Un sicólogo no, llamen a un pastor


Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente (Sal.51:8-12).

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Los psiquiatras cuando un paciente sufre perenne melancolía por sus culpas, les ordenan que se divierta, que vaya a alguna fiesta, que camine por el campo y ande entre amigos, que se entretenga hasta que se le olvide lo que ha hecho; le recomiendan un poco de insensibilidad espiritual y evitar los escrúpulos de conciencia. Les recetan un olvido sin arrepentimiento; el pesar hay que quitárselo a la culpa y trabajan duro para hallar justificación a lo mal hecho y curar mentalmente a su cliente. Les recomiendan vacaciones para que recuperen la alegría que algún viejo pecado les quitó.

Pero cuando se trata de un santo, ya es harina de otro costal. Un santo que ha perdido su santidad no se alegra hasta que Dios lo perdona porque no busca quitarse la culpa por sí misma por la tortura a que ella lo somete, anhela perdón y lo que más desea es ser recibido por Dios como antes lo era. Quiere paz, pero no la del olvido, sino la paz del Espíritu Santo, que sobrepasa todo entendimiento, la paz que viene acompañada con gozo, bondad, mansedumbre, etc., la paz que lo pone en la senda que tenía y lo eleva al restablecimiento de la vida cristiana. Un santo necesita más que todo, si su infelicidad es por culpa espiritual, a un ministro del evangelio más que a un doctor en la ciencia de la mente. No es a divertirte a donde tienes que ir sino al trono de Dios.

David podía haber tomado su lira y empezado a cantar, pero no podía cantar, no podía traducir sus sufrimientos en melodías, no era alabanza lo que hubiera arreglado su vida espiritual sino confesión, una amarga y sincera confesión al Señor. No podría abrir su boca hasta que aquel pecado con peso de plomo se le saliera de adentro. El equilibrio de nuestra mente está en Dios y no deseamos una clase de alegría que obvie el remordimiento y que no nos deje llenos del Espíritu Santo. No hay mejores lágrimas ni más convenientemente vertidas que aquellas que se echan a los pies de Jesús y se enjugan con nuestros cabellos. Amén.

Comentarios

  1. Pastor:
    Aprovecho esta nota para hacerle saber como me deleito en el talento que Dios le ha dado para escribir. Desde hace un par de meses llegue 'sin querer' a su blog y desde entonces reviso varias veces a la semana para beber de esta fuente de aguas dulces de buena doctrina. Adelante!
    Sobre este tema, siempre tengo en mente lo que me dijo una vez mi pastor: la sicología busca que el hombre SE SIENTA mejor; la consejería bíblica busca que el hombre SEA mejor.
    Bendiciones!

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  2. Roby, es bueno saber que obtienes alguna bendicion de lo que escribo y es mas bueno todavia que tengas tan buen pastor, hasta siempre,
    Humberto

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  3. Me gusto mucho lo que leo en este blog, Pastor que el senor lo siga bendiciendo mucho, y gracias por compartir lo que Dios le da por que es usted un vaso que Dios nuestro Padre Celestial usa para su Gloria.

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  4. Bendiciones para ti y gracia con Dios, anónimo.

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