¿Quién te metió esa idea en la cabeza?


Y se levantó Satanás e incitó a David a hacer un censo de Israel. Pero Joab dijo: ¿Por qué ha de ser él motivo de culpa para Israel? Sin embargo, la palabra del rey prevaleció contra Joab. Entonces dijo David a Dios: He pecado gravemente, porque he obrado neciamente (1 Crónicas 21. 1-8).

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Mira como insiste en cometer un pecado que le va a traer problemas o la ruina; vence todo obstáculo humano, salta cualquier barrera y luego lo lamenta. Ojalá no tengamos éxito en quitar de en medio lo que Dios ha puesto para que no nos acerquemos al mal, que no burlemos su vigilancia. No había terminado Joab el conteo cuando ya David supo que había hecho mal (v. 8; 2 Sa. 24: 10).

Joab pudiera representar a un amigo fiel, un familiar que se les quita de en medio para tener el camino libre; o pudiera ser el padre, la madre, etc. (vv. 6,7). No había nadie que aplaudiera lo que estaba haciendo, todos lo desaprobaban, en la tierra y en el cielo, sólo Satanás miraba complacido como se hundía, como desobedecía a Dios; David estaba trastornado, delirante con aquella idea fija, con un capricho que le taladraba las sienes y no le dejaba vivir si no lo satisfacía (vv. 7,8).

¿Quién te metió esa idea en la cabeza? No necesitas lo que te propones, depón tu vanidad, no sacies tu ego. ¿Ya todos saben lo que quieres hacer? Hasta el momento es un secreto entre tú y el pecado. Y ¿qué pasará cuando tus amigos y el pueblo en general oigan lo que has hecho y sepan que no fue tanto la tentación que te venció sino la insistencia tuya?

No venzas las fuerzas que te impiden pecar, oye las voces que te aconsejan que no lo hagas. Tú eres muy amado y conforme al corazón de Dios. Es una locura. Llama a Joab, invita a los tres hijos de Sarvia, pídele su opinión a tu esposa Mical. Si ese pecado es abominable a un hombre como Joab ¿no lo será a Dios y a ti mismo después?

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