No basta un besito


“He pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: A nosotros, ¿qué? ¡Allá tú!” (Mateo 27:4).


¿Dices "yo he pecado"? Es una buena confesión pero necesita que le añadas "perdóname Señor"; el reconocimiento sólo, está incompleto y para recibir el perdón el arrepentimiento no es suficiente, le falta la fe. Si fueras donde él se halla, en casa de Herodes, en el pretorio o en el mismo monte La Calavera, y le pidieras perdón, él te lo daría; pero ese arrepentimiento sin fe es remordimiento. Conoces la historia bíblica y sabes que los que compartan tu pecado no querrán compartir tus culpas, y que Saúl dijo lo mismo que tú, "he pecado" (1 Sa. 15:24), y no fue perdonado. Terminarás como él terminó. 

Y antes que él, Faraón también dijo igual y repitió el mismo pecado del cual se había arrepentido (Ex. 9: 27). Y si llegas al Nuevo Testamento encuentras la confesión “he pecado” en labios del llamado hijo pródigo (Luc. 15:18). Con la buena excepción que este último dijo mucho más y se movió a donde su Padre y enfrente suyo cayó a sus pies pidiendo que lo recibieran. En cuanto a palabras, son las mismas.

Si vas a donde está su Madre y le pides perdón por lo que le hiciste a su Hijo, quizás te perdone como madre y no como diosa, tendría que ser ella como él, divina y no lo es. Si acudes a sus hermanos, tampoco, ninguno se ha asociado al problema, posiblemente no hallarías donde se esconden. Es a él, sólo a él a quien debes buscar y lamentar en su presencia la información que vendiste y el ósculo traidor que diste a su mejilla.

¿Por qué no vas a la Iglesia Universal o Católica y le pides perdón? ¿Quizás Pedro te perdone? No, porque ¿quién lo perdonará a él que lo ha negado tres veces? ¿Jacobo? ¿Juan? ¿Andrés o Felipe, o quizás Bartolomé? Ninguno de ellos tiene potestad para perdonar pecados sino el que has entregado. La iglesia no puede perdonarte en lugar de Jesucristo. Has dicho una verdad, su sangre es inocente, sin pecado y por ella muchos son limpiados. Excepto tú, Judas, que lo entregaste con un beso, o Juan, o Ramón, o cualquiera otro que sienta sólo remordimiento y se arrepienta a medias.

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