Una buena pérdida



El respondió: Tomasteis mis dioses que yo hice y al sacerdote, y os vais; ¿qué más me queda? ¿Por qué, pues, me decís: ¿Qué tienes? (Jue.
18:24).

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Hay hombres que son como éste, si le arrancan su religión falsa, si le quitan sus mentiras y pecados en vez de estar agradecidos a quien se los haya quitado lo que hacen es enojarse y pensar que le han arrebatado la vida. Piensan que nada les queda; sufren una dependencia del pecado de modo que no pueden vivir sin él; hacen del pecado su todo y si llegan a perderlo se ven sin ese todo. Se deprimen emocionalmente y ya no quieren vivir, no miran, no cuentan nada más; todo se ha ido con el pecado que le han arrebatado. Sin embargo, si el Espíritu los alumbrara dirían como Pablo: “todo lo tengo por basura” (Flp.3:7-8). ¿Correrías detrás de tus ídolos como Micaía para darle alcance en algún punto y volver a levantar el altar que te arrebataron? No corras más en ese desenfreno (1Pe 4:4); si el pecado ha pasado a otros no los persigas, deja que se lo lleven, ni te encolerices con ellos ni los amenaces, Dios te ha librado de él y ha traspasado tu maldición a otros, que creyendo que lo que tú tenías era grande, divino y valioso te lo robaron. Se han engañado, lo que te quitaron fue lo malo, lo que era tu maldición. Bendice a los que con violencia te despojaron de tu idolatría, dale gracias a Dios.

Primero termina de limpiar la casa de todo vestigio de pecado, purificarla, que no quede recuerdo ni olor de aquello que perjudicó tu alma. Echa afuera todo lo que te lo traiga a la memoria. Luego, anuncia que ya no pecas, que los que antiguamente compartían contigo la adoración a esos ídolos, sepan que ya no les adoras y que lamentas haberlos servido por tanto tiempo, que ahora no usas drogas ni tomas alcohol y menos que haces uso de una costumbre sexual pecaminosa. Dile que eres otra criatura, cambiada por Dios.

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