Mis cadáveres amigos


“Viene la hora y ahora es cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios y los que la oyeren vivirán, porque como el Padre tiene vida en sí mismo así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo” (Jn.5:25-26).


Eso es una gran noticia y yo sé que es muy cierta porque soy testigo que sobre mi alma se han cumplido esas palabras. ¡Los muertos adquiriendo vida! ¡Mirar por doquier y ver gente resucitada! ¡Almas que ahora están insensibles al evangelio, muertos para Dios y para lo espiritual, pero que por el poder del Salvador, Autor de la Vida estarán vivos en Cristo para Dios! Esta gran verdad salida de los labios del Señor tiene que animarme mucho hoy. Los muertos no pueden oír mi voz, pero sí la suya, yo no tengo vida que comunicar a personas que están mil veces muertas, en sus mentes, en sus sentimientos hacia el Señor, en su voluntad; pero Jesús no dijo que Dios me ha concedido a mí el tener vida en mí mismo sino a él.

Es Cristo el que obrará la resurrección de esos muertos, es él quien hará que los oídos de ellos putrefactos con las melodías de este mundo sean sanados y oigan con celestial embeleso las notas celestiales de su evangelio, es él quien tiene que curar sus corazones enamorados de la Jerusalén terrenal para que busquen la Celestial, para que sientan el querer como el hacer, se deleiten en su voluntad,  y dejen sus tumbas.

Veo la muerte avanzar y me asombra que avance sobre los que han dicho estar vivos y comienzan a dar señales que aquello que una vez era  primaveral ahora empieza a marchitarse, de modo que en poco tiempo lo que está vivo será sepultado debajo del polvo de este siglo. Oh, me pondré hoy como Moisés, “entre los muertos y los vivos” para que cese la mortandad (Núm. 16:18).

Lo que yo tengo son palabras de esta vida (Hch.5:20). Jesús dijo: “Viene la hora y ahora es”. No ha pasado, estoy en ella, quizás estas palabras que tengo sean usadas por Jesús para trasmitirle la vida a algún muerto de estos alrededores. No las callaré después de saberlo. Si tengo que repetírmelas mil veces hasta creerlas lo haré, “la hora es” “la hora es”, ya es la hora, ha llegado el momento que esperaba. Me presentaré “como vivo de entre los muertos” y mostraré a mis cadáveres amigos en esta ciudad, que los miembros de mi cuerpo han sido ofrecidos a Dios “como instrumentos de justicia” (Ro. 6:13).

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