No defienda al decrépito libre albedrío

 Mateo 23:37-39
¡Cuántas veces quise juntaros y no quisiste!

¿Por qué tendremos que comentar teológicamente unas palabras que Jesús dijo sollozando sobre Jerusalén cuando están mojadas con sus lágrimas? ¿No ve usted que son una lamentación y un reproche? Explicar el texto con un formato calvinista o arminiano es trasladarlo de su intención y meterlo dentro del viejo debate entre Agustín y Pelagio o Calvino y Arminio.
Pero no tenemos otro remedio que aunque Dios nos libre hacer de Jesús un reformador ginebrino no nos queda más remedio que decirles a los defensores del libre albedrío que no canten victoria que Jesús, si miramos dentro de sus palabras vemos que son ¡exactamente teológicas!, y significan lo opuesto al libre albedrío, o sea que los jerosolimitanos eran esclavos del pecado, y libres, sí, pero para ser incrédulos, agnósticos, para rechazarlo y pedir ingratamente su crucifixión.
 
Nota que el Señor no dijo a Jerusalén que no pudiste creer en mí sino que no quisiste; el rechazo a las invitaciones de Cristo yacía no tanto en que no pudieran recibirlo sino en no querían recibirlo. Fue un asunto de deseos o emocional. No era un problema intelectual y líquidamente volitivo sino porque no querían. Lo que resistía a Jesús era el corazón de ellos y no el cerebro.
¿Se preocupa usted con la doctrina de la reprobación porque Dios deja a un lado a muchos? Deje sus preocupaciones que a ellos no les importa en lo más mínimo. ¿Cree que se quedan llorando porque no fueron elegidos? De eso nada. Se quedan felices, indiferentes y aliviados porque no se han convertido al evangelio. Aman sus propios caminos no los del Señor, se aman a sí mismo, la carne, el mundo y los deseos del diablo quieren hacer (1). No extrañan a Jesús y aunque les haya hecho bien le piden que se vaya de su territorio (2), tratan de despeñarlo y llegado el caso que tengan que decidir entre él y la sociedad, sin pensarlo dos veces, malagradecidos, gritarán ¡crucifícale!
 
Jerusalén la terrenal sufre una incapacidad afectiva que pone en jaque y subyuga la voluntad y le deja al pobre decrépito libre albedrío el solito camino de la incredulidad que conduce a “la Feria de la Vanidad” y la condenación. El rechazo a Cristo se encuentra situado en el orden de las pasiones más que en el del pensamiento. La verdad desnuda es porque no quieren a Jesús y son dominados por las pasiones que combaten en sus miembros (3) por el amor al mundo (4)
La incapacidad intelectual para rechazar a Jesús casi no existe porque el hombre es suficiente inteligente para saber que Cristo es la verdad y la vida; pero no desea ni lo uno ni lo otro y menos que lo traten como polluelos que necesitan el refugio maternal de una gallina. Ese pudiera ser su caso vieja Capernaum, Tiro, Sidón, Betsaida, Miami, Caracas, Lima, Valparaíso o Ciudad México, que hasta el cielo son elevadas y hasta el infierno bajarán. La desnuda verdad es que usted va a sus labranzas y negocios y no quiere que en su tráfico alguien interfiera, ni Jesús. (1)Juan 8:44 (2) Lucas 8:37 (3) Romanos 7:23; (4) 1Juan 2:15

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