Nueve meses después de la conversión




 Jeremías 34:8-16
“Obedecieron y los dejaron pero luego se arrepintieron”.


Esta obediencia de que los amos dejaran por ley libre a sus esclavos hubiera traído misericordia de Dios, pero obedecieron por un tiempo sin “considerar los gastos” y luego con la práctica se retractaron dándose cuenta lo que habían perdido, extrañándolo y corriendo a regresarlo. Como dice esta versión, se convirtieron y luego se arrepintieron de tal conversión, hicieron lo bueno y luego les pesó, destruyeron y volvieron a edificar haciéndose transgresores (Ga.2:18), regresaron al vómito (2Pe. 2:22).
¿Qué fue aquella “conversión”? No fue válida porque restauró el mal que había dejado. Eso es evidente. ¿Fue fingida? No creo. Tendrían sus reparos pero el entusiasmo de hacerse notables y cumplir lo que era una ley de Dios, hizo que dijeran amén a la iniciativa pero pasado un poco de tiempo miraron atrás, reflexionaron, y recolocaron las cosas como habían estado. La sinceridad es válida pero la limita el conocimiento propio.
¿Qué confianza se puede tener, me pregunto yo, en la conversión de un pecador, en el “testimonio” verbal que da de su conversión? El factor tiempo es importante y cómo su fe convive con la providencia de Dios y maneja sus circunstancias reconociéndola, aceptándola, bendiciéndola y glorificando a Dios y su Palabra. Muy pronto no se puede declarar y menos informar de su conversión, porque hay que esperar que su decisión de frutos y entonces por ellos juzgar la autenticidad del árbol, la raíz que lo sustenta, y la calidad de la semilla que se sembró. Estos esclavistas de los cuales habla Jeremías no quisieron aplicar la palabra de Dios a sus economías y sistema político de esclavitud. Cuando la palabra de Dios pasó de ser una experiencia emocional interna a constituirse en una obediencia civil, se negaron, y tropezaron en ella (Mr.4:17). Y dijeron adiós al buen paso que habían dado.
Volver de un numeroso culto con la cara sonriente y un papel en la mano con los nombres y números de los que han levantado sus manos recibiendo a Cristo, o que han acudido al frente  del púlpito, llorosos y con la cabeza caída sobre el pecho, es ir demasiado aprisa para llamarlos convertidos a Cristo y salvos. Y peor aún si esa decisión ha sido inducida por un predicador ávido de esas anotaciones ya que hacen más atractivo su currículo para la fama como un evangelista brillante. Esperemos, señores, hasta ver cómo se conduce esa conversión cuando entre en la política, los derechos civiles, la clase de vida de otros y el bolsillo. La iglesia apostólica bautizaba pronto pero la post apostólica prefirió tomarse un tiempo. Aun Pablo dijo “hasta que sea formado Cristo” en sus corazones y los encargados de eso hayan sufrido al menos un dolorcillo de parto (Ga.4:19), o sea nueve meses.

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