Si un andrajoso quiere entrar, búscale un asiento


Santiago 2:1-4
“Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís; siéntate aquí bajo mi estrado, ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos y venís a ser jueces con malos pensamientos”.


Está bastante ajustado al contenido del texto el título que sobre nuestras Biblias han puesto, “Amonestación contra la  parcialidad” o diríamos, contra la injusticia en la iglesia y la discriminación. La realidad es que uno se asombra que en aquellas congregaciones primarias existiesen estas cosas ya que  a ellas las tenemos como superiores, y mejores atendidas. Es muy difícil culpar justamente a alguien en particular cuando una congregación no marcha como debiera. Como no quisiera comenzar exponiendo lo negativo me esforzaré por extraer del texto lo positivo que primero hallo.

Note que la iglesia de Jesucristo es para todos, lo mismo es para ricos que para pobres, la puerta de entrada está abierta tanto para uno como para el otro. Dios, como dice Salomón, hizo tanto al uno como al otro y ambos necesitan oír el evangelio para ser salvos. Es una noticia muy fea esa que oímos por ahí que hay iglesias para ricos y ellos no dejan que se siente dentro a oír la predicación nadie excepto que pertenezca al mismo nivel. ¿No hubiera sido un honor poder recoger a los pobres del mundo en la misma asamblea de ellos y hacerles bien como a hermanos? ¿Por qué no acogerlos y no enviarlos de vuelta a otras congregaciones con hermanos menos prósperos económicamente?

Por lo que dice Santiago no se les prohibía la entrada a ninguno, viniera bien elegante o sucio. El pecado se mostraba después que se hallaban dentro. El sentimiento de no sentirse cómodo adorando en un sitio entre hermanos que no tengan la misma cantidad de comodidades, el mismo color de la piel o la misma nacionalidad, no es un sentimiento cristiano y proviene más bien de la sociedad y del yo personal de cada uno.

El tipo de ropa usable en el culto. Si un pobre decide no asistir a una iglesia porque en ella sus miembros son gente acomodada y de rango y se visten para adorar a Dios con ropa espléndida y eso lo humilla de modo que no se siente bien entre ellos, ya eso es cosa suya. Es cierto que los apóstoles enseñaban a los hermanos, en especial a las mujeres a ser humildes en el porte, pero lo hacían para que no pecasen de ostentación y para que no vivieran para esas cosas externas, no porque se prohíba a la iglesia usar este vestido y aquel no, esta ropa y la otra tampoco. Si un hermano quería ir espléndidamente vestido a la iglesia, porque le gustaba y podía comprarla, no para exhibirla y no para humillar a nadie ¿quién se lo habría de prohibir?

Está fuera de mandamiento esa costumbre de algunos modernos de fijar un tipo de ropa para ir al culto o prohibir aquella otra porque a ellos les parece inapropiada. Si no se tiene un atuendo con ostentación, ni alguno que haga sonrojar el pudor y la decencia, si no hay pecado espiritual cuando se viste ¿qué ley se pudiera invocar contra ello? Estoy de acuerdo que la ropa debe ir de acuerdo al espíritu pero no como algunos que he oído decidir no volver a juntarse con esta congregación o aquella porque las mujeres han sido vistas usando esta prenda y aquella otra.

Si una hermana se viste de modo que pone en tentación los ojos de algún  santo (1 Ti, 2: 9), pues entonces que se cambie porque no debe venir al rebaño a coquetear, pero si su ropa es decente y encubridora, por ejemplo hasta los tobillos, no hay que prohibirle nada, a no ser que le guste demasiado arriba de las rodillas. Que alguna buena hermana y discreta comparta con ella un poco de su pudor y le diga que cuando se siente le va a quedar más corta aunque se la hale. Y los que insisten más en esas cosas concernientes al anillo, al abrigo, al pantalón, las uñas, el pelo y el maquillaje del rostro, generalmente suelen ser menos exigentes en el uso de la lengua, y revelan un carácter demasiado preocupado por lo de afuera más que por lo de adentro. 

El argumento bíblico esgrimido por algunos lo toman de Deu.22: 5, “no vestirá la mujer traje de hombre, ni el hombre vestirá ropa de mujer, porque abominación es a Jehová tu Dios cualquiera que esto hace”. Deben saber que su propósito era evitar la confusión sexual, la degradación moral, y quizás es una reminiscencia o tiene el preludio de la homosexualidad. O puede referirse a ropa usada por un varón, o una mujer. Recuerde que la ropa de ambos era parecida. La mujer siempre debe al ser mirada como una mujer, el hombre eso mismo, como un hombre. Hay jóvenes que Hollywood les ha metido en sus cabezas parecerse a las chicas, y creerse machos y héroes.

¿Qué razón tiene un hombre para usar una prenda tradicionalmente utilizada por las féminas? ¿No se siente disminuido en su virilidad? Pablo dice que al hombre dejarse crecer el cabello le es deshonroso (1 Co .11:14), porque se confunde con una mujer y un genuino caballero no desea que eso le pase sin ofenderse. No es de cabellos propiamente el asunto sino la desaparición de la distinción entre ambos sexos.

No se trata sólo que haga eso o no lo haga, que use esta prenda o la otra, sino que la abominación es lo que Jehová ve por dentro, en el corazón de ese hombre o de esa mujer. ¿No se vestía el Señor como nosotros los hombres no lo haríamos en este continente? Al pastor americano con el cual trabajo lo he visto con traje en el cementerio junto a un muerto pero no en el púlpito, y de los trescientos que le escuchan los domingos, pienso que habrá quizás uno trajeado, el resto viene a oírlo en camisas. Pero tampoco es de los que se creen que por andar desarreglados ya  predican bien y que eso concuerda con la sencillez del evangelio. El joven predica buenos sermones.

Pero eso no es lo principal para Santiago, ni que alguien vaya vestido elegantemente o como un pordiosero, sino la acogida que le den dentro del culto, principalmente la actitud de los hermanos, que prefieran a alguien por cómo se viste, por su posición económica, por su dinero. Esa discriminación no fue enseñada por nuestro Señor y los que practican esos malos pensamientos no pueden decir que no están reñidos con la fe que él nos enseñó y que están “vestidos de amor que es la unión perfecta” y “vestidos del Señor Jesucristo y no… para los deseos de la carne” (Col. 3: 14; Ro. 13: 14), porque las divisiones y estructuras sociales no deben persistir en el mismo seno del reino de los cielos. Si un andrajoso quiere entrar al culto, búscale un asiento cómodo.

Comentarios

  1. me ha gustado mucho este post, muy claro y con palabras directas y sobre todo basadas en la palabra de Dios nuestro señor, es tan incoherente que quienes asisten a la iglesia para adorar a Dios que es el mismo para todos y a todos nos ve por igual, juzgue a sus hermanos por el modo de vestir o le humille por ser una persona sencilla, esta gente solo tiene un nombre: hipócritas

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  2. Lo siento, anónimo, hoy fue que vi tu comentario. Aquí lo tienes para que otros lo lean. Dios te bendiga.

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