Un cuadro que tal vez nos pinta

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Tampoco Manasés arrojó a los de Bet-seán, ni a los de sus aldeas… tampoco Efraín arrojó al cananeo sino que habitó el cananeo en medio de ellos en Gezer, tampoco Zabulón arrojó… (Jueces.1:27-34)

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Uno lee con tristeza este capítulo y se da cuenta que la época brillante de Israel, bajo Moisés y Josué, ha pasado. Es un gigante debilitado. Un pueblo numeroso, otrora victorioso, ahora no derrotado, pero lejos de ser lo que en otro tiempo fue, impotente para conquistar la tierra, incapaz de ganar victorias completas. Israel está rebajado. Desde el v. 3 te das cuenta que algo ya andaba mal, cuando Judá pide ayuda, sin necesitarla a Simeón su hermano, para conquistar su territorio asignado. Si tenía a Dios no le hacía falta.

No se dice que anduviese en idolatría, que no creyera en el Señor, porque lo consultaban y Dios los ayudaba, pero la ayuda divina era muy limitada, no era completa. Les ayudaba en las montañas pero no en los valles contra los carros de hierro. Si observas en el texto hallarás muchos “tampoco” “tampoco” “ni estos pudieron ni aquellos tampoco”, nadie, por mucho esfuerzo que hiciera podía lograr los deseos de su corazón. Estaban drenados espiritualmente, decaídos y debilitados. Se había repartido la tierra pero no podían tomarla ni disfrutarla plenamente.

Los antiguos propietarios (Lee Gálatas 5:19- 21) permanecían dentro, tenían que compartir las calles, los campos y los vecindarios con enemigos, aceptarlos y acomodarse a verlos y tratarlos siempre. Cuando podían hacer algo los esclavizaban pero no podían echarlos. ¿Qué había perdido Israel? Había perdido el espíritu de sus grandes líderes de la Palabra de Dios. No tenía a Josué ni a Moisés. No tenía profetas. Las conquistas por Jehová, para su gloria, con su dirección, habían desaparecido. Ahora eran ellos, sólo ellos, nada más que ellos, con alguna pequeña ayuda del Señor para que subsistieran y no fueran borrados del mapa. Oh Señor, tal vez este cuadro nos pinta. Levántanos líderes poderosos en tu palabra y que los antiguos propietarios de nuestra carne no habiten dentro de nosotros.


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