“Mirad cómo Oís”, “¿Cómo lees?” (Parte II)
No recibo gloria de los hombres; [42] pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. [43] Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis. [44] ¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? [45] No penséis que yo os acusaré delante del Padre; el que os acusa es Moisés, en quien vosotros habéis puesto vuestra esperanza. [46] Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. [47] Pero si no creéis sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?
Moisés quiso hacer del pueblo una iglesia y ellos querían ser como los otros pueblos del mundo, no una iglesia, sino con los dioses del mundo y con un rey como los del mundo. Y continuamente lo intentaban. Moisés fue un líder impuesto por Dios y no elegido por ellos. Si no hubiera sido por Dios ellos se hubieran desecho de él y lo hubieran cambiado por su hermano Aarón o por Coré u otro cualquiera.
En realidad a ellos no les gustaba Moisés y nunca lo recibieron, o sea, nunca lo creyeron, le llamaron con desprecio “este Moisés” (Ex. 32:1, 23), y ese desprecio lo mencionó el mártir Esteban cuando lo apedrearon los judíos (Hch. 7:40). Tampoco podían ver en su rostro la gloria de Dios y tuvo que taparla con un velo; por lo tanto de cualquiera de quien Moisés diera testimonio tampoco lo creerían, porque Moisés y Jesús eran muy similares, cantaban el mismo cántico (Apc. 15:3) y hablaban de igual manera de su partida a Jerusalén (Luc. 9:31). Y peor aún si Jesús decía “Moisés dijo…más yo os digo”. Moisés no fue el salvador que ellos querían, ni Jesús tampoco. “Mirad cómo Oís”, “¿Cómo lees?” (Luc. 8:18; 10:26).
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