Despidiendo a tus Febes


“Os recomiendo además nuestra hermana Febe, la cual es diaconisa de la iglesia en Cencrea” (Ro.16:1).


No era algo inusual que los hermanos de una iglesia por muchas razones tuvieran que viajar fuera de la ciudad; sin embargo en cuanto alcanzaban el otro sitio buscaban la iglesia y se congregaban con ella.
Eso está bien, así conocen a otros, cooperan con ellos mientras se encuentren en el lugar y además utilizan los medios de gracia disponibles para la edificación propia y el cuido de la salvación. El Señor formó su iglesia por algo, Pablo procuraba en cada ciudad que el cuerpo de creyentes que dejaba quedase bien organizado y funcionando. Si así obraba, es porque la iglesia es necesaria para el cristiano. Me imagino que los pastores llegaron a acostumbrarse a estas emigraciones e inmigraciones, sale y entra de miembros, unos llegaban y otros se iban. 

Quizás como sucede hoy en día, no siempre fueran razones económicas, laborales o familiares las que los sacaban del rebaño propio. Febe parece que iba dirigida y recomendada a la iglesia no teniendo otro negocio en la ciudad, era como una ayuda que una hermana congregación enviaba a otra. Pablo la recomienda y ella llevaría orgullosa la carta. ¿Por qué no pensarán en eso los que por una razón tienen que dejar su pueblo e ir a otro? Se puede trasladar en paz, dejando detrás sólo el buen recuerdo y añoranza.

Dios puede tener planes para una hermana o hermano en otro sitio y no hay que estorbarlo ni sentirse resentido porque se vaya. No hay que obstaculizarlo sino encomendarlo a la providencia porque quizás ella se lo lleva por alguna razón. El pueblo del Señor a veces peregrina. La contraparte o solución para los que tienen que marchar es el evangelismo; cumplir la gran comisión y tratar de llenar la plaza vacante con algunas almas nuevas convertidas a Cristo. Cuando la congregación se tiene que desprender de sus mejores miembros u optan voluntariamente por transferirse, se debilita en todos los sentidos; no obstante, la medicina es ganar nuevos, salir con fervor y oración a predicar a los pecadores, esperando que la mano del Señor los reponga.

No siempre los que se pasan a otro lado pueden ser despedidos con alguna recomendación, a no ser la acción de gracias al Señor por haber levantado su azote. Mantén tu espíritu misionero iglesia, que el dolor de despedir a lejanas tierras a tus Febes, no se convierta en lamento, pídele a Dios otras como ellas.

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