Vive los días uno por uno
“Tendrán nuevas fuerzas, levantarán alas como las águilas” (Isa.40:3)
Todos los días no son iguales, ayer pudiste hallarte lleno de gracia y de verdad, con tu copa rebosando hasta el borde, sintiendo la comunión divina sobre tu alma y gozándote enormemente en sus atributos; pero hoy puedes sentirte apesadumbrado, cansado, sin fuerzas ni alas para remontarte en éxtasis de inspiración.
Si ese ha sido tu caso lee de nuevo las palabras de promesa de estos versículos y busca aquella que dice “los que esperan en Jehová”. La espera es la fe puesta en acción pero en combinación con la gracia de la paciencia. El Señor es el que dispone tus días y si hoy te sientes abatido y casi arrastrándote, quizás mañana él te permita experimentar un cambio favorable por su gracia y de nuevo halles las alas que se te han perdido. Con alas o sin ellas tú eres de Dios, fuerte o débil le perteneces. Si hoy no tienes alas es porque él no quiere que vueles, si estás fatigado lo que desea no es que corras sino que reposes en él, no es que te muevas, no es que pelees sino que confíes. El gusano que vive en su cueva dentro de la tierra es Suyo tanto como el halcón y el águila que se remontan hasta el cielo.
Cierra ahora tus ojos y encomiéndate al Señor, reposa tu sien cansada como Juan, en su hombro; no quieras repetir emociones que sentiste, crearte la felicidad que ayer te dio, ni aún te afanes por la comunión que aparentemente has perdido, lo importante es que esperes en Dios, ora, pero sin agitación, alábale pero sin desesperación. Ese acto de aceptación en fe de tu condición te estimulará y puede que quizás antes de concluir el día El te permita volver a entrar en su lugar secreto y cuando anochezca encuentres las plumas que se te habían caído y el corazón de nuevo vuelva al sol desde su misma altura. Mañana será otro día y traerá su afán, vive los días uno por uno, y éste, estés como estés también es suyo y vívelo regocijándote en esa promesa en que ahora fijas tus ojos, y no son iguales todos los días.
Humberto:
ResponderEliminarlo importante es que esperes en Dios, ora, pero sin agitación, alábale pero sin desesperación.
Tengo que aprender eso, cuando siento que he perdido la comunión con Dios, me siento tan impaciente por recuperarla que en realidad, la ralentizo!
Merci por esta entrada Humberto!
:]
Renton, lo que quise decir no significa que no se ore con intensidad, y lo que te pasa a ti nos pasa a todos, que por desgracia esporádicamente, generalmente por cuestiones biológicas, cansancio mental, más que por dejadez espiritual, perdemos el contacto con Dios.
ResponderEliminarA veces es Dios quien se esconde (Sal. 10: 1) y lo hace no porque juega con nosotros sino para estimularnos en intensidad. Cuando pierdas la comunión con Dios por alguna razón, reposa y dile a Dios que lo esperas ahí hasta que venga por ti, y te aseguro que viene. ¿No recuerdas cómo Jesús hacía como que iba a adelantarse para los discípulos? Para que ellos remaran más. Supongo.