Adorna la doctrina que declaras


“En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito…” (Eze.28:13).

Este texto me ha hecho pensar en la gracia de Dios. Ha venido el profeta hablando sobre el rey de Tiro y la gracia que Dios había usado con él. Aunque a aquel príncipe se le aplique físicamente esas joyas, a mí me parece que hay una semejanza inmensa con nuestra salvación, y que es una alegoría esencial de ella. En Edén fue creado el primer hombre. La gracia también nos ha creado como a Adán y hoy somos “nuevas criaturas” y un “hombre nuevo” en el cual resplandece la gloria celestial por el rostro de Jesucristo. El sitio particular donde nos convertimos, donde la gracia divina nos engendró por el evangelio, ese es nuestro huerto, el jardín de Dios. ¡Oh qué maravilloso haber sido creados por Dios con su gracia!

Luego vienen las joyas del evangelio que adornan la vestidura de nuestra regeneración y justificación: cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice, zafiro, carbunclo, esmeralda y oro”. ¡Cuántas son las riquezas en gloria en Cristo que inmediatamente acompañan a nuestra salvación! No fuimos creados pobres sino muy ricos espiritualmente en Cristo y aunque pobres vamos enriqueciendo a muchos (2 Co. 6: 10). El diamante de la fe, el jaspe del amor, la esmeralda de la esperanza, el rubí del gozo, el topacio de la paz y así otras que el Santo Espíritu ha tomado de nuestro Salvador y las ha colocado en nuestro vestido celestial para que luciéramos ante el Padre bellos, hermosos como su Hijo unigénito, vestidos como escogidos de Dios (Col. 3: 12), vestidos con el Señor Jesucristo (Ro. 13: 14); y así ataviados, adornar las doctrinas que declaramos (Tito 2: 10).

 Pero nuestra creación no fue algo seco y silencioso. Cuando la gracia se derramó haciéndonos una nueva creación hubo mucho gozo, los primores de sus tamboriles estaban listos y las flautas fueron tocadas por serafines y ángeles, porque siempre hay gozo en el cielo por cada pecador que se arrepiente (Luc.15: 7, 10). Ha sido un día de fiesta espiritual, ha habido alegría ante el trono de Dios.
¿No tenemos hoy motivos para sentirnos contentos y agradecidos, y esperanza para implorar la misma misericordia para otros?

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