Suicidios. “No te hagas ningún mal”


1 Reyes 16.18-20

Y prendió fuego a la casa consigo y murió”.


Esto es un suicidio; Zinri viéndose perdido y expuesto a la humillación de una muerte de guerra, prefiere acudir al medio de quitarse la vida y encerrado en el palacio real le prende fuego y muere dentro. Escogió su propia muerte. En la Biblia hay otros casos de suicidios pero por causas diferentes, sólo la del rey Saúl es similar cuando se arrojó sobre su espada para quitarse la vida y no enfrentarse a los filisteos. Sansón también cometió “un acto suicida” cuando echó abajo la casa donde se hallaba para matarse junto con sus enemigos. Algo parecido en tiempos modernos han hecho aviadores o chóferes de carros bombas. También se suicidó Judas Iscariote cuando no pudo resistir el peso de su pecado en la conciencia, salió y fue y se ahorcó.

Sobre el aspecto moral del suicidio la Biblia dice poco y sobre el aspecto, como se llama hoy, sicopatológico, dice menos; pero teniendo los casos, uno puede asumir algunas respuestas del porqué ciertas personas se suicidan.

El enfoque bíblico es espiritual. Si observas el texto hallarás que parece indicar un juicio sobre su pecado, que esta forma de morir es un severo juicio con el cual Dios castiga a los que se han endurecido contra él. No porque Dios mismo los obligue a que se quiten la vida, sino que los entrega a una mente reprobada que fácilmente cae debajo de la acción de “las potestades de las tinieblas”; Satanás le sugiere primero y luego le presiona el entendimiento, le turba su razón y lo incita a cometer violencia contra su vida. Esta fuerza espiritual interna ha sido casi descubierta por la ciencia moderna que asegura cada vez más que el suicidio no es una cosa tan voluntaria como se ha venido pensando. No porque diagnostiquen un diablo dentro del pensamiento sino que afirman que se trata de una perturbación mental incontrolable, una idea fija que se le impone espantosamente sin poder resistirla, un insoluble estado depresivo interno, etc.

Esas cosas son ciertas pero son sólo síntomas de una causa espiritual ocasionada por el archienemigo de Dios que empuja a las almas para matarse y así perderlas definitivamente. Las respuestas psicológicas son muchas y hasta morales, para justificar el acto, como las que suelen ofrecerse para recurrir a la eutanasia o muerte asistida. Nosotros hallamos la razón del suicidio en un terreno mucho más allá de la sicopatología. El que se quita la vida o llama a un médico para que le ayude sufre algo más que una pura patología mental, una crisis emocional o un conflicto moral con su enfermedad. ¿Por qué se suicidó Zinri? ¿Por lo mismo que se suicidó el rey Saúl, para no enfrentar la humillación de otro tipo de muerte, porque le pareció una salida más virtuosa, menos vergonzosa, heroica, como si arrojara en llamas contra sí mismo la furia que sentía contra sus enemigos? ¿Por qué se arrojó Saúl sobre una espada como si se hiciera un haraquiri? ¿Para escoger una mejor muerte?

No amados, esas son grandes equivocaciones, no es una muerte mejor la que hay que buscar sino una mejor resurrección; y ante el evento de la muerte, es menos importante tener una muerte más heroica que otra. Quizás habría que hacer cierta distinción entre una muerte suicida por patriotismo o para evitar confesar secretos militares y políticos arrancados por torturadores y verdugos, y el propiamente llamado suicidio. ¿Por qué se suicida una persona? ¿Porque no puede cargar con su responsabilidad? ¿Porque no puede enfrentar por más tiempo su situación, económica, familiar, de salud? ¿No puede enfrentar las consecuencias de sus errores, la culpabilidad de su conciencia, la pérdida que sufrió, la vergüenza, la falta de significado de su existencia, la carga que es para otros? El suicidio no es la solución. Hay una forma de enfrentar la tendencia suicida, la situación suicida, la presión espiritual y diabólica sobre el pensamiento: Llamar al Espíritu Santo. Llamar al Espíritu Santo, clamar a él. El problema del suicida se halla dentro suyo no afuera, no son las situaciones en exceso difíciles las que lo conminan a quitarse la vida, la mayor potencia viene desde dentro misma, como se mira lo de afuera, como se siente lo de afuera. La opresión mental es producto de un enfoque, de una forma como se están tomando las cosas. Hay tratamientos sicológicos para resolver esa situación y alejar el cuchillo de la garganta del individuo, la cuerda de su cuello y el fósforo del cuerpo; pero yo conozco una mejor, la oración a Dios. Si Dios concede su Santo Espíritu a quien se lo pida, el Espíritu lo transforma interiormente, lo hace una nueva criatura, lo engendra de nuevo y las cosas viejas pasan. El pecado es perdonado, la conciencia se tranquiliza, el carácter se vuelve otro y el sentido de vivir se llena de alegre colorido. Quizás estas palabras lleguen a alguien, porque las digo como San Pablo al carcelero en Filipos cuando tenía su espada lista para suicidarse: “No te hagas ningún mal pues todos estamos aquí”. No te hagas ningún mal, hay alguna iglesia en alguna parte, un evangelio en algún púlpito, un Dios muy cerca de ti que te dice: “No te dañes ni dañes a otros, aquí estamos, ven, oremos por ti, por tu situación y por los espíritus que te acosan” Amén.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Ahuyenta los pájaros y las aves de mal agüero

El altar de tierra