Oración navideña por otras denominaciones cristianas

Mateo 2:2,3
"¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle. Oyendo esto el rey Herodes se turbó, y toda Jerusalén con él".  

Jerusalén se conmovió por miedo a la violenta reacción del rey. En cuanto a los magos, ¿adorarle? Quizás pagarle respetos, un homenaje como a un rey excelente, no como a Dios o Salvador. Esa es la forma más simple de reverenciarlo, con un conocimiento mínimo.
Pudiéramos orar por condescendencia, Señor, ayúdame a amar a mis hermanos los de mi congregación que no te adoran con la consagración ni con el conocimiento que yo tengo, que no los tenga en menos ni los clasifique como inferiores. Ayúdame a gozarme con los de otras iglesias que no son la mía, dentro de las cuales quizás no hay el conocimiento que nosotros tenemos y tal vez te reverencian de algún modo particular no acostumbrado ni aceptable para mí. También que yo acepte la adoración de aquellos que no son de mi denominación pero te adoran, y pudiera ser que tampoco con toda la teología que yo he aprendido, pero te pagan respetos a ti. Incluso, Señor, que yo pueda gozarme con los que te adoran por motivos personales y hasta por malos motivos porque, ¿no logró llegar hasta ese punto el apóstol Pablo? (Flp.1:15-18). En tiempo de navidad es bueno depurar nuestro cristianismo de discriminación, de sectarismos, de acepción de personas y adornarlo con una amable condescendencia hacia los otros hermanos que se acercan como nosotros hasta nuestro Jesús. Si ellos hacen la obra, pero no andan con nosotros y no son de nuestro modo de sentir o pensar, lo lamentamos, quisiéramos que no fuera de ese modo y que el cuerpo del Señor no estuviera tan dividido, pero ya que así pasa, no lo desgarremos más con sentimientos y posiciones intransigentemente férreas.

Permitámosle, como el Señor, que continúen estando por separados y por sus rumbos, hacer lo mismo que nosotros hacemos, combatir el mal en otro frente, aunque no nos podamos poner de acuerdo y tener comunión (Luc.9:49,50). ¿No podré llamar a estos magos "hermanos"? De veras que es algo raro que un grupo de personas vayan hasta el Señor sin tocar la Escritura, simplemente guiados por una luz que ellos llamaban estrella; aunque quizás pudieron haber estado en contacto con ella en Babilonia; sin embargo hubiéramos preferido que por medio de los documentos sagrados y orientados por Miqueas hubieran arribado a Jerusalén, pero si así llegaron, ¿ahora los enviamos de vuelta al Oriente por no venir por donde debían? Quizás cuando se tornen se lleven algún libro sagrado y allá lo estudien más. No, hermano, el corazón de Dios es grande y se goza con todo el que reverencia a Jesús, aunque lo haga con un conocimiento mínimo.

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