No es un si verbal señor evangelista


Yo iré, señor; y no fue (Mateo 21:28-32).


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Esta es una gente que miente; acepta todo lo que oye; se le pregunta ¿aceptas a Cristo? Y responden que sí. ¿Te arrepientes de tus pecados, aceptas el sacrificio de Cristo por ti? Sí, responden. ¿Quieres que ore por ti? ¿Quieres ir a la iglesia? Sí. Y cuando el evangelista se va no sabe que lo han engañado, que no irá, y se quedará esperándolo. Se parecen a Herodes prometiendo unirse al culto de Jesús con los magos, María, José, los pastores, etc. (2:8).

¿Qué tiempo hace que hiciste profesión de fe y dijiste aquella mentira? ¿Qué tiempo hace que te levantaste para recibirle y volviste a tu lugar? ¿Se te pasó el entusiasmo? ¿Qué serías hoy? ¿Qué no serías? ¿Cómo podemos contar como conversiones esas promesas verbales de fe o de aceptación de Cristo? No me digas que hay una promesa para eso y que es ésta (Ro 10:9), porque fue dado en tiempos de persecución, para los que se bautizan y se identifican con la iglesia a pesar de la oposición secular, y para cuando el testimonio de Cristo pone en peligro la vida, no aplicable para un individuo sentado y burlándose del evangelio.

Los evangelistas no deben confundir decisión por Cristo, recibir a Cristo, con regeneración que conlleva la obediencia a Dios. No es un “sí acepto a Cristo”, no es una decisión lo que convierte el alma, es una confesión y abandono de pecados, antes que cualquier confesión de Cristo. Es sorprendente la ingenuidad del predicador que declara nacido de nuevo e hijo de Dios a un pecador porque le ha dicho que “acepto a Cristo como mi salvador personal”. Lo que debe esperar un evangelista no es un sí verbal sino una aceptación práctica, el comienzo inmediato de una vida de fe mostrada con el arrepentimiento, un cambio de vida y el despertamiento del apetito por la predicación bíblica. Por muy respetuoso que sea el “sí señor”, no vale si no abandona su estilo de vida con todos su pensamientos carnales.

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