La oración no es un conjuro mágico


1 Reyes 18:41-46
“Entonces Elías dijo a Acab: Sube, come y bebe; porque una lluvia grande se oye. Acab subió a comer y a beber. Y Elías subió a la cumbre del Carmelo, y postrándose en tierra, puso su rostro entre las rodillas. Y dijo a su criado: Sube ahora, y mira hacia el mar. Y él subió, y miró, y dijo: No hay nada. Y él le volvió a decir: Vuelve siete veces. A la séptima vez dijo: Yo veo una pequeña nube como la palma de la mano de un hombre, que sube del mar. Y él dijo: Ve, y di a Acab: Unce tu carro y desciende, para que la lluvia no te ataje. Y aconteció, estando en esto, que los cielos se oscurecieron con nubes y viento, y hubo una gran lluvia. Y subiendo Acab, vino a Jezreel. Y la mano de Jehová estuvo sobre Elías, el cual ciñó sus lomos, y corrió delante de Acab hasta llegar a Jezreel”.   

Alguien pudiera haberle cantado al profeta la estrofa de un himno, respuesta no hay al ruego que en tu pecho con afán hiciste en tu dolor. Por cierto tiempo Elias no tuvo alguna respuesta a sus peticiones y su siervo constantemente escrutando el cielo anunciaba: “No hay nada”. La fe de un hombre se prueba cuando espera una respuesta pronto y esta no le llega, cuando le parece que ora en vano y no se ve nada, las cosas siguen igual, nada cambia, y se dice a sí mismo: “Para qué seguir orando si nada cambia aunque lo siga haciendo.”

Cuando la respuesta no llega inmediatamente el alma creyente busca un refugio teológico para explicar porqué Dios no le responde; comúnmente suele ser la voluntad de Dios. Enseguida solemos decirnos: Dios no quiere, no debe ser lo mejor para mí. Eso pudiera ser cierto y revela humildad, aceptación a lo que el Señor quiera. Pero hay motivos de oración, que por la naturaleza misma de ellos, por la sustancia que contienen, por ejemplo, la salvación de una persona, hay mucho más argumentos para alentar la esperanza que para pensar que Dios no quiere que ella se salve. La predestinación, quizás suele ser un pensamiento que se revierte contra la insistencia en orar y quien lo está haciendo, al ver que su respuesta no llegua, piense que está orando por uno que no es escogido por Dios. 

Pero, ¿dónde tú hallas en la Biblia que esta doctrina haya detenido a un santo en su oración? ¿No lees más bien que lo que hacía era animarlos? Ten cuidado no entres inadecuadamente  a algún refugio teológico y allí pares de orar. Elías no lo hizo, continuó orando aunque su criado iba y venía con la insólita y desalentadora respuesta: “No hay nada.” La oración no es un conjuro mágico que uno lo pronuncia y al momento ya tiene la respuesta. Aunque no tengas respuesta sigue orando y esperando. Lo mejor es que coloques una palabra delante de la respuesta “no hay nada”. ¿Cuál? Es la palabra todavía. Todavía no hay nada, pero habrá. Y en el caso de Elías así fue, hubo lluvia en abundancia.

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