Un tipo llamado Obstinado
Esta es la historia de dos personas, cuento la de una, su nombre es Obstinado, y en la entrada siguiente la del otro, llamado Flexible. Aquí va.
Historia de Obstinado
El nombre de uno era Obstinado y el del otro, Flexible. Obstinado, que era una característica de todo los que vivían el al Ciudad Destrucción, de donde se marchaba Cristiano, se opuso con toda la fuerza de su carácter a que se fuera, y además tampoco salió en peregrinación. Este hombre era un individuo verdaderamente terco y sacaba toda su resistencia de su escepticismo. Era el típico ejemplar de un señor de este siglo.
No salía de su asombro al ver que Cristiano “dejara todo el mundo” para conseguir cosas que nunca había visto y que sólo conocía por referencia, porque había leído sobre ellas; le parecía verdaderamente una falta de sentido común desprenderse de tanto, de lo real, para recibir, según pensaba, lo posible, de lo cual no había seguridad sino la mención que se hacía en un libro cuyo volumen Cristiano llevaba en su mano. Era uno de los descendientes de la raza de los ateos que poblaban aquella región.
El señor Obstinado estaba cerrado hacia todas esas bellezas futuras; las llamadas por los incrédulos, mitos y quimeras de Dios. No se espantó al conocer los terrores del siglo venidero, y caprichoso como era, sin poder persuadir a Cristiano que volviese sobre sus pasos, echó a andar hacia atrás, hacia la Ciudad de Destrucción, convencido en su propia mente que no era un individuo fanático como los dos que acababan de marcharse.
Esta es la historia sobre lo que ocurrió ese maravilloso día cuando Cristiano abandonó la ciudad de la condenación. El inolvidable día de su conversión a Cristo.
“A las voces acudieron también los vecinos. Unos se burlaban de verle correr; otros le amenazaban, y muchos le daban voces para que volviese. Dos de ellos, Obstinado, Flexible, pretendieron alcanzarle para obligarle a retroceder, y aunque era ya mucha la distancia que los separaba, no pararon hasta que le dieron alcance. ‑Vecinos míos‑les dijo el fugitivo‑‑‑, ¿a qué habéis venido? ‑A persuadirte a volver con nosotros‑dijeron. ‑imposible ‑‑contestó él‑; la ciudad donde moráis y donde yo también he nacido, es la Ciudad de Destrucción; me consta que es así, y los que en ella moran, más tarde o más temprano, se hundirán más bajo que el sepulcro, en un lugar que arde con fuego y azufre. Ea, pues, vecinos, ánimo y venid conmigo”.
El esfuerzo que hicieron para hacer volver a Cristiano fue infructuoso, porque su decisión era firme cuando les dijo: “he puesto la mano en el arado”; y eso significaba mucho, “no miraré atrás, jamás, lo que oí y supe no me permite vivir como ustedes. Vamos conmigo o adiós”. Y se marchó, “como viendo lo invisible”.
Regocíjate al contemplar la incipiente seguridad de su esperanza con la que Cristiano les habla del “juicio venidero”; que la ciudad donde viven será abatida, bajarán todos a lo profundo del Sheol (infierno) y serán salados con fuego. “Creyó, por lo cual habló”. No vacila en evangelizarlos, y a los que salieron para hacerlo volver los insta a que le acompañen. Su conversión está llena de fe en las cosas futuras. Huye de como viven los de su casa, padre, madre, hijos, esposa, y se va lejos a donde está Cristo. Habla y cree las cosas que son del Espíritu. Su esperanza cristiana nace juntamente con su fuga. Su conversión a Cristo es una huida del “vengador de la sangre”, a la Ciudad de Refugio que es Jesús.
Entremos de lleno en la conversación que tuvieron Cristiano, Obstinado y Flexible.
“Obstinado.‑Pero, ¿y hemos de dejar nuestros amigos y todas nuestras comodidades?
Crist.‑Sí, porque todo lo que tengáis que abandonar es nada al lado de lo que yo busco gozar. Si me acompañáis, también vosotros gozaréis conmigo, porque allí hay cabida para todos. Vamos, pues, y por vosotros mismos os informaréis de la verdad de cuanto os digo.
Obst.‑¿ Pues, qué cosas son esas que tú buscas, por las cuales lo dejas todo?
Crist.‑Busco una herencia incorruptible, que no puede contaminarse ni marchitarse, reservada con seguridad en el cielo, para ser dada a su tiempo a los que la buscan con diligencia. Esto dice mi libro, leedlo si gustáis, y os convenceréis de la verdad.
Obst.‑Necedades. Déjanos de tal libro, ¿Quieres o no volver con nosotros?
Crist.‑¡Oh!, nunca, nunca. He puesto ya mi mano al arado.
Obst.‑Vayámonos, pues, vecino Flexible, y abandonémosle. Hay una clase de gentes, toritos como éste, que cuando se les mete una cosa en la cabeza, se creen más sabios que los siete famosos de Grecia.
Flex.‑Nada de improperios, amigo, ¿Quién sabe si será verdad lo que Cristiano dice? Y entonces vale mucho más lo que él busca que todo lo que nosotros poseemos; me voy inclinando a seguirle.
Obst‑‑‑¡Cómo! ¿Más necios aun? No seas loco, y vuélvete conmigo. ¡Sabe Dios adónde te llevará ese mentecato! Vayámonos, no seas tonto.
Crist.‑No hagas caso, amigo Flexible; acompáñame y tendrás no sólo cuanto te he dicho, sino muchas cosas más. Si a mí no me crees, lee este libro, que está sellado con la sangre del que lo compuso.
Flex.‑Amigo Obstinado, estoy decidido; voy a seguir a este hombre y unir mi suerte con la suya. Pero (dirigiéndose a Cristiano), ¿sabes tú el camino que nos ha de llevar al lugar que deseamos?
Crist.‑Me ha dado la dirección un hombre llamado “Evangelista" ; debemos ir en busca de la puerta angosta que está más adelante, y en ella se nos darán informes sobre nuestro camino.
Flex.‑Adelante, pues; marchemos.
Y emprendieron juntos la marcha. Obstinado se volvió solo a la ciudad, lamentándose del fanatismo de sus dos vecinos. Estos continuaron su camino, hablando amistosamente de la necia terquedad de Obstinado, que no había podido sentir el poder y terrores de lo invisible, y la grandeza de las cosas que esperaban: ‑Las concibo‑‑decía Cristiano‑; pero no hallo palabras bastantes para explicarlas. Abramos el libro y leámoslas en él.
Flex.‑Pero, ¿y tienes convencimiento de que sea verdad lo que el libro dice?
Crist.‑Sí, porque lo ha compuesto Aquel que ni puede engañarse ni engañarnos.
Flex.‑Léeme, pues.
Crist.‑Se nos dará la posesión de un reino que no tendrá fin, y se nos dotará de vida eterna para que podamos poseerle para siempre. Se nos darán coronas de gloria y unas vestiduras resplandecientes como el sol en el firmamento. Allí no habrá llanto ni dolor...”
Cristiano obró distinto, no fue a pedirles permiso para creer en Cristo. Se marchó sin ellos. Y continuaron su camino, charlando y animándose con las promesas que iban leyendo en el Libro.
Cristiano vuelve a esgrimir la espada de su esperanza futura para no regresar, aunque las invitaciones para cometer apostasía crecían. Sobresale en la narración de Cristiano su ingenua fe. No tiene otra razón para explicar su confesión cristiana que su salvación, a la luz de su creencia en eventos finales. Ni siquiera en presencia de Obstinado cambia su razón. Se encuentra con la incredulidad, con la burla, y siempre dice lo mismo: “Yo creo que el mundo se va a acabar, la ira de Dios está sobre él y el que quiera escapar tiene que abandonarlo”. Cuando le preguntan sobre qué basa su seguridad invariablemente cita el Libro que tiene en su mano y del cual toma su esperanza.
Cuando Flexible le dice que si está seguro que el libro diga la verdad, él afirma que lo compuso Dios que no puede mentir. No es un Libro como otro cualquiera. Los varones que lo escribieron estaban inspirados por el mismo Dios y es como si él con su puño y letra lo hubiera hecho. En una palabra, les dice: “La Biblia es la verdad, no hay en ella errores ni mentiras”. Sólo le importa que ella lo dijera y él lo cree. Cualquiera otra evidencia externa no le daría seguridad a su alma. Su único cuidado es interpretar correctamente el Libro.
La fe de Cristiano es bibliocéntrica; sus raíces entran en ese libro y crece sobre él. No se avergüenza ni un momento en mostrar ese fundamento, y dice bellamente que su Libro está sellado con la sangre de quien lo compuso. Es decir, Jesucristo ha dado testimonio con su palabra, con sus obras, con su muerte y resurrección que estamos en la Escritura correcta, que es ese libro y no los otros que tienen otras religiones, el libro de Dios.
Jesucristo lo creía, probó que todo era verdad, desde una tapa a la otra. No desautorizó ninguna de sus historias como leyendas o mitos. Sus palabras confirman el Libro. Buscar otro argumento para afirmar la veracidad de la Escritura le parecía impropio y degradante, dado que tenía esos tan superiores y sólidos.
Con tal certidumbre escritural invitó al incrédulo Obstinado a que lo leyera, pensando que llegaría a creerlo como él. No hay otro libro para ofrecer a los ignorantes y los que no creen. Si lo que se quiere es salvarlos no hay más argumentos que los sacados de la Palabra de Dios. No hay mejor libro para evidencias espirituales ni para evangelizar a los pecadores.
¿No era eso Obstinado? A él también le predicó la veracidad del Libro, no con pruebas ajenas a él, sino para que lo escudriñara y por sí mismo se convenciera leyéndolo, porque la fe viene por oír la Palabra de Dios.
Finalmente Obstinado se marchó a su familia y a sus pecados, y Flexible por un tiempo continuó a su lado.
Humberto:
ResponderEliminarEra uno de los descendientes de la raza de los ateos que poblaban aquella región.
lol, una raza muy fértil... :D
Hum:
Crist.‑Sí, porque todo lo que tengáis que abandonar es nada al lado de lo que yo busco gozar.
Esta parte no me gusta.
No dejamos de hacer el Mal por "las maravillas paradisíacas" que nos esperan, dejamos de hacer el Mal porque se nos da ojos para ver que es el Mal... y lo aborrecemos.
Recuerdo que el libro empieza con Cristiano aterrado por la Ira futura.
Bien, pero no creo que eso describa el Camino a Dios...
:\
Renton, es cierto lo que dices que el entusiasmo por la vida eterna, y por los gozos celestiales, sin aborrecimiento por el pecado es una pura quimera. Es fundamental el aborrecimiento por el pecado por lo que el pecado es en sí mismo. Aunque, mi hermano, tú aún eres joven y cuando envejezcas y te des cuenta que vas saliendo de este mundo, las cosas que te esperan cobrarán mayor importancia para tu fe.
ResponderEliminarAbrazos.
Yo pienso que sin una esperanza futura de redención completa del cuerpo corrupto no estaría completo el evangelio, porque Jesús murió, pero tambien resucitó en un cuerpo glorioso y esa es nuestra esperanza. La resurrección de Cristo es nuestra mayor esperanza de que algún día nosotros seremos como él y le veremos tal como El es.
ResponderEliminarSaludos!
Correcto Viviana, la palabra “salvación” en su sentido completo de recepción es equivalente a resurrección con un cuerpo glorioso semejante al de Jesús. Salvación de la muerte eterna, que es en cuerpo y espíritu en el infierno. Quizás el anhelo más grande de todo hombre, y mujer, es volver a vivir.
ResponderEliminar