Por qué pasó aquello


Pedro empezó a reconvenirle. Jesús le dijo me eres tropiezo porque no pones la mira en las cosas de Dios sino en la de los hombres (Mt.16:23).

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La vida te sorprende y oyes cosas que te sobrepasan y exclamas: ¿Por qué Señor? O, en ninguna manera esto acontezca o esto te acontezca. Pensamos que humanamente es lo mejor. El Señor aprobó para sí su cruz. Viendo las cosas ya con veinte siglos de diferencia, ¿qué hubiera sido mejor, que “en ninguna manera” aquello hubiera acontecido o que sí ocurriera como pasó? Pedro miraba las cosas como hombre, con toda la limitación que la vista humana conlleva.

Y ¿quién podrá aprobar alguna división de su cuerpo, la muerte espiritual o física de alguno de sus miembros, la disminución poco a poco de su membresía? ¿Quién podrá aprobar sin reservas la apostasía de un líder importante? ¿O la partida hacia la eternidad de algún instrumento útil y ventajoso? ¿O la muerte por pestilencia de algún niño querido? En todas esas cosas desgarradoras el corazón se encoge, los ojos se llenan de lágrimas y quisiéramos al Señor reconvenirle, “no Señor, ten compasión de ti”. “No Señor, ten compasión de sus padres”. “No Señor, ten compasión del pastor que tanto se ha esforzado”.

¿No es eso, hombres, poner la mira en las cosas de los humanos y no en las de Dios? ¿Quién gobierna el mundo, tú o Dios? ¿De quién habla la doctrina de la providencia, de ti, de él, de mí, o de Jehová? El Señor se volvió y reprendió a Pedro y le dijo que aquellos sentimientos suyos humanos eran usados por el mismo satanás para que se dejara de cumplir el plan divino. Y quiso apartar a su querido apóstol de su persona. Los sentimientos humanos pueden estar equivocados, por muy tiernos que parezcan; y si entran en conflicto con la voluntad divina el diablo los maneja contra Cristo. Aprende apóstol a obedecer al Señor en cualquier desgracia que veas o te envuelva y espera al futuro para comprender por qué aquello pasó.


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