La Mano Invisible


"Le dije a los periodistas que no tenía ni la más remota idea de porque sucedió el accidente. También les dije que no sabía porque nos salvamos, y que teológicamente no había aprendido de la catástrofe nada que no supiera. Les dije que sin duda habíamos experimentado otra vez la tierna misericordia de Dios y que estaba profundamente agradecido por su cuidado providencial" (La Mano Invisible, R.C. Sproul, pág. 165). ______________________________________


Estas palabras del autor se refieren a un accidente de tren que él y su esposa tuvieron. El tren en el que viajaban cayó en un lago pantanoso y decenas de personas murieron enterradas en el barro, mientras que ellos dos tuvieron ¿mejor suerte? ¿Un mejor Dios capaz de cuidar mejor a sus adoradores? ¿Dónde estaba el Dios de los que se asfixiaron debajo del agua y la tierra, suponiendo que alguno fuera cristiano como el señor Sproul y su mujer? El dijo que había otra vez experimentado “la tierna misericordia de Dios” y que se hallaban “profundamente agradecidos por su cuidado providencial”.


Dios quiere que ante su providencia seamos francos con él y con los incrédulos. Misericordia para Sproul, cuidado para él y su esposa, ¿pero qué de aquellos que perecieron en el grupo, atrapados dentro de los primeros coches del tren? ¿Cree que la familia de aquellos muertos podría tener la fe en el cuidado de la providencia que él tuvo? Habría que oírlos. Ante esos casos usted tiene la opción de creer en Dios o negarlo. La experiencia cristiana si es franca admite que hay cosas que parecen desdecir las promesas de Dios y que estamos obligados a un Destino marcado, que colabora con nuestros defectos, errores, negligencias, pecados y sabidurías, y que es inútil luchar contra esa Fuerza Superior que nos coloca donde quiere y tiene la última decisión en nuestra vida. Son muchas las oraciones que Dios niega porque son contra Su Voluntad, y con más “no” sabios que “sí” complacientes nos va guiando al cielo. Hay veces que nos resistimos ante su férrea voluntad y no tenemos más remedio que decir “hágase la tuya y no la mía”, y otras desesperados oramos “¿por qué me has abandonado?”; y no recibimos ninguna explicación sino silencio y soledad. Acontecimientos que parecen que no vigila nadie sobre nuestras vidas, a no ser una pícara y malévola inteligencia que ambiciona nuestra destrucción.


Debemos ser descarnadamente francos en la aplicación de las doctrinas de la fe. No es necesario acudir a autoengaños para ayudar a la providencia divina. La prueba de la fe es la vida. Estoy seguro que el Dios de los cristianos que murieron no es menos Dios que el de los que sobrevivieron. ¿Que pudo haberlo salvado y no lo hizo? Sí. ¿Que pudo extender su mano y evitar el accidente? Sí. ¿Por qué no hizo que revisaran las vías férreas y las arreglaran antes que el tren pasara? No lo sé. Fue error humano o negligencia, pero Dios que es el fin último de todas las cosas ¿por qué lo permitió? Esas preguntas me exceden, pero tengo fe para hallar razones dentro de ella para seguir creyendo en la bondad de Dios, en su amor y suprema inteligencia, y sé también que los escépticos confirman su escepticismo y hallan en estos casos razones para negar que haya Dios o que sea moralmente bueno. Ante lo inexplicable de la providencia usted elige creer o ser ateo.

Pero sepa que Dios parece injusto pero no lo es, es soberano; parece arbitrario pero no es un déspota, tiene razones que se reserva sin explicación porque es Amo de la vida y la muerte; parece un loco que juega con las vidas humanas, pero no lo es, ha enloquecido la sabiduría de los entendidos y tendrá un fin en todo que no entenderíamos aunque lo explicara; y si pudiéramos entenderlo no lo haría porque, un accidente, un sabotaje, una guerra, una prolongada enfermedad, es una contundente prueba de la fe y que de lo único que se puede echar mano es "de la vida eterna" como explicación (1Timoteo 6:12,19), creer en el más allá donde todo se arreglará, en la gloria y en el infierno y en el alma que sobrevive a la muerte. Muchas explicaciones se hallan en el otro mundo y es inútil en éste buscarlas.


Que un cristiano perezca debajo de un tren no es lo peor que le puede ocurrir, sino pecar contra Dios y morir pecando. No es un abuso divino que lo haya sometido a esa “grande muerte” cuando pudo haberlo librado (2Corintios 1:10), porque ya había hecho por él cosas inapreciables. Yo sé que las mejores cosas que Dios ha hecho por él no es su salud, la longitud de su vida, los peligros que ha sorteado, la casa, el automóvil y su preciosa familia sino lo que Jesucristo hizo en la cruz por su salvación, su substitución, justificación, expiación, redención. Y que lo mejor queda reservado para el tiempo del fin, en la resurrección de su cuerpo, cuando sea glorificado. De todos modos, “la paga del pecado es muerte”, de cualquier manera que sea (Romanos 6:23).

Y aunque le parezca despiadada una teológica explicación, mi fe alcanza para dársela: Es cosa cierta que Dios no valora la vida humana como nosotros. Para los hombres la vida es sagrada, para Dios no. El hombre nace en pecado y Dios aborrece el pecado, lo mismo en un niño, que en un cristiano, en un impío o en un ángel. Somos vasijas manchadas de pecado y no hay ninguna injusticia en él si tira ese barro a la basura o permite accidentes que hacen que se caiga la vasija y se rompa. La paga del pecado es muerte, lo mismo en una cama expirando pacíficamente, o retorcido de dolores, que debajo de un cúmulo de agua y cieno.

Cuando un suceso es inexplicable no está en orden el escepticismo y la rebelión contra Dios sino el sometimiento y la adoración dolorosa, bañada en lágrimas y que confiesa "sí Señor porque así te agradó" (Lucas 10:21).

Comentarios

  1. Bendiciones sobreabundantes amado hermano.
    Cuánta verdad! En mi corazón está siempre algo "risible" con respecto a la gente del mundo, y ¿porqué no? ante nosotros como cristianos también, de que a veces, humanamente nos olvidamos de en manos de quién estamos. Las personas del mundo, como tales, no logran ver más allá de lo que sus ojos o su mente les permite, sin conocimiento de la Verdad divina, y nosotros, a veces sabiéndola, pareciera que lo olvidamos. En el sentido de que ellos se preguntan "porqué Dios hace ésto? porqué hace ésto otro? porqué se mueren?" y cuando las personas que me preguntan ésto empiezan a atocigarme, admito que muchas veces no tengo todas las respuestas (¿quién las tiene?) y tengo que decirles "A ver mi estimado, tu ya estás queriendo entender la mente de Dios, y la verdad, te seré sincero, yo no la comprendo totalmente, porque El Señor encerró el conocimiento en parcialidad (1 Corintios 13 nos dice que 'en parte conocemos y en parte profetizamos') así que estamos demasiado limitados. Y muchas veces como cristianos también hacemos eso, intentamos hacer nuestra voluntad, jejeje decimos "Pero Señor, mira, ésto está aquí, me gusta, ya está todo, ¿porqué no me dejas?" y El Señor, en Su grande misericordia, nos da un "no" con amor, a veces un "no" disciplinario, pero al final de cuentas, nos permite ver que ese camino tan bonito a nuestros ojos en realidad tal vez era una trampa tapada con hojas de maple, y con picos al fondo, y es ahí donde volteamos al cielo y decimos "Ahhhh, por eso no me dejaste Señor! Muchas gracias!" y entonces quedamos como suele suceder, encogidos de hombros y con una cara de vergüenza por creernos los "sabelotodo". Pero Bendita Sea Su Gracia, que nos permite estar firmes en la Fe, para que, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor seamos. Pero pues siempr etendremos la necesidad de conocer más a Dios, Su Gracia, porque, los cristianos debemos ser personas con CONOCIMIENTO, no de éste mundo, sino de Dios, y por conocimiento de Dios no me refiero necesariamente a saberse la Biblia de Memoria (siento que hasta el enemigo tal vez se la sepa), sino conocer Al que la Escribió. Pablo en muchas ocasiones hace mención de "crecer en el conocimiento", "ser llenos del conocimientos", "llegar a la plenitud del conocimiento", "ser llenos de toda sabiduría e inteligencia espiritual", y son muchas veces, y era el clamor de Pablo para con Dios, de que la iglesia fuese llena de éste conocimiento, claro, añadiéndole amor, porque en éste glorioso evangelio, es necesaria una armonía entre éstas cosas, así como lo hubo en El Señor Jesús.

    Que Dios le haga abundar cada vez en una mayor gracia hermano. Nos hemos puesto como seguidores del blog, y procuraré poner un link de su blog al mío.

    ResponderEliminar
  2. Hno.Huerta.
    Muy bien tu experiencia, tiene gran valor lo mismo que tu testimonio ante irreverentes e incrédulos. Si ellos tuvieran unas onzas menos de arrogancia en su carácter, sabrían que hay una mano invisible que ordena el caos donde vivimos, donde el pecado lo desajusta todo. Dios hace que nuestras equivocaciones nos salgan para bien, y muchas veces un no de Dios es equivalente a una divina sonrisa con un sí de aprobación. Haz un link a mi blog y que el buen Señor te bendiga.

    ResponderEliminar
  3. Tu crítica es muy acertada pues, las palabras de R.C.Sproul se prestan a equívocos y -queriendo alabar a Dios- despierta una serie de cuestionamientos no solo entre los cristianos que fallecen en accidentes como esos, sino entre los incrédulos que han sufrido un fin parecido.

    El por qué a él sí, y a mí no, es algo que solo Dios sabe, y especular sobre ello solo nos conduce a la melancolía.

    Por otro lado, es injusto juzgar las cosas de Dios bajo la perspectiva del hombre, una perspectiva que ve la muerte como el final de todo.

    Esta perspectiva es la que lleva a muchas personas a acusar a Dios por las vidas desdichadas de nuestros semejantes.

    Mira lo mal que lo pasan en África, dónde está ese Dios tan bueno..? escupen sin entender que solo se puede analizar un partido al final del mismo, no a la media parte.

    Quien es Señor de esta vida, también lo es de la otra, y quien sufre injustamente en la primera parte, recibirá su recompensa en la segunda.

    Pero divago.

    Por cierto, hoy mismo he estado hablando del tema del sufrimiento en la vida del cristiano con un hermano.

    El sufrimiento es un tema central, necesario pues a nosotros no solo se nos ha dado creer en el Nombre sino también el sufrir por él.

    Sin embargo, dicho tema es una auténtica piedra de tropiezo entre los hermanos que quieren la Gloria, el poder, pero ignoran que Dios santifica mediante el sufrimiento.

    Le he enviado este sermón, espero que a él le sea de provecho.

    Si no conoces al hermano Francis Chan te lo recomiendo de todo corazón.

    :|

    ResponderEliminar
  4. Renton, tú lo sabes, que la providencia es un misterio; no suele ser lo que uno se imagina ni lo que uno testifica. No es egoísta, es sabia, y lo mejor es decir, “hágase tu voluntad y no la mía”, y acudir mucho a ella no para hallar explicaciones, ni hacerla parecer discriminatoria, sino intrincada, y buscar de ella misma cuando hiere, aceptación y consuelos.

    ResponderEliminar
  5. La pregunta sobre "Qué opinarían los que murieron aplastados en el cieno debajo del tren" hace alusión a la equivocada perspectiva de la gente de que la vida en este mundo es la mejor, cuando la Biblia dice: "Mejor es el día de la muerte que el día del nacimiento". En ese sentido vale más un funeral que un "baby shower". El morir es ganancia, y estar con Cristo es el supremo bien. Y claro, el impió solo recibe lo que merece su pecado. Bendiciones, hermano. Te felicito por este blog.

    ResponderEliminar
  6. Gracias por comentar, hermano Brito. La providencia de Dios es un misterio; y a veces es bueno ser delicado en el uso público y personal de ella, para no herir, y mostrar un imprudente “egoísmo cristiano” como diría un famoso, que ha de pensar que para Dios vale menos o es un hijo de segunda clase.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Hiel de Betel, mal padre

Neginot y Seminit

El altar de tierra