Lo que Pablo dijo y lo que hubiera dicho


11 Mirad con cuán grandes letras os escribo de mi propia mano. 12 Todos los que quieren agradar en la carne, éstos os obligan a que os circuncidéis, solamente para no padecer persecución a causa de la cruz de Cristo. 13 Porque ni aun los mismos que se circuncidan guardan la ley; pero quieren que vosotros os circuncidéis, para gloriarse en vuestra carne. 14 Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo. 15 Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.16 Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios. 17 De aquí en adelante nadie me cause molestias; porque yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús. 18 Hermanos, la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén” (Gálatas 6: 11-18).


Tratando de penetrar en el pensamiento de Pablo a través de sus palabras nació esta paráfrasis cuando yo deseaba concluir con una habitual exposición, y me pareció al final que conllevaba más gracia que si la hubiera dividido en secciones homiléticas, por eso en vez de atarla dentro de un recipiente didáctico, la dejé libre como originalmente vino a este mundo.

“Voy a decirles unas cuantas verdades finales y las escribiré de mi puño y letra, con caracteres grandes para que sean legibles y porque no veo bien; me arriesgo a que los que me odian me tomen como un arrogante,  pero no me importa con tal que ustedes solucionen los problemas que les han causado los que os perturban (1: 7; 5: 12).

“Vayamos al grano: ustedes no se están circuncidando por algún convencimiento teológico de la verdad, veo que no es voluntariamente sino por miedo; los han amenazado y ha caído sobre ustedes espíritu de cobardía perdiendo el dominio propio (2 Ti. 1: 7); y como temen padecer persecución por causa de las doctrinas de la gracia (que se explican con la cruz de Jesús), aceptan también circuncidarse, mezclando dos puntos de vistas opuestos, el farisaico y el apostólico; si todavía guardaran la ley después de la circuncisión me quedaría callado pero sé que lo mismo que sus maestros, no lo harán, porque no pueden y porque no querrán; se quedarán fuera de los dos pactos, sin Cristo y sin Moisés, y peor aún, la profesión será una pretensión, una hipocresía.

“La razón personal que tienen para obligarlos a que tomen el rito no es ustedes sino el orgullo sectario, para gloriarse entre ellos y los superiores de Jerusalén, que nuestra herejía, como la llaman (Hch. 24: 14), se va extinguiendo y así agradar a los judíos de la capital. Si lo hicieran por Dios tendrían algún mérito pero ellos piensan en honores y ganancias cuando sacan sus cuchillos para cortar los prepucios; el proselitismo es su meta: ahogar el cristianismo por la fuerza y no la salvación de nadie.

“En cuanto a mí, no tienen pruebas que yo enseñe la circuncisión, y estén seguros que no lo haré porque tengo por basura lo que el mundo me daría a cambio; los intereses del mundo no los apetezco; no trabajo para mi propia reputación porque mis honores son los de la cruz de Cristo, procuro identificarme con él, sufro en mi carne lo que le faltó a él sufrir por la iglesia (Col. 1: 24), no por nuestra redención sino por su predicación para su formación; la continuación del ministerio de Cristo es mi meta, con el cual estoy identificado; su sonrisa y aprobación es lo que deseo, me glorío en conocerlo (1 Co. 1: 31); el mundo me crucificó a mí con él (2: 20) y he sido bautizado en su muerte (Ro. 6: 3); he criticado fuertemente a los que dejan el ministerio amando este mundo (2 Ti. 4: 10) y he aconsejado a los nuevos ministros que cualquiera que milita no se enrede en los negocios de la vida a fin de agradar a aquel que lo tomó como soldado (2 Ti. 2: 4).

“Tengo el mundo crucificado y como no quiero de él poder, dinero o fama, por la razón que ustedes han tenido para acomodarse a él, yo no obraría. Si alguien todavía duda lo que digo, acérquese que abriré mi camisa para que vea las cicatrices que tengo en el cuerpo por las pedradas y los azotes que me han dado, precisamente por predicar un evangelio sin compromiso con el judaísmo; a esas heridas les llamo estigmas o marcas de Cristo porque son suyas, me las hicieron por su causa y les pertenecen, son mis trofeos, mis títulos y salario.

“Pregúntenle a los maestros si ellos las tienen; pero yo no digo esto por ellos sino por ustedes para animarlos a no ser cobardes porque desde los días de Juan el bautista el reino sufre violencia y los violentos lo arrebatan (Mt. 11: 12), y es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios (Hch. 14: 22). Creo que muchos de ustedes si entran al reino lo harán sanos, sin ningún arañazo, sin pagar algún precio. Espero con esto detener todas las críticas en mi contra.

“Y concluyendo mi epístola si vamos a ver, en la cuestión de la salvación el ser transformado por Dios en un hombre nuevo, en una nueva criatura es lo único que importa, lo mismo da que se tenga o no la circuncisión. Si se deciden por la ley lo que harán es continuar en la línea genética del Adán terrenal, seguirán siendo hombres y mujeres naturales (1 Co. 2: 14), tal vez se mejoren algo y se conviertan en personas distintas pero no en nuevas criaturas (2 Co. 5: 17); la ley no tiene el poder de la resurrección de Cristo; una ley no crucificada es una ley vigente y sin que otorgue gracia para cumplirla. El reino de Dios es para nuevas criaturas que experimentado una metamorfosis (transformación del entendimiento Ro. 12: 2), que han vuelto a la forma de Dios y tienen estampada en sus vidas la imagen del celestial.

“Concluyo con este asunto: no es cuestión de  opiniones doctrinales sino de creencias que no transforman las vidas y otras que sí lo hacen, condición indispensable para estar con Cristo. Toda mi carta termina con este consejo personal: háblale a tu corazón y pregúntale si eres una nueva criatura.
“Yo Pablo”.   

Espero haber resumido con esta paráfrasis la intención final del apóstol, y por mi parte es la última exposición.

Comentarios

  1. Linda su paráfrasis, me encantó!

    Saludos

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  2. No entendí bien ... ya no escribirá mas?

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  3. Oh no Viviana, es que tengo 17 exposiciones de toda la epístola, y esa es la última, y lo que hice es copiarla y publicarla como la tenía. Gracias por leerla.

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