Soñando con nuestra historia

 “En paz me acostaré y asimismo dormiré porque solo tú Jehová me haces vivir confiado” (Sal.4:8).

No teme  al terror nocturno y a que Jael le clave su estaca en la sien, porque Jehová le cuida. Después de orar se ha acostado en paz. El cansancio y la noche negra propician que pertinentes duendes  invadan el corazón y adormezcan con extraño artificio la razón, e incendien con llameantes teas todas las pasiones que encuentren a su paso, inflamando la imaginación. Y subyugada la razón por esa descomunal fuerza síquica oculta,  pierde el dormido el control ético de la mente que se llena en un instante de demonios embrujados que registran el interior para sacar de los depósitos más recónditos toda la basura que encuentren.

Dicen los sicólogos que soñamos lo que somos y que así son nuestros instintos. Eso es parte de la verdad, así es nuestra naturaleza adámica, voluptuosa y depravada, pero no el hombre nuevo creado por Dios, que lamenta esas extravagancias y se arrepiente de aquella fantasía sin control.

Tampoco es verdad que todo sea el lenguaje de deseos reprimidos porque algunos nunca  han sido deseos del durmiente sino imágenes absurdas, retazos incoherentes sin sentido, que tiene que ver más con delirios y horrores que con apetitos, macabras pesadillas elaboradas con pánicos de la vida real. En el lenguaje de  Dostoievsky, por boca de Raskolnikov, asegura que su alma ya no es puerca porque se dispone a ir besando arrepentido la tierra en su camino a Siberia. Y nosotros hemos subido al calvario besando la tierra de la Vía Dolorosa. ¿También la conciencia nos va acusar de lo que no autorizamos?  

Es cierto que el alma es más impura que  lo que la conciencia sabe pero de todos modos  la sangre de Cristo limpia de todo pecado y de faltas ocultas (Sal.19:12), y no debemos dejarnos acusar de sueños que no tuvieron aprobación consciente. No es pecado lo que pase en el mundo onírico y hay perdón, si hace falta,  para esas fantasías que  salpicaron de lodo los míticos pies de brujos y  brujas, la conciencia adormecida.

En paz me acostaré  y así mismo dormiré, hoy, sin preocupaciones potenciales, dejando atrás los viejos sinsabores y  los afanes sin solución; y si me agobian el sueño personajes que quiero olvidar, quizás la próxima noche no lleguen a mi almohada si comienzo a pensar que ya he sido perdonado, y en adelante en las horas diurnas recuerdo esos pasajes como historia, vieja  historia, que por ser caduca ya no tiene la importancia que reclama.

Sobre la misma cita bíblica
 Reír y dormir toda la noche 

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