Bastaría un rugido de Aslam


Porque he aquí ha pasado el invierno, el tiempo de la canción ha venido, en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola (Cant.2:11-12).

Se ha ido el invierno hermana mía, el duro invierno de las tentaciones ha pasado y el diablo se ha alejado de tu alma por un tiempo, ¡qué feliz se siente el alma cuando se da cuenta que ya el enemigo no se halla a las puertas y que sus embates fueron al fin rechazados! No fue fácil convencerlo que no podría entrar y que no caerías fácil presa en su mandíbulas. “El invierno se ha ido, el tiempo de la canción ha llegado”, es primavera para tu alma y ahora podrás disfrutar del fresco rocío matinal, aspirar los más diversos perfumes que la nueva vegetación traerá a tu rostro, toda clase de insectos alados aparecerán y comenzarán las sinfonías matinales y vespertinas alegrando tu derredor. Las aves empollarán y nuevos críos retozarán en sus nidos y cantares por acá y por allá alegrarán tu alma que vivió tiempos de dura tragedia y encerramiento. Tus lágrimas fueron enjugadas y la sonrisa bordea de gratitud tus preciosos labios. ¡Oh cuánto has orado!

Acaso tu invierno ha sido enfermedad. Por mucho tiempo has tenido que guardar cama. Estás recuperada,  el invierno ha pasado, te asomas a la ventana, débil aún y contemplas agradecida los primeros rayos de luz y piensas “¡suave ciertamente es la luz y agradable a los ojos ver el sol!” (Ecl.11:7). Ya no tienes fiebre, no más termómetro, ni píldoras y dolorosas inyecciones, ni análisis, no más dolor, el invierno pasó. Te mudas la ropa de invierno por la de primavera, puedes tomar un baño y te sentirás nueva, resucitada como un lirio de los valles, como una rosa de Sarón, lista para salir a meditar como Isaac al campo a la hora de la tarde y decir a tus doncellas “veamos si brotan las vides,  si han florecido los granados” (Cant.7:12). Retoñas. 

Tu corazón siente deseos de cantar uno de los cánticos de Sion, junto a la tórtola, uno que ella no sabe. Dice la esposa de Cantares que en su país “se ha ido el invierno” y la paloma de la primavera, la de la paz ha cantado. ¡Cuánto más si en su país hubiera cesado la guerra, la violencia y el derramamiento de sangre! Sólo bastaría un rugido de Aslam (personaje de C.S. Lewis que simboliza a Jesucristo) para que el invierno en la patria querida, cesara.

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