Un rincón para orar, una Biblia, un himnario y un par de horas


1 Samuel 28: 3-7
“Y Saúl había arrojado de la tierra a los encantadores y adivinos. Y consultó Saúl a Jehová; pero Jehová no le respondió ni por sueños, ni por Urim, ni por profetas”. 

¿Qué propósito tuvo entonces para limpiar la tierra de adivinos y hechiceros? Eso no pudo ser llamado una reforma espiritual porque no la siguió una campaña de instrucción teológica, fue más bien una medida política por causa de Samuel. Pero no se puede confiar mucho en las reformas políticas favorables a la iglesia; para que permanezcan deben ser seguidas por una gran actividad bíblica por parte de ella. Mira a un hombre que combate un pecado que no odia, que se pone sin convicciones al lado de una causa justa. Dime, tú qué combates el pecado ¿lo aborreces? Tú qué has destruido el mal ¿volverás a edificarlo? (Ga. 2: 18). 

Señor, danos gracia para aborrecer el mal que combatimos y no vuelva nuestra alma nunca más al vómito que echó; cambia nuestra naturaleza. Son los santos genuinos los que combaten bien el pecado; el principio de santidad es el inicio de la evangelización; tenemos que comenzar con este consejo, "médico cúrate a ti mismo"; el inicio de la preparación para evangelizar es la santificación propia no la preparación académica; más que un "taller" de entrenamiento lo que necesitamos es un rincón para orar, una Biblia, un himnario y un par de horas. ¿Cómo podemos darle muerte, como se nos pide, a lo que amamos? Siempre hallaremos razones, como Saúl, para dejarlo vivo (1 Sa. 15: 14; Col. 3: 5). Cuando Jesús escogió a sus discípulos les exigió primero que estuvieran a su lado y del calor, del celo, del Espíritu suyo, tomaran y salieran a predicar. Nunca envió a ninguno que no viviera cerca de él (Mr. 3: 14).

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