Dejen a María en su casa, no la pongan en un altar




Juan 19:26-27
"26 Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. 27 Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa".


Juan es el autor de este evangelio sin embargo cuando se refiere asimismo no dice "yo Juan el que escribí este evangelio", eso lo dice cuando escribe las visiones de Apocalipsis para significar su destierro y porque la naturaleza misma simbólica del libro necesitaba el nombre apostólico. Aquí pudo haberlo hecho sin embargo prefiere que se le tenga más bien por las señales de amor de Jesús, y por eso dice "discípulo a quien él amaba" (v. 26; 21:7,20); y dicho eso porque los afectos que se comunicaban entre ambos (13:25). Eso no quiere decir que 
Jesús no amara a los otros, y posiblemente cada uno podría usar esa misma expresión personal.

Además de sentir Jesús amor hacia Juan le muestra confianza al grado de pedirle que cuide a su madre una vez muerto, "he ahí tu madre"; y como los deseos de Jesús son órdenes, el apóstol inmediatamente le abrió las puertas de su casa y todo lo que tenía a la madre de su Señor (v. 27). En otro lugar se mencionan los hermanos y las hermanas de Jesús, pero comúnmente se piensa según el uso del término hermano dentro de los judíos, que podría tratarse de primos o de parientes, y también se usaba en sentido simbólico (Mr. 6:3). La idea de que Jesús no tendría más hermanos, hijo único, no sólo primogénito sino unigénito, se fortalece con esa petición que hizo a Juan, puesto que si otros hermanos tenía, es extraño aunque ellos fueran incrédulos, no la recogieran en sus casas sin que él se los pidiera. 

Es un mito inaceptable es que María fuera virgen después del parto, antes si pero no después. José su marido no se menciona porque quizás para este tiempo ya había muerto. Si José estuviera vivo tampoco habría necesidad de que Juan la recibiera en su casa. De todos modos la relación de Juan con la familia era tan excelente que Jesús prefirió a ese discípulo amado a otros parientes cercanos. Posiblemente fuera ella la única mujer que viera a Jesús con poca ropa, las demás ya he mencionado por qué, se quedaron distantes; en cuanto a María porque era su madre.

Jesús le llama "mujer", y eso parece su costumbre. En las bodas de Caná le preguntó "¿qué tienes conmigo mujer?" (Jn. 2:4). Tendrá otra explicación esa preferencia excepto que sea desamor o falta de respeto. Quizás evitando que la "familia sagrada" fuera divinizada, que heredara una autoridad cuyo privilegio tendría que ganarse de modo espiritual y no genealógico, y porque en realidad la familia sagrada es la Iglesia. Si Jesús no trató a su madre como si fuera una diosa, una mediadora celestial, sino como una mujer, santa y consagrada, pero no más que eso, es inapropiado ascenderla a una posición espiritual que su bendito Hijo no quiso darle. Dejen a María en su casa y no la pongan en un altar, ni la pongan a la diestra de Dios. Se puede muy bien servir a Jesús de modo doméstico, cosiendo alimentos tanto como escuchando su palabra (Luc. 10:41-42). Juan cuenta el hospedaje a María como un honor, que la madre de su Señor esté a su cargo y proveer para ella. 

Los hijos deben siempre recompensar a sus padres en lo que es bueno, y no tirarlos al olvido cuando envejecen, al contrario buscar alguna forma de protección, dónde y cómo, puedan pasar el resto de sus vidas cómodamente sin ser carga para nadie.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Neginot y Seminit

El altar de tierra