, y un militar sirio. A todos los otros no les sirvió para nada la vida y predicaciones de estos dos grandes siervos de Jehová. ¿Díganme si ustedes los nazarenos no son como “copias al papel carbón” de aquellos? Me están pidiendo que haga los milagros que he hecho en Capernaum, y en realidad he querido hacerlos pero la incredulidad que tienen es asombrosa, y con tan mala disposición hacia mí que apenas pueden escucharme, de modo que lo siento, no puedo privilegiarlos con las bendiciones que he dado a otros porque no son iguales que ellos, y no me han dado la recepción de fe que ellos me dieron".
Al escucharlo decir esas cosas, ofendidos por ese sermón, se encendieron en ira y dándole empujones lo sacaron de la casa de oración, y discutiendo y despreciándolo lo llevaron hasta un barranco donde quisieron despeñarlo, y despedazar su gloria y ministerio. Y Jesús con su carácter perfecto permitió aquel atropello físico y verbal, hasta el punto en que ya el homicidio era inminente, entonces decidió ignorarlos y dejarlos plantados en la incredulidad, sin hacerles daño y como evaporándose en el aire sin dejar rastro para perseguirlo, como si no existiera ya más para ellos dejando un espacio vacío, y quedara fuera del alcance de sus manos, ojos y razón. Así como incorpóreo, pasó por delante de esta masa furibunda y ciega, y sin fe, sin que se dieran cuenta qué se había hecho, y se fue de esos contornos, llevándose con él todas las bendiciones que traía para darles.
Jesús no era un Sansón
Jn. 4-8
"Y cuando Él les dijo: Yo soy, retrocedieron y cayeron a tierra".
Es mejor aceptar que Juan lo escribió para mostrar que se entregaba porque quería, que si hubiera querido resistir el arresto nadie lo habría atado, que "puso su vida" y nadie se la quitó (10:17,18). El cuadro no es el de un Jesús débil, víctima de las consecuencias. De pronto quedaron tan perturbados mentalmente que no recordaban lo que habían preguntado ni lo que les había respondido. Hay un manuscrito que añade ‘Jesús”, entonces quedaría “yo soy Jesús”; pero no es probable porque ellos retrocedieron como si quisieran huir ¿de un hombre sin armas? Y además cayeron a tierra fulminados por algo, no como algunos para satisfacer la incredulidad de lectores liberales han dicho que se detuvieron de pronto y los de atrás tropezaron y perdieron el equilibrio en la loma, más bien es que fue con alguna gloria como Saulo en el camino (Hch.9:3,4), y como la perturbación que tuvieron los apóstoles en el monte cuando Jesús se transfiguró delante de ellos (Mr. 9:5,6). No parece que se descoyuntaran porque haya dicho “yo soy” como si recordaran “el Yo Soy” que se le dijo a Moisés. Además, aunque había algunos judíos, la mayoría eran romanos. La reacción de los judíos hubiera sido de furia como ocurrió cuando Esteban les dijo que estaba mirando a Jesús en el cielo (Hch. 7:56,57). Supongo que tuvo que ver con lo que vieron, la gloria de Dios brillando en el rostro. Sin embargo, superaron ese impacto espiritual y le prendieron (v.12). Quizás te veas tentado a ver la omnipotencia de Jesús en este relato; pero Jesús no era un Sansón, su poder no era físico.
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Humberto Pérez
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