Las mismas doctrinas en el año uno y en el cien


Filipenses 3:1-3
“Por lo demás hermanos, gozaos en el Señor. A mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas y para vosotros es seguro. Guardaos de los perros, guardaos de los malos obreros, guardaos de los mutiladores del cuerpo. Porque nosotros somos la circuncisión, los que en espíritu servimos a Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne”.


Si usted hubiera sido miembro de una iglesia apostólica a principio del siglo primero, hubiera oído a los predicadores decir lo mismo, y en el segundo siglo igual. El apóstol dijo a mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas y para vosotros es seguro; parece a primera vista como una excusa por el cambio de tema, puesto que va a hablar sobre la adoración espiritual a Dios por medio de Cristo, en amplio contraste con lo que él llama fórmulas carnales. Pero sin adelantarnos a exposiciones futuras, un buen ministro del evangelio, perfectamente instruido en la palabra de verdad, no cambia su teología pasado el tiempo. No busca un sensacionalismo atractivo para las multitudes ni nuevas verdades, sino que predica lo que aprendió de Cristo, lo que lo salvó a él y a otros.

Con toda seguridad tú puedes comparar lo que el apóstol escribió al principio de sus cartas, por ejemplo 1Tesalonicenses, con 1 y 2Timoteo y verás que ha aumentado de conocimientos, pero no ha variado su teología; y lo mismo que predica en un lugar lo anuncia en otro. El no enseñó más de lo que los cuatro evangelios dados por Jesús ya enseñan.

Quizás algunos, pero no Pablo ni los que son como él, hallen aburrido, monótono, sin gusto alguno tener que enseñar año tras años las mismas verdades que aprendieron en sus comienzos. Él dice: a mí no me es molesto el escribiros las mismas cosas (v: 1). Los que tienen que cambiar su doctrina son los que nunca han aprendido la verdadera y sana. Tienen que aprender a leer y oír las mismas cosas y con deleite y satisfacción, es decir acompañados por el Maestro Espíritu Santo.

Conforme el apóstol dice que no le molesta pudo haber dicho, “encuentro una satisfacción infinita y me relamo de gusto el poder repetirles por escrito lo que ya he hecho verbalmente”. Si un siervo de Dios encuentra desabrida su función de maestro porque siempre tiene que enseñar lo mismo, que revise si en verdad lo es. El maná se podía comer de muchas maneras y no por eso dejaba de ser maná. Y si les pareció a algunos “liviano”, era problema del gusto carnal de ellos porque lo que se les ponía a la mesa era “pan de ángeles” (Sal. 78: 25).

Instrucción y vigor de la iglesia.
Por otra parte, si la iglesia se vigoriza o afloja en relación con la enseñanza, podemos ver que las viejas verdades del Nuevo Testamento, las que se hallan en los evangelios, en Pablo, en Agustín, en los reformadores, en los puritanos, son las que en realidad hacen que la iglesia sea un pueblo seguro. En el libro de Los Hechos muchas veces leemos que Pablo regresaba por las iglesias “confirmando a los hermanos” (Hch.15:41), quiere decir repitiéndoles lo mismo que ellos habían oído de sus labios un tiempo atrás. Y por el monto numérico de aquellas congregaciones y lo rápidamente que crecían sabemos que les eran muy dulces oírlas repetidamente. No pedían a sus ministros que las sazonaran con algo nuevo porque al gusto natural, como frutos del Espíritu, les sabían maravillosamente. Es que también estaban llenos del Espíritu y éste hacía que ellos disfrutaran de lo que habían tomado de Cristo y se los había hecho saber.

Pudiera ser que alguna novedad en el púlpito o en la adoración atraiga más gente, pero al final se dispersarán y el cristianismo tradicional sufrirá pérdida, porque lo único que hace sólida una congregación, que la asegura, es la teología y doctrinas antiguas, las mismas cosas, y por lo que sigue no puede ser otra cosa que las doctrinas de la salvación por la gracia, el evangelio y no algo más, por medio de la fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo. Las impetuosas iglesias paulinas eran las auténticas iglesias cristianas que transformaron su siglo con las mismas doctrinas que oyeron y enseñaron desde el año uno al cien. Yo sé   que hay quienes les molestan o les aburren enseñar siempre lo mismo. A mí no, porque no lo digo igual.

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