Dale algún tiempo a la abeja


"Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco" (Mr.6:31).

¿Lee hoy este trocito algún ministro cansado o algún obrero de la escuela dominical, o alguna hermana preocupada, cual Marta por servir del mejor modo a Jesús? Quizás estas palabras del Señor a sus discípulos sean las que hoy necesitas. Ayer cuando acabaste tu sacrificio y bajaste de tu altar tuviste la impresión que Dios no había enviado fuego del cielo para que lo consumiese y con mucho más pesar que Caín tu semblante se ha tornado gris y el corazón no halla reposo dentro de tu pecho. Te sentiste derrotado y no has podido recuperarte después que muchas horas hayan pasado.

Tus lágrimas, pobre siervo, pueden mezclarse bien con las de la hermana de Magdala porque sientes que tu Señor te ha sido quitado. Y ¿quién fue el que te ha robado su Espíritu? Nadie, no ha sido algún pecado el que te ha desangrado, no te quedaste sin fuerza porque alguna sensualidad hubiese cortado tus preciosas guedejas, no que hayas envejecido en una noche sin que lo supieras, sino que has oficiado cansado.

Y ¿no fuiste a un combate? ¿Cómo podrías haber vencido si casi agotado te presentaste a blandir tu reluciente espada? ¿No has leído que David se levantó de mañana y de mañana fue cuando blandió fuertemente su honda contra Goliat? Si hubiera primero matado un oso, luego un león y cargado por una milla una oveja gorda, ¿piensas que su piedra hubiera tenido la misma velocidad que tuvo? Si hubieses tenido necesidad de una maestra de niños ¿a quién hubieras elegido a Marta turbada y cansada mentalmente con sus quehaceres o a María, relajada espiritualmente? ¿No estaba esta última en mejor forma? 

La mente puede seguir activa pero las emociones desfallecen primero que el pensamiento y sin un corazón animoso y lleno de fuerzas no podrás cumplir con tu comisión. Imponte algún reposo. Dale algún tiempo a la abeja, quiero decir tu laborioso corazón, para que yendo de un sitio a otro, deliciosamente ociosa interrumpa sus labores, los difíciles trabajos ministeriales, y de trabajar con cera y libe por puro gusto y recreación, especialmente mullida entre los pétalos de la "Rosa de Sarón" (Can. 2:1).

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