Celebrando la vida del muerto

“Jesús, profundamente conmovido otra vez, vino al sepulcro” (Jn.11:38)

Jesús no se conmovía con imaginaciones sino con realidades; las circunstancias lo afectaban y sus emociones se agitaban dentro suyo hasta salir lágrimas, precioso llanto. Así es el Hijo del Hombre, el Perfecto. No sólo intelecto sino también emociones, sentimientos. El llanto sincero no pertenece a la inmadurez espiritual, al contrario, a la madurez de la personalidad, sale a los ojos cuando el cristiano ha ido creciendo en su relación con el Señor, que también lloraba. 

Se ha tomado a mal la expresión sentimental de la religión y hay hombres que han batallado para suprimirla, dejando sus libros, sus clases, sus sermones y sus propias vidas completamente secas, vacías, aburridas y sin ganas de tomarlas como ejemplo. La expresión de sentimientos no es síntoma de debilidad, sino de poder, de entendimiento, comprensión, simpatía, de dolor. Los pensamientos que salen sólo de la cabeza, sin pasar el corazón, podrán ser profundos, pero no cristianos. El Hijo del Hombre podía llorar junto al dolor de los otros y entenderlos en sus suspiros y sollozos.

Cualquiera de los dones concedidos por el Espíritu de Dios para la salvación de una persona, la coloca en ambos niveles, intelectual y afectivo. El arrepentimiento, es un cambio de mente, pero no a secas, sino que va acompañado por una “tristeza según Dios”. Y precisamente si no hay tristeza, no hay cambio de mente. La fe, la bendita seguridad de lo que se espera ¿qué hay por debajo del credo y del conocimiento si no es amor? La fe obra por el amor (Ga. 5:6). ¿Es el amor, el mayor de todos los dones, el eterno, un pensamiento o un sentimiento? ¿Qué es un amor cerebral? Es amor mecánico, moderno, de computadora. ¿Y el gozo, la paz, la bondad, etc? ¿No son todos esos frutos sentimientos? El Espíritu mismo, su Persona, ¿no se entristece con nuestro pecado? El diablo es el que no puede llorar, no sabe lo que es simpatía, no conoce lo que es vibrar por una palabra dicha con el alma y dirigida al corazón, porque él no tiene.


Nuestro Señor, el Hombre superior, no solamente se conmovió viendo a sus amigas llorar, sino profundamente, hasta sus entrañas. Eso porque las amaba con entrañable amor (Fil.1:8). Si nuestra religión no toca los sentimientos nunca seremos felices, ¿no lloramos incluso, de risa? Es extraño para algunos, pero el mejor Pensador de todos los siglos y Fundador del Cristianismo, expresaba sus sentimientos con palabras, hechos y llanto.


Lo que parece muy pero muy extraño es que en el velorio de un cristiano, y no ocurrió en el de Lázaro  estando Jesús allí, se cuenten chistes y más chistes, diviertan sin solemnidad, como si la muerte no fuera nada ni un castigo divino, ni el paso a la eternidad, ni lo más serio que hay en la vida y que no es broma; y entonces que el sermón fúnebre refiera anécdotas de la vida del desparecido que hagan que los acompañantes miren con una sonrisa en los labios y sin una lágrima en las mejillas, el rostro del difundo. Es inaceptable la explicación con el pretexto posmodernista, que están celebrando la vida del muerto y su entrada al cielo.

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