No le brillaban los ojos ante los diezmos de los ricos

Meditaciones Mañaneras
18 Noviembre
“Sabemos que eres amante de la verdad y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie porque no miras la apariencia de los hombres” (Mt.22:16).

Jesús es un hombre veraz, nunca hubo engaño en su boca ni mintió a nadie ni fingió alguna cosa. Si hacía un bien, sabía por qué lo hacía, si no obraba podía alegar la causa, la ley de clemencia siempre se hallaba en sus labios, el perdón, la justicia, lo recto; jamás la hipocresía. En realidad  así sus adversarios lo reconocían y lo que le decían en adulación para atraparlo en alguna confesión política comprometedora, era cierto. Los motivos que tenían para afirmarle que “no te cuidas de nadie porque no miras el rostro de ninguno” eran malos, pero lo que estaban diciendo era estrictamente exacto.

En ese sentido era un problema para ellos, una piedra de tropiezo, un hombre conflictivo y revolucionario. No se dejaba dominar por el statu quo, las ideas prevalecientes, el poder dominante, las opiniones en boga, la conveniencia circunstancial, no le importaban.
Los fariseos tenían el poder religioso y político y hubieran querido que él se sometiera a ellos, que cooperara con el estado de cosas que había encontrado; pero sin embargo él vivía y actuaba desafiantemente. Aquellas cosas que nadie se atrevía a decir ni en privado él las comentaba en público, lo que otros ni siquiera cuchicheaban las pregonaba desde las azoteas, no solamente no cooperaba sino que virtualmente los atacaba. Era totalmente desesperante aquel Galileo.

No se podía comprar con dinero, no le brillaban los ojos frente a los diezmos de los ricos, no se envanecía con el saludo de los poderosos, ni con la creciente fama que disfrutaba, no temía responder como debía ni decir lo que tenía que decir. Los hipócritas acudían a él con lisonjas y los dejaba humillados diciéndoles, “gloria de los hombres no recibo”. Indudablemente era una personalidad molesta.

Para aquel Hombre, humanamente hubiera sido más cómodo afiliarse a la mayoría, postrarse ante los veteranos del poder, dejarse de innovaciones, decir lo que todos decían, no disentir, sonreír, saludar, callarse la boca, hacerle el juego a la doblez de espíritu y aparentar lo que no sentía para quedar bien con todos y no lastimar a nadie, satisfacer a los que querían que las cosas corrieran como ellos las deseaban. Pero no pasaba así, era diferente, y no quería ser de otro modo; existían dos caminos frente a él, oponérsele abiertamente para aniquilarlo o convertirse en su discípulo.

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