David y el maravilloso amor de las mujeres




Angustia tengo por ti, hermano mío Jonatán, que me fuiste muy dulce. Más maravilloso me fue tu amor que el amor de las mujeres (2Samuel.1:26).

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David habla de Jonatán como su hermano. No quiere decir que lo prefiere sexualmente sobre las mujeres. Hay que conocer algo sobre la vida de David para entender por qué habla de ese modo, que para él el amor de Jonatán el amigo ha sido un deleite mayor que el que tuvo con las mujeres. David no dice que sacó menos satisfacción sexual con sus mujeres que con Jonatán. Tampoco indica que dormir con alguna de sus mujeres era un placer menor que el amor de la compañía de Jonatán. Lo que quiere decir David es que espiritualmente se sentía mejor con la comprensión y amor de su amigo que con cualquiera de sus varias esposas.

Por estas palabras muy suyas podemos deducir que David nunca halló la esposa ideal, no encontró en el amor de sus esposas la comprensión y comunión espiritual que en Jonatán su amigo. El alma de Jonatán era como la suya.

Por ejemplo, la esposa de su juventud, Mical, ¿acaso llenó ella el espacio espiritual que tenía que llenar? No, Mical aunque sin duda lo quería mucho, no logró entender espiritualmente a su esposo y aunque hubiera dado su vida por la suya, como dio su familia, no penetró en el lugar santo de David y él se sintió muy solo y a veces ofendido por el modo en que ella en materia espiritual no le correspondía (2Sa.6:20-23).

Si consultamos sus escritos, los salmos, que reflejan sus íntimos pensamientos y alma como nada, hallamos que siempre tuvo necesidad de un compañero en el Señor con el cual compartir su vida espiritual. En el salmo 55:12-14 abre su corazón desgarrado por la traición de un amigo en el Señor y cuenta los secretos dulces que recíprocamente se contaban y cómo andaban en amistad en la casa de Dios.

David no tuvo ninguna mujer que amara las cosas de Dios como él, ninguna que le acompañara frecuentemente a la casa del Señor como él hubiera preferido de ellas, porque no podían gozarse con Dios como él (Sal.84:1-4). El se alegraba con los que lo acompañaban a la casa de Jehová (Sal.122:1). No cabe duda que siempre buscó y nunca encontró, fuera de Jonatán, un alma como la suya.

Pienso que ese vacío espiritual y ese anhelo de hallar alguien con quien compartir las dulzuras del Señor lo motivó en parte a buscar en la unión íntima del matrimonio alguien espiritualmente como él. Convencido de que Mical no era su compañera espiritual, sí la que más lo amaba pero no la que más lo entendía, se ilusionó con Betsabé, pero como su relación con ella fue pecaminosa su matrimonio resultó en un desastre. La mujer de Urías le dio un gran hijo pero no la comprensión que buscó. Abigail era una mujer inteligente y admirable, pero no lo entendió tampoco. Nunca halló una mujer espiritualmente de su estatura. ¿Quién podría ser la esposa a la altura del Dulce Cantor de Israel y el autor de la mayor parte de los salmos? ¿Y quién hubiera podido ser la dulce mujer espiritual que acompañara a un hombre como Pablo que subió en cuerpo o fuera del cuerpo al tercer cielo? No se halló ninguna.


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