Juan respalda a Jesús



Mateo 9:4-8
"Y la gente al verlo, se maravilló y glorificó a Dios, que había dado tal potestad a los hombres".

¿Quién es ese hombre? La gente en su mayoría miró al paralítico y se maravilló, pero los fariseos apenas hicieron caso de él, a no ser que cargara su cama en sábado; estaban más preocupados por lo que habían oído que por lo que habían visto.
Lo que él decía ser, la autoridad que afirmaba tener, era lo que más les perturbaba (Jn. 5:17, 18), "mi Padre hasta ahora trabaja y yo trabajo. Por esto los judíos aun más procuraban matarle porque no sólo quebrantaba el día de reposo sino que también decía que Dios era su propio Padre haciéndose igual a Dios" (Mt. 21:23, 27). "Los sacerdotes y los ancianos le dijeron: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?".
Los escribas,  fariseos y los sacerdotes, que supuestamente eran los que más conocían la Escritura  lo miraban como un hombre, cuya familia conocían, no como Dios encarnado o como el Hijo del Bendito.
Que un hombre perdonara pecados, aunque fuera con autoridad suprema era inadmisible; tomaba para sí mismo un rango mucho mayor que el del  sacerdocio levítico instituido en la Ley; de hecho  una sustitución de todo el orden sacrificial. Los judíos creían razonar correctamente y actuar como legítimos defensores de la religión ancestral cuando se le oponían. Saulo de Tarso, que fue un prototipo de todos,  dijo que consideraba su deber hacer muchas cosas contra el Nombre de Jesús de Nazaret (Hch. 26:9).
Las obras que Jesús hacía no perturbaban tanto el alma de los judíos como lo que afirmaba de sí mismo, y se lo hicieron saber a él (Jn. 10:31,33), "entonces lo judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle. Jesús respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ella me apedreáis? Le respondieron los judíos diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia porque tú siendo hombre te haces Dios.
Aquellos hombres eran celosos guardadores de la religión judía contra la invasión del paganismo y de dioses ajenos. Entendieron la intención de Jesús, no de hacerse un dios, como los paganos, y los Testigos de Jehová, sino igual a Jehová. Y los evangelios defienden esa posición y respaldan a Jesús en su afirmación como “igual a Dios”, en sus escritos, cultos y literatura.

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