En la historia se parecen más a los malos que a los buenos

LUCAS 11:47-54 
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LA TIERRA MAS HERMOSA QUE OJOS HUMANOS HAN VISTO
47¡Ay de vosotros, que edificáis los sepulcros de los profetas a quienes mataron vuestros padres! 48 De modo que sois testigos y consentidores de los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, y vosotros edificáis sus sepulcros. 49 Por eso la sabiduría de Dios también dijo: Les enviaré profetas y apóstoles; y de ellos, a unos matarán y a otros perseguirán, 50 para que se demande de esta generación la sangre de todos los profetas que se ha derramado desde la fundación del mundo, 51 desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo; sí, os digo que será demandada de esta generación. 52 ¡Ay de vosotros, intérpretes de la ley! porque habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.53 Diciéndoles él estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a estrecharle en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas; 54 acechándole, y procurando cazar alguna palabra de su boca para acusarle”.

Jesús no se creía eso, que porque edificaran monumentos en honor de los profetas eran distintos a sus ancestros; les dijo que a él no lo engañaban, que eran iguales, y lo que estaban haciendo era aprovechándose de la historia de los grandes del pasado como si tuvieran algo en común con ellos. Aquellos eran héroes y ellos unos mezquinos mediocres que robaban los nombres de los paladines muertos porque no tenían ninguno ni podrían llegar a tenerlo. A los muertos no les hacían falta los monumentos que les levantaban porque ya la historia los había recogido en sus páginas eternas y no necesitaban de las honras y los mentirosos discursos de ellos. Por las ideas que aquellos murieron, si las predicaran hoy, les harían lo mismo, los perseguirían y los matarían, porque la gente inteligente no se deja engañar por esos robadores de tumbas y saben que sus ambiciones y proclamas son distintas a los credos por los que aquellos dieron sus vidas.
Las réplicas de aquellos profetas y predicadores las enviará Dios, y harán lo mismo con esos nuevos mensajeros suyos como lo hicieron con los del pasado, oponérseles, perseguirlos con manos de hierro, quemarlos con sus libros y después de muertos justificar la barbarie difamando a los que vencidos todavía valen más que ellos.
Pero aquella generación, él les advirtió, había colmado la copa de la paciencia de Dios, y su ira acumulada en otras generaciones, al fin estallaría sobre ella. Y fue así, en el año setenta el general Tito tomó a Jerusalén y destruyó el templo, no quedó piedra sobre piedra en él, y dejó más de un millón de judíos muertos. Por eso Jesús se lamentaba de que la historia de la nación como estado civil terminará así. No se señalan los otros pecados que podría haber mencionado como el robo, el pillaje, la deslealtad, infidelidad o incredulidad, sino la violencia en su peor forma, contra los profetas, los predicadores del evangelio; y por ese continuo y prolongado abuso contra ellos, cuya sangre es preciosa ante los ojos divinos, serían ellos los últimos judíos que cometerían esas atrocidades. Serian castigados severamente de modo que no lo olvidarían jamás.
Los escribas saltaron de inmediato, y el Señor les dijo que no se hicieran los inocentes, que ellos con sus glosas impedían que el pueblo pudiera leer y entender la salvación en la Escritura, de modo que el conocimiento que necesitaban para crear en ellos la fe, les era imposible obtenerlo y  lo que por los comentarios aprendían no les servía para nada a no ser para quejarse del fastidio que les resultaba la práctica de esas extensiones de la religión. Esa es la forma de entender lo que quiere decir que guardaban la llave del conocimiento en sus bolsillos, que con exposiciones equivocadas, no le abrían la puerta de la salvación a nadie por más que los vieran forcejear en la entrada, es decir intentando cumplir lo que decían.

Desde ese momento los escribas dejaron de fingirse fieles a la palabra de Dios, se unieron a los fariseos y en vez de ser oyentes que venían para instrucción, miraban hacia otra parte, viendo si cazaban alguna palabra que pudieran doblarle el significado e inventarle una acusación, porque les había dicho que en la historia de la nación ellos se parecían más a los malos que a los buenos. Más a los engañadores que a los héroes. Cualquier semejanza que se halle en Latinoamérica o Europa, en la Iglesia o en los Estados, no es coincidencia, ni es un milagro, porque ayer como hoy nacen y no se extirpan fácilmente esos engañabobos.

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