“Mirad cómo Oís”, “¿Cómo lees?” (Parte II)


Juan 5:41-47 (LBLA) 
No recibo gloria de los hombres; [42] pero os conozco, que no tenéis el amor de Dios en vosotros. [43] Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viene en su propio nombre, a ése recibiréis. [44] ¿Cómo podéis creer, cuando recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? [45] No penséis que yo os acusaré delante del Padre; el que os acusa es Moisés, en quien vosotros habéis puesto vuestra esperanza. [46] Porque si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. [47] Pero si no creéis sus escritos, ¿cómo creeréis mis palabras?


 Y está claro que los escribas y fariseos y todos los suyos no podían recibir a Jesús porque tampoco recibieron a Moisés del cual falsamente se gloriaban. Las cosas que ellos le exigían a Jesús que tuviera para recibirlo, Moisés tampoco las tenía, gloria humana; la gloria de Moisés no era de los hombres; no se la dio el ser hijo de la hija de Faraón ni la educación en la sabiduría de los egipcios, porque cuando esas cosas quiso usarlas para salvar a su pueblo, ellas no le sirvieron; lo que fue e hizo fue por la gracia de Dios; y salvó a su pueblo porque lo salvó con Dios y no por él mismo y con gloria humana. No ha habido un hombre más teocrático que Moisés ni otro que haya procurado más glorificar a Dios que él. Su gloria no fue otorgada por su pueblo sino por Dios. En todos los libros donde se habla de Moisés se ve el gran contraste que hubo entre él y su pueblo. Fueron salvos por él, porque los forzó, porque oró por ellos, fue su mediador y sacerdote, porque les dio la ley para que conocieran el pecado, y les dio el medio de reconciliarse con Dios y los enseñó a vivir por fe.  

Moisés quiso hacer del pueblo una iglesia y ellos querían ser como los otros pueblos del mundo, no una iglesia, sino con los dioses del mundo y con un rey como los del mundo. Y continuamente lo intentaban. Moisés fue un líder impuesto por Dios y no elegido por ellos. Si no hubiera sido por Dios ellos se hubieran desecho de él y lo hubieran cambiado por su hermano Aarón o por Coré u otro cualquiera.
En realidad a ellos no les gustaba Moisés y nunca lo recibieron, o sea, nunca lo creyeron, le llamaron con desprecio “este Moisés” (Ex. 32:1, 23), y ese desprecio lo mencionó el mártir Esteban cuando lo apedrearon los judíos (Hch. 7:40). Tampoco podían ver en su rostro la gloria de Dios y tuvo que taparla con un velo; por lo tanto de cualquiera de quien Moisés diera testimonio tampoco lo creerían, porque Moisés y Jesús eran muy similares, cantaban el mismo cántico (Apc. 15:3)  y hablaban de igual manera de su partida a Jerusalén (Luc. 9:31). Y peor aún si Jesús decía “Moisés dijo…más yo os digo”. Moisés no fue el salvador que ellos querían, ni Jesús tampoco. “Mirad cómo Oís”, “¿Cómo lees?” (Luc. 8:18; 10:26).

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