Hay algo raro en su oficio; vende los milagros
2Reyes 5. 26
“¿Es tiempo de tomar plata?”.
Este hombre fue siervo de un súper profeta pero todavía no entendía lo que es ser un ministro de Dios. No había podido vencer la codicia y la ambición. Quería tener dinero y buena ropa. Amaba este mundo. Vivir mejor de lo que las posibilidades le permitían. Y un milagro, pensó, es un medio bueno para hacerse de un poco de dinero, sobre todo si se le hace a un tipo con dinero como Naamán el sirio. Cobrar una sanidad, se dijo para sí mismo, sería una gran cosa. Y mintió diciendo que el profeta quería dinero en gratitud por la curación de la lepra. Y no era cierto. Eliseo no vendía los milagros. La gracia de Dios no se vende. Lo que no nos cuesta no se cobra.
El criado Giezi pudo responderle a su amo: "Sí, le he pedido una ofrenda de gratitud, tengo que proveer para mi familia, cuando tú faltes yo no tendré nada".
En ese caso mejor fuera que cambiara de oficio y se buscara un trabajo, otro señor más terrenal pero no hacer dinero por medio del evangelio. La seguridad financiera de los ministros de Dios está no en lo que puedan ahorrar sino en la providencia de Dios, en servir por gracia y gastarse día por día sin ponerle precio a la labor espiritual que realizan. Tampoco pueden olvidar que el que milita no debe enredarse en los negocios de la vida (2 Ti 2.4) y que la esencia misma del ministerio es escatológica. De cara al futuro, al futuro en otra vida, otro mundo, de donde recibirán su paga completa. Lo principal es que ningún tiempo es apropiado para establecerse completamente como ciudadano de este mundo (1 Co 7. 29-31). La codicia es pecado.
¿Tienes fe? ¿Para qué quieres más vestidos y tanta plata sin gastar? ¿Dos túnicas, dos bordones, mucho cobre (Mt 10.8-10), cuando los pobres no viven con tanta ropa ni tanto dinero? ¿No serán ayudados a pensar que hay algo raro en tu oficio y que tu camino es el del lucro de Balaám? (Judas 11). No deben estar las posesiones del profeta, ni los de su equipo (en este caso Eliseo y Giezi) muy, demasiado, por encima de las de los hermanos para que no huyan de sus mensajes ni lo tengan como ladrón que les estafa.
Empleado de Dios, “teniendo sustento y abrigo estemos contentos con eso”. Agur, un sabio de la antigüedad, dijo que si se tiene más que eso uno se olvida de Dios y se comporta mal. No importa tanto meter la mano en el bolsillo y tristemente comprobar, porque es triste, que no puedes ayudar al prójimo porque no tienes ni oro ni plata, ni siquiera para pagar un alquiler y poner para tus hijos un plato de comida sobre la mesa, si con bondad puedes extenderle tu mano y ponerlo de pie diciéndole “lo que tengo te doy, en nombre de Jesucristo, levántate y anda”.
Gloria a Dios hermano, un estudio sencillo y muy hermoso. Dios le bendice en sobremanera.
ResponderEliminarCristo le bendice con Gracia! Shalom! :D
Dios te bendiga también, hermano Huerta.
ResponderEliminarPastor, me gusta su escrito, y una de las cosas donde sería bueno que enfatizara es en el pasaje de 2Timoteo 2:4 pues me resulta muy interesante ese pasaje. Bendiciones, soy peruano radicado en Venezuela.
ResponderEliminarPs.Edison.
ResponderEliminarTe copio parte de una exposición que tengo hecha a ese texto. Quizás te guste.
“Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida” (2Ti 2:4).
Un militar pero “nada más que militar”, en tiempo completo a la carrera, con tiempo suficiente para entrar a la guerra si la situación lo requiere. Pablo había experimentado y visto con desgano y fastidio como algunos compañeros suyos restaban tiempo y fuerza al ministerio para asumir responsabilidades y ocupaciones en el mundo. Demas, por ejemplo, citado en 4:10, cuando de él se dice “amando este mundo” como bien comenta Calvino, no necesariamente implicaba una apostasía sino una deserción del ministerio activo para ocuparse en sus propios intereses. No, el apóstol no soporta la idea de que su discípulo amado haga lo mismo y poco a poco vaya dejando a un lado la predicación del evangelio para dedicarse a las cosas temporales. Enredarse (o “tejerse”, “empleketai”, como en Mt. 27:29) en los negocios de la vida no es enredarse en pecados, sino consagrarse a los negocios terrenales y rehuir el ministerio.
No es que si tiene que trabajar para su propio sostén lo haga, porque Pablo lo hizo, y cuando se dice que estaba “entregado por entero a la predicación” del evangelio se menciona que fabrica tiendas para poder comer y compartir con los que tenían necesidad. Ver (Hch. 18:3-5). No, a lo que se refiere es a que deje totalmente el ministerio para lucrar; aunque estrictamente la motivación de dinero es muy fuerte, pudiera abarcar también a cualquier otro tipo de “enredo” que no le permita al ministro salir a enseñar y salvar a los perdidos: política, filosofías, etc. Dios llama a otras personas para eso, pero cuando llama a un hombre para ser ministro del Evangelio y predicarlo, a eso nada más que lo llama. Uno hará otra cosa presionado por la necesidad pero no hay tal “ministerio bivocacional”. En el texto de más arriba notarás que aunque el apóstol trabajaba en el taller de Aquila, se dice que se hallaba entregado “por entero” a la predicación del evangelio (suneiceto, twi logwi) (constreñido en sí mismo, se puso junto a sí mismo).
A Dios no agrada que un ministro deje su ministerio para trabajar en algo que no sea salvar almas. Directa o indirectamente debe estar ocupado en eso, si es que le importa en algo complacer al Señor que lo reclutó, “a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado” (v. 4). No es bueno, dicho humanamente, frustrar al Señor, con una mala decisión de abandonar el ministerio o “tejerlo” con otros negocios. El llamamiento es “estar entregado por entero a la predicación de la palabra”.
Gracias hno. que Dios le bendiga creo que el comentario respecto a este pasaje ayuda mucho, sobre todo a los que estamos encargados del ministerio y la predicación. Bendiciones
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