Sincronización entre la pascua judía y la cena cristiana



 Lucas 22:7-20  
(Mt. 26:17-29; Mr. 14:12-25; Jn. 13:21-30; 1 Co. 11:23-26)
 7 Llegó el día de los panes sin levadura, en el cual era necesario sacrificar el cordero de la pascua. 8 Y Jesús envió a Pedro y a Juan, diciendo: Id, preparadnos la pascua para que la comamos. 9 Ellos le dijeron: ¿Dónde quieres que la preparemos? 10 Él les dijo: He aquí, al entrar en la ciudad os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidle hasta la casa donde entrare, 11 y decid al padre de familia de esa casa: El Maestro te dice: ¿Dónde está el aposento donde he de comer la pascua con mis discípulos? 12 Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto; preparad allí. 13 Fueron, pues, y hallaron como les había dicho; y prepararon la pascua. 14 Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. 15 Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca! 16 Porque os digo que no la comeré más, hasta que se cumpla en el reino de Dios. 17 Y habiendo tomado la copa, dio gracias, y dijo: Tomad esto, y repartidlo entre vosotros; 18 porque os digo que no beberé más del fruto de la vid, hasta que el reino de Dios venga. 19 Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. 20 De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama.



La institución de la Santa Cena del Señor es un símbolo con entrañable significado, y la primera, ésta, tiene un compuesto de alegría y de tristeza; cuando nuestro Señor sumergido en la participación festiva de la pascua judía anuncia su muerte no tomando un bocado de carne y repartiéndolo entre sus apóstoles sino un pedazo de pan y una copa de vino. Así el antiguo símbolo judío toma una nueva y simplificada forma al llegar hasta, y pasar a la cruz. No llega a los suyos con todo el significado histórico que tiene la antigua festividad, y sin perderlo sino conservándolo en otras formas, llega hasta él donde alcanza su cumbre y su eterno propósito.

Lucas hace mención de las palabras que con un suspiro en voz baja ha dicho Jesús, que apetecía que llegara ese momento culminante de redención, dolor y alegría donde él como Cordero de Dios tomaría el lugar de la pascua (1 Co. 5:7), para escribirlo en tablas de carne del corazón (2 Co. 3:3), dando por concluido con su sacrificio el mensaje mosaico traído en piedra.

Ese día toda la ley dada a Moisés, con todos sus preceptos y mandamientos contrarios quedaría satisfecha (Efe. 2: 15), y ya la nación salva podría prescindir de ritos y emblemas, desentenderse de ceremonias y salir de las sombras (Col. 2:14-17) porque el genuino cuerpo estaría presente en adelante; y en tal instante él quedaría como la suprema pascua de todos, y el nuevo Israel (Ga. 6:16) usaría el pan y el vino en una nueva fiesta, no menos solemne que la antigua, llena de respeto para “el cuerpo de Cristo”, distinto a los alimentos de ágapes fraternales (1 Co. 10:16; 11:29), pero con más deleite y menos espanto por la abolición de todo lo contrario, gracias a la víctima humana que cargaba con los pecados y transgresiones de todos (Isa. 53:6).

El Nuevo Pacto se estaba presentando en el nuevo símbolo dando por concluido al antiguo (2 Co. 3:14; He. 8:13), que se queda como constancia histórica de la revelación progresiva y de la manifestación del origen de la gracia salvadora, pero sin la eficacia que una vez tuvo debido a la inminente Sustitución que haría el Hijo del Hombre, pronosticada desde la eternidad (1 Pe. 1:19,20).

Y tomando el Señor el pan les dijo "este es mi cuerpo que por vosotros es partido", y lo repartió; y alzando la copa de vino bebió de ella y la compartió con todos, y les dijo lo mismo, que miraran al vino rojeando y presumieran que de su cuerpo roto brotaría la sangre expiatoria, y que en adelante no tendrían que preocuparse más por los sacrificios cruentos, impotentes para remitir los pecados (He. 7:11,2), porque al desangrarse él sobre la cruz sería suficiente para hacer eterna reconciliación con Dios.

Los discípulos entendieron bien que lo que comían y bebían era un símbolo, respetuoso y solemne, sustitutivo y que de ninguna manera experimentaría la locura de alguna metamorfosis y se convertiría  en carne viva y sangre humana, la cual llaman misa. Les dijo "haced esto en memoria de mí", pero algo más que un recuerdo, sin llegar a decirles "olviden la pascua" porque la sincronización e independencia del nuevo rito, ceremonia, emblema, símbolo y conmemoración, aparecería en el pleno entendimiento de todos los autores del Nuevo Testamento, después de unos pasos históricos llamados, viernes-muerte, sábado-entierro y domingo-resurrección.

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