Una iglesia que no se romperá en pedazos

Romanos 16:17-20

“Mas os ruego, hermanos, que os fijéis en los que causan divisiones y tropiezos en contra de la doctrina que vosotros habéis aprendido, y que os apartéis de ellos. Porque tales personas no sirven a nuestro Señor Jesucristo, sino a sus propios vientres, y con suaves palabras y lisonjas engañan los corazones de los ingenuos. Porque vuestra obediencia ha venido a ser notoria a todos, así que me gozo de vosotros; pero quiero que seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal.  Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros”.


Miremos primero el sostenimiento de los maestros. Pablo, como siempre, parece preocuparse por la firmeza de la iglesia. Aunque él no la formó, esta iglesia tiene muchos hermanos que son hijos espirituales y compañeros suyos, y sobre todo la iglesia tiene su mismo evangelio, lo cual se deduce del v. 25. Recuerda, que por mucho que a él le preocupe una iglesia más le preocupa el evangelio. La esperanza de salvación del mundo, como él la ve, descansa más sobre el evangelio que sobre el grupo que se forme alrededor. Su temor es que se dividan por causa de las enseñanzas (v. 17), o mejor dicho, que los dividan, los falsos obreros de Cristo y ministros fraudulentos que andaban por todas partes (ver Flp 3. 17-19; 2 Co 11.13-15).

A esos es a los que él teme, que llegaran a ellos y por “ganancias deshonestas” se hicieran pasar por  predicadores y  buenos cristianos, fingiendo ser grandes santos y grandes ministros, y que con escogidas palabras de amor les adulasen para  extraer de ellos algún provecho (v. 17- 19). Como en otras partes, podía suceder entre ellos, que sacaran  algún fruto de ciertos hermanos “ingenuos”, simples, que  los atendieran  en sus casas y hasta los ayudaran con honorarios.

Por ningún concepto, hermanos, debemos sufragar los gastos ni apoyar las solicitudes de ministros herejes o de aprovechadores de las iglesias. Rotundamente la posición apostólica fue que no, ningún miembro de la iglesia debía decirle en su hogar  ¡bienvenido! (2 Jn 1.10,11). ¡Cómo vas a enviar dinero a cualquiera sin conocer lo que enseña o si se aprovecha de tu envío para lucro personal? Las ofrendas se les mandan a aquellos que pasen un examen doctrinal.

Algo  sobre el conocimiento doctrinal. La iglesia tiene que conocer más y más su doctrina, no sólo para estar firme en el evangelio sino para ser ecuménicamente sabia. Por dondequiera, en las calles y por el correo hasta nuestras casas, mucha gente nos solicita algún aporte a sus proyectos. No envíes dinero sin saber a quién lo haces. No participes de las obras de los que (a) niegan la doctrina de la Santa Trinidad (2) adoran imágenes y tienen otros mediadores entre Dios y los hombres además de Jesucristo (3) los que aferrados a la ley enseñan a la gente a no comer alimentos hechos limpios por Dios y guardan con más reverencia el sábado de la ley que el domingo de la gracia (4) los que no creen que la Biblia sea el único libro dado por Dios a los hombres para que le conozcan (5) los que no rinden un informe confiable de las finanzas que reciben  (6) ni ayudes a los que piden dinero para educar en sus culturas paganas.

Como podrás notar, hay que conocer teología, la propia y la de aquellos que solicitan cooperación. Si alguien te pide ayuda, que te envíe su credo o una declaración de fe de su denominación. Es tarea insoslayable de los ministros de Jesucristo,  enseñar continuamente la Biblia a sus hermanos, “todo el consejo de Dios”  para que no sean desviados por “todo viento de doctrina” y puedan  mostrar  un sabio amor ecuménico. Nuestra denominación no es la única que tiene todo el consejo de Dios. La verdad evangélica probablemente se halla repartida entre otros grupos como el nuestro. Por eso, insisto, hay que conocer doctrina sobre la salvación. 

Las razones fraternales no son suficientes para ayudar a una causa religiosa, ni la abundancia de la posible generosidad con que se cuente. El mejor ecumenismo no es el que se practica en la adoración sino con el sostén económico para financiar obras cristianas que son pequeñas o para enviar misioneros a otras partes del mundo. Siempre que se pueda, está bien si en esos dos sentidos despachamos algún dinero.

Aquí él no teme, debido al nivel de obediencia que tienen, (v. 19), que ellos mismos se dividieran, sino que facciosos externos se alojaran con la congregación y comenzaran a sembrar doctrinas extrañas en contra del evangelio que ellos habían aprendido. La iglesia en Roma, en sentido general era una congregación compacta, y tenía reputación de tal (v. 19).

Si la iglesia permanece firme sin divisiones, si mantiene alejados de sus cátedras a los infieles doctrinales, el diablo quedará aplastado bajo el firme paso de sus pies (v. 20). Dios es quien lo aplasta, por supuesto, pero bajo el andar de la congregación. ¿No es cierto que no queremos ser aplastados? La palabra aplastados también se podría traducir “roto en pedazos”; el diablo será roto en pedazos, no nosotros. 

Si no lo somos por carnalidades y otras clases de luchas, no hay demonio que pueda detener la marcha de una iglesia donde no  se produzcan en ellas divisiones y se enseñe el evangelio de Cristo. En todas las otras áreas, a su tiempo, obtendrá la victoria. No sólo una victoria distante cuando Cristo venga en su reino sino en su desarrollo cristiano significante dentro de la sociedad donde se halle viviendo.

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