La muerte de Cristiano

                                                             
(Ultimo de esta mini-serie)

Esta no es la partida de un mártir que es llevado a la hoguera, y entre  llamas cantando himnos y orando es consumido por el fuego. La narración que vas a leer es la de un cristiano regular como tú y  yo, hombres con poca fe.
Cuando se nos diga que estamos cercanos a esa experiencia, sabremos que estamos llegando al país de Beula, que significa “Desposada”; y nuestra unión con el Esposo está cerca. El nombre “Beula” es sacado de Isaías 62: 4-12. Cristiano se prepara para enfrentar su muerte.


“Después de las agradables pláticas que acabo de referir, vi en mi sueño que habían pasado ya los peregrinos la Tierra‑Encantada y estaban a la entrada del país de Beula. Muy dulce y agradable era el aire de este país, y comoquiera que el camino iba por medio de él, se solazaron  allí por algún tiempo. Allí se recreaban agradablemente  en oír el canto de los pájaros y, la voz dulce de la tórtola,  y en ver las flores que aparecían en la tierra. En este país  brilla de día y de noche el sol, por lo cual está ya fuera  enteramente del Valle de Sombra de Muerte y también del alcance  del gigante Desesperación, de allí no se veía ni la más mínima parte del Castillo de la Duda; allí, además estaban a la vista de la ciudad adonde iban, y más de una vez encontraron alguno que otro de sus habitantes. Porque por ese país solían pasearse los Resplandecientes, por lo mismo que estaba casi dentro de los límites del cielo; en ese país también se renovó el pacto entre el Esposo y la Esposa”.


Observa el ambiente primaveral con el cual describe Bunyan el camino cerca del cielo, estación eterna de cantos, flores y colores; excepto el caudaloso río de precipitadas aguas turbulentas, que marca horrorosamente la frontera entre los dos mundos. Sin embargo, hay pensamientos consoladores que podrás como Cristiano cultivar cuando se acerque el día de tu partida, te pondrás fuera del alcance tus enemigos espirituales. No más enfermedad, lágrimas (Apc, 7: 17) y dolor,  luchas y tentaciones con el pecado,  el mundo, el diablo, Castillo de las Dudas, ¡seguridad eterna!, ni palizas del Gigante Desesperación. Serán  días para que pienses  en las bendiciones que te encontrarán, lo que recibirás y no en lo que perderás, lo que obtendrás y no lo que abandonarás, en los hermanos que hallarás, ¡oh y cuántos y queridos son!, y no en la familia que dejarás, “has acabado la carrera, el tiempo de tu partida está cercano, vas a recibir una corona” (2 Ti. 4: 6-8).


“Ya allí, vi que entre ellos y la puerta había un río; pero no había ningún puente para poder pasarlo, y el río era muy profundo. A la vista de él, los peregrinos se asustaron mucho, pero los hombres que les acompañaban les dijeron: ‑Habéis de pasarlo o no podréis llegar a la puerta.
‑Pero, ¿no hay otro camino ?‑preguntaron.
‑Sí‑les contestaron‑; pero a sólo dos, a saber, Enoch y Elías, se les ha permitido pasar por él desde la fundación del inundo; ni a nadie más se permitirá hasta que suene la trompeta final‑. Entonces empezaron los peregrinos, especialmente Cristiano, a desconsolarse en su corazón y mirar a uno y otro lado; pero ningún camino pudo hallar por el cual pudieran evitar el río. Preguntaron entonces a los hombres si el agua estaba en todas partes a la misma profundidad, y se les dijo que no, y que el encontrarla más o menos profunda sería según su fe en el Rey del país, no pudiendo ellos ayudarles en tal caso.”


La muerte se recibe con espanto o con sonrisa, depende de la fe que tengas. Si tienes fe le darás la bienvenida y desearás que los ángeles cumplan el encargo de llevarte a la presencia del Señor; si tienes poca se te hará una experiencia profunda y desesperante, como si te ahogaras. Sin fe nadie podrá ayudarte a cruzar el río, con fe no necesitarás a nadie.
Cristiano instintivamente repele la idea de morirse, quisiera adquirir su esperanza sin pasar el río. Mira a un lado y otro buscando pasar por otro lado pero no lo halla. No tiene más remedio, aunque no sea mucha su fe, que resignarse al acontecimiento y cruzar, si quiere aún alcanzar las promesas del otro lado. Al primer diagnóstico que tenía que cruzar el río, tembló y perdió su aplomo y sosiego. Se tambaleó y sus rodillas chocaban la una contra la otra. El miedo lo colmó de preocupación, le llegaba la hora para la cual se había preparado toda la vida. Lo llamaba Dios. A Cristiano se le dijo que la muerte era parte de su salvación, venía con ella, entonces no podía ser una experiencia mala sino buena, que se dulcificaría según se bebiera. ¡Oh torna, amado Señor, lo amargo en dulce!
Vive una experiencia individual que tiene que gustar, sólo acompañado por su vida espiritual; los otros se hallan lejanos, médicos, enfermeras, familiares y amigos; aun la misma cama y la almohada son cuerpos distantes cuando la ciencia deja escapar entre sus dedos la fe. Espectadores. 

Ningún ángel le ayudó. Todos lo esperaban en la orilla opuesta. Los que le acompañaron a través de toda su vida y ejercieron la providencia para él, se quedaron al otro lado del río esperando que cruzara. Si puedes mirar con tu alma ahora, Cristiano, toma el lente de la fe, ponlo en tus ojos y mira al otro lado. No hay nadie serio, todos te sonríen, están pendiente de tu arribo allí, tienen arpas en sus manos, listos para cantar un inmenso hosanna cuando pongas un pie donde se hallan. Sonríe tú también porque mejor es el fin de un negocio que su principio (Eclesiastés 7: 8).

Hay una virtud divina que acompaña a Cristiano y evitó que las aguas lo anegaran, fue su esperanza. El y Esperanza. Nadie más. Era todo lo que necesitaba para sentir en ese momento a su grandioso Dios, la convicción de lo que no se ve (Hebreos 11: 1), la felicidad del triunfo y la seguridad del heraldo que es más que vencedor. Lo sostuvo en brazos cuando se hundía,  lo mantuvo a flote, y le dijo: “he tocado el suelo y es bueno”, y ella fue la que le trajo a la memoria los consoladores textos bíblicos que lo animaron para pasar con mejor espíritu. Oh Esperanza no nos dejes, únete a nuestra fe y sostennos.

Es importante profundizar en fe la esperanza cristiana, o mejor aún, llenar en el curso de la vida, la fe con esperanza celestial, y no avergonzarse de ella en este siglo secularizado y ateo (Romanos 5: 5), elevarla hasta el cielo, afirmarla fuerte y  únicamente en la persona de Cristo (Colosenses 1: 27). Creer todas las palabras de Dios, desde ahora y hasta entonces. Oh que regocijo es pensar en Jesús como nuestro precursor, que no viajamos hacia la nada, hacia un no sé abajo, sino hacia arriba, hacia donde se encuentra él, en el cual habita corporalmente la plenitud de la Deidad. Amén.

A Cristiano lo asustó la  profundidad de su muerte, nunca imaginó que expiraría en aquella forma tan honda, se había imaginado que un carro de fuego lo recogería, como al profeta Elías, en una ribera y lo alzaría al cielo dejando en el acto todo atrás. Y eso no había sucedido, había llegado a pie hasta allí, no podría volar antes de pasar aquella senda porque todo lo celestial estaba ahora aquí, a la altura de su defunción. Tenía su esperanza puesta enfrente suyo (Hebreos 6: 18), y la forma de partir de otros no era la suya. Su copa era su copa, fabricada por el Señor para él y su modo de ir, Él lo había escogido.  Su esperanza lo confortó con estas palabras del Espíritu, como si le fuera “abriendo las Escrituras”. “Ten ánimo, Jesucristo te sana” “Cuando pase por las aguas estas no te anegarán”.
Desde ese momento en adelante habiendo tomado ánimo su fe el río fue menos profundo, es decir la muerte se hizo menos terrible. Y la fue sorbiendo con deleite, y en victoria. Hasta se le hizo una experiencia maravillosa, flotaba en éxtasis, y diría: “entrégate alma mía, no temas, que ella es honda pero tu esperanza es más, tocarás el fondo pero es sólido, pasarás, ahí no se acaba tu vida sino empieza.”
Sus sentimientos al entrar en contacto con la muerte fueron:


“Decidiéronse, pues, a entrar en el agua; mas apenas lo habían hecho, empezó Cristiano a sumergirse, exclamando a su buen amigo Esperanza: ‑‑Me anego en las aguas profundas, todas sus ondas y sus olas pasan sobre mí‑. Esperanza contestó: ‑Ten buen ánimo, hermano; siento el fondo y es bueno‑. Entonces dijo Cristiano: ‑‑¡Ah!, amigo mío, hanme rodeado los dolores de la muerte, y no veré la tierra que mana leche y miel‑. Y en esto cayó sobre Cristiano una grande oscuridad y horror, de tal manera, que no podía ver lo que estaba delante. Perdió también sus sentidos en gran parte, de modo que no podía acordarse ni hablar cuerdamente de ninguno de los dulces refrigerios que había encontrado en su camino. Todas las palabras que pronunciaba daban a entender que tenía horror de corazón y temores de morir en ese río, y nunca tener entrada por la puerta de la ciudad celeste. Los circunstantes observaban también que tenía pensamientos muy molestos de los pecados que había cometido, tanto antes como después de hacerse peregrino. Se observó que estaba molestado, además, por las apariciones y fantasmas y espíritus malos, ‑pues de vez en cuando lo indicaban sus palabras.


"Mucho trabajo, pues, costaba a Esperanza conservar la cabeza de su hermano por encima del agua; algunas veces se le sumergía enteramente, después de lo cual salía casi medio muerto; trataba de consolarle, hablándole de la puerta y de los que en ella le estaban esperando; pero la respuesta de Cristiano era: ‑Es a ti a quien esperan; has sido siempre Esperanza todo el tiempo que te he conocido; ¡ah!, de seguro que si yo fuera acepto a El, ahora se levantaría para ayudarme; pero por mis pecados me ha traído al lazo y me ha abandonado en él. ‑Nunca‑‑‑contestó Esperanza‑”.


Nunca, puedes gritar ¡nunca, nunca! el Señor te abandonará. El permanece fiel, no puede negarse a sí mismo. Si te ha mandado a llamar no se retirará para no recibirte, se acercará al mismo borde por donde saldrás, minuto a minuto mirará tu cruce, estará atento a tu pulso, y vivirá a su lado cada noche y día que le tome el cruce al moribundo, y cuando exhale su postrer aliento extenderá su mano y recogerá su espíritu. 

Aunque Esperanza lo sustentaba con la Biblia, su alma estaba como convulsionada y la invadían remordimientos al recordar sus antiguos pecados pensando que aquella forma de morir se debía a que Dios lo había abandonado. Su esperanza lo sacó de ese lamentable mal entendido. En este momento hubiera sido bueno que recordara la propiciación con sangre y se dijera: “No estoy pasando a la tristeza sino al gozo del Señor, el libro de la vida está en su mano y mi nombre en la primera línea para darme la bienvenida ¡cómo “siervo fiel!”.

Observa que los demonios suelen escurrirse dentro de la experiencia final de un cristiano y pueden ser los autores de sus terrores y malos recuerdos. Allí estaban, no para atrapar su alma al salir del cuerpo sino para hacerle perder la fe ante los circundantes. Sacarle un último mal testimonio.
Dios no lo abandonó y según pasaban los días de su gravedad la intensidad por el cielo aumentaba.


“Según iban caminando por ese país, tenían mucho más regocijo que en las partes más remotas del reino a que se dirigían, y cuanto más se acercaban a la ciudad, tanto más magnífica y perfecta era la vista que se les presentaba. Estaba edificada de perlas y piedras preciosas; sus calles estaban empedradas de oro; así que, a causa del brillo natural de la ciudad y del reflejo de los rayos del sol, púsose enfermo de deseos Cristiano. Esperanza sintió también uno o dos ataques de la misma enfermedad, por lo cual tuvieron que reclinarse allí un poco, exclamando en medio de su ansiedad: "Si hallareis a mi amado, hacedle saber cómo de amor estoy enfermo.‑ Mas, fortalecidos un poco y hechos capaces de sobrellevar su enfermedad, prosiguieron su camino, acercándose cada vez más y más hacia donde había viñedos frondosos y deliciosísimos jardines, cuyas puertas daban sobre el camino. Encontraron al jardinero, y dirigiéndose a él, preguntaron: ‑¿De quién son estos viñedos y jardines tan hermosos?‑ Contestóles: ‑Son del Rey, y se han plantado aquí para su deleite y para solaz de los peregrinos‑. Y les hizo entrar en los viñedos; les mandó refrescarse con lo más regalado de sus frutos; les mostró también  los paseos y cenadores donde el Rey se deleitaba, y, por último, los invitó a detenerse y a dormir allí.”


Se enfermó de amor, anhelaba el clímax, el “fatal desenlace”, que no tenía nada de fatal, el dolor se había transformado en una fiesta y era más grande la recepción que la despedida. Deseaba concluir, no para deshacerse del sufrimiento, ni para dejarlo todo atrás sino para poseer aquello que ahora miraba con más esplendor y era muchísimo mejor, una ganancia. Se moría el Cristiano Peregrino.
No tanto físicamente sino de ganas de llegar y de amor por estar con Cristo, y aumentaban los deseos de partir  porque mientras moría sentía que vivía y cuando salía entraba, se abandonaba y llegaba. Y la eternidad lo bañaba de agua fresca, y cada gota tenía el rocío de su juventud, y la espuma del cielo era blanca, y la ola lo transportaba, la corriente tenía dos brazos y lo subía al que también le extendía los suyos para recibirlos.  No caía en ningún vacío, los dos mundos se tocaban y la muerte tenía un puente que los unía a ambos, hecho con la madera de la cruz por donde pasaban victoriosos los pies de la fe y la esperanza.  Ya no quería recobrar la salud sino morir para vivir, perderlo todo para recibirlo todo.

Comentarios

  1. lindo, muy lindo!

    Este John Bunyan estuvo realmente inspirado al escribir su libro.

    Saludos!

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  2. Viviana, te agradezco que hayas comentado algo; que escribieras un par de inmerecidos lindo, y sobre todo el esfuerzo de leer en una computadora una entrada tan extensa.
    Bendiciones de lo alto.

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  3. ya tendré un IPAD para leerlo mas "comodamente" jajaja ...

    El computador a veces se usa para ver superficialidades y uno puede estar "pegado" viendo leseras un buen par de horas. Mejor es dedicar ese tiempo en leer artículos que nos aprovechen. Y este blog es uno de los que vale la pena leer.

    Bendiciones y por favor no se canse de escribir!

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  4. Viviana, gracias por recomendarme continuar
    escribiendo, y decir que mi pequeño blog puede ser visitado.

    Tú sabes animar. Bendiciones para ti y para todos los chilenos.

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