Mateo 9: 37, 38
"A la verdad la mies es mucha más los obreros pocos".

Estaban cargados con las enseñanzas de los escribas y fariseos. Muy cargados y abatidos. Es que eran tantos, todos, y con tanto el tiempo que había que dedicarles para instruirlos, exhortarlos, convencerlos y que tomaran una decisión, que él sólo ni con los doce, daría abasto.
Hacen falta muchos obreros no sólo porque la gente es mucha sino porque el tiempo que hay que dedicarles para hacerlos cristianos es tanto que apenas avanzaría la obra con tan pocos obreros calificados.  Señor envía obreros, el trabajo es enorme y los que predican son pocos, muchos se perderán por falta de quienes les cuenten de Jesús.
Siempre los obreros son pocos y no pueden ser inventados. Y ¿el Señor de la mies ignora que tiene que llamar a más obreros? No lo ignora, sabe que hacen falta, conoce que su reino va lento con tan pocos trabajando, sin embargo los nuevos ministros estarán disponibles a solicitud de la iglesia porque a ella él ha encomendado que predique la Palabra. Los refuerzos y los reemplazos Dios los tiene pero hay que pedírselos porque por algo somos “administradores de la gracia de Dios”. Tienen que ser obreros enviados por él a quienes no se les pase el entusiasmo inicial, que resistan el duro trabajo, que no escatimen esfuerzos, o sea, que sean enviados por Dios y no por ellos mismos.
Esos tendrán la sabiduría, la paciencia, la fe y el espíritu de oración para hacer sus trabajos aunque se sientan estériles. Se sienten atrapados en el llamamiento de Dios y no se atreven a desobedecerlo. No hay trabajo más difícil en el mundo que salvar almas y edificarlas, si se hace conforme al modo de Dios, sin engañarlas ni usarlas para beneficio propio. Los siervos enviados por Dios permanecen en la obra haciéndola, aunque ella avance a paso de hormigas, y cuando sin ánimo le preguntan al Señor de la mies: “¿No tienes para mí otra cosa para hacer?”. Él le responde: “No”.

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