Las alabanzas en el cielo no son arminianas

Apocalipsis 7: 10
"La salvación pertenece a nuestro Dios y al que está sentado en el trono" (quiere decir a Jesús).

¿Por qué un santo llega al cielo? ¿Por qué puede elevarse tan alto hasta el trono de Dios? Hay tantas exhortaciones en la Biblia, que nos amonestan a ser fieles hasta la muerte, a no hacer caso de nada con tal de acabar la carrera con gozo, a cuidar la salvación con temor y temblor, que pueden hacerle pensar al cristiano novato, que la salvación se halla en sus propias manos y que la vida eterna es algo que se conquista. Un examen superficial de esos textos acaba por colocar a un hermano en una posición teológica equivocada llamada hace mucho “arminianismo”; porque la enseñó un hombre llamado Arminio que prácticamente puso la salvación en las manos humanas.

Eso pasa aquí en la tierra, porque cuando los santos llegan al cielo, ninguno sostendrá esa posición teológica sino que cada cual confesará que la salvación pertenece a Dios y al Cordero.
Los que específicamente declaran eso son los que han sufrido mucho, los que han pasado por una “gran tribulación” (v.14); ellos saben muy bien que han alcanzado el reino celestial porque Dios tuvo el propósito de cumplir tan altos deseos de ellos de hallarse allí. Quizás ellos piensan mucho más en la fidelidad para la salvación que en las operaciones espirituales que lleva a cabo el Señor en el corazón del creyente para salvarlo.

Lo de ellos propiamente dicho, no es una declaración teológica lo que gritan sino una alabanza, el gozo de haber comprobado que pudieron ser fieles porque Dios no sólo contribuyó a esa fidelidad sino que la ejecutó. Todos los deseos de ellos estuvieron en las manos divinas y él no los defraudó, alcanzaron la meta que tuvieron al empezar el recorrido hacia el cielo. Seguramente que la intención de ellos no es promover una contienda en el cielo, no hablan así porque hayan leído algún libro sobre el calvinismo, ni porque les hayan instruido, sino que por experiencia misma, por haberse hallado ante tanto dolor, tentación, hubieran claudicado si Dios no hubiera sostenido la fe de ellos. Entran al cielo no como apologistas sino como genuinos adoradores de Dios y exclaman aquello enfrente de todos para alabar al Señor. Los santos que se hallan cerca del trono acogen la alabanza y adoran.

Quieren decir: “Hemos sido fieles porque Dios y el Cordero han sido con nosotros, estamos aquí entre ustedes porque Dios y el Salvador se propusieron que llegáramos, el Señor tomó la rienda de la salvación y nos trajo hacia él. Amén”. Pero uno de los ancianos sabios, que pudiera ser uno de los pastores de la iglesia, lleno del Espíritu Santo le dice a Juan que están allí porque han sido perdonados (v. 14) y los que han sido perdonados por la sangre de Cristo no desertan jamás. No fueron purificados por el sufrimiento sino por la sangre de Cristo. Llegaron al fin donde se propusieron: para estar junto a Cristo (v.9) y junto a su trono (v.15).

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