Un juicio que no llegará


“Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; ni aun yo me juzgo a mí mismo” (1Cor.4:3).


Quizás tú no podrás afirmar lo mismo que el querido apóstol porque el diablo te lo impide trabajando sobre tu mente para hacerte sentir culpable de algo, tal vez no por hechos sino por sentimientos o tentaciones. Persistentemente martillea sobre tu memoria recordándote pecados en los cuales  casi te viste envuelto. Tú conoces que la tentación fue real, pero el Maligno no pudo continuar con ella y llegó hasta allí, haciéndote mirar el árbol y codiciar el fruto. Te insinuaba que lo probaras, pero por la gracia divina no extendiste tu mano para alcanzarlo y ahora, derrotado, te recuerda que lo miraste y que te pareció bueno, sabroso al paladar y excelente para alcanzar sabiduría. Hace eso el villano porque no puede acusarte de más.

Pero tú no serás nunca juzgado por Dios sobre tentaciones en que no caíste ni por tus sentimientos o sueños pecaminosos. Todas esas cosas revelan tu corrupción pero no son materia que debe preocuparte para el gran día del Juicio. Hay gente que hace una “investigación exacta” “inquieren iniquidades” (Sal. 64:6), averiguan la vida de los apóstoles y de los grandes santos para poder acusarlos y no hallando ningún hecho vergonzoso quieren que les revelen sus sentimientos corruptos, las veces que han sentido atracción por el pecado y cosas por el estilo, para poder desvirtuarlos. Son diablos. 

Mas tú, como el amado apóstol, no tiembles porque inquieran tus iniquidades; esos también tienen un corazón inclinado al mal como el tuyo y alégrate que sólo les queda el recurso “profundo” de investigación espiritual y eso es señal que en los hechos de tu vida, no han podido sustentar falta alguna. Deja que se interesen, que lean tu biografía, que el Juez de vivos y muertos los juzgará. Suponiendo que en realidad sí hayas caído en pecado y puedan echártelo en cara para quitarte tu apostolado y la iglesia que has construido con mezcla de lágrimas y oraciones; la sangre de Cristo te lava de todo pecado.

Por el momento cierra los oídos a esos perros que ladran a tu espalda, ni cooperes con ellos convirtiéndote tú mismo en tu severo juez. El apóstol renunció a juzgarse de ese modo y dijo: “Ni aun yo me juzgo a mí mismo”. A veces, querido y santo apóstol, nadie puede estar informado de tus sentimientos sino el diablo mismo y te hace fantasear con un juicio que jamás vendrá, saltaría de triunfo en el infierno si con razón pudiera ponerlo en boca de todos, y si no, te tortura.

Comentarios

  1. ¡Qué buen post! Es muy cierto que el diablo hace eso, no en balde es nuestro enemigo. Gracias por fortalecer las rodillas caídas. Y después de mucho tiempo de andar fuera, le envío desde mi terruño querido un fuerte abrazo.
    Querido hermano, soy Isa y voy a meterme a "Anónimo" porque mi compu no me deja colocar mi saludo ni comentario.

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  2. ¡Oh, qué agradable sorpresa mejicana! Que Dios te bendiga, Isa. Cuando escribas como anónimo haz lo mismo, pon tu nombre para poder saludarte más personal, porque otros no sé quiénes son.

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